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Miguel Sánchez Lora

LOS MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES EN MÉXICO

Inercias teórico-prácticas e innovación


Primera edición, 2015.
Ciudad de México.

Cátedra Socialista Antonio Gramsci


http://lacatedragramsci.blogspot.mx/
contactogramsci@gmail.com

La Semilla
Órgano Socialista y Antiimperialista Genéticamente No Modificado
facebook.com/NuevoOrdenUniversitario

El Gallo Pitagórico
editorialelgallopitagorico@gmail.com
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ÍNDICE

I. LOS MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES EN EL PAÍS DE LA MUERTE .....


Pag. 13

1. Mucha energía absorbida por un hoyo negro

2. Acciones pobres y repetitivas no transforman al país de la muerte

II. LA HUELGA DEL CGH (ABRIL 1999 - FEBRERO 2000), UNA DERROTA
ESTUDIANTIL QUE CONTINUA PRODUCIENDO MÁS DERROTAS.....
Pag. 25

1. Los neo liberales tenían enfrente una huelga enorme y combativa

2. ¿Cómo se hace débil una huelga poderosa?

3. Ante la nación, el Rector se convirtió en el defensor de la universidad


pública y el CGH en un grupo de jóvenes necios e intransigentes

4. El plan B para romper el cerco

5. En los naufragios se anhelan los milagros

6. La anemia teórico–práctica permite desarrollar infecciones

7. Una derrota que no cesa

8. Un caso reciente de conservación de la atmosfera político-cultural del


CGH

III. MÁS ALLÁ DE LA UNAM LA INTELIGENCIA COMBATIVA SE ABRE


CAMINO MÁS Y MEJOR ................................................. Pag. 42

1. #YoSoy132

2. El movimiento estudiantil en el IPN: principio del fin de la atmósfera


político-cultural del CGH
IV. CONSTRUIR UNA PODEROSA FEDERACIÓN ESTUDIANTIL EN MÉXICO

¿SERÍA POSIBLE?............................................... Pag. 49

1. El enemigo está diversificado en instituciones articuladas

2. Política de masas y un instrumento para implementarla

APÉNDICE 1 .................................................... Pag. 55

UN RECTOR AL GUSTO DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO

APÉNDICE 2 .................................................... Pag. 59

FILOSOFÍA POLÍTICA Y COLONIZACIÓN POSMODERNA DE LAS


IZQUIERDAS (ENTRE OTRAS, LAS ESTUDIANTILES)

1. ¿Cómo lo lograron?

2. La versión de izquierda del posmodernismo fue, quizá, más dañina

3. ¿Entre más disperso y efímero, más radical y efectivo?

4. ¿Y cómo salimos de esta situación?


La huelga victoriosa de los estudiantes politécnicos en 2014, fue posible porque
rompió con las actitudes anti estratégicas que el CGH de la UNAM (1999-2000) había heredado a
los movimientos estudiantiles. A diferencia del CGH, los politécnicos no permitían violencia ni enca-
puchados en sus marchas, no pintaban edificios históricos ¡y hasta organizaron una brigada que iba
atrás recogiendo la basura! Eso les ganó la simpatía de la población.

Los estudiantes del IPN estaban afuera de la Secretaria de Gobernación, sor-


presivamente Osorio Chong salió a la calle, a encarar el movimiento, con la esperanza de que la
concentración se comportara como una turba irracional y los medios la desprestigiaran. O al menos
para hacer creer a la nación –y a los estudiantes menos politizados- que sus demandas ya se
estaban solucionando, por lo que las protestas debían cesar. Nada de eso ocurrió, el movimiento
maduraba increíblemente rápido.
La estrategia de los combativos burritos derrotó en la lucha por la hegemo-
nía al gobierno federal, arrancándole una mesa de diálogo, transmitida por
televisión abierta a nivel nacional, sabían que ahí se enfrentarían a políticos profesionales
que aprovecharían el menor error. Por eso, a diferencia del anti ejemplo de la huelga del CGH, su
comisión fue compacta y permanente. Obtuvieron varias demandas, sobre todo el acuerdo de reali-
zar el Congreso Nacional Politécnico. ¡La refundación del IPN sentaría un precedente para refundar
la nación! Todos debemos apoyarlos.

El movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) durante 1986-87.


Derrotó, brillantemente, en la mesa de negociaciones a una comisión de la rectoría de la UNAM y
, tras una breve huelga de un mes, ganó el Congreso Universitario. Pero como este se realizó tres
años después, el movimiento estudiantil llegó muy disminuido y, acaso, logró que en ese espacio no
fueran aprobadas las medidas más agresivas de la derecha, pero nada más. (El señor de traje que
manotea enfurecido es quién veintiún años después sería Rector: José Narro)
Alambre de púas en una plenaria durante la huelga del CGH (1999-2000) ¡muy
útil para evitar reclamos! La energía con que comenzó el movimiento no se había visto en
la UNAM nunca, pero el Bloque de organizaciones que dirigió el movimiento (Ultras y Megaultras),
impuso una línea fundamentalista y violenta, la cual alejó rápidamente a las masas estudiantiles y
distanció a la huelga de la simpatía de la nación. El gobierno solo tuvo que esperar a que se lum-
penisara y pudriera internamente (algunos provocadores ayudaron a ello). Tras casi diez meses, la
huelga fue desalojada. Tuvimos casi mil presos y – ante la nación- el Rector se hizo pasar como el
defensor de la Universidad pública; era falso pero le creyeron. ¿Ganamos o perdimos?

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El Movimiento #YoSoy132 brotó del asco generalizado por la fraudulenta campaña del PRI en 2012.
Inicialmente se expresó en los límites del sentido común epocal, que es estar contra la política
y todos los políticos, pero poco a poco fue transitando hacia el apoyo al candidato que en público
consideraban un mal menor (y en privado el mejor): AMLO. Aunque esta indefinición electoral no
ayudó a impedir que Peña Nieto llegara a Los Pinos.

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El apoyo internacional fue enorme, Julian Assange, desde la embajada ecuatoriana en Londres.

Con la tragedia de Iguala experimentamos un incremento cualitativo de la


violencia política en México. Pero la dirigencia del movimientos estudiantil-popular desata-
do, lo dirigió con las mismas orientaciones estratégicas de siempre; por lo cual, a pesar del profundo
sentimiento nacional de agravio y las enormes movilizaciones, el régimen pudo resistir.

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Terrible error del movimiento por Ayotzi. Se equivocó quién decidió que el movimiento
se centrara únicamente en los 43 desaparecidos, condena al olvido a los chavos que quedaron
muertos en el lugar de los hechos. Esto no fortalece el movimiento contra la represión, lo debilita.
Rectifiquemos. En la foto: mural de Julio Cesar Mondragón, asesinado esa noche.

Los estudiantes chilenos, agrupados en Federaciones y una Confederación,


tienen la capacidad organizativa de convocar a luchas nacionales junto a grandes sindicatos, en este
caso los mineros. Campaña por la renacionalización del cobre para financiar la educación gratuita.
¿Y en México, podrá el movimiento estudiantil dar batallas así para renacionalizar el petróleo?

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I. LOS MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES EN EL PAÍS DE LA MUERTE

Mucha energía absorbida por un hoyo negro

“Los movimientos estudiantiles y los estudiantil–populares repiten un ci-


clo; estallan con inesperada fuerza, obtienen o no parte de sus demandas
inmediatas para después disolverse con la misma rapidez con que surgie-
ron”. Esta valoración ha sido repetida tantas veces y con tanta seguridad
por académicos e investigadores con cara de búho sabio que parecería
que no hay más remedio que aceptarla como universalmente valida. No
hay pose intelectual que aparente más sapiencia y madurez que afirmar
la imposibilidad de que los estudiantes puedan organizarse masivamente
para realizar tareas políticas planificadas a mediano y largo plazo; como
contribuir efectiva, estructurada y permanentemente a la construcción
de una voluntad nacional popular, a una hegemonía ideológica de los de
abajo.

Según estas argumentaciones, contribuir a realizar tales objetivos -al


menos como sujeto colectivo consciente, que ve más allá de lo inmedia-
to- no estaría en su “naturaleza” porque su “ser” sería lo efímero, no la
permanencia1.

1. Gozan de gran éxito los apologistas del carácter efímero de los movimientos estudian-
tiles contemporáneos, quienes consideran esto no como una tara, un obstáculo, sino como
una virtud libertaria; concluyen que es mejor no tener una estructura de lucha permanente
porque esta tendería a la burocratización. Si un razonamiento así se aplicara a los cuerpos
de bomberos y paramédicos –instituciones que efectivamente pueden burocratizarse- el
absurdo resaltaría inmediatamente: bajaría peligrosamente la capacidad social de respuesta
frente a incendios y accidentes. Pero en el ámbito de lucha social es más complicado ver
con claridad las incongruencias. Destacan las loas a lo efímero de los Situacionistas, los
Provos holandeses y del dirigente principal del movimiento estudiantil francés de 1968, su-
puestamente anti vertical, Daniel Cohn-Bendith. En esta misma frecuencia abundan en las
universidades mexicanas los defensores del asambleísmo horizontalista (necesariamente
efímero), mismo que contraponen a estructuras de organización y lucha permanente.
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Para acabarla de joder, la experiencia de los movimientos estudianti-
les mexicanos de las últimas décadas parecieran darle completamente la
razón a tales valoraciones: al llegar al punto máximo de participación y
sobrevenir después su lógico reflujo, inicia un largo lapso de tiempo entre
un movimiento y otro. ¡No queda estructura alguna! Tan solo un vacío
organizacional, un hoyo negro que devora cualquier intento creativo de
respuesta a los permanentes avances de las autoridades universitarias.

Ese ambiente árido es perfecto para el desarrollo de sectas políticas


estudiantiles2, las cuales funcionan basadas en códigos, usos y costum-
bres de apariencia rebelde y romántica: hiper politizados en su lenguaje
y símbolos pero con una práctica que ayuda a despolitizar a las masas, a
alejarlas de la participación política. Logran atraer en pequeño número
a estudiantes con perfiles psicológicos afines pero son incapaces de pro-
poner una opción real de participación política (funcional, no un club de
auto marginados) a los muchos miles que no están dentro del ambiente
emocional que priva en dichas agrupaciones y entre la mayoría de los ac-
tivistas dispersos.

Lo anterior, obviamente, no significa que todo pequeño grupo de estu-


diantes que intenta actuar políticamente es una secta o necesariamente
desarrollará prácticas sectarias, pero hay muchas probabilidades de que
esto ocurra así, debido a que hay mecanismos culturales inerciales, nutri-
dos por la herencia de movimientos del pasado reciente. Entre su legado
se encuentran el espontaneísmo, voluntarismo, miopía para ver aliados,
apostar al todo o nada y visión fragmentaria de la lucha.

2. El sectarismo, la actividad de las sectas, se caracteriza por suponer que solo el grupo
propio posee el discurso y prácticas necesarias para conseguir la salvación de las almas o
llevar adelante un proceso revolucionario. En este segundo caso, saben que son minúsculos
y que las masas no los siguen pero creen que el pueblo entenderá que ellos son la verda-
dera organización revolucionaria cuando las condiciones objetivas y subjetivas maduren.
Cuando se piensa así, no se trabaja para impulsar los movimientos y fortalecerlos organiza-
tivamente, sino para utilizarlos en provecho de la propia organización, que –suponen- es lo
verdaderamente importante. Así, el instrumento pasa a ser un fin.
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También operan contra el movimiento estudiantil conceptos y enfo-
ques provenientes del discurso postmoderno, los cuales han infiltrado y
colonizado, sin que se les detecte, las valoraciones de la izquierda, inclui-
da la universitaria3. El resultado de todos estos factores es una manera de
ver la realidad y de actuar que –aunque no se desee- funciona a favor del
sistema con gran eficiencia, desorganizando, dispersando la fuerza.

Tales inercias han hecho que la mayoría de los movimientos estudian-


tiles mexicanos del pasado reciente presenten un nivel teórico–práctico
muy bajo, no solo comparados con los de otras partes de América Latina,
sino incluso con los propios movimientos estudiantiles mexicanos de hace
algunas décadas4.

Sin embargo, es posible superar todos estos obstáculos. El primer paso


es entender el contexto de la lucha y hacer un primer retrato del enemigo
de cuerpo completo, no solo de un fragmento. Esto debe ser una tarea
colectiva, pero podemos ir aproximándonos.

3. Ver Apéndice 2.

4. Es relevante el caso de los estudiantes chilenos, organizados en Federaciones Estu-


diantiles (instituciones que obviamente son permanentes). La Federación de Estudiantes
de la Universidad de Chile tiene más de 100 años de existencia combativa. Fue notable
su participación política durante la larga dictadura de Pinochet, planificando y ejecutando
periódicamente campañas de propaganda y agitación que eran fases de lucha ideológica
para construir la voluntad nacional popular y cercar a la dictadura. En los años recientes se
han movilizado masivamente y desplegado una estrategia y diversas tácticas que les han
permitido enfrentar en la lucha por la hegemonía de la nación a los gobiernos oligárquicos
y arrancarles algunas victorias. Pero no solo eso, han podido convocar a grandes sindicatos
y clases populares a luchar por la desprivatización de la educación y la renacionalización
de sus recursos naturales (de donde debe surgir el financiamiento a la educación pública).
En casi todas las Federaciones Universitarias y en las de Secundarios (bachillerato) la for-
mación de sus cuadros dirigentes y su democracia interna, bien reglamentada, les da una
enorme base de masas y los hace de temer para la derecha chilena.
En cuanto a la organización estudiantil mexicana del pasado, durante los años 70 y 80, agru-
pamientos como la Unidad Para la Organización del Movimiento Estudiantil (UPOME)
y la Organización Nacional Estudiantil (ONE), poseían una extensión y un alto grado de
organicidad; actualmente no existe nada parecido (aún).
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Acciones pobres y repetitivas no transforman al país de la muerte

El imperialismo norteamericano impulsa hace cuatro décadas un modelo


de acumulación por desposesión en todo el planeta, las consecuencias
son perceptibles en el bajo nivel de vida de la población y en el avanzado
proceso de ecocidio. Para evitar que México pueda romper con los lazos
de dependencia económica y política (como lo han comenzado a hacer
Venezuela, Bolivia y Ecuador) la estrategia que desde hace quince años le
ha funcionado al gobierno de Washington es ir instalando gradualmente,
con la total subordinación de las elites económicas nacionales, el duopolio
televisivo y los sucesivos gobiernos federales, una guerra de baja intensi-
dad5.

Esta tiene múltiples expresiones pero todas tienen como objetivo in-
crementar la descomposición social y la violencia como método para im-
pedir la gestación de una voluntad nacional popular anti imperialista. Los
diversos aparatos ideológicos que reproducen la hegemonía oligárquica
empujan a las masas a la pasividad política, induciéndolas a tomar ante
la miseria salidas individualistas, ya sean legales o delincuenciales. Y para
aquellos segmentos avanzados que ya han decidido luchar y movilizarse
se tiene el espionaje, la infiltración de provocadores para aislar mediá-
ticamente y después reprimir judicial o extrajudicialmente, e incluso la
represión abierta, ejemplarizante.

Una manifestación reciente de la guerra de baja intensidad que vivi-


mos en el país es el asesinato y desaparición de estudiantes de la normal
de Ayotzinapa y algunos ciudadanos más (48 en total) en Iguala, Guerrero
el 26 de septiembre de 2014. El hecho impactó fuertemente al país y a la
opinión pública internacional. Los estudiantes comenzaron a movilizarse
masivamente arrastrando tras de sí a la indignación de la nación. Crecía en

5. Ver Barajas, Rafael. Narcotráfico para inocentes: el narco en México y quien lo USA.
Capítulo VIII, “Guerras irregulares del Pentágono”. El chamuco y los hijos del averno,
México, 2011.
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un enorme movimiento estudiantil-popular que rebasaba, con mucho, los
bordes tradicionales de las diversas izquierdas; participamos en las mo-
vilizaciones al lado de cantidades enormes de personas pertenecientes a
todas las clases sociales, atmosferas culturales y orientaciones políticas.

Había condiciones para seguir creciendo, extenderse, profundizarse, y


tener posibilidades de hacer caer a Peña Nieto, generando en ese proceso
el nacimiento de una voluntad nacional popular que se planteara la refun-
dación de la República sobre bases soberanas e igualitarias. Lamentable-
mente se cometieron graves errores que autobloquearon la acumulación
de fuerza.

En efecto, el repudio al gobierno criminal y las simpatías por el mo-


vimiento unificaron inicialmente a todo el país, aunque más concreta y
extensamente a la sociedad guerrerense. Pero cuando las organizaciones
que dirigían utilizaron métodos que las masas de ese Estado no aproba-
ban (enfrentamientos con las fuerzas policiacas y militares, quema de lo-
cales de partidos y oficinas gubernamentales), se quedaron en las calles
únicamente los maestros de la (Coordinadora Estatal de Trabajadores de
la Educación de Guerrero (CETEG) –que no son pocos-, la Federación de
Estudiantes Campesinos Socialistas (FECSUM) y varias organizaciones po-
pulares y campesinas con trayectorias combativas. Pero con eso no al-
canzaba para construir un poder paralelo en Guerrero, se requería una
estrategia política que fuera involucrando a las masas, no que las alejara.

La población de Guerrero, muy golpeada por vivir cotidianamente vio-


laciones, secuestros, muertes e impunidad, reprueba a todos esos que
son legalmente responsables de su seguridad, pero están coludidos con
el crimen: partidos, fuerzas policiacas y militares y a todos los niveles de
gobierno. Sin embargo, no estaba de acuerdo con las acciones violentas;
estaba dispuesta a movilizarse tenazmente, pero de manera pacífica y no
más. Quizá después de algunos meses de vivir su propia experiencia los
métodos drásticos no les hubieran parecido tan equivocados, tal como
ocurrió con las masas oaxaqueñas en 2006, durante la insurrección po-

19
pular de la APPO. Pero eso no lo sabremos nunca porque la dirigencia del
movimiento optó, o derivó inercialmente, hacia una política de vanguar-
dias activas, no de masas.

En el resto del país el movimiento también fue dejando de ser amplio.


En la Ciudad de México las corrientes políticas voluntaristas se encargaron
con sus acciones violentas, decididas solo por ellos mismos, de expulsar
del movimiento en las calles a cientos de miles de personas que reproba-
ban tales métodos de lucha y a las que además no se les había preguntado
si estaban o no de acuerdo. De por sí el contexto en que se luchaba ya
era muy complicado: el cerco mediático era enorme y las otras acciones
violentas, las de los provocadores del gobierno, estaban presentes y se
confundían con la violencia sectaria; justo como lo deseaba el Centro de
Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN).

Del movimiento no solo se fueron las masas populares, sino también


las estudiantiles, ¿por qué? En un primer momento el estudiante prome-
dio, la aplastante mayoría en los planteles, estaba dispuesto a movilizarse,
realizar paros y brigadas informativas. Meses después consideró necesa-
rio pasar sus materias, salvar su semestre y ya no participaba tanto como
antes; especialmente los paros dejaron de contar con su aprobación. Su
sentir estaba con la causa, pero su sobrevivencia académica le impedía
seguir con ese ritmo de lucha. Aun así muchos, apoyaban con su presencia
las asambleas y en algunas actividades sencillas y no más.

Ante esto, las sectas de la ultraizquierda y su reducida, pero furibunda,


base social en la UNAM, UAM y UACM enfocaron erróneamente el pro-
blema de sostener y ampliar el movimiento: hicieron todo lo necesario,
en algunos casos fraudulentamente -como veremos más adelante- para
imponer al estudiante promedio paros, cierres de vías y movilizaciones.
Como en otras ocasiones, confundieron los medios con el objetivo, el cual
era ganar a las masas, no realizar a toda costa las acciones referidas, que
para ellos se convirtieron en un imperativo moral, no en pasos tácticos. El
resultado lógico es que se fueron quedando solos en las asambleas y las

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movilizaciones, contribuyendo así a que la lucha por Ayotzi se convirtiera
en un problema de tamaño administrable por el Estado.

Este primer aniversario del asesinato y desaparición de nuestros com-


pañeros estudiantes nos ayuda a relanzar la lucha pero debemos evitar
producir simples desahogos emocionales que no politizan o, peor aún,
suponer que las acciones de este primer año fueron, en lo fundamental,
correctas, por lo que hay que hacer lo mismo pero con mayor intensidad:
más cierres de avenidas6, paros estudiantiles mucho más prolongados (los
cuales vacunan a las masas estudiantiles contra la participación política) y,
claro, más acciones violentas (que Televisa y TV Azteca esperan con gran
entusiasmo).

El movimiento se debe organizar con nuevos métodos, empezando


por la autocrítica. Pero eso es bastante difícil, aún se insiste en explicar el
debilitamiento del movimiento por Ayotzi con suposiciones del tipo: “el
Estado es perverso e hizo de todo para frenarnos” (lo cual es cierto, pero
eso no explica nuestras incapacidades) o porque “las tendencias tibias y
reformistas desanimaron a las bases estudiantiles”, las cuales, “en el ini-
cio, estaban dispuestas a ir con todo hasta el final”.

6. Los ya tradicionales cierres de vías (avenidas, carreteras, etc.) son un buen ejemplo de
la aplicación mecánica de tácticas huérfanas de estrategia y sin considerar el contexto: al
hacer cortes o bloqueos se intenta: 1) cortar la circulación de mercancías (lo cual golpearía
a la burguesía) y 2) visibilizar una lucha que de otro modo no sería cubierta por los medios,
para así presionar al gobierno. Veamos: 1) Cerrar vías urbanas ocasiona que las grandes
empresas envíen por radio a sus transportes la orden de modificar rutas u horarios, la única
circulación de mercancías que se impide es la de micro y pequeños negocios (la masa de
la tortillería, las guayabas de la frutería de barrio). 2) El bloqueo de avenidas por vecinos
exigiendo mejoras al delegado o jefe de gobierno, como drenaje o seguridad, pueden fun-
cionar pues no son luchas que necesiten ineludiblemente ganar la simpatía del país y sí
meten en aprietos al funcionario. Pero si hablamos de movimientos estudiantiles, nos refe-
rimos a una lucha por la hegemonía, donde un bloqueo efectivamente hace que los medios
de comunicación la visibilicen, pero para presentarla de la peor manera ante la población;
y precisamente cuando se necesita convencer a esta de la justeza de nuestra lucha. Y final-
mente, cerrar vialidades donde circulan las clases populares, que van presurosos al trabajo
o regresan fatigados a sus casas, no es una táctica que nos dé su apoyo. Pero si el objetivo
no es contribuir a la construcción de la conciencia popular, sino sentir la adrenalina en los
bloqueos, entonces omitir la presente nota.
21
Estas explicaciones serían cómicas si no fueran muestra del grado de
despolitización en que se encuentran las vanguardias estudiantiles: no
hay análisis de coyuntura real, no hay estrategia, y menos se entiende que
una estrategia requiere adquirir capacidades y estructura orgánica para
implementarla mediante diferentes tácticas, según lo exijan las circuns-
tancias. Apelan fuertemente a principios anti capitalistas (en eso se dife-
rencian del relativismo ético de los posmodernos ¡ya es ganancia!) pero
los principios necesitan de una razón estratégica que los haga realidad, y
de eso carecen.

Las escuelas de cuadros y conferencias públicas (o si no tienen, las


inercias culturales) de los grupos políticos y colectivos estudiantiles pre-
tendidamente radicales, repiten incansablemente lo que los grandes re-
volucionarios hicieron en su tiempo y lugar, e intentan aplicar tales estra-
tegias a una realidad contemporánea muy diferente (leer a Marx o a Lenin
con este enfoque mecánico es improductivo). Las sucesivas derrotas, sean
de golpe o graduales, no les logran comunicar nada, ellos siguen pensan-
do y actuando igual. No muestran capacidad ni disposición para construir
nuevos conceptos, instrumental teórico para generar análisis certeros,
planteamientos estratégicos y tipo de organización adecuados a nuestro
tiempo y lugar.

Urge un retorno al método marxista. El marxismo es una herramienta


para la lucha, no una serie de pasajes bíblicos donde el mesías y sus após-
toles nos indican un camino a seguir. En algunos casos las organizaciones y
colectivos estudiantiles están articulados a micro internacionales trotskis-
tas, stalinistas o anarquistas que les envían periódicamente documentos
e inspectores que velan por la ortodoxia; todo esto los induce a suponer
que el mejor revolucionario es el que menos innova.

Tristemente este tipo de grupos son los que han dirigido-destruido los
movimientos universitarios, al menos en el Valle de México, desde que
inició este siglo. La inercia cultural que han generado, el sentido común
epocal de lo que deben ser, hacer y parecer los revolucionarios, condi-

22
ciona el trayecto político de nuevos núcleos de activistas. Es necesario un
análisis tan duro y deprimente porque estamos estancados y la esperanza
no brota de la autocomplacencia. Tener capacidad de combate depende
del análisis crítico del pasado reciente

Los movimientos estudiantiles –si son coherentemente dirigidos- pue-


den convocar a los explotados, oprimidos y excluidos de la nación a la
lucha, o lo mismo pero en sentido contrario: acudir de manera organi-
zada, con estructuras democráticas y permanentes, ante un llamado a la
movilización por parte de las clases populares. Por eso no pueden darse el
lujo de repetir errores y actuar basados en prejuicios y dogmas, como lo
hicieron movimientos del pasado reciente.

Por eso analizar el movimiento del Consejo General de Huelga (CGH),7


iniciado en 1999 y concluido en el 2000, es importante debido a que nos
heredó una singular manera de hacer valoraciones, estrategias políticas
e implementar formas organizativas, aunque desgraciadamente de ma-
nera mecánica y acrítica, ya desde su inicial puesta en práctica en 1999.
Comprender las fuentes filosófico-políticas que nutrieron la elaboración
de sus análisis y generación de soluciones estratégicas, así como los usos
y costumbres que generó, es imprescindible debido a que su herencia
ha permeado, total o parcialmente, a sucesivos movimientos nacionales
como el Yosoy132, el desencadenado por el asesinato y desaparición de
los compañeros normalistas de Ayotzinapa y en mucho menor medida al
reciente movimiento estudiantil en el IPN, aunque estos dos últimos par-

7. En 1999, el rector Barnés intentó implementar una serie de medidas privatizadoras y


excluyentes que fueron cuestionadas por los grupos políticos estudiantiles, pero la cerrazón
de la rectoría hizo que la huelga estallara en abril de ese año. El consenso dentro y fuera de
la institución era enorme, la energía social alcanzaba para refundar la UNAM en un senti-
do popular, si el movimiento de huelga hubiera sido bien dirigido. Ese fue el problema: la
energía se dilapidó en aras de la generación de supuestos escenarios políticos en el futuro
próximo, en cuya predicción poco tenía que ver el análisis marxista. La huelga languideció
por casi diez meses, mientras la hegemonía del nuevo representante del Estado, el Rector
De la Fuente, crecía, conquistando las simpatías de la nación y arrebatando las banderas
de lucha al movimiento. El desalojo de los huelguista ─de la ya derrotada huelga─ de las
instalaciones universitarias ocurrió en febrero del año 2000.
23
tan de un mismo escenario nacional.

La corriente política que dirigió el CGH,8 de manera oportunista se


acopló a la mentalidad9 del momento histórico, se adaptó hábilmente al
sentido común que las masas tenían en ese momento: que todas las co-
rrientes políticas son malas y que el pueblo no debe aspirar al poder por-
que este corrompe. No hicieron ni el intento de debatir, como uno de los
temas centrales, estos prejuicios.

Pero el sentido común no fluye espontáneamente a las masas, es pro-


ducido por aparatos ideológicos sofisticados que, desde la legítima insur-
gencia zapatista en 1994, habían logrado desarmar teóricamente a los
de abajo y distanciarlos de la racionalidad marxista, logrando colonizar a
buena parte de la izquierda con nociones provenientes del discurso pos-
moderno, pero disfrazadas de pensamiento crítico. El rebrote anarquista
y la visión premoderna y anti estratégica del neozapatismo en su versión
urbana, son expresión de esto.

Así, el CGH inaugura el callejón retorcido en que se encuentra actual-


mente la mayor parte del movimiento estudiantil mexicano. La adopción
inercial de su modelo organizativo por parte de cada movimiento que sur-
ge expande su influencia ideológica a muchas instituciones educativas,
lo cual hace necesaria una crítica a fondo, a fin de contribuir a que el

8. En Lucha por el Socialismo, antes Buro de Información Política (BIP), corriente sur-
gida en la Facultad de Ciencias Exactas en los años setenta. Durante la huelga del CGH
encabezó la llamada corriente ultra (abreviatura de ultraizquierdista); desde esa huelga y
hasta la fecha controla el comedor de esa Facultad. Una serie de grupos: Frente de Lucha
Estudiantil Julio Antonio Mella (FLEJAM), LTS-Contracorriente (hoy MTS), La Brigada
Verde y otros, coincidían con muchos criterios de la ultra, pero tenían métodos violentos y
posiciones más sectarias, se autodenominaron megaultras. Ambas tendencias integraron el
bloque dirigente del CGH. Existieron otras corrientes, pero no pudieron – o no quisieron-
incidir en el rumbo del movimiento.

9. Al lado de las ideas sistemáticas, filosóficas, existen “costumbres, ideas operativas que
funcionan en una sociedad, nunca han sido expuestas de manera expresa… pero que sin
embargo nutren el sistema del pensamiento y rigen la conducta del grupo social.” Romero,
José Luis. Estudio de la mentalidad burguesa. Alianza, Madrid, 1987.
24
movimiento pueda luchar contra el Estado con igual o mayor entusiasmo,
pero con mucha mejor estrategia y mecanismos organizativos. La actual
coyuntura le da a esto el carácter de urgente, pues estamos ante dos po-
sibilidades: acabar con el régimen neoliberal (como un primer paso) o re-
petir errores que le permitan a éste recomponerse.

En algunas universidades de los estados y del resto de América Latina


se han producido movimientos interesantes en los últimos años, de los
que se podría aprender mucho. En el Distrito Federal la Universidad Au-
tónoma de la Ciudad de México (UACM), un avanzado proyecto diseñado
por Manuel Pérez Rocha –el creador de los CCH en la UNAM, durante la
rectoría de Pablo Gonzales Casanova- sufrió un intento de desmantela-
miento por parte del gobierno perredista de la ciudad. Para conseguirlo,
la Rectora violó repetidamente la legalidad de la institución (quizá la es-
tructura de gobierno universitaria más avanzada del país) que presidía,
contando con el apoyo de casi todos los medios de comunicación. Aún en
esas condiciones su comunidad movilizada pudo romper un fuerte cerco
mediático, ganar la batalla ideológica ante la nación y evitar que su Uni-
versidad se convirtiera en un instrumento de capacitación de la oligarquía
y coto privado de la mafia de la Rectora, a quien logró hacer caer.

Sin embargo, el exitoso movimiento no fue exclusivamente estudiantil,


fue de toda la comunidad y muchas de sus orientaciones estratégicas fue-
ron dadas por los profesores. Que los estudiantes tuvieran un escaso peso
cualitativo en ese movimiento fue el mejor escenario posible, porque en
esa universidad eran abundantes los estudiantes provenientes del naufra-
gio de la huelga CGH, los cuales ya habían constituido núcleos; si hubieran
dirigido el movimiento, como sabían hacerlo, la derrota hubiera barrido
con los lúcidos profesores que al pensar estorbaban.10 El análisis de tan
singular proceso queda para un futuro próximo.

10. Ver: Albertani, Claudio (coord). Pienso luego estorbo. Textos en defensa de la UACM.
Juan Pablos, México, 2012.
25
Este ensayo es parte de un trabajo más extenso. Intenta aportar ele-
mentos para iniciar la construcción crítica de la memoria del movimien-
to estudiantil, condición indispensable para elaborar colectivamente un
planteamiento estratégico que, partiendo inicialmente de luchas sectoria-
les eficaces, pueda construir una institucionalidad estudiantil combativa,
amplia, independiente, poderosa y democrática a nivel nacional.

26
II. LA HUELGA DEL CGH (ABRIL 1999 - FEBRERO 2000),
UNA DERROTA ESTUDIANTIL QUE CONTINUA PRODUCIENDO
MÁS DERROTAS

Analizar las decisiones políticas más importantes que tomó el bloque di-
rigente de la huelga del CGH, de casi diez meses de duración nos permite
comprender una atmosfera político–cultural con inercias aún vigentes, las
cuales se reproducen actualmente en movimientos estudiantiles dentro
y fuera de la UNAM. “El análisis del pasado sirve para entender nuestro
presente”; frase trillada, pero que no se acaba de comprender, y menos
de aprovechar11.

Los neo liberales tenían enfrente una huelga enorme y combativa

El rector Barnés impuso a inicios de 1999 una serie de medidas excluyen-


tes y privatizadoras, dictadas por los organismos financieros internaciona-
les. El descontento se masificó rápidamente generándose un movimiento
estudiantil que, por su tamaño y combatividad, tuvo una fuerza pocas ve-
ces vista en el país. El Consejo General de Huelga (CGH) estalló la huelga
en toda la UNAM el 20 de Abril. La soberbia del Rector le impidió com-
prender que debía ceder para evitar un conflicto mayúsculo; no retroce-
dió y fue derribado por el movimiento en Noviembre. El gobierno federal
hizo que el la Junta de Gobierno nombrara un nuevo Rector.

El movimiento se colocaba a la ofensiva y las autoridades a la defensi-


va; en ese momento el triunfo hubiera sido posible si el bloque dirigente

11. Una cronología crítica detallada de la huelga del CGH puedes encontrarla en el libro
de Ismael Hernández, El estudiantado sin cabeza. México, El gallo pitagórico, 2012. Y en:
http://lacatedragramsci.blogspot.mx/
27
de la huelga hubiera implementado una estrategia coherente de acumula-
ción de fuerzas pero sorprendentemente hizo todo lo necesario para que
de la poderosa huelga de masas ¡se fueran las masas! Esto la convirtió en
un paro estrictamente controlado por las sectas políticas ultraizquierdis-
tas que funcionaban como la dirección realmente existente del CGH.

El nuevo rector, Juan Ramón De la Fuente, era muy hábil y la dirigen-


cia estudiantil muy torpe, tanto que la huelga se aisló y debilitó al grado
de permitir al gobierno desalojarla policiacamente, metiendo a cerca de
mil estudiantes presos al Reclusorio Norte, casi sin costo político para la
Rectoría o el régimen. Pero esto no fue lo más grave, lo peor fue que el
Rector pudo robarle las banderas ideológicas al movimiento de huelga,
convirtiéndose ante la opinión pública en el defensor de la gratuidad y de
la organización del Congreso Universitario, lo cual era falso, pero la nación
y la mayoría de los universitarios le creyó plenamente.

Así se posicionó para realizar su misión principal: asegurarse que la


mayor parte de lo investigado y enseñado en la Universidad estuviera ar-
ticulado a los requerimientos técnico–científicos e ideológicos del gran
capital.

De esta manera, el Estado mexicano, a través de la Rectoría, pudo sos-


tener su hegemonía y ampliarla en la UNAM; que el CGH y los herederos
de su estrategia y métodos creyeran que la huelga había triunfado, o al
menos empatado, es parte de la ayuda involuntaria que le ha permiti-
do a las autoridades contener en dimensiones manejables al movimiento
estudiantil. Porque cuando los derrotados se aferran, en defensa de su
prestigio a difundir que ganaron, afirman que su método es correcto; y
entonces las derrotas se repetirán unas tras otras.

28
¿Cómo se hace débil una huelga poderosa?

De los seis puntos del pliego petitorio, el 3, 4 ,5 y 6, los perdimos com-


pletamente, no obtuvimos nada (se pueden revisar salteados o de atrás
para adelante, pero, tercamente, el resultado no cambia), y en los puntos
1 y 2 sólo logramos que las autoridades tuvieran que buscar formas más
astutas para obtener el mismo objetivo: excluir de la UNAM, gradual pero
sostenidamente, a los más pobres. Si después de haber hecho todo lo
necesario y posible para derrotar a las autoridades ese hubiera sido el re-
sultado, no habría una dura crítica a la dirigencia de la huelga, pero pongo
el dedo en la llaga porque se hizo todo lo necesario para perder, dilapidar
la energía social del movimiento, aislarse del sentir de la población, caer
en las trampas de la guerra mediática y, lógicamente, ser reprimidos.

El inicialmente poderoso movimiento hizo todo tipo de acciones absur-


das dentro y fuera de la Universidad para aislarse de la opinión pública. Un
ejemplo; tardíamente, pues ya llevábamos más de siete meses de huelga,
logramos que las autoridades aceptaran sentarse a una mesa de negocia-
ciones, éstas se efectuarían en el Palacio de Minería y serían transmitidas
por Radio UNAM. Se presentaba la oportunidad, aunque tardíamente, de
estar frente a las autoridades y demostrar con argumentos a la nación,
que la razón, la coherencia y flexibilidad estaban del lado del movimiento,
exhibiendo a la comisión del Rector como autoritaria e irracional. Al CGH
era a quien le interesaba que las autoridades no tuvieran ningún pretex-
to para escabullirse, sin embargo, a su dirigencia se le ocurrió de último
momento condicionar el diálogo a que las autoridades pusieran mil si-
llas frente al sitio donde se efectuaría el encuentro. El debate sobre esto
duró muchos días, los necesarios para que los medios de comunicación
exhibieran al movimiento como caprichoso e irracional, en tanto que las
autoridades eran mostradas como personas serias y pacientes, víctimas
de una turba irracional.

Y a este error se le sumarían más. Ya iniciado el diálogo, el CGH acor-


dó realizar una protesta frente a la embajada norteamericana el 11 de

29
Pliego petitorio de la huelga del CGH 1999 - 2000

30
diciembre, de pronto ─sin avisar a nadie─ un grupo de huelguistas de la
llamada mega ultra se encapuchó y, sin más, comenzó a apedrear el edi-
ficio; la represión no se hizo esperar. Como es típico, la policía no golpeó
ni detuvo a ningún responsable, pero sí a muchos inocentes. Ante lo que
era un claro intento para entorpecer o abortar un acuerdo en la mesa
de diálogo con las autoridades, para así prolongar la huelga; la dirigencia
del CGH respondió a esto rápidamente… suspendiendo el diálogo con las
autoridades hasta que los compañeros fueran liberados. Obviamente se
trataba de una provocación y se mordió el anzuelo. Había que movilizarse
para sacar a los detenidos pero sin suspender el encuentro, antes al con-
trario; utilizar la presencia de los medios en la mesa para hacer patente la
ausencia de nuestros compañeros y exigir su liberación.

Los errores, sólo en este periodo de la huelga, fueron numerosos, cada


uno de ellos nos arrebataba el apoyo de la población. Pronto las autorida-
des se dieron cuenta del bajo nivel político de la dirigencia de la huelga, y
se dedicaron a realizar diversas provocaciones para terminar de aislar al
movimiento, y lamentablemente en casi todas las ocasiones el CGH cayó
en la trampa.

Pero a veces ni siquiera era necesario eso, el CGH tenía una fuerte vo-
cación al suicidio político: nombró una enorme comisión de 120 delgados,
rotativos, fuertemente acotados en su creatividad para decir o hacer algo.
El principio de vigilancia sobre los representantes se llevó a extremos pa-
ranoicos; la prevención de una posible traición o protagonismo se tornó
más importante que derrotar al enemigo, esta actitud era motivada por
las burdas interpretaciones urbanas del horizontalismo zapatista chiapa-
neco, pregonado por el sub Marcos (quien protagonizaba y centralizaba
muy bien las demandas indígenas), y no por la observación de que el EZLN
era un ejército que funcionaba con jerarquías que permitían la creatividad
individual para resolver problemas, aunque dentro de márgenes precisos.
La manera como se llegó al diálogo simplemente no era funcional para
enfrentar a una comisión de autoridades compacta, con margen de ma-
niobra y profesional.
31
Los resultados de los encuentros fueron terribles para el movimiento,
en la transmisión en vivo la mayoría de los estudiantes tartamudeaba al
leer, se les percibía acartonados, rígidos o bien retadores y altaneros; no
convencían a nadie. Esto permitió a los muchos medios de derecha burlar-
se y denigrar. Deliberadamente se había excluido de la representación es-
tudiantil a huelguistas que eran buenos oradores y con cierta experiencia
política porque, se dijo, podrían devenir en dirigentes, y estos necesaria-
mente traicionarían al movimiento. Sin embargo, líderes de las corrientes
que controlaban el CGH sí integraron la mesa de negociación. Hubo algu-
nas lúcidas excepciones, pero se diluyeron en un mar de ineptitud.

El dialogo ─trunco─ se trató de un suicidio público y fue un escalón


más para que el Rector De la Fuente ganara, en relación al conflicto, la
hegemonía en el país y la Universidad, y pudiera después reprimir fácil-
mente una huelga moribunda. Un recuento crítico completo de los va-
riados errores que permitieron el aislamiento, desprestigio y desalojo de
la huelga se puede encontrar en el texto El estudiantado sin cabeza, de
Ismael Hernández Lujano.

Simplemente no se contaba con una política coherente de acumula-


ción de fuerzas, de esta manera, el CGH quedó tan débil y aislado que el
rector De la Fuente pudo engañar exitosamente a todo mundo, presen-
tándose como un serio defensor de la educación pública (posteriormente,
el pleito del Rector con el gobierno panista de Fox afianzaría esta imagen,
hueca pero creíble).

Ante la nación, el Rector se convirtió en el defensor de la universidad


pública y el CGH en un grupo de jóvenes necios e intransigentes

Aún no terminaba la huelga cuando De la Fuente le arrebató de las manos


al movimiento el punto 4 (Congreso), defendiendo públicamente su nece-
sidad e instrumentación (la huelga tenía ya más de siete meses de haber
iniciado, y duraría dos meses y medio más); una vileza que le resultó fácil
32
concretar pues el CGH estaba tan desprestigiado entre la población que
ésta y la mayoría de los universitarios confió y le creyó más al rector que
a los activistas estudiantiles. La promesa de efectuar un Congreso Univer-
sitario, que obviamente jamás cumplió, le funcionaría durante la huelga
para mediatizar una exigencia legítima y después, ya en clases, para pro-
vocar reacciones violentas y grotescas de parte del CGH, con las cuales
éste se alejaba más y más de la aprobación de la comunidad universitaria
y la opinión pública, fortaleciendo así a la Rectoría.

La solución a los seis puntos del pliego petitorio, daba como resultado
una nueva universidad, distante de los criterios neoliberales, abierta a los
hijos de trabajadores, democrática, donde lo que se investigara y enseña-
ra estuviera al servicio del pueblo y, además, verdaderamente autónoma;
es decir, una refundación en sentido popular de la UNAM. Los objetivos
eran claros, precisos, incluso todos ellos posibles de obtener en los pri-
meros meses de la huelga si el movimiento hubiera tenido la capacidad
de ganar el consenso nacional; ese era el escenario ideal. El problema fue
que para alcanzar dichos objetivos no había plan B ni C, es decir, no existía
un planteamiento estratégico con múltiples tácticas posibles: la huelga,
que debió ser entendida únicamente como una táctica, se convirtió en
estrategia única.

En efecto, el escenario deseable era que con el poder de una huelga


fresca, masiva, inteligente, se ganara rápidamente el consenso y apoyo de
todos los sectores no oligárquicos del país, especialmente de clases po-
pulares y medias pauperizadas. Lo deseable era romper creativamente el
cerco mediático, exhibir a las autoridades universitarias como burócratas
autoritarios y cerrados a un verdadero diálogo basado en razonamientos;
esto hubiera sido una derrota aplastante para las autoridades, por lo que
el movimiento, muy probablemente, hubiera obtenido casi todos los pun-
tos antes de levantar la huelga.

Un indicativo de la fuerza que tenía la huelga nos lo da una propuesta


de solución al conflicto elaborada en julio por profesores eméritos, avala-

33
da por el presidente de la República y el Rector, quienes invitaban al CGH
a levantar la huelga a cambio de la eliminación de las cuotas y cobros por
servicios, un espacio para discutir el resto de demandas (no le llamaban
Congreso), así como no sancionar a los huelguistas. Lo que las autoridades
estaban dispuestas a ceder al movimiento no era un regalo, solamente
estaban reconociendo parte del volumen real de la fuerza de la huelga,
y al estar en un regateo, obviamente, no reconocían públicamente toda
nuestra fuerza. Sobre esta favorable base, una huelga inteligente pudo
haber obtenido aún más.

El plan B para romper el cerco

Como esto no ocurrió, lo lógico hubiera sido buscar una nueva táctica
para conseguir todos los puntos del pliego. La huelga ya presentaba claros
signos de desgaste, por lo tanto lo posible era concentrar las fuerzas y
prestigio restantes en obtener un punto del pliego que permitiera regre-
sar a clases, que era la única manera de romper el cerco y volver a acumu-
lar fuerza, consenso. Ese punto era el 4: Congreso Universitario.

Trasladar la energía del movimiento de huelga del CGH a una lucha ─ya
con clases─ en torno al Congreso hubiera significado:

- Luchar para hacer cumplir el acuerdo en tiempo y forma a las auto-


ridades, terminar de arrancarles el Congreso, evitar que intentaran
postergarlo como en el movimiento del Consejo Estudiantil Uni-
versitario (CEU). (La huelga finalizó en 87 y el congreso se celebró
en 90).

- Derrotar en éste a la derecha, situación compleja porque, obvia-


mente, la composición y los reglamentos no serían completamen-
te favorables para el movimiento, lo cual implicaría la necesidad de
generar presión de masas.

34
- Luchar por implementar los acuerdos (más presión de masas).

Triunfar en cada paso hubiera sido difícil, pero en todos los casos había
un elemento que en la táctica de prolongar una huelga moribunda, con
escasos activistas, no existía: la universidad abierta, la posibilidad de las
masas estudiantiles movilizadas.

Los integrantes del movimiento que propusieron arrancarle a las auto-


ridades el acuerdo de la realización del Congreso para poder finalizar la
huelga y pasar a otra etapa de la lucha, con masas en el escenario, fue-
ron equiparados, erróneamente, a las corrientes del PRD que en la forma
proponían algo similar, pero simplemente intentaban levantar una huelga
que le estorbaba a la entonces jefa de gobierno del DF, Rosario Robles, sin
obtener realmente nada para el movimiento. Demagógicamente exigían
gratuidad y Congreso, pero no tenían intención alguna de luchar, ni por el
Congreso ni por nada.

Visto superficialmente, desde la anti estrategia del todo o nada, le-


vantar la huelga por un Congreso Universitario incierto (más la solución
a los puntos que nuestra fuerza real ya nos había dado: no cuotas y no
sanciones) parecía un retroceso, pero era la manera de avanzar; se trataba
de efectuar un antiquísimo movimiento táctico descrito en el milenario
pensamiento militar chino (perfeccionado después por Mao Tse Tung), un
simple cambio de terreno: si el enemigo nos tiene cercados y nos es muy
difícil defendernos, crecer y pasar a la ofensiva, mientras que a él le resul-
ta fácil devastarnos, entonces hay que llevar la lucha a un ámbito donde
tengamos la posibilidad (posibilidad, no resultado automático) de romper
el cerco y obtener victorias parciales que nos fortalezcan.

Sin embargo, el bloque de organizaciones ultraizquierdistas que fun-


cionaron como la dirección política oculta pero real de la huelga, impidie-
ron a toda costa que se realizara un cambio de terreno a pesar de ver la
debilidad que ya presentaba el instrumento huelga. ¿Por qué? Una parte,
la más lumpenizada (como La Brigada Verde y el CELA Proletario de la Fa-

35
cultad de Filosofía, o El Escuadrón de la Muerte del CCH Oriente), porque
habían hecho de la huelga un modus vivendi, para ellos las instalaciones
universitarias era un botín del cual medrar e, incluso consumían y/o trafi-
caban drogas dentro de la huelga (las sembraban en macetones al interior
de la Facultad de Filosofía, y para regocijo de los consorcios mediáticos ya
estaban crecidas al momento del desalojo).

El resto del bloque ultra, con la corriente En Lucha a la cabeza (cuyos


integrantes no consumían ni traficaban drogas y prohibieron hacerlo en la
Facultad de Ciencias pero no hicieron nada para impedir que sus aliados
de otros planteles lo hicieran) y un variado menú de organizaciones trots-
kistas, neo guevaristas, anarquistas y colectivos no orgánicos al zapatismo,
pero seguidores de las frases y relatos del sub Marcos, creyeron que la
única manera de derrotar a las autoridades era la huelga. Sincera y erró-
neamente se jugaron la carta del todo o nada.

Las voces discordantes en el interior de la huelga recibieron trato de


traidoras, ejercieron contra ellas una fuerte intimidación, acoso perma-
nente, e incluso golpes, palizas o rociadas con gas lacrimógeno. Lógica-
mente la huelga se hizo aún más débil.

En los naufragios se anhelan los milagros

Cuando la corriente En Lucha y sus aliados de la ultra, como Centro de


Libre Experimentación Teatral y Artística (CLETA), quienes lideraban el
bloque dirigente, se convencieron de que su táctica, elevada a estrategia
única, llevaba al movimiento directamente al precipicio (no hay loco que
coma lumbre, decían los abuelos), no lucharon abierta y decididamente
para cambiar de táctica, porque durante meses habían etiquetado como
traidores a todos los que proponían caminos diferentes, esto con el fin de
hacerse los héroes entre la iracunda pero despolitizada y ya escasa base
que sostenía físicamente la larguísima huelga. Habían producido activistas
con conductas mecánicas, zombies que ahora les impedían retroceder.
36
Entonces, contra toda lógica política, los grupos de la mega ultra: Con-
tracorriente (hoy MTS), el FLEJAM, la Brigada Verde y otros más, comen-
zaron a ver una luz en las tinieblas, una esperanza que brotaba de la des-
esperación: la huelga débil y prolongada era la mejor manera de provocar
la represión gubernamental, la cual reactivaría el movimiento estudiantil,
transformándose en estudiantil–popular, y quizá en crisis pre revolucio-
naria… El sacrificio del mártir (colectivo) en la cruz haría entender y arre-
pentirse a los que no habían entendido antes el mensaje de redención de
la huelga, obligándolos a abrazar, por fin, la fe. Los supuestos militantes
marxistas habían sido arrebatados por ideas milenaristas premodernas.

La represión llegó y una parte de la población salió, llena de compasión,


a exigir la libertad de los necios estudiantes presos, pero nada más ocu-
rrió. A esta efímera simpatía por los detenidos se sumaron, arrepentidos,
los intelectuales y estudiantes que poco antes había logrado confundir el
rector al sumarlos a la consulta que justificó el desalojo. Sin embargo, el
movimiento no se reactivó, el milagro no ocurrió, Lázaro no se levantó.

La anemia teórico–práctica permite desarrollar infecciones

Los posicionamientos del bloque dirigente del CGH (la huelga elevada a
estrategia única, apostar al todo o nada, y el ver la represión como una
salida política) nos permiten conocer la situación de anemia teórico–prác-
tica de una parte de la izquierda mexicana y de sus expresiones en la uni-
versidad, un imaginario político dogmático, autoritario, sectario, repeti-
dor mecánico de fórmulas, muy lejos de entender el marxismo como una
serie de herramientas conceptuales para comprender la realidad y pro-
poner soluciones concretas y viables. Hace casi cien años Lenin reprendía
la ingenuidad de los ultraizquierdistas europeos, quienes tomaban sus
propios deseos como si estos fueran la realidad; creían que era suficiente
alabar y copiar a los bolcheviques, pero no comprendían su método, el

37
cual se aplicaba de manera diferente según las circunstancias12. Se trataba
entonces de un fenómeno absurdo pero comprensible. Hoy las actitudes
ultraizquierdistas no tienen justificación alguna, aunque vengan acompa-
ñadas de versiones pre o posmodernas de izquierda.

Después de quince años del desalojo policiaco de la huelga, no hay


autocríticas sobre la estrategia empleada, por el contrario, las críticas son
ignoradas, o bien respondidas con violencia verbal o incluso física. Esta ac-
titud sectaria ya es tradicional entre los remanentes del CGH y los herede-
ros de su atmósfera político–cultural, es el método usual para responder
a las críticas y discrepancias que ocurren durante paros, asambleas, etc.

Toda perspectiva que discrepe sobre cómo construir y orientar el mo-


vimiento estudiantil es considerada una traición y violentada pero ¿qué
ocurre si en un movimiento estudiantil contemporáneo se hace lo que
dictan los usos y costumbres instaurados por el CGH, y a pesar de eso (o
precisamente por eso) sobreviene la derrota? Muy sencillo, la culpa será
de las autoridades, que son malvadas (aunque eso ya lo sabíamos, por eso
las combatimos) y, claro, de los supuestos traidores que dividen el movi-
miento, cuando se piensa así, la posibilidad de un debate para reorientar
está cancelada.

Sin exagerar, tenemos enfrente un fundamentalismo digno del Partido


del Té norteamericano o del Estado Islámico, aunque ─afortunadamente─
con mucho menor poder. Con tales usos y costumbres, construir la nece-
saria unidad en la diversidad es un camino cuesta arriba.

Una derrota que no cesa

Al no reconocerse la derrota sufrida, no hay valoraciones ni prácticas


que se deseen corregir, acaso algunas superficiales. Esta actitud da gran
ventaja a nuestro enemigo de clase en la Universidad, encabezado por

12. Ver V.I. Lenin. La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo. Progreso,
Moscú, s/f.
38
el Rector en turno, pues casi todas las corrientes que participaron en la
referida huelga siguen presentes en la UNAM intentando influir en cada
movimiento estudiantil. Desgraciadamente no sólo en territorio puma,
ahora han exportado sus valoraciones mecánicas y métodos sectarios a
los movimientos estudiantiles de instituciones como la UAM y la UACM.
De esa manera la derrota del CGH 1999–2000, su atmosfera mental acen-
tuadamente mecánica en política y culturalmente autoritaria, no se limita
a ese periodo, sino que se vuelve permanente; sí, una derrota permanen-
te. Al menos mientras una generación de activistas estudiantiles no se
detenga a reflexionar profundamente en torno al porqué y al cómo de lo
que se hace.

Como ya se señaló, el movimiento detonado por los terribles hechos


ocurridos en Iguala, sirvió para que en algunos planteles de la UNAM tan-
to de licenciatura como de bachillerato, se informara y debatiera con total
libertad sobre qué debe hacer el movimiento y cómo organizarlo, cuánto
deben durar los paros y su modalidad. La democracia participativa e inclu-
yente es la mejor manera de incluir a los indecisos, de evitar que, gracias
a actitudes bien intencionadas pero autoritarias, las masas decidan no
participar. Todos estos avances se dan pese al trabajo en sentido contrario
de las corrientes que integraron el bloque dirigente de la huelga del CGH,
quienes intentan reproducir sus valoraciones, usos y costumbres en el ac-
tual movimiento estudiantil, aunque con menor éxito. La inercia irracional
o violenta comienza a ser parcialmente superada.

Obviamente, esta superación no es homogénea, hay planteles donde


la atmosfera político- cultural del CGH, autoritaria y sectaria, es practica-
da fielmente por colectivos y organizaciones políticas de la ultraizquierda,
quienes para imponer sus métodos y objetivos siguen utilizando la intimi-
dación y el fraude en las asambleas.

39
Un caso reciente de conservación de la atmosfera político-cultural del CGH

Durante noviembre de 2014, diversas escuelas pararon repetidamente


24, 48 y 72 horas exigiendo la aparición de los estudiantes desaparecidos
en Iguala, justicia para los compañeros asesinados y la renuncia de Peña
Nieto. A fines de ese mes, cuando ya ningún plantel permanecía en paro,
los grupos de la ultraizquierda de CCH Azcapotzalco (bachillerato de la
UNAM) se empeñaron en prolongarlo de manera indefinida; esto a pesar
de que en una asamblea la mayoría de quienes simpatizaban con la causa
por Ayotzi expresaron repetidamente que se debía continuar luchando
activamente, sumando a más compañeros, para lo cual se requería que
hubiera clases. En dicha asamblea, los activistas de la ultra controlaban el
micrófono y la mesa casi completamente. Llegado el momento se votó el
levantamiento o la permanencia del paro, y la propuesta de continuarlo
perdió por amplio y visible margen. A pesar de eso, la portadora del mi-
crófono dijo que no era claro el resultado y que se debería votar otra vez;
esto ocasionó reclamos, discusiones e intervenciones que consumieron
valiosos minutos, se acababa la tarde y algunos compañeros comenzaban
a retirarse. Al cabo de un rato se votó por segunda vez, pero el resultado
no fue el que esperaban los colectivos ultraizquierdistas, ganaron otra vez
los estudiantes que creían que lo mejor para el movimiento era levantar
el paro. Como los ultras tenían en su poder el micrófono (éste y el sonido
eran de su propiedad) argumentaron ─otra vez─ que no se veía claro cuál
propuesta había ganado, lo que provocó reclamos y contra argumenta-
ciones.

Estaban prolongando la asamblea todo lo posible para que, al irse ha-


ciendo noche, los estudiantes se fueran yendo y eso les diera la mayoría:
a esta maniobra, en el argot de los activistas, se le llama la cegeachera,
maniobra clásica perfeccionada en 1999 durante la huelga del CGH, y que
hermana moralmente al movimiento estudiantil de la UNAM con las prác-
ticas de los líderes priístas de vendedores ambulantes en la delegación
Venustiano Carranza, o del PRD en Guerrero.

40
Se votó por tercera vez la permanencia o no del paro. En esta ocasión
los dueños del sonido le agregaron a sus arengas insultos e intimidaciones
contra los inconformes con su papel de vanguardia autoproclamada. En-
tre los criticones aludidos se encontraban activistas que, con anterioridad,
habían enfrentado a los candidatos de las autoridades durante las eleccio-
nes al Consejo Universitario, derrotándolos y arrebatándole a la derecha
espacios útiles para el movimiento; no obstante, fueron descalificados por
la ultraizquierda ¡por ser gente de las autoridades!

Pese a todo, volvieron a perder la votación aunque por menor margen,


pues muchos estudiantes debido al hambre o la decepción se habían mar-
chado ya. Otra vez indicaron que los resultados de la votación eran con-
fusos y prolongaron aún más la asamblea con los más ingeniosos trucos.

Sólo se trataba de un poco de paciencia para que la necia aritmética


estuviera de su lado, y como el que persevera alcanza, al votar por cuar-
ta vez ─ya era de noche─ la democracia finalmente les fue favorable: los
votos se contaron ─ahora sí─ escrupulosamente, resultando vencedores.
El paro indefinido se aprobó, y quienes, según ellos, pretendían con sus
acciones dividir al movimiento, fueron acallados por la fuerza de los votos,
ejercidos con total libertad, ¡sin duda alguna! Sólo faltó que le dijeran a
su comunidad, cuatro veces defraudada en una misma tarde-noche, que
los esperaban para la próxima asamblea, y que si no asistían sería porque
eran divisionistas y estaban contra el movimiento.

La atmósfera nacional fraudulenta, autoritaria y violenta, que se tor-


nó más que visible con los hechos de Ayotzinapa, se incuba no sólo en
las instituciones financieras y gubernamentales, sino en nuestras calles
y escuelas, incluso entre los que pretenden cambiar su institución edu-
cativa, el país y el mundo. No se trata de predicar un pacifismo a toda
costa, porque para librarnos de nuestros opresores podría ser necesaria
la autodefensa, que es una forma de responder legitima y activamente a
la violencia de clase que ejerce la oligarquía y el imperialismo contra noso-
tros, los de abajo. Lo grave es que la violencia entre los de abajo adquiera

41
carta de normalidad, entonces esa será la muerte de la esperanza en el
cambio. Cada vez que los miembros de los colectivos ultraizquierdistas de
CCH Azcapotzalco, en esa asamblea emblemática, amedrentaban e inten-
taban engañar a sus compañeros, la hegemonía burguesa, sus valores y
métodos se afianzaban.

Sólo un pequeño número de profesores apoyó y alentó a la ultraiz-


quierda estudiantil del plantel en su paro indefinido, algunos por tener
buen corazón pero pésimo análisis político y otros por un cálculo oportu-
nista, pues al ser eternos aspirantes a poner a alguien cercano a su grupo
en la dirección del plantel, necesitaban estropearle la carrera a la directo-
ra (que en la Rectoría tenía fama de eficiente represora quirúrgica, por lo
cual era fuerte aspirante a la Dirección General del CCH). El apoyo de estos
últimos profesores al paro se trató de una simple y vil manobra de quítate
tú para ponerme yo.

Rius en alguna ocasión dijo que ante la barbarie corrupta y antidemo-


crática del sistema, reír es lo más subversivo, y tiene razón. La risa rompe
controles corporativos, vence el miedo y prepara el ánimo para cambiar
las relaciones de poder en un país, universidad o plantel; sin embargo,
cuando la risa proviene de estupideces y vilezas cometidas en nuestras
propias filas resulta amarga. Hace años, un filósofo español cercano al
anarquismo dijo que “la estupidez de derechas me entusiasma, porque
veo en ella el rescoldo de la contradicción que posibilita el cambio, pero
la estupidez de izquierdas me deprime insondablemente, pues veo en ella
la repetición y afianzamiento del orden establecido”13. Ni más ni menos,
eso es la atmósfera que el CGH heredó al actual movimiento estudiantil.

Antes de cerrar este segmento del texto, ¿les gustaría saber quién
ganó realmente con el paro indefinido impuesto con métodos priistas–
perredistas en el CCH Azcapotzalco?

13. Savater, Fernando. La Filosofía como anhelo de la revolución y otras intervenciones.


Hiperión, Madrid, 1976.
42
Ganó la derecha y sólo ella, porque después del paro indefinido las au-
toridades obtuvieron la aprobación de muchos estudiantes decepciona-
dos por las prácticas de la ultraizquierda estudiantil local; algunos incluso
les recriminaron no haber tenido la mano más dura contra los paristas. El
abusivo método para imponer y sostener el paro, prolífico en abundan-
tes exigencias internas y externas, justas pero enarboladas sin mediar un
análisis de correlación de fuerza, hizo que la comunidad caracterizara a
los activistas como ilusos y autoritarios, vacunando contra la participación
política a miles de estudiantes y cientos de profesores.

Remontar todo este desastre tomará mucho tiempo, sobre todo si la


comunidad permite que el esquema se repita en la próxima coyuntura.

43
III. MÁS ALLÁ DE LA UNAM LA INTELIGENCIA COMBATIVA SE
ABRE CAMINO MÁS Y MEJOR

#YoSoy132

El movimiento YoSoy132 presentó signos de superar la atmósfera políti-


co-cultural ya referida. Inicialmente un movimiento estudiantil amplio y
plural contra la imposición electoral fraudulenta de Peña Nieto, un avance
cualitativo entre los estudiantes en torno a la percepción de lo que signi-
ficaba el regreso del PRI a Los Pinos y la necesidad no sólo de alertar a la
población y llamar a no votar por él, sino que llegó a la conclusión de que
se debía hacer algo más efectivo: votar en conciencia por el menos malo,
a fin de cerrarle el paso a la imposición.

Esto último constituyó una ruptura con la inercia anti electoral prego-
nada por el sub Marcos a partir de las elecciones presidenciales de 2006
(antes, en 1994, había hecho campaña por el PRD, y en la de 2000 le pidió
a Cárdenas que no renunciara a su candidatura) y organizada en La Otra
Campaña, la cual se había dedicado a sabotear intensamente a López
Obrador, al menos en las universidades públicas del Valle de México, don-
de los neozapatistas tenían muchos simpatizantes.

El YoSoy132 desarrollaba interesantes formas de debate y acciones di-


ferentes de intervención política, todo parecía indicar que aun cuando no
se pudiera evitar el regreso fraudulento del PRI a la Presidencia, se saldría
de esa coyuntura habiendo fundado una nueva manera de hacer políti-
ca, incluyente y democrática, incluso con posibilidades de ir generando
estructuras permanentes de coordinación nacional. Lo peculiar del movi-
miento era que iba avanzando en la discusión de sus formas organizativas
al mismo tiempo en que avanzaba en sus reflexiones políticas.

44
Esto no le gustó a los grupos de la UNAM provenientes del CGH y sus
subproductos culturales más recientes de la UACM y la UAM. Les disgus-
taba la lentitud con que evolucionaba la conciencia de los participantes
en el movimiento y los senderos por los que se transitaba y se construía
(énfasis en la lucha no violenta, utilización del sufragio como táctica de
lucha, exigencia de debates entre los candidatos presidenciales).

Incapaces de ver que el movimiento caminaba, a su manera y ritmo,


a posiciones abiertamente antisistémicas, no se contentaron con desgas-
tar las asambleas a fin de imponer sus criterios (recuérdese que ya eran
maestros en este arte), sino que decidieron arrastrarlo hacia objetivos
y métodos diferentes. Por su cuenta impulsaron acciones contunden-
tes, como las llamaban, incluido el desafío de pequeñas vanguardias a
las fuerzas policiales, además de un lenguaje y objetivos políticos que no
coincidían con la evolución real de la conciencia de las masas movilizadas
en ese momento.

No arrastraron sino a algunos pocos estudiantes que buscaban emo-


ciones más fuertes o les satisfacía el ambiente conspirativo de secta y la
simplicidad de las valoraciones tajantemente blancas o negras: revolución
violenta o traición reformista. Lo que sí lograron fue partir el movimiento;
las universidades privadas y la mayoría de los estudiantes de las públicas
no veían bien sus métodos. Las privadas finalmente regresaron a sus pe-
queñas coordinaciones ─un logro inmenso, pues antes no tenían nada mí-
nimamente democrático─, en tanto que en las públicas del Valle de Méxi-
co, los usos y costumbres de la ultraizquierda se encargaron de ahuyentar
a la mayoría de los participantes del movimiento, dejando las menguadas
asambleas bajo su control. Así, todo regresaba a la normalidad política
infértil que ellos venían gestionando desde el fin de la huelga del CGH:
pequeñas vanguardias con métodos que repelen a las grandes masas.

El complemento de la dispersión provocada por la ultraizquierda fue


la cooptación de unos pocos dirigentes de las universidades privadas por
parte de Televisa, dándoles un espacio permanente de debate a altas ho-

45
ras de la noche en domingo: el programa Sin filtro, donde se arrebatan la
palabra un desfile de jóvenes canallas, aspirantes a relevar a las diferentes
élites políticas del país para continuar, bajo otras formas, con la misma
política de saqueo proimperialista y desindustrialización que es regulada
por el sistema liberal representativo en su versión dependiente, mismo al
que los estudiantes y jóvenes profesionistas invitados invariablemente se
plantean cómo mejorar, nunca cómo transformar radicalmente. Esa coop-
tación le salió extremadamente barata al Estado mexicano.

El movimiento estudiantil en el IPN: principio del fin de la atmósfera


político-cultural del CGH

El segundo semestre de 2014 ocurrió una lucha estudiantil sobresaliente,


la movilización de los estudiantes del IPN. Inicialmente detonada contra
la imposición de planes y programas de estudio y un lesivo reglamento
interno, devino en la exigencia de la renuncia de la directora general y un
Congreso Nacional Politécnico. Los estudiantes politécnicos no tuvieron
durante décadas movilizaciones de masas, sino tan sólo resistencias ais-
ladas en algunos planteles, organizadas por núcleos estudiantiles como el
Comité de Lucha Estudiantil del Politécnico (CLEP).

Excepto antecedentes como éste, que no eran generalizados, los poli-


técnicos carecían de experiencias de lucha y movilización, pues casi todos
los planteles de su bachillerato y varios del nivel superior eran controlados
por grupos de porros protegidos y financiados por las autoridades del
Instituto, el PRI o dependencias gubernamentales varias. Tampoco había
en casi ninguna escuela colectivos estudiantiles de izquierda (sólo algunos
habían participado en el YoSoy132), por lo que vivieron su proceso de
construcción de la conciencia y la organización arrancando prácticamente
de cero. Esto parecía ser una desventaja, pero considerando el tipo de
colectivos estudiantiles existentes en la UNAM y la UACM pero, como se
demostró después, resultó ser una ventaja.

46
La manera en que afrontaron la huelga y las movilizaciones derivadas
de ésta marca una clara línea de demarcación frente a la mencionada at-
mosfera político-cultural del CGH y herederos. Gracias a que no prevalecía
un ambiente sobreideologizado, con abundantes sectas políticas, fue fácil
que se desarrollara entre los huelguistas un buen sentido de lo que podía
perjudicar a la huelga y lo que la fortalecía, por lo que desde un principio
impidieron la presencia de encapuchados en sus marchas y la realización
actos vandálicos. No existían en el poli las discusiones absurdas y de ma-
triz filosófica liberal que ocurrían al mismo tiempo en asambleas de la
UNAM, movilizada por Ayotzi, sobre si prohibir que se encapucharan al-
gunos marchistas era atentatorio contra su libertad de elección. Entre los
estudiantes del IPN privaba un sentido práctico que les indicaba, según
diferentes intervenciones en asambleas, que ese tipo de acciones des-
prestigiaría a la huelga o que eran fruto de provocaciones orquestadas
por el CISEN.

Tampoco repitieron varios errores del CGH, como nombrar una comi-
sión enorme y rotativa para dialogar con las autoridades, ésta fue com-
pacta y estable. Tampoco les dieron un pretexto a las autoridades para no
celebrar o interrumpir el diálogo (como la referida exigencia de instalar
mil sillas por parte del CGH). Pero sobre todo entendieron que la huelga
no era una estrategia única sino una táctica, un momento de la lucha que
no podía prolongarse indefinidamente, que las huelgas se deben levantar
cuando aún no declina su fuerza.

Comprendieron perfectamente que el siguiente movimiento táctico


era afianzar los acuerdos con la participación masiva, y que ésta sería im-
posible sin regresar a clases. Entendieron que el Congreso Nacional Poli-
técnico era la llave para refundar el IPN en un sentido crítico y popular, y
que esa era una batalla que se debía dar en el proceso del Congreso mis-
mo, no en la mesa de negociaciones, desgastando su imagen al intentar
sacar acuerdos ventajosos pero imposibles.

47
Por otro lado, rechazaron los intentos de reventar las negociaciones
con las autoridades por parte de la pequeña ultraizquierda local, partida-
ria de prolongar la huelga con el pretexto de que parte de los acuerdos que
se firmarían no habían sido llevados a los planteles para su visto bueno;
apoyada por los tristemente célebres grupos de la ultra de la UNAM inten-
taron irrumpir en el auditorio donde se efectuaba el encuentro. Muchos
huelguistas ahí reunidos lo impidieron. La sesión se suspendió ordena-
damente y los puntos en reclamo fueron consultados escrupulosamente
con la comunidad, cerrando así un flanco que permitiera el inicio de una
atmósfera ideológica que hubiera roto la mesa de diálogo y prolongado la
huelga hasta su desalojo.

Ciertamente los politécnicos reprodujeron ciertas actitudes histéricas


contra las agrupaciones políticas ─el sentido común epocal inducido de
que la política es algo malo─ sin pararse a ver los principios, objetivos y
métodos de quienes enjuiciaban; esto golpeó por igual a organizaciones
oportunistas que escasamente se habían solidarizado anteriormente con
el politécnico y ahora iban a imponerles sus métodos sectarios y violentos
como el CLEP, organización que desde hacía años impulsaban tenazmente
la información, la organización y la movilización de masas contra el po-
rrismo.

En el balance final, este segmento de la lucha politécnica presenta


muchos más puntos positivos que negativos, siendo la primer huelga es-
tudiantil victoriosa en veintisiete años. Hay que considerar que tuvieron
enfrente un gobierno federal con múltiples frentes abiertos, en especial
las movilizaciones por Ayotzi y por la caída de Peña Nieto, lo cual facili-
tó su triunfo. Pero si hubieran sido colonizados por la lógica antipolítica
del CGH, aun contando con una coyuntura tan favorable, hubieran hecho
todo lo necesario para prolongar la huelga (por ejemplo, condicionar su
levantamiento a la solución de demandas del ámbito nacional), también
hubieran realizado acciones que los hubieran aislado del sentir de la po-
blación y de su comunidad, para finalmente ser reprimidos.

48
Este movimiento, con su huelga ordenada, sus marchas sin violencia y
la manera impecable de afrontar la negociación con las autoridades, po-
dría ser el principio del fin de la atmósfera político-cultural del CGH y pro-
ductos derivados. Sin embargo, la moneda aún está en el aire porque tie-
nen enfrente el reto de generar toda la discusión y movilización necesaria
para arrancar a las autoridades los acuerdos firmados y llegar en posición
de fuerza al Congreso, en donde no sólo podrían obtener un nuevo IPN
democrático, crítico y de puertas abiertas a todo aquel que desee ingresar
sino también que todo lo que se enseñe e investigue en verdad sirva a
los que menos tienen, que los planes y programas de estudio se orienten
hacia la reindustrialización del país (empujando así hacia la sustitución
de importaciones y el mercado interno) ahora en un sentido ecológico e
incluyente. Todos estos cambios, sea que se logren total o parcialmente,
serían un golpe desde su base de reproducción técnico-científica al neoli-
beralismo, una presión enorme para cambiar de modelo económico.

El proceso de lucha y desarrollo de la conciencia (praxis) para lograr


todo lo anterior construiría la hegemonía de los de abajo en la segunda
institución educativa más importante del país. Como se puede ver, todo lo
anterior es mucho más radical, antiimperialista y pavimenta más el cami-
no al socialismo que encapucharse, hacer destrozos y clamar por la revo-
lución comunista o la anarquía.

Los estudiantes del IPN agrupados en la Asamblea General Politécnica


pueden también hacer algo inmediato por el movimiento estudiantil na-
cional: utilizar su enorme prestigio y cohesión para llamar a una reunión
de análisis y propuestas con la perspectiva de dar rumbo, programa y or-
ganicidad al estudiantado nacional, fijar metas viables de alcance nacional
y unificar métodos, quedando excluidos aquellos que lo aíslen del sentir
de la población y provoquen la infiltración y represión.

En estos momentos sólo los promotores de la huelga triunfante po-


drían convocar a algo de estas dimensiones e importancia. Ellos serían
los garantes de que este evento no sea una estéril reunión interuniversi-

49
taria más sino un paso responsable hacia la creación de planteamientos y
estructuras superiores de lucha, es decir, una Federación Estudiantil Na-
cional que, como en el emblemático caso chileno, pueda enfrentar exito-
samente las políticas del régimen en el ámbito educativo, contribuyendo
así de manera efectiva a la edificación de las condiciones para superar el
capitalismo realmente existente.

El movimiento por Ayotzi correctamente señala todo lo que no quere-


mos en este país, lo que debe ser removido; mientras que el movimiento
por el Congreso Nacional Politécnico apunta a todo lo que sí queremos, lo
que debemos construir. En este último proceso, que transcurre en una de
las instituciones educativas y de investigación más importantes del país,
se le disputa la hegemonía ideológica y política a la oligarquía dependien-
te del imperialismo y su gobierno. Si la comunidad del IPN derrota, total
o parcialmente, a sus autoridades, su ejemplo se extenderá por el país;
por eso apoyar su Congreso y ayudar a romper el cerco desinformativo
que el Estado les está imponiendo, es una tarea de todos, no solo de los
estudiantes politécnicos.

50
IV. construir una poderosa federación estudiantil en México
¿SERÍA POSIBLE?

El enemigo está diversificado en instituciones articuladas

La educación pública y específicamente la media superior y superior están


siendo atacadas por un conglomerado en el que podemos incluir a:

- El gobierno federal a través de la SEP, apoyado incondicionalmente


por la mayoría parlamentaria del PRI.

- La Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educa-


ción Superior, (ANUIES), atenta a las orientaciones de los organis-
mos financieros internacionales.

- Think Tanks financiados por las cámaras empresariales –como


Mexicanos Primero14- perfectamente coordinados con:

- Consorcios mediáticos privados y medios estatales, ambos aseso-


rados por:

- Empresas privadas dedicadas a la Guerra Psicológica, tales como


Rendon Group15.

- El Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN), sea actuan-

14. El cerco ideológico que lograron construir en torno al sindicalismo magisterial inde-
pendiente, posicionando entre la población su noción calidad de la educación, ayudó de
manera importante al gobierno federal a golpear a la CNTE en Oaxaca. Obviamente no se
detendrán en el nivel básico y medio, avanzarán contra los subsecuentes niveles de educa-
ción pública, sumándose a los ataques que ya estamos recibiendo. Usarán el mismo mem-
brete o crearán un nuevo Tanque de Pensamiento.

15. Ver Lanz, Carlos. Las operaciones psicológicas del grupo Rendon. Caracas, Ministerio
del Poder Popular para la Comunicación y la Información, 2008. México está en el listado
de países donde han vendido sus servicios.
51
do directamente o a través de contratistas privados especializa-
dos en infiltración y provocación, del tipo de CANVAS (Centre for
Applied Nonviolent Action and Strategies) u otros. Acechando el
momento en que puedan precipitar una represión que disperse
o induciendo a realizar acciones para que los medios de comuni-
cación logren distanciar a la opinión pública de X o Y movimiento.

- El alto clero católico mexicano y sus grupos de presión (asociacio-


nes de padres de familia, grupos próvida, la fracción legislativa del
PAN), en rebeldía contra la orientación progresista del Papa Fran-
cisco.

Sin faltar el torpedeo que desde dentro de las universidades “autó-


nomas” efectúa su propia burocracia contra lo que queda de orientación
humanista, popular y critica; un ejemplo de esto son los intentos de refor-
zar la educación a distancia en el bachillerato de la UNAM, un ataque a la
educación presencial, humanista y generadora de tejido social, proyecto
completamente articulado a la línea del régimen.

Tenemos como adversario al Estado ampliado16, con mayor precisión


a los aparatos privados reproductores de hegemonía especializados en
el ámbito educativo, más el área político administrativa gubernamental
respectiva.

Nos enfrentamos a una serie de instituciones permanentes perfecta-


mente articuladas entre sí, con cuadros profesionales que atienden los
diferentes niveles del conflicto: investigación, planeación, política de me-
dios y ejecución de diferentes programas. Abarcan desde los aspectos
pedagógicos de orientación pragmática orientados a la destrucción del

16. En la definición burguesa el Estado es el conjunto de la institucionalidad gubernamental


pero Gramsci encuentra que el Estado es mucho más amplio que eso; valora el papel de
los aparatos privados de hegemonía, quienes definen el rumbo del Estado y las maneras
de hacer esto viable, con mayor profundidad que los ámbitos político administrativos. Ver
Gramsci, Antonio. Cuadernos de la Cárcel. Tomo 3, cuaderno 6 (VIII). México, Era, 1984.
52
tejido social, hasta los administrativos que intentan suprimir la autono-
mía de la academia, sin faltar la provocación y represión en sus diferentes
gradaciones.

¿Qué le oponemos a esto? Una serie de inercias organizacionales, usos


y costumbres que tienden a dispersar y evaporar la fuerza estudiantil.
Desde hace décadas únicamente se cuenta con efímeras asambleas como
el único medio valido de discutir y tomar decisiones. Estas nombran
comisiones, generalmente poco eficientes y aún más efímeras. Por
supuesto que las asambleas son necesarias, sin embargo deben estar
insertas en una estructura que permita participar sencilla y efectivamente
a las masas estudiantiles durante las coyunturas así como en los largos
periodos en que aparentemente “no pasa nada” pero la institucionalidad
burguesa trabaja en silencio a todo vapor.

Debemos de organizarnos pensando que las batallas que se ganan son


las que se preparan en tiempos de paz. Esperar la próxima ofensiva contra
las universidades públicas para iniciar siempre desde cero, pone al movi-
miento en desventaja permanente.

Política de masas y un instrumento para implementarla

No se puede seguir eludiendo dar el paso organizacional que nos saque


del hoyo negro consumidor de energías y proyectos. Hoy la discusión his-
tórica en el ámbito universitario es ¿cómo construir una poderosa Fede-
ración Estudiantil en nuestro país? Sí, una institución creada por los es-
tudiantes con la cual enfrentar eficazmente a las instituciones que desde
siempre trabajan para que nada cambie.

Pero no solo se trata de un problema de eficacia política sino también


de profundización de la participación del estudiante promedio. La manera
no institucional con la que actualmente se desarrollan los conflictos con
las autoridades universitarias o federales permite que en el proceso de

53
lucha (información a la comunidad, discusión, toma de acuerdos, organi-
zación de medidas de presión y negociación con las autoridades) los co-
lectivos y grupos organizados utilicen capacidades grupales, experiencia
acumulada e información reservada para hacer prevalecer, en cada uno de
estos pasos, sus criterios. De esta manera, la participación del estudiante
común en las decisiones y protagonización de la lucha queda reducida al
aspecto cuantitativo (“hacer bola”). Esto permite a las sectas acordar, en
lo oscurito, cuál es el volumen de influencia que les toca a cada una en la
verdadera toma de decisiones.

No se trata de caer en la histeria proto anarquista que insiste en impe-


dir que accionen en los movimientos universitarios estudiantes integran-
tes de corrientes, grupos o partidos políticos de izquierda, mientras que
deja intactos a los grupos de poder y partidos de derecha enquistados
desde siempre en el Campus. Por el contrario, las izquierdas organizadas
–cualquiera que sea su tendencia- podrían aportar debate ideológico y
estratégico a los movimientos estudiantiles, si lo hacen dentro de una ins-
titucionalidad donde las reglas del juego permitan e impulsen la partici-
pación, cuantitativa y sobre todo cualitativa –propositiva, creativa- de la
comunidad estudiantil.

En una Federación Estudiantil las relaciones de poder no desaparecen


por arte de magia, simplemente se hacen visibles a las comunidades es-
tudiantiles, lo cual es un avance histórico: las reglas no escritas –con que
las sectas se manejan entre sí para dirigir un movimiento- son sustituidas
por documentos estatutarios- En vez de reuniones “en corto” entre co-
rrientes para fijar pasos a seguir, opera un comité electo, el cual ejecuta lo
que las mayorías hayan decidido en un congreso. Todo lo anterior daría la
posibilidad organizacional a las masas estudiantiles de ser protagonistas
de sus luchas.

En contraste, con el bajo nivel de organicidad actual, los movimientos


estudiantiles no pueden ganar las batallas que vienen por la educación
gratuita, critica, abierta a todos y donde se enseñe e investigue lo que

54
beneficie a las clases populares y a la soberanía nacional. El excepcional
caso de la lucha victoriosa de los estudiantes del IPN se trató únicamente
de la primera fase; la lucha por el congreso está presentándose de manera
mucho más complicada y será muy difícil vencer u obtener resultados me-
dianamente aceptables sin una estructura de lucha permanente, que ayu-
de a rebasar el carácter exclusivamente reactivo de la lucha estudiantil.

La posibilidad de construir federaciones estudiantiles y una Federación


de Federaciones (Confederación) no brotará exclusivamente de su nece-
sidad histórica, se requieren rebasar muchas ideas preconcebidas, como
esa que pregona que los de abajo no deben dotarse de un instrumento
institucional17 para combatir pues invariablemente éste se burocratizará;
se trata de un sentido común fabricado por los instrumentos ideológicos
del Estado y complementado por valoraciones –sinceras pero superficia-
les- generadas por la atmosfera ideológica anti política prevaleciente.

La grave situación del país requiere un crecimiento cualitativo de los


movimientos estudiantiles, para que puedan luchar eficazmente por sus
intereses sectoriales, ligados indisolublemente a los combates populares
por instaurar un gobierno nacional con un programa de justicia social, de-
fensa de la soberanía nacional y contra el imperialismo.

17. Escuchar la palabra Institución, pone en alerta a los que hemos sido oprimidos, aliena-
dos y explotados por diversas instituciones capitalistas. Pero la mayor parte de los revolu-
cionarios han construido instituciones para luchar eficazmente, el partido de Lenin, clara-
mente. Pero también la guerrilla de Fidel y el Ché era ya una institución mucho antes de ser
gobierno, y el Ejercito Libertador del Sur, de Emiliano Zapata, fue el intento de organizar
una institución que hiciera posible el Plan de Ayala. Sin institucionalidad, los de abajo no
podríamos tener eficacia, es decir, posibilidad de triunfo en el combate.
55
bibliografía

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Romero, José Luis. Estudio de la mentalidad burguesa. Madrid, Alianza,


1987.

Savater, Fernando. La Filosofía como anhelo de la revolución y otras inter-


venciones. Madrid Hiperión, 1976.

56
apéndice 1

un rector al gusto del departamento de estado

En la UNAM, debido la carencia de organización estudiantil instituciona-


lizada, permanente, es muy probable que la estructura cuasi virreinal de
gobierno universitario, nos impondrá como Rector a Sergio Alcocer. Él es
parte de la elite que controla una de las empresas más importantes del
país, Ingenieros Civiles Asociados (ICA), la cual ha utilizado a la Facultad
y al Instituto de Ingeniería como sus centros de capacitación particular,
orientando parte importante de la academia a sus necesidades de desa-
rrollo; lo mismo que realiza la Universidad Toyota en Japón (TTI), pero allá
dicha compañía super explotadora costeó su proyecto y acá ICA parasita
dentro de una Institución que financia el pueblo. Una relación similar ocu-
rre entre Grupo México (los responsables del homicidio industrial1 de la
mina Pasta de Conchos y el envenenamiento de ríos en Sonora) y la Facul-
tad de Química.

Alcocer ha declarado que la Universidad debe generar más recursos


por sí misma, eso significa cuotas, encubiertas o no. Pero sobre todo rea-
lizar más maquila técnico científica para el gran capital a cambio de miga-
jas. Esta relación subordinada no solo vulnera la autonomía universitaria
sino la soberanía nacional, porque el desarrollo de estas grandes empre-
sas no está inserto en un proyecto de desarrollo industrial nacional de
cadenas de valor, mercado interno y poder adquisitivo de la población. Las
grandes empresas mexicanas pueden ser, incluso, transnacionales pero
son dependientes y articuladas al imperialismo norteamericano.

1. ¿Por qué tiene la UNAM relación con empresarios asesinos y ecocidas? Para saber más
de este grupo empresarial: http://www.jornada.unam.mx/2012/02/16/opinion/022a1pol
57
Para que el imperialismo pueda acumular por desposesión necesita
cómplices en los ámbitos educativos de los países dependientes. En la
UNAM necesita colocar gente de confianza encargada de que la mayor
parte de la investigación y la enseñanza no rompa la dependencia; ten-
dencia ya bien instalada, pero que desean reforzar. ¿Quién podría gozar
de mayor confianza que él, hasta hace poco, subsecretario de Relaciones
Exteriores para América del Norte? Alcocer es el encargado no solo de
preservar e incrementar la entrega de la soberanía militar y territorial a
Washington2 sino de conservar y ampliar un Tratado de Libre Comercio
que continua desindustrializando y subordinando al país. Un adminis-
trador colonial al gusto del Departamento de Estado en la Rectoría de la
UNAM.

Pero si el próximo Rector que nos impongan fuera alguien como el ex


director del Instituto de Biotecnología y actual coordinador de Ciencia,
Tecnología e Innovación de la Oficina de la Presidencia de la República,
Francisco Bolívar Zapata, o algún alto funcionario de la actual rectoría, la
perspectiva no sería muy diferente.

Como podemos ver, el objetivo central de los grupos de poder repre-


sentados en la Junta de Gobierno de la UNAM y el Consejo Universitario
ya no es cobrar cuotas, mismas que nunca han dejado de cobrarse, solo
las hicieron menos evidentes. Hace tiempo que encontraron mecanismos
más eficaces para excluir a los que menos tienen, modificando así la com-
posición social de la máxima casa de estudios. Lo prioritario para dichos
grupos de poder es tener el control para quién y qué se investiga y enseña
en nuestras universidades (¡el conocimiento genera valor!).

2. Las tres bases militares norteamericanas que actualmente funcionan en territorio mexi-
cano: Jiquipilas y Chicomuselo, Chiapas, y Las Encinas, al oriente de la capital de Puebla,
(Ver Boron, Atilio. América Latina en la Geopolítica del imperialismo. México, UNAM,
2014) operan en coordinación con el Sub Secretario para América del Norte de la Secretaria
de Relaciones Exteriores, puesto que ocupó hasta hace poco Sergio Alcocer.
58
También hay que considerar que la UNAM es uno de los aparatos re-
productores de la hegemonía más importantes del país, por lo que será
una tarea titánica, pero ineludible, reorientar esa función hacia objetivos
emancipatorios.

En lo inmediato, la Universidad no puede resignarse al recorte presu-


puestal, ni intentar subsanar el faltante volviéndose sirviente maquilador
del gran capital. Hoy su comunidad debe luchar por romper el paradigma
neo liberal que supone que ante las crisis se debe restringir el gasto social
y productivo. En realidad hay que hacer todo lo contrario, de las crisis
económicas y sociales se sale invirtiendo en infraestructura y educación.

Debemos luchar por que la UNAM se convierta en una universidad


verdaderamente nacional, con planteles de su bachillerato, licenciatura
y posgrado por todo el territorio. Eso ayudaría a desarrollar sinergias con
las instituciones educativas locales, beneficiando a los hijos de los traba-
jadores y clases populares, así como a sus entornos.

Para vencer todos los obstáculos mencionados y realizar las enormes


y complicadas tareas propuestas sería ingenuo esperar la profundización
de la crisis o su opuesto complementario; precipitar enfrentamientos con
los factores de poder, confiados en la voluntad de pequeñas vanguardias.
En la Universidad necesitamos una paciente y tenaz estrategia de Guerra
de Posiciones -en el sentido gramsciano, no en el militar- que permita acu-
mular fuerza durante periodos de relativa inmovilidad, lo cual no significa
dejar de accionar, sino hacerlo en el nivel y la manera en que efectiva-
mente se acumule fuerza, consenso entre la comunidad. Esta acumula-
ción prepara al movimiento para aprovechar óptimamente un ascenso de
la lucha de masas.

Para aplicar una estrategia así se necesita –repetimos- un instrumen-


to organizativo estudiantil permanente, extenso y democrático; hay que
imaginar cómo debería ser y planear colectivamente los pasos para con-
seguirlo. El tiempo se acaba para el país, hay que desalojar a los repre-

59
sentantes de la oligarquía genocida de todos los niveles de gobierno e
instituciones públicas en que sea posible, y eso solo para iniciar.

¿Contarán las víctimas del capitalismo dependiente, violento y exclu-


yente con el apoyo efectivo de su Universidad Nacional, o esta seguirá en
manos de las mafias que la controlan y la ponen al servicio de los pode-
rosos?

60
Apéndice 2

filosofía política y colonización posmoderna de las izquierdas


(entre otras, las estudiantiles)

La Filosofía Política, desde la época de Platón, critica las formas, prácticas


y rumbo que toma el Estado, argumentando como debería ser para be-
neficiar a la sociedad. Las diferentes instituciones que integran el sistema
educativo son una parte del Estado, en tanto que los movimientos estu-
diantiles, al criticar la orientación de la actual enseñanza, exigir cambios y
participación en la toma de decisiones, hacen Filosofía Política -y además
directamente vinculada a la praxis política.

El desarrollo del marxismo durante el siglo XX enriqueció a esta disci-


plina con conceptos que fortalecían su poder explicativo y propositivo,
permitiendo a organizaciones y movimientos político–sociales (los estu-
diantiles, entre otros) elaborar planteamientos estratégicos e instrumen-
tos organizativos que, con menor o mayor acierto, daban pasos concretos
hacia la construcción de la sociedad mejor. Esto no convenía a los bene-
ficiarios del Estado oligárquico, entre estos las mafias académicas coludi-
das con la reproducción de la hegemonía burguesa, por lo que a fines de
los años 80 intentaron –exitosamente- desarmar teóricamente a diversos
movimientos de izquierda, convenciéndolos de que el marxismo había
sido superado.

¿Cómo lo lograron?

El momento era oportuno; el pseudo socialismo de la URSS se desmo-


ronaba, produciendo una atmosfera mundial de shock, un derrumbe de
paradigmas. Solo en estas circunstancias pudo cobrar auge el discurso
61
posmoderno1. Sus exponentes más famosos – Baudrillard, Vattimo, Lyo-
tard- critican lo que llaman grandes relatos o narrativas históricas. Este
último pensador los nombra Metarrelatos, metiendo en esta clasificación
por igual al cristianismo, la ilustración (Voltaire, Kant, etc.) y al marxismo.
La palabra griega meta (más allá) se la adjudica despectivamente a las
filosofías que pretenden ir más allá del relato de la experiencia individual
inmediata (que según él sería lo único posible de conocer). Al intentar
abarcar y explicar fenómenos o procesos distantes en el tiempo y el espa-
cio, los metarrelatos resultarían no solo falsos, sino también autoritarios
pues para sostener su status de ciencia y proyecto emancipador necesitan
infravalorar el saber de las pequeñas narrativas locales2.

El objetivo central a destruir es, obviamente, el marxismo. Con peque-


ñas diferencias entre sí, los filósofos posmodernos afirman que éste solo
es un gran relato histórico heredero de conceptos provenientes de la ilus-
tración -como Verdad, Razón, Ciencia, Realidad- con los cuales se constru-
yó la opresiva civilización moderna. Los filósofos posmodernos aseguran
que por eso el marxismo impone a los seres humanos objetivos (la lucha
de clases, el socialismo) y métodos ficticios (el materialismo histórico, la
crítica de la economía política3) que lo distraen de lo único que es posible
conocer: el individuo y su entorno inmediato.

1. La Modernidad es un periodo histórico-filosófico en que la razón y la ciencia sustituyen


el papel de la fe en la búsqueda de la verdad (la cual no se presenta inmediatamente a los
sentidos). Este cambio de concepción de mundo obedece a las necesidades de organización
y justificación del capitalismo, por lo cual la razón moderna es instrumental, alienante. El
marxismo –especialmente la Escuela de Frankfurt- analizó esto, proponiendo no abando-
nar ni la razón, ni la ciencia, ni la búsqueda de la verdad, sino conservar tales conceptos,
pero superando sus condicionantes burgueses mediante una razón crítica y emancipadora
que ayudara a la construcción de una modernidad socialista. Y esto, décadas antes que los
pensadores posmodernos propusieran la solución simplista de desechar todos los conceptos
referidos.

2. Ver Jean-François, Lyotard. La condición postmoderna. Informe sobre el saber. Madrid,


Cátedra, 1987.

3. Ver Jean Baudrillard. El Espejo de la producción. Barcelona, Gedisa, 1980.


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Lo valioso entonces serían los pequeños relatos, las múltiples y diver-
sas historias que ocurren en micro espacios, como un bar o la historia
personal de un joven consumista y el pez que tiene por mascota. Se niega
la posibilidad de conocer lo universal, lo general; nos orillan a enfocarnos
únicamente en lo particular. La sobrevaloración del fragmento y lo inme-
diato llevó a Baudrillard a afirmar que la primera guerra del golfo (1990)
donde E.U. aniquilaba con su poderosa tecnología a miles de iraquíes, no
había sucedido, o al menos que no se podía tener la certeza de que fuera
real.

Sostenía que lo que tomamos como La realidad, solo es una construc-


ción ficticia de los medios de comunicación. Es cierto que los medios nos
manipulan, por lo que debemos cuestionar permanente de qué manera
presentan una noticia, descubrir sus intenciones ocultas al mismo tiempo
que buscamos o creamos medios alternativos. Pero responder a la mani-
pulación mediática suponiendo que la realidad – más allá del espacio o el
tiempo en el que uno está- no existe, nos encierra en el fragmento de la
existencia individual y su limitado entorno, y eso es un camino directo al
quietismo político.

Este filosofo también afirmó que no hay posibilidad de diferenciar en-


tre la verdad y las imágenes que aparecen en la Televisión como la verdad,
¿para que buscarla entonces? Todos los filósofos han comprendido que la
verdad siempre está oculta, y su trabajo es encontrarla bajo las aparien-
cias (bajo el esplendor del Renacimiento, Marx encontró la violencia de la
acumulación originaria). Si se renuncia a buscar la verdad, entonces todo
lo que tendríamos serían las simples apariencias. Y eso es lo que preci-
samente valoran los impulsores y seguidores de la llamada sensibilidad
posmoderna; la vida individual como una serie de experiencias sin explica-
ciones de fondo ni propósitos: el culto narcisista al cuerpo y la moda (auge
de los gimnasios y la anorexia), un esteticismo ramplón desconectado de
la ética (por ser ésta universalista), la cual es sustituida por una moralidad

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personal y optativa, un relativismo en el que todo vale.

Esto desemboca en un hedonismo vulgar en el que la experiencia del


mayor consumo posible de viajes, arte, sexo –logros personales- es lo úni-
co real y valioso; además de ser la manera efectiva de resistir a la hiperrea-
lidad fabricada por consorcios de la comunicación. En efecto, Braudillard
argumenta que cuando a las masas no les interese la verdad o falsedad de
nada, no funcionará más el truco4. Convenció a elites y masas de que el
sujeto más rebelde y critico es aquel que no lee periódicos, no se informa
y se interesa únicamente en su pequeño mundo individual y familiar; lo
cual es óptimo para el funcionamiento de la civilización burguesa.

Este primer momento de la filosofía posmoderna compensó con creces


el desprestigio ideológico que el imperialismo norteamericano había su-
frido una década atrás, cuando el pueblo de Vietnam lo derrotó en 1975.
Logró atraer a las tareas –inerciales- de conservación del capitalismo a mi-
llones de personas y convencer a muchos de los intelectuales, estudiantes
universitarios y élites de izquierda de que sus esfuerzos teóricos debían
abandonar las tareas que tenían su fundamento filosófico en metarelatos
universalizantes, como el estudiar de qué manera desplazar a las oligar-
quías del gobierno, para dedicarse –en el mejor de los casos- a la crítica
teórica de las micro relaciones de poder.

La versión de izquierda del posmodernismo fue, quizá, más dañina

Pero se trataba de hacer un daño más directamente enfocado a los proce-


sos y teorías anti capitalistas y de liberación nacional, en especial en Amé-
rica Latina. Las redes de pensadores posmodernistas –y las instituciones
universitarias que les pagaban- pronto desarrollaron formas menos bur-
das, las cuales permitieron filtrar lo esencial de su discurso en los círculos
de universitarios e intelectuales más críticos, algunos, incluso, participan-
tes en luchas sociales: iniciaba una etapa más elaborada del proyecto pos-

4. Ver Baudrillard, Jean, Estrategias fatales, Anagrama, Barcelona, 1991.


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moderno: el Poscolonialismo.

Un grupo de profesores e investigadores de universidades británicas y


estadounidenses, pero nacidos en la India, Medio Oriente y Latinoaméri-
ca, inician un movimiento intelectual que sostiene que a la Posmoderni-
dad de los países centrales (E.U., Europa, Japón), correspondería una Pos-
colonialidad en nuestros países periféricos. En el caso latinoamericano,
hacen una crítica a los proyectos emancipadores por utilizar nociones y
discursos provenientes de la modernidad5.

Casi todo el marxismo local lo valoran como un sub producto europeo.


En tanto que el pensamiento crítico de Simón Bolívar y sus esfuerzos por
unificar los países de la América Latina para ellos resulta ser un delirio por-
que la utilización de categorías de la modernidad occidental, tales como
Estado nacional6, le impidió al Libertador y nos impide a los que recupe-
ramos y profundizamos su legado, entender qué es realmente eso que
llamamos –arbitrariamente- América Latina, y que los poscoloniales no
ven por ningún lado: ven dentro de los países múltiples etnias, diversas
culturas urbanas, pero no ven que diablos es Latinoamérica. Resumida-
mente: no ven ese metarelato, esa gran narrativa histórica llamada Amé-
rica Latina.

El culto al fragmento del posmodernismo clásico pasa –camufleada-


mente- a dar sentido, vía los estudios subalternos o estudios culturales y
la noción de poscolonialismo, al actual multiculturalismo. Sus impulsores
generalmente son intelectuales preocupados de que los pueblos origina-

5. Ver Castro-Gómez, Santiago. “Ciencias Sociales, violencia epistémica y el problema de


la “invención del otro””, en Lander, Edgardo (comp.). La colonialidad del saber: eurocen-
trismo y Ciencias Sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires, CLACSO, 2005.

6. Resulta muy conveniente para el imperialismo que la inteligencia de los países depen-
dientes deconstruyan conceptos, como Estado nacional, declarándolos inútiles, autoritarios
y perjudiciales para el bienestar de las personas (que no les interesa sino su entorno inme-
diato). Aquí podemos ver con claridad como un posicionamiento filosófico golpea concre-
tamente las estrategias de Liberación Nacional. Ver: Castro Luis, La Gran Colombia. Una
Ilusión Ilustrada, Monte Ávila, Caracas, 1984.
65
rios o las comunidades urbanas no terminen de ser destruidos en sus en-
tornos, tradiciones e idiomas por el capitalismo contemporáneo, lo cual
profundizaría la miseria cultural y ruptura del tejido social que padece-
mos. Pero la justa reivindicación de lo local y sectorial ha sido a costa de
desvanecer, o al menos pasar a segundo plano7, el problema de la cons-
trucción de un Estado nacional, justo y soberano. Se cuida con profuso
amor al árbol, mientras que se deja quemar el bosque.

Estos enfoques poscoloniales–multiculturales han sido aprovechados


con mucha astucia por el Departamento de Estado norteamericano para
infiltrar movimientos campesinos e indígenas mediante ONGs, y golpear
a gobiernos antiimperialistas como el de Ecuador, Venezuela y Bolivia.
No hay mejor escenario para Washington que tener en universidades y
organizaciones sociales latinoamericanas propagandistas y activistas que
intentan poner en el centro del debate nacional las autonomías regionales
o étnicas y sus reclamos, denunciando –con cobertura total de los consor-
cios mediáticos- a gobiernos de izquierda que están siendo acosados por
el imperialismo y sus socios locales con sabotajes a la economía, guerras
psicológicas para justificar magnicidios y golpes de Estado8.

La mayoría de estos reclamos específicos son fundados, no se trata de


hacer como que no existen, pero se debieran abordar desde la distinción
entre contradicciones principales (con el imperialismo) y secundarias (in-
ternas al proceso). Pero como en la atmosfera ideológica de los reclaman-
tes ya se renunció al método marxista y su análisis estratégico, se ataca
a los gobiernos de orientación popular de manera tal que se debilitan los
blindajes nacionales, precisamente en un momento en que hay una es-

7. ¡En un contexto estratégico de economía de fuerzas, el orden de los factores sí altera


el producto!

8. Un análisis bien documentado de los intereses tras los reclamos autonomistas en Bo-
livia, lo encontramos en: García Linera, Álvaro, Geopolítica de la Amazonía. Poder ha-
cendal-patrimonial y acumulación capitalista, Vicepresidencia del Estado Plurinacional.
Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional, La Paz, s/f.
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trategia definida de Washington: la balcanización o fragmentación de los
países que intentan salir de su control.

En México, la versión de “izquierda” de la posmodernidad penetró en


los medios intelectuales y movimientos sociales como el veneno de una
cobra en el torrente sanguíneo. No fue posible frenarla y comenzó un
proceso de colonización teórica de las academias y movimientos sociales.
Gracias al prestigio del neo zapatismo cobró status de idea fuerza el opo-
nerse a tomar el gobierno federal, sea por las armas o los votos, pues –de-
cían- sería repetir la misma dominación que vivimos actualmente. El lugar
de la búsqueda del poder fue ocupado por temáticas más locales (peque-
ños relatos), como la construcción de pequeños modelos comunitarios de
democracia, cuyo crecimiento aritmético por todo el país, creían, solucio-
naría la problemática de que unos manden y otros obedezcan (relaciones
de poder a escala micro).

Esta orientación masificada a mediados de la década de los 90 y prime-


ros años de este siglo, descentró la atención de las masas populares mexi-
canas del objetivo del poder, dándole un respiro a la oligarquía local y al
imperialismo en un periodo en que los movimientos populares de varios
países latinoamericanos pudieron poner en la presidencia a gobernantes
que rompieron con Washington (Chávez, Evo y Correa) y comenzaron el
largo y complicado proceso para desmantelar a sus oligarquías.

El proyecto de un marxismo organizado, preparado con una teoría


revolucionaria, (lo cual sería parte de los grandes relatos históricos), fue
sustituido por planteamientos rebeldes, que no requieren de metarela-
tos, (profundas teorías) ni de organización centralizada, sino solo de redes
flexibles, voluntad y disposición para preguntar, mientras se va caminan-
do. John Holloway, el profesor poblano-irlandés escribió un libro en 2002
para elogiar y promover este empobrecimiento teórico de la izquierda, así
como su bajo nivel de organicidad9 ¡y fue un éxito!

9. Holloway, John. Cambiar el mundo sin tomar el poder. Buenos Aires, Herramienta, 2002
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Lo que no fue un éxito fue la aplicación de sus orientaciones. En una
peligrosa coyuntura durante 2006 el sub comandante Marcos, ante cues-
tionamientos declaró: “me cago en la correlación de fuerzas”, y continuó
animando a sus seguidores a acciones que no correspondían a su nivel
de fuerza. Está irresponsable actitud permitió que el gobierno de Fox y
el entonces gobernador del Estado de México, Peña Nieto, asesinaran,
violaran y encarcelaran manifestantes. Analizar la correlación de fuerzas
antes de accionar es central en un análisis marxista, renunciar a ello no es
un gesto ingenioso e innovador, es parte de la colonización posmoderna
de la izquierda.

¿Entre más disperso y efímero, más radical y efectivo?

La noción de Rizoma, de Gilles Deleuze y Félix Guattari, tomada de la Botá-


nica, y que postula la ausencia de centro en el desarrollo del conocimien-
to, pudo tener éxito en la Filosofía de la Ciencia, así como en la explica-
ción de algunos mecanismos sociales, pero al aplicarse a la lucha política,
como lo predican algunos post anarquistas y marxistas autogestionarios,
dispersa la fuerza, hace que el momento de resistencia frente al capital
sea eterno y el de ofensiva popular inexistente.

Las nociones producidas en las condiciones de la atmosfera ideológica


posmodernista, ahora aclimatadas a la izquierda latinoamericana, insisten
en desmantelar o ignorar la superación dialéctica leninista de la aparente
contradicción entre organización centralista y organización horizontal, re-
suelta en la formula Centralismo Democrático. Pero este dilema, ¡resuelto
hace cien años!, sigue siendo vigente entre buena parte de la izquierda
universitaria contemporánea, la cual se encuentra teórica y organizativa-
mente en 1901, el año anterior al que Lenin publicó el ¿Qué Hacer?

Ciertamente, la manera fetichista, mecánica y acrítica en que las sectas


políticas estudiantiles autoproclamadas leninistas entienden y practican
las orientaciones de Vlady, han contribuido al desprestigio de la teoría y
la organización leninista. Pero eso, con toda la desesperanza que produce,

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no alcanza para explicar por qué en las asambleas estudiantiles sea bien
aceptado decir con orgullo que no se pertenece a ningún partido u orga-
nización política, que solo se dispone de la convicción de luchar. Lo cual
equivale a decir que para defender e impulsar los principios se tiene un
bajísimo o nulo nivel de organicidad política, y que se está orgulloso de tal
precariedad.

Tuvo que haber corrido mucha agua bajo el puente para que una afir-
mación así fuera el sentido común prevaleciente; mucho trabajo de los
aparatos reproductores de la hegemonía para programar en nuestra con-
cepción de mundo que no hay manera de hacer política sin corromperse.
Y claro, mucho posicionamiento en las academias y los contingentes en
lucha de una perspectiva anti política y anti estratégica.

En México los postulados de la corriente posmoderna de izquierda se


han masificado, encontrado coincidencias o combinado con las perspec-
tivas y prácticas sectarias de la ultraizquierda tradicional, sea de factura
anarquista o marxista. Esta desgraciada convergencia hace que muchos
de los activistas y grupos estudiantiles consideren un principio moral bus-
car las diferencias con las otras izquierdas y considerar una traición el bus-
car las coincidencias. La unidad de todas las izquierdas es un peligro que
las autoridades saben muy distante.

Se vive una atmosfera donde lo efímero y fragmentario se considera un


valor (las sectas políticas se han aclimatado fácilmente a dicha atmosfera),
por lo cual se rechaza, por principio, la posibilidad de construir una insti-
tución de los estudiantes (lo cual sería universalizante) para luchar contra
las instituciones de los de arriba. No es extraño entonces que no existan
federaciones universitarias democráticas y amplias en el país y que los
movimientos estudiantiles, generalmente, pierdan.

Tampoco debiera sorprendernos que ya no haya un tránsito conside-


rable de cuadros universitarios a los movimientos campesino, sindical y
urbano-popular. En décadas pasadas el movimiento estudiantil generaba

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sinergias con los movimientos mencionados, resultando altamente bene-
ficiosas para el bloque popular en su conjunto.

Actualmente los pocos universitarios que transitan, lo hacen para im-


pulsar, en la mencionada perspectiva fragmentaria, proyectos que no tie-
nen en su horizonte la lucha de clases, o al menos la soberanía nacional
(que flojera dan esos metarrelatos, ¿no?), sino únicamente el imperativo
moral de intervenir en el pequeño relato o historia comunitaria. Está muy
bien contribuir para que los habitantes de un barrio o ranchería se orga-
nicen para solucionar problemas urgentes de la comunidad ¡qué bien se
hace ayudando a construir una cooperativa de consumo o producción!
Pero si esto no está articulado a un plan general, más allá del tiempo y el
espacio del micro ámbito local, es decir, a un proyecto de nación viable y
posible, la intervención en la comunidad no será solidaria, sino filantrópi-
ca; aunque se envuelva en un lenguaje autonomista y radical.

¿Y cómo salimos de esta situación?

Para desplazar al actual bloque hegemónico oligárquico, debemos de ar-


ticular el Bloque Histórico popular y antiimperialista, los estudiantes no
pueden quedar fuera, pero tampoco pueden, en su actual estado de frag-
mentación, ya no digamos convocar, sino ni siquiera integrarse a dicho
bloque. Por eso es que sin dejar de resistir activamente a las imposiciones
del régimen y las autoridades universitarias o politécnicas, los activistas
estudiantiles deben de sumergirse en la formación teórica, para recobrar
las herramientas conceptuales –las mismas que les arrancó la posmoder-
nidad en su versión de izquierda.

Pero ¡atención! De nada servirá estudiar marxismo en la versión me-


cánica de casi todas las sectas políticas estudiantiles, quienes en vez del
método, solo estudian los mitos fundacionales de sus corrientes ideoló-
gicas: aplicar fielmente aquí y ahora las estrategias que en su tiempo y
lugar le funcionaron a Mao, Lenin, Trotsky, será inservible. ¿Podrán estos
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grupos y organizaciones desarrollar nuevos planteamientos estratégico–
organizacionales? No, eso implicaría romper con sus micro agrupaciones
internacionales y sus gurús oficiales, y sobre todo con la zona de confort
ideológico en que están instalados. Es más realista pensar que una mi-
noría perciba el distanciamiento de sus planteamientos con la realidad
contemporánea y se produzcan dolorosos desprendimientos –con sus
respectivas acusaciones de herejía- los cuales den lugar a nuevos plantea-
mientos organizacionales.

¿Y Gramsci? Actualmente está sufriendo un proceso de pasteurización


y absorción por parte de las academias, las cuales lo tienen detenido en
sus sótanos y lo descuartizan según se necesite un pedazo de su teoría
para elaborar artículos, libros o ganar becas. Así, fragmentado, no parece
peligroso ni desagradable y es bien aceptado (solo falta que una investi-
gación declare que nunca fue jorobado). Pero lo anterior no invalida la
deslumbrante claridad y singularidad con que analiza el amplísimo Estado
contemporáneo, ni las orientaciones estratégicas para construir la volun-
tad nacional popular (útiles si no se toman como receta).

Sin embargo, presenta un problema: su interpretación del marxismo


como Filosofía de la Praxis, exige que los filósofos –que son todas las per-
sonas en distinto grado- desarrollen una praxis orgánica. Pensar en ser
filósofo de la praxis sin una praxis, no saca a Antonio de las cárceles del
fascismo, o peor aún, lo mantiene detenido en los separos estériles de la
academia.

La creciente presencia del discurso gramsciano en la academia no está


mal, al contrario, es indispensable desarrollar ahí una estrategia de posi-
ciones. Las universidades –ya se mencionó- son parte del Estado amplia-
do. Pero esto debe ser parte de un proyecto político colectivo, amplio e
incluyente y sobre todo militante. De lo contrario Gramsci no aportaría
todo lo que puede a la lucha por la hegemonía que los estudiantes y las
clases populares libran contra el imperialismo y sus complejos sistemas
ideológicos.

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