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El Señor de los Canales.

Solo el amor puede separar


las aguas del mar
y hacer florecer una
Orquídea en la nieve

MUG.

Hay un lugar en nuestra América, que parece querer


desprenderse del continente, ésta tierra se sumergió en el océano a raíz de terribles
cataclismos y espasmos telúricos y solo las cumbres de las montañas quedaron sobre la
superficie del mar, formando un rosario de islas, y que al paso de los siglos formaron un
archipiélago que el hombre poco a poco fue poblando. Es un lugar de una belleza
sobrecogedora. Que ofrece a los hombres fuertes todo lo que se necesita para establecerse y
prosperar en su vida.
Los bosques de alerces, lengas y cipreses, compiten en desarrollarse y lucir sus
esbeltos talles con la esperanza de poder mirarse en lar verdes aguas de los canales y ver los
volcanes que cubren sus cumbres con albísimos mantos de nieve. Estos árboles esperan al
hombre para ofrecer sus nobles maderas para construir sus viviendas y embarcaciones, la
tierra entrega abundantes frutos y el mar, variados pescados y toda clase de mariscos y
crustáceos.
En una perdida y abrigada ensenada, con vista a los volcanes, incrustada en un
laberinto de canales, se establecieron un lluvioso día, en su eterno herrar por los fiordos,
Paicaman y su gente. Este era el jefe de una comunidad de unas ochenta personas que
vivían básicamente de la pesca y la recolección de mariscos. Su grupo familiar estaba
compuesto, por su madre, su mujer y tres hijos, de éstos, una mujer, la mayor y dos
hombres. El jefe tenía predilección por su segundo hijo. Este era un mocetón de dieciséis
veranos, de mediana estatura como la mayoría de los de su raza pero tenía una contextura
fuerte, de tez clara, pero lo que más destacaba en su figura, eran sus ojos. Estos eran casi
verdes y vivaces, ellos arrastraban genes de perdidos contactos de entre su gente y el
hombre blancos, que un día pasaron por esos parajes, en sus expediciones de cacería de
lobos de dos pelos. A diferencia de los de su comunidad, el muchacho era de carácter
equilibrado en sus emociones, mesurado en su trato con el resto de sus congéneres y una
disposición para contemplar todo lo que lo rodeaba. De el gen de un antiguo antepasado
extranjero, heredó el espíritu de aventura y un deseo de escudriñar todo lo desconocido, que
lo llevaron siendo muy joven a alejarse de la comunidad, para conocer otros lugares y otras
formas de vida. Después de quebrar la resistencia de su padre, solo, llevando consigo la
imagen de su afligida madre que lo despidió una madrugada en la playa de esa perdida isla
en las cercanías de Melinca, se alejó en su dalca en pos de la aventura.
Cruzó las distancias haciendo escala de isla en isla hasta acercarse a la parte
mas al sur de la isla grande, al tocar tierra en una pequeña playa, descanso y recolectó
mariscos para su alimentación. Siguiendo los humos de desconocidos fogones, se vio
metido en medio de unas, para él extrañas viviendas, rusticas rucas que los pobladores,
tenían como viviendas permanentes, lo recibieron sin problemas y convivió algún tiempo
con ellos mientras reparaba su dalca. Cuando llegó el tiempo de la caída de las hojas y
aprendidas muchas historias de grandes naves que pasaban por la costa llevando como
tripulantes grandes demonios, nuestro personaje, embarcó sus artes de pesca y por primera
vez se cubrió el cuerpo con una especie de tela muy áspera, le advirtieron que las
comunidades de mas al norte no acostumbraban a andar desnudos. En su viaje al norte
encontró otra comunidad, esta mas grande, los encontró mas egoístas y desconfiados por lo
cual estuvo poco tiempo, pero algunos hombres le dijeron que viajando mas al norte
encontraría al hombre blanco que cultiva la tierra y domina a los animales. Este viaje fue
mas largo porque se desarrollaron algunos temporales de agua y viento y el mar se ponía de
mal genio.
Un medio día arribó a la caleta de lo que hoy es Chonchi y sorprendió a los
habitantes en sus habituales ocupaciones, la llegada de este indio casi salvaje causó alguna
curiosidad y algunos niños que jugaban en la playa corrieron a contarle la novedad al padre
Bernardo que se encontraba escarbando unas matas de papa para procurar su almuerzo. El
cura se apresuro en bajar a la playa pues podría ser que el nativo viniera enfermo. Se había
dado el caso en algunas comunidades que viajeros trajeran alguna peste al lugar y eso le
costara la vida a algunas personas sobre todo las mas viejas y los niños mas pequeños.
La impresión que se llevo el cura del muchacho fue encontrar un muchacho
semi desnudo, sin demasiado temor a lo nuevo que lo rodeaba y de buena contextura física,
de enfermo nada. Trató de comunicarse verbalmente con él, pero no hablaba español ni la
lengua huilliche, salvo algunas palabras en éste último. A señas le indicó que sacara su
dalca a tierra firme y lo siguiera. Así lo hizo y luego, cargando sus artes de pesca, se
dirigieron a la casa de la iglesia en donde le proporciona un par de viejos pantalones hechos
de lana cruda que el muchacho en un principio rechazó pero ante la insistencia del cura los
mantuvo puestos, le dio algo de comer y después , a la iglesia. El padre Bernardo pensó que
el muchacho se iría pronto, así que le indicó un lugar en la bodega de las herramientas para
que tendiera varios pellejos de cordero para que durmiera. El viajero tenía la rara
disposición de estar siempre alerta a las reacciones del cura y él siempre se anticipaba, así
que sin planificar ni pensar demasiado, el cura lo tomó bajo su protección y así lo hizo
saber a la comunidad el domingo siguiente a la hora de la misa. Bernardo no se equivocó, el
joven le fue muy útil en las labores de la huerta en el acopio de leña para el fogón y los
encargos. En los momentos que pasaban juntos, Bernardo le enseñaba a hablar en español y
le señalaba todas aquellas cosas que le llamaban la atención. Para su asombro el muchacho
era una máquina de preguntas y absorbía todo lo que la enseñaba, al mes ya podía
establecer algun tipo de conversación y las preguntas que hacía, no terminaban nunca. En
las clases de catecismo que le impartía, sí tenía algunos puntos de vista que se anteponían a
la lógica del aprendiz. Si Jesucristo vino para salvarlos, para que lo mataran. El padre
Bernardo consideró en un momento que había aprendido suficiente catecismo como para
hacerlo cristiano y un 24 de Junio lo bautizó con el nombre de Juan Le llamaba la atención,
la paciencia que tenía el hombre de barba con los niños y las gentes de la aldea y también
no dejó hacer la comparación de la sencilla túnica de color café y un lazo amarrado a la
cintura y el collar que colgaba de su delgado cuello y remataba en una pequeña cruz de
madera y en eso se parecía al que portaba él. Un día antes de partir de su comunidad, su
abuela fue a visitar a la curandera de la aldea para conocer el futuro de su nieto, la vieja se
aisló mentalmente por un largo rato, al regresar y sin decir palabra alguna, fabricó una
especie de cigarro con algunas hierbas y aspiró el fuerte humo, de su boca salió una especie
de rogativa que la abuela no entendió, mas tarde tomó un puñado de hojas secas y las arrojó
al fogón, estas crepitaron al arder y no dieron humo, como hablando consigo misma predijo
que el muchacho viviría extrañas aventuras, grandes viajes y una vida entregada a
conseguir algo que no podía entender, para la comunidad pero un final de inmortalidad que
ella no podía interpretarlo y sacando de una bolsa que portaba en su cintura, extrajo una
especie de collar que remataba en una imitación a una minúscula gaviota y una tonina, para
que se lo entregara al nieto con la recomendación muy seria de que nunca se la sacara del
cuello. Después de esto, se encerró en un mutismo que duró días.
Eso hizo la abuela al entregarle el amuleto y repetía las palabras de la curandera,
mientras ponía el collar en el cuello del nieto. Ese día la abuela estuvo todo el día sentada
en una prominente roca que dominaba la ensenada, de su boca no dejó de fluir extrañas
palabras que eran los ruegos que hacía la anciana a sus dioses para que protegieran a su
nieto.
El muchacho era inteligente y voluntarioso, aprendió el idioma, aprendió de
agricultura, vio como los habitantes acopiaban alimentos para el invierno, como
confeccionaban sus vestidos a partir de la esquila de las ovejas, esos mansos animales que
alguna vez viera por allá, muy al sur, conoció esos grandes cornudos, comprendió que todo
lo que el hombre blanco poseía era para su beneficio, Esos grandes cornudos vacunos los
vio unido al arado y junto con el hombre, romper la tierra y depositar la semilla de la papa,
agotarse en el esfuerzo pero también recoger los frutos de su labor.
Paicaman absorbía conocimientos de la misma forma que un sediento recibe las
aguas del arroyo. Creció y maduró entre los blancos.
El padre Bernardo se hizo cargo del nativo. Le llamó la atención esa tez clara
lo mismo que sus ojos que todo lo examinaba y cada objeto era merecedor de su atención,
escarbó en su mente y la encontró abierta y hambrienta de saber, enseñarle el idioma fue un
juego de niños para el viejo y bondadoso cura franciscano. Lo tomó bajo la protección de la
parroquia y con él aprendió el trabajo de la tierra, el arte de la carpintería de rivera a partir
de la madera en la construcción de embarcaciones inmensamente mas fuertes y grandes que
su dalca lo aprendió del carpintero naval del pueblo, un melancólico hombre que había
perdido la familia en un naufragio y que con el trato diario con el muchacho, fue tomándole
afecto por su diligencia y buena disposición incluso a aprender el trabajo desde luego
pesado de la herrería donde resultó también ser bastante competente. Conoció el milagro de
la reproducción de los animales y como a estos se les sacaba provecho y la crianza de las
aves de corral. Juan, aprendía y aprendía y cada día se hacía más hombre y ya cumplía
veintiún años En los cinco años que vivía con el hombre blanco, casi no había mencionado
a su familia salvo lo que el padre Bernardo le había preguntado y él había respondido en
forma vaga.
Con los años se transformó en el orgullo del viejo cura, era el esplendido
resultado de los sueños cristianizadores del hombre que salió de su viejo pueblo allá en
Cataluña con la idea de llevar la cruz y la palabra a esas criaturas paganas que vagaban por
esos canales perdidos de Dios.
Juan retribuía las enseñanzas con trabajo y obediencia, él aceptaba sin chistar
las largas jornadas de trabajo y los retiros para la oración. Cada nueva cosa que Juan
aprendía, la atesoraba como un avaro las monedas.
Al final del quinto año de permanencia en la parroquia, el padre Bernardo
falleció después de haber vivido setenta y cuatro jornadas de trabajo y oración. Una noche
lo llamó a su pobre lecho y le pidió que oraran juntos, pues él muy pronto partiría a un
largo viaje luengamente postergado. Tenía cierta urgencia por presentarse ente su señor, le
rendiría las cuentas que él le pediría, con respecto al rebaño que un día él le entregó. El
viejo cura hizo sus propias cuentas y comprobó con satisfacción que sus años de pastor de
almas había hecho crecer la grey en cada lugar del mundo donde fue destinado por sus
superiores, esta seguridad le trajo la paz que un cristiano necesita para morir, y una
madrugada de aquel frío invierno, su alma abandonó un pobre atado de huesos para vestirse
de luminosidad para el gran encuentro. Lo sepultaron en el pequeño cementerio del pueblo,
en una loma de suave pasto que se recostaba a la orilla del mar, dominaba el pueblo y con
un marco imponente de esas verdes montañas que tanto amó.
La iglesia se cerró y Juan quedó bajo la protección de Don Matías, éste era un
gallego que tenía la pulpería del pueblo, un buen cristiano que cumplía con los deseos del
padre Bernardo, de seguir educando a Juan, éste pasó a ser ayudante de Don Matías en la
pulpería y esta nueva situación fue muy beneficiosa para ambos pues Juan se mostró
diligente, honrado y trabajador, haciendo todos los trabajos pesados que de ordinario lo
hacía el dueño de la pulpería. El gallego dispuso de más tiempo libre, que lo empleaba en
su entretención favorita que era la lectura, especialmente la Biblia. Un día comentó a Juan
un capitulo de la salido de los judíos de Egipto, El viejo en su exuberante imaginación
describía vivamente la forma como un pueblo entero con todos su enseres y animales salen
de esa nación para dirigirse a la tierra prometida. Este episodio le trajo a Juan recuerdos de
las constantes migraciones de su comunidad por los canales y fiordos del archipiélago.
Este recuerdo quedó rondando en el cerebro del muchacho y sería fundamental para el
futuro de su comunidad.
El carácter observador de Juan no dejó pasar el hecho que algunos clientes de la
pulpería que llegaban periódicamente. Cancelaban todas sus compras con ese polvo
amarillo de metal que con tanto cuidado trataban. Estas personas trabajaban en lavaderos de
oro pero lo escaso de de los hallazgos no animaba a otras personas a seguir sus pasos. Esto
le trajo a la memoria, la época que estuvo en Quellón con sus congéneres y en una
oportunidad viajaron a través de las montañas de Cucao, un cordón montañoso de muy
difícil acceso por la impenetrable vegetación. Después de tres días de marcha alcanzaron la
costa y pudieron contemplar el mar infinito y su fuerza, pues en su constante lucha contra
los farellones costeros producía un ruido que parecía un perenne bramido de un animal
mitológico y que no descansaba ni de día ni de noche.
En las arenas de esas playas Juan vio por primera vez esas brillantes pepitas
amarillas. Los otros miembros de la expedición no las tomaron en cuenta porque ellos
traían a los jóvenes a una prueba de resistencia para que sean considerados con el derecho
de hacer su ruca y tomar esposa.
Juan acompañó cerca de dos años al comerciante, en ese tiempo se formó una
buena comunicación entre ambos y que con el tiempo se pondría a prueba. Al llegar la
primavera, éste cumplía veintitrés años y se desempeñaba en buena forma en la agricultura
y el manejo de la ganadería más las enseñanzas adquiridas en la construcción de viviendas
y embarcaciones y la herrería gracias a las gestiones del fallecido padre Bernardo.
Juan empezó a sentirse inquieto y desconocía el motivo, de noche despertaba sin
motivo y tenía largos sueños con su madre de los cuales, al despertar le dejaban los ánimos
bastante maltrechos. Empezó por rebelarse ante la sola idea de volver a vivir en los canales,
él nada tenía en común con ellos aparte de sus padres y hermanos, nadie podía obligarlo a
vivir en la forma miserable como su comunidad la hacía y lo seguiría haciendo a menos
que…..
Este desasosiego fue en aumento a medida que las lluvias pasaban y el sol
calentaba la tierra.
Un día muy temprano el mocetón saltó de su lecho y perseguido por algo que él
no podía definir, partió a la playa a dar un paseo, las gaviotas aprovechaban la baja marea
para alimentarse de pequeños crustáceos, con sus característicos chillidos y sus vuelos
rasantes.
En su caminata por el borde costero, una pequeña ola lamió sus desnudos pies
y ese contacto con el agua, tuvo la virtud de ordenar las ideas en su cerebro. Esas mismas
aguas que mojaban sus pies, también estarían en ese momento mojando las arenas de la
caleta en donde estuvieran sus gentes y éstas enviaban mensajes que en su mente estaban
dando forma. Sus pasos lo llevaron sin darse cuenta a recorrer toda la playa, las ideas
llegaban en tropel y golpeaban en su mente, haciendo latir con fuerza su corazón que asta le
faltaba el aliento. La magnitud de la tarea era tan enorme que le atemorizaba pero su
juventud era la herramienta principal para el desafío.
Al llegar a la pulpería, su patrón se dio cuenta de inmediato que algo le pasaba a
Juan, se abstuvo de preguntarle pero ya en la tranquilidad de la tarde y después del cierre,
Don Matías cargó su pipa y la encendió, arreglándose la boina preguntó que era lo que le
pasaba. Juan tenía bastante confianza con su patrón. Le contó sus inquietudes, estas nuevas
necesidades y urgencias de volver a su pueblo para cambiar su primitivo modo de vida por
uno mejor, de acuerdo a lo que había visto por el tiempo que vivió con el blanco. Le contó
que, quizás sin proponérselo, ese tiempo fue empleado en prepararse para estos tiempos, le
dijo que su desición estaba tomada y pondría todo su empeño en llevar adelante la idea.
El viejo, le escuchó en silencio y a medida que el joven se explayaba, le
brillaban los ojos, antiguos recuerdos galoparon en tropel a su memoria y se vio cuando era
mozo, allá en su lejana Galicia, en ese pequeño pueblo perdido en las montañas y él como
único equipaje una montaña de sueño. Viajaría al nuevo mundo a hacer fortuna y cuando la
alcanzara, regresaría a su pueblo y levantaría a su deprimida población. Los años pasaron y
la fortuna le fue esquiva y sus sueños se fueron empolvando en alguna esquina de su
cerebro. Hoy y después de tantos años de esfuerzo, lo único que poseía era una pulpería y
un campito en una isla que quedaba en el último extremo del mundo y solo daba para vivir
él y su mujer. Francamente sentía una sana envidia por el soñador de su ayudante, porque
en su sencilla ignorancia alimentaba el fuego que en él se había extinguido hacía tantos
años.
Arrastrado por el exuberante entusiasmo del joven, el gallego consultó a Juan,
cuanta era la población de su comunidad y cuantos hombres habría aptos para trabajar, éste
le dio detallada cuenta del tema y lápiz en mano el viejo preparó una enorme lista de
herramientas de carpintería y de labores agrícolas, semillas y demases, necesarias para
echar a andar una comunidad de cien personas en un lugar en que habría en que habría que
hacerlo todo.
Pero la volada del comerciante tuvo ese amargo despertar de la realidad, con
incontenible rabia, tomo los papeles y con fuerza los arrugó y después de hacer una bola
con ellos los arrojó al piso. Ese acto era un gemido por su propio fracase al renunciar a los
sueños de su juventud y para acallar su conciencia, estalló, Y como mierdas crees que
puedes hacer algo si no tienes donde caerte muerto, sabes cuanto cuesta toda esa jodida
lista, mira muchacho, lo mejor que puedes hacer es olvidarte de todo esta bastarda historia
y dedicarte a aprender lo que mas puedas, una profesión en lo posible, aquí no te faltará
trabajo,
Juan con su característica calma y sin reflejar ninguna emoción, respondió,
Los medios, Don Matías, están, y agachándose. Recogió los papeles y sobre la
mesa y con todo cuidado los estiró y se los devolvió a su patrón.
Pero, Juan, por la virgen, cuanta plata crees tú que se necesita para comprar todo
esto, le grito , mientras agitaba la lista sobre su cabeza, sin contar con el traslado desde el
continente, pues aquí no encontraras prácticamente nada.
Mire patrón, sé donde conseguir el oro que se necesita para comprar todo esto y
mas, no será facial pero de aquí a un año, lo puedo traer.
El viejo quedó con la boca abierta, no sabía si tomarlo en serio o reírse, pero
viendo la tranquilidad del joven se abstuvo de comentar, esperando alguna explicación, al
no recibirlas, respetó el silencio.
En los días que transcurrieron de la semana, Juan preparó su viaje y el gallego
le entregó algunas piezas de genero, dos buenas hachas y una sierra trozadora y otras
herramientas menores en retribución al buen trabajo realizado por el joven, mas un gran
paquete de alimento para el viaje. Así, una mañana salió del pequeño muelle del pueblo, a
bordo de su flamante bote aprovechando el viento que le era favorable, desplegó su vela
latina, esta embarcación era su orgullo pues la había construido a instancias del padre
Bernardo y dirigida por su maestro carpintero. Su habilidad para trabajar la madera,
merecieron los elogios del cura y del maestro carpintero y como prueba de confianza el
cura le pidió que hiciera otro más grande para la parroquia.
La emoción de Juan de volver a sus raíces, ponía alas a su embarcación ,
cuando divisó las primeras islas del archipiélago fue reconociendo los lugares en donde
había pernoctado unos años atrás, cuando inició su aventura. En las tardes varaba su
chalana y después de pescar algun róbalo y recolectar algunos mariscos, encendía una
fogata y descansaba asta el alba para proseguir su viaje a los canales. En el atardecer del
quinto día llegó a la playa de donde saliera hacía seis años atrás. La encontró desolada, allí
solamente reinaba el reclamo de alguna gaviota al ser invadida su privacidad, grandes
rumas de conchas de cholgas, choros, picorocos y otras especies. Las piedras de los
fogones anunciaban a las claras que ese lugar había sido abandonado hacía algun tiempo.
Esto lo desorientó, por alguna razón pensó que debían estar allí, bajo la lógica del modo de
vida del pueblo de donde venía, pero de inmediato reparó que ellos pertenecían a una
comunidad errante y siempre lo habían sido. Como su pueblo era recolector, se estacionaba
en un lugar y ahí explotaba las especies que por todas partes abundaban. A notar que se
agotaban los bancos, migraban a otros sectores que eran por ellos reconocidos y que con el
tiempo habían recuperado sus bancos. Esto era un ciclo. Si mal no se equivocaba ahora
estarían a una distancia de dos días de viaje. Alojó ahí y en la mañana siguiente
reemprendió viaje al sur internándose con mano segura por un dedalo de canales y día y
medio después divisó los humos de los fogones en una tranquila caleta de suaves arenas, no
bien la quilla de su bote, tocó las arenas de la playa, Juan se desembarcó siendo rodeado
por varias mujeres y niños que en ese momento se encontraban allí.. Luego desde una
choza apareció su madre que fue avisada de su llegada, corrió la mujer a la playa y se
detuvo a un par de metros de su hijo, lo miró incrédula y cuando no tuvo dudas, se lanzó a
los brazos de su hijo que sonreía con el corazón rebosante de ternura, no cruzaron palabras
y tampoco las necesitaban, todo el amor de esa gastada mujer ponía en su garganta una
especie de ronroneo y sus ásperas manos acariciaban la espalda de su hijo
Juan y su madre se dirigieron a la choza, mientras sus hermanos se encargaban
del bote y admiraban y alababan su recia construcción y los paquetes con los regalos los
transportaron a la vivienda
La mujer no se cansaba de mirar a su hijo, este, después de la alegría y los
saludos, se sentó un costado del fogón y mientras recibía un cuenco con comida se dedicó a
comer premunido de una valva de choro como cuchara, sin hacer comentarios, mientras el
alrededor su madre parloteaba sin parar en su lengua ancestral que era el que toda la
comunidad hablaba. Al término de la comida, Juan preguntó por su padre y por su abuela.
La pregunta la hizo lentamente pues hacía tanto tiempo que no hablaba su lengua, que le
costó ordenar las palabras pues su fonética era bastante complicada. Su madre, bajando la
cabeza le respondió que a su padre lo habían encontrado el invierno pasado, sobre unas
rocas bastante lejos del poblado, muerto , junto a los restos de su dalca y la abuela, hacía un
otoño que se había marchado con los espiritas. Sus cuerpos habían sido purificados e
incinerados como lo ordena la tradición.
Estas dos noticias no habían producido estallidos de desesperación, pues la
muerte entre los nativos es solo el paso natural ya que donde realmente se vive es en el
reino de los espíritus en donde todos los parientes y amigos son felices y están juntos y el
cremarlos, los ayuda a limpiar sus almas de alguna falta de la que no se arrepintieron.
Juan respondió en forma muy parca a las mil preguntas que su madre hacía, la
última fue si venía a quedarse o si partiría nuevamente, éste respondió que todo dependía de
las conversaciones que tendría con los ancianos y los hombres de la comunidad.
A su madre le entregó las telas de género y en algun rincón de la choza guardó
las herramientas, tomó el paquete que contenía un chal de lana negro y después de
preguntar en donde vivía la curandera, salió de la choza. Al salir se encontró con mujeres y
niños que esperaban en silencio verlo aparecer. Juan les dijo que avisaran a sus hombres
que pronto los llamaría a conversar y se dirigió a la vivienda de la vieja. La encontró
trajinando en su ahumada choza, al ver al joven fue a sentarse a un lado del fogón, Juan le
alargo el paquete y sentó en frente de ella, al lado del hogar.
- Como estás muchacho, te estaba esperando.
- Como sabías que vendría, anciana. Respondió éste.
La vieja no contestó, en cambio tomo un manojo de hierbas y las arrojó al
rescoldo. Las secas hierbas parecieron retorcerse entre las brazas y de pronto ardieron con
vehemencia iluminando y llenando la habitación de aromas de la montaña.
-¿ Llevas el collar todavía?. Le preguntó la vieja, apuntando con su
descarnado dedo, el cuello del joven. Éste inconcientemente se llevó la mano al cuello y
abriendo la camisa, dejó ver el collar que seis años antes, le había entregado la abuela.
- ¿ A que has venido? ¿ Que interés puedes tener en este grupo de gentes
ignorantes? . Tú, a estas gentes, no las necesitas.
- En eso, anciana no te equivocas, los que me necesitan son ellos.
- Y que puedes aportarles a lo que ya ellos saben, si as pasado la mayor parte
de tú juventud con el hombre blanco y lejos de tu comunidad.
- Mira anciana, todos estos años que e pasado lejos de la comunidad, esta
experiencia a sido rica y me empeñaré en cambiar el modo de vida de mis gentes, para que
no pasen hambre en invierno y para que no mueran viejos y sobre todo niños, sin poderlos
defender de sus necesidades.
- Toda la vida ha muerto gente de la comunidad, y eso es natural, no todos
tienen que hacer el camino completo. Dijo la curandera mientras que con ambas manos se
mesaba la cabeza.
- Tenemos todo a la mano para mejorar la vida de todos, creo que los
hombres me respaldaran, todo cambiara para mejor.
- Sé para que me viniste a ver, tienes el carácter fuerte y tus ideas las
defiendes asta el final, aquí tendrás la oportunidad de llevarlas a la realidad, todo cambiará,
pero al final no serás feliz. Tus sentimientos, pero no estarás solo, hay espíritus que velan
por ti. No olvides que nunca debes quitarte el collar que tu abuela te entregó, y diciendo
esto se retiró a un rincón de la choza y no habló más, Juan dejó el regalo al borde del
asiento y se retiró.
De la conversación con la anciana rescató que esta lo apoyaría y a la advertencia
no le dio importancia. Solo quedó pensando de cómo la vieja sabía lo que él deseaba
discutir con ella, si con nadie había hablado todavía y mientras recorría la caleta ,
saludando a sus habitantes, se olvidó totalmente del dialogo sostenido.
Se presentaba la tarde, cuando una dalca tocó la playa, de ella desembarcaron un
anciano y un niño. El viejo de cargadas espaldas pero todavía de firme andar abrazó al
joven viajero y le dio la bienvenida, el chico se hizo cargo de la dalca y sacó de su interior
una ristra de róbalos y los aperos de pesca. El viejo tomó del brazo al joven y se dirigieron
mientras conversaban al extremo sur de la caleta, ambos se sentaron en una piedra laja que
hacía las veces de balcón.
La conversación fue larga, el viejo preguntaba, el joven respondía y daba
amplias explicaciones, enfrascados en ese dialogo, los sorprendió la fresca noche, la luna
curiosa, asomó por entre los volcanes para tratar de oír lo que urdían ese par de sujetos a
orillas del mar.
Con las primeras luces del alba, Juan acompañó a su choza al anciano, ya no
dormiría, se paseó por la orilla de la playa y mantenía un dialogo interno, que nunca como
ahora tenía mas sentido lo que trataba de emprender.
Al atardecer y a medida que iban regresando de las faenas de pesca y mariscar,
los hombres se fueron reuniendo, todos traían atados de leña para alimentar el fuego de la
reunión que se celebraría en la vecina explanada. Juan llegó acompañado del anciano y de
la curandera y se sentaron en una laja. Cuando ya no faltaba nadie, Juan se levantó y saludó
a algunos que no había visto. Un centenar guardaba un silencio expectante.
Juan se dirigió a la concurrencia y habló largamente, lo hacía lenta y claramente
para que todos no tuvieran dudas de lo que decía. La noche calló en la caleta y todos
mantenían la mayor atención al orador. En una pausa fue encendida la hoguera y el
monologo siguió empapando el cerebro de los asistentes y cuando la luna cruzó el valle de
las luciérnagas, Juan dio por terminado su planteamiento, los rostros de los oyentes de suyo
inexpresivos, ahora parecían tener deseos de preguntar cosas que no estaban al alcance de
su básica lógica y deseaban preguntar, y mientras unos alimentaban la hoguera otros hacían
cataratas de consultas que se lanzaban por los mas jóvenes y todas fueron respondidas por
Juan. El alba los sorprendió y nadie se movía de sus lugares. Cuando ya no quedaban dudas
que aclarar. Juan eligió a seis jóvenes que lo acompañarían a la primera parte del proyecto y
a veinte adultos que saldrían durante el día a recorrer los canales para elegir nuevos
terrenos donde se afincarían. El alba llegó y los habitantes se fueron retirando a sus ranchas
mientras se comentaba el proyecto.
A medio día salieron las dalcas y como un abanico, se dirigieron a todos los
puntos cardinales con el objeto de reconocer los terrenos mas apto para trasladarse y mas
tarde salió el bote de Juan con seis acompañantes en dirección a la isla grande. Estos
últimos habían embarcado las hachas y cuerdas confeccionadas con cuero de lobo que las
hacía tremendamente resistente, mariscos secos y aperos de pesca. La navegación se hizo
agradable con una brisa de sur que era cazada con la vela. Juan al timón, aprovechaba para
enseñarles a gobernar la embarcación en función de vela y timón, en las tardes
desembarcaban en alguna playa y mientras una hacía una fogata, los otros pescaban o
recolectaban mariscos, así al tercer día, llegaron a la comunidad de Quellón, el cacique los
recibió y les ofreció albergue. Descansaron y pescaron el resto del día. Juan le confidenció
que estaban ahí para ir asta la playa de Cucao ya que un sueño recurrente de la curandera le
decía que los hombres ahí presentes tendrían que pisar sus arenas y pasar veinte noches y
así conformar a los espíritus ya que si no se hacía, muchas desgracias caerían sobre la
comunidad. El cacique, impresionado por tan extraña demanda, no tuvo reparos en permitir
que el grupo atravesara sus tierras y fuera a esas inhóspitas arenas.
Tres días después, el grupo salía del poblado después de haber rechazado la
generosa oferta del jefe de que los acompañe un guía. Juan se lo agradeció pero le recordó
que él había estado en el viaje anterior acompañando al grupo de jóvenes en el viaje de
maduración y no tendría problemas en llegar.
Fueron seis días de pesadilla, que tuvieron que soportar el grupo viajeros, Juan
fue el guía que organizó la travesía y se emplearon las hachas y las cuerdas que salvaron la
vida en varias oportunidades al magro equipo, asta que al sexto día, vieron el mar y
extensas arenas. Cuando pisaron las arenas de la playa, Juan reconoció de inmediato el
lugar y mientras los jóvenes cortaban ramas para hacer una choza, Juan se aventuro solo
por la enorme playa y su sentido analítico le habló de donde venían esas arenas amarillas.
En algunos sectores de la montaña, estas tenían grandes heridas producidas por los torrentes
de aguas lluvias que se canalizaban por las quebradas arrastrando árboles, rocas y grandes
cantidades de barro que se depositaban en las arenas de las playas y las altas mareas se
encargaban de lavarlas, quedando al final, pepas del amarillo metal, que tanto enloquecía a
los hombres. Los inviernos por esos lados serían cosa seria. Juan no podía saber que lo que
producía estos aludes, empezaba tiempo antes con tempestades eléctricas que descargaban
rayos sobre la montaña y esto producía grandes incendios que solo se apagaban con la caída
de las lluvias.
Juan encontró varias pepitas y se las mostró a los muchachos explicándola cual
era la tarea. En la tarde ya habían recolectado cierta cantidad. Éstas fueron guardadas en
bolsas de cuero de congrio.
Esta cansadora tarea los estuvo ocupado todo el verano y parte del otoño y la
rutina era que uno preparaba los alimentos y los otros recolectaban, en la tarde, todos se
reunían, entregaban lo recolectado y se alimentaban. Juan permanentemente los estaba
preparando para el enorme cambio que tendrían sus vidas ya que se había guardado la idea
de volver a lo de Don Matías pues ellos serían los principales apoyos para el cambio y le
agradaba que el grupo fuera tan receptivo a las nuevas ideas.
Antes que empezaran las grandes lluvias, Juan concluyó que lo recolectado
sería suficiente para cubrir las necesidades de la comunidad y avisó que al día siguiente
regresarían a Quellón. La travesía de las montañas de Cucao los dejó agotados y al llegar a
la comunidad, estuvieron dos días descansando para poderse reponer, al rayar el alba del
tercero izaron la vela del bote y salieron con dirección al norte, el viaje fue sin
inconvenientes y los muchachos siguieron practicando la navegación a vela y timón. Dos
días y medio mas tarde, la quilla de la embarcación rozó las arenas de la playa, arriaron la
vela y mientras Juan partía a la pulpería, los ayudantes, desaparejaban el bote.
Don Matías se contentó cuando vio a Juan y a gritos llamó a su mujer para que
viniera a saludarlo. La vieja dama también se sintió complacida de ver a Juan y le ofreció la
casa por el tiempo que se quedara, Juan agradeció pero dijo que venía con seis hombres con
la intención de que aprendan las labores de lo que se hace en esa comunidad, para eso pidió
al dueño de casa, que hablara con los maestros para que los reciban a lo que el viejo
accedió, lo del alojamiento, Juan solo pedía una esquina del galpón de los aperos para él y
sus acompañantes. Antes de volver con los suyos, solicitó pantalones y una camiseta para
los suyos, esto sería.
Después del jolgorio de vestirse y verse ridículos, se instalaron en el galpón y
más tarde los saco a conocer el pueblo, les mostró las casas, las calles, los establos en
donde conocieron a los vacunos y las ovejas, las huertas. Todo llamaba poderosamente la
atención de los jóvenes. Evitó mostrarle la iglesia pues no quería tener que dar
explicaciones para las cuales no tenía argumento ni respuestas. Más, en el taller del herrero
Juan se detuvo extensamente explicando lo que hacia su dueño. Este bonachón hombre
causó terror y fascinación a los muchachos cuando hacía campanear los hierros en el
yunque con su gran martillo haciendo saltar chispas y trozos de escorias, por último les
mostró una casa en construcción y observaron como los carpinteros cortaban y clavaban
trozos de madera dando forma a la estructura. En la tarde, ya de regreso al galpón, les
mostró que era una huerta y les explicó para que servía y para que eran las hierbas que ahí
se cultivaban.
En la tarde, después de la cena, Don Matías mandó a buscar a Juan y ambos
comentaron los hechos transcurridos desde la última vez que se vieron. Ahora, el joven le
pidió a su ex patrón que le permitiera a él y a su gente quedarse y les consiga una
ocupación en las diversas labores que les servirían mas adelante cuando se materializara el
proyecto, además venía el invierno y no había mucha actividad.
Al día siguiente y previa conversa con el nuevo cura, que se hizo cargo de la
capilla y veía con buenos ojos estos actos de cristianización de los nativos para el
crecimiento del rebaño del Señor. Los tres llevaron a los muchachos a presentarlos en
donde sus futuros maestro, ningún vecino se negaría a un pedido del señor cura que ya
conocían su carácter y no pensaban ponerlo de mal humor. Todos quedaron enganchados
con las actividades de la comunidad y Juan se encargaría de la práctica del español.
En la noche Juan y Don Matías volvieron a reunirse y el `primero le confesó al
viejo que el motivo principal del viaje tenía dos objetivos. Primero, ir las playas del otro
lado de las montañas y recolectar pepitas amarillas y para eso estuvieron todo el verano y
segundo la traída de sus compañeros para que aprendieran las labores que se hace cuando
se vive en comunidad, dicho esto, partió al galpón en donde estaban sus compañeros y
regresó con un grupo que portaban las bolsas que contenían el preciado metal. Don Matías
abrió los ojos y no quería creer las cantidad de bolsas que depositaban encima de la mesa,
el viejo, tomó un puñado de pepas y las examinó, comprobando que eran de buena ley,
luego, tomó el peso de una de las bolsas de cuero y calculó su peso y mentalmente su peso
lo multiplicó por el número de bolsas y sin salir de su asombro le dijo a Juan que con eso
tenía para comprar todo lo que se necesitaba para el plan incluido los traslados en donde
quisiera instalarse.
Los jóvenes fueron dotados de más ropa y algun día se acostumbrarían a usarlas,
ahora solo se la ponían porque Juan poco menos que los obligó.
El primer mes lo pasaron trabajando en el campo de Don Matías y en la huerta
de la parroquia y principalmente Juan les enseñaba el idioma que de a poco fueron
entendiendo. El segundo mes, el cura les fue consiguiendo un puesto de aprendiz en las
diferentes ocupaciones que se efectuaban en la comunidad. De a poco iban venciendo la
natural timidez y la inicial desconfianza a esto que para ellos ni siquiera lo soñaban
El buen tiempo ya se había afirmado y Don Matías se preparaba a viajar a Puerto
Montt, un poblado que se estaba expandiendo en razón de la llegada de colonos alemanes
traídos por el agente de colonización, ya contaba con un pequeño muelle y varias casas y
cerca del muelle, un establecimiento dedicado al comercio de herramientas, ropas, y
amantillo para embarcaciones. Dirigido por un alemán de rígido comportamiento y de
activa tradición protestante. Con este hombre, Don Matías hacia sus compras de
mercaderías. Con Juan repasó la larga lista de cosas para la comunidad y se permitió
agregar otras que también serían útiles.El metal amarillo ya lo habían asegurado y el viejo
insinuó al muchacho para que lo acompañara, a lo cual Juan se negó aduciendo que él
hacía mas falta ahí pero en su lugar podía pedirle al cura para que lo acompañara, él estaría
con sus compañeros y ayudaría a la señora en los quehaceres de la pulpería.
Al señor cura no le desagradó la idea pues tenía pensado viajar a Ancud a hablar
con sus superiores, esto podría ser cuando regresen, el cutter del vasco debería pasar en
diez días así que solo esperaban su recalada.
El viaje fue sin novedades y el cura siendo franciscano hablaba bastante bien el
alemán lo que fue muy útil para tratar con mercader. Don Matías sabía como negociar y
solo declaro que la gran cantidad de mercaderías eran para un negocio que pensaba instalar
y quería aprovechar que tenía ahora los fondos. El alemán vio la gran lista y no hizo
comentarios, solo se abocó a ver la manera de cumplir con el pedido ya que este le daría
buenas utilidades, tendría que agenciarlos en Valparaíso e iría el mismo a gestionarlos, por
su experiencia , podía tenerlos en Melipulli por las fiestas de año nuevo. A la hora de hablar
de dinero. Aparecieron las bolsitas de pepas de oro y cuantificado el valor de la onza y total
del valor de la compra, esta se pago íntegramente demostrando la confianza que tenía en el
alemán. Don Matías hizo sus compras personales y de la lista de Juan trajo todo lo que
podía encontrar. Con el cura, emprendieron el regreso y este se quedó en Ancud para hablar
con sus superiores.
Don Matías tuvo tiempo observar al capitán del cutter, un vasco alto y
desgarbado que tenía la capacidad de proferir maldiciones por una hora y sin repetir
ninguna, este hombre recorría las islas haciendo fletes y llevando ganado ,lanas y maderas
para Melipulli y también a Punta Arenas y Valdivia. Era bastante conocido en los puertos.
Al llega a su casa se encontró con Juan y con los muchachos y con una yunta de bueyes
llevaron la mercadería a la pulpería, por la tarde entregó un detallado informe de las
compras efectuadas, asegurando que las mercaderías estarían en Chonchi en unos cinco
meses más. Juan dijo que los muchachos estaban aprendiendo el trabajo que eligieron y se
llevaban bastante bien con los maestros pero estaban algo inquietos por ver a sus familias.
De esta manera todo el grupo regresaría a la comunidad y después de treinta amaneceres,
regresarían para esperar la llegada de las mercaderías. El viejo declaró que había sobrado
un tercio del oro reunido e intentó devolvérselo a Juan. Este tenía otra sorpresa para Don
Matías cuando le pidió que le comprara vacunos cerdos y lanares que serían muy necesarios
para el progreso de la comunidad. Dos días después y aprovechando el repunte de la marea
la chalana quedó a flote y salía la con todos los muchachos rumbo al Archipiélago llevando
las herramientas que trajo el comerciante. El viejo se quedó en la playa, despidiendo a los
viajeros invadido de una sana envidia. Estos jóvenes tenían la posibilidad de construir su
propio mundo, cada desición que tomaran de aquí para adelante beneficiaría o afectaría el
futuro inmediato de toda su población y aquí la figura de Juan se agrandaba en los ojos del
gallego y su admiración por el muchacho se hacía mas potente, él le ayudaría a lograr su
sueño ya que sus años no le permitían participar en esa gloriosa locura. El éxito de Juan,
también sería su triunfo.
El invierno había pasado con su carga de lluvias y días oscuros y perezosos. El sol
empezó a calentar la atmósfera y los árboles a vestirse de ese verde que solo en esas tierras
la naturaleza dota al reino vegetal.
El viaje fue bueno y apoyado por suave viento favorable, al cuarto día llegaban a la
caleta donde fueron recibidos por la totalidad de la población y la alegría de los niños,
muchas manos se prestaron para arrastrar la embarcación y retirar los cajones de a bordo. El
resto del día lo ocuparon en descansar y alimentarse. La noche se presentó lluviosa y Juan
salió solo a la playa a sentir los aromas que emanaban la montaña y los fuertes efluvios que
ofrecían el mar y las algas que depositaba la marea en la arena.
La madrugada se presento despejada, las nubes se habían trasladado al norte y el
sol pronto asomaría por los picachos de la cordillera. Al salir de la choza Juan era esperado
por los hombres que se habían reunido en torno a los cajones, este ordenó abrirlos y sobre
un planchón de laja fueron depositadas todas las herramientas y cubrieron los metales con
grasa de lobo para preservarlas.
Por la tarde se reunió la comunidad y escuchó con mucha atención lo que Juan
relató, de cómo sus compañeros fueron aceptados en esa comunidad blanca y las cosas que
aprendieron, de las cosas que pronto llegarían y lo que ahora realizarían haciendo fuerza en
que todos debían ayudar para que las cosas salgan bien. Después, uno a uno, los encargados
de ver las islas para la ocupación fueron dando sus razones. Al final quedaron tres pasibles
lugares que requerían para sus fines, Juan les dijo que en dos días saldrían para verificar las
bondades de cada una y que al día siguiente irían a la montaña cercana a ver los cipreses y
alerces que tendrían que derribar para hacer embarcaciones más grandes y mas seguras que
sus dalcas, para el uso de la comunidad.
Temprano en la mañana, una larga fila de hombres y jóvenes, se internaba en el
bosque premunido de hachas y cuerdas, Juan con su hacha fue señalando una docena de
ejemplares. Los jóvenes que habían acompañado a Juan fueron los primeros en empezar a
talar y la montaña conoció un nuevo sonido que en el futuro la destruiría. Ese día
derribaron tres alerces y los jóvenes se encargarían de instruir a los otros en el manejo de
las hachas, por su parte Juan salio en la chalana con los tres hombres que habían dado las
características de las islas que fueron seleccionadas, en una semana recorrieron las tres islas
y efectivamente había una en especial que tenía la extensión y planicie requerida, había
mucha quila, maqui, ciruelillo y lengas. Se determinó que esa sería su nueva casa y ya no
habría que andar moviéndose constantemente. Esto a los hombres les produjo cierta
confusión pero nada dijeron, la curiosidad era mayor, no lograban entender la idea de
quedarse en un solo sitio, pero ya se vería. Lo que sí se hizo de inmediato fue provocar una
gran quemazón en la isla, esto ayudaría a los trabajos de despeje de los terrenos de
labranza.
El regreso a la comunidad dio paso al trabajo de volteo de más alerces y cipreses,
cortados con serruchones y arrastrados asta los lugares que serian aserrados Juan y los
compañeros de viaje, armaron dos bancos para aserrar y después de ingentes esfuerzos
lograron instalar un gran trozo de alerce sobre él y luego los jóvenes que habían aprendido
esta labor en el pueblo, iniciaron esta tan necesaria tarea que con el tiempo todos la
dominarían y les ayudarían a lograr una vida nueva. Este pesado trabajo fue dando frutos,
de a poco se empezaron a acumularse anchas y rojas tablas y tablones que eran
encastillados como lo habían visto en el pueblo, para que el viento le ayudara a secarse.
Juan se encargaba de vigilar cada trabajo y mientras cooperaba , impartía consejos para
superar lo que algunos no entendían.
La etapa siguiente sería construir una docena de grandes chalupas para que se
transporten las gentes y los animales, para esto era necesario que llegaran las mercaderías
encargadas.
Cumplido el plazo más o menos calculado, Juan designó a su hermano para
que se hiciera cargo de dirigir la tala y aserrado de las maderas y él y tres jóvenes partieron
con destino a Chonchi a esperar las mercaderías prometidas. Al llegar, se presentaron en el
negocio de Don Matías y este los recibió con gusto y una enorme lista de preguntas de
cómo andaban las cosas porque el viejo se sentía participe de la aventura, aplacadas sus
inquietudes Don Matías calculó que el cutter demoraría algunas semanas en recalar en el
muelle. Los cuatro volvieron a ocupar el galpón y regresaron a sus puestos de aprendices en
el astillero. Tres semanas después, una mañana amaneció el cutter el la ensenada y después
de arrear un bote en que venían dos remeros y de pié, un grueso y tosco hombre que vestía
un grueso y largo chaquetón azul y una sebosa gorra de capitán, al desembarcar lo
esperaban Don Matías y Juan, el comerciante lo invitó a su casa y los tres se dirigieron al
pueblo. Pasado el almuerzo encendieron sus pipas y hablaron de lo que estaba pasando en
Melipulli y como seguían llegando colonos alemanes, ahora era necesario hablar dos
idiomas para hacer negocios. Esto daba algún movimiento al negocio de carne seca,
vacunos en pié y las papas ya que había que alimentar a lo recién llegados.
La dueña de casa trajo en una bandeja una botella de licor de oro y dos vasos que
sirvió a los mayores pues sabía que Juan repudiaba el alcohol- La conversación continuó
asta la tarde, el capitán había sacado de uno de sus hondos bolsillos una botella de coñac
francés y lo sirvió generosamente. Don Matías antes de embriagarse , cambió el tema
cuando le dijo al capitán que las mercaderías no serían desembarcadas aquí sino en algún
lugar a tres días de navegación y que Juan lo guiaría, El vasco casi se ahoga y se contuvo en
explotar y a borbotones alegó que el alemán le había pagado el flete asta Chonchi y que ahí
dejaría la mercadería y que era eso de ser guiado por un indio que no sabe que es una carta
de navegación y se lo decía a él que tenía cuarenta años navegando por esas malditas islas.
Don Matías esperó que terminara la rabieta y dijo que el sabía perfectamente que el flete
estaba contratado asta Chonchi pero la verdad era que las mercaderías serían llevadas al
archipiélago y que los tres días de navegación que significaban llegar a ese lugar lo
negociarían ahora y en cuanto al guía, indicando a Juan, él puede ir y volver con los ojos
vendados las veces que quiera, que por eso no se preocupara.
A regañadientes aceptó la idea pero puso un precio muy elevado al flete y ahí se
trenzaron, vasco y gallego en la discusión que finalmente se zanjó cuando Don Matías hizo
referencia de pasada que había un capitán griego que se estaba dedicando al flete a las islas
y era bastante mas consecuente, esto termino con la disputa y se estableció un precio justo.
Don Matías fue a su dormitorio y regresó con una bolsita de polvo de oro y una balanza, a
la vista de todos y una vez calculado el valor de la onza procedió a pesar el equivalente y en
una bolsita mas pequeña se la entregó al capitán, este se la echó en uno de sus insondables
bolsillos y en otro metió la botella de licor, antes de cruzar la puerta, se dirigió a Juan
diciéndole que estuviera al amanecer en la playa.
Al amanecer estaba Juan con sus muchachos y Don Matías. Del cutter se
desprendió un bote con un remero y el capitán de pié y las manos en los bolsillos, saltó a
tierra y extendió la mano en son de despedida mientras le preguntaba si ese indio sería
capaz d llevarlo a destino o lo estrellaría en algún roquerío, el comerciante, seriamente le
replicó que no tuviera temor porque se joven era el verdadero Señor de los canales y que
estaba en buenas manos. Al llegar a bordo el capitán miro a los cuatro nativos y a modo de
comentario agregó que a parte de ser dirigido por un indio casi salvaje, también tenía que
alimentarlos, Juan al sentirse aludido, solo le respondió que por la comida no se preocupara
pues ellos traían la suya y se dirigieron a asegurar el bote de Juan.
El capitán, parado en medio de la cubierta y con los brazos en jarra empezó a
vociferar a los tripulantes y daba las órdenes de soltar las velas. Cuando el cutter navegaba
a la cuadra del extremo sur de la isla grande, recién se acordó de Juan y lo mandó a llamar
y a modo de prueba le mostró la carta. Juan no dignó a mirarla pero observó detenidamente
el horizonte y alargando el brazo indicó una dirección un poco mas al sur este.
Siga este rumbo asta ver las primeras islas, ahí será el momento en que lo
acompañe para entrar al archipiélago, dicho esto se retiro del puente. El capitán marcó el
rumbo que el indio le señalara y ordenó al timonel que no se desviara ni un metro sino se
las vería con él. Como a las cinco de la tarde se acercaron a la primera isla y Juan se fue al
puente y al lado del timonel iba señalando los puntos mas seguros de navegación, el capitán
que era bastante profesional, tampoco se apartó del puente y marcaba en la carta cada
referencia a medida que se internaban en el dedalo de canales. Con las sombras de la noche
casi encima, Juan se volvió al capitán y le dijo que era mejor fondear en una pequeña caleta
que él le indicaría para pasar la noche, que la marea estaba alta y había que cuidarse de asta
donde bajaría para no quedar en seco. Dicho esto regresó con sus compañeros. El capitán
ordenó el fondeo y dejó turnos de guardia por la marea. La navegación se reanudó sin
inconvenientes dirigidos por la segura memoria del nativo. Dos días y medio mas tarde el
cutter arrojó anclas en una pequeña ensenada y muchas dalcas salieron a recibirlo.
Ayudados con la pluma del barco y mucho esfuerzo. Los pesados bultos fueron
trasladados desde los botes del cutter asta la playa en donde ansiosas manos se aseguraron
que el agua no los mojaran, para eso instalaban largas tablones de ciprés y con cuerdas eran
tirados a la parte más alta de la caleta. Descargado el último bulto, el capitán ordenó izar las
anclas, Juan dijo adiós al capitán no sin antes decirle que para pasar la noche lo mejor sería
que avanzara hasta la próxima ensenada y mantuviera prudente distancia de la orilla y
regresó a la playa en su bote. La nave soltó la mitad del paño y aprovechando la corriente,
lentamente avanzó hasta desaparecer por un recodo que hacía la isla y luego se fondeó en
la ensenada para la mañana temprano proseguir su viaje al norte.
El capitán, hombre de pocas palabras y grandes ambiciones, estuvo discurriendo
durante la travesía y algunas cosas no calzaban definitivamente pues se escapaban de la
lógica. El viejo Matías compraba grandes cantidades de herramientas, clavos, fierro en
lingotes y asta una gran fragua con fuelle, calderos y cadenas para colgar y todo esto
pagado con oro en polvo, el flete, pagado con polvo de oro y el segundo flete también
pagado con oro en polvo, al llegar los recibe una miserable comunidad de nativos semi
desnudos que habitan unos toldos paupérrimos y no se ve la presencia de ningún blanco
dirigiendo nada. El vasco llegó a la conclusión que esta no era la instalación de una faena
maderera que se iniciaba por encargo del viejo comerciante. A este lo conocía y nunca
había tenido dinero ni la audacia que se requiere para estas cosas, sus pensamientos
entonces apuntaban a Juan, para lo cual, en el viaje trató de sonsacarle algo de lo que estaba
pasando y él no lo sabía pero Juan resultó tan lacónico como todos los de su raza y no sacó
nada en limpio lo que provocaba mas rabia en su fuero interno.
Juan convocó a la comunidad y les hizo saber que ahora empezaba la mejor
etapa, un grupo se dedicaría juntos con las mujeres y niños a recolectar alimentos, otro
grupo debería seguir aserrando maderas, ese grupo lo guiaría uno de los jóvenes que mejor
entendió esa manera de trabajar cuando estuvo en Chonchi y el otro grupo, dirigidos por él
levantaría un cobertizo con un techo para reguardar las mercaderías. Así, se despejó un
trozo de terreno plano, en un lugar en que no llegaba la marea y los jóvenes que estuvieron
en el pueblo tomaron palas y azadones y con la dirección del líder hicieron una cantidad de
agujeros bastante profundos, observados por la atenta y sorprendida mirada del resto de
nativos ya que para ellos era algo incomprensible. Después se seleccionó una viga de ciprés
por cada agujero y se uniformaron los largos. Juan pudo darse cuenta que los nueve jóvenes
que llevó al pueblo, habían entendido perfectamente la idea de aprender todo lo que fuera
útil para lo que venía, y con satisfacción se dio cuenta que sí entendían y podían
desenvolverse bien. Mientras unos hacían agujeros a las vigas con largos taladros, otros
fabricaban tarugos de la misma madera, luego se armaron las serchas que fueron
remachadas con estos tarugos de madera. Cuando todas las serchas estuvieron listas, estas
se fueron levantando de a una y finalmente la estructura del galpón estaba lista, se
instalaron las vigas del cielo y con las tablas aserradas se cubrió el techo, después serían los
costados los que se cubrieron con tablas traslapadas y tres días después estaba listo el
flamante galpón donde se apresuraron a trasladar los cajones.
Todo esto causó una revolución en esta comunidad tan pequeña y primitiva, los
jóvenes a los que había llevado Juan a Chonchi para que aprendieran las cosas esenciales
para vivir en comunidad estaban muy contentos por la posibilidad de hacer cosas por su
gente, el resto de la comunidad miraba absortos y maravillados lo que sus hijos habían
aprendido, cosas casi mágicas bajo sus mismos ojos y eran también invitados a participar
en esas cosas. Juan, en silencio se alegraba de haberse atrevido a arrancar a los muchachos
del seno del hogar y llevarlos a lugares desconocidos para que aprendieran cosas nuevas y
útiles para su pueblo y estaba seguro que en las otras actividades también darían buenos
frutos, esto no lo dijo pero estaba seguro. También estaba convencido que toda la gente de
la comunidad tenía muchas facilidades de aprender a trabajar en maderas ya que desde
siempre ésta fue material para todo lo que hacía.
Ya apartado y guardado todo lo que trajo del continente, Juan avisó que se
empezaría a construir una docena de chalupones para el uso de la comunidad y que todos
participarían. Aquí aparecieron los viejos que se encargaron de recolectar maderos curvos
para hacer las roas según el modelo que les entregó Juan y fueron labradas al milímetro. Al
mes siguiente, una docena de chalupas se proyectaban el la estrecha caleta.
Juan hablaba periódicamente con la machi y esta no tenía comentarios sobre las
frenéticas actividades que ocupaban a todos los integrantes de la comunidad y éste se daba
cuenta que la vieja no quería influenciar en las cosas terrenales y eso, Juan lo agradecía,
pero, sentados uno frente al otro en el fogón de la choza de la curandera Juan dejó escapar
cosas que seguramente ,hacía tiempo lo angustiaban pues algunas noches despertaba con
pesadillas en donde veía que sus proyectos destruían a su amado pueblo. Esas noches
hacían dudar de las bondades de su cruzada. – Dime anciana, quiero que seas franca
conmigo, dime que piensas de todo esto. La vieja tomó con calma un atado de hierbas y las
arrojó al rescoldo de su fogón y respondió.
-Te conozco desde que te ayudé a venir al mundo, te vi crecer y siempre supe que
no eras como los otros chicos que corrían por la playa, todo en ti estaba preparándose para
traer otra forma de vida a esta comunidad, te veo con la fuerza de los que están señalados,
yo te seguiré pero ya estoy vieja, cada miembro de la comunidad tendrá que decidir, en
algun momento como enfrentar su mañana. También agregó que debía tomar una esposa,
que tenía demasiadas responsabilidades y la compañía de una mujer calmarías sus
ansiedades. Juan respondió que esas ansiedades eran lo que no le permitía tomar una
esposa, ya sería el tiempo para eso. También le comentó lo cansada y vieja que se sentía,
que estaba enseñándole a una niña muy joven su arte y que en sueños la vio ocupar su lugar
para cuando ella falte. Al abandonar la choza Juan le dijo a la vieja que no se preocupara,
que ella nunca iba a morir. La vieja viera querido seguir hablando, pero se le heló la sangre
al escudriñar el futuro del muchacho, y guardó un pesado silencio.
Los chalupones estaban listos, solo tenían que calafatear las costuras de las tablas
de los cascos y untarlos con la brea que había en los tarros, se trajo cáscaras de alerce y
convenientemente macerada se hacían trenzas y se introducías entre las costuras con un
martillo calafateador, solamente replicaban lo que por meses vieron hacer y practicaron en
el astillero.
Con las grandes mareas de primavera, las chalupas flotaron y los hombres les
instalaron firmes mástiles y las velas. A todas las dotaron de cuatro remos. Las
embarcaciones, como pájaros salían todas las mañanas con tripulaciones que practicaban la
navegación a la vela y timón y con los remos, Juan los alentaba a la práctica intensa pues
esa sería su manera de trasladarse.
Ya entrada la primavera, las primeras bandadas de aves migratorias empezaron a
llegar y las playas se llenaban de aleteos y reclamos por los mejores sitios de anidación, era
este el momento de también ellos desplegar las alas. Se convocó a una asamblea y Juan
explicó largamente las cosas que ahora había que hacer y necesitaba la ayuda de todos.
En una luminosa mañana y con la cooperación de todos se embarcaron en las
chalupas todas las mercaderías que aún estaban embaladas y todas las herramientas de la
comunidad. La mitad de los hombres aptos para trabajar duro salieron con destino a la isla
que sería el nuevo hogar, siempre guiados por Juan.
Observaron que la quema había bastante efectiva y una buena parte de planicie
de la isla estaba defoliada y ahora sería fácil proceder a limpiarla.
Se eligió el lugar en donde se instalarían las viviendas y recordando la manera
como se conformaba el pueblo de Chonchi se trazaron las calles y la ubicación para las
viviendas. En el centro se harían dos grandes bodegas, una para guardar las herramientas y
la otra para guardar los alimentos recolectados, cada familia elegiría la ubicación de su
vivienda pero respetando el trazado de las calles.
Mientras unos continuaban el despeje del lugar en donde estaría la población, el
resto, premunidos de las hachas se internaron en los cerros en donde estaba el denso bosque
y iniciaron la tala de los cipreses y alerces necesarios. Se instalaron los bancos y los trozos,
montados, se tizaron las hiladas y los serruchones empezaron el fatigoso trabajo de aserrar.
Las chalupas regresaron a la aldea y Juan ordenó que la mitad de las familias se
embarcaran en las doce embarcaciones y llevaran todas sus escasas pertenencias. Toda la
operación se realizó en un ambiente festivo y donde primaron la risa de los niños y los
ladridos de los perros. Esto alegraba el corazón de Juan. Dos días demoraron las chalupas
en llegar a la isla, se desembarcó todo y mientras se organizaban las embarcaciones salían a
buscar al resto de la comunidad. Embarcados ya la última persona y el último perro,
salieron la larga columna de chalupas, dejando atrás, fogones apagados y enormes rumas de
conchas de mariscos.
La llegada del resto de los habitantes, le dio a Juan la idea de la magnitud del
desafío, pero en esto no estaba solo. Los carpinteros ya habían levantado una decena de
viviendas, las primeras las ocuparon las mujeres que estaban amantando, estas viviendas ya
tenían instalado el fogón y una olla de fierro colgada con una cadena, Juan quiso que la
curandera ocupara una vivienda central, pero esta rehusó aduciendo que ella elegiría su
lugar y pronto se internó en el bosque en busca de hierbas, seguida de cerca por la niña
ayudanta y la comunidad se organizaba en torno a los trabajos pendientes. Construir el resto
de las viviendas, la bodega de las herramientas y la de acopio.
El cutter del vasco estaba fondeado en la caleta de Ancud por trabajos de
calafateo de sobre la línea de flotación, trabajo que normalmente lo hacían los tripulantes y
eran dirigidos por el capitán. Este seguía dándole vueltas en la cabeza el tema de Juan y
esto no se apartaba de su cabeza, tejía las más disparatadas teorías sobre escondidos
depósitos de oro que el indio y el comerciante se los reservaban y sin deseos de compartir,
este tema se transformó en algo obsesivo y ya no lo dejaba dormir, sin darse cuenta estaba
bebiendo mas de la cuenta y estaba dejando de cumplir con sus obligaciones lo cual no pasó
inadvertido por los tripulantes. El contramaestre de la nave, que lo habían acompañado
desde que salieron de la península ibérica como simples marinos de cubierta en una nave de
carga, siendo casi niños, acuciados por el hambre permanente en las clases bajas en Europa
y llegaron a Chile después de mil perrerías y ya mayores habían conseguido el sueño de ser
dueños de su propio cutter, pues ambos eran socios con los dineros conseguidos no siempre
en forma legal. Pensó que debía hablar con su socio, y una tarde se presentó en la cabina
del capitán y preguntó directamente que pasaba que lo tenía en ese estado.
El capitán le habló latamente sobre lo que estaba pasando en esa perdida caleta de
Chonchi y le recordó paso por paso los sucesos desde el traslado de las mercaderías de
Melipulli a Chonchi y de Chonchi a esa miserable comunidad en ese enredo de canales, Ya
el volumen de las cosas que se trasladaron y el hecho de estar todo dirigido por un indio
que hablaba tres palabras y callaba y sumando que todo se pagó en oro en pepas. Asta un
tonto no se daría cuenta que ahí en donde fueron a dejar las mercaderías, había un cerro de
oro que el viejo Matías y el indio iban a explotar. El contramaestre, a medida que iba
escuchando el relato de su socio, iba cambiando su semblante, de la severidad pasó a la
incredulidad y de ahí a la euforia. Mientras pensaba que su socio era un hombre que tenía
ocultas cualidades y que ahora era el momento de aprovechar. Y poniendo aprueba al
capitán, objetó, ir a visitar a esos indios era prácticamente imposible por que estaban en la
parte mas perdida de ese maldito archipiélago y no había modo de rastrearlo. Por primera
vez, desde hacía tiempo el capitán soltó una carcajada. Aquello no presentaba ningún
problema, él había marcado toda la ruta desde la salida de Chonchi. La mirada que se
cruzaron fue como la firma de un contrato para ejercer la fuerza si fuera necesario y como
esto no podían hacerlo solos acordaron hablar con la tripulación para contar con ellos. El
contramaestre, esa noche los reunió en cubierta y les explicó en breves palabras que si
querían trasladarse al archipiélago para ganar un cerro de oro. La tripulación sabía que el
capitán no era hombre de andar tejiendo fantasías así que la fiebre de ora del capitán se
traspasó a los tripulantes que si deseaban poseer todo lo que el oro podía comprar. Con
frenesí terminaron los trabajos y abasteciendo de lo primordial, el cutter salió un día con
destino al archipiélago. Al dejar atrás la isla grande, el capitán no abandonó el puente y
tampoco sacó los ojos de la carta que seguía el recorrido indicado por Juan, dos días y
medio mas tarde arribaron a la misma caleta en donde desembarcaron las mercaderías de
Juan y el vasco no podía creerlo. El miserable lugar estaba totalmente vacío, habían
bastantes fogones apagados y restos de chozas y en los costados enormes rumas de conchas
de mariscos, típico de los lugares que dejan las comunidades trashumantes. De la
decepción, pasó a la ira, no era posible que esa miserable partida de primitivos se burlara y
lo dejara en ridículo ante sus hombres. Los socios bajaron a la cabina del capitán y mientras
este se revolvía en maldiciones y juramentos de venganza, el contramaestre trataba de
buscar una explicación de por qué los nativos habían abandonado la caleta y por que
razones. Media hora después, al parecer tenía una explicación y se la hizo saber al capitán.
Lo que sea que hagan o lo que exploten, no esta en la caleta. Tienen que haberse trasladado
a otra isla, el problema que encontrar esa isla podría tomarles demasiado tiempo por su
enorme cantidad.
Lo mas razonable sería volver a las labores habituales y estar pendientes de lo
que pueda suceder, y Don Matías sería el nexo para poder ubicarlos porque si hay actividad
extractiva, tendían que comprar mas mercaderías, esto tranquilizó en algo al vasco y
cuando recobró la serenidad, les dijo a los tripulantes que se tendría que esperar para
echarle la mano a ese oro porque no se sabía en donde diablos estaban, pero eso sería
mejor, si mas tiempo pasaba, mas oro estaría esperándolos. Y sin más explicaciones, el
cutter viró con rumbo al norte y desapareció entre el dedalo de canales.
En la comunidad había mucha actividad, los jóvenes que habían estado en el
pueblo aprendiendo, ahora estaban a cargo de enseñar al resto la limpieza del campo,
quemando los troncos y emparejando suelos, aserrar tablas y hacer canales por las
callejuelas para hacer correr las aguas lluvias y corran peligro de que se meta en las
viviendas, había mucha actividad. Juan, una tarde, abordó a una muchacha a la que había
elegido como futura esposa y le propuso que vivieran juntos. La muchacha accedió y al
tercer día fue a su casa y se la robó, tenía su bote preparado con comida y dos ponchos que
le había regalado la esposa de Don Matías, la muchacha se resistía un poco, como era el
ritual y desplegando la vela, la pequeña embarcación se perdió entre unos islotes mientras
el padre de la raptada profería terribles amenazas contra Juan y el castigo para su hija,
La pareja estuvo diez días arranchados en alguna isla solitaria y después
regresaron a presentarse delante la vivienda del padre, este les hizo saber, en voz
suficientemente alta para que los vecinos oyeran, que la ofensa ya estaba hecha y la única
manera de repararla era que Juan se comprometiera a alimentar y proteger a su hija y darle
muchos nietos. Después Juan entregó al padre de su mujer tres pieles de chungungo, una
piel de lobo marino y un lazo confeccionado también de lobo. Terminado el protocolo, Juan
llevó a su flamante esposa a su vivienda y él partió a las labores del campo.
Con la primavera pisándole los talones al invierno, Juan nombró a tres hombres
de la comunidad para ir al norte, al pueblo , era hora de traer el ganado encargado a Don
Matías, para esto eligieron uno de los chalupones, sin mas echaron alimento, agua y
zarparon con destino a Chonchi, al tercer día llegaban sin novedades y se presentaban en la
pulpería, los hombres alojados en la bodega y un fogón para preparar su comida y Juan
contándole como mejor podía los avances de su proyecto. El viejo comerciante se alegraba
en lo más profundo de los progresos de Juan y seguía animándolo. Después de respondido a
todas las consultas del viejo, Juan pregunto que como iba la compra de los animales
acordados. Ese lo había hecho con bastante diligencia ya que en su campo se veían muchos
animales vacunos y ovejas y en la bodega yugos y aparejos para las yuntas de bueyes, ahora
había que esperar que el cutter pasara de regreso de Quellón para contratar el flete con el
vasco, esto sería en doce días. Los doce días Juan lo empleó en mostrarles a sus tres
compañeros la forma de trabajar de los aldeanos y la manera de tratar al ganado.
La mañana del día trece, el cutter amaneció anclado frente al pueblo y temprano,
un bote se desprendió de la embarcación y el capitán saltó a la arena de la playa y se dirigió
a la pulpería. Ahí lo esperaba Don Matías y Juan, al ver a este último, el corazón del vasco,
casi se le sale del pecho y tuvo que refrenarse para no dar un grito de triunfo pero logro
disimular y apenas le dirigió una mirada mientras se preguntaba para si mismo, que diablos
hacía el indio en el pueblo. Muy pronto lo sabría, Don Matías le dijo que necesitaban un
barco `para hacer un traslado de animales al mismo lugar en donde llevaron las
mercaderías, el vasco casi responde que en esa parte ya no había ni un alma pero
astutamente no agregó nada, Fue Juan el que dijo que esta vez estaba a dos días del lugar
anterior Don Matías le entregó al capitán una lista con los animales vacunos y las ovejas, el
hombre calculó que los animales vacunos , podría acomodarlos en las bodegas, para eso
debía despejarlas y dejar en tierra lo que por el momento no ocuparía, las ovejas quedarían
en cubierta y ,si, podrían entrar todos los animales y algo de pasto para su alimentación.
En cuanto al precio, el vasco esta vez no reclamó pues ya sabía todo el oro pasaría
a sus manos y quien se iba a preocupar por una partida de indios salvajes perdidos en ese
laberinto de islas. Quedaron de acuerdo que los animales los bajarían a la playa y de ahí
serían empujados al mar, el cutter se acercaría lo mas posible a la costa y estos al llegar al
costado serían laceados de los cuernos e izados a bordo con la pluma del barco, esta
practica era habitual en las islas y daba buen resultado, las ovejas se trasladarían en botes y
dejadas en cubierta, Don Matías canceló el valor del flete en oro y acordaron que al día
siguiente se empezarían a bajar los animales para embarcarlos. Dos días demoró el
embarque y en la madrugada del tercero, el cutter zarpó con destino al archipiélago.
Don Matías antes de despedirse de Juan quiso hablar de cuentas y devolver el
saldo del polvo de oro que aún quedaba y que no era poco, el muchacho respondió que lo
que quedaba le pertenecía al anciano que bien que se lo merecía y se despidieron.
El cutter navegó sin novedades y al llegar a la antigua caleta, Juan le dio la
dirección a seguir y ya no se movió del puente. Los humos que se elevaban en el horizonte
próximo le indicaron a todos que ya estaban llegando. El vasco le dijo al contramaestre que
se harían todas las maniobras de descarga y cuando estuvieran con el barco desocupado
procederían a retener a Juan y los otros indios y los otros que estuvieran en cubierta para
obligarlos a entregar todo el oro recogido y obligarlos a recolectar una gran cantidad para
poder soltarlos. Los vacunos fueron depositados en el agua y los hombres desde los
chalupones los guiaban a tierra, al terminar con los vacunos llegaron todos los chalupones y
ahí se depositaron corderos, cerdos y gallinas. El vasco no pudo dejar de admirar la manera
de organizarse y la capacidad de esos nativos de aprender cosas incluyendo la docena de
embarcaciones. Juan se iba despedir del capitán cuando advirtió que sus compañeros
estaban siendo acorralados en el costado del puente y el contramaestre y el capitán tenían
unos objetos metálicos en sus manos. Después de eso, todo fue muy rápido el capitán le
exigió a Juan que tenía que entregar todo el oro recolectado y que fuera ahora ya. Juan no
entendió la amenaza y con calma quiso explicar al desaforado hombre que no había oro que
ellos no buscaban eso, solo querían sembrar y criar ganado y con una sonrisa quiso sacarlo
del gran error que estaba cometiendo el capitán pero no alcanzó a hablar, éste giró en
redondo y descargó dos balazos en el hombre que estaba mas cerca, el ruido de los
impactos atronaron en la pequeña caleta y las gaviotas que estaban en la playa huyeron
asustadas, el nativo se derrumbó como un costal y de las groseras heridas empezó a manar
abundante sangre. Todos los que estaban a bordo quedaron paralizados por un momento y
todavía con el retumbar de los disparos estallando en sus oídos. Al fin el vasco sacó la voz.
Lo siento indio, espero que sepas que estoy hablando en serio, si no obedeces, iré matando
de uno en uno a estos greñudos, tú decides y con su maligno fierro apuntó al grupo de
hombres que se apiñaban a un lado del puente. Juan quedó paralizado y no lograba asociar
a su compañero que estaba al parecer muerto en la cubierta y la petición de entrega de oro
por parte del capitán, él había enfrentado muchas veces situaciones de peligro pero por
fenómenos naturales. Por fin sacó la voz y calmadamente dijo al marino que aquí no había
oro que lo que aquí se estaba haciendo era llevar a la comunidad a otra manera de vivir, que
él a través de un sueño se le fue indicando los caminos para conseguir ese objetivo y una
señal de ella la recibió cuando estuvo sirviendo en el negocio de Don Matías, ahí vio a los
hombres que venían del otro lado del cordón de Cucao a comprar mercaderías y comentar
la abundancia de metal amarillo en las arena de las playas. No fue tan difícil asociar que
poseer esas pepas era el camino para realizar el sueño y Don Matías habían influido en
indicar la manera de coseguirlo. Explicó el viaje a esas playas y el tiempo que habían
demorado entre seis personas conseguir el metal amarillo para comprar las mercaderías y
los animales, ahora solo querían poder cumplir el sueño. Esto lo dijo con tal claridad y
convicción que no dejó lugar a dudas de la veracidad de lo expresado por el indio.
Sin saber lo que pasaba, la gente de tierra llevó los animales al corral que tenían
preparado y esperaron a que los hombres desembarcaran. A bordo estaban pasando otras
cosas, al quedar en suspenso la orden perentoria del capitán con los argumentos del nativo,
capitán y contramaestre cruzaron algunas palabras y este último ordenó a los marinos que
encerraran a los nativos en una bodega bajo cubierta mientras decidían que hacer.
El contramaestre que era un tipo mas cerebral dijo que no cabía duda que el indio
no mentía y que él también había oído que en las playas de esa costa recolectaban oro sin
dificultades, que esos indios podían reconocer la costa en donde habían estado y la única
manera de conseguir oro era yendo al lugar y haciendo que los indios le ayudaran a
recogerlo.
Aún refunfuñando, el capitán ordenó izar una vela mientras el cutter viraba con
dirección al norte, navegaron asta la punta de San Pedro en el extremo de la isla grande y
luego viraron al noreste y algo apegado a la costa. El viento era suave así que la
embarcación avanzaba al norte arrastrada por la corriente pues las velas colgaban flojas y
había mucha visibilidad ,al medio día ordenaron a Juan, subir al puente e indicar el lugar
aproximado en donde estuvieron ellos. Con las últimas luces de la tarde, este reconoció el
lugar en donde habían estado y habían recogido las pepas doradas, al ver las enormes
heridas de la montaña de donde se deslizaban las piedras asta la playa, ya no tuvo dudas y
así se expresó al navegante después de eso lo regresaron a la bodega. Los socios acordaron
que al otro día se trasladarían a tierra para establecer un campamento para pernoctar
mientras se buscaba el oro. Se bajarían los víveres suficientes se pescaría y mariscaría,
habían suficientes recursos naturales.
En la bodega, Juan trataba de calmar a sus aterrados compañeros y sin mayor
convicción les aseguraba que no morirían como el otro compañero pero, sí con mucha
fuerza les dijo que había que mantener la calma y cooperar en todo lo que ordenara el
marino. Había que estar siempre muy atento porque en cualquier momento se descuidarían
y ellos podrían arrancar en dirección a Chonchi pero que había que cruzar esa cordillera.
Con escandallo sondearon el fondo y en un lugar apropiado procedieron a fondear la nave,
la tripulación se fue al descanso y solo quedó un hombre de guardia.
Muy temprano en la mañana empezó el movimiento a bordo, cargaron algunos
víveres en el bote y este fue arreado bajando la primera partida de ansiosos hombres, en la
segunda partida iban los nativos y en la última bajó el capitán quedando un solo hombre de
guardia en el barco. El contramaestre ordenó que todos se dedicaran a instalar un lugar con
las condiciones para poder alojar en la playa y así dedicar más tiempo a la búsqueda.
Premunidos de hachas, palas y picotas, se adentraron en la floresta y pronto
acumularon firmes y largas estacas y se levantó una larga ramada techada con muchas hojas
de pangue afirmadas con coligues, los nativos fueron los que armaron la larga ramada. Una
vez instaladas las cosas el la ramada el contramaestre ordenó a Juan que mandara a sus
hombres a recolectar mariscos y que al otro día les entregaría algunos artefactos de pesca
para la alimenrtación del grupo, irían con uno de los marineros. El resto vería como el
nativo lograba recoger las preciadas pepas. Así se izo y Juan demostró que con muchas
horas de dedicación se podía reunir una no despreciable cantidad de pepas.
El capitán y el socio, quedaron encantados por la cantidad recogida y así se lo
hizo saber a los tripulantes. Estos quisieron saber como se repartiría lo obtenido y después
de mucho discutir se llegó a un salomónico acuerdo al que nadie la creyó pero aceptaron
por la necesidad de estar juntos pero ya a todos los había picado el germen de la fiebre de
oro y algunos no jugarían limpio. El capitán dijo que todo lo recolectado por todos debía
ser entregado al contra, este lo guardaría para ser repartidos cuando regresen a Ancud.
Tres días llevaban trabajando todos los integrantes de la partida, la recolección
era bastante buena y los marinos fantaseaban de que harían cuando llegaran a Ancud, pero
no contaban que la ansiedad y la avaricia golpea fuerte el espiritu de las personas a las que
son atacadas por la fiebre del oro y junto con los deseos llegaron las delaciones de que
algunos hombres no estaban entregando todo lo recolectado. Esto originó serios alegatos
que zanjó el contramaestre reduciendo a los acusados y registrados delante de todos.
Aparecieron algunos trapos con el metal amarillo y los culpables fueron azotados delante
de todos como una advertencia.
Era tan alto el grado de avaricia que dominó a los hombres que nadie quería
hacer otra cosa que estar en la búsqueda y se negaban a hacer la comida y a buscar el agua,
la leña para el fogón y acompañar a los nativos a pescar ni hacer la guardia en el barco
Todos querían estar ahí donde pudieran espiar lo que hacían sus compañeros por la
seguridad que todos estaban tramando perjudicarlo en la entrega diaria. Esto no pasó
inadvertido por Juan que en un momento alertó a sus compañeros de que en cualquier
momento sería propicio para la huída. El cuarto día los nativos que fueron a mariscar ,
regresaron mas temprano y una buena cantidad de mariscos, los cocinaron y a la hora de
comer, el contramaestre le dijo a Juan que por la tarde fuera con sus hombres y trajera una
buena cantidad de leña para alimentar el fogón y dejara abastecido de agua el campamento.
Este respondió con un movimiento de cabeza y se retiró a reunirse con sus compañeros.
Todos en la mañana comieron abundantemente y luego se desparramaron por la extensa
playa para seguir la recolección y Juan salía con sus hombres y todos los cacharros
disponibles a buscar agua, al regreso tomaron dos hachas y unas cuerdas y se internaron en
la espesura en demanda de la leña, los marinos escuchaban los sonidos que hacían los
golpes de las hachas en los árboles y a nadie le causó sospechas. El hecho era que Juan dejó
a tres nativos trabajando con las hachas y a los otros los guió por entre la floresta en la ruta
del escape. Cuando se hubieron alejado lo suficiente, Juan regresó a buscar a los que habían
quedado cortando leña y los guió junto con los otros nativos. Ahí empezó una endiablada
huída por la espesa y mas cerrada cortina vegetal que alguna vez cruzó un hombre, era tan
cerrado el boscaje que era imposible ver el cielo, en dos horas la oscuridad fue total y
avanzaban lentamente para no desbarrancarse en cualquier momento, en cuanto a la
orientación, ahí no había problemas, los nativos tenían la cualidad innata de poder
encontrar las rutas al hogar en cualquier circunstancia, lo único que ahora lo hacían
lentamente.
En la playa estaban pasando cosas graves, el capitán al ser avisado de la
inminente huída de los nativos, tuvo un estallido de ira al constatar la incapacidad de sus
tripulantes de cumplir una orden y juró que al día siguiente saldrían todos a cazar a esos
miserables indios y después arreglaría cuentas con los encargados de vigilarlos. El vasco
había tenido tiempo durante el viaje, del problema que tendría cuando terminara la
expedición a las playas de Cucao con los cinco nativos, no podía regresarlos a su
campamento pues seguro que los atacarían por la muerte del indio y si los llevaba a
Chonchi, seguro que el maldito Juan lo acusaría donde el cura del asesinato de su
compañero y del rapto. Así que lo más recomendable sería eliminarlos ahí en la playa y
decir que los habían intentado asaltar y ellos solo se habían defendido. Cuando les informó
que saldrían todos en la persecución, se levantaron voces aduciendo con fuerza que solo
deberían ir los que estaban a cargo de vigilarlos y que los mataran en donde los
encontraran, el resto no podía de dejar de buscar oro. Esto degeneró en una reyerta en que
todos se acusaban de estar conspirando contra todos y sus enloquecidos cerebros gatillados
por la fiebre del oro hicieron aflorar los puñales al amanecer, había cinco cadáveres sobre la
arena, catástrofe que pasó desapercibida para la magnitud del desastre ya que la nave,
durante la noche y sin ningún vigilante a bordo, soltó amarras y fue arrastrada tres millas
mas al sur y los vientos del norte la arrastraron contra los roqueríos y ahora yacía
absolutamente despanzurrada y la marea se había encargado de arrojar, toda clase de trastos
ahora inútiles sobre la orilla. El vasco y su socio quedaron tan abatidos que no querían
entender la realidad que enfrentaban. Estos dos rudos hombres que siempre habían
impuesto su parecer desoyendo la opinión de otros, ahora, se miraban y se veían desnudos
ante sus pares y expuestos a las humillaciones de sus antiguos adversarios.
Sacudiendo ese pesado sopor que invadía se acercó al contramaestre y al segundo
capitán y les manifestó que como estaban las cosas era preferible huir que quedarse entre
los tripulantes pues que cuando se den cuenta lo aislado que estaban, las emprenderían
contra ellos y no había necesidad de hacer crecer la lista de muertos, así que al amanecer
emprenderían la huída para llegar a Chonchi y ya verían la manera de contar una historia
conveniente. Así, el resto del día siguieron recolectando pepas. Por la noche, el
contramaestre, con la excusa de hacer el inventario de los víveres, apartó una pequeña
cantidad de charqui y galleta y la introdujo en un morral que siempre lo usaba colgado al
hombro. La indisciplina ya campeaba en el grupo y las discusiones estallaban por cualquier
motivo. La hora de dormir recogió a los hombres bajo la ramada y el fogón fue alimentado
con bastante leña y cada uno aseguró lo ya recolectado.
El escape de los jefes del grupo, apenas si fue sentido, por ahora eran tres menos
individuos que competirían por la recolección, finalmente todavía quedaban dos botes para
salir de esa playa.
A medio día, el vasco y sus compinches tenían problemas en medio de la
floresta, el primero había llevado consigo su inseparable brújula, y la muy maldita se
negaba a marcar el norte, seguramente por la abundancia de fierrillo en el suelo, lo intentó
tantas veces como los fracasos en el intento. El capitán tuvo que reconocer que sin ese
instrumento, estaban tan perdidos como si estuvieran en el medio del mar, la floresta era tan
espesa que no permitía ver siquiera un pedazo de cielo y a la altura del suelo había una
densa penumbra y seguramente la noche sería peor, cuando se detuvieron para descansar y
comer algo, el segundo quiso encender un fuego, para esto andaba premunido de un buen
yesquero pero no encontró ni siquiera un musgo seco dando cuenta de cuanta humedad
había en el ambiente, el desaliento se podía palpar. El capitán, tratando de demostrar la
seguridad que no tenía, afirmó que sus largos años de navegante le servirían para salir con
bien de esta, que pronto la brújula le indicaría el camino, ahora había que seguir avanzando
en busca de un claro. Los dos individuos en comunión de sus más íntimos pensamientos
Intentaban seguir la marcha del capitán que a ratos se tornaba imposible por la cantidad
enorme de quilantales, lianas y renuevos que prácticamente formaban una muralla.
El segundo.tras diez horas de marcha y en la casi oscuridad de la tarde, de pronto
lanzó un prolongado quejido y se derrumbó cuan largo era, su corazón se negó a seguir
bombeando sangre para alimentar el deseo de la salvación y su vieja falla le costó la vida al
segundo capitán, los socios quedaron paralizados ante este nuevo desastre y solo atinaron a
dejarlo recostado a un costado de un tronco medio podrido y en acto de avaricia, le
sustrajeron la bolsa de oro que había acumulado y continuaron avanzando.. El avezado
marino presentía que estaba jugándola al todo o nada en esta frenética huída del
campamento pues no tenía la menor idea en donde estaban, si la dirección que seguían los
llevaría a alguna parte civilizada o que.Animó a su socio a continuar, aduciendo que con lo
que habían avanzado, estaría faltando poco para alcanzar la meta. Los dos hombres se
alejaban un poco del drama que estaban viviendo, recordando vivencias del tiempo en que
eran muchachos y vivían en los barrios mas pobres de la costa de Santander que estaba a
los pies del golfo de Vizcaya e iban en las mañanas a robar pescado de los botes que iban
llegando a vender estos productos a las caletas y con su venta compraban tabaco y cerveza.
Agotados asta la muerte, después de pasar una noche de lluvia y viento en la
mas lúgubre oscuridad, de pronto pretendieron reconocer el lugar que se presentaba a pocos
metros, avanzaron y el capitán dejó escapar una maldición que emergió del interior de su
alma, habían quemado asta el último grano de energía y que tenían delante suyo. El cadáver
del segundo capitán, maldita sea. Los dos hombres habían terminado, el agotamiento les
produjo un bloqueo en el cerebro que les impidió razonar y solamente le presentaba el
camino de la muerte, esta se produjo con la honda mirada que se cruzaron estos hombres
que tanto se conocían, el contramaestre cerro los ojos y quizás una plegaria modulo,
mientras el vasco extraía su pistola y la descargaba en la cabeza de su amigo. Con mucha
calma comprobó que el hombre estuviera muerto y se fue a sentar sobre un viejo tronco,
recargó su arma, la puso dentro de su boca y apretó el gatillo, el ruido de la descarga se
expandió por sobre los árboles y espantó a una bandada de choroyes que se alejaron
vociferando.
Momentos más tarde, al otro lado de la cordillera de Cucao un grupo de nativos
emergían como fantasmas de la espesura y corrían a sumergirse en las aguas del lago
Huillinco, Ya estaban a salvo, solamente tenían que seguir la huella para en un corto tiempo
llegar a Chonchi.
Juan le contó con detalles a Don Matías, la odisea que vivieron desde el
momento de zarpar de Chonchi en el cutter que llevaba los animales, el asesinato de su
compañero, la exigencia de la entrega de oro, terminando con el escape desde las playas de
Cucao a través del cordón montañoso.Don Matías se apresuro a avisarle al cura y los tres se
presentaron en las oficinas del servicio de la armada para denunciar muerte y secuestro, la
autoridad marítima se dio por notificada y enviaría ordenes de investigar a todos los puertos
en donde recalaba normalmente el cutter. Después de dos días de descanso, Juan y sus
compañeros zarparon con destino a su hogar en el chalupón hecho por Juan y dirigido por
el maestro constructor, facilitado por el señor cura.
El regreso al hogar causó la alegría de todos los vecinos y Juan se pudo enterar
que el compañero asesinado fue encontrado al tercer día, flotando cerca de la orilla y había
sido velado por la comunidad y cremado de acuerdo a las costumbres de la comunidad, así
ya podía reunirse con los otros que habían partido antes. Juan pudo constatar con
satisfacción que su hermano había sido bastante diligente en ponerse a la cabeza de los
vecinos y ya podía ver a los vacunos y ovejas paciendo en los terrenos antes limpiados y
que se seguía limpiando para preparar la siembra. No dejó de maravillarse por el hecho de
la facilidad de la comunidad de adaptarse a las cosas nuevas. De regreso de la revisión, se
dirigió a la viviendo de la curandera a la que encontró atareada separando hierbas secas a
las que la ayudanta iba reconociéndolas por su nombre. Los dos fueron a sentarse junto al
fogón mientras la ayudanta se escurría discretamente de la vivienda. Juan preguntó como se
sentía en su nuevo hogar, si le faltaba alimentos, si llevaban a tiempo la leña para alimentar
el fuego y como estaba la salud de la población. A todas estas preguntas la vieja respondió
con un signo afirmativo. Y la pregunta que no podía dejar de hacer, si se encontraba a gusto
en su nuevo hogar a la cual la vieja no respondió, en cambio ella preguntó si todavía
conservaba el collar que le entregara su abuela, Juan se llevó la mano al cuello y extrajo el
collar. La vieja se acomodó el chal sobre su espalda dando por terminada la reunión.
Cuando iba saliendo de la pieza le dijo.- Vas a ser padre.
Solamente cuando iba entrando a su vivienda, Juan se dio cuenta del significado
de lo dicho por la curandera. Al encontrarse con su mujer preguntó si había visitado a la
curandera por motivos de salud, a lo que ella negó. Juan no hizo mas preguntas, la
curandera sabía cosas que ni siquiera los mismos involucrados conocían y no insistió. Los
meses siguientes fue para todos, de intenso trabajo, los hombres aptos trabajaban en los
campos desraizando troncos y arrancándolos con las yuntas de bueyes y cadenas y una vez
liberados estos eran apilados en grandes rumas y esperaban quemarlos para cuando se
secaran un poco. La limpieza del campo iba ganando terreno y ya había potreros en donde
el pasto crecía y los animales se alimentaban. A Juan le daba satisfacción ver como en las
noches cuando las familias se reunían en torno al fogón, los viejo les contaban a los niños
viejas historias de la comunidad que ellos avían oído de sus abuelos y estos , de sus
abuelos, estas pequeñas cosas le daban raíces a sus habitantes.
La primavera estaba en plena etapa, la primera siembra ya se había hecho y las
largas melgas de papas, maíz y porotos, afloraban con fuerza sobre la tierra y en las panzas
de las ovejas ya se notaban los bultos de sus crías.
Una tarde, Juan regreso a su hogar, su mujer lo salió a encontrar y colgándose
de su cuello le dijo que había ido donde la curandera y esta le había confirmado de que
esperaba un hijo y ella deseaba que fuera hombre para que él se sintiera orgulloso. Juan se
alegró y cayó en cuenta que los asuntos de la comunidad lo tenían tan ocupado que había
desatendido a su esposa. Pensó que repararía ese olvido obsequiándole un par de pieles de
chungungo que saldría a cazar uno de estos días.
Al día siguiente lo curandera lo mandó a llamar y él se presentó por la tarde
cuando volvía del campo. Se sentó frente a ella en torno al fogón y esperó que hablara pero
la anciana se mantuvo callada, Juan esperó con respeto que hablara. La vieja tomó manojo
de hierbas secas y las arrojó al fuego, éstas se retorcieron entre las brazas y estallaron en
rojas llamas que rápidamente perdieron sus fuerzas, y por fin habló.- Mira muchacho,
pronto vas a ser padre, pero no será un hombre, será hembra y si tú deseas y por la
comunidad, yo puedo evitar que nazca.
Juan puso una cara muy seria y respondió.-Si tú crees que será mujer,
siempre será bienvenida a la comunidad, aquí no sobra nadie.
_Quiero que lo sepas ahora, yo ya estoy muy vieja y me queda poco, no
siempre estaré para proteger a la comunidad y mi ayudanta es muy nueva, así es que en
algun momento, tendrás que enfrentar solo a los malos espíritus, si actuamos ahora
ahorraremos muchas lágrimas a la comunidad. Juan miro a la vieja y vio en sus ojos algo
parecido a un ruego pero de inmediato desechó la idea. _Que podía haber de malo en la
llegada de un hijo. La anciana estaba equivocada.
Al salir de la vivienda, la anciana preguntó con ansiedad. –Todavía tienes el
collar que tu abuela te entregó al partir, la primera vez..
Juan, instintivamente llevó su mano al cuello y sacando debajo de su burda
camisa, extrajo un extremo del collar. La mujer sintió cierto alivio al verlo.
Cuida de no quitártelo jamás.
No me molesta abuela y no hay razón para quitármelo.
Ese primer otoño la cosecha fue abundante, grandes cantidades de papas
fueron acopiadas en las bodegas, las matas de porotos fueron arrancadas y secadas al sol
para después ser apaleadas y los granos guardados en sacos, el maíz se cosechó seco y sus
mazorcas guardadas con mucho cuidado.
Un día Juan fue mandado a buscar cuando estaba en plenas faenas y al llegar
a su casa se encontró con su madre la madre de su mujer y la curandera, estas le avisaron
que había nacido una hija y que ambas estaban bien, la curandera la había asistido al parir y
había cortado con una valva de cholga el cordón umbilical de acuerdo a las costumbres
ingresó al interior de la habitación y envolvió a la criatura en pieles de nutrias y salió a
mostrársela a su padre, después se la llevó al estero y sacándola de las pieles la sumergió
tres veces en las frias aguas mientras evocaba a antiguos dioses para que protegieran a esa
pequeña criatura que traía una mala sombra desde su gestación y también protegiera a sus
padres y a todos los habitantes de la comunidad de la veleidad de los malos espíritus, con
los que ella acostumbraba a luchar. Terminada la rogativa, la curandera envolvió a la niña y
se la llevó a su madre para que la amamante..
La vida en la comunidad prosperaba, en ese invierno se engendrarían
suficientes niños para hacer crecer el poblado y ni los niños ni los viejos morirían de
hambre.
Los otoños fueron dando paso a los inviernos y estos a las primaveras, los
tiempos los marcaban las siembras y las cosechas, los rebaños se multiplicaban y ya era
posible comer carne regularmente y los niños y los viejos, tomaban leche.
Garuma, así llamó Juan a su hija dado a los hermosos y vivaces ojos que
adornaban su agraciado rostro. Quedó huérfana de madre cuando tenía dos años haciéndose
cargo de cuidarla la madre de Juan, la curandera y todos los integrantes de la comunidad,
crecía a plena libertad y le robó el corazón a su padre asta atraparlo
completamente.Acompañaba a su padre en las labores diarias,era alegre y generosa,
Ya al cumplir trece veranos, se había transformado en una muchacha y su
padre no podía estar mas orgulloso de ella.
En todos esos años, el contacto con el hombre blanco habían sido los
mínimos, ninguno había llegado asta la ensenada de la isla y los trueques que se hacían los
efectuaban bastante lejos, en las rutas del trafico de los barcos de pasajeros. Juan era de la
idea de mantener a su pueblo alejado del hombre blanco pues no olvidaba la crueldad del
capitán del barco. El no se negaba que los hombres hicieran trueques con los blancos pero
tampoco los alentaba.
Garuma se desarrollaba en plenitud y toda la comunidad reconocía en ella la
generosidad e inteligencia de una elegida, la veían capitaneando todos los juegos y
travesuras y compitiendo con los mas grandes en carreras y pruebas de buceo, podía
gobernar impecablemente los chalupones de la comunidad y ser tierna nodriza con los
niños mas pequeños, y estas cosas la transformaban en la muchacha mas feliz de la
comunidad.
Al cumplir los dieciséis veranos, Garuma se había transformado en una
hermosa joven, de esbelto cuerpo y hermosa sonrisa que cautivaba a todos los que la
trataban, solo la vieja curandera guardaba cierta distancia con la niña a pesar suyo. La
mujer, desde el nacimiento de la niña, había rogado para que esta muriera, pues algo oscuro
y maligno vio en el futuro de ella, que terminaría por destruir a toda la comunidad. Esta
terrible sentencia atormentaba a la anciana y por amor a ese muchacho y que ahora era el
líder de la comunidad, cuando lo veí pasar tan orgulloso de su hija, no había denunciado
esta grave premonición ante el consejo de los ancianos y su vejes se transformaba en un
infierno ya que su espiritu vagaba entre el deber para con los suyos y el cariño que le
profesaba al joven. Y ahora que la niña se convertía en mujer, los temores de la vieja
atenazaban nuevamente su alma, veía las negras nubes que se cernían sobre sus gentes y
ella ahora le faltaba fuerzas para poder luchar contra las fuerzas del mal. La mujer que ella
había preparado para que le sucedieran no estaba preparada para asumir tan pesada tarea
para enfrentar a tan poderoso adversario.
Juan se había dado cuenta que en la comunidad flotaba un aire de inquietud,
algunos jóvenes querían salir de la isla y tener la posibilidad de comerciar con los hombres
blancos y otros pensaban que los bienes de la comunidad deberían repartirse y cada familia
tendría que producir para si misma. A Juan estas cosas lo descolocaban pues los jóvenes no
conocían lo peligroso que podría resultar el trato con el hombre blanco. El alcohol, el
fanatismo religioso, la ambición desmedida, eran cosas que él no había permitido que
alcanzaran a sus jóvenes y la mejor manera de protegerlos era mantenerlos alejados de la
influencia de los pueblos del hombre blanco, El reconocía que en los años en que él vivió
entre ellos, encontró gente bondadosa como su amigo Don Matías que compartió y
alimentó el sueño del muchacho y como el viejo cura que le enseñó todas las cosas que
tanto le sirvieron para crear todo lo que ahora disfrutaba la comunidad.
Un día cito al consejo, este estaba formado por todos los adultos, hombres y
mujeres. La cita se efectuó en un pequeño anfiteatro natural que se formaba en la playa. Los
últimos días del verano ponían un hermoso marco al paisaje, hombres y mujeres se fueron
reuniendo al terminar sus faenas y cuando el sol desapareció en el horizonte se encendió
una gran fogata y el consejo se inició.
El primero en hablar fue el más anciano, dijo que estaban reunidos para encontrar
el camino que debería seguir en el futuro inmediato los habitantes de la comunidad y si
todavía tenía validez las normas que ellos mismos se dieron, en un gran consejo, al llegar a
la isla.
El primero en presentar ideas, reconoció que todo lo que se había alcanzado había
sido con el trabajo de todos pero este bienestar se estaba pagando con el costo de traicionar
a los antepasados que fueron los señores de los canales por incontables generaciones y que
se alimentaban de lo que la naturaleza les ofrecía, ahora veía a los hombres , gordos y
satisfechos consigo mismo, olvidando que fueron grandes navegantes, finalmente propuso
que los jóvenes salieran por largos períodos a conocer otros lugares y así vivir nuevas
experiencias y después volver, si querían, ha establecerse en la isla y tomar esposa, con eso
honrarían a los de antes.Otro propuso ponerse en contacto con el blanco y comerciar con
ellos para poder tener armas de fuego para cazar el lobo de dos pelos y vender los cueros.
La noche fue avanzando y mientras la gran pira ardía, fueron exponiéndose
muchas ideas la mayoría descabelladas. Juan intercerito escuchaba y su rostro no
demostraba ninguna emoción pero su mente vagaba por esos períodos de su lejana infancia
cuando su comunidad estuvo a punto de desaparecer por el hambre y las enfermedades, casi
todas contraídas por el contacto con el hombre blanco. Ahora, los niños y los viejos tenían
la seguridad de la alimentación y el vestir, sus viviendas eran seguras y sus hijos sanos. Se
preguntaba, en que había fallado. Acaso los espíritus de los antepasados estarían molestos
con él por haber cambiado el rumbo a la tradición.
Cuando ya no hubo más oradores. Juan se puso de pié y se dirigió a la
comunidad y con claras palabras, vació todos sus sentimientos, todas su dudas, todos sus
desencantos y sus deseos para el futuro. Al terminar le pidió al mas viejo del consejo que
decidieran los rumbos a seguir y que al otro día le avisen, y se retiro a su vivienda. En lo
poco que quedaba de la noche, soñó que se le aparecían sus padres y su abuelo que le
hacían señas para que abordara la dalca en que ellos viajaban y le indicaban en dirección
sur. Y él corría a buscar su dalca para seguirlos, aparecía su mujer de entre las aguas pero
transformada en mitad mujer y mitad tonina y le hacía desesperadas señas para que no les
siguiera y trataba de detener su embarcación. Fue tan real el sueño, que el hombre se agitó
como si se quisiera ahogar por falta aire y emitió un gemido. Garuma, que dormía cerca del
camastro en donde estaba su padre se apresuró, en despertarlo para preguntarle que sucedía.
Su padre la tranquilizó diciéndole que solo era un sueño y que se durmiera.
Al día siguiente, los ancianos se presentaron ante la vivienda de Juan, éste los
hizo pasar y cuando todos tuvieron sentados en rededor del fogón, el más anciano tomo la
palabra y apoyando su mano en el hombro de Juan, lo tranquilizó diciéndole que estuviera
contento, que el consejo completo había decidido que no era posible acceder a los deseos de
algunos de poder salir de la comunidad, que si eso pasaba, pronto llegarían los blancos a
vivir entre ellos y ya todo cambiaría pues es sabido que el blanco desea todo lo que tiene el
nativo. Pero el que quisiera irse de la comunidad podía hacerlo libremente, pero nada se
llevaría, le facilitarían herramientas para que se construya una embarcación y solo eso
aparte de sus cosas personales podría sacar de la isla. Juan pensó que esa no era la solución
a ese problema, solo alargaban el plazo para que la comunidad empezara a desmembrarse.
Pasaron los días y todos se abocaron al trabajo de las cosechas a la recolección y
secado de mariscos y pescado, pronto vendrían las lluvias y había que acopiar alimentos. Al
parecer todos los disidentes se habían olvidado de sus reclamos y todos parecían
satisfechos.
Juan, vivía perseguido por la desazón, se negaba a aceptar que sus gentes
estuvieran descontentos con su nuevo estilo de vida, todo ese inmenso trabajo realizado por
toda la comunidad, debería ser el orgullo de cada miembro de la comunidad y así lo sentía
la mayoría, pero el hecho de que solo uno estuviera en desacuerdo, restaba merito a todo lo
obrado. El invierno venía ya, las bodegas estaban repletas de todos los productos que se
cosechaban en el campo y muchos mariscos secos y pescados, la comunidad podía estar
tranquila. Estas cosas ya no le producían la misma satisfacción que antes al líder, ahora
pasaba mucho tiempo en su casa, en largas caminatas por el borde de la isla y días
navegando a vela, siempre acompañado por su hija que lo llenaba de atenciones y gran
alegría a la muchacha,
Un día, Juan se dirigió solo a la casa de la curandera, quería saber del estado de
salud de la anciana,. Ahora la ayudante no se apartaba de su lado, su salud se había
deteriorado visiblemente y ya casi no salía de su casa. Al ingresar a la habitación, encontró
a la anciana transformada en un atado de huesos y cuero pero sus ojos brillaban con la
fiebre de las personas que saben que la vida se les aleja y no han realizado el compromiso
que el destino le encomendó.
_ Juan, llegó el momento de mi partida y lo único que siento es no poder seguir
protegiendo a mi pueblo y a ti especialmente. Grandes cosas pasaran en esta isla, si son
buenas o malas, el tiempo lo dirá. Pero no olvides nunca que no debes separarte del collar
que tu abuela te entregó. Ese será tu protección para el futuro. No te diré nada más, pues
tienes que guiar a tu pueblo a pesar de los espíritus malévolos que siempre atentan en
contra de los hombres fuertes.
Una gran tristeza invadió el corazón de Juan porque comprendió que sería la
última vez que vería a la anciana, sin decir más palabras abandonó la habitación y sus pasos
lo llevaron a recorrer la playa mientras la lluvia, persistentemente empapaba su cuerpo y
desempolvaba los recuerdos.
Al día siguiente, la anciana falleció sin emitir ni un lamento y en medio de la
noche. La ceremonia de cremación la dirigió la mujer que sucedería a la anciana. Cuando
las cenizas de la pira se empezaron a esparcir, la mujer empezó a sufrir extraños espasmos y
calló al suelo, los ancianos se apartaron comprendiendo que los poderes de la anciana
estaban siendo traspasados a la nueva curandera de la comunidad. Esta despertaría después
de una noche de constantes pesadillas y luciría una nueva personalidad y estaría condenada
a vivir sin conformar una familia pero rodeada del temor y respeto de todos. Sería la
responsable de velar por la salud de todos y proteger a su comunidad de los constantes
ataques de los malos espíritus a todas sus gentes y especialmente a su líder.

Dos días después de estos sucesos, la machi mandó a llamar a Juan, este se
presentó, en la misma casa que antes ocupara la anciana y la mujer lo invitó a que se
sentara frente a ella en torno al fogón y con escogidas palabras le transmitido.
-Estoy muy preocupada por las cosas que podrían ocurrir en la isla, e tenidos
terribles sueños pero no alcanzo a ver claramente la raíz del enorme mal que se cierne sobre
toda la población. En todo caso tú eres el jefe y mi preocupación de aquí en adelante será
tratar de protegerte y por favor, no te desprendas del collar que tu abuela te entregó.
Juan hubiera querido hacerle muchas preguntas a la mujer pero esta se retiró a
un rincón de la habitación dando por terminada la charla. No era primera vez que las
curanderas no disiparan las dudas que a veces lo agobiaban y tenía que en solitario tomar
decisiones y no siempre fueron las más acertadas pero esto no era nuevo, siempre había
luchado contra la corriente y seguiría siendo así, era el costo de ser el líder. Por fortuna
tenía tantas cosas en que pensar que había poco tiempo para divagaciones. Los próximos
días empezarían a parir las ovejas y había que avisar a los encargados para que
permanecieran junto a ellas hasta el término del proceso. Las semillas estaban
seleccionadas y pronto habría que arar la tierra, ahora llegarían las grandes mareas y las
playas se llenarían de lamilla, ésta tendría que ser recogida y en canastos transportada a un
lugar para después ser esparcida en los surcos para fertilizar la tierra, en fin, ese era el
modo de vida que habían libremente elegido.
La gente se preparaba para empezar con las faenas de campo, cuando un recio
temporal de agua y viento azotó las islas del archipiélago, este duró varios días y fue de tal
intensidad que en las noches, el viento azotaba de tal manera la isla que en el bosque
cercano se desgajaban grandes ramas de los árboles y estas pasaban volando por encima de
el poblado y caían en la playa. En la sexta noche de viento y agua, la población dormía con
la esperanza de que al otro día mejoraran las condiciones del tiempo, para poder empezar
las faenas. Faltarían un par de horas para que amaneciera cuando la tranquilidad de sus
sueños se vio sacudida violentamente por el sonido estridente del fierro que permanecía
colgado haciendo las veces de campana que se tocaba para avisar que había una
emergencia, Juan salio corriendo a averiguar que es lo que pasaba seguido por su hija que
preguntaba que era lo que ocurría pero el ruido de las olas y el viento les impedía
comunicarse pero avanzado diez pasos no había necesidad de explicaciones. La gran mole
de una embarcación que cabeceaba en la rompiente de la playa, la quilla seguramente había
tocado el fondo arenoso puesto que daba pronunciados bandazos y en cubierta se podía ver
a hombres , como fantasmas correr de un lado para el otro.. La primera idea que tuvo Juan,
era que el capitán del cutter había regresado para tomar venganza por el hecho de haberlos
dejado abandonado en esa lejana playa hace ya tantos años y el pánico se apoderó de él por
primera vez en su vida, los viejos fantasmas se habían presentado. Pero las cosas se fueron
aclarando, Garuma regresó con varios hombres y mujeres premunidos de buenas antorchas
y así pudieron distinguir la gran silueta del barco, este era bastante más grande que el cutter
del vasco. Juan reaccionó rápidamente y ordenó a los hombres que trajeran los remos de los
chalupones para ir a socorrer a los náufragos y dando el ejemplo se arrojo al mar para soltar
el fondeo de uno de los botes. En un momento toda la población se encontraba en la playa y
los chalupones se acoderaban a un costado del barco y los tripulantes arrojaban escaleras de
cuerdas por las cuales subieron Juan y algunos nativos. Tres tripulantes se acercaron y uno
de ellos se dirigió a Juan y en un difícil castellano, le explico que la embarcación había
perdido el gobierno y el temporal la había arrastrado ahí, Juan se hizo cargo de la situación
y preguntó si había personas heridas y la respuesta fue afirmativa, había seis tripulantes
heridos, Juan le dijo a gritos al capitán de barco que mejor era llevarlos a tierra para que
fueran atendidos por la curandera. Los seis heridos fueron desembarcados junto con el
sanitario de a bordo y distribuidos en dos casas, la de la machi y la de Juan. Esta,
acompañada de Garuma y de otras mujeres se dedicaron a lavar las heridas, vendarlos y
hacer que descansen. Por otra parte el resto de la población estaba llevando gruesos
maderos a la playa, desde la proa arrojaron gruesos cabos de Manila y juntos con los
tripulantes que bajaron a tierra,.jalaron al unísono cuando la ola atacaba a la playa, cuando
no se pudo arrastrar mas, los gruesos maderos traídos por los habitantes, fueron instalados
como estacas a los costados del navío dejándolo momentáneamente seguro.
La mañana con su plomiza claridad mostró la magnitud del varamiento, de a
poco fueron apareciendo por la playa tripulantes y pobladores y el capitán de la nave pidió
ser presentado con el jefe del pueblo, todo esto en un castellano bastante extraño. Juan, que
estaba no lejos de él, se presentó y su vez le explicó que su pueblo no hablaba español, que
él podía porque había vivido con el hombre blanco en islas de mas al norte y querían
ayudarles a reparar la nave y así pudieran seguir su viaje.
Lo primero que se hizo fue aclarar la cubierta, esta estaba absolutamente tapada
con bultos que normalmente habían estado fuertemente asegurados en cubierta, a raíz del
temporal se habían soltado y al ser azotados por las olas, habían corrido toda la cubierta y
causaron heridas a cuatro hombres. La quebradura de dos mástiles que cayeron en la
cubierta dejaron un sin número de cuerdas, cables, obenques y cientos de metros cuadrados
de paños de las velas. Todo esto fue retirado del barco y cuidadosamente dejados en tierra.
Juan le dijo al capitán que sus marinos podían hacer una gran habitación para que
todos pudieran vivir ahí mientras reparaban la nave, ellos les facilitarían la madera que se
necesitaría, mientras tanto todos podrían dormir en las casas. Y tal como se pensó se hizo,
grupos de nativos y los tripulantes trasladaron la madera necesaria para levantar dos
viviendas, una muy amplia para dar cabida a los tripulantes y otro mas chica para
habitación de los oficiales. Esto era lo prioritario, después se vería la reparación de la nave,
con todas las gentes trabajando, el capitán, tres ingenieros, el maestro mayor de carpintería
y Juan, se dieron en recorrer la nave de popa proa y el ingeniero en jefe iba tomando nota
de las cosas que había que reparar y las maderas que se irían necesitando. Todo lo que era
maderas, los nativos lo proporcionarían y alguna mano de obra. El capitán se mostró
agradecido y todos bajaron a tierra y fueron a ver a los enfermos, la machi iba saliendo de
su vivienda cuando se encontró con el grupo, al consultarle de cómo estaban los heridos,
ella bajando la cabeza le dijo Juan que uno había fallecido, con pesar, éste le transmitió a
los oficiales la noticia lo que produjo bastante conmoción pero el capitán reconoció que el
marino había sido ferozmente golpeado por una parte de un mástil. Los otros tripulantes ya
se estaban recuperando, luego pasaron a ver los heridos que estaban en la vivienda de Juan
ahí encontraron a Garuma poniéndole paños mojados a un tripulante que la fiebre lo hacía
quejarse quedamente, los otros estaban lucidos y se alegraron de ver al capitán, entre ellos,
la mayor atención por parte de los oficiales se la llevó el joven que tenía un brazo muy
golpeado y la curandera dijo que solo había que mantenerlo sin movimiento por unos días y
lo había vendado con las vendas que encontraron en el sanitario. Garuma había estado
asistiendo toda la jornada a los heridos que estaban en su casa, su padre la animó a que
siguiera atendiendo a los lesionados.
El tema del marino muerto, produjo el primer choque entre las dos culturas. El
capitán propuso que el fallecido fuera enterrado en el cementerio del pueblo a lo que Juan
le aclaró que tendría que llevarlo al pueblo del hombre blanco pues ellos no enterraban a
sus muertos, lo que produjo la lógica pregunta de que hacían con ellos. Juan con mucha
paciencia le explicó que de tiempo de sus ancestros a los muertos se les incinera para
purificar su cuerpo y espiritu para poder presentarse ante sus mayores y complacer a los
dioses, las cenizas se esparcían a la orilla del mar para siempre estar presente entre los de su
comunidad, ser enterrado en la isla era imposible porque su espiritu andaría permanente
vagando y exigiendo que lo liberen, la otra solución sería que lo sepultaran en algún islote
lejos de la isla, pero para esto tenía que autorizarlo la curandera. Esta se opuso
rotundamente y exigió que el cuerpo del marino fuera pasado por el mismo proceso que
todos los muertos para que se aquieten los espíritus.Ante esta situación el capitán reunió a
su tripulación antes de dormir y les comunicó en la forma que se procedería, esto
tranquilizaría a los dueños de casa y así se hizo. Al día siguiente, la comunidad entera y
toda la tripulación, se reunieron en la playa, en donde se armó la pira y el cadáver envuelto
en una lona recibió el adiós de sus compañeros y el capitán leyó un pasaje de la Biblia del
capitulo de los muertos desde su pequeño libro negro.
El capitán le confidenció a Juan que el barco y sus tripulantes pertenecían al país
llamado Francia y que la avería que sufrieron por la tempestad la sufrieron cuando ya,
cruzado el Cabo de Hornos rumbeaban con destino a las islas del pacifico en viaje de cobro
de impuestos y que le preocupaba grandemente el estado de salud del joven del brazo en
cabestrillo pues ese joven era hijo de un alto miembro del almirantazgo francés y se lo
había encargado expresamente a él para que le moldeara y preparara para la vida de mar si
es que así lo decidía después del viaje.
Las habitaciones estaban terminadas y trasladados los marinos y heridos, Garuma
insistió que el joven del brazo herido permaneciera en su vivienda asta que esté recuperado.
Así se lo hizo saber Juan al capitán y este no objeto.
Garuma podía rehacer cada instante del momento que vio al joven herido,
primero marinos y nativos corriendo por la bamboleante cubierta y sacar a los heridos, a la
curandera y ella haciéndose cargo de ellos y guiándolos a su vivienda y quedarse a atender
al aturdido joven, la curandera, mientras atendía a otro, le ordenó a Garuma que desvistiera
al herido y lo lavara, después la curandera lo palpó de la cabeza a los pies y entre ambas lo
vendaron y el brazo la mantuvieron fijo con unas varillas de mimbre. El joven inconsciente
se quejaba quedamente y Garuma estaba extasiada con el rostro del joven dormido, ella no
había visto nunca un rostro tan hermoso y tan blanco, un pelo tan suave y ondulado y un
cuerpo tan delgado, sus manos de dedos largos y suaves y una nariz fina. Su atención fue
preferente para él, e iba a retirar de la comida que hacían los marinos y ella se encargaba de
dársela, tres días permaneció el herido sin poderse levantar, pero al amanecer del tercero, el
joven se dio cuenta que la muchacha no se apartaba de su lado y decidió jugarle una broma.
Y a ojos cerrados se quejaba fuerte y la muchacha se desesperaba y lo abrazaba tratando de
protegerlo, en un momento se cruzaron las miradas y el joven no pudo contener la risa.
Garuma se dio cuenta que el joven estaba jugando y sin que él se de cuenta, tomó los
pellones y los levantó, el joven salió rodando y pasó a enredar a la muchacha y ambos
quedaron abrazados en el suelo y atacados de risa El joven, al tratar infructuosamente de
comunicarse con la niña, en francés en español ni en portugués, decidió por intermedio de
señas, pedirle sus ropas, ésta, buscó en un rincón de la vivienda y se presentó con todas sus
prendas secas y limpias, luego y siempre ayudado por la muchacha apareció con la delgada
figura del joven y fueron caminado a lo largo de la playa. La recuperación de los heridos
estaba avanzando muy bien, los nativos habían cortado toda la madera que necesitaban y ya
los hombres se incorporaban a las faenas de campo, los maestros de carpintería del barco
ayudados por los mejores maestros nativos, estaban avanzando en la colocación de las
tablas que se quebraron en el casco y los ingenieros decidían que parte del casco había que
renovar antes de atacar los mástiles. En tierra los marinos de cubierta se esmeraban en
reparar y parchar las velas y el resto de hombres sacaban tapas de cama para secarlas al sol
y depositaban en tierra todas las cuerdas que contenían las bodegas para adujarlas y en su
momento volverlas a guardar, todo seguía marchando bien. Garuma, no se despegaba del
joven y jamás se le vio tan alegre y el joven se dejaba hacer por la muchacha en una
sociedad en que el único capital era ser joven y el deseo del uno agradar al otro. Juan
siempre atareado por el doble trabajo de ver las siembras y el avance de los carpinteros, se
tomaba un minuto para ver a la pareja corriendo en la playa y movía la cabeza en signo de
aprobación.
Estos juegos, no pasaban desapercibidos por el capitán y los oficiales, aparte de
las chirigotas que se urdían entre los marineros, ya que solamente Antuane había podido
alternar con las jóvenes de la comunidad. Juan se lo había manifestado al capitán por
insinuación de la curandera. El día que Antuane regresó a dormir en el recinto de los
oficiales, el capitán le manifestó a este del absoluto respeto que debía mostrar para con la
hija de Juan, porque era muy joven y porque era hija del jefe de la comunidad y además no
se conocía su cultura, había que ser muy cuidadoso, a lo que el muchacho, mirándolo a los
ojos al capitán le aseguró que nada haría cambiar su conducta y respeto con la joven.
Las reparaciones avanzaban a buen paso acuciados por los oficiales y
contramaestres, el capitán escribía a diario las novedades y los avances. Juan salía
temprano para ver los animales y las siembras acompañado con su hija pero una vez que
empezaba la actividad en la reparación de la nave, esta se escabullía a juntarse con el
joven, los paseos de la mañana eran para intentar aprender sus respectivos idiomas y ya
intentar alguna frase, esto era motivo de risas en los jóvenes por sus imperfectas dicciones.
Una mañana de radiante sol Garuma esperaba al joven con el bote de su padre en
la orilla de la playa y con señas le indicó que saldrían a navegar Antuanne no lo pensó dos
veces y saltó a bordo después de empujar la embarcación, Garuma demostró la facilidad
con que ella podía gobernar la vela y pronto estaban en mitad de un canal con pequeñas
islas cubiertas con una lujuriosa vegetación las aguas no podían ser mas azules porque el
cielo se miraba en ella, avanzaron varias horas por ese dedalo de canales asta que llegaron a
una isla que tenía una blanca playa, ahí dejó caer un sacho y se puso de pié sacándose el
burdo vestido, quedó desnuda. El joven se resistía a creer lo que estaba viendo pero no tuvo
tiempo para reaccionar, Garuma avanzó y lo forzó a quitarse la camisa y los pantalones el
muchacho no resistió la arremetida de la joven y en un momento ya estaba en cueros y
azorado por la vergüenza. La muchacha sin ningún gesto, cogió de debajo de una bancada
una bolsita que contenía grasa de lobo y sin mas embadurnó todo su cuerpo con esa
materia. Terminado el proceso, propinó un empujón al joven y ambos se sumergieron en las
transparentes aguas, la muchacha tenía una sorprendente capacidad de mantenerse
sumergida lo que causaba alarma en su acompañante, el juego continuó por largo rato, asta
que el joven con claros signos de enfriamiento, intentó volver a la embarcación, la
muchacha le indicó que saliera a la playa, él obedeció mientras ella se volvía a sumergir
para salir después de unos minutos con dos grandes y rojas centollas las que dejó en la
arena y volvió por dos mas, ya en la playa ésta recogió algunas piedras y le indicó a su
compañero que hiciera una especie de fogón mientras ella recogía ramas secas desde la
playa y frotando una varilla sobre un palo seco, pronto apareció una gema roja que con
mucho cuidado la puso sobre unos musgos secos y con un mágico soplido apareció una
tímida llamita que con cuidado se transformó en una alegre fuego. Sobre una delgada laja
se asaron las centollas y entre risas las devoraron con apetito.Despues de tomar otro poco
de sol los jóvenes volvieron nadando al bote y se vistieron para emprender el regreso a
casa.
Antuane no salía de su asombro al ver a esa muchacha tan lista y graciosa tener el
comportamiento tan lúdico y tan fuera de malicia, además no podía negar que Garuma
reunía el porte, el físico y la belleza que la hacían muy apetecible. El en su país había
conocido la flor y nata de las jóvenes de sociedad que lucían esplendorosas con sus vestidos
elegantísimos y sus alhajas de las mejores casas de joyería de Europa. Mujeres que llevaban
con ellas los apellidos de mas abolengo de Francia y una cultura como la mejor de Europa
con ellas había practicado el juego de las pasiones y las traiciones que no dejaban mas
huella que una muesca al lado del nombre escrito en la libreta de citas. En cambio Garuma
representaba todo lo opuesto a las niñas de la gran sociedad, ésta, era una niña segura se sí
misma y tan feliz que no deseaba nada porque ya lo tenía todo y esa felicidad la repartía a
manos llenas. Él ya no tenía dudas, estaba absoluta y completamente enamorado de
Garuma pero eso todavía no se lo diría a ella. Por ahora y en homenaje a ese secreto amor
no encontró nada mejor que obsequiarle la mejor de sus camisas de gala que había
conservado desde el zarpe, esta prenda la sacó un día desde su camarote y cuando llegó a
buscarlo Garuma, éste se la obsequió y ayudó a ponérsela, no había en el mundo una joven
mas contenta que ella y sus radiantes ojos no dejaban dudas de ello.
En la nave se estaban instalando los dos mástiles en reposición de los quebrados por
el temporal los nativos habían recorridos varias islas vecinas con el maestro mayor para
seleccionar dos robustos, altos y fuertes cipreses para reponer a los inutilizados, estos
fueron cortados y arrastrados asta la playa para luego ser remolcados por los chalupones
asta el lugar de la reparación, ahí llevados a la playa y labrados de acuerdo a la usanza de
los constructores galos. Una vez instalados, nidos de cuervos, escalas de cuerdas, palos de
mesana obenques, velas, cangrejas y mil cosas más que lleva el amantillamiento, el barco
se veía radiante y así también la tripulación. La fecha del zarpe se aproximaba y el capitán
ante la imposibilidad de pagar con dinero a esta comunidad, habló con Juan para ofrecerle
de las cosas que ellos llevaban a bordo para comerciar con los polinésicos. Juan aceptó
géneros, herramientas, pinturas y artes de pesca.Ademas requerían carne salada y seca,
papas, legumbres, mariscos secos y ahumados, Mientras esto se preparaba, se llenaron los
estanques de agua dulce y se acopió leña para la cocina.
Antoane, estaba con un enorme dilema, no de que iba a hacer sino como lo iba
a hacer, faltando dos días para el zarpe, el capitán lo citó a su cabina y lo felicitó por la
relación que había mantenido con la hija del jefe ya que eso facilitó grandemente el trato
para con estos nativos que ni siquiera son cristianos y ni hablan la lengua de sus
conquistadores, también podía decirle que su comportamiento durante el viaje y sobre todo
en los días de la gran tempestad que los arrojó a esta isla había sido digno de un oficial de
la armada francesa y que si seguía esforzándose, al final de la singlada y si quería abrazar la
carrera naval, él estaría muy dispuesto a proponerlo para el grado de oficial, siguiendo la
tradición de sus generaciones y esto haría muy feliz a su padre.
Antuane miraba fijamente al capitán y cuando éste hizo una pausa en su
perorata, alargando dos sobres, que puso en manos del oficial, calmadamente le dio a
conocer la desición de renunciar a la armada y quedarse a vivir en la isla , uno de los sobres
contenía la renuncia y el otro estaba destinado a su padre en donde le explicaba latamente
los motivos de su irrenunciable desición de quedarse a vivir en la isla y esperaba que fuera
comprendido por sus familiares, El capitán lo miro para comprobar la clase de broma que
estaba ideando, pero la cara de obtinamiento del joven lo tomó por sorpresa y agitando por
sobre su cabeza los sobres, con voz severa le emplazó a que asumiera con responsabilidad
la oportunidad que la armada de su país le estaba ofreciendo y dejara de construir castillos
de arena y que no olvide que su padre tenía muchas esperanzas puestas en él. Ý él como
capitán y amigo de su padre había comprometido su persona de que enseñaría a su hijo a
amar la profesión para darle gloria a Francia. Así es que debía dejar los pajaritos que se
estaban anidando en su cerebro y pisar la tierra. Dicho esto se desentendió del joven y
escribió algo en el libro de viaje.
Antuane salió de la cabina del capitán con la firme resolución de que había una
guerra que dar y la daría con gusto porque no había mejor motivo que el amor que
profesaba a Garuma.
El capitán, hombre de mucho mundo en estos pequeños desbordes entre sus
tripulantes que era algo que se daba cada cierto período, sabía como tratar estos temas, dos
días en cepo o encerrados en los calabozos solucionaban cualquier problema. Este caso era
diferente, el problema era el hijo del almirante de la flota. Ahora tendría que actuar con
mucho tacto y diplomacia. Por las horas de la tarde lo cito a su cabina y de entrada le dijo.
¡Me parece muchacho que estas tomando las cosas con mucho apresuramiento y
no has tomado conciencia de tus responsabilidades para con tu familia y con la armada a la
cual representas. Dame una buena razón para abandonar a tus pares y recluirte en esta isla
abandonada de Dios!.
El joven tras un breve ordenamiento de las ideas, respondió. ¡En mis años de
existencia, capitán e conocido muchos países, e tenido contacto con muchas personas, por
mis blasones y por mi padre, pero jamás había encontrado un pueblo tan sencillo y tan
generoso donde todas sus gentes mantienen la pureza de la raza tan noble como esta y
capitán no tengo ninguna objeción de decirle que estoy enamorado de la niña mas hermosa
y mas noble que todas las doncellas que pululan en las cortes de Europa. Mi desición es
irrevocable!
¡Debes comprender que es mi responsabilidad no permitir que cometas la locura
que pretendes, tu destino esta llamado a realizar grandes cosas por tu patria y por tu familia,
con el tiempo comprenderás que lo hombres a veces tienen que sacrificar sus sueños
personales cuando los intereses superiores los llaman a ser actores en el futuro de las
naciones de sus ancestros¡.
¡Me esta queriendo decir capitán, que no me autorizará para abandonar el barco
aunque en esa playa quede lo único que me importa en esta vida?.
¡Los jóvenes creen que la vida se les acaba al primer tropiezo que encuentran en el
camino, te aseguro que cuando lleguemos a la Polinesia encontraras miles de hermosas
jóvenes que te ofrecerán grandes placeres, eso te lo puedo asegurar!.
¡Debe creerme capitán, estoy seguro de haber encontrado lo único que me
proporcionará la alegría de vivir y estoy dispuesto a luchar por ella!
El capitán se dio cuenta que este dialogo se pondría mas áspero en la medida en
que ambos no transigieran y podría llegar a limites peligrosos. Así, se levantó de su asiento
y se dirigió a cubierta a impartir órdenes para aprestarse para el zarpe.
Las últimas maniobras se completaron y el capitán ordenó desembarcar una
generosa cantidad de regalos para los pobladores en reconocimiento de la desinteresada
ayuda de los nativos. Personalmente hizo entrega de los obsequios a Juan completándolo
con un gran apretón de manos y quedaron de acuerdo que para la más alta marea, los
chalupones remolcarían el barco asta el canal que los pondría en ruta al Oeste.
En el momento de abandonar la playa, los remeros despedían con las manos a
los pobladores reunidos.
Garuma no había querido acercarse a la playa pues Antoane, el día anterior le
prometió que él no viajaría pues se quedaría en la isla y ambos formarían una familia,
construirían una vivienda y se dedicarían a la pesca y a la agricultura, no podrían ser mas
felices.
Cuando el oficial abordo la nave, encontró en cubierta a Antuane que arrastraba
un gran baúl de su propiedad donde guardaba sus posesiones personales. ¡Capitán, solicito
autorización para abandonar el barco, en este baúl transporto solo mis objetos personales.
El hombre supo que ahora tenía que tomar drásticas decisiones antes que la
situación se le escape de las manos. Haciendo una seña a su segundo comandante, este ya
aleccionado el día anterior por la posible deserción del muchacho, ordenó al contramaestre
traer tres marinos y estos lo redujeron no sin dificultades porque éste presentó fiera
resistencia, finalmente lo arrastraron a su camarote y lo encerraron con candado.
Por la tarde, los chalupones remolcaron el gran barco asta fuera de la ensenada y
ya en el canal, aprovechando el vientesillo favorable los marinos libraron las velas y el
navío se fue poco a poco perdiendo en lontananza.
En el camarote Antoane se dio cuenta que el alejamiento de la nave levantaba
una barrera imposible de superar entre su amada y él y esto no estaba dispuesto a
permitirlo. Desolado y atacado por la desesperación, Antuane prendió fuego a las ropas de
su litera en un loco intento de detener la nave. El humo alcanzó la cubierta, el
contramaestre ordenó formar una cadena de hombres premunidos de baldes con agua y
después de derribar la puerta del camarote, apagaron el incipiente fuego.
Furioso el capitán al ver amenazado su barco, ordenó que el muchacho fuera
consignado en un frío calabozo asta que recobrara la cordura.
Garuma no podía entender que su amado partiera si decirle nada a pesar de las
promesas que ambos se juraron, su primera intensión fue tomar el pequeño bote de su padre
y seguir el barco pero comprendió que sería algo inútil, la nave ya estaba demasiado lejos.
Se paseó desesperada por la playa asta que la luna asomó por la cordillera. Su padre
comprendiendo su angustia fue a su encuentro y con suaves palabras la convenció de
regresar a la vivienda, la niña no probó bocado y solo se tendió sobre sus pellones con la
cara transfigurada por el dolor. El llanto era algo que los naturales desconocían y
expresaban sus sentimientos lanzando sonidos guturales de pequeña intensidad pero no
menos desgarradores
Juan estaba consternado, su hija hacía tres días que no probaba bocado, estaba
tirada en su lecho y no cesaba de lamentarse. Sin saber que hacer, sus pasos lo llevaron a la
casa de la curandera, esta al parecer lo estaba esperando, no bien ingresar, la mujer con voz
trémula le pidió que le mostrara el collar. Este, con la voluntad debilitada abrió su camisa y
en ese momento se dio cuenta que ya no lo tenía, este, con toda seguridad se había caído
cuando él se lanzó al agua para sacar el fondeo del chalupón para socorrer a los tripulantes.
La mujer abrió los ojos y en su rostro se dibujó la estupefacción. No emitió palabra y se
sentó en torno al fogón mesándose los cabellos. Largo rato estuvo en estado casi de trance
mientras Juan de pié frente a ella no atinaba a hablar. Por fin la mujer, como tomando una
desición encaró al jefe y con claras palabras le expreso que ya nada se podía hacer, que
todo estaba en manos de los espíritus del mal y que temía por toda la comunidad. Y a
continuación y eligiendo muy bien sus palabras, mientras quemaba un puñado de hierbas en
las pavesas del fogón , le dijo, la vieja curandera, que te trajo al mundo, que veló tus viajes
por otras latitudes, siempre supo que tú habías sido especial, que estabas destinado a guiar
a tú comunidad hacia nuevas experiencias, pero todo en la vida tiene sus costos, a ti te pasa
lo mismo que a mí, yo puedo ver el destino de todos menos el mío, para poder hacer esto,
todas las curanderas desde los tiempos remotos han tenido que renunciar a tener familia ni
tener un hombre. Su compromiso es con su comunidad. A ti te pasa lo mismo, todo tu amor
debes entregarlo a ellos y a nadie en particular, la vieja curandera te lo advirtió cuando tu
hija estaba en gestación y ofreció hacerse cargo del problema y tú no creíste, ahora te toca a
ti decidir el destino de todos ya que tu hija nació con malos designios y los espíritus vienen
a cobrar. La única solución que te queda es la mas terrible debes sacrificar a tu hija para
calmar a esos dioses vengativos y debes hacerlo delante de toda la comunidad para que
sepan que le perteneces a ellos y a nadie mas. Esta declaración la dijo la machi con tal
amargura que su pelo se encaneció y su rostro se agrietó.
Juan salió de la vivienda de la curandera absolutamente deshecho, se paseó por la
playa y a su mente llegaban los recuerdos en tropel, su abuela que desde niño lo miraba a
los ojos tratando a lo mejor leer en ellos algunos destellos del futuro y sobre sus grandes
responsabilidades que estaba destinado a cargar, su abuelo que siempre lo alentaba para
fuera mas allá, el cura que lo acogió y le enseñó tantas cosas útiles y Don Matías, que le
mostró el camino que hace a los hombres y su hija. Que era el regalo que le dio la vida,
después de fallecer su mujer, esa niña que era su puntal para mantener la llama encendida
de sus sueños. Ahora los dioses exigen que la sacrifique para salvar la comunidad, sabía
que con los espíritus no se negociaba, hubiera sido fácil ofrecer su vida a cambio de la ella
pero los dioses eran tercos y crueles.
Juan sabía que no tenía alternativas, su hija jamás sería el precio para salvar a la
comunidad.Lo que levantó con la fuerza de su voluntad, también lo podía dejar caer, ahora
estaba en la situación de que nada importaba.
En el barco, las cosas tampoco marchaban mejor para los enamorados, Antuane
se había negado a recibir alimentos ni agua y permanecía sentado en el húmedo suelo y sus
labios musitaban el nombre de Garuma.
En la comunidad, Juan vagaba sin rumbo y no respondía a las consultas de los
encargados de los campos. La gente recurrió a la curandera para saber que podían hacer
para ayudarlo pues no querían verlo así. Esta respondió que esta fuera de sus manos poder
ayudarlo ya que éste al nacer fue investido de los poderes de guía, pero los espíritus estaban
celosos del amor que se profesaban padre e hija ya que ese amor era mas grande que la
fidelidad que Juan contrajo con la comunidad y ahora los vengativos espíritus estaban
cobrando la revancha por esta traición. También les dijo que Juan no viviría mucho tiempo
más y había necesidad de ir buscando a un nuevo jefe que estuviera congraciado con los
poderes de las sombras.
Estas palabras desataron convulsiones en la comunidad y nuevamente afloraron
las viejas ideas que en algún tiempo fueron desechadas y pronto se formarían varios bandos
que querían imponer a sus líderes.
A pesar de todo este revuelo las labores se seguían ejecutando y aparentemente
las cosas marchaban normalmente.
Una mañana algo brumosa, las gentes estaban reunidas como todos los días para
marchar a sus labores cuando alguien indicó con el dedo hacia la casa de Juan y todos
callaron al ver aparecer a Garuma, vestía solo con la alba camisa que le regalara el joven y
caminando como sonámbula pasó entre las gentes sin ver a nadie dirigiéndose a los
farellones que flanqueaban el lado sur de la ensenada. Al llegar a la cumbre del corte más
alto, volvió la mirada al oeste en dirección de la estela que dejó el barco de su amado y se
dejó caer. Los habitantes de la comunidad quedaron estupefactos porque querían a la niña y
todos estaban orgullosos de ella. El cuerpo de la muchacha cayó en forma horizontal en
dirección a las rocas que sobresalían de las aguas pero casi al tocarlas, todos vieron algo
que los llenó de terror y sería la historia obligada en todos los fogones de los pobladores de
las islas por muchas generaciones. Todos vieron el cuerpo de la niña suspenderse en el aire
mientras se transformaba en una blanca y hermosa gaviota que agitando las alas pasó
volando por sobre las cabezas de los pobladores y dando un lastimero chillido se alejó en
dirección de la perdida estela de la nave. Todos quedaron paralizados de terror y un
profundo silencio abarcó toda la isla. Nadie había centrado su atención en Juan, este
desesperado por la transformación y alejamiento de su hija, corrió tras ella llamándola a
gritos y en su alienada carrera se interno en el mar. Los habitantes todavía paralizados por
la impresión que les produjo la transformación de Garuma, vieron a Juan sumergirse en las
aguas y un instante mas tarde emerger transformado en una robusta tonina que se acercó
nadando a la playa y después de dar varias volteretas en el aire, también se marchó tras el
barco.
En ese mismo momento, el capitán, desolado por la actitud del joven quiso
componer las cosas dejándolo en libertad puesto que no deseaba que muriera en el calabozo
del barco. Tendría que dar demasiadas explicaciones al regreso a Francia. Estaba dispuesto
a entregarle uno de los botes salvavidas para que regresara a la isla. Esa sería la salida mas
honorable al delicado problema que tenía entre manos. Personalmente bajó acompañado de
su segundo y el contramaestre, abrieron el calabozo y se encontraron con el horrible
espectáculo que el joven se había colgado con su cinturón de una de las vigas, pero mas allá
de la impresión de estos viejos lobos de mar, era el hecho de que Antoune lucía la blanca e
impecable camisa que todos vieron que se la había regalado a Garuma.
Ese barco, nunca llegó a su destino. Solo tres días antes de arribo a Taepete lo
alcanzó la ola de un gran tsunami por un terremoto producido en China y en tres segundo
mandó a la nave al fondo de la fosa submarina de las Marianas.
La vida en la comunidad, tal como Juan la soñó, duro muy poco, los diversos
bandos, por tomar el poder, se enemistaron de tal forma que olvidaron sus sagradas
obligaciones para con los suyos y en ese invierno el hambre reinó en la comunidad, los
hombres habían perdido la habilidad de sobrevivir con lo que el mar les ofrecía y la
población, segura de que la isla estaba maldita, se dispersó por todo el archipiélago
volviendo a la vida trashumante.
Un par de años después, la naturaleza recuperó la tierra y se cubrió de plantas y
arbustos y las construcciones se derrumbaron, podridas por la humedad. Nadie pone un pié
en esa isla por temores atávicos.
Algunos viejos, cuando van de pesca con sus nietos y ven pasar un barco seguido
por gaviotas que lanzan roncos chillidos y algunas se posan en la cofa. Aseguran que es
Garuma que anda buscando a su joven enamorado y cuando el tiempo se va a echar a
perder seguro que verán a las toninas cruzándose por la proa de la embarcación en un inútil
intento de detenerlo. Entonces los viejos callan, pues ya no tienen dudas, es Juan tratando
de detener el barco en que se marchó el joven. Los muchachos callan porque respetan a sus
mayores, pero esas historias no las creen. Son cosas de viejos.
El mar nos señala diversos caminos. Y lo único rescatable en el hombre es esa
capacidad de amar. Que se puede expresar en pequeñas actitudes como también en
tremendos sacrificios, mientras el ser humano mantenga ese don que dios le dio, todavía se
puede creer en él.
Los pueblos forjan su cultura en sus tradiciones y estas sustentan las raíces que les
dan la fuerza a las nuevas generaciones y cuando estas colonicen otros planetas. Siempre
abra un nostálgico que soñará con hermosas islas de verdes canales donde los volcanes se
empinan para mirarse donde los mariscos y los peces abundan donde los pájaros rellenan
las playas de blancas arenas y donde una niña se enamoro de un extranjero,donde un padre
no pudo soportar el sufrimiento de su amada hija y se sacrificó él y a su pueblo por ella y
donde un noble joven, que todo lo tenía prefirió el limpio amor de una nativa y renuncio a
todas las glorias que su mundo le ofrecía, pues ya había encontrado lo que siempre había
andado buscando.
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