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La implicación crítica como responsabilidad ciudadana

En la perspectiva de la profesionalización, el hecho de que un


enseñante reflexivo mantenga una relación implicada con su propia
práctica es de lo más normal. Pero aquí se trata de otra forma de
implicación, de una implicación crítica en el debate social sobre las
finalidades de la escuela y de su papel en la sociedad.

Hoy en día, un enseñante relativamente competente y eficaz en clase


puede incurrir en las siguientes prácticas:

- No trabaja en equipo o en red.


- No participa en la vida y en el proyecto del centro.
- Se mantiene apartado de las actividades sindicales y
corporativas en el ámbito de la profesión.
- Invierte muy poco tiempo en la vida social, cultural, política y
económica, ya sea en el ámbito local, regional o nacional.

Todos los enseñantes adoptan, según estos cuatro criterios, un perfil


propio. Entre los que se implican en todos los niveles y los que se
mantienen distanciados de todo, encontramos diferentes prácticas.
Así, se puede trabajar en equipo sin preocuparse de la política de
educación o ser militante sindical o político sin implicarse en el propio
centro. La implicación activa y crítica para la que convendría preparar
a los enseñantes podría numerarse en los cuatro criterios siguientes:

Aprender a cooperar y a funcionar en red

Actualmente la lista de atribuciones de los enseñantes no les obliga a


trabajar conjuntamente, incluso si coexisten en la misma planta y
toman un café todos los días sentados alrededor de la misma mesa
(Dutercq, 1993). La formación debe emplearse a fondo con el
individualismo de los enseñantes y con el deseo enraizado casi en
todos los seres humanos de ser “el que manda abordo”. También es
importante fomentar las representaciones de la cooperación y forjar
herramientas para evitar sus escollos y utilizarlas correctamente.

Aprender a vivir el centro como una comunidad educativa

El centro escolar tiende a convertirse en una persona moral dotada de


una cierta autonomía. Pero esta autonomía no tiene ningún sentido si
el director del centro es el único que se beneficia, y así asume en
solitario los riesgos y las responsabilidades del poder. Si queremos
que el centro se convierta en una comunidad educativa relativamente
democrática, hay que formar a los enseñantes en este sentido,
prepararles para negociar y conducir proyectos, facilitarles las
competencias de una concentración relativamente serena con otros
adultos, incluidos los padres ( Derouet y Dutercq, 1997: Gather
Thurles, 1998, 2000).

Aprender a sentirse miembro y garante de una verdadera


profesión

En este nivel, la implicación no debería limitarse a una actividad


sindical sino que debería extenderse a la política de una profesión
emergente. Cuando un oficio se profesionaliza, en el sentido
anglosajón de la palabra, que contrapone oficio y profesión, los
indicios más seguros de esta evolución son un control colectivo mayor
por parte de los practicantes sobre la formación inicial y continua y una
influencia más fuerte sobre las políticas públicas que estructuran su
ámbito de trabajo.
Aprender a dialogar con la sociedad

Esta es otra cuestión sobre la que todavía debe trabajarse mucho.


Una parte de los enseñantes se compromete en la vida política en
calidad de ciudadanos. Sin embargo, se trata de que se impliquen
como enseñantes, no sólo como miembros de un grupo profesional
que defiende los intereses del colectivo, sino como profesionales que
ponen su conocimiento especializado al servicio del debate sobre las
políticas de la educación.

Perrenoud, “La implicación crítica como responsabilidad ciudadana”,


pág. 194 - 195

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