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Sinopsis:

Los agentes de la NCIS1, Karina y Brayden, ella de homicidios y él de narcóticos,


deben ir de encubierto para atrapar a un asesino serial que ha dejado un rastro de
cuerpos de sumisas a lo largo de Atlanta. Van ocultos como una joven pareja
enamorada que explora su interés en el BDSM. El único problema es que ambos son
Doms.

Karina no está exactamente contenta con su nuevo rol como sumisa, pero el sexy
Brayden sabe exactamente qué hacer para cambiar su personalidad habitualmente
dominante en una dulce sumisa. Su naturaleza descarada excita a Brayden y al mismo
tiempo atrae al asesino serial.

Cuando Karina es secuestrada, Brayden debe utilizar todos los recursos a su


disposición para encontrarla, incluyendo las habilidades físicas del agente del FBI
y Dom, el Amo Nathan Delacroix. Cuando Brayden ve el dolor en que se encuentra
Karina a través de la conexión que Nathan tiene con ella, se da cuenta de cuánto
esa testaruda Domme ha llegado a significar para él. La pregunta es ¿podrá llegar a
ella a tiempo?

Capítulo 01

Karina se sentó en el oscuro rincón de su club de BDSM preferido. Pasó los dedos
distraídamente por el pelo de uno de sus muchos sumisos, Ben, cuando se arrodilló
en el piso a sus pies. Sabía que él se sentía desencantado por su falta de ganas
para jugar, pero se había quedado a su lado de todos modos.

Su corazón no estaba en esto esta noche, ni lo había estado desde hacía un tiempo.
Para ser sincera, probablemente debería quedarse en casa, pero la idea de sentarse
frente a la televisión no la atraía, tampoco. Tanto como odiaba admitirlo, tal vez
ser una Domme no era lo mejor para ella. Pero de no ser esto, ¿entonces qué era?

—¿Ama Kay?

Bajó la vista sobre Ben y le alisó hacia atrás un mechón de pelo que había caído
por su frente. Él tenía unos bonitos ojos marrón oscuro y un cuerpo que haría
jadear a cualquier mujer, pero… su sumisión no la excitaba. No como debería
hacerlo. ¿Qué hacía una Domme cuándo dominar a los hombres ya no funcionaba más?

—¿Estás bien? —preguntó él.

Ella le sonrió al ver la preocupación en su rostro.

—Estoy bien, Ben. Sólo cansada, creo. Tuve un día difícil hoy.

Esa no era una completa mentira. Todavía le dolía un poco el brazo de cuándo lo
había usado para frenar al sospechoso que había estado persiguiendo. Se inclinó
hacia adelante y puso un dedo debajo de su barbilla, levantándole el rostro. Le dio
un suave beso en sus labios y suspiró.

—Ve a encontrar a otra Domme que te satisfaga esta noche, Ben.


—¿Pero… hice algo mal, Ama Kay? —Preguntó.

Negó con la cabeza.

—No, cariño. Sólo que tengo mucho en mente, y me temo que no soy muy buena para ti
por el momento.

—Tú siempre eres buena para mí.

Ella sonrió y frotó un dedo a lo largo de su mejilla, disfrutando de la sensación


de su rastrojo al rozarle la piel.

—Ve. Diviértete. Y no es una petición.

El sub asintió con la cabeza y se incorporó a sus pies. La mirada femenina se posó
en sus abdominales y en la gruesa polla que podía ver detrás del taparrabos que
llevaba esta noche. Sonrió ante su vestimenta. Se parecía a un hombre de las
cavernas con ese cuerpo y el desgreñado corte de pelo.

Cuando él se alejó, Karina frunció la boca pensativa y distraídamente golpeó en su


bota con la fusta que llevaba en su mano izquierda. Más temprano la había tomado
del cuarto de juegos con la intención de usarla con Ben, pero una vez que estuvo
allí, no tuvo estómago para eso.

¿Qué está mal conmigo?

Sonó su teléfono y lo sacó del bolsillo, pensando que podría ser trabajo.
Inmediatamente al ver la dirección de Skype sonrió.

Presionando el botón para responder, esperó a que el rostro de su amiga apareciera


en la pantalla.

—Hola, muñeca —dijo Karina—. ¿Cómo está la caliente Atlanta?

—Caliente —su amiga, la teniente de la Armada Shandra Sims, respondió con una
sonrisa, una mirada risueña en sus ojos color avellana.

Shandra era una de esas bonitas mujeres de estilo porrista, con un largo cabello
rubio suavemente rizado, un rostro que a Karina le recordaba a una muñeca de
porcelana, y una risa que nunca fallaba en llamar la atención.

—¿Cómo está el club esta noche? —Preguntó Shandra.

—Bien —dijo Karina mientras giraba el teléfono, haciendo que su amiga viera la
abarrotada pista de baile—. Como puedes ver, está animado como siempre.

—Chica, el jefe Dom te patearía el culo si te viera hacer eso —exclamó Shandra con
una sonrisa.

Ella volvió el teléfono en dirección a su rostro.

—No diré nada, ni tú tampoco. ¿Qué tienes planeado para esta noche mientras estés
de vacaciones?

—Voy a volver a este nuevo club de BDSM que visité anoche. Guau, Kay. Deberías ver
este lugar.

—¿Sí?
—Es de muchísima categoría, muy exclusivo, aunque probablemente tenga más de mil
integrantes.

—¿Cómo lograste entrar?

—Mi primo conoce al dueño.

—Ah —dijo Karina con aprobación—. ¿Algunos Doms que valgan la pena?

—Oh, sí —respondió Shandra con una sonrisa—. Hay uno en particular que estoy
esperando encontrar esta noche.

Karina parecía no poder sacudirse la preocupación que se abrió paso por sus
intestinos. Los nuevos clubes eran geniales, pero Shandra necesitaba ir con
cautela.

—Recuerda ser precavida, Shandra —le aconsejó—. Y no te vayas a casa con él.

Shandra ondeó la mano desestimándola.

—Lo sé, pero realmente, Kay. Te preocupas demasiado.

—Y tú no te preocupas lo suficiente.

Shandra se rio por lo bajo. Su inquieta personalidad fue lo que inicialmente le


había atraído a Karina de la joven asistente del teniente. Habían hecho migas desde
un principio y se convirtieron en amigas rápidamente.

—Envíame un texto más tarde para avisarme que llegaste bien a casa. No importa la
hora, ¿entendido? —ordenó Karina firmemente.

Shandra bufó, pero sonrió.

—Por supuesto, Domme.

—Shandra. Hablo en serio —gruñó.

—Lo haré. Lo prometo. Buenas noches.

Shandra cortó la llamada. Karina bajó el teléfono, preguntándose por qué parecía no
poder quitarse el repentino mal presentimiento que se había instalado en su
estómago.

Brayden Samuel se reclinó en los cojines del sofá y apoyó los pies en la mesita de
café. Levantando la cerveza a sus labios, observaba silenciosamente a Karina
pasearse alrededor del club. Ocasionalmente, alguna escena le llamaba la atención y
ella se paraba a observar por algunos minutos, entonces continuaba con su lento
paseo.

Recorrió con la mirada sus curvas perfectas, deteniéndose para admirar el escote
que se desparramaba por fuera de su chaleco de cuero antes de viajar más abajo para
admirar sus curvilíneas caderas. La mujer tenía lo que Brayden consideraba un
cuerpo perfecto, todo envuelto en un paquete de un metro sesenta y cinco de alto.
Pechos de talla 95, caderas llenas y cintura estrecha. Tenía un verdadero cuerpo de
guitarra.
Le encantaba cómo caminaba con esos tacones de aguja de diez centímetros, de forma
casual, como si tuviera todo el tiempo del mundo, bamboleando las caderas
deliciosamente. Había pasado muchas noches fantaseando con esta fogosa mujer
cayendo en sus manos… esos bellos ojos azul-verdosos apremiados por el deseo. Nunca
había intentado dominar a una Domme, pero por ella, con toda seguridad que haría el
intento.

Le gustaría enterrar los dedos en todo ese pesado cabello rubio rojizo. En este
momento lo llevaba hacia un lado en una trenza suelta. El extremo colgaba muy cerca
de su pezón. Si fuera su sumisa, siempre la haría usar su pelo suelto para poder
jugar con él.

Desafortunadamente, la deliciosa belleza y él trabajaban juntos en la NCIS. Ella en


homicidios. Él en estupefacientes. A pesar de pertenecer a diferentes
departamentos, las relaciones entre empleados de la oficina no estaban bien vistas,
aunque tuvieran lugar en un club de fetiches.

Brayden observó a Karina detenerse frente a una de las escenas de flogging que se
desarrollaba contra la pared más alejada. Ella se apoyó en el respaldo del sofá y
se quedó observando, su frente con el ceño fruncido. Le pareció verla algo
indecisa, ligeramente confundida. Triste. Se preguntó qué había puesto a Karina tan
triste.

—¿A quién observamos tan atentamente? —El Amo Joe le preguntó mientras se dejaba
caer al lado de Brayden en el sofá.

—A la Ama Kay.

Brayden bebió otro sorbo de su cerveza.

—Parece un poco desanimada últimamente. ¿Lo has notado? —Le preguntó Joe.

—Sí, así es. También he notado que no se ha corrido por un tiempo, al menos en este
lugar de cualquier manera. Castiga y recompensa a sus sumisos, pero nunca hace que
ellos la satisfagan. Y es una lástima. Siempre me gustó observar a la Ama Kay
cuando se corre.

Joe se rio.

—A ti y a cada otro Dom de este lugar. La mujer es un bombón, pero hasta donde sé,
no se lleva sumisos a casa. Nunca.

—¿Entonces mantiene esto estrictamente aquí? Eso es interesante.

Él había llevado subs a casa antes, pero nada serio había salido de eso. Brayden
trabajaba mucho, incluso a veces de encubierto. No era exactamente el tipo de
ambiente correcto para una relación seria. Se preguntó si ese fuera el problema de
Karina, también. Por lo que sabía de ella en el trabajo, era una buena
investigadora con un increíble talento natural para descifrar cuando alguien estaba
mintiendo. La mujer podía leer a la gente excepcionalmente bien, pero bueno, la
mayoría de los Doms podían hacerlo.

Habían aprendido a leer el lenguaje corporal, y a menudo el lenguaje del cuerpo


dejaba al descubierto una mentira.

Repentinamente Karina se estremeció y tomó una profunda respiración. Colocó la mano


en contra de su estómago y apartó la vista de la escena. Brayden notó que sus dedos
temblaban ligeramente cuando se detuvieron en contra de su cuerpo.
¿Qué la había disgustado? Preocupado, Brayden dejó caer los pies fuera de la mesa y
se puso de pie.

—Vuelvo enseguida.

Capítulo 02

Karina tomó un trémulo aliento, conmocionada con la escena en retrospectiva que


repentinamente se le vino a la mente. Cuando los dedos de cuero del flogger
golpearon el estómago de la mujer, el sonido de sus gritos envió a Karina de
regreso diez años atrás, al momento más espantoso de su vida.

Apoyó la mano en contra de su estómago, frotándose distraídamente las cicatrices


que cubrían su piel, de un lado a otro. Desde sus pechos hasta sus caderas, por
todo alrededor de su torso, su piel llevaba las huellas de aquellas profundas
cuchilladas.

Se había esforzado mucho para olvidarlo, para mantenerlo dormido en su mente, pero
a veces, especialmente cuando se sentía estresada, algo disparaba un recuerdo. Le
gustaría poder ser como otras mujeres y no recordar nada de eso.
Desafortunadamente, lo recordaba todo, cada puñetero y doloroso segundo de aquello.
La única cosa que no podía recordar era a su agresor.

—Pareces un poco aburrida, Ama Kay.

Se sobresaltó al oír el sonido de la voz del Amo Brayden tan cerca de ella. Se
volvió para mirarlo, entonces se quedó sin habla al ver la intensa mirada en esos
bellos ojos celestes del hombre. Tragó, tomándose un segundo para tranquilizarse.

—Buenas noches, Amo Brayden. ¿Están todos solos esta noche?

—Por ahora —murmuró.

Ella sonrió con un gesto malvado.

—¿No puedes encontrar a una sub para jugar contigo?

Los labios de Brayden hicieron una mueca ante su comentario burlón. A menudo se
pinchaban uno al otro con esto. Ella lo disfrutaba… la mayoría de las veces. Esta
noche, por alguna razón, se sentía vulnerable, y más de una vez había pensado en
gatear sobre el regazo del Dom en busca de un poco de consuelo.

Brayden era bueno con las subs. Se comportaba realmente bien con las que eran
nuevas o estaban asustadas. El hombre tenía la paciencia de Job, los ojos de un
ángel, el cuerpo de Adonis, y la ladina sonrisa de Satanás por sí mismo. Era
realmente una combinación intoxicante. Pero después de lo sucedido diez años atrás,
Karina nunca podría dejarse atar y controlar, lo que dejaba a este Dom fuera de
juego.

—Qué chistosa —dijo Brayden con esa voz profunda y sexy que disparaba hormigueos
escalando por la columna vertebral de Karina—. Estaba pensando en que esta noche
sería una buena ocasión para intentar dar vuelta a una Domme. ¿Interesada?

Karina bufó.
—Tendría sexo contigo, Brayden… si me dejaras atarte primero.

Él sonrió.

—¿Entonces dónde está el cambio?

—El cambio eres tú.

Él soltó una profunda carcajada.

—No en esta vida. Además, ya he visto cómo tratas a tus subs.

—Ey, yo soy muy afectuosa con mis subs.

—Sí, he visto lo afectuosa que eres con ellos.

Los labios de Karina se fruncieron.

—¿Celoso?

—Nah, yo no siento celos. Sólo disfruto al observar cuando te corres, cosa que no
he visto últimamente —respondió, observándola atentamente.

Ella bufó.

—No me observas todo el tiempo, Brayden. ¿Cómo sabes lo que hago cuando te vas con
una de tus subs?

Su intensa mirada se volvió demasiado, por lo que ella apartó la vista y comenzó a
observar a la pareja otra vez. Brayden le hacía sentir como que podría mirar a
través de su alma, y la sensación le provocó el deseo poco frecuente de vomitarlo
todo.

El Dom de la escena realizaba sexo oral, su rostro enterrado entre los muslos de la
sub, mientras la mujer se retorcía tanto que el Dom apenas podía mantener su boca
sobre ella. Karina frunció el ceño. No la tenía atada como para inmovilizarla. Ella
tenía demasiada libertad de movimiento.

—Pareces un poco estresada últimamente, Kay. ¿Es por el trabajo?

Karina estuvo muy cerca de contarle lo que estaba mal. Como Dom, tal vez la
entendería. Quizás incluso había pasado por eso él también. A ella, dominar no la
hacía sentirse bien. Le faltaba algo y la dejaba sintiéndose fría e insatisfecha,
como si algo estuviera mal.

Le disparó una mirada y se dio cuenta de que Brayden nunca la entendería. El Dom en
él era evidente hasta la médula. Dudaba que alguna vez se hubiera cuestionado
cualquier cosa concerniente a ese lado de sí mismo.

—No. El trabajo está bien. Supongo que sólo es la época del año. El invierno, los
cielos grises, el clima lluvioso. —Se encogió de hombros—. Nada importante.

—Ya sabes… —le dijo suavemente, atrapándole la mirada con la suya y sin permitirle
apartarse—. Dejando las bromas y el flirteo de lado, si necesitas hablar…

Ella asintió con la cabeza.

—Sé por dónde vas. Pero estoy bien, Brayden. Gracias de todos modos.
Brayden asintió con la cabeza y se volvió a su sofá. Karina estuvo tentada de
llamarlo para que se volviera, pero cambió de idea. Esto era algo que necesitaba
aclarar consigo misma. Además, conociendo a Brayden, si viera una mínima
posibilidad para dominarla, el hombre haría su mejor intento, y Karina no se sentía
preparada para la batalla.

—Buenos días, Agente Jeffries, —la joven recepcionista la saludó cuando Karina pasó
por delante de su escritorio.

Asintió con la cabeza y se llevó su teléfono celular al oído, intentando con el


número de teléfono de Shandra por décima vez desde ayer. Cuando se conectó su
correo de voz, Karina cortó la llamada y gruñó.

—¿Dónde carajo estás, Shandra?

Se suponía que su amiga le enviaría un mensaje de texto el viernes por la noche


cuando regresara. Hoy era lunes por la mañana, y no había recibido ninguna noticia
de ella, ni había podido conseguir que respondiera su teléfono.

Entró al elevador dando pisotones y presionó el botón del número dos con
frustración. Iba a matar a Shandra cuando pusiera las manos sobre ella por
preocuparla de esta manera. Uno de los jóvenes internos del departamento de legales
la miró con recelo. Karina ya estaba acostumbrada. Si bien no era su intención,
cuando se cabreaba se volvía desagradable, y ella lo sabía.

A decir verdad, en un momento de enojo, ella era desagradable. Sólo habría que
preguntarle a cualquiera de sus subs.

En el segundo piso, bajó y se encaminó hacia su departamento. Brayden estaba de pie


junto a su escritorio, esperándola, una taza de café en cada mano. Karina suspiró.
No cabía ninguna duda de que él necesitaba un favor. Probablemente algo relacionado
con el caso de estupefacientes en el que estaba trabajando.

—Buenos días, Karina —la saludó cuando ella se acercó.

Karina se detuvo y lo contempló con desconfianza. Karina. Sí, a ella no iba a


gustarle esto en absoluto si él estaba usando su nombre completo en lugar de Kay.

—¿Qué necesitas, Brayden, y cuántos problemas va a causarme eso?

Los labios de Brayden se retorcieron ligeramente, pero la picardía con la que


usualmente la abordaba no brillaba en sus ojos. En lugar de eso estaban llenos de
preocupación y compasión. Karina se tensó inmediatamente.

—¿Qué pasa, Brayden? —Preguntó mientras aceptaba el café que le ofreció.

—El director quiere vernos en su oficina, pero necesito hablar contigo primero
mientras él está con una llamada.

—¿Sobre qué? —Quiso saber.

Brayden liberó un lento aliento antes de responder.

—Shandra.
Karina tragó y entonces sacudió la cabeza. El miedo por su amiga oprimiéndole el
corazón en una prensa tan apretada que apenas podía lograr que pasara el aire.

—¿Qué pasa con Shandra?

Él se aproximó y le aferró el codo con su enorme y caliente mano. Acercándola, le


habló al oído en voz baja,

—No aquí, Kay. Créeme. Pase lo que pase, no te muestres alterada o cabreada. No
aquí. Simplemente asiente con la cabeza y sígueme.

Suspirando, asintió bruscamente con la cabeza y lo siguió a una pequeña sala de


juntas en el extremo alejado. Apoyó el café en la mesa de conferencias y se volvió
clavando los ojos en él.

—¿Qué?

Brayden se aproximó y puso las manos en la parte superior de sus brazos. Los apretó
suavemente, entonces comenzó a frotarlos lentamente. Karina se rigidizó, tanto por
la sensación de sus manos sobre ella como por la tensión que ahora le retorcía las
tripas.

—No hay una forma fácil para hacer esto, Kay, por lo que simplemente lo diré.
Shandra fue asesinada.

Karina se quedó sin aliento y se habría caído si Brayden no tuviera un agarre tan
apremiante alrededor de sus brazos.

—Cuándo —jadeó—. ¿Quién lo hizo?

—No lo sabemos. Su cuerpo fue descubierto el domingo por la tarde. El FBI contactó
al director cuando averiguaron que ella pertenecía a la Armada.

Las manos de Karina comenzaron a agitarse a medida que las preguntas se agolpaban
en su mente. Quería dejarse caer de rodillas y llorar. Shandra era tan dulce.
¿Quién habría hecho esto?

Tomó un aliento derrotado e intentó apartarse de Brayden. Él no aflojó su agarre.

—Kay —dijo, suavemente—. Mírame, nena.

Nena. Ella quería gatear sobre su regazo y dejar que sus fuertes brazos la
sostuvieran un rato mientras aullaba de tristeza. Shandra era su amiga más cercana.
Sin ella, ¿con quién iría de compras? ¿Con quién vería películas? ¿Con quién
hablaría de las pesadillas que todavía a veces la invadían?

Brayden le ahuecó el rostro e intentó obligarla a mirarlo, pero Karina se sacudió y


retrocedió algunos pasos. Respirando hondo, clavó la vista en él y preguntó,

—¿Por qué de esta manera? ¿Por qué me estás diciendo esto así?

—Estaba aquí cuando el director recibió las noticias. Parece que Shandra es la
última víctima de un asesino en serie que ha estado asolando Atlanta y los
alrededores durante varios meses.

—¿Un qué? —chasqueó Karina.

—Quieren que tú y yo vayamos de encubierto al Club Fetiche, debido a nuestra


experiencia en el estilo de vida. Es el último lugar donde fue vista con vida.
Quise asegurarme de que supieras lo de Shandra antes de hablar con el director
porque si él averigua lo cercanas que eran ustedes dos, no te dejará hacer esto,
sin importar cuánto te necesiten.

Karina asintió con la cabeza y se sorbió las lágrimas.

—Gracias.

Se enjugó los ojos, esperando eliminar toda evidencia de sus lágrimas.

—Aquí —le dijo Brayden mientras se acercaba para limpiar debajo de sus ojos con un
pañuelo de papel—. Se te corrió un poco el rímel.

Se congeló con la sensación de esas suaves manos en contacto con su piel y su cara
tan cerca de la suya. Jesús, el hombre era guapo, pero ambos eran dominantes y
simplemente no funcionaría.

Los ojos de Brayden le sostuvieron la mirada durante unos pocos segundos antes de
que diera un paso atrás, privándola de su calor corporal y dejándola con una fría
sensación de soledad. Cruzó los brazos sobre su pecho e intentó esconder el
estremecimiento que la recorría por debajo de la piel.

—Vas a tener que armarte de valor, Kay. Las fotos no son… bueno, sólo diré que
hasta yo me puse un poco verde después de verlas.

Karina tragó.

—Vas a tener que contarme, así sé qué esperar.

—Piensan que es un Dom y un sádico. El cuarto donde encontraron el cuerpo tenía el


aspecto de una escena BDSM, lo cual concuerda con todos los otros casos también.
Juguetes, floggers, bandas de sujeción, cadenas. Él usó un látigo de una cola
tachonado con hojas de afeitar sobre ella. La dejó casi sin piel en la espalda,
caderas, y la parte trasera de sus piernas. Algunos de sus dientes fueron
arrancados, sus pezones estaban rebanados, y la parte interna de su vagina quemada
con alguna especie de barra caliente.

Karina comenzó a temblar. Brayden se acercó con la intención de envolverla en sus


brazos, pero Karina dio un paso atrás. Ella lo necesitaba, desesperadamente, pero
sabía que si él lo hacía, se vendría abajo, y entonces todos la verían y lo
sabrían. Tenía que contenerse. Quería entrar en este caso. Quería ser la que
encontrara al hijo de puta que le hizo esto a su amiga.

—Si me tocas, me desmoronaré —susurró.

Brayden asintió con la cabeza comprensivamente.

—¿Saben algo? —Preguntó.

Él sacudió la cabeza con tristeza, y a Karina se le hundió el corazón.

—La escena fue limpiada completamente. No había nada.

—¿Y los gritos? —Preguntó Karina—. ¿Nadie oyó los gritos, o él la amordazó?

—Ninguna mordaza —respondió—. Estaban en un sitio bastante desolado, por lo que


probablemente no habría ningún peligro de que alguien la oyera.
Karina sintió una terrible sensación en la boca de su estómago.

—Hay más, ¿verdad? —Murmuró.

Brayden miró el piso y asintió con la cabeza.

—Le cortó la lengua.

—Oh Dios.

Las náuseas rodaron por su estómago, y luchó para mantenerlas a raya. Los recuerdos
de su propio ataque se reprodujeron rápidamente por su mente. Aunque no había sido
ni de lejos como lo que su amiga debió haber pasado, Karina de todos modos podía
imaginar el miedo que Shandra debió haber sentido.

—¿También la violó? —Susurró.

—Sí. Tenía severas lesiones anales, pero no fue encontrada ninguna prueba de ADN.

Karina tomó un estremecido aliento.

—¿Dónde…? ¿Dónde fue encontrado su cuerpo?

—En un depósito cerca del centro, pero lo suficientemente aislado como para que el
asesino no se preocupara por las interrupciones. El jefe de turno encontró el
cuerpo cuando entró en su oficina a buscar un paquete que había dejado allí el
viernes por la tarde. El asesino usa un lugar diferente cada vez pero siempre lo
hace en algún sitio donde el cuerpo pueda ser encontrado rápidamente. Aparentemente
no le gusta que su trabajo pase desapercibido demasiado tiempo. Hay una luz de
esperanza, aunque no sea mucho. Él marca a sus víctimas.

Karina frunció el ceño.

—Las marca, ¿cómo?

—Una marca de mordisco a un lado de su cadera.

A Karina se le enfrío la sangre. Ella tenía una marca de mordisco en su cadera. Su


atacante la había mordido tan duro, que le había sacado sangre. Todavía podía
recordar su conmoción cuando la chupó, gimiendo al sentir el sabor de ella en su
boca. ¿Sería el mismo hombre? Disimuló su gesto, no queriendo que Brayden lo
supiera. Si lo hiciera, dudaba que le permitiera ir, a pesar de cuánto la
necesitaban. Si se trataba del mismo hombre, ella podría ser un blanco potencial.

Desafortunadamente, aunque les contara, no tenía nada para decirles. El hombre


había tenido el rostro cubierto por una máscara de cuero y una capucha, y había
usado guantes de látex en sus manos. Incluso había llegado a limpiar la marca del
mordisco con agua oxigenada y luego con alcohol, asegurándose de borrar cualquier
rastro con evidencia de ADN. Todavía podía sentir la quemazón en el momento en que
el alcohol penetró en su herida. El Dom cubrió muy bien sus huellas.

Santo Dios, ¿el hombre que la había atacado todavía andaba por allí afuera haciendo
esto?

—¿Encontraron rastros de ADN? —Preguntó—. Seguramente la marca del mordisco…

Brayden negó con la cabeza.

—Lo limpió. No hay nada. Todo lo que podemos hacer es comparar la marca del
mordisco con cualquier posible sospechoso.

Karina tragó y sintió que se le doblaban las rodillas. Se aferró al respaldar de la


silla para mantenerse en pie.

—Karina —dijo Brayden mientras la estudiaba.

—Probablemente deberíamos regresar allí afuera —manifestó ella, no queriendo que el


hombre la observara tan de cerca.

Él sabía que pasaba algo más aparte de su tristeza. Era muy bueno.

Ella comenzó a encaminarse hacia la puerta, pero Brayden la agarró del brazo y la
detuvo.

—Te lo prometo, Kay. Encontraremos al que hizo esto.

Karina tragó, pero no pudo arriesgarse a mirarlo. Si lo hiciera, caería en sus


brazos y lloraría como un bebé. Reforzando su determinación, lo miró.

—Estoy bien, pero al segundo en que el avión despegue para Atlanta…

—Mi regazo y mi hombro son tuyos —murmuró.

Karina asintió, y con la cabeza en alto, salió de la oficina.

Capítulo 03

Brayden se puso de pie dentro de la Oficina de Dirección donde podía observar a


Karina sin ser demasiado evidente. Su postura era rígida y su rostro estaba
contraído por el dolor y la tristeza, todo lo que podría considerarse como una
reacción natural al asesinato de alguien conocido. De acuerdo con la NCIS, estaba
bien investigar a un conocido. A una amiga tan cercana como Shandra, por supuesto
que no.

La verían demasiado comprometida e incapaz de pensar claramente. Brayden sabía que


Karina trabajaba mejor bajo presión. Si había alguien que podía hacer esto, era
ella.

—Entonces ustedes dos se unirán al Club Fetiche. Uno se mezclará entre los Doms, y
el otro entre los sumisos —dijo el director mientras escrutaba los papeles sobre su
escritorio como si estuviera buscando algo.

Karina levantó la cabeza.

—¿Disculpe?

El director levantó la vista, las arrugas alrededor de sus ojos verdes viéndose más
marcadas. Hoy, hasta el gris de su pelo parecía más intenso… como un hombre
tratando con algo demasiado pesado sobre sus cansados hombros.

—Brayden irás como un Dom. Tú como sumisa.

Karina sacudió firmemente la cabeza.


—Absolutamente no.

—Los necesitamos a ambos, Karina. Él no puede ir de sumiso —dijo el director


señalando a Brayden.

Brayden respingó.

—¿Quién lo dice? —preguntó ella.

El director se puso de pie y aplanó las manos sobre el escritorio. Clavando los
ojos fijamente en Karina, le disparó una mirada que la desafiaba a discutir este
punto. Brayden, sin embargo, sabía que ella lo haría. ¿Y quién podría culparla?

—Agente Jeffries. ¿Cuál es exactamente su problema? —gruñó el director.

—Mi problema es que soy una Domme —chasqueó—. Usted obviamente no sabe
absolutamente nada de BDSM si piensa que simplemente puedo darme vuelta en un abrir
y cerrar de ojos.

—Concedido, admitiré que no conozco mucho del tema, pero ustedes dos es todo lo que
tenemos. Puedo enviar a alguien más, pero Brayden ya ha descartado esa idea
argumentando que una sub novata sería descubierta de inmediato. Tú, sin embargo,
conoces los diversos protocolos y cualquier otra cosa necesaria para…

—No es tan simple —respondió Karina con un grito.

—Karina —la interrumpió Brayden.

—¡Cállate! —chasqueó.

Los ojos de Brayden se estrecharon con rabia. Entendía que ella estuviera molesta,
pero estaría condenado si le iba a permitir perder los estribos y que ella
terminara fuera de este caso. Se aproximó y se paró entre ella y el director.
Dándole la espalda a su jefe, la fulminó con la mirada.

—No puedo ayudarte con esto, Karina. Sabes cómo funciona. Vas a ir como mi sub.
Sólo yo puedo tocarte. Nadie más tiene que hacerlo. Todo lo que tienes que hacer es
representar el rol y hablar con los otros subs.

Le disparó una mirada mordaz que esperaba que ella captara y tuviera en cuenta… ya
que si no dejaba de protestar sobre esto, quedaría fuera del caso.

—Bien —gruñó, irradiando rabia con sus ojos azul-verdosos. Él ya la encontraba


atractiva. Maldición si ahora no pensaba que era impresionante—. Pero si te acercas
a mí con una mordaza de bola, voy a castrarte mientras duermes.

Los labios de Brayden esbozaron una sonrisa.

—Trato hecho.

—¿Quiero incluso saber qué cosa es una mordaza de bola? —preguntó el director en
seco.

—No —respondieron Karina y él al unísono.

—Está bien. Probablemente no quiero saberlo, de cualquier manera. —El director los
miró a ambos con firmeza—. ¿Estamos de acuerdo?
Brayden se volvió para mirar a Karina. Ella hizo un gesto de disgusto, sus labios
formaban una firme línea de irritación. Sería divertido si no fuera por toda esta
dramática situación.

—Trabajarán conjuntamente con el FBI en esto. Basándonos en lo que Brayden sugirió,


son una pareja de novios explorando su lado sexual. —Les entregó a cada uno un
archivo—. La dirección donde se alojarán está en el archivo, así como las nuevas
credenciales que necesitarán y las tarjetas de crédito. Asegúrense que el GPS esté
habilitado en sus teléfonos, por si acaso. Aparte de eso, ambos saben qué hacer.
Ahora salgan de aquí, el avión los está esperando.

Karina subió a bordo del Learjet2 y se dejó caer en el asiento de cuero blanco. Se
sentía cansada hasta los huesos y emocionalmente desbordada. Se había pasado las
últimas dos horas conteniendo las lágrimas, y ya no podía hacerlo más.

Apoyando los codos en sus rodillas, enterró la cara entre sus manos y lloró por la
pérdida de su amiga. Qué forma terrible de morir para cualquiera, especialmente
para Shandra. Ella siempre era tan dulce… siempre tenía una sonrisa en su rostro.
No se merecía lo que ese monstruo le había hecho.

Ninguna mujer se lo merecía.

¿Y si era el mismo hombre que la había atacado a ella?

Eso fue diez años atrás. ¿Cuándo él había pasado de torturar mujeres a matarlas?

—Kay.

Brayden dijo su nombre tan suavemente que ella no estaba segura incluso de haberlo
oído. Levantó la vista y lo miró a través de sus ojos llenos de lágrimas mientras
él ocupaba el asiento de cuero frente a ella.

—Mi regazo todavía es tuyo si lo necesitas —susurró.

¿A qué Dom le gustaría que lo abrazaran? A ella sí. Karina hipó y sin pensarlo dos
veces se trasladó a su regazo. Se aferró a la camisa celeste del hombre y enterró
la cara en su cálido cuello. Los sollozos le sacudían todo el cuerpo mientras
lloraba.

Brayden envolvió los brazos a su alrededor y la sostuvo firmemente en contra de él.


La sensación de su abrazo la hacía sentirse segura. Dios, ¿cuándo había sido la
última vez que realmente se había sentido segura?

Había aprendido hacía mucho tiempo a cuidar de sí misma. Sus padres no fueron de
ayuda. Ella no había sido más que una decepción para ellos. Aun ahora, la relación
con ellos era tensa, en el mejor de los casos. Los hombres eran cosas que había
aprendido a controlar, nunca a confiar en ellos. No quería estar en esa posición
vulnerable otra vez… nunca más.

Pero en este momento, con Brayden, se sentía diferente. Se sentía bien. La


confusión le oprimía el pecho y la hacía llorar más duro.

—Lo siento tanto, nena —susurró Brayden.

Era la segunda vez que la había llamado como su nena, y el sonido de ese término
cariñoso en sus labios le provocó mariposas en el estómago. Los subs no la llamaban
nena. Ellos le decían Ama. Nunca la tocaban a menos que ella se lo permitiera. Y ni
siquiera una vez le habían hecho sentir mariposas en el estómago. No como lo hacía
Brayden.

—Señor —dijo la asistente de vuelo—. Estamos listos. Ella necesita ocupar su


asiento ahora.

Karina intentó apartarse, pero Brayden mantuvo los brazos a su alrededor.

—Quédate quieta —le ordenó.

Típico de Dom. Él no creía que ella estuviera lista para apartarse, por
consiguiente la mantuvo allí, y para ser sincera, ella no lo estaba. Le gustaba
estar allí… más de lo que había esperado.

—Danos cinco minutos —dijo Brayden.

La asistente de vuelo asintió con la cabeza y se dirigió de nuevo a la cocina.

—Por una vez, Kay, deja que alguien cuide de ti por un momento.

Karina suspiró, pero se acurrucó más cerca de él de todos modos. Se sentía


demasiado bueno para no hacerlo. Esto no se trataba de ser dominada, ¿verdad? Era
consuelo, lo que ella necesitaba inexorablemente ahora mismo. No estaba cediendo
ningún control ni compartiendo algunos secretos, sólo le estaba permitiendo
reconfortarla… abrazarla.

Cerró los ojos, saboreando la sensación de sus brazos, inhalando su ligero y


almizclado aroma a pino. Desde que conocía a Brayden, siempre que se adentraba en
un bosque, pensaba en él, imaginando su sonrisa y sus bromas, sus ojos risueños.
Apretó los labios en una línea firme. ¿Qué estaba haciendo? No tenía pretextos para
fantasear con este Dom. Con ningún Dom.

Sorbió y levantó la mano para secarse las lágrimas.

—Debo estar hecha un desastre.

Brayden la dejó incorporarse, pero todavía la mantuvo en su regazo.

—Te ves tan hermosa como siempre, gatita.

Karina bufó.

—¿Gatita? No soy una de tus subs, Brayden.

—Qué lástima —dijo con un tono de resignación.

Ella sonrió y lo golpeó con fuerza en el hombro, casi un poco agradecida por su
tono juguetón.

—Todavía estamos trabajando, y existe esta cosa llamada acoso sexual.

Brayden se rio.

—Ni siquiera he comenzado a acosarte sexualmente todavía. Además, teniendo en


cuenta cómo vamos a pasar una buena parte de nuestro trabajo de encubierto, no
estoy seguro de que eso se aplique.

—Oh, hombre —ella respiró y se cubrió la cara con las manos—. No puedo creer que
tenga que jugar de sumisa.
—No será tan malo.

Bajó las manos de su cara y frunció el ceño.

—¿Porque no eres tú quien tiene que hacer esto, verdad?

—Concedido, yo nunca estuve atado, pero tú me conoces. Sabes quién soy. No voy a
lastimarte, Kay.

—Lo sé —susurró.

Esa era verdaderamente la única buena cosa de todo esto. Conocía a Brayden,
probablemente demasiado bien. Lo había visto con otras subs. Sabía que era
impresionante en lo que hacía. Que podría hacerla sentirse increíblemente bien,
pero toda la cosa del bondage le hacía sentir nudos en el estómago. Tenía que
decírselo. No tenía otra opción.

Brayden sacó algo de su bolsillo.

—Toma. No es algo en lo que la agencia pensó, así que… —se encogió de hombros
mientras le entregaba un anillo—. Se supone que estamos comprometidos, después de
todo.

Karina tomó el anillo de compromiso en medio de un aturdidor silencio. Admiró el


diamante ovalado tallado en oro blanco con dos diamantes redondos más pequeños
flanqueándolo a cada lado. Era realmente muy bello.

—Oh, Brayden. —Llevó la mano en contra de su pecho y suspiró con un gesto dramático
sobreactuado acompañado por un divertido pestañeo de sus ojos azules—. No sé qué
decir.

Los labios de Brayden se fruncieron.

—Listilla.

Ella sonrió ligeramente, entonces se puso seria.

—¿Este no es como el anillo de alguna otra chica, verdad?

La miró confuso.

—¿Preguntas en serio?

Karina soltó una suave risita mientras tomaba el anillo y lo deslizaba en el dedo
anular de su mano izquierda. Se sentía raro, y por un segundo, contuvo la
respiración cuando la sensación más extraña se abrió paso por su pecho.

—Para tu información, era de mi madre.

Sus ojos se ampliaron.

—¿En serio?

Él asintió con la cabeza y sonrió ligeramente.

—Sí. Creo que estaría de acuerdo con esto, sin embargo. Es por una buena causa.

—Sí que lo es. —Levantó su mano y estudió el anillo en su dedo. En verdad se veía
bien en contraste con su piel—. Es hermoso.

Bajó las manos y se puso de pie antes de comenzar a imaginarse a ellos dos
caminando por el pasillo. Se movió a su asiento frente al de él y abrochó su
cinturón de seguridad. Estar sentada en su regazo se había sentido demasiado bien y
la había dejado sintiéndose descentrada. No estar sentada allí no la hacía sentirse
mucho mejor. De cualquier forma que lo mirara, salía perdiendo.

—Lo cuidaré —le dijo mientras apoyaba la espalda contra el asiento y le sonreía con
tristeza a través del pasillo—. Te lo prometo.

—Sé que lo harás —le respondió, entonces se volvió a la asistente de vuelo, quien
los observaba un poco impacientemente desde la cocina—. Estamos listos ahora.

La mujer asintió con la cabeza y levantó un teléfono, avisando a los pilotos.

Capítulo 04

Karina entró en su suite del hotel y miró alrededor de la pequeña habitación de dos
ambientes donde pasaría las próximas semanas. Lo primero que había a su izquierda
era una pequeña cocina con una mesa y dos sillas. No mucho a título de alacenas y
platos, pero sería suficiente para el poco tiempo que estaría aquí.

A continuación había una sala de estar con un sofá de dos cuerpos y un sillón
reclinable. Contra la pared a su derecha estaban la televisión y un reproductor de
DVD, así como también la puerta que llevaba a la suite contigua. Separando la zona
de la sala de estar con la del dormitorio había un cuarto de baño con una enorme
ducha y tocador, dentro del dormitorio encontró una cama king size, un tocador, y
otra televisión.

Karina dejó caer sus bolsas al pie de la cama y echó un vistazo a su reloj. Eran
casi las tres. Se suponía que Brayden y ella debían reunirse con el gerente del
Club Fetiche en noventa minutos para echarle un vistazo al club y repasar las
reglas.

Entró en el cuarto de baño y se quedó mirando su desastroso aspecto con disgusto.


Al menos la hinchazón en sus ojos había menguado. Volvió al dormitorio y recogió su
neceser del maquillaje. Se sintió mucho mejor después de refrescar su rímel y
empolvarse, entonces pasó un cepillo por su pelo.

Tomando un clip de su bolsa, recogió ligeramente los mechones rubio-rojizos de su


cabello en la parte superior de su cabeza. Su pelo era muy pesado, y le quedaba
mucho mejor llevarlo recogido, especialmente teniendo en cuenta que no se resignaba
a llevarlo corto. Su cabello era la única cosa de sí misma que le gustaba.

Un suave golpe sonó en la puerta contigua, y fue rápidamente a abrirla. La


sonriente cara de Brayden le devolvió la mirada desde el otro lado, y una vez más
se sintió conmocionada al comprobar lo guapo que era. Siempre se había visto
atraída por los morenos con algunas hebras grises en las sienes. Y la forma en que
esos ojos azules suyos se fruncían en las comisuras hacía que su corazón se saltase
una pulsación por la excitación.

¿Por qué nunca había encontrado a un sub que la hiciera sentirse de esta manera?
—Así que conseguiste instalarte en el cuarto contiguo, ya veo —dijo con voz cansina
mientras se hacía a un lado para que él pudiera entrar.

Brayden se encogió de hombros casualmente.

—Pensé que sería una buena idea si estábamos cerca. ¿Estás lista para irnos al
club?

—Tan lista como puedo —dijo—. Sólo déjame buscar mi cartera.

Recogió su cartera de la cama, entonces siguió a Brayden al vestíbulo.

—¿Mi coche o el tuyo? —Preguntó él, dado que habían rentado un coche para cada uno.

—El tuyo, considerando que tienes tus llaves en la mano.

Brayden sonrió y agitó las llaves en su mano, haciendo que Karina sacudiera la
cabeza. Subieron al coche y se dirigieron a la carretera.

—Cuando terminemos, ¿te molestaría parar en la tienda de comestibles? —preguntó


ella—. Podría necesitar algunas cosas.

—No, no me importa. Podría necesitar algunas cosas, también. Ya que estaremos aquí
durante un tiempo, probablemente deberíamos juntarnos. No tiene sentido que
cocinemos por separado todo el tiempo.

Ella asintió inclinando la cabeza.

—Es cierto.

—Me gusta la comida italiana, sólo para que lo sepas —dijo él.

Una malvada luz chispeó en sus ojos cuando la miró brevemente dentro del coche.

—La pizza es comida italiana —respondió Karina—. No soy buena cocinera, sólo para
que lo sepas.

Brayden sonrió.

—Lo sé.

—Bien, entonces. Supongo que ya sabemos quién será el chef.

—¿Esto te deja como la encargada de la limpieza? —Preguntó él.

—Te propongo algo —replicó Karina—. Yo ayudaré a cocinar si tú ayudas a limpiar.

Él se rio.

—Parece justo. Probablemente deberíamos repasar lo que vamos a decirle a este tío.

—Estamos comprometidos. Tú eres un Dom experimentado, yo una sub novata, no una


completa idiota en el estilo de vida, pero tampoco alguien con experiencia. Eso
explicará un poco cualquier vacilación.

—¿Tengo que suponer que serás una sub descarada?


Karina sonrió abiertamente.

—Muy probablemente.

—Lo suponía. Necesito conocer tus límites duros, Kay.

El cuerpo entero de Karina se tensó. Todo era un límite duro.

—¿Podemos discutir esa parte más tarde?

—¿Por qué más tarde?

Ella se giró en dirección a él y observó cómo la luz del atardecer resaltaba el


plateado de sus sienes. Brayden había peinado canas de muy joven. Una consecuencia
del trabajo, pero en él se veía realmente bien.

—Hay algunas cosas que necesito contarte y… este no es el momento indicado.

Brayden la miró con un ceño antes de volver su atención a la carretera.

—Está bien —dijo suavemente—. ¿Es algo que pueda afectar a la investigación?

Karina se mordió el labio inferior antes de responder.

—No. Sólo referente a cómo tienes que tratar conmigo. —Eso esperaba, de cualquier
manera.

Brayden asintió con la cabeza, pero no dijo nada más.

Una vez fuera de la ciudad, condujeron por un largo camino de dos carriles
adentrándose en la zona rural. Karina divisó una enorme casa dentro de un campo
distante. Estaba rodeada por grandes árboles, céspedes cuidados, y fuentes. Los
terrenos delante de la casa y al otro lado del camino de acceso estaban acordonados
para los aparcamientos, que ahora estaban vacíos. Los únicos coches en este momento
eran dos sedanes y un Jaguar negro descapotable estacionado justo delante de la
casa.

Brayden giró por el camino de acceso, entonces se detuvo en la mitad. Ambos


contemplaron la enorme mansión de piedra de tres pisos con características y
decoración góticas, incluyendo gárgolas ahora visibles por entre los árboles.

—Tienes que estar bromeando —murmuró Karina.

—Hablando de intimidar —dijo Brayden, entonces se volvió a ella con una sonrisa—.
La maldita cosa se parece a algo salido de una película de terror.

Karina sonrió.

—Bueno, algunas personas ven al BDSM como un horror.

—Y la imagen que el lugar evoca no ayuda.

Él continuó recorriendo el resto del camino.

—Tal vez sea regentado por un vampiro —continuó ella con voz suave, entonces soltó
una carcajada al ver la graciosa mirada que el hombre le disparó.

—¿Te gustan los vampiros, Kay?


—Eres mi prometido, Brayden. Deberías saber esas cosas.

Brayden bufó.

—Entonces diría que sí. —La luz en sus ojos se volvió malvada—. Tal vez una noche
mientras estemos aquí, jugaremos al vampiro y a la víctima.

Brayden detuvo el coche, y ella salió, riéndose suavemente. Le sonrió coqueteando a


través del techo del coche.

—No pensé que te gustara jugar a la víctima.

—Víctima, mi culo —gruñó él—. Si alguien va terminar tumbada sobre la mesa y


conseguir una mordida, eres tú.

Karina cerró la puerta del coche y se volvió hacia el frente de la casa. Un hombre
alto vestido con esmoquin, quién lo hubiera pensado, estaba de pie delante de la
puerta abierta, observándolos. Se detuvo sorprendida en el momento en que Brayden
llegó a su lado.

—Mierda. ¿De dónde saliste? —le preguntó al hombre en la puerta.

Él se inclinó en una pequeña reverencia.

—De adentro, señora.

Miró a Brayden y pronunció,

—Señora.

Brayden se rio por lo bajo y con una mano contra el hueco de su espalda, la condujo
hacia adelante. Mantuvo la mano allí mientras atravesaban el vestíbulo del primer
piso, y Karina no intentó alejarlo. Por alguna extraña razón, se sentía bien
tenerlo allí.

La casa era tan oscura y gótica tanto por dentro como por fuera. El lugar le
provocaba una sensación espeluznante, y agradecía el toque del hombre en su
espalda.

Nunca había visto un lugar como este… pisos de mármol, revestimientos de roble,
candelabros negros.

—Vampiros, ya te estoy diciendo —susurró en el oído de Brayden.

Él sonrió y subió la mano para pellizcarle ligeramente la parte trasera del brazo.
Siguieron a su guía más allá de la ancha escalera y a través de un conjunto de
puertas de doble hoja, las que se abrían a un gran cuarto de juegos extendiéndose a
lo largo de toda la planta baja de la casa.

Había numerosas áreas acordonadas para las escenas, dos bares, y hasta un par de
mesas de billar ubicadas en un rincón del extremo más alejado. Las inmensas puertas
ventanas estaban cubiertas con persianas negras que, en este momento, estaban
abiertas para permitir que la luz del sol de la tarde bañara los pisos de mármol.

Shandra había tenido razón. Este lugar era increíble.

—Buenas noches —saludó un hombre.

Karina se sobresaltó por la sorpresa y se volvió para mirar al hombre que se les
había unido.

—Ustedes deben ser los agentes —dijo él.

Karina miró confusa al hombre increíblemente guapo que tenía delante. Tenía hombros
anchos y un profundo bronceado que el blanco de su camisa resaltaba a la
perfección. Con su pelo negro largo hasta los hombros, y sus ojos de un castaño
claro, casi dorados, le recordaba a un vampiro. Una fina barba con bigote que se
asemejaba más al espesor de un rastrojo cubría sus mejillas, dándole un serio
aspecto de chico malo.

El hombre inclinó la cabeza ligeramente y la observó divertido.

—Pareces un poco sorprendida, Agente Jeffries —ronroneó.

—Bueno, sí. ¿Te avisaron?

—Hace cerca de tres años atrás, era un agente del FBI. Si bien ya no estoy en la
agencia, todavía puedo ser de ayuda.

—¿Renunciaste para comprar un club de BDSM? —preguntó Karina.

—Estaba cansado de eso y decidí darle un buen uso al dinero que recibí del
fideicomiso de mi padre. —Agitó la mano alrededor del cuarto de juegos—. No hay
mejor forma de vengarse de ese viejo conservador, a mi parecer.

Brayden se atragantó con su risa, y entonces tosió para disimularla.

—Lo siento —masculló Brayden desde detrás de su puño.

Su anfitrión sonrió.

—No hay ninguna necesidad. Mi nombre es Nathan Delacroix, o Amo Delacroix. El club
es de ustedes. Vengan tan a menudo como lo necesiten, siempre que tengamos abierto.
El cuarto de juegos principal ocupa toda la planta baja, a excepción de mi oficina,
la que está en el extremo más alejado de la casa. Mientras estén aquí, tendrán que
participar. El Club Fetiche no es un club del voyeurs.

Brayden asintió con la cabeza.

—Lo entendemos y estamos preparados para eso. Yo voy a presentarme como el Dom, Kay
como la sumisa.

—Bien —respondió Nathan—. Las reglas aquí son más o menos las mismas que en todas
partes. La palabra de seguridad del club es rojo. Si no respetas esa palabra, estás
fuera. Si tocas a la sub de otro Dom sin su permiso, estás fuera.

Brayden asintió con la cabeza, al igual que Karina.

—Ahora, vayamos a mi oficina y hablemos de este caso, porque definitivamente no me


gusta la idea de que un asesino esté deambulando por mi club.

Capítulo 05
Brayden permaneció atrás y dejó que Karina entrara a la oficina de Nathan delante
de él. Cada uno de ellos ocupó un asiento de cuero frente al escritorio cuando
Nathan se instaló en el que estaba detrás de éste. Por encima de los hombros de
Nathan había una gran ventana con vista a los cuidados jardines y a la enorme
piscina de la parte trasera.

—Bonito lugar —comentó Brayden.

—Gracias. Los contratistas se mostraron un poco, digamos, intrigados cuándo inicié


este proyecto. Ambos ahora son integrantes de este lugar. Durante el verano, el
cuarto de juegos se extiende hasta el patio y hasta el área de la piscina, también.

Brayden sonrió y le disparó una mirada a Karina. Este club bien podría ser digno de
mudarse a Atlanta. Karina parecía estar relajada y segura de sí misma, pero Brayden
la conocía lo suficiente como para notar las marcadas líneas de tensión alrededor
de su boca y sus ojos.

—¿Alguna vez fuiste una sumisa Agente Jeffries? —Le preguntó Nathan, casualmente.

—No.

Nathan arqueó una ceja.

—Pensé que habían enviado a dos agentes con experiencia.

—Karina tiene experiencia… como Domme —aclaró Brayden.

Nathan frunció el ceño.

—¿Y vas a jugar de sumisa?

—No tuve mucha elección en el asunto —masculló ella.

Los labios de Brayden se fruncieron.

—Va a ser una sumisa descarada, a mí entender.

Karina miró a Brayden por arriba, una mirada de censura oscureciéndole los ojos.

—No tienes ni idea —murmuró.

Nathan sonrió ligeramente.

—Personalmente me gustan las subs descaradas, pero una Domme intentando pasar como
sumisa será interesante.

Karina comenzó a decir algo, pero Nathan la señaló, y ella inmediatamente cerró su
boca, sorprendiendo a Brayden.

—Algo a considerar mientras estés por aquí. Relaciónate con los subs, especialmente
con los hombres.

—¿Por qué? —Preguntó Karina.

—Piensa en eso. ¿Qué mejor lugar para que el sospechoso desconocido, o asesino, se
escondiese? Están buscando a un Dom. Enmascararse como un sub le permite esconderse
ante la vista de todos, así como también le facilita llegar a conocer mejor a los
subs. Puedo decirles cualquier cosa que necesiten saber acerca de la sexualidad de
los subs. Lo que les gusta, cuáles son sus límites duros, cuáles son los más
chillones, pero nada de índole personal. Este tío fue tras las subs que estaban
visitando el área, lo que significa que tuvo que haber hablado con ellas. Es una
posibilidad muy remota, lo sé, pero… es una corazonada.

—Podría ser posible que un Dom le haya preguntado de dónde era —argumentó Karina.

—No lo creo. ¿Alguna vez le preguntaste a un sub algo de ese tipo, Karina? —
preguntó Brayden.

Karina frunció la boca pensativamente, y entonces suspiró.

—No.

—Hay un almuerzo que se organiza una vez al mes para las sumisas y una noche de
póker para los Doms. Recomendaría que ambos asistan.

—Por supuesto —respondió Karina.

—Me gustaría poder ser de más ayuda, pero… La agencia intentó allanar mis
registros, pero les dije que si lo hacían, me vería obligado a alertar a los
miembros, cosa que pondría sobre aviso al asesino en caso de que esté aquí. Por lo
tanto van a tener que excavar a la vieja usanza. Ayudaré tanto como pueda, pero con
toda sinceridad, conozco muy poco sobre la mayoría de los integrantes, más allá de
que nadie aquí tiene antecedentes. Cualquiera que haya sido arrestado por asalto no
puede pertenecer a este lugar. Desafortunadamente, las comprobaciones de
antecedentes se contratan por medio de otra compañía, así que ni siquiera los veo
más allá de la aprobación o el rechazo.

—Entiendo —dijo Brayden con aprobación.

—Entiendo que el FBI está supervisando a los otros clubes de la zona. ¿Por qué me
mandaron a mí a la NCIS? —Preguntó Nathan.

—Éste es el último lugar donde la teniente fue vista antes de que desapareciera —
contestó Karina.

Nathan asintió con la cabeza mientras se inclinaba y tomaba un pequeño sobre color
vainilla. Se lo pasó a Brayden a través de su escritorio.

—Aquí están sus carnets de socios. Deben tenerlos para entrar, así que no los
olviden. —Miró a Karina—. Lo siento, cariño, pero el código de vestimenta para los
subs es vale todo, salvo que nada de bragas y de sostenes a menos que formen parte
del vestuario. Si tu Dom te pilla con ropa interior, tiene permiso de quitártela de
cualquier forma que él escoja.

Karina frunció la nariz con fastidio.

—¿Nada de ropa interior? ¿Nunca?

—Nunca —afirmó Nathan, con un malvado brillo en sus ojos.

Brayden escondió una sonrisa ante la obvia incomodidad de Karina. Ella nunca se
desnudaba en el club, ni siquiera durante una escena. Si le permitía a un sub que
la follara, llevaba una falda o un par de bragas abiertas en la entrepierna.

De hecho, ahora que lo pensaba, no estaba seguro de que Karina alguna vez hubiera
dejado que alguno de los subs la tocara… en cualquier parte de su cuerpo. Pero no
creía que fuera ese su problema.
Brayden suponía que su incomodidad tenía más que ver con el hecho de que la hiciera
sentir que seguía teniendo el control. Él podría tocar, jugar, y lamer en cualquier
momento que le diera la gana. Y tenía la sensación de que estaría de humor para
hacer eso realmente a menudo.

Karina colocó las bolsas de la tienda de comestibles sobre la mesita y suspiró al


comprobar toda la mierda que había comprado. No tenían ni idea de cuánto tiempo
estarían aquí, por lo que había comprado lo suficiente. No era muy propensa a salir
a comer afuera, aunque Brayden y ella se habían detenido a comprar unas
hamburguesas antes de salir de compras. Ahora todo lo que quedaba era desempacar y
acomodarlo.

Comenzó a colocar las cosas en las alacenas y en el refrigerador. Una vez que la
última bolsa había sido vaciada, echó un vistazo al helado. Podría jurar que había
comprado lo suficiente. Después de todo, ella no iba a poder angustiarse por su
amiga sin una saludable dosis de helado de galletas con chips de chocolate.

—¿Buscando esto?

Se volvió y vio a Brayden parado en la puerta que separaba sus habitaciones. Con
una sonrisa sensual, sostenía en alto el envase de helado.

—Sí, gracias.

Lo tomó y lo metió en el congelador.

—¿Planeando regodearte a solas, o puedo unirme?

Karina le sonrió con tristeza por encima del hombro mientras cerraba la puerta del
congelador.

—Todo aquél dispuesto a regodearse, es bienvenido.

Brayden se rio disimuladamente y se apoyó de forma casual contra la jamba de la


puerta con las manos en el bolsillo de sus pantalones.

—¿Estás lista para hablar de lo que me querías contar?

Karina suspiró y apoyó las caderas contra el mostrador. Necesitaba decirle esto, a
pesar de lo incómodo que le resultara pensar en hablar del tema. Incluso con
Brayden. Se aferró al borde del mostrador y respiró hondo para darse coraje.

—Vamos a jugar juntos en el club, por lo que necesito saber si tienes algún
problema —le dijo Brayden dulcemente.

—Lo sé.

—¿Es la cosa de ser sumisa lo que te molesta?

—En parte.

Con una mirada comprensiva, él se aproximó y le aferró la mano dentro de la suya.


La arrastró hacia el sofá empujándola hacia abajo para que se sentara junto a él.
Sus muslos se tocaron, y Karina sintió a su pierna entera hormiguear. Cambió de
posición sutilmente, intentando poner un poco de espacio entre ellos. Se inclinó
hacia adelante solo un poquito y enterró las manos debajo de sus muslos evitando
que temblaran.
—¿Necesitamos buscar el helado? —preguntó él.

Karina levantó la vista para contemplarlo y sonrió ligeramente. Sabía que él estaba
tratando de aliviar la tensión que había puesto tenso a todo su cuerpo.

—Podría no ser una mala idea —le respondió lentamente.

Brayden sonrió y pasó la palma de la mano subiendo y bajando por su columna


vertebral con un movimiento tranquilizador que ella le había visto usar a menudo
con las subs nerviosas. Brayden tenía algo en él que apaciguaba a las mujeres.
Incluso a ella.

—No puedo decir que alguna vez te haya visto tan tensa por algo —murmuró Brayden—.
¿Qué te pasó?

Karina mantuvo la mirada fija en sus rodillas, no queriendo levantar la vista para
encontrarse con la compasión que sabía que encontraría en sus ojos.

—Cuando tenía diecisiete, fui violada y torturada.

El movimiento de la mano de Brayden se redujo, pero no se detuvo por completo.


Karina podría jurar que sintió a su cuerpo rigidizarse, y definitivamente oyó la
maldición en voz baja que se libró de sus labios.

—¿Lo atraparon? —Preguntó.

Karina negó con la cabeza.

—Yo era… Sólo diré que no fui una adolescente modelo. El fiscal no tomaría partido
ni aunque hubieran encontrado al tipo debido a mi historial y antecedentes
policiales.

—Eras una menor de edad, Kay.

—Sí —dijo levantando la vista para mirarlo con un ceño—. Pero es así como funciona.
Lo sé y tú también lo sabes. Fui considerada una testigo poco confiable. Nadie
llevaría adelante la acusación basándose únicamente en mi testimonio, y no supimos
de otras víctimas.

Se encogió de hombros y miró hacia atrás a través del cuarto cuando los indeseados
e incómodos recuerdos le inundaron la mente.

—Mis padres pensaron que me lo había buscado. Siempre fui una gran decepción para
ellos, y esto no fue diferente. Mi tío se hizo cargo de mí después de lo ocurrido y
me mudé con él a Virginia Beach. Él había luchado una batalla contra sus propios
demonios por su trabajo como SEAL de la marina, por lo que pienso que se vio
reflejado un poco en mí. Me comprendió y me buscó un terapeuta. Si no fuera por él,
no sé si hubiera sobrevivido a esa pesadilla.

—¿Es por eso que terminaste siendo una Domme? —quiso saber Brayden.

—Sí. No tuve relaciones sexuales por mucho tiempo después del ataque, probablemente
cerca de unos cuatro años. Fue mientras estaba en la universidad que conocí a
Miranda. Ella era una Domme y me inició en el estilo de vida. Fue la única manera
en que me sentí lo suficientemente segura como para tener sexo. —Lo contempló con
una mirada afligida—. ¿Bastante triste, eh?

—No, no es triste —le respondió con firmeza—. Es comprensible. ¿Pero nunca tuviste
sexo fuera de un club BDSM?

Karina se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.

—Hay más —susurró.

Brayden entrecerró los ojos.

—¿Qué quieres decir con más?

Respirando profundamente, Karina se puso de pie y se volvió para enfrentarlo.


Mientras se desabotonaba la camisa, lo miraba fijamente.

—Si cuentas algo acerca de esto, te dispararé.

Brayden frunció el ceño, pero asintió con la cabeza mientras se reclinaba y


esperaba. Karina terminó con los botones, entonces abrió su camisa para que él
pudiera ver su estómago. Los ojos del Dom se agrandaron al contemplar las
cicatrices que cubrían su carne.

Se inclinó hacia adelante y tocó una con la punta del dedo.

—¿Qué mierda hizo esto?

—Algunas las hizo un látigo de una cola. Otras fueron producto de un cúter.

Levantó la mirada a la de ella.

—¿Dónde más las tienes?

Se dio vuelta y levantó su camisa para dejarle ver su espalda. Brayden rozó los
dedos sobre las cicatrices que se entrecruzaban en su piel.

—Hijo de puta —murmuró.

—Cubren la parte superior de mi trasero, también —dijo suavemente dándose vuelta y


mostrándole la mano para que vea la curvada y dentada cicatriz que corría entre su
pulgar y dedo índice—. Me la hice deslizando mi mano a través de las esposas. La
piel estaba a duras penas colgando para cuando llegué a emergencias. Una vez que
tuve una mano libre, pude usar una horquilla para abrir el cerrojo y liberar la
otra. Supongo que es la única buena cosa que me dio el hastío de mi pasado… la
habilidad para escapar.

Brayden le tocó suavemente la cicatriz, y Karina tuvo el más extraño de los deseos
de acurrucarse dentro de su abrazo otra vez, como había hecho en el avión.

—¿Le viste la cara? —Le preguntó.

—No. Llevaba una máscara de cuero. Incluso se cubrió el pelo. Las únicas cosas que
puedo decirte son el tamaño de su polla y su contextura, pero eso pudo haber
cambiado durante los últimos diez años. Él podría tener más peso, o estar más
delgado.

Tomando un profundo aliento, Karina bajó la cremallera de sus jeans y los abrió
para que él pudiera ver el lado de su cadera.

—¿Parece familiar? —susurró.

Los ojos de Brayden se centraron en la cicatriz con la marca del mordisco, y sus
ojos se estrecharon por la furia.

—¡Es la misma que…! ¡Maldita sea, Karina!

—No me había dado cuenta hasta que mencionaste las marcas del mordisco en los otros
cuerpos.

Él se puso de pie y bajó la vista fulminándola con la mirada.

—¿Por qué mierda no me dijiste nada?

Lo miró furiosa y chasqueó sarcásticamente,

—¿Y arriesgarme a que actúes como lo estás haciendo ahora?

Brayden suspiró con exasperación frotándose la mano por su cara.

—¿Piensas que es el mismo tipo?

Ella dio un paso atrás, sorprendida por la rabia dimanando de sus ojos.

—Si lo es, se ha vuelto mucho más brutal.

—O tal vez te habría hecho todo eso a ti si no hubieras escapado —chasqueó Brayden
—. No deberías haber aceptado este caso, Karina.

—Como dije. Si dices algo, te dispararé —gruñó suavemente, su propia ira aumentando
el tono de su voz—. No sabemos si es el mismo tipo. La marca del mordisco podría
ser una coincidencia…

—¡O una firma!

—¡No pretendas dejarme afuera de este caso, maldita sea! Shandra era mi mejor
amiga. Y además, dudo que la agencia pueda encontrar a otra persona dispuesta a
hacer esto, y lo sabes.

Brayden se pasó la mano por su pelo corto mientras caminaba alrededor de la mesa.

—Esto va en contra de mi mejor juicio, y si el director se entera, pedirá nuestras


cabezas. —Se detuvo y la miró muy serio. Karina se ajustó sus jeans y su top para
volver a cubrirse—. ¿Y si es el mismo tipo? ¿Y si te reconoce?

—¿Por qué lo haría? A los diecisiete, tenía el pelo negro y usaba maquillaje
gótico. Ni siquiera yo me reconocía en aquel entonces.

Los labios de Brayden se retorcieron.

—¿Gótica, eh?

Lo señaló con el dedo.

—No te burles.

Él bufó y comenzó a pasearse alrededor de la mesa otra vez, pero ahora en la


dirección contraria.

—No iba a hacerlo.

—Me estás poniendo nerviosa con toda esa caminata. ¿Vas a detenerte alguna vez? —
chasqueó.

La miró con los ojos desorbitados.

—¿Yo te estoy poniendo nerviosa a ti? Tú me estás poniendo nervioso. No me gusta


esto, Kay. Para nada.

—¿Y a mí sí? —le gritó ella—. Podría estar cazando al hombre que me destruyó diez
años atrás. Podría terminar frente a frente con un hombre que todavía me provoca
pesadillas.

Se cubrió la boca y tomó un profundo aliento a través de su nariz. Necesitaba


calmarse antes de comenzar a llorar, y eso era algo que no iba a permitirse hacer
otra vez. Ya había llorado lo suficiente en el avión. No era de las que recurrían a
las lágrimas, pero parecía como que hoy, eso era todo lo que podía hacer.

Brayden se acercó e intentó arrastrarla dentro de sus brazos, pero ella se apartó
de él.

—Me esforcé mucho para enterrar esto, para olvidarlo. Y ahora me encuentro en medio
de todo eso otra vez.

Se dejó caer en el sofá y levantó la vista para contemplar a Brayden.

Capítulo 06

Brayden observó al miedo nublar los ojos de Karina. Quería obligarla a que le
permitiera abrazarla. Era tan condenadamente terca.

No le gustaba todo esto en absoluto. Ella no debería estar trabajando en este caso,
pero ya estaban aquí, ya estaban en marcha.

Brayden se puso en cuclillas delante de Karina y apoyó las manos en sus rodillas.
Era una mujer fuerte, pero en este momento parecía tan vulnerable y asustada. Era
una faceta de ella que no estaba acostumbrado a ver, pero al mismo tiempo, se
sentía tan increíblemente atraído. Quería sostenerla, protegerla, hacer desaparecer
la tristeza en sus ojos.

—¿Vas a poder hacer esto, Kay? —Le preguntó—. ¿Ser amarrada? ¿Dominada?

Su oscura, casi asustada mirada se encontró con la suya.

—Te conozco. Confío en ti. Puedo hacer esto. Tú sólo tienes que ir lentamente.
Tratarme como haces con cualquier otra sumisa asustada.

—Sí, pero esas subs sienten miedo a lo desconocido, incluso a veces de sí mismas.
Tú estás combatiendo a un demonio de tu pasado. Es un poco diferente.

Asintió con la cabeza.

—Lo sé, pero confío en ti.

—¿De verdad?
Le aferró las muñecas con ambas manos. Cuando ella intentó apartarse, apretó su
agarre. La observó muy atentamente… el rubor oscureciéndole las mejillas, su
respiración entrecortada, las pupilas dilatadas.

—Esta simple pequeñez te hace reaccionar —susurró—. ¿Te estoy asustando?

Ella se pasó su rosada lengua sobre el labio inferior, haciendo que el corazón de
Brayden se saltase un latido. Karina era una de esas mujeres que a veces
intimidaban a los hombres sin siquiera proponérselo. Preciosa, fuerte, e
independiente, reunía miradas de admiración dondequiera que fuera. Los subs del
club la adoraban, especialmente los masoquistas, porque una cosa que la Ama Kay
podía hacer mejor que nadie era entremezclar el placer con el dolor de una forma
que los hacía mendigar por su liberación.

Pero ahora ella estaría en el extremo receptor. ¿Cómo la hacía sentirse eso…
realmente?

—No —susurró—. No me estás asustando.

Él bajó la vista sobre el anillo en su dedo. Se veía bien en contraste con su piel,
la piedra del tamaño perfecto para su mano. En algún lugar de su mente se preguntó
cómo sería para ella llevar puesto ese anillo de veras.

—Se supone que estamos comprometidos. —Volvió a levantar la mirada a la de ella—.


¿Vas a estar bien conmigo tocándote, besándote, e incluso follándote?

Ella tomó un lento aliento y asintió con la cabeza. Brayden sonrió con disimulo. La
mujer no parecía sentirse tan segura de sí misma como hacía un momento.

—¿Cuáles son tus límites duros, Kay? —Le preguntó con voz suave.

Ella se encogió de hombros.

—¿Todo lo relacionado con esto?

Los labios de Brayden se retorcieron apenas ante la minúscula chispa de humor en


sus ojos. Ahora esa era la Karina que él conocía.

Sacudió la cabeza.

—Lo siento, gatita, pero no vas a conseguir negármelo todo.

—Realmente no lo sé, Brayden. Vayamos de un día a la vez. Comienza fácil, entonces


ve subiendo la intensidad. Si me molesta, tengo una palabra de seguridad. ¿Trato
hecho?

Brayden asintió con la cabeza una vez.

—Trato hecho.

—¿Puedo recuperar mis manos?

La mordió suavemente en la palma, entonces besó la cicatriz que le atravesaba la


mano.

—Creo que preferiría mordisquear un poco —bromeó mientras subía por la parte
interna de su brazo.

La sonrisa puramente malvada que tiró de los labios de Karina debería ser una
advertencia, pero Brayden la ignoró hasta que sus dedos lo agarraron del lóbulo de
la oreja y retorcieron la piel, atrapándolo por sorpresa.

—Ay —chasqueó, liberándole las muñecas y combatiendo la risa que amenazada con
extinguir el enojo de su voz—. Maldita sádica.

Karina se rio.

—Te lo pedí amablemente.

La señaló con un dedo.

—No puedes sacar esa mierda en el club.

Su sonrisa confiada estaba de regreso cuando se reclinó en contra del sofá y cruzó
las piernas.

—¿Quién lo dice? Se supone que soy una sumisa descarada, ¿recuerdas?

—Demasiado descarada, y conseguirás un culo azotado —respondió Brayden pronunciando


lentamente. Se puso de pie y se inclinó más abajo para que su cara quedara muy
cerca de la suya—. Y sabes cuánto me gusta zurrar los pequeños y firmes culos.

Brayden se dejó caer sobre el sofá al lado de ella. Karina se cruzó de brazos y lo
miró de reojo.

—Mi culo no es tan pequeño.

—No, pero es firme.

Él sonrió y le dio un empujón con el codo. Su comodidad se desvaneció al pensar en


que ella estaba en peligro. Sabía que Karina podía cuidarse. Era una oficial bien
entrenada que podía luchar, probablemente mejor que él mismo, pero de todos modos
le preocupaba. Era un Dom. Siempre se preocupaba.

—Por última vez, Kay —masculló—. ¿Estás segura de quieres hacer esto?

—¿Podrías dejar de preguntarme eso ya?

Él entrecerró los ojos.

—Sí o no, Karina.

Ella suspiró, entonces respondió firmemente.

—Sí. Ahora sal de mi cuarto para que pueda irme a la cama.

—De acuerdo —respondió mientras se levantaba del sofá y se encaminaba a su propia


habitación.

Brayden tragó al ver a Karina con una falda plisada de cuero que a duras penas le
tapaba el culo. Un chaleco de cuero negro haciendo juego le cubría el torso y
apretaba sus pechos levantándolos y empujándolos hacia afuera. Su piel clara
resplandecía en contra del color negro, y su pesado cabello rubio rojizo caía en
cascada alrededor de sus hombros en unos suaves rizos donde él se moría por
enterrar las manos.
Las sandalias negras de tacón de aguja completaban su conjunto haciendo que sus
piernas se vieran increíblemente largas y contorneadas. Jesús, ella se veía bien.

—Te está faltando una sola cosa —murmuró él, entonces levantó su mano para que
pudiera ver lo que colgaba de sus dedos.

Karina entrecerró los ojos, y sus labios formaron una firme línea obstinada.

—No vas a ponerme un collar —gruñó.

—Sí. Voy a hacerlo —afirmó.

—¿El anillo de compromiso no es suficiente?

—Nop. —Brayden se movió a su espalda—. Levántate el pelo —ordenó.

Karina suspiró y se levantó el pelo, sujetándolo arriba de su cabeza con una mano.

—Simplemente estás adorando todo esto, ¿verdad?

Brayden sonrió mientras envolvía la gargantilla de plata alrededor de su cuello y


cerraba el broche. Depositó un beso en lo alto de su columna vertebral y sonrió al
pasar la punta de los dedos sobre la carne de gallina que le cubrió la piel.

—No sé por qué estás preocupada. —Apartó la mano de su pelo, obligándola a liberar
su agarre. Los rizos cayeron alrededor de sus hombros y bajaron por su espalda. Él
cepillaba los dedos a través de las suaves hebras mientras hablaba—. El collar te
queda muy bien.

—El color podría ser. El significado no. —Se volvió para afrontarlo y tiró del
collar como si la estrangulara—. ¿Cuándo conseguiste esto, de todos modos?

Él le quitó los dedos del collar con una sonrisa.

—Es el collar que uso en el club con las subs nuevas para demostrarles que ellas no
están realmente preparadas para la atención de otra persona.

Karina retorció los labios.

—Bien, otra joya prestada.

Brayden reprimió la diversión frente a su pícara actitud. Tenía la sensación de que


Karina iba a ser un desafío, y lo estaba esperando con más anticipación de lo que
probablemente debería. Seguía recordándose a sí mismo que esto era una puesta en
escena.

—Tu culo va a verse muy bien con la huella de mi mano en él —le advirtió.

Karina frunció la nariz mirándolo, casi haciéndolo reír.

—Reserva eso para el club.

Él se cruzó de brazos.

—Reserva eso para el club, Amo.

Se quedó con la boca abierta, entonces la cerró, entonces la abrió otra vez.

—¡Oh Dios mío! No vas a hacer que te llame Amo.


Él arqueó una ceja.

—¿Cómo te llaman tus subs, Kay?

Lo miró muy seria.

—Ama.

—Eso mismo, gatita. ¿Y quién soy yo?

—Eres el hijo de… Bien. Amo.

Ella se volvió para tomar su abrigo. Brayden sonrió dejando que su mirada viajara
sobre sus largas piernas.

—Esto va a ser muy divertido —murmuró con regocijo.

Karina le frunció el ceño por encima de su hombro.

—Disfrútalo mientras puedas, Dom.

El hombre caminó detrás de ella y aplanó la mano subiendo por un lado de su muslo.
Cuando los dedos se deslizaron por debajo de su falda, ella intentó apartarlo, pero
Brayden la agarró del brazo manteniéndola en el lugar.

—No puedes hacer eso, Kay —susurró.

—No estamos en el club.

Su voz sonó apenas un poquito jadeante.

—Lo sé —susurró—. Pero tienes que acostumbrarte a mi toque.

Rozó los labios sobre un lado de su cuello, deteniéndose brevemente encima de su


palpitante pulso.

—¿Estás nerviosa? —Le preguntó, entonces suavemente mordió la carne en el hueco


donde su hombro se encontraba con su cuello.

—Un poco, aunque probablemente no debido a la razón que crees.

Karina se estremeció, y entonces aspiró un lento aliento, destinado a calmar sus


nervios. Él acarició con la palma de los dedos su cadera, sonriendo ligeramente
cuando la mejilla de su culo se estremeció debajo de su toque.

—Todo estará bien, gatita. —Le abofeteó la mejilla del culo, haciéndola jadear por
la sorpresa—. Sólo recuerda cuándo estemos allí que no puedes sobresaltarte cuando
te toco.

—Lo sé, pero intenta darme una pequeña advertencia primero. Y deja de abofetearme
el culo.

Él bufó y le dio un tierno empujón hacia la puerta.

—No.
Para cuando llegaron al club, Karina ya estaba lista para subir por las paredes.
Durante todo el viaje, Brayden la había provocado tocándole la pierna, rozando
lentamente la mano de arriba a abajo por la parte interna de su muslo. Ella lo
había apartado sólo para que él volviera a hacerlo.

Lo miró furiosa, y él simplemente sonrió en respuesta.

—Tienes que acostumbrarte a mi toque, gatita.

—Deja de llamarme así —gruñó, a pesar de que muy profundamente pensaba que era
lindo—. ¿Por qué gatita, después de todo?

—Porque eres una gata salvaje. —Su sonrisa se amplió—. Especialmente en el club.

Karina hizo rodar sus ojos, pero por dentro podía sentir que se ruborizaba.
¿Brayden había estado observándola tanto como ella a él?

Bajó del coche y se envolvió el abrigo un poco más apretado alrededor de su cuerpo.
Ahora que el sol estaba cayendo, y que se habían alejado de la ciudad, la
temperatura había descendido drásticamente. El viento frío soplaba entre sus
piernas y a través de su culo, haciéndola temblar.

Dio un paso hacia adelante y se tambaleó ligeramente sobre la grava. Brayden estuvo
allí para estabilizarla y ofrecerle su brazo. Ella sonrió con gratitud y se aferró
a él mientras se dirigían hacia la puerta principal de la enorme mansión.

Debería decirle lo guapo que se veía con sus ceñidos pantalones negros y su camisa
azul oscuro. El color realmente le resaltaba los ojos, pero tenía el presentimiento
de que si dijera algo como eso, nunca llegaría al final. Brayden ya sabía lo bien
que se veía. No necesitaba que ella se lo dijera.

Habían hablado mucho hoy. Habían estado estudiando los archivos y lo que el FBI
tenía del delincuente. Desafortunadamente, no era mucho.

Tal vez era una corazonada. Tal vez eran los cortes en el estómago de la primera
víctima que se parecían a los suyos. O el idéntico mordisco que había dejado
marcado en todas ellas. Cualquiera fuera la razón, Karina ahora creía, sin una
sombra de duda, que el asesino en serie y su asaltante eran la misma persona. Ese
era un pensamiento que la asustaba como la mierda.

—¿Estás lista? —Preguntó él cuando atravesaron la puerta principal.

—Más lista de lo que nunca estaré —masculló.

El Amo Delacroix les sonrió dándoles la bienvenida desde atrás del puesto de
recepción. Al igual que ayer, sus claros ojos castaños brillaban con picardía y
humor. Su camisa de seda blanca se aferraba a sus anchos hombros y estaba abierta
en el frente, exponiendo un musculoso pecho con apenas una ligera pizca de vello.
Las subs probablemente lo rondaban como abejas a la miel.

—Buenas noches, Amo Brayden.

Brayden asintió con la cabeza.

—Amo Delacroix.

Él cambió la mirada a Karina antes de dejarla caer perezosamente a lo largo de su


cuerpo.
—Karina… Muy hermosa.

Karina le sonrió ligeramente ante la valoración. Estaba acostumbrada a que tanto


los Doms como los subs la examinaran.

—Gracias, Amo Delacroix.

A pesar del obvio comportamiento de Dom de Delacroix, ella tenía la sensación de


que él sería una interesante persona con quien relacionarse.

—Ella es una de nuestras recepcionistas, Candy. Se ocupará de sus abrigos y


comprobará sus credenciales.

Karina le entregó el abrigo y su credencial a la joven sumisa parada detrás del


escritorio. La jovencita sonrió.

—Si él te da un poco de tiempo libre, ven a buscarme, y te presentaré por allí —le
ofreció.

—Eso sería genial —contestó Karina.

Brayden deslizó la mano debajo de su falda y aplanó la palma sobre su culo. Karina
se sobresaltó ligeramente, entonces se volvió para dispararle una mirada asesina.

—Seguramente le daré un poco de tiempo libre más tarde. —Sus labios se fruncieron
cuando se encontró con su mirada feroz—. A menos que, por supuesto, se porte mal. —
Brayden le dio un apretón por atrás—. No vas a ser traviesa, ¿verdad, gatita?

—Por supuesto que no —gruñó ella a través de sus dientes apretados.

—¿Quién? —dijo Brayden suavemente.

—Amo —gruñó Karina.

Ella oyó la suave risa socarrona del Amo Delacroix y se volvió para fulminarlo con
la mirada, también.

—Por favor, no lo alientes.

Él sonrió y las líneas alrededor de sus ojos se profundizaron.

—Tengo pensado permanecer muy cerca de ustedes dos esta noche. Tengo la sensación
de que será sumamente divertido.

Candy soltó una risita cuando se alejó para llevar la chaqueta de Karina al
guardarropa. Brayden y Delacroix compartieron una sonrisa, mientras Karina
suspiraba.

Iba a ser una larga noche.

Capítulo 07

Karina seguía a Brayden por el club atestado de gente, sonriendo amablemente cuando
eran presentados por Delacroix a los que él definió como jugadores claves. Varios
de los Doms la examinaron con apreciación, pero gracias al collar que Brayden había
insistido en que usara, nadie atinó a tocarla.

Aunque probablemente nunca se lo admitiría a Brayden, se sentía realmente


agradecida de llevarlo puesto. En su propio club, los únicos hombres que la tocaban
eran sus subs, y eso sólo si ella les concedía el permiso para hacerlo. Al menos
aquí, sólo iba a tocarla Brayden, y sentía que iba a poder manejarlo. Con otra
persona, no tanto.

Miró por encima hacia una de las escenas. A menudo observaba las escenas en su
club. Allí, era la Domme. Estaba a cargo, y el hombre hacía lo que ella decía.
Aquí, Brayden estaría a cargo. ¿Podría dejarlo hacerle eso a ella? ¿Atarla?
¿Acariciarla entre las piernas? ¿Besarla allí?

Le gustaba el sexo oral, pero no sabía cómo se sentiría con la cosa oral cuando
fuese ella la que estuviera atada.

Un estremecimiento subió por su columna vertebral, y envolvió los brazos alrededor


de sí misma. Brayden debió notarlo, se percató cuando llevó la mano a la parte
trasera de su cuello y se inclinó para susurrarle.

—¿Frío?

—No… Amo.

Él colocó un suave beso en contra de su sien en lo que Karina creyó que era un
intento de aparentar ser una cariñosa pareja de enamorados.

—Buena chica —murmuró.

Tuvo que morderse la lengua para no replicarle no me trates como a una niña.

Así era cómo se sentía. ¿Sus subs se sentirían de la misma manera cuando ella los
recompensaba? ¿Cómo a los niños que habían hecho un buen trabajo? Siempre le había
parecido que a ellos les gustaban sus alabanzas, y Kay siempre los había alabado
sin importar cuán pequeño fuera el buen comportamiento, pero estar en el extremo
receptor de esto se sentía bastante extraño.

Manteniendo sus ojos bajos, echó un vistazo alrededor del apiñado club. La mayoría
de las áreas para escenas estaban ocupadas. Veía desarrollarse cada posible
panorama, incluso unos cuantos le hacían levantar las cejas. El que llevaban a cabo
cuatro hombres era realmente interesante. Un Dom estaba follando a un sumiso por el
culo y otros dos sumisos se habían unido a ellos, uno chupaba la polla al primer
sumiso mientras el otro estaba de pie sobre una pequeña escalera a fin de que su
polla quedara a la altura de la boca del primer sumiso.

Al lado de esa escena había un trío… una chica y dos tíos. Karina se mordió los
labios al oír los gemidos de placer de la joven cuando ambos hombres se movían a la
vez entrando y saliendo de su cuerpo… uno en su coño, el otro en su culo.

Nunca había hecho eso, aunque a menudo lo había pensado. Sólo que no estaba segura
de cómo se sentiría quedando impotentemente interpuesta entre dos hombres.

Brayden otra vez deslizó la mano debajo de su falda y suavemente la frotó por
detrás, haciéndola respingar. Se volvió para encontrarse con su mirada
reprobatoria, y entonces tragó.

—Lo siento, Amo. Mi mente estaba en la escena, y me sobresaltaste.


La estudió por un momento, entonces dio un paso más cerca. Karina echó un vistazo
hacia cuatro Doms que los estaban observando atentamente antes de bajar nuevamente
la vista al piso.

—¿Qué escena te cautivó, gatita? —Le susurró.

—La… eh… —tragó otra vez y reprimió su deseo de darle un tortazo por esto—. La del
trío.

Él miró alrededor por encima de su hombro hacia la escena, sus labios


estremeciéndose. Karina no encontraba esto para nada divertido.

—Ya veo —ronroneó—. ¿Quizá sea una buena idea para una de estas noches?

Lo miró muy seria.

—No creía que te gustara compartir, Amo.

Él deslizó la mano entre sus piernas por detrás. Karina se mantuvo rígida como una
piedra mientras él provocaba su ahora húmeda abertura con los dedos. Por la manera
en que la miraba y el calor de sus ojos chamuscándola, si apenas se moviera, no
sería capaz de evitar contonear sus caderas para intentar conseguir que su dedo
fuera más adentro. Para ella, era más seguro aparentar indiferencia, aunque la
indiferencia no fuera en absoluto lo que estaba sintiendo.

—Si eso es algo que mi pequeña sub desea, ¿cómo podría negarme? —Se inclinó más
cerca y le susurró—. Y por cómo están las cosas, mi sub lo desea.

Karina lo miró furiosa por el rabillo del ojo. Maldito idiota. Estaba mojada, y él
se había asegurado de arrojarle en la cara que lo sabía. Bueno, joder. ¿Qué
esperaba él? Los Doms y las sub se excitaban por igual en este lugar. Ella estaba
viviendo, palpitando, un espectáculo porno en vivo y en directo.

Delacroix se rio entre dientes.

—Karina es una sub descarada. Tengo el presentimiento de que la veremos en el banco


de spanking antes de que termine la noche.

Su cuerpo entero se sonrojó ante la imagen de Brayden zurrándole el culo y la


comprensión envió una oleada de calor por sus mejillas. Brayden quitó la mano de su
coño. Manteniendo la mirada fija en la de ella, se llevó los dedos a los labios y
los lamió por completo. A Karina se le retorció el estómago al ver el deseo en sus
ojos, la manera en que la observaba con toda esa conocedora sonrisa. Síp,
definitivamente la sonrisa de Satanás.

—El nombre de tu padre era Lucifer, ¿verdad? —masculló ella, medio bromeando, medio
en serio.

Brayden levantó una ceja. Delacroix y otros dos hombres se rieron.

—Sí, definitivamente vas a terminar en ese banco de spanking —afirmó Brayden.

—Vamos, ustedes dos —dijo Delacroix—. Los llevaré al bar y les presentaré a nuestro
cantinero, el Amo Trey.

Karina fue detrás de Brayden. Delacroix los había estado presentando como amigos
suyos que acababan de mudarse de Virginia. Brayden era rico e independiente, por lo
que no necesitaba mantener un trabajo, y la pareja estaba parando temporalmente en
un hotel mientras buscaban una casa.
Hasta ahora todo el mundo pareció aceptar esa historia, y el hecho de que todos
supieran que Delacroix era rico e independiente ayudaba a zanjar el tema. Las
personas adineradas tendían a relacionarse, en la mayoría de los casos.

Todo el mundo parecía amistoso. Hasta ahora, nadie hizo sonar ninguna campana o
alarma. Algunos Doms presentaban a sus subs y otros no lo hacían. Brayden siempre
lo hizo como también lo hacía Karina cuando estaba en modo Domme. Si no la
presentara, la haría sentirse insignificante, y estaba agradecida de que Brayden la
incluyera.

—¿Qué te gustaría beber, Karina? —Le preguntó Delacroix—. Escoge y estoy seguro de
que Trey puede prepararlo.

—De acuerdo —respondió sonriendo—. Algo liviano. ¿Qué tal un Pimm’s Cup[3]?

Trey sonrió.

—Sale un Pimm’s Cup. ¿Y para ti, Amo Brayden?

—Beberé una cerveza.

Trey asintió con la cabeza y se alejó para preparar las bebidas. Brayden se volvió
para contestar una pregunta a uno de los otros Doms que le había hablado, y si bien
su atención estaba ocupada en alguna otra cosa, su mano siempre la estaba tocando
en alguna parte. Ahora mismo, descansaba ligeramente en la parte baja de su
espalda.

Sorprendentemente, eso la hacía sentirse más segura en cierta forma. A pesar de que
ahora podía cuidar de sí misma mejor que la mayoría de los hombres, gracias a su
tío SEAL, por alguna razón se sentía bien sabiendo que Brayden estaba allí también.

—¿Cómo lo estás llevando, Karina? —Le preguntó suavemente Delacroix cuando se


inclinó para tomar un maní del tazón delante de ella.

—Mejor de lo que pensé que podría ser —sonrió ligeramente—. Dadas las
circunstancias. Pero no hemos comenzado a jugar todavía, así que tal vez deberías
preguntarme más tarde.

Delacroix se rio disimuladamente.

—Estoy seguro de que lo haré. Sólo puedo imaginarme lo incómodo que todo esto es
para ti… dadas las circunstancias.

—¿Tú lo habrías hecho?

—Tal vez si te tuviera como mi Ama, pero aun así, lo dudo.

Karina sonrió. No. No podía imaginarse a Delacroix como un sumiso para nada.

—Soy de verdad muy buena —susurró.

Delacroix sonrió a sabiendas, y sus ojos brillaron con esa misma picardía que ella
estaba comenzando a asociar con él. No podía esperar para ver cómo se comportaría
más tarde con una sumisa.

—No me cabe duda —le respondió en un susurro.

Riéndose entre dientes, le golpeó ligeramente la nariz y se alejó del bar.


—Avísame si necesitas cualquier cosa, Brayden, incluso a un tercero. —Le guiñó un
ojo a Karina antes de volverse para atravesar el cuarto.

Ella le sonrió a Brayden, quien la observaba con un pequeño ceño fruncido.

—Si hacemos un trío, lo quiero a él —dijo ella, provocándolo.

El ceño fruncido de Brayden se volvió más profundo.

—No.

Karina se rio y se inclinó más cerca. A él no le gustaba eso. Apoyando la mano


contra su duro pecho, le sonrió seductoramente, decidiendo si era momento para
provocar a Brayden un poquito. Después de todo, el ojo por ojo era un juego limpio.

—Pensé que más temprano habías dicho que cualquier cosa que tu sub desee, lo
conseguiría.

Brayden bajó la mano a su culo y le dio un duro apretón, levantándola en contra de


su fuerte y duro cuerpo. Karina sintió cada centímetro de él presionando contra
ella e instantáneamente comenzó a replantearse la sensatez de su provocación. El
hombre era tan peligrosamente seductor y encantador de una forma que la hizo
humedecerse todavía más.

¿Cuándo había sido la última vez que un sub la había puesto tan caliente?

Uh, nunca.

Brayden bajó la cabeza, y por una fracción de segundo, Karina pensó que podría
besarla. Su corazón se sobresaltó cuando el aliento caliente del Dom sopló sobre
sus labios.

—Oh, sí —murmuró—. Definitivamente vas a conseguir un culo zurrado.

—¿Qué pasa, Brayden? ¿Estás celoso? —le susurró

—Yo no me pongo celoso. —él deslizó la mano entre sus piernas y suavemente
arremolinó los dedos a través de la crema que recubría su abertura. Karina tuvo que
morderse la lengua para evitar gemir—. Simplemente me aseguro de que quedes tan
satisfecha, que no tendrás la energía para mirar a ninguna otra parte.

Ella sonrió.

—Eres muy presuntuoso.

—Sí. Y más tarde, vas a estar completamente llena de mí.

Le ahuecó el culo otra vez y la presionó más firmemente en contra de su gruesa


erección. La sonrisa de Karina se desvaneció cuando una caliente lujuria se abrió
paso por su cuerpo. Había visto a Brayden desnudo. Sabía exactamente lo bien dotado
que estaba y también sabía definitivamente el buen uso que sabía hacer de eso.

—¿Ves lo que consigues por provocarme? —le susurró.

La soltó, y ella se tambaleó hacia atrás. Agarrándose del borde de la barra,


intentó estabilizarse sin aparentar ser demasiado torpe.

—Bebe tu bebida y pasea alrededor del cuarto, Kay. Preséntate a los otros subs. —Se
inclinó cerca y le susurró en el oído—. E intenta no actuar como una Domme.

Ella le frunció la nariz, entonces levantó su bebida de la barra. Cuándo empezó a


alejarse, la palma de su Dom la abofeteó severamente en el culo. Sus caderas se
sacudieron hacia adelante, y se le derramó un poco de su bebida en la mano. Volvió
la cabeza para dispararle una mirada fulminante, pero muy profundamente en su
interior, le resultaba difícil enojarse con él. Brayden no estaba representando un
papel, estaba siendo él mismo. No se estaba comportando diferente con ella de lo
que lo hacía con cualquier sub que tomaba bajo su ala. Sólo esperaba no terminar
medio enamorada de él como la mayoría de las mujeres con quienes jugaba.

Capítulo 08

Brayden observó a su culo contoneándose tentadoramente cuando pasó delante del bar
hacia el grupo de sumisas congregadas en una de las muchas áreas de asientos que
había en el lugar. Una de las mujeres palmeó el sofá a su lado, y Karina se sentó,
sus dedos jugueteando distraídamente con el collar alrededor de su cuello.

A Brayden no le extrañó las apreciativas miradas de los otros Doms, tanto de


hombres como de mujeres, que fueron lanzadas detrás de los pasos de Karina. Eso no
era nada nuevo. Siempre conseguía una buena cantidad de atención en los clubes.
Intentó apartar la mente de ella y regresarla donde necesitaba estar. En el caso.

Hasta ahora, nada parecía estar fuera de lugar. La mayoría de los Doms que había
conocido tenían subs permanentes, pero eso no significaba que no fueran culpables.
Incluso algunos asesinos en serie estaban casados. Para ser honestos, no estaba
seguro ni siquiera de qué estaban buscando. No sabían nada de nada.

Tal vez Karina tuviera mejor suerte con las sumisas.

Dos horas más tarde, Karina captó la mirada de Brayden a través del cuarto. Él
curvó su dedo, indicándole que quería que se uniera a él.

—Parece que alguien está siendo convocado —dijo Candy.

Karina volvió la mirada a ella e hizo una mueca.

—¿Me pregunto qué hará si lo ignoro?

Candy sonrió con malicia.

—Karina, no deberías.

Ella sonrió y tomó otro sorbo de su bebida. Tal vez era el alcohol, o quizás la
naturaleza rebelde que bullía justo debajo de la superficie. Simplemente no estaba
acostumbrada a ser mangoneada, y su naturaleza debía luchar contra eso.

—Creo que lo averiguaremos.

Candy se cubrió la boca y soltó una risita.

—Él no parece contento.


—¿Está viniendo para acá? —preguntó Karina.

Candy arqueó una ceja.

—Oh, sí.

Brayden se inclinó sobre el respaldo del sofá donde estaba sentada Karina y gruñó
en su oído.

—Pensé haberte indicado que te quería a mi lado, sub.

Un estremecimiento recorrió la columna vertebral de Karina.

—Lo siento, Amo. Creí que sólo estabas saludando.

Brayden tomó el vaso de la mano de Karina y lo olió. Le frunció el ceño a Candy.

—¿Cuántos de estos ha bebido ella?

—Dos, Señor, desde que estoy con ella.

Brayden rodeó el sofá y tomó la mano de ella en la suya.

—Ven conmigo, sub.

—Ey —lo desafió Karina e intentó apartar la mano de su apremiante agarre—. Maldita
sea, Brayden. ¡Suéltame!

Se puso de pie y se tambaleó en sus tacones al punto de casi caerse. Brayden la


ayudó a estabilizarse y entonces la inmovilizó en el lugar con un gesto tan feroz
que el corazón de Karina se saltó un latido.

—Silencio —gruñó en ese tono de Dom que hizo que cada sumiso dentro del alcance
auditivo se quedara callado—. ¿En qué diablos estabas pensando? —murmuró muy bajo
para que sólo ella pudiera oírlo—. ¿Estás tan nerviosa, Kay?

—No estoy borracha. Yo sólo…

Ella aspiró un lento y tranquilizador aliento. Su fija mirada la mantenía cautiva,


no permitiéndole apartar la vista. La estaba observando con esos ojos, tan
intensos, tan inmutables. Cada parte de su cuerpo se calentó y hormigueó. Dios,
¿por qué le estaba haciendo esto? ¿Por qué estar tan cerca de él la hacía querer
derretirse en un charco? ¿Qué estaba haciendo con ella ese control ejercido con tal
cuidadosa destreza?

—No viniste cuando te llamé —le dijo en un tono un poco más elevado—. Te lo juro,
sub. Creo que a veces me provocas deliberadamente.

Karina tragó. ¿Lo había provocado deliberadamente?

—Lo siento, Amo.

—Eso es un buen comienzo, pero todavía no te salvará de la zurra que te mereces.

La llevó con él a una de las áreas para escenas desocupada, ubicada en el extremo
trasero del cuarto. Seguramente, él no iba a hacerlo.

Oh, Dios. Lo haría.


Con la mano entre sus omoplatos, la empujó hacia delante de manera que su torso
quedó aplanado contra la mesa revestida en cuero y sus pies permanecieron en el
piso. Karina jadeó e intentó incorporarse, pero la mano en medio de su espalda la
mantuvo en el lugar.

—No te muevas —chasqueó, y sorprendentemente, Karina se congeló.

Envolvió un puño alrededor de su muñeca, entonces en la otra. Ella forcejeó en las


restricciones, pero no pudo moverse. El miedo comenzó a abrirse paso por su cuerpo.
Tomó un aliento entrecortado, y su corazón empezó a palpitar salvajemente. Su
primer instinto fue entrar en pánico, tirar de las cadenas. Todo en ella quería
liberarse.

Esto no iba a funcionar.

Brayden se recostó sobre ella y murmuró cerca de su oído.

—Respira, gatita. Sólo soy yo.

Su suave voz la arrancó del creciente pánico que amenazaba con tomar el control.
Era Brayden. Él no la lastimaría.

—Inspira —le susurró.

Ella inhaló profundamente, intentando obligar a su ritmo cardíaco a bajar la


intensidad. Tenía que lograr un mejor control de sí misma. Tenía que permanecer
enfocada.

—Ahora suelta el aire —agregó mientras suavemente le masajeaba la parte baja de la


espalda–. Otra vez.

Siguió sus instrucciones, y su cuerpo comenzó a calmarse.

—Si es demasiado, di amarillo. ¿Comprendido?

—Sí —respiró, pero ya se sentía bien. Sorprendentemente mucho mejor de lo que había
esperado.

Sólo tengo que mantenerme enfocada. Es una puesta en escena. Tengo que seguir el
mecanismo. Actuar como si me hubiese rendido, como si disfrutara de esto. Puedo
hacerlo.

Había observado suficientes subs como para saber cómo se hacía. Brayden se enderezó
y rozó la palma de la mano subiendo por la parte trasera de sus muslos, tan
suavemente que ella incluso no fue consciente de eso al principio, hasta que un
caliente hormigueo comenzó a esparcirse por sus extremidades. Con las manos en la
parte interna de sus muslos, le hizo separarlos, exponiendo su coño ante su vista.
Karina apretó los ojos con fuerza cuando las manos le acariciaron el culo,
levantándole la falda más arriba. Y comenzó a masajear, calentándole la piel,
preparándola para la zurra.

Una pequeña multitud se reunió alrededor de ellos. Incluso oyó algunos comentarios
sobre sus cicatrices, pero ya estaba acostumbrada. Siempre que alguien jugaba
dentro de un club, reunía una multitud, especialmente si eran nuevos. Brayden y
ella ya habían decidido que si alguien los veía y preguntaba, su anterior Amo había
sido un sádico que se había puesto demasiado rudo. Lo cual no era una completa
mentira, considerando su pasado.
El toque la apaciguó, calentándole la piel, haciéndola desear retorcerse debajo de
sus manos expertas. No se suponía que ella se excitara, pero la sensación de
impotencia, de estar bajo la completa misericordia de Brayden, hizo que su corazón
se disparara salvajemente, pero esta vez no por el miedo. No. Definitivamente nada
que ver con el miedo.

Esto estaba mal. Ella era una Domme. Se suponía que no iba a gustarle esto.

Oyó a Brayden moverse a un lado y levantar una pala de la pequeña mesa ubicada
dentro del área con diversos juguetes exhibidos. Karina se preparó para el primer
azote.

—Cuando curvo mi dedo, significa que debes acudir a mí —gruñó él, entonces la azotó
en el trasero con la pala.

Ella se sobresaltó cuando el aguijón se abrió camino hacia arriba subiendo por su
espalda. La humedad formó un charco entre sus piernas y su primera reacción fue de
rabia… consigo misma, y entonces con Brayden.

—Tú, maldito…

—Cuando te llamo, significa que debes ir a mi encuentro —continuó con un tono muy
serio, y la azotó otra vez.

Karina gruñó y lo miró furiosa por encima de su hombro.

—Bray…

—Tú no me ignoras.

La pala cayó sobre su culo otra vez, en esta ocasión haciéndola jadear. Brayden
sabía exactamente cómo golpear. No demasiado rudo, pero sí lo suficiente como para
hacer que su piel picara y dejar definitivamente muy claro su punto.

—Lo tengo, maldito hijo de…

La azotó otra vez, y ahora haciéndola gritar.

—Ese fue por tu boca. ¿Quieres otro?

Se mordió la lengua y levantó la vista para fulminarlo con la mirada.

—Dilo, Karina —gruñó.

Sabía lo que él quería que dijera, pero controló su lengua, su obstinación no le


permitía ceder, a pesar del dolor de la pala. Brayden golpeó su culo una vez más,
ahora más duro. Ella apretó los ojos. Maldita sea. Esto dolía.

—¿Otro? —murmuró mientras empujaba la pala hacia atrás.

—De acuerdo —gritó cuando la mortificación se abrió paso en ella—. Lo siento, Amo.

—Ahora eso no fue tan difícil, ¿verdad? —comentó, y lanzó la pala en dirección al
equipo de limpieza que nunca estaba demasiado lejos.

Tan pronto como el Dom terminó, entraron volando y limpiaron el área para que
alguien más pudiera usarla. De ese modo, el Dom podía enfocar toda su atención en
ocuparse de su sub.
Brayden se movió detrás de ella y le masajeó suavemente el culo con los dedos. Kay
respingó al sentir la quemazón, pero entonces se relajó a medida que esas expertas
manos trabajaban el dolor de su trasero. Las movía bajando por el dorso de sus
muslos, entonces subía otra vez. Los pulgares se movieron entre sus piernas,
masajeando los músculos cerca de su abertura vaginal.

Karina se rigidizó cuando sintió el toque tan cerca de su sexo.

—Brayden —susurró.

—Shh —dijo y deslizó los pulgares sobre sus labios.

Kay se tragó un suspiro cuando el toque se movió más arriba en dirección a su


clítoris, entonces volvió a alejarse, evitando ese sitio clave y haciendo que sus
sentidos salieran disparados por las nubes. Jesús, estaba tan caliente que apenas
podía pensar con claridad. Tal vez esas bebidas no habían sido una buena idea. La
habían dejado demasiado relajada, excitándose con demasiada facilidad.

Movió las caderas ligeramente, pero la risa de Brayden la hizo detenerse. El calor
de un sonrojo subió por sus mejillas, y giró la cabeza para bajar el rostro contra
el cuero de la mesa, su pelo ocultándola de los ojos indiscretos. ¿Iba a hacerla
correrse?

Por Dios, Brayden. Por favor no hagas eso. Todavía no. No estoy lista para eso
todavía.

Brayden le liberó las muñecas de las restricciones, y ella soltó un suave suspiro
de alivio cuando la ayudó a incorporarse. Había tenido sexo en el club innumerables
veces, pero esto se sentía tan diferente. Una cosa era hacer que un hombre se
excitara zurrándolo, otra muy diferente que ella misma se calentara por recibir
unos azotes.

—Ven conmigo, Karina —susurró Brayden en su oído antes de recogerla en sus brazos—.
Necesitamos tener una pequeña conversación.

Comenzó a protestar, pero sabía que sería inútil. Esto es lo que Brayden hacía.
Castigaba, y luego conversaba. Quería asegurarse de que la sub comprendiera lo que
había hecho mal. Desafortunadamente, ella lo sabía. Lo había ignorado, y debería
haberlo pensado dos veces antes de hacerlo. ¿Brayden tenía razón? ¿Lo había
provocado deliberadamente?

Y de ser así, ¿por qué?

Brayden se ubicó en un sofá en rincón oscuro de frente a la habitación. La acomodó


sobre su regazo y se reclinó para que ella se apoyara en contra de su pecho. Kay
comenzó a luchar contra él. Quería levantarse. No quería acurrucarse y hablar.

Brayden apretó el brazo alrededor de ella, sujetándola en el lugar.

—Quédate quieta —ordenó.

Con un suspiro, se resignó al hecho de que Brayden iba a obligarla a hablar.


Especialmente conociendo su pasado. Era el Dom en él, el protector.

—¿Estás bien, gatita? —le preguntó suavemente.

Ella asintió con la cabeza.

—Con palabras, Kay.


—Sí, Amo —susurró.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó con cautela.

—¿Beber o provocarte?

—Ambos.

—No estoy segura. Creo que bebí porque estaba nerviosa. Lo mismo con provocarte.

—Sabes que no te lastimaré, Kay —susurró—. ¿Por qué mi zurra te asustó?

—Yo… um… —jugaba con el botón de su camisa, no queriendo mirarlo a los ojos—. ¿Cómo
te sentirías, Brayden, si se cambiaran las tornas? Como Dom, ¿te encontrarías a
gusto en mis zapatos?

—Touché —respondió.

La asió suavemente por la barbilla y le levantó el rostro hacia el de él. La


estudió con preocupación y compasión. Su mirada era tan diferente a la forma en que
la miraba un sub, y su primer instinto fue apartar la cara, pero su agarre en la
barbilla la sostuvo en el lugar.

—¿Y las restricciones? ¿Te molestó que te atara?

Kay suspiró y apartó con fuerza la barbilla de su agarre. Él no la detuvo cuando


apoyó la cabeza sobre su hombro. Esto era muchísimo más difícil para ella que
hablar de la violación. ¿Cómo iba a decirle que su toque era diferente,
tranquilizador y excitante, y que la hizo sentir cosas que nunca pensó que
sentiría?

El corazón de Brayden palpitaba debajo de su oído a un ritmo estable, y Kay se


sintió extrañamente reconfortada por el sonido. Aunque no lo suficiente
reconfortada como para tapar su incomodidad.

—Al principio sí, después no. Tus manos… me relajaron.

—Ya veo —murmuró, y pasó la punta de un dedo por su escote, enviando una descarga
de perversa conciencia directamente a su útero—. Es bueno saberlo.

Sintió la erección del hombre en contra de su cadera y tragó. No se había permitido


pensar demasiado en lo que harían aquí. Él le había preguntado si estaba bien con
la idea de que la follara, y en ese momento, le había dicho que sí, pero ahora…
Ahora que podía sentir a su polla presionando contra su cadera, a su calor
rodeándola, filtrándose dentro de ella, calentándola, no se sentía en verdad tan
segura. Llegó a la conclusión de que después de esta noche podría fácilmente
apegarse a él.

Siempre se había sentido atraída por Brayden, pero… trabajaban juntos, así que si
tuvieran sexo, ¿cómo los afectaría una vez que regresaran a casa? A pesar de su
miedo a ser atada –y de lo enojada que estaba con él por zurrarla de verdad– nunca
se había sentido más en paz que ahora mismo. Aún después de tener sexo con sus
subs, siempre había sentido como si faltara algo. ¿Sería esto? Muy dentro de sí,
¿quería ser dominada?

Brayden movió la punta de sus dedos desde su escote a la parte externa de su muslo.

—¿Qué está pasando por tu cabeza, gatita?


—¿Qué está pasando por la tuya? —replicó.

—¿Honestamente? Cuánto deseo tirarte al piso y follarte como un loco.

Karina bufó, pero por dentro una pequeña emoción la traspasó al oír sus explícitas
palabras susurradas.

—Lo dije —murmuró él—. Ahora te toca a ti.

Ella sonrió levemente.

—No estoy segura de poder manejar esto.

—Estabas mojada, Kay —susurró—. ¿Te excitó el castigo?

¿Fue eso? Había estado caliente desde el momento en que llegaron aquí. En el coche
incluso. Y nada de eso tuvo que ver con la zurra. Todo estaba ligado a Brayden y a
la manera en que la hacía sentirse cuando la tocaba. Pero no podía decirle eso. Eso
no.

—Karina —dijo él más firmemente.

—Creo… que tal vez sí.

Brayden movió la mano entre sus piernas. Karina apretó los muslos, atrapándole la
mano.

—Brayden —jadeó.

—Karina. Abre las piernas. —Bajó la cabeza y le susurró en el oído—. Estamos siendo
observados, gatita.

—Siempre somos observados en un club —respondió, pero apartó los muslos,


permitiéndole que la tocara.

Brayden sintió la crema cubriendo su coño y quiso enterrar la cara allí para
saborearla. Estaba tan mojada y caliente, tan deliciosamente sexy mientras se
acurrucaba contra su pecho.

Provocó su abertura pasando lentamente los dedos alrededor de su entrada, entonces


subiendo, tocándole apenas la parte inferior de su clítoris. Ella se movió un
poquito, dejando que sus piernas se abrieran más anchas. Le encantaba lo receptiva
que era a su toque.

—Creo que me gusta este lado de ti —susurró él—. ¿Conseguiste hablar con algunos
subs?

—¿Qué? —ella respiró—. Oh. Mm-hmm.

Los dedos de Kay formaron un puño en su camisa cuando él continuó su provocación.


Dios, la deseaba. Sentía las bolas tan apretadas que realmente dolían.

—¿De verdad vas a hablar conmigo de este tema ahora? —susurró ella.

Brayden se rio por lo bajo y acarició con la nariz su cuello justo debajo de su
oreja.
—Sí. ¿Qué averiguaste?

La sintió estremecerse, entonces levantó la cabeza para examinar su rostro. Ella lo


contemplaba con los ojos entreabiertos y oscurecidos por la pasión. Cuando se
excitaba, sus ojos se volvían de un oscuro y vívido azul, y ahora mismo lo miraban
ceñudos con una ligera irritación.

—Hay una pareja de sádicos que deberíamos investigar.

—Lo haremos.

Metió dos dedos en su apretado canal. Karina gimió cuando sus paredes se
contrajeron alrededor de los dedos, chupándolos más profundo. La folló lentamente,
metiendo y sacando sus dedos, entonces retirándolos del todo para rodear su
clítoris antes de empujar profundamente hacia adentro otra vez.

—Más rápido —ordenó ella con una suave voz jadeante.

—No vas a conseguir cambiar los roles, gatita —le dijo y retiró los dedos de su
coño.

—Brayden —gimió levantando la vista para mirarlo furiosa.

—¿Estás mirando con esa furia a tu Dom? —le preguntó.

Se metió los dedos en la boca y chupó la crema de sus nudillos. Jesús, ella sabía
bien.

El enojo de Kay se relajó, pero el calor en sus ojos se intensificó. Brayden tuvo
la inconfundible sensación de que ella quería atarlo a uno de los postes de azotes
y fustigarlo por no dejarla correrse. Sonrió.

—Eso es lo que consigues al intentar darme órdenes. Una cosa que deberías saber,
gatita. Hago lo que quiero, cuando quiero, y cómo quiero.

Sus ojos se estrecharon, y él se rio entre dientes.

—Cuanto más rápido aprendas eso, será mejor para ti.

Capítulo 09

Karina entró a su suite y dejó caer su cartera y chaqueta sobre la mesa antes de
encaminarse a la cama y dejarse caer encima boca abajo. Estaba cansada y tan
condenadamente excitada.

Brayden nunca la hizo correrse, pero él tampoco lo había hecho, por lo que estaba
absolutamente segura de que el hombre estaba tan mal como ella. Se lo tenía
merecido, en su opinión.

Sintió la cama hundirse cuando Brayden apoyó la rodilla junto a la suya, meció una
pierna sobre sus muslos y entonces se inclinó, colocando una mano al lado de cada
uno de sus hombros. Karina se tensó, pero no dijo nada.
Era Brayden. Sólo Brayden.

—Noche larga —susurró, entonces la besó en un hombro—. ¿Estás bien, Karina?

—Más allá de estar tan jodidamente caliente que podría gritar, estoy bien —masculló
en contra de la almohada.

Brayden se rio y la besó a un lado de su cuello.

—No estás ayudando —se quejó.

—Lo sé —susurró juguetonamente en su oído.

Karina se alzó sobre sus codos y estiró el cuello para dispararle una mirada
asesina por encima de su hombro. Su sonrisa burlona la tranquilizó inmediatamente,
pero todavía no apagó la lujuria que corría a través de sus venas.

—Aléjate de mí —le dijo con su mejor voz de Domme—. Antes de que te noquee.

Brayden soltó una carcajada y rodó sobre su espalda a su lado en la cama.

—Así que la Ama Kay todavía está aquí. —Cruzó un brazo a través de su propio
estómago y el otro debajo de su cabeza. El humor bailaba en sus ojos cuando la
miró.

—Me parece que te has divertido jodidamente mucho atormentándome esta noche —dijo
Kay—. ¿Cuándo voy a conseguir atormentarte yo a ti?

—No sé de qué estás hablando. Tú me atormentas todos los días.

Ella sonrió con disimulo.

—¿Desde cuándo?

—Desde la primera vez que te vi en el club. A ti y a esos puñeteramente sexys


tacones de aguja, paseándote de forma tan casual y segura alrededor del club
mientras hacías que a cada uno de los Doms y subs del lugar se les cayera la baba.

—Ya veo —bromeó ella—. Me observabas de lejos, deseando pero nunca intentando.
Quizá si estuvieras dispuesto a estar atado. —Arqueó una ceja y esperó su
respuesta.

—Así que si te dejara atarme, ¿me follarías ahora? Porque Dios sabe que, realmente,
podría aceptar.

Ella dejó que su mirada viajase por su cuerpo, deteniéndose brevemente en la


evidente gruesa erección por debajo de su cremallera, antes de que regresara a su
rostro.

—No.

—¿No? —Le preguntó sin poder creerlo, pero Karina estaba segura de que estaba
bromeando—. Iré a hacerme una paja en la ducha. ¿Te gustaría observar, así no
resulta tan incómodo?

Karina se rio.

—No.
Aunque muy profundamente dentro de sí definitivamente le gustaría hacerlo. Le
encantaba su pulla. Brayden se estaba mostrando en realidad muy divertido aunque
ella no quisiera desnudarlo.

—Ah, vamos. Te he visto observar a tus subs. Incluso dándoles instrucciones sobre
cómo hacerlo bien. Si eres una buena chica, incluso podría dejar que me dieras unas
pocas instrucciones. Prácticas, por supuesto —añadió con una sonrisa malvada.

—¿Piensas que necesitas instrucciones? —Preguntó.

—Pienso que lo que necesito es una ducha fría. —Su sonrisa se desvaneció cuando
clavó los ojos en ella—. ¿Tienes alguna idea de lo difícil que va a ser separar
nuestras vidas en el club de las que llevamos aquí?

Ella se puso seria también.

—Estoy comenzando a darme cuenta. Si volviéramos a casa, creo que sería más fácil.
Tú tendrías tu trabajo durante el día, y yo el mío. Iríamos a casa por la noche a
lugares separados.

Brayden le delineó los labios con la punta del dedo. Ella no respingó para alejarse
de él como hacía a menudo cuando los hombres la tocaban en cualquier sitio que no
fuera dentro del club. No sabía por qué esa reacción estaba tan afianzada en ella.
¿Tal vez porque nunca había hecho nada que fuera diferente? Se sentía segura en el
club, y por consiguiente nunca buscaba sexo fuera de allí. Ni siquiera nunca salía
de citas.

Él la estudió durante unos breves segundos, entonces sonrió ligeramente. Se


incorporó y la besó en la punta de su nariz.

—Buenas noches, gatita —dijo entonces.

Karina lo observó salir del cuarto, cerrando la puerta contigua. Dejó caer su
cabeza y pegó un grito contra la almohada. Quería salir corriendo tras él,
subírsele encima, y montar esa gruesa polla hasta correrse, pero… no estaban en el
club.

¿Por qué, incluso después de diez años, todavía no podía atreverse a tener sexo
cuando estaba a solas con un hombre? Era Brayden, por el amor de Dios.

—Karina —murmuró para sí misma—. Realmente necesitas controlarte.

Brayden se sentó en la cama, su Kindle abierto en su regazo, los anteojos


encaramados en lo alto de su nariz, pero no podía concentrarse en las palabras. En
todo lo que podía pensar era en lo bien que se había sentido Karina en sus brazos.

Ésta iba a ser una asignación difícil. Siempre se había sentido atraído por Karina.
Siempre se había preguntado cómo sería estar con ella. Karina, por otra parte,
tenía un montón de problemas. Sabía que se sentía atraída por él, pero el hecho de
que ambos fueran Doms los había obligado a guardar las distancias.

Su excitación al ser zurrada lo había sorprendido. Tal vez hubiera una sumisa
enterrada tan profundamente dentro de ella que ni siquiera Karina fuera consciente
de eso. ¿Pero lo admitía alguna vez? Debido a su pasado, ¿lo aceptaría alguna vez?
Un ruido en el cuarto contiguo atrajo su atención, y se quedó escuchando con
atención. ¿Era Karina? Otro gemido, y levantó la ceja. ¿La pequeña descarada estaba
masturbándose? Sus labios se retorcieron ligeramente con ese pensamiento mientras
se quitaba sus anteojos y los dejaba sobre la mesita de noche. Otro sonido, este
más similar a un chillido asustado, y Brayden saltó de la cama como un rayo.

Sonaba como si ella tuviera una pesadilla. Se había preguntado más temprano si
estar amarrada le traería de vuelta recuerdos indeseados, pero Karina había
parecido tan fuerte que no se había preocupado demasiado por eso.

Abrió su lado de la puerta contigua y suspiró de alivio al ver que el lado de ella
no estaba completamente cerrado. Empujó la puerta y espió en dirección a su cama.
Ella se sacudió una vez y lloriqueó. Brayden rápidamente entró en el cuarto y se
encaminó hacia ella.

—Karina —le dijo con voz suave, esperando no sobresaltarla.

Ella gimió y sus dedos formaron un puño en las sábanas. El sudor cubría su frente y
las líneas alrededor de su boca estaban tensas por el dolor.

—Karina —la llamó más firmemente.

Se despertó sobresaltada y al segundo en que sus ojos cayeron sobre él, se


incorporó aterrada. La sábana cayó, dejando expuestos sus pechos ruborizados y la
cicatriz de su estómago. Seguía sin reconocerlo. Podía verlo en sus ojos. Kay se
estiró hacia la mesita de noche en busca de su pistola, y Brayden se apresuró a
adelantarla.

—Mierda. —Le agarró la muñeca justo en el momento en que ella tocó el arma con sus
dedos—. Karina, soy yo. Brayden.

Intentó luchar contra él, pero Brayden le mantuvo la mano sujeta y con su mano
libre, le aferró la barbilla.

—Gatita. Mírame.

Sus grandes ojos se clavaron en él, al principio sin verlo, pero luego de unos
segundos el reconocimiento apareció. Ella suspiró y cerró los ojos.

—Oh, Jesús. Casi te disparo.

Él sonrió ligeramente.

—No, no lo hiciste. ¿Ves? —Asintió con la cabeza en dirección a la mesita de noche


donde todavía estaba sujetándole la mano.

Sus dedos soltaron el arma, y él le levantó la muñeca, liberándola después. Se


subió a la cama junto a ella, se apoyó contra el cabecero, y metió su tembloroso
cuerpo dentro de sus brazos. Ella no lo combatió, no intentó apartarse. Se dio
vuelta y curvó los brazos alrededor de su estómago, apoyando la mejilla en contra
de su pecho.

—No había tenido una pesadilla en mucho tiempo —susurró.

Él la acariciaba con una mano subiendo y bajando por su espalda.

—Probablemente se debió al club, por haber sido amarrada. Lo siento, Kay. Te veías
tan fuerte anoche, que ni siquiera pensé que podría pasar esto.
—Ni yo tampoco —le confesó.

Ella ajustó la cabeza para poder mirar hacia abajo, entonces se recostó nuevamente
en contra de él. Brayden se rio ante su comprobación para asegurarse que él
estuviera vestido. Aunque no llevara puesta una camisa, llevaba los pantalones del
pijama.

—Sólo para estar segura —susurró.

—¿Y tú? —Bromeó él—. Sé que no llevas puesta una camisa, ¿pero qué hay debajo de
las sábanas?

—Desnuda —le informó.

Brayden sonrió.

—Lo suponía. —La besó en la parte superior de la cabeza y apoyó la barbilla en su


pelo—. ¿Vas a estar bien haciendo esto?

—Tal vez necesito hacer esto.

Él trazaba perezosos círculos en su espalda.

—Tal vez.

—¿Te aburres alguna vez, Brayden?

—¿Con qué?

—Siendo un Dom.

Él sonrió ligeramente.

—No.

Kay suspiró.

—Tal vez aburrirse no es la palabra correcta.

—¿Qué pasa, Kay? —Puso el dedo debajo de su barbilla y le inclinó el rostro hacia
arriba, obligándola a encontrarse con su mirada—. ¿Te estás cuestionando el ser una
Domme?

—No… Sí —respiró.

Él cepilló el dedo sobre su mandíbula.

—Tal vez sea porque muy profundamente dentro de ti no eres en realidad una Domme en
absoluto. Tal vez usas lo que te ocurrió como una excusa para creer que lo eres.
¿Por qué no aprovechas este tiempo para experimentar? Sé que estás representando el
rol de una sumisa, pero a pesar de eso realmente te entregas. Estamos lejos del
club. Nadie lo sabrá. Si no resulta, siempre puedes regresar al club como la Ama
Kay.

Ella frunció los labios.

—Quizás.

—Demasiados quizás aquí esta noche, ¿eh? Probablemente deben venir junto con la
cuenta del alquiler. ¿No te parece?

Ella se rio y apoyó la cabeza en su pecho. Brayden envolvió los brazos alrededor de
su cuerpo y la apretó más cerca. Dios, de verdad le gustaba tenerla aquí. Si no
fuera cuidadoso, podría volverse un adicto a Karina, y no sólo sexualmente.

Ella bajó la mano y aferró un trozo de sus pantalones del pijama decorados con las
orejas del ratón Mickey.

—Bonito pijama —dijo con diversión.

—Ey, no te burles del ratón.

Kay soltó una risita y apoyó la mano otra vez en su estómago.

—Mi hermana me los regaló para la Navidad del año pasado haciéndome una broma.
Siempre me simpatizó.

Karina sonrió e inclinó la cabeza hacia atrás.

—¿Cómo le está yendo a Britney?

Brayden frunció el ceño.

—Bien. Olvidé que la conociste este último verano en el picnic de la agencia. Ella
está bien. Acaba de lanzar la nueva película animada.

Karina se incorporó y levantó la sábana sobre sus pechos. Él extrañó inmediatamente


a su cuerpo acurrucado contra el suyo, y requirió una buena cantidad de esfuerzo de
su parte no empujarla de regreso allí.

—Me parece genial que consiga dibujar esos personajes.

Brayden sonrió.

—A mí también. Pero no le cuentes que dije eso. Tengo que tener algo para pincharla
cuando viene de visita.

La sonrisa de Karina hizo que su corazón saltara. Le rozó la mejilla con el dorso
de los dedos.

—Parece que te sientes mejor.

—Lo estoy. Gracias por irrumpir aquí. ¿Hice mucho ruido?

Él asintió con la cabeza, y Karina hizo una mueca.

—Al principio, pensé que te estabas masturbando.

Puso los ojos en blanco, y entonces soltó una carcajada.

—Lamento decepcionarte.

Brayden sonrió mientras se apoyaba contra el cabecero.

—¿Vas a estar bien, o necesitas que me quede?

—Estaré bien. Pondré una película o… algo.


—De acuerdo —dijo con un suspiro, entonces se abofeteó sus piernas—. Supongo que
regresaré a mi cuarto. Solo. —Sonrió al levantarse de la cama para encaminarse
hacia la puerta que conducía a su habitación—. Oh, a propósito… —Su sonrisa se
amplió cuando dio un paso por la puerta—. Bonitos pechos.

—Bonitos abdominales —respondió ella, con la voz inundada de diversión.

—Espera a ver mi polla.

Oyó la suave risita de Karina al cerrar la puerta y continuó sonriendo todo el


camino hasta su cama.

Capítulo 10

Karina arrojó las bolsas de ropas sobre la cama con un suspiro de cansancio. Luego
de su pesadilla de anoche, había conseguido dormir un poco. Un rato después de que
Brayden se había ido, su cuerpo aún zumbaba por el toque del hombre. Todavía podía
sentir sus brazos alrededor de ella, sosteniéndola, reconfortándola. Dios, se había
convertido en una maldita puta del consuelo. Si esto no se detenía, él pensaría que
ella no era más que una débil llorona.

—¿De dónde diablos han salido todas esas bolsas? —preguntó Brayden, su voz
salpicada de diversión.

Ella se sobresaltó por la sorpresa, entonces se volvió para encontrarlo apoyado


contra la jamba de puerta contigua. Llevaba sus habituales pantalones holgados y
una camisa abotonada, ésta de color verde claro. Los dos botones superiores estaban
abiertos, su corbata probablemente todavía dentro de la maleta. Aún cuando llevaba
puesta una, a menudo la usaba floja.

Dejando de lado su creciente deseo por él, le respondió.

—Son ropas para el club. La mayoría de la ropa que tengo es de Domme.

Él chasqueó la lengua.

—¿Y no llevaste a tu Dom para que te ayudara a escoger las prendas? Muy mala sub,
Karina.

—Pfft. Entonces, zúrrame.

Brayden se rio y se apartó de la puerta.

—Te gustó demasiado eso. Me parece que necesito pensar en otro castigo.

Ella le sonrió suavemente por su burla, pero ignoró su comentario.

—Estaba bastante aburrida esta mañana. Pasar todos estos días sin hacer nada va a
terminar cansándome después de un tiempo, así como también va a ser un golpe duro
para mi cuenta corriente. Salir de compras porque estás aburrido no es barato.

Brayden abrió la punta de una bolsa y espió adentro.

—Deberías pagar todo esto con la tarjeta de crédito que te dio la NCIS.
Ella respingó.

—No estoy segura de querer explicar los cargos.

Brayden soltó la bolsa y se rio.

—Veo su punto. ¿Ya cenaste?

—No. Pero almorcé tarde.

—De todos modos quiero que comas algo antes de que vayamos al club, aunque sea algo
ligero. Especialmente si vas a beber, y de ahora en adelante, te voy a dar un
límite de dos bebidas.

Ella se lo quedó mirando.

—Oye. Esta cosa de Dom es sólo una puesta en escena. ¿Sabes eso, verdad?

Él le mantuvo una mirada firme.

—Kay, sabes que nunca dejo que mis subs se emborrachen. Te quiero sobria. Punto.

Ella comenzó a enfurecerse, pero cambió de idea y se echó atrás. Él tenía razón.
Ella nunca quería que subs se emborracharan, tampoco. Si tenían que beber para
someterse, entonces no necesitaban estar allí. ¿Pero sus circunstancias no eran un
poquito diferentes?

Anoche había sentido que necesitaba estar al menos un poco achispada, y ese
probablemente fue el motivo de que se mojara tanto cuando él la zurró. O al menos
eso es de lo que intentaba convencerse a sí misma.

Esta noche no bebería nada, y Brayden averiguaría exactamente lo descarada que


podría ser.

Cuando entraron al club, Brayden estaba pasando un increíblemente difícil momento


intentando mantener la mirada apartada del contoneo del culo de Karina. Su traje
era… Infierno, lo que llevaba puesto haría que a cada Dom dentro del club se le
cayera la baba.

Parecía una diosa griega con su pelo recogido y cayendo por su espalda en
tirabuzones. Llevaba puños dorados en cada muñeca que, interesantemente, podían ser
abrochados juntos. La parte superior de su atuendo tenía la forma de un sostén y le
levantaba los pechos seductoramente. Más abajo, unos flecos dorados rodeaban a su
estómago y espalda. La falda no era más que un grueso fleco dorado que apenas le
cubría el culo. Cada vez que ella caminaba, los flecos oscilaban, dando destellos
de su bronceada y firme piel por debajo. El traje se completaba con unas sandalias
doradas con tacones de siete centímetros que contaba con lazos que subían por sus
pantorrillas. Incluso se había pintado las uñas de sus pies de color dorado.

Brayden se había reído cuando le vio los pies. Ella se había encogido de hombros y
le había echado la culpa a estar aburrida. Joder, él podría darle algo que hacer
para evitar que se aburriera. Pasaría mucho tiempo antes de que se aburriera de
follar con Karina, si es que alguna vez lo hiciera.

—Ah, aquí está mi pareja favorita —dijo el Amo Delacroix con una sonrisa cuando se
encontró con ellos en el vestíbulo.
Delacroix dio un paso adelante y colocó un beso en la mejilla de Karina. Brayden
frunció el ceño ligeramente, sin saber por qué el toque de Delacroix le molestaba
tanto.

—Amo Delacroix —dijo Karina con una gran sonrisa—. Oí que anoche fuiste bastante
bueno con un látigo. ¿Habrá una demostración más tarde?

—No lo sé. ¿Estás libre?

Brayden se aclaró la voz. Delacroix se rio por lo bajo.

—Me parece que a tu compañero no le gusta mucho que bromee contigo.

—Lo sé —respondió Karina con un suspiro mientras miraba el ceño fruncido de Brayden
—. Él puede ser un poco egoísta a veces en lo que se refiere a compartir sus
juguetes.

Brayden ondeó un dedo entre sus dos rostros sonrientes.

—Creo que ambos deberían ser amarrados y flagelados.

La risa de Delacroix se hizo más profunda cuando se acercó para darle una palmada a
Brayden en el hombro.

—No en esta vida, Amo Brayden. Vamos, tengo a alguien a quien me gustaría
presentarte.

Hizo pasar a Brayden al cuarto de juegos, Karina siguiéndolos un poco por detrás.
Mientras se dirigían hacia el bar, Delacroix preguntó en voz baja.

—¿Cómo fue anoche?

—Bien. Tenemos algunos nombres que estamos averiguando.

—Perfecto. Estoy tratando de hacer unas pequeñas investigaciones por mi cuenta. Nos
reuniremos la semana que viene para almorzar y compararemos nuestros avances.

Brayden asintió con la cabeza.

—Me parece bien.

Miró por encima de su hombro y vio a Karina sonriendo y haciendo gestos con las
manos en dirección a un grupo de sumisas sentadas en un sofá en el centro del
cuarto.

—Karina —dijo. Ella volvió su atención a él, todavía sonriendo—. Puedes ir y pasar
un rato con las otras sumisas mientras hablo con los Doms.

—Oh, ¿puedo, Amo? Gracias, Amo —respondió con una voz empalagosa que casi hace
ahogarse a Delacroix al intentar reprimir las carcajadas.

—Culo insolente —gruñó Brayden.

Ella le dedicó una sonrisa presumida, antes de dirigirse al área de asientos.

—Maldita sea, ella te lo va a poner difícil —comentó Delacroix, su voz teñida de


humor—. Tengo que admitirlo, te envidio. Realmente disfruto cuando mi sub es una
pequeña insolente. Le pone más diversión a la hora de jugar y siempre puedes contar
con incluir un poco de castigo por su comportamiento.

—Hace que la investigación se vuelva un poco complicada, sin embargo, si siempre


tengo que castigarla.

Delacroix asintió con la cabeza mostrando su acuerdo.

—Por cierto. —Señaló con la cabeza hacia un pequeño grupo reunido en la zona de
asientos—. Te presentaré a Jamison aquí en un segundo. —Se sentaron en las sillas
de cuero frene al sofá y se inclinaron más cerca para poder hablar en voz baja—.
¿Has pensado en usar a Karina de carnada?

Los ojos de Brayden se estrecharon cuando el repentino instinto de protección le


tensó todo el cuerpo.

—No, Delacroix. No vamos a hacer eso.

—Escúchame bien —continuó Delacroix con firmeza—. Los otros agentes del FBI no lo
están llevando bien. Dos de ellos son mujeres que ya han renunciado diciendo que
toda la cosa del BDSM les pone la carne de gallina. Le podemos añadir detalles
adicionales a Karina, asegurándonos que nunca esté sin vigilancia.

Brayden suspiró y se frotó la cara con una mano. Karina iba a tener un ataque
descomunal.

—¿Cómo solucionó el FBI el tema de las sumisas? —preguntó Brayden, pasando a otro
tema que no fuera Karina por ahora.

—Recomendé a una de las subs de aquí. Ella ha estado en la escena mucho tiempo y
estuvo de acuerdo en ayudar al agente del FBI en el otro club.

—Eso todavía deja a uno sin compañera.

Delacroix asintió con la cabeza.

—No creo que eso sea mucho problema. Hasta ahora, todas las subs asesinadas
salieron de clubes de alto nivel. Tres del mío y dos de otro club en el extremo sur
del pueblo, así que están enfocando su atención en eso.

—Revisé los archivos todo el día hoy. Estas mujeres no tenían absolutamente nada en
común. No hay una cosa que las vincule, aparte de los clubes, y eso no es
suficiente.

—Hay una cosa —le aclaró Delacroix—. Todas las subs que fueron secuestradas eran
descaradas e insolentes.

Brayden lo miró muy serio.

—Observo a mi club, Brayden. Mantengo un ojo sobre las subs, al menos mientras
están aquí. Recuerdo a esas chicas, y se comportaban exactamente igual a Karina.

—¿Todavía piensas que nuestro sospechoso es un sumiso? —preguntó Brayden.

Delacroix asintió con la cabeza.

—Es una corazonada. Tengo un doctorado en Psicología con un fuerte enfoque en


comportamiento criminal y anormal. Mi madre solía decirme que tengo mente de
asesino. A menudo puedo ver cosas que al resto del FBI les pasa desapercibidas.
Supongo que es por eso que me incluyeron en este caso. El FBI tampoco comprende
realmente al BDSM. No se les ocurre buscar conexiones que tanto tú como yo veríamos
rápidamente, porque no entienden nuestro mundo.

Brayden asintió.

—¿Y las chicas que fueron secuestradas del otro club?

Delacroix sacudió la cabeza.

—Dado que ninguno de nosotros puede lanzar nombres sin alertar a nuestros miembros,
no he hablado con nadie de allí, pero envié a un par de subs para intentar recabar
alguna información, y regresaron con las mismas conclusiones. Las dos subs que
fueron secuestradas del otro club también mostraban un pequeño lado rebelde. —
Delacroix sonrió—. Los chismes pueden ser una cosa maravillosa.

—¿Quiénes son esos subs que enviaste, Delacroix, y puedes confiar en ellos?

—Puedo confiar en ambos. Una de ellos es a quién envié a trabajar con el agente. El
otro es un oficial de policía que ha estado aquí desde que abrimos. Ambos
comprenden el secreto que rodea al caso.

Brayden asintió con la cabeza, pero todavía preocupado. ¿Utilizar a Karina como
carnada? De ninguna manera. Pero si Delacroix estuviera en lo cierto y su
sospechoso fuera tras las subs desfachatadas, entonces Karina podría ser un justo
un blanco siendo ella misma.

—Si lo que dices es cierto, eso significa que nuestro sospechoso es miembro de
ambos clubes —reflexionó Brayden—. Él tenía que saber cuáles eran las subs
descaradas.

Delacroix asintió con la cabeza.

—Voy por delante de ti. Las subs están buscando rostros familiares.

Brayden asintió.

—Bien. ¿Le has mencionado algo de todo esto al FBI?

—Sí, y dado que tú no has oído nada de ellos, veo que el FBI todavía no es mejor
compartiendo información con otras agencias, así que voy a invitarlos a unirse a
nosotros en nuestro almuerzo de la semana próxima. Vamos a obligarlos a ser un poco
más abiertos con la NCIS.

Brayden sonrió.

—Buena suerte con eso. Si no te molesta la pregunta, ¿cuál es el verdadero motivo


de que te fueras de la agencia?

Una sombra cruzó los ojos de Delacroix.

—Perdí algo en un caso. Algo muy importante, y mi sumisa quedó atrapada en medio
del fuego cruzado.

La sonrisa de Brayden se desvaneció.

—Lo siento, Delacroix.

Él inclinó la cabeza ante el reconocimiento.


—Hay que seguir adelante, ¿verdad?

Los labios de Brayden se retorcieron ligeramente.

—Sí. Es lo que haces.

Delacroix ondeó la mano en dirección a un hombre alto y rubio que estaba parado
entre dos subs.

—Jamison —lo llamó Delacroix—. Acércate que quiero presentarte al Amo Brayden.

Capítulo 11

Karina se relajó contra los cojines del sofá, escuchando sólo a medias la
conversación a su alrededor. ¿Tendría razón Delacroix al pensar que el hombre que
estaban buscando era en verdad un sumiso? ¿Realmente tenía sentido?

En ciertos aspectos, lo hacía… en otros, no tanto. Si un sumiso había sido


lastimado por un Dom, tendría más sentido que el sub fuera detrás de los Doms, no
de las sumisas. Pero la mente no siempre funcionaba de la misma manera que lo que
uno pensaría. A veces, las personas hacían las cosas completamente al revés.

Karina volvió su mirada hacia Brayden. Se estaba riendo de algo que el hombre que
tenía cerca le dijo, y ese profundo sonido de barítono produjo cosquilleos en su
piel. Durante estos últimos minutos, a medida que las escenas se iban reproduciendo
a su alrededor, había comenzado a imaginarse a sí misma dentro de esas escenas
junto a Brayden. Pero esta vez, se imaginaba en el rol de la sub. Maldición si eso
no la puso más caliente.

Tal vez debería hacer lo que le sugirió Brayden. Tal vez debería aprovechar este
tiempo para experimentar. Se suponía que estaba desempeñando el rol de una sub, tal
vez sólo debería saltar con ambos pies y darse permiso para dejarse llevar.

Frunció el ceño. Pero todavía estaba ese asunto del bondage con el que necesitaba
tratar.

La joven sub sentada a su lado le tocó la rodilla, dándole un apretón frenético.


Karina la miró para ver cuál era su problema y encontró la mirada de la joven fija
en el Amo Delacroix mientras él caminaba en dirección a ellas. Karina sonrió
sutilmente. Parecía que no había una sub en el lugar que no sintiera una pequeña
excitación cada vez que Nathan Delacroix se arrimaba. ¿Y quién podría culparlas?

Con ese pelo largo, esos ojos calientes, y ese tupido rastrojo, se parecía
realmente a un peligroso y seductor chico malo. Esta noche estaba realmente para
chuparse los dedos con esos pantalones negros holgados y una camisa rojo sangre.

Karina seguía fiel a su valoración original. Vampiro.

Soltó una suave risita cuando él se acercó. Nathan se detuvo y le sonrió.

—¿Algo divertido, Karina? —Le preguntó.

—Sólo estaba preguntándome cuando van a aparecer tus colmillos.


La chica sentada a su lado se quedó sin aire, pero Delacroix en verdad se rio.

—Me encantaría saber cómo empezó ese rumor, dado que ni una vez he roto la piel de
una sumisa con mis dientes.

La sonrisa de Karina se amplió y la sub junto a ella pareció relajarse.

—Estoy segura de que no es nada más que la imagen que proyectas. Y muy
probablemente por el pelo.

Delacroix sacudió la cabeza.

—¿Puedo hablar contigo por un segundo?

—Por supuesto.

Delacroix le sonrió a la joven sumisa sentada al lado de Karina.

—¿Me esperas aquí, Janie?

Ella sonrió y asintió con la cabeza.

—Sí, señor.

—Bien. Regresaré enseguida.

Con la mano en la parte baja de su espalda, condujo a Karina a una pequeña mesa
cerca del bar.

—¿Hay alguna sub en este club que te diría que no? —preguntó ella.

Delacroix sonrió ligeramente.

—Sí, y bien que lo hacen. Asusto a algunas de ellas.

—Sí, los látigos no serían exactamente algo excitante para mí, tampoco.

Él se rio.

—¿Te gustaría algo para beber?

—No. Le prometí a Brayden que no bebería esta noche.

Delacroix asintió y le hizo un ademán al cantinero.

—Oye, Trey. Tráeme una cerveza.

Trey le devolvió el gesto, indicándole que lo había oído, pero continuó con
cualquiera fuera la bebida que estaba preparando.

—¿Qué pasa? —Preguntó Karina.

Delacroix dejó escapar un lento suspiro antes de contestar.

—Estuve mirando los archivos que envió el FBI. Vi lo de Shandra, y quería que
supieras que jugué con ella la noche que fue secuestrada.

Karina se quedó con la boca abierta, entonces la cerró rápidamente. Había una
tristeza en sus ojos que la sorprendió.
—Debes haber sido el Dom sobre el que ella me contó.

Él arqueó una ceja y Karina se explicó.

—Hablé con ella justo antes de que llegara al club. Estaba muy entusiasmada por la
posibilidad de captar la atención de un Dom específico. Estoy asumiendo que se
refería a ti.

—¿La conocías bien? —Preguntó él.

Karina tragó.

—Era mi mejor amiga, pero eso no es de conocimiento público, Nathan. No lo…

Él levantó una mano.

—No diré una sola palabra. Créeme. Lo entiendo. Cuéntame sobre ella.

—Ella te llegó, ¿verdad? —preguntó Karina, sonriendo suavemente.

Él tomó la cerveza que Trey le acercó y asintió con la cabeza para agradecerle
antes de volverse a Karina.

—Era adorable. Su risa fue lo que llamó mi atención. Eso y esos ojos color avellana
suyos. —Hizo girar la botella, clavando los ojos en ella con tristeza—. Pensé en
llevarla a casa conmigo. Quería hacerlo. Tal vez si lo hubiese hecho… —se encogió
de hombros.

—No hagas eso —dijo Karina.

Delacroix asintió con la cabeza.

—Lo sé. No debería echarme la culpa, pero lo hago. ¿Cómo la conociste?

—En la Auditoría General del Ejército. Ella era una asistente legal, yo trabajo en
homicidios. Hablábamos frecuentemente sobre los casos y los próximos juicios. Como
a ti, su risa me fascinó. Era tan divertida y tan ingeniosa. Tenía dos diplomas,
uno en administración de empresas y otro en ciencias políticas. Estaba cerca de
conseguir su diploma de abogada, pero se quedó sin dinero. Es por lo que se
inscribió en la Marina. El Ejército la contrató de inmediato, y pudo continuar con
su educación. Sólo le quedaba un semestre para conseguir el título.

Karina respiró profundamente para evitar que las lágrimas comenzaran a derramarse.

—Fui quien la metió en el BDSM. Una noche estábamos borrachas —sonrió—. Ella
comenzó a hacerme preguntas relacionadas con mi rol de Domme y sobre cómo sería ser
una sumisa. Así que la até, le puse un vibrador, y le di unos azotes con el
flogger.

Delacroix se atragantó con su cerveza, haciendo que Karina soltara una risita.

—Ninguna de nosotras teníamos esa inclinación, pero estábamos tan borrachas que no
nos importó. Al principio ella se rio, entonces… comenzó a disfrutarlo. Realmente
la llevé al orgasmo, y fue cómo descubrió el chocolate por primera vez. Después de
eso, quedó fascinada. Comenzó a ir a los clubes, a experimentar y a empujar sus
límites. —Los ojos de Karina se inundaron con las lágrimas—. Amaba todo esto. Amaba
la vida.
Delacroix se apoyó a través de la mesa y cubrió su mano con la suya.

—Muy probablemente adoró tu látigo —dijo Karina irónicamente.

Esta vez Delacroix sonrió.

—Sí que lo hizo.

—¿Necesito separarlos a ustedes dos? —preguntó Brayden mientras apoyaba las manos
en los hombros de Karina y les daba un suave apretón.

Karina soltó una risita.

—Bueno, él es terriblemente guapo.

Delacroix le guiñó un ojo.

Brayden se inclinó hacia abajo para murmurar en su oído.

—Cuidado, gatita. Ya estás en problemas por esa boquita descarada. No empujes.

—Karina sólo me estaba hablando de Shandra. —Besó la mano de Kay—. Gracias. Me


hubiese gustado haber podido conocerla mejor.

—A mí también. Creo que ustedes dos habrían sido geniales juntos.

Los labios de Delacroix se inclinaron hacia arriba.

—Lo fuimos.

Se puso de pie y volvió su cabeza hacia Brayden.

—No te pongas demasiado duro con ella. No quieres dejar al descubierto todo su
descaro.

Brayden sonrió cuando Delacroix se volvió caminando en dirección a Janie. Nathan se


inclinó hacia abajo y susurró algo en su oído. Ella asintió con una sonrisa y lo
dejó levantarla del sofá.

Brayden deslizó lentamente las manos bajando por el pecho de Karina y metiéndose
dentro de su top para ahuecarle los pechos. Ella se sobresaltó, pero entonces se
recompuso rápidamente cuando divisó a varios de los Doms observándolos. Se mordió
los labios cuando los dedos de Brayden masajearon suavemente sus pechos, entonces
pellizcaron sus pezones. El calor corrió a lo largo de su cuerpo, empozándose entre
sus piernas.

Cuando sus labios besaron ligeramente un lado de su cuello, ella inclinó la cabeza
y suspiró.

—Estuve pensando en lo que dijiste anoche —le susurró.

—¿Sí?

—Ajá. Yo um… —él hizo rodar los pezones entre sus dedos pulgar e índice, haciéndola
casi olvidar lo que estaba diciendo.

—Escúpelo, gatita —le dijo con diversión.

Karina sintió un muy poderoso deseo de darle una bofetada.


—Creo que probaré esta cosa de la sumisión. No es como si tuviera mucha elección en
la materia de todos modos, ¿verdad?

—Cierto.

Él mordió suavemente el tierno punto detrás de su oreja, haciéndola estremecerse.

—Por lo que sólo debería relajarme y disfrutarlo, ¿verdad?

—Correcto.

El chasquido de un látigo y el gemido de una sumisa hicieron que tanto ella como
Brayden se congelaran. Miraron hacia arriba y a través del piso en dirección donde
Delacroix tenía a la joven sumisa amarrada a dos postes en medio del cuarto, los
brazos sobre su cabeza, los pies ampliamente separados, su cuerpo completamente
desnudo y a merced de Delacroix. La gente comenzó a reunirse, bloqueándoles la
vista.

—Sólo para que lo sepas, Brayden…

—¿Quién? —Se inclinó abajo y suavemente la besó en el cuello, enviando


hormigueantes pinchazos de sensación bajando por su columna vertebral.

—Amo —se corrigió, jadeando. Dios, ¿qué le estaba haciendo este hombre? Todo su
cuerpo se sentía prendido fuego—. ¿La cosa del látigo?

Ella sintió a sus labios formar una sonrisa en contra de su cuello.

—¿Sí?

—No vamos a hacer eso.

Su risa fue seductora y envió un pequeño temblor de conciencia directamente a su


útero.

—Sé de algo que voy a hacer, sin embargo.

Llevó las manos a su cintura y la levantó de la silla. Moviéndola ligeramente, tomó


asiento, entonces la acomodó sobre su regazo. Ella se sentó a ahorcajadas sobre sus
muslos, la espalda contra su pecho.

—Bray…

La abofeteó en el muslo, atrapándola por sorpresa y haciéndola jadear.

—¿Quién?

Ella suspiró furiosa.

—Amo, imbécil…

Él acomodó las rodillas entre las de ella para separarle ampliamente los muslos,
haciéndola jadear otra vez. El aire fresco del cuarto azotó contra su coño mojado y
la hizo temblar. Con las manos en su cintura, la empujó hacia abajo de manera que
la parte superior de su cabeza estuviera a la altura de la de él.

—Bray… Amo —dijo en un suspiro—. ¿Qué estás haciendo?


Aferrándole las muñecas con las manos, le extendió los brazos hacia afuera y
susurró en su oído.

—Vamos a tener nuestra primera lección en sumisión.

—Yo sé cómo…

—Tú sabes cómo ser muy mandona. Ahora guarda silencio.

—Perdona…

—Karina —le dijo gruñendo con esa profunda voz de Dom que envió pequeños temblores
de un perverso deseo por todo su cuerpo.

Inmediatamente se calló la boca, esperando cautelosamente por lo que él tenía en


mente. Había dicho que quería probar la sumisión, pero ahora que la tenía en esta
posición, el miedo le aceleró el corazón, y su respiración se volvió errática.

Brayden le levantó los brazos para que le rodeara el cuello.

—Respira, Kay —susurró—. Lento y profundo.

Karina aspiró un lento aliento y entonces lo dejó salir muy despacio.

—Esa es mi chica —murmuró—. Otra vez.

Repitió las series de respiraciones mientras Brayden le mantenía las manos


apresadas detrás de su cuello.

—Sólo soy yo, gatita. Mantén tus manos enlazadas detrás de mi cuello. No las
muevas.

Rozó ligeramente las puntas de los dedos bajando por el interior de sus brazos.
Sintió cosquillas y se removió, soltando una suave risita. Tenía que admitirlo, la
maniobra la apaciguó un poco más.

—Me gusta tu risa, Kay —murmuró mientras apartaba el fleco de entre sus piernas.
Ahuecó su sexo y arremolinó los dedos a través de la crema recubriendo sus labios—.
Es muy sexy. Quiero oírla más seguido.

Karina suspiró y se mordió los labios con la sensación de su toque. La gente que
observaba no la molestaba. Había tenido sexo en público muchísimas veces. Lo que la
molestaba esta vez era el hecho de que no fuera ella quien tuviera el control.

Movió las caderas, y él la abofeteó con los dedos a través de su montículo con
rudeza. Los ojos de Karina se abrieron de golpe al sentir el aguijón que viajó en
línea recta desde su coño a su útero.

—¿Qué mierda? —chasqueó ella.

—Silencio —ordenó Brayden.

Karina podría haberse tragado la lengua con el tono dominante de su voz. Dios, él
sonaba tan sexy.

—Quédate quieta, Karina —ordenó—. No te muevas.

—¿Qué?
—Sin embargo, puedes gemir tanto como quieras.

La diversión enlazada en su voz la hizo fruncir el ceño.

—Pero lo que no harás es mover tus caderas, intentar conseguir mi mano donde la
quieras, u ordenarme hacer algo. ¿Está claro? —Él reanudó el lento deslizamiento de
la yema del dedo alrededor de su clítoris en un movimiento provocador que estuvo
cerca de hacerla gemir.

—Sí.

—¿Sí qué, Karina?

Ella tragó, muy furiosa con él por hacerle hacer esto.

—Sí, perverso hijo de puta.

Brayden abofeteó la mano contra su coño otra vez. El dolor subió rápidamente por su
columna vertebral, provocándole un nudo en el estómago, pero al mismo tiempo
dejándola incluso más mojada. Maldito sea.

—Inténtalo otra vez, gatita.

—Sí… Sádico morboso.

Ella no tenía ni idea de por qué lo hacía. Simplemente le salía.

—Maldita sea, Karina —gruñó Brayden en el momento en que se ponía de pie,


obligándola a pararse.

La empujó hacia adelante, boca abajo sobre la mesa delante de ellos. Karina maldijo
e intentó salir de debajo de él, pero la mano entre sus omoplatos la mantuvo en el
lugar. La palma de su mano le abofeteó el culo, y ella gritó sorprendida por el
afilado escozor.

—¡Maldita sea, Brayden! —Gritó—. ¿No puedes soportar una jodida broma?

—No.

La zurró otra vez, ahora más duro. Ella lloriqueó y se mordió la lengua. Joder,
esto dolía. De acuerdo, tal vez había ido un poco demasiado lejos, pero toda esa
cosa de Amo la cabreaba como la mierda.

—Brayden. ¡Alto!

Él dejó caer la palma a través de su culo otra vez, pegándole exactamente en el


mismo punto. Jesús, el hombre sabía perfectamente cómo zurrar para conseguir su
atención, y él definitivamente la tenía.

—De acuerdo —concedió—. Amo. Sí, Amo.

La abofeteó una vez más, Karina estaba segura que sólo por el puro gusto de
hacerlo. Lo de maldito sádico era cierto. Con un movimiento, tiró de ella hacia
arriba y la acomodó en su regazo en la misma posición que había estado antes.

—Ahora —gruñó en su oído—. ¿Cómo vas a dirigirte a mí?

Ella suspiró y respingó ante la sensación de los muslos del hombre presionando
contra su dolorido trasero.
—Amo.

—¿Y vas a comportarte esta vez? —Le preguntó mientras le llevaba las manos
nuevamente alrededor de su cuello.

—Sí, Amo.

Por ahora, al menos.

En lo que se refiere a Karina, la prepotente forma en que la movió bruscamente hizo


que sus hormonas salieran disparadas al techo. Nunca había estado así de excitada
antes. Flagelar a los hombres, o castigarlos, ni de cerca la ponían tan caliente.
¿Pero se debía a la sumisión? ¿O era por Brayden?

Oh, Dios. Por favor no dejes que sea a causa de Brayden.

Capítulo 12

Brayden le sonrió a su pequeña gatita salvaje. Ella podía ser tan condenadamente
terca, y él sabía que toda la cosa de Amo la cabreaba como la mierda. Señor sería
aceptable, pero había seguido insistiendo con lo de Amo por ahora sólo para
enervarla.

Otro chasquido del látigo y el grito de placer de la sub se extendió por todo el
club. Sonaba como si la chica estuviera cerca de tener un orgasmo alucinante. Un
golpecito más del látigo y ella probablemente lo lograría.

Pudo ver a Delacroix a través del gentío cuando él se acercó a sub y la besó. Ella
gimió y se contoneó entre los postes, su piel ruborizada, sus ojos vidriosos y
encendidos.

A él le gustaría ver esa mirada en el rostro de Karina, pero por el momento sólo
deseaba acostumbrarla a que le permitiese ser quien estuviera a cargo. Esa sería la
parte más difícil para ella, especialmente considerando su pasado.

Kay lo estaba haciendo bien. Al principio, el confinamiento la había sobresaltado,


poniéndola nerviosa, pero él había podido tranquilizarla fácilmente. Sus pliegues
estaban muy húmedos, su cuerpo tan flexible y caliente en contra del suyo. Movió la
yema del dedo sobre su hinchado clítoris y le sonrió al oír el suave gemido que se
escapó de sus labios.

Enterró la cara en su cuello, mordiscando suavemente a lo largo de la columna de su


garganta. Podía sentir los latidos de su corazón palpitando debajo de sus labios, y
chupó el punto de su pulso. Karina siseó y arqueó la espalda. Le había gustado eso.

Veamos qué más le gusta.

Deslizando la otra mano dentro de su top, le ahuecó un pecho y lo sacó afuera donde
pudiera tirar de su rosado pezón hasta colmarse. Le gustaban sus pechos. Eran
firmes y llenos, inundando sus manos apenas más allá de desbordarse.

—Brayden —susurró.
Le pellizcó con fuerza el pezón.

—¿Quién?

—Amo —gimió.

Brayden sonrió al oír el sonido ronco de su voz. Ella estaba cerca. Podía notarlo
por la forma en que se esforzaba por mantener sus caderas quietas, la manera en que
jadeaba suavemente… los pequeños quejidos que escapaban cada pocos alientos.

Cambió el patrón de sus dedos, moviéndolos en una forma de ochos, lo que sabía que
la volvería loca. Se cuidó de no tocar su clítoris de lleno, sólo dejaba que su
dedo rozara el nudo lo suficiente como para hacerle perder la cabeza, pero no lo
bastante como para enviarla sobre el borde.

Sus respiraciones se volvieron más cortas y más rápidas, y su coño se puso más
mojado. Ella apretó los brazos alrededor de su cuello, y sus muslos se
estremecieron.

—Amo… por favor —suplicó.

—Ahora, eso sonó bonito —susurró justo antes de encerrar a su clítoris entre el
pulgar y el dedo índice, y apretarlo.

Con un grito, Karina arqueó la espalda y estalló en un orgasmo que hizo que la
polla de Brayden se sintiera como si fuera a explotar en cualquier momento. Jesús,
cómo le gustaba observarla.

Ella se combó en contra de él, y Brayden se estiró para bajarle los brazos de
alrededor de su cuello. Aferrándola de las muñecas, envolvió los brazos alrededor
de ella. Karina intentó incorporarse, pero él la mantuvo sujeta.

—Quédate quieta, gatita —murmuró.

—Brayden, yo…

—Karina —gruñó—. Esto es parte de ser una sub. Quédate quieta, relájate, y déjeme
cuidar de ti.

Ella tragó y asintió moviendo la cabeza apenas lo necesario para que él pudiera
verla. Parecía que esto le molestaba más que cualquier otra cosa.

—¿Esto te hace sentirte débil, Kay? —Le preguntó.

—Un poquito.

—Tú no eres débil, gatita. —Le besó suavemente la mejilla—. Eres una de las mujeres
más fuertes que he conocido.

—No suelo necesitar esto —susurró, su voz cansada y ronca. La voz de una sumisa
saciada—. No quiero necesitar esto.

Brayden apretó los brazos alrededor de ella y la besó en la sien.

—Lo sé.

Karina estaba sentada sobre sus rodillas a los pies de Brayden mientras él hablaba
con los Doms a su alrededor. Todavía tenía la mente puesta en lo que había sucedido
más temprano. Sabía de antemano que estaría jugando con Brayden, lo había aceptado,
pero todavía no podía lograr sobreponerse a lo bien que él la había llevado al
orgasmo.

Maldición si el hombre no tenía dedos talentosos. Todavía ahora los podía sentir,
cepillando a través de sus pliegues, provocándola, atormentándola. Un caliente
rubor se extendió por sus mejillas, y apisonó su creciente lujuria. Se suponía que
debía estar prestando atención.

Frunció el ceño. ¿Prestándole atención a qué? ¿Cómo iban a llevar a cabo esto? ¿Qué
estaban buscando exactamente? ¿Un comportamiento sospechoso? ¿Qué mierda se
interpretaba como comportamiento sospechoso en un club BDSM?

Con sólo observar no iban a atrapar a este tipo. Tenían que hacer algo más
arriesgado. Necesitaban una carnada.

¿Podría ella hacer eso? ¿Podría ofrecerse como carnada?

Brayden le había dicho más temprano que todas las subs habían sido descaradas. Ella
podría ser desfachatada. ¿Podría empujar a Brayden lo suficientemente a menudo como
para que el sospechoso lo notara? ¿Podría soportar el constante castigo que Brayden
le impartiría? Todavía le ardía el culo por la paliza que le había dado esta noche.

Frunció los labios. No estaba segura si estaba cabreada con él o consigo misma.
¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué no lo había llamado Amo simplemente y acabar de
una vez con eso? En lo más profundo, ¿había querido que él la zurrara? Bufó por lo
bajo.

Estoy perdiendo la cabeza. Estoy aburrida. Estoy confundida. Me siento atraída por
Brayden. Síp. Es eso. Estoy perdiendo el control.

Delacroix se aproximó con una Janie de aspecto muy feliz y relajado acurrucada en
sus brazos, y tomó el asiento vacío a la derecha de Brayden, acomodando a la chica
entre ellos. Después de haber azotado a Janie, Nathan la había llevado contra una
mesa, la había ubicado sobre su estómago y le había administrado un ungüento sobre
su espalda y caderas, entonces la folló al estilo del perrito. Karina había contado
tres orgasmos antes de que él finalmente se hubiera corrido.

Karina los observó disimuladamente cuando Delacroix acomodó a Janie sobre su


regazo. La cabeza de la chica apoyada con satisfacción en contra de su hombro.
Delacroix la besó en la frente y le susurró algo en el oído que la hizo sonreír
suavemente.

¿Ella se vería así de somnolienta cuando se curvaba sobre el regazo de Brayden?

Karina volvió su mirada nuevamente al piso algunos metros frente a ella. Había oído
a muchas de las subs hablar de Delacroix. Lo bueno que era el hombre, lo paciente,
pero al mismo tiempo duro y dominante. A pesar de su increíble apariencia física,
su encanto y su categórico sex-appeal, él no le hacía sentir un vuelco en el
estómago de la manera en que lo hacía Brayden. Por Dios, ¿qué significaba eso? ¿En
qué clase de lío emocional se estaba metiendo?

Brayden tiró ligeramente de su pelo, captando su atención. Cambió la mirada


levantando la vista sobre él, y lo encontró observándola con ojos preocupados. Se
inclinó más abajo para susurrarle:

—¿Estás bien? Pareces un poco perdida.


—Creo que lo estoy. —Suspiró profundamente—. Estoy bien, Bray… quiero decir Amo.
Tal vez debería ir a relacionarme. Y regresar más enfocada.

Kay le disparó una mirada significativa que esperaba que él entendiera. Necesitaba
poner su cabeza de vuelta en el caso y sacarla de las nuevas sensaciones que se
estaban agitando dentro de ella.

Brayden la estudió con esos oscuros e intensos ojos que parecían poder comprender
directamente el alma de una sub.

—Tienes permiso —murmuró con un tenso movimiento de su cabeza—. Pero quédate dónde
pueda verte.

Ella arqueó una ceja y abrió la boca para replicarle algún comentario sarcástico,
entonces cambió de idea. Un castigo por noche era suficiente. Además, probablemente
sólo había dicho eso para beneficio de los otros Doms.

—Sí, Amo —respondió—. Gracias, Amo.

Los labios de Brayden sonrieron, y Karina tuvo la sensación de que estaba jugando
con ella. Frunció el ceño, observándolo con cautela mientras se ponía de pie para
irse. Le echó un vistazo a Delacroix, quien todavía estaba acunando a Janie en su
regazo. Le había alzado la barbilla para depositar un beso en la comisura de su
boca, murmurando algo suavemente que la hizo sonrojarse, entonces asintió con la
cabeza cuando ella sonrió.

—Karina —dijo Delacroix cuando se volvió para alejarse—. ¿Te importaría permitir
que Janie te acompañara? Me gustaría hablar con Brayden unos minutos.

—Por supuesto —respondió Karina sonriéndole suavemente a Janie.

A Karina le gustaba la rubia que apenas alcanzaba el metro sesenta. Tenía un


marcado acento sureño y una personalidad vibrante, y cuando vio las marcas rojas
sobre su espalda y su culo, supo que aparentemente la chica también sentía una
inclinación por el dolor.

Karina le sonrió a Delacroix.

—Lindas franjas.

Los labios de Delacroix se sonrieron, pero no dijo nada. La pierna de Brayden se


acercó a la de ella en un intento de llamar su atención, pero ella puso los ojos en
blanco y lo ignoró, y entonces se alejó con Janie al otro extremo del cuarto donde
había varias sumisas reunidas.

Brayden la observó alejarse y sacudió la cabeza.

—¿Acaba de ignorarme? —preguntó.

Delacroix se rio disimuladamente y se rascó detrás de la oreja, sus ojos


estrechados por la diversión.

—Sí, Brayden. Creo que lo hizo.

—Maldita insolente —murmuró, pero no estaba realmente disgustado.

Delacroix se rio.
—Eso hace las cosas más entretenidas.

Brayden arqueó una ceja.

—Para algunas cosas, sí, soy presa fácil —comentó Delacroix—. Para otras, no tanto.

—¿Qué es un no absoluto para ti?

—Que me mientan deliberadamente en la cara —dijo, entonces añadió—. Y las mujeres


frívolas.

Brayden asintió con la cabeza una vez. Estaba de acuerdo con eso. A él no le
gustaban las mujeres frívolas tampoco.

—¿Dónde diablos aprendiste a usar un látigo de esa manera?

—Práctica —respondió mientras golpeaba los nudillos en contra del brazo de la silla
—. Mucha práctica.

—¿Alguna vez cortas la piel?

Delacroix encogió un hombro.

—Al principio lo hacía, aún cuando no era lo que quería. Ahora tengo más control y
sólo corto la piel cuando sé que la sub puede tomarlo. A Janie le gusta el dolor,
pero no tanto así. —Le sonrió ligeramente a Brayden—. ¿Tú no usas un látigo?

Brayden negó con la cabeza.

—No me gusta infligir tanto dolor.

Delacroix asintió.

—Todos somos diferentes. Oí a Karina gritar cuando estaba jugando con Janie. Su voz
sonó diferente. ¿Cómo lo está llevando ella?

Brayden frunció el ceño. Maldición, el hombre era astuto.

—Parece que bien. ¿Por qué?

—Le vi las cicatrices en el estómago y espalda más temprano cuando se movieron los
flecos.

—Joder, Delacroix. ¿Hay algo que se te pase por alto?

—Lo siento. Los años en el FBI tienen una tendencia a hacerle esto a uno. —Niveló
la mirada con la de Brayden—. ¿Qué le pasó?

Brayden suspiró.

—La violaron, pero no…

Delacroix agitó la mano desestimándolo.

—No diré nada. ¿Alguna vez trabajaste con un sobreviviente de violación?

—Sí —contestó Brayden—. ¿Y tú?


—Una vez. —permaneció en silencio por breves segundos, su frente fruncida como
sumido en sus pensamientos—. ¿Karina y tú pueden encontrarse conmigo para un
desayuno tardío mañana?

Brayden lo miró confuso.

—Supongo que sí, pero pensé que querías que nos encontremos para almorzar algún día
de la semana próxima.

La mirada siempre atenta de Delacroix continuó escaneando la multitud.

—Decidí adelantarlo.

—¿Quieres explicarme por qué? —Le dijo Brayden, preguntándose por qué Delacroix
repentinamente se veía tan preocupado.

Él volvió su mirada hacia Brayden.

—Lo que me dijiste sobre Karina me dio una idea. Mañana a las once. Aquí.

Delacroix se alejó, dejando a Brayden con una mirada ceñuda detrás de él. Le
gustaba Delacroix, pero algunas veces había algo acerca de él que sacaba a Brayden
de las casillas. Era como si Delacroix supiera algo que nadie más sabía y sólo
soltaba esa información a pequeños pedacitos.

Capítulo 13

Karina se rio de algo que dijo uno de los sumisos, un hombre llamado Gary, acerca
de los nuevos Doms.

—Vamos, Gary —lo regañó Karina—. ¿Tienen que aprender de alguna manera, verdad?

—Por favor —refunfuñó y pasó una mano sobre sus bolas hinchadas, antes de respingar
—. ¿Y qué tal si encuentran a alguien más para practicar además de mí? Juro que de
ahora en adelante, voy a pedir referencias y pruebas de que han estado haciendo
esto durante más de algunos meses. Es una lástima que Delacroix no tenga las mismas
inclinaciones que yo —añadió, protestando.

Karina se rio.

—¿Qué le pasa a todo el mundo en este lugar con Delacroix?

Ella sabía que en cada club había uno… el Dom que podía hacer palpitar a cada
corazón dentro del cuarto, varones y mujeres por igual. En el Club Fetiche, ese Dom
resultaba ser justamente Delacroix.

—El hombre tiene un sexto sentido que va mucho más allá del sentido de Dom. Cuando
juegas con él o tienes sexo con él, es como si el hombre estuviera en sintonía
contigo. Les juro, creo que es psíquico —dijo Janie—. Es extraño e increíblemente
excitante al mismo tiempo.

Un lado de los labios de Karina se sonrió.


—Me imagino.

—Y hablando de Doms sexys —dijo Gary con su acento sureño cuando levantó los ojos
sobre alguien detrás de ella.

Karina se volvió y divisó a Brayden caminando hacia ella. Su estómago dio un


pequeño vuelco, haciendo que las mariposas revolotearan y chisporrotean alrededor.

—Atrás, Gary —dijo Janie—. Es el Amo de Karina.

—Mierda, ¿en serio? —Respondió Gary—. Chica afortunada.

Karina no sabía qué tan afortunada se sentía, especialmente cuando su caliente


mirada la hacía sentirse tan descentrada. Él se acercó a ella y puso la mano en la
parte baja de su espalda. Sus dedos colándose debajo de los flecos, frotándole
suavemente la piel y haciendo que las pulsaciones de su corazón se aceleraran. Sólo
ese pequeño toque hizo que sus sentidos se dispararan por las nubes.

—Ya nos estamos yendo, ¿verdad? —Le preguntó.

Él bajó la mano y frotó los dedos sobre su culo. Brayden era definitivamente un
hombre de culos.

—¿Te gustaría jugar otra vez, gatita? —Le preguntó suavemente.

Karina sintió el calor de un sonrojo extenderse por su rostro. Brayden rozó el


dorso de los dedos sobre su mejilla muy caliente, la mirada siempre atenta del
hombre observando de cerca a sus reacciones. Karina hacía lo mismo también, como
Domme, pero era un poco desconcertante estar en el extremo receptor.

Ella se inclinó hacia adelante y le susurró cerca del oído.

—Eso no es lo que tenía en mente.

—Eso es lo que yo he tenido en mente desde más temprano.

Se apartó y lo miró. Él sonreía diabólicamente. Karina soltó una risita y sacudió


la cabeza. Se estiró para envolver los brazos alrededor de su cuello, moviendo su
cuerpo de manera que sus senos presionaran en contra de su pecho. La presión contra
sus sensibles pezones le produjo un cosquilleo en las piernas.

—Si no te conociera tan bien, juraría que tienes la idea fija —murmuró mientras le
delineaba los labios con un dedo.

Le gustaba provocar a Brayden. Coquetear con él. Hacerlo retorcerse.


Desafortunadamente, el hombre tenía una asombrosa forma de dar vueltas las cosas.

Brayden arqueó una ceja. Volteó la cabeza y atrapó su dedo con los dientes,
mordiéndolo con la fuerza necesaria como para atraparla por sorpresa. Entonces
envolvió los labios alrededor del dedo y chupó suavemente, pasando la lengua por
encima de donde había mordido.

La jugada no fue abiertamente sexual, pero guau, envió a su cuerpo en picado a un


caos hormonal. Sus ojos azules se estrecharon en calientes hendijas de deseo. La
mirada la hizo temblar de pies a cabeza, y todo en lo que ella podía pensar era en
cómo se sentirían sus labios y en cómo ese rastrojo de sus mejillas se sentiría en
contra de la parte interna de sus muslos.
Un repentino resuello de dolor y una joven gritando rojo captaron la atención de
todo el mundo. Todos se giraron hacia el centro del cuarto, donde un Dom más joven
estaba tratando de imitar lo que había hecho Delacroix más temprano.
Desafortunadamente, su habilidad con un látigo dejaba mucho que desear. El grueso
latigazo que cruzaba la espalda de la sub sangraba profusamente y su cuerpo
temblaba de dolor. Brayden y Karina salieron apresuradamente hacia adelante, ya que
eran los que estaban ubicados más cerca, y comenzaron a soltar sus ataduras.

—Lo siento tanto, Claire —susurraba el Dom mientras intentaba ayudar, también.

—Está bien, Señor —respondió Claire a través de sus lágrimas, pero Karina dudaba
que Claire estuviera en cualquier parte cercana al joven Dom otra vez.

Delacroix se acercó corriendo, una mirada furiosa en su rostro.

—¿Qué diablos pasó?

—Yo… —Jim suspiró—. Pensé que podría hacerlo. Aparentemente, necesito más práctica.

Con una mirada enojada, Delacroix extendió la mano y tomó el látigo de Jim.

—Te reunirás conmigo la semana próxima, y te mostraré cómo usar correctamente un


látigo.

—Sí, Señor —respondió Jim.

—Claire —dijo Delacroix mientras le entregaba el látigo a otro Dom que se


encontraba cerca.

Nathan ahuecó las mejillas de la joven sumisa, quien ahora se combaba entre Karina
y Brayden mientras cada uno la sostenía de un brazo para mantenerla de pie. Le secó
las lágrimas con la yema de los pulgares.

—Él es nuevo, cariño. No lo hizo a propósito.

—Lo sé, Señor. Gracias, Señor.

—Déjame ver —le ordenó suavemente.

Con la ayuda de Karina, Claire se volvió para que él pudiera verle la espalda.
Delacroix respingó y la compasión llenó sus ojos.

—Ven conmigo, cariño. Vamos a ocuparnos de esto. ¿De acuerdo?

Le tendió la mano, esperando pacientemente a que Claire la tomase. No la forzó.


Dejó que ella tomara su decisión. La chica colocó la mano en la de él sin titubear.
Delacroix la acercó a él, entonces se inclinó y la levantó en sus brazos, cuidando
de mantener el brazo debajo del latigazo que le atravesaba la espalda. Claire
envolvió los brazos alrededor de su cuello y enterró su rostro allí. Karina podía
oír sus sollozos mientras Delacroix la sacaba del cuarto, canturreando suavemente,

—Está bien, cariño. No te contengas y llora.

Karina quedó impresionada. Los subs confiaban en él.

Estremeciéndose, envolvió los brazos alrededor de sí misma cuando la gente comenzó


a dispersarse. La visión de ese jodido latigazo le produjo ganas de vomitar y de
correr hacia Brayden para que la pudiera llevar fuera del cuarto. Por Dios, ¿qué le
estaba pasando? ¿Por qué repentinamente sintió este deseo de ser consolada y de
huir de la escena? No es como si no hubiera visto cosas como ésta en su trabajo o
incluso en el club que frecuentaba. Los nuevos Doms a menudo cometían errores. Pero
este caso había despertado a su pasado y la estaba haciéndola sentir increíblemente
inestable.

Ella era una mujer fuerte… una mujer independiente. No quería a un hombre
diciéndole lo que necesitaba. Haciéndola admitir cosas que ni siquiera quería
admitir para sí misma. Era una Domme y una condenadamente buena.

Salvo que ser una Domme no la satisfacía. No la hacía feliz. Incluso sus orgasmos
eran… para ser franca, últimamente, habían apestado. El mejor que había tenido en
mucho tiempo se lo habían dado las manos de Brayden mientras la había mantenido
inmovilizada con simplemente el condenado tono de su voz.

Volvió a enojarse otra vez. Volvió a enojarse consigo misma. Con su confusión. Con
sus miedos. Ya no quería seguir asustada, pero lo estaba, y no sabía cómo
solucionarlo.

—Hola —dijo Brayden, cuando se aproximó y frotó la mano bajando por su brazo en un
movimiento calmante.

Sintiéndose emocionalmente drenada, Karina dio un paso atrás.

—Karina. Mírame —dijo Brayden firmemente con ese tono de Dom que nadie en su sano
juicio ignoraría.

Incluso ella.

Levantó la mirada a la suya. Él la contempló y frunció el ceño.

—Maldición —murmuró—. Vamos, Kay. Salgamos de aquí y tomemos un poco de aire.

Ella asintió con la cabeza y caminó junto a él a través del cuarto. En el momento
en que llegaron a la puerta, uno de los guardas vestidos de esmoquin se interpuso
en su camino. Los guardas estaban desperdigados por el cuarto, observando todo,
manteniendo a la gente controlada, y en caso de ser necesario, evitando peleas.

—El Amo Delacroix dijo que te diera esto para tu sub. Está un poco frío esta noche
en el jardín.

Tanto Karina como Brayden se quedaron boquiabiertos por la sorpresa cuando el


hombre le ofreció un enorme abrigo negro a Brayden.

—¿Cómo supo…? —dijo Brayden.

El hombre sonrió ligeramente.

—Dejé de intentar averiguar cómo sabe estas cosas hace mucho tiempo. —Señaló con la
cabeza hacia una puerta ubicada detrás del puesto de recepción—. Si atraviesan esa
puerta, encontrarán otra al final del vestíbulo que los conducirá a un jardín más
privado. O pueden usar el jardín público saliendo por las puertas del cuarto de
juegos que dan al patio.

—Gracias —dijo Brayden.

El hombre asintió con la cabeza, entonces se alejó.

—Guau —dijo Karina—. Delacroix asusta como el infierno.


—Bueno, —respondió Brayden—. ¿No mencionaste algo sobre vampiros más temprano?

Karina soltó una risita bruscamente.

—¿Público o privado, Kay? —Le preguntó pausadamente.

—Público —respondió, entonces cambió de idea dos veces más—. No… no… público.

Brayden le aferró la barbilla, obligándola a mirarlo.

—Toma una decisión, Kay, o lo haré yo.

¿Qué le estaba pasando? Era Brayden. Estaba a salvo con él. Su cuerpo de cualquier
manera, su corazón, tal vez no tanto.

—Privado —susurró.

Brayden asintió con la cabeza y envolvió la chaqueta alrededor de sus hombros


mientras la conducía detrás del puesto de recepción para atravesar el sinuoso
corredor hacia el jardín privado.

Atravesaron la puerta para entrar a un Edén amurallado. Karina sonrió al ver la


fuente y las varias plantas todavía verdes a pesar del tiempo frío. Plantas de
invierno, se percató, y caminó hacia adelante para tocar una de las hojas verdes,
sintiendo la sedosidad debajo de sus dedos.

Brayden la asió de la mano y la condujo a un pequeño sillón de mimbre situado en un


rincón. Se sentó e intentó tirar de ella sobre su regazo, pero Karina lo combatió,
intentando sacudir su mano hacia atrás. Él la contempló levantando la vista con esa
firme mirada de no-te-atrevas-a-negarte, y ella en verdad se congeló. ¿Qué tenía
este hombre que podía hacerle esto? ¿Por qué ella se lo permitía?

Kay sacudió la cabeza.

—No estamos en el club, Brayden.

—No me importa. Siéntate. En mi regazo. Ahora.

—Dios, eres tan mandón —refunfuñó, pero hizo lo que le ordenó, porque él
indudablemente no se lo había pedido.

Se ubicó sobre sus piernas. El brazo de Brayden le rodeó los hombros, manteniéndola
cerca, a pesar de su rigidez. Tal vez debería haber escogido el sitio público.

—Necesito que hables conmigo, Karina —dijo firmemente.

El uso de su nombre completo le advirtió que él no estaba muy contento con ella
ahora mismo.

—Brayden…

—No es negociable. Habla.

Ella permaneció en silencio, sin saber qué decir. O cómo decirlo.

—Si vamos a seguir adelante con este caso, Kay, tienes que abrirte conmigo. De otra
manera, esto va a enviarte a una recaída de la que nunca vas a poder regresar. ¿Qué
sucedió allí dentro?
Ella tomó un aliento tembloroso.

—Pensé que lo estaba haciendo bien, pero cuando vi su espalda y toda esa sangre… he
visto sangre antes. No sé por qué esto…

—Yo sé por qué. Ya no está sólo relacionado con el juego de dolor o la dominancia.
Cuando ves esas cosas, ahora ves a esas chicas, y recuerdas lo que te ocurrió.
¿Correcto?

Ella asintió con la cabeza otra vez.

—Y muy dentro de ti, te preocupa de que exista una posibilidad de que pudiera
ocurrir de nuevo —dijo con una voz mucho más suave.

Karina se mordió el labio y asintió con la cabeza.

Brayden apoyó la mejilla en contra de su pelo y lentamente arrastró los dedos


subiendo y bajando por su muslo. No era un toque pensado para seducir, pero todavía
estremeció sus entrañas.

—Tal vez deberías dejarlo, gatita.

—No —exclamó firmemente, pero no se movió. No quería que él dejara de frotarle la


pierna—. Si lo hago, estaría decepcionando a Shandra, y no voy a hacer eso.
Necesito hacer esto, Brayden. Realmente necesito superar lo que me ocurrió, no
esconderme detrás de la apariencia de una Domme. Si me escapo ahora, estaré
escapando el resto de mi vida.

Brayden suspiró y se frotó la mejilla en contra de la parte superior de su cabeza.


Karina se acurrucó más cerca. Sabía que Brayden estaba preocupado por ella, pero
también sabía que él entendería. Le permitiría continuar haciendo esto, siempre y
cuando ella pudiera evitar que su mente retrocediera al pasado. Podía hacerlo.
Tenía que hacerlo. Por Shandra y por sí misma.

—Cuando sientas que vas a entrar en pánico o te sientas como esta noche, quiero que
vengas a mí si no estamos juntos. ¿Entendido?

—¿Y hacer qué?

Él puso un dedo debajo de su barbilla y le levantó el rostro hacia el de él.

—Esto —dijo—. Hablaremos de eso. Lo resolveremos. —La estudió atentamente—. ¿Trato


hecho?

—Trato hecho.

—Bien. —Le sonrió con malicia—. Y tal vez, si eres una muy, muy, buena chica, puedo
pensar en algo que aleje tu mente de todo esto.

Ella debería sacar de entre manos algo listo para decir, pero las palabras le
fallaron cuando la miró con esos oscuros y fascinantes ojos. Rozó el pulgar sobre
su labio inferior, y Kay se preguntó cómo se sentiría su boca en contra de la suya.

Ésta no era ella. Ella debería ser la que estuviera a cargo, la que reconfortara a
un sub. ¿Por qué estaba sentada en su regazo, anhelando el consuelo que él podía
darle? ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Por qué estaba derritiéndose bajo su
caliente mirada como muchas de las otras sumisas que había visto con él?

Pensar en otra mujer sobre su regazo le oprimió el pecho. Antes, siempre había
disfrutado de observar a Brayden con las subs, había fantaseado incluso, que era
ella la que estaba sobre la mesa… especialmente en los últimos tiempos. Ahora,
pensar en él con otras mujeres le formó un nudo en el estómago en el acto. No le
gustaba eso. ¿Qué había cambiado?

—Realmente debes de estar aterrada si no tienes nada sarcástico para decir —murmuró
Brayden.

Capítulo 14

—No, estoy… —Negó con la cabeza enfáticamente—. Creo que estoy perdiendo la cabeza.
Probablemente deberíamos volvernos adentro.

A Brayden le preocupó su repentina evasión. Le estaba pasando algo que no le estaba


diciendo. No era el incidente con Claire. Era algo más. Desafortunadamente, tenía
la sensación de que lograr sonsacárselo sería un desafío.

Le permitió ponerse de pie. Karina levantó la vista al cielo despejado y envolvió


el abrigo más ceñidamente alrededor de sus hombros. ¿Debería empujarla a hacer otra
escena, o sería demasiado para ella en este momento? Su padre siempre le decía que
si te caes de un caballo, debes saltar inmediatamente de nuevo sobre él.
¿Funcionaría eso en esta oportunidad?

Guardaron silencio mientras regresaron caminando a la casa. Brayden estaba seguro


de que Karina estaba tratando de concentrarse nuevamente en la investigación, ¿pero
eso sería lo correcto para ella ahora mismo?

Cuando atravesaron el vestíbulo hacia la recepción, Brayden apoyó la mano en la


parte baja de su espalda. Nada sexual o intimidante, sólo un ligero toque para
hacerle saber que él estaba allí, que no la había abandonado.

Ella le devolvió el abrigo al hombre que se lo había dado más temprano.

—Gracias —le dijo suavemente.

El hombre inclinó la cabeza.

—Fue un gusto.

—¿Cómo está Claire? —Preguntó Brayden—. ¿Se supo algo?

—Después de examinarla, el Amo Delacroix decidió que necesitaba puntos. La acompañó


al hospital.

—Fue un muy buen gesto de parte de él —murmuró Karina.

—El Amo Delacroix siempre acompaña a las sumisas que no tienen Dom. Él se asegurará
de que Claire sea atendida, y de que llegue a casa sana y salva. Se quedará con
ella hasta que un miembro familiar pueda llegar. Creo que Claire tiene una hermana
que frecuenta el club ocasionalmente.

—Eso es bueno —dijo Brayden y empujó a Karina más allá del puesto de recepción para
regresar al cuarto de juegos—. Gracias…
—John —le informó, entonces inclinó su cabeza en un arco pequeño.

Brayden le sonrió a John mientras guiaba a Karina en dirección a la puerta. Sintió


una ligera vacilación en su andar y bajó la vista para estudiar su rostro. Parecía
tensa.

—Busquemos una bebida, Kay —le susurró y ambos se encaminaron con rumbo al bar.

Karina asintió con la cabeza y se encaminó hacia la barra más cercana. Se acomodó
en una banqueta y suspiró con cansancio.

—¿Qué puedo ofrecerte, cariño? —Le preguntó Trey.

—¿Ron con cola?

Trey asintió con la cabeza, entonces se volvió a Brayden, mientras se estaba


deslizando en la banqueta junto a la de Karina.

—Lo mismo —indicó Brayden.

Giró en el taburete para quedar de frente a Karina, pero la atención de ella estaba
en cualquier otra parte más alejada del cuarto. Siguió su mirada hasta una pareja
llevando a cabo un juego de cera al otro lado del bar. El Dom tenía a la sumisa
atada sobre la parte superior de la barra y ocasionalmente hacía chorrear cera
sobre sus pechos y torso. Cada vez que la cera caliente le golpeaba la piel, la
sumisa siseaba y gemía, su cuerpo sacudiéndose en contra de las restricciones.

Brayden volvió su mirada nuevamente a Karina y pasó el dorso de los dedos sobre su
mejilla. Ella giró para enfrentarlo disparándole una ligera sonrisa que,
lamentablemente, no le llegó a los ojos. La aferró de la barbilla y le levantó el
rostro.

—¿Sabes lo que necesitas? —le preguntó suavemente.

—¿Unas vacaciones? —respondió bromeando.

Él sonrió.

—Si te fueras de vacaciones, ¿adónde irías?

—Fiji.

Arqueó una ceja divertido.

—Eso fue rápido. ¿No necesitaste pensarlo?

—Nop —contestó.

Él rozó el dorso de los dedos bajando por su brazo, observando la carne de gallina
que se erizó a lo largo de su piel siguiendo su toque.

—¿Y qué harías en Fiji? —Murmuró.

—Disfrutar del sol y del agua.

Percibió el cambio de respiración en su voz y levantó la vista para encontrarse con


la de ella. Había un leve dejo de anhelo en sus ojos.

—Si pudieras hacer cualquier cosa en Fiji, cualquier cosa que desearas, ¿qué sería?
—Le preguntó en un susurro.

—Estar con un hombre sin nadie alrededor. Y dejar ya de sentirme asustada.

Trey le sirvió sus bebidas, lo que rompió la repentina tensión que se había
desarrollado. Era una clase de tensión diferente a la que normalmente estaban
acostumbrados. Karina estaba luchando contra algo profundamente dentro de ella, una
necesidad que Brayden creía ver reflejada en su propia alma. ¿Qué tenía ella que lo
cautivaba tanto? ¿Qué lo hacía desear cosas que nunca se había permitido anhelar?

Llevaría a Karina a Fiji. Se pasaría todas las vacaciones haciendo el amor con
ella. Podía y le haría ver que podía confiar en él. De alguna manera. Para cuando
esta asignación terminara, Karina no sólo se estaría sometiendo, sino que estaría
pasando la noche en sus brazos. A solas. Él se encargaría de ello.

Karina sintió la mirada de Brayden quemándola e intentó muy duro no permitir que su
caliente mirada llegara a ella. Estar en sus brazos más temprano se había sentido
tan bien. No quería nada más que gatear sobre su regazo otra vez. La pareja jugando
con cera le llamó la atención, e intentó enfocarse más en eso.

Bebiendo un sorbo de su bebida, suspiró cuando el calor del ron se extendió por su
cuerpo. La joven sumisa estaba cerca del orgasmo. Cada gota de cera sobre su piel
le hacía soltar un chillido de dolor y entonces otro de placer, a medida que el Dom
se movía cada vez más cerca de su clítoris.

Karina la observaba deseando poder sentirse tan libre, poder ser capaz de dejarse
ir y confiar tanto en alguien. Confiaba en Brayden. ¿Pero confiaba lo suficiente
como para eso?

Sinceramente no estaba segura.

Karina salió del coche y suspiró mirando el bellísimo cielo azul. Era una mañana
espléndida, a pesar del aire frío. Habían llegado al Club Fetiche para su reunión
de desayuno con Delacroix un poco antes de la hora indicada, y eso había sido
mayormente por su culpa. Había estado bastante inquieta esta mañana queriendo salir
de su suite tan pronto como fuera posible.

Aunque, viajar con Brayden en el coche no había sido mucho mejor. Su sola cercanía
era suficiente para hacer que todo su cuerpo ardiera de deseos por sentir su toque.

Él había guardado las distancias esta mañana, un hecho que la había hecho sentirte
frustrada y aliviada a la vez. Si no quedaba hecha mierda mentalmente una vez que
esta asignación terminara, sería un milagro.

—¿Dijo sobre qué quería hablar con nosotros? —Le preguntó a Brayden cuando rodeó el
coche hasta su lado.

—No. ¿Lista?

Ella asintió con la cabeza y siguió a Brayden en dirección a la entrada lateral,


donde uno de los tantos guardas de Nathan vestidos de esmoquin, los saludó. El
hombre los condujo por un largo corredor, entonces dentro de una terraza
acristalada muy iluminada. Delacroix estaba sentado a la cabeza de la larga mesa de
vidrio. Otros dos hombres estaban presentes en el cuarto, uno de ellos era el
agente del FBI que habían mencionado durante la reunión previa para ponerlos al
corriente del caso.

—Llegaron —dijo Delacroix con una sonrisa—. Karina y Brayden, él es el Agente Frank
Mills, y el hombre junto al bufet es el Agente Josh Barns. Caballeros, ellos son
los agentes de la NCIS con quienes se supone que están trabajando.

Josh hizo una mueca cuando se sentó a la mesa, su plato cargado con comida.

—Qué chistoso.

Delacroix se puso de pie para acercarse al bufet, haciendo un ademán a Brayden y


Karina para que se unieran a él.

—Vamos, chicos, escojan algo para el desayuno. Entonces hablaremos.

Cuando Karina se acercó a la mesa, no puso evitar notar lo guapos que se veían
Nathan y Brayden esta mañana vestidos de jeans. La luz del sol resaltaba las hebras
grises en el pelo de Brayden, así como también destellaba un leve reflejo rojizo en
el de Nathan. A la luz, su pelo no era tan negro como había supuesto al principio.

—¿Te sientes mejor? —Le preguntó Delacroix mientras le ofrecía un plato a Karina.

Ella frunció el ceño.

—Por cierto. ¿Cómo supiste que podría necesitar una chaqueta?

—¿No les contó Delacroix? —Josh le preguntó a la mesa—. Es psíquico.

Karina y Brayden lo miraron sorprendidos.

—¿Perdón? —Masculló Karina.

Delacroix puso los ojos en blanco.

—Búscate algo para desayunar. Hablaremos en un minuto.

Ella compartió una mirada de desconcierto con Brayden antes de encaminarse para
llenar su plato con huevos, frutas, tocino, y pan tostado.

—Amplia variedad. Estoy asumiendo que no fuiste tú quien cocinó todo esto —dijo
mientras ocupaba su asiento a la mesa.

Delacroix se rio.

—¿Estás bromeando? No puedo ni hervir agua. El club tiene un chef.

Un hombre entró a la habitación y se inclinó en una ligera reverencia.

—Amo Delacroix, tienes una llamada telefónica. Dije que estabas ocupado, pero el
hombre insistió.

Nathan asintió con la cabeza.

—Iré enseguida. —Se puso de pie y suspiró—. Josh, ya que decidiste abrir tu bocaza,
mientras me ocupo de la llamada, ¿por qué no le explicas?

Josh se limpió la boca con una servilleta.

—Lo haré.
Delacroix salió del cuarto, y Karina le dio un mordisco a la fruta mientras
esperaba que Josh comenzara a hablar.

—Nathan es un psíquico que pertenece al FBI desde hace varios años.

—Pensé que era un Agente —dijo Brayden.

—Lo fue. Pienso que eso es lo que lo hizo un investigador tan bueno. Él sabe cosas.

—¿Qué clase de psíquico es? —Preguntó Karina.

—No estoy muy seguro. —Josh bebió un sorbo de café, entonces volvió a apoyar su
taza en la mesa—. No se conecta con todo el mundo, y a veces puede conectarse con
ellos una sola vez, luego la conexión se desvanece. A veces perdura.

—¿Ve el futuro? —Quiso saber Karina.

—No de la forma en que piensas. Percibe señales. A veces, son simples pizcas de
emociones. Otras veces, le llega el destello de una imagen. Durante su último caso,
se conectó con el asesino en serie. Eso lo afectó mucho, y se resistió contra esa
conexión. Por hacer esto, perdió algo y su novia fue asesinada por el asesino.

A Karina casi se le cae la boca al piso.

—Oh, Dios. No me extraña que haya renunciado.

—Se culpó durante mucho tiempo. Todavía lo hace, y después de ese caso, no puede
resignarse a trabajar en otro. Todavía colabora en casos de personas desaparecidas
ocasionalmente, pero se mantuvo lejos de los casos de homicidio… hasta este caso.
Al principio, sólo iba a permitir que usaran su club, pero…

—¿Qué le hizo querer colaborar en éste? —Preguntó Brayden.

—Karina —respondió Josh mientras movía su mirada hacia ella.

Los ojos de Karina se agrandaron.

—¿Yo?

—Está vinculado contigo —le aclaró Josh—. Y no le gusta lo que él te está haciendo.

—¿Piensa que Karina está corriendo peligro? —indagó Brayden.

Delacroix regresó al cuarto y tomó su lugar a la cabecera de la mesa.

—Pregúntale a él —contestó Josh, y todos los ojos se posaron sobre Delacroix.

—¿Qué tiene que preguntarme?

—¿Karina está en peligro? —repitió Brayden.

—Todavía no puedo decirlo, pero puedo decir que hay una conexión entre tú y el
asesino.

Frank frunció el ceño.

—¿Qué clase de conexión?


Karina comenzó a retorcerse.

—Diez años atrás, ¿verdad? —le preguntó Delacroix.

Se quedó boquiabierta, antes de volverse para dispararle una mirada furiosa a


Brayden.

—Vio las cicatrices. Pensé que no había una razón para mentirle —aclaró Brayden—.
Sin embargo, no mencioné quién pensamos que pudo haberlo hecho.

Delacroix sacudió la cabeza.

—Ya sabía eso. Lo sentí el primer día que la conocí. Cuando vi las cicatrices, me
di cuenta de lo que estaba pasando.

Frank se inclinó hacia adelante, sus codos sobre la mesa.

—¿Qué estás diciendo, Delacroix? ¿Que ella conoce a este tipo?

Delacroix negó con la cabeza.

—No.

—Me violaron hace diez años. Aparentemente, Delacroix piensa que podría ser el
mismo hombre. ¿Correcto?

—Sí. Pienso que el FBI debería volver nueve años atrás y analizar cada caso aislado
de violación que pueda encontrar en busca de similitudes. Este hombre no comenzó
matando mujeres. Comenzó violándolas y torturándolas.

—Tal vez alguna de esas mujeres vio algo —añadió Josh.

Karina negó con la cabeza.

—No vi nada. Él se cubrió muy bien.

—Vale la pena hacer el intento —reflexionó Josh—. Incluso la cosa más


insignificante para ellas podría surtir efecto y conducirnos por el camino
correcto.

—Dado que ella era una menor de edad, el archivo de Karina estará sellado. Además,
no estoy seguro de que sea una buena idea llevarla a recordar todo eso, de
cualquier manera, al menos no oficialmente —dijo Delacroix.

—Podríamos utilizarla como carnada —sugirió Frank.

—¡No! —Chasqueó Brayden.

Karina se volvió para mirarlo y se sorprendió al ver el instinto protector que


brillaba en sus ojos.

—Brayden, ya soy un blanco con el simple hecho de estar aquí —dijo ella suavemente.

Brayden apretó los dientes, y sacudió la cabeza.

—No me gusta donde va todo esto. Para nada.

—Pondremos detalles adicionales en ella —ofreció Delacroix.


Brayden se volvió para fulminar con la mirada a Nathan.

—¿Qué ves cuándo la miras?

Delacroix cambió su mirada a Karina.

—Veo sangre y dolor, aunque no estoy seguro si es un dolor viejo o reciente.


También veo una máscara, como si se estuviera escondiendo detrás de algo.

Karina tragó al darse cuenta de lo acertado que él estaba. Ella misma sentía como
si se estuviera escondiendo… detrás de su personaje de Domme… escondiendo quién y
lo que era, tanto de sí misma como de todos los demás.

—Algunas veces mientras están en el club puedo captar otras pequeñas cosas que
podría estar sintiendo en el momento, pero hasta ahora no he recibido ninguna
imagen, y no puedo hacerlo. Es simplemente la sensación de que eres la llave para
todo esto. Y esta conexión que siento puede desvanecerse mañana, o puede
fortalecerse. No tengo idea de lo que ocurrirá de un día para otro.

Karina ahora entendía lo que había querido decir Janie anoche respecto a Delacroix,
respecto a su conexión con las subs.

—¿Cuánto tiempo hace que tienes esta habilidad? —Le preguntó, por curiosidad. Nunca
había conocido a nadie con este talento, a pesar de haber oído hablar de ello.

—Desde que era niño.

—¿Tuviste una conexión con Shandra? —Lo indagó.

—Únicamente sexual. Cuando jugué con ella, pude sentir su excitación y placer, pero
esa es una conexión que siento con la mayoría de las subs. Creo que es porque las
observo tan cuidadosamente. Es un regalo que he ido afinando a través de los años,
pero aparte de eso, no sentí nada.

Karina asintió con cabeza, entonces frunció el ceño.

—Pero si no puedes ver mi futuro, entonces ¿cómo supiste que a Brayden iba a
hacerle falta la chaqueta?

—Sentí tu tensión, y si Brayden era el Dom que sentía que era, te sacaría afuera
para que pudieras tomar aire y ayudarte a aclarar la cabeza otra vez. —Él sonrió, y
Karina no pudo evitar advertir lo guapo que era—. Y supuse bien.

—Tengo la sensación de que cuando pones tu cabeza en algo, eres un hombre muy
peligroso, Delacroix —murmuró.

Nathan se rio.

—No eres la primera en decir eso.

—Y estoy segura de que tampoco seré la última.

Capítulo 15
Karina deambulaba por el club, siempre consciente de los ojos de Brayden sobre ella
mientras se movía por el cuarto. Brayden ahora estaba incluso más preocupado por
ella, después de la charla de esta mañana con Delacroix. Pero, al menos, Nathan
había obligado al FBI para que acordara ser un poco más abierto con cualquier
información que encontraran.

Karina, sin embargo, no estaba conteniendo el aliento.

—Buenas noches, Karina.

Se volvió para ver quién le había hablado, entonces sonrió.

—Hola, Gary —le dijo.

Gary sonrió con timidez, antes de mirar alrededor.

—¿Dónde está tu Amo?

—Hablando con los Doms. ¿Por qué?

—Sólo preguntaba. Él es muy intimidante.

Karina se rio suavemente.

—¿Eso crees? Supongo que ya estoy acostumbrada. ¿Tras de quién vas esta noche?

Gary movió su mirada alrededor del cuarto. Karina notó cómo la luz jugaba con los
reflejos rubios de su pelo, resaltando las vetas más claras casi blancas. Gary era
un hombre muy guapo, probablemente cerca de los cuarenta, con ojos verdes y labios
llenos. Tenía una sonrisa bonita y una timidez que hacía que Karina quisiera
protegerlo de los Doms más intensos, especialmente después de que anoche se había
quejado de que alguien se había puesto demasiado rudo con sus bolas.

—En realidad me gusta la Ama Sherry —dijo—. Pero ya tiene un sumiso para esta
noche.

—¿Y Kayla? —Le sugirió—. Parece agradable y experimentada.

Gary se encogió de hombros.

—Kayla estaría bien. O el Amo Jeremy, también. Puedo ir por cualquiera de los dos
caminos.

¿Y el Amo Jeremy también?

Karina sonrió. Había tenido la impresión de que Gary iba por ambos caminos, pero no
lo había creído del Amo Jeremy. Era agradable hablar con Gary, pero no era un sub
que ella tomaría. Faltaba esa atracción física allí. Él se parecía más a un amigo
que a un compañero sexual.

—Parece que tu Amo se está acercando —dijo Gary con una inclinación de cabeza.

Karina se volvió para mirar, y dicho y hecho, Brayden se estaba acercando. Por
alrededor de la milésima vez en el día, suspiró al ver lo guapo que se veía. Esta
noche, se presentó especialmente de rechupete con sus pantalones y chaleco de
cuero. O tal vez era sólo ella que estaba especialmente excitada. Con sus brazos
desnudos, él se veía aún más musculoso que lo que lo hacía normalmente. Gary tenía
razón. Se veía intimidante.
—Te veo más tarde —dijo Gary, mientras se encaminaba en la dirección contraria.

Karina se sorprendió por la apresurada retirada de Gary, pero sus pensamientos se


desvanecieron de inmediato cuando Brayden envolvió un brazo alrededor de su cintura
y prácticamente la inclinó hacia atrás mientras le asaltaba la boca con la suya.

Karina jadeó por la sorpresa, permitiéndole a Brayden deslizar la lengua dentro de


su boca. Él se incorporó, tirando de ella con él. Deslizó la otra mano detrás de su
cuello para inclinarle la cabeza y conseguir un mejor acceso a su boca. Las manos
de Kay quedaron atrapadas entre ellos, los dedos apoyados contra su pecho caliente.
Podía sentir a su corazón palpitando, oler su aroma, saborearlo cuando deslizó la
lengua a lo largo de la suya.

Con un gemido, le devolvió el beso, sometiéndose a su demanda tan fácilmente como


un árbol inclinado por el viento. El beso había llegado de la nada, pero hizo que
cada una de las terminaciones nerviosas de su cuerpo, repentinamente saltaran a la
vida. Debería haber esperado que en algún momento sucediera. Lo habían discutido.
Sabía que harían esto, y mucho más, pero la realidad de los labios de Brayden sobre
los suyos fue muchísimo más erótica que cualquier fantasía.

Él se apartó sólo lo suficiente para que ella pudiera susurrar.

—¿A qué vino esto?

—Creo que es hora de que tú y yo nos pongamos algo más serios respecto a esta
puesta en escena. Estoy cansado de observarte con esa sexy falda de cuero y no
meterte mano.

Karina tragó al oír el ronco y determinado sonido de su voz.

—Te quiero retorciéndote, sub —murmuró—. ¿Estás lista para jugar?

Su corazón comenzó a palpitar salvajemente. Había pensado que tendría un poco más
de tiempo… una pequeña advertencia. Nunca imaginó que él sencillamente se acercaría
y demandaría una escena. Pero no la había exigido. No realmente. Le había
preguntado si estaba lista. ¿Y lo estaba?

Él frotó la nariz a través de la de ella, entonces bajó la cabeza para colocar un


suave beso sobre sus labios.

—Tú eliges, gatita —susurró—. ¿Qué prefieres? ¿Juguetes y flogger, o mi boca sobre
ti? Escoge una opción porque tenemos que hacer algo.

El pensamiento de ser azotada hizo que se le detuviera el corazón.

—Boca —respondió rápidamente.

Podría manejar su boca sobre ella, ¿verdad? Él sonrió y la perversa luz en sus ojos
hizo que las mariposas en su estómago se descontrolaran por muchos más motivos que
sus nervios.

—Esperaba que dijeras eso —murmuró—. Estuve fantaseando con atarte y comerme ese
coño tuyo.

Sus ojos se abrieron de golpe. Oh, Dios mío. Había olvidado el bondage. ¿Cómo pudo
haberse olvidarse de las ataduras?

Karina sacudió la cabeza e intentó apartarse, pero el brazo de Brayden alrededor de


la parte baja de su espalda la mantuvo en el lugar.
—¿Me estás diciendo que no, Kay? —Le preguntó lo suficientemente alto como para que
la gente de alrededor pudiera oírlo.

Karina se congeló.

—Hiciste un muy mal hábito de eso últimamente.

Ella se relamió los labios e intentó calmar su frenética frecuencia cardíaca.

Brayden se inclinó hacia adelante y le susurró al oído.

—Sabes que estás segura conmigo, Kay.

—Lo sé —exhaló.

Él se apartó y señaló un área para escenas que estaba desocupada cerca de ellos,
con una mesa para sujeción en el centro.

—Ve allí —ordenó.

Karina lo miró estrechando los ojos mientras pasaba a su lado para encaminarse
hacia la mesa. Se detuvo junto a ella y tragó el nudo de nerviosismo en su
garganta. Dios mío, debería ser más fácil que esto, ¿verdad?

Una parte de ella se sentía aterrada de ser amarrada, incluso en público. Otra
parte, la que se negaba a reconocer, se había excitado al pensar en Brayden dándole
placer, aunque estuviera atada.

Brayden la asió por la cintura y la levantó hábilmente sobre de la mesa. Ella


aterrizó duro sobre su trasero y chilló cuando su coño desnudo golpeó contra el
cuero frío de la mesa.

Brayden sonrió burlón.

—Me gusta ese sonido.

La empujó hacia atrás para que quedara tendida de espaldas, sus piernas dobladas en
las rodillas y colgando sobre el borde. Brayden lentamente rozó los dedos a lo
largo de sus brazos mientras se movía hacia un lateral. La observaba atentamente,
su mirada nunca se apartó de la suya cuando le asió un brazo y lo levantó por
encima de su cabeza. Abrochó el puño alrededor de su muñeca y esperó.

Karina tomó un aliento profundo, lentamente, intentando respirar como Brayden le


había enseñado.

—Muy bien —la alabó Brayden y rodeó la mesa para ocuparse de su otro brazo.

Sus pulsaciones se tornaron frenéticas al oír el clic del cerrojo al trabarse.


Sintió un repentino deseo de escapar, de suplicar que la liberase.

Por favor, no me hagas esto. No puedo hacer esto.

—Karina… mírame.

Levantó la mirada hacia él, implorando en silencio. Él sacudió la cabeza


lentamente.

—Los ojos sobre mí, gatita —le dijo mientras caminaba al pie de la mesa.
De pie entre sus piernas, se estiró hacia un lado y aferró una restricción para la
cintura que colgaba a un lado de la mesa. La envolvió alrededor de la parte baja de
su cintura y apretó.

Karina se quedó sin aliento y sintió que comenzaba a entrar en pánico. Intentó
levantar las caderas, pero no pudo, y la sensación de pánico se incrementó
exponencialmente.

—Brayden —jadeó.

Él asió sus pantorrillas y le empujó las piernas hacia arriba y afuera, dejando su
coño expuesto. Sujetó sus piernas allí, apoyando el torso en contra de su montículo
y observándola. El calor del hombre penetró en su coño, calentándola, pero no
estuvo ni cerca de igualar el calor que su mirada esparció por encima de su piel.

—Respira, gatita —susurró con el tono suficiente como para que ella lo oyera.

Karina mantuvo la mirada fija en la de él, concentrándose en su respiración e


intentando olvidar el hecho de que no podía moverse. Podía olvidarse de la gente
que los observaba. Podía olvidarse del caso en el que estaban trabajando.
Desafortunadamente, no podía olvidar el hecho de que estaba completamente a merced
de Brayden.

Él separó sus rodillas, forzándolas a abrirse más en contra de su pecho. Estiró la


mano hacia abajo y levantó otra faja de cuero, extendiéndola sobre la parte trasera
de sus muslos. Una vez ajustada, le sostuvo las piernas en el lugar.

Karina tragó e intentó obligarse a permanecer quieta, para evitar sacudirse y


forcejear en contra de las restricciones en un ataque de pánico. Brayden besó la
parte interna de su rodilla, enviando una serie de pecaminosos cosquilleos subiendo
por su espalda.

—Te ves muy hermosa así —murmuró cuando se movió para colocar un beso en la parte
interna de la otra rodilla—. Y lo estás haciendo muy bien.

Se inclinó y la mordió suavemente en su culo, haciéndola jadear y sacudirse.


Lamentablemente, no quería sacudirse para apartarse. Sino sacudirse en dirección a
él. No estaba acostumbrada a esto… a esperar por él, anticipando su siguiente
movimiento, su siguiente toque.

Estaba acostumbrada a ser quien tenía el control, la que llevaba la voz cantante.

Comenzó a temblar.

No le gustaba esto. Quería escapar.

Capítulo 16

—Brayden —lloriqueó, y tiró de los puños casi frenéticamente.

—Mírame, gatita —le susurró—. Los ojos sobre mí.

Ella trabó su mirada con la de él, aferrándose a esos hermosos ojos azules. Si
lograba mantener contacto visual con él, podría mantenerse centrada. ¿Eso era malo,
no? ¿Significaba que dependía de él? Tal vez para poder pasar por este momento,
pero nada más. ¿Verdad?

Oh, Jesús. ¿Qué le estaba pasando?

Brayden se estiró para alcanzar algo en un lateral, y Karina no pudo apartar los
ojos de los de él. Éstos le sonrieron, frunciéndose en las comisuras, y sintió que
el corazón aleteaba en su pecho. El calor se reunió en su estómago, esparciéndose
hacia afuera.

Amaba esa perversa luz que el hombre tenía en sus ojos cuando…

—Brayden —le dijo con un gruñido de advertencia.

Él sonrió y se enderezó, esta vez ni siquiera intentó esconder sus intenciones. El


condenado cabrón había tomado un juguete de la pequeña mesa que había arrastrado a
su lado.

—Veamos —murmuró mientras usaba la punta del delgado vibrador para hacer círculos
sobre su clítoris—. ¿Dónde debería poner esto?

—Eso no es lo que yo escogí. —Karina se mordió los labios, tanto por la rabia
naciente como por la creciente lujuria. Sintió que le ardía el rostro y estrechó
los ojos—. No te atrevas, Brayden.

Él frunció el ceño y abofeteó a su clítoris con la mano, haciéndola sobresaltarse


por la sorpresa.

—Es Amo, Karina.

Ella apretó los labios y lo miró furiosa en silencio. Maldito hijo de puta. Le
había dicho con su boca, no con juguetes, y estaría condenada si iba a llamarlo Amo
en este momento. No cuando la había cabreado tanto.

—A pesar de tu enojo —murmuró mientras bajaba la vista a su coño expuesto—. Creo


que te gusta esto. —Subió sus ojos a los de ella—. Estás mojada, gatita.

Provocó su abertura con la punta del juguete, y ella contuvo el aliento, por miedo
a que si se moviera, o incluso respirara, lo que en realidad estaba sintiendo,
quedara revelado.

—Ni siquiera me parece que necesites algo de lubricante. —Presionó el juguete hacia
adelante, incitándola con empujes cortos y superficiales.

Karina se mordió los labios en un esfuerzo por no gritar de necesidad. Podía sentir
lo húmeda que estaba, así como el deseo que se estaba construyendo en su interior.

—Maldito seas —gruñó—. Voy a matarte por esto.

—Dejaste de temblar, gatita —le respondió en un susurro—. Creo que la furia es tu


mejor arma en contra de tus miedos. Y en realidad me gusta cuando me combates un
poco.

Apresuró el juguete hacia adelante, llenándola por completo. Karina suspiró y


sacudió las caderas en contra de las restricciones, queriendo, necesitando más. Él
tenía razón. Con su furia, se había olvidado de las correas y de su incapacidad
para moverse.
Él se paseó alrededor de la mesa para quedar junto a su cabeza. Inclinándose, le
ahuecó los pechos por debajo del chaleco, dándoles un apretón. Las palmas se
sentían suaves en contra de sus pezones, los dedos ásperos cuando pellizcaron y
tironearon.

—¿Confías en mí, Kay? —Le susurró al oído.

Ella asintió con la cabeza.

—Dilo.

—Confío en ti.

Le propinó a su pecho un duro apretujón, y ella gimió.

—Buena chica —la alabó y colocó un suave beso en contra de sus labios.

Cuando él no lo profundizó, Karina gimoteó suavemente, entonces se mordió los


labios al darse cuenta del sonido que se había escapado de sus labios. Podía sentir
el juguete dentro de sí, no era grande pero la llenaba lo justo para dejarla
deseando más.

Brayden se movió nuevamente alrededor de la mesa, deslizando lentamente las manos


sobre su cuerpo, haciéndole saber que la tocaría donde quisiera, pero al mismo
tiempo dándole una sensación de seguridad. Él se mantendría cerca. Nunca la dejaría
sola estando atada. Nunca haría nada que le provocara un dolor excesivo.

La cuidaría.

Karina se agitó interiormente ante ese pensamiento. Ella podía cuidarse. No lo


necesitaba.

Brayden se detuvo y clavó los ojos en ella.

—Te estás alejando de mí, Kay.

Karina tragó al notar lo perceptivo que era Brayden.

—Los ojos siempre sobre mí —le indicó cuando se acomodó entre sus muslos abiertos.

Usó un control remoto para encender el vibrador dentro de su vagina. El suave


zumbido envió una aguda ola de necesidad a su útero en el momento en que comenzó a
vibrar dentro de sus paredes. Observó al hombre en silencio cuando él se estiró
para escoger un pequeño flogger. Karina se tensó, pero siguió las indicaciones de
Brayden… mantuvo los ojos sobre él.

—Sólo soy yo, gatita —murmuró mientras suavemente golpeaba la parte interna de su
muslo con el flogger.

Karina tomó una profunda respiración al sentir los bofetones del cuero en contra de
su piel.

—Cabréate conmigo, si quieres —susurró, y golpeó el interior de su otro muslo—. Si


eso ayuda.

Volvió a azotarla, trabajando lentamente el flogger de un lado a otro en un ritmo


que se volvía cada vez más rápido y más duro con cada azote. Ella no podía moverse.
Se negaba a suplicar más. Brayden cambió el ajuste del vibrador, y Kay finalmente
se olvidó del apremiante control que tenía sobre su lengua, y gimió.
—Me gusta ese sonido —murmuró el Dom mientras dejaba caer el flogger sobre su
montículo, atormentando a sus labios vaginales—. Me gustan todos los suaves sonidos
que haces.

Él regresó a sus muslos, trabajando lentamente el flogger de arriba a abajo por la


parte interna, alcanzando apenas sus labios. Eso era de lo peor. Los incitantes
golpecitos del cuero contra su coño la hacían tensarse en contra de las correas con
una creciente oleada de lujuria.

Jesús, él hombre la estaba volviendo loca.

Los azotes se detuvieron y Brayden se inclinó hacia abajo, mordiscando suavemente


sus labios vaginales. Karina gimió e inclinó la cabeza para atrás. Apretó los
puños, clavando las uñas en sus palmas, cuando Brayden, más lentamente, trazó
círculos alrededor de su clítoris con la punta de la lengua.

—Maldición —jadeó.

Su liberación estaba tan cerca. Si él sólo la tocara…

Él se incorporó, y Karina lo fulminó con la mirada. Con una sonrisa perversa, le


azotó la parte interna del muslo con el flogger. El afilado escozor la hizo jadear
por la sorpresa, entonces se derritió en una caliente sensación de dolor-placer que
se abrió camino hacia su útero.

La combinación del vibrador en su interior y los afilados azotes, casi dolorosos,


del cuero se combinaron para hacer que sus sentidos se dispararan por las nubes.
Brayden subió la intensidad del juguete, haciendo que las vibraciones fueran más
rápidas e intensas. Karina arqueó la espalda tanto como las restricciones se lo
permitieron. Los azotes continuaron, esta vez más duros y más rápidos que antes. Él
bajaba la intensidad, haciéndolos suaves sólo para reanudar con más rudeza otra
vez, intensificando las sensaciones.

Karina no pudo contenerse más. En el momento en que Brayden dejó caer el flogger en
contra de su montículo, gritó cuando una poderosa liberación la alcanzó de golpe.
Corcoveó duro bajo las restricciones sólo para verse obligada a permanecer abajo,
incapaz de moverse en contra de la creciente oleada de placer que inundó todo su
cuerpo.

A través de su visión nubosa, vio a Brayden sumergir la cabeza en su coño. La parte


interna de sus piernas comenzaron a temblar cuando él usó la punta de los dedos
para separar sus labios. Lamió formando una lenta y atormentadora figura de ochos
entre su abertura y su clítoris.

Karina jadeó al sentir el calor de sus labios en ella y la sensación de su aliento


mientras jugaba con su montículo.

—Brayden… No —Lloriqueó.

La ignoró y chupó su clítoris entre sus labios, rozando la lengua sobre el nudo
sensible, de un lado a otro, ruda y suavemente. Kay gritó cuando otro orgasmo la
arrasó. Ni siquiera una vez durante toda su experiencia como Domme había tenido
orgasmos múltiples. Había visto a Brayden hacerle eso a otras subs. Ahora se lo
había hecho a ella, y las secuelas la dejaron conmocionada y débil.

Apenas sintió a Brayden apagar el juguete y quitarlo de su cuerpo. Apenas lo sintió


aflojando las correas y levantarla en sus brazos. Los bajos murmullos y alabanzas
penetraban y se esfumaban de su mente mientras Brayden la llevaba a un oscuro
rincón para sentarse allí.

Mantuvo los brazos alrededor de ella, obligándola a apoyarse en su pecho, con la


cara en su cuello. Las patillas que cubrían sus mejillas le raspaban la frente,
pero Karina apenas lo notaba. Todo lo que podía hacer era hundirse en su abrazo e
inhalar el cálido aroma especiado tan característico de Brayden.

—Dije tu boca —le susurró, incluso a pesar de que apenas tenía la fuerza suficiente
como para levantar la voz, mucho menos para sonar enojada.

—Lo sé, y esa había sido mi intención, hasta que vi lo asustada que te estabas
poniendo.

Le ahuecó la mejilla y puso la yema del pulgar debajo de su barbilla,


levantándosela para poder mirarla a la cara.

—Manejas el miedo mucho mejor cuándo estás enojada.

—Oh —respondió, sin saber que más decir. ¿Realmente la conocía tan bien?

Los labios de Brayden sonreían cuando se inclinó hacia abajo y los cepilló
suavemente sobre los de ella. Por el momento, Karina no podía recuperarse lo
suficiente como para combatirlo. Se sentía demasiado torpe. ¿Qué carajo la había
dejado así de torpe?

—Eres tan linda así —susurró Brayden.

El aliento del hombre sopló por encima de sus labios mientras sus ojos mantenían
cautivos los suyos. No podía apartar la vista de él aunque lo intentara. Su primer
instinto fue apartarlo, para dejarle claro que no necesitaba confiar en él, pero en
su interior, sabía que no era cierto. Se sentía segura en su regazo y en sus
brazos.

Esa parte temerosa de ella. Nunca había querido confiar en alguien más que en sí
misma. Incluso el sexo era a su discreción, su elección, y bajo su control. Pero
Brayden le había quitado todo ese control y le había provocado otro orgasmo
impresionante. No uno, sino dos. Algo que nunca había experimentado en su
controlada vida.

Él rozó la punta de un dedo bajando por su mejilla y a lo largo de su mandíbula.

—Parece como que estás pensando terriblemente duro acerca de algo. Cuéntame,
gatita.

—Simplemente no estoy acostumbrada a esto.

—Lo sé.

Él sonrió ligeramente y la besó otra vez. Los ojos de Karina se cerraron cuando sus
labios sorbieron los de ella, tentándola, haciendo que sus ya saciados sentidos
regresaran a la vida. Podía saborearse a sí misma en su beso y le lamió el labio
inferior. El gemido de Brayden vibró debajo de su oreja, ese sólo sonido ocasionó
un cosquilleo en sus pezones.

En su mente, Karina visualizó a Brayden llevándose sus pechos a la boca y


chupándolos. Se contoneó ligeramente, frotándose la cadera a lo largo de su gruesa
erección. Había visto a Brayden desnudo. Sabía lo bien dotado que estaba y
repentinamente tuvo un muy fuerte deseo de sentirlo dentro de ella, llenándola,
estirándola. Dios, él se sentiría tan bien.
—¿Y cuál fue ese pensamiento? —preguntó él, su voz colmada de diversión mientras
retumbaba a través de todo su cuerpo.

La besó en la mejilla, entonces se frotó el rastrojo a lo largo del lado de su


cara, los agudos pinchazos enviando calientes cosquilleos a su coño.

—Sólo pensaba en lo fácilmente que tú…

Jadeó al darse cuenta de lo que estaba a punto de revelar. Estaba demasiado


relajada, hablando con demasiada facilidad. Se tensó e intentó apartarse de él.

—No, Karina —dijo Brayden con voz firme.

Apretó su agarre y la empujó de vuelta a su lugar, acurrucándola más cerca. Ella


suspiró y se resignó al hecho de que no iba a dejarla ir, y en verdad, ella tampoco
se sentía demasiado inclinada a hacer eso.

—Así está mejor —le dijo—. Me gusta que te apoyes en contra de mí de esta manera.

—Me parece que todo esto te gusta demasiado —respondió ella.

El pecho de Brayden se sacudió con su risa.

—¿Quién era el sub que estaba hablando contigo cuando me acerqué? —Quiso saber él.

—Gary. Es bi y aparentemente es muy tímido. Un poco torpe. Si es nuestro hombre,


tiene un infierno de múltiple personalidad.

Brayden se restregó la mejilla en contra de la parte superior de su cabeza y


suspiró.

—Sí.

Ella cambió de posición ligeramente, hundiéndose para poder apoyar la cabeza más
cómodamente sobre su hombro, y posando la mano en contra de su cálido pecho.
Suspiró cuando los latidos del corazón del hombre parecieron sincronizarse con los
suyos.

—Parece como que vas a estar masturbándote otra vez esta noche —dijo Karina,
entonces lo espió levantando la vista a través de sus pestañas.

Él sonrió.

—Ya tengo pensado algo para masturbarme.

Karina se rio acurrucándose de vuelta contra su hombro. Su sonrisa se desvaneció.

—Ya sabes —comenzó a decir—. Tengo que admitirlo, si tuve que someterme, me alegro
de que haya sido contigo.

—Yo también —respondió él en un susurro.

Capítulo 17
Brayden se tendió en la cama, clavando los ojos en el techo y preguntándose cómo
mierda iba a conseguir dormir. Cada vez que cerraba los ojos, todo lo que podía ver
era a Karina. La había observado en el club, regresando a casa, había disfrutado de
verla cuando sus subs la complacían, pero el último par de días había sido
diferente.

Sus orgasmos habían sido provocados por su propia mano. Había sido él quien la
había hecho gritar. Eso le había asombrado. La había oído gemir y suspirar, pero
nunca gritar.

Se había visto increíble, con su rostro ruborizado, una delgada gota de sudor
cubriéndole la frente y sus piernas temblando. Había querido hundirse dentro de
ella con tanta desesperación que sus bolas le habían dolido de verdad. Se estiró
hacia abajo para ahuecarse las bolas. El dolor las traspasó, y él respingó. Mierda,
todavía dolían.

Echó un vistazo al reloj. Casi cuatro treinta de la madrugada. No valdría una


mierda mañana si no conseguía dormir un poco. Se bajó sus pantalones del pijama y
envolvió los dedos alrededor de su dolorida polla. Estaba duro como una piedra,
pero cuando bajó la vista a sus pantalones y vio las orejas del ratón Mickey, se
encogió.

Maravilloso. Masturbándose delante de Mickey. ¿Su hermana no se sentiría orgullosa?

La puerta que comunicaba ambas suites se abrió de su lado y Brayden se congeló.


¿Era Karina?

—¿Brayden? ¿Tú…? Oh.

Karina se quedó parada al pie de su cama, clavando los ojos en la mano que rodeaba
a su dura polla. Bien, maldición. ¿No era esto jodidamente genial?

Los labios de Karina se retorcieron y su mirada brilló con un dejo de diversión.


Brayden puso los ojos en blanco, entonces decidió qué a la mierda con esto.
Lentamente bombeó la mano desde la base hasta la punta, mientras dejaba que su
mirada regresara a la de ella.

—¿Necesitas algo, gatita? —dijo con una entonación cantarina.

—Parece que tú sí —respondió ella.

—Nada que no pueda solucionar por mí mismo.

Suspirando, ella se subió a la cama. Brayden frunció el ceño cuando se arrastró


sobre sus rodillas hasta llegar a su lado.

—Karina…

Ella le apartó las manos de su polla.

—Lo estás haciendo mal.

Él arqueó una ceja.

—¿En serio?

Kay le sonrió antes de volverse para examinar la cama, como si estuviera pensando
en algo.
—Karina, ¿qué estás haciendo? —le preguntó Brayden, demasiado condenadamente
caliente como para pensar.

Ella se veía bien con su pelo en una cola de caballo, unos shorts realmente cortos,
y una musculosa que no dejaba nada a la imaginación. Sus pezones se traslucían a
través del material como dos pequeñas perlas que imploraban ser chupadas.

Ella le aferró las manos y las llevó a la cabecera de la cama, haciéndole cerrar
los dedos alrededor de los malacates de madera.

—Deja tus manos aquí.

Brayden levantó otra ceja, pero no dijo nada.

—Hablo en serio, Brayden. Si dejas caer las manos, me detengo.

—Es justo —dijo medio atragantado.

Dios, si fuera posible, él había creído que sería más difícil. ¿Qué mierda tenía
ella en mente?

La observó en silencio cuando se sentó a ahorcajadas sobre sus espinillas.


Inclinándose, asió la pretina de sus pantalones y tiró de ellos para bajarlos.

—Levanta las caderas —murmuró

Brayden hizo lo que le pidió, y ella los deslizó más abajo, dejándolos cerca de sus
rodillas. Kay se impulsó hacia adelante apoyándose sobre una mano mientras usaba la
otra para deslizar lentamente un dedo a lo largo de su longitud. Brayden tragó
cuando el toque suave como una pluma se deslizó por su polla.

—Siempre pensé que tenías una de éstas muy bonitas —le susurró Karina.

Brayden soltó el malacate y comenzó a estirarse para asirla del pelo. Kay levantó
la vista a la suya y frunció el ceño.

—Lo dije muy en serio.

Él se congeló por un segundo, entonces volvió a llevar la mano a su lugar. Lo


último que quería hacer era espantarla.

—Sí, Ama —respondió él—. Pero a este sub no le gusta que lo provoquen.

—No estoy provocando —aclaró ella, y regresó la atención a su palpitante polla.


Deslizó la mano hacia abajo para ahuecarle las bolas, haciéndolo contener un gemido
—. Estoy jugando.

—Karina —gruñó—. No soy uno de tus subs al que puedes torturar. O métete mi polla
en la boca o haz algo de una puta vez, sino puedo encargarme de esto por mí mismo.

La suave risita de Karina fue registrada en su mente poco antes de ella lo agarrara
por la base, tirando ligeramente hacia arriba para poder envolver sus calientes
labios alrededor de él. Brayden gimió con la parte trasera de la garganta,
levantando las caderas mientras ella trabajaba la lengua bajando por su longitud,
entonces regresando nuevamente a la punta. Lamió por encima de la parte superior,
sumergiendo apenas la lengua en la diminuta hendija.

—Mierda… —gruñó.
Brayden cerró los ojos, saboreando la sensación de su boca y su lengua, e incluso
de sus dientes, mientras se desplazaban por su polla. A algunas subs les había dado
instrucciones, pero Karina… guau, Karina sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Y él nunca había sentido nada tan bueno.

Jugó con la punta de su polla, entonces volvió más abajo, levantando la mano en la
base para reemplazarla por su boca. Cada vez que ella descendía, tomaba más de él
dentro de la boca. Cuando lo hundió hasta la garganta y tragó, él perdió cada gramo
de control que tenía, y con un grito, se perdió a sí mismo dentro de su boca.

El orgasmo lo atravesó a la velocidad de un cohete, haciéndole levantar las caderas


y enterrar la cabeza de la polla más profundamente dentro de su garganta. El gemido
de aprobación de Karina vibró alrededor de su eje, extendiendo su placer. Los
latidos machacaban a través de su polla, y Karina empezó a chupar más duro,
prolongando cada última pulsación de placer hasta que él estuvo a punto de rogarle
que se detuviera.

Cuando su cuerpo se relajó, notó el agarre de muerte que mantenía sobre los
malacates y rápidamente dejó caer las manos sobre los hombros de Karina. Se dio
cuenta de su error el segundo en que la sintió tensarse.

—Karina.

—No —dijo ella firmemente mientras se apartaba de su agarre—. Tal vez ahora puedas
dormir un poco.

Ella comenzó a marcharse. Brayden saltó de la cama, determinado a detenerla. Kay no


necesitaba estar sola ahora mismo. Él no quería que lo estuviera. Rápidamente se
subió los pantalones, pero su liberación lo había dejado ligeramente tembloroso, y
tuvo que aferrarse a la cama para sostenerse.

En los pocos segundos que le tomó recomponerse, Karina ya había logrado llegar a su
puerta. Él se apresuró hacia adelante, esperando atraparla antes de que la puerta
se cerrara, pero fue demasiado lento. Su mano aterrizó en contra de la madera en el
momento en que la manija se cerró haciendo un clic.

Maldita sea

—Karina. Ábrela.

—Déjalo, Brayden —le respondió desde el otro lado—. No te necesito jugando al Dom
conmigo ahora mismo. Simplemente vete a la cama.

Él dejó que su frente cayera contra la fría madera de la puerta. Si sólo hubiera
mantenido las manos alrededor de los malacates. Un toque, y ella había salido
corriendo como un conejo asustado. Debería haberlo sabido. Había pasado demasiado
tiempo creyendo que no podía tener sexo en privado, y a pesar de haberse sentido lo
suficientemente cómoda con él como para hacerle una mamada, al segundo en que la
había tocado, perdió todo el pequeño posible progreso que podría haber hecho con
ella. Eso, si es que había hecho alguno en absoluto.

—Lo siento, Kay —susurró, incluso sabiendo que no lo oiría.

Temprano la mañana siguiente, Karina acomodó una sartén para freír salchichas. No
había dormido después que regresó a su cuarto. En el momento en que vio a Brayden
con la mano alrededor de su polla, se había olvidado por completo que había ido
allí para hablar con él.

No había ido con ninguna intención sexual, sino que su mente había estado plagada
de datos relacionados con el caso, y había necesitado hablar de eso. Si Brayden iba
a masturbarse, creyó que lo habría hecho mucho antes de ese momento.

Verlo de esa manera, sin embargo, hizo que se le anudara el estómago por él. La
cabeza de su polla había estado de un profundo púrpura, las venas que corrían hacia
arriba desde la base realmente palpitaban. Tenía que haber estado dolorido, por lo
que ella había hecho lo mejor que pudo, regalándole un pequeño alivio y excitándose
a sí misma durante el proceso. Desafortunadamente, en el momento en que sus manos
la habían tocado, se había esfumado toda la excitación que había experimentado y
repentinamente fue arrasada por un enorme deseo de salir corriendo.

Suponía que eso respondía a sus dudas. Ni siquiera con Brayden, podía tener sexo en
privado.

Un suave golpe sonó en su puerta.

—Pasa —dijo

Brayden abrió la puerta de un empujón y entró. Kay sintió una oleada de agitación
cuando la vista de él hizo que su coño se calentara desde adentro hacia afuera.
Llevaba unos jeans y una camiseta que se ajustaba ceñidamente a través de sus
anchos hombros. Tenía el pelo húmedo por la ducha y sus mejillas afeitadas. Ella en
verdad lo prefería con un pequeño rastrojo, aunque eso no le impedía pensar lo
increíblemente guapo que se veía ahora mismo.

Volvió su atención a la sartén. Él apoyó las manos sobre sus hombros, y ella se
sobresaltó con ese toque repentino. Su mente estaba tan enfocada en la turbulencia
de sus emociones que no notó que él se había acercado por detrás. Intentó dar un
pequeño paso hacia adelante, pero el agarre en sus hombros se apretó, sujetándola
en el lugar.

—¿Por qué saliste corriendo anoche? —Le preguntó suavemente.

Ella suspiró.

—Cuando me tocaste, me di cuenta de que estábamos solos, y me asusté.

—Si te hubieras quedado, habríamos tratado con eso.

—Tal vez.

Él le dio una suave sacudida.

—Basta de tal vez, Kay. Pensamientos positivos en esto. —La besó en la parte
trasera de la cabeza, haciéndola sonreír—. Y gracias por la mamada, ya que estamos.

Se dirigió al refrigerador y sacó un cartón de huevos.

—De nada. Sólo te veías tan lamentable, no pude… —Se encogió de hombros—. Sólo no
pude dejarte así.

Brayden se rio entre dientes y se estiró en busca de un tazón de la alacena.

—¿Por qué fuiste a verme anoche? ¿Querías hablar conmigo sobre algo?
—Sí, yo…

El teléfono de Brayden sonó, y él miró la pantalla.

—Es el director. Probablemente quiere saber cómo van las cosas.

Ella puso los ojos en blanco.

—No van a ningún lado.

Brayden se rio y contestó su teléfono.

—Hola.

Karina regresó su atención al desayuno hasta que oyó a Brayden exclamar:

—¿Dónde?

Se volvió a Karina e inclinó ligeramente el teléfono para poder decirle:

—Encontraron a otra víctima.

El cuerpo entero de Karina se puso tenso. Comenzó a hacerle más preguntas, pero él
levantó la mano, deteniéndola.

—Entiendo —dijo Brayden con una inclinación de cabeza—. Estaremos esperando.

Colgó el teléfono y volvió su atención a Karina.

—No nos quieren en la escena del crimen. Hay demasiadas cámaras en los alrededores,
y temen que salgamos por TV y que alguien nos reconozca.

Karina asintió con la cabeza comprendiendo el punto.

—¿Cuáles son los detalles?

—No se sabe mucho todavía. Van a enviarnos toda la información por email.

—Genial —murmuró.

No estaba acostumbrada a quedar al margen de esta manera. Ella debería estar en la


escena, recolectando las evidencias, buscando las pistas. No le gustaba la idea de
tener que confiar en las habilidades de otra persona. Mirar una fotografía no era
igual a estar allí.

Añadió un par de trozos de tocino a la sartén y sintiéndose furiosa terminó de


preparar el desayuno.

—¿Sabemos algo? —Insistió ella.

Brayden se acercó y comenzó a romper huevos en un tazón.

—Es de la misma edad que las otras. La escena montada es básicamente la misma. Ésta
no hacía mucho tiempo que había muerto. Menos de dos horas cuando la encontraron.

Karina sacudió la cabeza con tristeza.

—¿Dónde fue encontrada?


—Todavía no lo sé. Ni sabemos su nombre. Todos los datos deberían llegarnos pronto.

Karina se congeló.

—Recuerdo lo que fui a decirte cuando entré a tu suite anoche.

—¿Qué? —Preguntó Brayden, mientras añadía queso y leche a los huevos.

Ella se volvió para mirar a Brayden y frunció el ceño.

—No vi a Nathan anoche. ¿Y tú?

Brayden adoptó una extraña mirada, casi pálida, cuando levantó la vista para clavar
los ojos en Karina.

—Tampoco.

Capítulo 18

—Delacroix no es nuestro asesino —dijo Brayden firmemente.

Karina no estaba tan segura de estar de acuerdo.

—Piensa en ello —insistió—. Sabía que me violaron diez años atrás.

—Su habilidad psíquica explicaría eso.

—También lo haría su conocimiento de primera mano.

Brayden usó un tenedor que sacó de la gaveta para revolver los huevos.

—¿De verdad piensas que Delacroix es el asesino?

Ella suspiró y dejó a un lado el tocino encima de un plato cubierto en servilleta


para escurrirlo. ¿Pensaba eso? En realidad no. Le gustaba Nathan, pero su
desaparición le provocaba una extraña sensación en la boca del estómago, la que
había aprendido a través de los años a no desestimar.

—No lo sé. Sólo que tiene la apariencia de una coincidencia terriblemente extraña.
¿Él no está allí y entonces repentinamente encontramos otro cuerpo? Deberíamos
mirarlo de cerca. Averiguar donde estuvo anoche.

Brayden inclinó la cabeza con reconocimiento mientras echaba los huevos en la


sartén de Karina.

—Me parece justo, ¿pero cómo piensas hacer eso sin que nadie lo sepa?
¿Particularmente Josh o Frank?

—No estoy segura de eso todavía, pero encontraré la forma.

—Hoy es la noche del Harén en el club —mencionó Brayden mientras aceptaba la


cuchara de madera que le extendió Karina para revolver los huevos—. ¿Tienes un
traje para eso?
Ella frunció los labios.

—Odio las noches de disfraces.

Brayden se rio y se sirvió una taza de café.

—Les llevará un rato largo reunir toda la información para nosotros, así que
después de desayunar, ¿por qué no vamos al pueblo y buscamos algo? Yo tampoco tengo
nada que pueda servir.

—Todo lo que necesitas es un turbante. Yo necesito un traje real. Algo estilo Mi


bella genio[4] sin la entrepierna.

Brayden se atragantó con su café, entonces agarró una servilleta para limpiarse la
barbilla.

—Me gusta cómo funciona tu mente —le dijo con una sonrisa. Le dio un golpecito en
la nariz con el dedo—. Tan bien como tu boca.

Ella le dedico una sarcástica sonrisa de labios apretados que hizo reír a Brayden.

—Bien, ¿qué te parece?

Brayden levantó la vista cuando Karina salió del vestidor y casi se traga la
lengua.

—Te ves fantástica —murmuró.

¿En qué había estado pensando para salir de compras con ella? Kay giró haciendo un
círculo completo, mostrándole cómo el recortado pantalón rosa fuerte de genio
colgaba bajo en sus caderas, apenas cubriéndole el culo con un ligero material
transparente de color rosado. La parte superior constaba de un sujetador rosa
fuerte que le alzaba los pechos, haciendo que Brayden quisiera enterrar el rostro
en su escote. El traje dejaba desnuda su sección media, exponiendo sus cicatrices.

Brayden miró ceñudamente las suaves líneas que le cubrían la piel.

—¿Estás segura que quieres que se vean?

Ella bajó la vista sobre sí misma, entonces se encogió de hombros mientras volvía a
enfocar su mirada en él.

—¿Se ven tan mal?

Él negó con la cabeza.

—Lo siento, Kay. No es eso lo que quise decir. Solamente estoy preocupado por ti.
¿Y si él te reconoce?

Karina puso los ojos en blanco.

—¿Puedes relajarte? Por favor. Me pones nerviosa.

Él bufó.

—Y tú estás poniéndome más caliente que el infierno.


Ella sonrió con esa sexy sonrisa suya que nunca fallaba en hacer que el corazón de
Brayden se disparara a mil por hora.

—¿Eso no es por regla general?

—Sí, pero pareces haber incorporado un encanto sádico hoy.

—Es divertido verte retorciéndote —le replicó, entonces comenzó a volverse en


dirección al vestidor.

Él se puso de pie y caminó hasta la cortina.

—Sólo recuerda, gatita. El ojo por ojo es un juego limpio.

Él sacudió la cortina lo suficiente como para poder meter su cabeza adentro. Ella
todavía estaba vestida, cosa que verdaderamente lo decepcionó, pero la mirada
conmocionada en su cara lo hizo sonreír.

—Y esta noche —añadió—. Pienso tomarme la revancha.

Cerró la cortina, sin aguardar su respuesta, y regresó a su asiento. Moviéndose


ligeramente, intentó aliviar la presión de su polla, pero falló miserablemente. Esa
mujer iba a ser su muerte. En más de una forma.

Karina se sentó con las piernas cruzadas en medio de su cama, mirando las fotos en
la pantalla de la computadora. Conocía a esta chica. La había conocido la primera
noche que estuvo en el club.

Karina descargó las fotos, necesitando un momento para respirar después de mirar
toda esa sangre y brutalidad. ¿Cómo alguien podía ser tan sádico?

Su mente regresó a Nathan Delacroix. Él era un completo enigma. ¿Sería capaz de


hacerle esto a su gente? ¿Sería éste el motivo de que estuviera intentando
conseguir que se enfocara en las sumisas? ¿Para mantener la sospecha lejos de sí
mismo?

Dios, esperaba que no. Realmente le gustaba Delacroix. Y después de observarlo con
las subs, se le hacía difícil creer que alguien tan tierno pudiera ser tan
condenadamente cruel.

Brayden entró en el cuarto y lanzó un montón de papeles sobre la cama.

—Tengo todo impreso a excepción de las fotos, así no tendremos que pasar de un lado
a otro buscando en la pantalla de la computadora.

Karina asintió con la cabeza y levantó los papeles, los que estaban separados en
dos pilas, una para ella y otra para Brayden. Las separó y colocó la pila de
Brayden a un lado de la cama.

—Voy a buscar un poco de café. ¿Quieres algo? —Preguntó él, encaminándose hacia la
pequeña cocina.

—En lo que se refiere a café, nunca tienes que preguntar —respondió Kay hojeando
los papeles—. Vivo de esa cosa.

Brayden se estaba riendo cuando regresó al dormitorio y le extendió una taza.


—Creo que debes tener un estómago de hierro fundido.

Ella levantó la taza y le sonrió.

—Probablemente.

Él se sentó sobre la cama junto a ella, haciendo que la cama se sacudiera. Karina
extendió su taza hacia el borde de la misma para evitar que se derramase el café
sobre los papeles.

—¿Viste algo en las fotos? —Preguntó él.

Ella negó con la cabeza.

—No. Todo es exactamente igual a los otros casos. Preferiría repasar todo
personalmente. Uno se pierde cosas de esta manera, especialmente si hay algo que
quedó fuera de la captura y que el fotógrafo pudo haberse perdido.

—Tenemos un buen fotógrafo —discutió Brayden.

—El FBI tomó estas fotos.

Brayden frunció los labios mientras levantaba su pila de papeles.

—La chica provino de nuestro club. ¿Por qué el FBI?

Karina se encogió de hombros.

—Son territoriales. No sé por qué esperabas algo diferente.

—Esta chica no fue secuestrada del club tampoco. Como las otras, aparentemente la
siguieron y la secuestraron más tarde.

—¿Dónde? —Preguntó Karina.

Brayden miró el correo electrónico que tenía en la mano.

—El estacionamiento de su complejo de apartamentos. Su coche se encontraba aparcado


en su lugar habitual. El lugar no tiene cámaras fotográficas y no hubo testigos.

—Por supuesto que no. Eso haría todo esto mucho más fácil. Este tipo realmente sabe
cómo cubrir su culo, ¿verdad?

—Eso parece —murmuró Brayden.

Con un suspiro, dejó caer el correo electrónico que había estado leyendo y se
levantó los anteojos para pellizcarse el puente de su nariz. Se veía realmente
cansado hoy, y las líneas alrededor de sus ojos parecían más profundas. Estaba
preocupado, y en verdad, ella también.

Él dejó caer la mano y se ajustó los anteojos nuevamente sobre su nariz. Karina
sonrió ligeramente. Le gustaba cómo le quedaban, especialmente cuando los dejaba
caer para poder mirar por encima del borde… como estaba haciendo en este momento.

Volvió la mirada a los papeles que tenía en la mano, el calor de un sonrojo


extendiéndose sobre sus mejillas. Se sentía avergonzada por el hecho de que la
hubiera atrapado mirándolo como una colegiala enamorada.

Él se estiró para acomodar un mechón de su cabello detrás de su oreja.


—Lo vamos a atrapar, Kay. —Se inclinó y colocó un suave beso en contra de su sien,
su toque la sorprendió tanto como sacudió sus sentidos a la vida—. Voy a tomar una
ducha y a prepararme para el club —susurró en su oído, haciendo que la carne de
gallina bajara extendiéndose por su espalda—. ¿Quiere unirte a mí?

Ella volteó la cabeza en dirección a él y lo miró perdidamente a los ojos. Jesús,


era tan tentador, pero esa parte asustada de ella no podía hacerlo.

—Algo así —masculló en respuesta.

Brayden sonrió.

—Ese es un principio. Al menos no fue un no.

Colocó un suave beso en contra de su boca antes de saltar fuera de la cama y


encaminarse a su propio cuarto. Karina levantó la mano y se tocó los labios, los
que todavía hormigueaban después de su excesivamente breve beso. Tenía una ansiosa
sensación de que esta noche iba a ser incluso más intensa que la última.

Capítulo 19

Karina se quedó mirando alrededor del club, preguntándose por dónde empezar. Estaba
mucho más abarrotado esta noche que la anterior, probablemente debido a la noche
temática. A la gente le gustaba disfrazarse. Usualmente a ella también, pero esta
noche había perdido gran parte de su atractivo. En lugar de poner atención a todos
los trajes salvajes, y en algunos casos, a la falta de ellos, en todo lo que podía
pensar era en Shandra y en la última víctima del asesino desconocido.

Incluso Brayden parecía un poco más tenso que lo usual.

El FBI había mantenido el nombre de la chica y las fotografías lejos de la prensa


por ahora. No querían a alguien haciendo una conexión entre los clubes, todavía y
poniendo sobre aviso al asesino. Necesitaron atrapar a este tipo… de alguna manera.

¿Pero cómo se atrapaba a alguien qué básicamente parecía ser un puñetero fantasma?

A través del cuarto, divisó a Delacroix en medio de varias mujeres. Se reía de algo
que dijo una de ellas, el profundo sonido de su risa flotó a través del cuarto. No
era de extrañarse que estuviera siempre rodeado de mujeres. Tenía un comportamiento
muy pagado de sí mismo que atraía la atención como las polillas a una llama.

Se preguntó cómo debía haber sido su novia. ¿Qué clase de mujer podría atraer a un
hombre como Delacroix? ¿Y podría ser él realmente el hombre que estaban buscando?
Frunció el ceño, tratando de imaginarlo como el hombre que la había violado diez
años atrás y el que torturaba brutalmente a las mujeres en la actualidad.

Delacroix rozó la punta de su dedo por la mejilla de una de las mujeres que estaba
a su alrededor. Ella le sonrió como una cachorrita enamorada. Las otras mujeres
miraban a la jovencita con envidia, y los labios de Karina esbozaron una sonrisa.
Si él no fuera con cuidado, podría iniciar una revuelta.

No había forma de que Delacroix pudiera ser ese hombre. Ella tenía que estar
equivocada.
Como sintiendo sus ojos sobre él, Delacroix volvió la cabeza en su dirección y le
sonrió. Karina comenzó a apartar la mirada, fingiendo que no había estado
mirándolo, pero cambió de idea. En lugar de eso, le devolvió la sonrisa. Él se
disculpó del harén desesperado por su atención y comenzó a caminar hacia ella.

Karina miró alrededor en busca de Brayden y lo divisó próximo al bar. Él captó su


mirada y levantó la barbilla con reconocimiento, justo cuando Delacroix llegaba a
su lado.

—Te queda bien el rosado, Karina —la alabó Delacroix.

Karina sacudió la cabeza.

—La adulación no te llevará a ninguna parte, Amo Delacroix.

—Bueno, maldita sea. Supongo que sólo tendré que pensar en algo diferente entonces.

Karina se rio, a pesar de sí misma.

—Te extrañamos anoche.

La sonrisa de Delacroix se amplió, y Karina sintió una punzada de ansiedad abrirse


paso hacia arriba de su columna vertebral. Obviamente, no podía esconderle nada a
este hombre y eso la hacía sentirse mucho más expuesta de lo que la hacía sentirse
cómoda.

—Y estoy seguro de que mi ausencia causó un poquito de ansiedad. ¿Te gustaría oír
mi coartada, verdad?

Karina lo miró muy seria.

—Esa habilidad tuya es demasiado inquietante.

Riéndose por lo bajo, Delacroix saludó con la cabeza a dos Doms que pasaron a su
lado antes de volver su atención a Karina.

—Estuve con Frank anoche, discutiendo algunas cosas relacionadas con el caso.
Estaba con él cuando recibió la llamada con la información del cuerpo y hacía
alrededor de tres horas que estaba allí. Él, así como Josh y otros dos Agentes,
pueden verificar eso, si lo necesitas. Antes de eso, pasé a ver cómo sigue Claire.

Karina asintió con la cabeza. Debería haberlo pensado mejor antes de sospechar de
él.

—¿Cómo está ella?

—Está bien y ansiosa por regresar. Debería poder quitarse los puntos en pocos días.

—Eso es bueno.

—¿Cómo lo estás llevando?

Ella encogió un hombro y recorrió el cuarto con la mirada.

—¿No puedes saberlo?

—Sí, pero todavía me gustaría oírlo. Siento curiosidad por saber cómo te sientes
oído por ti misma.
—He estado mejor. —Cambió la mirada nuevamente a la de él—. Lamento haber
sospechado de ti.

—Puedo entenderlo, supongo. Sé que eres una buena investigadora y yo sé que puedes
cuidar de ti misma, pero únicamente para calmar mis temores, permanece cerca de
Brayden. No te vayas sola del club.

Ella inclinó la cabeza y estudió la preocupación en sus ojos.

—¿Por qué? ¿Sentiste algo?

—No más que lo que sentí desde el comienzo, pero… supongo que sólo estoy siendo
excesivamente cauteloso.

—Como Brayden.

—A Brayden le importas, me parece.

Karina bufó.

—¿Puedes leerlo a él también?

—No, pero no se requiere una habilidad psíquica para llegar a esa conclusión. A ti
también te importa él.

—Conozco a Brayden desde hace mucho tiempo. Por supuesto que sí.

Los labios de Delacroix se fruncieron.

—Necesitas ser honesta contigo misma, Karina.

Ella puso los ojos en blanco y cruzó los brazos sobre su pecho.

—Dios mío, definitivamente suenas como Brayden ahora. ¿Qué les pasa a los Doms que
siempre necesitan hacer que las subs admitan cosas?

Delacroix se rio.

—Es lo que hacemos. Por lo menos yo no te estoy empujando debido a la atracción que
sientes por mí.

Karina dejó caer su cabeza hacia atrás y gruñó, haciendo reír a Delacroix incluso
más fuerte.

—No le hables a Brayden de eso, sin embargo, o va a echarse atrás con el trío que
estaba planeando —le advirtió Nathan.

Lo ojos de Karina se abrieron como platos.

—¿Qué trío?

Delacroix sonrió, y Karina tragó. ¿Un trío con Delacroix? ¿Brayden realmente estaba
organizando eso? Sus pezones hormiguearon con ese pensamiento. Brayden había hecho
un comentario sobre hacer un trío el primer día que llegaron allí, pero ella nunca
esperó que lo dijera en serio. Observar tríos la calentaba, ¿pero podría realmente
participar en uno? ¿Podría llegar a dejarse ir lo suficiente como para someterse no
sólo a un hombre, sino a dos?
Había veces que sólo la mitad de ella se sometía con Brayden. Sí, se corría, pero
siempre luchaba contra él de alguna forma, siempre ocultaba algo de sí misma cuándo
la acurrucaba después.

Delacroix la observó atentamente, entonces murmuró:

—Eso debería ser interesante.

Ella frunció el ceño.

—Deja de leerme la mente.

Él se rio.

—No puedo detenerlo, mascota. Por ahora, puedo leerte.

—¿Me estás provocando, verdad? ¿Con lo del trío? —Delacroix negó con la cabeza—.
¿Cuándo hablaste con Brayden?

—Cuando te fuiste al servicio más temprano.

Por el rabillo del ojo, divisó a Brayden caminando hacia ellos. Delacroix se alejó
unos pasos de la barra y se movió más cerca de Karina, básicamente para atraparla
entre él y Brayden, haciéndola sentirse un conejo atrapado entre dos depredadores a
punto de saltar al ataque. Karina intentó apartarse a un lado, pero Brayden la
agarró del brazo, sujetándola en el lugar.

—Hablaste con él y no me lo comentaste —le gruñó a Brayden por encima de su hombro.

—Nunca regresaste después de ir al cuarto de baño. Si lo hubieras hecho, hubieras


estado allí cuando hablé con él —razonó Brayden.

Deslizó el dorso de los dedos bajando por su brazo, haciéndole erizar la piel con
la carne de gallina. El toque de Brayden nunca fallaba en conseguir que sus
entrañas se derritieran como mantequilla. Recorrió con la vista a Delacroix, quien
los observaba con interés y apenas un dejo de lujuria. Él estaba deseando este
trío, y si Kay fuera honesta consigo misma, debería reconocer que ella también.

Con Delacroix alrededor, no podía mantener eso oculto de Brayden.

—Vi una escena de un trío más temprano y recordé aquella primera noche —susurró
Brayden en su oído.

Karina sintió un nudo en el estómago, pero no fue provocado por el miedo. A menudo
había fantaseado con estar empotrada entre dos hombres, pero nunca lo había llevado
a cabo, ni siquiera en el club. Sería demasiado difícil llevar adelante una escena
como esa con los subs amarrados. Pero confiaba en Brayden. Estaba a salvo con él.
Con Brayden allí, creía poder hacerlo y en verdad disfrutar de eso.

Delacroix aferró su mano dentro de la suya y la empujó a través del cuarto.


Mientras pasaban entre las personas, notó las miradas de envidia de las otras subs
y casi sonrió. Ella iba a poder comprobar de primera mano cómo era exactamente
Delacroix con una sub.

Una vez que llegaron al área delimitada para escenas, Delacroix le soltó la mano y
se movió detrás de ella, mientras Brayden se movía hacia el frente. Le asió la
barbilla y la obligó a levantar la vista para mirarla a los ojos.

—No te excites demasiado —le advirtió—. Esto es cosa de una sola vez.
Detrás de sí, sintió a Delacroix desenganchar su sostén. Con un tierno toque,
deslizó los dedos debajo de las correas y las bajó lentamente por sus brazos. El
peso de sus pechos tiró de sus hombros, y casi se encorvó hacia adelante, pero se
detuvo. Tenía bonitos pechos. Debería sentirse orgullosa de lucirlos.

Intentó mantener su respiración bajo control cuando Delacroix dejó caer su sostén
al piso y colocó un beso en su hombro. Brayden le ahuecó los pechos, levantándolos
y apretándolos dentro de sus palmas. Karina cerró los ojos y suspiró al sentir sus
manos sobre ella.

—Debería dispararte por esto —masculló Kay.

Brayden se rio y le pellizcó los pezones. La punzada de dolor inicial la hizo


respingar, pero entonces algo caliente inundó su cuerpo entero.

Detrás de ella, Delacroix se movió más cerca y le inmovilizó las muñecas contra sus
lados. El calor del pecho de Nathan se filtró por su espalda, la dura erección
presionaba en contra de sus caderas. Karina se retorció ligeramente, frotándose
contra él.

Delacroix le soltó una muñeca y le abofeteó el culo con rudeza, haciéndola jadear.

—Nadie te dijo que te movieras —murmuró en su oído, pero a Karina no le pasó


desapercibido el leve asomo de diversión en su tono—. Me parece que es hora de
inmovilizarte.

Karina se tensó cuando Delacroix le levantó las manos por encima de su cabeza y
abrochó los suaves puños de cuero que colgaban de una barra del techo alrededor de
sus muñecas. La posición la dejaba de puntillas, no dejándole ningún espacio de
movimiento. Todo su cuerpo se tensó. Intentó calmarse por sí misma, pero la
incapacidad de moverse rápidamente comenzó a propagar el pánico a través de su
pecho.

Delacroix se movió más cerca y presionó el pecho en contra de su espalda.

—Respira conmigo, Karina —susurró—. Adentro… Afuera.

Karina reguló su respiración con la de él, sus pechos moviéndose al unísono.


Incluso las manos de Brayden se habían quedado quietas en sus pechos. Abrió los
ojos para clavarlos en él y se dio cuenta que estaba esperando a que ella se
calmase y se relajase. Su corazón se derritió por él un poco más. Era tan paciente,
tan maravilloso. Dios, ella estaba tan jodida.

Cerró los ojos y dejó que su cabeza cayera hacia atrás en contra del hombro de
Delacroix. Sus miedos se habían disipado. Todo lo que sentía en este momento era un
creciente deseo, una necesidad que amenazaba con quemarla viva. Las manos de
Brayden comenzaron a amasar sus pechos otra vez, y ella gimió.

—Muy bien, mascota —susurró Delacroix mientras bajaba las manos a lo largo de sus
lados—. Quédate con nosotros.

Él mantuvo el pecho en contra de su espalda, respirando con ella, mientras se


estiraba entre sus piernas para ahuecarle el montículo a través de la ranura en sus
pantalones. Karina suspiró cuando los dedos de Delacroix separaron sus labios y
suavemente rodearon su húmeda abertura.

—Hermoso y mojado —susurró Delacroix—. ¿Te sientes lo suficientemente relajada como


para continuar, Karina?
Ella asintió con la cabeza.

—Con palabras, mascota.

—Sí —siseó suavemente.

Capítulo 20

Karina nunca se imaginó lo erótico que podría ser el estar atrapada entre dos
hombres, cuando Delacroix muy lentamente le bajó los pantalones y quitó sus
zapatos. Colocó unos pequeños besos y mordiscos a lo largo de su culo, por la parte
trasera de sus muslos y pantorrillas, quitándole la ropa en una lenta seducción que
la hacía jadear. Brayden se inclinó y pasó la lengua sobre su pezón. Kay se
estremeció de pies a cabeza.

Cuando se metió un pezón entre sus labios y chupó, gritó con fuerza por la forma en
que las paredes de su vagina se apretaron por la necesidad. Delacroix le mordió el
culo, entonces lo besó antes de moverse a la otra cadera y repetir la combinación
de dolor y placer. Karina no estaba segura de quién la empujaba más. Si Brayden y
sus malvados labios sobre sus pechos o Delacroix con los suyos sobre su culo.

Todo el cuarto comenzó a dar vueltas, y ella cerró los ojos, olvidándose de la
gente observándolos alrededor, olvidándose de todo lo que no fuera la sensación de
las manos de estos dos hombres sobre su cuerpo.

Había pensado que esto la asustaría, pero no. Había pensado que no iba a ser capaz
de perderse a sí misma bajo sus toques, pero sí. En cierto modo, la hacía sentirse
liberada.

Delacroix se apartó, dejando que el aire fresco del cuarto le golpeara en la


espalda. Ella tembló y miró por encima su hombro. Lo divisó junto a la pequeña mesa
que contenía un surtido de juguetes y lubricantes. Escogió un pequeño vibrador y
regresó para pararse detrás de ella.

—Voy a estirarte un poco, mascota. ¿Estás lista?

—Sí —susurró.

—Sí, ¿qué, gatita? —Le preguntó Brayden.

—Sí, Amo —contestó sin titubear.

Delacroix colocó un suave beso en lo alto de su columna vertebral.

—Buena chica.

Brayden bajó las manos a su culo y le abrió las nalgas, permitiéndole a Delacroix
colocar la cabeza del juguete contra su abertura. Karina se tensó ligeramente. Ella
nunca había tenido nada allí, ni siquiera un juguete pequeño.

Delacroix empujó la punta más allá de la apretada entrada. Karina siseó con la
quemadura, con el estiramiento de ese agujero virgen a medida que él empujaba más
profundo. No estaba siendo rudo, pero no lo estaba haciendo lentamente, tampoco.
Forzó el vibrador dentro de ella, no permitiéndole vacilar ni un segundo antes de
llenarla profundamente.

—Muy lindo —murmuró, entonces lo movió ligeramente antes de encenderlo.

La vibración envió un agudo zumbido de placer a su útero, haciéndola jadear por la


sorpresa al ser arrasada por una avalancha de sensaciones inusuales.

Brayden estaba delante de ella y le ahuecó su coño. La miraba a los ojos mientras
lentamente, muy lentamente, pasaba los dedos a través de la crema que recubría
desde su abertura hasta su clítoris. Karina intentó moverse a lo largo de su mano,
pero Delacroix continuaba sujetándola de las caderas.

—Brayden —suspiró.

—Amo —antagonizó él.

—Amo —sólo pudo repetir Karina.

Esa era toda la fuerza que le quedaba. Era la única palabra que podía salir de su
boca más allá de la necesidad que estaba a punto de estrangularla. Brayden empujó
dos dedos dentro de ella justo en el momento en que Delacroix dejó caer un corto
flogger de cuero en contra de sus caderas. Karina se sobresaltó sorprendida,
entonces gimió cuando el placer y el dolor comenzaron a mezclarse en una niebla de
excitación abrumadora.

Brayden sincronizó el empuje de sus dedos con los suaves azotes del flogger de
Delacroix, haciendo que su cuerpo doliera y ansiara más. Esto era una locura. Ella
le había hecho esto a los subs, los había hecho gritar y rogarle. Pero ni una sola
vez había imaginado que podrían hacérselo a ella. Ni una sola vez había imaginado
que ella querría que se lo hicieran, y muchísimo menos que lo disfrutaría.

¿Era esto lo que le estaba faltando a su vida sexual? ¿Había estado observando a
Brayden con otras subs porque instintivamente estaba anhelando esto? ¿Sería algo
que había querido pero que había tenido demasiado miedo de experimentar?

No tenía ni idea, y en este momento, no estaba segura de que le importara.

Delacroix la azotó con el cuero, subiendo por su espalda, a través de sus caderas y
por las partes traseras de sus muslos, entonces volvió hacia atrás otra vez.
Instauró un ritmo estable de duro a suave, de lento a rápido. Todo el tiempo,
Brayden mantuvo sus empujes sincronizados con el flogger, yendo más profundamente
cada vez que el cuero azotaba su piel… penetrando más cuando Delacroix golpeaba más
duro. Era como si hubieran estado haciendo esto desde siempre, como si lo hubieran
resuelto de antemano.

Karina podía sentir su liberación acercándose. Delacroix subió la velocidad del


vibrador en su culo, y ella gritó cuando su orgasmo quedó colgando justo fuera de
su alcance. Brayden retiró los dedos y comenzó a hacer círculos sobre su clítoris,
incitándola antes de empujar profundamente y con rudeza una vez más.

Al segundo en que sus dedos estuvieron completamente enterrados dentro de ella, la


palma de su mano presionó incitantemente en contra de su palpitante clítoris, y
Karina estalló. Delacroix continuó zurrándola con el flogger, cosa que, a su vez,
intensificó su liberación, haciendo que todo su cuerpo se sacudiera.

—Oh, Dios mío —jadeó cuando las palpitaciones finalmente comenzaron a apaciguarse.

—No terminamos contigo todavía, gatita —susurró Brayden en contra de sus labios.
Ella abrió la boca en una invitación. Jesús, quería que la besara desesperadamente.
Él se apartó, y Karina gruñó de frustración. En alguna parte perdida dentro de su
mente, oyó la suave risa ahogada de Brayden. Le haría pagar más tarde por esto. Iba
a hacerlo. Veremos si le hacía otra mamada.

—Delacroix va a entrar en ti primero. Entonces lo haré yo —susurró Brayden en su


oído mientras lentamente acariciaba su montículo—. Si es demasiado, conoces tu
palabra de seguridad.

Karina apenas lo oyó por encima de la ráfaga de sangre en sus oídos y la manera en
que él movía los dedos desde su abertura, para hacer círculos alrededor de su
sensible nudo trazando una lenta figura de ochos. La tocaba, entonces no… y la
provocación llevó a su cuerpo nuevamente dentro de un tenso estado de necesidad.

Detrás de ella, sintió a Delacroix quitando el juguete, entonces colocando la


cabeza de su polla en contra de su apretada entrada. Brayden la aferró por la parte
trasera de sus muslos y le levantó las piernas alrededor de su cintura, sujetándola
contra él mientras Delacroix introducía a su enorme polla dentro de ella.

Karina aspiró un profundo aliento al sentir el mordisco de dolor que le causó el


estiramiento. Él era enorme, y tan grueso, apenas podía respirar. Se estremeció,
repentinamente asustada. Dejando caer la cabeza hacia atrás, levantó una mirada de
ojos abiertos como platos, para clavarla en el techo. Delacroix presionó
completamente dentro de ella, entonces se detuvo.

—Karina —murmuró en su oído—. Quédate con nosotros. Relájate.

Karina cerró los ojos y se concentró en los rápidos latidos del corazón de
Delacroix contra su espalda. El calor penetraba en su piel, calentando y
relajándola. Lentamente, el dolor se apaciguó, dejando detrás una apacible molestia
que hizo que su coño se apretara.

—Está hecho —susurró Delacroix y la besó en la sien—. Tienes un culo tan adorable,
Karina. Tan apretado y caliente.

Él entró en movimiento, lentamente al principio, dejándola acostumbrarse a él. Los


surcos del condón con el que se había recubierto, frotaban a lo largo de su canal,
añadiendo otra capa de sensación que envió escalofríos subiendo por su espalda.

—Mírame, gatita —le ordenó Brayden.

Ella levantó la cabeza, encontrándose con la mirada de Brayden justo antes de que
él le cubriera la boca con la suya. Karina gimió audiblemente, sin que le importara
quien la pudiera oír, sin que le importara que él supiera cuánto había deseado eso.
Sus labios se sentían tan bien en contra de los suyos, su lengua perversa cuando la
metió dentro de su boca para acariciar la de ella.

Brayden rápidamente deslizó una mano entre ellos y se enfundó en un condón, antes
de ubicar la cabeza de su polla contra su entrada. Karina clavó las uñas en sus
palmas, desesperada por tenerlo dentro de ella pero al mismo tiempo un poco
preocupada. Delacroix era enorme y Brayden también. Los dos juntos iban a ser…

Brayden empujó hacia adentro sin advertencias, haciéndola sacudirse hacia atrás en
contra de Delacroix con un grito de placer-dolor. Al principio no estaba segura si
dolía, o si se sentía bien. El estiramiento y la plenitud de esas dos enormes
pollas moviéndose dentro de ella, hicieron que su cabeza comenzase a girar como un
trompo.
Los hombres se movían juntos, cada uno empujando profundamente, llenándola tan
completamente que a duras penas podía pensar. Sólo podía sentir, y todo lo que
sentía la llevaba cada vez más cerca de caerse por el borde del éxtasis. El otro
orgasmo había sido increíble. Ésta sería alucinante.

Podía sentirlo construyéndose, fortaleciéndose a medida que se le contraía el


útero. Cada músculo de su cuerpo tenso y estremeciéndose. Sus muslos se aferraban a
las caderas de Brayden, intentando obligarlo a entrar más profundo.

Los dedos de Brayden se clavaron en sus muslos, mientras que los de Delacroix se
trasladaron a sus pechos. Le pellizcó los pezones con rudeza, y el mordisco de
dolor fue la gota final. Karina explotó con un enceguecedor placer que nunca había
imaginado que existiera. Cada parte de ella pareció expandirse hacia afuera, para
entonces palpitar a ritmo con los latidos de su corazón. Gritó mientras todo en el
cuarto se volvía blanco, dejándola con nada más que una sobreabundancia de
sensaciones.

Vagamente, sintió que Brayden y Delacroix se tensaban. Instintivamente sabía que se


habían corrido, pero no podía reunir la energía necesaria para hacer algo más que
combarse entre ellos. Su mente estaba difusa y perdida, su cuerpo débil y
estremecido.

Delacroix frunció el ceño cuando su placer fue repentinamente bombardeado por


sentimientos de furia y odio. Sacudió la cabeza, entonces miró a Brayden. No era
él. ¿De dónde le llegó eso?

Intentó alejar los pensamientos de su cabeza, pero no se desvanecían. En cambio, se


fortalecían a medida que él se esforzaba más por intentar apartarlos. Canalizó su
atención en Karina, quien todavía colgaba entre él y Brayden.

—Ella golpeó el subespacio —susurró Delacroix.

Brayden asintió con la cabeza.

Delacroix salió del culo de Karina y arrojó el condón al pequeño cubo de basura que
tenía cada área destinada a escenas. Entonces sostuvo a Karina mientras Brayden se
quitaba su condón y se ocupó de aflojar los puños que le sujetaban las muñecas.

Los brazos de Kay cayeron flojos contra sus lados. Sus piernas estaban demasiado
débiles como para sostenerla, por lo que se combó hacia atrás contra el pecho de
Delacroix. Mientras él la sujetaba, Brayden se tomó un momento y le frotó los
brazos estimulando su corriente sanguínea. Mientras lo hacía, Karina no se movió.
Delacroix disfrutaría del momento, abrazando a la pequeña sumisa, pero en todo lo
que podía pensar era en la furia que podía sentir irradiando a su alrededor.

¿Qué diablos estaba sintiendo? Intentó mirar por encima de la cabeza de Karina en
busca de alguna pista, pero no podía deducir de dónde estaba viniendo. ¿Por qué
podía sentir la emoción, pero no era capaz de localizarla claramente?

Sintió un nudo en el estómago por la ansiedad. Había hecho esto antes. ¿El asesino
estaba aquí en este preciso momento? ¿Los estaba observando? ¿Estaba enojado porque
reconoció a Karina?

Debería decirle algo a Brayden, pero no ahora. Karina lo oiría, y no quería que lo
supiera todavía. No hasta que estuviera seguro.

—¿Delacroix? —le preguntó Brayden.


Delacroix cambió su atención de la gente que tenía a su alrededor y miró a Brayden.

—Si la sujetas, iré a conseguir una manta.

Brayden asintió con la cabeza, pero el ceño fruncido en su rostro no se desvaneció.


Delacroix intentó ocultar su preocupación, pero algunas veces las emociones lo
golpeaban tan duro, que le resultaba imposible esconder sus reacciones a ellas.
Ésta era una de esas veces. La furia que sentía correr a través de él era casi
palpable.

Brayden tomó a Karina en sus brazos y se acercó a un rincón más tranquilo.


Delacroix se ajustó sus pantalones y le hizo una seña a uno de los guardas vestidos
de esmoquin.

—Llévale al Amo Brayden una manta y un par de bebidas —le ordenó.

El guarda asintió con la cabeza y se alejó para cumplir con sus órdenes. Mientras
tanto, Delacroix decidió dar una vuelta alrededor del club y ver si podía precisar
claramente de dónde le estaba llegando esa emoción negativa.

Brayden llevó a una flácida Karina a una pequeña área de asientos en el rincón. Sus
propias piernas se bambolearon un poco cuando se giró para dejarse caer en el
mullido sillón, acomodando a Karina sobre su regazo.

Ella tenía los brazos inmovilizados entre ellos, la cabeza apoyada en su hombro, y
respiraba suavemente en contra de su cuello. Él bajó la vista y contempló cómo sus
pestañas yacían a través de sus hermosas mejillas. Se veía tan en paz ahora mismo,
tan libre de preocupaciones. Le gustaría poder mantener esa mirada en su cara.

Estaba sintiendo cosas por ella y no sabía cómo detenerlo. Intentó tratarla como a
cualquier sub. Ella había mostrado interés en un trío, por lo que, siendo un buen
Dom, él se había ocupado de organizarlo. Pero sería el último, si él tuviera algo
que decir en relación a eso. Le había resultado difícil combatir los sentimientos
de posesividad que lo habían golpeado al ver a Delacroix tocándola.

Fue entonces cuando se dio cuenta de exactamente cuánto había llegado a importarte
esta obstinada Agente.

Dejó caer la cabeza hacia atrás en contra del sillón y apretó los brazos alrededor
del bulto dormido dentro de ellos.

—Estoy muy jodido.

Él salió afuera y tomó una profunda respiración, colmándose del frío aire de la
noche. Necesitaba calmarse. Todavía no podía creer que ella estuviera aquí… la
única mujer que se le había escapado. Había pasado años buscándola sólo para
terminar con las manos vacías.

Pero los dioses lo habían favorecido poniéndola de nuevo bajo sus garras. Su
hermosa angelita gótica. Ya no usaba el pelo oscuro y el esmalte de uñas de color
negro, pero reconocería ese rostro en cualquier parte.
Le gustaba la nueva mujer de cabello rubio rojizo. Le quedaba bien y se
correspondía con el que había cubierto su coño tantos años atrás. Pronto sería suya
otra vez, y finalmente lograría terminar lo que había comenzado.

Capítulo 21

Karina se despertó en algún momento a tempranas horas de la mañana y miró confusa


las paredes del hotel. ¿Cómo había regresado? Hizo memoria y sólo pudo recordar
pequeños fragmentos. Recordó el trío, hasta el momento de su orgasmo. Después de
eso, no recordaba mucho más.

Podía acordarse de acurrucarse en el regazo de Brayden y beber, entonces tal vez


siendo llevada a casa en sus brazos, pero… repentinamente notó el brazo alrededor
de su cintura y un pecho caliente en contra de su espalda.

¿Brayden todavía estaba aquí con ella?

Se movió levemente, acercándose más a su calor.

—Shh —susurró él.

Karina sonrió. Brayden aparentemente se había quedado para cuidar de ella. En lugar
de ansiedad, sintió seguridad. ¿Sería porque conocía a Brayden muy bien? ¿Sería
porque primero habían sido amigos?

¿Realmente tenía importancia?

Todo lo que sabía era que había pasado la noche en los brazos de un hombre y no
sintió miedo. Sonrió y se volvió para enfrentar a su caballero.

Él tenía los ojos cerrados, sus oscuras pestañas formaban un abanico en contra de
sus bronceadas mejillas, las cuales tenían una extrema necesidad de un afeitado.
Rozó el dorso de los dedos sobre sus patillas, disfrutando de la aspereza y
preguntándose cómo se sentiría tener esas patillas raspándole la parte interna de
sus piernas.

El simple hecho de pensar en eso hizo que su coño palpitara, sin embargo su culo
todavía seguía un poco dolorido de la noche anterior. A pesar de lo maravilloso que
había sido, no era algo que quisiera repetir demasiado a menudo. Probablemente
tuviera problemas para sentarse durante la mayor parte del día.

—Necesito afeitarme, ¿verdad? —masculló Brayden.

—No lo sé. Creo que estás bien así. Te da un aspecto peligroso.

Él bufó suavemente entonces abrió los ojos, observándola adormecido.

—¿Estás bien? Estaba comenzando a preocuparme un poco por ti.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Te llevó mucho tiempo bajar del subespacio. Ni siquiera estoy seguro de que lo
hayas hecho completamente antes de colapsar en la cama.

—Supongo que todo el estrés de los últimos días me pasaron factura.

Sus labios se elevaron en una media sonrisa somnolienta.

—Tal vez debería llevarte al subespacio más a menudo.

Ella respingó.

—Sólo que no esta noche. Mi culo está demasiado dolorido para una segunda vuelta.

Brayden se rio y miró el reloj por encima de su hombro.

—Son las nueve. Tenemos que levantarnos y ponernos en movimiento. El director


quiere hacer una reunión informativa al mediodía —dijo con un suspiro.

—¿Por qué? No tenemos nada para decirle.

—No es sólo eso, sino que otra mujer fue asesinada, y no estamos más cerca de
resolver esto. —Brayden se levantó sobre su codo—. Quedaste fuera de combate y no
te diste cuenta, pero después del trío, Delacroix estuvo actuando muy extraño.

Ella frunció el ceño.

—¿Extraño de qué manera?

—No lo sé realmente. Después de que te llevé al área de asientos, lo observé


paseándose alrededor del cuarto como si estuviera buscando algo.

—O a alguien —murmuró Karina—. Dijo que se había conectado con un asesino en una
oportunidad antes. ¿Crees que ocurrió de nuevo?

—Sólo hay una forma de averiguarlo.

Karina dejó que su mirada cayera sobre el pecho desnudo de Brayden. Ella estaba
desnuda debajo de las cubiertas. Aparentemente, Brayden la había desvestido cuando
regresaron. ¿Pero, y él? Trató de recordar cómo lo había sentido en su contra
cuando apenas se despertó, pero no podía estar segura.

—¿Qué piensan esos engranajes que están girando dentro de tu cabeza? —preguntó
Brayden.

Kay sacudió su mirada de regreso a la de él cuando el calor de un sonrojo se


extendió por sus mejillas. Usualmente no se avergonzaba con facilidad, pero en lo
referente a Brayden, sabiendo cuánto estaba comenzando a importarle él, lo hacía. Y
odiaba eso.

—Gracias por quedarte conmigo —le dijo.

Brayden sonrió y sus ojos se fruncieron en las comisuras.

—Cuando quieras, gatita. ¿Te diste cuenta que pasaste toda la noche en mis brazos y
no te asustaste ni una sola vez?

Ella sonrió abiertamente.

—Sí, noté eso.


Le pellizcó la nariz.

—Estás progresando. Ese viaje a Fiji está cada día más cerca.

Tenía en la punta de la lengua decirle que ella podría realizar ese viaje con él.
Era con Brayden con quién se sentía más cómoda. Era en Brayden en quién confiaba.
Era con Brayden con quién quería irse a Fiji. Desafortunadamente, no había notado
ningún indicio de que las cosas hubieran cambiado para él, así que por ahora,
mantendría la boca cerrada.

Brayden observó cómo la tristeza se desplazó por los ojos de Kay. Ella intentó
ocultar ese hecho, pero estaba allí. ¿Qué la habría generado?

En medio del caso no era el momento correcto para decirle que estaba desarrollando
sentimientos hacia ella. Quería hacerlo, pero esperaría por ahora. Estar con él
significaba que ella tendría que renunciar a ser una Domme, y no tenía ni idea de
cómo se sentía en relación a eso.

Ella disfrutaba de sus escenas, ¿pero las disfrutaría lo suficiente como para
cederle el control a él? No sobre una base de veinticuatro siete, pero algunas
veces, y definitivamente en el dormitorio, con toda seguridad. Karina había pasado
por mucho. ¿Afectaría su pasado lo que ella pudiera aceptar en su futuro?

Ella era muy obstinada y un poco peleona.

Rozó el pulgar sobre su labio inferior, combatiendo su deseo de besarla. Quería


tomar las cosas con calma en lo que respecta a ella. Había pasado la noche en sus
brazos, pero para el sexo probablemente sería demasiado pronto. Se guardaría eso
para otro día.

Dejó caer la mano y ajustó la sábana para cubrirse el pecho.

—¿Y si nos duchamos y salimos a desayunar? Después iremos a ver a Delacroix.

—¿Y qué pasa con el director? —preguntó ella.

—Lo llamaremos desde el coche —le respondió mientras saltaba de la cama.

Volvió la mirada atrás por encima de su hombro para saber si Karina lo observaba.
Encontró la mirada de ella pegada a su culo desnudo, por lo que rápidamente volvió
la cabeza al frente y sonrió abiertamente. Al menos estaba lo suficientemente
interesada como para mirar.

—No tardes una eternidad —le gritó cuando entró a su lado de la suite—. Tengo mucha
hambre.

Karina se sujetó su cinturón de seguridad y giró la llave en encendido, mientras


Brayden llamaba a su jefe desde el asiento de pasajero del coche. Mientras llamaba,
ella puso el coche en movimiento y se encaminó hacia el estacionamiento del
restaurante.
—Director Nichols.

—Hola, jefe. Somos Karina y Brayden —dijo Brayden.

—Ya era hora de que ustedes dos llamaran. ¿Qué diablos está pasando allí? —Chasqueó
el Director—. ¿Por qué el FBI tomó precauciones adicionales con Karina?

—¿Qué? —Brayden y Karina preguntaron al unísono.

—¿De qué estás hablando? —Preguntó Brayden.

Karina sabía que Delacroix lo había mencionado, pero no sabía que en verdad lo
hubieran hecho.

—Recibí la llamada esta mañana. El FBI quería saber qué están haciendo que captó la
atención del asesino.

—Hasta donde sabemos, no hemos hecho nada —intentó explicar Karina, sin querer
ahondar en demasiados detalles—. Quizá sea porque la última chica que fue
secuestrada pertenecía a nuestro club.

Le disparó una mirada a Brayden y le hizo una mueca, sin saber qué más decir.

—¿Cuándo fue establecido esto? —preguntó Brayden.

—Esta mañana —les informó el Director.

Brayden frunció los labios y asintió con la cabeza. Karina pensó que probablemente
tuviera algo que ver con Delacroix y con lo que Brayden consideró un comportamiento
extraño la noche anterior. Echó un vistazo por el espejo retrovisor divisando
varios coches. Un sedán gris oscuro le llamó la atención, y entonces bufó. ¿En
serio? ¿No podrían haber pensado en algo mejor que eso?

—Estamos en camino para hablar con Delacroix y los otros dos agentes —dijo Brayden
—. Tal vez averiguaremos algo entonces.

—Manténganme informado —ordenó el Director, y entonces cortó la llamada.

—Bueno, él no sonaba muy contento —comentó Karina con un suspiro mientras tomaba la
interestatal, saliendo de la ciudad en dirección al club.

Brayden bufó.

—Pillados, ¿verdad?

—Era un poco difícil no encontrarnos —reflexionó—. Me parece que ese sedán gris son
los federales detrás de nosotros.

Brayden echó un vistazo y acordó con un asentimiento de cabeza.

—Un coche simple, oscuro, difícil de describir. Parece que sí. Son casi tan malos
como los nuestros.

Karina sonrió.

—Al menos los nuestros son negros. ¿Crees que lo que fuera que le molestó a
Delacroix es el motivo de que hayan añadido seguridad adicional?

—Tal vez —respondió Brayden mientras metía su teléfono de nuevo en su bolsillo.


En el momento en que se relajó en contra del asiento, su teléfono sonó, avisándole
de un mensaje de texto.

—¿Y ahora qué? —masculló y volvió a sacar el teléfono. Clavó los ojos en la
pantalla—. Es Delacroix. Quiere saber cuándo estaremos allí.

—En unos veinte minutos —le informó Kay.

Brayden envió el texto, y entonces casi instantáneamente recibió otra respuesta.

—Nos encontraremos con él en la piscina —dijo Brayden.

—Debería haber traído mi traje de baño.

Brayden se rio.

—Mi conjetura es que al estar dentro del Club Fetiche no se permite ningún traje de
baño.

Karina soltó una risita.

—Me pregunto si Delacroix está tomando el sol desnudo.

Brayden le disparó una mirada siniestra que la hizo reírse una vez más.

—No estás celoso, ¿verdad?

—Sigue con eso, chica insolente, y esta noche buscaré el vibrador más grande que
pueda encontrar y lo meteré en tu culo justo antes de follarte.

Ella le frunció la nariz.

—Eso estaría mal, Brayden.

Brayden sonrió y señaló por la ventanilla.

—La salida está cerca.

Karina salió de la interestatal y tomó la ruta de doble mano hacia el Club Fetiche.

Karina siguió a un hombre mayor que los había estado esperando en la puerta y los
condujo hacia la parte trasera de la casa. Atravesaron una puerta de cristales para
entrar a un patio inmenso. El vapor se elevaba de la piscina, casi ocultando a
Delacroix, quien estaba parado junto al bar hablando con alguien del personal del
club.

Estaba vestido con jeans y una camisa de mezclilla. El viento frío le soplaba el
pelo alrededor de sus hombros, haciéndolo verse como un pirata, al menos para
Karina.

Josh se acercó al lado de ella y sonrió.

—Nathan debe estar preparándose para una fiesta en la piscina de invierno.

Karina arqueó una ceja.


—¿Una fiesta en la piscina de invierno?

Josh asintió con la cabeza.

—Básicamente equivale a una orgía en el agua, pero es divertido.

Ella compartió una mirada con Brayden y sonrió ligeramente. No sabía que Josh
disfrutara del club.

Delacroix los divisó y saludó con la mano.

—Enseguida estoy allí.

Le dijo algunas palabras finales al hombre junto al bar, y entonces rodeó la


piscina para unirse a ellos.

—¿Frank está en camino?

Josh asintió con la cabeza.

—¿Los agentes que me están siguiendo se unirán a nosotros también? —preguntó Karina
dulcemente.

Josh y Brayden se rieron disimuladamente.

—Buenos días, mascota —le dijo Delacroix con una malvada sonrisa, ignorando su
pregunta—. ¿Cómo está tu culo?

Karina lo miró con desdén, pero no estaba realmente enojada.

—Dolorido, muchas gracias.

—Siempre es bonito saber que hay un recordatorio de mi presencia al día siguiente.

—Eres un enfermo, Nathan —gruñó ella, haciéndolo reírse a carcajadas.

—¿No son todos los sádicos un poquito enfermos?

—Tú eres más que un poco, y nunca respondiste a mi pregunta. ¿Por qué estás
haciendo que me sigan?

Delacroix hizo un gesto para invitarlos a tomar asiento a una de las mesas en el
lado más alejado del patio donde daba más de pleno la luz solar. A pesar del frío,
un frente cálido prometía un día mucho más agradable que los que habían tenido
últimamente.

—La última vez que nos reunimos te dije que añadiríamos protección extra sobre ti —
aclaró Delacroix—. No deberías estar sorprendida.

—¿Pero por qué? —Quiso saber.

—¿Qué sucedió anoche, Delacroix? —le preguntó Brayden.

En ese momento entró Frank, interrumpiendo la conversación.

—Delacroix —le dijo—. Diles lo evidente que es ese maldito sedán.

—Si estás hablando del que me siguió a mí, estoy de acuerdo, es evidente —añadió
Karina.
Delacroix se rio.

—Y antes de que él responda tu pregunta, tiene que contestar la mía. —Karina se


volvió para clavar la vista en Delacroix, desafiándolo a discutir.

—Es justo —dijo con cansancio—. Creo que me conecté con nuestro asesino anoche.

Los cuatro ojos se quedaron mirándolo en un silencio aturdido, y a continuación


todos comenzaron a hablar a la vez. Delacroix levantó una mano, silenciándolos.

—Después de que terminamos… —dijo Delacroix, disparándole a Brayden una mirada


puntual—. Sentí furia. Muchísima. Una furia violenta. Intenté definir de quién
procedía, pero no pude. Podría haber sido de alguien dentro de ese cuarto.

—¿Eso es todo? ¿Sólo furia? —preguntó Brayden.

Delacroix asintió con la cabeza.

—Por ahora, eso es todo. A veces, eso puede ser todo lo que consigo, o podría
incrementarse.

Karina sacudió la cabeza.

—¿Entonces, lo que obtuviste fue simplemente una emoción incorpórea? ¿Cómo sabes
que estaba dirigida a mí? Tal vez estaba dirigida a otra persona. ¿Tienes alguna
idea de la cantidad de subs que me fulminaron con una mirada celosa anoche?

Delacroix sonrió.

—Hay una diferencia entre los celos y la clase de furia que sentí. Lo que sentí
fue… malvado. En mis tripas, sé que provenía de él.

Karina se quedó mirando a Delacroix, y entonces volvió la vista a Brayden. Por


dentro estaba temblando como una niñita asustada. ¿Él realmente había estado tan
cerca?

Brayden le cubrió la mano con la suya.

—No vamos a permitirle llegar a ti, Kay.

—No me hagas promesas que no puedes mantener —murmuró ella, entonces se volvió a
Delacroix, apartando la mano de debajo de la de Brayden.

No era que no quisiera su toque. Lo quería, pero en este momento estaba demasiado
asustada.

—¿Ellos tienen que seguirme incluso cuando Brayden está conmigo? —preguntó.

—Sí —los cuatro hombres respondieron a la vez.

—¿Cómo le vamos a explicar esto a mi jefe? —continuó—. Él no sabe de la violación,


y quiero mantenerlo de ese modo.

—Por ahora, los únicos que conocemos de la violación somos nosotros —dijo Josh. En
lo que respecta a tu jefe, todo lo que él tiene que saber es que el asesino va tras
las subs atrevidas. Tú te estás comportando de ese modo para intentar atraerlo, por
consiguiente, la seguridad adicional.
Karina asintió con la cabeza. La mentira no estaba realmente muy lejos de la
verdad. Ellos sabían que él iba tras las subs insolentes, y ella era
definitivamente eso, aunque su irreverencia tuviera más que ver con su personalidad
natural en lugar de una fachada. ¿Cuándo esto había pasado de ser una operación de
simple vigilancia e inteligencia para ser la carnada de una trampa? ¿Con ella como
cebo?

Capítulo 22

Karina se recogió el pelo encima de su cabeza y se examinó a sí misma en el espejo


del cuarto de baño. Si el hombre que Delacroix sintió era el mismo que la había
violado, ¿cómo la había reconocido? Se veía muy diferente ahora.

En aquel entonces su pelo era negro y lo llevaba largo hasta los hombros. Sus ojos
eran de un color mucho más vibrante, debido a sus lentes de contactos. Había
llevado las uñas pintadas de negro y un piercing en el labio. Se inclinó más cerca
al espejo para tocarse la pequeña cicatriz en su labio inferior, donde su violador
le había arrancado el piercing.

Todavía podía recordar cuánto le había dolido.

Con un suspiro, se movió hacia atrás y se sacó un par de rizos para que colgaran de
su sien. ¿Fueron esas las cicatrices que él había notado? ¿Habría reconocido su
propio trabajo?

El hecho de que hubiera estado tan cerca de ella la hizo temblar.

Bajó la vista y comenzó a rebuscar dentro de su neceser del maquillaje su lápiz


labial. Cualquier cosa para apartar de su mente los fríos dedos del temor que
reptaba por su columna vertebral.

Brayden se acercó detrás de ella, haciéndola sobresaltarse por la sorpresa. Observó


a través del reflejo en el espejo cuando Brayden se estiró para soltar su cabello
del clip. Los rizos se desparramaron alrededor de sus hombros y lo miró confusa.

—¿Qué estás haciendo? —Le preguntó.

—Me gusta más suelto —respondió simplemente.

Kay frunció los labios.

—¿Es absolutamente negociable?

Él negó con la cabeza y le sonrió.

—Cuando vas a trabajar, puedes hacer lo que quieras con tu pelo. Cuando vamos al
club, haces lo que yo quiero.

—Bien, no eres el jefe —masculló.

—Soy el Dom —le replicó mientras extendía la mano para comenzar a frotarle los
hombros.

Karina suspiró y dejó caer la cabeza hacia adelante.


—Esto se siente bien.

—¿Cómo lo estás llevando? —Le preguntó.

—No estoy segura.

—Estás tensa, Kay —le dijo Brayden, continuando el masaje en sus hombros—.
Necesitas relajarte.

—¿Tienes una varita mágica que pueda hacer que eso ocurra? —Le preguntó.

—De hecho…

La sexy entonación de su voz hizo que sus pezones se endurecieran tan rápidamente
que contuvo la respiración. Bajando la mirada sobre sus pechos, Kay clavó los ojos
en los duros guijarros que se traslucían a través del amarillo raso del babydoll
que pensaba ponerse esta noche. Sintió el calor de un sonrojo en sus mejillas al
ver la abierta sonrisa conocedora que le disparó Brayden a través del reflejo del
espejo.

Muy interesante que el pensamiento de tener sexo con él en su suite del hotel —a
solas— no la hiciera temblar de miedo. Se sentía prendida fuego, por dentro y por
fuera.

—Si te refieres a la que tienes entre las piernas —comenzó Karina—. ¿No deberíamos
esperar para eso hasta que lleguemos al club?

—¿Te asusta tener sexo conmigo aquí, Kay? —le preguntó, sus dedos todavía
trabajando los tensos músculos de sus hombros.

—Sorprendentemente… no.

—¿Por qué? —le preguntó, mientras trabajaba sus dedos más abajo.

—Confío en ti.

—Bien —susurró, entonces colocó un beso en el sensible punto debajo de su oreja.

La carne de gallina se abrió paso por sus brazos al sentir la calidez de sus labios
y de su aliento en contra del cuello. Él deslizó las manos más abajo por su
espalda, trabajando los nudos de la parte más baja. Aunque, sinceramente, en este
momento, Karina no estaba segura de que le quedara un solo músculo tenso en todo el
cuerpo.

La sensación de Brayden detrás de ella se había ocupado de eso.

—Así está mejor —susurró—. Mucho más relajada.

Colocó otro beso a un lado de su cuello. Karina dejó caer la cabeza hacia atrás
mientras un suave suspiro se libraba de sus labios. Las manos de Brayden comenzaron
a moverse más lentamente, su toque volviéndose más sensual. Deslizó las manos
debajo de la falda de su camisón y subió por encima de su culo. Cuando las movió
alrededor de la parte baja de su estómago, Karina no sintió ningún deseo de
detenerlo.

Desplazó los labios por su cuello y continuó por su hombro, mordiendo suavemente la
carne antes de chupar lentamente. Ella apretó las manos en puños, sin saber qué
hacer con ellas. Una parte de sí quería aferrarle las manos y bajarlas entre sus
piernas. La otra parte quería darse la vuelta y arrancarle las ropas. Para su
asombro, ninguna parte de ella quería salir corriendo.

Él mantuvo una mano alrededor de su cintura y movió la otra para ahuecar su


montículo. Karina gimió suavemente y sacudió las caderas hacia su toque, pero el
agarre alrededor de su cintura evitó que fuera demasiado lejos o que se pudiera
mover contra él como le hubiera gustado. Brayden lentamente hizo círculos alrededor
de su abertura con la punta de un dedo.

—Estás húmeda, gatita —le susurró, entonces presionó a su dura polla en contra de
su cadera—. ¿Sientes lo que me haces a mí?

—Sí —siseó Karina suavemente.

Usando la yema del dedo medio, muy lentamente, trazó incitantes círculos alrededor
de su clítoris antes de moverse de regreso a su entrada. Karina gimió y se aferró
al brazo que él mantenía bloqueado alrededor de su cintura. Las uñas se clavaban en
la piel del hombre a medida que su cuerpo se volvía cada vez más sensitivo.

—Quiero empujarte contra este mostrador —susurró Brayden—. Y llenar a este apretado
y mojado coño, profundo y duro con mi polla.

Empujó dos dedos dentro de ella, mostrándole exactamente lo que tenía en mente.
Karina jadeó e intentó forzar las caderas hacia adelante, presionándose con más
firmeza en contra de la palma de su mano.

—Dios, eres tan hermosa —murmuró él—. Mira, Kay.

Karina abrió los ojos y miró su reflejo en el espejo. Tenía la piel ruborizada, sus
ojos entornados y los labios abiertos y jadeantes. La bronceada piel de la mano de
Brayden mientras la acariciaba entre las piernas era un marcado contraste contra su
piel más clara, pero al mismo tiempo, se veía tan correcto. Se sentía tan correcto.

—Brayden —lloriqueó.

Él retiró los dedos y la acarició trazando círculos en su abertura, provocándola


implacablemente.

—¿Quién?

—Amo —corrigió sin pensarlo dos veces.

Brayden movió los dedos a su clítoris y le abrió ampliamente los labios de su


vagina.

—Dime, gatita. ¿Quieres que frote este duro y pequeño botón hasta que te haga
correr? —Susurró él.

Karina bajó la vista sobre sí misma, en dirección al brillante nudo rosado que
sobresalía de entre sus labios vaginales.

—Sí —respondió—. Sí, Amo. Por favor.

—Dios, eso sonó tan bien —ronroneó él, pasando el dedo sobre la parte superior de
su clítoris.

Karina se estremeció de pies a cabeza. Dejando caer la cabeza hacia atrás, cerró
los ojos y gimió. Estaba tan cerca. Podía sentirlo construyéndose en su interior…
luchando por liberarse.
—Abre los ojos, gatita —susurró Brayden—. Mírame.

Karina trabó la mirada con la de Brayden en el espejo. No se sentía avergonzada. Ni


tampoco estaba asustada. Sólo sentía deseos de agradar, de correrse, de sentirlo
dándole placer, de verlo deseándola. El deseo que ardía en los ojos del hombre le
calentaba la piel. Sus dedos continuaban moviéndose por su coño, tentándola hasta
que pensó que iba a ser capaz de gritar.

Él estaba tan cerca de ese punto, sólo se movió apenas para dejarla jadeante y
tensa. Cuando finalmente rozó con ligereza la parte superior de su clítoris y a
continuación lo pellizcó, Karina explotó en un millar de fuegos artificiales. A
pesar de eso, conservó los ojos sobre Brayden sin nunca apartar la mirada.

A medida que las palpitaciones se imponían, recorriendo la parte baja de su cuerpo


y desplazándose hacia arriba, ella podía ver la aprobación y el deseo en los ojos
de Brayden, y eso la hizo sentirse más hermosa de lo que alguna vez se hubiera
sentido antes.

Estar con los subs siempre la habían dejado con la sensación de que faltaba algo.
Había recibido placer físico, pero no mucho más. Con Brayden, no faltaba nada.
Conseguía todo lo que necesitaba y más. Incluso algunas cosas que no quería.

No sería sabio enamorarse de él. No cuándo ni siquiera tenía idea de lo que pasaba
por la mente del hombre, ¿pero cómo podría detenerlo?

Se combó en contra de él y suspiró, todo su cuerpo flácido como una muñeca de


trapo. Él se inclinó y la recogió con sus fuertes brazos, un acto que nunca fallaba
en hacerla sentirse apreciada… lo cual era algo que un sub nunca había podido
lograr.

Brayden caminó con ella hasta el sofá y se sentó, acunándola suavemente en su


regazo.

—Necesitaba eso —murmuró ella en su cuello.

Brayden la besó en la parte superior de la cabeza.

—Lo sé.

Ella pasó la mano sobre su camisa, disfrutando de la suavidad bajo de sus dedos… un
marcado contraste con los duros músculos de debajo.

—Sólo para que lo sepas, gatita —dijo Brayden, su voz dominante—. Tengo pensado
follarte en el club más tarde.

Karina sonrió y se acurrucó más cerca. Estaba esperando que él dijera eso.

Capítulo 23

—Hazme un favor —dijo Delacroix en su oído, sorprendiendo completamente a Karina al


punto de que realmente pegó un grito.

Se volvió para mirarlo furiosa.


—¡Maldita sea! ¡No hagas eso!

Janie y Gary, quienes estaban junto a ella, jadearon conmocionados por su arrebato
de furia. Las sumisas en este club no le levantaban la voz a Delacroix. No se
atreverían.

Los labios de Delacroix se afinaron y Karina tuvo un mal presentimiento en la boca


del estómago.

—¿Acabas de ser insolente conmigo?

A Karina se le cayó la boca al piso, y no pudo emitir palabra. Cuando estaban en


modo Dom, una sumisa no se comportaba atrevidamente con ellos. Debería haberlo
pensado dos veces, pero se le había escapado sin que fuera su intención.

—Lo siento, Señor. Me sobresaltaste —respondió, esperando que eso lo apaciguara.

Él le aferró el codo con un fuerte agarre que la hizo respingar. Empujándola cerca
de su lado, asintió con la cabeza a Janie y Gary.

—Si ustedes dos nos disculpan, creo que Karina necesita una lección de modales.

Gary asintió con la cabeza. Janie se mordió los labios, disparándole a Karina una
mirada compasiva, mientras Delacroix prácticamente la arrastraba por el piso hacia
donde estaba Brayden hablando con otros cuatro Doms.

—Esto en verdad resultó perfecto —le masculló Delacroix al oído.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Silencio, sub —dijo levantando la voz. A Karina no le pasó por alto el ceño
fruncido en la cara de Brayden cuando ellos se acercaron—. No lo estoy sintiendo.
Necesito que tú y Brayden hagan una escena para ver si puedo conectar con él otra
vez —le informó Delacroix al oído.

—¿Tenías que escoger una escena de castigo? —Gruñó Karina suavemente.

—Tú chasqueaste. Así que…

—¿Hay algún problema? —preguntó Brayden cuando se detuvieron frente a él.

—Tu sub me levantó la voz —le informó Delacroix—. Me parece que necesita una
lección de cómo dirigirse a un Dom.

Brayden asintió con cabeza, entonces miró con el ceño fruncido a Karina.

—¿Qué hablamos sobre esa boca desfachatada que tienes, sub?

Karina tragó.

—Le pedí disculpas.

—Eso no es suficiente —chasqueó Delacroix.

Mordiéndose el labio, Karina comenzó a preocuparse por lo que Brayden inventaría


como castigo. Sabía que no la lastimaría, pero de todos modos. La idea de ser
castigada era suficiente para hacerla cagarse en las patas.
—Dado que fuiste a quien ella infringió, Delacroix —dijo Brayden—. ¿Qué tipo de
castigo tienes en mente?

Karina se congeló. No. No-no-no. Delacroix era un sádico. Él era la última persona
que ella quería que escogiera su castigo. Como si él supiera lo que estaba pasando
por su mente, y verdaderamente, él probablemente lo sabía, bajó la vista sobre ella
con una expresión especulativa.

—Se siente incómoda con el juego anal, así que inclínala sobre el banco de azotes,
ponle un tapón anal grande, y azótale el culo con un flogger. Después de que tenga
las franjas suficientes, puedes hacer lo que quieras con ella.

Karina se quedó con la boca abierta.

—¿Quieres ser quién la azote? —preguntó Brayden.

—No. Te dejaré eso a ti. —Volvió su mirada nuevamente a Brayden—. Pero observaré.

Brayden asintió con la cabeza y tomó el codo de Karina de su agarre.

—Sádico enfermo —le gruñó Karina a Delacroix.

Los labios del hombre se sonrieron, y Karina no se perdió el brillo de diversión en


sus ojos. Comprendió el razonamiento detrás para hacer esto, ¿pero tenía que
sugerir el tapón anal? Su trasero ya estaba lo suficientemente dolorido tal como
estaba.

Brayden la arrastró hacia el banco de azotes y la doblegó sobre la parte superior


acolchado con cuero. Cuando le aferró las muñecas a la barra más baja, susurró en
su oído.

—¿Qué mierda hiciste?

—Él quiso que hiciéramos una escena. Espera captar alguna oleada de emoción otra
vez.

Brayden asintió con la cabeza.

—Lo tengo.

Se incorporó y se paseó alrededor del banco, pasando la mano a lo largo de su brazo


y su hombro, y regresando. Su toque la apaciguó y ella volteó la cabeza, apoyando
la mejilla en contra de la suavidad del cuero cuando Brayden se inclinó para
atarles los tobillos a las patas del banco.

Nada de bancos baratos para este club. Sólo lo más exclusivo de la línea. Pensó que
si iba a ser zurrada, por lo menos adoptaría una posición cómoda para eso.

Brayden le abofeteó el culo, sobresaltándola lo suficiente como para hacerle soltar


una maldición.

—Maldita sea, eres un hijo de…

La abofeteó otra vez, ahora más duro, y ella instantáneamente cerró la boca. Esto
iba a ser bastante malo. No quería empeorar las cosas.

Sus dedos la amasaron por atrás, abriéndole las nalgas y acariciando suavemente con
el dedo pulgar sobre su apretada abertura anal. Karina se sacudió ligeramente con
una mezcla de placer y ansiedad.
—Voy a lubricarte muy, muy bien, gatita —murmuró Brayden—. Sé que todavía estás
dolorida.

Karina asintió con la cabeza, y entonces tragó. Echó un vistazo en dirección a


Delacroix y le disparó una mirada furiosa por puro gusto. Él sonrió perversamente a
pesar de estar disfrutando de la incomodidad que sabía que ella estaba sintiendo.

Sádico maldito.

Con dedos suaves, Brayden untó lubricante alrededor y en la parte interna de su


apretado agujero. Karina gimió cuando deslizó dos dedos adentro, acariciando
suavemente y recubriendo su abertura. A pesar de la incomodidad, sintió una punzada
de deseo comenzar a construirse dentro de sus tripas.

Dios. ¿Quién hubiera pensado que ella estaba tan enferma?

Brayden quitó los dedos y entonces apoyó la cabeza del juguete en su entrada.
Karina se preparó, esperando que él presionara hacia adelante. En lugar de
simplemente meterlo como había esperado, lo empujó lentamente hacia adentro,
retirándolo sólo un poco antes de empujar más profundo. El juguete la estiraba,
llenándola, frotando contra sus ya sensibles terminales nerviosas, haciendo que
cada centímetro de su piel quemara. Hasta su coño se apretó con la sensación del
grueso tapón dentro de ella.

Después de limpiarse las manos, Brayden trazó círculos en su abertura vaginal con
el pulgar, provocándola. Sus caderas se movieron hacia atrás, intentando conseguir
que el toque fuera un poco más intenso. Sabía que estaba empapada. Pudo percibirlo
cuando él la extendió con su pulgar, acercándose mucho pero nunca tocando
verdaderamente a su palpitante clítoris.

Cerró las manos en puños, intentando con todas sus fuerzas poder combatir la
creciente oleada lujuria que se abría paso por su columna vertebral. Era una Domme.
No debería gustarle esto, pero le gustaba. Le gustaba muchísimo.

Al igual que el tapón en su culo, era demasiado, pero al mismo tiempo, no era
suficiente.

Brayden presionó el botón de mando, haciendo que el tapón vibrara en contra de sus
paredes. Karina gimió y sintió el calor que se extendía por sus mejillas. Apretando
los ojos muy cerrados, intentó no mirar los rostros a su alrededor. Se esforzó por
no pensar en el hecho de que él podría estar allí, observándola.

Mantén tu mente en Brayden. Mantén tu mente en Brayden. Sólo en Brayden.

El primer golpe del flogger en contra de su culo la hizo respingar. No había


golpeado duro, pero ella no lo había esperado. Con los ojos cerrados, no podía ver
a Brayden detrás de sí.

Él comenzó con un ritmo lento y constante, trabajando el flogger, subiendo por la


parte trasera de sus piernas y encima de sus caderas antes de retroceder para bajar
otra vez. Como un crescendo, los lametazos fueron incorporando intensidad, para a
continuación volverse más suaves. Cada vez que se incrementaban, se volverían más
duros, el escozor más intenso, a medida que el cuero caía en contra de su carne.

Sin pensarlo, ella intentó mover las caderas, esforzándose por alcanzar el flogger.
Desafortunadamente, dada la forma en que estaba ubicada, no podía moverse. Se
mordió los labios con frustración y una atormentadora necesidad. Quería apretar las
piernas para aplicar presión sobre su clítoris. En este momento, el nudo se sentía
como si fuera a explotar de un momento a otro. El toque más ligero la enviaría
sobre el borde.

Brayden continuó con los azotes. Arriba y abajo. Duro y suave. Karina gimió y luchó
contra las restricciones. Jesús, quería correrse, pero no podía.

Las vibraciones del juguete se incrementaron, haciéndola jadear por la sorpresa.


Brayden comenzó a zurrarla más duro, haciéndola gritar a medida que cada golpecito
del cuero intensificaba las abrasadoras olas de necesidad que la recorrían. Podía
sentir las paredes de su vagina apretándose y a su útero contrayéndose con cada
azote del flogger y con cada vibración del juguete.

Todo de repente se volvió demasiado, y ella gritó cuando cada una de las
terminaciones nerviosas de su cuerpo pareció estallar. Brayden continuó zurrándola,
y con cada azote, el aguijón hacía erupción dentro de una bola de placer. Quería
gritarle que se detuviera, pero no podía reunir el aliento con la suficiente
rapidez.

Junto a las últimas palpitaciones, se combó en contra del banco y gimió. Guau, eso
fue… no estaba segura de qué diablos había sido eso.

Brayden se movió detrás de ella y quitó el tapón de su culo. Karina pensó que la
dejaría incorporarse, pero en lugar de eso, apoyó las manos en sus caderas y
presionó la cabeza de su polla dentro de su coño. Karina gimió cuando empujó su
gruesa circunferencia más adentro. Dios, él era grande, y la plenitud cuando la
llenó completamente casi la envió sobre el borde otra vez.

—Maldición, esto es bueno —dijo él con un gruñido, y comenzó a bombear duro y


profundamente.

Karina gemía mientras intentaba moverse con él. Las restricciones la mantenían
bloqueada abajo, completamente a su merced, mientras él martillaba dentro de ella
una y otra vez. Brayden ajustó las caderas, moviéndose hasta que golpeó justo el
lugar correcto con la cabeza de su polla, haciéndola gritar. Continuó frotándolo,
estimulándolo, hasta que todo se volvió de un brillante blanco.

Karina gritó con todas su fuerzas cuando el placer reptó por ella, golpeándola con
fuerza, sin detenerse, hasta que no hubo nada más. Se desplomó justo cuando Brayden
empujaba profundamente, perdiéndose a sí mismo con su propia liberación.

Brayden suspiró y levantó la vista en busca de Delacroix, pero él ya no estaba


allí. ¿Habría sentido algo? Brayden sí que lo había hecho, eso era seguro. Hacer
una escena con Karina era el cielo. Ella se sentía tan bien, sus paredes tan
calientes y apretadas alrededor de él.

Tanto como odiaba eso, salió de su coño y tiró el condón en la papelera. Se arregló
sus pantalones y entonces aflojó las restricciones que sujetaban a Karina en el
lugar. Cuando la alzó en sus brazos, ella se combó en contra de su pecho como
siempre lo hacía.

Parecía estar tan bien allí que no quisiera dejarla irse nunca. Sólo esperaba poder
convencerla de que se pertenecían. Eso, si ella quisiera admitir o no, que era una
sumisa. Su sumisa.

Se encaminó hacia un rincón más tranquilo y se sentó.

—¿Estás bien, gatita? —Le preguntó.


—No creo que alguna vez vuelva a caminar otra vez.

Brayden se rio.

—Voy a matar a ese puñetero sádico la próxima vez que lo vea.

Brayden le quitó el pelo de la cara para poder mirarla a los ojos. Todavía los
tenía cerrados, por lo que puso un dedo debajo de su barbilla y la alzó.

Colocando un tierno beso en su frente, susurró,

—Mírame, gatita.

Karina abrió los ojos levantando la vista sobre él con una mezcla de confusión y de
saciedad sumisa. Cualquier cosa que él hubiera estado a punto de decir murió en su
garganta cuando la miró. Tenía en la punta de la lengua confesarle que pensaba que
estaba enamorándose de ella.

—Dios, eres adorable —murmuró él.

Los labios de Karina se elevaron en una ligera sonrisa y el rubor que cubría sus
mejillas se profundizó. Le gustaba ella de esta manera. Vulnerable, dulce y suave.
Era una Karina que él no solía ver muy a menudo, pero que le gustaría ver más
seguido.

—Si vas tras Delacroix demasiado ruda, puedes encontrarte otra vez en una posición
incómoda. Sólo que esa vez por su mano y no por la mía. Y no estoy seguro de que no
tuviera que matarlo yo mismo si eso ocurriera.

Karina se rio suavemente y acurrucó la cabeza en su hombro.

—¿Lo has visto en alguna parte?

Brayden dejó caer la mano contra su pierna y suavemente frotó la palma subiendo y
bajando por su muslo.

—No. Tal vez se esté abriendo paso entre la multitud.

—Tal vez no haya sentido nada.

—Estoy seguro de que vendrá a contarnos, ya sea una cosa o la otra.

Delacroix hizo un recorrido circular, clavando los ojos en cada hombre lo


suficientemente cerca como para hacer contacto visual. Podía sentirlo. Podía sentir
su furia, su amargura, su naturaleza violenta, pero todavía seguía sin poder
definir claramente dónde estaba él.

Una cosa que Delacroix podía decir era que la violencia estaba dirigida a Karina.
Las dos veces que ella había hecho una escena había sacado a relucir la furia del
delincuente lo suficiente como para que Delacroix pudiera percibirla. ¿Pero por qué
no podía decir de dónde estaba llegando?

Siempre había podido decirlo antes. Esta era la primera vez que la emoción era
incorpórea, como la había definido Karina. No tenía ningún sentido.

—Conozco esa mirada —le dijo Josh al acercarse para pararse junto a Delacroix—.
¿Qué pasa?

—Puedo sentirlo.

Josh comenzó a mirar alrededor.

—¿Dónde está?

—No lo sé. No puedo localizarlo.

Josh suspiró y tomó un sorbo de su bebida.

—Llegará a ti.

Delacroix sacudió la cabeza.

—No sé, Josh. Esto es diferente. Nunca sentí nada así.

—¿Qué significa eso?

—Quiero decir, no hay ninguna sustancia para la emoción. No hay un cuerpo conectado
a ella. Ninguna visión, ninguna impresión, nada… Es como si la emoción no
perteneciera realmente a un… cuerpo. —Delacroix frunció el ceño cuando se le
ocurrió una idea—. Cuando alguien sufre de personalidad múltiple, la personalidad
invasora es una adición, entonces, para mí, la emoción podría llegar como si no
tuviera un anfitrión.

Josh inclinó la cabeza.

—No estoy seguro de entenderlo.

—Qué ocurre si el asesino tiene una personalidad dividida. Si la emoción que estoy
percibiendo proviene de la personalidad que se separó completamente de él, la que
está allí ya sea para proteger o destruir, para hacer lo que la personalidad
original no puede hacer por sí misma.

Josh asintió con la cabeza.

—¿Cómo podemos saber quién sufre de personalidad dividida?

Delacroix puso los brazos en jarras y suspiró. Miró para atrás en dirección a
Brayden y Karina en el rincón oscuro.

—No podemos, pero tal vez se me ocurra algo.

—¿Cómo qué? —preguntó Josh.

Delacroix volvió su atención a Josh.

—No estoy seguro todavía.

Capítulo 24

Karina entró en su suite del hotel e intentó sacudirse el escalofrío de temor que
la sostenía en sus garras. Había dos agentes del FBI afuera vigilando el hotel.
Brayden siempre estaba cerca. No podría ocurrirle nada allí.

Continuó reafirmando eso para sí misma mientras se estiraba hacia abajo para
quitarse sus sandalias de tacón alto. Sus pies la estaban matando esta noche, y del
mismo modo sentía al resto de su cuerpo.

No porque Brayden hubiera sido rudo, sino porque él había pasado el resto de la
noche después de su sesión de castigo, provocándola. Tocando sus pechos,
pellizcando sus pezones, e incluso acariciando su coño. No lo suficiente como para
hacerla correrse, pero sí la cantidad adecuada para mantener a su cuerpo zumbando
por más. La humedad todavía se reunía entre sus piernas. Quería tener sexo tan
desesperadamente que no podía soportarlo.

Se sostuvo del respaldar de la silla y subió la pierna para quitarse el otro


zapato.

—Esa es una bonita vista —dijo Brayden desde la puerta que separaba sus suites.

Estaba apoyado de forma casual contra el marco de puerta, su camisa negra abierta,
luciendo un bronceado y musculoso pecho. Karina tragó ante la sexy vista de él.

—La tuya no está nada mal tampoco —respondió ella mientras se enderezaba y lanzaba
sus zapatos sobre el sofá.

Brayden se apartó de la puerta y caminó en dirección a ella con la gracia de un


gato al acecho de su presa. Sólo observarlo la hizo mojarse aún más. Se aferró a la
parte trasera de la silla con dedos apretados para evitar extender la mano y
tocarlo.

Él se detuvo casi nariz con nariz junto a ella, su mirada trabada en la suya, el
deseo en sus ojos prácticamente chamuscándole la piel. Mientras lo miraba, apenas
podía respirar.

—Te deseo, Kay —le dijo simplemente.

La boca de Karina se abrió, pero no dijo nada. Su corazón corría a una velocidad
salvaje y su estómago estaba hecho un nudo. ¿Sexo? ¿Aquí?

—¿Confías en mí? —Le preguntó.

Ella asintió con la cabeza.

—¿Confías en mí lo suficiente como para permitirme tenerte aquí? ¿Únicamente


nosotros?

Karina tragó. ¿Lo hacía? Mientras lo miraba, se dio cuenta de que sí, que confiaba
en él. Asintió con la cabeza otra vez.

Brayden extendió las manos y envolvió los brazos alrededor de la parte baja de su
espalda, empujándola contra él. Sus senos se aplastaron contra su pecho, y sus
muslos presionaron en contra de los suyos. Ella podía sentir su grueso bulto contra
la parte baja de su estómago, y tuvo que combatir el deseo de frotarse a lo largo
de su longitud.

Lo observaba en silencio cuando él agachó la cabeza y rozó los labios sobre los de
ella. Karina cerró los ojos al sentir su lengua acariciándole suavemente el labio
inferior. Con un suspiro, abrió la boca, dejándolo introducir su lengua adentro.
Brayden apretó los brazos, pero mantuvo las manos en la parte baja de su espalda,
presionando incluso casi imperceptiblemente en sus músculos. Karina aplanó las
palmas sobre su pecho y a continuación las deslizó hacia arriba alrededor de su
cuello. Se contoneó ligeramente, frotándose los pezones en contra de sus músculos.

Como si él supiera exactamente lo que ella necesitaba, deslizó las manos subiendo
por sus lados y le ahuecó los pechos. Karina gimió dentro de su beso a medida que
amasaba sus doloridos montículos.

—Me gustan estos pechos —murmuró en contra de su boca. Agarró una de las sillas de
la cocina y la apartó de la mesa—. Ven aquí y siéntate sobre mi regazo para que
pueda jugar con ellos.

Brayden se dejó caer en la silla y a continuación la arrastró hacia abajo para que
se sentara a ahorcajadas sobre su regazo. Ella se acomodó más arriba para que su
coño descansara en contra de su polla. Cuando contoneó las caderas, presionándose
contra él, Brayden sacudió la cabeza y la empujó hacia atrás, de manera que sus
piernas quedaran abiertas, pero su coño no tocara ninguna parte de él.

—Nada de correrte sin permiso —le dijo.

Karina frunció el ceño, pero no discutió. Honestamente, no quería hacerlo. Quería


que Brayden tuviera el control, para que la hiciera gritar como había hecho más
temprano. Había experimentado los mejores y más intensos orgasmos con él a cargo
que los que alguna vez pudo haber tenido con sus subs. El hombre la había arruinado
para eso.

—Saquemos esto —masculló, entonces empujó del camisón que se había puesto para ir
el club por encima de su cabeza, dejándola completamente desnuda.

Brayden se enfocó en sus pechos mientras tironeaba firmemente de sus pezones.


Karina suspiró y arqueó la espalda, empujando los pechos más adelante dentro de sus
manos. Los pequeños mordiscos de dolor cuando él pellizcaba los rosados brotes sólo
aumentaban su necesidad.

Él se inclinó hacia adelante y mordió la parte inferior de sus pechos, entonces


frotó su rastrojo sobre un pezón. Ella gimió y enterró los dedos en su pelo,
intentando forzarlo a acercarse más a ella. Quería que se lo llevara a la boca y lo
chupara. En lugar de eso, la volvió loca formando un círculo de besos alrededor de
la aréola, cada beso seguido por un agudo mordisco.

Para cuando llegó a su pezón, Karina estaba jadeando. Pasó la lengua por encima,
haciéndola contener el aliento y sacudirse hacia adelante. Cuando engulló la punta
entera dentro de su boca, Kay dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió hacia el
techo.

—Me gusta ese sonido —susurró él mientras se movía al otro pecho.

Karina gemía con una mezcla de frustración y deseo mientras él se abría camino
alrededor del palpitante pezón, provocándolo exactamente igual a como había hecho
con el otro. Cuando se lo metió en la boca, ella gritó con agudeza, conmocionada al
notar lo cerca que estaba de correrse.

Intentó apretar las piernas para ejercer un poco de presión en su palpitante


clítoris, pero Brayden sintió su movimiento y abrió más ampliamente sus propias
piernas, obligándola a abrir aún más las suyas.

—¿Qué te dije? —Le susurró al oído mientras amasaba sus pechos.


—Que no me corriera —jadeó ella.

—Eso mismo.

Él quitó las manos de sus pechos y las reemplazó por su boca. Con una mano en su
cintura, la tocó con la otra entre sus piernas, haciéndola respingar.

—Oh Dios. Brayden… Si me tocas voy a…

Contuvo el aliento mientras él trazaba círculos alrededor de su abertura con la


punta del dedo. Cada músculo de su cuerpo se puso tenso. Sus caderas anguladas en
dirección a su toque, buscando más.

—¿Vas a qué? —La presionó —. Sé que no vas a correrte, porque te dije que no lo
hicieras. Y tú siempre haces lo que tu Dom te dice. ¿Verdad, gatita?

Continuó trazando ligeros círculos rodeando su vagina. Karina comenzó a temblar.

—Maldito seas, Brayden —gruñó.

—¿Quién? —Le preguntó mientras quitaba su dedo.

—Oh, Dios mío. Amo. Maldito seas, Amo.

—Suficiente tiempo de juegos, me parece —gruñó—. Quiero follarte. Hay un condón en


mi bolsillo. Tómalo.

Con dedos temblorosos Karina excavó en busca del condón mientras Brayden se abría
la cremallera de sus pantalones para liberar su ingurgitado falo. Ella rápidamente
abrió el envoltorio y deslizó el condón en su lugar. Al segundo en que lo tuvo
puesto, él le apartó las manos y la levantó encima de la punta.

Karina se aferró a sus hombros mientras la sostenía por la cintura empujándola


hacia abajo encima de él. Su circunferencia la estiró, enviándola instantáneamente
por encima del borde. Brayden apretó los dientes cuando ella explotó sobre él, su
coño convulsionando alrededor del grueso eje enterrado dentro de ella.

Karina gemía meciendo las caderas en contra de él, moviéndose a ritmo con los
latidos que convulsionaban a través de su canal. No podía creer haberse corrido tan
rápido.

—Eso estuvo bien, pero creo que puedes hacerlo mejor —le susurró Brayden.

El aliento sopló encima de sus labios cuando habló, haciéndola estremecerse con una
renovada necesidad.

—Me gusta cómo te sientes, gatita —murmuró, mordiéndole suavemente el labio


inferior—. Toda caliente y mojada, y tan condenadamente apretada.

Clavó los dedos en sus caderas y la empujó más abajo, esforzándose para llegar más
profundamente. Karina jadeó presionándose contra él, queriendo todo lo que él
pudiera darle. Aún después de su orgasmo, quería más. Necesitaba más.

Brayden la asió por las caderas y se puso de pie. Karina envolvió las piernas
alrededor de su cintura y los brazos alrededor de su cuello, aferrándose con fuerza
cuando él giró y la colocó sobre la mesa.

—Recuéstate —gruñó, su voz profunda y autoritaria.


El sonido envió un cosquilleo de lujuria a través de su estómago. Cuando se acostó
de espaldas, Brayden la agarró de las caderas para empujarla más cerca del borde.
Su cabeza colgaba ligeramente al otro lado de la pequeña mesa y se aferró al borde
para evitar caerse.

Brayden se rio.

—No voy a dejarte ir a ninguna parte.

Le levantó las piernas para apoyarlas en sus hombros y entró en ella profundamente.
Karina lloriqueó y levantó las caderas para encontrarse con las de él.

—No voy a atarle, pero mantén las manos donde están. No las muevas o me detengo.
¿Estamos de acuerdo? —preguntó.

–Sí.

—¿Sí que, gatita? —le preguntó en voz baja mientras lentamente retiraba a su polla
de entre sus paredes.

Karina se apretó, intentando sujetarlo dentro de ella.

—Amo —susurró—. Sí, Amo.

—Esa es mi chica —dijo, entonces gimió cuando empujó nuevamente dentro de ella.

Le bajó las piernas, envolviéndolas alrededor de la parte baja de su espalda. Se


encorvó hacia adelante apoyando las manos sobre la mesa junto a sus hombros y
entonces empujó profundo y duro. Su ingle rozaba su sensible clítoris, haciéndola
sacudirse y jadear con un caliente placer.

—Hmm, me gusta esto, ¿a ti no, gatita? —ronroneó con esa profunda y sensual voz que
nunca fallaba en hacer que sus pezones hormiguearan.

Karina no respondió. No podía. Todo lo que podía hacer era jadear y gemir con cada
duro bombeo de su enorme polla. Se sentía llena y consumida, mientras la estiraba,
obligándola a tomar aún más de él.

El miedo nunca entró en su cabeza. Estaban solos, pero ella nunca se había sentido
más caliente y más excitada en toda su vida. Brayden había sabido penetrar a través
de sus muros, haciéndola sentirse segura… haciéndola desearlo.

Y guau, ella lo deseaba.

—Bray… Amo —lloriqueó mientras clavaba los dedos en el borde de la mesa.

Él no se apresuró. Tampoco bajó la intensidad. No la dejó recobrar el aliento. En


lugar de eso, la obligó a tomarlo, todo de él, mientras empujaba dentro de ella,
llevándola más cerca de ese dichoso borde. Su estómago se apretó. La parte interna
de sus muslos se estremeció. Cada centímetro de su cuerpo ardía por el orgasmo que
estaba a punto de estallar.

Iba a hacerla correrse otra vez y este orgasmo sería mucho más intenso que el
anterior. Con un gruñido, Brayden movió las caderas para presionar en un ángulo
diferente, frotando el sensible punto en lo alto de sus paredes vaginales,
haciéndola salir disparada con un grito lo suficientemente alto como para que todo
el hotel probablemente pudiera oírlo.

Durante varios segundos, todo lo que ella hizo fue sentir. Parecía como si el
orgasmo hubiera estallado en la parte externa de su piel, bloqueándolo todo a
excepción de los exquisitos cosquilleos y latidos. Brayden la siguió poco después
cuando, con un empujón final, encontró su propia liberación mientras gruñía.

Brayden se sentía drenado, pero al mismo tiempo gloriosamente saciado. Estar con
Karina fue… bueno estuvo cerca de ser condenadamente perfecto. A regañadientes,
salió de su húmedo calor y se inclinó para recogerla. Ella colgaba flácida en sus
brazos, y él no pudo reprimir la sonrisa que tiraba de sus labios cuando la llevó a
la cama para dejarla sobre el colchón.

Le apartó el pelo de la frente.

—Regreso enseguida.

Entró al cuarto de baño y tiró el condón, entonces se quitó la ropa. Regresó al


dormitorio y se subió a la cama junto a ella. Cuando acomodó las cubiertas, Kay
cambió de posición para curvarse en contra de él.

Sus curvas eran cálidas y se ajustaban perfectamente a lo largo de su cuerpo. Llevó


los brazos alrededor de ella y la arrastró más cerca. Su suave suspiro lo hizo
sonreír cuando Karina se acurrucó y extendió el brazo alrededor de su pecho.

—Te amo —murmuró ella, somnolienta.

Brayden clavó los ojos en ella tratando de discernir si estaba despierta o no. Se
le disparó el corazón, y al mismo tiempo, martillaba fuera de ritmo. Si estaba
medio dormida, podría incluso no saber lo que había dicho. Tanto como deseaba
decirle lo mismo, no quiso arriesgarse a que saliera corriendo por admitirlo antes
de tiempo.

Con un suspiro, se acostó y clavó los ojos en el techo.

Él arrojó las llaves en contra de la pared de su apartamento y gruñó con


frustración. No le gustaba ver que se la follaban. Debería haber sido su polla la
que estuviera dentro de ella, haciéndola gritar mientras sus afiladas cuchillas se
hundían en su carne. Quería añadir más a esas cicatrices que cubrían su estómago y
su espalda. Quería terminar malditamente lo que había comenzado diez años atrás.

Con otro gruñido de impaciencia, acechó el tocador y arrancó la foto que conservaba
escondida allí. Era una foto de la única chica que se había apartado de él antes de
que terminara… la única que lo había dejado colgado e insatisfecho.

Era debido a la furia que sentía por ella que había comenzado a matar. No había
querido hacerlo, pero su rabia y su sed de sangre habían sacado lo mejor de él.
Después de eso, nunca fue suficiente sólo lastimarlas. Quería ver la luz apagarse
de sus ojos. Anhelaba ver el pandeo del cuerpo cuando el alma lo abandonaba.

Y todo era por culpa de ella.


Capítulo 25

Karina seguía a Brayden a través de la tienda de comestibles sonriendo mientras


contemplaba su ancha espalda. En ciertos aspectos se sentía muy extraño hacer cosas
tan mundanas con él, aunque, en otros, era agradable no tener que hacerlas a solas.

Se encontró disfrutando de discutir con él sobre refrigerios y del hecho de que él


comiera con demasiado azúcar o de que odiara sus bocadillos favoritos de Wheat
Thinsy y de queso crema.

—Los Wheat Thins están bien. Los de queso crema son simplemente asquerosos —dijo él
con un estremecimiento.

—Es mejor para ti que todo ese chocolate que te tragas vorazmente —le replicó.

—Ey, yo como ensaladas, también. Eso compensa lo otro.

Karina se rio y arrojó algunas pasta dentro del carrito.

—¿Cuánto tiempo más crees que tendremos que estar aquí? —Preguntó ella.

Él lanzó una botella de salsa para espagueti en la compra.

—¿Cansada de mí, ya?

—No, no es eso. Es sólo que… quiero que esto se termine. Quiero dejar toda esta
pesadilla en el pasado y seguir adelante.

—Estás saliendo adelante, Kay —le dijo con ternura mientras escogía una caja
pequeña de arroz—. ¿Te olvidaste de lo de anoche?

—No, no lo hice —replicó con prepotencia e intentó luchar contra el sonrojo que
podía sentir abrirse paso sobre sus mejillas—. Pero no es eso lo que quise decir.

Él le sonrió por encima de su hombro.

—Sé lo que quisiste decir.

Brayden se movió más adelante por el pasillo, y Karina lo siguió, perdida en sus
propios pensamientos. Estaba enamorándose de Brayden, si es que ya no estaba
completamente enamorada de él. Él no había dicho nada acerca de sentimientos o de
cosas permanentes una vez que el caso se terminara. Ella necesitaba regresar a su
vida y a su trabajo y, de ser posible pronto, antes de terminar lastimada.

En medio del desempaque de la tienda de comestibles, sonó el teléfono de Brayden.


Metió la mano en el bolsillo y lo sacó. Un número desconocido aparecía en la
pantalla, y frunció el ceño. ¿Quién mierda era? Con un suspiro, deslizó la flecha
hacia un lado y respondió a la llamada.

—Hola —dijo.

Karina levantó la vista y dejó de plegar las bolsas para poder oír.

—Hola, Brayden. Soy Josh.

—Hola, Josh —lo saludó—. ¿Qué pasa?


—Te tengo en manos libres. Nathan está aquí también. Él quería hablar contigo.

Brayden presionó el botón para poner el llamado en altavoz, entonces lo apoyó sobre
la mesa.

—No me pongas en altavoz —dijo Delacroix.

—Demasiado tarde —respondieron Karina y él al unísono.

Delacroix masculló un par de maldiciones que hicieron sonreír a Brayden.

—No puedes ocultarle esto a Karina, Delacroix, así que simplemente suéltalo. ¿Qué
pasa? —Le preguntó Brayden.

—No tuve posibilidad de hablar contigo antes de que se fueran anoche. De ahora en
adelante, quiero que lo dos me avisen antes de irse.

Brayden puso los ojos en blanco.

—¿En serio?

—Sí —replicó Delacroix, muy serio—. Él estuvo allí anoche. Puedo percibir su furia
cada vez que haces una escena con Karina. No creo que sean celos, pero a él no le
gusta cuando la follas.

—¿Dónde pudiste deducir de quién se trataba? —preguntó Karina.

—No pude. Ese es el problema. ¿Recuerdas cualquier cosa de tu atacante, Karina?


¿Cualquier cosa, no importa lo pequeña que sea?

—No. Lo he intentado, pero… ¿De qué se tratan los otros casos de violación que
ustedes, muchachos, estuvieron repasando?

Delacroix suspiró.

—Hay muy pocas cosas que coinciden. Estos fueron incluso más brutales que el tuyo.
Una chica apenas sobrevivió y quedó ciega. Al igual que tú, ella no recuerda nada.

—¿Y los otros?

—Sólo queda uno más. Ella murió después de llegar al hospital. Los doctores
creyeron que podría sobrevivir a sus heridas, pero la chica renunció en lugar de
eso.

—¿Entonces él se tomó algunos años antes de comenzar a matar? —Preguntó Brayden—.


¿Por qué haría eso?

—No pensamos que lo haya hecho —contestó Josh—. Comenzamos a buscar entre las
personas desaparecidas a chicas de alrededor de la misma edad, que coincidían con
las tres primeras descripciones. Hay más de cincuenta. No estoy seguro de que todas
sean víctimas de él, pero apuesto a que muchas de ellas lo son.

—Eso significa que hubo algún detonador que lo hizo cambiar y comenzó a dejar a las
chicas donde fueran encontradas —reflexionó Karina.

—¿Pero cuál fue el detonador? —Los interrogó Brayden.

—Tengo una teoría —comenzó Delacroix.


—Por supuesto —dijo Karina—. Oigámosla.

Hubo algunos segundos de silencio, y entonces…

—Creo que él tiene una personalidad dividida que, al menos en este momento, emerge
cuando ve a Karina teniendo sexo. Es por eso que no puedo localizarlo. Cuando la
segunda personalidad emerge, es como si lo hiciera sin cuerpo. Si ha estado
teniendo una personalidad dividida durante un tiempo, posiblemente la de sumiso, o
la normal, es probable que, aún de forma inconsciente, esté afectando las
inclinaciones de la personalidad dominante.

—Esto está metiéndose en un área que está mucho más allá de mi cabeza —masculló
Brayden.

—¿Piensas que la personalidad sumisa tiene algún recuerdo de lo que hace la otra? —
preguntó Karina.

—No —contestó Delacroix—. Estoy suponiendo que algo realmente malo le ocurrió a
este tío que lo está llevando a asesinar sumisas.

—Eso parece un poco al revés. —Karina tomó una silla de la cocina y se sentó—. Si
él es un sumiso y fue víctima de abuso en su pasado, ¿entonces no debería ir tras
las Doms?

—No necesariamente. La mente no siempre funciona de la forma en que uno piensa que
lo hará. Si él se ve débil e indigno, entonces es posible que esté castigando a
todas las sumisas por ser débiles, o si quieres complicar todavía más las cosas,
tal vez él y una sumisa cambiaron los roles un fin de semana y la ahora Domme lo
cagó a palos. Verdaderamente, no tendremos una historia hasta que lo encontramos.

Brayden contempló a Karina, quien miraba perdidamente a un punto fijo, pensativa.


Estaba preocupado por ella. Hasta ahora, parecía estar llevándolo bien, pero
todavía…

—¿Entonces, cómo seguimos?

—¿Karina? —Preguntó Delacroix—. ¿Piensas que puedes ir un poco más allá?

Ella frunció el ceño.

—¿Qué tienes en mente?

—Eso sería decisión de Brayden.

Ella contempló a Brayden con incertidumbre.

—No lo sé, Delacroix —dijo él—. Tal vez no la deberíamos empujar de esta manera.

—No —dijo ella sacudiendo la cabeza—. Puedo hacerlo.

—Buena chica —la alabó Delacroix—. Mientras tú estés trabajando con ella, Josh y yo
observaremos a la gente. Tal vez él se delate de alguna forma.

—Qué Dios te oiga —murmuró Karina.

—Los veremos en el club —dijo Brayden antes de colgar la llamada.


Karina caminaba alrededor del club con nerviosismo, estudiando cada rostro
masculino, tanto dominante como sumiso. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no podía
reconocerlo?

Intentó rememorar aquella noche, tratando de recordar los movimientos corporales o


las cicatrices, nada que pudiera disparar algo, pero todo estaba tan confuso. Había
pasado años intentando olvidarlo, y ahora quería recordar. En realidad no quería
recordar, pero al mismo tiempo deseaba poder hacerlo desesperadamente. Necesitaban
atrapar a este hombre antes de que asesinara otra vez.

Al mirar hacia el bar, atrapó a Brayden observándola. Habían hablado sobre lo que
harían aquí discutiendo la clase de escena que llevarían a cabo. Brayden sugirió
que ella debería enojarse con él para así llamar muchísimo la atención.

Karina no estaba segura de querer hacer otra escena de castigo. Con sólo pensar en
la de anoche la hacía sentirse mojada y ansiosa. Su sorprendente reacción a los
castigos de Brayden le había enseñando una cosa o dos sobre sí misma… como cuánto
disfrutaba de someterse a Brayden.

Después de su pasado, nunca hubiera creído eso. Pero bueno, había estado
fantaseando con Brayden durante meses, incluso antes de entrar en este caso juntos.

Brayden curvó el dedo, indicándole que quería que se uniera a él. Karina levantó la
barbilla y se alejó hacia otra dirección, ignorando su convocatoria más que obvia.
Si iba a castigarla, necesitaría una razón, y su desplante sería tan buena como
cualquier otra.

Brayden apretó los dientes al ver la obstinada inclinación de la barbilla de Kay.


Sabía por qué lo había hecho, pero maldita sea si no lo cabreaba de todos modos.

—¿Tu sub está haciéndote pasar un mal rato esta noche? —preguntó uno de los Doms
que estaba parado junto a él.

Brayden retorció los labios con disgusto.

—Todavía está enojada conmigo por algo que sucedió más temprano —contestó—. Parece
que tendré que enseñarle otra lección.

El Dom sonrió abiertamente.

—Disfruté de la última lección que le diste.

Brayden rio por lo bajo.

—Yo también.

Y lo había hecho. Hundirse en ella mientras la tenía inclinada sobre ese banco
había sido el cielo. Sólo el hecho de pensar en eso lo ponía duro.

Observó a Karina acercarse a un grupito de sumisas reunidas en una de las áreas de


asientos. Los músculos de sus piernas se flexionaban mientras caminaba sobre sus
tacones de siete centímetros. Contoneaba su culo seductoramente. Incluso sus pechos
rebotaban incitantemente. Por supuesto, ese camisolín de raso dejaba muy poco a la
imaginación, y el color coral resaltaba su tez, dándoles a sus mejillas un matiz
rosado.
¿Qué haría para castigarla? ¿Para lograr que esas mejillas cambiasen del rosado a
un rojo categórico?

Su mirada divisó un flogger para coños, y sonrió. Kay iba a matarlo por esto, pero
la pelea haría que definitivamente llamara la atención de todo el mundo, cosa que
era exactamente lo que necesitaban.

Apoyó su bebida sobre la barra y se encamino hacia Karina. Ella lo fulminaba con la
mirada a medida que se acercaba.

—Ni siquiera se te ocurra. Todavía estoy molesta contigo —le gruñó.

Los subs que estaban a su alrededor se quedaron boquiabiertos. Una de las chicas
incluso extendió la mano y tocó el brazo de Karina.

—¿Kay? ¿Qué estás haciendo? No puedes hablarle a tu Dom de esa manera.

—Alguien se lo estuvo buscando esta noche —dijo Brayden pronunciando lentamente—.


Ven conmigo, Karina.

—No —chasqueó ella.

Brayden estrechó los ojos. Se inclinó y la agarró de la muñeca, arrastrándola sobre


sus pies. Ella respingó y agrandó los ojos como platos, pero él no aflojó su
agarre. En lugar de eso, la arrastró más cerca y gruñó.

—Voy a disfrutar de este castigo.

Se volvió y comenzó a caminar, empujándola detrás de sí. Ella forcejeó y luchó,


pero no pudo conseguir liberar su mano.

—Maldita sea, Brayden. ¡Dije que no!

La ignoró.

—¡Obcecado cabrón persistente!

Brayden tuvo que morderse la parte interior del labio para evitar sonreír al oír
sus reproches. Delacroix quería un espectáculo, y ella definitivamente le estaba
dando uno. La arrastró hasta una mesa, y con las manos en su cintura, la levantó
sobre ésta. Ella aterrizó con un gruñido y entonces intentó bajar de un salto.
Brayden la atrapó en el aire y volvió a depositarla contra el banco, entonces la
empujó hacia atrás para que quedara tendida de espaldas.

Karina gruñó y estrechó su mirada. Brayden la aferró de los antebrazos y los forzó
por encima de su cabeza, inmovilizándolos en el lugar con una de sus manos mientras
se estiraba para alcanzar las restricciones con la otra.

—Brayden, no te atrevas —le gritó e intentó liberar las manos.

Volvió a ignorarla y aseguró las restricciones en el lugar alrededor de sus


muñecas. Ella se sacudió y tironeó, intentando recuperar sus manos. Cuando no pudo
hacerlo, levantó la vista para dispararle una mirada furiosa.

—Tú, maldito…

Brayden asió el ruedo de su camisolín y lo desgarró por la mitad, exponiendo su


cuerpo desnudo. Karina inmediatamente cerró la boca. Brayden la observaba
atentamente, asegurándose de no haber ido demasiado lejos. En ella había furia, sí,
pero también lujuria.

Desgarró los tirantes del camisolín y entonces lo quitó de debajo de ella,


dejándola completamente desnuda. Rozando el dorso de los dedos sobre su piel
caliente, caminó lentamente alrededor de la mesa. Deslizó los dedos bajando por una
pierna, entonces siguió su camino volviendo por la otra, y ella cruzó los tobillos.

Brayden se detuvo para bajar la mirada sobre ella. Sus labios se retorcieron al ver
la chispa de picardía en los ojos de Kay antes de que su diversión se desvaneciera
y el enojo ocupara su lugar. Ella jugaba el papel de la sumisa enojada a la
perfección.

Él continuó con su lenta exploración.

—¿Realmente piensas que eso me detendrá, gatita?

Kay volteó la cara hacia el techo. Él continuó subiendo, arrastrando los dedos
sobre su cadera. Cuando cepilló sobre un lado, la hizo estremecerse y tomar un
profundo aliento.

—¿Cosquillas? —susurró antes de hacer un círculo alrededor de su pezón con la punta


del dedo.

Ella lo miró a través de diminutas hendijas de furia. Sus mejillas estaban rojas
por el rubor y sus labios apretados en una delgada línea. Brayden caminó hasta la
cabecera de la mesa y se inclinó para hablarle suavemente al oído.

—Espero que te des cuenta de que toda esta lucha solamente me excita más.

Karina tragó e inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo. Sus labios todavía
estaban apretados, pero sus ojos brillaban de diversión. No había miedo en su
mirada… sólo confianza. El corazón de Brayden se saltó un latido. Se sintió
humillado y rozó el dorso de los dedos sobre su mejilla.

—Tenemos completamente la atención de la gente —susurró—. Sigue así, gatita. Creo


que me gustas así.

—Vete al infierno, Brayden —gruñó—. ¿Qué te hace pensar que con sólo hacerme correr
te perdonaré?

—Tú siempre me perdonas, gatita —le dijo, un poco más alto—. Esta vez no será
diferente. —Caminó alrededor de ella y lentamente deslizó los dedos hacia abajo de
su lado y subiendo por su cadera—. Una vez que te haga correr, te derretirás.

Karina bufó y se sacudió fuera de su toque, pero Brayden no se perdió la chispa de


calor en sus ojos. Jesús, ella era caliente, y tan hermosa.

Él había reproducido la última anoche en su mente todo el día. La forma en que ella
había gemido y movido sus caderas contra las de él. La forma en que había aceptado
todo lo que le dio. La forma en que habían encajado, tanto durante el sexo como
después cuando la había sujetado en sus brazos.

Brayden puso las manos entre sus muslos y los separó a la fuerza. Su excitación era
obvia a decir por la crema que recubría los labios de su coño.

Sonrió.

—Mírate —murmuró—. Tan bonito y mojado, listo para mí.


Se inclinó abajo y pasó la lengua subiendo por su hendija. Ella sacudió las caderas
con fuerza hacia su rostro y, sólo por fastidiarla, parpadeó con la lengua sobre su
hinchado clítoris, provocando al diminuto brote antes de incorporarse otra vez.

—Deliciosa —susurró, mientras alisaba la mano bajando por los labios de su vagina,
aplicando justo la presión necesaria para hacerla retorcerse.

Usando la yema de los pulgares, le separó los labios, dejando expuestos su húmeda
entrada y su hinchado clítoris. Sopló suavemente, provocando un gemido de ella.
Brayden levantó la vista y sonrió por la forma en que se estaba mordiendo el labio
inferior.

—Una gatita tan testaruda —dijo suavemente.

Se estiró para agarrar una faja de cuero, acomodándola alrededor de la parte


trasera de sus rodillas hasta el otro lado de la mesa. La sujetó rápidamente,
entonces tiró para que quedase firmemente apretada. La correa le sujetaba las
rodillas en contra de su pecho, dejándola ampliamente abierta para cualquier cosa
que él quisiera hacer para ella.

—Brayden… Amo, déjame levantarme.

—No —replicó—. Te guste o no, estás a mi merced. Haré lo que quiera contigo. Y tú
lo tomarás.

Deslizó la mano entre sus piernas y la frotó subiendo y bajando por su montículo.
Ella cerró los ojos con un gemido e hizo su mejor intento para contonear las
caderas, pero no pudo. Forcejeó contra las correas, pero no por sentir pánico.
Había mucho calor en su mirada como para que estuviera de verdad asustada.

—Maldición, Brayden —gruñó.

Él quitó la mano y asió el flogger para coños que había visto más temprano. Lo
golpeó en contra de su mano un par de veces, dejando que el sonido incrementase su
nivel de ansiedad sólo un poquito. Cuando se movió para pararse entre sus piernas,
ella abrió los ojos para dispararle una mirada asesina.

—Esa es una mirada terriblemente feroz para alguien en tu posición —comentó él,
entonces abofeteó a su coño con el flogger.

Karina jadeó y arqueó la espalda, tirando con fuerza de las restricciones alrededor
de sus muñecas. La azotó otra vez, y esta vez no pudo evitar gemir. Todo su cuerpo
estaba rosado por el rubor, y su coño comenzó a adoptar una tonalidad rojiza a
causa de las pequeñas tiras de cuero.

Brayden le dio un segundo para respirar, entonces lentamente arrastró las tiras de
cuero sobre su montículo. Karina lloriqueó e intentó mover las caderas. Para
castigarla, la azotó otra vez.

—No te muevas —le ordenó—. Ni siquiera un milímetro, Karina.

Karina se mordió los labios y lo miró con los ojos abiertos como platos. Brayden
tuvo que morderse su propia lengua para evitar sonreír. Su furia al principio
podría haber sido falsa, pero una vez que esto estuviera terminado, ella podría
estar molesta con él de veras.

Se movió hacia adelante ligeramente y rodeó a su clítoris con el dorso del pulgar.

—Voy a torturar a este hermoso coñito tuyo —dijo él ronroneando—. Torturarlo y


jugar con él hasta que me supliques que haga que te corras. Ese va a ser tu
castigo, gatita, por no acudir a mi lado cuando te llamé. Voy a hacerte rogar a
pesar de que estés enojada conmigo.

Karina negó con la cabeza.

—Oh, sí, gatita. —Cepilló el pulgar directamente sobre su clítoris antes de


apartarse.

Su quejido le dijo todo lo que necesitaba saber.

Capítulo 26

Karina se tragó la necesidad de gritarle sólo por hacerle esto… por hacerla
correrse. Estaba ya tan caliente y necesitada que apenas podía respirar. Jugar a
estar cabreada con él cuando en realidad no lo estaba, especialmente en este
momento, era difícil. Cerró los ojos y contó hasta diez.

Se supone que tengo que estar enojada con él. Se supone que tenemos que montar un
espectáculo. Se supone que tenemos que llamar la atención del delincuente.
Muéstrate disgustada. ¡Di algo, maldita sea!

—No lo haré —le espetó.

Oh, sí. Una buena, Karina.

¿Ella no haría qué? ¿Gritar? ¿Suplicar? Estaba muy cerca de suplicar ya mismo.

Brayden chasqueó la lengua y lentamente sacudió la cabeza.

—Testaruda.

Azotó el flogger en contra de los labios de su vagina, haciéndola sobresaltarse. El


escozor hizo que su coño hormiguera, pero se negó a emitir un sonido. Él movió el
flogger sobre su parte trasera y sobre la parte interna de sus muslos, golpeteando
suavemente contra su piel, los movimientos casi sensuales por la forma en que iban
y venían entre sus muslos y su culo. Cuando repentinamente azotó a su coño otra
vez, Kay gritó en respuesta al afilado mordisco de dolor contra su zona más
sensible.

—Cabrón de mierda —refunfuñó.

—¿Qué fue eso? —preguntó Brayden mientras se inclinaba para oírla mejor.

Karina lo miró furiosa, apretando los labios con fuerza.

Él la estudiaba atentamente cuando volvió a incorporarse otra vez par cepillar las
hebras de cuero del flogger a través de su montículo. Karina contuvo la respiración
al sentir que el material estimulaba su abertura y su clítoris, apenas rozándolos
superficialmente. Sintió a sus caderas sacudirse, a pesar de sus mejores esfuerzos
por mantenerlas quietas.

Una risa ahogada emanó del pecho de Brayden mientras se acercaba a la mesita para
escoger dos pinzas de pezón adjuntas a una larga cuerda con una pequeña pesa en el
extremo opuesto. Karina sabía lo que eran y lo que le harían. Las había usado con
sus subs, pero nunca las había experimentado en sí misma.

—Brayden, no te atrevas —chasqueó.

—Oh, claro que me atrevo —aseveró—. Y ahora mismo no hay mucho que tú puedas hacer
al respecto, ¿no es así?

Abrochó ambas pinzas al mismo tiempo. Karina jadeó cuando las piezas de metal se
clavaron en sus pezones, apretándolos. El caliente hormigueo viajó desde la punta
de sus pechos hasta el centro de su placer. Ella tomó dos largas y lentas
inspiraciones esperando para que el dolor inicial se apacigüe. Oh, sí.
Definitivamente iba a patearle el culo por esto.

Brayden sostenía la cuerda en alto, evitando que el peso tirara de sus pezones. Con
sus ojos siempre atentos bloqueados con los de ella, lentamente bajó la cuerda
sobre las correas que rodeaban la parte trasera de sus piernas. El pequeño peso
tiró de sus pezones, haciendo que quemasen y ardieran. Cuanto más abajo dejaba que
el peso cayera, más tiraba de ellos.

Finalmente la pesa se asentó en el lugar y el dolor comenzó a convertirse en un


caliente placer. Como si ella ya no estuviera lo suficientemente cerca de la
liberación. El dolor pareció empujarla incluso más cerca, dejándola colgando del
borde como un coche colgando sobre un riel.

Él estudió su trabajo. La mirada de aprobación en los ojos de Brayden envió calor


por todo su cuerpo. ¿Sería esto lo que sus subs sentían cuándo ella le hacía cosas
como éstas? ¿Este deseo de complacer, de someterse, de ser dominada y controlada?
Después de lo que le había ocurrido, nunca imaginó que podría sentirse así. Nunca
imaginó que anhelaría esa mirada de aprobación.

Pero tal vez no era sólo la mirada. Tal vez la anhelaba únicamente cuando provenía
de Brayden.

El conocimiento de que estaba enamorada de él la abofeteó en la cara tan duro, que


en verdad se quedó sin aliento. La mirada de Brayden se estrechó ligeramente
mientras se instalaba nuevamente entre sus piernas con un pequeño vibrador en sus
manos. Karina movió sus ojos al techo, no deseando que él pudiera ver sus
pensamientos. Brayden tenía la asombrosa habilidad de poder leer las emociones de
una sub, y ella no estaba realmente preparada para que él viera esto.

—Mírame, Karina.

Su estómago dio un vuelco ante el sonido de su orden. No la dejaría esconderse de


él. No ahora. No mientras la tuviera atada sobre una mesa. Él quería ver cada
emoción que cruzara por su rostro, cada miedo que brillara en sus ojos.

Componiendo su semblante, volvió a posar los ojos sobre él.

—Buena chica —murmuró mientras colocaba la cabeza del lubricado vibrador contra la
entrada de su culo.

Karina se preparó para la quemadura inicial cuando lo empujó dentro de su canal. Lo


hizo lentamente, dejándola adaptarse. Una parte de ella le estaba agradecida.
Algunos Doms, especialmente los que tienen a un pequeño sádico en ellos, hubieran
empujado la cosa con rudeza, provocando un pequeño mordisco de dolor.

Brayden no lo hizo. Él era más dominante que sádico, pero ahora mismo, Karina
estaba convencida de que había aprendido algunas lecciones de Delacroix.
Una vez que el juguete estuvo en su lugar, él regresó a la mesa y levantó un
conejo. Karina gruñó. Brayden tenía pensado golpear cada punto caliente y zona
erógena de su cuerpo. Tenía la sensación de que cuándo finalmente se corriera, iba
a ser explosivo.

Él se reubicó nuevamente entre sus piernas y acomodó el conejo lubricado en la


entrada de su coño. Lo empujó hacia adentro haciéndola respingar por el apremiante
estiramiento cuando la llenó. El conejo era el doble de grande del que tenía en su
culo y el ajuste era demasiado apretado. Entonces lo encendió, y la sensación
cuando vibró en medio de sus paredes la hizo suspirar y forcejear en contra de las
correas.

Adecuó el pequeño nudo de la base en contra de su clítoris, entonces separó los


labios de su vagina aún más, asegurándose de lograr un buen contacto. Karina quería
frotarse contra esa cosa. Ya podía sentir la agitación de su orgasmo justo debajo
de la superficie. Se mordió los labios para refrenarse de decir las palabras que él
quería oír. Ella sabía que era estúpido intentar prolongar esto. Él iba a conseguir
lo que quería, pero así mismo… el orgullo algunas veces era duro de vencer.

Apretó los dedos, clavándolos en sus palmas, cuando él usó un control remoto para
encender el conejo. Cuando las vibraciones estimularon a su clítoris, se sacudió
con tanta fuerza que el peso de la bola comenzó a mecerse y a tirar de sus pezones.
El repentino movimiento envió un espasmo de dolor a través de sus pechos, que, a su
vez, salió disparado directamente a su coño, haciendo que las paredes se apretaran
alrededor del juguete.

Kay gimió y cerró los ojos. Intentó mover las caderas, pero no pudo. Los minúsculos
movimientos no eran suficientes. Gruñó de frustración y recibió una risa satisfecha
de Brayden.

—¿Te das cuenta de lo que consigues por tu mal comportamiento? —murmuró a la vez
que recogía otro flogger.

Karina sacudió frenéticamente la cabeza. Sabía que al segundo en que él comenzara a


azotarla con eso, era muy probable que estallara.

—¿Todavía no estás lista para suplicar? —La provocó.

Apagó el conejo, y Karina suspiró con un ligero alivio, entonces gritó con fuerza
cuando abofeteó la parte trasera de sus piernas con el flogger. Golpeó otras dos
veces el cuero en contra de su sensible piel antes de volver a encender el conejo.

Karina arqueó la espalda ligeramente, lo que hizo mover la pesa, añadiendo otra
capa de placer-dolor a las ya abrumadoras sensaciones que cursaban a través de
ella. Estaba tan cerca, su orgasmo justo más allá de su alcance, cuándo Brayden
detuvo todo. Su cuerpo se aquietó mientras la lujuria que nadaba a través de ella
disminuyó ligeramente. Pero fue sólo un breve alivio temporal.

Entonces Brayden comenzó otra vez con el flogger, subiendo lentamente por la parte
trasera de sus piernas, entonces sobre el sensitivo pliegue donde su culo se
encontraba con su pierna. Duro, luego suave, y a continuación duro otra vez,
manteniendo el ritmo hasta que ella estuvo jadeando. Cada golpe sacudía la pesa y
cada balanceo de la bola tiraba de sus pezones. La plenitud en su interior sólo se
sumaba a las sensaciones y la necesidad se extendió por todo su cuerpo.

Entonces repentinamente todo se detuvo.

—No —gritó—. Por favor.


Sus ojos se ampliaron al oír la súplica en su propia voz seguido por el sonido
satisfecho de la profunda risa de Brayden. Maldito hijo de puta.

—¿Por favor, qué? —Preguntó él.

Karina apretó los labios y levantó la vista al techo ignorándolo.

—Gatita obstinada —murmuró, entonces comenzó todo el proceso nuevamente, esta vez
encendiendo el conejo.

Karina hizo rodar los ojos cuando gimió audiblemente por el placer. Su clítoris se
sentía hinchado, y sus pezones calientes y hormigueantes. Sentía un nudo en el
estómago y sus muslos se estremecían mientras luchaba contra la creciente marea de
su orgasmo. Justo cuando estaba a punto de montar la cresta, todo se detuvo otra
vez.

Karina sollozó e intentó levantar las caderas en contra de las correas.

—No. No lo hagas.

—¿Qué no haga qué?

—No te detengas.

Ya no le importó más estar rindiéndose. Quería correrse. Estaba tan cerca.

—¿Quieres correrte, gatita? —Le susurró.

—Sí. Sí, Amo. Por favor. Quiero correrme.

Conmocionada por su ruego y su súplica, Karina sintió resbalarse una sola lágrima
por la comisura de su ojo. Él había ganado. La había hecho implorar. Se dio cuenta
de que no importaba cuánto ella lo combatiera, Brayden probablemente siempre
ganaría.

Él volvió a encender el conejo y comenzó otra vez a flagelar la parte trasera de


sus piernas y su culo. Más duro esta vez, más insistente. Karina gimió con cada
golpecito del cuero a través de su piel, con cada vibración del conejo sobre su
clítoris.

Su útero se tensó. Su cuerpo se estremeció y cada uno de sus nervios comenzó a


hormiguear. Su liberación la traspasó de golpe, haciéndole arquearse tanto como
pudo. La bola tiraba de sus pezones, enviando destellos de dolor por sus pechos. Lo
cual sólo intensificó aún más su orgasmo, haciéndola jadear y gritar mientras
recorría su cuerpo en una ola tras otra de un increíble éxtasis.

Mientras su cuerpo todavía zumbaba a causa de su liberación, apenas fue consciente


de Brayden quitándole la pesa para aliviar la presión de sus pechos. En el momento
en que quitó las pinzas, la sangre regresó a sus pezones y el dolor la envió
inmediatamente sobre el borde otra vez con un orgasmo estremecedor.

Los ojos de Karina se desenfocaron cuando las pulsantes paredes de su vagina se


apretaron alrededor del conejo y del vibrador. Guau fue su único pensamiento cuando
su visión comenzó a desdibujarse y a desvanecerse.

Yacía flácida, incapaz de moverse cuando Brayden quitó los juguetes, y a


continuación aflojó las correas. Luego de bajarle las piernas, las frotó
suavemente. Kay suspiró cuando sintió los dedos trabajando sobre sus músculos
apretados. Cuando rozaba ligeramente algunas de las zonas doloridas por el flogger,
ella gemía de dolor, pero ese dolor pronto se transformaba en un placentero
escozor.

—Pon los brazos alrededor de mi cuello —susurró Brayden inclinándose para


levantarla en sus brazos.

Al principio, Karina había luchado contra esto, pero ahora no quería otra cosa que
acurrucarse en su regazo y dejar que la sostuviera.

Capítulo 27

Brayden se dejó caer en uno de los mullidos sillones del rincón lejano. Karina se
contoneó, intentando encontrar una posición más cómoda. Se frotó las partes
traseras de las piernas en contra de las de él y respingó ligeramente. Estaban
cubiertas de bonitas rayas, por lo que estaba seguro de que estarían doloridas.
Tenía que admitir que le gustaba verla así. Esas franjas alrededor de sus piernas y
culo eran obra suya, y se sentía orgulloso del hecho de que le hubieran dado
placer.

A pesar de su obstinación.

Sonrió y apretó el brazo alrededor de ella cuando Kay acomodó la cabeza contra su
pecho y su hombro. El culo descansaba tentadoramente en contra de sus doloridas
bolas y de su polla aún más dura, si eso fuera posible. Estuvo tentado de ayudarla
a sentarse a horcajadas en su regazo para que pudiera montarlo, pero en este
momento ella sólo necesitaba relajarse. Era temprano todavía. Otra escena más
tranquila no estaba fuera de la cuestión.

—Eso estuvo realmente mal —se quejó Karina—. ¿Te das cuenta de eso, verdad?

Él se rio por lo bajo.

—Mal o no, lo disfrutaste. Además, hiciste exactamente lo que él quería que


hicieras.

—Eso no viene al caso —refunfuñó—. ¿Ves a Delacroix?

Brayden frunció el ceño ligeramente.

—¿Tu mente siempre está en el trabajo?

Su cuerpo se tensó y hubo una breve pausa.

—No.

—Si Delacroix sintió algo, vendrá a informarnos. Relájate y trata de no pensar en


eso por ahora. ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien. Débil, pero bien.

Brayden escudriñó a través del piso. El equipo de limpieza había terminado con el
área de la escena, y otra pareja ya estaba ocupándola. Miró por encima de la gente,
pero no veía a Delacroix. Divisó a Josh hablando con un grupo de sumisas. Josh lo
atrapó mirándolo y sacudió ligeramente la cabeza. Él no había captado nada.

Brayden suspiró y apoyó la barbilla en la parte superior de la cabeza de Karina.


¿Habían hecho toda esa escena para nada? Bueno, no diría para nada. Cuanto más
jugaba con Karina, más podía sentir su transformación. Estaba convencido de que
ella era sumisa, más allá de que Kay quisiera admitirlo o no. También estaba
convencido de que encajaban. Estaban bien juntos. Lamentablemente, convencerla de
ese hecho podría ser más difícil de lo que le gustaría.

Ella había pasado por mucho, por lo que él podía comprender su inseguridad. Pero
eso no le impedía desearla.

Bajó la vista a su pecho y a la mano que descansaba en contra de su palpitante


corazón. El anillo de su madre destellaba bajo la luz. Le tocó la mano y frotó los
dedos sobre el anillo, el cual se veía perfecto alrededor de su dedo. Era
exactamente de la dimensión correcta, del color correcto y del talle correcto.
Parecía como si estuviera hecho para ella… como si ellos estuvieran hechos el uno
para el otro.

—¿Ves? No lo he perdido —susurró Karina.

Brayden sonrió ligeramente.

—Nunca dudé de ti. Te queda bien.

—Nunca pensé que alguna vez me casaría.

—¿Por qué?

—Porque nunca había podido dormir con un hombre. ¿Cuántos maridos quieren pasar la
noche en camas separadas de sus esposas?

—Podrías sorprenderte —le respondió divertido.

—Es extraño que pueda dormir contigo.

—Te sientes cómoda conmigo. Tal vez era todo lo que necesitabas. Aprender a confiar
en alguien lo suficiente como para poder dormir con él.

—Tal vez —respondió Kay con un susurro.

—Basta de tal vez, y de aquí en adelante, se terminaron los cuartos separados.

—Brayden…

—Silencio, sub —ordenó, y para su sorpresa, se quedó callada.

Por alrededor de un segundo.

—Eres un jodido mandón —masculló.

Él se rio suavemente.

—Y a ti te gusta eso. Admítelo.

—No admito nada.

—Sé que fue duro para ti… —le susurró—… el rol de sumisa. Pero creo que te sienta
bien. Me gusta cómo te sometes a mí.
—Debo admitir —continuó ella suavemente, sus palabras apenas audibles por encima
del ruido del club—. Someterme a ti fue más fácil de lo que pensé. No podría haber
hecho esto con alguien que no conociera. —Lo contempló con ojos somnolientos.
Brayden rozó el pulgar sobre su mejilla, disfrutando de la sensación de la suave
piel debajo de su toque.

—Me alegro de que hayas sido tú —susurró Karina.

—Yo también, gatita.

Parecía como si ella quisiera decir algo más, antes de morderse el labio inferior y
dejar caer la cabeza hacia atrás contra su hombro. Brayden bajó la mano para
dejarla descansar sobre su muslo. Ella luchaba contra sus emociones… haciendo lo
que creía que debería hacer.

Él no la empujaría. Todavía no, de cualquier manera.

Mirando a través del piso del club, divisó a Delacroix junto al bar. Tenía las
manos en sus caderas, los ojos estrechados y una firme y enojada expresión en el
conjunto de su mandíbula. Las sumisas pasaban dejando un amplio espacio cerca de
él, como si supieran que algo lo había cabreado y quisieran guardar las distancias.
Brayden no las culpaba.

¿Estaría irritado porque sintió al asesino o porque no lo hizo?

Esperó a que el dueño del club lo notificara e hiciera contacto visual. Cuando lo
hizo, Delacroix sacudió la cabeza. Brayden gruñó por lo bajo. Esto no estaba
funcionando.

Necesitaban que el delincuente hiciera un movimiento, ¿pero cómo? ¿Qué se


requeriría? ¿Poner a Karina en una situación de riesgo? Brayden sintió un nudo en
el estómago con ese pensamiento. Desafortunadamente, ella ya estaba en una posición
arriesgada. Si algo le ocurriera, él nunca se lo perdonaría.

¿Podría él ponerla en un peligro aún mayor? ¿Dejándola desprotegida para ver si el


violador hacía algún movimiento? ¿Eso sería adecuado?

No, sería una locura.

¿Y si estaban pasando por alto algo? ¿Y si el asesino la secuestrara, y de alguna


manera ellos lo perdieran de vista?

Brayden enterró los dedos en el pelo de Karina y le sostuvo la cabeza en contra de


su hombro. Era demasiado arriesgado. Él no podía perderla.

No ahora.

—¿Brayden? —murmuró ella.

—Sí, gatita.

—Me estás aplastando la cabeza. ¿En qué estás pensando?

Él aflojó su agarre, sin siquiera saber que había estado sosteniéndola tan
apremiantemente.

—Lo siento —susurró—. Creo que este caso está comenzando a afectarme.
—Ha estado afectándome a mí desde el principio —masculló ella, volviendo a acomodar
la cabeza en su hombro—. Ya era hora de que te conmuevas.

Brayden se rio a carcajadas.

Karina se sentó a la mesa la mañana siguiente, pinchando la comida con la punta de


su tenedor. No tenía hambre en absoluto, por lo que no tenía ni idea de por qué
incluso había cocinado. Todo lo que podía hacer era empujar la comida alrededor de
su plato como un niño exacerbado.

En cierto modo, estaba exacerbada. Su escena de anoche no había servido para nada.
Delacroix no había sentido nada. Ya sea porque el asesino no había estado allí, o
porque había avanzado en poder ocultar sus emociones. Karina prefería pensar que se
debía a lo primero. Prefería creer que simplemente no había estado allí a creer que
el hombre podría llevarles alguna ventaja.

¿Pero no era eso que lo que él había estado haciendo durante todo este tiempo?
Todavía no habían podido atraparlo, por lo que en cierto sentido, les estaba
llevando ventaja.

—Kay, tienes que comer algo —dijo Brayden suavemente.

Karina levantó los ojos para clavarlos en él. Estaba contemplándola en silencio
desde el otro lado de la mesa, la preocupación oscureciéndole los ojos. Estaba
preocupado por ella… por cómo ella estaba tomando las cosas. El sólo hecho de
saberlo le provocó cosquilleos en el estómago. Nunca realmente había tenido a nadie
que la cuidara como lo hacía Brayden. Ni siquiera a sus padres.

Su tío lo había intentado. Sabía que él la amaba a su manera, pero su tío era
bastante parecido a ella. Estropeado emocionalmente. Aunque Brayden había paleado a
través de todo ese daño y había podido encontrar a su corazón. Para su sorpresa,
estaba todavía entero y era capaz de amar.

—Estoy tratando de comer —le dijo mientras se reclinaba—. Supongo que tengo
demasiadas cosas en la cabeza.

—Deja de preocuparte por eso.

—Él no estaba allí. No puedo dejar de preguntarme si no habrán encontrado a otro


cuerpo hoy en alguna parte.

—No creo que ese sea el caso. —Brayden encogió un hombro—. Tal vez simplemente se
tomó la noche libre. Quizás tuvo ganas de quedarse en casa y ver televisión.

Ella frunció el labio.

—Qué chistoso.

Brayden sonrió y su estómago experimentó un pequeño vuelco. Dios mío, ella estaba
mal. Quería preguntarle lo que ocurriría cuando todo esto se terminara. ¿Todavía
seguirían jugando? ¿Se convertían en una pareja? ¿O las cosas volverían a la
normalidad?

Sabía con certeza que ya no quería seguir siendo una Domme, pero al mismo tiempo,
no estaba segura de que pudiera jugar con un Dom que no fuera Brayden. Confiaba en
él. No creía que pudiera confiar en algún otro hombre de esta manera.

—¿Estás bien? —Le preguntó él.

Karina asintió con la cabeza y masticó los huevos, pero le supieron blandos y
gomosos. No los había cocinado Brayden. Sino ella. Y nada le sabía rico. Nada se
sentía bien y probablemente nada lo haría hasta que este caso estuviera resuelto y
terminado.

—Odio estar sin hacer nada. Debería estar allí afuera, estudiando el lugar de los
hechos, hablando con las personas. No así. Sólo quiero que todo este se termine —
refunfuñó.

—¿Ya quieres librarte de mí? —le preguntó él juguetonamente.

Karina levantó la mirada a la suya y abrió la boca para decirle que no, pero él
sacudió la cabeza sonriendo.

—Sé lo que quieres decir. ¿Qué tal si tú y yo hacemos algo divertido esta tarde?
Tal vez te pueda distraer un poco.

Karina bufó.

—¿Cómo qué?

—Podríamos ir al acuario en el centro o hacer algunas compras. Sé que a las mujeres


les encanta salir de compras.

Karina sonrió abiertamente.

—Yo amo comprar zapatos.

Brayden bufó.

—Señor. Zapatos. ¿Cómo puedes perseguir a un sospechoso con esas trampas mortales
de siete centímetros que llevas puestas?

—Ey, puedo correr muy bien con esas trampas mortales de siete centímetros, como los
llamaste, y luzco muy bien haciéndolo, además.

Él le disparó una media sonrisa que hizo que sus pezones se endurecieran.

—No conseguirás ninguna discusión conmigo acerca de eso.

—Además, pensé que te gustaban esos zapatos.

—Me gustan… en el club.

Ella arqueó una ceja, y él sonrió.

—Sí, bueno. Me gustan en el trabajo también. ¿Contenta?

Karina se rio por lo bajo.

—Siempre me pone contenta cuándo puedo obligar a un hombre a confesar. —Su sonrisa
se desvaneció un poco a medida que su mente regresaba al caso—. Tal vez deberíamos
quedarnos y trabajar en esos archivos del caso…

Él apuntó un dedo en dirección a ella. Una adusta mirada endurecía sus facciones.
—No. Día libre, Karina. Necesitas relajarte, y voy a ocuparme de que lo hagas.

Ella abrió la boca para discutir, pero sus ojos estrechados la hicieron guardar
silencio. Brayden había vuelto al modo Dom y nada podría hacerlo cambiar de idea.

—Simplemente responde sí, Amo.

Ella frunció el ceño.

—Ni de coña.

Los ojos de Brayden brillaron con un dejo de maldad que le dio a Karina la
sensación de que ella podría lamentar ese comentario más tarde.

Capítulo 28

Brayden entró al estacionamiento del hotel y giró el coche alrededor para ubicarlo
en su lugar tan rápidamente que Karina tuvo que levantar la mano para agarrarse del
tablero. Detuvo el coche con un movimiento, y ella se rio.

—Eres tan fanfarrón —le dijo, todavía riéndose.

—Te hice reír. Eso es todo lo que quería.

Ella miró a sus ojos chispeantes y tuvo que tragarse el suspiro que amenazaba con
escaparse. Nunca se había dado cuenta de lo divertido que podría ser Brayden. La
hacía sentirse cómoda y relajada, incluso más de lo que lo había estado en años.

—¿Vas a ayudarme a llevar todas estas cosas adentro? —preguntó ella.

Él bufó.

—Estuve llevando la mayor parte de eso por todo el centro comercial, ¿verdad? Lo
juro, creo que sólo me quisiste allí para que te hiciera de burro de carga.

—No, fuiste un bonito espectáculo visual, también.

Él estiró la mano para hincarla en el costado, haciéndole cosquillas. Ella chilló y


rápidamente abrió la puerta, escapando de su toque juguetón. Todavía estaba
riéndose cuando abrieron el maletero para sacar las bolsas. No había sido ella la
única que hizo compras. Brayden había adquirido algunas cosas, también. A Kay le
había gustado especialmente la camisa de franela que él había escogido para la
noche temática del Oeste que pronto iban a tener en el club.

El azul de la camisa realmente le resaltaba los ojos. Ella bufó interiormente. Como
si el hombre necesitara alguna ayuda con su apariencia.

Mirando por encima del hombro de Brayden, ella divisó un coche familiar a cierta
distancia.

—¿Ese no es el Jag de Delacroix? —le preguntó.

Brayden miró, y su sonrisa se transformó en un rápido ceño.


—Tal vez. Pero si él quisiera hablar con nosotros, ¿por qué simplemente no nos
llamó?

Karina tomó la bolsa que él le extendió y se encogió de hombros.

—Supongo que deberíamos entrar y ver si él está aquí.

Después de recuperar todos sus paquetes, se dirigieron adentro y encontraron a


Delacroix sentando en una de las sillas de cuero que flanqueaban el fogón de
piedra, con un Kindle en sus manos.

Karina se detuvo y le sonrió.

—¿Normalmente vas a los vestíbulos del hotel para leer?

Él levantó la vista, pero no sonrió.

—Leo donde sea que tenga la oportunidad.

—¿Pasó algo malo? —Preguntó Brayden.

Delacroix se limitó a asentir ligeramente con la cabeza, entonces se puso de pie.

—Hablaremos de eso en tu habitación.

A Karina se le hizo un nudo en el estómago. Delacroix no se veía muy feliz en este


momento. ¿Habría ocurrido algo terrible? ¿Sería alguien que conocían esta vez?

Su mente recordó a su amiga. Ella se había perdido su funeral… había perdido su


risa. Delacroix le dio un apretón en el hombro cuando entraron en el elevador. Él
probablemente había sentido su ansiedad, y para su sorpresa, Karina apreció su
toque. Él había calado en ella de forma inesperada.

Entraron en su suite, y Brayden cerró la puerta detrás de ellos mientras Karina


dejaba las bolsas sobre la cama.

—Es asombroso cuántos zapatos puede comprar una mujer, ¿verdad? —comentó Delacroix
mientras disponía una pila de fotos sobre la mesa.

—No viniste aquí para hablar de zapatos —lo cortó Karina.

Ella deslizó las manos en los bolsillos de sus jeans y se apoyó contra la pared que
separaba la sala de estar del dormitorio.

—No, mascota. No lo hice.

—Simplemente escúpelo, Delacroix —lo apresuró Brayden.

—Nuestro asesino está poniéndose atrevido. Josh fue atacado…

—¿Qué? —Dijo Karina mientras se apartaba de la pared.

—Fue golpeado en la cabeza desde atrás.

—¿Por el violador? —Preguntó Brayden.

—Creemos eso, sí. Él estaba escoltando a Janie hasta su coche.


Karina quedó con la boca seca.

—Oh. Dios mío. Por favor dime que él no…

Delacroix asintió con la cabeza con tristeza. Karina se encaminó hacia las fotos,
pero Delacroix la aferró de un codo y la sostuvo atrás.

—Espera, Karina. Tienes que oírlo primero. Confía en mí. Él fue mucho más brutal
esta vez.

Las lágrimas comenzaron a derramarse por las comisuras de sus ojos cuando Delacroix
se movió detrás de ella y envolvió un brazo alrededor de su hombro, sosteniéndola
en contra de él. Brayden levantó las fotos y comenzó a pasar por ellas. Cada una
poniéndolo un poco más pálido cada vez.

—¿Qué? —preguntó Karina—. ¿Qué le hizo a ella?

—La cortó en pedacitos, Kay —susurró Brayden.

Karina sollozó y se combó en contra del pecho de Delacroix. ¿Cómo podría alguien
lastimar a una chica tan dulce como Janie? Ella no se había merecido esto. Ninguna
de ellas se lo había merecido.

—Estamos fuera, Delacroix —gruñó Brayden.

Karina levantó la mirada para clavar los ojos en la foto que él sostuvo en alto
para Delacroix. Sus ojos se agrandaron como platos al ver su nombre escrito con
sangre en una pared. Debajo de él había escrito la palabra Mía.

Las náuseas le revolvían el estómago mientras intentaba liberarse del agarre de


Delacroix.

—Voy a vomitar, Nathan. Déjame ir.

Él la liberó, y ella salió corriendo hacia el cuarto de baño, vaciando por completo
el contenido de su estómago. Brayden apareció apoyando las rodillas junto a las
suyas, un trapo frío en su mano. Ella lo tomó y lo presionó contra su rostro
tomando varias respiraciones profundas.

Nunca se había sentido tan enferma antes. Nunca. ¿Había escrito su nombre? ¿Sabía
que ella era un blanco? ¿Significaba eso que él iba tras de ella?

No había forma posible de ocultarse ahora. Ninguna suposición. Él sabía quién era
ella, y estaba yendo a buscarla.

Delacroix apoyó una mano en su hombro, la voz suave en su oído mientras le hablaba.

—Bebe esto, mascota. Te sentirás mejor.

Ella tomó el pequeño vaso de Sprite que le ofreció y lo bebió de a sorbitos.


Todavía sentía el estómago revuelto, y pensó por un momento que podría vomitar la
bebida, pero fue capaz de asimilarla.

—¿Estaba viva cuando le hizo eso? —Preguntó.

—Al principio —contestó Delacroix suavemente.

Karina tragó saliva, conteniendo las lágrimas que amenazaban con rebalsarse.
—¿Por qué está haciendo esto? —Preguntó furiosa—. ¿Por qué tuvo que hacer eso? ¿No
podía sólo pintar mi nombre con pintura roja?

—Está enfermo, mascota —respondió Delacroix—. No hay una razón por la que lo hace.
Simplemente lo hace.

—Y aparentemente está empeorando teniendo en cuenta su víctima —masculló Brayden —.


¿Esto fue por las escenas? ¿Es por eso que está poniéndose más brutal? ¿Porque no
puede atrapar a quién quiere en realidad?

—Tal vez —contestó Delacroix—. Vamos, mascota. Salgamos del piso del cuarto de
baño.

Él y Brayden se incorporaron, ayudándola a Kay a ponerse de pie, pero fue Brayden a


quien ella recurrió. Fue Brayden quien la envolvió en sus brazos para ayudarla a
volver a la cocina.

Ella estaba comenzando a depender de este hombre. ¿Tal vez demasiado?

Cuando entraron en la cocina, se apartó de él. Nunca había necesitado que alguien
la confortara antes. No debería necesitarlo ahora. Pero al mismo tiempo en que puso
alguna distancia entre ellos, no quería nada más que volver corriendo a sus brazos.

Caminó lentamente hacia la mesa, sorbiendo su Sprite. Se quedó con la mirada fija
sobre la foto superior de la pila, la que tenía su nombre. Intentó mirarla como si
miraría cualquier foto de la escena del crimen, pero ésta se sentía diferente.

Intentó estirar la mano sobre la foto, con la intención de apartarla y examinar las
que estaban debajo.

Brayden puso la mano sobre la suya.

—No quieres verlas, Kay.

—No, pero tengo que hacerlo. Esto es lo que hago, Brayden.

—Permanece apartada de esto.

—Él hizo esto por mi culpa. No hay forma de que pueda permanecer apartada de todo
esto.

Brayden le quitó las fotos de la mano y se las pasó a Delacroix, quien estaba
silenciosamente parado a un lado.

—Ey —exclamó Karina.

—Nos vamos a casa —declaró Brayden severamente.

—¿Te volviste loco?

El enfado que sentía ahora reemplazó a su tristeza y su miedo. ¿Por qué Brayden
estaba reaccionando con esta rabieta? Estaban trabajando de encubierto. Habían
puesto deliberadamente sus vidas en una zona de riesgo. Es lo que hacían para
atrapar a los tíos malos. Es lo que siempre hacían. ¿Por qué esta vez era
diferente?

—¿Y tú? —bramó él.

Karina en verdad se sobresaltó.


—Le pusimos un cebo, Brayden. Deliberadamente hicimos escenas para cabrearlo. ¿Qué
esperabas?

—Le pusimos un cebo a fin de que Delacroix pudiera definir claramente de dónde
estaba llegando la furia, no para que él pudiera presumir de ti escribiendo tu
nombre en una puñetera pared. Usando la sangre de Janie, nada menos.

—¡Razón de más para permanecer en esto!

Brayden puso las manos en jarras y acercó la nariz a la de Karina. Ella no estaba
segura de que alguna vez lo hubiera visto tan cabreado, pero se negaba a echarse
atrás por lo que se mantuvo firme.

—Razón de más para alejarnos como el infierno de aquí —gruñó.

—¿Cuál es tu problema? —preguntó ella—. ¿Por qué estás siendo tan insistente con
eso? ¿Reaccionarías de la misma manera si fuera el nombre de Delacroix el que
estuviera en esa pared?

Delacroix bufó suavemente, pero Karina lo ignoró. Brayden la fulminó con la mirada
mientras se apartaba. Se pasó la mano por la cara agitadamente, pero no se encontró
con su mirada.

—Brayden —insistió ella con frustración.

—¡Maldita sea! —gruñó él—. No quiero perderte, ¿de acuerdo?

Capítulo 29

Brayden no dejaba de mirar a Karina mientras sus ojos se agrandaban como el dos de
oro. ¿De verdad ella no lo sabía? Este no era ni el momento ni la forma en que
hubiera querido decírselo. Le hubiera gustado esperar a que todo estuviera
terminado y llevarla a algún sitio caliente. Tal vez a Fiji. Darle el anillo de su
madre, pero de veras esta vez.

—Brayden, podemos aumentar la seguridad sobre ella. Al segundo en que él intente


algo, lo atraparemos —dijo Delacroix.

—¿De la misma manera en que atrapaste al tipo que asesinó a tu novia? —chasqueó
Brayden, e inmediatamente se arrepintió.

Los ojos de Delacroix se volvieron oscuros y fríos.

—No sabía que ella era un blanco, cabrón. Pero sé que Karina lo es.

Brayden suspiró y bajó la vista al piso.

—Lo siento, Nathan. Eso estuvo fuera de lugar.

—Estás asustado. Y tienes todo el derecho de estarlo —murmuró Delacroix, pero su


mirada permaneció fría y distante. Cambió la mirada en dirección a Karina—. Y tú
también. Aunque abandones el barco, él todavía va a ir tras de ti. Eso es un hecho.
Podemos protegerte mejor si te quedas aquí.
Ella asintió con la cabeza.

—Estoy de acuerdo.

—Échale un vistazo a las fotos. Sé que no es lo mismo que estar en la escena, pero
fíjate si a los federales se les pasó por alto cualquier cosa. Hasta donde sé, eres
la mejor de la CSI[5]. Ustedes a veces ven cosas que el resto no lo hace.

Karina asintió con la cabeza.

Delacroix se volvió a Brayden.

—Y tú… relájate.

Brayden bufó suavemente.

—Más fácil decirlo que hacerlo.

Con una inclinación de cabeza, Delacroix comenzó a dirigirse en dirección a la


puerta.

—Voy a enviarles flores a los padres de Janie. Os veré en el club más tarde.

Sin mirar atrás, salió de la suite, cerrando la puerta detrás de sí. Brayden se
sintió terrible por lo que había dicho. Estaba seguro de que todo esto estaba
despertando suficientes malos recuerdos para Delacroix. No necesitaba a Brayden
recordándole su fracaso.

Miró a Karina cuando ella volvió a bajar la vista sobre la foto con su nombre. Se
veía pálida y asustada. No estaba acostumbrado a verla así. Nunca había visto a
Karina asustarse por nada. Pero esto la aterrorizaba. Podía verlo en sus ojos
cuando lo miró.

Su labio inferior comenzó a estremecerse y saltó hacia adelante, envolviéndola en


sus brazos.

—Todo va a estar bien, nena.

—Lo sé. Confío en ti.

Sus brazos se apretados alrededor de Kay cuando murmuró esas tres palabras que él
sabía que no eran fáciles para ella. La confianza era algo a lo que ella había
renunciado, especialmente en lo concerniente a los hombres. Pero confiaba en él, y
Brayden haría todo lo estuviera a su alcance para conservar esa confianza.

—Quiero besarte ahora mismo —susurró Kay—. Pero acabo de vomitar y sería asqueroso.

Con una risa baja, él enterró la cara en su cuello y apretó el abrazo.

Karina caminaba alrededor del desanimado club. Esta noche el ambiente estaba
triste. Todo el mundo ya sabía lo de Janie. Muchas sumisas habían decidido quedarse
en casa. No quisieron arriesgarse a ser la siguiente víctima.

Ella no podía culparlas, realmente. Maldición, si no estuviera trabajando de


encubierto, ella probablemente no estaría aquí, tampoco.

Barrió con la mirada sobre cada hombre dentro del cuarto, sumisos y Doms,
preguntándose si alguno de ellos sería el hombre que estaban buscando. Algunos
sonrieron. Otros miraron con lascivia. Otros simplemente inclinaron la cabeza. La
mayoría estaban parados en grupos, hablando entre ellos. No había suficientes
sumisas para todos, por lo que, mayormente, sólo socializaban.

Algunos Doms y subs estaban en pareja y ahora realizaban escenas en las diversas
áreas de juego esparcidas por toda la habitación. Nada parecía realmente fuera de
lo normal, pero algo se sentía mal. El lugar se sentía frío, silencioso, oscuro.
Era como si algo letal se ocultara detrás de cada puerta y en cada rincón oscuro, y
como si algo maligno brillara detrás de cada par de ojos.

Karina se estremeció y bebió un sorbo de su té caliente. Parecía como si no pudiera


deshacerse de este frío. Sentía como si los helados dedos de la muerte no dejaran
de rozarla bajando por su columna vertebral.

En ciertos aspectos, deseaba poder recordar cómo era su asaltante. Había pasado
tantos años empujando esos recuerdos a la parte trasera de su mente. Estaban
sepultados allí tan profundamente que sabía que nunca verían la luz.

Divisó a Brayden cerca del bar, hablando con un par de Doms. No importa lo que él
estuviera haciendo, Brayden siempre mantenía los ojos dónde estuviera ella.

No habían hablado acerca de lo que le había dicho más temprano, lo cual


verdaderamente, en realidad no era nada. Sólo que no quería perderla. No había
dicho que la amaba. Pero tampoco lo había dicho ella. Karina no estaba segura de
hacerlo o incluso de poder decirlo. Todo lo que sabía era que no quería perderlo,
tampoco.

Quería irse a casa, salir con él, dormir con él. Mierda, tal vez lo amaba… Bueno,
sí, lo amaba. ¿Pero se atrevería a decírselo ella primero?

Demonios, Karina. Contrólate. ¿Desde cuándo eres una maldita gallina? Son solamente
tres pequeñas palabras. Simplemente dilas.

Brayden inclinó la cabeza y le disparó una mirada preocupada. Se había quedado


mirándolo demasiado tiempo. Sacudiendo la cabeza, ella le sonrió ligeramente y
pronunció:

—Cuarto de baño.

Él asintió con la cabeza, y Kay se encaminó al cuarto de baño principal a sólo unos
pocos metros de allí. Entró en el enorme cuarto de baño de mujeres y se sentó en el
sofá redondo ubicado en el centro del cuarto. Una araña de luces encima de su
cabeza proyectaba una suave luz sobre las baldosas grises que cubrían tanto el piso
como la parte más baja de las paredes. Las paredes de color rojo oscuro estaban
decoradas de piso a techo con detalles de hierro negro.

Delacroix tenía un gusto extraño. Se preguntó cómo sería su casa. Con un suspiro,
caminó hasta el espejo enmarcado en negro y contempló su cansado reflejo. Ir a un
club BDSM una vez por semana era divertido. Ir más de cuatro noches a la semana era
cansado y comenzaba a pesar sobre ella. Necesitaba dormir.

Necesitaba que esto se terminara.

Usando la punta del dedo limpió el rímel que se había corrido debajo de sus ojos.
Tenía que comprar algunas cosas nuevas, y una máscara que no se lavara fácilmente.
Y que tampoco se corriera fácilmente.

Con una última mirada levantó su taza de té justo en el momento en que la puerta
del cuarto de baño se abría.

—Ya terminé —dijo Karina sin levantar la vista—. Si necesitas el espejo.

—No, mascota. Creo que estoy bien.

Karina se quedó sin aire al oír esa profunda voz masculina justo antes de que el
afilado pinchazo de una aguja presionara en su cuello. Con los ojos muy abiertos
clavados en el espejo, se quedó mirando con una paralizante conmoción la sonrisa en
el rostro de Gary.

¿Era Gary? ¿El dulce y tímido Gary?

Delacroix caminaba alrededor del cuarto, manteniendo un ojo sobre las pocas sumisas
que habían asistido a los juegos de esta noche. La gente comenzaría a dejar de
asistir a los clubes si no encontraban a este tipo pronto. Alguien había dejado
filtrar en la prensa que las últimas dos víctimas habían sido secuestradas de aquí.

Divisó a Josh cerca del patio conversando con una linda sumisa pelirroja llamada
Colleen. Brayden estaba junto al bar. Le hizo un gesto a Josh antes de acercarse a
Brayden.

—¿Dónde está tu mascota? —preguntó Delacroix cuando se aproximó al bar y le hizo un


gesto con la cabeza al cantinero para que le sirviera lo de siempre.

—En el cuarto de baño —le informó Brayden.

Con una inclinación de cabeza, Delacroix tomó la cerveza y la destapó contra la


barra, lanzando la chapita sobre ésta. Aterrizó con un suave sonido metálico, el
que normalmente no se habría oído si el bar hubiera estado con su capacidad
habitual. En este momento, estaba categóricamente desierto.

—Las cosas están lentas, esta noche —comentó Brayden.

Delacroix encogió un hombro.

—Era de esperar después del noticiero de hoy.

—¿Alguna idea de quién pudo haber filtrado eso?

—Alguien de la policía local, pienso.

Brayden bufó.

—Lo suponía.

—Sí, no somos realmente populares con el jefe de policía, así que supongo que él
tuvo algo que ver con eso. —Delacroix sonrió—. El hombre piensa que somos una
especie de secta.

—No —dijo Brayden, devolviéndole la sonrisa.

Ambos compartieron una carcajada.


—Él y mi padre tienen pensamientos muy parecidos. Yo simplemente lo ignoro —dijo
Delacroix.

—¿Y a tu padre? —Preguntó Brayden.

Delacroix suspiró y tomó un sorbo de su cerveza antes de contestar:

—Lo ignoro también.

—¿Algún hermano o hermana, o los ignoras a ellos también? —Continuó Brayden.

Delacroix clavó los ojos en la etiqueta de la botella.

—Tengo un gemelo.

—¿En serio? ¿Paterno o materno?

Los labios de Delacroix sonrieron ligeramente.

—Idéntico.

—Apuesto a que conozco algunas sumisas que amarían ser aplastadas entre ustedes
dos.

Los labios de Brayden sonrieron divertidos mientras levantaba su botella de cerveza


para beber un sorbo.

—Conozco a unas cuantas que lo han sido.

—¿Entonces, es él un sádico también?

Delacroix negó con la cabeza.

—No. Él es el normal, como lo llama mi padre.

Antes de que pudiera dar más detalles, un punzante dolor comenzó a arder en su
cuello, haciendo que Delacroix respingara y llevara la mano donde su piel todavía
punzaba.

—¿Qué mierda fue eso?

En el momento en que las palabras salieron de su boca, comenzó a sentirse letárgico


y helado. Una sensación de terror lo inundó mientras se sostenía contra la barra.
Sus piernas apenas eran capaces de sostener su peso.

Hijo de puta.

—¿Estás bien? —le preguntó Brayden—. Estás blanco como el papel.

—¿Dónde está Karina? —volvió a preguntarle, su voz sonando ebria incluso para sus
propios oídos.

—En el cuarto de baño —dijo Brayden, mientras lo miraba con preocupación.

Delacroix pestañeó, intentando mantener la mirada sobre Brayden pero fallando


miserablemente. No podía mantener la cabeza del hombre enfocada.

—Busca a Josh —le dijo sonando pastoso—. Encuentra a Karina. Ahora.


Capítulo 30

Karina se estrelló contra el frío piso de cemento y no pudo hacer nada más que
gemir suavemente mientras se desplomaba sobre un lado, incapaz de moverse. Unos
segundos después, Gary la siguió, aterrizando junto a ella sobre sus pies. Kay
contempló aturdidamente el conducto de la lavandería por el cual acababa de
deslizarse. Tenía el cuerpo y el rostro cubiertos de telarañas. Le ardían los
hombros y las caderas por los rasguños causados por el metal y los tornillos.
Mirando de reojo, pudo ver al menos a dos arañas arrastrándose en dirección a ella,
pero no podía levantar las manos para apartarlas.

Su corazón estaría desbocado por el miedo si la droga no la estuviera manteniendo


calmada y medio inconsciente. ¿Él realmente iba a intentar sacarla a escondidas por
el sótano? ¿Su plan funcionaría?

Aparentemente, Gary creía que sí dado que se inclinó para alzarla sobre su hombro.
Karina intentó levantar las manos para luchar contra él, pero no se movieron. La
sangre goteaba por los brazos del hombre de los cortes en sus hombros. Cómo había
hecho para bajar por allí era todo un misterio para Karina.

Él se detuvo y la miró fijamente. Con un bufido, le limpió un labio.

—Agg. Mira esto. La pequeña y bonita sub está babeando. ¿Esa ansiedad es por estar
conmigo, mascota?

Karina deseaba desesperadamente apartarse de su toque, pero no podía hacer nada más
que mirar. Su cuerpo no se movía. ¿Dónde estaba Brayden? ¿Dónde estaba Delacroix?

—Vamos, perra —gruñó mientras la levantaba. Sus costillas se estrellaron contra el


hombro de Gary, y ella lloriqueó de dolor—. Deja de lamentarte. Más tarde, te diré
lo que quiero oír. Ahora mismo, vayamos a mi cuarto de juegos.

Gary comenzó a caminar atravesando el sótano. Hacia dónde se estaba dirigiendo,


Karina no estaba segura. Todo lo que ella podía ver era el piso de cemento y
montones de toallas sucias a un lado que esperaban su turno para ser lavadas. Con
el corazón encogido, Karina se combó en contra de él.

El corazón de Brayden estaba enloquecido por el miedo mientras Josh y él buscaban


dentro de cada habitación del club. Delacroix hizo que uno de los mayordomos
revisara la cámara de seguridad, pero no vieron nada. Esto era una locura. ¿Cómo
podía ella simplemente desaparecer?

—Vamos a encontrarla, Brayden —le aseguró Josh apoyando una mano en su hombro y
dándole un apretón reconfortante.

Brayden le sacudió la mano.

—Le prometí que no iba a permitir que esto ocurriera.

—Vamos. Vayamos a hablar con Nathan.


Brayden lo siguió escaleras abajo hacia la oficina de Delacroix quien se encontraba
pesadamente caído en contra de su escritorio con los brazos sacudiéndose.

—¿Alguna cosa? —Preguntó Brayden.

Delacroix negó con la cabeza, pero no levantó la vista.

—Donde sea que esté, está drogada.

—¿Está lastimada? —lo interrogó Brayden, pero sin estar seguro de querer conocer la
respuesta.

Delacroix volvió a sacudir la cabeza, entonces suspiró.

—No estoy seguro. Si lo está, es algo menor. Ahora mismo está asustada y furiosa. Y
en un sitio a oscuras.

—¿El maletero de un coche, tal vez? —Le preguntó Josh.

—Es mi suposición —afirmó Delacroix.

Los dos agentes del FBI que habían sido asignados para proteger a Karina entraron
en la oficina. La furia de Brayden salió a la superficie otra vez.

—¿Dónde mierda estaban?

Ambos hombres permanecieron atrás y lo miraron con ojos de pocos amigos.

—Si recuerdas bien, no recibimos instrucciones de seguirla cuando están en el club.


Aquí los tiene a ustedes tres. ¿Dónde mierda estaban ustedes?

—Dejen de pelear —ordenó Delacroix todavía articulando mal, e incluso medio ebrio
bajo el efecto de la droga, todavía sonaba intimidante.

—¿Qué carajo está pasando con él? —Los interrogó uno de los agentes.

Josh puso los ojos en blanco e ignoró la pregunta del hombre.

—Nathan, ven aquí y siéntate.

Delacroix se encaminó hacia una de las sillas y se dejó caer pesadamente en ella.
Su cabeza colgando hacia atrás, y los ojos cerrados. Se veía pálido y blanco como
el papel.

—Nunca habías conectado de esta manera —le dijo Josh suavemente—. ¿Cómo de cercana
es tu conexión con Karina?

—Más cercana que lo habitual.

—¿Tan cercana como lo fue con el último asesino serial?

Delacroix asintió con la cabeza.

Josh dejó escapar un aliento y se pasó la mano sobre su boca.

—¿Qué mierda está pasando? —Exigió saber Brayden.

—Cuando Nathan conectó con el asesino serial, lo que lo indujo a dejar al FBI, él
pudo sentir todo lo que el asesino sentía. Luchó contra la conexión, y durante un
rato, fue capaz de desconectarse. Fue en ese momento cuando el hombre asaltó a la
novia de Nathan.

—Eso ya lo sabía —dijo Brayden mientras comenzaba a caminar de un lado al otro.

—Cuando digo que sintió todo, Brayden… quiero decir todo. Cuando el asesino recibió
un disparo, Nathan lo sintió.

—¿Él murió? —Preguntó Brayden.

—No —aclaró Delacroix—. Todavía vive, pero he aprendido a desconectarlo. Ya no


siento nada de él. Pero a Karina no la puedo desconectar. Es como si ella no me
estuviera dejando hacerlo. Así que por ahora, siento lo mismo que ella. Es
distante, razón por la cual puedo moverme y ella no, pero de todos modos, lo
siento.

—¿Podemos usar esto para encontrarla? —Preguntó Brayden.

—Tal vez. Es una chica inteligente. Sabe que estoy conectado con ella. Tiene que
encontrar una forma de decirme lo que necesita que sepamos.

Brayden dio un paso adelante y fulminó con la mirada a Delacroix.

—¡Dile eso a ella!

Delacroix levantó la cabeza y le gritó en respuesta,

—¡No funciona de ese modo! —Con un suspiro, dejó caer la cabeza otra vez—. Sólo yo
puedo leerla, pero creo que ella podría recibir mi mensaje si se concentra lo
suficientemente. Sólo tiene que saber hacerlo.

Karina movía sus brazos y piernas tanto como podía dentro del maletero del coche,
sólo para comprobar cuánto podía maniobrar. El efecto de la droga se estaba
desvaneciendo, pero todavía se sentía aletargada y demasiado débil. Gary
aparentemente había juzgado mal su peso y no le había dado lo suficiente.

Tenía más peso del que aparentaba debido a su masa muscular, y dado que no era
corpulenta como un fisicoculturista, eso no era algo obvio. Al menos tenía esto a
su favor.

¿Qué más tenía?

Podría luchar, pero todavía se sentía demasiado drogada. Tenía de su lado el


elemento sorpresa, ¿pero de qué le servía eso sin un arma?

También estaba Delacroix.

Él había dicho que podía leerla, que tenía una conexión con ella. ¿Pero qué
significaba eso exactamente? ¿Hasta dónde llegaría esa conexión? Nunca había
trabajado con un psíquico licenciado, por lo que no tenía idea de lo que serían
capaces de hacer.

Si pensara en algo con la suficiente concentración, ¿podría él oírlo? Debería ser


simple. Algo corto.

El coche se detuvo, y Karina se acomodó para evitar rodar en contra del asiento
trasero. Cada segundo que pasaba la hacía sentirse un poco más fuerte, pero no lo
suficiente todavía. Por ahora fingiría que seguía drogada y débil. Con un poco de
suerte, su momento perfecto llegaría.

Oyó el ruido de los pasos del hombre afuera cuando caminó alrededor del coche.
Nunca oyó cerrarse la puerta, ¿todavía estaría abierta? ¿Sería sólo una parada
temporal?

El maletero se abrió de pronto y ella entrecerró los ojos para mirar la luz de la
calle apenas por encima del hombro de Gary.

—Estamos en casa —murmuró él, entonces se inclinó adentro para sacarla del
maletero.

Kay dejó que sus piernas parecieran flácidas cuando sus pies aterrizaron contra el
suelo. Con un gruñido de frustración, él la levantó sobre su hombro otra vez y
comenzó a atravesar, lo que Karina ahora sabía, era un parque de estacionamiento.

Uno vacío.

Miró alrededor tanto como pudo. Un lago. Un puerto deportivo vacío. Vacío a
excepción de una pequeña casa flotante. ¿A qué distancia del club estarían? No
recordaba haber pasado junto a este lago de camino allí, por lo que debía de estar
más alejado de Atlanta que lo que estaba el club. ¿Delacroix estaría al tanto de un
puerto deportivo abandonado? ¿Sería capaz de oírla?

Era su única posibilidad.

Cerrando los ojos, se concentró tanto como pudo. Por favor escúchame, Delacroix.
Eres mi única oportunidad.

—El puerto deportivo abandonado —murmuró Delacroix.

Brayden y Josh lo miraron al mismo tiempo.

—¿Qué? —Preguntó Brayden.

Delacroix disparó una media sonrisa.

—Ella lo hizo. El puerto deportivo abandonado apareció dentro de mi cabeza.

—¿Cómo está ella? —Preguntó Brayden—. ¿Está bien?

Delacroix asintió con la cabeza mientras se ponía de pie.

—Lo que sea que le suministró está comenzando a desvanecerse, pero tengo la
sensación de que se nos está acabando el tiempo. El puerto deportivo —repitió—.
Hubo una expansión no muy lejos de aquí. Construyeron un puerto deportivo debido a
eso, pero cuando la crisis de viviendas pasó, el constructor perdió todo. Está
comprometido por la ejecución hipotecaria desde entonces y todo sigue completamente
en el limbo.

—¿Podría ella estar refiriéndose a ese puerto deportivo? —preguntó Brayden, ansioso
por salir hacia allí—. ¿Dónde queda?

—Si está llevándola a un bote, es posible que no se aloje en ese puerto —reflexionó
Josh.
—Estoy de acuerdo —respondió Delacroix con un suspiro—. Enviemos al helicóptero de
allí afuera. Conseguiremos una vista panorámica. La construcción está a unos
veinticinco, tal vez treinta, kilómetros por esta ruta. Rarity Bay, creo que se
llama. Les dije que se mantuvieran lejos, pero nos avisan si llega algún bote y si
ese bote abandona el puerto. No queremos que el helicóptero los ahuyente, pero lo
quiero lo suficientemente cerca como para que si se van, podamos saberlo.

Josh asintió con la cabeza mientras sacaba su teléfono para hacer la llamada.

Capítulo 31

Karina gruñó cuando la dejó caer inesperadamente sobre una ancha mesa. Sus huesos
ya dolían por la caída a través del tubo de la lavandería. Esto sólo añadía otras
magulladuras a las que estaba segura que ya habían comenzado a formarse. Los
moratones eran mejor que las puñaladas o… Dios la ayudara, los latigazos.

Se permitió volverse laxa mientras observaba cuidadosamente como Gary se encaminaba


hacia los gabinetes para comenzar a recoger suministros: floggers, una ganzúa, un
cuchillo dentado. Karina tragó cuando unas imágenes amenazadoras se le vinieron a
la mente. ¿Pensaba usar eso con ella? Por supuesto que sí. Eso y probablemente
mucho más.

Mientras Gary estaba de espaldas, su mirada hizo un recorrido alrededor del pequeño
bote. Allí tendría que haber algo que pudiera usar como arma. Junto a la pared más
alejada había un tubo de metal apoyando contra el panel de madera. Eso funcionaría
perfectamente, ¿pero sería lo suficientemente rápida como para llegar a él?

Acomodó su postura y el cuarto giró dejándola con un precario equilibrio. Las


náuseas le revolvieron el estómago, y respingó. Ahora no sería el mejor momento
para vomitar.

—¿Qué quieres conmigo? —murmuró ella, desesperada por comprar un poco de tiempo.

—Quiero terminar lo que comenzamos, Karina.

—¿Pero por qué? ¿Qué te hice? —le preguntó.

—Me cabreaste —le informó, con indiferencia. Él hablaba como si no tuviera una sola
preocupación en el mundo.

—No entiendo —dijo ella—. Eres un sumiso.

Se acomodó otra vez, rodando lentamente sobre su lado. Él la miró por encima de su
hombro y frunció el ceño.

—Gary es el sumiso. Yo no soy Gary.

Ella se congeló.

—¿Entonces quién eres?

Volvió a colocarse de espaldas a ella otra vez y comenzó a pasar un trapo sobre una
larga cuchilla dentada.
—Quién soy no tiene ninguna importancia para ti.

Karina lentamente se incorporó.

—¿No crees que merezco saberlo?

Él se volvió tan rápidamente que Karina apenas tuvo tiempo de prepararse antes de
la bofetada que le cruzó la cara. Las luces parpadearon detrás de sus ojos y ella
pestañeó, obligando al dolor a permanecer en la parte trasera de su mente. Los
recuerdos de la aquella vez cuando la había secuestrado brotaron en tropel,
haciéndola quedarse sin aliento. La sangre comenzó a manar de su labio, y el sabor
metálico le llenó la boca, provocándole arcadas. Usó la yema del pulgar para
limpiarse mientras miraba furiosa a Gary a través de sus pestañas.

—No te mereces nada, puta estúpida —gruñó—. No eres mejor que ninguna de las otras.
En realidad, eres peor.

Volvió a darle la espalda, y Karina frunció el ceño. ¿Por qué no la había atado?
¿Creía que todavía estaba débil e incapaz de defenderse? Dejó a sus pies caer al
piso lentamente. La dura y fría madera la hizo estremecerse. Aparentemente, le
había quitado los zapatos antes en el club.

Avanzó sigilosamente por un lado, combatiendo una ola de mareo que amenazaba con
enviarla de cara al piso. Tenía que llegar a ese tubo. Dio dos pasos más alejándose
de la mesa antes de sentir un punzante dolor penetrándola en el muslo. Gritó y cayó
al piso sobre sus manos. Bajando la vista, miró conmocionada el cuchillo
sobresaliendo por un lado de su pierna. La sangre salía a borbotones de la herida,
mientras un ardiente dolor palpitaba a lo largo de todo su lado derecho.

—¿Dónde piensas que vas, perra? —chasqueó.

Delacroix se cayó al piso y gruñó de dolor.

—Hijo de puta —gruñó.

Brayden se agachó para ofrecerle la mano, pero Delacroix sacudió la cabeza.

—Necesito un minuto.

—¿Qué pasó? —Preguntó Brayden.

—No estoy seguro, pero creo que lastimó a Karina en la pierna.

Brayden maldijo y se enderezó. Con las manos en las caderas, levantó la vista al
techo con una impotente frustración. ¿Qué le estaba haciendo este tipo a Karina?
¿Sobrevivía o el delincuente la asesinaría antes de que lograran llegar allí?

Miró furioso a Josh.

—Necesitamos ponernos en camino. Ahora.

Josh asintió con la cabeza y tomó las llaves del escritorio de Delacroix.

—Estamos llevándonos tu Escalade.


—Lo que necesiten —murmuró Delacroix, mientras se aferraba al borde del escritorio
para incorporarse.

Con un siseo, cojeó detrás de Josh cuando se encaminó hacia la puerta de la


oficina. Brayden se acercó y agarró la mano de Delacroix. Con una mirada compasiva,
envolvió el brazo alrededor del hombro de Delacroix y lo ayudó a atravesar el
pasillo.

—¿Puedes bloquear esto? —Le consultó Brayden, aunque verdaderamente no estaba


seguro de querer que Delacroix lo hiciera.

Todos ellos necesitaban saber lo que estaba sucediendo con Karina, y Delacroix era
el único enlace. Desafortunadamente, si las cosas se ponían feas para ella, también
lo harían para Delacroix.

—Puedo, pero no estoy seguro de que sea lo más adecuado.

—¿Con qué frecuencia tienes esta clase de conexión? —Preguntó Brayden.

—A este extremo, no tan a menudo. Es extraño cómo se producen.

—Son aleatorias —dijo Brayden.

Delacroix lo miró con preocupación.

—Sí. Y pueden terminar tan rápidamente como se presentan.

Brayden inclinó la cabeza con comprensión. Delacroix estaba tan preocupado por
perder repentinamente la conexión como lo estaba Brayden.

Karina tenía que hacer algo. Ahora. Ya no podía esperar más. Cuanto más la
lastimara, más difícil sería luchar contra él. Ya estaba luchando contra el mareo y
las náuseas, y ahora contra la puñalada en su pierna y su labio palpitante.

Dio un paso atrás ligeramente cuando Gary se impulsó hacia adelante para asir la
agarradera del cuchillo. Tiró de él con rudeza, desgarrándole la carne mientras
quitaba la hoja de su pierna.

Karina intentó no gritar, pero el dolor era demasiado. La sangre fresca volvió a
manar de la herida y colocó una temblorosa mano sobre la incisión en un intento de
detener el flujo. La única buena cosa de todo esto era que el flujo salía con
demasiada lentitud como para que cuchillo hubiera llegado a la arteria.

Apuntó con la punta de la hoja en dirección a su nariz y gruñó:

—Muévete otra vez. Te lo suplico.

Karina se congeló y observó a Gary con cautela. El hombre estaba loco. Lo podía ver
en sus ojos. ¿Qué le había ocurrido? ¿Qué lo hizo llegar a este estado? ¿Por qué
las sumisas?

Él inclinó la cabeza mientras volvía atrás lentamente y regresó a su trabajo en la


mesa.

—¿Por qué las sumisas? —preguntó ella.


—¿Por qué no las sumisas? —respondió él, sin mirarla.

Karina frunció el ceño. Probablemente nunca obtendría una respuesta directa de él.
¿Debería intentarlo? Quería hacerlo. Necesitaba saber por qué.

El zumbido de un helicóptero pudo oírse a lo lejos y su estómago experimentó un


vuelco de excitación. ¿Sería casualidad o Delacroix estaría enviándole un mensaje?

Gary aparentemente lo había oído también. Inclinó la cabeza a un lado, escuchando.


Miró por la ventana hacia el cielo, pero pareció quedar satisfecho ya sea por haber
visto o no algo, entonces regresó a su tarea manual… preparando sus ataduras.

Karina examinó su pierna intentando moverla. Apenas un centímetro o así de


movimiento le disparó un punzante dolor por toda la pierna y respingó. Tenía que
esforzarse para luchar contra esto. De otra manera, ¿cuál era su alternativa?

Brayden iba sentado en la parte trasera con Delacroix, mientras Josh aceleraba por
la carretera en dirección al puerto deportivo abandonado. Delacroix se aferró a la
parte trasera del asiento clavando los ojos en el cuero oscuro.

—¿Qué? —Preguntó Brayden—. ¿Más dolor?

—Está tratando de moverse.

—Nathan, necesitas romper esa conexión —le ordenó Josh quien lo observaba
periódicamente a través del espejo retrovisor—. El piloto vio a un coche
estacionado en la marina así como también una pequeña casa flotante. Es probable
que se trate de ellos. No necesitas mantener esta conexión.

—¿Y si no lo son? —Discutió—. Necesito quedarme con ella si esperamos encontrarla.


Si rompo el contacto, no sé si lo podré recuperar.

—Maldición. ¡Vas a sentir todo lo que ella siente!

Delacroix sacudió la cabeza.

—Puedo manejarlo.

—¿Y si ella muere mientras estás conectado? —preguntó Brayden.

—No lo sé —murmuró Delacroix, manteniendo la mirada fija en el asiento.

Karina miró el tubo de metal. Dos metros. Eso es todo lo que necesitaba moverse.
También sabía que con el dolor en su pierna, dos metros se sentirían como un
kilómetro. Apretando los dientes, echó un último vistazo a Gary y silenciosamente
bajó sobre sus pies, usando en su mayor parte la pierna buena. Apoyó el dedo del
pie de su pierna herida contra el piso y contuvo el aliento cuando un ardiente
dolor se extendió por toda su pantorrilla y su muslo.

Si su tío SEAL pudo llegar por sí mismo al refugio cuando había recibido un disparo
en la pierna durante una misión en Irán, ella podría desplazarse dos puñeteros
metros.

Pero su tío había tenido medicinas para el dolor y compañeros para que lo ayudaran.
Ella sólo se tenía a sí misma.
Con todo su cuerpo estremeciéndose, llegó hasta el tubo sólo para ser empujada
contra la pared por un repentino y casi debilitante dolor de un cuchillo penetrando
por su espalda.

Karina gritó y se apoyó contra el frío revestimiento. Sus dedos temblaban mucho
cuando intentó estirar la mano detrás de ella para llegar al puñal. Estaba
demasiado lejos, justo encima y a la izquierda de su omoplato.

Renunciando poder llegar al mango, dejó caer la mano apoyando la mejilla contra la
pared. Cada aliento dolía, y cada latido de su corazón enviaba una corriente de
dolor por todo su torso.

—¿Qué te dije, perra estúpida? —le gritó a sólo unos centímetros de distancia—.
Debería haber atado tu lamentable culo cuando llegamos aquí. Ahora vas a obligarme
a matarte antes de que incluso hayamos tenido posibilidad de jugar.

Las puntas de los dedos de Kay rozaron contra el dentado borde del tubo de metal.
Bajó la mirada sobre él, notando la sangre seca. El hombre había usado esa cosa con
otras mujeres. Era hora de que él consiguiera probar un poco de su propia medicina.

Envolvió los dedos alrededor del tubo, reforzando su determinación. Ésta era su
única oportunidad. Sólo le quedaba la energía suficiente para este único intento.

Él comenzó a moverse hacia ella y Karina se preparó para soportar el dolor. Con un
gruñido, levantó el tubo y lo balanceó con toda la fuerza que pudo reunir,
alcanzando a Gary en mitad de su rostro. La sangre le salpicó sobre su mejilla y
ella volteó la cabeza para evitar que le llegase a los ojos.

Gary gritó y se cubrió la mejilla con la mano. Maldiciendo, se encorvó hacia


adelante, y entonces se incorporó con un rugido. No había sido suficiente. Él se
recuperó demasiado rápidamente y la golpeó en la cara con el dorso de la mano,
haciéndola caer de rodillas. Con los dedos envueltos todavía alrededor del tubo,
Karina levantó la vista sobre él. La furia irradiaba de sus ojos y podría jurar
haber visto la muerte. Su muerte.

Un profundo corte corría desde la comisura de uno de sus hinchados ojos hasta la
mandíbula de Gary, haciendo respingar a Karina. La mataría ahora, no le quedaba
ninguna duda. Lo tenía escrito en su rostro.

Capítulo 32

Brayden oyó a Delacroix jadear y a su respiración volverse superficial. Lo estaba


matando saber que Karina estaba siendo herida y no poder hacer nada sobre eso.

Finalmente la había encontrado, finalmente había conseguido a la mujer que había


admirado de lejos durante años. Perderla ahora estaría sencillamente mal.

—Brayden —dijo Delacroix casi sin aire—. Ella va a necesitar una ambulancia. Un
helicóptero. Dile a Josh que lo tenga preparado para moverse. Va a estar en estado
crítico.

A Brayden se le oprimió el estómago.


—¿Cómo es de malo?

Delacroix tragó cuando el Escalade tomó una curva cerrada a la derecha, obligando a
ambos a sostenerse.

—Es malo.

Brayden reprodujo la información para Josh mientras aceleraban por la oscura


carretera que conducía al puerto deportivo. Las luces de la calle en la abandonada
ribera del lago, estaban apagadas, pero había luna suficiente para iluminar el
camino y dejarles ver el parque de estacionamiento y el pequeño bote amarrado al
muelle a lo lejos.

El miedo oprimía el pecho de Brayden. ¿Y si llegaran demasiado tarde?

A ella le quedaba una única oportunidad, pero no estaba segura de reunir la energía
necesaria para aprovecharla. La debilidad estaba abriéndose paso demasiado rápido.
Había perdido demasiada sangre, sin mencionar el cuchillo que todavía tenía clavado
en la espalda, haciendo que cada vez que se movía, la hoja cortara un poco más en
su interior.

Tenía que hacer esto, sin embargo. Quería ver a Brayden otra vez. No sólo verlo.
Quería someterse a él. Era algo incomprensible que, después de todo lo que había
pasado, quisiera que él continuara dominándola. Pero todo lo que él había hecho la
hizo sentirse bien. No estaba lista para renunciar a eso todavía. No estaba lista
para morir sin decirle que estaba enamorada de él.

Manteniendo a Brayden en su mente, usó cada pellizco de fuerza que le quedaba para
empujar el extremo dentado del tubo dentro de la parte baja del estómago de Gary.
El tiempo parecía moverse en cámara lenta cuando el metal atravesó sus jeans y la
firmeza de su piel. La sangre se deslizaba hacia abajo por el tubo, recubriéndole
las manos a medida que ella continuaba presionando hacia arriba, empujando el tubo
a través del pecho del hombre.

Gary farfullaba y jadeaba en busca de aire. Sus ojos se agrandaron como platos, y
abría y cerraba la boca a medida que el color se iba drenando de su cara y la luz
de sus ojos perdía intensidad. Ella nunca había observado a alguien morir de esa
manera y sintió un momento de repulsión por lo que había hecho.

Gary comenzó a caer hacia adelante, pero Karina no tenía fuerzas para empujar su
peso corporal hacia atrás. Soltó el agarre que tenía sobre el tubo y cayó de lado
mientras Gary se desplomaba atravesado sobre sus piernas. Gritó cuando su peso
aterrizó encima de su muslo lastimado antes de que él rodara sobre un lado para
clavar sus ojos sin vida fijamente en ella.

Movió la boca, y Karina contuvo el aliento. Parecía como si quisiera decirle algo,
pero él se congeló con su boca medio abierta y los ojos clavados en los suyos.

Ella soltó el aliento que había estado conteniendo. Se atragantó con un sollozo,
entonces se echó a llorar en serio cuando la adrenalina se desvaneció y el dolor se
volvió insoportable. Cerrando sus ojos llenos de lágrima, voluntariamente de dejó
caer dentro de la oscuridad que la abrazaba.

Brayden se lanzó de cabeza a través de la puerta de cristales corredizos de la casa


flotante. Con ambas manos levantadas, sostenía la linterna hacia adelante, con la
esperanza de cegar momentáneamente a quién estuviera esperando para atacar. Josh y
Delacroix estaban justo detrás de él.

Divisó a Karina y al asesino, ambos sobre el piso, frente a frente, pero en


extremos opuestos. Los dos estaban cubiertos de sangre. El olor a orina y a heces
contaminaba por completo el aire. Un cuchillo permanecía incrustado en la espalda
de Karina. Se le hundió el corazón al verla tan inmóvil y tan pálida.

—Karina —gritó, lanzándose hacia adelante.

Le dio una patada al delincuente en la espalda. Estaba obviamente muerto. Sin


volverse para mirarlo dos veces, se arrodilló junto a Karina.

—¿Ella está bien? —preguntó Delacroix, mientras hacía rodar el cadáver del hombre
sobre su espalda. Había perdido la conexión al segundo en que Karina perdió el
conocimiento.

—No estoy seguro, todavía. Aún está respirando, al menos.

—Mierda —murmuró Delacroix.

—¿Qué? —preguntó Josh mientras caminaba alrededor, examinando el resto del bote.

Afuera, las aspas del helicóptero comenzaron a traquetear las ventanas mientras
aterrizaba en el parque del estacionamiento.

—Es Gary —contestó Delacroix.

Brayden los ignoró y se concentró en intentar obligar a Karina a despertarse.

—Ey, Karina —le dijo, sacudiéndola suavemente.

Movió la mirada hacia abajo, examinando rápidamente la herida en su muslo. La


sangre fresca seguía manando por lo que aplanó la palma encima para detener el
flujo. Cuando ella no se movió, su estómago dio un vuelco.

—Karina, por favor —susurró—. Abre los ojos y mírame, gatita.

—Brayden —dijo Delacroix con su habitual tono dominante—. Muévete, así los
paramédicos pueden llegar a ella.

Él sacudió la cabeza, al principio no queriendo apartarse de su lado.

—Karina —repitió una vez más.

Alguien lo tocó en el hombro y levantó la vista para ver a un paramédico ansioso


porque él se moviera.

—Señor, necesitamos que se mueva a un lado.

Brayden se puso de pie para hacerse a un lado, observando con un miedo desgarrador
mientras examinaban el cuchillo que ella tenía en la espalda y determinaban la
mejor forma de colocarla sobre la camilla. No quisieron quitarlo sin estar seguros
del tamaño de la hoja y del daño que había provocado en su interior.

—Examinaremos los signos vitales en el aire —dijo uno de ellos, mientras se


apresuraban a sacarla por la puerta y a atravesar el muelle.

Brayden salió corriendo tras ellos, pero Delacroix lo agarró de un brazo para
detenerlo.

—No habrá lugar allí para ti, Brayden. Tenemos otro helicóptero llegando. Nos
llevarán al hospital. Será más rápido que intentar llegar en el coche.

—¿Sabes dónde la llevan? —Le preguntó.

Delacroix asintió con la cabeza.

Dos días después.

Karina respingó al sentir el dolor en su espalda cuando intentó ajustar su posición


en la cama del hospital. Estaba lista para irse de aquí. Supuestamente, eso ocurría
un poco más tarde en el día de hoy… Si tenía suerte.

Delacroix se lanzó hacia adelante para tomar una almohada de la cama junto a la de
ella.

—Aquí —le dijo—. Trata de acomodar ésta en la parte baja de tu espalda. Tal vez
evite que la parte superior golpee contra el colchón.

Ella se inclinó hacia adelante, dejándolo añadir la almohada, y entonces se


recostó. Con un suspiro, asintió con la cabeza y sonrió.

—Gracias. Eso ayuda.

Lo miró cuando él se movió para tomar asiento en la otra cama.

—¿Nosotros todavía estamos…?

—¿Conectados? —Terminó él por ella después de una breve pausa.

Ella sonrió.

—Sí.

—No. Una vez que perdiste el conocimiento en el bote, la conexión se cortó. —Él se
encogió de hombros—. Es cómo ocurre a veces.

—No puedo creer que de verdad me hayas oído.

—No te oí, exactamente. Fue más como… ¿viste cuándo estás tratando de pensar en una
palabra, pero no puedes, y entonces repentinamente aparece dentro de tu cabeza?

Ella asintió con la cabeza.

—Es algo así.

—Interesante —respondió Karina.

—¿Ya le has dicho a Brayden que estás enamorada de él? —le preguntó.

La diversión brilló en los ojos de Nathan al ver la mirada aturdida de Karina.

—Estábamos conectados, ¿recuerdas?


Su boca formó una silenciosa O.

—No, todavía no —suspiró—. No hemos estado solos realmente. Siempre hay alguien
cerca o alguna enfermera interrumpiendo. Él no ha dicho nada, tampoco.

—Oh, confía en mí. Estoy seguro de que es por las mismas razones que acabas de
mencionar.

Ella bajó la vista a sus manos.

—Tal vez.

—Ningún tal vez —dijo Delacroix mientras se ponía de pie para caminar hasta el pie
de su cama. Sonrió y tiró de uno de sus dedos a través de la sábana, haciéndola
sonreír—. Habla con él, Karina. No sigas esperando. Verte tirada en el piso de ese
bote lo desgarró por dentro. Él te ama. No tengo ninguna duda de eso. —La apuntó
con un dedo, disparándole su mejor y más temible mirada de Dom. Karina tuvo que
luchar para contener una sonrisa—. No me hagas usar mi látigo contigo.

—Sí, Amo Delacroix —murmuró, pero podía decir por la divertida expresión en el
rostro de Delacroix que él no creyó su sumisión ni por un segundo.

Delacroix bufó.

—Mujer, estás más llena de mierda que una letrina.

Karina se rio, y entonces gimió cuando la sacudida de su pecho tiró de sus


puntadas.

—Maldita sea. No me hagas reír.

Brayden entró en el cuarto sujetando una bolsa de comida china. Ella sonrió y
tendió las manos.

—Oh, Dios. Gracias, gracias. Juro que si tenía que comer esa sopa aguada del
hospital un día más, iba a empezar a gritar.

Con una risa ahogada, Delacroix golpeó a Brayden en el hombro mientras se


encaminaba hacia la puerta.

—Es toda tuya, Amo Brayden.

Los labios de Brayden se levantaron por un lado.

—¿Lo eres? —Le preguntó, mirándola fijamente a los ojos.

Karina bajó los brazos sintiendo a su corazón saltar dentro de su pecho. Había
estado intentando durante los últimos dos días encontrar el modo de decírselo.
¿Sería tan simple como decir sencillamente sí?

—¿Puedes ser una sub de verdad, Karina?

Ella tragó asintiendo lentamente con la cabeza. Podría. Confiaba en él con su vida,
con su corazón y con su alma. Nunca imaginó que alguna vez confiaría en alguien lo
suficiente, pero con Brayden había sido tan fácil. Tan correcto.

Él se acercó para sentarse a un lado de la cama. Apoyó la bolsa en su regazo y la


aferró de la barbilla, obligándola a encontrarse con su mirada.
—Pude haberte compartido una vez, pero no sucederá otra vez. Te amo, Karina.
¿Confías en mí lo suficiente como para ser mía?

Una sola lágrima se escapó de la comisura de su ojo.

—Sí —susurró—. Confío en ti lo suficiente. Y te amo, también.

Con una sonrisa, él se inclinó hacia adelante y captó sus labios en un beso que
estuvo cerca de dejarla sin aliento. Lo sintió diferente… más dulce. Era un beso
lleno de promesas. Un beso que tenía la intención de sellar sus destinos.

Él se apartó y usó la yema del pulgar para enjugar su lágrima.

—Seré paciente contigo por un tiempo —le dijo con una expresión reflexiva, pero
ella podía ver la picardía en su mirada, un brillo travieso—. Pero al segundo en
que te den el alta, tú y yo nos vamos a Fiji.

Karina sonrió, sorprendida de que él lo recordara. Brayden tomó su mano en la suya


y deslizó el anillo de su madre nuevamente en su dedo.

—Parece que nunca tenemos un rato a solas, así que quiero hacer esto rápido antes
de que alguien aparezca.

El corazón de Karina se saltó un latido cuando deslizó el anillo en el lugar y pasó


el pulgar sobre él. Su toque era firme, pero suave, haciendo que pequeñas
cosquillas de excitación se dispararan hacia arriba de su columna vertebral.

—Le pertenece a tu dedo, Kay —susurró—. Levantó la mirada nuevamente a la de ella—.


Lo prometo. Nunca te lastimaré ni haré nada para perder tu confianza.

Ella sabía que él no lo haría. Jamás.

—¿Te casarás conmigo, Kay?

Ella dejó salir un tembloroso aliento que ni siquiera se había dado cuenta de estar
conteniendo. ¿Casarme con él? Sí. Mil veces sí.

—Sí, Amo —respondió ella, esta vez sintiéndose feliz de decirlo.

FIN

Créditos

Traducido por Paz

Corregido por Paz


Lectura final Merche

* * *

Notas

[1] NCIS (Naval Criminal Investigative Service): Servicio de Investigación Criminal


Naval. Es la principal vía de seguridad contra el espionaje y en la lucha contra el
terrorismo.

[2] Learjet es una compañía con sede en Wichita, Kansas, que produce jets de
negocios para uso civil y militar.

[3] El Pimm´s Cup es todo un clásico de la coctelería inglesa, una bebida a base de
ginebra suave y frutas especiadas, a la que se añade limonada.

[4] “I Dream of Jeannie” en el original, conocido en español como “Mi bella genio”,
es una serie de televisión estadounidense que consta de cinco temporadas.

[5] CSI, criminalística (Crime scene investigation en inglés).

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