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Karina no está exactamente contenta con su nuevo rol como sumisa, pero el sexy
Brayden sabe exactamente qué hacer para cambiar su personalidad habitualmente
dominante en una dulce sumisa. Su naturaleza descarada excita a Brayden y al mismo
tiempo atrae al asesino serial.
Capítulo 01
Karina se sentó en el oscuro rincón de su club de BDSM preferido. Pasó los dedos
distraídamente por el pelo de uno de sus muchos sumisos, Ben, cuando se arrodilló
en el piso a sus pies. Sabía que él se sentía desencantado por su falta de ganas
para jugar, pero se había quedado a su lado de todos modos.
Su corazón no estaba en esto esta noche, ni lo había estado desde hacía un tiempo.
Para ser sincera, probablemente debería quedarse en casa, pero la idea de sentarse
frente a la televisión no la atraía, tampoco. Tanto como odiaba admitirlo, tal vez
ser una Domme no era lo mejor para ella. Pero de no ser esto, ¿entonces qué era?
—¿Ama Kay?
Bajó la vista sobre Ben y le alisó hacia atrás un mechón de pelo que había caído
por su frente. Él tenía unos bonitos ojos marrón oscuro y un cuerpo que haría
jadear a cualquier mujer, pero… su sumisión no la excitaba. No como debería
hacerlo. ¿Qué hacía una Domme cuándo dominar a los hombres ya no funcionaba más?
—Estoy bien, Ben. Sólo cansada, creo. Tuve un día difícil hoy.
Esa no era una completa mentira. Todavía le dolía un poco el brazo de cuándo lo
había usado para frenar al sospechoso que había estado persiguiendo. Se inclinó
hacia adelante y puso un dedo debajo de su barbilla, levantándole el rostro. Le dio
un suave beso en sus labios y suspiró.
—No, cariño. Sólo que tengo mucho en mente, y me temo que no soy muy buena para ti
por el momento.
El sub asintió con la cabeza y se incorporó a sus pies. La mirada femenina se posó
en sus abdominales y en la gruesa polla que podía ver detrás del taparrabos que
llevaba esta noche. Sonrió ante su vestimenta. Se parecía a un hombre de las
cavernas con ese cuerpo y el desgreñado corte de pelo.
Sonó su teléfono y lo sacó del bolsillo, pensando que podría ser trabajo.
Inmediatamente al ver la dirección de Skype sonrió.
—Caliente —su amiga, la teniente de la Armada Shandra Sims, respondió con una
sonrisa, una mirada risueña en sus ojos color avellana.
Shandra era una de esas bonitas mujeres de estilo porrista, con un largo cabello
rubio suavemente rizado, un rostro que a Karina le recordaba a una muñeca de
porcelana, y una risa que nunca fallaba en llamar la atención.
—Bien —dijo Karina mientras giraba el teléfono, haciendo que su amiga viera la
abarrotada pista de baile—. Como puedes ver, está animado como siempre.
—Chica, el jefe Dom te patearía el culo si te viera hacer eso —exclamó Shandra con
una sonrisa.
—No diré nada, ni tú tampoco. ¿Qué tienes planeado para esta noche mientras estés
de vacaciones?
—Voy a volver a este nuevo club de BDSM que visité anoche. Guau, Kay. Deberías ver
este lugar.
—¿Sí?
—Es de muchísima categoría, muy exclusivo, aunque probablemente tenga más de mil
integrantes.
—Ah —dijo Karina con aprobación—. ¿Algunos Doms que valgan la pena?
—Oh, sí —respondió Shandra con una sonrisa—. Hay uno en particular que estoy
esperando encontrar esta noche.
Karina parecía no poder sacudirse la preocupación que se abrió paso por sus
intestinos. Los nuevos clubes eran geniales, pero Shandra necesitaba ir con
cautela.
—Recuerda ser precavida, Shandra —le aconsejó—. Y no te vayas a casa con él.
—Y tú no te preocupas lo suficiente.
—Envíame un texto más tarde para avisarme que llegaste bien a casa. No importa la
hora, ¿entendido? —ordenó Karina firmemente.
Shandra cortó la llamada. Karina bajó el teléfono, preguntándose por qué parecía no
poder quitarse el repentino mal presentimiento que se había instalado en su
estómago.
Brayden Samuel se reclinó en los cojines del sofá y apoyó los pies en la mesita de
café. Levantando la cerveza a sus labios, observaba silenciosamente a Karina
pasearse alrededor del club. Ocasionalmente, alguna escena le llamaba la atención y
ella se paraba a observar por algunos minutos, entonces continuaba con su lento
paseo.
Recorrió con la mirada sus curvas perfectas, deteniéndose para admirar el escote
que se desparramaba por fuera de su chaleco de cuero antes de viajar más abajo para
admirar sus curvilíneas caderas. La mujer tenía lo que Brayden consideraba un
cuerpo perfecto, todo envuelto en un paquete de un metro sesenta y cinco de alto.
Pechos de talla 95, caderas llenas y cintura estrecha. Tenía un verdadero cuerpo de
guitarra.
Le encantaba cómo caminaba con esos tacones de aguja de diez centímetros, de forma
casual, como si tuviera todo el tiempo del mundo, bamboleando las caderas
deliciosamente. Había pasado muchas noches fantaseando con esta fogosa mujer
cayendo en sus manos… esos bellos ojos azul-verdosos apremiados por el deseo. Nunca
había intentado dominar a una Domme, pero por ella, con toda seguridad que haría el
intento.
Le gustaría enterrar los dedos en todo ese pesado cabello rubio rojizo. En este
momento lo llevaba hacia un lado en una trenza suelta. El extremo colgaba muy cerca
de su pezón. Si fuera su sumisa, siempre la haría usar su pelo suelto para poder
jugar con él.
Brayden observó a Karina detenerse frente a una de las escenas de flogging que se
desarrollaba contra la pared más alejada. Ella se apoyó en el respaldo del sofá y
se quedó observando, su frente con el ceño fruncido. Le pareció verla algo
indecisa, ligeramente confundida. Triste. Se preguntó qué había puesto a Karina tan
triste.
—¿A quién observamos tan atentamente? —El Amo Joe le preguntó mientras se dejaba
caer al lado de Brayden en el sofá.
—A la Ama Kay.
—Parece un poco desanimada últimamente. ¿Lo has notado? —Le preguntó Joe.
—Sí, así es. También he notado que no se ha corrido por un tiempo, al menos en este
lugar de cualquier manera. Castiga y recompensa a sus sumisos, pero nunca hace que
ellos la satisfagan. Y es una lástima. Siempre me gustó observar a la Ama Kay
cuando se corre.
Joe se rio.
—A ti y a cada otro Dom de este lugar. La mujer es un bombón, pero hasta donde sé,
no se lleva sumisos a casa. Nunca.
Él había llevado subs a casa antes, pero nada serio había salido de eso. Brayden
trabajaba mucho, incluso a veces de encubierto. No era exactamente el tipo de
ambiente correcto para una relación seria. Se preguntó si ese fuera el problema de
Karina, también. Por lo que sabía de ella en el trabajo, era una buena
investigadora con un increíble talento natural para descifrar cuando alguien estaba
mintiendo. La mujer podía leer a la gente excepcionalmente bien, pero bueno, la
mayoría de los Doms podían hacerlo.
—Vuelvo enseguida.
Capítulo 02
Se había esforzado mucho para olvidarlo, para mantenerlo dormido en su mente, pero
a veces, especialmente cuando se sentía estresada, algo disparaba un recuerdo. Le
gustaría poder ser como otras mujeres y no recordar nada de eso.
Desafortunadamente, lo recordaba todo, cada puñetero y doloroso segundo de aquello.
La única cosa que no podía recordar era a su agresor.
Se sobresaltó al oír el sonido de la voz del Amo Brayden tan cerca de ella. Se
volvió para mirarlo, entonces se quedó sin habla al ver la intensa mirada en esos
bellos ojos celestes del hombre. Tragó, tomándose un segundo para tranquilizarse.
Los labios de Brayden hicieron una mueca ante su comentario burlón. A menudo se
pinchaban uno al otro con esto. Ella lo disfrutaba… la mayoría de las veces. Esta
noche, por alguna razón, se sentía vulnerable, y más de una vez había pensado en
gatear sobre el regazo del Dom en busca de un poco de consuelo.
Brayden era bueno con las subs. Se comportaba realmente bien con las que eran
nuevas o estaban asustadas. El hombre tenía la paciencia de Job, los ojos de un
ángel, el cuerpo de Adonis, y la ladina sonrisa de Satanás por sí mismo. Era
realmente una combinación intoxicante. Pero después de lo sucedido diez años atrás,
Karina nunca podría dejarse atar y controlar, lo que dejaba a este Dom fuera de
juego.
—Qué chistosa —dijo Brayden con esa voz profunda y sexy que disparaba hormigueos
escalando por la columna vertebral de Karina—. Estaba pensando en que esta noche
sería una buena ocasión para intentar dar vuelta a una Domme. ¿Interesada?
Karina bufó.
—Tendría sexo contigo, Brayden… si me dejaras atarte primero.
Él sonrió.
—¿Celoso?
—Nah, yo no siento celos. Sólo disfruto al observar cuando te corres, cosa que no
he visto últimamente —respondió, observándola atentamente.
Ella bufó.
—No me observas todo el tiempo, Brayden. ¿Cómo sabes lo que hago cuando te vas con
una de tus subs?
Su intensa mirada se volvió demasiado, por lo que ella apartó la vista y comenzó a
observar a la pareja otra vez. Brayden le hacía sentir como que podría mirar a
través de su alma, y la sensación le provocó el deseo poco frecuente de vomitarlo
todo.
El Dom de la escena realizaba sexo oral, su rostro enterrado entre los muslos de la
sub, mientras la mujer se retorcía tanto que el Dom apenas podía mantener su boca
sobre ella. Karina frunció el ceño. No la tenía atada como para inmovilizarla. Ella
tenía demasiada libertad de movimiento.
Karina estuvo muy cerca de contarle lo que estaba mal. Como Dom, tal vez la
entendería. Quizás incluso había pasado por eso él también. A ella, dominar no la
hacía sentirse bien. Le faltaba algo y la dejaba sintiéndose fría e insatisfecha,
como si algo estuviera mal.
Le disparó una mirada y se dio cuenta de que Brayden nunca la entendería. El Dom en
él era evidente hasta la médula. Dudaba que alguna vez se hubiera cuestionado
cualquier cosa concerniente a ese lado de sí mismo.
—No. El trabajo está bien. Supongo que sólo es la época del año. El invierno, los
cielos grises, el clima lluvioso. —Se encogió de hombros—. Nada importante.
—Ya sabes… —le dijo suavemente, atrapándole la mirada con la suya y sin permitirle
apartarse—. Dejando las bromas y el flirteo de lado, si necesitas hablar…
—Sé por dónde vas. Pero estoy bien, Brayden. Gracias de todos modos.
Brayden asintió con la cabeza y se volvió a su sofá. Karina estuvo tentada de
llamarlo para que se volviera, pero cambió de idea. Esto era algo que necesitaba
aclarar consigo misma. Además, conociendo a Brayden, si viera una mínima
posibilidad para dominarla, el hombre haría su mejor intento, y Karina no se sentía
preparada para la batalla.
—Buenos días, Agente Jeffries, —la joven recepcionista la saludó cuando Karina pasó
por delante de su escritorio.
Entró al elevador dando pisotones y presionó el botón del número dos con
frustración. Iba a matar a Shandra cuando pusiera las manos sobre ella por
preocuparla de esta manera. Uno de los jóvenes internos del departamento de legales
la miró con recelo. Karina ya estaba acostumbrada. Si bien no era su intención,
cuando se cabreaba se volvía desagradable, y ella lo sabía.
A decir verdad, en un momento de enojo, ella era desagradable. Sólo habría que
preguntarle a cualquiera de sus subs.
—El director quiere vernos en su oficina, pero necesito hablar contigo primero
mientras él está con una llamada.
—Shandra.
Karina tragó y entonces sacudió la cabeza. El miedo por su amiga oprimiéndole el
corazón en una prensa tan apretada que apenas podía lograr que pasara el aire.
—No aquí, Kay. Créeme. Pase lo que pase, no te muestres alterada o cabreada. No
aquí. Simplemente asiente con la cabeza y sígueme.
—¿Qué?
Brayden se aproximó y puso las manos en la parte superior de sus brazos. Los apretó
suavemente, entonces comenzó a frotarlos lentamente. Karina se rigidizó, tanto por
la sensación de sus manos sobre ella como por la tensión que ahora le retorcía las
tripas.
—No hay una forma fácil para hacer esto, Kay, por lo que simplemente lo diré.
Shandra fue asesinada.
Karina se quedó sin aliento y se habría caído si Brayden no tuviera un agarre tan
apremiante alrededor de sus brazos.
—No lo sabemos. Su cuerpo fue descubierto el domingo por la tarde. El FBI contactó
al director cuando averiguaron que ella pertenecía a la Armada.
Las manos de Karina comenzaron a agitarse a medida que las preguntas se agolpaban
en su mente. Quería dejarse caer de rodillas y llorar. Shandra era tan dulce.
¿Quién habría hecho esto?
Nena. Ella quería gatear sobre su regazo y dejar que sus fuertes brazos la
sostuvieran un rato mientras aullaba de tristeza. Shandra era su amiga más cercana.
Sin ella, ¿con quién iría de compras? ¿Con quién vería películas? ¿Con quién
hablaría de las pesadillas que todavía a veces la invadían?
—¿Por qué de esta manera? ¿Por qué me estás diciendo esto así?
—Estaba aquí cuando el director recibió las noticias. Parece que Shandra es la
última víctima de un asesino en serie que ha estado asolando Atlanta y los
alrededores durante varios meses.
—Gracias.
—Aquí —le dijo Brayden mientras se acercaba para limpiar debajo de sus ojos con un
pañuelo de papel—. Se te corrió un poco el rímel.
Se congeló con la sensación de esas suaves manos en contacto con su piel y su cara
tan cerca de la suya. Jesús, el hombre era guapo, pero ambos eran dominantes y
simplemente no funcionaría.
Los ojos de Brayden le sostuvieron la mirada durante unos pocos segundos antes de
que diera un paso atrás, privándola de su calor corporal y dejándola con una fría
sensación de soledad. Cruzó los brazos sobre su pecho e intentó esconder el
estremecimiento que la recorría por debajo de la piel.
—Vas a tener que armarte de valor, Kay. Las fotos no son… bueno, sólo diré que
hasta yo me puse un poco verde después de verlas.
Karina tragó.
—¿Y los gritos? —Preguntó Karina—. ¿Nadie oyó los gritos, o él la amordazó?
—Oh Dios.
Las náuseas rodaron por su estómago, y luchó para mantenerlas a raya. Los recuerdos
de su propio ataque se reprodujeron rápidamente por su mente. Aunque no había sido
ni de lejos como lo que su amiga debió haber pasado, Karina de todos modos podía
imaginar el miedo que Shandra debió haber sentido.
—Sí. Tenía severas lesiones anales, pero no fue encontrada ninguna prueba de ADN.
—En un depósito cerca del centro, pero lo suficientemente aislado como para que el
asesino no se preocupara por las interrupciones. El jefe de turno encontró el
cuerpo cuando entró en su oficina a buscar un paquete que había dejado allí el
viernes por la tarde. El asesino usa un lugar diferente cada vez pero siempre lo
hace en algún sitio donde el cuerpo pueda ser encontrado rápidamente. Aparentemente
no le gusta que su trabajo pase desapercibido demasiado tiempo. Hay una luz de
esperanza, aunque no sea mucho. Él marca a sus víctimas.
Santo Dios, ¿el hombre que la había atacado todavía andaba por allí afuera haciendo
esto?
—Lo limpió. No hay nada. Todo lo que podemos hacer es comparar la marca del
mordisco con cualquier posible sospechoso.
Él sabía que pasaba algo más aparte de su tristeza. Era muy bueno.
Ella comenzó a encaminarse hacia la puerta, pero Brayden la agarró del brazo y la
detuvo.
Capítulo 03
—Entonces ustedes dos se unirán al Club Fetiche. Uno se mezclará entre los Doms, y
el otro entre los sumisos —dijo el director mientras escrutaba los papeles sobre su
escritorio como si estuviera buscando algo.
—¿Disculpe?
El director levantó la vista, las arrugas alrededor de sus ojos verdes viéndose más
marcadas. Hoy, hasta el gris de su pelo parecía más intenso… como un hombre
tratando con algo demasiado pesado sobre sus cansados hombros.
Brayden respingó.
El director se puso de pie y aplanó las manos sobre el escritorio. Clavando los
ojos fijamente en Karina, le disparó una mirada que la desafiaba a discutir este
punto. Brayden, sin embargo, sabía que ella lo haría. ¿Y quién podría culparla?
—Mi problema es que soy una Domme —chasqueó—. Usted obviamente no sabe
absolutamente nada de BDSM si piensa que simplemente puedo darme vuelta en un abrir
y cerrar de ojos.
—Concedido, admitiré que no conozco mucho del tema, pero ustedes dos es todo lo que
tenemos. Puedo enviar a alguien más, pero Brayden ya ha descartado esa idea
argumentando que una sub novata sería descubierta de inmediato. Tú, sin embargo,
conoces los diversos protocolos y cualquier otra cosa necesaria para…
—¡Cállate! —chasqueó.
Los ojos de Brayden se estrecharon con rabia. Entendía que ella estuviera molesta,
pero estaría condenado si le iba a permitir perder los estribos y que ella
terminara fuera de este caso. Se aproximó y se paró entre ella y el director.
Dándole la espalda a su jefe, la fulminó con la mirada.
—No puedo ayudarte con esto, Karina. Sabes cómo funciona. Vas a ir como mi sub.
Sólo yo puedo tocarte. Nadie más tiene que hacerlo. Todo lo que tienes que hacer es
representar el rol y hablar con los otros subs.
Le disparó una mirada mordaz que esperaba que ella captara y tuviera en cuenta… ya
que si no dejaba de protestar sobre esto, quedaría fuera del caso.
—Trato hecho.
—¿Quiero incluso saber qué cosa es una mordaza de bola? —preguntó el director en
seco.
—Está bien. Probablemente no quiero saberlo, de cualquier manera. —El director los
miró a ambos con firmeza—. ¿Estamos de acuerdo?
Brayden se volvió para mirar a Karina. Ella hizo un gesto de disgusto, sus labios
formaban una firme línea de irritación. Sería divertido si no fuera por toda esta
dramática situación.
Karina subió a bordo del Learjet2 y se dejó caer en el asiento de cuero blanco. Se
sentía cansada hasta los huesos y emocionalmente desbordada. Se había pasado las
últimas dos horas conteniendo las lágrimas, y ya no podía hacerlo más.
Apoyando los codos en sus rodillas, enterró la cara entre sus manos y lloró por la
pérdida de su amiga. Qué forma terrible de morir para cualquiera, especialmente
para Shandra. Ella siempre era tan dulce… siempre tenía una sonrisa en su rostro.
No se merecía lo que ese monstruo le había hecho.
Eso fue diez años atrás. ¿Cuándo él había pasado de torturar mujeres a matarlas?
—Kay.
Brayden dijo su nombre tan suavemente que ella no estaba segura incluso de haberlo
oído. Levantó la vista y lo miró a través de sus ojos llenos de lágrimas mientras
él ocupaba el asiento de cuero frente a ella.
¿A qué Dom le gustaría que lo abrazaran? A ella sí. Karina hipó y sin pensarlo dos
veces se trasladó a su regazo. Se aferró a la camisa celeste del hombre y enterró
la cara en su cálido cuello. Los sollozos le sacudían todo el cuerpo mientras
lloraba.
Había aprendido hacía mucho tiempo a cuidar de sí misma. Sus padres no fueron de
ayuda. Ella no había sido más que una decepción para ellos. Aun ahora, la relación
con ellos era tensa, en el mejor de los casos. Los hombres eran cosas que había
aprendido a controlar, nunca a confiar en ellos. No quería estar en esa posición
vulnerable otra vez… nunca más.
Era la segunda vez que la había llamado como su nena, y el sonido de ese término
cariñoso en sus labios le provocó mariposas en el estómago. Los subs no la llamaban
nena. Ellos le decían Ama. Nunca la tocaban a menos que ella se lo permitiera. Y ni
siquiera una vez le habían hecho sentir mariposas en el estómago. No como lo hacía
Brayden.
Típico de Dom. Él no creía que ella estuviera lista para apartarse, por
consiguiente la mantuvo allí, y para ser sincera, ella no lo estaba. Le gustaba
estar allí… más de lo que había esperado.
—Por una vez, Kay, deja que alguien cuide de ti por un momento.
Karina bufó.
Ella sonrió y lo golpeó con fuerza en el hombro, casi un poco agradecida por su
tono juguetón.
Brayden se rio.
—Oh, hombre —ella respiró y se cubrió la cara con las manos—. No puedo creer que
tenga que jugar de sumisa.
—No será tan malo.
—Concedido, yo nunca estuve atado, pero tú me conoces. Sabes quién soy. No voy a
lastimarte, Kay.
—Lo sé —susurró.
Esa era verdaderamente la única buena cosa de todo esto. Conocía a Brayden,
probablemente demasiado bien. Lo había visto con otras subs. Sabía que era
impresionante en lo que hacía. Que podría hacerla sentirse increíblemente bien,
pero toda la cosa del bondage le hacía sentir nudos en el estómago. Tenía que
decírselo. No tenía otra opción.
—Toma. No es algo en lo que la agencia pensó, así que… —se encogió de hombros
mientras le entregaba un anillo—. Se supone que estamos comprometidos, después de
todo.
—Oh, Brayden. —Llevó la mano en contra de su pecho y suspiró con un gesto dramático
sobreactuado acompañado por un divertido pestañeo de sus ojos azules—. No sé qué
decir.
—Listilla.
La miró confuso.
—¿Preguntas en serio?
Karina soltó una suave risita mientras tomaba el anillo y lo deslizaba en el dedo
anular de su mano izquierda. Se sentía raro, y por un segundo, contuvo la
respiración cuando la sensación más extraña se abrió paso por su pecho.
—¿En serio?
—Sí. Creo que estaría de acuerdo con esto, sin embargo. Es por una buena causa.
—Sí que lo es. —Levantó su mano y estudió el anillo en su dedo. En verdad se veía
bien en contraste con su piel—. Es hermoso.
Bajó las manos y se puso de pie antes de comenzar a imaginarse a ellos dos
caminando por el pasillo. Se movió a su asiento frente al de él y abrochó su
cinturón de seguridad. Estar sentada en su regazo se había sentido demasiado bien y
la había dejado sintiéndose descentrada. No estar sentada allí no la hacía sentirse
mucho mejor. De cualquier forma que lo mirara, salía perdiendo.
—Lo cuidaré —le dijo mientras apoyaba la espalda contra el asiento y le sonreía con
tristeza a través del pasillo—. Te lo prometo.
—Sé que lo harás —le respondió, entonces se volvió a la asistente de vuelo, quien
los observaba un poco impacientemente desde la cocina—. Estamos listos ahora.
Capítulo 04
Karina entró en su suite del hotel y miró alrededor de la pequeña habitación de dos
ambientes donde pasaría las próximas semanas. Lo primero que había a su izquierda
era una pequeña cocina con una mesa y dos sillas. No mucho a título de alacenas y
platos, pero sería suficiente para el poco tiempo que estaría aquí.
A continuación había una sala de estar con un sofá de dos cuerpos y un sillón
reclinable. Contra la pared a su derecha estaban la televisión y un reproductor de
DVD, así como también la puerta que llevaba a la suite contigua. Separando la zona
de la sala de estar con la del dormitorio había un cuarto de baño con una enorme
ducha y tocador, dentro del dormitorio encontró una cama king size, un tocador, y
otra televisión.
Karina dejó caer sus bolsas al pie de la cama y echó un vistazo a su reloj. Eran
casi las tres. Se suponía que Brayden y ella debían reunirse con el gerente del
Club Fetiche en noventa minutos para echarle un vistazo al club y repasar las
reglas.
¿Por qué nunca había encontrado a un sub que la hiciera sentirse de esta manera?
—Así que conseguiste instalarte en el cuarto contiguo, ya veo —dijo con voz cansina
mientras se hacía a un lado para que él pudiera entrar.
—Pensé que sería una buena idea si estábamos cerca. ¿Estás lista para irnos al
club?
—¿Mi coche o el tuyo? —Preguntó él, dado que habían rentado un coche para cada uno.
Brayden sonrió y agitó las llaves en su mano, haciendo que Karina sacudiera la
cabeza. Subieron al coche y se dirigieron a la carretera.
—No, no me importa. Podría necesitar algunas cosas, también. Ya que estaremos aquí
durante un tiempo, probablemente deberíamos juntarnos. No tiene sentido que
cocinemos por separado todo el tiempo.
—Es cierto.
—Me gusta la comida italiana, sólo para que lo sepas —dijo él.
Una malvada luz chispeó en sus ojos cuando la miró brevemente dentro del coche.
—La pizza es comida italiana —respondió Karina—. No soy buena cocinera, sólo para
que lo sepas.
Brayden sonrió.
—Lo sé.
Él se rio.
—Parece justo. Probablemente deberíamos repasar lo que vamos a decirle a este tío.
—Muy probablemente.
—Está bien —dijo suavemente—. ¿Es algo que pueda afectar a la investigación?
—No. Sólo referente a cómo tienes que tratar conmigo. —Eso esperaba, de cualquier
manera.
Una vez fuera de la ciudad, condujeron por un largo camino de dos carriles
adentrándose en la zona rural. Karina divisó una enorme casa dentro de un campo
distante. Estaba rodeada por grandes árboles, céspedes cuidados, y fuentes. Los
terrenos delante de la casa y al otro lado del camino de acceso estaban acordonados
para los aparcamientos, que ahora estaban vacíos. Los únicos coches en este momento
eran dos sedanes y un Jaguar negro descapotable estacionado justo delante de la
casa.
—Hablando de intimidar —dijo Brayden, entonces se volvió a ella con una sonrisa—.
La maldita cosa se parece a algo salido de una película de terror.
Karina sonrió.
—Tal vez sea regentado por un vampiro —continuó ella con voz suave, entonces soltó
una carcajada al ver la graciosa mirada que el hombre le disparó.
Brayden bufó.
—Entonces diría que sí. —La luz en sus ojos se volvió malvada—. Tal vez una noche
mientras estemos aquí, jugaremos al vampiro y a la víctima.
Karina cerró la puerta del coche y se volvió hacia el frente de la casa. Un hombre
alto vestido con esmoquin, quién lo hubiera pensado, estaba de pie delante de la
puerta abierta, observándolos. Se detuvo sorprendida en el momento en que Brayden
llegó a su lado.
—Señora.
Brayden se rio por lo bajo y con una mano contra el hueco de su espalda, la condujo
hacia adelante. Mantuvo la mano allí mientras atravesaban el vestíbulo del primer
piso, y Karina no intentó alejarlo. Por alguna extraña razón, se sentía bien
tenerlo allí.
La casa era tan oscura y gótica tanto por dentro como por fuera. El lugar le
provocaba una sensación espeluznante, y agradecía el toque del hombre en su
espalda.
Nunca había visto un lugar como este… pisos de mármol, revestimientos de roble,
candelabros negros.
Él sonrió y subió la mano para pellizcarle ligeramente la parte trasera del brazo.
Siguieron a su guía más allá de la ancha escalera y a través de un conjunto de
puertas de doble hoja, las que se abrían a un gran cuarto de juegos extendiéndose a
lo largo de toda la planta baja de la casa.
Había numerosas áreas acordonadas para las escenas, dos bares, y hasta un par de
mesas de billar ubicadas en un rincón del extremo más alejado. Las inmensas puertas
ventanas estaban cubiertas con persianas negras que, en este momento, estaban
abiertas para permitir que la luz del sol de la tarde bañara los pisos de mármol.
Karina se sobresaltó por la sorpresa y se volvió para mirar al hombre que se les
había unido.
Karina miró confusa al hombre increíblemente guapo que tenía delante. Tenía hombros
anchos y un profundo bronceado que el blanco de su camisa resaltaba a la
perfección. Con su pelo negro largo hasta los hombros, y sus ojos de un castaño
claro, casi dorados, le recordaba a un vampiro. Una fina barba con bigote que se
asemejaba más al espesor de un rastrojo cubría sus mejillas, dándole un serio
aspecto de chico malo.
—Hace cerca de tres años atrás, era un agente del FBI. Si bien ya no estoy en la
agencia, todavía puedo ser de ayuda.
—Estaba cansado de eso y decidí darle un buen uso al dinero que recibí del
fideicomiso de mi padre. —Agitó la mano alrededor del cuarto de juegos—. No hay
mejor forma de vengarse de ese viejo conservador, a mi parecer.
Su anfitrión sonrió.
—No hay ninguna necesidad. Mi nombre es Nathan Delacroix, o Amo Delacroix. El club
es de ustedes. Vengan tan a menudo como lo necesiten, siempre que tengamos abierto.
El cuarto de juegos principal ocupa toda la planta baja, a excepción de mi oficina,
la que está en el extremo más alejado de la casa. Mientras estén aquí, tendrán que
participar. El Club Fetiche no es un club del voyeurs.
—Lo entendemos y estamos preparados para eso. Yo voy a presentarme como el Dom, Kay
como la sumisa.
—Bien —respondió Nathan—. Las reglas aquí son más o menos las mismas que en todas
partes. La palabra de seguridad del club es rojo. Si no respetas esa palabra, estás
fuera. Si tocas a la sub de otro Dom sin su permiso, estás fuera.
Capítulo 05
Brayden permaneció atrás y dejó que Karina entrara a la oficina de Nathan delante
de él. Cada uno de ellos ocupó un asiento de cuero frente al escritorio cuando
Nathan se instaló en el que estaba detrás de éste. Por encima de los hombros de
Nathan había una gran ventana con vista a los cuidados jardines y a la enorme
piscina de la parte trasera.
Brayden sonrió y le disparó una mirada a Karina. Este club bien podría ser digno de
mudarse a Atlanta. Karina parecía estar relajada y segura de sí misma, pero Brayden
la conocía lo suficiente como para notar las marcadas líneas de tensión alrededor
de su boca y sus ojos.
—¿Alguna vez fuiste una sumisa Agente Jeffries? —Le preguntó Nathan, casualmente.
—No.
Karina miró a Brayden por arriba, una mirada de censura oscureciéndole los ojos.
—Personalmente me gustan las subs descaradas, pero una Domme intentando pasar como
sumisa será interesante.
Karina comenzó a decir algo, pero Nathan la señaló, y ella inmediatamente cerró su
boca, sorprendiendo a Brayden.
—Algo a considerar mientras estés por aquí. Relaciónate con los subs, especialmente
con los hombres.
—Piensa en eso. ¿Qué mejor lugar para que el sospechoso desconocido, o asesino, se
escondiese? Están buscando a un Dom. Enmascararse como un sub le permite esconderse
ante la vista de todos, así como también le facilita llegar a conocer mejor a los
subs. Puedo decirles cualquier cosa que necesiten saber acerca de la sexualidad de
los subs. Lo que les gusta, cuáles son sus límites duros, cuáles son los más
chillones, pero nada de índole personal. Este tío fue tras las subs que estaban
visitando el área, lo que significa que tuvo que haber hablado con ellas. Es una
posibilidad muy remota, lo sé, pero… es una corazonada.
—Podría ser posible que un Dom le haya preguntado de dónde era —argumentó Karina.
—No lo creo. ¿Alguna vez le preguntaste a un sub algo de ese tipo, Karina? —
preguntó Brayden.
—No.
—Hay un almuerzo que se organiza una vez al mes para las sumisas y una noche de
póker para los Doms. Recomendaría que ambos asistan.
—Me gustaría poder ser de más ayuda, pero… La agencia intentó allanar mis
registros, pero les dije que si lo hacían, me vería obligado a alertar a los
miembros, cosa que pondría sobre aviso al asesino en caso de que esté aquí. Por lo
tanto van a tener que excavar a la vieja usanza. Ayudaré tanto como pueda, pero con
toda sinceridad, conozco muy poco sobre la mayoría de los integrantes, más allá de
que nadie aquí tiene antecedentes. Cualquiera que haya sido arrestado por asalto no
puede pertenecer a este lugar. Desafortunadamente, las comprobaciones de
antecedentes se contratan por medio de otra compañía, así que ni siquiera los veo
más allá de la aprobación o el rechazo.
—Entiendo que el FBI está supervisando a los otros clubes de la zona. ¿Por qué me
mandaron a mí a la NCIS? —Preguntó Nathan.
—Éste es el último lugar donde la teniente fue vista antes de que desapareciera —
contestó Karina.
Nathan asintió con la cabeza mientras se inclinaba y tomaba un pequeño sobre color
vainilla. Se lo pasó a Brayden a través de su escritorio.
—Aquí están sus carnets de socios. Deben tenerlos para entrar, así que no los
olviden. —Miró a Karina—. Lo siento, cariño, pero el código de vestimenta para los
subs es vale todo, salvo que nada de bragas y de sostenes a menos que formen parte
del vestuario. Si tu Dom te pilla con ropa interior, tiene permiso de quitártela de
cualquier forma que él escoja.
Brayden escondió una sonrisa ante la obvia incomodidad de Karina. Ella nunca se
desnudaba en el club, ni siquiera durante una escena. Si le permitía a un sub que
la follara, llevaba una falda o un par de bragas abiertas en la entrepierna.
De hecho, ahora que lo pensaba, no estaba seguro de que Karina alguna vez hubiera
dejado que alguno de los subs la tocara… en cualquier parte de su cuerpo. Pero no
creía que fuera ese su problema.
Brayden suponía que su incomodidad tenía más que ver con el hecho de que la hiciera
sentir que seguía teniendo el control. Él podría tocar, jugar, y lamer en cualquier
momento que le diera la gana. Y tenía la sensación de que estaría de humor para
hacer eso realmente a menudo.
Comenzó a colocar las cosas en las alacenas y en el refrigerador. Una vez que la
última bolsa había sido vaciada, echó un vistazo al helado. Podría jurar que había
comprado lo suficiente. Después de todo, ella no iba a poder angustiarse por su
amiga sin una saludable dosis de helado de galletas con chips de chocolate.
—¿Buscando esto?
Se volvió y vio a Brayden parado en la puerta que separaba sus habitaciones. Con
una sonrisa sensual, sostenía en alto el envase de helado.
—Sí, gracias.
Karina le sonrió con tristeza por encima del hombro mientras cerraba la puerta del
congelador.
Karina suspiró y apoyó las caderas contra el mostrador. Necesitaba decirle esto, a
pesar de lo incómodo que le resultara pensar en hablar del tema. Incluso con
Brayden. Se aferró al borde del mostrador y respiró hondo para darse coraje.
—Vamos a jugar juntos en el club, por lo que necesito saber si tienes algún
problema —le dijo Brayden dulcemente.
—Lo sé.
—En parte.
Karina levantó la vista para contemplarlo y sonrió ligeramente. Sabía que él estaba
tratando de aliviar la tensión que había puesto tenso a todo su cuerpo.
—No puedo decir que alguna vez te haya visto tan tensa por algo —murmuró Brayden—.
¿Qué te pasó?
Karina mantuvo la mirada fija en sus rodillas, no queriendo levantar la vista para
encontrarse con la compasión que sabía que encontraría en sus ojos.
—Yo era… Sólo diré que no fui una adolescente modelo. El fiscal no tomaría partido
ni aunque hubieran encontrado al tipo debido a mi historial y antecedentes
policiales.
—Sí —dijo levantando la vista para mirarlo con un ceño—. Pero es así como funciona.
Lo sé y tú también lo sabes. Fui considerada una testigo poco confiable. Nadie
llevaría adelante la acusación basándose únicamente en mi testimonio, y no supimos
de otras víctimas.
Se encogió de hombros y miró hacia atrás a través del cuarto cuando los indeseados
e incómodos recuerdos le inundaron la mente.
—Mis padres pensaron que me lo había buscado. Siempre fui una gran decepción para
ellos, y esto no fue diferente. Mi tío se hizo cargo de mí después de lo ocurrido y
me mudé con él a Virginia Beach. Él había luchado una batalla contra sus propios
demonios por su trabajo como SEAL de la marina, por lo que pienso que se vio
reflejado un poco en mí. Me comprendió y me buscó un terapeuta. Si no fuera por él,
no sé si hubiera sobrevivido a esa pesadilla.
—¿Es por eso que terminaste siendo una Domme? —quiso saber Brayden.
—Sí. No tuve relaciones sexuales por mucho tiempo después del ataque, probablemente
cerca de unos cuatro años. Fue mientras estaba en la universidad que conocí a
Miranda. Ella era una Domme y me inició en el estilo de vida. Fue la única manera
en que me sentí lo suficientemente segura como para tener sexo. —Lo contempló con
una mirada afligida—. ¿Bastante triste, eh?
—No, no es triste —le respondió con firmeza—. Es comprensible. ¿Pero nunca tuviste
sexo fuera de un club BDSM?
—Algunas las hizo un látigo de una cola. Otras fueron producto de un cúter.
Se dio vuelta y levantó su camisa para dejarle ver su espalda. Brayden rozó los
dedos sobre las cicatrices que se entrecruzaban en su piel.
Brayden le tocó suavemente la cicatriz, y Karina tuvo el más extraño de los deseos
de acurrucarse dentro de su abrazo otra vez, como había hecho en el avión.
—No. Llevaba una máscara de cuero. Incluso se cubrió el pelo. Las únicas cosas que
puedo decirte son el tamaño de su polla y su contextura, pero eso pudo haber
cambiado durante los últimos diez años. Él podría tener más peso, o estar más
delgado.
Tomando un profundo aliento, Karina bajó la cremallera de sus jeans y los abrió
para que él pudiera ver el lado de su cadera.
Los ojos de Brayden se centraron en la cicatriz con la marca del mordisco, y sus
ojos se estrecharon por la furia.
—No me había dado cuenta hasta que mencionaste las marcas del mordisco en los otros
cuerpos.
Ella dio un paso atrás, sorprendida por la rabia dimanando de sus ojos.
—O tal vez te habría hecho todo eso a ti si no hubieras escapado —chasqueó Brayden
—. No deberías haber aceptado este caso, Karina.
—Como dije. Si dices algo, te dispararé —gruñó suavemente, su propia ira aumentando
el tono de su voz—. No sabemos si es el mismo tipo. La marca del mordisco podría
ser una coincidencia…
—¡No pretendas dejarme afuera de este caso, maldita sea! Shandra era mi mejor
amiga. Y además, dudo que la agencia pueda encontrar a otra persona dispuesta a
hacer esto, y lo sabes.
Brayden se pasó la mano por su pelo corto mientras caminaba alrededor de la mesa.
—¿Por qué lo haría? A los diecisiete, tenía el pelo negro y usaba maquillaje
gótico. Ni siquiera yo me reconocía en aquel entonces.
—¿Gótica, eh?
—No te burles.
—Me estás poniendo nerviosa con toda esa caminata. ¿Vas a detenerte alguna vez? —
chasqueó.
—¿Y a mí sí? —le gritó ella—. Podría estar cazando al hombre que me destruyó diez
años atrás. Podría terminar frente a frente con un hombre que todavía me provoca
pesadillas.
Brayden se acercó e intentó arrastrarla dentro de sus brazos, pero ella se apartó
de él.
—Me esforcé mucho para enterrar esto, para olvidarlo. Y ahora me encuentro en medio
de todo eso otra vez.
Capítulo 06
Brayden observó al miedo nublar los ojos de Karina. Quería obligarla a que le
permitiera abrazarla. Era tan condenadamente terca.
No le gustaba todo esto en absoluto. Ella no debería estar trabajando en este caso,
pero ya estaban aquí, ya estaban en marcha.
Brayden se puso en cuclillas delante de Karina y apoyó las manos en sus rodillas.
Era una mujer fuerte, pero en este momento parecía tan vulnerable y asustada. Era
una faceta de ella que no estaba acostumbrado a ver, pero al mismo tiempo, se
sentía tan increíblemente atraído. Quería sostenerla, protegerla, hacer desaparecer
la tristeza en sus ojos.
—¿Vas a poder hacer esto, Kay? —Le preguntó—. ¿Ser amarrada? ¿Dominada?
—Te conozco. Confío en ti. Puedo hacer esto. Tú sólo tienes que ir lentamente.
Tratarme como haces con cualquier otra sumisa asustada.
—Sí, pero esas subs sienten miedo a lo desconocido, incluso a veces de sí mismas.
Tú estás combatiendo a un demonio de tu pasado. Es un poco diferente.
—¿De verdad?
Le aferró las muñecas con ambas manos. Cuando ella intentó apartarse, apretó su
agarre. La observó muy atentamente… el rubor oscureciéndole las mejillas, su
respiración entrecortada, las pupilas dilatadas.
Ella se pasó su rosada lengua sobre el labio inferior, haciendo que el corazón de
Brayden se saltase un latido. Karina era una de esas mujeres que a veces
intimidaban a los hombres sin siquiera proponérselo. Preciosa, fuerte, e
independiente, reunía miradas de admiración dondequiera que fuera. Los subs del
club la adoraban, especialmente los masoquistas, porque una cosa que la Ama Kay
podía hacer mejor que nadie era entremezclar el placer con el dolor de una forma
que los hacía mendigar por su liberación.
Pero ahora ella estaría en el extremo receptor. ¿Cómo la hacía sentirse eso…
realmente?
Él bajó la vista sobre el anillo en su dedo. Se veía bien en contraste con su piel,
la piedra del tamaño perfecto para su mano. En algún lugar de su mente se preguntó
cómo sería para ella llevar puesto ese anillo de veras.
Ella tomó un lento aliento y asintió con la cabeza. Brayden sonrió con disimulo. La
mujer no parecía sentirse tan segura de sí misma como hacía un momento.
—¿Cuáles son tus límites duros, Kay? —Le preguntó con voz suave.
Sacudió la cabeza.
—Trato hecho.
—Creo que preferiría mordisquear un poco —bromeó mientras subía por la parte
interna de su brazo.
La sonrisa puramente malvada que tiró de los labios de Karina debería ser una
advertencia, pero Brayden la ignoró hasta que sus dedos lo agarraron del lóbulo de
la oreja y retorcieron la piel, atrapándolo por sorpresa.
—Ay —chasqueó, liberándole las muñecas y combatiendo la risa que amenazada con
extinguir el enojo de su voz—. Maldita sádica.
Karina se rio.
Su sonrisa confiada estaba de regreso cuando se reclinó en contra del sofá y cruzó
las piernas.
Brayden se dejó caer sobre el sofá al lado de ella. Karina se cruzó de brazos y lo
miró de reojo.
—Por última vez, Kay —masculló—. ¿Estás segura de quieres hacer esto?
Brayden tragó al ver a Karina con una falda plisada de cuero que a duras penas le
tapaba el culo. Un chaleco de cuero negro haciendo juego le cubría el torso y
apretaba sus pechos levantándolos y empujándolos hacia afuera. Su piel clara
resplandecía en contra del color negro, y su pesado cabello rubio rojizo caía en
cascada alrededor de sus hombros en unos suaves rizos donde él se moría por
enterrar las manos.
Las sandalias negras de tacón de aguja completaban su conjunto haciendo que sus
piernas se vieran increíblemente largas y contorneadas. Jesús, ella se veía bien.
—Te está faltando una sola cosa —murmuró él, entonces levantó su mano para que
pudiera ver lo que colgaba de sus dedos.
Karina entrecerró los ojos, y sus labios formaron una firme línea obstinada.
Karina suspiró y se levantó el pelo, sujetándolo arriba de su cabeza con una mano.
—No sé por qué estás preocupada. —Apartó la mano de su pelo, obligándola a liberar
su agarre. Los rizos cayeron alrededor de sus hombros y bajaron por su espalda. Él
cepillaba los dedos a través de las suaves hebras mientras hablaba—. El collar te
queda muy bien.
—El color podría ser. El significado no. —Se volvió para afrontarlo y tiró del
collar como si la estrangulara—. ¿Cuándo conseguiste esto, de todos modos?
—Es el collar que uso en el club con las subs nuevas para demostrarles que ellas no
están realmente preparadas para la atención de otra persona.
—Tu culo va a verse muy bien con la huella de mi mano en él —le advirtió.
Él se cruzó de brazos.
Se quedó con la boca abierta, entonces la cerró, entonces la abrió otra vez.
—Ama.
Ella se volvió para tomar su abrigo. Brayden sonrió dejando que su mirada viajara
sobre sus largas piernas.
El hombre caminó detrás de ella y aplanó la mano subiendo por un lado de su muslo.
Cuando los dedos se deslizaron por debajo de su falda, ella intentó apartarlo, pero
Brayden la agarró del brazo manteniéndola en el lugar.
—Todo estará bien, gatita. —Le abofeteó la mejilla del culo, haciéndola jadear por
la sorpresa—. Sólo recuerda cuándo estemos allí que no puedes sobresaltarte cuando
te toco.
—Lo sé, pero intenta darme una pequeña advertencia primero. Y deja de abofetearme
el culo.
—No.
Para cuando llegaron al club, Karina ya estaba lista para subir por las paredes.
Durante todo el viaje, Brayden la había provocado tocándole la pierna, rozando
lentamente la mano de arriba a abajo por la parte interna de su muslo. Ella lo
había apartado sólo para que él volviera a hacerlo.
—Deja de llamarme así —gruñó, a pesar de que muy profundamente pensaba que era
lindo—. ¿Por qué gatita, después de todo?
—Porque eres una gata salvaje. —Su sonrisa se amplió—. Especialmente en el club.
Karina hizo rodar sus ojos, pero por dentro podía sentir que se ruborizaba.
¿Brayden había estado observándola tanto como ella a él?
Bajó del coche y se envolvió el abrigo un poco más apretado alrededor de su cuerpo.
Ahora que el sol estaba cayendo, y que se habían alejado de la ciudad, la
temperatura había descendido drásticamente. El viento frío soplaba entre sus
piernas y a través de su culo, haciéndola temblar.
Dio un paso hacia adelante y se tambaleó ligeramente sobre la grava. Brayden estuvo
allí para estabilizarla y ofrecerle su brazo. Ella sonrió con gratitud y se aferró
a él mientras se dirigían hacia la puerta principal de la enorme mansión.
Debería decirle lo guapo que se veía con sus ceñidos pantalones negros y su camisa
azul oscuro. El color realmente le resaltaba los ojos, pero tenía el presentimiento
de que si dijera algo como eso, nunca llegaría al final. Brayden ya sabía lo bien
que se veía. No necesitaba que ella se lo dijera.
Habían hablado mucho hoy. Habían estado estudiando los archivos y lo que el FBI
tenía del delincuente. Desafortunadamente, no era mucho.
Tal vez era una corazonada. Tal vez eran los cortes en el estómago de la primera
víctima que se parecían a los suyos. O el idéntico mordisco que había dejado
marcado en todas ellas. Cualquiera fuera la razón, Karina ahora creía, sin una
sombra de duda, que el asesino en serie y su asaltante eran la misma persona. Ese
era un pensamiento que la asustaba como la mierda.
El Amo Delacroix les sonrió dándoles la bienvenida desde atrás del puesto de
recepción. Al igual que ayer, sus claros ojos castaños brillaban con picardía y
humor. Su camisa de seda blanca se aferraba a sus anchos hombros y estaba abierta
en el frente, exponiendo un musculoso pecho con apenas una ligera pizca de vello.
Las subs probablemente lo rondaban como abejas a la miel.
—Amo Delacroix.
—Si él te da un poco de tiempo libre, ven a buscarme, y te presentaré por allí —le
ofreció.
Brayden deslizó la mano debajo de su falda y aplanó la palma sobre su culo. Karina
se sobresaltó ligeramente, entonces se volvió para dispararle una mirada asesina.
—Seguramente le daré un poco de tiempo libre más tarde. —Sus labios se fruncieron
cuando se encontró con su mirada feroz—. A menos que, por supuesto, se porte mal. —
Brayden le dio un apretón por atrás—. No vas a ser traviesa, ¿verdad, gatita?
Ella oyó la suave risa socarrona del Amo Delacroix y se volvió para fulminarlo con
la mirada, también.
—Tengo pensado permanecer muy cerca de ustedes dos esta noche. Tengo la sensación
de que será sumamente divertido.
Candy soltó una risita cuando se alejó para llevar la chaqueta de Karina al
guardarropa. Brayden y Delacroix compartieron una sonrisa, mientras Karina
suspiraba.
Capítulo 07
Karina seguía a Brayden por el club atestado de gente, sonriendo amablemente cuando
eran presentados por Delacroix a los que él definió como jugadores claves. Varios
de los Doms la examinaron con apreciación, pero gracias al collar que Brayden había
insistido en que usara, nadie atinó a tocarla.
Miró por encima hacia una de las escenas. A menudo observaba las escenas en su
club. Allí, era la Domme. Estaba a cargo, y el hombre hacía lo que ella decía.
Aquí, Brayden estaría a cargo. ¿Podría dejarlo hacerle eso a ella? ¿Atarla?
¿Acariciarla entre las piernas? ¿Besarla allí?
Le gustaba el sexo oral, pero no sabía cómo se sentiría con la cosa oral cuando
fuese ella la que estuviera atada.
—¿Frío?
—No… Amo.
Él colocó un suave beso en contra de su sien en lo que Karina creyó que era un
intento de aparentar ser una cariñosa pareja de enamorados.
Tuvo que morderse la lengua para no replicarle no me trates como a una niña.
Así era cómo se sentía. ¿Sus subs se sentirían de la misma manera cuando ella los
recompensaba? ¿Cómo a los niños que habían hecho un buen trabajo? Siempre le había
parecido que a ellos les gustaban sus alabanzas, y Kay siempre los había alabado
sin importar cuán pequeño fuera el buen comportamiento, pero estar en el extremo
receptor de esto se sentía bastante extraño.
Manteniendo sus ojos bajos, echó un vistazo alrededor del apiñado club. La mayoría
de las áreas para escenas estaban ocupadas. Veía desarrollarse cada posible
panorama, incluso unos cuantos le hacían levantar las cejas. El que llevaban a cabo
cuatro hombres era realmente interesante. Un Dom estaba follando a un sumiso por el
culo y otros dos sumisos se habían unido a ellos, uno chupaba la polla al primer
sumiso mientras el otro estaba de pie sobre una pequeña escalera a fin de que su
polla quedara a la altura de la boca del primer sumiso.
Al lado de esa escena había un trío… una chica y dos tíos. Karina se mordió los
labios al oír los gemidos de placer de la joven cuando ambos hombres se movían a la
vez entrando y saliendo de su cuerpo… uno en su coño, el otro en su culo.
Nunca había hecho eso, aunque a menudo lo había pensado. Sólo que no estaba segura
de cómo se sentiría quedando impotentemente interpuesta entre dos hombres.
Brayden otra vez deslizó la mano debajo de su falda y suavemente la frotó por
detrás, haciéndola respingar. Se volvió para encontrarse con su mirada
reprobatoria, y entonces tragó.
—La… eh… —tragó otra vez y reprimió su deseo de darle un tortazo por esto—. La del
trío.
—Ya veo —ronroneó—. ¿Quizá sea una buena idea para una de estas noches?
Él deslizó la mano entre sus piernas por detrás. Karina se mantuvo rígida como una
piedra mientras él provocaba su ahora húmeda abertura con los dedos. Por la manera
en que la miraba y el calor de sus ojos chamuscándola, si apenas se moviera, no
sería capaz de evitar contonear sus caderas para intentar conseguir que su dedo
fuera más adentro. Para ella, era más seguro aparentar indiferencia, aunque la
indiferencia no fuera en absoluto lo que estaba sintiendo.
—Si eso es algo que mi pequeña sub desea, ¿cómo podría negarme? —Se inclinó más
cerca y le susurró—. Y por cómo están las cosas, mi sub lo desea.
Karina lo miró furiosa por el rabillo del ojo. Maldito idiota. Estaba mojada, y él
se había asegurado de arrojarle en la cara que lo sabía. Bueno, joder. ¿Qué
esperaba él? Los Doms y las sub se excitaban por igual en este lugar. Ella estaba
viviendo, palpitando, un espectáculo porno en vivo y en directo.
—El nombre de tu padre era Lucifer, ¿verdad? —masculló ella, medio bromeando, medio
en serio.
—Vamos, ustedes dos —dijo Delacroix—. Los llevaré al bar y les presentaré a nuestro
cantinero, el Amo Trey.
Karina fue detrás de Brayden. Delacroix los había estado presentando como amigos
suyos que acababan de mudarse de Virginia. Brayden era rico e independiente, por lo
que no necesitaba mantener un trabajo, y la pareja estaba parando temporalmente en
un hotel mientras buscaban una casa.
Hasta ahora todo el mundo pareció aceptar esa historia, y el hecho de que todos
supieran que Delacroix era rico e independiente ayudaba a zanjar el tema. Las
personas adineradas tendían a relacionarse, en la mayoría de los casos.
Todo el mundo parecía amistoso. Hasta ahora, nadie hizo sonar ninguna campana o
alarma. Algunos Doms presentaban a sus subs y otros no lo hacían. Brayden siempre
lo hizo como también lo hacía Karina cuando estaba en modo Domme. Si no la
presentara, la haría sentirse insignificante, y estaba agradecida de que Brayden la
incluyera.
—¿Qué te gustaría beber, Karina? —Le preguntó Delacroix—. Escoge y estoy seguro de
que Trey puede prepararlo.
—De acuerdo —respondió sonriendo—. Algo liviano. ¿Qué tal un Pimm’s Cup[3]?
Trey sonrió.
Trey asintió con la cabeza y se alejó para preparar las bebidas. Brayden se volvió
para contestar una pregunta a uno de los otros Doms que le había hablado, y si bien
su atención estaba ocupada en alguna otra cosa, su mano siempre la estaba tocando
en alguna parte. Ahora mismo, descansaba ligeramente en la parte baja de su
espalda.
Sorprendentemente, eso la hacía sentirse más segura en cierta forma. A pesar de que
ahora podía cuidar de sí misma mejor que la mayoría de los hombres, gracias a su
tío SEAL, por alguna razón se sentía bien sabiendo que Brayden estaba allí también.
—Mejor de lo que pensé que podría ser —sonrió ligeramente—. Dadas las
circunstancias. Pero no hemos comenzado a jugar todavía, así que tal vez deberías
preguntarme más tarde.
—Estoy seguro de que lo haré. Sólo puedo imaginarme lo incómodo que todo esto es
para ti… dadas las circunstancias.
Karina sonrió. No. No podía imaginarse a Delacroix como un sumiso para nada.
Delacroix sonrió a sabiendas, y sus ojos brillaron con esa misma picardía que ella
estaba comenzando a asociar con él. No podía esperar para ver cómo se comportaría
más tarde con una sumisa.
—No.
—Pensé que más temprano habías dicho que cualquier cosa que tu sub desee, lo
conseguiría.
¿Cuándo había sido la última vez que un sub la había puesto tan caliente?
Uh, nunca.
Brayden bajó la cabeza, y por una fracción de segundo, Karina pensó que podría
besarla. Su corazón se sobresaltó cuando el aliento caliente del Dom sopló sobre
sus labios.
—Yo no me pongo celoso. —él deslizó la mano entre sus piernas y suavemente
arremolinó los dedos a través de la crema que recubría su abertura. Karina tuvo que
morderse la lengua para evitar gemir—. Simplemente me aseguro de que quedes tan
satisfecha, que no tendrás la energía para mirar a ninguna otra parte.
Ella sonrió.
—Bebe tu bebida y pasea alrededor del cuarto, Kay. Preséntate a los otros subs. —Se
inclinó cerca y le susurró en el oído—. E intenta no actuar como una Domme.
Capítulo 08
Brayden observó a su culo contoneándose tentadoramente cuando pasó delante del bar
hacia el grupo de sumisas congregadas en una de las muchas áreas de asientos que
había en el lugar. Una de las mujeres palmeó el sofá a su lado, y Karina se sentó,
sus dedos jugueteando distraídamente con el collar alrededor de su cuello.
Hasta ahora, nada parecía estar fuera de lugar. La mayoría de los Doms que había
conocido tenían subs permanentes, pero eso no significaba que no fueran culpables.
Incluso algunos asesinos en serie estaban casados. Para ser honestos, no estaba
seguro ni siquiera de qué estaban buscando. No sabían nada de nada.
Dos horas más tarde, Karina captó la mirada de Brayden a través del cuarto. Él
curvó su dedo, indicándole que quería que se uniera a él.
—Karina, no deberías.
Ella sonrió y tomó otro sorbo de su bebida. Tal vez era el alcohol, o quizás la
naturaleza rebelde que bullía justo debajo de la superficie. Simplemente no estaba
acostumbrada a ser mangoneada, y su naturaleza debía luchar contra eso.
—Oh, sí.
Brayden se inclinó sobre el respaldo del sofá donde estaba sentada Karina y gruñó
en su oído.
—Ey —lo desafió Karina e intentó apartar la mano de su apremiante agarre—. Maldita
sea, Brayden. ¡Suéltame!
—Silencio —gruñó en ese tono de Dom que hizo que cada sumiso dentro del alcance
auditivo se quedara callado—. ¿En qué diablos estabas pensando? —murmuró muy bajo
para que sólo ella pudiera oírlo—. ¿Estás tan nerviosa, Kay?
—No viniste cuando te llamé —le dijo en un tono un poco más elevado—. Te lo juro,
sub. Creo que a veces me provocas deliberadamente.
La llevó con él a una de las áreas para escenas desocupada, ubicada en el extremo
trasero del cuarto. Seguramente, él no iba a hacerlo.
Su suave voz la arrancó del creciente pánico que amenazaba con tomar el control.
Era Brayden. Él no la lastimaría.
—Sí —respiró, pero ya se sentía bien. Sorprendentemente mucho mejor de lo que había
esperado.
Sólo tengo que mantenerme enfocada. Es una puesta en escena. Tengo que seguir el
mecanismo. Actuar como si me hubiese rendido, como si disfrutara de esto. Puedo
hacerlo.
Había observado suficientes subs como para saber cómo se hacía. Brayden se enderezó
y rozó la palma de la mano subiendo por la parte trasera de sus muslos, tan
suavemente que ella incluso no fue consciente de eso al principio, hasta que un
caliente hormigueo comenzó a esparcirse por sus extremidades. Con las manos en la
parte interna de sus muslos, le hizo separarlos, exponiendo su coño ante su vista.
Karina apretó los ojos con fuerza cuando las manos le acariciaron el culo,
levantándole la falda más arriba. Y comenzó a masajear, calentándole la piel,
preparándola para la zurra.
Una pequeña multitud se reunió alrededor de ellos. Incluso oyó algunos comentarios
sobre sus cicatrices, pero ya estaba acostumbrada. Siempre que alguien jugaba
dentro de un club, reunía una multitud, especialmente si eran nuevos. Brayden y
ella ya habían decidido que si alguien los veía y preguntaba, su anterior Amo había
sido un sádico que se había puesto demasiado rudo. Lo cual no era una completa
mentira, considerando su pasado.
El toque la apaciguó, calentándole la piel, haciéndola desear retorcerse debajo de
sus manos expertas. No se suponía que ella se excitara, pero la sensación de
impotencia, de estar bajo la completa misericordia de Brayden, hizo que su corazón
se disparara salvajemente, pero esta vez no por el miedo. No. Definitivamente nada
que ver con el miedo.
Esto estaba mal. Ella era una Domme. Se suponía que no iba a gustarle esto.
Oyó a Brayden moverse a un lado y levantar una pala de la pequeña mesa ubicada
dentro del área con diversos juguetes exhibidos. Karina se preparó para el primer
azote.
—Cuando curvo mi dedo, significa que debes acudir a mí —gruñó él, entonces la azotó
en el trasero con la pala.
Ella se sobresaltó cuando el aguijón se abrió camino hacia arriba subiendo por su
espalda. La humedad formó un charco entre sus piernas y su primera reacción fue de
rabia… consigo misma, y entonces con Brayden.
—Tú, maldito…
—Cuando te llamo, significa que debes ir a mi encuentro —continuó con un tono muy
serio, y la azotó otra vez.
—Bray…
—Tú no me ignoras.
La pala cayó sobre su culo otra vez, en esta ocasión haciéndola jadear. Brayden
sabía exactamente cómo golpear. No demasiado rudo, pero sí lo suficiente como para
hacer que su piel picara y dejar definitivamente muy claro su punto.
—De acuerdo —gritó cuando la mortificación se abrió paso en ella—. Lo siento, Amo.
—Ahora eso no fue tan difícil, ¿verdad? —comentó, y lanzó la pala en dirección al
equipo de limpieza que nunca estaba demasiado lejos.
Tan pronto como el Dom terminó, entraron volando y limpiaron el área para que
alguien más pudiera usarla. De ese modo, el Dom podía enfocar toda su atención en
ocuparse de su sub.
Brayden se movió detrás de ella y le masajeó suavemente el culo con los dedos. Kay
respingó al sentir la quemazón, pero entonces se relajó a medida que esas expertas
manos trabajaban el dolor de su trasero. Las movía bajando por el dorso de sus
muslos, entonces subía otra vez. Los pulgares se movieron entre sus piernas,
masajeando los músculos cerca de su abertura vaginal.
—Brayden —susurró.
Movió las caderas ligeramente, pero la risa de Brayden la hizo detenerse. El calor
de un sonrojo subió por sus mejillas, y giró la cabeza para bajar el rostro contra
el cuero de la mesa, su pelo ocultándola de los ojos indiscretos. ¿Iba a hacerla
correrse?
Por Dios, Brayden. Por favor no hagas eso. Todavía no. No estoy lista para eso
todavía.
Brayden le liberó las muñecas de las restricciones, y ella soltó un suave suspiro
de alivio cuando la ayudó a incorporarse. Había tenido sexo en el club innumerables
veces, pero esto se sentía tan diferente. Una cosa era hacer que un hombre se
excitara zurrándolo, otra muy diferente que ella misma se calentara por recibir
unos azotes.
—Ven conmigo, Karina —susurró Brayden en su oído antes de recogerla en sus brazos—.
Necesitamos tener una pequeña conversación.
Comenzó a protestar, pero sabía que sería inútil. Esto es lo que Brayden hacía.
Castigaba, y luego conversaba. Quería asegurarse de que la sub comprendiera lo que
había hecho mal. Desafortunadamente, ella lo sabía. Lo había ignorado, y debería
haberlo pensado dos veces antes de hacerlo. ¿Brayden tenía razón? ¿Lo había
provocado deliberadamente?
—¿Beber o provocarte?
—Ambos.
—No estoy segura. Creo que bebí porque estaba nerviosa. Lo mismo con provocarte.
—Yo… um… —jugaba con el botón de su camisa, no queriendo mirarlo a los ojos—. ¿Cómo
te sentirías, Brayden, si se cambiaran las tornas? Como Dom, ¿te encontrarías a
gusto en mis zapatos?
—Touché —respondió.
—Ya veo —murmuró, y pasó la punta de un dedo por su escote, enviando una descarga
de perversa conciencia directamente a su útero—. Es bueno saberlo.
Siempre se había sentido atraída por Brayden, pero… trabajaban juntos, así que si
tuvieran sexo, ¿cómo los afectaría una vez que regresaran a casa? A pesar de su
miedo a ser atada –y de lo enojada que estaba con él por zurrarla de verdad– nunca
se había sentido más en paz que ahora mismo. Aún después de tener sexo con sus
subs, siempre había sentido como si faltara algo. ¿Sería esto? Muy dentro de sí,
¿quería ser dominada?
Brayden movió la punta de sus dedos desde su escote a la parte externa de su muslo.
Karina bufó, pero por dentro una pequeña emoción la traspasó al oír sus explícitas
palabras susurradas.
¿Fue eso? Había estado caliente desde el momento en que llegaron aquí. En el coche
incluso. Y nada de eso tuvo que ver con la zurra. Todo estaba ligado a Brayden y a
la manera en que la hacía sentirse cuando la tocaba. Pero no podía decirle eso. Eso
no.
Brayden movió la mano entre sus piernas. Karina apretó los muslos, atrapándole la
mano.
—Brayden —jadeó.
—Karina. Abre las piernas. —Bajó la cabeza y le susurró en el oído—. Estamos siendo
observados, gatita.
Brayden sintió la crema cubriendo su coño y quiso enterrar la cara allí para
saborearla. Estaba tan mojada y caliente, tan deliciosamente sexy mientras se
acurrucaba contra su pecho.
—Creo que me gusta este lado de ti —susurró él—. ¿Conseguiste hablar con algunos
subs?
—¿De verdad vas a hablar conmigo de este tema ahora? —susurró ella.
Brayden se rio por lo bajo y acarició con la nariz su cuello justo debajo de su
oreja.
—Sí. ¿Qué averiguaste?
—Lo haremos.
Metió dos dedos en su apretado canal. Karina gimió cuando sus paredes se
contrajeron alrededor de los dedos, chupándolos más profundo. La folló lentamente,
metiendo y sacando sus dedos, entonces retirándolos del todo para rodear su
clítoris antes de empujar profundamente hacia adentro otra vez.
—No vas a conseguir cambiar los roles, gatita —le dijo y retiró los dedos de su
coño.
Se metió los dedos en la boca y chupó la crema de sus nudillos. Jesús, ella sabía
bien.
El enojo de Kay se relajó, pero el calor en sus ojos se intensificó. Brayden tuvo
la inconfundible sensación de que ella quería atarlo a uno de los postes de azotes
y fustigarlo por no dejarla correrse. Sonrió.
—Eso es lo que consigues al intentar darme órdenes. Una cosa que deberías saber,
gatita. Hago lo que quiero, cuando quiero, y cómo quiero.
Capítulo 09
Karina entró a su suite y dejó caer su cartera y chaqueta sobre la mesa antes de
encaminarse a la cama y dejarse caer encima boca abajo. Estaba cansada y tan
condenadamente excitada.
Brayden nunca la hizo correrse, pero él tampoco lo había hecho, por lo que estaba
absolutamente segura de que el hombre estaba tan mal como ella. Se lo tenía
merecido, en su opinión.
Sintió la cama hundirse cuando Brayden apoyó la rodilla junto a la suya, meció una
pierna sobre sus muslos y entonces se inclinó, colocando una mano al lado de cada
uno de sus hombros. Karina se tensó, pero no dijo nada.
Era Brayden. Sólo Brayden.
—Más allá de estar tan jodidamente caliente que podría gritar, estoy bien —masculló
en contra de la almohada.
Karina se alzó sobre sus codos y estiró el cuello para dispararle una mirada
asesina por encima de su hombro. Su sonrisa burlona la tranquilizó inmediatamente,
pero todavía no apagó la lujuria que corría a través de sus venas.
—Aléjate de mí —le dijo con su mejor voz de Domme—. Antes de que te noquee.
—Así que la Ama Kay todavía está aquí. —Cruzó un brazo a través de su propio
estómago y el otro debajo de su cabeza. El humor bailaba en sus ojos cuando la
miró.
—Me parece que te has divertido jodidamente mucho atormentándome esta noche —dijo
Kay—. ¿Cuándo voy a conseguir atormentarte yo a ti?
—¿Desde cuándo?
—Ya veo —bromeó ella—. Me observabas de lejos, deseando pero nunca intentando.
Quizá si estuvieras dispuesto a estar atado. —Arqueó una ceja y esperó su
respuesta.
—Así que si te dejara atarme, ¿me follarías ahora? Porque Dios sabe que, realmente,
podría aceptar.
—No.
—¿No? —Le preguntó sin poder creerlo, pero Karina estaba segura de que estaba
bromeando—. Iré a hacerme una paja en la ducha. ¿Te gustaría observar, así no
resulta tan incómodo?
Karina se rio.
—No.
Aunque muy profundamente dentro de sí definitivamente le gustaría hacerlo. Le
encantaba su pulla. Brayden se estaba mostrando en realidad muy divertido aunque
ella no quisiera desnudarlo.
—Ah, vamos. Te he visto observar a tus subs. Incluso dándoles instrucciones sobre
cómo hacerlo bien. Si eres una buena chica, incluso podría dejar que me dieras unas
pocas instrucciones. Prácticas, por supuesto —añadió con una sonrisa malvada.
—Pienso que lo que necesito es una ducha fría. —Su sonrisa se desvaneció cuando
clavó los ojos en ella—. ¿Tienes alguna idea de lo difícil que va a ser separar
nuestras vidas en el club de las que llevamos aquí?
—Estoy comenzando a darme cuenta. Si volviéramos a casa, creo que sería más fácil.
Tú tendrías tu trabajo durante el día, y yo el mío. Iríamos a casa por la noche a
lugares separados.
Brayden le delineó los labios con la punta del dedo. Ella no respingó para alejarse
de él como hacía a menudo cuando los hombres la tocaban en cualquier sitio que no
fuera dentro del club. No sabía por qué esa reacción estaba tan afianzada en ella.
¿Tal vez porque nunca había hecho nada que fuera diferente? Se sentía segura en el
club, y por consiguiente nunca buscaba sexo fuera de allí. Ni siquiera nunca salía
de citas.
Karina lo observó salir del cuarto, cerrando la puerta contigua. Dejó caer su
cabeza y pegó un grito contra la almohada. Quería salir corriendo tras él,
subírsele encima, y montar esa gruesa polla hasta correrse, pero… no estaban en el
club.
¿Por qué, incluso después de diez años, todavía no podía atreverse a tener sexo
cuando estaba a solas con un hombre? Era Brayden, por el amor de Dios.
Ésta iba a ser una asignación difícil. Siempre se había sentido atraído por Karina.
Siempre se había preguntado cómo sería estar con ella. Karina, por otra parte,
tenía un montón de problemas. Sabía que se sentía atraída por él, pero el hecho de
que ambos fueran Doms los había obligado a guardar las distancias.
Su excitación al ser zurrada lo había sorprendido. Tal vez hubiera una sumisa
enterrada tan profundamente dentro de ella que ni siquiera Karina fuera consciente
de eso. ¿Pero lo admitía alguna vez? Debido a su pasado, ¿lo aceptaría alguna vez?
Un ruido en el cuarto contiguo atrajo su atención, y se quedó escuchando con
atención. ¿Era Karina? Otro gemido, y levantó la ceja. ¿La pequeña descarada estaba
masturbándose? Sus labios se retorcieron ligeramente con ese pensamiento mientras
se quitaba sus anteojos y los dejaba sobre la mesita de noche. Otro sonido, este
más similar a un chillido asustado, y Brayden saltó de la cama como un rayo.
Sonaba como si ella tuviera una pesadilla. Se había preguntado más temprano si
estar amarrada le traería de vuelta recuerdos indeseados, pero Karina había
parecido tan fuerte que no se había preocupado demasiado por eso.
Abrió su lado de la puerta contigua y suspiró de alivio al ver que el lado de ella
no estaba completamente cerrado. Empujó la puerta y espió en dirección a su cama.
Ella se sacudió una vez y lloriqueó. Brayden rápidamente entró en el cuarto y se
encaminó hacia ella.
Ella gimió y sus dedos formaron un puño en las sábanas. El sudor cubría su frente y
las líneas alrededor de su boca estaban tensas por el dolor.
—Mierda. —Le agarró la muñeca justo en el momento en que ella tocó el arma con sus
dedos—. Karina, soy yo. Brayden.
Intentó luchar contra él, pero Brayden le mantuvo la mano sujeta y con su mano
libre, le aferró la barbilla.
—Gatita. Mírame.
Sus grandes ojos se clavaron en él, al principio sin verlo, pero luego de unos
segundos el reconocimiento apareció. Ella suspiró y cerró los ojos.
Él sonrió ligeramente.
—Probablemente se debió al club, por haber sido amarrada. Lo siento, Kay. Te veías
tan fuerte anoche, que ni siquiera pensé que podría pasar esto.
—Ni yo tampoco —le confesó.
Ella ajustó la cabeza para poder mirar hacia abajo, entonces se recostó nuevamente
en contra de él. Brayden se rio ante su comprobación para asegurarse que él
estuviera vestido. Aunque no llevara puesta una camisa, llevaba los pantalones del
pijama.
—¿Y tú? —Bromeó él—. Sé que no llevas puesta una camisa, ¿pero qué hay debajo de
las sábanas?
Brayden sonrió.
—Tal vez.
—¿Con qué?
—Siendo un Dom.
Él sonrió ligeramente.
—No.
Kay suspiró.
—¿Qué pasa, Kay? —Puso el dedo debajo de su barbilla y le inclinó el rostro hacia
arriba, obligándola a encontrarse con su mirada—. ¿Te estás cuestionando el ser una
Domme?
—No… Sí —respiró.
—Tal vez sea porque muy profundamente dentro de ti no eres en realidad una Domme en
absoluto. Tal vez usas lo que te ocurrió como una excusa para creer que lo eres.
¿Por qué no aprovechas este tiempo para experimentar? Sé que estás representando el
rol de una sumisa, pero a pesar de eso realmente te entregas. Estamos lejos del
club. Nadie lo sabrá. Si no resulta, siempre puedes regresar al club como la Ama
Kay.
—Quizás.
—Demasiados quizás aquí esta noche, ¿eh? Probablemente deben venir junto con la
cuenta del alquiler. ¿No te parece?
Ella se rio y apoyó la cabeza en su pecho. Brayden envolvió los brazos alrededor de
su cuerpo y la apretó más cerca. Dios, de verdad le gustaba tenerla aquí. Si no
fuera cuidadoso, podría volverse un adicto a Karina, y no sólo sexualmente.
Ella bajó la mano y aferró un trozo de sus pantalones del pijama decorados con las
orejas del ratón Mickey.
—Mi hermana me los regaló para la Navidad del año pasado haciéndome una broma.
Siempre me simpatizó.
—Bien. Olvidé que la conociste este último verano en el picnic de la agencia. Ella
está bien. Acaba de lanzar la nueva película animada.
Brayden sonrió.
—A mí también. Pero no le cuentes que dije eso. Tengo que tener algo para pincharla
cuando viene de visita.
La sonrisa de Karina hizo que su corazón saltara. Le rozó la mejilla con el dorso
de los dedos.
—Lamento decepcionarte.
Capítulo 10
Karina arrojó las bolsas de ropas sobre la cama con un suspiro de cansancio. Luego
de su pesadilla de anoche, había conseguido dormir un poco. Un rato después de que
Brayden se había ido, su cuerpo aún zumbaba por el toque del hombre. Todavía podía
sentir sus brazos alrededor de ella, sosteniéndola, reconfortándola. Dios, se había
convertido en una maldita puta del consuelo. Si esto no se detenía, él pensaría que
ella no era más que una débil llorona.
—¿De dónde diablos han salido todas esas bolsas? —preguntó Brayden, su voz
salpicada de diversión.
Él chasqueó la lengua.
—¿Y no llevaste a tu Dom para que te ayudara a escoger las prendas? Muy mala sub,
Karina.
—Te gustó demasiado eso. Me parece que necesito pensar en otro castigo.
—Estaba bastante aburrida esta mañana. Pasar todos estos días sin hacer nada va a
terminar cansándome después de un tiempo, así como también va a ser un golpe duro
para mi cuenta corriente. Salir de compras porque estás aburrido no es barato.
—Deberías pagar todo esto con la tarjeta de crédito que te dio la NCIS.
Ella respingó.
—De todos modos quiero que comas algo antes de que vayamos al club, aunque sea algo
ligero. Especialmente si vas a beber, y de ahora en adelante, te voy a dar un
límite de dos bebidas.
—Oye. Esta cosa de Dom es sólo una puesta en escena. ¿Sabes eso, verdad?
—Kay, sabes que nunca dejo que mis subs se emborrachen. Te quiero sobria. Punto.
Ella comenzó a enfurecerse, pero cambió de idea y se echó atrás. Él tenía razón.
Ella nunca quería que subs se emborracharan, tampoco. Si tenían que beber para
someterse, entonces no necesitaban estar allí. ¿Pero sus circunstancias no eran un
poquito diferentes?
Anoche había sentido que necesitaba estar al menos un poco achispada, y ese
probablemente fue el motivo de que se mojara tanto cuando él la zurró. O al menos
eso es de lo que intentaba convencerse a sí misma.
Parecía una diosa griega con su pelo recogido y cayendo por su espalda en
tirabuzones. Llevaba puños dorados en cada muñeca que, interesantemente, podían ser
abrochados juntos. La parte superior de su atuendo tenía la forma de un sostén y le
levantaba los pechos seductoramente. Más abajo, unos flecos dorados rodeaban a su
estómago y espalda. La falda no era más que un grueso fleco dorado que apenas le
cubría el culo. Cada vez que ella caminaba, los flecos oscilaban, dando destellos
de su bronceada y firme piel por debajo. El traje se completaba con unas sandalias
doradas con tacones de siete centímetros que contaba con lazos que subían por sus
pantorrillas. Incluso se había pintado las uñas de sus pies de color dorado.
Brayden se había reído cuando le vio los pies. Ella se había encogido de hombros y
le había echado la culpa a estar aburrida. Joder, él podría darle algo que hacer
para evitar que se aburriera. Pasaría mucho tiempo antes de que se aburriera de
follar con Karina, si es que alguna vez lo hiciera.
—Ah, aquí está mi pareja favorita —dijo el Amo Delacroix con una sonrisa cuando se
encontró con ellos en el vestíbulo.
Delacroix dio un paso adelante y colocó un beso en la mejilla de Karina. Brayden
frunció el ceño ligeramente, sin saber por qué el toque de Delacroix le molestaba
tanto.
—Amo Delacroix —dijo Karina con una gran sonrisa—. Oí que anoche fuiste bastante
bueno con un látigo. ¿Habrá una demostración más tarde?
—Lo sé —respondió Karina con un suspiro mientras miraba el ceño fruncido de Brayden
—. Él puede ser un poco egoísta a veces en lo que se refiere a compartir sus
juguetes.
La risa de Delacroix se hizo más profunda cuando se acercó para darle una palmada a
Brayden en el hombro.
—No en esta vida, Amo Brayden. Vamos, tengo a alguien a quien me gustaría
presentarte.
Hizo pasar a Brayden al cuarto de juegos, Karina siguiéndolos un poco por detrás.
Mientras se dirigían hacia el bar, Delacroix preguntó en voz baja.
—Perfecto. Estoy tratando de hacer unas pequeñas investigaciones por mi cuenta. Nos
reuniremos la semana que viene para almorzar y compararemos nuestros avances.
Miró por encima de su hombro y vio a Karina sonriendo y haciendo gestos con las
manos en dirección a un grupo de sumisas sentadas en un sofá en el centro del
cuarto.
—Karina —dijo. Ella volvió su atención a él, todavía sonriendo—. Puedes ir y pasar
un rato con las otras sumisas mientras hablo con los Doms.
—Oh, ¿puedo, Amo? Gracias, Amo —respondió con una voz empalagosa que casi hace
ahogarse a Delacroix al intentar reprimir las carcajadas.
—Por cierto. —Señaló con la cabeza hacia un pequeño grupo reunido en la zona de
asientos—. Te presentaré a Jamison aquí en un segundo. —Se sentaron en las sillas
de cuero frene al sofá y se inclinaron más cerca para poder hablar en voz baja—.
¿Has pensado en usar a Karina de carnada?
—Escúchame bien —continuó Delacroix con firmeza—. Los otros agentes del FBI no lo
están llevando bien. Dos de ellos son mujeres que ya han renunciado diciendo que
toda la cosa del BDSM les pone la carne de gallina. Le podemos añadir detalles
adicionales a Karina, asegurándonos que nunca esté sin vigilancia.
Brayden suspiró y se frotó la cara con una mano. Karina iba a tener un ataque
descomunal.
—¿Cómo solucionó el FBI el tema de las sumisas? —preguntó Brayden, pasando a otro
tema que no fuera Karina por ahora.
—Recomendé a una de las subs de aquí. Ella ha estado en la escena mucho tiempo y
estuvo de acuerdo en ayudar al agente del FBI en el otro club.
—No creo que eso sea mucho problema. Hasta ahora, todas las subs asesinadas
salieron de clubes de alto nivel. Tres del mío y dos de otro club en el extremo sur
del pueblo, así que están enfocando su atención en eso.
—Revisé los archivos todo el día hoy. Estas mujeres no tenían absolutamente nada en
común. No hay una cosa que las vincule, aparte de los clubes, y eso no es
suficiente.
—Hay una cosa —le aclaró Delacroix—. Todas las subs que fueron secuestradas eran
descaradas e insolentes.
—Observo a mi club, Brayden. Mantengo un ojo sobre las subs, al menos mientras
están aquí. Recuerdo a esas chicas, y se comportaban exactamente igual a Karina.
Brayden asintió.
—Dado que ninguno de nosotros puede lanzar nombres sin alertar a nuestros miembros,
no he hablado con nadie de allí, pero envié a un par de subs para intentar recabar
alguna información, y regresaron con las mismas conclusiones. Las dos subs que
fueron secuestradas del otro club también mostraban un pequeño lado rebelde. —
Delacroix sonrió—. Los chismes pueden ser una cosa maravillosa.
—¿Quiénes son esos subs que enviaste, Delacroix, y puedes confiar en ellos?
—Puedo confiar en ambos. Una de ellos es a quién envié a trabajar con el agente. El
otro es un oficial de policía que ha estado aquí desde que abrimos. Ambos
comprenden el secreto que rodea al caso.
Brayden asintió con la cabeza, pero todavía preocupado. ¿Utilizar a Karina como
carnada? De ninguna manera. Pero si Delacroix estuviera en lo cierto y su
sospechoso fuera tras las subs desfachatadas, entonces Karina podría ser un justo
un blanco siendo ella misma.
—Si lo que dices es cierto, eso significa que nuestro sospechoso es miembro de
ambos clubes —reflexionó Brayden—. Él tenía que saber cuáles eran las subs
descaradas.
—Voy por delante de ti. Las subs están buscando rostros familiares.
Brayden asintió.
—Sí, y dado que tú no has oído nada de ellos, veo que el FBI todavía no es mejor
compartiendo información con otras agencias, así que voy a invitarlos a unirse a
nosotros en nuestro almuerzo de la semana próxima. Vamos a obligarlos a ser un poco
más abiertos con la NCIS.
Brayden sonrió.
—Perdí algo en un caso. Algo muy importante, y mi sumisa quedó atrapada en medio
del fuego cruzado.
Delacroix ondeó la mano en dirección a un hombre alto y rubio que estaba parado
entre dos subs.
—Jamison —lo llamó Delacroix—. Acércate que quiero presentarte al Amo Brayden.
Capítulo 11
Karina se relajó contra los cojines del sofá, escuchando sólo a medias la
conversación a su alrededor. ¿Tendría razón Delacroix al pensar que el hombre que
estaban buscando era en verdad un sumiso? ¿Realmente tenía sentido?
Karina volvió su mirada hacia Brayden. Se estaba riendo de algo que el hombre que
tenía cerca le dijo, y ese profundo sonido de barítono produjo cosquilleos en su
piel. Durante estos últimos minutos, a medida que las escenas se iban reproduciendo
a su alrededor, había comenzado a imaginarse a sí misma dentro de esas escenas
junto a Brayden. Pero esta vez, se imaginaba en el rol de la sub. Maldición si eso
no la puso más caliente.
Tal vez debería hacer lo que le sugirió Brayden. Tal vez debería aprovechar este
tiempo para experimentar. Se suponía que estaba desempeñando el rol de una sub, tal
vez sólo debería saltar con ambos pies y darse permiso para dejarse llevar.
Frunció el ceño. Pero todavía estaba ese asunto del bondage con el que necesitaba
tratar.
Con ese pelo largo, esos ojos calientes, y ese tupido rastrojo, se parecía
realmente a un peligroso y seductor chico malo. Esta noche estaba realmente para
chuparse los dedos con esos pantalones negros holgados y una camisa rojo sangre.
—Me encantaría saber cómo empezó ese rumor, dado que ni una vez he roto la piel de
una sumisa con mis dientes.
—Estoy segura de que no es nada más que la imagen que proyectas. Y muy
probablemente por el pelo.
—Por supuesto.
—Sí, señor.
Con la mano en la parte baja de su espalda, condujo a Karina a una pequeña mesa
cerca del bar.
—¿Hay alguna sub en este club que te diría que no? —preguntó ella.
—Sí, los látigos no serían exactamente algo excitante para mí, tampoco.
Él se rio.
Trey le devolvió el gesto, indicándole que lo había oído, pero continuó con
cualquiera fuera la bebida que estaba preparando.
—Estuve mirando los archivos que envió el FBI. Vi lo de Shandra, y quería que
supieras que jugué con ella la noche que fue secuestrada.
Karina se quedó con la boca abierta, entonces la cerró rápidamente. Había una
tristeza en sus ojos que la sorprendió.
—Debes haber sido el Dom sobre el que ella me contó.
—Hablé con ella justo antes de que llegara al club. Estaba muy entusiasmada por la
posibilidad de captar la atención de un Dom específico. Estoy asumiendo que se
refería a ti.
Karina tragó.
—No diré una sola palabra. Créeme. Lo entiendo. Cuéntame sobre ella.
Él tomó la cerveza que Trey le acercó y asintió con la cabeza para agradecerle
antes de volverse a Karina.
—Era adorable. Su risa fue lo que llamó mi atención. Eso y esos ojos color avellana
suyos. —Hizo girar la botella, clavando los ojos en ella con tristeza—. Pensé en
llevarla a casa conmigo. Quería hacerlo. Tal vez si lo hubiese hecho… —se encogió
de hombros.
—En la Auditoría General del Ejército. Ella era una asistente legal, yo trabajo en
homicidios. Hablábamos frecuentemente sobre los casos y los próximos juicios. Como
a ti, su risa me fascinó. Era tan divertida y tan ingeniosa. Tenía dos diplomas,
uno en administración de empresas y otro en ciencias políticas. Estaba cerca de
conseguir su diploma de abogada, pero se quedó sin dinero. Es por lo que se
inscribió en la Marina. El Ejército la contrató de inmediato, y pudo continuar con
su educación. Sólo le quedaba un semestre para conseguir el título.
Karina respiró profundamente para evitar que las lágrimas comenzaran a derramarse.
—Fui quien la metió en el BDSM. Una noche estábamos borrachas —sonrió—. Ella
comenzó a hacerme preguntas relacionadas con mi rol de Domme y sobre cómo sería ser
una sumisa. Así que la até, le puse un vibrador, y le di unos azotes con el
flogger.
Delacroix se atragantó con su cerveza, haciendo que Karina soltara una risita.
—Ninguna de nosotras teníamos esa inclinación, pero estábamos tan borrachas que no
nos importó. Al principio ella se rio, entonces… comenzó a disfrutarlo. Realmente
la llevé al orgasmo, y fue cómo descubrió el chocolate por primera vez. Después de
eso, quedó fascinada. Comenzó a ir a los clubes, a experimentar y a empujar sus
límites. —Los ojos de Karina se inundaron con las lágrimas—. Amaba todo esto. Amaba
la vida.
Delacroix se apoyó a través de la mesa y cubrió su mano con la suya.
—¿Necesito separarlos a ustedes dos? —preguntó Brayden mientras apoyaba las manos
en los hombros de Karina y les daba un suave apretón.
—Lo fuimos.
—No te pongas demasiado duro con ella. No quieres dejar al descubierto todo su
descaro.
Brayden deslizó lentamente las manos bajando por el pecho de Karina y metiéndose
dentro de su top para ahuecarle los pechos. Ella se sobresaltó, pero entonces se
recompuso rápidamente cuando divisó a varios de los Doms observándolos. Se mordió
los labios cuando los dedos de Brayden masajearon suavemente sus pechos, entonces
pellizcaron sus pezones. El calor corrió a lo largo de su cuerpo, empozándose entre
sus piernas.
Cuando sus labios besaron ligeramente un lado de su cuello, ella inclinó la cabeza
y suspiró.
—¿Sí?
—Ajá. Yo um… —él hizo rodar los pezones entre sus dedos pulgar e índice, haciéndola
casi olvidar lo que estaba diciendo.
—Cierto.
—Correcto.
El chasquido de un látigo y el gemido de una sumisa hicieron que tanto ella como
Brayden se congelaran. Miraron hacia arriba y a través del piso en dirección donde
Delacroix tenía a la joven sumisa amarrada a dos postes en medio del cuarto, los
brazos sobre su cabeza, los pies ampliamente separados, su cuerpo completamente
desnudo y a merced de Delacroix. La gente comenzó a reunirse, bloqueándoles la
vista.
—Amo —se corrigió, jadeando. Dios, ¿qué le estaba haciendo este hombre? Todo su
cuerpo se sentía prendido fuego—. ¿La cosa del látigo?
—¿Sí?
—Bray…
—¿Quién?
—Amo, imbécil…
Él acomodó las rodillas entre las de ella para separarle ampliamente los muslos,
haciéndola jadear otra vez. El aire fresco del cuarto azotó contra su coño mojado y
la hizo temblar. Con las manos en su cintura, la empujó hacia abajo de manera que
la parte superior de su cabeza estuviera a la altura de la de él.
—Yo sé cómo…
—Perdona…
—Karina —le dijo gruñendo con esa profunda voz de Dom que envió pequeños temblores
de un perverso deseo por todo su cuerpo.
—Sólo soy yo, gatita. Mantén tus manos enlazadas detrás de mi cuello. No las
muevas.
Rozó ligeramente las puntas de los dedos bajando por el interior de sus brazos.
Sintió cosquillas y se removió, soltando una suave risita. Tenía que admitirlo, la
maniobra la apaciguó un poco más.
—Me gusta tu risa, Kay —murmuró mientras apartaba el fleco de entre sus piernas.
Ahuecó su sexo y arremolinó los dedos a través de la crema recubriendo sus labios—.
Es muy sexy. Quiero oírla más seguido.
Karina suspiró y se mordió los labios con la sensación de su toque. La gente que
observaba no la molestaba. Había tenido sexo en público muchísimas veces. Lo que la
molestaba esta vez era el hecho de que no fuera ella quien tuviera el control.
Movió las caderas, y él la abofeteó con los dedos a través de su montículo con
rudeza. Los ojos de Karina se abrieron de golpe al sentir el aguijón que viajó en
línea recta desde su coño a su útero.
Karina podría haberse tragado la lengua con el tono dominante de su voz. Dios, él
sonaba tan sexy.
—¿Qué?
—Sin embargo, puedes gemir tanto como quieras.
—Pero lo que no harás es mover tus caderas, intentar conseguir mi mano donde la
quieras, u ordenarme hacer algo. ¿Está claro? —Él reanudó el lento deslizamiento de
la yema del dedo alrededor de su clítoris en un movimiento provocador que estuvo
cerca de hacerla gemir.
—Sí.
Brayden abofeteó la mano contra su coño otra vez. El dolor subió rápidamente por su
columna vertebral, provocándole un nudo en el estómago, pero al mismo tiempo
dejándola incluso más mojada. Maldito sea.
La empujó hacia adelante, boca abajo sobre la mesa delante de ellos. Karina maldijo
e intentó salir de debajo de él, pero la mano entre sus omoplatos la mantuvo en el
lugar. La palma de su mano le abofeteó el culo, y ella gritó sorprendida por el
afilado escozor.
—¡Maldita sea, Brayden! —Gritó—. ¿No puedes soportar una jodida broma?
—No.
La zurró otra vez, ahora más duro. Ella lloriqueó y se mordió la lengua. Joder,
esto dolía. De acuerdo, tal vez había ido un poco demasiado lejos, pero toda esa
cosa de Amo la cabreaba como la mierda.
—Brayden. ¡Alto!
La abofeteó una vez más, Karina estaba segura que sólo por el puro gusto de
hacerlo. Lo de maldito sádico era cierto. Con un movimiento, tiró de ella hacia
arriba y la acomodó en su regazo en la misma posición que había estado antes.
Ella suspiró y respingó ante la sensación de los muslos del hombre presionando
contra su dolorido trasero.
—Amo.
—¿Y vas a comportarte esta vez? —Le preguntó mientras le llevaba las manos
nuevamente alrededor de su cuello.
—Sí, Amo.
Capítulo 12
Brayden le sonrió a su pequeña gatita salvaje. Ella podía ser tan condenadamente
terca, y él sabía que toda la cosa de Amo la cabreaba como la mierda. Señor sería
aceptable, pero había seguido insistiendo con lo de Amo por ahora sólo para
enervarla.
Otro chasquido del látigo y el grito de placer de la sub se extendió por todo el
club. Sonaba como si la chica estuviera cerca de tener un orgasmo alucinante. Un
golpecito más del látigo y ella probablemente lo lograría.
Pudo ver a Delacroix a través del gentío cuando él se acercó a sub y la besó. Ella
gimió y se contoneó entre los postes, su piel ruborizada, sus ojos vidriosos y
encendidos.
A él le gustaría ver esa mirada en el rostro de Karina, pero por el momento sólo
deseaba acostumbrarla a que le permitiese ser quien estuviera a cargo. Esa sería la
parte más difícil para ella, especialmente considerando su pasado.
Deslizando la otra mano dentro de su top, le ahuecó un pecho y lo sacó afuera donde
pudiera tirar de su rosado pezón hasta colmarse. Le gustaban sus pechos. Eran
firmes y llenos, inundando sus manos apenas más allá de desbordarse.
—Brayden —susurró.
Le pellizcó con fuerza el pezón.
—¿Quién?
—Amo —gimió.
Brayden sonrió al oír el sonido ronco de su voz. Ella estaba cerca. Podía notarlo
por la forma en que se esforzaba por mantener sus caderas quietas, la manera en que
jadeaba suavemente… los pequeños quejidos que escapaban cada pocos alientos.
Cambió el patrón de sus dedos, moviéndolos en una forma de ochos, lo que sabía que
la volvería loca. Se cuidó de no tocar su clítoris de lleno, sólo dejaba que su
dedo rozara el nudo lo suficiente como para hacerle perder la cabeza, pero no lo
bastante como para enviarla sobre el borde.
Sus respiraciones se volvieron más cortas y más rápidas, y su coño se puso más
mojado. Ella apretó los brazos alrededor de su cuello, y sus muslos se
estremecieron.
—Ahora, eso sonó bonito —susurró justo antes de encerrar a su clítoris entre el
pulgar y el dedo índice, y apretarlo.
Con un grito, Karina arqueó la espalda y estalló en un orgasmo que hizo que la
polla de Brayden se sintiera como si fuera a explotar en cualquier momento. Jesús,
cómo le gustaba observarla.
Ella se combó en contra de él, y Brayden se estiró para bajarle los brazos de
alrededor de su cuello. Aferrándola de las muñecas, envolvió los brazos alrededor
de ella. Karina intentó incorporarse, pero él la mantuvo sujeta.
—Brayden, yo…
—Karina —gruñó—. Esto es parte de ser una sub. Quédate quieta, relájate, y déjeme
cuidar de ti.
Ella tragó y asintió moviendo la cabeza apenas lo necesario para que él pudiera
verla. Parecía que esto le molestaba más que cualquier otra cosa.
—Un poquito.
—Tú no eres débil, gatita. —Le besó suavemente la mejilla—. Eres una de las mujeres
más fuertes que he conocido.
—No suelo necesitar esto —susurró, su voz cansada y ronca. La voz de una sumisa
saciada—. No quiero necesitar esto.
—Lo sé.
Karina estaba sentada sobre sus rodillas a los pies de Brayden mientras él hablaba
con los Doms a su alrededor. Todavía tenía la mente puesta en lo que había sucedido
más temprano. Sabía de antemano que estaría jugando con Brayden, lo había aceptado,
pero todavía no podía lograr sobreponerse a lo bien que él la había llevado al
orgasmo.
Maldición si el hombre no tenía dedos talentosos. Todavía ahora los podía sentir,
cepillando a través de sus pliegues, provocándola, atormentándola. Un caliente
rubor se extendió por sus mejillas, y apisonó su creciente lujuria. Se suponía que
debía estar prestando atención.
Frunció el ceño. ¿Prestándole atención a qué? ¿Cómo iban a llevar a cabo esto? ¿Qué
estaban buscando exactamente? ¿Un comportamiento sospechoso? ¿Qué mierda se
interpretaba como comportamiento sospechoso en un club BDSM?
Con sólo observar no iban a atrapar a este tipo. Tenían que hacer algo más
arriesgado. Necesitaban una carnada.
Brayden le había dicho más temprano que todas las subs habían sido descaradas. Ella
podría ser desfachatada. ¿Podría empujar a Brayden lo suficientemente a menudo como
para que el sospechoso lo notara? ¿Podría soportar el constante castigo que Brayden
le impartiría? Todavía le ardía el culo por la paliza que le había dado esta noche.
Frunció los labios. No estaba segura si estaba cabreada con él o consigo misma.
¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué no lo había llamado Amo simplemente y acabar de
una vez con eso? En lo más profundo, ¿había querido que él la zurrara? Bufó por lo
bajo.
Estoy perdiendo la cabeza. Estoy aburrida. Estoy confundida. Me siento atraída por
Brayden. Síp. Es eso. Estoy perdiendo el control.
Delacroix se aproximó con una Janie de aspecto muy feliz y relajado acurrucada en
sus brazos, y tomó el asiento vacío a la derecha de Brayden, acomodando a la chica
entre ellos. Después de haber azotado a Janie, Nathan la había llevado contra una
mesa, la había ubicado sobre su estómago y le había administrado un ungüento sobre
su espalda y caderas, entonces la folló al estilo del perrito. Karina había contado
tres orgasmos antes de que él finalmente se hubiera corrido.
Karina volvió su mirada nuevamente al piso algunos metros frente a ella. Había oído
a muchas de las subs hablar de Delacroix. Lo bueno que era el hombre, lo paciente,
pero al mismo tiempo duro y dominante. A pesar de su increíble apariencia física,
su encanto y su categórico sex-appeal, él no le hacía sentir un vuelco en el
estómago de la manera en que lo hacía Brayden. Por Dios, ¿qué significaba eso? ¿En
qué clase de lío emocional se estaba metiendo?
Kay le disparó una mirada significativa que esperaba que él entendiera. Necesitaba
poner su cabeza de vuelta en el caso y sacarla de las nuevas sensaciones que se
estaban agitando dentro de ella.
Brayden la estudió con esos oscuros e intensos ojos que parecían poder comprender
directamente el alma de una sub.
—Tienes permiso —murmuró con un tenso movimiento de su cabeza—. Pero quédate dónde
pueda verte.
Ella arqueó una ceja y abrió la boca para replicarle algún comentario sarcástico,
entonces cambió de idea. Un castigo por noche era suficiente. Además, probablemente
sólo había dicho eso para beneficio de los otros Doms.
Los labios de Brayden sonrieron, y Karina tuvo la sensación de que estaba jugando
con ella. Frunció el ceño, observándolo con cautela mientras se ponía de pie para
irse. Le echó un vistazo a Delacroix, quien todavía estaba acunando a Janie en su
regazo. Le había alzado la barbilla para depositar un beso en la comisura de su
boca, murmurando algo suavemente que la hizo sonrojarse, entonces asintió con la
cabeza cuando ella sonrió.
—Karina —dijo Delacroix cuando se volvió para alejarse—. ¿Te importaría permitir
que Janie te acompañara? Me gustaría hablar con Brayden unos minutos.
—Lindas franjas.
Delacroix se rio.
—Eso hace las cosas más entretenidas.
—Para algunas cosas, sí, soy presa fácil —comentó Delacroix—. Para otras, no tanto.
Brayden asintió con la cabeza una vez. Estaba de acuerdo con eso. A él no le
gustaban las mujeres frívolas tampoco.
—Práctica —respondió mientras golpeaba los nudillos en contra del brazo de la silla
—. Mucha práctica.
—Al principio lo hacía, aún cuando no era lo que quería. Ahora tengo más control y
sólo corto la piel cuando sé que la sub puede tomarlo. A Janie le gusta el dolor,
pero no tanto así. —Le sonrió ligeramente a Brayden—. ¿Tú no usas un látigo?
Delacroix asintió.
—Todos somos diferentes. Oí a Karina gritar cuando estaba jugando con Janie. Su voz
sonó diferente. ¿Cómo lo está llevando ella?
—Le vi las cicatrices en el estómago y espalda más temprano cuando se movieron los
flecos.
—Lo siento. Los años en el FBI tienen una tendencia a hacerle esto a uno. —Niveló
la mirada con la de Brayden—. ¿Qué le pasó?
Brayden suspiró.
—Supongo que sí, pero pensé que querías que nos encontremos para almorzar algún día
de la semana próxima.
—Decidí adelantarlo.
—¿Quieres explicarme por qué? —Le dijo Brayden, preguntándose por qué Delacroix
repentinamente se veía tan preocupado.
—Lo que me dijiste sobre Karina me dio una idea. Mañana a las once. Aquí.
Delacroix se alejó, dejando a Brayden con una mirada ceñuda detrás de él. Le
gustaba Delacroix, pero algunas veces había algo acerca de él que sacaba a Brayden
de las casillas. Era como si Delacroix supiera algo que nadie más sabía y sólo
soltaba esa información a pequeños pedacitos.
Capítulo 13
Karina se rio de algo que dijo uno de los sumisos, un hombre llamado Gary, acerca
de los nuevos Doms.
—Vamos, Gary —lo regañó Karina—. ¿Tienen que aprender de alguna manera, verdad?
—Por favor —refunfuñó y pasó una mano sobre sus bolas hinchadas, antes de respingar
—. ¿Y qué tal si encuentran a alguien más para practicar además de mí? Juro que de
ahora en adelante, voy a pedir referencias y pruebas de que han estado haciendo
esto durante más de algunos meses. Es una lástima que Delacroix no tenga las mismas
inclinaciones que yo —añadió, protestando.
Karina se rio.
Ella sabía que en cada club había uno… el Dom que podía hacer palpitar a cada
corazón dentro del cuarto, varones y mujeres por igual. En el Club Fetiche, ese Dom
resultaba ser justamente Delacroix.
—El hombre tiene un sexto sentido que va mucho más allá del sentido de Dom. Cuando
juegas con él o tienes sexo con él, es como si el hombre estuviera en sintonía
contigo. Les juro, creo que es psíquico —dijo Janie—. Es extraño e increíblemente
excitante al mismo tiempo.
—Y hablando de Doms sexys —dijo Gary con su acento sureño cuando levantó los ojos
sobre alguien detrás de ella.
Él bajó la mano y frotó los dedos sobre su culo. Brayden era definitivamente un
hombre de culos.
—Si no te conociera tan bien, juraría que tienes la idea fija —murmuró mientras le
delineaba los labios con un dedo.
Brayden arqueó una ceja. Volteó la cabeza y atrapó su dedo con los dientes,
mordiéndolo con la fuerza necesaria como para atraparla por sorpresa. Entonces
envolvió los labios alrededor del dedo y chupó suavemente, pasando la lengua por
encima de donde había mordido.
—Lo siento tanto, Claire —susurraba el Dom mientras intentaba ayudar, también.
—Está bien, Señor —respondió Claire a través de sus lágrimas, pero Karina dudaba
que Claire estuviera en cualquier parte cercana al joven Dom otra vez.
—Yo… —Jim suspiró—. Pensé que podría hacerlo. Aparentemente, necesito más práctica.
Con una mirada enojada, Delacroix extendió la mano y tomó el látigo de Jim.
Nathan ahuecó las mejillas de la joven sumisa, quien ahora se combaba entre Karina
y Brayden mientras cada uno la sostenía de un brazo para mantenerla de pie. Le secó
las lágrimas con la yema de los pulgares.
Con la ayuda de Karina, Claire se volvió para que él pudiera verle la espalda.
Delacroix respingó y la compasión llenó sus ojos.
Ella era una mujer fuerte… una mujer independiente. No quería a un hombre
diciéndole lo que necesitaba. Haciéndola admitir cosas que ni siquiera quería
admitir para sí misma. Era una Domme y una condenadamente buena.
Salvo que ser una Domme no la satisfacía. No la hacía feliz. Incluso sus orgasmos
eran… para ser franca, últimamente, habían apestado. El mejor que había tenido en
mucho tiempo se lo habían dado las manos de Brayden mientras la había mantenido
inmovilizada con simplemente el condenado tono de su voz.
Volvió a enojarse otra vez. Volvió a enojarse consigo misma. Con su confusión. Con
sus miedos. Ya no quería seguir asustada, pero lo estaba, y no sabía cómo
solucionarlo.
—Hola —dijo Brayden, cuando se aproximó y frotó la mano bajando por su brazo en un
movimiento calmante.
—Karina. Mírame —dijo Brayden firmemente con ese tono de Dom que nadie en su sano
juicio ignoraría.
Incluso ella.
Ella asintió con la cabeza y caminó junto a él a través del cuarto. En el momento
en que llegaron a la puerta, uno de los guardas vestidos de esmoquin se interpuso
en su camino. Los guardas estaban desperdigados por el cuarto, observando todo,
manteniendo a la gente controlada, y en caso de ser necesario, evitando peleas.
—El Amo Delacroix dijo que te diera esto para tu sub. Está un poco frío esta noche
en el jardín.
—Dejé de intentar averiguar cómo sabe estas cosas hace mucho tiempo. —Señaló con la
cabeza hacia una puerta ubicada detrás del puesto de recepción—. Si atraviesan esa
puerta, encontrarán otra al final del vestíbulo que los conducirá a un jardín más
privado. O pueden usar el jardín público saliendo por las puertas del cuarto de
juegos que dan al patio.
—Público —respondió, entonces cambió de idea dos veces más—. No… no… público.
¿Qué le estaba pasando? Era Brayden. Estaba a salvo con él. Su cuerpo de cualquier
manera, su corazón, tal vez no tanto.
—Privado —susurró.
—Dios, eres tan mandón —refunfuñó, pero hizo lo que le ordenó, porque él
indudablemente no se lo había pedido.
Se ubicó sobre sus piernas. El brazo de Brayden le rodeó los hombros, manteniéndola
cerca, a pesar de su rigidez. Tal vez debería haber escogido el sitio público.
El uso de su nombre completo le advirtió que él no estaba muy contento con ella
ahora mismo.
—Brayden…
—Si vamos a seguir adelante con este caso, Kay, tienes que abrirte conmigo. De otra
manera, esto va a enviarte a una recaída de la que nunca vas a poder regresar. ¿Qué
sucedió allí dentro?
Ella tomó un aliento tembloroso.
—Pensé que lo estaba haciendo bien, pero cuando vi su espalda y toda esa sangre… he
visto sangre antes. No sé por qué esto…
—Yo sé por qué. Ya no está sólo relacionado con el juego de dolor o la dominancia.
Cuando ves esas cosas, ahora ves a esas chicas, y recuerdas lo que te ocurrió.
¿Correcto?
—Y muy dentro de ti, te preocupa de que exista una posibilidad de que pudiera
ocurrir de nuevo —dijo con una voz mucho más suave.
—Cuando sientas que vas a entrar en pánico o te sientas como esta noche, quiero que
vengas a mí si no estamos juntos. ¿Entendido?
—Trato hecho.
—Bien. —Le sonrió con malicia—. Y tal vez, si eres una muy, muy, buena chica, puedo
pensar en algo que aleje tu mente de todo esto.
Ella debería sacar de entre manos algo listo para decir, pero las palabras le
fallaron cuando la miró con esos oscuros y fascinantes ojos. Rozó el pulgar sobre
su labio inferior, y Kay se preguntó cómo se sentiría su boca en contra de la suya.
Ésta no era ella. Ella debería ser la que estuviera a cargo, la que reconfortara a
un sub. ¿Por qué estaba sentada en su regazo, anhelando el consuelo que él podía
darle? ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Por qué estaba derritiéndose bajo su
caliente mirada como muchas de las otras sumisas que había visto con él?
Pensar en otra mujer sobre su regazo le oprimió el pecho. Antes, siempre había
disfrutado de observar a Brayden con las subs, había fantaseado incluso, que era
ella la que estaba sobre la mesa… especialmente en los últimos tiempos. Ahora,
pensar en él con otras mujeres le formó un nudo en el estómago en el acto. No le
gustaba eso. ¿Qué había cambiado?
—Realmente debes de estar aterrada si no tienes nada sarcástico para decir —murmuró
Brayden.
Capítulo 14
—No, estoy… —Negó con la cabeza enfáticamente—. Creo que estoy perdiendo la cabeza.
Probablemente deberíamos volvernos adentro.
—Fue un gusto.
—El Amo Delacroix siempre acompaña a las sumisas que no tienen Dom. Él se asegurará
de que Claire sea atendida, y de que llegue a casa sana y salva. Se quedará con
ella hasta que un miembro familiar pueda llegar. Creo que Claire tiene una hermana
que frecuenta el club ocasionalmente.
—Eso es bueno —dijo Brayden y empujó a Karina más allá del puesto de recepción para
regresar al cuarto de juegos—. Gracias…
—John —le informó, entonces inclinó su cabeza en un arco pequeño.
—Busquemos una bebida, Kay —le susurró y ambos se encaminaron con rumbo al bar.
Karina asintió con la cabeza y se encaminó hacia la barra más cercana. Se acomodó
en una banqueta y suspiró con cansancio.
Giró en el taburete para quedar de frente a Karina, pero la atención de ella estaba
en cualquier otra parte más alejada del cuarto. Siguió su mirada hasta una pareja
llevando a cabo un juego de cera al otro lado del bar. El Dom tenía a la sumisa
atada sobre la parte superior de la barra y ocasionalmente hacía chorrear cera
sobre sus pechos y torso. Cada vez que la cera caliente le golpeaba la piel, la
sumisa siseaba y gemía, su cuerpo sacudiéndose en contra de las restricciones.
Brayden volvió su mirada nuevamente a Karina y pasó el dorso de los dedos sobre su
mejilla. Ella giró para enfrentarlo disparándole una ligera sonrisa que,
lamentablemente, no le llegó a los ojos. La aferró de la barbilla y le levantó el
rostro.
Él sonrió.
—Fiji.
—Nop —contestó.
Él rozó el dorso de los dedos bajando por su brazo, observando la carne de gallina
que se erizó a lo largo de su piel siguiendo su toque.
—Si pudieras hacer cualquier cosa en Fiji, cualquier cosa que desearas, ¿qué sería?
—Le preguntó en un susurro.
Trey le sirvió sus bebidas, lo que rompió la repentina tensión que se había
desarrollado. Era una clase de tensión diferente a la que normalmente estaban
acostumbrados. Karina estaba luchando contra algo profundamente dentro de ella, una
necesidad que Brayden creía ver reflejada en su propia alma. ¿Qué tenía ella que lo
cautivaba tanto? ¿Qué lo hacía desear cosas que nunca se había permitido anhelar?
Llevaría a Karina a Fiji. Se pasaría todas las vacaciones haciendo el amor con
ella. Podía y le haría ver que podía confiar en él. De alguna manera. Para cuando
esta asignación terminara, Karina no sólo se estaría sometiendo, sino que estaría
pasando la noche en sus brazos. A solas. Él se encargaría de ello.
Karina sintió la mirada de Brayden quemándola e intentó muy duro no permitir que su
caliente mirada llegara a ella. Estar en sus brazos más temprano se había sentido
tan bien. No quería nada más que gatear sobre su regazo otra vez. La pareja jugando
con cera le llamó la atención, e intentó enfocarse más en eso.
Bebiendo un sorbo de su bebida, suspiró cuando el calor del ron se extendió por su
cuerpo. La joven sumisa estaba cerca del orgasmo. Cada gota de cera sobre su piel
le hacía soltar un chillido de dolor y entonces otro de placer, a medida que el Dom
se movía cada vez más cerca de su clítoris.
Karina la observaba deseando poder sentirse tan libre, poder ser capaz de dejarse
ir y confiar tanto en alguien. Confiaba en Brayden. ¿Pero confiaba lo suficiente
como para eso?
Karina salió del coche y suspiró mirando el bellísimo cielo azul. Era una mañana
espléndida, a pesar del aire frío. Habían llegado al Club Fetiche para su reunión
de desayuno con Delacroix un poco antes de la hora indicada, y eso había sido
mayormente por su culpa. Había estado bastante inquieta esta mañana queriendo salir
de su suite tan pronto como fuera posible.
Aunque, viajar con Brayden en el coche no había sido mucho mejor. Su sola cercanía
era suficiente para hacer que todo su cuerpo ardiera de deseos por sentir su toque.
Él había guardado las distancias esta mañana, un hecho que la había hecho sentirte
frustrada y aliviada a la vez. Si no quedaba hecha mierda mentalmente una vez que
esta asignación terminara, sería un milagro.
—¿Dijo sobre qué quería hablar con nosotros? —Le preguntó a Brayden cuando rodeó el
coche hasta su lado.
—No. ¿Lista?
—Llegaron —dijo Delacroix con una sonrisa—. Karina y Brayden, él es el Agente Frank
Mills, y el hombre junto al bufet es el Agente Josh Barns. Caballeros, ellos son
los agentes de la NCIS con quienes se supone que están trabajando.
Josh hizo una mueca cuando se sentó a la mesa, su plato cargado con comida.
—Qué chistoso.
Cuando Karina se acercó a la mesa, no puso evitar notar lo guapos que se veían
Nathan y Brayden esta mañana vestidos de jeans. La luz del sol resaltaba las hebras
grises en el pelo de Brayden, así como también destellaba un leve reflejo rojizo en
el de Nathan. A la luz, su pelo no era tan negro como había supuesto al principio.
—¿Te sientes mejor? —Le preguntó Delacroix mientras le ofrecía un plato a Karina.
Ella compartió una mirada de desconcierto con Brayden antes de encaminarse para
llenar su plato con huevos, frutas, tocino, y pan tostado.
—Amplia variedad. Estoy asumiendo que no fuiste tú quien cocinó todo esto —dijo
mientras ocupaba su asiento a la mesa.
Delacroix se rio.
—Amo Delacroix, tienes una llamada telefónica. Dije que estabas ocupado, pero el
hombre insistió.
—Iré enseguida. —Se puso de pie y suspiró—. Josh, ya que decidiste abrir tu bocaza,
mientras me ocupo de la llamada, ¿por qué no le explicas?
—Lo haré.
Delacroix salió del cuarto, y Karina le dio un mordisco a la fruta mientras
esperaba que Josh comenzara a hablar.
—Lo fue. Pienso que eso es lo que lo hizo un investigador tan bueno. Él sabe cosas.
—No estoy muy seguro. —Josh bebió un sorbo de café, entonces volvió a apoyar su
taza en la mesa—. No se conecta con todo el mundo, y a veces puede conectarse con
ellos una sola vez, luego la conexión se desvanece. A veces perdura.
—No de la forma en que piensas. Percibe señales. A veces, son simples pizcas de
emociones. Otras veces, le llega el destello de una imagen. Durante su último caso,
se conectó con el asesino en serie. Eso lo afectó mucho, y se resistió contra esa
conexión. Por hacer esto, perdió algo y su novia fue asesinada por el asesino.
—Se culpó durante mucho tiempo. Todavía lo hace, y después de ese caso, no puede
resignarse a trabajar en otro. Todavía colabora en casos de personas desaparecidas
ocasionalmente, pero se mantuvo lejos de los casos de homicidio… hasta este caso.
Al principio, sólo iba a permitir que usaran su club, pero…
—¿Yo?
—Está vinculado contigo —le aclaró Josh—. Y no le gusta lo que él te está haciendo.
—Todavía no puedo decirlo, pero puedo decir que hay una conexión entre tú y el
asesino.
—Vio las cicatrices. Pensé que no había una razón para mentirle —aclaró Brayden—.
Sin embargo, no mencioné quién pensamos que pudo haberlo hecho.
—Ya sabía eso. Lo sentí el primer día que la conocí. Cuando vi las cicatrices, me
di cuenta de lo que estaba pasando.
—No.
—Me violaron hace diez años. Aparentemente, Delacroix piensa que podría ser el
mismo hombre. ¿Correcto?
—Sí. Pienso que el FBI debería volver nueve años atrás y analizar cada caso aislado
de violación que pueda encontrar en busca de similitudes. Este hombre no comenzó
matando mujeres. Comenzó violándolas y torturándolas.
—Dado que ella era una menor de edad, el archivo de Karina estará sellado. Además,
no estoy seguro de que sea una buena idea llevarla a recordar todo eso, de
cualquier manera, al menos no oficialmente —dijo Delacroix.
—Brayden, ya soy un blanco con el simple hecho de estar aquí —dijo ella suavemente.
Karina tragó al darse cuenta de lo acertado que él estaba. Ella misma sentía como
si se estuviera escondiendo… detrás de su personaje de Domme… escondiendo quién y
lo que era, tanto de sí misma como de todos los demás.
—Algunas veces mientras están en el club puedo captar otras pequeñas cosas que
podría estar sintiendo en el momento, pero hasta ahora no he recibido ninguna
imagen, y no puedo hacerlo. Es simplemente la sensación de que eres la llave para
todo esto. Y esta conexión que siento puede desvanecerse mañana, o puede
fortalecerse. No tengo idea de lo que ocurrirá de un día para otro.
Karina ahora entendía lo que había querido decir Janie anoche respecto a Delacroix,
respecto a su conexión con las subs.
—¿Cuánto tiempo hace que tienes esta habilidad? —Le preguntó, por curiosidad. Nunca
había conocido a nadie con este talento, a pesar de haber oído hablar de ello.
—Únicamente sexual. Cuando jugué con ella, pude sentir su excitación y placer, pero
esa es una conexión que siento con la mayoría de las subs. Creo que es porque las
observo tan cuidadosamente. Es un regalo que he ido afinando a través de los años,
pero aparte de eso, no sentí nada.
—Pero si no puedes ver mi futuro, entonces ¿cómo supiste que a Brayden iba a
hacerle falta la chaqueta?
—Sentí tu tensión, y si Brayden era el Dom que sentía que era, te sacaría afuera
para que pudieras tomar aire y ayudarte a aclarar la cabeza otra vez. —Él sonrió, y
Karina no pudo evitar advertir lo guapo que era—. Y supuse bien.
—Tengo la sensación de que cuando pones tu cabeza en algo, eres un hombre muy
peligroso, Delacroix —murmuró.
Nathan se rio.
Capítulo 15
Karina deambulaba por el club, siempre consciente de los ojos de Brayden sobre ella
mientras se movía por el cuarto. Brayden ahora estaba incluso más preocupado por
ella, después de la charla de esta mañana con Delacroix. Pero, al menos, Nathan
había obligado al FBI para que acordara ser un poco más abierto con cualquier
información que encontraran.
—¿Eso crees? Supongo que ya estoy acostumbrada. ¿Tras de quién vas esta noche?
Gary movió su mirada alrededor del cuarto. Karina notó cómo la luz jugaba con los
reflejos rubios de su pelo, resaltando las vetas más claras casi blancas. Gary era
un hombre muy guapo, probablemente cerca de los cuarenta, con ojos verdes y labios
llenos. Tenía una sonrisa bonita y una timidez que hacía que Karina quisiera
protegerlo de los Doms más intensos, especialmente después de que anoche se había
quejado de que alguien se había puesto demasiado rudo con sus bolas.
—En realidad me gusta la Ama Sherry —dijo—. Pero ya tiene un sumiso para esta
noche.
—Kayla estaría bien. O el Amo Jeremy, también. Puedo ir por cualquiera de los dos
caminos.
Karina sonrió. Había tenido la impresión de que Gary iba por ambos caminos, pero no
lo había creído del Amo Jeremy. Era agradable hablar con Gary, pero no era un sub
que ella tomaría. Faltaba esa atracción física allí. Él se parecía más a un amigo
que a un compañero sexual.
—Parece que tu Amo se está acercando —dijo Gary con una inclinación de cabeza.
Karina se volvió para mirar, y dicho y hecho, Brayden se estaba acercando. Por
alrededor de la milésima vez en el día, suspiró al ver lo guapo que se veía. Esta
noche, se presentó especialmente de rechupete con sus pantalones y chaleco de
cuero. O tal vez era sólo ella que estaba especialmente excitada. Con sus brazos
desnudos, él se veía aún más musculoso que lo que lo hacía normalmente. Gary tenía
razón. Se veía intimidante.
—Te veo más tarde —dijo Gary, mientras se encaminaba en la dirección contraria.
—Creo que es hora de que tú y yo nos pongamos algo más serios respecto a esta
puesta en escena. Estoy cansado de observarte con esa sexy falda de cuero y no
meterte mano.
Su corazón comenzó a palpitar salvajemente. Había pensado que tendría un poco más
de tiempo… una pequeña advertencia. Nunca imaginó que él sencillamente se acercaría
y demandaría una escena. Pero no la había exigido. No realmente. Le había
preguntado si estaba lista. ¿Y lo estaba?
—Tú eliges, gatita —susurró—. ¿Qué prefieres? ¿Juguetes y flogger, o mi boca sobre
ti? Escoge una opción porque tenemos que hacer algo.
Podría manejar su boca sobre ella, ¿verdad? Él sonrió y la perversa luz en sus ojos
hizo que las mariposas en su estómago se descontrolaran por muchos más motivos que
sus nervios.
—Esperaba que dijeras eso —murmuró—. Estuve fantaseando con atarte y comerme ese
coño tuyo.
Sus ojos se abrieron de golpe. Oh, Dios mío. Había olvidado el bondage. ¿Cómo pudo
haberse olvidarse de las ataduras?
Karina se congeló.
—Lo sé —exhaló.
Él se apartó y señaló un área para escenas que estaba desocupada cerca de ellos,
con una mesa para sujeción en el centro.
Karina lo miró estrechando los ojos mientras pasaba a su lado para encaminarse
hacia la mesa. Se detuvo junto a ella y tragó el nudo de nerviosismo en su
garganta. Dios mío, debería ser más fácil que esto, ¿verdad?
Una parte de ella se sentía aterrada de ser amarrada, incluso en público. Otra
parte, la que se negaba a reconocer, se había excitado al pensar en Brayden dándole
placer, aunque estuviera atada.
La empujó hacia atrás para que quedara tendida de espaldas, sus piernas dobladas en
las rodillas y colgando sobre el borde. Brayden lentamente rozó los dedos a lo
largo de sus brazos mientras se movía hacia un lateral. La observaba atentamente,
su mirada nunca se apartó de la suya cuando le asió un brazo y lo levantó por
encima de su cabeza. Abrochó el puño alrededor de su muñeca y esperó.
—Muy bien —la alabó Brayden y rodeó la mesa para ocuparse de su otro brazo.
—Karina… mírame.
—Los ojos sobre mí, gatita —le dijo mientras caminaba al pie de la mesa.
De pie entre sus piernas, se estiró hacia un lado y aferró una restricción para la
cintura que colgaba a un lado de la mesa. La envolvió alrededor de la parte baja de
su cintura y apretó.
Karina se quedó sin aliento y sintió que comenzaba a entrar en pánico. Intentó
levantar las caderas, pero no pudo, y la sensación de pánico se incrementó
exponencialmente.
—Brayden —jadeó.
Él asió sus pantorrillas y le empujó las piernas hacia arriba y afuera, dejando su
coño expuesto. Sujetó sus piernas allí, apoyando el torso en contra de su montículo
y observándola. El calor del hombre penetró en su coño, calentándola, pero no
estuvo ni cerca de igualar el calor que su mirada esparció por encima de su piel.
—Respira, gatita —susurró con el tono suficiente como para que ella lo oyera.
—Te ves muy hermosa así —murmuró cuando se movió para colocar un beso en la parte
interna de la otra rodilla—. Y lo estás haciendo muy bien.
Estaba acostumbrada a ser quien tenía el control, la que llevaba la voz cantante.
Comenzó a temblar.
Capítulo 16
Ella trabó su mirada con la de él, aferrándose a esos hermosos ojos azules. Si
lograba mantener contacto visual con él, podría mantenerse centrada. ¿Eso era malo,
no? ¿Significaba que dependía de él? Tal vez para poder pasar por este momento,
pero nada más. ¿Verdad?
Brayden se estiró para alcanzar algo en un lateral, y Karina no pudo apartar los
ojos de los de él. Éstos le sonrieron, frunciéndose en las comisuras, y sintió que
el corazón aleteaba en su pecho. El calor se reunió en su estómago, esparciéndose
hacia afuera.
Amaba esa perversa luz que el hombre tenía en sus ojos cuando…
—Veamos —murmuró mientras usaba la punta del delgado vibrador para hacer círculos
sobre su clítoris—. ¿Dónde debería poner esto?
—Eso no es lo que yo escogí. —Karina se mordió los labios, tanto por la rabia
naciente como por la creciente lujuria. Sintió que le ardía el rostro y estrechó
los ojos—. No te atrevas, Brayden.
Ella apretó los labios y lo miró furiosa en silencio. Maldito hijo de puta. Le
había dicho con su boca, no con juguetes, y estaría condenada si iba a llamarlo Amo
en este momento. No cuando la había cabreado tanto.
Provocó su abertura con la punta del juguete, y ella contuvo el aliento, por miedo
a que si se moviera, o incluso respirara, lo que en realidad estaba sintiendo,
quedara revelado.
—Ni siquiera me parece que necesites algo de lubricante. —Presionó el juguete hacia
adelante, incitándola con empujes cortos y superficiales.
Karina se mordió los labios en un esfuerzo por no gritar de necesidad. Podía sentir
lo húmeda que estaba, así como el deseo que se estaba construyendo en su interior.
—Dilo.
—Confío en ti.
—Buena chica —la alabó y colocó un suave beso en contra de sus labios.
La cuidaría.
—Los ojos siempre sobre mí —le indicó cuando se acomodó entre sus muslos abiertos.
—Sólo soy yo, gatita —murmuró mientras suavemente golpeaba la parte interna de su
muslo con el flogger.
Karina tomó una profunda respiración al sentir los bofetones del cuero en contra de
su piel.
—Maldición —jadeó.
Karina no pudo contenerse más. En el momento en que Brayden dejó caer el flogger en
contra de su montículo, gritó cuando una poderosa liberación la alcanzó de golpe.
Corcoveó duro bajo las restricciones sólo para verse obligada a permanecer abajo,
incapaz de moverse en contra de la creciente oleada de placer que inundó todo su
cuerpo.
—Brayden… No —Lloriqueó.
La ignoró y chupó su clítoris entre sus labios, rozando la lengua sobre el nudo
sensible, de un lado a otro, ruda y suavemente. Kay gritó cuando otro orgasmo la
arrasó. Ni siquiera una vez durante toda su experiencia como Domme había tenido
orgasmos múltiples. Había visto a Brayden hacerle eso a otras subs. Ahora se lo
había hecho a ella, y las secuelas la dejaron conmocionada y débil.
—Dije tu boca —le susurró, incluso a pesar de que apenas tenía la fuerza suficiente
como para levantar la voz, mucho menos para sonar enojada.
—Lo sé, y esa había sido mi intención, hasta que vi lo asustada que te estabas
poniendo.
—Oh —respondió, sin saber que más decir. ¿Realmente la conocía tan bien?
Los labios de Brayden sonreían cuando se inclinó hacia abajo y los cepilló
suavemente sobre los de ella. Por el momento, Karina no podía recuperarse lo
suficiente como para combatirlo. Se sentía demasiado torpe. ¿Qué carajo la había
dejado así de torpe?
El aliento del hombre sopló por encima de sus labios mientras sus ojos mantenían
cautivos los suyos. No podía apartar la vista de él aunque lo intentara. Su primer
instinto fue apartarlo, para dejarle claro que no necesitaba confiar en él, pero en
su interior, sabía que no era cierto. Se sentía segura en su regazo y en sus
brazos.
Esa parte temerosa de ella. Nunca había querido confiar en alguien más que en sí
misma. Incluso el sexo era a su discreción, su elección, y bajo su control. Pero
Brayden le había quitado todo ese control y le había provocado otro orgasmo
impresionante. No uno, sino dos. Algo que nunca había experimentado en su
controlada vida.
—Parece como que estás pensando terriblemente duro acerca de algo. Cuéntame,
gatita.
—Lo sé.
Él sonrió ligeramente y la besó otra vez. Los ojos de Karina se cerraron cuando sus
labios sorbieron los de ella, tentándola, haciendo que sus ya saciados sentidos
regresaran a la vida. Podía saborearse a sí misma en su beso y le lamió el labio
inferior. El gemido de Brayden vibró debajo de su oreja, ese sólo sonido ocasionó
un cosquilleo en sus pezones.
—Así está mejor —le dijo—. Me gusta que te apoyes en contra de mí de esta manera.
—¿Quién era el sub que estaba hablando contigo cuando me acerqué? —Quiso saber él.
—Sí.
Ella cambió de posición ligeramente, hundiéndose para poder apoyar la cabeza más
cómodamente sobre su hombro, y posando la mano en contra de su cálido pecho.
Suspiró cuando los latidos del corazón del hombre parecieron sincronizarse con los
suyos.
—Parece como que vas a estar masturbándote otra vez esta noche —dijo Karina,
entonces lo espió levantando la vista a través de sus pestañas.
Él sonrió.
—Ya sabes —comenzó a decir—. Tengo que admitirlo, si tuve que someterme, me alegro
de que haya sido contigo.
Capítulo 17
Brayden se tendió en la cama, clavando los ojos en el techo y preguntándose cómo
mierda iba a conseguir dormir. Cada vez que cerraba los ojos, todo lo que podía ver
era a Karina. La había observado en el club, regresando a casa, había disfrutado de
verla cuando sus subs la complacían, pero el último par de días había sido
diferente.
Sus orgasmos habían sido provocados por su propia mano. Había sido él quien la
había hecho gritar. Eso le había asombrado. La había oído gemir y suspirar, pero
nunca gritar.
Se había visto increíble, con su rostro ruborizado, una delgada gota de sudor
cubriéndole la frente y sus piernas temblando. Había querido hundirse dentro de
ella con tanta desesperación que sus bolas le habían dolido de verdad. Se estiró
hacia abajo para ahuecarse las bolas. El dolor las traspasó, y él respingó. Mierda,
todavía dolían.
Karina se quedó parada al pie de su cama, clavando los ojos en la mano que rodeaba
a su dura polla. Bien, maldición. ¿No era esto jodidamente genial?
—Karina…
—¿En serio?
Kay le sonrió antes de volverse para examinar la cama, como si estuviera pensando
en algo.
—Karina, ¿qué estás haciendo? —le preguntó Brayden, demasiado condenadamente
caliente como para pensar.
Ella se veía bien con su pelo en una cola de caballo, unos shorts realmente cortos,
y una musculosa que no dejaba nada a la imaginación. Sus pezones se traslucían a
través del material como dos pequeñas perlas que imploraban ser chupadas.
Ella le aferró las manos y las llevó a la cabecera de la cama, haciéndole cerrar
los dedos alrededor de los malacates de madera.
Dios, si fuera posible, él había creído que sería más difícil. ¿Qué mierda tenía
ella en mente?
Brayden hizo lo que le pidió, y ella los deslizó más abajo, dejándolos cerca de sus
rodillas. Kay se impulsó hacia adelante apoyándose sobre una mano mientras usaba la
otra para deslizar lentamente un dedo a lo largo de su longitud. Brayden tragó
cuando el toque suave como una pluma se deslizó por su polla.
—Siempre pensé que tenías una de éstas muy bonitas —le susurró Karina.
Brayden soltó el malacate y comenzó a estirarse para asirla del pelo. Kay levantó
la vista a la suya y frunció el ceño.
—Sí, Ama —respondió él—. Pero a este sub no le gusta que lo provoquen.
—Karina —gruñó—. No soy uno de tus subs al que puedes torturar. O métete mi polla
en la boca o haz algo de una puta vez, sino puedo encargarme de esto por mí mismo.
La suave risita de Karina fue registrada en su mente poco antes de ella lo agarrara
por la base, tirando ligeramente hacia arriba para poder envolver sus calientes
labios alrededor de él. Brayden gimió con la parte trasera de la garganta,
levantando las caderas mientras ella trabajaba la lengua bajando por su longitud,
entonces regresando nuevamente a la punta. Lamió por encima de la parte superior,
sumergiendo apenas la lengua en la diminuta hendija.
—Mierda… —gruñó.
Brayden cerró los ojos, saboreando la sensación de su boca y su lengua, e incluso
de sus dientes, mientras se desplazaban por su polla. A algunas subs les había dado
instrucciones, pero Karina… guau, Karina sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Jugó con la punta de su polla, entonces volvió más abajo, levantando la mano en la
base para reemplazarla por su boca. Cada vez que ella descendía, tomaba más de él
dentro de la boca. Cuando lo hundió hasta la garganta y tragó, él perdió cada gramo
de control que tenía, y con un grito, se perdió a sí mismo dentro de su boca.
Cuando su cuerpo se relajó, notó el agarre de muerte que mantenía sobre los
malacates y rápidamente dejó caer las manos sobre los hombros de Karina. Se dio
cuenta de su error el segundo en que la sintió tensarse.
—Karina.
—No —dijo ella firmemente mientras se apartaba de su agarre—. Tal vez ahora puedas
dormir un poco.
En los pocos segundos que le tomó recomponerse, Karina ya había logrado llegar a su
puerta. Él se apresuró hacia adelante, esperando atraparla antes de que la puerta
se cerrara, pero fue demasiado lento. Su mano aterrizó en contra de la madera en el
momento en que la manija se cerró haciendo un clic.
Maldita sea
—Karina. Ábrela.
—Déjalo, Brayden —le respondió desde el otro lado—. No te necesito jugando al Dom
conmigo ahora mismo. Simplemente vete a la cama.
Él dejó que su frente cayera contra la fría madera de la puerta. Si sólo hubiera
mantenido las manos alrededor de los malacates. Un toque, y ella había salido
corriendo como un conejo asustado. Debería haberlo sabido. Había pasado demasiado
tiempo creyendo que no podía tener sexo en privado, y a pesar de haberse sentido lo
suficientemente cómoda con él como para hacerle una mamada, al segundo en que la
había tocado, perdió todo el pequeño posible progreso que podría haber hecho con
ella. Eso, si es que había hecho alguno en absoluto.
Temprano la mañana siguiente, Karina acomodó una sartén para freír salchichas. No
había dormido después que regresó a su cuarto. En el momento en que vio a Brayden
con la mano alrededor de su polla, se había olvidado por completo que había ido
allí para hablar con él.
No había ido con ninguna intención sexual, sino que su mente había estado plagada
de datos relacionados con el caso, y había necesitado hablar de eso. Si Brayden iba
a masturbarse, creyó que lo habría hecho mucho antes de ese momento.
Verlo de esa manera, sin embargo, hizo que se le anudara el estómago por él. La
cabeza de su polla había estado de un profundo púrpura, las venas que corrían hacia
arriba desde la base realmente palpitaban. Tenía que haber estado dolorido, por lo
que ella había hecho lo mejor que pudo, regalándole un pequeño alivio y excitándose
a sí misma durante el proceso. Desafortunadamente, en el momento en que sus manos
la habían tocado, se había esfumado toda la excitación que había experimentado y
repentinamente fue arrasada por un enorme deseo de salir corriendo.
Suponía que eso respondía a sus dudas. Ni siquiera con Brayden, podía tener sexo en
privado.
—Pasa —dijo
Brayden abrió la puerta de un empujón y entró. Kay sintió una oleada de agitación
cuando la vista de él hizo que su coño se calentara desde adentro hacia afuera.
Llevaba unos jeans y una camiseta que se ajustaba ceñidamente a través de sus
anchos hombros. Tenía el pelo húmedo por la ducha y sus mejillas afeitadas. Ella en
verdad lo prefería con un pequeño rastrojo, aunque eso no le impedía pensar lo
increíblemente guapo que se veía ahora mismo.
Volvió su atención a la sartén. Él apoyó las manos sobre sus hombros, y ella se
sobresaltó con ese toque repentino. Su mente estaba tan enfocada en la turbulencia
de sus emociones que no notó que él se había acercado por detrás. Intentó dar un
pequeño paso hacia adelante, pero el agarre en sus hombros se apretó, sujetándola
en el lugar.
Ella suspiró.
—Tal vez.
—Basta de tal vez, Kay. Pensamientos positivos en esto. —La besó en la parte
trasera de la cabeza, haciéndola sonreír—. Y gracias por la mamada, ya que estamos.
—De nada. Sólo te veías tan lamentable, no pude… —Se encogió de hombros—. Sólo no
pude dejarte así.
—¿Por qué fuiste a verme anoche? ¿Querías hablar conmigo sobre algo?
—Sí, yo…
—Hola.
—¿Dónde?
El cuerpo entero de Karina se puso tenso. Comenzó a hacerle más preguntas, pero él
levantó la mano, deteniéndola.
—No nos quieren en la escena del crimen. Hay demasiadas cámaras en los alrededores,
y temen que salgamos por TV y que alguien nos reconozca.
—No se sabe mucho todavía. Van a enviarnos toda la información por email.
—Genial —murmuró.
—Es de la misma edad que las otras. La escena montada es básicamente la misma. Ésta
no hacía mucho tiempo que había muerto. Menos de dos horas cuando la encontraron.
Karina se congeló.
Brayden adoptó una extraña mirada, casi pálida, cuando levantó la vista para clavar
los ojos en Karina.
—Tampoco.
Capítulo 18
Brayden usó un tenedor que sacó de la gaveta para revolver los huevos.
—No lo sé. Sólo que tiene la apariencia de una coincidencia terriblemente extraña.
¿Él no está allí y entonces repentinamente encontramos otro cuerpo? Deberíamos
mirarlo de cerca. Averiguar donde estuvo anoche.
—Me parece justo, ¿pero cómo piensas hacer eso sin que nadie lo sepa?
¿Particularmente Josh o Frank?
—Les llevará un rato largo reunir toda la información para nosotros, así que
después de desayunar, ¿por qué no vamos al pueblo y buscamos algo? Yo tampoco tengo
nada que pueda servir.
Brayden se atragantó con su café, entonces agarró una servilleta para limpiarse la
barbilla.
—Me gusta cómo funciona tu mente —le dijo con una sonrisa. Le dio un golpecito en
la nariz con el dedo—. Tan bien como tu boca.
Ella le dedico una sarcástica sonrisa de labios apretados que hizo reír a Brayden.
Brayden levantó la vista cuando Karina salió del vestidor y casi se traga la
lengua.
¿En qué había estado pensando para salir de compras con ella? Kay giró haciendo un
círculo completo, mostrándole cómo el recortado pantalón rosa fuerte de genio
colgaba bajo en sus caderas, apenas cubriéndole el culo con un ligero material
transparente de color rosado. La parte superior constaba de un sujetador rosa
fuerte que le alzaba los pechos, haciendo que Brayden quisiera enterrar el rostro
en su escote. El traje dejaba desnuda su sección media, exponiendo sus cicatrices.
Ella bajó la vista sobre sí misma, entonces se encogió de hombros mientras volvía a
enfocar su mirada en él.
—Lo siento, Kay. No es eso lo que quise decir. Solamente estoy preocupado por ti.
¿Y si él te reconoce?
Él bufó.
Él sacudió la cortina lo suficiente como para poder meter su cabeza adentro. Ella
todavía estaba vestida, cosa que verdaderamente lo decepcionó, pero la mirada
conmocionada en su cara lo hizo sonreír.
Karina se sentó con las piernas cruzadas en medio de su cama, mirando las fotos en
la pantalla de la computadora. Conocía a esta chica. La había conocido la primera
noche que estuvo en el club.
Karina descargó las fotos, necesitando un momento para respirar después de mirar
toda esa sangre y brutalidad. ¿Cómo alguien podía ser tan sádico?
Dios, esperaba que no. Realmente le gustaba Delacroix. Y después de observarlo con
las subs, se le hacía difícil creer que alguien tan tierno pudiera ser tan
condenadamente cruel.
—Tengo todo impreso a excepción de las fotos, así no tendremos que pasar de un lado
a otro buscando en la pantalla de la computadora.
Karina asintió con la cabeza y levantó los papeles, los que estaban separados en
dos pilas, una para ella y otra para Brayden. Las separó y colocó la pila de
Brayden a un lado de la cama.
—Voy a buscar un poco de café. ¿Quieres algo? —Preguntó él, encaminándose hacia la
pequeña cocina.
—En lo que se refiere a café, nunca tienes que preguntar —respondió Kay hojeando
los papeles—. Vivo de esa cosa.
—Probablemente.
Él se sentó sobre la cama junto a ella, haciendo que la cama se sacudiera. Karina
extendió su taza hacia el borde de la misma para evitar que se derramase el café
sobre los papeles.
—No. Todo es exactamente igual a los otros casos. Preferiría repasar todo
personalmente. Uno se pierde cosas de esta manera, especialmente si hay algo que
quedó fuera de la captura y que el fotógrafo pudo haberse perdido.
—Esta chica no fue secuestrada del club tampoco. Como las otras, aparentemente la
siguieron y la secuestraron más tarde.
—Por supuesto que no. Eso haría todo esto mucho más fácil. Este tipo realmente sabe
cómo cubrir su culo, ¿verdad?
Con un suspiro, dejó caer el correo electrónico que había estado leyendo y se
levantó los anteojos para pellizcarse el puente de su nariz. Se veía realmente
cansado hoy, y las líneas alrededor de sus ojos parecían más profundas. Estaba
preocupado, y en verdad, ella también.
Él dejó caer la mano y se ajustó los anteojos nuevamente sobre su nariz. Karina
sonrió ligeramente. Le gustaba cómo le quedaban, especialmente cuando los dejaba
caer para poder mirar por encima del borde… como estaba haciendo en este momento.
Brayden sonrió.
Capítulo 19
Karina se quedó mirando alrededor del club, preguntándose por dónde empezar. Estaba
mucho más abarrotado esta noche que la anterior, probablemente debido a la noche
temática. A la gente le gustaba disfrazarse. Usualmente a ella también, pero esta
noche había perdido gran parte de su atractivo. En lugar de poner atención a todos
los trajes salvajes, y en algunos casos, a la falta de ellos, en todo lo que podía
pensar era en Shandra y en la última víctima del asesino desconocido.
¿Pero cómo se atrapaba a alguien qué básicamente parecía ser un puñetero fantasma?
A través del cuarto, divisó a Delacroix en medio de varias mujeres. Se reía de algo
que dijo una de ellas, el profundo sonido de su risa flotó a través del cuarto. No
era de extrañarse que estuviera siempre rodeado de mujeres. Tenía un comportamiento
muy pagado de sí mismo que atraía la atención como las polillas a una llama.
Se preguntó cómo debía haber sido su novia. ¿Qué clase de mujer podría atraer a un
hombre como Delacroix? ¿Y podría ser él realmente el hombre que estaban buscando?
Frunció el ceño, tratando de imaginarlo como el hombre que la había violado diez
años atrás y el que torturaba brutalmente a las mujeres en la actualidad.
Delacroix rozó la punta de su dedo por la mejilla de una de las mujeres que estaba
a su alrededor. Ella le sonrió como una cachorrita enamorada. Las otras mujeres
miraban a la jovencita con envidia, y los labios de Karina esbozaron una sonrisa.
Si él no fuera con cuidado, podría iniciar una revuelta.
No había forma de que Delacroix pudiera ser ese hombre. Ella tenía que estar
equivocada.
Como sintiendo sus ojos sobre él, Delacroix volvió la cabeza en su dirección y le
sonrió. Karina comenzó a apartar la mirada, fingiendo que no había estado
mirándolo, pero cambió de idea. En lugar de eso, le devolvió la sonrisa. Él se
disculpó del harén desesperado por su atención y comenzó a caminar hacia ella.
—Bueno, maldita sea. Supongo que sólo tendré que pensar en algo diferente entonces.
—Y estoy seguro de que mi ausencia causó un poquito de ansiedad. ¿Te gustaría oír
mi coartada, verdad?
Riéndose por lo bajo, Delacroix saludó con la cabeza a dos Doms que pasaron a su
lado antes de volver su atención a Karina.
—Estuve con Frank anoche, discutiendo algunas cosas relacionadas con el caso.
Estaba con él cuando recibió la llamada con la información del cuerpo y hacía
alrededor de tres horas que estaba allí. Él, así como Josh y otros dos Agentes,
pueden verificar eso, si lo necesitas. Antes de eso, pasé a ver cómo sigue Claire.
Karina asintió con la cabeza. Debería haberlo pensado mejor antes de sospechar de
él.
—Está bien y ansiosa por regresar. Debería poder quitarse los puntos en pocos días.
—Eso es bueno.
—Sí, pero todavía me gustaría oírlo. Siento curiosidad por saber cómo te sientes
oído por ti misma.
—He estado mejor. —Cambió la mirada nuevamente a la de él—. Lamento haber
sospechado de ti.
—Puedo entenderlo, supongo. Sé que eres una buena investigadora y yo sé que puedes
cuidar de ti misma, pero únicamente para calmar mis temores, permanece cerca de
Brayden. No te vayas sola del club.
—No más que lo que sentí desde el comienzo, pero… supongo que sólo estoy siendo
excesivamente cauteloso.
—Como Brayden.
Karina bufó.
—No, pero no se requiere una habilidad psíquica para llegar a esa conclusión. A ti
también te importa él.
—Conozco a Brayden desde hace mucho tiempo. Por supuesto que sí.
Ella puso los ojos en blanco y cruzó los brazos sobre su pecho.
—Dios mío, definitivamente suenas como Brayden ahora. ¿Qué les pasa a los Doms que
siempre necesitan hacer que las subs admitan cosas?
Delacroix se rio.
—Es lo que hacemos. Por lo menos yo no te estoy empujando debido a la atracción que
sientes por mí.
Karina dejó caer su cabeza hacia atrás y gruñó, haciendo reír a Delacroix incluso
más fuerte.
—No le hables a Brayden de eso, sin embargo, o va a echarse atrás con el trío que
estaba planeando —le advirtió Nathan.
—¿Qué trío?
Delacroix sonrió, y Karina tragó. ¿Un trío con Delacroix? ¿Brayden realmente estaba
organizando eso? Sus pezones hormiguearon con ese pensamiento. Brayden había hecho
un comentario sobre hacer un trío el primer día que llegaron allí, pero ella nunca
esperó que lo dijera en serio. Observar tríos la calentaba, ¿pero podría realmente
participar en uno? ¿Podría llegar a dejarse ir lo suficiente como para someterse no
sólo a un hombre, sino a dos?
Había veces que sólo la mitad de ella se sometía con Brayden. Sí, se corría, pero
siempre luchaba contra él de alguna forma, siempre ocultaba algo de sí misma cuándo
la acurrucaba después.
Él se rio.
—¿Me estás provocando, verdad? ¿Con lo del trío? —Delacroix negó con la cabeza—.
¿Cuándo hablaste con Brayden?
Por el rabillo del ojo, divisó a Brayden caminando hacia ellos. Delacroix se alejó
unos pasos de la barra y se movió más cerca de Karina, básicamente para atraparla
entre él y Brayden, haciéndola sentirse un conejo atrapado entre dos depredadores a
punto de saltar al ataque. Karina intentó apartarse a un lado, pero Brayden la
agarró del brazo, sujetándola en el lugar.
Deslizó el dorso de los dedos bajando por su brazo, haciéndole erizar la piel con
la carne de gallina. El toque de Brayden nunca fallaba en conseguir que sus
entrañas se derritieran como mantequilla. Recorrió con la vista a Delacroix, quien
los observaba con interés y apenas un dejo de lujuria. Él estaba deseando este
trío, y si Kay fuera honesta consigo misma, debería reconocer que ella también.
—Vi una escena de un trío más temprano y recordé aquella primera noche —susurró
Brayden en su oído.
Karina sintió un nudo en el estómago, pero no fue provocado por el miedo. A menudo
había fantaseado con estar empotrada entre dos hombres, pero nunca lo había llevado
a cabo, ni siquiera en el club. Sería demasiado difícil llevar adelante una escena
como esa con los subs amarrados. Pero confiaba en Brayden. Estaba a salvo con él.
Con Brayden allí, creía poder hacerlo y en verdad disfrutar de eso.
Una vez que llegaron al área delimitada para escenas, Delacroix le soltó la mano y
se movió detrás de ella, mientras Brayden se movía hacia el frente. Le asió la
barbilla y la obligó a levantar la vista para mirarla a los ojos.
—No te excites demasiado —le advirtió—. Esto es cosa de una sola vez.
Detrás de sí, sintió a Delacroix desenganchar su sostén. Con un tierno toque,
deslizó los dedos debajo de las correas y las bajó lentamente por sus brazos. El
peso de sus pechos tiró de sus hombros, y casi se encorvó hacia adelante, pero se
detuvo. Tenía bonitos pechos. Debería sentirse orgullosa de lucirlos.
Intentó mantener su respiración bajo control cuando Delacroix dejó caer su sostén
al piso y colocó un beso en su hombro. Brayden le ahuecó los pechos, levantándolos
y apretándolos dentro de sus palmas. Karina cerró los ojos y suspiró al sentir sus
manos sobre ella.
Detrás de ella, Delacroix se movió más cerca y le inmovilizó las muñecas contra sus
lados. El calor del pecho de Nathan se filtró por su espalda, la dura erección
presionaba en contra de sus caderas. Karina se retorció ligeramente, frotándose
contra él.
Delacroix le soltó una muñeca y le abofeteó el culo con rudeza, haciéndola jadear.
Karina se tensó cuando Delacroix le levantó las manos por encima de su cabeza y
abrochó los suaves puños de cuero que colgaban de una barra del techo alrededor de
sus muñecas. La posición la dejaba de puntillas, no dejándole ningún espacio de
movimiento. Todo su cuerpo se tensó. Intentó calmarse por sí misma, pero la
incapacidad de moverse rápidamente comenzó a propagar el pánico a través de su
pecho.
Cerró los ojos y dejó que su cabeza cayera hacia atrás en contra del hombro de
Delacroix. Sus miedos se habían disipado. Todo lo que sentía en este momento era un
creciente deseo, una necesidad que amenazaba con quemarla viva. Las manos de
Brayden comenzaron a amasar sus pechos otra vez, y ella gimió.
—Muy bien, mascota —susurró Delacroix mientras bajaba las manos a lo largo de sus
lados—. Quédate con nosotros.
Capítulo 20
Karina nunca se imaginó lo erótico que podría ser el estar atrapada entre dos
hombres, cuando Delacroix muy lentamente le bajó los pantalones y quitó sus
zapatos. Colocó unos pequeños besos y mordiscos a lo largo de su culo, por la parte
trasera de sus muslos y pantorrillas, quitándole la ropa en una lenta seducción que
la hacía jadear. Brayden se inclinó y pasó la lengua sobre su pezón. Kay se
estremeció de pies a cabeza.
Cuando se metió un pezón entre sus labios y chupó, gritó con fuerza por la forma en
que las paredes de su vagina se apretaron por la necesidad. Delacroix le mordió el
culo, entonces lo besó antes de moverse a la otra cadera y repetir la combinación
de dolor y placer. Karina no estaba segura de quién la empujaba más. Si Brayden y
sus malvados labios sobre sus pechos o Delacroix con los suyos sobre su culo.
Todo el cuarto comenzó a dar vueltas, y ella cerró los ojos, olvidándose de la
gente observándolos alrededor, olvidándose de todo lo que no fuera la sensación de
las manos de estos dos hombres sobre su cuerpo.
Había pensado que esto la asustaría, pero no. Había pensado que no iba a ser capaz
de perderse a sí misma bajo sus toques, pero sí. En cierto modo, la hacía sentirse
liberada.
—Sí —susurró.
—Buena chica.
Brayden bajó las manos a su culo y le abrió las nalgas, permitiéndole a Delacroix
colocar la cabeza del juguete contra su abertura. Karina se tensó ligeramente. Ella
nunca había tenido nada allí, ni siquiera un juguete pequeño.
Delacroix empujó la punta más allá de la apretada entrada. Karina siseó con la
quemadura, con el estiramiento de ese agujero virgen a medida que él empujaba más
profundo. No estaba siendo rudo, pero no lo estaba haciendo lentamente, tampoco.
Forzó el vibrador dentro de ella, no permitiéndole vacilar ni un segundo antes de
llenarla profundamente.
Brayden estaba delante de ella y le ahuecó su coño. La miraba a los ojos mientras
lentamente, muy lentamente, pasaba los dedos a través de la crema que recubría
desde su abertura hasta su clítoris. Karina intentó moverse a lo largo de su mano,
pero Delacroix continuaba sujetándola de las caderas.
—Brayden —suspiró.
Esa era toda la fuerza que le quedaba. Era la única palabra que podía salir de su
boca más allá de la necesidad que estaba a punto de estrangularla. Brayden empujó
dos dedos dentro de ella justo en el momento en que Delacroix dejó caer un corto
flogger de cuero en contra de sus caderas. Karina se sobresaltó sorprendida,
entonces gimió cuando el placer y el dolor comenzaron a mezclarse en una niebla de
excitación abrumadora.
Brayden sincronizó el empuje de sus dedos con los suaves azotes del flogger de
Delacroix, haciendo que su cuerpo doliera y ansiara más. Esto era una locura. Ella
le había hecho esto a los subs, los había hecho gritar y rogarle. Pero ni una sola
vez había imaginado que podrían hacérselo a ella. Ni una sola vez había imaginado
que ella querría que se lo hicieran, y muchísimo menos que lo disfrutaría.
¿Era esto lo que le estaba faltando a su vida sexual? ¿Había estado observando a
Brayden con otras subs porque instintivamente estaba anhelando esto? ¿Sería algo
que había querido pero que había tenido demasiado miedo de experimentar?
Delacroix la azotó con el cuero, subiendo por su espalda, a través de sus caderas y
por las partes traseras de sus muslos, entonces volvió hacia atrás otra vez.
Instauró un ritmo estable de duro a suave, de lento a rápido. Todo el tiempo,
Brayden mantuvo sus empujes sincronizados con el flogger, yendo más profundamente
cada vez que el cuero azotaba su piel… penetrando más cuando Delacroix golpeaba más
duro. Era como si hubieran estado haciendo esto desde siempre, como si lo hubieran
resuelto de antemano.
—Oh, Dios mío —jadeó cuando las palpitaciones finalmente comenzaron a apaciguarse.
—No terminamos contigo todavía, gatita —susurró Brayden en contra de sus labios.
Ella abrió la boca en una invitación. Jesús, quería que la besara desesperadamente.
Él se apartó, y Karina gruñó de frustración. En alguna parte perdida dentro de su
mente, oyó la suave risa ahogada de Brayden. Le haría pagar más tarde por esto. Iba
a hacerlo. Veremos si le hacía otra mamada.
Karina apenas lo oyó por encima de la ráfaga de sangre en sus oídos y la manera en
que él movía los dedos desde su abertura, para hacer círculos alrededor de su
sensible nudo trazando una lenta figura de ochos. La tocaba, entonces no… y la
provocación llevó a su cuerpo nuevamente dentro de un tenso estado de necesidad.
Karina cerró los ojos y se concentró en los rápidos latidos del corazón de
Delacroix contra su espalda. El calor penetraba en su piel, calentando y
relajándola. Lentamente, el dolor se apaciguó, dejando detrás una apacible molestia
que hizo que su coño se apretara.
—Está hecho —susurró Delacroix y la besó en la sien—. Tienes un culo tan adorable,
Karina. Tan apretado y caliente.
Ella levantó la cabeza, encontrándose con la mirada de Brayden justo antes de que
él le cubriera la boca con la suya. Karina gimió audiblemente, sin que le importara
quien la pudiera oír, sin que le importara que él supiera cuánto había deseado eso.
Sus labios se sentían tan bien en contra de los suyos, su lengua perversa cuando la
metió dentro de su boca para acariciar la de ella.
Brayden rápidamente deslizó una mano entre ellos y se enfundó en un condón, antes
de ubicar la cabeza de su polla contra su entrada. Karina clavó las uñas en sus
palmas, desesperada por tenerlo dentro de ella pero al mismo tiempo un poco
preocupada. Delacroix era enorme y Brayden también. Los dos juntos iban a ser…
Brayden empujó hacia adentro sin advertencias, haciéndola sacudirse hacia atrás en
contra de Delacroix con un grito de placer-dolor. Al principio no estaba segura si
dolía, o si se sentía bien. El estiramiento y la plenitud de esas dos enormes
pollas moviéndose dentro de ella, hicieron que su cabeza comenzase a girar como un
trompo.
Los hombres se movían juntos, cada uno empujando profundamente, llenándola tan
completamente que a duras penas podía pensar. Sólo podía sentir, y todo lo que
sentía la llevaba cada vez más cerca de caerse por el borde del éxtasis. El otro
orgasmo había sido increíble. Ésta sería alucinante.
Los dedos de Brayden se clavaron en sus muslos, mientras que los de Delacroix se
trasladaron a sus pechos. Le pellizcó los pezones con rudeza, y el mordisco de
dolor fue la gota final. Karina explotó con un enceguecedor placer que nunca había
imaginado que existiera. Cada parte de ella pareció expandirse hacia afuera, para
entonces palpitar a ritmo con los latidos de su corazón. Gritó mientras todo en el
cuarto se volvía blanco, dejándola con nada más que una sobreabundancia de
sensaciones.
Delacroix salió del culo de Karina y arrojó el condón al pequeño cubo de basura que
tenía cada área destinada a escenas. Entonces sostuvo a Karina mientras Brayden se
quitaba su condón y se ocupó de aflojar los puños que le sujetaban las muñecas.
Los brazos de Kay cayeron flojos contra sus lados. Sus piernas estaban demasiado
débiles como para sostenerla, por lo que se combó hacia atrás contra el pecho de
Delacroix. Mientras él la sujetaba, Brayden se tomó un momento y le frotó los
brazos estimulando su corriente sanguínea. Mientras lo hacía, Karina no se movió.
Delacroix disfrutaría del momento, abrazando a la pequeña sumisa, pero en todo lo
que podía pensar era en la furia que podía sentir irradiando a su alrededor.
¿Qué diablos estaba sintiendo? Intentó mirar por encima de la cabeza de Karina en
busca de alguna pista, pero no podía deducir de dónde estaba viniendo. ¿Por qué
podía sentir la emoción, pero no era capaz de localizarla claramente?
Sintió un nudo en el estómago por la ansiedad. Había hecho esto antes. ¿El asesino
estaba aquí en este preciso momento? ¿Los estaba observando? ¿Estaba enojado porque
reconoció a Karina?
Debería decirle algo a Brayden, pero no ahora. Karina lo oiría, y no quería que lo
supiera todavía. No hasta que estuviera seguro.
El guarda asintió con la cabeza y se alejó para cumplir con sus órdenes. Mientras
tanto, Delacroix decidió dar una vuelta alrededor del club y ver si podía precisar
claramente de dónde le estaba llegando esa emoción negativa.
Brayden llevó a una flácida Karina a una pequeña área de asientos en el rincón. Sus
propias piernas se bambolearon un poco cuando se giró para dejarse caer en el
mullido sillón, acomodando a Karina sobre su regazo.
Ella tenía los brazos inmovilizados entre ellos, la cabeza apoyada en su hombro, y
respiraba suavemente en contra de su cuello. Él bajó la vista y contempló cómo sus
pestañas yacían a través de sus hermosas mejillas. Se veía tan en paz ahora mismo,
tan libre de preocupaciones. Le gustaría poder mantener esa mirada en su cara.
Estaba sintiendo cosas por ella y no sabía cómo detenerlo. Intentó tratarla como a
cualquier sub. Ella había mostrado interés en un trío, por lo que, siendo un buen
Dom, él se había ocupado de organizarlo. Pero sería el último, si él tuviera algo
que decir en relación a eso. Le había resultado difícil combatir los sentimientos
de posesividad que lo habían golpeado al ver a Delacroix tocándola.
Fue entonces cuando se dio cuenta de exactamente cuánto había llegado a importarte
esta obstinada Agente.
Dejó caer la cabeza hacia atrás en contra del sillón y apretó los brazos alrededor
del bulto dormido dentro de ellos.
Él salió afuera y tomó una profunda respiración, colmándose del frío aire de la
noche. Necesitaba calmarse. Todavía no podía creer que ella estuviera aquí… la
única mujer que se le había escapado. Había pasado años buscándola sólo para
terminar con las manos vacías.
Pero los dioses lo habían favorecido poniéndola de nuevo bajo sus garras. Su
hermosa angelita gótica. Ya no usaba el pelo oscuro y el esmalte de uñas de color
negro, pero reconocería ese rostro en cualquier parte.
Le gustaba la nueva mujer de cabello rubio rojizo. Le quedaba bien y se
correspondía con el que había cubierto su coño tantos años atrás. Pronto sería suya
otra vez, y finalmente lograría terminar lo que había comenzado.
Capítulo 21
Karina sonrió. Brayden aparentemente se había quedado para cuidar de ella. En lugar
de ansiedad, sintió seguridad. ¿Sería porque conocía a Brayden muy bien? ¿Sería
porque primero habían sido amigos?
Todo lo que sabía era que había pasado la noche en los brazos de un hombre y no
sintió miedo. Sonrió y se volvió para enfrentar a su caballero.
Él tenía los ojos cerrados, sus oscuras pestañas formaban un abanico en contra de
sus bronceadas mejillas, las cuales tenían una extrema necesidad de un afeitado.
Rozó el dorso de los dedos sobre sus patillas, disfrutando de la aspereza y
preguntándose cómo se sentiría tener esas patillas raspándole la parte interna de
sus piernas.
El simple hecho de pensar en eso hizo que su coño palpitara, sin embargo su culo
todavía seguía un poco dolorido de la noche anterior. A pesar de lo maravilloso que
había sido, no era algo que quisiera repetir demasiado a menudo. Probablemente
tuviera problemas para sentarse durante la mayor parte del día.
—¿Por qué?
—Te llevó mucho tiempo bajar del subespacio. Ni siquiera estoy seguro de que lo
hayas hecho completamente antes de colapsar en la cama.
Ella respingó.
—Sólo que no esta noche. Mi culo está demasiado dolorido para una segunda vuelta.
—No es sólo eso, sino que otra mujer fue asesinada, y no estamos más cerca de
resolver esto. —Brayden se levantó sobre su codo—. Quedaste fuera de combate y no
te diste cuenta, pero después del trío, Delacroix estuvo actuando muy extraño.
—O a alguien —murmuró Karina—. Dijo que se había conectado con un asesino en una
oportunidad antes. ¿Crees que ocurrió de nuevo?
Karina dejó que su mirada cayera sobre el pecho desnudo de Brayden. Ella estaba
desnuda debajo de las cubiertas. Aparentemente, Brayden la había desvestido cuando
regresaron. ¿Pero, y él? Trató de recordar cómo lo había sentido en su contra
cuando apenas se despertó, pero no podía estar segura.
—¿Qué piensan esos engranajes que están girando dentro de tu cabeza? —preguntó
Brayden.
—Cuando quieras, gatita. ¿Te diste cuenta que pasaste toda la noche en mis brazos y
no te asustaste ni una sola vez?
—Estás progresando. Ese viaje a Fiji está cada día más cerca.
Tenía en la punta de la lengua decirle que ella podría realizar ese viaje con él.
Era con Brayden con quién se sentía más cómoda. Era en Brayden en quién confiaba.
Era con Brayden con quién quería irse a Fiji. Desafortunadamente, no había notado
ningún indicio de que las cosas hubieran cambiado para él, así que por ahora,
mantendría la boca cerrada.
Brayden observó cómo la tristeza se desplazó por los ojos de Kay. Ella intentó
ocultar ese hecho, pero estaba allí. ¿Qué la habría generado?
En medio del caso no era el momento correcto para decirle que estaba desarrollando
sentimientos hacia ella. Quería hacerlo, pero esperaría por ahora. Estar con él
significaba que ella tendría que renunciar a ser una Domme, y no tenía ni idea de
cómo se sentía en relación a eso.
Ella disfrutaba de sus escenas, ¿pero las disfrutaría lo suficiente como para
cederle el control a él? No sobre una base de veinticuatro siete, pero algunas
veces, y definitivamente en el dormitorio, con toda seguridad. Karina había pasado
por mucho. ¿Afectaría su pasado lo que ella pudiera aceptar en su futuro?
Volvió la mirada atrás por encima de su hombro para saber si Karina lo observaba.
Encontró la mirada de ella pegada a su culo desnudo, por lo que rápidamente volvió
la cabeza al frente y sonrió abiertamente. Al menos estaba lo suficientemente
interesada como para mirar.
—No tardes una eternidad —le gritó cuando entró a su lado de la suite—. Tengo mucha
hambre.
—Ya era hora de que ustedes dos llamaran. ¿Qué diablos está pasando allí? —Chasqueó
el Director—. ¿Por qué el FBI tomó precauciones adicionales con Karina?
Karina sabía que Delacroix lo había mencionado, pero no sabía que en verdad lo
hubieran hecho.
—Recibí la llamada esta mañana. El FBI quería saber qué están haciendo que captó la
atención del asesino.
—Hasta donde sabemos, no hemos hecho nada —intentó explicar Karina, sin querer
ahondar en demasiados detalles—. Quizá sea porque la última chica que fue
secuestrada pertenecía a nuestro club.
Le disparó una mirada a Brayden y le hizo una mueca, sin saber qué más decir.
Brayden frunció los labios y asintió con la cabeza. Karina pensó que probablemente
tuviera algo que ver con Delacroix y con lo que Brayden consideró un comportamiento
extraño la noche anterior. Echó un vistazo por el espejo retrovisor divisando
varios coches. Un sedán gris oscuro le llamó la atención, y entonces bufó. ¿En
serio? ¿No podrían haber pensado en algo mejor que eso?
—Estamos en camino para hablar con Delacroix y los otros dos agentes —dijo Brayden
—. Tal vez averiguaremos algo entonces.
—Bueno, él no sonaba muy contento —comentó Karina con un suspiro mientras tomaba la
interestatal, saliendo de la ciudad en dirección al club.
Brayden bufó.
—Pillados, ¿verdad?
—Era un poco difícil no encontrarnos —reflexionó—. Me parece que ese sedán gris son
los federales detrás de nosotros.
—Un coche simple, oscuro, difícil de describir. Parece que sí. Son casi tan malos
como los nuestros.
Karina sonrió.
—Al menos los nuestros son negros. ¿Crees que lo que fuera que le molestó a
Delacroix es el motivo de que hayan añadido seguridad adicional?
—¿Y ahora qué? —masculló y volvió a sacar el teléfono. Clavó los ojos en la
pantalla—. Es Delacroix. Quiere saber cuándo estaremos allí.
Brayden se rio.
—Mi conjetura es que al estar dentro del Club Fetiche no se permite ningún traje de
baño.
Brayden le disparó una mirada siniestra que la hizo reírse una vez más.
—Sigue con eso, chica insolente, y esta noche buscaré el vibrador más grande que
pueda encontrar y lo meteré en tu culo justo antes de follarte.
Karina salió de la interestatal y tomó la ruta de doble mano hacia el Club Fetiche.
Karina siguió a un hombre mayor que los había estado esperando en la puerta y los
condujo hacia la parte trasera de la casa. Atravesaron una puerta de cristales para
entrar a un patio inmenso. El vapor se elevaba de la piscina, casi ocultando a
Delacroix, quien estaba parado junto al bar hablando con alguien del personal del
club.
Estaba vestido con jeans y una camisa de mezclilla. El viento frío le soplaba el
pelo alrededor de sus hombros, haciéndolo verse como un pirata, al menos para
Karina.
Ella compartió una mirada con Brayden y sonrió ligeramente. No sabía que Josh
disfrutara del club.
—¿Los agentes que me están siguiendo se unirán a nosotros también? —preguntó Karina
dulcemente.
—Buenos días, mascota —le dijo Delacroix con una malvada sonrisa, ignorando su
pregunta—. ¿Cómo está tu culo?
—Tú eres más que un poco, y nunca respondiste a mi pregunta. ¿Por qué estás
haciendo que me sigan?
Delacroix hizo un gesto para invitarlos a tomar asiento a una de las mesas en el
lado más alejado del patio donde daba más de pleno la luz solar. A pesar del frío,
un frente cálido prometía un día mucho más agradable que los que habían tenido
últimamente.
—La última vez que nos reunimos te dije que añadiríamos protección extra sobre ti —
aclaró Delacroix—. No deberías estar sorprendida.
—Si estás hablando del que me siguió a mí, estoy de acuerdo, es evidente —añadió
Karina.
Delacroix se rio.
—Es justo —dijo con cansancio—. Creo que me conecté con nuestro asesino anoche.
—Por ahora, eso es todo. A veces, eso puede ser todo lo que consigo, o podría
incrementarse.
—¿Entonces, lo que obtuviste fue simplemente una emoción incorpórea? ¿Cómo sabes
que estaba dirigida a mí? Tal vez estaba dirigida a otra persona. ¿Tienes alguna
idea de la cantidad de subs que me fulminaron con una mirada celosa anoche?
Delacroix sonrió.
—Hay una diferencia entre los celos y la clase de furia que sentí. Lo que sentí
fue… malvado. En mis tripas, sé que provenía de él.
—No me hagas promesas que no puedes mantener —murmuró ella, entonces se volvió a
Delacroix, apartando la mano de debajo de la de Brayden.
No era que no quisiera su toque. Lo quería, pero en este momento estaba demasiado
asustada.
—¿Ellos tienen que seguirme incluso cuando Brayden está conmigo? —preguntó.
—Por ahora, los únicos que conocemos de la violación somos nosotros —dijo Josh. En
lo que respecta a tu jefe, todo lo que él tiene que saber es que el asesino va tras
las subs atrevidas. Tú te estás comportando de ese modo para intentar atraerlo, por
consiguiente, la seguridad adicional.
Karina asintió con la cabeza. La mentira no estaba realmente muy lejos de la
verdad. Ellos sabían que él iba tras las subs insolentes, y ella era
definitivamente eso, aunque su irreverencia tuviera más que ver con su personalidad
natural en lugar de una fachada. ¿Cuándo esto había pasado de ser una operación de
simple vigilancia e inteligencia para ser la carnada de una trampa? ¿Con ella como
cebo?
Capítulo 22
En aquel entonces su pelo era negro y lo llevaba largo hasta los hombros. Sus ojos
eran de un color mucho más vibrante, debido a sus lentes de contactos. Había
llevado las uñas pintadas de negro y un piercing en el labio. Se inclinó más cerca
al espejo para tocarse la pequeña cicatriz en su labio inferior, donde su violador
le había arrancado el piercing.
Con un suspiro, se movió hacia atrás y se sacó un par de rizos para que colgaran de
su sien. ¿Fueron esas las cicatrices que él había notado? ¿Habría reconocido su
propio trabajo?
—Cuando vas a trabajar, puedes hacer lo que quieras con tu pelo. Cuando vamos al
club, haces lo que yo quiero.
—Soy el Dom —le replicó mientras extendía la mano para comenzar a frotarle los
hombros.
—Estás tensa, Kay —le dijo Brayden, continuando el masaje en sus hombros—.
Necesitas relajarte.
—¿Tienes una varita mágica que pueda hacer que eso ocurra? —Le preguntó.
—De hecho…
La sexy entonación de su voz hizo que sus pezones se endurecieran tan rápidamente
que contuvo la respiración. Bajando la mirada sobre sus pechos, Kay clavó los ojos
en los duros guijarros que se traslucían a través del amarillo raso del babydoll
que pensaba ponerse esta noche. Sintió el calor de un sonrojo en sus mejillas al
ver la abierta sonrisa conocedora que le disparó Brayden a través del reflejo del
espejo.
Muy interesante que el pensamiento de tener sexo con él en su suite del hotel —a
solas— no la hiciera temblar de miedo. Se sentía prendida fuego, por dentro y por
fuera.
—Si te refieres a la que tienes entre las piernas —comenzó Karina—. ¿No deberíamos
esperar para eso hasta que lleguemos al club?
—¿Te asusta tener sexo conmigo aquí, Kay? —le preguntó, sus dedos todavía
trabajando los tensos músculos de sus hombros.
—Sorprendentemente… no.
—¿Por qué? —le preguntó, mientras trabajaba sus dedos más abajo.
—Confío en ti.
La carne de gallina se abrió paso por sus brazos al sentir la calidez de sus labios
y de su aliento en contra del cuello. Él deslizó las manos más abajo por su
espalda, trabajando los nudos de la parte más baja. Aunque, sinceramente, en este
momento, Karina no estaba segura de que le quedara un solo músculo tenso en todo el
cuerpo.
Colocó otro beso a un lado de su cuello. Karina dejó caer la cabeza hacia atrás
mientras un suave suspiro se libraba de sus labios. Las manos de Brayden comenzaron
a moverse más lentamente, su toque volviéndose más sensual. Deslizó las manos
debajo de la falda de su camisón y subió por encima de su culo. Cuando las movió
alrededor de la parte baja de su estómago, Karina no sintió ningún deseo de
detenerlo.
Desplazó los labios por su cuello y continuó por su hombro, mordiendo suavemente la
carne antes de chupar lentamente. Ella apretó las manos en puños, sin saber qué
hacer con ellas. Una parte de sí quería aferrarle las manos y bajarlas entre sus
piernas. La otra parte quería darse la vuelta y arrancarle las ropas. Para su
asombro, ninguna parte de ella quería salir corriendo.
—Estás húmeda, gatita —le susurró, entonces presionó a su dura polla en contra de
su cadera—. ¿Sientes lo que me haces a mí?
Usando la yema del dedo medio, muy lentamente, trazó incitantes círculos alrededor
de su clítoris antes de moverse de regreso a su entrada. Karina gimió y se aferró
al brazo que él mantenía bloqueado alrededor de su cintura. Las uñas se clavaban en
la piel del hombre a medida que su cuerpo se volvía cada vez más sensitivo.
—Quiero empujarte contra este mostrador —susurró Brayden—. Y llenar a este apretado
y mojado coño, profundo y duro con mi polla.
Empujó dos dedos dentro de ella, mostrándole exactamente lo que tenía en mente.
Karina jadeó e intentó forzar las caderas hacia adelante, presionándose con más
firmeza en contra de la palma de su mano.
Karina abrió los ojos y miró su reflejo en el espejo. Tenía la piel ruborizada, sus
ojos entornados y los labios abiertos y jadeantes. La bronceada piel de la mano de
Brayden mientras la acariciaba entre las piernas era un marcado contraste contra su
piel más clara, pero al mismo tiempo, se veía tan correcto. Se sentía tan correcto.
—Brayden —lloriqueó.
—¿Quién?
—Dime, gatita. ¿Quieres que frote este duro y pequeño botón hasta que te haga
correr? —Susurró él.
Karina bajó la vista sobre sí misma, en dirección al brillante nudo rosado que
sobresalía de entre sus labios vaginales.
—Dios, eso sonó tan bien —ronroneó él, pasando el dedo sobre la parte superior de
su clítoris.
Karina se estremeció de pies a cabeza. Dejando caer la cabeza hacia atrás, cerró
los ojos y gimió. Estaba tan cerca. Podía sentirlo construyéndose en su interior…
luchando por liberarse.
—Abre los ojos, gatita —susurró Brayden—. Mírame.
Él estaba tan cerca de ese punto, sólo se movió apenas para dejarla jadeante y
tensa. Cuando finalmente rozó con ligereza la parte superior de su clítoris y a
continuación lo pellizcó, Karina explotó en un millar de fuegos artificiales. A
pesar de eso, conservó los ojos sobre Brayden sin nunca apartar la mirada.
Estar con los subs siempre la habían dejado con la sensación de que faltaba algo.
Había recibido placer físico, pero no mucho más. Con Brayden, no faltaba nada.
Conseguía todo lo que necesitaba y más. Incluso algunas cosas que no quería.
No sería sabio enamorarse de él. No cuándo ni siquiera tenía idea de lo que pasaba
por la mente del hombre, ¿pero cómo podría detenerlo?
—Lo sé.
Ella pasó la mano sobre su camisa, disfrutando de la suavidad bajo de sus dedos… un
marcado contraste con los duros músculos de debajo.
—Sólo para que lo sepas, gatita —dijo Brayden, su voz dominante—. Tengo pensado
follarte en el club más tarde.
Karina sonrió y se acurrucó más cerca. Estaba esperando que él dijera eso.
Capítulo 23
Janie y Gary, quienes estaban junto a ella, jadearon conmocionados por su arrebato
de furia. Las sumisas en este club no le levantaban la voz a Delacroix. No se
atreverían.
Él le aferró el codo con un fuerte agarre que la hizo respingar. Empujándola cerca
de su lado, asintió con la cabeza a Janie y Gary.
—Si ustedes dos nos disculpan, creo que Karina necesita una lección de modales.
Gary asintió con la cabeza. Janie se mordió los labios, disparándole a Karina una
mirada compasiva, mientras Delacroix prácticamente la arrastraba por el piso hacia
donde estaba Brayden hablando con otros cuatro Doms.
—Silencio, sub —dijo levantando la voz. A Karina no le pasó por alto el ceño
fruncido en la cara de Brayden cuando ellos se acercaron—. No lo estoy sintiendo.
Necesito que tú y Brayden hagan una escena para ver si puedo conectar con él otra
vez —le informó Delacroix al oído.
—Tu sub me levantó la voz —le informó Delacroix—. Me parece que necesita una
lección de cómo dirigirse a un Dom.
Brayden asintió con cabeza, entonces miró con el ceño fruncido a Karina.
Karina tragó.
Karina se congeló. No. No-no-no. Delacroix era un sádico. Él era la última persona
que ella quería que escogiera su castigo. Como si él supiera lo que estaba pasando
por su mente, y verdaderamente, él probablemente lo sabía, bajó la vista sobre ella
con una expresión especulativa.
—Se siente incómoda con el juego anal, así que inclínala sobre el banco de azotes,
ponle un tapón anal grande, y azótale el culo con un flogger. Después de que tenga
las franjas suficientes, puedes hacer lo que quieras con ella.
—No. Te dejaré eso a ti. —Volvió su mirada nuevamente a Brayden—. Pero observaré.
—Él quiso que hiciéramos una escena. Espera captar alguna oleada de emoción otra
vez.
—Lo tengo.
Nada de bancos baratos para este club. Sólo lo más exclusivo de la línea. Pensó que
si iba a ser zurrada, por lo menos adoptaría una posición cómoda para eso.
La abofeteó otra vez, ahora más duro, y ella instantáneamente cerró la boca. Esto
iba a ser bastante malo. No quería empeorar las cosas.
Sus dedos la amasaron por atrás, abriéndole las nalgas y acariciando suavemente con
el dedo pulgar sobre su apretada abertura anal. Karina se sacudió ligeramente con
una mezcla de placer y ansiedad.
—Voy a lubricarte muy, muy bien, gatita —murmuró Brayden—. Sé que todavía estás
dolorida.
Sádico maldito.
Brayden quitó los dedos y entonces apoyó la cabeza del juguete en su entrada.
Karina se preparó, esperando que él presionara hacia adelante. En lugar de
simplemente meterlo como había esperado, lo empujó lentamente hacia adentro,
retirándolo sólo un poco antes de empujar más profundo. El juguete la estiraba,
llenándola, frotando contra sus ya sensibles terminales nerviosas, haciendo que
cada centímetro de su piel quemara. Hasta su coño se apretó con la sensación del
grueso tapón dentro de ella.
Después de limpiarse las manos, Brayden trazó círculos en su abertura vaginal con
el pulgar, provocándola. Sus caderas se movieron hacia atrás, intentando conseguir
que el toque fuera un poco más intenso. Sabía que estaba empapada. Pudo percibirlo
cuando él la extendió con su pulgar, acercándose mucho pero nunca tocando
verdaderamente a su palpitante clítoris.
Cerró las manos en puños, intentando con todas sus fuerzas poder combatir la
creciente oleada lujuria que se abría paso por su columna vertebral. Era una Domme.
No debería gustarle esto, pero le gustaba. Le gustaba muchísimo.
Al igual que el tapón en su culo, era demasiado, pero al mismo tiempo, no era
suficiente.
Brayden presionó el botón de mando, haciendo que el tapón vibrara en contra de sus
paredes. Karina gimió y sintió el calor que se extendía por sus mejillas. Apretando
los ojos muy cerrados, intentó no mirar los rostros a su alrededor. Se esforzó por
no pensar en el hecho de que él podría estar allí, observándola.
Sin pensarlo, ella intentó mover las caderas, esforzándose por alcanzar el flogger.
Desafortunadamente, dada la forma en que estaba ubicada, no podía moverse. Se
mordió los labios con frustración y una atormentadora necesidad. Quería apretar las
piernas para aplicar presión sobre su clítoris. En este momento, el nudo se sentía
como si fuera a explotar de un momento a otro. El toque más ligero la enviaría
sobre el borde.
Brayden continuó con los azotes. Arriba y abajo. Duro y suave. Karina gimió y luchó
contra las restricciones. Jesús, quería correrse, pero no podía.
Todo de repente se volvió demasiado, y ella gritó cuando cada una de las
terminaciones nerviosas de su cuerpo pareció estallar. Brayden continuó zurrándola,
y con cada azote, el aguijón hacía erupción dentro de una bola de placer. Quería
gritarle que se detuviera, pero no podía reunir el aliento con la suficiente
rapidez.
Junto a las últimas palpitaciones, se combó en contra del banco y gimió. Guau, eso
fue… no estaba segura de qué diablos había sido eso.
Brayden se movió detrás de ella y quitó el tapón de su culo. Karina pensó que la
dejaría incorporarse, pero en lugar de eso, apoyó las manos en sus caderas y
presionó la cabeza de su polla dentro de su coño. Karina gimió cuando empujó su
gruesa circunferencia más adentro. Dios, él era grande, y la plenitud cuando la
llenó completamente casi la envió sobre el borde otra vez.
Karina gemía mientras intentaba moverse con él. Las restricciones la mantenían
bloqueada abajo, completamente a su merced, mientras él martillaba dentro de ella
una y otra vez. Brayden ajustó las caderas, moviéndose hasta que golpeó justo el
lugar correcto con la cabeza de su polla, haciéndola gritar. Continuó frotándolo,
estimulándolo, hasta que todo se volvió de un brillante blanco.
Karina gritó con todas su fuerzas cuando el placer reptó por ella, golpeándola con
fuerza, sin detenerse, hasta que no hubo nada más. Se desplomó justo cuando Brayden
empujaba profundamente, perdiéndose a sí mismo con su propia liberación.
Tanto como odiaba eso, salió de su coño y tiró el condón en la papelera. Se arregló
sus pantalones y entonces aflojó las restricciones que sujetaban a Karina en el
lugar. Cuando la alzó en sus brazos, ella se combó en contra de su pecho como
siempre lo hacía.
Parecía estar tan bien allí que no quisiera dejarla irse nunca. Sólo esperaba poder
convencerla de que se pertenecían. Eso, si ella quisiera admitir o no, que era una
sumisa. Su sumisa.
Brayden se rio.
Brayden le quitó el pelo de la cara para poder mirarla a los ojos. Todavía los
tenía cerrados, por lo que puso un dedo debajo de su barbilla y la alzó.
—Mírame, gatita.
Karina abrió los ojos levantando la vista sobre él con una mezcla de confusión y de
saciedad sumisa. Cualquier cosa que él hubiera estado a punto de decir murió en su
garganta cuando la miró. Tenía en la punta de la lengua confesarle que pensaba que
estaba enamorándose de ella.
Los labios de Karina se elevaron en una ligera sonrisa y el rubor que cubría sus
mejillas se profundizó. Le gustaba ella de esta manera. Vulnerable, dulce y suave.
Era una Karina que él no solía ver muy a menudo, pero que le gustaría ver más
seguido.
—Si vas tras Delacroix demasiado ruda, puedes encontrarte otra vez en una posición
incómoda. Sólo que esa vez por su mano y no por la mía. Y no estoy seguro de que no
tuviera que matarlo yo mismo si eso ocurriera.
Brayden dejó caer la mano contra su pierna y suavemente frotó la palma subiendo y
bajando por su muslo.
Una cosa que Delacroix podía decir era que la violencia estaba dirigida a Karina.
Las dos veces que ella había hecho una escena había sacado a relucir la furia del
delincuente lo suficiente como para que Delacroix pudiera percibirla. ¿Pero por qué
no podía decir de dónde estaba llegando?
Siempre había podido decirlo antes. Esta era la primera vez que la emoción era
incorpórea, como la había definido Karina. No tenía ningún sentido.
—Conozco esa mirada —le dijo Josh al acercarse para pararse junto a Delacroix—.
¿Qué pasa?
—Puedo sentirlo.
—¿Dónde está?
—Llegará a ti.
—Quiero decir, no hay ninguna sustancia para la emoción. No hay un cuerpo conectado
a ella. Ninguna visión, ninguna impresión, nada… Es como si la emoción no
perteneciera realmente a un… cuerpo. —Delacroix frunció el ceño cuando se le
ocurrió una idea—. Cuando alguien sufre de personalidad múltiple, la personalidad
invasora es una adición, entonces, para mí, la emoción podría llegar como si no
tuviera un anfitrión.
—Qué ocurre si el asesino tiene una personalidad dividida. Si la emoción que estoy
percibiendo proviene de la personalidad que se separó completamente de él, la que
está allí ya sea para proteger o destruir, para hacer lo que la personalidad
original no puede hacer por sí misma.
Delacroix puso los brazos en jarras y suspiró. Miró para atrás en dirección a
Brayden y Karina en el rincón oscuro.
Capítulo 24
Karina entró en su suite del hotel e intentó sacudirse el escalofrío de temor que
la sostenía en sus garras. Había dos agentes del FBI afuera vigilando el hotel.
Brayden siempre estaba cerca. No podría ocurrirle nada allí.
Continuó reafirmando eso para sí misma mientras se estiraba hacia abajo para
quitarse sus sandalias de tacón alto. Sus pies la estaban matando esta noche, y del
mismo modo sentía al resto de su cuerpo.
No porque Brayden hubiera sido rudo, sino porque él había pasado el resto de la
noche después de su sesión de castigo, provocándola. Tocando sus pechos,
pellizcando sus pezones, e incluso acariciando su coño. No lo suficiente como para
hacerla correrse, pero sí la cantidad adecuada para mantener a su cuerpo zumbando
por más. La humedad todavía se reunía entre sus piernas. Quería tener sexo tan
desesperadamente que no podía soportarlo.
—Esa es una bonita vista —dijo Brayden desde la puerta que separaba sus suites.
Estaba apoyado de forma casual contra el marco de puerta, su camisa negra abierta,
luciendo un bronceado y musculoso pecho. Karina tragó ante la sexy vista de él.
—La tuya no está nada mal tampoco —respondió ella mientras se enderezaba y lanzaba
sus zapatos sobre el sofá.
Él se detuvo casi nariz con nariz junto a ella, su mirada trabada en la suya, el
deseo en sus ojos prácticamente chamuscándole la piel. Mientras lo miraba, apenas
podía respirar.
La boca de Karina se abrió, pero no dijo nada. Su corazón corría a una velocidad
salvaje y su estómago estaba hecho un nudo. ¿Sexo? ¿Aquí?
Karina tragó. ¿Lo hacía? Mientras lo miraba, se dio cuenta de que sí, que confiaba
en él. Asintió con la cabeza otra vez.
Brayden extendió las manos y envolvió los brazos alrededor de la parte baja de su
espalda, empujándola contra él. Sus senos se aplastaron contra su pecho, y sus
muslos presionaron en contra de los suyos. Ella podía sentir su grueso bulto contra
la parte baja de su estómago, y tuvo que combatir el deseo de frotarse a lo largo
de su longitud.
Lo observaba en silencio cuando él agachó la cabeza y rozó los labios sobre los de
ella. Karina cerró los ojos al sentir su lengua acariciándole suavemente el labio
inferior. Con un suspiro, abrió la boca, dejándolo introducir su lengua adentro.
Brayden apretó los brazos, pero mantuvo las manos en la parte baja de su espalda,
presionando incluso casi imperceptiblemente en sus músculos. Karina aplanó las
palmas sobre su pecho y a continuación las deslizó hacia arriba alrededor de su
cuello. Se contoneó ligeramente, frotándose los pezones en contra de sus músculos.
Como si él supiera exactamente lo que ella necesitaba, deslizó las manos subiendo
por sus lados y le ahuecó los pechos. Karina gimió dentro de su beso a medida que
amasaba sus doloridos montículos.
—Me gustan estos pechos —murmuró en contra de su boca. Agarró una de las sillas de
la cocina y la apartó de la mesa—. Ven aquí y siéntate sobre mi regazo para que
pueda jugar con ellos.
Brayden se dejó caer en la silla y a continuación la arrastró hacia abajo para que
se sentara a ahorcajadas sobre su regazo. Ella se acomodó más arriba para que su
coño descansara en contra de su polla. Cuando contoneó las caderas, presionándose
contra él, Brayden sacudió la cabeza y la empujó hacia atrás, de manera que sus
piernas quedaran abiertas, pero su coño no tocara ninguna parte de él.
—Saquemos esto —masculló, entonces empujó del camisón que se había puesto para ir
el club por encima de su cabeza, dejándola completamente desnuda.
Para cuando llegó a su pezón, Karina estaba jadeando. Pasó la lengua por encima,
haciéndola contener el aliento y sacudirse hacia adelante. Cuando engulló la punta
entera dentro de su boca, Kay dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió hacia el
techo.
Karina gemía con una mezcla de frustración y deseo mientras él se abría camino
alrededor del palpitante pezón, provocándolo exactamente igual a como había hecho
con el otro. Cuando se lo metió en la boca, ella gritó con agudeza, conmocionada al
notar lo cerca que estaba de correrse.
—Eso mismo.
Él quitó las manos de sus pechos y las reemplazó por su boca. Con una mano en su
cintura, la tocó con la otra entre sus piernas, haciéndola respingar.
—¿Vas a qué? —La presionó —. Sé que no vas a correrte, porque te dije que no lo
hicieras. Y tú siempre haces lo que tu Dom te dice. ¿Verdad, gatita?
Con dedos temblorosos Karina excavó en busca del condón mientras Brayden se abría
la cremallera de sus pantalones para liberar su ingurgitado falo. Ella rápidamente
abrió el envoltorio y deslizó el condón en su lugar. Al segundo en que lo tuvo
puesto, él le apartó las manos y la levantó encima de la punta.
Karina gemía meciendo las caderas en contra de él, moviéndose a ritmo con los
latidos que convulsionaban a través de su canal. No podía creer haberse corrido tan
rápido.
—Eso estuvo bien, pero creo que puedes hacerlo mejor —le susurró Brayden.
El aliento sopló encima de sus labios cuando habló, haciéndola estremecerse con una
renovada necesidad.
Clavó los dedos en sus caderas y la empujó más abajo, esforzándose para llegar más
profundamente. Karina jadeó presionándose contra él, queriendo todo lo que él
pudiera darle. Aún después de su orgasmo, quería más. Necesitaba más.
Brayden la asió por las caderas y se puso de pie. Karina envolvió las piernas
alrededor de su cintura y los brazos alrededor de su cuello, aferrándose con fuerza
cuando él giró y la colocó sobre la mesa.
Brayden se rio.
Le levantó las piernas para apoyarlas en sus hombros y entró en ella profundamente.
Karina lloriqueó y levantó las caderas para encontrarse con las de él.
—No voy a atarle, pero mantén las manos donde están. No las muevas o me detengo.
¿Estamos de acuerdo? —preguntó.
–Sí.
—¿Sí que, gatita? —le preguntó en voz baja mientras lentamente retiraba a su polla
de entre sus paredes.
—Esa es mi chica —dijo, entonces gimió cuando empujó nuevamente dentro de ella.
—Hmm, me gusta esto, ¿a ti no, gatita? —ronroneó con esa profunda y sensual voz que
nunca fallaba en hacer que sus pezones hormiguearan.
Karina no respondió. No podía. Todo lo que podía hacer era jadear y gemir con cada
duro bombeo de su enorme polla. Se sentía llena y consumida, mientras la estiraba,
obligándola a tomar aún más de él.
El miedo nunca entró en su cabeza. Estaban solos, pero ella nunca se había sentido
más caliente y más excitada en toda su vida. Brayden había sabido penetrar a través
de sus muros, haciéndola sentirse segura… haciéndola desearlo.
Iba a hacerla correrse otra vez y este orgasmo sería mucho más intenso que el
anterior. Con un gruñido, Brayden movió las caderas para presionar en un ángulo
diferente, frotando el sensible punto en lo alto de sus paredes vaginales,
haciéndola salir disparada con un grito lo suficientemente alto como para que todo
el hotel probablemente pudiera oírlo.
Durante varios segundos, todo lo que ella hizo fue sentir. Parecía como si el
orgasmo hubiera estallado en la parte externa de su piel, bloqueándolo todo a
excepción de los exquisitos cosquilleos y latidos. Brayden la siguió poco después
cuando, con un empujón final, encontró su propia liberación mientras gruñía.
Brayden se sentía drenado, pero al mismo tiempo gloriosamente saciado. Estar con
Karina fue… bueno estuvo cerca de ser condenadamente perfecto. A regañadientes,
salió de su húmedo calor y se inclinó para recogerla. Ella colgaba flácida en sus
brazos, y él no pudo reprimir la sonrisa que tiraba de sus labios cuando la llevó a
la cama para dejarla sobre el colchón.
—Regreso enseguida.
Brayden clavó los ojos en ella tratando de discernir si estaba despierta o no. Se
le disparó el corazón, y al mismo tiempo, martillaba fuera de ritmo. Si estaba
medio dormida, podría incluso no saber lo que había dicho. Tanto como deseaba
decirle lo mismo, no quiso arriesgarse a que saliera corriendo por admitirlo antes
de tiempo.
Con otro gruñido de impaciencia, acechó el tocador y arrancó la foto que conservaba
escondida allí. Era una foto de la única chica que se había apartado de él antes de
que terminara… la única que lo había dejado colgado e insatisfecho.
Era debido a la furia que sentía por ella que había comenzado a matar. No había
querido hacerlo, pero su rabia y su sed de sangre habían sacado lo mejor de él.
Después de eso, nunca fue suficiente sólo lastimarlas. Quería ver la luz apagarse
de sus ojos. Anhelaba ver el pandeo del cuerpo cuando el alma lo abandonaba.
—Los Wheat Thins están bien. Los de queso crema son simplemente asquerosos —dijo él
con un estremecimiento.
—Es mejor para ti que todo ese chocolate que te tragas vorazmente —le replicó.
—¿Cuánto tiempo más crees que tendremos que estar aquí? —Preguntó ella.
—No, no es eso. Es sólo que… quiero que esto se termine. Quiero dejar toda esta
pesadilla en el pasado y seguir adelante.
—Estás saliendo adelante, Kay —le dijo con ternura mientras escogía una caja
pequeña de arroz—. ¿Te olvidaste de lo de anoche?
—No, no lo hice —replicó con prepotencia e intentó luchar contra el sonrojo que
podía sentir abrirse paso sobre sus mejillas—. Pero no es eso lo que quise decir.
Brayden se movió más adelante por el pasillo, y Karina lo siguió, perdida en sus
propios pensamientos. Estaba enamorándose de Brayden, si es que ya no estaba
completamente enamorada de él. Él no había dicho nada acerca de sentimientos o de
cosas permanentes una vez que el caso se terminara. Ella necesitaba regresar a su
vida y a su trabajo y, de ser posible pronto, antes de terminar lastimada.
—Hola —dijo.
Karina levantó la vista y dejó de plegar las bolsas para poder oír.
Brayden presionó el botón para poner el llamado en altavoz, entonces lo apoyó sobre
la mesa.
—No puedes ocultarle esto a Karina, Delacroix, así que simplemente suéltalo. ¿Qué
pasa? —Le preguntó Brayden.
—No tuve posibilidad de hablar contigo antes de que se fueran anoche. De ahora en
adelante, quiero que lo dos me avisen antes de irse.
—¿En serio?
—Sí —replicó Delacroix, muy serio—. Él estuvo allí anoche. Puedo percibir su furia
cada vez que haces una escena con Karina. No creo que sean celos, pero a él no le
gusta cuando la follas.
—No. Lo he intentado, pero… ¿De qué se tratan los otros casos de violación que
ustedes, muchachos, estuvieron repasando?
Delacroix suspiró.
—Hay muy pocas cosas que coinciden. Estos fueron incluso más brutales que el tuyo.
Una chica apenas sobrevivió y quedó ciega. Al igual que tú, ella no recuerda nada.
—Sólo queda uno más. Ella murió después de llegar al hospital. Los doctores
creyeron que podría sobrevivir a sus heridas, pero la chica renunció en lugar de
eso.
—No pensamos que lo haya hecho —contestó Josh—. Comenzamos a buscar entre las
personas desaparecidas a chicas de alrededor de la misma edad, que coincidían con
las tres primeras descripciones. Hay más de cincuenta. No estoy seguro de que todas
sean víctimas de él, pero apuesto a que muchas de ellas lo son.
—Eso significa que hubo algún detonador que lo hizo cambiar y comenzó a dejar a las
chicas donde fueran encontradas —reflexionó Karina.
—Creo que él tiene una personalidad dividida que, al menos en este momento, emerge
cuando ve a Karina teniendo sexo. Es por eso que no puedo localizarlo. Cuando la
segunda personalidad emerge, es como si lo hiciera sin cuerpo. Si ha estado
teniendo una personalidad dividida durante un tiempo, posiblemente la de sumiso, o
la normal, es probable que, aún de forma inconsciente, esté afectando las
inclinaciones de la personalidad dominante.
—Esto está metiéndose en un área que está mucho más allá de mi cabeza —masculló
Brayden.
—¿Piensas que la personalidad sumisa tiene algún recuerdo de lo que hace la otra? —
preguntó Karina.
—No —contestó Delacroix—. Estoy suponiendo que algo realmente malo le ocurrió a
este tío que lo está llevando a asesinar sumisas.
—Eso parece un poco al revés. —Karina tomó una silla de la cocina y se sentó—. Si
él es un sumiso y fue víctima de abuso en su pasado, ¿entonces no debería ir tras
las Doms?
—No necesariamente. La mente no siempre funciona de la forma en que uno piensa que
lo hará. Si él se ve débil e indigno, entonces es posible que esté castigando a
todas las sumisas por ser débiles, o si quieres complicar todavía más las cosas,
tal vez él y una sumisa cambiaron los roles un fin de semana y la ahora Domme lo
cagó a palos. Verdaderamente, no tendremos una historia hasta que lo encontramos.
—No lo sé, Delacroix —dijo él—. Tal vez no la deberíamos empujar de esta manera.
—Buena chica —la alabó Delacroix—. Mientras tú estés trabajando con ella, Josh y yo
observaremos a la gente. Tal vez él se delate de alguna forma.
Al mirar hacia el bar, atrapó a Brayden observándola. Habían hablado sobre lo que
harían aquí discutiendo la clase de escena que llevarían a cabo. Brayden sugirió
que ella debería enojarse con él para así llamar muchísimo la atención.
Karina no estaba segura de querer hacer otra escena de castigo. Con sólo pensar en
la de anoche la hacía sentirse mojada y ansiosa. Su sorprendente reacción a los
castigos de Brayden le había enseñando una cosa o dos sobre sí misma… como cuánto
disfrutaba de someterse a Brayden.
Después de su pasado, nunca hubiera creído eso. Pero bueno, había estado
fantaseando con Brayden durante meses, incluso antes de entrar en este caso juntos.
Brayden curvó el dedo, indicándole que quería que se uniera a él. Karina levantó la
barbilla y se alejó hacia otra dirección, ignorando su convocatoria más que obvia.
Si iba a castigarla, necesitaría una razón, y su desplante sería tan buena como
cualquier otra.
—¿Tu sub está haciéndote pasar un mal rato esta noche? —preguntó uno de los Doms
que estaba parado junto a él.
—Todavía está enojada conmigo por algo que sucedió más temprano —contestó—. Parece
que tendré que enseñarle otra lección.
—Yo también.
Y lo había hecho. Hundirse en ella mientras la tenía inclinada sobre ese banco
había sido el cielo. Sólo el hecho de pensar en eso lo ponía duro.
Su mirada divisó un flogger para coños, y sonrió. Kay iba a matarlo por esto, pero
la pelea haría que definitivamente llamara la atención de todo el mundo, cosa que
era exactamente lo que necesitaban.
Apoyó su bebida sobre la barra y se encamino hacia Karina. Ella lo fulminaba con la
mirada a medida que se acercaba.
Los subs que estaban a su alrededor se quedaron boquiabiertos. Una de las chicas
incluso extendió la mano y tocó el brazo de Karina.
La ignoró.
Brayden tuvo que morderse la parte interior del labio para evitar sonreír al oír
sus reproches. Delacroix quería un espectáculo, y ella definitivamente le estaba
dando uno. La arrastró hasta una mesa, y con las manos en su cintura, la levantó
sobre ésta. Ella aterrizó con un gruñido y entonces intentó bajar de un salto.
Brayden la atrapó en el aire y volvió a depositarla contra el banco, entonces la
empujó hacia atrás para que quedara tendida de espaldas.
Karina gruñó y estrechó su mirada. Brayden la aferró de los antebrazos y los forzó
por encima de su cabeza, inmovilizándolos en el lugar con una de sus manos mientras
se estiraba para alcanzar las restricciones con la otra.
—Tú, maldito…
Brayden se detuvo para bajar la mirada sobre ella. Sus labios se retorcieron al ver
la chispa de picardía en los ojos de Kay antes de que su diversión se desvaneciera
y el enojo ocupara su lugar. Ella jugaba el papel de la sumisa enojada a la
perfección.
Kay volteó la cara hacia el techo. Él continuó subiendo, arrastrando los dedos
sobre su cadera. Cuando cepilló sobre un lado, la hizo estremecerse y tomar un
profundo aliento.
Ella lo miró a través de diminutas hendijas de furia. Sus mejillas estaban rojas
por el rubor y sus labios apretados en una delgada línea. Brayden caminó hasta la
cabecera de la mesa y se inclinó para hablarle suavemente al oído.
—Espero que te des cuenta de que toda esta lucha solamente me excita más.
Karina tragó e inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo. Sus labios todavía
estaban apretados, pero sus ojos brillaban de diversión. No había miedo en su
mirada… sólo confianza. El corazón de Brayden se saltó un latido. Se sintió
humillado y rozó el dorso de los dedos sobre su mejilla.
—Vete al infierno, Brayden —gruñó—. ¿Qué te hace pensar que con sólo hacerme correr
te perdonaré?
—Tú siempre me perdonas, gatita —le dijo, un poco más alto—. Esta vez no será
diferente. —Caminó alrededor de ella y lentamente deslizó los dedos hacia abajo de
su lado y subiendo por su cadera—. Una vez que te haga correr, te derretirás.
Él había reproducido la última anoche en su mente todo el día. La forma en que ella
había gemido y movido sus caderas contra las de él. La forma en que había aceptado
todo lo que le dio. La forma en que habían encajado, tanto durante el sexo como
después cuando la había sujetado en sus brazos.
Brayden puso las manos entre sus muslos y los separó a la fuerza. Su excitación era
obvia a decir por la crema que recubría los labios de su coño.
Sonrió.
—Deliciosa —susurró, mientras alisaba la mano bajando por los labios de su vagina,
aplicando justo la presión necesaria para hacerla retorcerse.
Usando la yema de los pulgares, le separó los labios, dejando expuestos su húmeda
entrada y su hinchado clítoris. Sopló suavemente, provocando un gemido de ella.
Brayden levantó la vista y sonrió por la forma en que se estaba mordiendo el labio
inferior.
—No —replicó—. Te guste o no, estás a mi merced. Haré lo que quiera contigo. Y tú
lo tomarás.
Deslizó la mano entre sus piernas y la frotó subiendo y bajando por su montículo.
Ella cerró los ojos con un gemido e hizo su mejor intento para contonear las
caderas, pero no pudo. Forcejeó contra las correas, pero no por sentir pánico.
Había mucho calor en su mirada como para que estuviera de verdad asustada.
Él quitó la mano y asió el flogger para coños que había visto más temprano. Lo
golpeó en contra de su mano un par de veces, dejando que el sonido incrementase su
nivel de ansiedad sólo un poquito. Cuando se movió para pararse entre sus piernas,
ella abrió los ojos para dispararle una mirada asesina.
—Esa es una mirada terriblemente feroz para alguien en tu posición —comentó él,
entonces abofeteó a su coño con el flogger.
Karina jadeó y arqueó la espalda, tirando con fuerza de las restricciones alrededor
de sus muñecas. La azotó otra vez, y esta vez no pudo evitar gemir. Todo su cuerpo
estaba rosado por el rubor, y su coño comenzó a adoptar una tonalidad rojiza a
causa de las pequeñas tiras de cuero.
Brayden le dio un segundo para respirar, entonces lentamente arrastró las tiras de
cuero sobre su montículo. Karina lloriqueó e intentó mover las caderas. Para
castigarla, la azotó otra vez.
Karina se mordió los labios y lo miró con los ojos abiertos como platos. Brayden
tuvo que morderse su propia lengua para evitar sonreír. Su furia al principio
podría haber sido falsa, pero una vez que esto estuviera terminado, ella podría
estar molesta con él de veras.
Se movió hacia adelante ligeramente y rodeó a su clítoris con el dorso del pulgar.
Capítulo 26
Karina se tragó la necesidad de gritarle sólo por hacerle esto… por hacerla
correrse. Estaba ya tan caliente y necesitada que apenas podía respirar. Jugar a
estar cabreada con él cuando en realidad no lo estaba, especialmente en este
momento, era difícil. Cerró los ojos y contó hasta diez.
Se supone que tengo que estar enojada con él. Se supone que tenemos que montar un
espectáculo. Se supone que tenemos que llamar la atención del delincuente.
Muéstrate disgustada. ¡Di algo, maldita sea!
¿Ella no haría qué? ¿Gritar? ¿Suplicar? Estaba muy cerca de suplicar ya mismo.
—Testaruda.
—¿Qué fue eso? —preguntó Brayden mientras se inclinaba para oírla mejor.
Él la estudiaba atentamente cuando volvió a incorporarse otra vez par cepillar las
hebras de cuero del flogger a través de su montículo. Karina contuvo la respiración
al sentir que el material estimulaba su abertura y su clítoris, apenas rozándolos
superficialmente. Sintió a sus caderas sacudirse, a pesar de sus mejores esfuerzos
por mantenerlas quietas.
Una risa ahogada emanó del pecho de Brayden mientras se acercaba a la mesita para
escoger dos pinzas de pezón adjuntas a una larga cuerda con una pequeña pesa en el
extremo opuesto. Karina sabía lo que eran y lo que le harían. Las había usado con
sus subs, pero nunca las había experimentado en sí misma.
—Oh, claro que me atrevo —aseveró—. Y ahora mismo no hay mucho que tú puedas hacer
al respecto, ¿no es así?
Abrochó ambas pinzas al mismo tiempo. Karina jadeó cuando las piezas de metal se
clavaron en sus pezones, apretándolos. El caliente hormigueo viajó desde la punta
de sus pechos hasta el centro de su placer. Ella tomó dos largas y lentas
inspiraciones esperando para que el dolor inicial se apacigüe. Oh, sí.
Definitivamente iba a patearle el culo por esto.
Brayden sostenía la cuerda en alto, evitando que el peso tirara de sus pezones. Con
sus ojos siempre atentos bloqueados con los de ella, lentamente bajó la cuerda
sobre las correas que rodeaban la parte trasera de sus piernas. El pequeño peso
tiró de sus pezones, haciendo que quemasen y ardieran. Cuanto más abajo dejaba que
el peso cayera, más tiraba de ellos.
Pero tal vez no era sólo la mirada. Tal vez la anhelaba únicamente cuando provenía
de Brayden.
—Mírame, Karina.
—Buena chica —murmuró mientras colocaba la cabeza del lubricado vibrador contra la
entrada de su culo.
Brayden no lo hizo. Él era más dominante que sádico, pero ahora mismo, Karina
estaba convencida de que había aprendido algunas lecciones de Delacroix.
Una vez que el juguete estuvo en su lugar, él regresó a la mesa y levantó un
conejo. Karina gruñó. Brayden tenía pensado golpear cada punto caliente y zona
erógena de su cuerpo. Tenía la sensación de que cuándo finalmente se corriera, iba
a ser explosivo.
Apretó los dedos, clavándolos en sus palmas, cuando él usó un control remoto para
encender el conejo. Cuando las vibraciones estimularon a su clítoris, se sacudió
con tanta fuerza que el peso de la bola comenzó a mecerse y a tirar de sus pezones.
El repentino movimiento envió un espasmo de dolor a través de sus pechos, que, a su
vez, salió disparado directamente a su coño, haciendo que las paredes se apretaran
alrededor del juguete.
Kay gimió y cerró los ojos. Intentó mover las caderas, pero no pudo. Los minúsculos
movimientos no eran suficientes. Gruñó de frustración y recibió una risa satisfecha
de Brayden.
—¿Te das cuenta de lo que consigues por tu mal comportamiento? —murmuró a la vez
que recogía otro flogger.
Apagó el conejo, y Karina suspiró con un ligero alivio, entonces gritó con fuerza
cuando abofeteó la parte trasera de sus piernas con el flogger. Golpeó otras dos
veces el cuero en contra de su sensible piel antes de volver a encender el conejo.
Karina arqueó la espalda ligeramente, lo que hizo mover la pesa, añadiendo otra
capa de placer-dolor a las ya abrumadoras sensaciones que cursaban a través de
ella. Estaba tan cerca, su orgasmo justo más allá de su alcance, cuándo Brayden
detuvo todo. Su cuerpo se aquietó mientras la lujuria que nadaba a través de ella
disminuyó ligeramente. Pero fue sólo un breve alivio temporal.
Entonces Brayden comenzó otra vez con el flogger, subiendo lentamente por la parte
trasera de sus piernas, entonces sobre el sensitivo pliegue donde su culo se
encontraba con su pierna. Duro, luego suave, y a continuación duro otra vez,
manteniendo el ritmo hasta que ella estuvo jadeando. Cada golpe sacudía la pesa y
cada balanceo de la bola tiraba de sus pezones. La plenitud en su interior sólo se
sumaba a las sensaciones y la necesidad se extendió por todo su cuerpo.
—Gatita obstinada —murmuró, entonces comenzó todo el proceso nuevamente, esta vez
encendiendo el conejo.
Karina hizo rodar los ojos cuando gimió audiblemente por el placer. Su clítoris se
sentía hinchado, y sus pezones calientes y hormigueantes. Sentía un nudo en el
estómago y sus muslos se estremecían mientras luchaba contra la creciente marea de
su orgasmo. Justo cuando estaba a punto de montar la cresta, todo se detuvo otra
vez.
—No. No lo hagas.
—No te detengas.
Conmocionada por su ruego y su súplica, Karina sintió resbalarse una sola lágrima
por la comisura de su ojo. Él había ganado. La había hecho implorar. Se dio cuenta
de que no importaba cuánto ella lo combatiera, Brayden probablemente siempre
ganaría.
Al principio, Karina había luchado contra esto, pero ahora no quería otra cosa que
acurrucarse en su regazo y dejar que la sostuviera.
Capítulo 27
Brayden se dejó caer en uno de los mullidos sillones del rincón lejano. Karina se
contoneó, intentando encontrar una posición más cómoda. Se frotó las partes
traseras de las piernas en contra de las de él y respingó ligeramente. Estaban
cubiertas de bonitas rayas, por lo que estaba seguro de que estarían doloridas.
Tenía que admitir que le gustaba verla así. Esas franjas alrededor de sus piernas y
culo eran obra suya, y se sentía orgulloso del hecho de que le hubieran dado
placer.
A pesar de su obstinación.
Sonrió y apretó el brazo alrededor de ella cuando Kay acomodó la cabeza contra su
pecho y su hombro. El culo descansaba tentadoramente en contra de sus doloridas
bolas y de su polla aún más dura, si eso fuera posible. Estuvo tentado de ayudarla
a sentarse a horcajadas en su regazo para que pudiera montarlo, pero en este
momento ella sólo necesitaba relajarse. Era temprano todavía. Otra escena más
tranquila no estaba fuera de la cuestión.
—Eso estuvo realmente mal —se quejó Karina—. ¿Te das cuenta de eso, verdad?
—No.
Brayden escudriñó a través del piso. El equipo de limpieza había terminado con el
área de la escena, y otra pareja ya estaba ocupándola. Miró por encima de la gente,
pero no veía a Delacroix. Divisó a Josh hablando con un grupo de sumisas. Josh lo
atrapó mirándolo y sacudió ligeramente la cabeza. Él no había captado nada.
Ella había pasado por mucho, por lo que él podía comprender su inseguridad. Pero
eso no le impedía desearla.
—¿Por qué?
—Porque nunca había podido dormir con un hombre. ¿Cuántos maridos quieren pasar la
noche en camas separadas de sus esposas?
—Te sientes cómoda conmigo. Tal vez era todo lo que necesitabas. Aprender a confiar
en alguien lo suficiente como para poder dormir con él.
—Brayden…
Él se rio suavemente.
—Sé que fue duro para ti… —le susurró—… el rol de sumisa. Pero creo que te sienta
bien. Me gusta cómo te sometes a mí.
—Debo admitir —continuó ella suavemente, sus palabras apenas audibles por encima
del ruido del club—. Someterme a ti fue más fácil de lo que pensé. No podría haber
hecho esto con alguien que no conociera. —Lo contempló con ojos somnolientos.
Brayden rozó el pulgar sobre su mejilla, disfrutando de la sensación de la suave
piel debajo de su toque.
Parecía como si ella quisiera decir algo más, antes de morderse el labio inferior y
dejar caer la cabeza hacia atrás contra su hombro. Brayden bajó la mano para
dejarla descansar sobre su muslo. Ella luchaba contra sus emociones… haciendo lo
que creía que debería hacer.
Mirando a través del piso del club, divisó a Delacroix junto al bar. Tenía las
manos en sus caderas, los ojos estrechados y una firme y enojada expresión en el
conjunto de su mandíbula. Las sumisas pasaban dejando un amplio espacio cerca de
él, como si supieran que algo lo había cabreado y quisieran guardar las distancias.
Brayden no las culpaba.
Esperó a que el dueño del club lo notificara e hiciera contacto visual. Cuando lo
hizo, Delacroix sacudió la cabeza. Brayden gruñó por lo bajo. Esto no estaba
funcionando.
No ahora.
—Sí, gatita.
Él aflojó su agarre, sin siquiera saber que había estado sosteniéndola tan
apremiantemente.
—Lo siento —susurró—. Creo que este caso está comenzando a afectarme.
—Ha estado afectándome a mí desde el principio —masculló ella, volviendo a acomodar
la cabeza en su hombro—. Ya era hora de que te conmuevas.
En cierto modo, estaba exacerbada. Su escena de anoche no había servido para nada.
Delacroix no había sentido nada. Ya sea porque el asesino no había estado allí, o
porque había avanzado en poder ocultar sus emociones. Karina prefería pensar que se
debía a lo primero. Prefería creer que simplemente no había estado allí a creer que
el hombre podría llevarles alguna ventaja.
¿Pero no era eso que lo que él había estado haciendo durante todo este tiempo?
Todavía no habían podido atraparlo, por lo que en cierto sentido, les estaba
llevando ventaja.
Karina levantó los ojos para clavarlos en él. Estaba contemplándola en silencio
desde el otro lado de la mesa, la preocupación oscureciéndole los ojos. Estaba
preocupado por ella… por cómo ella estaba tomando las cosas. El sólo hecho de
saberlo le provocó cosquilleos en el estómago. Nunca realmente había tenido a nadie
que la cuidara como lo hacía Brayden. Ni siquiera a sus padres.
Su tío lo había intentado. Sabía que él la amaba a su manera, pero su tío era
bastante parecido a ella. Estropeado emocionalmente. Aunque Brayden había paleado a
través de todo ese daño y había podido encontrar a su corazón. Para su sorpresa,
estaba todavía entero y era capaz de amar.
—Estoy tratando de comer —le dijo mientras se reclinaba—. Supongo que tengo
demasiadas cosas en la cabeza.
—No creo que ese sea el caso. —Brayden encogió un hombro—. Tal vez simplemente se
tomó la noche libre. Quizás tuvo ganas de quedarse en casa y ver televisión.
—Qué chistoso.
Brayden sonrió y su estómago experimentó un pequeño vuelco. Dios mío, ella estaba
mal. Quería preguntarle lo que ocurriría cuando todo esto se terminara. ¿Todavía
seguirían jugando? ¿Se convertían en una pareja? ¿O las cosas volverían a la
normalidad?
Sabía con certeza que ya no quería seguir siendo una Domme, pero al mismo tiempo,
no estaba segura de que pudiera jugar con un Dom que no fuera Brayden. Confiaba en
él. No creía que pudiera confiar en algún otro hombre de esta manera.
Karina asintió con la cabeza y masticó los huevos, pero le supieron blandos y
gomosos. No los había cocinado Brayden. Sino ella. Y nada le sabía rico. Nada se
sentía bien y probablemente nada lo haría hasta que este caso estuviera resuelto y
terminado.
—Odio estar sin hacer nada. Debería estar allí afuera, estudiando el lugar de los
hechos, hablando con las personas. No así. Sólo quiero que todo este se termine —
refunfuñó.
Karina levantó la mirada a la suya y abrió la boca para decirle que no, pero él
sacudió la cabeza sonriendo.
—Sé lo que quieres decir. ¿Qué tal si tú y yo hacemos algo divertido esta tarde?
Tal vez te pueda distraer un poco.
Karina bufó.
—¿Cómo qué?
Brayden bufó.
—Señor. Zapatos. ¿Cómo puedes perseguir a un sospechoso con esas trampas mortales
de siete centímetros que llevas puestas?
—Ey, puedo correr muy bien con esas trampas mortales de siete centímetros, como los
llamaste, y luzco muy bien haciéndolo, además.
Él le disparó una media sonrisa que hizo que sus pezones se endurecieran.
—Siempre me pone contenta cuándo puedo obligar a un hombre a confesar. —Su sonrisa
se desvaneció un poco a medida que su mente regresaba al caso—. Tal vez deberíamos
quedarnos y trabajar en esos archivos del caso…
Él apuntó un dedo en dirección a ella. Una adusta mirada endurecía sus facciones.
—No. Día libre, Karina. Necesitas relajarte, y voy a ocuparme de que lo hagas.
Ella abrió la boca para discutir, pero sus ojos estrechados la hicieron guardar
silencio. Brayden había vuelto al modo Dom y nada podría hacerlo cambiar de idea.
—Ni de coña.
Los ojos de Brayden brillaron con un dejo de maldad que le dio a Karina la
sensación de que ella podría lamentar ese comentario más tarde.
Capítulo 28
Brayden entró al estacionamiento del hotel y giró el coche alrededor para ubicarlo
en su lugar tan rápidamente que Karina tuvo que levantar la mano para agarrarse del
tablero. Detuvo el coche con un movimiento, y ella se rio.
Ella miró a sus ojos chispeantes y tuvo que tragarse el suspiro que amenazaba con
escaparse. Nunca se había dado cuenta de lo divertido que podría ser Brayden. La
hacía sentirse cómoda y relajada, incluso más de lo que lo había estado en años.
Él bufó.
—Estuve llevando la mayor parte de eso por todo el centro comercial, ¿verdad? Lo
juro, creo que sólo me quisiste allí para que te hiciera de burro de carga.
El azul de la camisa realmente le resaltaba los ojos. Ella bufó interiormente. Como
si el hombre necesitara alguna ayuda con su apariencia.
Mirando por encima del hombro de Brayden, ella divisó un coche familiar a cierta
distancia.
—Es asombroso cuántos zapatos puede comprar una mujer, ¿verdad? —comentó Delacroix
mientras disponía una pila de fotos sobre la mesa.
Ella deslizó las manos en los bolsillos de sus jeans y se apoyó contra la pared que
separaba la sala de estar del dormitorio.
Delacroix asintió con la cabeza con tristeza. Karina se encaminó hacia las fotos,
pero Delacroix la aferró de un codo y la sostuvo atrás.
—Espera, Karina. Tienes que oírlo primero. Confía en mí. Él fue mucho más brutal
esta vez.
Las lágrimas comenzaron a derramarse por las comisuras de sus ojos cuando Delacroix
se movió detrás de ella y envolvió un brazo alrededor de su hombro, sosteniéndola
en contra de él. Brayden levantó las fotos y comenzó a pasar por ellas. Cada una
poniéndolo un poco más pálido cada vez.
Karina sollozó y se combó en contra del pecho de Delacroix. ¿Cómo podría alguien
lastimar a una chica tan dulce como Janie? Ella no se había merecido esto. Ninguna
de ellas se lo había merecido.
Karina levantó la mirada para clavar los ojos en la foto que él sostuvo en alto
para Delacroix. Sus ojos se agrandaron como platos al ver su nombre escrito con
sangre en una pared. Debajo de él había escrito la palabra Mía.
Él la liberó, y ella salió corriendo hacia el cuarto de baño, vaciando por completo
el contenido de su estómago. Brayden apareció apoyando las rodillas junto a las
suyas, un trapo frío en su mano. Ella lo tomó y lo presionó contra su rostro
tomando varias respiraciones profundas.
Nunca se había sentido tan enferma antes. Nunca. ¿Había escrito su nombre? ¿Sabía
que ella era un blanco? ¿Significaba eso que él iba tras de ella?
No había forma posible de ocultarse ahora. Ninguna suposición. Él sabía quién era
ella, y estaba yendo a buscarla.
Delacroix apoyó una mano en su hombro, la voz suave en su oído mientras le hablaba.
Karina tragó saliva, conteniendo las lágrimas que amenazaban con rebalsarse.
—¿Por qué está haciendo esto? —Preguntó furiosa—. ¿Por qué tuvo que hacer eso? ¿No
podía sólo pintar mi nombre con pintura roja?
—Está enfermo, mascota —respondió Delacroix—. No hay una razón por la que lo hace.
Simplemente lo hace.
—Tal vez —contestó Delacroix—. Vamos, mascota. Salgamos del piso del cuarto de
baño.
Cuando entraron en la cocina, se apartó de él. Nunca había necesitado que alguien
la confortara antes. No debería necesitarlo ahora. Pero al mismo tiempo en que puso
alguna distancia entre ellos, no quería nada más que volver corriendo a sus brazos.
Caminó lentamente hacia la mesa, sorbiendo su Sprite. Se quedó con la mirada fija
sobre la foto superior de la pila, la que tenía su nombre. Intentó mirarla como si
miraría cualquier foto de la escena del crimen, pero ésta se sentía diferente.
Intentó estirar la mano sobre la foto, con la intención de apartarla y examinar las
que estaban debajo.
—Él hizo esto por mi culpa. No hay forma de que pueda permanecer apartada de todo
esto.
Brayden le quitó las fotos de la mano y se las pasó a Delacroix, quien estaba
silenciosamente parado a un lado.
El enfado que sentía ahora reemplazó a su tristeza y su miedo. ¿Por qué Brayden
estaba reaccionando con esta rabieta? Estaban trabajando de encubierto. Habían
puesto deliberadamente sus vidas en una zona de riesgo. Es lo que hacían para
atrapar a los tíos malos. Es lo que siempre hacían. ¿Por qué esta vez era
diferente?
—Le pusimos un cebo a fin de que Delacroix pudiera definir claramente de dónde
estaba llegando la furia, no para que él pudiera presumir de ti escribiendo tu
nombre en una puñetera pared. Usando la sangre de Janie, nada menos.
Brayden puso las manos en jarras y acercó la nariz a la de Karina. Ella no estaba
segura de que alguna vez lo hubiera visto tan cabreado, pero se negaba a echarse
atrás por lo que se mantuvo firme.
—¿Cuál es tu problema? —preguntó ella—. ¿Por qué estás siendo tan insistente con
eso? ¿Reaccionarías de la misma manera si fuera el nombre de Delacroix el que
estuviera en esa pared?
Delacroix bufó suavemente, pero Karina lo ignoró. Brayden la fulminó con la mirada
mientras se apartaba. Se pasó la mano por la cara agitadamente, pero no se encontró
con su mirada.
Capítulo 29
Brayden no dejaba de mirar a Karina mientras sus ojos se agrandaban como el dos de
oro. ¿De verdad ella no lo sabía? Este no era ni el momento ni la forma en que
hubiera querido decírselo. Le hubiera gustado esperar a que todo estuviera
terminado y llevarla a algún sitio caliente. Tal vez a Fiji. Darle el anillo de su
madre, pero de veras esta vez.
—¿De la misma manera en que atrapaste al tipo que asesinó a tu novia? —chasqueó
Brayden, e inmediatamente se arrepintió.
—No sabía que ella era un blanco, cabrón. Pero sé que Karina lo es.
—Estoy de acuerdo.
—Échale un vistazo a las fotos. Sé que no es lo mismo que estar en la escena, pero
fíjate si a los federales se les pasó por alto cualquier cosa. Hasta donde sé, eres
la mejor de la CSI[5]. Ustedes a veces ven cosas que el resto no lo hace.
—Y tú… relájate.
—Voy a enviarles flores a los padres de Janie. Os veré en el club más tarde.
Sin mirar atrás, salió de la suite, cerrando la puerta detrás de sí. Brayden se
sintió terrible por lo que había dicho. Estaba seguro de que todo esto estaba
despertando suficientes malos recuerdos para Delacroix. No necesitaba a Brayden
recordándole su fracaso.
Miró a Karina cuando ella volvió a bajar la vista sobre la foto con su nombre. Se
veía pálida y asustada. No estaba acostumbrado a verla así. Nunca había visto a
Karina asustarse por nada. Pero esto la aterrorizaba. Podía verlo en sus ojos
cuando lo miró.
Sus brazos se apretados alrededor de Kay cuando murmuró esas tres palabras que él
sabía que no eran fáciles para ella. La confianza era algo a lo que ella había
renunciado, especialmente en lo concerniente a los hombres. Pero confiaba en él, y
Brayden haría todo lo estuviera a su alcance para conservar esa confianza.
—Quiero besarte ahora mismo —susurró Kay—. Pero acabo de vomitar y sería asqueroso.
Karina caminaba alrededor del desanimado club. Esta noche el ambiente estaba
triste. Todo el mundo ya sabía lo de Janie. Muchas sumisas habían decidido quedarse
en casa. No quisieron arriesgarse a ser la siguiente víctima.
Barrió con la mirada sobre cada hombre dentro del cuarto, sumisos y Doms,
preguntándose si alguno de ellos sería el hombre que estaban buscando. Algunos
sonrieron. Otros miraron con lascivia. Otros simplemente inclinaron la cabeza. La
mayoría estaban parados en grupos, hablando entre ellos. No había suficientes
sumisas para todos, por lo que, mayormente, sólo socializaban.
Algunos Doms y subs estaban en pareja y ahora realizaban escenas en las diversas
áreas de juego esparcidas por toda la habitación. Nada parecía realmente fuera de
lo normal, pero algo se sentía mal. El lugar se sentía frío, silencioso, oscuro.
Era como si algo letal se ocultara detrás de cada puerta y en cada rincón oscuro, y
como si algo maligno brillara detrás de cada par de ojos.
En ciertos aspectos, deseaba poder recordar cómo era su asaltante. Había pasado
tantos años empujando esos recuerdos a la parte trasera de su mente. Estaban
sepultados allí tan profundamente que sabía que nunca verían la luz.
Divisó a Brayden cerca del bar, hablando con un par de Doms. No importa lo que él
estuviera haciendo, Brayden siempre mantenía los ojos dónde estuviera ella.
Quería irse a casa, salir con él, dormir con él. Mierda, tal vez lo amaba… Bueno,
sí, lo amaba. ¿Pero se atrevería a decírselo ella primero?
Demonios, Karina. Contrólate. ¿Desde cuándo eres una maldita gallina? Son solamente
tres pequeñas palabras. Simplemente dilas.
—Cuarto de baño.
Él asintió con la cabeza, y Kay se encaminó al cuarto de baño principal a sólo unos
pocos metros de allí. Entró en el enorme cuarto de baño de mujeres y se sentó en el
sofá redondo ubicado en el centro del cuarto. Una araña de luces encima de su
cabeza proyectaba una suave luz sobre las baldosas grises que cubrían tanto el piso
como la parte más baja de las paredes. Las paredes de color rojo oscuro estaban
decoradas de piso a techo con detalles de hierro negro.
Delacroix tenía un gusto extraño. Se preguntó cómo sería su casa. Con un suspiro,
caminó hasta el espejo enmarcado en negro y contempló su cansado reflejo. Ir a un
club BDSM una vez por semana era divertido. Ir más de cuatro noches a la semana era
cansado y comenzaba a pesar sobre ella. Necesitaba dormir.
Usando la punta del dedo limpió el rímel que se había corrido debajo de sus ojos.
Tenía que comprar algunas cosas nuevas, y una máscara que no se lavara fácilmente.
Y que tampoco se corriera fácilmente.
Con una última mirada levantó su taza de té justo en el momento en que la puerta
del cuarto de baño se abría.
Karina se quedó sin aire al oír esa profunda voz masculina justo antes de que el
afilado pinchazo de una aguja presionara en su cuello. Con los ojos muy abiertos
clavados en el espejo, se quedó mirando con una paralizante conmoción la sonrisa en
el rostro de Gary.
Delacroix caminaba alrededor del cuarto, manteniendo un ojo sobre las pocas sumisas
que habían asistido a los juegos de esta noche. La gente comenzaría a dejar de
asistir a los clubes si no encontraban a este tipo pronto. Alguien había dejado
filtrar en la prensa que las últimas dos víctimas habían sido secuestradas de aquí.
Divisó a Josh cerca del patio conversando con una linda sumisa pelirroja llamada
Colleen. Brayden estaba junto al bar. Le hizo un gesto a Josh antes de acercarse a
Brayden.
Brayden bufó.
—Lo suponía.
—Sí, no somos realmente populares con el jefe de policía, así que supongo que él
tuvo algo que ver con eso. —Delacroix sonrió—. El hombre piensa que somos una
especie de secta.
—Tengo un gemelo.
—Idéntico.
—Apuesto a que conozco algunas sumisas que amarían ser aplastadas entre ustedes
dos.
Antes de que pudiera dar más detalles, un punzante dolor comenzó a arder en su
cuello, haciendo que Delacroix respingara y llevara la mano donde su piel todavía
punzaba.
Hijo de puta.
—¿Dónde está Karina? —volvió a preguntarle, su voz sonando ebria incluso para sus
propios oídos.
Karina se estrelló contra el frío piso de cemento y no pudo hacer nada más que
gemir suavemente mientras se desplomaba sobre un lado, incapaz de moverse. Unos
segundos después, Gary la siguió, aterrizando junto a ella sobre sus pies. Kay
contempló aturdidamente el conducto de la lavandería por el cual acababa de
deslizarse. Tenía el cuerpo y el rostro cubiertos de telarañas. Le ardían los
hombros y las caderas por los rasguños causados por el metal y los tornillos.
Mirando de reojo, pudo ver al menos a dos arañas arrastrándose en dirección a ella,
pero no podía levantar las manos para apartarlas.
Aparentemente, Gary creía que sí dado que se inclinó para alzarla sobre su hombro.
Karina intentó levantar las manos para luchar contra él, pero no se movieron. La
sangre goteaba por los brazos del hombre de los cortes en sus hombros. Cómo había
hecho para bajar por allí era todo un misterio para Karina.
—Agg. Mira esto. La pequeña y bonita sub está babeando. ¿Esa ansiedad es por estar
conmigo, mascota?
Karina deseaba desesperadamente apartarse de su toque, pero no podía hacer nada más
que mirar. Su cuerpo no se movía. ¿Dónde estaba Brayden? ¿Dónde estaba Delacroix?
—Vamos a encontrarla, Brayden —le aseguró Josh apoyando una mano en su hombro y
dándole un apretón reconfortante.
—¿Está lastimada? —lo interrogó Brayden, pero sin estar seguro de querer conocer la
respuesta.
—No estoy seguro. Si lo está, es algo menor. Ahora mismo está asustada y furiosa. Y
en un sitio a oscuras.
Los dos agentes del FBI que habían sido asignados para proteger a Karina entraron
en la oficina. La furia de Brayden salió a la superficie otra vez.
—Dejen de pelear —ordenó Delacroix todavía articulando mal, e incluso medio ebrio
bajo el efecto de la droga, todavía sonaba intimidante.
—¿Qué carajo está pasando con él? —Los interrogó uno de los agentes.
Delacroix se encaminó hacia una de las sillas y se dejó caer pesadamente en ella.
Su cabeza colgando hacia atrás, y los ojos cerrados. Se veía pálido y blanco como
el papel.
—Nunca habías conectado de esta manera —le dijo Josh suavemente—. ¿Cómo de cercana
es tu conexión con Karina?
—Cuando Nathan conectó con el asesino serial, lo que lo indujo a dejar al FBI, él
pudo sentir todo lo que el asesino sentía. Luchó contra la conexión, y durante un
rato, fue capaz de desconectarse. Fue en ese momento cuando el hombre asaltó a la
novia de Nathan.
—Cuando digo que sintió todo, Brayden… quiero decir todo. Cuando el asesino recibió
un disparo, Nathan lo sintió.
—Tal vez. Es una chica inteligente. Sabe que estoy conectado con ella. Tiene que
encontrar una forma de decirme lo que necesita que sepamos.
—¡No funciona de ese modo! —Con un suspiro, dejó caer la cabeza otra vez—. Sólo yo
puedo leerla, pero creo que ella podría recibir mi mensaje si se concentra lo
suficientemente. Sólo tiene que saber hacerlo.
Karina movía sus brazos y piernas tanto como podía dentro del maletero del coche,
sólo para comprobar cuánto podía maniobrar. El efecto de la droga se estaba
desvaneciendo, pero todavía se sentía aletargada y demasiado débil. Gary
aparentemente había juzgado mal su peso y no le había dado lo suficiente.
Tenía más peso del que aparentaba debido a su masa muscular, y dado que no era
corpulenta como un fisicoculturista, eso no era algo obvio. Al menos tenía esto a
su favor.
Él había dicho que podía leerla, que tenía una conexión con ella. ¿Pero qué
significaba eso exactamente? ¿Hasta dónde llegaría esa conexión? Nunca había
trabajado con un psíquico licenciado, por lo que no tenía idea de lo que serían
capaces de hacer.
El coche se detuvo, y Karina se acomodó para evitar rodar en contra del asiento
trasero. Cada segundo que pasaba la hacía sentirse un poco más fuerte, pero no lo
suficiente todavía. Por ahora fingiría que seguía drogada y débil. Con un poco de
suerte, su momento perfecto llegaría.
Oyó el ruido de los pasos del hombre afuera cuando caminó alrededor del coche.
Nunca oyó cerrarse la puerta, ¿todavía estaría abierta? ¿Sería sólo una parada
temporal?
El maletero se abrió de pronto y ella entrecerró los ojos para mirar la luz de la
calle apenas por encima del hombro de Gary.
—Estamos en casa —murmuró él, entonces se inclinó adentro para sacarla del
maletero.
Kay dejó que sus piernas parecieran flácidas cuando sus pies aterrizaron contra el
suelo. Con un gruñido de frustración, él la levantó sobre su hombro otra vez y
comenzó a atravesar, lo que Karina ahora sabía, era un parque de estacionamiento.
Uno vacío.
Miró alrededor tanto como pudo. Un lago. Un puerto deportivo vacío. Vacío a
excepción de una pequeña casa flotante. ¿A qué distancia del club estarían? No
recordaba haber pasado junto a este lago de camino allí, por lo que debía de estar
más alejado de Atlanta que lo que estaba el club. ¿Delacroix estaría al tanto de un
puerto deportivo abandonado? ¿Sería capaz de oírla?
Cerrando los ojos, se concentró tanto como pudo. Por favor escúchame, Delacroix.
Eres mi única oportunidad.
—Lo que sea que le suministró está comenzando a desvanecerse, pero tengo la
sensación de que se nos está acabando el tiempo. El puerto deportivo —repitió—.
Hubo una expansión no muy lejos de aquí. Construyeron un puerto deportivo debido a
eso, pero cuando la crisis de viviendas pasó, el constructor perdió todo. Está
comprometido por la ejecución hipotecaria desde entonces y todo sigue completamente
en el limbo.
—¿Podría ella estar refiriéndose a ese puerto deportivo? —preguntó Brayden, ansioso
por salir hacia allí—. ¿Dónde queda?
—Si está llevándola a un bote, es posible que no se aloje en ese puerto —reflexionó
Josh.
—Estoy de acuerdo —respondió Delacroix con un suspiro—. Enviemos al helicóptero de
allí afuera. Conseguiremos una vista panorámica. La construcción está a unos
veinticinco, tal vez treinta, kilómetros por esta ruta. Rarity Bay, creo que se
llama. Les dije que se mantuvieran lejos, pero nos avisan si llega algún bote y si
ese bote abandona el puerto. No queremos que el helicóptero los ahuyente, pero lo
quiero lo suficientemente cerca como para que si se van, podamos saberlo.
Josh asintió con la cabeza mientras sacaba su teléfono para hacer la llamada.
Capítulo 31
Karina gruñó cuando la dejó caer inesperadamente sobre una ancha mesa. Sus huesos
ya dolían por la caída a través del tubo de la lavandería. Esto sólo añadía otras
magulladuras a las que estaba segura que ya habían comenzado a formarse. Los
moratones eran mejor que las puñaladas o… Dios la ayudara, los latigazos.
Mientras Gary estaba de espaldas, su mirada hizo un recorrido alrededor del pequeño
bote. Allí tendría que haber algo que pudiera usar como arma. Junto a la pared más
alejada había un tubo de metal apoyando contra el panel de madera. Eso funcionaría
perfectamente, ¿pero sería lo suficientemente rápida como para llegar a él?
—¿Qué quieres conmigo? —murmuró ella, desesperada por comprar un poco de tiempo.
—Me cabreaste —le informó, con indiferencia. Él hablaba como si no tuviera una sola
preocupación en el mundo.
Se acomodó otra vez, rodando lentamente sobre su lado. Él la miró por encima de su
hombro y frunció el ceño.
Ella se congeló.
Volvió a colocarse de espaldas a ella otra vez y comenzó a pasar un trapo sobre una
larga cuchilla dentada.
—Quién soy no tiene ninguna importancia para ti.
Él se volvió tan rápidamente que Karina apenas tuvo tiempo de prepararse antes de
la bofetada que le cruzó la cara. Las luces parpadearon detrás de sus ojos y ella
pestañeó, obligando al dolor a permanecer en la parte trasera de su mente. Los
recuerdos de la aquella vez cuando la había secuestrado brotaron en tropel,
haciéndola quedarse sin aliento. La sangre comenzó a manar de su labio, y el sabor
metálico le llenó la boca, provocándole arcadas. Usó la yema del pulgar para
limpiarse mientras miraba furiosa a Gary a través de sus pestañas.
—No te mereces nada, puta estúpida —gruñó—. No eres mejor que ninguna de las otras.
En realidad, eres peor.
Volvió a darle la espalda, y Karina frunció el ceño. ¿Por qué no la había atado?
¿Creía que todavía estaba débil e incapaz de defenderse? Dejó a sus pies caer al
piso lentamente. La dura y fría madera la hizo estremecerse. Aparentemente, le
había quitado los zapatos antes en el club.
Avanzó sigilosamente por un lado, combatiendo una ola de mareo que amenazaba con
enviarla de cara al piso. Tenía que llegar a ese tubo. Dio dos pasos más alejándose
de la mesa antes de sentir un punzante dolor penetrándola en el muslo. Gritó y cayó
al piso sobre sus manos. Bajando la vista, miró conmocionada el cuchillo
sobresaliendo por un lado de su pierna. La sangre salía a borbotones de la herida,
mientras un ardiente dolor palpitaba a lo largo de todo su lado derecho.
—Necesito un minuto.
Brayden maldijo y se enderezó. Con las manos en las caderas, levantó la vista al
techo con una impotente frustración. ¿Qué le estaba haciendo este tipo a Karina?
¿Sobrevivía o el delincuente la asesinaría antes de que lograran llegar allí?
Josh asintió con la cabeza y tomó las llaves del escritorio de Delacroix.
Todos ellos necesitaban saber lo que estaba sucediendo con Karina, y Delacroix era
el único enlace. Desafortunadamente, si las cosas se ponían feas para ella, también
lo harían para Delacroix.
Brayden inclinó la cabeza con comprensión. Delacroix estaba tan preocupado por
perder repentinamente la conexión como lo estaba Brayden.
Karina tenía que hacer algo. Ahora. Ya no podía esperar más. Cuanto más la
lastimara, más difícil sería luchar contra él. Ya estaba luchando contra el mareo y
las náuseas, y ahora contra la puñalada en su pierna y su labio palpitante.
Dio un paso atrás ligeramente cuando Gary se impulsó hacia adelante para asir la
agarradera del cuchillo. Tiró de él con rudeza, desgarrándole la carne mientras
quitaba la hoja de su pierna.
Karina intentó no gritar, pero el dolor era demasiado. La sangre fresca volvió a
manar de la herida y colocó una temblorosa mano sobre la incisión en un intento de
detener el flujo. La única buena cosa de todo esto era que el flujo salía con
demasiada lentitud como para que cuchillo hubiera llegado a la arteria.
Karina se congeló y observó a Gary con cautela. El hombre estaba loco. Lo podía ver
en sus ojos. ¿Qué le había ocurrido? ¿Qué lo hizo llegar a este estado? ¿Por qué
las sumisas?
Karina frunció el ceño. Probablemente nunca obtendría una respuesta directa de él.
¿Debería intentarlo? Quería hacerlo. Necesitaba saber por qué.
Brayden iba sentado en la parte trasera con Delacroix, mientras Josh aceleraba por
la carretera en dirección al puerto deportivo abandonado. Delacroix se aferró a la
parte trasera del asiento clavando los ojos en el cuero oscuro.
—Nathan, necesitas romper esa conexión —le ordenó Josh quien lo observaba
periódicamente a través del espejo retrovisor—. El piloto vio a un coche
estacionado en la marina así como también una pequeña casa flotante. Es probable
que se trate de ellos. No necesitas mantener esta conexión.
—Puedo manejarlo.
Karina miró el tubo de metal. Dos metros. Eso es todo lo que necesitaba moverse.
También sabía que con el dolor en su pierna, dos metros se sentirían como un
kilómetro. Apretando los dientes, echó un último vistazo a Gary y silenciosamente
bajó sobre sus pies, usando en su mayor parte la pierna buena. Apoyó el dedo del
pie de su pierna herida contra el piso y contuvo el aliento cuando un ardiente
dolor se extendió por toda su pantorrilla y su muslo.
Si su tío SEAL pudo llegar por sí mismo al refugio cuando había recibido un disparo
en la pierna durante una misión en Irán, ella podría desplazarse dos puñeteros
metros.
Pero su tío había tenido medicinas para el dolor y compañeros para que lo ayudaran.
Ella sólo se tenía a sí misma.
Con todo su cuerpo estremeciéndose, llegó hasta el tubo sólo para ser empujada
contra la pared por un repentino y casi debilitante dolor de un cuchillo penetrando
por su espalda.
Karina gritó y se apoyó contra el frío revestimiento. Sus dedos temblaban mucho
cuando intentó estirar la mano detrás de ella para llegar al puñal. Estaba
demasiado lejos, justo encima y a la izquierda de su omoplato.
Renunciando poder llegar al mango, dejó caer la mano apoyando la mejilla contra la
pared. Cada aliento dolía, y cada latido de su corazón enviaba una corriente de
dolor por todo su torso.
—¿Qué te dije, perra estúpida? —le gritó a sólo unos centímetros de distancia—.
Debería haber atado tu lamentable culo cuando llegamos aquí. Ahora vas a obligarme
a matarte antes de que incluso hayamos tenido posibilidad de jugar.
Las puntas de los dedos de Kay rozaron contra el dentado borde del tubo de metal.
Bajó la mirada sobre él, notando la sangre seca. El hombre había usado esa cosa con
otras mujeres. Era hora de que él consiguiera probar un poco de su propia medicina.
Envolvió los dedos alrededor del tubo, reforzando su determinación. Ésta era su
única oportunidad. Sólo le quedaba la energía suficiente para este único intento.
Él comenzó a moverse hacia ella y Karina se preparó para soportar el dolor. Con un
gruñido, levantó el tubo y lo balanceó con toda la fuerza que pudo reunir,
alcanzando a Gary en mitad de su rostro. La sangre le salpicó sobre su mejilla y
ella volteó la cabeza para evitar que le llegase a los ojos.
Un profundo corte corría desde la comisura de uno de sus hinchados ojos hasta la
mandíbula de Gary, haciendo respingar a Karina. La mataría ahora, no le quedaba
ninguna duda. Lo tenía escrito en su rostro.
Capítulo 32
—Brayden —dijo Delacroix casi sin aire—. Ella va a necesitar una ambulancia. Un
helicóptero. Dile a Josh que lo tenga preparado para moverse. Va a estar en estado
crítico.
Delacroix tragó cuando el Escalade tomó una curva cerrada a la derecha, obligando a
ambos a sostenerse.
—Es malo.
A ella le quedaba una única oportunidad, pero no estaba segura de reunir la energía
necesaria para aprovecharla. La debilidad estaba abriéndose paso demasiado rápido.
Había perdido demasiada sangre, sin mencionar el cuchillo que todavía tenía clavado
en la espalda, haciendo que cada vez que se movía, la hoja cortara un poco más en
su interior.
Tenía que hacer esto, sin embargo. Quería ver a Brayden otra vez. No sólo verlo.
Quería someterse a él. Era algo incomprensible que, después de todo lo que había
pasado, quisiera que él continuara dominándola. Pero todo lo que él había hecho la
hizo sentirse bien. No estaba lista para renunciar a eso todavía. No estaba lista
para morir sin decirle que estaba enamorada de él.
Manteniendo a Brayden en su mente, usó cada pellizco de fuerza que le quedaba para
empujar el extremo dentado del tubo dentro de la parte baja del estómago de Gary.
El tiempo parecía moverse en cámara lenta cuando el metal atravesó sus jeans y la
firmeza de su piel. La sangre se deslizaba hacia abajo por el tubo, recubriéndole
las manos a medida que ella continuaba presionando hacia arriba, empujando el tubo
a través del pecho del hombre.
Gary farfullaba y jadeaba en busca de aire. Sus ojos se agrandaron como platos, y
abría y cerraba la boca a medida que el color se iba drenando de su cara y la luz
de sus ojos perdía intensidad. Ella nunca había observado a alguien morir de esa
manera y sintió un momento de repulsión por lo que había hecho.
Gary comenzó a caer hacia adelante, pero Karina no tenía fuerzas para empujar su
peso corporal hacia atrás. Soltó el agarre que tenía sobre el tubo y cayó de lado
mientras Gary se desplomaba atravesado sobre sus piernas. Gritó cuando su peso
aterrizó encima de su muslo lastimado antes de que él rodara sobre un lado para
clavar sus ojos sin vida fijamente en ella.
Movió la boca, y Karina contuvo el aliento. Parecía como si quisiera decirle algo,
pero él se congeló con su boca medio abierta y los ojos clavados en los suyos.
Ella soltó el aliento que había estado conteniendo. Se atragantó con un sollozo,
entonces se echó a llorar en serio cuando la adrenalina se desvaneció y el dolor se
volvió insoportable. Cerrando sus ojos llenos de lágrima, voluntariamente de dejó
caer dentro de la oscuridad que la abrazaba.
—¿Ella está bien? —preguntó Delacroix, mientras hacía rodar el cadáver del hombre
sobre su espalda. Había perdido la conexión al segundo en que Karina perdió el
conocimiento.
—¿Qué? —preguntó Josh mientras caminaba alrededor, examinando el resto del bote.
Afuera, las aspas del helicóptero comenzaron a traquetear las ventanas mientras
aterrizaba en el parque del estacionamiento.
—Brayden —dijo Delacroix con su habitual tono dominante—. Muévete, así los
paramédicos pueden llegar a ella.
Brayden se puso de pie para hacerse a un lado, observando con un miedo desgarrador
mientras examinaban el cuchillo que ella tenía en la espalda y determinaban la
mejor forma de colocarla sobre la camilla. No quisieron quitarlo sin estar seguros
del tamaño de la hoja y del daño que había provocado en su interior.
Brayden salió corriendo tras ellos, pero Delacroix lo agarró de un brazo para
detenerlo.
—No habrá lugar allí para ti, Brayden. Tenemos otro helicóptero llegando. Nos
llevarán al hospital. Será más rápido que intentar llegar en el coche.
Delacroix se lanzó hacia adelante para tomar una almohada de la cama junto a la de
ella.
—Aquí —le dijo—. Trata de acomodar ésta en la parte baja de tu espalda. Tal vez
evite que la parte superior golpee contra el colchón.
Ella sonrió.
—Sí.
—No. Una vez que perdiste el conocimiento en el bote, la conexión se cortó. —Él se
encogió de hombros—. Es cómo ocurre a veces.
—No te oí, exactamente. Fue más como… ¿viste cuándo estás tratando de pensar en una
palabra, pero no puedes, y entonces repentinamente aparece dentro de tu cabeza?
—¿Ya le has dicho a Brayden que estás enamorada de él? —le preguntó.
—No, todavía no —suspiró—. No hemos estado solos realmente. Siempre hay alguien
cerca o alguna enfermera interrumpiendo. Él no ha dicho nada, tampoco.
—Oh, confía en mí. Estoy seguro de que es por las mismas razones que acabas de
mencionar.
—Tal vez.
—Ningún tal vez —dijo Delacroix mientras se ponía de pie para caminar hasta el pie
de su cama. Sonrió y tiró de uno de sus dedos a través de la sábana, haciéndola
sonreír—. Habla con él, Karina. No sigas esperando. Verte tirada en el piso de ese
bote lo desgarró por dentro. Él te ama. No tengo ninguna duda de eso. —La apuntó
con un dedo, disparándole su mejor y más temible mirada de Dom. Karina tuvo que
luchar para contener una sonrisa—. No me hagas usar mi látigo contigo.
—Sí, Amo Delacroix —murmuró, pero podía decir por la divertida expresión en el
rostro de Delacroix que él no creyó su sumisión ni por un segundo.
Delacroix bufó.
Brayden entró en el cuarto sujetando una bolsa de comida china. Ella sonrió y
tendió las manos.
—Oh, Dios. Gracias, gracias. Juro que si tenía que comer esa sopa aguada del
hospital un día más, iba a empezar a gritar.
Karina bajó los brazos sintiendo a su corazón saltar dentro de su pecho. Había
estado intentando durante los últimos dos días encontrar el modo de decírselo.
¿Sería tan simple como decir sencillamente sí?
Ella tragó asintiendo lentamente con la cabeza. Podría. Confiaba en él con su vida,
con su corazón y con su alma. Nunca imaginó que alguna vez confiaría en alguien lo
suficiente, pero con Brayden había sido tan fácil. Tan correcto.
Con una sonrisa, él se inclinó hacia adelante y captó sus labios en un beso que
estuvo cerca de dejarla sin aliento. Lo sintió diferente… más dulce. Era un beso
lleno de promesas. Un beso que tenía la intención de sellar sus destinos.
—Seré paciente contigo por un tiempo —le dijo con una expresión reflexiva, pero
ella podía ver la picardía en su mirada, un brillo travieso—. Pero al segundo en
que te den el alta, tú y yo nos vamos a Fiji.
—Parece que nunca tenemos un rato a solas, así que quiero hacer esto rápido antes
de que alguien aparezca.
Ella dejó salir un tembloroso aliento que ni siquiera se había dado cuenta de estar
conteniendo. ¿Casarme con él? Sí. Mil veces sí.
FIN
Créditos
* * *
Notas
[2] Learjet es una compañía con sede en Wichita, Kansas, que produce jets de
negocios para uso civil y militar.
[3] El Pimm´s Cup es todo un clásico de la coctelería inglesa, una bebida a base de
ginebra suave y frutas especiadas, a la que se añade limonada.
[4] “I Dream of Jeannie” en el original, conocido en español como “Mi bella genio”,
es una serie de televisión estadounidense que consta de cinco temporadas.