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“El encuadre supone fijar como constantes las variables de tiempo y lugar, estipulando ciertas
normas que delimitan los papeles de entrevistado y entrevistador con arreglo a la tarea que
se va a realizar” (Etchegoyen, 1986 citado en Usobiaga, 2005, p. 47). De esta forma, se
entiende que el encuadre terapéutico es el mantenimiento de ciertas variables como
constantes durante el proceso terapéutico o psicodiagnóstico.
“El encuadre terapéutico es lo que hacemos, con el cliente, en la primera sesión: encuadrar
la terapia.” (Orozco & Hernández Rosety , s.f.)
Según (Maldonado, s.f.) “encuadrar es colocar una cosa o acción en un marco; algo pasa a
tener un límite. El encuadre es el mantenimiento de ciertas variables en constantes durante el
proceso terapéutico o psicodiagnóstico”.
Feixas y Miró analizan la noción de encuadre terapéutico y mencionan que ésta usualmente
es usada para hacer referencia al conjunto de reglas fijadas por el terapeuta para hacer viable
la psicoterapia. Éstas incluyen los honorarios (en contexto privado), la duración y frecuencia
de las sesiones, el lugar donde se realizan, las vacaciones, así como cualquier otro detalle que
afecte al desarrollo de la psicoterapia.
Convienen en señalar que la relación terapéutica resulta más útil cuando se establece un
encuadre preciso que contribuya a alejar la confusión de roles. Señalan que además del
encuadre (externo), desde el modelo psicoanalítico se habla de encuadre interno, o sea de la
actitud del analista que, según este modelo incluirían actitudes neutrales y de reserva que
faciliten el proceso transferencial.
Joseph, Knobel y Siquier (2004) abordan el tema en su libro Clínica psicoanalítica con niños
y mencionan que “El encuadre es el marco en el cual se van a dar las condiciones necesarias
e imprescindibles para el funcionamiento del dispositivo analítico.
Por tanto, muchos psicólogos afirman que el encuadre debe hacerse en la primera entrevista,
al final de ésta. Una vez que se ha escuchado el motivo de consulta, tanto el manifiesto como
el latente (o al menos nos hemos acercado a él), al final de la sesión se le explica al paciente
cuál sería el encuadre para que sepa cómo es el funcionamiento y qué es lo que se espera de
él.
Cada profesional tiene su propio estilo pero vamos a señalaros algunos de los elementos que
consideramos importantísimo señalar durante el encuadre para que podamos discernir las
rupturas de encuadre futuras como una respuesta al momento de la terapia y no a una falla
propia de la primera sesión.
1. Saber qué le pasa al cliente y qué quiere conseguir con el proceso. Cuál es la demanda.
2. Saber qué expectativas tiene de cómo será satisfecha su demanda. Cuánto tiempo cree el
cliente que necesitará para llegar adonde quiere llegar, qué esfuerzo le va a suponer, etc.
3. Explicación sobre en qué consiste un proceso de Terapia Floral. Se hace en este momento
para que al cliente le quede claro desde el principio que no está en una terapia de paradigma
alopático del tipo: «Tengo una pieza estropeada, arréglamela tú qué sabes más», sino en un
espacio donde el terapeuta le acompañará a tomar la responsabilidad de su propia vida,
donde le sostendrá en estados emocionales difíciles y le apoyará en la toma de decisiones.
4. El protocolo de trabajo que utiliza el terapeuta. Cuánto cobra por sesión, frecuencia de
visitas, política de anulaciones, puntualidad.
5. Confidencialidad y otras cosas que le parezcan importantes.
6. Elaboración del primer preparado floral. Más allá de que tengamos o no toda la información,
o seamos terapeutas noveles, hay información suficiente para preparar las primeras
esencias y que operen en nuestro cliente hasta la siguiente sesión.
7. Día y hora para la próxima visita.
No se puede esperar que la empatía surja rápidamente o con fluidez desde un inicio y en
todos los casos, es un trabajo que requiere de tacto, conocimiento y autenticidad por parte
del terapeuta. Se deben evitar frases como: “No se preocupe” o “Sé exactamente cómo se
siente”.
Por otro lado, dentro de las constantes teóricas se incluye también lo referente al enfoque
psicoterapéutico en el que se especializa la persona, ya que cada enfoque tiene sus propias
características y estilo; por ejemplo, bajo un enfoque cognitivo conductual el rol del terapeuta
es más activo, en contraposición a un enfoque psicodinámico.
Constantes Funcionales
Abarcan los objetivos, los honorarios, el rol del profesional y del consultante (entrevistado,
participante, paciente).
En cuanto a los objetivos, deben establecerse de forma clara y precisa, de acuerdo al proceso
que se va realizar; si se trata de una evaluación psicodiagnóstica, esta debe tener un objetivo
que debe ser conocido por el profesional que la realiza y por el sujeto objeto de la evaluación.
Si hablamos del proceso terapéutico, este siempre se realiza con un objetivo inicial que se
pretende lograr, el cual ha sido establecido con base en el motivo de consulta, la demanda
psicológica y la evaluación. El esclarecimiento de los objetivos no sólo le otorga propósito a
la relación terapéutica, sino que promueve la responsabilidad en el paciente de su proceso
personal y de los cambios que desea alcanzar.
Para concluir con las constantes funcionales, debe establecerse y aclararse tanto el rol del
terapeuta como el del consultante dentro del proceso terapéutico, a fin de establecer límites,
tareas y responsabilidades que permitirán el certero desarrollo de la relación terapéutica para
el alcance de los objetivos (Ceberio, 2002).
Constantes Temporales
Incluye aspectos como la cantidad de sesiones, la cual se estipula con base en los resultados
de la evaluación, los objetivos propuestos y las características del paciente. También se
encierra dentro de las constantes temporales, el establecimiento de los horarios, considerando
el día, la frecuencia y la duración de cada sesión.
En cuanto al día, se selecciona de acuerdo a las posibilidades del profesional y del paciente,
considerando si será un horario fijo (misma hora y día en cada encuentro) o si se
diversificaran. Si bien los horarios fijos son los más comúnmente utilizados, en algunos casos
puede ser útil la diversificación de estos para promover flexibilidad o adaptabilidad como
parte de los objetivos terapéuticos (Ceberio, 2002).
Constantes Espaciales
Dentro de estas constantes se incluye obviamente el lugar y la ambientación del mismo. Por
tradición se asocia el proceso psicoterapéutico con un lugar: el consultorio; sin embargo esto
se ha extendido, encontrando que el lugar se verá establecido por las características del
objetivo que se busque alcanzar.
También cabe señalar el manejo de imprevistos que se puedan generar asociados al lugar
establecido, tales como cortes de luz. En ocasiones puede ser beneficioso utilizar estas
circunstancias imprevistas en función del proceso terapéutico y trabajar temas como
intimidad o
duelos en la semioscuridad, con velas o lámparas de emergencia (Ceberio, 2002).
Vacaciones
Si se tienen claras cómo van a ser las vacaciones del profesional es bueno que se comenten
desde un primer momento para que el paciente pueda saber en qué momento se van a
interrumpir las sesiones.
Siquier de Ocampo, García Arzeno, Grassano de Piccolo y col (1974) “Las técnicas
proyectivas y el proceso de psicodiagnóstico.” Buenos Aires: Nueva Visión.
Orozco, R. & Hernández, C. (s.f.) “El Encuadre Terapéutico.” Flores de Bach. Recursos y
estrategias terapéuticas. Recuperado de:
https://www.ricardoorozco.com/docs/libros/recursos-y-estrategias-terapeuticas-cap23-
24.pdf