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1.3. El feudalismo
En el Medievo se produjo una estructura política plural, una multipolarización de los centros
de poder.
El poder estaba desgarrado, disgregado entre los feudales, burguesas y gremiales, de un lado,
y las universalistas del Imperio y del Papado, que aparecían, como el brazo secular y espiritual
de la Cristiandad. No había una Administración propiamente dicha y funcionarizada, sino
feudatarios pertenecientes a la nobleza y al clero. No había relación del Rey con los súbditos,
sino con los titulares de un gran número de entes intermedios y disociadores: los feudos.
Los señores feudales estaban unidos al Rey en una cascada de pactos de vasallaje, a veces
intrincados y contradictorios. El Rey era sólo el vértice de una pirámide de poderes autónomos
o semiautónomos
En la Baja Edad Media el incremento del comercio y de la economía provocó un nuevo estilo
de vida en concentraciones urbanas (burgos), cuyos habitantes (burguesía) reclamaron y
fueron obteniendo progresivamente libertad de comercio y de circulación frente a la rigidez
del orden feudal, así como administración de justicia propia.
La estructura feudal experimentó una notable variación cuando los burgueses encontraron el
apoyo del Rey en defensa de las libertades que reivindicaban frente al entramado de
privilegios nobiliarios y eclesiásticos. El Rey obtuvo a cambio contribuciones económicas
crecientes y el debilitamiento económico y político de los poderes feudales.
2) Por primera vez se confía en que el hombre puede dominar la naturaleza y el arte social y
político.
3) El mercado se amplió gracias a la facilidad de las comunicaciones.; los gobiernos explotan
los recursos naturales y fomentan el comercio, así como una economía dineraria.
A principios del siglo XIII, podemos ver en Sicilia, bajo la monarquía de Federico II, una forma
estatal precoz, por la centralización y secularización del poder. Pero, en general, la formación
de los Estados europeos fue un proceso lento.
Ya en el siglo XII algunas comunas del norte de Italia habían logrado, en lucha contra el
Imperio, constituirse como municipios autónomos, como ciudades que no reconocían superior.
En esta fórmula se apoyaría toda la construcción teórica de la soberanía estatal como poder
distinto del espiritual de la Iglesia, independiente frente al exterior y supremo en el interior.
El principio cuius regio eius religio significa que la religión del reino y la de los súbditos era la
que profesaba el Rey. Frente al exterior, los reyes no reconocen al Emperador como superior.
Rex in regno suo imperator. Dicho en otros términos: el Imperio no es más que un Reino, y el
Emperador, un Rey, por importante que fuera, sin autoridad sobre los demás reinos.
En España, a partir de los Reyes Católicos, se originó una monarquía polisinodial, o monarquía
que gobierna mediante Consejos o Juntas creadas para casos concretos.
Pero el Rey no estaba sometido a Derecho precisamente porque no reconocía superior: era
legibus solutus, absoluto. Éste fue otro de los ingredientes de la soberanía.
La Iglesia había tomado del Imperio romano la técnica organizativa de los officia, cargos
concebidos en razón de su función y no de las personas que los desempeñaban.
Por eso, frente a la atomización feudal, la Iglesia presentaba una asombrosa organización
unitaria, que sirvió de modelo a los reyes para desembarazarse de obstáculos feudales y para
desprivatizar y despersonalizar los demás poderes locales. Los funcionarios fueron
sustituyendo a los poderes locales y quedaron insertos en una organización impersonal,
centralizada y jerárquica: la Administración del Rey; no eran propietarios de su función, sino
servidores de la Corona.
Esta forma política distinta que hemos descrito no es identificada con un nombre concreto. Los
términos más frecuentes eran Reino y Monarquía. También Principado. Algún Rey con
mayores pretensiones utilizó el nombre de Emperador. De otro lado, siguió empleándose el
término República, aunque la forma política fuera monárquica.
El verbo latino stare significa estar derecho, permanecer firme. De él deriva status, estado,
condición, referido tanto a personas como a cosas; así se utiliza todavía en expresiones tales
como «estado civil».
b) como estamento u orden social (los Estados Generales eran eso precisamente: los órdenes
sociales reunidos en Parlamento).
Fue Maquiavelo quien precisó su acepción nueva y difundió su uso. Con ella comienza su obra
El Príncipe. Para Maquiavelo el Estado era, como ha subrayado Lucas Verdú, una forma política
caracterizada principalmente por su estabilidad, por la continuidad en el ejercicio del poder
apoyado en armas propias. El nombre de Estado parece, pues, albergar la pretensión de
estabilidad en la titularidad y ejercicio del poder y en su relación con los súbditos.
Así, Max Weber se fija en el elemento del poder y concibe el Estado como una estructura
institucional que monopoliza el uso legítimo de la fuerza en un determinado territorio.
H. Heller lo define como una estructura de dominación que ordena en última instancia los
actos sociales en un territorio determinado.
M. Hauriou puso el acento en que el Estado es la institución más eminente que hay en el
territorio.
Engels atiende al poder y al fin que cumple: el Estado es el poder que, habiendo nacido de la
sociedad, se coloca aparentemente por encima de ella.
La doctrina distingue entre el Estado como institución y como comunidad. El primero es el
conjunto de instituciones de gobierno de un país y el segundo es la sociedad soporte de ese
aparato institucional.
Éstos (Parlamento, Gobierno, etc.) son los que definen el Derecho y ejercen el poder político
en la comunidad nacional.
4. PUEBLO/NACIÓN
Debemos distinguir entre población y pueblo por más que ambos tengan una misma
etimología.
El vocablo pueblo, del latín populus (el equivalente griego era demos) podía significar bien el
conjunto de personas libres de la polis (polités) o de la civitas (cives), nacidas en ella, con lo
que quedaban excluidos los esclavos, o bien las personas de ese conjunto que tenían derecho
de participación en los asuntos públicos, es decir, que gozaban de status activae civitatis,
condición que sólo reunían los paterfamilias, que eran plenamente sui iuris. De modo
equivalente, en Atenas, el conjunto de ciudadanos integraba el demos o pueblo.
Según Kelsen, el territorio determina el marco espacial dentro del cual y sobre todo el cual se
ejerce el poder del Estado, tiene validez el ordenamiento jurídico.
Duguit lo definió como «el espacio en el que un Gobierno ejerce su poder de coerción y
organiza y hace funcionar los servicios públicos».
- la 1ª consiste en marcar el espacio dentro del cual todos cuantos se hallan en él quedan
sometidos al Ordenamiento estatal, sean nacionales o extranjeros, estos últimos con
algunos matices.
La 2ª, en excluir toda injerencia de otro Estado u organización internacional dentro de él. Lo
cual nos plantea el problema de la delimitación de las fronteras.
Por ser estable, el territorio permanece el mismo salvo resultado negativo de pleitos habidos
con otros Estados en tiempo de guerra o como resultado de ella.
Nuestra Constitución de 1812 dice en su artículo 2°: «La nación española es libre e
independiente y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona».
Incluye:
2) El mar territorial, cuya extensión y límites son regulados por el Derecho internacional
3) El subsuelo.
4) El espacio aéreo.
Así, por ejemplo, los extranjeros transeúntes y los residentes están sometidos al Derecho del
Estado en que se encuentran; más éstos que aquéllos, pero ninguno por completo.
2) para determinar las fluviales, se traza una línea de puntos coincidente con los más
profundos del lecho; por eso, en caso de que el río sea navegable, se suele dividir el cauce al
50%;
3) las lacustres, trazando una línea recta entre el término de las respectivas riberas de los
países colindantes y el centro del lago.
1) las establecidas por acuerdos entre 2 Estados o bien por resolución del árbitro
convenido o por el organismo internacional competente.
2) Han surgido nuevas fronteras en Europa procedentes de la desmembración de las
extintas URSS y Yugoslavia, y dentro de los Estados resultantes, por la secesión de
Kosovo a expensas de Serbia.
6. El PODER, LA SOBERANÍA
Tiene fuerza quien dispone de los medios necesarios para obtener el resultado pretendido.
Tiene autoridad quien es reconocido como titular de un derecho o competencia para emplear
esos medios.
La autoridad proviene del prestigio, sea nacido de la edad, sea de los conocimientos, de la
simpatía, de la honestidad, de la titularidad jurídica de una competencia, o de un status o
posición en el sistema social y político; su ejercicio genera, en el polo opuesto de la relación, el
sentido de obligación, de obediencia a sus mandatos.
Ningún poder renuncia a combinar ambos factores. Todo poder prefiere ser respetado y
reconocido sin mengua de la eficacia de sus decisiones.
La paulatina diferenciación y despersonalización del poder político ha llevado finalmente a su
institucionalización. Consiste ésta en la distinción entre el titular del poder, el haz de
potestades, funciones y competencias en que éste se manifiesta, el sujeto ejerciente de cada
una de ellas y la organización político-comunitaria en la que todo ello se inscribe. Las
instituciones y órganos están integrados por personas, pero éstas no son titulares del poder
sino de alguna de sus competencias, que ejercen por cuenta de aquel titular o, en todo caso,
del Estado
6.2. Legitimidad
La autoridad y la legitimidad descansa en la conformidad del poder con las creencias y los
valores de los gobernados. Cuanta mayor sea la conformidad en los 2 aspectos mencionados,
tanta mayor legitimidad tiene el poder (el Estado, el régimen) y menor será la fuente de
conflictos.
De los 2 indicadores señalados es más importante el 2º. Son pocos los regímenes que no
tengan en su origen un acto de fuerza, aunque después algunos hayan adquirido legitimidad.
6.3. Soberanía
Soberanía es el poder del Estado que se manifiesta como supremo en el orden interno y como
independiente en el orden externo.
El poder del Estado se ejerce internamente en su territorio mejor que sobre él. Ya hemos visto
antes que la nación (en sentido amplio, como territorio y pueblo) no puede ser propiedad de
nadie.
Pero los Estados se relacionan entre sí como sujetos de Derecho y suelen ser reconocidos
como dueños de los territorios en que se asientan y sus defensores por todos los medios
jurídicos admitidos, incluso, en último extremo, con las armas.
En el periodo de formación del Estado, de cada Estado, este poder de imperio estaba todavía
fraccionado entre los diversos entes territoriales (feudos, reinos ... ) e incluso podía estar
compartido con otras organizaciones autónomas, como los gremios, las Iglesias y las ciudades.
Pero, una vez consolidado el Estado, a él correspondía el poder soberano, que es único e
indivisible.
Max Weber lo caracteriza por ejercer ese poder coercitivo en régimen de monopolio. El poder
soberano que ejerció el monarca en el Estado moderno fue no sólo supremo y pleno, sino
absoluto, es decir no sujeto a las leyes. El Rey concentró en sí todo el poder del Estado; si
alguna persona u órgano ejercía algún poder, era por delegación regia y en precario.
Era superior al propio Derecho que dictaba: al no haber ninguna instancia por encima de él, no
podía ser sometido a juicio.
La teoría del origen divino del poder fortalecía la obediencia de los súbditos como deber
religioso. Por eso los reyes eran proclamados tales «por la gracia de Dios».
Los monarcas alcanzaron la supremacía absoluta aliados con la burguesía contra el poder
político nobiliario. Pero fue esta misma burguesía la que, andando el tiempo, haría saltar las
monarquías absolutas para instaurar un Estado constitucional y representativo.
Como poder supremo interno, la soberanía es única, unitaria, lo cual requiere la unidad de su
titular, aunque sus potestades y funciones concretas sean ejercidas por varios órganos. Su
esencia estriba en poder decidir en última instancia.
Sin una soberanía así entendida, no hay Estado. La soberanía se convirtió en piedra angular de
las relaciones internacionales con el Tratado de Westfalia, de 1648, y es uno de los principios
básicos de la Carta de las Naciones Unidas (Carta de San Francisco).
7. EL DERECHO
El poder del Estado se manifiesta creando y ejecutando Derecho éste es su modo habitual de
expresión.
El Derecho es criatura del poder que viene definido y sostenido por éste. Sin un poder que lo
respalde, una norma no pasa de ser una recomendación, un consejo, pero, al mismo tiempo, el
Derecho traza cauces, líneas de conducta, pautas organizativas; define competencias y
establece sanciones.
Según sea la relación entre el poder y el Derecho, así será el régimen establecido, que ocupará
un lugar en la imaginaria línea continua que lleva desde el absolutismo (hoy autocracia) hasta
el Estado democrático de Derecho.