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Además, como casi siempre los padres y los adultos Illuminati son múltiples, los niños se crían
en un ambiente muy confuso, incoherente, que hace de ellos nuevos múltiples, todo ello
combinado con la programación mediante trauma. Todo esto es parte de lo que podemos
denominar la programación contextual. Pero ahora viene lo importante, la “programación
intencional”.
Como avanzábamos, la programación intencional entre los Illuminati a menudo comienza antes
del nacimiento:
“En la secta las separaciones mentales (‘splitting’) prenatales son muy conocidas, dado que el
feto es muy susceptible de fragmentación [mental] en el vientre, debido a traumas. Esto se hace
normalmente entre el séptimo y el noveno mes de embarazo. Se utilizan técnicas tales como
colocar auriculares en el abdomen de la madre, en los que se reproduce música alta y estridente
(como algunas obras clásicas modernas, o incluso operas de Wagner). También se utiliza rock
heavy, a gran volumen. Otros métodos son hacer que la madre ingiera sustancias amargas, o
gritar al el feto en el interior del vientre. Otra posibilidad es que golpeen el vientre de la madre.
También es posible que apliquen shocks suaves en el abdomen, especialmente cuando el plazo
está cerca, y esto puede servir para provocar un parto prematuro, o asegurar que el bebé nazca
en una festividad señalada. También es posible que le den a la madre ciertas drogas que
provocan el parto, si se desea que el nacimiento sea en una fecha determinada.”
Aquí vemos otra vez una vinculación muy profunda entre programación y ritual. En los niveles
más altos los niños son concebidos o nacen en determinadas fechas, en coincidencia con ciertas
constelaciones astrales, en el marco de rituales hierogámicos y sacrificiales.
Desde que son bebés los someten a todo tipo de maltratos para fragmentar sus mentes:
violaciones, sodomizaciones, felaciones, con órganos genitales, dedos u objetos, electroshocks
suaves en dedos, en genitales, cortes genitales rituales, etc. Todo ello con la intención de que la
disociación comience antes de que se forme el ego.
Esto se corresponde con la importancia que tiene para ellos la infiltración. Son
permanentemente infiltrados. Son dos cosas al mismo tiempo. Pertenecen a las sociedades en
las que viven y a la vez a la sociedad secreta. Por eso hay una afinidad muy profunda entre los
Illuminati y los judíos, y muchos de ellos de hecho lo son. Por eso la actividad de la inteligencia,
del espionaje, es central para ellos. Son maestros del disfraz, de la máscara, de la interpretación,
de la hipocresía.
“Los adultos abandonan o descuidan a los niños, intencionadamente, durante el día, y después
los cogen, los limpian, les prestan atención, mientras los preparan para un ritual o para una
reunión del grupo. Esto se hace para que el niño asocie las reuniones nocturnas con «amor» y
atención, y así contribuir al proceso de vinculación a la secta o la «familia». Al niño se le enseña
a asociar atención maternal con la asistencia a rituales, y eventualmente asociará las reuniones
de la secta con sentimientos de seguridad.”
Svali nos habla de una serie de “grados de disciplina” que los niños van atravesando
progresivamente hasta convertirse en servidores fieles a la secta: “no necesitar”, “no querer”,
“no desear”, “la supervivencia del más apto”, “el código de silencio”, etc.
Desde que el niño tiene 1 o 2 años es abandonado y aislado en una sala, sin estímulos, sin comida
ni bebida, durante largos períodos de tiempo, lo que lo aterroriza y lo lleva a estados críticos.
Entonces el instructor se arroga el papel de “salvador”, de ser quien le ha “rescatado”, como
miembro de la “familia”.
La mecánica viene a ser siempre la misma: romper los vínculos naturales y crear artificialmente
nuevos vínculos con la secta. Es la misma mecánica que utilizan a nivel político y social,
transformando el orden a partir de situaciones de caos y crisis ingenierizadas, creando
problemas para justificar soluciones prediseñadas. Hay una vinculación muy profunda entre lo
que hace a la escala micro y a la escala macro, entre sus experimentos inmorales, inhumanos,
sus sacrificios de sangre, y lo que luego hacen en las sociedades en general. Por eso es tan
importante el ritual de sexo y de sangre, porque es el laboratorio en el que estos sádicos
desalmados ensayan lo que luego hacen a nivel político y social.
Las separaciones (‘splits’) del núcleo mental se producen entre los 18 meses y los 3 años. Svali
nos dice que, para estas separaciones, al menos uno de los padres o cuidadores debe participar,
porque en ellas se requiere no solo el trauma físico sino sobre todo el psicológico. Las
separaciones del núcleo son como álters, pero más fuertes, que sirven como plantillas para, a
partir de ellos, crear sistemas de álters. Se producen hasta 8 separaciones del núcleo, según la
ex-programadora.
“La supervivencia del más apto” es un tema central en el adoctrinamiento Illuminati. Se trata de
hacer de los miembros perpertradores, verdugos. Esto lo hacen con todos los miembros. Lo
hacen a partir de los 2 años, con otros niños víctimas de la misma edad o ligeramente más
pequeños. El instructor golpea a este niño víctima fuertemente y por mucho tiempo, y luego le
ordena al niño que es objeto de adoctrinamiento, es decir, al niño verdugo, que lo golpee él
también. Si el niño verdugo se niega es severamente castigado o golpeado, hasta que aprende
que la única manera de librarse de los golpes es golpear al otro niño. Golpear o se golpeado.
Matar o ser matado. Esta es la filosofía Illuminati. Sobre esto se basa todo. No importa lo que la
gente normal, sana, humana hagamos, ellos siempre llegarán más lejos.
En otras palabras, generan una situación límite en la que solo cabe ser víctima o verdugo, y así
hacen de los miembros de la secta, o mejor, de los distintos álters de los múltiples que
conforman la secta, verdugos y víctimas, sí o sí. Todo ello con el refuerzo del adulto como
modelo de verdugo implacable, normalmente sádicos patológicos que disfrutan golpeando a
niños indefensos. Lo que los niños que están siendo adoctrinados acaban tomando por algo
normal, natural. Naturalmente esto precisa de muchos niños sacrificables, que recolectan con
sus ONGs en guerras, crisis migratorias, catástrofes “naturales”, etc.
Hay que precisar que todos estos ejercicios generan álters disociados que van siendo
adoctrinados de manera específica en las diversas habilidades, al tiempo que otros álters
acumulan y compartimentalizan las memorias traumáticas. Lo mismo que en las sociedades.
Un tema interesante es que una de estas especializaciones de álters, de las que nos habla Svali,
es la que se da entre álters cognitivos con respecto a otros más emocionales. Los álters
cognitivos son considerados “superiores” en la jerarquía interna con respecto a los emocionales,
de manera que los primeros le “pasan” a los segundos sus sentimientos. Entonces se trata de
generar división y conflicto entre ellos para que no se reconozcan como parte de un mismo
sistema.
Lo interesante es que la mecánica social es muy similar. De hecho estamos convencidos de que
esta programación mental es la clave para comprender la ingeniería social y el papel central que
determinadas figuras desempeñan en esta ingeniería, tales como estrellas de Hollywood y la
Hollymúsica, entre otras, de la misma manera que sucedía en otras épocas con las figuras
religiosas, heroicas, legendarias. La programación de control mental mediante trauma es a la
religión hollycapitalista lo que el ritual sacrificial era a las religiones paganas.
Svali nos dice que las estructuras mentales de los programados siempre muestran algún tipo de
jerarquía. En otras palabras, unos álters tienen más importancia que otros, unos mandan sobre
otros, unos ordenan y otros obedecen. Y nos dice que esta jerarquía mental se corresponde con
la de la secta, que como hemos dicho es muy jerárquica. En otro punto nos dice que los
programados “tienden a internalizar a sus maltratadores”. O que “[e]stos grupos internos [de
álters] son correlativos, de manera aproximada, con los del mundo exterior”.
En suma, lo que ocurre es que la estructura mental de los programados es el resultado, a nivel
micro, de toda una serie de experiencias, rituales, traumatizaciones, programaciones, guiones,
películas, escenificaciones, etc., a nivel macro. En otras palabras, hay una correspondencia entre
el sistema mental de estos programados y las sociedades que los producen, en particular la secta
Illuminati. Pero también entre los programados y las sociedades profanas, programadas solo a
un nivel blando. Las mentas disociadas de los programados están a caballo de ambos mundos,
los articulan. De ahí que desempeñen un papel tan importante como intermediarios entre unos
y otros, transformando-programando a nivel blando a las sociedades profanas según los
intereses de estas sociedades secretas de iniciados-programados duros. Lo mismo que ha
sucedido siempre con las castas político-religiosas, pero hoy con un grado mayor de
profanización de esta ritualística, que toma la forma de estos programas de control mental
científico-tecnológicos.
Y otro tema interesante aquí es la importancia de lo ritual, en el sentido más amplio del término,
de lo escénico, de lo visual, de los cinematográfico, de lo dramático. Si los Illuminati trabajan
tanto con el ritual, con escenificaciones, con guiones y películas, todo ello cargado, en última
instancia, de la dimensión traumática, es porque con estas ficciones moldean la mente de los
programados y así producen la realidad desde la ficción. Otra vez, toda esta mecánica hace de
ellos los maestros de la escenificación, del atentado de bandera falsa, de la pandemias de
laboratorio, de la revolución de color, etc. Lo que están haciendo todo el rato es aplicar la magia
negra de sus sacrificios de sexo y sangre al conjunto de las sociedades, que a su vez son
adoctrinados en el pensamiento dominante para no comprender esta mecánica.
Otro tema de programación es el “código de silencio”. Obligan a los niños a decir lo que han
visto después de participar en rituales o en reuniones del grupo. Y después son duramente
castigados por ello, hasta que crean álters disociados a los que enseñan a guardar silencio. Esto
se hace a su vez con rituales en los que los entierran vivos, a veces con restos de cadáveres en
descomposición, o los ahogan. O los exponen a la “muerte del traidor”, rituales en los que
torturan lentamente, queman o desollan a otros niños.
En todo caso, Svali nos dice que fue testigo de cómo, en algunas ocasiones, miembros del grupo
eran sacrificados, como una forma de castigo, si no trabajaban o se comportaban como se
esperaba de ellos. Por ejemplo, en ejercicios militares. Pero, significativamente, esto solo
sucedía con miembros de los niveles inferiores de la secta, no con los hijos de los líderes.
En todo caso, hay que decir que parte de estos rituales son escenificados. Pero esto no
disminuye su eficacia en niños altamente sugestionables. De nuevo, esta misma mecánica, en la
que la realidad y la ficción se funden, es la que los Illuminati utilizan para traumatizar y
programar a las sociedades en su conjunto, con atentandos de bandera falsas, aviones
holográficos, pandemias de laboratorio, catástrofes naturales o accidentes ingenierizados,
actores de crisis, etc.
Svali nos habla también de la programación en la que utilizan metales o joyas, que se van
ganando como premios a medida que se ascienden los distintos niveles de adoctrinamiento. Así,
los distintos metales y piedras preciosas se van cargando de distintos significados, en la medida
en que representan ciertas pruebas o traumas sufridos, y a su vez funcionan como disparadores
de programación y como códigos que permiten reconocer a los distintos miembros, sus distintos
niveles, labores, etc.
Así, en el marco de esta programación, se heredan “joyas familiares” que han ido pasando de
unos descendientes a otros, en la medida en que se han hecho merecedores de ellas a través
del abuso, la tortura, la obediencia, la lealtad, el secretismo, etc.
De nuevo esto nos dice mucho de en qué consiste el capitalismo. Cómo el intercambio mercantil
tiene poco que ver con el mito de la necesidad de la que nos hablan los economistas dominantes
y mucho con los consumos lujosos, de los que trató Werner Sombart, cargados de esta
dimensión libidinoso-agresiva. Lo que mueve la maquinaria capitalista no es la necesidad, sino
la transformación progresiva de lo superfluo en “necesidad”, primero en una necesidad
aparente, y luego en una verdadera necesidad una vez que esto transforma la sociedad, lo que
era su objetivo encubierto.
A todo esto se suma la programación de “ondas cerebrales”, que se realiza entre los 8 y los 21
años, que consiste en inducir ciertos patrones de ondas cerebrales en estado de trance
profundo. Svali nos dice que esto es complejo y no todos los niños programados lo consiguen.
Estos patrones de ondas cerebrales son alfa, beta, gamma, delta, epsilon, phi, theta, omega, etc.
Cada uno de ellos ofrece características específicas para la programación de subsistemas de
álters con habilidades particulares para ciertas actividades: prostitución, memoria fotográfica,
asesinato, suicidio, etc.
Svali nos habla también de la progamación militar, que nos dice que es más importante a medida
que se acerca una toma de poder formal del Nuevo Orden Mundial. Como parte de esta
progamación militar escenifican campos de concentración nazis en los que los que jóvenes o
niños mayores actúan como guardias, y otros niños más pequeños como prisioneros. Así, crean
artificialmente un ambiente de obediencia, abuso, violencia, castigo, denigración, humillación,
etc. Jugando, preparan a los Illuminati para la dictadura (de derecho) futura. Nos dice que en
esta programación siguen fielmente los principios del nazismo alemán y las técnicas de las SS,
hasta el punto de que utilizan también el alemán. Los Illuminati son nazis pero encubiertos… por
el momento. Además, en cuanto a la toma de poder, que supuestamente veremos en un futuro
próximo, Svali nos dice que esta programación militar da mucha importancia al control de
aglomeraciones.
Lo que es importante entender es que los programas de control mental no son más que una
forma refinada de ritualismo sacrificial, y este remite en última instancia a los instintos más
bajos de supervivencia. De ahí que sea muy difícil establecer una separación entre todos estos
fenómenos, distintos solos aparentemente, pero que remiten a una misma mecánica que
podemos denominar sadismo refinado, ritualizado, programado, etc.:
“Hay niños con tan solo tres o cuatro años que son utilizados en películas pornográficas, a los
que se golpea hasta dejarlos amoratados si se niegan a obedecer. Hay niños de pocos años que
son obligados a presenciar brutalidades, y después les dan un palo y les dicen que golpeen a la
víctima ellos mismos, o si no, ellos serán golpeados. El niño vacila, no quiere hacerlo, y los
adultos lo golpean, hasta que va, con lágrimas cayéndole por el rostro, y, a pesar de no ser su
voluntad, hace lo que le dicen los adultos. Esto es de una crueldad increíble.”
Svali nos habla también de las ténicas de deshumanización de las que ya sabemos por otros ex-
Illuminati:
“… ver a un niño algo más mayor con un collar eléctrico de perro en el cuello, shockeado cuando
trata de «escapar», y tratado como un animal, mientras los adultos y otros niños más mayores
lo rodean, riéndose de él, y el niño se acerca a un arbusto y vomita de miedo y repugnancia
hacia sí mismo.”
En la época en que ella fue programadora, nos dice que a todos los niños se les programaban
álters asesinos. Nos explica una de estos protocolos de programación. Primero encierran al niño,
cuando tiene unos 2 años, en una jaula electrificada y lo someten a shocks. Después lo sacan, le
dan un gatito y le ordenan que le retuerza el cuello. Lo normal es que el niño se niege a hacerlo.
Entonces lo vuelven a encerrar en la jaula y lo siguen electrocutando. Vuelven a sacarlo y a
ordenarle que le retuerza el cuello al gatito. Y el niño terminará haciéndolo, aunque sea a
regañadientes, para evitar que le vuelvan a torturar a él. Torturar o ser torturado, esta es la alta
filosofía de los Illuminati.
La programación seguirá a lo largo de los años, con animales cada vez mayores, a medida que
los niños crecen. A veces lo hacen con escenificaciones o con realidad virtual. Pero otras veces
lo hacen con niños reales, considerados “sacrificables” (‘expendable’).
Con 8 o 9 años suelen saber ya manejar armas con destreza, después de un proceso progresivo
de entrenamiento en realidad virtual, escenificaciones, armas de fogueo, etc. Como parte de
esta programación, hacen también luchas similares a las de los gladiadores, a las que acuden
altos miembros de la secta, como espectadores. Todo esto como parte de la programación
específica de álters guerreros o asesinos, que obedecen a sus programadores o controladores
sin vacilar. Svali nos dice que ella fue programada de esta manera con los Illuminati alemanes,
que son particularmente fríos y sádicos, todo un ejemplo para el resto de la secta.
En este punto límite, llamarán a su núcleo (‘core’) más profundo y lo traerán a la consciencia,
con extremo dolor. Entonces le dirán que tiene que hacer una elección: enfrentarse a algún tipo
de muerte, o elegir vivir, si invita a entrar a un poderoso demonio. El niño eligirá vivir. El
demonio entra, el niño se queda inconsciente. Y después se despierta con ropas limpias, en una
cama comfortable, ungido con sustancias curativas.
Entonces estará extremadamente débil y tembloroso, y una voz amable, cariñosa, suave, de
mujer (o de hombre), le dirá al niño que ha muerto, pero el demonio lo ha “traído de nuevo a la
vida”, que a él y a aquellos que “lo salvaron” le debe su propia vida y el latido de su corazón. Al
niño le dicen que si le pide a la entidad demoníaca que lo abandone, entonces ellos le
devolverán al estado de cercanía a la muerte o agonía en el que estaba cuando esta hizo su
entrada.”
Svali dice que esta programación de cercanía a la muerte se hace también en el ámbito
gubernamental, que de hecho es parte también del ámbito Illuminati, con los mismos científicos
y programadores. Un ejemplo de ello es el Tulane Medical Center, conocido como el “Institute”,
nos dice Svali.
En el “Institute” las víctimas son sometidas a abuso, tortura, drogas, privación sensorial, ruído
ensordecedor, desorientación luminosa, etc. y llevados, también, a un estado cercano a la
muerte física. En estas experiencias, los que son objeto de esta programación también se
observan a sí mismos desde encima de sus cuerpos. Entonces, de manera similar, se les dice que
están muriendo:
“En este momento, un instructor llegará y le dirá una y otra vez, con una voz amable y
recomfortante: «Mereces vivir, no dejaré que mueras. Me debes la vida». Entonces, reproducen
repetidamente mensajes grabados, que describen el «destino» futuro del «sujeto» en la
«familia», etc. Por último, lentamente, al sujeto le permiten que se despierte, que salga de la
inconsciencia, escuchando constantemente mensajes grabados que dicen que está
«renaciendo» en su «grupo familiar».”
Svali sufrió esta programación cuando era una niña, en los años 60 y principios de los 70, y
después fue programadora en el mismo “Instituto”, por lo que nos puede ofrecer las dos
perspectivas del mismo fenómeno. Nos dice que la experiencia es demoledora y, tras ella, las
víctimas están enormemente agradecidas por seguir vivas, a los adultos que las rodean, que son
tremendamente receptivas a los mensajes inculcados en esta situación tan límite, pues operan
al nivel del núcleo de la mente. Como vemos otra vez, la mecánica es la misma que la que utilizan
con las sociedades, con el problema-reacción-solución. Creando caos y crisis artificiales para
transformar con ello el orden.
Svali nos dice que esta programación de cercanía a la muerte, de la que hemos visto dos
ejemplos, se realiza de otras muchas maneras. Lo interesante de haber visto en paralelo estos
dos tipos tan diferentes, es que nos permiten comprender la profunda vinculación entre ritual
iniciático y programación científico-tecnológica.
La mecánica es similar en otros casos en los que la traumatización no llega tan lejos, pero en los
que se invoca también la intervención demoníaca. Las víctimas son sometidas a trauma.
Después se les da la opción de seguir infligiéndoles más dolor o aceptar la presencia de
“protectores” o “guardianes”, en cuyo caso no serán heridos más. Evidentemente, más tarde o
más temprano, las víctimas eligen dejar de ser torturadas, y ser poseídas, supuestamente, por
demonios.
Svali nos dice que los Illuminati creen en la existencia de estas entidades espirituales o
demoníacas. Nosotros simplemente decimos que estas entidades podrían ser proyecciones
creadas por la propia psique, en el marco de toda esta mecánica. De la misma manera que la
disociación crea álters, crea la impresión de que uno se ve a sí mismo desde fuera. O de la misma
manera que la traumatización produce fenómenos de disociación en los que las víctimas afirman
estar ante la presencia de ángeles, que podrían ser también estas proyecciones. Algo que la
propia Svali, como otras programadas, experimentó personalmente:
“Tuve también algunas experiencias con ángeles, en las que era protegida por ellos, cuando era
una niña, mientras era sometida a horribles traumas, y esto contribuyó a mi creencia en que
Dios existe.”
En general, Svali nos dice que la parte más importante de la programación no es el abuso y la
traumatización, sino el momento posterior en el que se recomforta a las víctimas con distintos
objetos, regalos, juguetes, bebidas, abrazos, palabras de apoyo, felicitación, etc. Se trata de
aprovechar una situación de extrema debilidad y devastación de las víctimas para crear vínculos
muy fuertes entre ellas y sus programadores. Y como decíamos, desplazar el círculo natural para
construir otro círculo artificial, esto es, maltrato familiar para crear lazos en la “familia”
Illuminati. De nuevo, la misma mecánica es la que aplican a la ingeniería social de las masas.
Como programadora, Svali nos dice que, aunque era excepcional, en ocasiones las víctimas de
la programación morían. Esto es, eran asesinados por lo propios programadores, aunque este
no fuese el objetivo:
“Trabajando como instructora jefe, he visto otras pérdidas de vida, excepcionales pero
horribles. En alguna ocasión, un instructor lleva a una persona demasiado lejos, y no comprueba
sus signos de estrés. […] A instructores poco experimentados se les pueden pasar signos [de
trauma y estrés] más sutiles, y en definitiva, se cargan a alguien. Es horrible trabajar con una
persona y que NO REGRESE. Se convierten en vegetales, o aún peor, gritan y gritan durante
horas sin parar.”
Pero para los Illuminati el fin justifica los medios, y las “buenas” causas merecen estos métodos.
Evidentemente se deshacen de estos daños colaterales de su programa de “mejora” de la
humanidad.
En cuanto a la programación mediante libros y películas, Svali nos dide que el instructor señala
al niño aquellos elementos más importantes de estas obras, y le obliga a verlos una y otra vez,
hasta que se graban fotográficamente en su memoria. En paralelo, creará un fragmento
disociado vacío en su mente mediante traumatización, y le dirá que él es uno de los personajes
del filme. Entonces lo que este álter disociado ve en la pantalla se convierte en su primera
memoria, y es vinculado por el programador con la ideología y la agenda Illuminati. Estos álters
estarán muy disociados de la realidad, tomarán las ficciones que han visto como realidad,
creerán que sus vidas, sus misiones, forman parte de un guión que los supera del que son
simples personajes. Lo ideal para conseguir un agente obediente que haga lo que tiene que
hacer sin rechistar y sin comprender “the whole picture”.
Pero, como todo en los Illuminati, esta felicidad tiene un precio. Habrá sido de hecho fabricada
para, como contrapunto, en un momento dado romperla y programar en base a este trauma:
“Pero en algún momento se les obligará a herirse uno al otro. Si un «gemelo» es considerado
sacrificable, la última escenificación será una en la que uno de los gemelos es obligado a morir
mientras el otro observa. Un gemelo puede guardar secretos del otro gemelo, ser obligado a
revelarlos a un instructor o un líder de la secta, y después puede ser obligado a matar al otro.
Un gemelo puede ser obligado a golpear o herir al otro. Si se niega, el otro gemelo será agredido
brutalmente por el instructor, y al gemelo que se ha negado se le dirá que el otro fue herido por
haberse negado él a obedecer. En numerosas escenificaciones se hará que un gemelo se vea
obligado a traicionar al otro, pasando después al otro niño después de una programación
intensa. Esta escenificación de la traición devastará a ambos niños, y aprenderán la verdadera
lección: no confiar en nadie. Traiciona o serás traicionado.”
De esta manera se crea una mente psicopática en los miembros de la secta, o mejor,
psicopatocrática, en la que todos son enemigos y la única ley es la del más fuerte. En la que la
coacción de la secta es más fuerte que la de la familia, que las del resto de la sociedad. En la que
la vinculación a la secta es lo más importante y esta justifica cualquier comportamiento, sobre
todo con respecto al ganado humano.
Este es el centro del toroide, el centro del laberinto, el motor oculto y secreto de las sociedades.
Esto es lo que pocos han visto y pocos quieren ver. A pesar de ser la clave de bóveda que lo
sostiene todo. Pero no la clave de bóveda que se ve, sino de la cripta que está debajo en la que
se celebran los sacrificios de sexo y de sangre.
http://educate-yourself.org/mc/mcsvaliinterviewpt1.shtml
https://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/esp_sociopol_illuminati_svali.htm
http://web.archive.org/web/20080122132845/http://www.suite101.com:80/articles.cfm/ritual_abuse/