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“A TRAVÉS DEL ESPEJO: CUERPO, ARTE Y REFLEJO”

Maria Carolina Sanchez Thorin

Eje temático: Cuerpo en la teoría


Descriptores: ​Cuerpo, espejo, reflejo, identidad, Self, empatía, cohesión, simbolización,
arte

Resumen

El siguiente trabajo es un acercamiento desde el psicoanálisis al cuerpo desde el reflejo en

el arte. Seis obras maestras de la pintura arrojadas desde diferentes momentos históricos,

nos darán luz sobre el cuerpo, el reflejo y su impacto en la comprensión del delineamiento

de lo real y lo virtual, de ver y ser visto, de lo visible y lo invisible. Se exploran de forma

detallada facultades psíquicas esenciales como la identificación, la empatía en relación al

cuerpo y su reflejo. Es éste un recorrido por la estética a través del uso del espejo en el

arte y su interpretación psicoanalítica del cuerpo.

Desarrollo

“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”


Jorge Luis Borges

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Envueltos de misterio y fascinación, la historia del arte, la literatura y la psicología, han

hecho de los espejos, esas superficies que nos sumergen en la posibilidad de lo virtual y en

lo inevitable de lo real. El cuerpo, como el receptáculo del devenir del Yo, invade frente a

nuestros ojos estas superficies milagrosas, convirtiendo lo aparente en posible y lo posible

en lo real. La sublime posibilidad del reflejo, rasga nuestro entender del cuerpo, lo plasma

en luz y le da una fuerza única de supervivencia. La luz y vida prestadas por los reflejos,

nos evocan el destello, el brillo, el lustre y la incandescencia de nuestro cuerpo, convirtiendo

la óptica en el haz que proyectará la plausible posibilidad de cobijar al Self y darle un

sentido en el espacio como ente tridimensional, como cuerpo.

La presencia de los reflejos en el arte no es fortuita. La presencia de espejos y de

superficies brillantes en la expresión pictórica además de ser una técnica maestra de

capturar la luz, nos ofrece como espectadores la posibilidad de ver a través del cuerpo y de

sentir a través de la visión. Se hace evidente la diferencia entre mirar y observar y nos

ofrece una vivencia de lo infinito desde la corporeidad. El espejo como metáfora, ha sido

herramienta mástil en el desarrollo del psicoanálisis, específicamente para los teóricos de

las relaciones objetales. Como metáfora y como símbolo, ha permitido comprender los

procesos de estructuración del Yo y la trascendencia del objeto madre (y el objeto

terapeuta), como las pantallas indispensables para el devenir de la energía psíquica y la

configuración del Self.

El espejo, aquel objeto pulido, perfecto, puro, más allá de ser el símbolo que ha

acompañado la posibilidad de los duplos y de la dualidad, se presenta ante nosotros como

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un ente real estático que captura la elocuencia de la luz y la arroja a nosotros para darnos la

impresión de otro espacio, otro ser, otra forma, otra posibilidad. El espejo en el arte juega

con nuestras impresiones, dando sensación de profundidad. El espejo arroja otro punto de

vista, otra realidad. El espejo como objeto y no como símbolo es lo que Freud evocando a

Kant, llamaría “la cosa en sí” (Freud, 1895) y aporta la mirada de lo subjetivo, una

experiencia real de refracción y reflexión física, capturada esencialmente por el sentido de la

visión como puente a la integración de las demás categorías sensoriales y finalmente a la

cohesión del Yo.

Varias obras de arte muestran la disyuntiva en donde el cuerpo es aquello que limita mi

existencia de los objetos y experiencias externas, pero además puede ser reproducido y

auto contemplado. El cuerpo humano tiene aspectos reconocibles y anticipados por el

inconsciente, pero el espejo proporciona la dualidad como la posibilidad de existencia doble

en otro espacio, en otro tiempo. Es éste pues, el inconsciente, ese universo paralelo,

amorfo, a-lógico, atemporal donde ya no rigen las leyes de la física. El espejo arroja el

drama de lo más profundo y antagónico de la existencia, del inconsciente. Alicia, en la obra

de Lewis Carroll (1871), en su búsqueda ingenua y plausible por un mundo oculto, se

encuentra no sólo con una reproducción de sí misma, sino con un espacio que la rodea, del

cual ella no habría sido consciente, el espacio del atrás, aquel que nunca, sin el reflejo,

pudiese abarcar. Pero la imagen, a diferencia de Alicia nos traiciona, nos seduce y nos

paraliza. La comprensión de éste mundo invisible pero existente y evidente ante el espejo,

estructura la posibilidad de empatía. Aquello que no vemos pero en lo que creemos, lo que

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comprendemos lo que podemos experimentar a pesar de su aparente ausencia. El reflejo

en el arte hace inmediata alusión a esta otra realidad.

​Sr. J. Tenniel

La posibilidad de recorrer visualmente los contornos y límites mortales, producen

fascinación y a la vez angustia. La fascinación y la angustia de funden en aquello

identificado por Kohut (Citado por Banai y Shaver, 2005), como la integración del Yo, su

cohesión. La fusión de Alicia con sí misma en lo virtual, no es la manifestación de la

oscuridad de la psicosis, es precisamente el opuesto, la luz de aquello que ha sido

integrado, reconocido, pensado y simbolizado.

1. Identidad, reconocimiento, cuerpo y reflejo

“Adolescence” (Brockhurst, 1932)

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En la obra ​“Adolesence” (Brockhurst, 1932), da la sensación de que la niña reconoce en su

reflejo una totalidad constituida desde su Self infantil a través de la internalización y la

constitución del núcleo de éste Self. “La base de nuestra sensación de ser un centro

independiente de iniciativa y percepción, integrado con nuestras ambiciones e ideales más

básicos y con nuestra experiencia de que el cuerpo y la mente constituyen una unidad en el

espacio y un continuo en el tiempo” (Kohut, citado por Lerner, 2015,Pg.5) Aquel momento

de ilusión que Winnicott (1958) describe como la asimetría, es un estado de expectativa

donde se percibe mediante la anticipación, la ilusión de ser otro, de duplicarse en el seno

de la madre y luego devorar el reflejo para reconocerse como diferente. Al identificar un

espacio virtual, la ilusión de otro yo proyectado, el bebé sospecha su yo virtual y puede ir

más allá del mismo. Nos muestra esta obra de arte, que en la adolescencia éste fenómeno

se reactiva nuevamente y la transacción con el mundo externo y con los objetos, es

nuevamente un reto del Yo frente al Sí mismo y al otro. Se observa el rostro de la niña

sombreado y la otra mitad pincelada por la luz. La cara iluminada simboliza el Self

cohesionado y sólido infantil, ese Self conocido en la latencia. La sombra, representa por lo

contrario, aquello que se desconoce, que se oculta del cuerpo, pero que se insinúa con el

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devenir de la consolidación de la futura identidad. La cohesión y la integración de el cuerpo

capturados en la imagen del espejo, son encubiertos a los espectadores, mientras que a la

niña se los ofrece escuetos y delineados.

Las complejas indagaciones de Lacan acerca de la función del espejo como objeto y como

símbolo, han dado un marco conceptual sólido para comprender la consolidación de la

identidad a partir del reconocimiento del sí mismo frente a la propia imagen. El

reconocimiento del sujeto en el espejo, es para Lacan la “transformación que se produce en

el individuo cuando asume una imagen, imagen que nos es cualquiera sino la de la totalidad

de sí mismo como semejante a su misma especie” (Lacan,1966. Pag12.). La niña

adolescente reconoce su cuerpo de mujer desde sus ojos infantiles, predice la integración

mental de éste futuro. Más allá de la fase del espejo lacaniana, la confrontación con el

espejo predice la captura del Yo y de los elementos de identificación que van a hacer

posible el reconocimiento. En la obra ​“Adolescence”, el espejo provee un elemento que nos

da otra posibilidad sensorial, la totalidad. La totalidad que vio el bebé cuando comprendió

su existencia independiente. Para la niña supone una regresión en donde el temor a la

fragmentación y a la pérdida de la cohesión, predicen la ansiedad que cobija la bienvenida

de la confusión que subyace a enterrar su cuerpo niño, suave y ligero. Es un nuevo

“momento de ilusión”, como lo plantea Winnicott (1958, Pag.231), que con la mirada,

absorbe toda la posibilidad de ser frente al reflejo. La veracidad de sí misma se desprende

de la consciencia de la totalidad del cuerpo, un cuerpo integrado y cohesionado gracias a la

misma imagen. La consciencia de la niña frente a su cuerpo púber desnudo, es la

consciencia de un Yo agente y un Yo creyente: Un Yo agente que verifica su posibilidad de

movimiento y un Yo creyente que frente a la capacidad de mirar, desarrolla la fe de existir

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en otros espacios, en otras mentes, en otros tiempos. Un Yo que desprende de sí la

posibilidad de otro como agente y otro como creyente.

2. Reflejo, cuerpo y cohesión

“La Reproduction Interdite” René Magritte (1937)

En la “​Reproduction Interdite” (Magritte,1937), se encuentra una posible contradicción.

Posible es pensar en el psicoanálisis como un intento para reconocer las imagos del

sujeto y el efecto deformante de las mismas desde las relaciones objetales del mismo.

El terapeuta no es simplemente un espejo, sino aquella función especular que devuelve

la cohesión de aquello que se percibía desintegrado. El espejo restituye aquel decir del

sujeto como objeto, es decir en términos de Foucault (1999), aquello que conforma una

ideología, un sustento de la identidad frente al mundo.

El espejo es entonces transformación, transportación y comunicación. Para Jacques

Derridá (1987), el espejo es también esa posibilidad de no ser siendo: la contradicción

basada en que aquello que se refleja no es aquello reflejado, sino la transformación del

sí mismo gracias a la contradicción misma de la imagen. De alguna manera, el espejo

en el arte se presenta como la supremacía del surrealismo frente a la posibilidad del Self

de doblegarse. En la ​“Reproduction Interdite”, Magritte muestra la imposibilidad de

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abarcar el cuerpo (el Self), enteramente con la percepción, con la mirada. La

contradicción semántica que se presenta al observador al ver la imposibilidad del atrás

de quien se mira, se convierte en una utopía del Yo: ​ahí estoy donde no estoy. El

cuerpo se convierte pues en una ilusión del Self, permitiendo a éste volcarse en la

contradicción de ser y no ser, de estar y no estar, de eros y tánatos, de consciente e

inconsciente. Quizás es aquí cuando la contradicción lógica de ​“La Reproduction

Interdite” sugiere que la corporeidad no es más que la percepción sensorial del ​terror de

percibir al Self como el otro. Silberman señala: “este es un hombre descubriendo no

sólo un espejo pero su cuerpo y su Self en el espejo” (Silberman,2007.Pag.52.). El

cuerpo es la revelación no sólo del Yo, sino de la dualidad Yo-Objeto, Objeto-Yo y sus

límites difusos correspondientes. El cuerpo visto afuera, traduce las pulsiones pero

también las disfraza y las oculta. El espejo como prótesis del Yo, no es en Magritte de

uso sustitutivo sino más bien extensivo. “El espejo es pues el reverso de los dados, las

direcciones y el tiempo; prolonga la visibilidad reflejando el cuerpo en el tiempo y

obstruyendo el reflejo usual encontrado en un espejo común” (Silberman, ib. Pag56.).

En términos de Derridá (1987), el “mirar la luz para poder ver la oscuridad”, es decir,

asumir el cuerpo (su presencia, su ausencia y su otredad), para poder abrazar las

estructuras inconscientes que lo definen. Opuesto a Narciso que no tiene ojos sino

para sí mismo, el hombre en la ​“Reporduction Interdite”, es ciego sólo hacia sí mismo,

hacia su inconsciente representado por su cuerpo que no ve y nunca verá. Sin

embargo, Magritte da una luz de esperanza, la simbolización. La imposibilidad de esta

corporeidad es rescatada por aquello que representa al cuerpo pero que no lo es: la

imagen, el nombre, la forma y la palabra. Este cuerpo, destinado a no existir, será

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resucitado en el símbolo y la trascendencia de su valor inconsciente, en su

representación. El espejo es entonces una “prótesis y un quiasma” del inconsciente

(Silberman,ib.).

3. Cuerpo, reflejo y empatía


“Conversation in the landing” (Blaming, 1977)
“Clementina and Isabella facing one another” (Lady Hawarden Siglo XIX)
“Mujer frente al espejo” (Picasso 1932)

Blaming Hawarden Picasso

La relación del sujeto con su reflejo en estas tres obras de arte, es una imitación del

enfrentamiento de dos sujetos. La reciprocidad no solo confunde a los espectadores, sino

que es una ambigüedad que viven los personajes representados. El cuerpo humano es

simétrico bilateralmente, esto significa que el cuerpo es el reflejo en el límite del encuentro

que coincide con el movimiento y la forma, más no con la lateralidad. El reflejo nos arroja la

imagen entonces del otro al que debo reconocer en sus extrañas diferencias del mundo a

través del espejo. Las imágenes que se ven, se confunden en el halo de aquello que es

sujeto y aquello que es objeto, los límites entre ambos son difusos. Como se ve en

“Clementina e Isabella” (Siglo XIX), el primer momento de la ​especularidad es un momento

narcisista, pero necesariamente se transforma en la posibilidad de verse a sí mismo en el

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otro y viceversa. Esta función de reconocimiento, indispensable para el desarrollo

psico-afectivo, no es otra que la empatía.

La empatía se define como aquella “capacidad cognitiva de percibir, en un contexto común,

lo que otro ser puede sentir” (Titchener, 1909). También es descrita como un sentimiento de

participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otros (Bateman y Fonagy,

2004). Para Fonagy (2002), la empatía supone uno de los pilares de la estructura psíquica

que no sólo permite el equilibrio emocional en la relaciones objetales, sino la posibilidad de

introyectar y mantener una capacidad analítica frente a las diferentes vivencias

psico-sociales. En otras palabras, la empatía como la facultad de percibir y comprender un

estado emocional ajeno, nos adentra a un espacio contundente en la experiencia del otro,

fundamentando cualquier dinámica de solución de conflictos y de negociaciones dentro de

la divergencia. Se ha descrito dentro de este marco, que aquellos niños cuya crianza está

basada en el descrito por Bowlby (1950) como “apego seguro”, a través de una relación

serena, presente, coherente emocionalmente con sus figuras primordiales, desarrollará la

capacidad empática. En términos de Winnicott (1973), la “madre suficientemente buena”

que contiene, abraza, y comprende los estados emocionales de su bebé y frente a ellos

refleja la comprensión y la serenidad de la certeza del estar ahí. Según Kohut, la madre no

sólo refleja el estado emocional del bebé, sino que también lo modifica como

representación, como simbolización (Kohut citado por Lerner, 2015). El reflejo emocional de

la madre convierte una experiencia sensorial en una consciencia contenida mentalmente.

Esta experiencia posibilita la conformación de los contornos de la identidad y por ende del

Self. En psicoanálisis este hecho se equipara al concepto de “insight”​, a través del cual se

puede apreciar el significado simbólico de las emociones propias y ajenas (Rycorft, 1968).

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Para Fonagy la mentalización y por ende la empatía, promueven fundamentalmente la

equivalencia psíquica y los modos “como ​si” y “teleológico” (Fonagy y Bateman, 2004).

Estos tres modos suponen la expansión del Yo más allá de sus barreras céntricas hacia el

pensamiento evocado al mundo externo, específicamente a los otros y sus estados

afectivos.

La apuesta de estos tres artistas en sus obras es la de intencionalmente delinear la

diferencia del sujeto y su reflejo. La duplicación no es tal, en tanto que mirarse a sí mismo

implica mirar al otro

en la diferencia, manteniendo la unicidad de cada cuerpo y su identidad. El duplo en estas

obras es intencionalmente basado en la diferencia. El reconocimiento de la propia imagen

es en sí mismo el reconocimiento del otro. La imagen idéntica del cuerpo puede generar

una experiencia existencial de ansiedad frente a “Cuál de los dos es mi verdadero Yo?”

(Miller, 1998, pg.199). Esta ansiedad en Narciso, disfrazada de una sobre-catexia en el

Ego, lo lleva a la muerte. En cuanto a las obras en cuestión, la ansiedad que surge ante la

duplicidad, es reemplazada por la introyección y aceptación interna del otro, es

reemplazada por la empatía.

Fonagy (ib.) propone que la empatía o mentalización, tiene tres dimensiones duales: El Self

y el Otro; lo explícito y lo Implícito; lo cognitivo y lo afectivo. En la obra de Picasso, “Mujer

frente al Espejo”, vemos que el cuerpo es el continente de la identidad de la mujer que

abraza el artilugio que proyecta su imagen que es a su vez duplo y símil. El cuerpo que

arroja el espejo es el Otro, el no-Yo y al que se puede acceder a través de la superficie

especular. En la obra de Blamey (1977), la confrontación de los dos cuerpos nos pone en

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evidencia la ambigüedad de aquello que como espectadores resulta lógico y lo que no. Los

dos cuerpos se miran pronunciando su relación de similitud y simetría y el espectador se

percata que aquellos dos son uno y que el cuerpo de espaldas no es más que el continente

de las motivaciones inconscientes, posiblemente de origen edípico, del cuerpo que se

presenta de frente. El reflejo, el duplo tiene pues una expresión explícita (consciente) y una

implícita (inconsciente). Finalmente en la fotografía de Hawarden, el vidrio que separa los

dos cuerpos que se miran, ofrece a los espectadores la posibilidad de reconocer los

procesos psíquicos de empatía desde la percepción consciente y racional del encuentro de

estas dos mujeres y a la vez del pronunciamiento afectivo de su relación. Sin el intermedio

de la superficie de cristal, sería imposible capturar la génesis de ésta relación.

Conclusión

En 1998 la National Gallery of Art de Londres, hizo una exhibición de más de quinientas

obras cuyo propósito era mostrar a través de los reflejos, las complejas y contradictorias

percepciones de nuestro sí mismo reflejado. La percepción del reflejo del cuerpo en el arte

nos da a teóricos y clínicos del psicoanálisis, una oportunidad para comprender el

psiquismo desde la complejidad de lo aparente, lo sutil, lo oculto, lo bello. Una gran

proporción de la cultura humana está basada en el reflejo visible del propio cuerpo, del

propio Self y la historia del arte nos regala de forma infinita, la posibilidad de integrarlo en

nuestro pensar y observar desde el psicoanálisis.

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