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Lección 15:

Los Dos Deudores

Por Miguel A. Arizola


Lucas 7:36–50

¿Cómo describió Lucas a la mujer que se menciona en Lucas 7:37?


¿Cómo demostró la mujer su amor por el Salvador?
¿Qué pensó Simón al ver lo que hacía la mujer?

Por Miguel A. Arizola


"Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía
quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no
Lucas 7:40-43 teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di,
pues, ¿cuál de ellos le amará más?"

El acreedor =
Jesucristo
El deudor que debe 50 denarios = El deudor que debe 500 denarios =
Simón el fariseo La mujer

Por Miguel A. Arizola


Lucas 7:44-47
El acreedor =
Jesucristo
El deudor que debe 50 denarios = El deudor que debe 500 denarios =

Simón el fariseo La mujer


• No brindó agua a Jesús para lavarse • Le lavó los pies con sus lágrimas y
los pies los enjugó con su cabello
• No lo saludó con un beso • Le besó los pies
• No lo ungió con aceite • Le ungió los pies con aceite
• Lo amó poco perfumado
• Lo amó mucho

¿Qué bendición recibió la mujer de parte del Salvador?


Por Miguel A. Arizola
“Hay muchos grados de dignidad y de rectitud personales. Sin embargo, el
arrepentimiento es una bendición para todos; cada uno de nosotros necesita sentir los
brazos de misericordia del Salvador mediante el perdón de nuestros pecados.
“Hace años, se me pidió que me reuniese con un hombre que, mucho antes de nuestra
reunión, había vivido, por un tiempo, de forma desenfrenada. Como resultado de sus
malas decisiones había sido excomulgado de la Iglesia. Ya hacía mucho que había
regresado a la Iglesia y estaba cumpliendo fielmente los mandamientos, pero sus acciones
del pasado lo perseguían. Al reunirme con él, sentí su vergüenza y profundo
remordimiento por haber dejado de lado sus convenios. Después de nuestra conversación,
coloqué mis manos sobre su cabeza y le di una bendición del sacerdocio. Antes de
pronunciar palabra, sentí, en forma sobrecogedora, el amor y el perdón del Salvador hacia
él. Después de la bendición, nos dimos un abrazo y el hombre lloró intensamente.
“Me maravillan los brazos del Salvador llenos de misericordia y de amor que envuelven al
Neil Linden Andersen arrepentido, sin importar lo egoísta que haya sido el pecado que abandonó… Con la
(1951 – Actualidad) excepción de aquellos que han optado por la vía de la perdición luego de haber conocido
la plenitud, no hay pecado que no pueda ser perdonado… El perdón divino es uno de los
frutos más dulces del Evangelio, pues quita el remordimiento y el pesar de nuestro
corazón y lo reemplaza con regocijo y tranquilidad de conciencia

“[Arrepentíos]… para que yo os sane”, Liahona, noviembre de 2009, págs. 40–41

Por Miguel A. Arizola


D. y C. 58:43

El arrepentirse del pecado no es fácil, pero el galardón vale el precio que se paga. El
arrepentimiento se efectúa un paso a la vez, y la humilde oración facilitará cada paso esencial.
Como requisitos previos al perdón, primero deben existir el reconocimiento, el remordimiento
y luego la confesión. “Por esto sabréis si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los
confesará y los abandonará” (D. y C. 58:43). Se debe hacer la confesión a la persona dañada;
debe ser una confesión sincera y no sólo una mera admisión de culpa después que las pruebas
sean evidentes. Si se ha ofendido a muchas personas, la confesión se debe efectuar a todas las
partes ofendidas. Los hechos que pudiesen afectar la situación de uno en la Iglesia o el
derecho a los privilegios de la Iglesia deben confesarse de inmediato al obispo, a quien el
Señor ha llamado como un juez común de Israel.
El siguiente paso es la restitución, reparar el daño causado, si es posible. Luego siguen los
pasos de tomar la determinación de mejorar y de refrenarse de una recaída, o sea,
Russell Marion Nelson
arrepentirse “con íntegro propósito de corazón”. Gracias al rescate pagado por la expiación de
(1924 – Actualidad)
Jesucristo, el pecador que se arrepiente y continúa libre de pecado recibe un perdón total.
Isaías dijo: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si
fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”.

“El arrepentimiento y la conversión”, Liahona, mayo de 2007, págs. 102–105.

Por Miguel A. Arizola


Cuando Jesús dijo “arrepentíos”, Sus discípulos anotaron ese mandato en
griego empleando el verbo metanoeo. Esa palabra poderosa tiene una gran
importancia. En esta palabra, el prefijo meta significa “cambio”. El sufijo se
relaciona con cuatro términos griegos importantes: nous, que significa “la
mente”; gnosis, que significa “conocimiento”; pneuma, que significa
“espíritu”; y pnoe, que significa “aliento”.
Por consiguiente, cuando Jesús dijo “arrepentíos”, Él nos pidió que
cambiáramos nuestra mente, nuestro conocimiento y espíritu, e incluso
nuestro aliento. Un profeta explicó que tal cambio de aliento es respirar
con un reconocimiento de gratitud hacia Él que nos concede cada aliento.
Russell Marion Nelson El rey Benjamín dijo: “Si sirvieseis a aquel que os ha creado… y os está
(1924 – Actualidad) preservando día tras día, dándoos aliento… momento tras momento, digo
que si lo sirvieseis con toda vuestra alma, todavía seríais servidores
inútiles”.

“El arrepentimiento y la conversión”, Liahona, mayo de 2007, págs. 102–105.

Por Miguel A. Arizola


Los frutos del arrepentimiento
Los frutos del arrepentimiento son dulces. Los conversos arrepentidos se dan cuenta de
que las verdades del Evangelio restaurado gobiernan sus pensamientos y hechos,
determinan sus hábitos y moldean su carácter. Son más fuertes y más aptos para
abstenerse de toda impiedad; además, los apetitos carnales inmoderados, la adicción a la
pornografía o a las drogas nocivas, las pasiones desenfrenadas, los deseos carnales y el
orgullo, se debilitan con una conversión completa al Señor y una determinación de servirle
y de emular Su ejemplo; la virtud engalana sus pensamientos y la confianza en sí mismos
aumenta; el diezmo se percibe como una bendición de felicidad y protección y no como un
deber o un sacrificio; la verdad nos atrae más y aquello digno de alabanza nos llama más la
atención.
El arrepentimiento es el régimen del Señor para el progreso espiritual… ¡eso es la
conversión! ¡El arrepentimiento es la conversión! Un alma arrepentida es un alma
convertida, y un alma convertida es un alma arrepentida.

“El arrepentimiento y la conversión”, Liahona, mayo de 2007, págs. 102–105.

Por Miguel A. Arizola

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