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CAPÍTULO 1

Hacia el Paradigma de la Complejidad

EN LOS ALBORES DE UN CAMBIO

En 1962 Thomas Kuhn definió la moderna acepción de paradigma1* como


ese conjunto de prácticas que caracterizan a una disciplina científica durante
un período específico de tiempo. El paradigma hegemónico desde el siglo XIX
ha sido el positivismo, que adquiere carta de naturaleza con A. Comte, a su vez
reflejo de pensadores como Laplace que crecen en la atmósfera de la Ilustra-
ción propiciada por Diderot y D’Alembert.
En el siglo XX, el Círculo de Viena, desde Wittgenstein a Carnap, da cima a
su forma más actual. El paradigma científico positivo no se limita al espacio de
una sola ciencia, sino que pretende abarcar al conjunto del campo en que éstas
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se integran. No son ajenos al empeño textos como La lógica de la investigación


científica de Karl Popper y la Enciclopedia Internacional de la Ciencia Unificada
de R. Carnap.
De manera progresiva, el concepto de ciencia se ha identificado con el mo-
delo científico positivo hasta tal punto que aquellas disciplinas que no satisfa-
gan las condiciones prescritas por éste, caen fuera de ella.
Los cambios de paradigma tienen lugar, precisamente, ante la presencia de
nuevos problemas que señalan los límites y la insuficiencia del paradigma ante-
rior. El contexto de descubrimiento alude al espacio y tiempo histórico en el que se
identifican los mencionados problemas. Se diría que surge un proceso en casca-

——————
1
T. Kuhn (1962).

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da donde el colectivo de pensadores adquiere una especial sensibilidad para pro-


ponerse otras cuestiones. Es el tiempo de los hallazgos simultáneos sin que sus
autores hayan mantenido contacto entre sí, en una especie de acción a distancia
cuyo responsable último es el contexto. Se dotan de sentido viejas observaciones
que habían quedado relegadas al desván de las curiosidades por ser demasiado
adelantadas para su tiempo. El hombre tiene la edad de sus arterias, frase atri-
buida a Leonardo da Vinci, no adquiere la debida plenitud hasta nuestros días.
El problema de los tres cuerpos de H. Poincaré es otro ejemplo que advierte la
inestabilidad de las órbitas celestes, un final inesperado para el universo de Ke-
pler; saldrá del ostracismo muchos años después de ser enunciado por su autor
gracias a la reivindicación que de él hace, en 1954, el ruso Kolmogorov.
Estos fenómenos anuncian el cambio de paradigma o, al menos, la coexis-
tencia temporal de un nuevo paradigma con el anterior.

LOS PRIMEROS BOSQUEJOS

Me propongo examinar ahora con más detalle el llamado Paradigma de la


complejidad. Bajo su competencia cobran sentido problemas que hasta la fecha
no alcanzaban solución satisfactoria, también cuestiones anteriores serán vistas
desde ópticas diferentes. Surgirán así saberes distintos a los consagrados.
Como ilustración de lo dicho, examinemos la relación predador-presa. El
conocido ejemplo del estanque poblado de carpas y lucios es una muestra aca-
bada de inestabilidad: no es posible predecir las poblaciones relativas de los pe-
ces en el curso de los sucesivos ciclos. Este peculiar comportamiento sólo ha
sido interpretado de forma adecuada con la ayuda de la teoría del caos, que se
encuentra en los aledaños de lo complejo.
La adaptación es otro de los conceptos que sufre profundas modificaciones
a la luz del nuevo paradigma. Desde la perspectiva de lo lineal, la adaptación se
entiende como el acomodo del animal al medio y a sus cambios. Este último
dicta sus condiciones. Pero el proceso es mucho más complicado; hoy enten-
demos por sistema complejo adaptativo* a aquel que adquiere información sobre
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su entorno y acerca de la interacción entre el propio sistema y dicho entorno, iden-


tificando regularidades y condensándolas en una especie de esquema que le per-
mite actuar sobre el medio. Este proceso no es lineal, discurre en el territorio de
lo complejo. Las modificaciones que el ser ejerce sobre el medio influyen re-
troactivamente en el logro de la mejor conducta entre las posibles.
La retroacción es una de las señales de identidad de los fenómenos com-
plejos.

COMPLEJIDAD Y NIVELES DE INTEGRACIÓN

El proceso que aborda los diferentes niveles de integración y la manera en


que estos se enlazan, es fundamental para dos de los propósitos de este libro:

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— La emergencia de lo psíquico.
— La somatización en el proceso psicosomático.

Ambas cuestiones están estrechamente conectadas. En el primer caso se


trata de un devenir evolutivo, en el segundo de lo contrario: de un proceso con-
traevolutivo. En cada circunstancia contendemos con «psíquico» y «somático»,
eslabones de la misma cadena, una cadena compuesta por numerosas piezas; el
estudio de cada una de ellas corresponde a una ciencia determinada, aunque
bien es verdad que la armonía entre una ciencia concreta y el dominio de la
misma no es perfecta. En las fronteras, los campos científicos se solapan. Un
cuerpo de conocimiento como tal no es autosuficiente, hay que contemplarlo
desde atalayas más lejanas, las que procuran las metaciencias. Al mismo tiem-
po, toda ciencia se interroga a sí misma sobre sus orígenes y acerca del lugar
que desempeña en el contexto en el que se desenvuelve.
Las ciencias se agrupan y necesitan de metaciencias, que se interesan por un
proceso que las rebasa como entidades aisladas. El proceso al que aludo co-
mienza con el universo mismo y aún con la historia de sus orígenes. En los pri-
meros pasos rigen una serie de leyes cósmicas fundamentales que, más tarde,
darán lugar a otras nuevas, que proceden de las anteriores sin suplantarlas. En
los aledaños del Big Bang existen sólo las leyes de la física. La química aún no
tiene razón de ser ya que no hay átomos. Las ciencias también nacen, a medida
que surgen sus campos de dominio, sus objetos de estudio. Pasa el tiempo, el
tiempo de la entropía, ese que nos aleja del Big Bang y el proceso se alarga y se
complica; aparecen otras ciencias que se ocupan de las situaciones emergentes.
Sabemos más y el saber se torna relativo. La diversidad de campos llama a di-
ferentes disciplinas y con ello asoma el peligro cierto de la pérdida del hilo con-
ductor que engasta esos conocimientos cada vez más sectoriales.
En la historia de la ciencia pugnan los imperios con los reinos de taifas.
Cada saber pretende en su exceso ignorar a los demás, suplantarlos, reducirlos
a las leyes que son propias de su ámbito y, si fracasan, aislarse en un silencioso
desdén. Simplificación reduccionista, apartamiento o confusión babélica, exce-
sos todos que hacen perder la visión cabal del proceso al que se deben.
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Algo une al quark* con el ser humano, a despecho de los que se refugian de
manera autosuficiente en sus islotes provincianos de conocimiento. Llegados a
una cierta madurez del saber, urge no perder de vista esta circunstancia. Sólo
así los progresos concretos que establezcamos en cada uno de los eslabones de
la cadena adquirirán el necesario sentido. Cada paso profundo del conocimien-
to implica una ganancia en perspectiva, el descubrimiento de vínculos ocultos
entre tramos que antes parecían independientes. Todo ello desemboca en la ne-
cesidad de encontrar amparo en una teoría que se ocupe, desde posiciones de
una cierta abstracción, del conjunto de las ciencias que sólo son eficaces —sin
reduccionismos, ni extrapolaciones— cuando se circunscriben a un determina-
do sector de los dominios potenciales del saber. En el Museo de Pesas y Medi-
das de París se ofrecen a la vista una serie de elementos químicos, en la pro-
porción adecuada, que resumen desde el horizonte inerte de la química

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inorgánica, lo que es un hombre. Mención aparte de la curiosidad surrealista,


el absurdo pone en evidencia lo insuficiente de esta disciplina para caracterizar
algo tan complejo como el ser humano.
El hombre como totalidad está ahí como objeto que, junto con su entorno,
reclama ser estudiado. «Anojin demostró brillantemente cómo cualquier con-
ducta es la actividad del organismo como un todo, pero no homogéneo, sino fi-
namente diferenciado en todos y cada uno de los momentos o subsistemas de
dicho organismo». A. Caparrós (1978).

Este mismo autor se refiere más tarde al nivel humano como totalidad mani-
festando que no basta con mencionar el nivel psicosocial, hay que precisar sus
rasgos más distintivos, entre ellos:

1. Condensar activamente en su lenguaje específico las condiciones de


existencia (relaciones sociales explícitas o implícitas), tanto en contenido
como en la estructura y dirección de los procesos psíquicos.
2. Las cualidades de sus procesos no conscientes y sobre todo la aparición
de una cualidad nueva, la de los procesos de conciencia como conciencia
de objeto (ibíd., pág. 101).

En el sentir de A. Caparrós, los procesos conscientes e inconscientes no son


dos estratos separados sino que forman una unidad con cualidades antagóni-
cas. Unidad y contradicción simultánea.
Mención aparte de lo que Kant dejó establecido como imposibilidad ra-
dical de conocer al objeto en sí en cuanto pertenece al orden de lo real, resul-
ta evidente que cualquier disciplina que de él se ocupe pasa por alto partes
muy significativas del mismo y, si las aborda, logra un conocimiento ora re-
duccionista ora deformado. El hombre, y no sólo el hombre, es un objeto de
estudio multidisciplinario; pero las ciencias que se encargan de esa tarea, bien
diversas entre sí por cierto, si no alcanzan cierto grado de coordinación, si no
siguen un hilo conductor que las integre en una visión más amplia, logran
sólo un mosaico de saberes, el meollo esencial se escapa. Esa teoría necesaria
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—metateoría en realidad— no coincide con ninguna de las ciencias tradicio-


nales: física, química, biología, ciencias de la evolución, psicología o sociolo-
gía, por citar las más salientes; su función es dialogar con todas ellas sin inva-
dir sus espacios epistémicos. Esta teoría será aplicable a los diversos niveles
de integración y no sólo a algunos de ellos. Es preciso también que establez-
ca comparaciones entre los distintos niveles y dé cuenta de sus propiedades
emergentes.
Pienso que la teoría que, hoy por hoy, más satisface esos requisitos es la Teo-
ría de la complejidad. No niego que existan otros puntos de partida, otras teorías
marco, que cumplan los requerimientos propuestos para conseguir un conoci-
miento trascendente, conocimiento que rebase los límites de lo puramente re-
gional; pero, hasta donde yo sé, la citada teoría es la que parece más apta para
la empresa que ahora nos concierne.

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Quienes están forjando la teoría de la complejidad, que aún se construye,


poseen una curiosa característica en común: ninguno de ellos se ha conforma-
do con el ámbito que le proporcionaba su especialidad científica concreta, to-
dos han sentido el prurito de buscar perspectivas complementarias a sus cono-
cimientos, derivadas de otras ciencias: el físico bucea en la biología; el cuántico
se interesa por la cibernética; el álgebra booleana se inmiscuye en las redes au-
tocatalíticas que proceden de la química; el estudio de la forma/función irrum-
pe en la evolución dando lugar al equilibrio puntuado. En suma, ninguno de
estos investigadores puede considerarse académico en el sentido habitual del
término, parece como si todos hallasen insuficiente el espacio de una sola cien-
cia; todos también tratan de huir de los riesgos que comporta el reduccionismo,
la confusión de la cosa en sí con una visión particular y parcial de la misma.
Aparecen, poco a poco, instituciones dedicadas a este cometido: el Institu-
to Santa Fe que, desde 1984, se ocupa de establecer relaciones entre diversas
disciplinas: la física, la biología, la cibernética, la psicología y las ciencias so-
ciales. La descripción de lo que se conoce como Sistemas complejos adaptativos
ha sido uno de sus logros fundamentales. En frase del físico Murray Gell-
Mann, descubridor del quark2: «son gentes que tienen el coraje de echarle un
vistazo a la totalidad, además de estudiar las partes de un sistema a la manera
tradicional».
Estos investigadores tienen nombres propios: S. Kauffman, C. Langton, S.
J. Gould, E. Morin, el mencionado Gell-Mann, M. Eigen, y un largo etc.; otros
centros se identifican con esta misma ambición, como el Instituto Max Planck
de Göttigen, la École Normale Supérieure de París, el Instituto Tecnológico de
California o el Instituto de Química Teórica de Viena.
La complejidad como nuevo paradigma representa los aledaños de otro sa-
ber, en cierto modo se constituye como crítica y superación de la hegemonía de
la racionalidad occidental.
Desde una perspectiva semántica, «complejidad» hace referencia a fenóme-
nos compuestos por diversos elementos con relaciones entre sí y que, merced a
las mismas, configuran un todo.
Elementos, Relaciones y Totalidad, inicios de lo complejo. Cuando la física
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se interesó por el estudio de esa totalidad descubrió la existencia de relaciones,


determinadas unas, azarosas y contingentes otras, que proporcionan a nuestro
mundo confusión, incertidumbre y desorden.
Lo complejo quiere profundizar en los rasgos constitutivos del mundo real.
En sus inicios es producto del desarrollo de la ciencia física. Con el átomo
como punto de partida ha descubierto el principio de degradación y de desor-
den, además de la existencia microfísica de partículas cada vez más pequeñas,
imprimiéndole a nuestra percepción del mundo una carga de caos e incerti-
dumbre, que rompe la perspectiva rígida y simple del paradigma clásico de la
modernidad.

——————
2
M. Gell-Mann (1994).

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Es aquí donde lo complejo supera los límites de la palabra y se resiste a ser


explicado a través del dictado de una ley; se opone, en fin, a reducirse a una
idea simple.
La ciencia está obligada a tratar con lo simple y lo complejo, con la totali-
dad y lo singular. La concepción del conocimiento científico hegemónico con-
fiere a la ciencia, entre sus objetivos, la misión de disipar la aparente compleji-
dad de los fenómenos, a fin de develar el orden más simple al que se supone
obedecen los fenómenos estudiados.
Ahora bien, la ciencia contemporánea atraviesa un proceso de transición
entre los ideales del conocimiento de la racionalidad clásica —surgida a la luz
de la modernidad— y una racionalidad emergente que, desde diversas teorías
científicas, viene desplazando la simplificación mediante la cual las disciplinas
científicas creyeron poder desentrañar los enigmas del mundo. Esta propuesta
epistemológica viene expresada bajo el término complejidad.
El intento pretende conocer los lazos existentes entre las entidades que
nuestro pensamiento debe necesariamente distinguir, pero no aislar. En este
sentido, Edgar Morin apunta que el pensamiento complejo está animado por
una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no dividi-
do, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto del
mismo3. Un punto de vista que cuenta con el mundo y que reconoce también
al sujeto, que una y otra vez fue omitido en el desideratum del paradigma posi-
tivista. Morin afirma que la epistemología de la complejidad presenta a uno y
otro de manera recíproca e inseparable4. A partir de aquí —continúa— la cues-
tión del sujeto no es un problema de subjetividad, en el sentido degradado en
el que este término significa contingencia y afectividad, sino que es la interro-
gación fundamental del sí sobre sí mismo, sobre la realidad y la verdad5; todo
ello relacionado con la naturaleza bio-antropológica y sociocultural del cono-
cimiento.
Con Aristóteles, el universo se dividió en mundo celeste y mundo sublunar.
El primero está libre de mutaciones substanciales que afecten a su esencia; por
consiguiente, es ingenerable, incorruptible y conserva de manera perfecta la
forma substancial que recibió en su origen, digamos mejor, desde la eternidad.
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Por el contrario, el mundo sublunar, encarna el cambio sometido a pasiones


que es propio de los hombres. Los filósofos interesados por el mundo sublunar
afrontan la tarea de conocer al hombre, sus pasiones y su condición de totali-
dad incluida en la totalidad incluyente del universo. Borrar al sujeto del cono-
cimiento que él mismo procura ha sido el santo y seña del modelo científico po-
sitivo.
Tras Aristóteles las cosas cambiaron, llegó el imperio del Logos*. Este tér-
mino es ya utilizado por Heráclito (544-484 a.C.) en su Teoría del ser cuando es-

——————
3
E. Morin (2004), pág. 23.
4
Ibíd., pág. 64.
5
E. Morin (1999).

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cribe: No a mí, sino habiendo escuchado al Logos, es sabio decir, junto a él, que
todo es uno.
El Ser de Heráclito, entendido como Logos*, es la Inteligencia que dirige,
ordena y proporciona armonía al devenir de los cambios que se producen en la
guerra, que es la existencia misma; una inteligencia sustancial, presente en to-
das las cosas. Cuando un ente pierde el sentido de su existencia, su pensamien-
to se aparta del Logos.
Pero el Logos es una metonimia del Sujeto que es, a su vez, una entidad más
extensa y compleja.
Descartes consumará más tarde esta escisión que ahora se inicia y de la
que hoy aun tenemos un acabado ejemplo en la perspectiva neurológica que
ha imperado hasta hace poco. La neurología eliminó, como ruido molesto, el
estudio de las emociones y los afectos, parte indispensable en la constitución
del sujeto.
La teoría de la complejidad se permite criticar la epistemología occidental
—retoño de la modernidad— fundada en esa eliminación del sujeto que pro-
viene de la idea de que los objetos, al tener existencia independiente de aquél,
son observables y oportunamente explicados como objetos en sí, gracias al mé-
todo experimental y a los procedimientos de validación al uso de la ciencia mo-
derna. La epistemología derivada del positivismo descansa en un universo de
hechos objetivos, con la pretensión de estar liberados de todo juicio de valor;
en sus dominios, conocer se identifica con el conocimiento de lo externo.
El acto cognoscitivo nace amparado en la formulación de un esquema ge-
neral que lo caracteriza como relación entre el sujeto y el objeto del conoci-
miento, supuestos ambos como entidades independientes; les vincula el orden
racional del objeto y la constitución también racional del sujeto.
Dentro de este marco de referencia Morin (2004) escribe: «El sujeto es re-
chazado, como perturbación o como ruido, precisamente porque es indescrip-
tible según los criterios del objetivismo. El sujeto se torna fantasma del univer-
so objetivo»6.
De esta guisa, la ciencia se apoya en los principios de disyunción, reducción
y abstracción, que en conjunto constituyen el paradigma de simplificación.
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Como J. C. Villanueva afirma:


La vida humana no se deja domeñar fácilmente por ninguna ley o princi-
pio que pueda imponer el Paradigma de la Simplicidad, que pone Orden en
el Universo y persigue todo tipo de Desorden y Caos. La Simplicidad, que o
bien separa lo unido, o bien unifica lo que es diverso, presenta la pareja Dis-
yunción/Reducción, frente a la que se opone con energía el dúo maldito de la
complejidad: Orden y Caos. Diversas patologías afectan al pensamiento mo-
derno: la hiper-simplificación que ciega el espíritu a la complejidad de lo real;
el idealismo, donde la idea oculta a la realidad que pretende traducir; el dog-
matismo, que encierra a la teoría en sí misma, la racionalización que encierra

——————
6
E. Morin (2004). pág. 65.

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lo real en un sistema coherente. Estas cegueras son parte de nuestra barbarie.


Estamos siempre en la prehistoria del espíritu humano. Sólo el pensamiento
complejo permitirá civilizar nuestro conocimiento.

Fue R. Descartes, quien delimitó lugares rígidos para el sujeto y el objeto


del conocimiento, las entidades centrales de la cognición, argumentando la ne-
cesidad del método como medio adecuado para alcanzar el saber sobre el mun-
do exterior, en aras de lograr el dominio de la Naturaleza.
El ideal reduccionista queda formulado de forma sumamente atractiva al con-
jugar la certeza en el conocimiento exacto, garantizada por la ciencia, con la no-
ción política del dominio del hombre sobre la Naturaleza y el elevado fin de per-
seguir con ello el bienestar humano. La ecuación se concibe alrededor de estos tres
elementos esenciales que conforman el ideal de saber: emplear la ciencia para co-
nocer con exactitud cómo es el mundo, dominar así sus fuerzas y propiedades
para, finalmente, ponerlas al servicio del ser humano garantizándole bienestar.
Pero el hombre que, como señala E. Morin (2004), es un ser evidentemente
biológico, siendo al mismo tiempo un ente cultural meta-biológico que habita un
universo de lenguaje, de ideas y de conciencia. Pero esas dos realidades, biológi-
ca y cultural, que se presentan entrelazadas, figuran desunidas en el paradigma de
simplificación vigente o reducida la más compleja a la mas elemental.

ELEMENTOS Y REFLEXIONES SOBRE LO COMPLEJO

Debo ahora, sentar los fundamentos de la Teoría de la complejidad que, al


haber sido objeto de excesiva divulgación, lleva a frecuentes errores y a aplica-
ciones falsas.
Sus antecedentes cuentan ya casi con un siglo:
Complejo se opone a simple, eso parece evidente de manera intuitiva, pero
ambos términos poseen una acepción coloquial bien distinta a la científica.
Antes de entrar en los entresijos, cumple señalar los hitos que han conduci-
do a su identificación como problema. En este sentido, el desencanto al consta-
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tar que conceptos tales como la exactitud, la linealidad de la causa/efecto, el de-


terminismo o la imposibilidad de cumplir el viejo sueño de disociar observador de
observación, junto con el creciente auge de lo incierto y lo dudoso, llevó de ma-
nera progresiva a una nueva visión del mundo y, con ella, a otra forma de con-
siderar la ciencia y el conocimiento mismo.
Vayamos por partes.

De Newton a Einstein; la Relatividad

El relato que sigue consta de varios capítulos. Para empezar, Espacio y Tiem-
po son dos viejas nociones que han servido y sirven no sólo para definir un con-
texto a partir de dónde y cuándo, sino que también constituyen las entrañas de

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nuestra propia identidad. Cierta concepción de espacio lleva a establecer la di-


ferencia Yo/no-Yo; por otro lado, un aspecto fundamental de la identidad sur-
ge en la distinción Antes/Después.
Fiel a su época, el fundador de la mecánica clásica, Isaac Newton, conside-
ra el tiempo y el espacio como entidades separadas; los sucesos tienen lugar so-
bre ellos, sin que éstos los afecten. El tiempo venía representado por una recta
infinita y era considerado eterno.
La Teoría General de la Relatividad de Albert Einstein (1915) afirma, por el
contrario, que el espacio-tiempo está deformado y distorsionado debido a la dis-
tribución de materia y energía en el universo. La separación entre ambos des-
aparece. Además, los objetos que se mueven en el espacio-tiempo, aunque in-
tenten hacerlo de manera rectilínea, siguen una trayectoria curvada. La
distancia más corta entre dos puntos ya no es la línea recta, como enseña la geo-
metría de Euclides, sino la geodésica7. El movimiento se ve afectado por la ac-
ción de la gravedad. El tiempo y el espacio, en la teoría de la relatividad, están
entrelazados; resulta imposible separarlos. Lo simple se torna complejo, la evi-
dencia se reveló engañosa.
La teoría de la relatividad también quiebra el sueño del matemático Pierre
Laplace (1749-1827), quien afirmó en los albores del siglo XIX que el universo
era completamente determinista. Un limitado conjunto de leyes permitiría, de
ser esto cierto, predecir cualquier acontecimiento.
Es ese el paradigma clásico del que ya hemos hablado antes, en una de sus
formulaciones más extremas. Estas ideas encuentran eco en filosofía a través de
A. Comte (1798-1857) en su obra magna Curso de Filosofía Positiva (1830-
1842). Los problemas sociales y morales —dirá— han de ser analizados desde
una perspectiva científico-positiva fundada en la observación empírica de los fe-
nómenos, que permita descubrir y explicar el comportamiento de las cosas en
términos de leyes universales, susceptibles de ser utilizadas en provecho de la
humanidad.
El positivismo, y su retoño el neopositivismo8, encarnan hasta nuestros días
el paradigma de la ciencia por antonomasia. No obstante, menos de un siglo
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——————
7
El término geodésico proviene de la palabra geodesia, la ciencia que mide el tamaño y forma
de la Tierra; en el sentido original, fue la ruta más corta entre dos puntos sobre la superficie del
planeta, en concreto, el segmento de un gran círculo.
8
El neopositivismo es la visión filosófica nacida del empirismo moderno en la experiencia del
Círculo de Viena.
Es característica del neopositivismo la reducción de la filosofía al análisis del lenguaje, tomado
tanto de la ciencia como de la vida común. La doble realidad del lenguaje produce las dos co-
rrientes del neopositivismo, como filosofía del lenguaje científico y del lenguaje corriente. Las dos
dependen del principio dogmático que Wittgenstein codificó en su Tratado lógico-filosófico, a sa-
ber, que las afirmaciones hechas sobre las realidades existentes solamente tienen sentido si se
prueba su verificabilidad; la única excepción a este principio se refiere a alguna de estas afirma-
ciones: las enunciaciones lógico-matemáticas que no pueden verificarse, pero que gozan de veri-
dicidad en cuanto que sus términos de base son verdaderos.
El Círculo de Viena fue fundado en 1922 por el filósofo Moritz Schlick. Pertenecieron a él, en-
tre otros, L. Wittgenstein, Rudolf Carnap y el primer Karl Popper.

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más tarde de que Laplace y Comte difundiesen sus ideas, comienzan una serie
de momentos científicos que socavan seriamente esta tersa y acabada construc-
ción.

Incertidumbre e indeterminación. La mecánica cuántica

Corre el año 1920 y con él comienza una década de una fecundidad asom-
brosa. Werner Heisenberg (1901-1976) en Copenhague, Paul Dirac (1902-
1984) en Cambridge y Erwin Schrödinger (1887-1961) en Zurich, inauguran
una nueva física que implica al mismo tiempo una imagen distinta de la reali-
dad, llamada mecánica cuántica. Esta joven rama de la física está basada en la teo-
ría de Max Planck (1858-1947). Las partículas subatómicas, que son el campo
de su interés, presentan la extraña propiedad de no tener una posición y una ve-
locidad bien definidas a un tiempo. A mayor precisión en la determinación de la
primera, menor será la exactitud con que podamos establecer su velocidad y a
la inversa.
La mecánica cuántica en su conjunto asesta un duro golpe a la simplicidad
de lo lineal, a la certidumbre y a la añorada exactitud, que pasan a ser cualida-
des de sectores concretos del conocimiento ahora incluidos en la totalidad de
lo complejo.
Es tarea imposible resumir, siquiera de manera sucinta, lo que representa
este gigantesco acontecimiento científico que, si bien nace en el ámbito de la fí-
sica fundamental, transciende con mucho sus límites.
Como hitos estelares registraré los siguientes:

1. El Principio de complementariedad

El físico danés Niels Bohr (1885-1962) describe en 1920 el principio de com-


plementariedad. Las teorías corpuscular y ondulatoria de la luz no se excluyen
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sino que se complementan, para así lograr una correcta descripción de la rea-
lidad.
La luz es pues onda y partícula. Ondas y partículas son estados complemen-
tarios, unas veces se comportan como aquéllas y otras como éstas, porque no
son ni una cosa ni la otra, simplemente, no existen sin la observación.
¿Estamos acaso en los albores de un nuevo idealismo? Más bien de un mo-
nismo de doble aspecto*.
Las manifestaciones corpusculares y ondulatorias de materia y energía son
presentaciones complementarias de un mismo sustrato. El observador interac-
túa con el sistema de tal manera que éste no puede ser considerado como inde-
pendiente. Por ejemplo, sabemos lo que hace un electrón mientras lo observa-
mos, pero lo ignoramos todo cuando cesa la observación. Nada es real, sin que
medie ésta.

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2. La Naturaleza ondulatoria de los electrones

Louis de Broglie (1892-1987) generaliza en 1924 la dualidad onda-corpúscu-


lo con el descubrimiento de la naturaleza ondulatoria de los electrones.
El hallazgo realizado por Bohr sobre la dualidad de la luz dejó inquieto a
Louis de Broglie. Llegó a preguntarse: si la luz también se comporta como partí-
cula, ¿por qué no se deberían comportar también los electrones como ondas? Ha-
bía observado que a los electrones sólo se les puede asociar números enteros en
sus órbitas y energías y esto es algo característico de los fenómenos de vibración
en ondas, lo que apunta a la naturaleza ondulatoria del electrón.
Extraña afinidad entre la luz y los electrones.

3. La Ecuación de onda

Erwin Schrödinger enuncia en 1926 la conocida ecuación de onda. Ondas


y partículas han proseguido su peculiar relación y Schrödinger no es ajeno a
ella.
Esta ecuación, en derivadas parciales, describe el comportamiento de cier-
tas variedades de ondas, las sonoras, las luminosas y las del agua. Su importan-
cia se extiende así a varios campos: la acústica, el electromagnetismo y la diná-
mica de fluidos. Históricamente, el problema de una cuerda vibrante y su
modo de proceder había sido ya estudiado por Jean d’Alembert (1717-1783),
Leonhard Euler (1707-1783), Daniel Bernoulli (1700-1782) y Joseph-Louis La-
grange (1736-1813).
Aunque la ecuación no tiene en sí significado físico, el valor de la función
de onda al cuadrado (y2) representa la distribución de probabilidad de encon-
trar al electrón en cierta región del espacio, también denominada densidad
electrónica. Recordemos la naturaleza ondulatoria del electrón. Un ejemplo de
armonía y de consistencias ocultas entre campos ajenos.
La ecuación de Schrödinger inició una nueva era para la física y la química,
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abriendo un espacio inesperado: el de la mecánica cuántica, también conocida


como mecánica ondulatoria.
Erwin Schrödinger ideó un famoso experimento mental para mostrar la su-
perposición de estados. Imaginemos —se dijo— una caja, dentro de la cual se
encuentran un gato vivo, un frasco de veneno y un aparato que funciona de tal
manera que, con una probabilidad del 50 por 100, puede romper el frasco pro-
vocando, con la salida del veneno, la muerte del gato. Existe un 50 por 100 de
probabilidades de que el gato muera. Sin ver dentro de la caja, inferimos que el
gato está vivo o muerto. Desde el universo cuántico ninguna de las dos posibi-
lidades es real, a menos que la sometamos a observación.
La ecuación de onda de Schrödinger afirma que el gato estará simultánea-
mente muerto y vivo; sólo la observación hace desaparecer la superposición de
estados onda/partícula.

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30 Nicolás Caparrós

La función de onda en este ejemplo es, por tanto, la suma de los estados gato
muerto y gato vivo.
Corolario.—Nada es real, salvo en observación. Entiéndase real como exis-
tente. Esta situación, como tantas otras de la mecánica cuántica, contradice el
sentido común.
Una llamativa consecuencia de la ecuación de onda consiste en postular la
existencia de Mundos Múltiples, en los que todos los elementos del experimen-
to de Schrödinger se dividirían en dos mundos distintos: en uno, el gato estará
vivo; en el otro, muerto. Si intentamos comprobar si el gato está vivo o muerto,
también nos dividiríamos en dos, en tanto que observadores, y así sucesiva-
mente. Escisiones infinitas que superan con mucho a la más impensable esqui-
zofrenia.
La interpretación de la Teoría de los Mundos Múltiples, enseña que lo único
conocido es el pasado, no accedemos al presente en todos sus detalles y el futu-
ro no está determinado, puesto que existen muchas rutas (múltiples mundos)
que llevan al futuro y alguna versión nuestra seguirá por ellas. Cada uno creerá
que avanza a través del único camino y se mirará en el rastro de un solo pasado.
Resulta imposible conocer el futuro, existen infinitas posibilidades del mis-
mo, el abanico es inimaginable y el portón hacia la complejidad queda abierto
de par en par.
A partir de Schrödinger ya no será posible aspirar al desideratum de elimi-
nar al sujeto del hecho observado. Es esta una constricción inevitable del co-
nocimiento. Si la ciencia del modelo científico-positivo desdeña lo subjetivo
ahora ve ante sí que su objeto queda inextricablemente unido a la presencia del
observador, con ello la objetividad recibe un nuevo golpe.

4. El principio de incertidumbre

Sigue la década prodigiosa. En 1927 Werner Heisenberg formula el princi-


pio de incertidumbre estableciendo la imposibilidad de realizar la determinación
exacta y simultánea de la posición y momento de un cuerpo. Si multiplicamos am-
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bas indeterminaciones aparece la ya conocida constante de Planck9, otra extra-


ña conexión que apunta a la intrincada red que establecen todos estos concep-
tos. Una vez más la relación latente onda-energía.
El principio de incertidumbre, en su generalización trivial, ha sido y es ori-
gen de numerosos errores; debemos ser cuidadosos con él. En primer lugar, sig-
nificó la clausura de la omnipresencia de la ley de la causa/efecto, cuyos orígenes
se remontan a Tales de Mileto (624?-548 a.C.). El que fuera maestro de Pitágo-
ras consideró que todo ser proviene de un principio originario, sea el agua, o
——————
9
La Constante de Planck, descrita en 1901 y simbolizada con la letra , es una constante físi-
ca utilizada para describir el nivel de energía de los cuantos, pequeñas unidades indivisibles de
energía. Relaciona la energía E de los fotones, con la frecuencia n de la onda lumínica E =  n.
 = 6.6262 × 10-27 erg seg.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 31

cualquier otro; su pretensión de encontrarlo de una forma científica, sin invo-


car lo sobrenatural, le hace ser considerado como El padre de la filosofía.
Esta ley ha experimentado a lo largo del tiempo diversos refinamientos,
pero su ambición permanente fue y es la búsqueda de un orden universal.
Con el principio de incertidumbre el férreo determinismo, llevado a su cús-
pide por Laplace, queda seriamente erosionado.
La causalidad y el determinismo se ven ahora limitados al ámbito de la lla-
mada física clásica o newtoniana. La cuestión es bien distinta al tratar con gran-
des velocidades, a las que conviene la visión relativista, o con el mundo de las
partículas, vistas desde la nueva perspectiva cuántica.
Otra de las principales consecuencias del principio de incertidumbre resulta
ser que es imposible conocer el presente en todos los detalles, tampoco podemos
presagiar el futuro, puesto que es impredecible e incierto.
El pasado queda perfectamente establecido: sabemos de dónde venimos,
pero no a dónde vamos.
El punto de partida de la Teoría de la relatividad, afirma Heisenberg, es el
postulado según el cual la velocidad de la luz es una barrera infranqueable. De
manera semejante, ese límite inferior de la exactitud con que alcanzamos a co-
nocer ciertas variables es enunciable como ley de la naturaleza bajo la forma de
las llamadas relaciones de incertidumbre.

5. El espacio de las probabilidades

Los cambios se suceden. Si admitimos el principio de incertidumbre, tal


como lo formuló Heisenberg, habrá que abandonar la relación estricta causa-
efecto y aceptar en su lugar el mundo de las probabilidades. Este mundo proba-
bilístico reemplaza la perdida exactitud, como ya preludiaron los trabajos pio-
neros de L. Bolztmann (1844-1906).
El principio de Heisenberg, que ejerció una gran influencia no sólo en la
física sino también en la filosofía del siglo XX, afirma que ningún objeto o fe-
nómeno alcanza valores perfectamente definidos para todos sus atributos;
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cuanto más exactamente conocemos uno de ellos, mayor será la inexactitud


con que sabremos de los otros: nada es real, nada viene determinado, todo es
probabilidad.

5.1. Entrelazamiento cuántico. Interpretación de Bohm

D. Bohm (1917-1992) intenta en 1952 explicar algo más sobre la incerti-


dumbre y contribuye a establecer la noción de entrelazamiento cuántico. Su in-
terpretación de la mecánica cuántica, llamada también la interpretación causal u
ontológica, es una extensión de las teorías de Broglie, que había generalizado la
dualidad onda/corpúsculo. Es un ejemplo destacado de entre las teorías llama-
das de variable oculta, que proporcionan una descripción local de tipo deter-

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32 Nicolás Caparrós

minista eliminando, entre otras, la paradoja del gato de Schrödinger, el proble-


ma de la medida y el colapso de la función de onda. Sin embargo, sucede que
el Teorema de Bell pone al descubierto el aspecto no local de la naturaleza que
se acomoda a la teoría cuántica por medio del colapso de la función de onda,
que es un cambio repentino y global de esa función como sistema.
El citado colapso se produce cuando alguna parte del sistema es observada.
¡De nuevo la observación! Es decir, al hacer una observación del sistema en una
región determinada, la función de onda varía instantáneamente y no sólo en esa
región sino en otra muy distante. Este comportamiento es completamente natural
en una función que describe probabilidades, puesto que éstas dependen de lo
que se conoce como sistema. Si lo que se sabe sobre un sistema cambia, como
consecuencia del resultado de una observación, en ese caso la función de proba-
bilidad (la amplitud de la función ondulatoria elevada al cuadrado y2) deberá su-
frir transformaciones. Por esta razón, un cambio de la función de probabilidad en
una región distante es normal, incluso en la física clásica. Refleja el hecho de que
las partes del sistema están correlacionadas entre sí en el llamado entrelazamiento
cuántico, por lo tanto, un incremento de la información en este preciso lugar vie-
ne acompañado por un incremento de la función del sistema en cualquier otra
parte. Sin embargo, en la teoría cuántica este colapso de la función de onda es tal
que aquello que ocurre en un lugar distante, en muchos casos tiene que depen-
der de lo que el observador eligió observar. Lo que uno ve allí se supedita a lo que
yo hago aquí. Este es un efecto completamente no-local, no-clásico.
El mencionado teorema de Bell10 complica las cosas. Demuestra que no
existen variables locales ocultas compatibles con la mecánica cuántica. Queda-
mos así sometidos a elegir entre dos males: descartar lo local, o eliminar el rea-
lismo. La interpretación de Bohm opta por lo segundo.
Las partículas separadas por una gran distancia son capaces de comunicar-
se de forma tal que no puede ser explicada por la teoría de la relatividad pero
sí desde la mecánica cuántica, la cual admite un alto grado de correlación,
como si las dos partículas cooperasen telepáticamente de un modo innatural.
Ambas partículas tienen un origen común en el Big Bang, por lo que no actúan
independientemente al azar; existe entre ellas algún grado de correlación. En el
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universo como sistema todo se conecta con todo; un elemento de la realidad o


una subtotalidad poseen la información del todo.

6. La conservación de la paridad

Habiendo tenido mucho menos reconocimiento entre los profanos que los
anteriores físicos, Eugene Wigner (1902-1995) proporcionó otro extraordina-
rio avance al cuasi-mágico mundo de la mecánica cuántica.
——————
10
El Teorema de Bell prueba la conexión-correlación entre sistemas no relacionados causal-
mente. Bell aduce que mientras la separación en el tiempo o en el espacio son reales en ciertos con-
textos, dicha separación es irreal o carece de importancia en la mecánica cuántica.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 33

Para entender su aportación de manera simplificada, denominemos A y B a


dos partículas subatómicas. Supongamos que siempre que A se desintegra en
otras dos partículas, éstas son ambas A o ambas B.

Entonces: A = A + A o A = B + B.

Al desintegrarse una partícula B en otras dos, una de ellas sería siempre A y


la otra B.

B = A + B.

Imaginemos que A representa un número entero par (2, 4, 6...) y B cual-


quier entero impar, (3, 5, 7...).
Sabemos que la suma de dos enteros pares siempre es un entero par (6 = 2
+ 4). A = A + A.
La suma de dos enteros impares siempre es par (8 = 3 + 5), de modo que A
= B + B.
Sin embargo, la suma de un entero par y otro impar es siempre impar (7 =
3 + 4). B = A + B.
Dicho con otras palabras: existen ciertas partículas subatómicas, que podría-
mos llamar impares, mientras otras serían pares.
Cuando dos enteros son ambos pares o impares, cuenta con la misma pari-
dad. Si uno de ellos es par y el otro impar, son de paridad diferente.
Hay conservación de la paridad cuando las partículas subatómicas se com-
portan como si algunas de ellas fuesen pares y otras impares, sin quebrantar
nunca las reglas de adición de números pares e impares.
Una vez aclarado, mediante el anterior ejemplo, lo que es la conservación de
la paridad, volvamos a Wigner, que demostró en 1927 la existencia de la con-
servación de la paridad entre las partículas subatómicas, porque podía decirse
que dichas partículas poseían una simetría izquierda-derecha. Los objetos que
poseen tal simetría son idénticos a sus imágenes especulares. Los numerales
«8» y «0» y las letras «H» y «X» observan esa simetría, las letras «b» y «p» no.
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Si les damos la vuelta, «b» se convierte en «d» y «p» en «q».


La quietud no dura demasiado en este vertiginoso proceso. En 1956, los físi-
cos Tsung Dao Lee y Chen Ning Yang demostraron que la paridad no se conser-
va en ciertos tipos de sucesos subatómicos, los experimentos demostraron en se-
guida que estaban en lo cierto. Según esto, determinadas partículas subatómicas
no se comportan como si no fuesen simétricas bajo ciertas condiciones.
Como señala de Gortari (1988), la paridad no se cumple para las interaccio-
nes débiles11 entre las partículas elementales. Por esta razón fue necesario encon-
——————
11
La interacción débil, o fuerza nuclear débil, es una de las cuatro fuerzas fundamentales de
la naturaleza. En el modelo estándar de la física de partículas, ésta se debe al intercambio de los
bosones gauge W y Z, que son muy fuertes. El efecto más familiar es el decaimiento beta (de los
neutrones en el núcleo atómico) y la radioactividad.

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34 Nicolás Caparrós

trar una ley de conservación más general. Allí donde una partícula no era simé-
trica, su antipartícula (de carga eléctrica o campo magnético opuesto) tampoco lo
era; inversamente, si una partícula era tal que p, su antipartícula era como q.
Juntando la carga eléctrica (C) y la paridad (P), llegamos a establecer una
regla elemental que detecta qué sucesos subatómicos tendrán lugar y cuáles no.
Esto es lo que se denomina la conservación CP.
Más tarde se vio que, para que la regla estuviese a salvo de todo riesgo, ha-
bía que considerar también la dirección del tiempo (T), pues es preciso señalar
que los sucesos subatómicos permiten ser vistos como si se desarrollaran hacia
adelante o hacia atrás en el tiempo, lo que recibe el nombre conservación CPT.
Hace poco se ha puesto también en tela de juicio la conservación CPT y el
camino sigue.

7. El teorema de la incompletitud de K. Gödel

Llegados a este punto, parecería que sólo queda el refugio seguro de las
ciencias exactas. La matemática ha luchado a lo largo de su historia contra lo
indeterminado, lo indefinido, lo inexacto. Lo hizo con la teoría de los límites,
con el cálculo infinitesimal, el cálculo integral, a través de la teoría de los nú-
meros transfinitos y un largo etcétera. Pero la incertidumbre tiene un largo bra-
zo que también alcanza a este territorio. Un año después de terminada la déca-
da 1920-1930, le llega también la hora a la matemática.
El teorema de Gödel, descrito en 1931, demuestra que dado un conjunto de
axiomas, como los que fundan la matemática, siempre habrá uno de ellos sobre
el cual no podríamos afirmar si es falso o verdadero, sean cuales fueren las reglas
que se elijan.
El teorema de incompletitud de Kurt Gödel establece límites fundamentales:
en términos generales, hay problemas para los que no existen soluciones esta-
blecidas por ningún conjunto de reglas o procedimientos12.
La incertidumbre encuentra un nuevo espacio.
Como afirma S. Hawking, el teorema de Gödel, el principio de incertidum-
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bre y la imposibilidad práctica de seguir un sistema caótico representan un con-


junto de limitaciones para el conocimiento científico; para los cánones del co-
nocimiento científico-positivo, añadiríamos nosotros.

8. La teoría del caos

Este corpus teórico viene a completar el panorama que lleva directamente a


la incertidumbre, a las limitaciones impuestas a la teoría de la linealidad, obliga
también a introducir nuevas precisiones sobre el determinismo.
——————
12
Un análisis, riguroso y accesible a un tiempo, de este teorema se puede encontrar en D. R.
Hofstadter (1979).

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 35

La realidad posee aspectos previsibles junto con otros que no lo son. La teoría
de redes enseña que existen procesos de retroalimentación positiva y negativa.
Los primeros abocan a situaciones de extrema inestabilidad, mientras que los
segundos se oponen al cambio, puesto que siempre buscan regresar al estado
inicial; parecen decir que es mejor lo malo conocido.
La ciencia clásica se ocupaba ante todo de la estabilidad (retroalimentación
negativa), la reciente teoría del caos se interesa por la inestabilidad (retroali-
mentación positiva), que establece relaciones de covarianza entre las variables:
cuando una aumenta, también lo hace la otra.
A título de ejemplo, examinemos brevemente la conducta de las personas
en las organizaciones. Este campo ha ido estudiado por la psicología sistémica,
la cual se apoya en la Teoría General de los Sistemas. De acuerdo con ella, las
personas se parecen mucho al clima: tienen comportamientos predecibles e im-
predecibles y no es posible descubrir todos los factores que sobre ellas actúan,
tal y como sostiene el teorema de incompletitud de Gödel. Porque el citado
teorema viene a decir, en otros términos, que el mundo de la matemática es dema-
siado complejo para que quepa en un sistema cerrado, uno al menos de sus axio-
mas opera como señal que envía a un espacio más amplio, que tendrá, por su ma-
yor complejidad, nuevas propiedades emergentes, responsables a su vez de nuevas
reglas [...] y la recursividad prosigue.
El paradigma de la complejidad discurre en torno a cómo conocemos la
realidad, no tiene la ambición, desmesurada por otra parte, de adquirir el co-
nocimiento sobre lo real. En la teoría del caos el concepto de atractor*, y más en
concreto el de atractor extraño*, cobra una importancia capital.
Un atractor es un conjunto de puntos en el espacio de fases, de tal forma
que todas las trayectorias iniciadas en su vecindad convergen hacia él. Un atrac-
tor atrae hacia sí haces de trayectorias.
Se dice que un sistema tiene uno o más atractores cuando, tras una pérdida
de equilibrio en el mencionado sistema éste lo recupera, captado por los men-
cionados puntos, repitiendo así pautas de comportamiento ya conocidas. Si se
trata de un atractor extraño, la conducta del sistema es impredecible y sólo nos
podemos referir a ella en términos de probabilidades.
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Podríamos resumir lo esencial de la Teoría del Caos diciendo que es la rama


de la matemática que se interesa por el comportamiento cualitativo a largo pla-
zo de un sistema dinámico.
Uno de los objetivos esenciales es describir los puntos fijos, o puntos esta-
bles de un sistema dinámico dado, porque son los valores de la variable que son
constantes en el tiempo. Algunos de estos puntos —ya lo vimos— son atracto-
res, lo que significa que si el sistema arranca en un estado cercano, convergerá
hacia este punto fijo.
También interesan los puntos periódicos, o estados del sistema que se repi-
ten una y otra vez. Estos también pueden convertirse en atractores.
Incluso sencillos sistemas dinámicos no lineales —como el ciclo preda-
dor/presa— se comportan de forma complicada y completamente impredeci-
ble en el límite del caos.

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36 Nicolás Caparrós

No existe una única definición para un sistema dinámico caótico, pero en


todo caso el comportamiento complicado del sistema queda reflejado en la
existencia de puntos periódicos en cualquier pequeña porción del espacio en el
que toma valores la variable y la presencia de condiciones iniciales que, al paso
del tiempo, encarnan valores muy cercanos a cualquiera de aquellos que puede
adquirir la variable.
Lo que empezó siendo ciencia dura de matemáticos y físicos, ha ido ensan-
chando sus límites y hoy en día la psicología y las ciencias sociales han incorpo-
rado la teoría del caos. Por razones parecidas lo mismo ha ocurrido con el psi-
coanálisis13.
He tratado in extenso este tema en Caparrós (1991), sobre todo en lo que se
refiere a la relación caos-psicoanálisis.

HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA COMPLEJIDAD

Muchos son los arroyos que hacen nacer al río y ninguno puede, en reali-
dad, pretender ser el responsable de su existencia.
Una vez bosquejado lo más saliente de su historia y los pilares en que se
apoya, podemos ocuparnos de aspectos más prácticos.
Son numerosas las definiciones de la complejidad. La que llamaremos defi-
nición A, surge a partir de la informática, es muy poco intuitiva y lejana del uso
coloquial del término. La medida de la complejidad se relaciona con el tiempo
más corto posible requerido por un ordenador para resolver un problema concre-
to. Definición funcional que se beneficia de la condición del ordenador, un ins-
trumento de suma utilidad para estudiar los problemas concernientes a este
tema. Salta a la vista que es también una declaración estrechamente depen-
diente del contexto: competencia del programador, potencia del programa y
del ordenador, etc.; aunque hoy se sospecha que la relación entre el tiempo mí-
nimo de resolución y la magnitud del problema, cuando éste tiende a infinito,
es independiente del ordenador concreto.
La cuestión ha de ser computable; si no es así, es decir si el ordenador cae
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en un bucle en un momento determinado, la definición no es aplicable.


Contamos también con otra definición a la que llamaremos B. La compleji-
dad ahora es función de la longitud del mensaje necesario para describir las pro-
piedades del sistema sujeto a examen. Un ecosistema como la selva tropical es,
en este sentido, más complejo, que un bosque mediterráneo.
Este enunciado presenta diversas ambigüedades, lo que lleva a introducir,
para mayor precisión, otro concepto: la resolución. Si describo un bosque tal
vez mi relato se ciña a enumerar plantas y animales, o quizá me extienda al ca-
tálogo de insectos o incluso de microorganismos. En cada caso el detalle se
hace más extenso. Es necesario, en el terreno de la complejidad, acotar el gra-
do de detalle, operación que conocemos como resolución.
——————
13
Véase G. Pragier, y S. Faure-Pragier (1990).

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 37

La resolución es una convención previa que permite acotar el grado de detalle


con que se describe a un sistema.
El acuerdo a priori, que hace posible la comparación, permite atender aho-
ra a otro aspecto: definir la complejidad una vez fijada la resolución.
Gell-Mann (1994) acude a un ejemplo muy claro y rico en consecuencias:
sea una red de comunicación a establecer entre ocho individuos. Algunas posi-
bilidades teóricas de comunicación entre estos ocho sujetos viene establecida
por diversos grafos14.
En cada caso, la comunicación entre dos individuos determinados es posi-
ble o imposible. Se pueden definir ahora distintos grados de complejidad. En
el diagrama A no existen conexiones. B presenta ciertas conexiones; en C todos
los vértices están conectados, pero no figuran todas las conexiones posibles. D
contiene las conexiones que no aparecen en C, es el complementario del ante-
rior, igual sucede con E y B y también con F y A.
Se establecen así una serie de gradaciones que discurren entre simple y
complejo. Para empezar, A es simple —carece de conexiones— B es más com-
plejo. Los problemas surgen ahora. Por la regla de las conexiones se podría

FIGURA 1

A B C
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D E F
——————
14
Grafo es un conjunto de objetos llamados vértices, conectados entre sí por vectores conoci-
dos como aristas, si no se les asigna a éstas una dirección determinada, como es nuestro caso, se
les denomina grafos no orientados.

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38 Nicolás Caparrós

afirmar que F es el más complejo, pero su descripción es corta: basta con decir
que está totalmente conectado. En este aspecto A y F parecen igual de simples.
Lo mismo sucede con los grafos complementarios. Por otro lado, B y E son más
complejos, según la definición B, que A y F.
Ciñéndonos a esta definición la complejidad es una propiedad dependiente
del contexto, no referente a la cosa. Dicho de otro modo, la noción de «objetivo
absoluto» sufre una merma más.
Simple, como opuesto a Complejo, adquiere un sentido más preciso cuando
las cadenas de bits se alargan.
Una estructura compleja que interesa sobremanera a nuestro propósito son
los llamados sistemas complejos adaptativos*, sujetos a las leyes de la naturaleza,
a su vez basadas en leyes físicas.
El universo es mecanocuántico, ello supone que aún conociendo su estado
inicial y las leyes pertinentes, el futuro sólo puede vislumbrarse a través de las
probabilidades. Sabemos por medio de la teoría del caos que la evolución de un
proceso dinámico no lineal es extremadamente sensible a las condiciones ini-
ciales. Sucede, en fin, que la mayoría de los procesos por los que nos interesa-
mos son del tipo no lineal.
Por lo tanto, estamos rodeados de diversas fuentes de indeterminación: la
que describe el principio de incertidumbre de Heisenberg, la que procede del
caos y la llamada indeterminación cuántica. Aunque el problema dista mucho
de estar resuelto, hoy prevalece la idea provisional de que la indeterminación
caótica es el equivalente macroscópico de la indeterminación cuántica.
Indeterminación, complejidad, no-linealidad, son algunos de los elementos
que han socavado el paradigma científico positivo y que a un tiempo crean las
bases del paradigma de la complejidad.

TEORÍAS GENERALES QUE ORGANIZAN LOS GRANDES SISTEMAS:


LOS NIVELES DE INTEGRACIÓN

Función de los niveles de integración


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La naturaleza muestra una absoluta indiferencia hacia los procesos de pen-


samiento. Son éstos los que la hienden y atraviesan disponiéndola, acaso de for-
ma artificial, en magnitudes discretas progresivamente inteligibles y, como Kant
manifestó, sesgadas de modo inevitable por nuestra intrínseca manera de per-
cibir.
Las preguntas acerca de lo que pueda ser la naturaleza encierran toda una
gama de intuiciones prestas a desplegarse en sistemas y categorías.
¿Azar o determinación? ¿Material o mental? ¿Innato o adquirido? ¿Natu-
re, nurture? ¿Continuo o discontinuo?
En cada caso, el hombre hubo de alcanzar un determinado grado de ma-
duración para plantearlas, contar con ciertas dimensiones ónticas y epistémicas,
en el decir de W. Quine.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 39

La filosofía de la ciencia, al menos en la acepción que suscribo, comprende


el análisis de los elementos implicados en la investigación científica y en las teorías
en las que se apoya, evaluadas desde su consistencia lógica, métodos y contex-
to metafísico.
La filosofía de la ciencia nunca se ha separado enteramente de la metafísica,
ni de la epistemología, tampoco tendría por qué hacerlo. Pese a ciertas preten-
siones, la ideología es también inevitable compañera de viaje en esta empresa.
La epistemología, como teoría del conocimiento, se interesa ante todo por
los sistemas generales, aquellos cuyo campo de dominio es más extenso, com-
prenden también aplicaciones particulares que, como tales, pasan de modo au-
tomático a integrar el corpus más abstracto del que proceden.
Las preguntas acerca de la naturaleza deben ser hechas en el plano de la
realidad que, en cada caso, corresponda. ¿A qué ciencia le toca en cada caso
buscar la respuesta?
El concepto nivel de integración resulta un excelente instrumento para esta-
blecer un orden que interesa a los grados de complejidad que los sistemas po-
seen y a su homogeneidad. Un determinado nivel de integración suele ser in-
competente para responder a las incógnitas que se formulan en otro.
Lo veremos en el apartado siguiente.

Un ensayo que acerca a la idea de nivel de integración

Comenzaré por uno de esos sistemas suficientemente generales del conoci-


miento al que pretendo aproximarme desde el máximo nivel de abstracción.
El enunciado epistemológico es como sigue: propósito de caracterizar un
tipo de proceso que, partiendo de una singularidad, deviene en distintos esta-
dos, sistemas o estructuras abiertas, cada una de ellas con leyes propias. Estos sis-
temas interaccionan entre sí de tal manera que el que resulta del anterior encierra
nuevas propiedades denominadas cualidades emergentes. Tales cualidades indi-
can que el paso de un sistema a otro es discreto y no gradual. Las cualidades
emergentes también anuncian con su presencia que ha sucedido un cambio de
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sistema y a la inversa: todo cambio de sistema se expresa por la aparición de


aquéllas. El salto de un sistema al que le sigue se efectúa de manera no-lineal15,
recibe diversos nombres, según sea la disciplina que se ocupa de ellos: la ar-
queología los denomina puntos bisagra, los biólogos puntuaciones y los físicos
transiciones de fase.
No será correcto decir que un sistema es la causa de otro.
La Teoría de la evolución, en un sentido suficientemente amplio, satisface
las restricciones que impone el anterior enunciado.
Empleo aquí el término de manera poco usual, diferente al que expresa
Darwin. Por evolución entiendo, en este caso, un proceso extenso que discurre

——————
15
La mutua implicación de cada sistema se define con la ayuda de ecuaciones diferenciales.

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40 Nicolás Caparrós

por sistemas de complicación creciente, que arrancando en el Big Bang culmi-


na en las sociedades humanas. La idea habitual de evolución se corresponde
sólo con la sucesión de transformaciones que protagoniza la materia orgánica
en interacción con sus entornos.
La evolución en términos generales es, precisamente, un conjunto articula-
do de múltiples sistemas que se distinguen entre sí por presentar cualidades
emergentes propias de cada uno de ellos.
Tomamos esta noción como punto de partida para introducir más tarde el
concepto capital de nivel de integración.

LA EVOLUCIÓN, COMO TEORÍA GENERAL

Evolución significa desenvolver, al principio quería decir desenvolver lo que ya


estaba allí. Sentido que, por cierto, nada tiene en común con el actual, que incor-
pora nociones tales como lo nuevo, la adaptación, la complejidad, etc. La evolu-
ción, en su acepción inicial era, hasta cierto punto, una tautología: todo estaba ya,
nada nuevo iba a suceder, sólo quedaba aguardar la expresión de lo latente.
La teoría de la evolución se ocupa hoy de multitud de problemas. Uno de
los que aquí nos atañe más de cerca es el de la emergencia de lo psíquico.
La evolución posee una serie de características fundamentales que hacen de
ella un proceso muy complejo. Es biológica, sobre todo desde que se sabe que
los genes son el soporte de la herencia. Es histórica, en la medida en que abar-
ca el período que se extiende desde el origen de la vida hasta la actualidad. Es
materialista, no recurre para su desarrollo a ningún artificio o gancho celestial16
extrínseco. Es relativista —no teleológica—, ningún plan guía sus propósitos.
Para mayor exactitud, carece de ellos. Es, por consiguiente, una disciplina que,
en su moderna formulación, encaja en el paradigma de la complejidad.
La evolución discurre por diversos niveles y subniveles de integración; lo
psíquico será un conjunto de propiedades emergentes del proceso que aquella
describe, un hecho diferencial, muchos de cuyos eslabones que a él conduce
permanecen aún oscuros.
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LA EVOLUCIÓN Y EL HOMBRE

El hombre es un tramo de un proceso que no se desenvuelve de manera


vertical, como culminación angélica de un proceso, sino de forma horizontal,
tras múltiples ensayos que siguen sendas cada vez más intrincadas.

——————
16
Skyhook (gancho celestial). Argumento metafísico extrínseco a la teoría en cuestión que se
invoca como explicación. El filósofo R. Dennett utilizó en 1995 en su libro Darwin’s dangerous
idea: evolutión and meaning of life, ese término para describir una complejidad no fundada en le-
yes de la simplicidad. En otras palabras, para referirse a una especie de milagro.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 41

El hombre es un objeto de la evolución pero no es el objeto de la misma. En


este libro tratamos del hombre, de los múltiples cortes epistemológicos que le
atraviesan, de los diferentes niveles de integración que en él inciden, de las cien-
cias y los métodos que por él se interesan, de la diversidad de conocimientos
que sobre él existen, de su totalidad y de las partes que le componen o por me-
jor decir de las partes que nuestro modo de conocer ha diferenciado.
La evolución —sobre todo cuando concierne al hombre— no ha escapa-
do, como no podía menos de ser, a profundas contaminaciones ideológicas.
«La supervivencia del más apto» es una conocida frase que se refiere al con-
cepto relacionado a la competencia por sobrevivir o dominar. Originalmen-
te fue acuñada por Herbert Spencer en sus Principios de Biología de 1864.
Spencer formuló un paralelo entre sus ideas sobre la economía de libre mer-
cado y la teoría de la evolución de Darwin en ese apartado que llamó Selec-
ción natural. Estas ideas encontraron cobijo mucho después en la llamada
Psicología del Yo, fundada ante todo en criterios adaptativos, en abierta opo-
sición con la entraña psicoanalítica enunciada por Freud, donde tras la su-
perficial adaptación impuesta por la cultura discurre la indomeñable fuerza
del Ello.
Desde el punto de vista evolutivo, el hombre es, en lo esencial, un ser mal-
adaptado, sujeto a un proceso donde los cambios se suceden, siendo el mismo
un producto emergente de un devenir que en su camino le hizo posible. Se po-
dría decir que está en constante exaptación17, recordando al paleoantropólogo
S. J. Gould. A partir de un cierto momento de su historia como especie, el
hombre re-flexiona sobre su propia evolución. Como sistema abierto en inter-
acción con el medio no se limita a acomodarse sino que transforma a su entor-
no siendo a su vez modificado por él en una intrincada relación que E. Morin
denominó hipercompleja.
Esta recursividad es una de las propiedades emergentes de lo humano. El
principio recursivo concibe los procesos como producidos y productores a un
tiempo, lo que implica la superación de la tradicional relación causa-efecto, que
queda así como caso particular del citado principio. La sociedad y el medio en
general es producida por los individuos y ésta los produce. El hombre es un ser
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social que crea sociedad y que a un tiempo es creado por ella. El grupo crea al
sujeto y éste al grupo
Como individuo consigue una parte importante de su subjetividad a ex-
pensas de la renuncia pulsional que, no obstante, siempre está presta a retomar
su curso. Pulsión y Cultura integran una relación de complicación extrema.
En cuanto a representante de la especie en la mencionada maladaptación re-
side a un tiempo su fuerza y debilidad. Esta circunstancia le llevó a sobrevivir
en ambientes francamente hostiles en los que otras especies con menor flexibi-
——————
17
Concepto creado por S. J. Gould en 1982 que revolucionó el ambiente gradualista darwi-
niano. La exaptación es una reinterpretación de los datos bajo una nueva luz. Se puede pensar en
ese contexto que cierta característica única (por ejemplo, las plumas de las aves) no evolucionó
originalmente para la función que hoy desempeña.

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42 Nicolás Caparrós

lidad adaptativa, menos plásticas y con escasas capacidades autoorganizativas,


no habrían sobrevivido; pero sus propiedades emergentes recursivas le inducen
también a desequilibrar el acuerdo precario con su entorno apenas ha sido al-
canzado.
La selección opera de manera azarosa y la supervivencia es un hecho que
acontece si las condiciones son favorables, afirma S. J. Gould.
La evolución es un equilibrio entre las ligaduras internas y el empuje
externo para determinar si se inicia o no, y cómo y cuándo, una vía concre-
ta de desarrollo. La selección natural es un empuje relevante; sin embargo,
la mayoría de las consecuencias que provoca cualquier empuje son secuen-
cias complejas, no adaptativas, de las reglas del desarrollo que definen una
vía. La mayor parte de los cambios deben ser, por lo tanto, establecidos por
estas vías, no por ningún efecto concreto de la selección. La selección natu-
ral no siempre determina la evolución de la morfología; a menudo sólo em-
puja a los organismos por un camino preestablecido y en equilibrio (S. J.
Gould, 1984).

F. Jacob (1991) sostiene, en esa misma línea, que la adaptación no es un


componente necesario de la evolución y en un organismo no todo tiene la vo-
cación de ser útil.
La tarea del saber es una aventura totalizadora y aún cuando en la práctica
se emprende por sectores busca, en último término, un sentido que trascienda
a lo parcial, a lo especializado, a lo carente de perspectiva. La fase de los cono-
cimientos sectoriales no puede ser otra cosa que un momento puntual destina-
do a integrarse en un proceso que le dote de horizontes, es decir, de Sentido18.
El estudio de lo particular, de lo interno, se une al conocimiento de las relacio-
nes, a la aventura de lo externo. Ahí y sólo ahí, como eslabón de una cadena,
encuentra trascendencia. El hecho sin contexto, el dato abstraído del medio, el
saber sin historia, yace inerte más allá de lo humano. Lo humano es en sí mis-
mo una concatenación de sentidos en busca del Sentido.
El hombre no representa la medida de todas las cosas, pero sí es artífice del
sentido de las mismas, aunque sólo sea de manera indirecta a través de las teo-
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rías que elabora. Construcciones mentales que representan una imagen de


nuestra relación con la naturaleza.
Hemos visto ya que la tarea del saber implica métodos que no se pueden
distinguir de los objetos que estudia, hasta el punto de que el hombre altera con
sus posibilidades y limitaciones, y con las teorías de que se arma, el metafísico
objeto en sí que, como tal, es un artificio inaccesible para la ciencia. El criterio
evolutivo último se funda en el holismo, aunque necesite de momentos analíti-
cos para diferenciar los eslabones de su proceso y las interacciones que éstos es-
tablecen.

——————
18
La noción «sentido» es rica en matices y acepciones. Indica dirección, también se emplea
como significación. Finalmente sentido remite a lo sensorial: los cinco sentidos.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 43

Mucho antes de que Darwin roturara el camino por el que discurren las es-
pecies19, la materia había emprendido por su cuenta el tránsito incansable des-
de la simetría inicial hacia la diferencia y la complejidad. Y si la evolución consi-
gue tejer retículos de complicación cada vez más intrincados, el hombre, por su
parte, ha perseguido dos objetivos opuestos:

a) Desandar el camino recorrido por aquélla para encontrar los sistemas


fundantes y sus componentes: grupo social, hombre, mamífero, ser plu-
ricelular, célula, molécula, átomo, partícula subatómica...
b) En segundo término, descubrir, siguiendo el natural proceso evolutivo,
las sucesivas articulaciones que alcanzan complicaciones cada vez más
inescrutables. Construcción y de-construcción jugando con la inexora-
ble presencia del tiempo.

En biología, quienes, como F. Jacob, adoptan una óptica ancha y desprejui-


ciada, describen la evolución como una sucesión de oscilaciones entre lo continuo
y lo discontinuo, entre la estructura y la función, entre la identidad de los fenó-
menos y la diversidad de los seres.
También refiere el problema de la discontinuidad de manera expresiva:
No existe una organización en lo vivo, sino una serie de organizaciones
encajadas unas dentro de otras, como las muñecas rusas [...] Más allá de cada
estructura asequible al análisis termina por surgir una estructura de orden su-
perior, que integra la primera y le confiere sus propiedades.

Dentro de las propiedades fundamentales de la evolución hay que señalar


su tendencia a la complejidad y al aumento del orden: la negentropía20. F. Jacob
(1970).
Los sistemas que resultan de esa progresiva complejidad son en muchas
ocasiones, como ya sabemos, de tipo dinámico no lineal21. Esta característica se
entiende intuitivamente así22: de una interacción local aquí abajo emerge algún
tipo de propiedad global arriba y, mediante una acción retroalimentada, la pro-
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piedad global influye, a su vez, sobre la local. Ese es, precisamente, el tipo de
relación que se expresa mediante ecuaciones diferenciales; es el campo propio
del paradigma de la complejidad.

——————
19
Si bien el concepto especie presenta varias dificultades en su definición aquí lo emplearemos
de la siguiente forma: conjunto formado por miembros genéticamente independientes cuyas muta-
ciones genéticas pueden extenderse a los restantes miembros de su grupo, pero no a los individuos de
otras especies. Poseen una dotación genética común ya que como colectivo está aislado desde el pun-
to de vista reproductivo.
20
Que, naturalmente, coincide con un aumento de desorden en el universo circundante.
21
A este respecto, a parte de los fundamentales y diversos trabajos de I. Prigogine, consúlte-
se a J. Gleick (1987) en Caos. La creación de una ciencia.
22
Como señala Chris Langton (1986), págs. 120-149.

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44 Nicolás Caparrós

A los primeros teóricos de la evolución, con Darwin, Wallace y Huxley a la


cabeza, les era ajeno este modo de operar. Por ello, el vínculo que supusieron
entre los sistemas de los que se compone la evolución era ante todo lineal23. Las
estructuras complejas a las que nos referimos producen orden; en frase de Mu-
rray Gell-Mann —que conoce bien esta cuestión en el ámbito cuántico—, la
complejidad superficial surge de una simplicidad profunda.

LOS SISTEMAS COMPLEJOS ADAPTATIVOS*.


LA EPISTEMOLOGÍA DE LAS TRANSFORMACIONES

Los sistemas complejos adaptativos se desenvuelven en procesos, cuya ca-


racterística primordial es el cambio, que tiene lugar a su vez mediante la trans-
formación de unas configuraciones relativamente estables llamadas estructuras.
Proceso, estructura y organización son nociones centrales en la Teoría de la
complejidad.

El proceso

La intersección del gran proceso evolutivo con los niveles de integración


dará lugar a sucesivos relatos que poseen una unidad histórica que parece clau-
surada. Todos ellos, sin saberlo, acumulan complejidad, negentropía*, sin que
exista un relojero sabio que se complazca en diseñarla.
Varias contraposiciones dan cuenta del mismo y de los matices que en-
cierra.

Estructura/Función24

¿Estructura o función? ¿Ser o devenir? ¿Estático o dinámico?


La contraposición entre ambos términos ha ocupado buena parte del pen-
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samiento filosófico —se hace evidente en la forma abstracta e idealizada del


platonismo25 versus la teleología aristotélica, donde prima el para funcional—.
En la investigación científica prevalece la idea de función, aunque hoy estructu-
ra y función parecen converger, porque la primera pierde su inicial carácter fi-
xista. La estructura no es algo dado para siempre, lugar de relaciones inmuta-
bles entre los mismos elementos. La creciente aceptación de la idea de
estructura como proceso lleva a admitir que aquella es un momento de algo
que deviene y que se modifica. En cierto modo, «función»* equivale al sentido
——————
23
Por eso también, dejando aparte los obstáculos ideológicos y los celos científicos, costó tan-
to integrar el mendelismo y el darwinismo.
24
N. Caparrós (2004) en... Y el grupo creó al hombre.
25
Que se encarna en la geometría de Euclides.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 45

cambiante que una determinada estructura adopta en su proceso de desarrollo


y cambio.
Aristóteles distinguió cuatro tipos de causas llamadas, respectivamente, ma-
teriales, eficientes, formales y finales, que vienen a propósito del dualismo que
estamos considerando. El concepto moderno de «causa» se restringe al de cau-
sa eficiente. La causa final se adscribe a la función, mientras que la causa formal
queda identificada con el diseño o estructura; para terminar, la causa material se
relaciona con aquello de que están hechos los elementos que integran el proce-
so. En el conocido ejemplo del edificio, los ladrillos son la causa material, el al-
bañil la causa eficiente, los planos la causa formal y la función la causa final.
Hume, interesado por el problema de la causa, refiere la causa proporciona-
da al efecto, cuando la causa es conocida y puede contener su efecto. El filóso-
fo nos dice que la huella de un pie sobre la arena, permite inferir puesto que co-
nocemos a los seres humanos a los que pertenece. Es una operación de
inducción causal. La causa desproporcionada al efecto es una relación donde el
ente causal es desconocido: tal sucede en la afirmación: Dios es origen y causa
del orden natural. Dos espacios se mezclan ahora: el de las creencias y el de la
observación, esa confusión de tipos lógicos lleva al establecimiento de un falso
vínculo.
La causa desproporcionada al efecto es una descripción que conviene a dos
géneros de situaciones bien alejadas entre sí:
La primera es el pensamiento mágico: común al niño y al hombre primiti-
vo, donde nada existe sin causa.
La segunda es cierto tipo de pensamiento científico donde la causa, a me-
nudo, es una petición de principio que no es conocida y que muchas veces se
comprueba que es fruto de la construcción ideológica.
Causa formal/causa final deviene con el correr de los siglos en estructura/fun-
ción.
La contienda estructura/función se desplaza a la ciencia misma. A través de
las dos preguntas: Qué es y Cómo funciona. Teoría y tecnología; esencia y em-
piria; formalismo y función; morfología y adaptación, internalismo y externalis-
mo, son otros tantos teatros donde se desarrolla este debate. Lo que debería ser
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complementario se traduce en posiciones enfrentadas. Ni la estructura es algo


estático —basta recordar el ejemplo de los sistemas auto-organizados—, ni la
función se concibe sin un sustrato de apoyo.
Las leyes de lo interno/estructura se activan en su interacción con el medio,
que posee las suyas propias.
Al mismo tiempo, las leyes de lo interno se desempeñan en el espacio defi-
nido por la desorganización y la complejidad; la interacción con el medio que-
da expresada en el lenguaje de la adaptación/desadaptación. Interno y externo
son dos topos destinados a entenderse y a modificarse mutuamente, sus rela-
ciones distan mucho de ser lineales.
En las concepciones más actuales de la evolución se mantiene que las es-
tructuras, no son teleológicas, ni persiguen el objetivo de ser funcionales al me-
dio; no están creadas para ese propósito, éste se reserva la opción de apoyar

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46 Nicolás Caparrós

—seleccionándolas con el peso evidente de su presencia— a las que se adaptan


a él, en detrimento de esas otras cuya organización sucumbe a la mencionada
adaptación.
Darwin, cuya teoría evolutiva basada en la selección natural le inclina hacia
el funcionalismo*, no dejó por ello de ocuparse del tema de la estructura, en la
que ya advertía algo más que lo dado para siempre:
Esta es la parte más interesante de la historia natural y casi puede decirse
que es su verdadera esencia. ¿Qué puede haber más curioso que el que la
mano del hombre, hecha para asir; la del topo, hecha para minar; la pata del
caballo, la aleta de la marsopa y el ala del murciélago estén todas construidas
según el mismo patrón y encierren huesos semejantes en las mismas posicio-
nes relativas? (Darwin, 1859, pág. 434).

Factores invariantes, diríamos ahora, que constituyen un verdadero meollo


para ciertas estructuras, que permanecen en un plano virtual, a despecho de los
cambios de función. La interacción con el medio revela propiedades que esa es-
tructura ósea posee como potencialidad en esas específicas relaciones: ser pren-
sil, horadar, galopar, nadar e incluso volar.
Como señala S. J. Gould, decidido defensor de la estructura en su concep-
ción más moderna: «Los organismos suelen estar bien adaptados a su entorno
inmediato, pero también están construidos según planes anatómicos que trans-
cienden cualquier circunstancia particular» (Gould, 2002, pág. 279).
Esta trascendencia de la estructura se ha confundido con un pretendido fi-
xismo.
Las pesquisas adquieren ahora un nuevo aspecto: ¿es la adaptación —la
vertiente funcional— el primun movens o, por el contrario, es la constricción es-
tructural, no dispuesta a cualquier cambio, quien dicta su ley? La constricción
estructural se refiere a los canales y limitaciones internas no establecidas por la
adaptación; es, al mismo tiempo, una restricción y una canalización, limita y di-
rige a la vez. Vieja polémica que, a menudo, condujo a posiciones extremas.
Este debate sólo encuentra solución teniendo en cuenta que la noción de es-
tructura no se puede estudiar sin el medio que la circunda y que la hace posi-
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ble como hecho diferencial.


La idea de estructura ha mudado con el tiempo. Empecemos por lo más
abstracto. Cabe distinguir dos nociones más o menos intuitivas de estructura:
a) Conjunto de elementos relacionados entre sí por medio de ciertas reglas.
En esta concepción la estructura es una totalidad. Husserl (1859-1938)
decía que sus elementos están relacionados de forma tal que no se pue-
de hablar de independencia relativa sino de compenetración mutua. Las
relaciones de una estructura no son lineales sino circulares. Las estruc-
turas de las que aquí trataremos son de complejidad creciente.
b) Un conjunto de sistemas. En este caso la estructura no es una realidad
compuesta de miembros, sino un modo de ser de los sistemas que se or-
ganizan de una manera específica en virtud de su peculiar disposición.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 47

Una estructura que sea metáfora de otra posee una red similar a aquélla. La
metáfora permite el tránsito, o desplazamiento, entre determinadas estructuras.
Opera como un auténtico traductor y se encarga a un tiempo de revelar la en-
traña relacional subyacente. El modo de operar de la metáfora es el desplaza-
miento.
Si bien el dualismo forma/función se remonta a los albores de la filosofía
occidental la forma, en su versión estructura, comienza a cobrar importancia a
finales del siglo XIX. Hertz (1894) la aplicó a la lógica y a las matemáticas, pero
hay que esperar a Russell y Whitehead (1910), con sus Principia, para refinar su
significado. Ambos la conciben como un esquema cambiante de relaciones. Des-
de un principio, esta noción de estructura está relacionada con la historia y el
proceso; resulta difícil separarla de otras tales como orden, forma, complejidad
organizada, totalidad, sistema, proceso o Gestalt. No obstante, es posible ha-
cerlo mediante la identificación del tipo lógico al que pertenece cada uno de los
conceptos anteriormente mencionados. Esta precaución no siempre se tiene en
cuenta en los razonamientos que las utilizan.
B. Russell (1872-1970) señaló que la idea de estructura no se debe aplicar a
aquellas configuraciones en donde el todo determina a la parte sino al campo de
las relaciones. La estructura común de dos sistemas se resume entonces en la re-
ferencia de cada uno de los elementos de uno de ellos con los respectivos del
otro. En realidad en la mente de Russell está el concepto matemático de fun-
ción. Relación — proceso — historia. Russell se inclina por el aspecto dinámi-
co del término que es factible en la idealización matemática, en detrimento de
una posible concepción holista. Su reflexión choca con el concepto abarcativo
o, si se quiere, totalizador de estructura. Al restringir «estructura» a «campo de
relaciones» elimina la visión de conjunto de las mismas.
La idea de estructura es central en lo inorgánico —ver, por ejemplo, los cris-
tales— sigue siéndolo mientras adquiere una creciente complicación al aplicar-
la a plantas y animales y sobre todo al hombre y a las relaciones que establece
por su condición de ser abierto.
Beres (1965) describió también las diversas maneras en las que «estructura»
es utilizada en psicoanálisis. En este campo las relaciones, que son básicas para
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definir el concepto, no resultan fácilmente demostrables —las estructuras psi-


coanalíticas pertenecen al interior del sujeto —quizá por ello esta noción no se
aplica con demasiado rigor en esta disciplina—. Así por ejemplo, Hartmann
(1963) manifestó de manera ambigua que cualquier formación psíquica se-
miestable o relativamente estable, se denomina estructura. Rappaport indicó
que la tasa de cambio en la estructura es menor que en el proceso, dotando a
ambos términos de un significado sui generis. Se dirá también que las interco-
nexiones de estructuras integran un sistema. Nada de real importancia26.
——————
26
Habrá que esperar a J. J. Lacan para que la idea de estructura se integre en el psicoanálisis
y con ella las fértiles nociones de real, simbólico e imaginario. No obstante, la incorporación a esta
disciplina de las ideas de auto-organización y complejidad tampoco están presentes en la obra de
ese autor.

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48 Nicolás Caparrós

No parece compadecerse demasiado el dominio de lo subjetivo con la idea


de estructura, quizá por el sesgo que adquiere la formación habitual del psico-
analista. Sin embargo, si seguimos el camino de los niveles de integración, no
tendría por qué ser así.
M. de M’Uzan (2001) expresa una serie de interesantes opiniones acerca de
este concepto en relación con el campo psicosomático. En primer lugar, consi-
dera que la estructura no es una configuración fija, sino una redistribución es-
tructural evolutiva. La estructura surge merced a la prevalencia de las técnicas
defensivas de gestión, lo que concierne en este caso al Yo. Un a modo de ema-
nación de esta instancia. Este autor opina que el carácter es algo mucho más es-
table que estas estructuras que emergen de la defensa.
Observamos el comienzo de la organización estructural cuando el Yo, en lu-
gar de proseguir con un trabajo reiterado de contrainvestimientos «decide»
modificarse.
La estructura es algo segundario al funcionamiento mental elegido y man-
tenido en el tiempo, sucede una vez que el sujeto, hecha la prueba con un de-
terminado funcionamiento mental, lo reitera, dando así la impresión de un cier-
to fixismo.
La estructura sería la resultante de un cierto número de funcionamientos
mentales seleccionados precozmente por el Yo.
La noción de estructura en el medio psiquiátrico es pariente próxima de la
idea de constitución. Para Freud era la sexualidad infantil, con todas sus va-
riantes, la que representa lo que se llama constitución.
En psicopatología se tiene la costumbre de hablar de estructura en relación
con los mecanismos de defensa prevalentes que utiliza el Yo.
Según sea el dominio de conocimiento en el que se inscribe, este concepto
adopta características diferentes. Tal sucede en la Gestaltpsychologie —Max
Wertheimer (1880-1943), Kurt Koffka (1886-1967) y Wolfgang Köhler (1887-
1967)—. En la llamada Psicología de la Forma prima la percepción de ésta fren-
te a la posible función de lo percibido.
La estructura es entendida en términos de organización por los psicólogos
de la Gestalt, que se encargaron de mostrar que los hechos psíquicos no acon-
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tecen a través de la simple acumulación de datos sensoriales, sino mediante la


función coordinada de redes de sensaciones determinadas por leyes propias de
las estructuras en las que éstas se integran.
Dentro del campo de la Psicología Estructuralista, K. Lewin (1890-1947)
desarrolló una verdadera topología. En lingüística F. de Saussure (1857-1913)
aplica también como noción central la idea de estructura. W. Dilthey (1833-
1911) se refiere a ella como una conexión de significado, idea que F. Capra re-
cogerá mucho después para caracterizar a los sistemas sociales.
Entiendo que el campo de relaciones ha de ser cerrado para hablar con pro-
piedad de estructuras y la misma clausura del campo lleva a la noción del Todo.
El interés por el Todo aumenta al abandonar el terreno de la lógica y la mate-
mática. Sin embargo, «Relaciones» y «Todo» son aspectos complementarios
del concepto que nos ocupa. Que la estructura sea algo cerrado no supone que

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esté aislada; la clausura confiere consistencia y su relación con el medio la con-


vierte en proceso.
J. Ferrater Mora (1912-1991) resume de manera eficaz el estado de la cues-
tión y subraya a un tiempo lo que acabo de tratar diciendo27:
Si consideramos los objetos de investigación científica (o científica y filo-
sófica) como un «continuo» en uno de cuyos extremos se hallan la matemáti-
ca y la lógica y en el otro las disciplinas humanísticas (y al final probablemen-
te la estética), podremos advertir que hay una transformación continua del
uso del vocablo estructura, desde un concepto puramente formal en el que
predomina la noción de «sistema de relaciones entre los elementos» que inte-
gran la estructura, hasta la noción del todo «holístico», en el cual la noción de
relación entre los elementos pierde importancia o se hace sumamente vaga, de
modo que los componentes llamados elementos o partes van siendo cada vez
más variados y heterogéneos. Sucede como si en las estructuras formales, los
elementos (y sus relaciones) determinaran la estructura y como si en las es-
tructuras no formales, los todos holísticos determinaran el tipo de elementos y
las relaciones que deben mantenerse entre ellos. En ambos casos se conserva
la noción de estructura, pero la forma de relación entre el todo y las partes se
invierte casi totalmente.

Veremos más adelante que esta inversión queda estrechamente ligada con
los distintos niveles de integración, siendo así que en cada uno de ellos existen
organizaciones con su modo concreto de manifestarse como estructuras pro-
piamente dichas.
La idea abstracta de estructura lleva a las estructuras como entes plurales y di-
versos y, con éstas, aparece el fascinante fenómeno de su transformación. Las
estructuras se generan, se desarrollan y mutan en otras de mayor complejidad,
que se distinguen de las anteriores por la presencia de nuevas propiedades.
Además, las estructuras del mundo orgánico tienen la particularidad de auto
generarse y auto organizarse. Ahora ya no es necesario invocar mecanismo crea-
cionista alguno, ajeno a la propia estructura, para explicarlas.
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El concepto de Función en psicoanálisis

A pesar de lo registrado por Beres, se puede ser más preciso con la idea de
función en el campo psicoanalítico. El modelo psicoanalítico del psiquismo es
una estructura, una estructura en proceso, una estructura histórica. La pers-
pectiva genética del psicoanálisis muestra de manera elocuente cómo el de-
sarrollo es un camino hacia la complejidad: entre la percepción y el acto se in-
serta el pensamiento.
El vínculo es el prototipo de la relación. La elaboración psíquica, que per-
sigue como objetivo el conjuro de la angustia por medio de los mecanismos de
——————
27
J. Ferrater Mora (1994). pág. 1129.

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50 Nicolás Caparrós

defensa, adopta cada vez tramas más complejas. Organización/desorganización


es la clave de la psicopatología.
El equilibrio del recién nacido se asegura mediante un conjunto de funcio-
nes* que al principio actúan de manera independiente, como si estuvieran dis-
puestas en mosaico. La mediación de la llamada función materna, permite con-
trolar este estado inicial, que más semeja anarquía que organización. Es
precisamente esta función la responsable del paso de la biología infantil al psi-
quismo incipiente. Un conjunto de elementos del bebé se ponen en relación
con aportaciones maternas, que discurren de la simple y esencial nutrición has-
ta la atmósfera táctil de la amorosa caricia. Nada más lejos en este caso que la
elemental relación causa/efecto.
Los sistemas funcionales neuropsicológicos, introducidos por Luria (1966),
son verdaderas estructuras que no se asientan en una zona determinada del
cuerpo, sino que más bien provienen de la interacción de muchos sistemas di-
ferentes alejados entre sí. Son ellos los que se corresponden con la llamada fun-
ción materna para producir esa extrema complejidad que da cuenta de la emer-
gencia de lo psíquico.
Más adelante dedicaremos la atención que se merece a estas funciones que
adquieren toda su importancia, sobre todo, a partir de los trabajos de Winni-
cott y Bion.
El recién nacido deja paso al bebé y este al niño en sus diversas fases de de-
sarrollo; a lo largo de todo este proceso, el pequeño individuo, protosujeto prime-
ro y sujeto más tarde, logra el control de estas funciones de forma cada vez más or-
ganizada. Cada nivel de organización engloba funciones preexistentes haciendo
que la estructura del individuo sea cada vez más compleja. Un nivel evolutivo se
compone de diversos elementos que ejercen funciones determinadas en progresi-
va coordinación con las de los restantes. Este equilibrio inestable de la estructura,
que al mismo tiempo es dinámico y procesual, que es contemplado a la vez desde
las perspectivas sincrónica y diacrónica y que posee una historia singular, puede
verse alterado por la presencia de diversos traumatismos. El trauma envía a la des-
organización, un suceso que pone en marcha, en opinión de P. Marty, un movi-
miento que como tal va a contracorriente del sentido propio de la evolución.
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Desde otro punto de vista, en la vida del adulto normal, el sistema nervioso
central actúa como gerente funcional subordinado al orden de lo psíquico.
Cada una de las organizaciones nerviosas no dirige por sí misma la vida del su-
jeto; pero son un substrato indispensable para su existencia.

La Organización

Organización es un concepto afín al de estructura, que recubre lo inorgáni-


co, lo orgánico y después a la vida misma.
La organización se concibe como la totalidad de las conexiones entre los di-
versos elementos del sistema, en el mismo sentido en que lo había hecho Rus-
sell, aunque con una mención al holismo que en éste falta.

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Años antes, Kant (1724-1804) había dicho que la organización era una ca-
racterística irreducible de la vida.
Bogdanov (1873-1928)28, el teórico ruso que con sus contribuciones prece-
dió a las ideas de von Bertalanffy, describe tres clases de sistemas en relación
con su grado de organización:

a) Aquellos en los que el Todo es mayor que la suma de las partes —sistemas
organizados.
b) Por oposición, existen esos otros en los que el Todo es menor que la suma
de sus partes —los sistemas desorganizados.
c) Para terminar con los sistemas llamados neutrales, donde el Todo equi-
vale a las partes.

Estos tres tipos resumen de una manera elegante y sucinta, tomando como
eje rector las relaciones entre los elementos de las estructuras, el problema de la
génesis de las mismas.
Creo que no hay estructura plena mientras ésta no sea organizativamente ce-
rrada. Los sistemas desorganizados y los neutros deben considerarse como
otros tantos tipos de semi-estructuras, donde la clausura no es completa.
El sistema, la organización y la estructura permiten volver a considerar un
concepto de capital importancia que modifica la linealidad que ha venido im-
perando en el tratamiento de estas nociones.

Complejidad, grados de complejidad. Conclusiones finales

La organización en su devenir lleva a la idea de Complejidad. Este concep-


to dista de ser intuitivo y su empleo coloquial induce a confusiones.
——————
28
Seudónimo de Alexandr Alexándrovich Malinovski. Fue la suya una existencia fascinante:
filósofo y economista, estudió también medicina. En 1903 se adhirió al bolchevismo. Excluido del
Partido Bolchevique en 1909, se convirtió en uno de los organizadores y dirigentes del «Prolet-
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kult» («Cultura Proletaria») creado en 1917. Lenin (1908), señaló cuatro fases en las «exploracio-
nes filosóficas» de Bogdánov. Al principio era materialista «naturalista», como demuestran sus
«Elementos fundamentales de la concepción histórica de la naturaleza» (1899). A fines de la dé-
cada de 1890 se inclinó por el energetismo (véase, por ejemplo, «El conocimiento desde el punto
de vista histórico», 1901). Más tarde, se hizo partidario de la filosofía de Mach. Finalmente, la ten-
tativa de eliminar las contradicciones de esta filosofía le llevó a una «especie de idealismo objeti-
vo», el empiriomonismo («Empiriomonismo», 1904-1906). Bogdánov intentó crear la denomina-
da «tectología» (o ciencia de la organización universal) cuyo objetivo estribaba en unir todas las
ciencias y dar una representación de las formas y tipos de todas las organizaciones, cualesquiera
que sean. El mundo entero, según Bogdánov, constituye una organización de la experiencia. Los
fundamentos idealistas, el carácter abstracto y el antihistoricismo, hicieron totalmente inservible
la «tectología» para el análisis de la realidad según los usos del momento. A la dialéctica de Marx,
contraponía Bogdánov la teoría del equilibrio. Lenin en «Materialismo y empiriocriticismo» y Ple-
jánov, en algunos de sus trabajos, criticaron las concepciones de Bogdánov. «Filosofía de la expe-
riencia viva» (1913), «La ciencia de la organización universal (tectología)» (1913-1917) son dos de
sus obras mayores.

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52 Nicolás Caparrós

Hemos tratado ya en apartados anteriores los diversos desarrollos científi-


cos que sobredeterminan esta noción. La complejidad permite ser hoy postula-
da como un nuevo paradigma que satisface de manera más eficaz al episteme
que constituye las principales preocupaciones científicas actuales.
La física clásica consideraba que los sistemas complejos requerirían el auxi-
lio de poderosas herramientas analíticas aptas para acometer descripciones
igualmente intrincadas. Más tarde se reveló lo equivocado de esta suposición.
Los sistemas dinámicos no lineales mostraron que una superficie compleja
podía responder a subprocesos relativamente simples. La clave reside, justa-
mente, en la no-linealidad, idea que nos acompañará de manera constante en
este libro, uno de cuyos frutos fue más tarde la conocida Teoría del caos. En
pocas palabras, el caos es un subconjunto de la complejidad, una compleji-
dad dotada de extraordinarias peculiaridades, entre otras la de alcanzar su
complicación de forma súbita y no progresiva, como en otros sectores linea-
les de lo complejo.
Para muchos caos significa azar. Los sistemas dinámicos no lineales ilustran
sobre la falsedad de tal creencia. Su apariencia arbitraria encierra un determi-
nismo de base. En el caos no vale todo, la complejidad que le es consustancial
vela las leyes que lo rigen.
La complejidad sigue proporcionando sorpresas: una curiosa propiedad de
los sistemas complejos es la auto-organización, que se alcanza sin necesidad de
que intervengan fuerzas externas para provocarla. A primera vista, esta afirma-
ción parecería indicar un retorno al vitalismo, nada más incierto. La evolución
que ha tenido por santo y seña durante muchos años la idea de la adaptación
—con las peligrosas connotaciones que adquirió en la sociología evolutiva—
tiene que compartir los privilegios que a esta se le otorgaron con el concepto
auto-organización. Esta intromisión priva aún más si cabe al proceso evolutivo
de cualquier intención teleológica. Auto-organización y adaptación confluyen,
se separan y producen saltos en el proceso conocido como evolución.
El siguiente ejemplo, tomado de S. Kauffman, uno de los teóricos que más
se ha ocupado de esta cuestión, aclara la naturaleza del fenómeno. Imaginemos
una serie de genes dispuestos en red. Desde ese instante podemos hablar, si-
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guiendo a Russell, de una estructura. Cada uno de ellos permanece activo o in-
activo en función del número de entradas que recibe de otros genes. Por ahora
priman las funciones.
Pensemos que los vínculos entre los mencionados genes se establecen de
manera aleatoria. ¿Puede surgir orden de este enredo? El resultado contraintui-
tivo es que el orden aparece.
Los sistemas de esta clase se conocen con el nombre de redes booleanas
aleatorias. Estas estructuras poseen, además, otra propiedad igualmente sor-
prendente: cada elemento de la red permanece activo o inactivo en un mo-
mento determinado en función de las entradas que recibe: ese es el estado de
la red en un instante concreto; a continuación ésta pasa a otro estado y así su-
cesivamente. Pudiera parecer que el número de estados tendría que ser que
fuera materialmente posible para esa red en particular. Una vez más la supo-

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sición resulta fallida. En la práctica no sucede así: la red llega a un punto a


partir del cual gira repetidamente alrededor de una serie de estados, este hecho
recibe el nombre de ciclo límite que, en realidad, es un atractor* del sistema.
Para resumir, diremos que el orden espontáneo, o auto-organización, surge
a partir de las redes booleanas y de sus relaciones.
Lo que más interesa ahora es el hecho de que en el campo de la biología los
sistemas integrados por elementos vivos se autoorganizan. Concepto clave que
contribuye decisivamente a avanzar la noción de estructura que conviene al
campo de lo biológico, que se caracteriza por ser energéticamente abierta y or-
ganizativamente cerrada.
H. Von Foerster (1911-2002) fue el primero en expresar la necesidad de in-
troducir un principio de orden a partir del ruido —en tanto que desorganiza-
ción— para dar cuenta de las propiedades más singulares de los organismos vi-
vos como sistemas autoorganizados, sobre todas ellas su facultad de adaptación.
Los sistemas autoorganizados más allá del equilibrio parecen tener vida pro-
pia; son capaces de crear nuevas estructuras, cuyos elementos se conectan de
forma no lineal. Entre ellos citaremos los hiperciclos (M. Eigen 1971) conocidos
también como ciclos catalíticos.
Con tiempo suficiente y un continuo flujo de energía, los ciclos catalíticos
tienden a establecer relaciones por sí mismos, es decir, a formar auténticas es-
tructuras. Las enzimas producidas en un ciclo actúan como catalizadores en el
ciclo siguiente. Crean cada vez estructuras más complicadas y se auto-replican.
Probablemente sean éstos los sistemas químicos que anunciaron la emergencia
de la vida. Eigen utiliza para describirlos la perspectiva evolutiva darwiniana y
considera a este fenómeno como prebiológico29.
S. Kauffman (1993, 2000) se ha ocupado in extenso de este problema estu-
diando redes hipotéticas de reacciones químicas llamadas grafos reactivos.
Para terminar con este apartado, diremos que la organización se relaciona
con la clase y la estructura con los objetos que integran la mencionada clase. La
primera representa lo que de común tienen las estructuras que pertenecen a su
campo de dominio, sus aspectos invariantes. Una organización determinada es
el campo de dominio donde establecen relaciones metafóricas las estructuras que
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participan de la citada organización.

Hipercomplejidad

El ser humano.
En ayuda de la comprensión de la estructura y funciones humanas aparece
la teoría de la hipercomplejidad.
E. Morin describe al sistema hipercomplejo como aquel que:

——————
29
Un detenido examen de este tema aparece en Morowitz,1992.

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54 Nicolás Caparrós

Disminuye las coacciones al aumentar sus aptitudes organizativas, en es-


pecial su capacidad para el cambio. En consecuencia, respecto a un sistema de
menor complejidad, está más débilmente jerarquizado y especializado, menos
centralizado. Pero, por el contrario, está dominado por las competencias es-
tratégicas y heurísticas, depende más rígidamente de las intercomunicaciones
y, a consecuencia de todos estos rasgos, queda más sometido al desorden al
ruido y al error30.

Tres principios ayudan a comprender este concepto: El principio dialógi-


co, que muestra como la relación orden/desorden, se articula para integrar
lo complejo, relación que permite expresar la dualidad en el seno de la uni-
dad, Morin 199631. En lo tocante al proceso psicosomático esclarece proble-
mas tales como la desmentalización, la regresión y la fijación, de crucial im-
portancia en ese campo. El principio recursivo concibe los procesos como
producidos y productores a un tiempo, lo que implica la superación de la tra-
dicional relación causa-efecto, que queda así como caso particular del citado
principio. La sociedad es producida por los individuos y ésta los produce. El
hombre es un ser social que produce sociedad y a un tiempo es creado por
ella. El grupo produce al sujeto y éste al grupo. Finalmente, el principio holo-
gramático según el cual no sólo la parte está en el todo, sino que el todo está
en la parte. Esta proposición pretende ir más allá de las perspectivas analítica
y holística.

De nuevo la Emergencia y las Propiedades emergentes

Los seres humanos, y sus grupos, somos el resultado final de la emergencia


simultánea de otros tantos sistemas de complejidad creciente: biológico, psi-
cológico y social. Sistemas que se organizan como redes en las que el familiar
proceso causa-efecto es sustituido por una dinámica no lineal con propieda-
des características. Esta organización aparece como invariante desde los fun-
damentales conjuntos autocatalíticos (M. Eigen, S. Kauffman), pasando por
la intrincación neuroendocrina, para terminar en las relaciones que definen a
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un grupo humano. En todos estos casos, las relaciones son de tipo no-lineal y
su propia complejidad los lleva a estar cercanos a la frontera del caos. Esto
quiere decir, entre otras cosas, que son muy sensibles a las condiciones iniciales
y que su proceso de desarrollo no es predecible, aunque a posteriori sea posible
explicar las líneas del proceso. Todo ello está en franca contradicción con los
ideales científico-positivos.
La no linealidad se traduce en propiedades emergentes que surgen del
todo, no atribuibles a ninguna de las partes en especial.

——————
30
E. Morin (1973).
31
E. Morin (1996).

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 55

¿Causa/efecto o incremento de complejidad?

El problema causa-efecto es una situación particular de un estado de cosas


más intrincado en estrecha relación con el incremento de complejidad.
Según Karl Popper32, el sentido común tiende a afirmar que:
Todo acontecimiento viene causado por otro que le precede, de suerte tal
que cualquier suceso puede ser predicho. Sin embargo, el sentido común atri-
buye también a las personas sanas y adultas la capacidad de escoger libre-
mente entre diversas líneas de acción33.

Esta tensión, que está inscrita en nuestra cultura, ha recibido la denomina-


ción, desde William James (1842-1910), de Dilema del determinismo. Sus refle-
xiones al respecto figuran en la obra Principles of psychology (1890).
Algo que concierne al propio sujeto y a la ciencia que construye es saber si
el futuro viene dado —en estrecha conexión con el binomio causa/efecto— o
está en perpetua construcción desde el vértigo de la libertad. La libertad da alas
y sobrecoge a la vez. En ambas tesituras el tiempo desempeña un papel bien di-
ferente.
Para una gran mayoría de los físicos el tiempo es una ilusión, como senten-
ció Einstein. En la descripción fundamental de la naturaleza no existe flecha
del tiempo34. Los físicos atribuyen al mundo una simetría temporal. Sin em-
bargo, en la cosmología, en la química, en la biología o en las ciencias humanas,
el pasado y el futuro son asimétricos, representan funciones diferentes. Es esta
la paradoja del tiempo, la versión filosófica del dilema del determinismo.
Los fenómenos de auto-organización y la dinámica de los sistemas inesta-
bles asociados a la idea del caos están caracterizados por un tiempo unidirec-
cional.
En el dominio de lo psíquico aparecen por doquier brechas en el otrora se-
guro edificio del determinismo. ¿Cómo entender, entonces, la creatividad o la
misma ética en el seno de lo inexorable?
En la ciencia moderna, como bien afirma I. Prigogine, existe «una nueva
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racionalidad que no identifica ciencia y certidumbre, probabilidad e igno-


rancia»35.
Los sistemas de complejidad creciente disfrutan de mayores grados de li-
bertad, con ella la certidumbre decae como valor absoluto.
Sólo la angustia añora el paraíso perdido donde todo era previsible, don-
de el pensamiento mágico proporcionaba un control que la realidad no ofre-
ce. La biología otorga ya numerosos ejemplos de indeterminación, pero esta

——————
32
Karl Popper (1984).
33
Ibíd., pág. XV.
34
N. Caparrós (1994).
35
Ilya Prigogine (1996), pág. 15.

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56 Nicolás Caparrós

alcanza su apoteosis con el psiquismo que anuncia el definitivo ocaso de las


causalidades.
Según el anterior autor, los sistemas complejos adaptativos —y el hombre es
uno de ellos—, en la evolución buscan pautas, interaccionan con el entorno,
aprenden de la experiencia y como resultado se adaptan. Adaptación provisio-
nal que apenas formulada lleva el germen de nuevos cambios.
Sabemos ya que los sistemas complejos, y lo son cada uno de los que repre-
sentan las fases por las que discurre el proceso general evolutivo, cuentan con
los llamados atractores*, estados en los que el sistema acaba estabilizándose en
función de sus propiedades.
Los sistemas complejos, como si de campos de fuerzas se tratara, se autoor-
ganizan merced a sus propias características. Esta cualidad introduce un ele-
mento perturbador en los conceptos clásicos evolutivos para los que el factor
externo de la selección natural es de crucial importancia. Si aceptamos de prin-
cipio la autoorganización como propiedad natural de los sistemas genéticos
complejos, tendríamos que considerar superfluas todas las hipótesis evolucio-
nistas darwinianas.
Continuando con las reflexiones en torno a los sistemas genéticos comple-
jos, la atención se dirige ahora a la genética y desde ella, de manera subsidiaria,
a la evolución36.
La hipótesis de Stuart Kauffman dicta que las redes locales que establecen
los genes, el número de entradas que cada gen recibe y las reglas para respon-
der a ellas, generan un orden global en el sistema. Algo interno que no necesita
del concurso exterior. Las redes booleanas aleatorias son más que un hallazgo
matemático a partir del cual establecer analogías biológicas. No cabe duda de
que con ellas tendremos que modificar de manera contraintuitiva el otrora ar-
mónico y directo edificio darwiniano. Pero, en cualquier caso, lo que importa
de inmediato es que, incluso desde lo más extremo de ambas posiciones, resul-
ta evidente que el proceso evolutivo se compone de la articulación de sistemas
abiertos y discretos caracterizados cada uno de ellos por propiedades emergen-
tes concretas que los hacen singulares.
Reitero que la evolución, en un sentido amplio, es un proceso que, partien-
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do de la singularidad del Big Bang, con su dialéctica primordial energía-mate-


ria, deviene, por exigencias de su propio desarrollo, en las sofisticadas y com-
plejas formas sociales de relación. En este sentido, se interesan por ella desde la
física de partículas en un extremo, hasta la sociología en el otro. Dicho así, re-
sulta claro que ni la primera ni la segunda, como polos opuestos, pueden tener
la pretensión de explicar la totalidad del proceso. Estos intentos habrían de re-
cibir el calificativo de reduccionistas y vitalistas, respectivamente.

——————
36
Stuart Kauffman denomina orden espontáneo al que resulta de retículos imaginarios forma-
dos por unos genes dispuestos en una red de proceso en paralelo. Los vínculos entre éstos se asig-
nan de manera aleatoria. Los sistemas de este tipo se conocen como redes booleanas aleatorias. El
trabajo más acabado del autor sobre el tema es The Origins of Order, Oxford University Press,
1992. Véase también Complejidad, R. Lewin (1992), pág. 45 y sigs.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 57

Debemos convenir en que no existe una ciencia de la evolución, sino un


conjunto de ciencias que se ocupan de esta problemática. No obstante, algún
cuerpo de conocimiento debe hacerse cargo de la totalidad del proceso para
dárnoslo a conocer en su conjunto. Esa tarea recae en una epistemología de las
transformaciones que, adoptando una perspectiva meta-evolutiva, puede ocu-
parse de los elementos, campos y leyes generales que rigen la evolución dejando
el cómo concreto de la misma a las ciencias específicas que para cada sector del
proceso existen.
La mencionada epistemología cuenta con una herramienta conceptual de
primer orden, me refiero a lo que llamé, junto con A. Caparrós, nivel de inte-
gración.

CONCEPTO GENERAL DE LOS NIVELES DE INTEGRACIÓN

La idea de evolución está atravesada por diferentes niveles de integración y


por ello es lugar de cruce de muy diversas ciencias que no siempre saben en-
contrar su espacio y que compiten entre sí de tal guisa que pareciera que todas
han de ocupar el mismo nicho ecológico.
La teoría de los niveles de integración, naturalmente negentrópica37*, enun-
cia totalidades cada vez más abarcativas. Otro proceder complementario des-
compone de manera reduccionista un determinado nivel en sus constituyentes
más simples, aquél desaparece como tal y surgen otros sistemas diferentes, pro-
pios de niveles anteriores. El método seguido en ambos casos es distinto: el pri-
mero describe un auténtico devenir histórico, diacrónico; el segundo se detie-
ne en la sincronía, en el aquí y ahora. F. Jacob (1970) refiere algo parecido
cuando afirma a propósito del orden estructural: «La primera considera a los
seres vivos como un vasto sistema que engloba a toda la tierra, la segunda se in-
teresa por el sistema constituido por cada ser vivo. Una busca establecer un or-
den entre los organismos, la otra dentro de los organismos» (pág. 21)38.
Los niveles de integración, como otros tantos tramos discretos en la evolu-
ción de la materia, ofrecen algunas respuestas y no se prestan a responder de
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manera acomodaticia a aquellas preguntas que no deben ser formuladas; abren


también interrogantes nuevos para el conocimiento del flujo evolutivo. La ob-
servación conjunta y articulada de un proceso que, por lo general, se examina
——————
37
En la teoría de la información la negentropía es el proceso inverso de la entropía, definida
por el paso de un estado de desorden aleatorio a otro de orden previsible.
38
El holismo y el reduccionismo son los procedimientos seguidos, ambos se han enfrentado
impidiendo ver así lo que de esencial depara cada uno de ellos. El holismo fue tachado, a menu-
do con razón, de un cierto aire místico cuando se refiere de manera acrítica a las totalidades, in-
curriendo en un nominalismo que impide un conocimiento de aquello a lo que alude. La totali-
dad es una estructura y, como tal, para ser enunciada de manera operativa, debe mostrar sus
entrañas. Por su parte, el reduccionismo, con su método analítico, aporta conocimientos esencia-
les, pero su empleo excesivo lleva a una auténtica confusión de tipos lógicos y a olvidar que el todo
—salvo en el caso de los números transfinitos- es más y es diferente a la suma de las partes.

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58 Nicolás Caparrós

sólo en sus partes, permite obtener visiones distintas; por eso hemos propuesto
una aplicación extensa del concepto evolución que sobrepasa los acostumbrados
ámbitos de la biología. De esta forma registramos regularidades que se repiten
en distintos niveles, en diferentes tramos a modo de estructuras invariantes; se
facilita así el análisis de las relaciones en pos de una visión más totalizadora y
menos compartimentada de la realidad que yace en ese campo nunca aprehen-
sible conocido como lo real.
Cada uno de los grandes sistemas —definidos en la manera en que lo han
sido antes— que dan cuenta de los aspectos estructurales del proceso general
de la evolución, recibe el nombre de Nivel de integración.
En rigor, los niveles se pueden reducir a cuatro: físico, biológico, psicológico
y social, pero resulta útil incluir también subniveles, en la medida en que algu-
nos de los sistemas fundamentales están compuestos de subestructuras con en-
tidad propia —con elementos, leyes, campo y cualidades emergentes—. Cada
nivel encarna una auténtica subversión conceptual con respecto al anterior. Ahí
estriba la dificultad de encontrar lenguajes comunes para poder referirse sin
equívocos a todos ellos. Los subniveles implican un salto menos drástico. De
este modo, la organización evolutiva de la materia quedaría descrita a través de,
al menos, ocho sistemas. En su curso los procesos de desarrollo negentrópico, es
decir asestados hacia un orden de complejidad creciente, se hacen cada vez más
notorios.
Los niveles de integración permiten introducir un orden discreto en el uni-
verso, el conocimiento se torna expresivo en el proceso y la inicial dispersión
deviene estructura.
El concepto nivel de integración precisa para ser definido de un objeto —u
objetos— fundamentales de estudio —con la eventual presencia de objetos
subordinados— y de un campo con leyes propias que gobiernan las relaciones
con el citado objeto. El campo en el que yacen es un espacio que los organiza y
contribuye a crearlos, que permite que entren en relación con otros objetos se-
gún ciertas normas.
Me atrevería a decir que es el campo el que modifica al objeto y hasta cierto
punto también el que lo crea como tal. El objeto yace en un campo determinado
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y su definición viene restringida por las características o propiedades del citado


campo. Existen los campos físico, biológico, psíquico y social; de ello depende que
nos refiramos con cierta propiedad a estructuras con los mismos nombres.

LOS DIFERENTES NIVELES DE INTEGRACIÓN

Dijimos ya que los niveles de integración, al menos en el estado actual de


nuestro conocimiento, arrancan de una singularidad que se conoce popular-
mente como el Big Bang, lo que quiere decir que proceden, en última instancia,
de la energía. Esa energía evoluciona a materia y en su curso acontece un pro-
ceso negentrópico o de aumento de orden —la negentropía sucede al mismo
tiempo que se incrementa la entropía en el entorno.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 59

Orden y desorden, tal es la propuesta inicial. Dentro del primero se insta-


lan los niveles de integración, el segundo parece ser, si atendemos a la entropía,
el campo termodinámico especular de aquél.
El tránsito de un nivel a otro requiere de un continuo aporte de energía, lo
que los define como sistemas abiertos. El proceso no es gradualista sino dis-
creto. Cada nivel ofrece nuevas propiedades y se explica mediante sus propias
leyes.
El paso de un nivel al siguiente sucede cuando el nivel más simple alcanza
un determinado estado crítico donde se produce el salto.
Una descripción sucinta de los mismos puede ser esta:

a) Nivel físico

a1) Subnivel de las partículas elementales subatómicas

Si utilizamos como telón de fondo la teoría del Big Bang, a la absoluta indi-
ferenciación inicial le siguen progresivas discriminaciones: aparecen diversas
partículas y antipartículas; también las fuerzas de atracción débil y fuerte, jun-
to con la atracción gravitatoria y el electromagnetismo. Este nivel como sistema
es abordado por la mecánica cuántica.
Con la indeterminación cuántica, desde el primer momento se inscribe la
noción de complejidad. El desarrollo de este subnivel abarca eones.
Llegado un cierto momento, el proceso se ramifica en dos:

a2) Subnivel de los elementos químicos

La complejidad aumenta. Lo que antes era un universo poblado de par-


tículas subatómicas se ha convertido en simple elemento del nuevo sistema:
los núcleos y los átomos son ahora las unidades discretas que lo integran,
tras englobar a las anteriores partículas. Es el dominio de la química inorgá-
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nica.

a3) Subnivel de los sistemas gravitatorios

En una emergencia paralela, y surgiendo también del nivel de las partículas


elementales subatómicas, aparece este nuevo sistema. Sus elementos son gala-
xias, estrellas, planetas, satélites y otros cuerpos masivos. La Teoría de la Relati-
vidad General se interesa por este grado de complejidad.
La aludida bifurcación de los subsistemas sucede cuando la acumulación de
hidrógeno alcanza una masa crítica estelar —1/16 de la masa de nuestro Sol—
intervienen entonces las reacciones termonucleares generadores de las estrellas
de un lado —nivel b1— y de los sucesivos elementos químicos de otro —b2—.

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60 Nicolás Caparrós

a4) Subnivel molecular

Donde volvemos a encontrar el campo de los elementos químicos, pero


ahora ligados en forma de moléculas, monómeros, polímeros, cristales etc.,
nuevos entes que integran las estructuras de este nivel. Es un terreno propio de
la química orgánica.

b) Nivel biológico

b1) Subnivel protobiológico

Sistemas orgánicos autoduplicantes en los que es competente la bioquímica.

b2) Subnivel de los organismos

Cuenta como elementos a los organismos mono y pluricerulares, las rela-


ciones entre ellos recorren el camino que media entre la célula y el órgano y más
tarde culmina con el organismo. También se ocupa de las transformaciones de
los mismos. Es el campo natural de la biología de los sistemas.

c) Nivel psicológico

Lo psíquico aflora como un conjunto de propiedades emergentes en un


momento dado del proceso evolutivo. El organismo biológico, calificable hasta
ese momento de ente en sí, se transforma mediante el acto de conciencia en
ente para sí. Lo psíquico se forma y manifiesta en el encuentro de lo biológico
con el entorno de los otros, lo social. Biológico y Social mantienen una retroa-
limentación positiva, que propicia esas singularidades denominadas seres hu-
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manos.
La hipercomplejidad da cuenta de la índole específica de las relaciones entre
ambos campos.
De ello tratan la psicología general y el psicoanálisis39.
¿Qué cosa caracteriza a lo psíquico?
¿Acaso ese mismo rótulo no arrastra consigo elementos ajenos a la cues-
tión? Me refiero a componentes ideológicos.
La ideología procede por asociación libre, está atrapada en la historia de sus
autores que la producen, acaso sin saberlo.

——————
39
Este último atraviesa los niveles biológico, psicológico y social.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 61

El psiquismo es una forma hipercompleja40 de lo vivo. Surge ahora una cues-


tión apasionante en la que una solución maniquea daría al traste con la tensión
epistemológica. Lo psíquico precisa de lo social. En otros textos he definido el
nivel de integración biológico como el resultado de la interacción de los niveles
biológico y social. Pero, ni lo social tiene un poder taumatúrgico, ni lo genético
es la razón última.
¿Cómo se transmuta, socios/grupo en individuo/sujeto? ¿Qué recursivida-
des los enlazan?

1. Lo psíquico no sucede a lo somático.


2. Lo somático se desarrolla y transciende en «psíquico».
3. El salto del Da Sein al Mit Sein se efectúa en la inmersión social.
4. Bíos y Socios son dos niveles altamente disjuntos y en esa característica re-
side gran parte de las dificultades que surgen al acometer la articulación
entre ambos.
5. La aprehensión de lo psíquico sucede ante todo a través de la conciencia.
En ese sentido el espacio propio del psicoanálisis es diferente. Concien-
cia y psiquismo no son idénticos.

Se bosqueja la trama que discurre entre fenomenología y psicoanálisis, en-


tre experiencia y esa forma obscura que es el inconsciente, que se concreta en
la pregunta: ¿qué ata conciencia e inconsciente? Sin duda el sentido41. Sentido
que conviene no confundir con intencionalidad, atributo de ciertos actos cons-
cientes.
¿Cuál es, entonces, el soporte del sentido? La representación, aquello que
transciende al ser.

d) Nivel social

Los seres humanos abandonan su condición singular de sujetos, como ex-


presión última del nivel psicológico, para devenir en elementos por y para la re-
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lación. Surgen los grupos que mantienen una relación hipercompleja con los
sujetos que lo integran.
Analizado por las ciencias sociales.

——————
40
E. Morin describe un sistema hipercomplejo* como aquel que: «... disminuye las coaccio-
nes al aumentar sus aptitudes organizativas en especial su capacidad para el cambio. En conse-
cuencia, respecto a un sistema de menor complejidad, está más débilmente jerarquizado y espe-
cializado, menos centralizado, pero por el contrario, está dominado por las competencias
estratégicas y heurísticas, depende más rígidamente de las intercomunicaciones y, a consecuencia
de todos estos rasgos, está más sometido al desorden, al ruido, al error». E. Morin, 1996.
41
Puede usarse sentido como equivalente a significado y también para designar alguna ten-
dencia o dirección que sigue una cosa o proceso. Sentido y Ser son dos nombres de conceptos lí-
mite que sirven de polos ontológicos para caracterizar y situar (J. Ferrater Mora).

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62 Nicolás Caparrós

Esta categorización podría adoptar otras disposiciones parecidas.


Interesa subrayar las siguientes propiedades fundamentales que debe res-
petar toda clasificación que gire en torno a los niveles de integración.

1.º Cada nivel agrupa una serie de estructuras de la misma clase regidas
por leyes propias de su campo. Posee una determinada forma de ex-
presión.
2.º Todo nivel viene explicado por, al menos, una teoría consistente que da
cuenta de las interacciones de las citadas estructuras y de las leyes que
las gobiernan.
3.º El nivel abarca un espectro concreto de complejidad; cuando la com-
plicación alcanza un estado crítico se opera una transformación expre-
sada en la aparición de otras formas y propiedades. Los elementos del
nuevo nivel son más complejos, sus interacciones y las leyes que las re-
gulan distintas.
4.º Un determinado nivel emerge del que le precede. También podemos
decir que se apoya en el mismo. Emergencia o apoyo indica un tipo de
relación de mayor complejidad que la causalidad mecánica con la que a
menudo se la confunde y que sólo tiene lugar dentro de un nivel con-
creto, nunca entre niveles.
La evolución, en un sentido amplio, abarca toda la cadena de emergen-
cias de los respectivos niveles de integración.
5.º Una estructura es un sistema que se define por los elementos que la for-
man, las leyes que permiten comprender sus interacciones y posibilida-
des de cambio. Al mismo tiempo, los niveles de integración son siste-
mas abiertos de entropía decreciente y siempre menor a la del medio
con el que se relacionan.
6.º Al intento erróneo de entender un nivel de integración mediante leyes
que pertenecen a otros niveles se le conoce bajo el nombre de reduccio-
nismo.
Los niveles de integración, con otro nombre y restringidos al espacio bioló-
gico, han sido un concepto central en muchos autores entre ellos Jacob42:
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La complejidad de los seres vivos nace de la combinación de elementos


cada vez más elaborados y de la articulación de estructuras subordinadas unas
a otras. [...] La estructura intermedia en cada nivel es termodinámicamente
estable. [...] Cada una de estas unidades, productos de la integración de su-
bunidades, se designa con el término general de integrón. Un integrón se for-
ma por la unión de integrones de nivel inferior y a su vez participa en la cons-
trucción de un integrón de nivel superior.
[...] En la construcción de estas estructuras se distinguen tres etapas, en la
primera, a partir de elementos inorgánicos, se producen pequeñas moléculas,
las subunidades proteicas.

——————
42
F. Jacob (1970), págs. 281 y sigs.

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[...] En una segunda etapa los polímeros se ensamblan a lo largo de ma-


trices [...] Esta ordenación se apoya en asociaciones específicas sin interven-
ción de enlaces químicos. Una vez emplazadas, se encadenan por la acción de
enzimas. En una tercera y última etapa las cadenas proteicas se repliegan y en-
samblan en superestructuras.

MATERIA Y PSIQUISMO

En lo que se refiere a la autonomía de lo psíquico, cumple analizar cuatro


puntos de vista entroncados con el materialismo. Es necesario tener presente
que el ámbito filosófico de éste presenta una serie de diferencias que paso a ex-
poner:

1. El materialismo radical

Para este sistema los procesos psíquicos simplemente no existen43. Sus segui-
dores niegan en rotundo los componentes subjetivos. Se sitúan en las antípodas
del fenomenalismo de Berkeley, que considera a lo material como inexistente.
Por chocante que pudiera parecer a primera vista, ambas posiciones tienen
algo en común: su monismo extremo, el deseo de partir de algo inmediato, de
la unidad tensa enunciada por Platón, que deviene en proceso material o men-
tal, según el caso.
Corolario: en este orden de cosas, la conciencia es un pseudo problema y se
debe prescindir de él.

2. El panpsiquismo

Cuyos orígenes se remontan a los presocráticos. Tales de Mileto (624-548


a.C.) afirmaba que todo está lleno de dioses; Aristóteles se incluye también en
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esta tendencia, que alcanza su desarrollo más acabado con B. Spinoza (1632-
1677) en su Ética y con G. Leibniz (1646-1716) en la Monadología.
La materia posee desde esta perspectiva una cualidad anímica. Ello signifi-
ca que materia y mente son dos procesos que discurren en paralelo; representan,
respectivamente, los aspectos externos e internos de la misma cosa. En la materia
viva la apoteosis de esta cualidad anímica es la conciencia, que viene antecedi-
da en las formas menos evolucionadas de ésta por lo mnésico. La materia inor-
gánica poseería una cualidad que cabría calificar de protopsíquica. Este gra-
dualismo evita el escollo de lo psíquico emergente, aunque sea al precio de un
cierto sabor místico.
——————
43
W. O. Quine, desde su posición monista y apoyado en que el cuerpo antecede en la evolu-
ción a la mente, repudia —siguiendo su expresión— la existencia de lo psíquico.

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64 Nicolás Caparrós

A pesar de partir de la materia, el panpsiquismo se halla más próximo al es-


piritualismo que al materialismo propiamente dicho. No obstante, muchos de
los adeptos a esta doctrina aceptan lo que Popper denomina la clausura del
mundo físico; es decir, que el Mundo 1 está cerrado y es completo en sí mismo;
por consiguiente los procesos mentales y los físicos no interactúan entre sí.

3. El epifenomenalismo

Aparecen ahora concepciones menos extremas. En este caso lo psíquico se


confina a aquellos seres vivos que poseen una mente. Tal era, por ejemplo, la
postura del darwinista Thomas Huxley (1825-1895).
Los procesos físicos son los únicos capaces de generar causalidad. A este res-
pecto los procesos psíquicos se muestran incompetentes. El cuerpo, por tanto,
actúa sobre la mente, pero no a la inversa44. La conciencia, concebida de algu-
na manera como consecuencia del cuerpo en este ámbito, es incapaz de operar
sobre aquél.

4. Teoría de la identidad

En la línea del ablandamiento progresivo del materialismo, el sistema que


ahora toca mencionar considera a los procesos mentales aptos para ser causa-
les. Un teórico importante de esta tendencia es Feigl45. Los procesos mentales y
físicos interactúan entre sí, a diferencia de la corriente anterior. Los orígenes de
este movimiento se remontan a Demócrito (460-370 a.C.), que identificaba los
procesos psíquicos con los procesos atómicos.

El problema mente-cerebro

La cuestión mente/cerebro es una forma particular que adopta la contra-


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posición Materia/psiquismo, que venimos tratando.


En los comienzos de su andadura neurológica Freud se encuentra enfrenta-
do con este binomio. Freud era un neurólogo de su tiempo, pero a la vez dota-
do de profunda originalidad. Su método de investigación y las hipótesis que
quiso poner a prueba le sitúan como un pionero en este campo.

——————
44
A este respecto dice Popper (1977), pág. 81: lo que está abocado a chocar con la tercera ley
de Newton, es decir, la igualdad de la acción y la reacción. Este principio es reafirmado por Eins-
tein (1922) cuando sostiene que: ... es contrario al modo de pensar de la ciencia concebir una cosa...
que actúa, aunque no se pueda actuar sobre ella.
45
Sobre todo a través de su obra The Mental and the Physical (1967), donde se analiza con de-
talle lo que aquí queda expuesto de manera sintética.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 65

¿Cómo deviene el cerebro mente? Un misterio que toca desvelar.


La preocupación no es nueva, primero fue objeto del interés filosófico y
más tarde de la ciencia. En la actualidad adopta la forma del problema de la
conciencia —veremos más adelante que para Freud las cosas no son así.
El filósofo D. Chalmers (1995) ha expresado que existen dos aspectos del
problema uno es sencillo, el otro duro.
El primero se resume como el intento de encontrar procesos neurológicos
específicos que se correlacionen con nuestra consciencia. Lo denomina corre-
latos neurológicos de la conciencia.
El problema duro aspira a descubrir cómo una serie concreta de procesos
fisiológicos nos hace conscientes. Se enfrenta a la cuestión de cómo emerge la
conciencia de la materia.
Los filósofos, por lo general, se han dedicado al problema duro, mientras
que los neurofisiólogos se interesan ante todo por el problema sencillo. La ta-
rea de cómo emerge la conciencia atañe a las teorías de la complejidad.
Conceptos de los filósofos: materialismo, idealismo. monismo, dualismo.
El materialismo postula que todo es, en última instancia, reductible a mate-
ria. La existencia del pensamiento es una mera ilusión, en realidad es una sim-
ple función de la materia.
El idealismo, a su vez, manifiesta que sólo existe la mente. Los objetos son
producto de nuestros sentidos, son imágenes perceptivas.
En su forma primitiva, la pugna materialismo/idealismo se decantó del lado
materialista, pero este sesgo sólo permitió, a fin de cuentas, desplazar el en-
frentamiento a otra lid: la contraposición monismo/dualismo.
El monismo considera que estamos hechos de una sola clase de materia;
cuerpo y mente, aunque se antojen diferentes, son una misma cosa. Sin em-
bargo, el monismo no se pronuncia acerca de si la sustancia original es la ma-
teria; se puede ser monista, manifestando que lo original es la mente —en
ese caso monismo e idealismo coinciden—. También es posible afirmar que
la materia original no sea ni cuerpo ni mente. En resumen, lo que caracteri-
za al monismo es que la diferencia fenoménica se resuelve en un origen ma-
terial común.
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El dualismo sostiene la postura opuesta. Somos dos clases de sustancia. La


mente y el cuerpo son irreductibles entre sí.
De entre este árbol de posibilidades, el monismo materialista es en la actua-
lidad la corriente hegemónica.
Dentro del monismo materialista tienen lugar variaciones que requieren
atención, es el caso del reduccionismo, que envía de un nivel complejo a otro
más simple y pretende explicar aquél en términos de los elementos que lo com-
ponen.
Los dualistas, cada vez menos numerosos, pretenden plantear como inter-
acciones los vínculos entre «físico» y «mental».
Ciertas tendencias dualistas alumbran el llamado paralelismo psicofísico, los
que lo mantienen evitan algunos de los inconvenientes del interaccionismo,
puesto que sortean la trampa de la causalidad psico-física: dos series de sucesos

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66 Nicolás Caparrós

tienen lugar en cuerpo y mente, los vínculos posibles entre ambas es algo que
no concierne a los teóricos del paralelismo psicofísico.
El proceso de la complejidad. Hemos de reiterar aquí de forma somera algu-
nos de los aspectos ya vistos con más detalle. La mente es una propiedad emer-
gente del cerebro. Aunque, en rigor, su propuesta es de mayor alcance que la
que concierne al problema que aquí nos ocupa: la relación específica men-
te/cerebro.
Formulado sucintamente en los términos de la teoría de la complejidad, el
nivel de integración psíquico, y con este el aparato psíquico, es un producto emer-
gente de los niveles biológico y social.
El cerebro y la mente poseen idéntico estatuto de realidad, pero pertenecen
a diferentes niveles de complejidad. Como Solms (2002) indica, la mente, desde
este punto de vista, es el producto de un nivel de organización superior de las
neuronas, de la misma manera que el agua representa una organización más
compleja que los átomos que la constituyen46. No olvidemos que uno de los ca-
racteres distintivos de la teoría de la complejidad es apoyarse en redes y en las
propiedades que surgen de sus distintos niveles de complicación, frente a la uti-
lización de series o cadenas del clásico modelo científico-positivo.
El monismo de doble faz es otra propuesta que habremos de considerar a
continuación. Plantea que estamos hechos de un solo tipo de sustancia pero
ésta se percibe de dos formas diferentes. Por consiguiente, no somos seres físi-
cos o mentales.
Esta clase de monismo implica que el cerebro está hecho de de una sustan-
cia que aparece como física cuando se la aprehende desde el exterior, como ob-
jeto y se impone como mental cuando se la contempla desde el interior. Cuan-
do me percibe como algo externo al mirarme en un espejo y cuando hago lo
mismo mediante la introspección estoy percibiendo la misma cosa por dos ca-
minos diferentes —como cuerpo y mente, respectivamente—. La diferencia en
realidades un artefacto de la percepción. Pero tanto cuerpo como mente son en
realidad Yo. Al ser yo mismo el objeto que Yo observo, me percibo de dos for-
mas distintas al mismo tiempo.
—¿De qué estamos hechos en realidad?— se preguntan los monistas de
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doble faz. No podemos percibir esta sustancia sin representárnosla primero a


través de alguna de nuestras modalidades perceptivas. Solms (2002) mani-
fiesta que nunca escapamos a la dicotomía artificial mente/cuerpo, debido a
que resulta imposible trascender los límites que imponen nuestros sentidos.
Sólo está permitido realizar inferencias a partir de los datos que proporcio-
nan las percepciones fruto de la observación científica; en lo que respecta a
la naturaleza de la entidad subyacente el aparato psíquico. Nuestra imagen
del citado aparato siempre será de tipo figurado. Es eso lo que Freud reali-
zó con su metapsicología, que pretende ir más allá de los límites que fija la
conciencia.

——————
46
Solms, M. (2002), pág. 54.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 67

Contamos con la observación y la introspección, pero la realidad que se es-


conde detrás de ambas no será nunca directamente observable.
Solms (2002) concluye:
Si aceptamos que el problema mente-cuerpo se reduce en realidad a una
cuestión de observación y que la distinción entre sí mismo y cuerpo (entre men-
te y materia) es un artefacto de la percepción el problema duro se evapora.
Afrontamos entonces el problema sencillo: la correlación de los procesos ce-
rebrales con la subjetividad47.

El problema duro quizá sea una cuestión viciada desde sus inicios. El doble
aspecto de este tipo de monismo apunta, a nuestro modo de ver, a que es una
propiedad inherente del nivel de integración psicológico. Por lo tanto, se sitúa
para su análisis en la posición inevitable que en realidad debe ser enunciada así:
el conocimiento —nivel psicológico— incluye de manera inexorable al sujeto
como agente del mismo. Todo conocimiento es —cuando se refiere a otros ni-
veles distintos al psicológico—, una inferencia que viene sustentada y mediati-
zada por un sujeto.
El localizacionismo amenazaba con confundir neuropatología con neuroa-
natomía y la neurofisiología con la psicología. En su lugar, y para evitar estos
riesgos, la neurología adopta las ideas jacksonianas48. H. Jackson (1835-1911)
cultivaba el paralelismo psicofisiológico, aislaba cuidadosamente el lenguaje de
su base física, así pudo estudiar ambas vertientes por separado y sin molestas
hipotecas. Más tarde también consiguió aislar el discurso propositito del emo-
cional.
En La afasia (1888) Freud no se refiere a H. Jackson, si lo hará en Sobre la
Afasia, escrito tres años después.
La jerarquización preconizada por Jackson sustituye con ventaja a la linea-
lidad causa/efecto; no obstante, no afronta de lleno los sucesivos niveles de lo
complejo. En la práctica Freud va a superar esta restricción con el correr de los
años, sobre todo desde el planteamiento de la pulsión de muerte y poco des-
pués con la segunda tópica. En el orden de lo psicosomático, como tendremos
ocasión de ver más adelante, P. Marty no acierta a verse libre de esta hipoteca
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que en ciertos aspectos se cierne sobre toda la primera tópica.


El método clínico-anatómico, introducido por J. M. Charcot (1825-1893),
establece correlaciones entre las funciones mentales y las alteraciones anatómi-
cas; en el desideratum, las funciones psíquicas revelarían una relación específi-
ca con las correspondientes partes del cerebro. P. Broca (1824-1880), uno de
los principales representantes de esta tendencia, describe en 1865 la afasia mo-
tora y llega a afirmar que ha encontrado el centro cerebral del lenguaje, que en
adelante se denominará área de Broca.
——————
47
Ibíd., págs. 57-58.
48
Sobre todo las que figuran en el artículo publicado en tres partes con el nombre «On af-
fectations of speech from disease of the brain», Brain 1: 304-30 (1878/9), 2: 203-22 y 323-56
(1879/80).

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68 Nicolás Caparrós

En esa misma línea, K. Wernicke (1848-1904) refiere el área que lleva su


nombre como lugar donde se asienta la comprensión del lenguaje. Los hallazgos
de zonas específicas se suceden en cascada, es el auge del llamado localizacio-
nismo.
Frente al localizacionismo aparece, como reacción, el equipotencialismo. Lo
importante no es el lugar de la lesión cerebral, sino la extensión de la misma. La
experimentación y ciertas observaciones clínicas avalaban su hipótesis, sobre
todo frente a la corriente simplificadora del localizacionismo extremo que ame-
nazaba convertir al cerebro en un auténtico mosaico.

La evolución emergente

Con la idea de evolución emergente* significamos que en el curso del pro-


ceso evolutivo se anuncian cosas nuevas e impredecibles. Lo emergente es el
acontecimiento cuya probabilidad de ser se aproxima a cero, que posee pro-
piedades absolutamente nuevas.
Sabemos que los procesos en la naturaleza son emergentes, ya que no dan
lugar de manera gradualista a una nueva propiedad, sino que la hacen surgir de
forma súbita.
Los emergentes más importantes son:

A) La fusión, que da origen a los elementos más pesados.


B) El comienzo de vida sobre la tierra (y quizás en otros lugares).
C) La aparición del lenguaje y cerebro humanos.
D) La emergencia de la conciencia.

En cualquier caso, parece que A) resulta más «predecible» que «emergen-


te»49; siempre, claro está, dentro de los presupuestos de la física cuántica, que
no son deterministas.
B) Resulta ser, tal y como Monod (1970)50 anuncia, una probabilidad asi-
milable a cero. Popper parece apoyar esta postura.
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Concuerdo con I. Prigogine (1971) y H. Atlan, (1979) quienes sostienen


una postura diferente. Lo que Atlan denomina el primer programa que abre
puertas a la vida, no sólo no tenía una probabilidad de producirse vecina a
cero, sino que, por el contrario, su aparición era obligada, siempre que las con-
diciones de la tierra primitiva volvieran a ser las que fueron. El descubrimiento
eventual de formas de vida en otros planetas será un argumento a favor de este
segundo análisis.
En lo que toca a C) y D), nadie parece discutir su cualidad de emergentes.

——————
49
Aunque, como señala Popper, existen aspectos emergentes en este nivel. Por ejemplo, el va-
lor preciso de la semivida de un núcleo.
50
J. Monod (1910-1926).

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 69

La naturaleza quiere ser indeterminista. Sin embargo, esta posición choca


contra una amplia tradición determinista. Por su parte, Leucipo51 y Demócri-
to52 abogaron por una naturaleza dispuesta por el orden de la necesidad. Son
los átomos los componentes últimos de las cosas y éstas se engendran merced a
ellos y a sus infinitas combinaciones. En ambos filósofos la acepción restringi-
da de la causalidad no encuentra acomodo.
La tradición determinista encarnó durante siglos lo más florido de la cien-
cia y en este sentido encontrar la causa, dar con la descripción y predecir un
efecto han sido los objetivos centrales de toda empresa científica. Aquello que
no se ajustaba a estos parámetros o no era ciencia o, a lo sumo, se encontraba
en el estadio precientífico.
En lo esencial, todo sigue así hasta la llegada de la mecánica cuántica.
Esta «engorrosa» y poco intuitiva teoría no sólo mina el terso mecanicismo
determinista de la física clásica sino que, animados por su ejemplo, su efec-
to se extiende a muchos pensadores que abordan otros problemas desde una
perspectiva no determinista y detectan la indeterminación donde antes pa-
recía no existir.
A estas alturas, parece claro que la materia de este libro es la historia analí-
tica de la evolución; de la evolución en el sentido extenso en el que la definimos
al comienzo del capítulo. Nuestra intención es llegar al espacio de lo psíquico
siguiendo tanto un trayecto histórico-estructural, como pesquisando a un tiem-
po la articulación de los siguientes sistemas que vamos hallando. Iremos de la
mano del concepto nivel de integración que resulta indispensable para dotar de
orden y sentido al proceso.

LA CAUSALIDAD PSÍQUICA

Título engañoso por cuanto envía a lo lineal. Mejor sería decir la emergencia
de lo psíquico.
La especificidad de este espacio se constituye en un movimiento que intro-
duce nuevos grados de libertad en un mundo organizado por mecanismos de
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orden biológico. Entre psíquico y biológico se crea una ruptura, una auténtica
falla. El mundo biológico produce el cuerpo biológico; el mundo psíquico da
lugar a la corporalidad, al cuerpo vivenciado. La vivencia, esa dimensión que
——————
51
Leucipo (siglo V a.C.), fundador de la escuela atomista, fue discípulo de Pitágoras. Autor de
Sobre la mente y El gran sistema del mundo. Sólo se conservan fragmentos de sus obras. Lo fun-
damental para nosotros es que consideraba la materia como algo homogéneo compuesto por infi-
nitas partículas.
52
Demócrito (460-370 a.C.), discípulo del anterior, nació en Abdera, al parecer el primero en
proclamar la indivisibilidad del átomo. Explicó el inicio del universo como un movimiento origi-
nal en el que no había lugar para una causa inteligente. Los átomos se movían en todas direccio-
nes, sucedían colisiones y agrupaciones de los mismos hasta formar cuerpos y mundos enteros.
Deben existir —se decía— muchos mundos en diversos estados de crecimiento y decadencia. Se
trata, sin duda, de una teoría que conserva muchas de sus intuiciones vigentes.

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70 Nicolás Caparrós

atrapa de manera cabal la fenomenología; Körper y Leiblichkeit en los términos


de esa escuela filosófica.
El problema se enuncia ante todo con el interrogante de si existe una arti-
culación posible entre psique y soma y por ende si la podemos encontrar entre
el psicoanálisis y la biología. Habremos de añadir, a renglón seguido, que será
necesario, en todo caso, precisar de qué psicoanálisis hablamos.
Nunca se insistirá lo bastante sobre la peculiaridad de esta disciplina. Es tra-
dicionalmente conocida la diferencia entre las ciencias de la naturaleza y las cien-
cias del espíritu —Naturwissenschaft y Geisteswissenschaft—. Pero el psicoanáli-
sis se adapta mal a esta división. Si recuperamos el proceso evolutivo que
atraviesa los diferentes niveles de integración, se ve de inmediato que existen
ciencias que coinciden en toda su extensión con un nivel determinado. Así ocu-
rre con la física y el nivel del mismo nombre; la sociología se superpone con el ni-
vel social y otro tanto le sucede a la psicología —aunque en este último caso con
ciertas reservas— en relación con el nivel de lo psíquico. Pero el psicoanálisis es
una disciplina que se desliza por tres niveles diferentes: biológico, psíquico y so-
cial. Este borroso estatuto le confiere, al mismo tiempo, un lugar de privilegio
para analizar las relaciones inter-niveles, en cada uno de los cuales se utilizan con-
ceptos y categorías que les son propios y que no deben ser trasladados a otros sin
incurrir en generalizaciones y reduccionismos impropios. Psicoanálisis y biología
no son dos disciplinas disjuntas. El Psicoanálisis implica la existencia de la Biolo-
gía y a la inversa, pero no se confunde con ésta, tampoco surge de ella.
Atendiendo a la complejidad del «hecho psicosomático» sucede con él algo
parecido. No es un proceso biológico, ni psicológico, ni social. Y pese al habi-
tual deseo de entenderlo, ya fuera desde el dualismo o desde el monismo, es ob-
vio que estos dos modos de aprehensión son radicalmente insuficientes. Lo psi-
co-somático fluye por la grieta de lo social, dejando entrever una realidad
mucho más compleja en la que el curso lineal cae en bancarrota, donde las pro-
piedades emergentes, producto de la progresiva organización, se enfrentan a la
deconstrucción y a la desorganización en la que en cada caso participan los tres
niveles formando una estructura de inimaginable complejidad. Lo psico-somá-
tico revela una tensión entre ambos términos cuyo drama se desarrolla en un in-
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dividuo que, como tal, se instala en lo social.


Estas reflexiones me llevan a la conclusión de que el psicoanálisis por su na-
turaleza intersistémica es la disciplina más adecuada para coordinar un hecho
también intersistémico como lo psicosomático. Es el psicoanálisis, precisamen-
te, el que podría vigilar que este proceso no cayera de forma exclusiva en el dis-
curso puro de lo biológico, de lo psíquico o de lo social.
La pulsión —la mitología de lo pulsional— una noción plenamente psicoa-
nalítica, una idea que trata de los límites psicobiológicos, pero que como tal se
sitúa sin reservas en el psicoanálisis, permite mantener siempre a la vista la tie-
rra firme de lo biológico. El afecto, la representación, el pensamiento —sean
estos conscientes o inconscientes—, nos anclan en lo psíquico; para terminar, el
sistema madre-bebé al principio y más tarde el deseo, el otro, apuntan a lo so-
cial desde los mismos orígenes.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 71

Orden de lo vivo, orden de lo psíquico, orden de lo social, sin que ninguno


esté subordinado al otro, con el descubrimiento de que su interacción rebasa el
dominio concreto de cada uno pero que, al mismo tiempo, contribuye a su me-
jor comprensión.
El psicoanálisis permite pensar lo no-psíquico, también aislar lo intrapsí-
quico como una realidad contrapuesta a lo intersubjetivo, todo ello sin salirse
de las líneas maestras que lo definen.
Ch. Dejours (1994)53 refiere que lo más importante consiste en establecer
cómo se efectúa la separación entre ambos espacios, la «diabolización» —dis-
persión— de lo psíquico en relación a lo somático. La psique es una especie de
protesta ante el imperio del soma, dirá este autor, invocando a Sulloway (1979).
Una cuestión de conceptos y de pseudoconceptos aparece en este campo
problemático.
La relación psique/soma —y no olvidemos que tras ella está, incluyéndola,
la relación psique/soma/medio— aparece de manera diferente según la pers-
pectiva adoptada. Por un lado, están las relaciones cerebro/pensamiento, que en
psicoanálisis se remontan a ese libro repudiado por Freud y que, sin embargo,
recubre tan expresivamente su pensamiento: El Proyecto (1895); por otro, la
perspectiva que contrapone al aparato psíquico no sólo el cerebro sino la totali-
dad del cuerpo. Tal es el punto de vista psicosomático. Esta segunda oposición
sitúa al afecto en primera línea y, desde ese punto de vista, se refleja ante todo
en el psicoanálisis de la primera tópica de cuyas características nos ocuparemos
más tarde.
La perspectiva cognitiva, es más restringida que las anteriores, afronta fun-
ción cognitiva y cerebro; las neurociencias intentan establecer articulaciones
entre funcionamiento neuronal y pensamiento, aunque recientemente también
procuran tender puentes entre el susodicho funcionamiento neuronal y los
afectos.
Todas estas aproximaciones parecen buenas a condición de que ninguna de
ellas tenga la pretensión de erigirse en hegemónica frente a sus pretendidas ad-
versarias.
A los seres humanos no nos resulta accesible el plano de lo real, precisamos
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de mediadores cuya presencia modifica lo que idealmente sería un contacto di-


recto. Es esta una limitación intrínseca del campo epistémico que sólo una po-
sición ingenua se atrevería hoy a poner en duda.
Con estas reflexiones en la mente podemos realizar propuestas más concre-
tas. El debate entre cognición y funcionamiento neuronal, sin restarle un ápice
de importancia, pertenece a un territorio más concreto y diferente al que atañe
a las relaciones psicoanálisis/biología/sociología.
Lo que interesa al psicoanálisis no es ni la cognición, ni el cerebro sensu es-
tricto; el campo psicoanalítico se apropia de lo psicoafectivo y lo sexual, en el
sentido en que este término queda definido por el propio psicoanálisis. Bien

——————
53
Ch. Dejours (1994).

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72 Nicolás Caparrós

entendido que ello no implica que éste haya de sumirse en el dorado aisla-
miento al que se ha entregado durante una buena parte de su existencia. Aun-
que parezca una utopía, buscamos totalizaciones cada vez más amplias, pero
sin perder de vista la especificidad de cada disciplina.
Acotando las áreas de investigación podremos intentar un diálogo interdisci-
plinario, aunque para ello será preciso acuñar nuevos conceptos, delimitar episte-
mes comunes, huir de tentadoras simplificaciones y de metáforas sugestivas.
El respeto a los diversos campos de donde se extrae el conocimiento, pasa
por tener nociones claras de cuales son los cometidos de las diversas ramas del
saber, en qué se ocupan y qué las definen.
El debate cognición/cerebro caracteriza al cognitivismo.
Las relaciones entre el funcionamiento neuronal y el pensamiento son el cam-
po de la neurobiología.
El sistema inmunitario, que implica al cuerpo como entidad total en su re-
lación con el aparato psíquico, es un hacedor de espacios, delimita un adentro
y un afuera y señala los límites de lo propio ante lo ajeno. Como señala G. Ga-
chelin (2003)54, con cautela, parece prematuro referirnos con entera propiedad
a una ciencia tal que la psico-neuro-inmunología y añade: la neuro-inmunolo-
gía, sin psico, podría ser, tal vez, una ciencia de lo arcaico.
Por su parte, el psicoanálisis, como ya hemos señalado, preocupado por lo
psicoafectivo, pretende establecer un puente entre afectivo y somático. También
podemos beneficiarnos de las amplias perspectivas que posee por su triple ori-
gen bio/psico/social.
En lo que respecta a las relaciones cognición/cerebro las ciencias cognitivas
registran tres corrientes que mantienen profundas diferencias: el cognitivismo55,
el conexionismo56 y el accionalismo57. Las diferencias con el psicoanálisis son
profundas pero no antagónicas, en la medida en que difieren los objetos de co-
nocimiento e incluso los mismos conceptos en cada disciplina tienen acepcio-
nes bien diferentes.

——————
54
G. Gachelin (2003). El término psiconeuroinmunología fue introducido por R. Ader en
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1980 en su conferencia inaugural como presidente de la Sociedad Americana de Psicosomática.


Se puede ver un análisis de su estado actual en J. H. Daruna (2004).
55
El cognitivismo se encarga de los procesos mentales implicados en el comportamiento. Su
objeto es el estudio de los mecanismos básicos y profundos por los que se elabora el conocimien-
to, desde la percepción, la memoria y el aprendizaje, hasta la formación de conceptos y el razona-
miento lógico. Está situado dentro de lo que se denomina el hexágono cognitivo, junto con la bio-
logía, la psicología, la lingüística e incluso la informática.
56
El primer conexionismo se debe a Edward Thorndike, que lo entendía como una psicología
de E-R, enfocada como una psicología de la contigüidad. Reformulado por Rosenblatt, en un sis-
tema de representaciones y trasformaciones del conocimiento, se enmarca dentro de la psicología
cognitiva. Defiende un procesamiento de infinidad de elementos en paralelo. El procesamiento se
produce en paralelo, de modo simultáneo entre elementos simples que se envían señales de exci-
tación e inhibición. El conocimiento se almacena en asociaciones.
57
El accionalismo, representado por Francesco Alberoni (1970 y 1984), Alain Touraine (1984)
y Alberto Melucci (1986), considera que la sociedad es producto de su trabajo y de sus relaciones
sociales.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 73

Por ejemplo, para los especialistas de las ciencias cognitivas el sentido apun-
ta a la racionalidad instrumental; para el analista «sentido» lleva a considera-
ciones afectivas, es decir, a la racionalidad expresiva o subjetiva.
¿Cómo se llega al sentido afectivo de un pensamiento? ¿Cómo se constru-
ye subjetivamente este sentido que llamamos afectivo?
El sentido es siempre el resultado de una interpretación hecha por el desti-
natario. En suma es un asunto entre dos.
La práctica de las ciencias cognitivas está alejada del quehacer psicoanalítico.
La práctica del psicoanálisis no puede acogerse al monismo nomológico, a
mi juicio una teoría harto mecánica que fue propuesta por el filósofo D. Da-
vidson58 para resolver el problema que nos ocupa: las relaciones mente/cuerpo.
Davidson pretende situarse en un plano riguroso de materialismo sin que con
ello reduzca la psicología y la mente al plano de la física. Toda ocurrencia de un
suceso mental, según esta teoría, es idéntica a un suceso físico, pero no implica
que exista un procedimiento que permita describir las identidades mentales en
términos físicos. Esta clase de monismo deriva de tres principios:

1. Principio de la interacción causal. Los sucesos físicos pueden causar acon-


tecimientos mentales y viceversa.
2. Principio del carácter nomológico de la causalidad. Toda causa es ejemplo
de una ley física universal.
3. Principio de la anomalía mental. No existen leyes psico-físicas universa-
les, leyes que puedan prever de modo cierto un hecho mental a partir de
uno físico y a la inversa.

Nuevo dualismo: imagen científica y saber manifiesto

La unidad racional del cielo y de la tierra, de la naturaleza, fue lograda a


costa de la exclusión de los valores, significaciones e intenciones propias de los
fenómenos culturales y subjetivos (cfr. la reconstrucción histórica de A. Koyré,
y lógica de L. Wittgenstein en su Tractatus).
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Las teorías físicas aprehenden a la estructura que subyace a la realidad fe-


noménica. El conocimiento social debería hacer lo propio. He aquí un dualis-
mo de nuevo cuño. Imagen científica, objetiva, vs. imagen manifiesta del hom-
bre en el mundo, subjetiva. La unidad de la ciencia, tal como sostiene el Círculo
de Viena, se complementa en el escepticismo valorativo.
Historia de la física como historia de la des-socialización de las ideas sobre la
naturaleza. ¿Sería acaso la Historia de las ciencias sociales el relato de la deshu-
manización de las ideas sobre la sociedad?
Los párrafos anteriores muestran que las relaciones cognitivo/afectivo son
problemáticas.

——————
58
D. Davidson (1970).

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74 Nicolás Caparrós

El pensamiento operatorio puede ser concebido de manera extrema como


una disociación entre afectivo y cognitivo que se expresa de forma aún más diá-
fana en la alexitimia.
Ch. Dejours plantea, consciente de todas estas complicaciones, una serie
compleja de relaciones entre cuerpo y pensamiento.
Relaciones entre actividad cognitiva y actividad neuronal
Relaciones entre actividad cognitiva y actividad afectiva
Relaciones entre actividad cognitiva y actividad visceral

Relaciones entre actividad afectiva y actividad visceral

El problema de las relaciones entre cognitivo y afectivo tal y como suele ser
planteado hoy por las neurociencias, no recubre la cuestión expuesta en su mo-
mento por Freud en lo tocante a la crucial ligazón entre representación-afecto.
El debate se ha trasladado al posible desplazamiento existente entre el sentido
de un enunciado en el registro cognitivo instrumental y el sentido de un enuncia-
do en el registro afectivo-identitario.
El psicoanalista está solo con su problema básico y, sin embargo, esta cues-
tión es de interés esencial para la teoría psicosomática.
Sumergidos en este terreno las preguntas se multiplican:
¿Tiene, acaso, alguna relación la gravedad de la afección somática con la
profundidad del trastorno psíquico? No se puede describir la gravedad como
absoluto, su caracterización requiere del contexto histórico.
¿Podemos pensar el cuerpo a nivel psicodinámico? Acerca de este punto se
han expresado ya M. Merleau-Ponty (1945) y más tarde M. Boss (1954)59. El
psicoanálisis intenta presentar el cuerpo como compromiso de la relación con el
otro. En este sentido incide G. Pankow al referir la segunda función de la ima-
gen del cuerpo y también D. Anzieu con su Yo-piel, será el cuerpo erótico para
C. Dejours (1986), cuerpo productor de vínculos y atravesado por ellos, dire-
mos nosotros.
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¿Cómo se implica el cuerpo en las diferentes modalidades de pensamiento


que ofrece la clínica: psicosis, cuadros somáticos, neurosis, perversiones, de-
presión?
Cuerpo biológico, cuerpo vivenciado, cuerpo erótico... La biología no re-
cubre por entero los problemas que el cuerpo plantea. Cuerpo-corporalidad.
La corporeidad, definida como integración del cuerpo en el universo simbó-
lico está en la base de la fenomenología de Husserl.
¿Es el hecho psicosomático un espacio adecuado para establecer diálogo en-
tre psicoanálisis y ciencias de lo vivo? Según J. Stewart (1994), inmunólogo in-

——————
59
M. Merleau-Ponty (1945). Phénoménologie de la perception, Gallimard, 1976; M. Boss
(1954), Introduction a la médecine psychosomatique, PUF, París, 1959.

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Hacia el Paradigma de la Complejidad 75

teresado en estas cuestiones, el lugar ideal es la epistemología60. A mi vez creo


que la epistemología no es el espacio adecuado sino el lugar previo e impres-
cindible para trabar este diálogo. Para la intelección de lo psicosomático consi-
dera que es mejor acudir a la psicología del desarrollo y mejor aún, añado, a la
perspectiva genética del propio psicoanálisis.
La biología y la psicología poseen esferas de dominio diferentes e irreducti-
bles, lo sabemos bien. La primera trata de homeostasis, de organización fisioló-
gica y sus respectivos subsistemas: nervioso, inmunitario, endocrino, etc. La se-
gunda se interesa por los afectos, la representación, el pensamiento, la angustia,
el narcisismo, la conciencia, lo inconsciente, etc.
F. Varela ha intentado establecer un puente entre las ciencias cognitivas y el
psicoanálisis, que a todas luces hoy resulta muy escaso. A Varela el psicoanáli-
sis le interesa más como fenomenología del espíritu que como clínica.
Las ciencias cognitivas representan un dominio científico nuevo que se des-
pliega en tendencias a menudo opuestas. Existen cinco disciplinas tradiciona-
les que contribuyen a formar el dominio de las llamadas ciencias cognitivas.

1. La Inteligencia artificial (IA).


2. Las Neurociencias, en las que el estudio del cerebro constituye la base
para analizar los mecanismos que conducen al conocimiento.
3. Un cierto número de tradiciones lingüísticas, ante todo la Lingüística
empírica y experimental.
4. La Psicología cognitiva.
5. La Epistemología, en el sentido sajón del término.

Hay que interrogar todos los niveles de los procesos de conocimiento (F.
Varela 1994)61, desde el nivel más elemental: el sensoriomotor, hasta los meca-
nismos más complejos de la experiencia humana.
Existen tres corrientes en las ciencias cognitivas que pueden enumerarse
así: cognitivismo, emergencia y enacción, sólo nos detendremos en la última.
El cognitivismo discurre desde una acepción estricta y una segunda de tipo
más extenso y menos definido. La primera tendencia se la llama también com-
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putacionalismo. Cognición=Cómputo. La cognición es el cómputo, es decir el


tratamiento de la información a partir de la manipulación de símbolos según
ciertas reglas. Esta perspectiva recuerda en lo esencial a discurso de la lógica.
Un sistema cognitivo es aquel que puede manipular elementos físicos disconti-
nuos que llamamos símbolos. El sistema no se interesa por la significación se-
mántica de éstos. Permanece ajeno al sentido. Pero, ¿qué otorga sentido al sím-
bolo? El símbolo representa de manera concreta aspectos de lo real y a través
de esta propiedad se penetra en aquél.
——————
60
Epistemología en la tradición francesa es la historia de los conceptos científicos, mientras
que en el sentido anglosajón representa el análisis que pone en evidencia los mecanismos de los
procesos de cognición, la segunda es epistemología en el sentido más literal del término.
61
F. Varela (1994).

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76 Nicolás Caparrós

La emergencia aparece y traslada la atención de Las ciencias de lo cognitivo


a otro foco. Emergencia, auto-organización o sistema complejo, se desempe-
ñan, como indica Varela, como sinónimos. Los exámenes de los mecanismos
propios del conocimiento a través de los símbolos y reglas que los combinan se
revelan insuficientes.
El espacio biológico opera un cambio radical, desde el mundo refinado y
abstracto del símbolo a ese otro más esencial de la biología.
Así aparece el cerebro o la estructura biológica de conjunto. La idea básica
ahora es Cognición=Emergente*. ¿De qué manera se logra la coordinación de
un grupo de agentes, superando la relativa ineficacia de los agentes aislados?
Ahora los entes no son los símbolos, como en la circunstancia anterior, sino los
módulos de actividad.
La cuestión de la coordinación, de la cooperación de un conjunto de agen-
tes para hacer surgir —emerger— un estado global que les coordine como to-
talidad es, en frase de Varela, uno de los sucesos más interesantes que ha pro-
ducido la ciencia del siglo XX el paso de lo que se puede llamar local —las
interacciones de sector— al que se hace referencia a la totalidad. El nivel global
depende de los agentes que lo engendran y constituyen una restricción para los
mismos.
Vaya como ejemplo la memoria. En este contexto emergencialista «me
acuerdo de algo» implica un estado global de mi sistema, concierne a la casi to-
talidad de mi cerebro y permite a partir de este hecho determinados compor-
tamientos, pero no existe una localización concreta de la memoria. Esta orga-
nización es histórica y modificable. Freud alude a la memoria como una
recreación y no como simple replicación.
La enacción62. Los dos casos anteriores, cognitivismo y emergentismo, po-
seen la cualidad común de ser sistemas que funcionan por estímulos exteriores.
Un sistema reacciona a algo que recibe el nombre de problema. Los cognitivis-
tas propiamente dichos y los emergentistas comparten la noción de conoci-
miento como representación. Pero aquí la idea de representación difiere de la
que manejamos habitualmente los psicoanalistas como tal. La Vorstellung, pro-
ducto de la filosofía alemana, es lo que forma el contenido de un acto de pen-
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samiento y especialmente «la reproducción de una percepción anterior». Para


Freud, ligado a esta tradición, es sobre todo aquello que del objeto se inscribe
en los sistemas mnésicos.
En sentido cognitivo, representación es la extracción de lo que ya está dado en
el mundo y su pertinente uso por el sistema cognitivo, ya se conciba a éste como
símbolo o como emergencia. No son representaciones pertenecientes al mundo de
lo imaginario con las que nosotros estamos acostumbrados a tratar.
La orientación conocida como enacción busca, en manos de su principal
impulsor F. Varela, la parte más interesante de las actividades cognitivas que, en

——————
62
Término propuesto por Varela que proviene del inglés enaction: emerger algo por medio de
la actividad autónoma de un agente. Contiene la idea de acción y de hacer emerger.

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este caso, no descansan en la representación. La idea clave se resume en Cog-


nición = Vida. Esto significa que el sistema cognitivo está siempre en acción,
posee una autonomía de base superior a la que se le suele conferir a través de
las entradas, es decir, de los estímulos que provienen del exterior. El punto de
vista enactivo no considera como un asunto central al medio portador de in-
formación, por el contrario, lo esencial es saber dónde y cómo puede propor-
cionar significación a las interacciones con el mundo exterior un determinado
sistema cognitivo. El mundo no contiene su propio significado, este es un punto
de concordancia con el psicoanálisis que, sin embargo, no aceptan otras ten-
dencias cognitivistas. La significación emerge de la historia de la interacción. El
problema básico de la cognición desde el punto de vista enactivo es dar cuenta
de la manera en que un sistema que siempre está activo puede llegar a dar sen-
tido a cualquier cosa que no le contienen de manera intrínseca.
A este respecto Varela cita un experimento que ilustra cuanto acabamos de
exponer.
Los gatitos nacen con los ojos cerrados. Por ello se les puede mantener en
la oscuridad la mayor parte del día y hacerlos salir para que den un paseo en
un medio muy controlado, un medio en el que existen líneas luminosas verti-
cales. La experiencia consiste en coger un gatito que va a estar activo y que
puede moverse libremente y otro al que se le mantiene en un cesto y que per-
manece pasivo. Se repite la situación varias horas al día durante un mes, tras
este tiempo se deja a los dos animales salir y observamos qué pasa. Por defi-
nición ambos han recibido los mismos inputs visuales. Ambos poseen un sis-
tema visual intacto, pero se percibe que el gatito pasivo se comporta como si
estuviese absolutamente ciego, para él no existen objetos en el mundo. ¿Cuál
es la diferencia? Sucede que el aspecto sensorio motriz de este sistema cogni-
tivo es inseparable de lo que pertenece al mundo de los objetos y por ende al
mundo de los significados.
La idea de la información que proviene del mundo es retenida por la ima-
gen retiniana, que es posteriormente tratada a fin de extraer lo invariante es
falsa. Los objetos emergen de la actividad constante de esos ciclos sensorio-
motores. No se trata sólo de memoria sensorial sino también de todos los es-
tados de motivación, de memoria, de atención etc.63
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El problema clave es que aquí se considera como central a la interpretación,


a la emergencia del sentido. No es la información recibida sino la información
como algo literalmente in-formado, es decir, formado en el interior, es esta crea-
ción de sentido como actividad autónoma la que resulta capaz de dar cuenta de
lo más interesante del conocimiento.
En este trayecto en el que hemos seguido fielmente a Varela, es evi-
dente que la cognición ha pasado de ser una abstracción a convertirse en
una encarnación, donde la cognición es inseparable de lo que acontece en el
cuerpo.
——————
63
F. Varela (1994). pág. 312.

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78 Nicolás Caparrós

La psicología y la biología mantienen en común (estructuras invariantes) los


conceptos de niveles de integración y la noción de emergencia.
Los niveles de integración son inconmensurables, no existe una articulación
precisa entre ellos.
H. Atlan (1986)64 apunta que las condiciones para establecer una articula-
ción entre dos niveles son muy específicas. En primer lugar, es necesario que
sean adyacentes, de tal manera que sea posible especificar las relaciones inter-
activas entre entidades que pertenezcan al nivel inferior (n-1) necesario y sufi-
ciente para que se produzca la emergencia de otra entidad perteneciente al ni-
vel superior (n). Este tipo de relación es recursivo de tal manera que dos
entidades del nivel (n) pueden interactuar y dar lugar a fenómenos emergentes
en el nivel (n + 1). Hay que subrayar ahora un aspecto importante: estas rela-
ciones no son transitivas. Vale decir el hecho de disponer de explicaciones que
permitan pasar del nivel (n + 1) al nivel (n) y del nivel (n) al (n – 1) no implica
que podamos remontar directamente del nivel (n + 1) al nivel (n – 1). La razón
estriba en que para explicar la emergencia de una entidad del nivel (n + 1) es
necesario especificar relaciones entre entidades del nivel (n), pero estas no exis-
ten en el nivel (n – 1). Por tanto las reducciones deben hacerse paso a paso, sin
saltos (reduccionismo débil, en la terminología de Atlan).
Corolario: una entidad pertenece a un nivel y sólo a uno. Por consiguiente,
las relaciones causales sólo se producen en el interior de cada nivel.
Para pasar de un nivel físico químico a un nivel biológico, dice Atlan, es
preciso transcurrir por una serie de niveles intermedios.
Tocamos ahora problemas esenciales que iremos desglosando.
La serie fisiológica tiene un valor dominante, determinante y causal; es evo-
lutivamente anterior a la serie psíquica, que debe ser concebida como un de-
sarrollo de la anterior.
La serie somática atañe a lo basal, su expresión aunque eventualmente pue-
da ser psíquica es en todo caso una traducción contingente.
El determinismo se encuentra ligado a lo biológico-profundo.
¿Monismo o dualismo? Monismo sí, pero con ciertas matizaciones. Un mo-
nismo que ha de tener en cuenta el problema de los niveles de integración.
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Queremos señalar que el monismo material, en última instancia, se desarrolló


en proceso que adquiere, según discurre la evolución, propiedades diferentes.
Eso lleva a lo que A. Green (1994) denomina dualismo estructural que, partien-
do del monismo alcanza, según surgen los niveles, el dualismo soma/psique.
En este territorio hemos de señalar una diferencia capital entre dos concep-
tos que a menudo se confunden. En primer lugar citemos a la inscripción. Todo
acontecimiento que sucede en el organismo humano implica un registro cere-
bral. Registro este que puede ser permanente o transitorio, eso no hace ahora al
caso. Junto a la noción anterior aparece también la causalidad. La causalidad
comprende una serie de reacciones que desembocan en una meta llamada efec-

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64
H. Atlan (1986).

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to. La inscripción remite al registro de lo cerebral, la causalidad es un proceso


y si se habla de causalidad de lo psíquico este proceso abarca varios niveles y
discurre por caminos alejados de lo lineal.
Referirse a la causalidad mecánico-determinista a propósito de lo vivo es
algo más que una formulación reduccionista, es simplemente un error. Las re-
laciones causales en el sentido estricto sólo existen en el seno de un nivel de in-
tegración concreto. En la mayoría de los casos las causalidades que existen
en la patología son en realidad el producto final de diversas y complejas causa-
lidades que arrancan de estados de incertidumbre que atraviesan a su vez dife-
rentes niveles a lo largo del tiempo. La llamada causalidad biológica es resulta-
do de la historia de interacciones únicas y singulares que afectan al tiempo a
diversos sistemas orgánicos y a las relaciones que traban estos entre sí. La cau-
salidad biológica está impregnada de incertidumbre. Sólo podemos hablar de
determinismo a posteriori. Este recurso a lo retroactivo (Nachträglichkeit freu-
diano) aparece también en el psicoanálisis. Freud afirma que experiencias y
huellas mnémicas son modificadas ulteriormente por nuevas experiencias o por
el acceso a un nuevo grado de desarrollo, con ello Freud huye del determinis-
mo lineal.
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