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Las líricas de la mítica Soda Estéreo, no se caracterizan por la linealidad de sus historias. Cerati
acepto que componía las letras al final del proceso creativo, y esto las dotaba de un componente
poético. Hay versos que calan hondo en nuestros corazones. A mí, el famoso coro de “Entre
caníbales”, “come de mí, bebe de mi sangre”, me ha hecho reflexionar sobre este asunto.
Los relatos sobre antropofagia son abundantes en las crónicas sobre la conquista americana, siendo
muy común que los exploradores califiquen dicha práctica con el adjetivo “horrorosa”, y concluyan
que se trata de un hecho contra natura. Imaginemos solamente el espanto sentido por estos
hombres, ante la macabra escena de un humano devorando a otro. Sin embargo, en la cotidianeidad
de los habitantes de la América pre-colombina, este hecho no era ajeno a su cosmovisión.
Las colectividades que habitaron América antes de la Conquista, consideraron al canibalismo como
el corolario de un hecho bélico: cuando el enemigo tribal era derrotado, se deglutía su carne, pues
eso garantizaba que el victorioso absorbiera los poderes del vencido y, a la par, lograra domeñar su
espíritu, aun presente en la tierra. Se trataba, pues, de un ritual. En otras ocasiones se comía la carne
de un familiar fallecido, o dicho acto coronaba una ceremonia religiosa. En todo caso, se hace
patente, en la perspectiva de los pueblos antiguos, la particular visión de la mortalidad: la muerte
es una extensión de la vida, y, el espíritu de los fallecidos está presente en la realidad de los vivos.
No hay una dimensión, como el paraíso cristiano, donde habiten entidades supraterrestres.