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CAPÍTULO 19

Nuevas variedades del pensamiento analítico


LUIS M. VALDÉS (coord.)

EXPLORACIONES UNGÜÍSTICO'METAFÍSICAS

LUIS M. VALDÉS

I l. Introducción

I. I. l. El alcance metafisico de la teoría de la referencia

1\1 iniciarse la década de los sesenta del pasado siglo, la postura an


1IIIId,1 ílsica del positivismo lógico -compartida con mayor o menor
I 111.l\1.~por las diferentes «variedades» de filosofia analítica- se había
lI'I,q,It!O. Por una parte, Peter Strawson, un valor importante del análi-
1\ oxonicnsc, acababa de publicar Individuos (1959), una obra que se
IlIopollLl rll'scribirel armazón metafisico de nuestra visión ordinaria d ,1
"""Ido. Por otra, comenzaba a reconocerse que diversas cuestiones en
Ii 11H ('~ '11 candelero -especialmente en el ámbito de las lógicas m da-
I \ cr.in m,15 que meramente semánticas; incorporaban de hech 1'-
I IlIt'l.dTsic.1Stradi ionales que se suponían superadas.
1,1011.1 de Saul Kripke (1940) es un caso paradigmáti o. Muy co
1II!lIelo por sus Ir" es trabaj s sobre matemática intui i nista y
III~\",1 uuxl.tl los «111del s d Kripkc- s n h y n día r f¡ r '11 i,lS
.ultlr .111." 1.\1110 en lógi ,1 y fil sella e mo en ling4ísli " y en le d.l d
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIEN1ÍFICO DEL SIGLO XX CAPITuLO 19. SEGUNDA PARTE

la computación-; sus conferencias en la Universidad de Princeton exactamente en el mismo estado psicológico cuando emiten una pala-
«Nombrar y necesidad» (1970) revolucionaron las, hasta entonces, tran- bra han de compartir también tanto su intensión como su extensión-
quilas aguas de la teoría de la referencia. Fuente de amplias disputas era mediante el célebre experimento de pensamiento de la «tierragemela». Por
su tesis de la necesidad de la identidad (para cualquier x ey, si x = y, en- otra, ha construido una explicación causal de la referencia ~e tales tér-
tonces necesariamente x = y). A primera vista esto es sorprendente: minos -semejante a la de Kripke para los nombres proplOS- de la
pues si, pongamos por caso, «el autor de De foto» y «el que denunció a que son piezas clave las nociones, hoy de uso común tant.o ~n ~!o.so-
Catilina» son idénticos, tal identidad parece contingente. Ahora bien, lo fía como en lingüística, de estereotipo y de la división del trabajo lmguzstzco.
que es contingente, dice Kripke, es que el mismo hombre haya escrito De
foto y denunciado a Catilina; pero, con todo, quien ha hecho esas dos
cosas, Cicerón, es idéntico consigo mismo incluso si nunca las hubiera he- 1.1.2. El método de la verdad en la metafisica
cho. Al afirmar «Cicerón podría no ser el autor de De foto» contem-
plamos un mundo posible en que la expresión «el autor de De foto» se El fracaso del principio de verificación como criterio de significativ~-
refiere a una persona distinta de aquella a la que se refiere en el mun- dad, una de las piezas en la que los positivistas lógicos habían deposi-
do real, mientras que el nombre propio «Cicerón» preserva su referen- tado grandes esperanzas, engendró intensas discusiones sobre laforma
cia en el mundo real (es un «designador rígido» en la terminología de y las perspectivas de una teoría del significado. En 1967, un artículo de
Kripke) a través de todos los mundos posibles). De este modo, si «Leo- Donald Davidson (1917-2003), «Verdady significado», sugería que una
poldo Alas» y «Clarín» son nombres propios y, por tanto, designado- teoría del significado para un lenguaje natural debería tener la forma
res rígidos, tienen que designar al mismo hombre en cualquier situa- de una teoría tarskiana de la verdad y producir para cada oración del
ción contrafáctica y por ello «Leopoldo Alas es Clarín» es una identi- lenguaje objeto un teorema de la forma. «o es verdadera si y sólo si p»,
dad necesaria. Desde luego tal identidad la conocemos a posterion donde «o» se reemplaza por una designación suya y -r por alguna ora-
requiere investigación empírica-, ¿cómo es posible que haya verda- ción que dé el significado -vía las condiciones de verdad- de «o». Tal
des necesarias a posteriori? Kripke argumenta que la ligazón tradicional teoría tendría que estar sujeta, en condiciones especificadas, a confirma-
entre necesario ya priori se basa en la confusión entre la noción metafí- ción empírica; además tendría que ser composictonal; esto es, ha?ría de e,s-
sica de necesidad y la noción epistémica de aprioricidad y admite que tal' compuesta por un número finito de axiomas. y reglas,de mfer~ncla
identidades como la anterior son verdades necesarias a posteriori. Las que produjesen infinitos teoremas -uno por cada oración efectl:va o
teorías descriptivas de los nombres propios fomentan esta confusión; potencial de los hablantes- y en donde los significados ,se especif a
por ello Kripke favorece posturas como las de Aristóteles o de Mill de scn en función de la contribución sistemática a los mismos de sus
,1 .ucrdo con las cuales los nombres son meras etiquetas que cumplen 1 omponentes y estructura. No es éste un asunto menor: es lo que p '1

la (unción referencial de forma directa, sin mediación de connotacio- mitiria dar cuenta de cómo somos capaces de entender y usar la ra
nes o sentidos, en virtud de ciertas relaciones sociales y fisicas entre los 1 iones, potencialmente infinitas, de un lenguaje natural.
hablantes y su entorno (la teoría causal de la referencia). Por otra parte, Davidson piensa además que una teoría de este tipo no es sólo lII,1<l
la explicación de Kripke -al separar la analiticidad de la necesidad- manera de dar cuenta del significado de las oraciones de un lengua) ,
.tl rió un camino para liberar al esencialismo (la tesis de que las cosas tie- sino que es también un método para la metafísica, una ~ía para, su onto
nen iertas propiedades necesarias) de la acusación de incoherencia. 11I.~f((,¿Cómo? Una teoría del significado, sostiene J?avIdson',mc rp
Kripke extendió la noción de designador rígido a los términos para 1,1 una cierta visión de las relaciones entre el lenguaje y la realidad, y I
.~/;¡I'rosnaturales y defendió que enunciados como «Agua = H20», eran ("~tudiode laforma l6gica de las oraciones del lenguaje objeto, en tant
n 'C .sarios a posteriori. Ha sido, sin embargo, Hilary Putnam (1926) que se ad uan a las exigencias de la teoría, revela ciertos rasgos,d :1
qui in, trabajando independientemente de Kripke, ha dado cuenta de mundo. onsidérese: (1) «Ioby mordió a Matías». Una teo~a d I Slgl1~
manera rná completa del funcionamiento de esos términos. Por una Itl,lclo con ,1 f rmat de Davidson produciría el teorema mterpr tatl
p.irt " ha d bilitado seriamente la doctrina tradicional s bre el significa- vo (2) «Ioby mordié a Matías» s verdadera si y ólo i Toby m rdió a
do de los t Irmin , para gén ro natural s si dos hablant s st.in M.lt 1.1\, qu .. 1\ .lre.l un.' 01.' ión ti -1 I .ngua] - obj~t .n .stc (aso -1

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPíTULO 19. SEGUNDA PARTE

castellano- con el perro Toby, la acción/evento de morder y el hombre La queja de Dummett en contra de las teorías del significado veri-
Matías. Pero si tenemos en cuenta: (3) «Ioby mordió a Matías en la pla- tativo-condicionales es esencialmente que éstas ignoran que una teoría
ya» (4) «Toby mordió a Matías en la playa a las cinco de la tarde» del significado tiene que ser también una teoría de la comprensión. En
(5) «Ioby mordió a Matías en la playa a las cinco de la tarde en la mano», efecto, tales teorías suponen que los enunciados lingüístico s tienen
etc., percibiremos enseguida que no hay un límite a los modificadores condiciones de verdad objetivas que, por tanto, no dependen ni de nues-
adverbiales que podríamos añadir a (1) de forma sucesiva. Ahora bien, tro conocimiento ifectivo de ellas ni de nuestra capacidad de conocerlas.
si una teoría del significado aceptable ha de cumplir el requisito de Pero esto es 10 mismo que abrazar una postura metafisica realista por 10
composicionalidad, hay ciertas consecuencias que se siguen para (1), que respecta al tema de la clase de enunciados considerada; pues 10 que
(3)-(5).Pues supongamos que 10 que presentan cada una de ellas fuera hace verdaderos o falsos a los miembros de tal clase -el mundo- no
una relación primitiva, sin elementos comunes recurrentes; en ese caso, el se ve afectado por las prácticas o las actividades humanas. La conse-
requisito definitud de la teoría -y, por tanto, de composicionalidad- cuencia es que, al menos por 10 que respecta a algunas clasesde oraciones
se desvanece. El cumplimiento de tal requisito exige que la forma lógi- (por ejemplo, la de las oraciones sobre el pasado o la de las indeci-
ca de (1), (3)-(5), involucre cuantificaciones existenciales sobre eventos/ac- dibles), sus integrantes tienen condiciones de verdad que son trascen-
ciones: (1) tendría la forma lógica (la) Hay un evento e y e es el morder dentes a la verificación. Basándose fundamentalmente en las considera-
de Toby a Matías; (3a) Hay un evento e y e es el evento de morder por ciones del «segundo» Wittgenstein sobre la naturaleza pública del sig-
parte de Toby a Matías y e ocurre en la playa ..., y así sucesivamente. nificado, Dummett ha presentado algunos argumentos en contra de la
Obtenemos entonces la consecuencia de que una teoría del significa- inaceptabilidad -al menos local- de las teorías veritativo-condicio
do que tenga como modelo una teoría de la verdad a la Tarski impide, nales y, por tanto, del realismo metafisico, y ha abogado a favor de una
por una parte, postular predicados primitivos de modo indefinido teoría verificacionista del significado que implica una postura antirrea-
y, por otra, revela la necesidad de cuantificar sobre acciones/eventos. La listn, si bien no global.
conclusión es que la propia teoría del significado dictamina que esta-
IllOSontológicamente comprometidos -ni más ni menos que con las me-
sas y las sillas- con las acciones y los eventos como particulares concre- Hasta finales de los sesenta del pasado siglo, lafilosofia dellengu((Ji'
los, íechables, sometidos a relaciones causales, etc. (estudios sobre la forma lógica, teoría de la referencia, teoría del signi
íic ado, etc.) ocupó en la tradición analítica un lugar de honor -para
muchos incluso elpunto de partida- de la investigación filosófica. Des
1.1.3. Realismo y antirrealismo dr entonces, de ese puesto se ha ido apoderando de forma gradual la
f¡!1I.\(!/ífl de la mente. Las razones de este giro son ciertamente complejas,
Michael Dummett (1925) comparte con Davidson la idea de que \1 bien algunas de ellas pueden identificarse con cierta claridad. Ya des
1.1mejor manera de abordar el problema del significado es examinar la dr los (dices días del análisis de Oxford, el tratamiento del significado
[orma que ha de tomar una teoría del significado para un lenguaje par- pOI parte de Grice giraba en torno a las interrelaciones entre signi(ica

ticular, Influenciado por la matemática intuicionista y por las tesis del do y .ictitudes proposicionales. Esta postura se generalizó años más tal"
«segundo- Wittgenstein, Dummett no acepta que el significado haya de d(' \'11las discusiones acerca de la paradoja fregeana de la identidad ()
en tenclerse, como hace Davidson, en términos de condiciones de verdad; d(,1v.rlor cognitivo de los demostrativos dentro de la nueva teoría de la
su posición se ha visto más bien como una suerte de retorno al veri- 1d ('1cncia; en los debates acerca de la forma lógica de las actitudes pro
íicncionisrno de los primeros tiempos del positivismo lógico. Las impli- pmlriollalcs, cte. Podemos considerar, por tanto, que el desplazarnicn
c.icioncs metafisicas de su postura son más explícitas -y también más tn p.iul.uino del tratamiento de los problemas hacia las aguas de l.1/1
obvias que las de Davidson. A Dummett se debe uno de los debates Imolí,l de la mente fue el resultado de un proceso «natural». El 11,1( i
111.\5íructiíeros de la filosofia contemporánea que hace depender el tra- 11\1('111'<> del ptlrtldigmrl del computador en psicología y las cspcranz.is
dicional debate metafisico entre realistas y antirrealistas de la aclopción 1'11gr,ll1medida defraudadas de que muchos de los hallazgos ('11
de una tcorla correcta del significado. ·~t.1diMiplill,l renovada habrían de tener importantes ~ repercusiones /1

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CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

!osóficas dio un nuevo impulso a la reorientación que ya estaba en


marcha.
La reivindicación es la modalidad de re

1.2. La revolución semántica de Saul Kripke Para poner de relieve el error que comete quien concluye esto, Kripke lle-
va a cabo -en la Conferencia I especialmente- un tour deforce de gran sutile-
za y originalidad. La clave del asunto estriba en la legitimidad de la denomina-
JUAN Ioss ACERO
da modalidad de re: es decir, de si tiene sentido cabal decir de un objeto x, C0l1
independencia de cómo pensemos en elo de cómo lo describamos, si podría tener (o ha-
La obra de Saul Kripke El nombrar y la necesidad! (NN en adelante) ber tenido) una propiedad P; por ejemplo, si Larra podría no haber sido el pla-
supone un momento culminante de la metafisica y la filosofia dellen- neta visible al amanecer; o si Aristóteles podría no haber sido el filósofo más
guaje y de la mente de la segunda mitad del siglo xx. Tras su examen famoso de la Antigüedad. Una respuesta negativa a esta pregunta significa que
de las bases conceptuales de la doctrina de que una verdad necesaria es la propiedad P es una propiedad esencial de x. Kripke sostiene que, cuando x es
siempre a priori y el rechazo de ésta, el último bastión del positivismo un ser humano, el origen de x, es decir, de quién es x hijo, es una propiedad
y el empirismo contemporáneos queda en ruinas. Los filósofos po siti- esencial de x; y que cuando x es un objeto flsico o un artefacto, de qué trozo
vistas habían insistido en que no hay más necesidad que la necesidad de materia esté hecho x es una propiedad esencial de x. Si Larra es Fígaro, Larra
lógica. y a su vez, en el «ernpirismo sin dogmas» que Quine articuló a es necesariamente Fígaro. Como todo enunciado de identidad con nombres
partir de los años cincuenta, la necesidad lógica no es sino una forma propios, 'Larra es Fígaro' es necesariamente verdadero, aunque a posteriori. ('-:1
Conferencia III de NN insiste en esta conclusión.)
extrema de resistencia a la refutación empírica. Kripke va mucho más
La reivindicación por parte de Kripke de la modalidad de re reside en un.i
allá al argüir que las cuestiones relativas a la verdad de nuestros enun- novedosa propuesta sobre la función que desempeñan en el lenguaje 109000111
ciados y pensamientos son independientes de las relativas al modo en brcs propios. La alternativa que discute (especialmente en la Conferencia I1) es
que lajustificamos. una versión de la teoría descriptiva de la referencia. Esta teoría elabora la intui
ción de que podemos referimos en el lenguaje (iy en el pensamiento!) a algo,
1', por medio de un término (o de un concepto individual) 'N: si somos capa
El principio de necesidad de la identidad 1 es de describimos a x con nuestros solos recursos lingüísticos (o conceptua
les); si somos capaces, por ejemplo, de decimos algo como «Con 'Lana' me re
El extremo del hilo de este ovillo reside para Kripke en los enunciados de ícriré al periodista que escribió "iVuelva usted mañanal?». La teoría se articula,
identidad (como 'Larra es Fígaro', 'la luz es radiación electromagnética' o 'el Iundarnentalmente, en torno a tres cláusulas que dan forma precisa a la idea de
agua es HzO'). Lógicos y filósofos han adoptado siempre el Principio de Iden- que un nombre propio es sinónimo de una descripción o de un haz de ellas.
tidad de los Indiscemibles, Vx v»
(Px & x =y ~ Py): si dos cosas son la mis- Con 'N' un hablante H se refiere a un objeto x, si hay una o más propiedades
111.1y una es P, la otra también es P. Sin embargo, han discrepado sobre la na- 1'" p)' tales que (i) H cree que una o más de Pp P2' las tiene x en exclusiva
.oo oo.

turalcza de la identidad. Para Frege era una relación entre nombres de objetos. y est.ts propiedades las asocia H al nombre 'N'; (ii) si una o más de las propio
P,lra Kripke es una relación entre objetos: entre cada objeto y el mismo. De d.ldt"s P" P2' tomadas conjuntamente, las tiene un único x, entonces 'N' re
oo.

.ih! que Kripke crea en la validez del Principio de Necesidad de la Identidad, 11("le,1x; y (iii) si P" Pz' tomadas conjuntamente, o las más significativas de
oo.

V \ v.y (x=y ~o(x=y)): si dos objetos son el mismo, son necesariamente el mis- (·'\I.I~, 110 las tiene un único x, entonces 'N' no refiere. Kripke muestra cómo es
1110.Sin embargo, la validez de este principio ha sido comúnmente puesta en 1.1\\ ondicioncs puede satisfacerlas un nombre 'N'y, pese a ello, no referir :t .1".
tel.l de juicio. Se rechaza que 'el agua es HzO' sea una verdad necesaria adu- 1\\1, c ontra (i), 'Larra' es para muchos el nombre de un x del que mucha gente
riendo como prueba de ello que la composición de la molécula de agua es un 1111d,II;\ nt 1';1descripción que 'el famoso periodista espaii.ol'. Contra (ii) señala
descubrimiento empírico. 1J"(' ~I 'N' Iucsc sinónimo de una descripción 'el x tal que x es ~' y si resultase
IJII<'110hubiese un único x que fuese P, no por ello 'N' dejaría de nombrar a .11
I L.1S tres conferencias que componen esta obra fueron dictadas por Kripkc sin tex- /\\11('11 o.dl-\o. P.11contra de (iii) aduce la existencia de múltiples ejemplos de IlOIII
to .ilguno o notas que seguir. Ello explicaría las irregularidades que se perciben C11el de- 111('\IJÍI\"\(" .isoci.m ,1 descripciones que no describen unlvocamcntc su objeto.
',1110110de su trama argurncntal y la dificultad de ahorrn.ir 1.1ric.i gam,l de conceptos y 1,1 OJl<IÚII dt' Kripkc obedece .l una intuición bien disrint»: nuestra t.IJl.I
,lIgllllH'ntos técnicos que expone en un.i docn in.i filosófi(.1dc I.lrgo ti\" .11\,1Il(c.
,
~HioHlti\" luhl.u tI(, (iy t.unhién tI(, IWllsar ('I1!) ()bj(·t()~, IK'ISOIl,IS,I\lg.,r(·,~,(·Ir.,

Sl'1 5:\
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depende, además de qué pensemos de ellos, de qué otras personas hay en ejemplo, la estimulación de las fibras C). Kripke rechaza esta teoría (aunque
nuestra comunidad lingüística o cultural y de cómo e! nombre (o e! concepto) deja clara su oposición al dualismo cartesiano). Su reconstrucción de! argu-
ha llegado hasta nosotros. En una situación típica se impone un nombre 'N' a mento reduccionista es ésta. (1) 'Dolor' y 'la estimulación de las fibras C' son
(una persona, lugar, etc.) xy luego 'N'va pasando de boca en boca, en lo que designadores rígidos. (2) Por e! Principio de la Necesidad de la Identidad, si e!
Kripke llama una cadena causal de comunicación, hasta llegar a un hablante dolor es la estimulación de las fibras C, entonces necesariamente e! dolor es la
H. Cabe que H no sea capaz de describir unívocamente x, pero ello no será estimulación de las fibras C. (3) Sin embargo, e! reduccionista acepta que en
óbice para que pueda usar 'N: en e! habla o en su pensamiento, para referir- otro mundo posible e! dolor no sería estimulación de las fibras C. Y, dados (3)
se a x. y (1), se seguiría (4) que e! dolor no es (en nuestro mundo) la estimulación de
las fibras C. Para Kripke, e! defensor de la identidad mente-cuerpo yerra al
aceptar (3) por idénticas razones a las que llevan a otros filósofos a creer que
La doctrina de la rigidez de los nombres propios 'LaITa es Fígaro' es un enunciado contingente, a saber: por aceptar que la ver-
dad de (3) exigiría que 'dolor' y 'la estimulación de las fibras C' fuesen sinóni-
La defensa por parte de Kripke de la modalidad de re se traduce en otra de mos. El diagnóstico de Kripke y su análisis han sido uno de los capítulos, hoy
las célebres doctrinas de NN, a saber: que los nombres propios ('LaITa', 'Eve- día canónicos, de la discusión de! problema mente-cuerpo.
rest') -muchos de ellos, al menos- y los términos que designan géneros na-
turales ('agua', 'calor', 'tigre') son designadores rígidos. Esto significa que desig-
nan e! mismo individuo en todo mundo posible en e! que designen algo. Las 1.3. Michael Dummett: el alcance metaflsico
descripciones definidas «<e!periodista que escribió "iVue!va usted mañana!"», de la teoría del significado
crc.) suelen ser, sin embargo, designadores no rígidos. En un mundo en e! que
I.ura no hubiese sido periodista, «e! periodista que escribió "iVue!va usted ma- LUIS M. V ALDÉS
1\;1I1a!""habría designado a otro periodista o a nadie en absoluto. Pese a ello,
sostendría Kripke, 'LaITa' seguiría siendo e! nombre de LaITa. Filosofía de! lenguaje y metafísica
La doctrina de la rigidez de los nombres propios ha sido decisiva para reavi-
var el clásico debate de la posesión de propiedades esenciales y accidentales, un Dice Alfred Ayer en la introducción a El positivismo lógico que la origina-
tema que había desaparecido de la filosofía contemporánea tras e! dictamen po- lidad de este movimiento filosófico «reside en hacer depender la tesis de la
sitivista de que toda necesidad metafísica no es sino una ilusión que deriva de Imposibilidad de la metafísica no tanto de la naturaleza de lo que puede ser
convenciones lingüísticas. Kripke rechaza por igual este diagnóstico y e! que en- c onocido cuanto de lo que puede decirse». Como es bien sabido, la tarea
tiende que determinar las propiedades esenciales de un individuo es fijar las pro- prioritaria de los positivistas lógicos se centró en la búsqueda de un criterio de
piedades que dicho individuo conservaría en todo mundo posible. Un mundo -ignificatividad que legitimara la separación entre proposiciones que tenían
posible, objeta Kripke, no es como un país extranjero que uno pueda observar vcniido y aquellas que, estando privadas de él, carecían de objeto alguno es-
desde fuera. Los mundos posibles los concibe él como posibles estados de! mun- pn ular sobre su verdad. Sin embargo, la idea de que la filosofía de! lenguaje
do real o de su historia, que uno postula o estipula. Decir que 'LaITa' es un de- IIOSpermitiría ignorar las disputas de la metafísica tradicional entró, no sin
signador rígido es reconocer que 'LaITa podría no haber sido periodista' no sig- h.ihcr disfrutado antes de algunos minutos de gloria, en una crisis definitiva a
nifica lo mismo que «El periodista que escribió "iVue!va usted mañana!" podría P,IIIiI de los años cincuenta de! pasado siglo. Pues, a la par que se afianzaba
no haber sido periodista». La plausibilidad de esta interpretación de la doctrina 1.1t\'sis de que la teoría de! significado tenía que ocupar un lugar filosóf o
de la rigidez de los nombres propios choca, sin embargo, con su admisión de 11'1111',11.se iba abriendo paso la idea de que e! filósofo de! lenguaje no podía
que los mundos posibles no son simples artefactos de! análisis lógico. \11\11.1.rsc a los debates metafísicos, aunque sólo fuera para clarificar su esta tu-
111M it hacl Dummett (1925) es uno de los filósofos paradigmáticos a este res-
1'1'1to: su compleja y extensa obra abarca desde estudios de lógica formal y (l.
Revisión de la teoría de la identidad de los actos mentales 111M In.1 d ' las matemáticas hasta investigaciones sobre temas de historia d ' la
y -stados del sistema nervioso kl¡'.I\.1o ti ' la íilosofla analítica -a él se debe e! redescubrimiento y la reint r
1'11'1.1\ión del pensamiento de Frege y de sus relaciones con el de J lusscrl
Desde el inicio de NN, Kripke anuncia que con su incursión en los temas 1I1nlvicl.u sus capitales contribu iones a la teoría del significado y, '01110
del nombrar y la nece idad pretende examinar la teoría de la identidad de los 1111\\('(\1'11 in ti . ellas, a la m ,t.1ilsi ',1. En su haber está el ini 'io de una de 1.1S
l'St.Hlos mel1tales (por ej .mplo, el dolor) y cst.idos del siSIl'I11.¡nervioso (por IWJJ~ñv('lsi.ls l!losófil,IS 111,1Sliu 't¡¡e!'as de los últimos trcintn ,lIios: .l lug.tr
~

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPíTULO 19. SEGUNDA PARTE

que debe ocupar la teoría del significado en el debate entre realistas y antirrea- máticas que son una demostración de tal fórmula y las que no los son. Pero
listas. esto quiere decir que la captación de las condiciones de verdad no es, desde
este punto de vista, un concepto primitivo de la teoría: se explica en términos
de la noción más básica de demostrabilidad.
Teorías del significado «modestas» y «vigorosas- Una teoría del significado en la que la noción central de verdad se tome
en sentido «fuerte» está comprometida con la tesis de que los enunciados lin-
En la misma línea que ha propugnado Donald Davidson, Dummett pien- güísticos tienen condiciones de verdad objetivas, esto es, no dependientes ni de
sa que la mejor manera de abordar el problema del significado consiste en exa- nuestro conocimiento efectivo de ellas ni de nuestra capacidad de conocerlas.
minar laforma que debe tomar una teoría del significado para un lenguaje par- Ahora bien, dado que todo enunciado es o verdadero o falso y que su verdad
ticular. Hay, sin embargo, diferencias sustanciales entre sus respectivos enfo- o falsedad depende de cómo son los hechos del mundo, tenemos que aceptar
ques. Davidson la concibe como un conjunto de reglas a partir de las que que hay una realidad que es independiente de nuestras capacidades cognitivas
podríamos inferir, para absolutamente cualquier oración del lenguaje objeto y que es tal que, para cada enunciado lingüístico, o bien lo hace verdadero o
de estudio, un conocimiento de sus condiciones de verdad. Tal teoría, que toma lo hace falso. Dicho de otra manera: un teórico de este tipo sostiene que la
como modelo la famosa definición traskiana de verdad, garantizaría que si, por comprensión de una oración consiste en el reconocimiento de lo que sería el
ejemplo, sé que una oración concreta es verdadera si y sólo si la nieve es blanca, caso si la oración fuera verdadera (su condición de verdad), pero sin que esto
entonces sé también que esa oración significa que la nieve es blanca. Por su par- tenga conexión alguna con nuestro conocimiento de cómo podríamos reconocer
te, Dummett acepta que el concepto de verdad también tiene que desempeñar que la oración es verdadera. Esta posición equivale, de acuerdo con Dummett,
un papel central en una teoría del significado adecuada, pero pone objeciones a defender el realismo por lo que respecta al contenido de los miembros de la
sustanciales a la propuesta davidsoniana. Pues aunque es cierto que alguien en- clase de oraciones que son verdaderas o falsas. En efecto, el realista defiende
tiende el significado de «La nieve es blanca» si y sólo si sabe que «"La nieve es que lo que hace verdaderos o falsos a los integrantes de tal clase de oraciones
blanca" es verdadera si y sólo si la nieve es blanca», aún tenemos que dar cuen- -el mundo- es algo cuya objetividad no se-ve afectada en lo más mínimo
ta -si lo que buscamos es una explicación genuina del significado- de en qué por las actividades y las prácticas humanas. De este modo, una teoría del signi-
consiste el conocimiento de la noción de verdad. La queja de Dummett se sus- ficado realista está comprometida con (a) el principio de bivalencia (todo enun-
tenta en su convicción de que una teoría del significado sólo resulta aceptable ciado es verdadero o falso) y, dado que lo anterior es el caso independiente
si explica la capacidad práctica compleja que alguien tiene cuando domina un mente de que tengamos maneras de reconocer si un enunciado es verdadero o
I nguaje o, dicho de otro modo, si una teoría del significado es también una teoría íalso, también está comprometida con (b): hay enunciados cuyas condiciones
di' la comprensión. Lo que necesitamos entonces es, usando su terminología, una de verdad son trascendentes a la verificación.
teoría que, lejos de la «modestia» davidsoniana, sea «vigorosa- [fuU-bloodedj,
esto es, que explique la comprensión sin depender circularmente de nociones
«primitivas» -no explicadas- como la de «saber en qué consiste que una ora- El argumento de la «manifestación»
ción es verdadera» o la de «conocer las condiciones de verdad de una oración».
Dummett ha desarrollado varias líneas de razonamiento que intentan
poner de manifiesto que una teoría del significado realista podría no ser ad .
Realismo yantirrealismo \ u.ida. Me limitaré a resumir una de las variantes del denominado «argurncn
lo de la manifestación», así denominado por hacer uso del principio wittgens
Las teorías veritativo-condicionales, a la Davidson, sostiene Dummett, I en i.ino de que el significado es el uso bajo la guisa de que «una teoría del sig
confieren un sentido «fuerte» a la noción central de verdad. En ellas se nos dice nrticado tiene que decir en qué consiste el conocimiento que constituye la
que .n tender el significado de una oración es, lisa y llanamente, comprender (Oll1pr .nsión de una expresión en términos del modo en que éste se mani
sus .ondiciones de verdad dando por supuesto que, para toda oración, siempre I ¡('SI.1».
hay (ligo que la hace verdadera ofalsa. Sin embargo, si la noción de verdad es cen- 1·:1 argumento reza así: supongamos que el realismo es verdadero. Partimos
tl,ll s I en un sentido «débil», aún podemos mantener que entender el signi- d\' 1.1 constata ión de que el lenguaje contiene, además de oraciones decidibk»
Iic.ido de una oración equivale a conocer sus condiciones de verdad y ofrecer al 01.11 ion 's p.1l'alas que existe un procedimiento que, en un número finit de
misuto tiempo una explicación de en qué consiste que una ora ión sea verdadera. p.l\m lím IX'I mire reconocer sus ondici nes de verdad-, un gran núrncr de
1'."" poner un ejemplo: un lógi o intui ionista diría que p, ra rnpr nder una 111,11 IOIll'\ 1',11,1 1,15 qu tal pr cdimicnto no existe y que llamaremos im/I'Cirli
fÓllllul.l rnatcmáti a se ha de pod r distinguir entre I.IS construcciones 111.11L" Un. I~irlllplm (k t'Sl.ls últimas son «Todo núm '1'0 par m.~or [uc 'S 1,1 SUIll.1

IH
El lEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

de dos primos» o «Don Pelayo tuvo un terrible dolor de muelas la noche en


que cumplió veintisiete años». En el caso de oraciones decidibles el conoci-
miento de sus condiciones de verdad se manifiesta en la capacidad de usar el 1.4. Hilary Putnam: los significados no están en la cabeza
procedimiento de decisión. Ahora bien, éen qué podría consistir el conocí-
miento de la condición bajo la cual es verdadera (o falsa) una oración indeci- LUIS M. V ALDÉS
dible? Es obvio que tal conocimiento no puede tener unaformulación explícita;
pero tampoco puede consistir en nuestra capacidad de reconocer que tal con- Un rasgo esencial de las concepciones tradicionales del significado es la se-
dición se da, ni siquiera en el caso de que de hecho se diera: es perfectamente paración entre el significado (intensión) y la refirencia (extensión). El significado
posible que la condición se dé efectivamente aunque no seamos capaces de re- se concibe como una suerte de imagen, definición mental, etc., que conecta las
conocer que se da. La conclusión que Dummett extrae es que la adscripción a palabras con el mundo, esto es, me dice a qué «cosas» del mundo se aplica co-
los hablantes de un conocimiento de condiciones de verdad trascendentes a la rrectamente un término, sin que la referencia seaparte constitutiva del significa-
verificación por parte del teórico veritativo·condicional no está justificada si do. Para ser competentes al usar, por ejemplo, «agua», no se necesita conocer
la teoría del significado es una teoría de la comprensión. Dado que ese pretendi- nada sobre la propia naturaleza del agua; basta con saber lo que los hablantes
do conocimiento no se manifiesta en el uso, la constricción wittgensteniana pueden captar individualmente: que es un líquido incoloro, inodoro, insípido
queda incumplida. Toda la maniobra se reduce entonces a adjudicar a los ha- -tómese esto con cierta distancia-, que llena los mares, los ríos, los panta-
blantes un conocimiento que tiene todas las características del conocimiento nos, etc. Hay dos supuestos indiscutido s que, de acuerdo con Putnam, tales
explícito, esto es, manifestable en el uso, icon la excepción de que ni es ni pue- concepciones comparten: 1) que conocer el significado de un término es estar
de ser explícito! m un cierto estado psicológico, y 2) que el significado de un término determina su
Argumentos como el anterior plantean dudas, según Dummett, sobre la referencia.
corrección de las teorías del significado realistas. Pero sería precipitado con-
cluir que no hay otra alternativa que abrazar el antirrealismo de manera gene·
ral: Dummett duda sobre si lo que él denomina «antirrealisrno global» es si- 1,.1«Tierra Gemela» (TG)
quiera coherente.
Supongamos que en algún lugar existiera un planeta, TG, que es en todo
,dt'lIlico a la Tierra (T) excepto en que el líquido llamado en TG «agua»-pues
BlliLlOGRAFÍA ('11TG también se habla castellano- no es, a pesar de sus similitudes superfi-
(,.,b lIzO, sino ~n compuesto químico distinto que, para abreviar, vamos a
Obras de Dummett 11.1111.lrXYZ. Sea Oscar. un hablante típico del castellano en T y Óscar, su con-
u.ip.irt ida en TG. Óscar. y Oscar, son, por hipótesis, duplicados exactos, por
1)" MM m T, M., Frege: Philosopby ofLanguage, Londres, Duckworth, 1973; 2.' ed., 1981. 111qUl' no puede decirse que uno tenga creencia alguna sobre el agua que no
Trutb and Otber Enigmas, Londres, Duckworth, 1978.
Il'lIg.1t.imbién el otro y viceversa (si alguien tiene alguna dificultad para adrni
77J1'lruerpretation of Frege's Pbilosopby, Londres, Duckworth, 1981.
Frrge and Otber Pbilosopbers, Oxford, Clarendon Press, 1991. 1"lo sólo Iicne que pensar que está en 1750, cuando la química todavía no era
hl'ge: Philosopby of Matbematics, Londres, Duckworth, 1991a. 1111.1 (i '11.ia), Ahora bien, cuando Óscar. dice «agua» se refiere a ~na sustan in
T7JI' Logical Basis of Metapbysics, Londres, Duckworth, 1991b. '1"1', lo sepa él o no, es H20, pero cuando eso mismo lo dice Oscar, -qu ,
Origins of Analytical Philosophy, Londres, Duckworth, 1993. 1'1" hipótesis, está en el mismo estado mental que Oscar¡- se refiere a XYZ.
77J1'Seas of Language, Oxford, Clarendon Press, 1993a. 1'\I(·~t() qu ' idénticos estados psicológicos (significados) determinan referencias
dl''¡1111.1~, 1) Y 2) no pueden satisfacerse al mismo tiempo: «los significados no
I'llI'dt'lI estar en la cabeza».
Obrns sobre Dummeü

C'(I'I',N, K., Dummen: Pbilosopby ofLanguage, Oxford, Blackwell, 2001.


CIINSON, D., Mirbae! Dummeu and the Tbeory of Meaning, Aldershot, Ashgate, 1998.
( 1I111my h.iyas: ln división del trabajo lingüístico
M< :(;, "NF$~, B. y OUVERI, G. (eds.), Tbe Pbiloropby ofMic!Jf/el Dummeu, Dordrccht, Kluwcr,
1994. No 11.\( (' 1,\11:1, sin embargo, viajar basta la TG. Putnam conf sa qu no 's
'J'AYI,()R, B. (cd.), Mie!JII('1 Dumml'll, Contrilnuions lo Pbilo.wpby. Dordrc .ht, Kluwer, 1987. t''11111
dt' dislinguir los olmos de las hayas. Su concepto de olrn y su cancel'
W"'~S, B.. Mirbtll'IO/llIIIIII'II. hcsh.un, ACUlm'l1, 2002. ltu..W--h,ly.1minciden. pero esto no qui 'l" ti ir qu , para ;1, ambos términos

ítJO StJ 1
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO xx CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

sean sinónimos; es más, cuando dice «olmo» se refiere a los olmos y cuando El proyecto de Davidson de construir una teoría del significado para los len-
dice «haya» a las hayas. ¿Cómo es esto posible? Putnam apela aquí al fenóme- guajes naturales -aun aceptando que las palabras significan lo que sus hablantes
no de la división del trabajo lingüístico: la determinación de la referencia es un fe- intentan que signifiquen- no puede adoptar como punto de partida un análisis
nómeno social, no individual. Basta con que haya expertos en la comunidad lin- que, como el anterior, hinca el diente al significado lingüístico presuponiendo
güística que sean capaces de distinguir olmos de hayas y no es necesario que una identificación previa de propósitos o intenciones no lingüísticas. La dificul-
cada hablante individual sea capaz de hacerlo; pues lo que fija la referencia es tad central de este enfoque reside, según Davidson, en que la interpretación de
«el estado socio-lingüístico del cuerpo lingüístico colectivo al que pertenece el las intenciones de un agente, sus creencias y sus palabras constituyen una úni-
hablante». ca empresa ninguna de cuyas partes puede completarse antes de que el resto lo
esté. Así concebida, una teoría del significado es una teoría de la interpretación
y no hay esperanza alguna de poder abordar esa tarea sin que, al interpretar las
Extemismo semántico palabras de un hablante, las hagamos encajar al mismo tiempo con el cuadro glo-
bal que, como intérpretes, nos hacemos de «su vida». Es por ello por lo que el
Tanto el experimento de la TG como la división del trabajo lingüístico po- programa de Davidson respecto del significado forma parte y parcela de una
nen de manifiesto que aunque los hablantes estén exactamente en el mismo es- cierta «teoría unificada» del pensamiento, el lenguaje y la acción.
tado mental cuando usan un término pueden querer decir cosas diferentes al
usarlo. Pero si esto es así, las concepciones tradicionales que hacen del indivi-
dualismo semántica su punto de partida están condenadas al fracaso y sólo se- Significado y verdad
ría viable una perspectiva externista (los significados de las palabras dependen
de factores del entorno del hablante) que contemple también la referencia Como Quine, el mentor de Davidson, ha señalado, lo que se entiende por
como constitutiva del significado. Siguiendo la línea trazada por Kripke, Put- semántica abarca dos dominios -la teoría de la referencia y la teoría del senti
nam ha desarrollado una teoría causal de la referencia para términos de género do- cuyos mojones son la verdad en un extremo y el significado en otro. Frc
natural en la que no sólo se toman en cuenta las relaciones causales entre los ge fue el primero en poner de manifiesto que ambos dominios mantienen una
hablantes y sus referencias, sino aspectos sociales y pragmáticos como los este- conexión esencial. En efecto, todo nombre de un valor de verdad expresa un sen-
reotipos, la confianza en los expertos o ciertas constricciones de racionalidad. tido -un pensamiento- que se especifica, a su vez, como el pensamiento
de que las condiciones bajo las que denota lo verdadero se cumplen (apro-
ximadamente: el sentido de una oración declarativa viene dado por sus condi
BIBLIOGRAFÍA ciones de verdad). Davidson, como también dice Quine, se tomó está conc
xión fregeana «a pecho» y extrajo la conclusión de que la mejor manera de dar
PUTNAM, H. (1970), «(Es posible la sernántica?», en Mind, Language and Reality, Cam- forma a una explicación sistemática de los significados de un lenguaje era de
bridge, Cambridge University Press, 1979, págs. 139-152. sarrollar la definición recursiva de verdad de Tarski para ese lenguaje.
"Significado y referencia», Tbe[oumal rif Pbilosopby, 70 (1973), págs. 177-187 [trad.
El camino seguido por Davidson para formular su propuesta podría re
esp. en L. M. Valdés (ed.), La búsqueda del significado, Madrid, Tecnos, 2000, 3." ed.].
construirse así. Supóngase que disponemos de una teoría Tpara un lenguaje 1,
(1975), «El significado de "significado"», en Mind, Language and Reality, Cambridge,
Cambridge University Press, 1979, págs. 21-271 [trad. esp. en L. M. Valdés (ed.), La
que nos capacita para atribuir una propiedad semántica a cada oración de 1
/Jlísquedadelsignificado, Madrid, Tecnos, 1991, 1." ed.]. digamos «es V>>-- en función de cómo esa oración se compone a partir tic
LII1 número finito, de elementos léxicos, por medio de un número finito de
aplicaciones de un número finito de modos de composición. Para que Tpue
1.5. Donald Davidson: verdad e interpretación da ser considerada como una teoría del significado satisfactoria se exige que,
sin apelar adicionalmente a noción semántica alguna, Tentrañe para cada ora
LUIS M. VALDÉS ción de L un teorema de la forma

Una de las tradiciones más fructíferas en la filosofía del lenguaje contem- (V) o es Vsi y s610 si p,
poránea -representada, entre otros, por John Austin, Paul Grice, Peter Straw-
son, John Searle, Steve Schiffer o Brian Loar- defiende que cuando un ha- do~1é o se recmplnzarla por una designación suya y P por alguna oración que
blante profiere una oración intenta con ello inducir ciertas creencias en su au- "tU· el sigllifiC:ldo» dt· (l. Cuando el lenguaje objeto CSL\ incluido en el mct.ilcn
dicnci.i y que tales intenciones complejas son las que de/mll/IIIIII SLI significndo. gll.ljt· (i u.uulo, pOI t·jt·mplo, 'f"t·st.\ f()IIllubda t·11r.1s(<.'iI.II~()IW·'l 1" que ('S (,1111

í~ 11:1
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

bién e! castellano), o sería la candidata obvia para reemplazar a p; de este modo encajan de manera óptima con las oraciones que mantienen como verdaderas los
e! esquema (V) se leería, una vez hechos los reemplazos, como la V-oraci.ón: hablantes de ese lenguaje, Esto es: una teoría del significado no sólo correlacio-
,,"La nieve es blanca" es verdadera si y sólo si la nieve es blanca.» Ahora bien, na oraciones mencionadas con oraciones usadas que las interpretan; abarca tam-
los teoremas de T distan de ser triviales. Si T siguiera estando formulada en cas- bién las asignaciones de referencia y las condiciones de satisfacción de los térmi-
tellano y fuera una teoría para, digamos, e! alemán, la V-oración correspon- nos y predicados que componen las oraciones del lenguaje objeto, En el caso de
diente diría «"Schnee ist weiís" es verdadera si y sólo si la nieve es blanca», y (o) supondría que hemos asignado hierba a «nieve» y el ser verdadera en el caso
aquí e! aire de trivialidad ha desaparecido. Pero ahora también es obvio que, de que x es verde a la función «r es blanco», Tiene razón entonces Davidson al
en e! primero de los casos, la trivialidad sólo era aparente; pues la oración o se alegar que (o) no podría pertenecer a ninguna teoría razonable que diera las con-
menciona en e! lado izquierdo de! bicondicional pero en e! derecho se usa: nos diciones de verdad correctas para «Esto es nieve» y «Esto es blanco», Cualquier
da la condición bajo la que la oración o es verdadera. teoría que diese las condiciones de verdad correctas, parece ser el resumen, siem-
Llegamos entonces al «punto de descubrimiento» davidsoniano: sin presu- pre produciría también V-oraciones interpretativas. ¿Pero es realmente esto así?
poner que «es V» sea el predicado veritativo ni que el significado de una ora- John Foster pone en tela de juicio esta pretensión con el argumento siguien-
ción sean sus condiciones de verdad, nos encontramos con que «las oraciones te: dada una teoría de la verdad Tpara un lenguaje L, puede construirse trivial-
a las que se aplica el predicado "es V" son justamente las oraciones verdaderas mente una teoría alternativa T'para L extensionalmente equivalente a Tpero in-
de L dado que la condición que hemos colocado sobre las teorías del significa- tencionalmente incompatible con ella, Si esto fuera así, el predicado «es 17" po-
do satisfactorias es, en esencia la Convención V de Tarski», Por consiguiente, dría reemplazarse por el predicado veritativo en todas las ocurrencias del
podemos afirmar que las teorías de la verdad que sigen el modelo de tarskiano esquema (V) sin que eso fuera garantía de que los reemplazos de p traducen O.
SOIl teorías del significado para los lenguajes naturales. Para poner un ejemplo: el predicado Ppuede representarse como aplicándose
Una teoría del significado que esté de acuerdo con este patrón tendrá al (a) a todos y sólo los pares ordenados de objetos que están en la relación parte-todo,
menos dos características: a) satisfará las exigencias impuestas por el principio o (b) a todos y sólo los pares ordenados de objetos que están en la relación par-
I1q~e,lI1o de composicionalidad, puesto que la definición de verdad de Tarski per- te-todo y la luna se mueve, Dado que es verdad que la luna se mueve, ambas ~re-
111IIt'mostrar cómo los significados de las oraciones dependen de los de sus sentaciones son coextensas y en Tpodría sustituirse la cláusula que presenta al
1',11tcs. No es éste un asunto menor: los lenguajes naturales contienen un nú- predicado como (a) por la que presenta al predicado como (b) salva uentate. Es
mrro infinito de oraciones significativas que, al menos potencialmente, somos evidente entonces que Tproduciría para la oración «A es parte de B» la V-oración
.IP.)lCS de entender y usar sin habérnoslas encontrado nunca y una teoría del interpretativa «"A es parte de B" es verdadera si y sólo si A es parte de B», mien-
,\ignilicado ha de explicar cómo conseguimos realizar tal hazaña, Una manera tras que T' daría la no-interpretativa «"A es parte de B" es verdadera si y sólo si A
de haccrlo es exigir que tal teoría sea composicional. Ha de constar de un nú- es parte de B y la luna se mueve». ¿Cómo eliminar T' en favor de T?
III .ro finito de axiomas que produzcan infinitos teoremas -uno por cada ora-
ción efectiva o potencial de los hablantes- y que sus significados se especifi-
qucn en función de la contribución sistemática a éstos de sus componentes y
lnicrprctación radical
estructura; b) Tal teoría será estrictamente extensionalpuesto que el predicado
vcritativo cae del lado extensional de la semántica, No podrá por ello, so pena
1~st'á fuera de duda que apelar al requisito de traducción para preferir los
lit: .ircularidad, usar conocimiento de contenidos «finamente discriminados»
t(,(lIt'mas servidos por Ta los de T'sería cometer una petición de principio. Da
ti . actitudes proposicionales de los hablantes, La teoría cumplirá su objetivo si,
vulson quiere por ello que la elección de la teoría favorita se haga teniendo en
b:)jo estas condiciones, los reemplazos en el esquema (V) producen V-oracio-
( )I('nI.I consideraciones empíricas, la evidencia disponible para un intérprete rn
11(,'Sinterpretativas, esto es, si los reemplazos de p dan el significado de O.
Exigir que las V-oraciones entrañadas por la teoría sean verdaderas no ga-
,!,(¡d (1R). Por definición, un IR empieza «desde cero», no conoce absolutarncn-
tI' 11.\(1.) del lenguaje que se va a interpretar y no dispone de la ayuda de gramáti
r.intiza interpretatividad; sólo hay que considerar la oración verdadera pero no-
( ,1', dit t iorurios o informantes, Pero el IR sí puede «detectar» que los hablantcs
iutcrpretatiua
11.11') ('~llIdi() ti n n a titudcs proposicionaJes de cuyo contenido nada sabe -por
1'll'llIplo, que algunas oraciones que emiten las «tienen por verdaderas». La «cvi
(o) 'La nieve es blanca' es verdadera si y sólo si la hierba es verde.
d"II( 1,1>' disponible se cxplicitaría así:
Aunque (o) no puede desecharse sobre la base de que «La hierba es verde»
/ . (I~)K\l11pcu -ncce ,11.1cornunid.id de hablanrcs dcl alcman y 1(\11'1 li('lIl'
I/{)traduce «La nieve es blanca», Davidson puede adu ir que 1 s icor mas de una pOI vcul.ul '1.1«Es Iq;m'l» el s.ih.rdo ,11mediodía y ('SI.llloviendo (('IU d('
It'OIhl ti ,1 signifi .ado son int 11 r tativos cuando la fot(tlir/(/tf d . las V oraciones I(IIlt (,1."Ih,ulo ,1I111('lliodf.1.
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

Desde luego, sería necesario reunir múltiples evidencias de este tipo que de relacionamos con los demás. La comunicación genuina tiene lugar entonces
involucren distintos hablantes, lugares y tiempos para poder enunciar la gene- cuando nuestras teorías del significado coinciden una vez que se ajustan ante una
ralización: emisión lingüística, pero no antes de que ésta se haya producido.
Esta concepción dinámica de la interpretación ha llevado a Davidson a
(EG) Para todos los hablantes x de la comunidad de hablantes del ale- afirmar que «no hay nada que sea el lenguaje, no si el lenguaje es lo que mu-
mán y para cualquier tiempo t, x tiene por verdadera «Es regnet» si y sólo si chos filósofos y lingüistas han supuesto que es». Proclamas como ésta tienen
está lloviendo cerca de x en t. mucho de propaganda -no quiere Davidson decir que no haya nada que sea
el castellano, el japonés o el checo+-; más bien su intención es defender que
¿Q!lé es lo que permitiría pasar de (EG) a la V-oración «"Es regnet" es ver- las convenciones lingüísticas, útiles como son para la comunicación (de hecho no
dadera en alemán en tanto que emitida por x en t si y sólo si está lloviendo cer- podemos pasar sin ellas), no son, en principio, constitutivas del significado ni
ca de x en t»? Davidson adopta como núcleo de la interpretación radical un de la comprensión lingüística. Su influyente concepción de la metáfora -por
principio de caridad (PC) a la Wilson-Q!line -entre varias interpretaciones de citar sólo un caso- es solidaria con esta visión de las convenciones lingiiísti-
una emisión elíjase siempre la más favorable para el interpretado- que se apli- caso En contra de gran parte de la tradición, Davidson defiende que no hay
ca a la evidencia disponible para el IR y que garantizaría, hasta un grado razo- nada que sea el «significado metafórico». Una emisión metafórica, dice lo que
nable, que resulten las condiciones de verdad correctas. Obsérvese que el PC literalmente dice aunque da lugar a modos de ver las cosas nuevos o sorprenden-
no es un mero «consejo de prudencia»; es constitutivo de la propia tarea de la tes. Y, del mismo modo que no hay un conjunto de reglas que determinen qué
interpretación al ser el que permite la inferencia de las V-oraciones desde EG. La quiere decir un hablante que usa un malapropismo o comete un lapsus lingu,«
objeción de Foster del apartado anterior desaparecería si consideramos que tampoco hay reglas que determinen los efectos de una metáfora.
1.1 evidencia de la que dispone el IR favorece las V-oraciones de Tsobre las de T'
sobre la base de que nada indica que sea pertinente para mantener como verda-
dera la oración «A es parte de B» una verdad contingente como que la luna se BIBLIOGRAFÍA ,
mueva, Y esto se sigue de la misma consideración que lleva a introducir el PC:
que los hablantes son racionales y tienen buenas razones para sus creencias. O/mI.\' de Davidson

La mayor parte de los artículos de Davidson sobre filosofla del lenguaje están rcco
¡;idos en:
Comunicación y convención
1)11 VII)SON, D. (2001), Inquiries into Truth and Interpretation, Oxford, Clarendon Prcss, 2.'
Sobre la base de lo anterior podría parecer que comprender un lenguaje re- cd. I trad. esp. dela 1.' ed., De laverdady de la interpretación, Barcelona, Gedisa, J 9901.
quiere que hablante y oyente conozcan la misma teoría para ese lenguaje. No (2001), Subjective, Intersubjective, Objective, Oxford, Clarendon Press [trad. csp.: S"b,i'
li710,intersubjetiuo, objetivo, Madrid, Cátedra, 2003].
es ésa sin embargo la opinión de Davidson. No hay duda de que una teoría de
(2004), Problems ofRationality, Oxford, Clarendon Press.
tipo tarskiano nos brinda el entramado en el que se produce la interpretación;
(¿OOS), Truth, Language and History, Oxford, Clarendon Press.
pero a) el bolismo que Davidson profesa obliga a tener en cuenta las relaciones
entre las emisiones como constitutivas del conocimiento de su significado, y b)
1.1 interpretación exige atender a la conducta y otras actitudes de los hablantes (I/I/r/I 11I"1'1' Dmndson
que SOI1, por naturaleza, mudables e impiden el uso de un modelo estático. Los
m.rla] ropismos, metáforas, ironías, lapsi linguae, chistes o, simplemente, las li.VNINJI., S., Donnk! Davidson, Cambridge, Polity Press, 1991.
IIIIIIN, l., E. (ccl.), Tbe Philol'ophy of Donald Davidson, Library rfLiving Pbilosopbers XXVII,
confusiones gramaticales son ejemplos de emisiones cuya interpretación acer-
(:I¡jI,lgO, Opcn Court, 1999.
t,ltIa-lo que casi siempre sucede- sería poco menos que milagrosa si proce-
111 UNANI )J'Z ICl.IlSIIIS, M., La semántica de Dauidson, Madrid, Visor, 1990.
diera de una extracción mecánica de las V-oraciones de la teoría. 111'01 1'11, M., Douald Dnuidson, Chesharn, Acumen Publishing, 2004.
Davidson propone entonces abandonar la idea de que la comprensión Iin- 1 I1I A I1 (1, P., PACIN, P. y SEGA!., G. (eds.), Inlerpreting Dauidson, Stanford, SU Publi
güísti('~ requiere la coincidencia en una teoría de la interpretación preoia a los in- 1 ,II"I"~, ¿OO!.
telclmbios lingüísticos y reemplazarla por un continuo reajuste de teorías a medida 111'111(1.11" (cd.), Truth aud lntcrpretatiou: Pcrspectiues 011tbe PbilosofJ/;y O!J)O//fI!d J)tl7lirllli//.
que éstos se producen para in orporar las pe uliaridade de 1 idiol los de los y)Kíllld. 1l.lsil Bl.u kwcll, 1986. . .
h.ihlarucs. Naturalrn ntc, esto exige el uso de capa idadcs no esencialmente lin MÁI I'A\, l. 1~.• f)1II",1d f)m/ill.lII//1II1I1 lb,. Mirror I!rMI'tl//i//,~. Carnbridgc, c'1111bl itlf\l' 1 )111
gülsti(,IS quc t] 'I1CIl que ver ('011 nu 'str,1 rnan ""1 el' habérnosl.is '011 -l munclo y
VI'I~lty JlI('~S, 11)92.
EL LEGADO FILOS6FICO y CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPíTULO 19. SEGUNDA PARTE

Ri\MBERG, B., Donald Davidsons Pbilosopby ojLanguage: An Introduction, Oxford, Basil Black- que la postulación de relaciones causales entre sustancias esencialmen-
well, 1989. te distintas es más un recurso a la magia que una genuina explicación.
STOECKER, R. (ed.), Reflecting Davidson, Berlín, W. de Gruyter, 1993.
ZEGLEN, U. M. (ed.), Donald Davidson: Truth, Meaning and Knowledge, Londres, Rout-
Pero con ello han aceptado el planteamiento cartesiano: explicar el lu-
ledge, 1991. gar de la mente en el mundo es explicar cómo lo mental puede actuar
causalmente sobre lo material.
Pero ¿por qué hay un problema filosófico especial acerca de la cau-
2. FILOSOFÍA DE LA MENTE Y DE LA ACCIÓN salidad mental? La respuesta se halla en el problema de la sobredeter-
minación causal en la explicación de la conducta humana. Suponga-
2.1. Introducción mos que alguien va al frigorífico porque tiene hambre y cree que allí
hay un bocadillo. Ésta es una explicación de la conducta en virtud de
ÁNGEL GARCÍA RODRíGUEZ causas mentales (creencias, sensaciones, etc.). Pero no es la única, pues
podría darse una explicación causal de la misma conducta que no ape-
.1.1. El problema mente-cuerpo: la causalidad mental lara a creencias, sensaciones, etc., sino a las conexiones neuronales del
cerebro y del sistema nervioso del sujeto en cuestión. En ese caso, ha-
Durante el último tercio del siglo xx, la filosofia de la mente ha pa- bría dos explicaciones distintas, completas e independientes, de la mis-
sado a ocupar un lugar de honor en el conjunto de la reflexión filosó- ma conducta (vale decir, de cualquier acción humana): una en virtud
I¡l.l. La principal cuestión de la que se ocupa es el tradicional proble- de causas mentales; otra en virtud de causas neurofisiológicas. En ese
111.1mente-cuerpo, convenientemente remozado, con el fin de dar ea- caso, la explicación de la conducta humana estaría sobredeterminada
biela a los nuevos descubrimientos científicos sobre el cerebro y la causalmente: cualquier acción humana tendría más causas de las que
c ognición humanos. Pero el problema filosófico sigue siendo el mis- son necesarias. Pero esto no es aceptable, pues atenta contra la regla ge-
mo: .1saber, explicar el lugar de la mente en el mundo. O lo que es lo neral según la cual un fenómeno cualquiera tiene sólo una causa (a no
III ¡SIllO,dar una explicación de la naturaleza de la mente que sea corn- ser que se trate de una inusual excepción).
p.uiblc con una concepción materialista del mundo. Pues si se acepta Los filósofos de la mente del siglo XX no sólo han rechazado la so-
que los elementos últimos que constituyen los objetos del mundo son bredeterminación causal, sino que además han aceptado generalmente
m.ucriales, la idea misma de algo cuyas propiedades son radicalmente la clausura causal del mundo fisico. Es decir, han aceptado que en la
distintas del resto de objetos materiales resulta primafacie problemática. explicación de cualquier fenómeno fisico no hace falta apelar más que
Entre esas propiedades están la capacidad de representación del .\ causas fisicas. Es decir, que si se quiere explicar causalmente el con-
mundo, como en la creencia de que hay un bocadillo en el frigorífico, junto de eventos neurofisiológicos que hemos llamado «ir al frigorífi-
o en el deseo de que lo haya; y la capacidad de tener determinadas sen- CO», sólo hacen falta causas fisicas, como las que tienen que ver con co-
saciones, como cuando a alguien le duele la cabeza o ama a su pareja. nexiones neuronales, tendones, músculos, etc. Pero en ese caso es fácil
Lo importante para el planteamiento del problema mente-cuerpo es ver que la idea misma de la causalidad mental se vuelve problemática.
que .imbas propiedades son sólo propiedades de lo mental. Pero en- Pues si, como regla general, cualquier fenómeno tiene sólo una causa,
roncos, si todo lo que existe está constituido por elementos materiales, y 1.1causa de cualquier fenómeno fisico es fisica, lo mental carece de
hómo puede explicarse la existencia de propiedades tan peculiares? poderes causales sobre el mundo fisico. Parece perderse así no sól
Los antecedentes de este problema se remontan hasta Descartes, 1.\ posibilidad de una explicación de la conducta humana en virtud de
quien propuso la siguiente solución al problema mente-cuerpo: lo (ll·ellti.ls, deseos o sensaciones, sino también el lugar mismo que In
y lo corporal son sustancias con propiedades esenciales mutua-
111\:nt.11 1I1('l1teocupa en el mundo.
mente cxcluyentes (el pensamiento y la extensión, respectivamente), 1..\ historia de la filosoíla de la mente del siglo XX puede contarse
que no obstante se relacionan causalmente entre sí: lo mental afecta IOIlIl) \111,1serie de intentos por evitar esa doble pérdida. Aunque no
c.iusalmcntc a lo corporal, y viceversa. Los filósofos de la mente del si- \11(1)\pre:.ilgunos autores, denominados «climinativistas» (como Paul
glo xx h.in coincidido en rechazar la solución cartcsian.i, ,11considerar ( :111111 III.IIHIy P.I!1ic i.1Smit h Chun h l.md), 11.111
.Ibr;li'~ldo con .t1t'gd,l 1.1

SIlH Sil 1)
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

conclusión de que lo mental es eliminable, en la medida en que creen- neurofisiológico no es de identidad (un tipo mental, un tipo neuro~-
cias, deseos o sensaciones son sólo términos teóricos en malas expli- siológico), sino de realización: es decir, que los estados mentales se reali-
caciones de la conducta humana. Otros, denominados instrumentalis- zan o implementan neurofisiológicamente, de manera múltiple o va-
tas» (como Daniel Dennett), han considerado que creencias o deseos riable (un tipo mental, varios tipos neurofisiológicos). Esto implica la
son sólo útiles instrumentos en la explicación de la conducta humana. negación del reduccionismo fisicalista.
No obstante, la gran mayoría de los filósofos de la mente, a los que po-
dría denominarse «realistas», ha buscado preservar la doble intuición
de que lo mental existe y es causalmente eficaz. Veámoslo. 2.1.3. El funcionalismo y la teoría computacional de la mente

La concepción de los estados mentales que da cabida a la realizabi-


2.1.2. La solución fisicalista lidad múltiple se denomina «funcionalismo». Básicamente, el funcio-
nalismo mantiene el análisis causal de los estados mentales, sustituyen-
Entre los filósofos realistas, algunos han tratado de responder al do la relación de identidad por la de realización. Pero no es ésta una
problema de la sobredeterminación causal, sin renunciar a la clausura diferencia menor con las teorías de la identidad, pues con ello se intro-
causal del mundo fisico, defendiendo que las propiedades causales que duce una importante distinción entre dos niveles: el funcional y el ma-
.iparccen en una explicación mental de la conducta humana son idén- terial. El nivel funcional es el nivel propiamente mental: los estados
tiCIS a las que aparecen en una explicación neurofisiológica de la mis- mentales son funciones, caracterizadas como una red de relaciones
111.1.No habría, por tanto, dos explicaciones independientes del mismo causales entre inputs, outputs y otros estados mentales. El nivel funcio-
ícnómcno, con lo que se evitaría la sobredeterminación causal. En las nal guarda algún tipo de relación con el nivel material (a saber, de jea-
primeras versiones de las teorías de la identidad, de finales de los cin- lización o implementación), pero son niveles distintos. Así, el funcio-
cuenta, U. T. Place y J. J. C. Smart defendieron una sencilla identidad nalista defiende que, de hecho, los estados mentales se realizan en el
entre tipos de estados mentales y tipos de estados neurofisiológicos: sistema neurofisiológico humano, pero que bien podrían realizarse
por ejemplo, entre el dolor y un estado neurofisiológico determinado. en sistemas materialmente distintos, incluso en sistemas no materiales.
Posteriormente, a finales de los sesenta, David Armstrong y David (Como veremos más adelante, el funcionalista tendrá que explicar mu-
l.cwis introdujeron una variación, no en la relación de identidad, sino en cho mejor sus compromisos materialistas.)
la concepción de los estados mentales. Según éstos, los estados menta- Durante los años setenta, se extendió la concepción funcionalista
les se caracterizan por sus relaciones causales con inputs perceptivos, de lo mental, en sus diversas variedades. Una de las más influyentes
Ol/(/,U(S conductuales y otros estados mentales que median entre inputs luc el funcionalismo computacional de Hilary Putnam, quien utilizó
y outputs. Son los tipos de estados mentales así concebidos los que se- 1:1metáfora del ordenador digital para glosar la distinción entre nivele.
rían idénticos con tipos de estados neurofisiológicos. A las teorías que Del mismo modo que en un ordenador se distingue entre el hardware
ti .íicnden la identidad entre tipos mentales y tipos neurofisiológicos se y el sofhoare o programa implementado por aquél, también se ha d
1.1Setiqueta como «reduccionismo fisicalista», al reducir lo mental a lo distinguir entre el cerebro y la mente. Según un famoso eslogan, el sqfi-
ílsico (o más en concreto, a lo neurofisiológico). marr cs .il bardtoare de un ordenador lo que la mente es al cerebro. Es
Las teorías de la identidad se toparon pronto con una objeción: la decir,1.1 mente no es más que un conjunto de programas que se imple-
rcalizabilidad múltiple de los estados mentales. Ésta se sustenta sobre mcnt.i ílsi .arncnt en el cerebro humano (o en cualquier otro sistema
una doble base: por una parte, la intuición de que seres neurofisiológi- IOIl 1:1complejidad suficiente).
(a!11 .ntc distintos entre sí pueden tener los mismos tipos de estado St' inauguraba así la teoría computacional de la mente, según la
mental; por otra parte, el hecho de la plasticidad del cerebro, de tal ma- cu.il los I recesos mentales no son sino un conjunto de proce os algo-
ncra que en determinadas situacione (por ejemplo, 1 sien s) una par- dtllyi()~ de transmisión d inf rmación odif ada simbólicar» ntc,
t ' del ccr bro puede realizar funciones que antes no I orr .spondían. 11.'1 \111I 1()~r.ll11.1ti' ord nador, In transmisión de informa ión s r iali
;011 '11o, se apunta a la idea ti que In r lación y lo
.ntrc lo 111'111:11 ~,I IlIt'di,ll1lt' UI1sist 'l1l;1bin.irio de Linos y ceros, gracias a unas rcgl.1s

'-lO SSI
El. I.EGADO FILOSÓFICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

mecánicas que determinan para cada estado del programa, cuál ha de ser sido objeto de estudio por los filósofos de la mente del último tercio
el estado siguiente (otro estado intermedio o un determinado outpia), del siglo .xx. Y como veremos brevemente a continuación, plantean un
dado un input determinado. Según la teoría computacional, también serio reto a las concepciones fisicalista y funcionalista de lo mental.
los procesos mentales son pautas mecánicas para la transmisión de in- Según Thomas Nagel, las propiedades fenoménicas implican la
íormación, con una correspondencia en el ámbito del desarrollo neu- adopción de un punto de vista, o perspectiva, con lo que no es posible
rona!. (Según la conocida hipótesis de Jerry Fodor, la información se explicarlas desde fuera de ese punto de vista. Según el conocido ejem-
computa sintácticamente: es «el lenguaje del pensamiento-.) plo de Nagel, a los humanos nos resulta imposible comprender la ex-
La teoría computacional de la mente ganó enseguida adeptos. En- periencia perceptiva propia de los murciélagos (basada en un mecanis-
t re otras virtudes, permitía explicar el lugar de lo mental en el mundo mo semejante al sónar, del que nosotros carecemos). Sin embargo, las
sin caer en más misterio que el que hay en la relación entre el scfttoare explicaciones fisicalista y funcionalista de lo mental se proponen como
y el hardteare de un ordenador. No obstante, a comienzos de los echen- explicaciones objetivas, que trascienden cualquier punto de vista espe-
L ífico (por ejemplo, el humano o el de los murciélagos). Por lo tanto,
1.1,John Searle planteó una importante objeción: el argumento de la
h.ibitación china. Supongamos que alguien que no sabe chino está en- en palabras de Nagel, son incapaces de explicar «el carácter subjetivo
e errado en una habitación, en la que todo lo que hay es un enorme li- de la experiencia».
hro que contiene todas las reglas para manipular símbolos chinos co- Este argumento de Nagel parece envolver en un aura de misterio la
IIt't t.imcnte. Dicho sujeto recibe expresiones en chino (input), y con n.uuraleza misma de los qualia. Ahora bien, asumida desde el principio
.iyud.t del libro es capaz de producir respuestas correctas en chino (output). uu.t ontología materialista, el misterio no puede ser ontológico. Por
A pt'S;\I de su gran habilidad para producir respuestas correctas en chi- ("\<l, Frnnk Jackson ha caracterizado el misterio en términos epistémi-
no, el sujeto no sabe chino, ¿Por qué no? Porque conocer un lengua- ( ()S. Según J ackson, los qualia plantean el siguiente reto al fisicalisruo o
W 110 consiste sólo en la manipulación correcta de símbolos de acuer- ,ti funcionalismo: incluso conociendo todos los hechos funcionales y
do c on determinadas reglas sintácticas; conocer un lenguaje requiere ueurofisiológicos acerca de la visión policromática del mundo, alguien
( ouo: cr su semántica, el significado de los símbolos. Según Searle, qul' ve por primera vez algo rojo adquiere algún conocimiento nuevo.
,dl-\o parecido sucede en la teoría computacional de la mente: ésta re- 1)esde los años ochenta se ha intentado dar una respuesta convin-
du«. "1 mente a la manipulación de símbolos (sintaxis); pero la pose- «'llle al reto planteado por los qualia. Algunos autores han propuesto
sión de mente incluye también una semántica, es decir, la capacidad de 1111.1 explicación de la naturaleza de los qualia que sea compatible con
representar el mundo, como cuando alguien cree que hay un boca- 1.1\L onccpciones fisicalista o funcionalista de lo mental. Otros, como
dillo en el frigorífico. Según Searle, la teoría computacional de la mente ( :nlill McGinn o David Chalmers, simplemente han aceptado el carác-
no da cuenta de esta capacidad, descuidando un aspecto central de lo In misterioso de los qualia, bien como cuestión epistémica (nunca po
que es la mente (central, por ejemplo, a la hora de explicar la conduc- dl('IIIOS explicados), bien como cuestión ontológica (son propiedades
1.1humana). II!) f1slt,IS del mundo). Esta última posición implica un neodualismo
'1\1(', ( omo veremos más adelante, casa bien con la concepción emer
1',('1111\(.1de lo mental.
.1.4. Un problema para todos: los «qualia»

Pero no es sólo la capacidad de representación del mundo la que ,I.S. 1..1sobreveniencia psico-física
11,1de explicarse en una concepción adecuada de lo mental. Como vi-
1ll0S .11principio, estados mentales como los dolores de cabeza, el 1..1( lIt'SIión acerca de la naturaleza de los qua/ia está lejos de haber
,\111mo la experiencia visual de algo rojo se caracterizan por un conjunto Ido Il'Mlclta. Pero volviendo a In cuestión principal de la causalidad
tlt' sensaciones: las sensaciones propias del dolor de cabeza, del amor 1I11'nt:d,¿podd,1 el funcionalismo explicar In causalidad mental sin ne
o de 1,1visión de algo rojo, respectivamente, También In explicación de 111.1II.IUWI.I c ausal del mundo flsico, y sin caer en la sobrcdctcrrni
t'sI.IS propiedades fenornénicas (a las que se suele denominar qunlia} h,l 11tH11111I ,IIIS,tI?Los defensores del reduccionismo QSi<'·'llistalo h,111m"

ss S.I
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

gado. La dificultad radica en la crucial distinción entre los niveles fun- promesa de explicar mejor los compromisos materialistas del funciona-
cional y neurofisiológico: por una parte, la clausura causal del mundo lismo.)
Ilsico haría causalmente innecesarias las propiedades del nivel funcio- ¿Puede servir la noción de sobreveniencia psico-física para articular
nal (el nivel propiamente mental según el funcionalista); por otra par- una respuesta al problema de la causalidad mental, distinta del reduc-
te, la insistencia en la eficacia causal de las propiedades del nivel fun- cionismo fisicalista; es decir, una respuesta antirreduccionista? Los an-
cional (no sólo las del nivel neurofisiológico) implicaría un nuevo tirreduccionistas han defendido que la noción de sobreveniencia sirve
problema de sobredeterminación causal. Los defensores del reduccio- en un marco más general. Según los antirreduccionistas, el marco del
n isrno fisicalista han propuesto evitar este indeseable dilema mediante reduccionismo fisicalista es inaceptable, porque implica que toda ex-
LI identidad entre causas mentales (caracterizadas, eso sí, por su rol plicación causal (no sólo las explicaciones mentales de la conducta hu-
causal) y causas neurofisiológicas. Al mismo tiempo, evitarían la base mana) es en realidad una explicación física. Es decir, que no hay ge-
que sustenta la objeción de la realizabilidad múltiple relativizando di- nuinas explicaciones causales en economía, sociología o química (las
l has identidades a especies o algún otro tipo de estructura. Esta sería la ciencias especiales, distintas de la física). Dichas explicaciones habrían
última versión del reduccionismo fisicalista defendida por David Lewis de recurrir a causas económicas, sociológicas o químicas, pero acep-
y jacgwon Kim. tada la clausura causal del mundo físico, eso significaría caer en la sobre-
Por otra parte, los detractores del reduccionismo fisicalista han determinación causal. Frente a esto, los opositores del reduccionismo
.iducido que, si con la maniobra anterior se consigue explicar la causa- (como Jerry Fodor) han tratado de articular un modelo de explicación
lid.id mental, es a costa de renunciar a lo propiamente mental, pues las causal que no implique renunciar al genuino poder explicativo de las
\ ,1\US.lSmentales son idénticas a (léase, reducibles a) causas neurofisio· ciencias especiales, como la psicología. Dentro de este proyecto, la
lúgil.ls. Por ello, desde mediados de los ochenta, a partir de escritos noción de sobreveniencia serviría para mostrar que la existencia de. ge-
,llltt'l iores de Donald Davidson, se abrió camino una alternativa al re- nuinas explicaciones psicológicas de la conducta no implica afirmar la
duc c ionismo fisicalista, consistente en defender algún tipo de depen- existencia de propiedades causales que atenten contra compromisos
dt'l1li,l, distinto de la identidad, entre el nivel mental y el nivel neuro- materialistas.
j¡~iológico. Esta relación de dependencia sin identidad se articuló en
torno a la noción de sobreveniencia: lo mental no es idéntico a, sino
que sobreviene a, lo neurofisiológico. El núcleo de la relación de so- 2.1.6. (Está el problema mente-cuerpo bien planteado?
brevcniencia psico-física se halla en que, si bien las propiedades rnen-
t.11.s s n distintas de las neurofisiológicas, aquéllas dependen de éstas Vemos así que la disputa entre el reduccionismo fisicalista y el an
porque no puede haber diferencias en cuanto a las propiedades menta- tirreduccionismo en la explicación de la causalidad mental jalona la
les sin diferencias en cuanto a las propiedades neurofisiológicas; o di- historia de la filosofía de la mente del último tercio del siglo xx. En rea-
cho de otro modo, indiscemibilidad en cuanto a las propiedades neu- lidad, la disputa sigue viva todavía. Así, reduccionistas como Jaegwon
lo{isiológicas implica indiscemibilidad en cuanto a las propiedades Kim han argumentado que la noción de sobreveniencia psico-física n
mental .s, puede ser una solución antirreduccionista al problema rnente-cuerp ,
l lay dos aspectos fundamentales en la relación de sobreveniencia. porque es parte del problema. Es decir, si la sobreveniencia psico-físi a
PI imcro, es compatible con la distinción funcionalista entre niveles. no es sino una expresión de unos compromisos materialistas mínimos,
St'gundo, busca dar cuenta de las intuiciones materialistas que se entonces no puede servir sólo a un tipo de materialista, los antirreduc-
h.illan en la base de las teorías de la identidad, mediante la noción de in- e ionistas. Al menos, mientras éstos no renuncien a alguno de los otr s
dis -rnibilidad: una vez que se fijan las propiedades neurofisiológicas su¡ u .stos presentes en la formulación del problema: a saber, la aus .n
I clcvant s, quedan fijadas ipso Jacto las propiedades mentales, en cual- l i,l d ' sobrcdctcrminación causal y la clausura causal del mundo flsi o.
qui -r situación posible. Según los defensores de la sobreveni n ia, para A lo largo de 1 s añ s n venta, se ha extendido una rcspu sta ,11
\ -r mat .rialista n ha e falta def nd r la identidad .ntrc esos dos tip s probl .ma 111.ruc u rpo que sí ha negad uno d s s Su¡ u .stos W
dl' propi xlad .s: b,ISt.l on la indis .rnihilid.id. ( 011csto se umplc 1,1 1111111 's ,1 1,1disput.t .ntrc rcduc ionist.rs y .mtincducc ionisias. Los 11.1

')·1
EL LEGADOFILOSÓFICOY CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDAPARTE

mados «emergentistas», entre los que se incluye John Searle, han defen- las explicaciones neurofisiológicas y las explicaciones mentales no
dido que las propiedades mentales emergen a partir de las propiedades compiten entre sí, no habría un problema de sobredeterminación cau-
neurofisiológicas, con poderes causales propios. Habría, por tanto, dos sal. Por otra parte, también parecería apuntar más allá, pues al aceptar-
tipos de propiedades causales: las propiedades neurofisiológicas y las se relaciones sui generis en un ámbito distinto del de los eventos fisicos,
propiedades mentales emergentes. Se negaría así la clausura causal del se abriría la puerta a una explicación del lugar de lo mental en el mun-
mundo fisico: en la explicación causal de algunos fenómenos fisicos do al margen de los poderes causales sobre el mundo fisico; o al me-
aparecerían propiedades distintas de las fisicas. A los emergentistas no nos, al margen de la manera habitual de entender las relaciones causa-
les importa pagar ese precio por obtener una respuesta al problema de les en cuestión. Se rechazaría así uno de los supuestos principales de la
1,1 causalidad mental. Sin embargo, los críticos han replicado que la res- filosofia de la mente del último tercio del siglo xx: explicar el lugar de
puesta es sólo aparente: la existencia de relaciones causales entre tipos lo mental en el mundo consiste en explicar la causalidad mental, tal
distintos de propiedades sería tan mágica como la postulación cartesia- como este problema se ha caracterizado arriba.
na de relaciones causales entre tipos distintos de sustancias.
Pero el neodualismo emergentista no es la única manera de replan-
t .arse el problema mente-cuerpo. Así, llegados a este punto, bien po-
BIBLIOGRAFÍA
dría parecer que la solución al problema mente-cuerpo pasa por con-
íorrnarse con uno de los dos extremos siguientes: o el materialismo fi-
I)AVIDSON,D., «Mental events», en L. Foster y]. W. Swanson (eds.), Experience
sicalista que reduce los poderes causales de lo mental, o el dualismo and Tbeory, Arnherst, University of Massachusetts Press, 1970, págs. 79-10 1
que postula más que explica la causalidad mental sobre el mundo. De 1 trad. esp.: «Sucesos mentales», en D. Davidson, Ensayos sobre aaionesy .111
todos modos, se podría evitar la disyunción anterior si el problema cesos, Barcelona/México, CríticalUNAM, '1995, págs. 263-287]. ,
mismo estuviera mal planteado desde el principio. A lo largo de la úl- IACKSON, F., «What Maty didn't know», [ournal of Pbilosopby, 83 (1986),
t 1111.1 parte del siglo xx ha habido autores que, sin renunciar a una on- págs. 291-295 [trad. esp.: «Lo que María no sabía», en M. Ezcurdia y
tología materialista, han rechazado la manera habitual de plantear el O. Hansberg (comps.), La naturaleza de la experiencia, vol. 1, México, UNAM_
problema de la causalidad mental (entre ellos, Peter Strawson, desde 2003, págs. 111-118].
los años sesenta, o John McDowell, en los ochenta y noventa). Según I<.IM,J., «The myth of nonreductive materialisrn», Proceedings and Addresses o/
tbe American Pbilosopbical Assoaation, 63 (1989), págs. 31-4 7 [trad. esp.: «El
1.\ manera habitual de enfrentarse a este problema, la existencia de cau-
mito del materialismo no reductivo», Análisisfilos/fico, 15 (1995), págs. 35-561·
S.\S mentales de la conducta humana es problemática porque ésta se I.I·WIS,D., «An argument for the identity theory»,journal qfPhilosophy, 63 (1966),
puede explicar siempre en virtud de causas neurofisiológicas. Sin em- p.igs. 17-25.
h.irgo, épor qué ha de asumirse que las explicaciones mentales y las Me Dowau., J., «Functionalism and anomalous monism», en E. Lel'ore y
ncuroíisiológicas buscan dar cuenta del mismo fenómeno? Este su- B. McLaughlin (eds.), Aaions and Eoents: Perspeaioes on the Philosophy qff)tI
pu .sto se basa en la idea de que la conducta humana (por ejemplo, la uidson, Oxford, Blackwell, 1985, págs. 387-398; reimpreso en]. McDow '11,
.ución de ir al frigorífico) no es más que un conjunto de eventos físi- Mind, Value and Reality, Cambridge (Mass), Harvard University Press, 1991{,
lOS. Pero también esto puede cuestionarse, sin renunciar a una anta 10- p,ígs. 325-340.
gÍ:\ materialista: la existencia de determinados eventos fisicos es lo que NAC"L, T., «What is it like to be a bat?», Pbilosopbical Review, 83 (1974),

hace posible la acción de ir al frigorífico, pero lo que la constituye en p,\gs. 435-450 [trad. esp.: «¿Cómo es ser un murciélago?», en M. Ezcurdia
y O. Ilansbcrg (comps.), La naturaleza de la experiencia, vol. 1, México,
una a ci6n humana es una serie de relaciones (por ejemplo, racionales)
llNAM, 2003, págs. 45-63].
ton otras acciones o estados mentales, distintas de las relaciones entre
1'111 NAM, 11., «P y hological predicates», en W. H. Capitan y D. D. MCIIill
'v .nros I1sicos. (cds.), Art, Mint! and Religion, Pittsburgh, Univer ity of Pittsburgh Prcss,
Esta línea argumentativa tiene importante canse uencias para el I\~ó7, p,\gs. 3748; rcirnprcso como «The naturc of mental statcs», en
pl.mtcamiento mismo del problema ment -cucrp . Por una parte, pa- W. l.yc.m (cd.), Mint! nnd Cognition, xf rd, Blackwcll, 1990, págs. 47 56.
Il'( 'rí,l dire ·tam nt r I vant para el pr blerna d la causalidad 111 n- 'ir Altll', 1" Mi"r!¡, Hrnins {inri Srien«, l l.umondsworth, Pcnguin, 19!14 Itl,ld.
t.il, 1.\1 como "st, se plant '<1 g .n .ralm .nt " pu 'S -n 1.\ 1\1 -did,\ en IU' ~p . 1111'/111'1, irrchrns y rimri«, Machid, C,\lnll,\, 1994~.

S 7
EL LEGADO FILOs6FICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

SMART, J. J. c., «Sensations and Brain Processes», Philosophical Reme», 68 (1959), nominada psicología popular (folk). La posición de Fodor es, más bien,
págs. 141-156. que cualesquiera que sean las entidades que admita la psicología cien-
STRAWSON, P. F., Individuals, Londres, Methuen, 1959; especialmente cap. 3 tífica, éstas han de ser intencionales, esto es, semánticamente evaluables, es-
[trad. esp.: Individuos, Madrid, Taurus, 1989J. tructuradas y causal mente eficaces.

2.2. La psicosemántica deJerry Fodor 2.2.2. La teoría representacional-cornputacional del pensamiento

LUIS M. VALDÉS Fodor ha diseñado una teoría del significado como parte de su pro-
yecto de mostrar cómo pueden ser compatibles el fisicalismo y el rea-
. Desde la. década de los setenta del pasado siglo, Jerry Fodor viene lismo intencional. La primera pieza de la teoría la constituye la teoría
siendo considerado como una de las figuras más influyentes en los representacional del pensamiento (TRP). El realismo intencional exige qu
c~lInpos ?~ la filosofia de la mente, la filosofia de la psicología o la cien- los estados postulados por la psicología científica dentro de un rnarc
CIa cogrutrva. Su carrera comenzó en el famoso Instituto de Tecnología fisicalista sean semánticamente evaluables a la vez que estructurados.
de Massachusetts alIado de Noam Chomsky con el que contribuyó a Pues bien, las únicas entidades que cumplen este requisito son las ora-
destronar al conductismo de su entonces posición dominante en las ciones. Pero una oración es siempre de un lenguaje y Fodor mantiene
1 icncias de lo mental. Fodor es uno de los pocos pensadores que corn- que tales oraciones lo son de un lenguaje del pensamiento (una especie de
lun.i I.J reflexión filo.sófica con la investigación en psicología empírica; código interno innato en el que se implementan las representacion .s
(bdc el punto de vista constructivo, ha adoptado una posturafisicalista mentales) que se suele denominar mentalés. Así, una actitud proppsi io
y 1/""/.1'1(/ para tratar de modo científico los procesos mentales. nal consistente en la creencia por parte de Calías de que Hornero escri
bió la Iliada no es sino el mantener por parte de Calías la relación de
l reencia con la oración del mentalés (señalada entre los dos signos 11)
.2.1. El realismo intencional 11 Hornero escribió la llíada#. En general, las diferentes actitudes 1 ro
posicionales involucran distintas relaciones con una oración del rncn
. Fodor es, como se ha dicho, un fisicalista. Su punto de partida está r.ilés. Esta concepción permitiría dar cuenta del puzle de Frege sobre 1.1
1111 p:cg~1ado por la convicción de que cualquier estudio respetable de oratio oblicua a la vez que haría uso del principio fregeano de composi
los. fenómenos mentales debe hacerse en el marco de la psicología em- ( ionalidad.
pírica ..~sta ha de.ser tam?ién fisicalista, esto es, sus leyes no serán bá- La segunda pieza de la teoría -la teoría computacional delpensa11lil'll
s~cas ru independientes, sino que habrán de depender de otras leyes fi- lo (TCP)- intenta dar cuenta fisicalistamente de la eficacia causal de
srcas más generales. Debe señalarse que el fisicalismo de Fodor es mo- II)Sestados intencionales. Fodor mantiene la tesis de que a las dif r '11
(11'~tlfl() n particular no es reduccionista-, puesto que no exige que 1('\ relaciones que las personas mantienen con las oraciones del ment.i
cxrst.m leyes-puente que enuncien equivalencias entre los fenómenos I¡"s les corresponden distintas relaciones computacionales. TCP es ·1
psicológicos y los fenómenos fisicos subyacentes. Además, en contra (,Il'm .nto que explica la eficacia causal de los estados intenci nalcs
dt' lo que mantienen muchos fisicalistas, Fodor es un ardiente defensor Illlt'S trata esas relaciones, siguiendo el modelo de la máquina de T",ril/p"
t.l n lo del realismo intencional-la tesis de que, como asunto de hecho, ((lIIlO 01 eraciones sobre representaciones semánticamente estructura
h:1Y estado de actitudes proposicionales que tienen propiedades inten- d.IS, ¿ Lié quiere decir esto? Si, como fisicalistas, nos está prohibido

c ionalcs que desempeñan algún papel en la causación de la conducta- .1f)('1.1I ,l poderes causales especiales de los estados intencionales, ,1 úni
corno del realismo intencional cient{fico -la tesis de que cualquier p i- ( «) c.unino pra ticablc es el atribuirles rasgos fisicos que expliqu 'n ~1I
c ologla icntííica respetable tiene que contener leyes fc rmuladas en rlIC.lll.1. Ahora bien, lo estados mentales involu ran entidades lingü¡,
I "lIniIlOS int n ional s que in luyan fc nóm '11 S intcn i nalcs, 'st 111 .1\ or.icion 's del mental 's c n estructura, Siendo .sto .is], l'l
110 equivale, sin embargo, a con .cd 'r un ¡IV.11 sin rt'slri "ion 'S .1 la ti' p,ll,n que h 'l1l0S ti 'lbr S muy s .ncillo: I.IS car.ut 'rístiC1S flsi( .1S que
\
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

dotan de eficacia causal a los estados intencional es tendrán que ver problema aparece cuando nos damos cuenta de que hay muchas cosas
con la forma de esas oraciones, con sus propiedades sintácticas. Si supo· que pueden causar ejemplificaciones de #gato# y que no son gatos
nemos además que el mentalés es tal que su sintaxis refleja su semánti- (son gatos de plástico, linces, perros en una noche oscura, nostalgias de
ca, podemos explicamos ya cómo las actitudes proposicionales son re- gatos, etc.). De acuerdo con la teoría causal-informacional si el signifi-
laciones con símbolos fisicamente implementados. Metafóricamente, cado se relaciona con la información que un elemento porta sobre
podemos hablar de diferentes «cajas» en las que se almacenan las ora- aquello que lo causa, las ejemplificaciones de #gato# de estos casos
ciones del mentalés. Una es la «caja» de la creencia, otra la de el deseo, «anómalos» no se referirían a los gatos, sino a los gatos de plástico, a
otra la de la intención, etc. El que una oración esté en una de las «ca- los linces, etc. Es obvio, sin embargo, que cuando, presa de una confu-
jas» equivale a estar en la relación pertinente con el estado de cosas que sión, digo «Esto es un gato» en presencia de un lince, mediante la pa-
representa el contenido de la oración. Así, cuando uno tiene la actitud labra «gato» todavía quiero referirme a los gatos y no a los linces, aun-
expresable por la oración «Creo que está lloviendo», su relación con la que la teoría causal-informacional parezca obligarme a concluir que
oración #está lloviendo# sería la de estar almacenada en la «caja» de quiero referirme a estos últimos. ¿Cómo hacer frente al problema si
la creencia. Su estar allí es parte de la explicación de por qué me pon- nos mantenemos dentro del marco de una teoría semejante?
go una gabardina y tomo el paraguas. Cuando «contemplo» esa ora- La solución de Fodor es apelar a la teoría de la dependencia asimétri-
ción particular -de entre las muchas que presumiblemente hay en esa (ti, Por un lado, el enunciado (1) [Los gatos causan ejemplificaciones
«caja»- extraigo su contenido particular a partir de su sintaxis particu- de #gato#] es una ley. Ahora bien, el esquema (2) [Los Xs causan
1.11'. Son entonces las oraciones del mentalés las que, por medio de sus ciemplificaciones de #gato#] puede dar lugar a muchas verdades sus
propiedades fisicas, determinan el contenido de nuestras actitudes pro- tituyendo X por cualquier cosa que pueda causar ejemplificaciones de
posicionales, 11 gato#. Fodor afirmar entonces que hay ciertamente una depend¡ncitl
entre las múltiples verdades obtenidas a partir de (2) y la ley (1), pero
que esa dependencia es asimétrica, tal como se expresa en el contrafá .
2.2.3. Naturalización de la semántica: rico (3) [Si los gatos no causasen ejemplificaciones de #gato#, lo ga
la teoría de la dependencia asimétrica tos de plástico, los linces, los perros en una noche oscura ..., etc., no cau
v.irian ejemplificaciones de gato]. Dicho de otra manera: el que los ga
Obviamente, Fodor tiene que comprometerse con una explicación tos de plástico, etc., causen ejemplificaciones de #gato# depende de la
íisicalista del significado de las oraciones del mentalés si su proyecto de ley (L), pero ésta no depende de las verdades obtenidas a partir de (2),
hacer compatibles fisicalismo y realismo intencional ha de ser viable. l l.iy,por así decirlo, una jerarquía y en ella la ley (1)ocupa el lugar m,\s
Pues écomo es que la disposición de signos del mentalés #está llovien- .ilto. Esto es lo que le permite poder seguir afirmando, sin salirse d ·1
do"", representa que está lloviendo y no, por ejemplo, que hay una carne- Ill.1lCO de una teoría causal-informacional, que «gato» -vía el igno
li.l en mi jardín? ti ,1 rnentalés #gato#- se refiere siempre a los gatos y no a los galos
Fodor se sirve aquí de una variedad de teoría causal del significa- dc plástico, linces, etc.
do la denominada teoría causal-informacional- del tipo que Fred
Dr .tske, entre otros, sugiere en su libro El conocimiento y elflujo de la in-
[onnacián. La idea central de tales teorías es que el significado de un ele- 1\ 11\ I 10(; R/\ !'IA

III '11to tiene que ver con la información que porta sobre aquello que lo cau-
()///I/I di' l'odor
stt, Así, por ejemplo, la palabra del mentalés #gato# significaría gato y
110, por ejemplo, perro, porque #gato# estáfiablemente correlacionado ¡:( 11H lit, J. A., P~'Yc/;ologicfll Explanation, Nueva York, Random HOllSC, 196il
con los gatos. Supongamos entonces que afirmo «Esto es un gato»; al 11 "Id, -sp, en Madrid, átedra, 19801·
h.iccrl , dicho de manera muy simplificada, he realizado una ejempifi- '!'II/' I.IIIW11/;:/''!f'77JOlIgh/, Nueva York, Th mas Crowell, 1975 [trad. .sp, ('11
n« irín d la palabra del rnentalés #gato# (que, no lvidemos, es la re - M,HIt id, Ali.lIlZ.1 Editorial, 1%51.
ponsab] ' del signif .ad de la palabra del lenguaje público «g.uo»), El 1</1//I'I/'II/I//illlll, Camb: id~ , (M,1SS), M l'l' Pn-ss, 19i11"
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

«Semantics, Wisconsin Style», Synthese, 58 (1984), págs. 231-250.


Psychosemantics, Cambridge (Mass), MIT Press, 1987 [trad. esp. en Madrid, dadera, que haya un tipo físico-químico común para toda la variedad
Tecnos, 1994]. neurofisiológica de las diferentes especies y que esté correlacionado
A Tbeory of Content, and Other Essays, Cambridge (Mass), MIT Press, 1990. exactamente con el mismo tipo mental (en este caso el dolor). Los he-
chos neuroanatómicos, fisiológicos y evolutivos hablan en contra de
que esta posibilidad esté actualizada. Además, la identidad entre ti-
Obras sobre Fodor pos se supone que se da en virtud de una ley científica. ~e sigue en-
tonces que cualquier ente físico que sea portador del tipo mental
LOEWER, B. Y REy, G., Meaning in Mind: Fodor and his Critics, Oxford, Black- (por ejemplo, dolor) tiene que poseer también el tipo físico-químico.
well, 1991.
Pero entonces, en el caso de que hubiera seres extraterrestres o má-
quinas inteligentes cuyos «cuerpos» estuvieran basados, por ejemplo,
CIl silíceo, y en los que, de una u otra manera, pudiéramos reconocer
2.3. Hilary Putnam: los orígenes delfuncionalismo
dolor, tendríamos que concluir que realmente no los tienen. Final-
mente las teorías de la identidad son completamente generales: todo
LUIS M. VALDÉS gt-ner; mental se supone que es idéntico a algún género n~urofisio-
lógico. Basta encontrar un único tipo mental que se correlacione con
A mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo, cuan- dos tipos físico-químicos diferentes para afirmar que la teoría es falsa.
do la influencia del conductismo ya declinaba, el tratamiento de las re-
Pero parece altamente probable que el tipo mental. «estar ha~brie~to»
l.iciones entre mente y cuerpo tomaron un nuevo camino. Dos céle- ("11mi caso y en el de un pulpo van apareados con diferentes tipos fíSICO-
bres artículos, «Is Consciousness a Brain Process?», de U. T. Place (1956),
químicos. Como Putnam señala, las teorías de la identidad como ipos
y «Scnsations and Brain Procesess», de J. J. e. Smart (1959), presenta- \()Il hipótesis empíricas, ciertamente muy ambiciosas y, con toda
IOn, con una muy favorable acogida, la tesis de la identidad entre tipos
probabilidad, falsas.
de estados mentales y tipos de estados neurofisiológicos (tesis que aun-
que muchos teóricos de mentalidad científica consideran hoy en día
poco menos que obvia, hace décadas que, precisamente por influencia ) ..\.2. Estados mentales y estados funcionales:
de Putnam, ha perdido su reputación entre el grueso de los filósofos). la analogía con el computador
La idea básica de esta tesis puede explicarse así: imaginemos que al pin-
charrne accidentalmente en uno de mis dedos siento el dolor caracterís- Supongamos que en vez de pensar en los estados mentales C0111
tico. Supongamos también que cuando experimentamos ese tipo de rvt.idos neurofisiológicos los concebimos como estados computaciona-
dolor ocurre cierto tipo de acontecimiento neurofisiológico: una exci- 1,'\ (1(~~i(O.I',los llama Putnam). El computador (la máquina física) en I
tación de las fibras-e. Un teórico de la identidad afirma que sentir ese
\ Illt' estoy escribiendo ahora está regido por un conjunto de'programas;
tipo de dolor es lo mismo que la excitación de las fibras-e.
( u.uulo, por ejemplo, quiero guardar un documento selecciono la 01 -
I 11'mcorrespondiente que envía una orden al dispositivo de grabaci n
qllt', .1su vez, hace que el texto quede almacenado en un disco. El qu '
2.3.1. Realizabilidad múltiple
1.1máquina flsica actúe de acuerdo con las órde~es de sus progran:as
·oIgllifil.l que ésta atraviesa una serie de estados fíSICOShasta que realiza
Un argumento extraordinariamente sencillo de Putnam resultó
1.1t.llt'.l asignada. Ahora bien, otra máquina de distint~ constitucion flsi-
demoledor para la teoría de la identidad. Pues supongamos que la teo-
lit ¡¡olid,1 ejecutar el mismo programa -piénsese, por ejemplo, en la ra
ría de la identidad de tipos es correcta; un dolor es entonces un es-
11'.1lit' sumar dos números en una calculadora de bolsillo, un ornpu-
tado neurofisiológico. Ahora bien, no sólo los humanos, sino otras
t.I('/ni digit.d o una máquina registradora de resortes mccánic s ; atra
.lascs de mamíferos (los reptiles, los molus os, et .) parecen ser ;'",\1 .l p.ira ello una s .ri de stados flsi os dif remes «o upados» por
criaturas qu . pucd n sentir dol r. Esto xige, si la t orla ha d 's .r ver-
/t!¡I/lI/((/\ raados l'IIlII/,II/(tt/OIf(¡/I'S. Pu 'S bi -n, d ,1 mismo rnod ) qu ' los 's
EL LEGADOFILOSÓFICOY CIENTíFICODEL SIGLOXX CAPÍTULO 19. SEGUNDAPARTE

tados computacionales no se definen por los estados fisicos que los im-
plementan sino por un conjunto de relaciones, un estado mental tam-
poco adquiere su identidad a partir del estado neurofisiológico que lo BIBLIOGRAFÍA
alberga, sino del conjunto de relaciones que mantiene con otros ele-
mentos componentes del sistema. De este modo un individuo (hom- Obras de Putnam relacionadas con elfuncionalismo
bre, pulpo o marciano) está en un estado de dolor cuando existe algún
PUTNAM, H. (1960), «Minds and Machines», en H. Putnam, Mind, Language
desarreglo en su constitución fisica que causa ciertas creencias (por
andReality, 1975, cit. [trad. esp. en Madrid, Tecnos, 1985].
ejemplo, que «eso duele») y ciertos deseos (por ejemplo, que «esodesa-
(1960), «Robots: Machines or Artificial Created Life», en H. Putnam, 1975,
parezca»), Ésta es la tesis fundamental delfuncionalismo: que los estados cit.
mentales son estados funcionales. (1967), «The Mental Life of Some Machines», en H. Putnam, 1975, cito
Existen distintas versiones del funcionalismo. El propuesto por (1967a), «The Nature ofMental Status», en H. Putnam, 1975, cito
Putnam es el que se denomina «funcionalismo de máquina de Turing- - (1975), Mind, Language and Reality, Philosophical Papers, vol. Il, Cambridgc,
que usa como modelo el dispositivo computacional teórico -base de Cambridge University Press.
los actuales ordenadores digitales- diseñado por Alan M. Turing. Ba- (1988), Representation and Reality, Cambridge (Mass), MIT Press [trad. esp.
sándose en este modelo Putnam defendió que los humanos eran autó- en Barcelona, Gedisa, 1990].
matas probabilistas.
Obras sobre Putnam
2.3.3. Extemismo, pragmatismo y funcionalismo (;Ii\RK, P. y HALE, B. (eds.), Reading Putnam, Oxford, Blackwell, 1994 (a!tícu
los de S. Blackburn, G. Boolos, M. Dummett, M. Hallett, C. Fuhl y
Hemos visto que un estado funcional adquiere su identidad a par- C. Glymour, M. Redhead, T. Ricketts, D. Wiggins y C. Wright; respues-
tir de las relaciones que mantiene con otros componentes del sistema tas de H. Putnam).
al que pertenece. Parece entonces que mi pensamiento de que, por 1111 r., C. S. (ed.), The Philosophy ofHilary Putnam, Philosophical Topies, 20 (1) (1992)
ejemplo, cierta sustancia es agua está determinado por sus relaciones (contiene artículos de D. A. Anderson, A. Bilgrami, N. Chomsky,). Conant,
funcionales. Ahora bien, las posiciones externistas de la teoría de la re- B. Dreben, G. Ebbs, R. Healey, G.). Massey,). McDowell, R. W. Millcr y
ícrencia de Putnam (véase Hilary Putnam: ensayos sobre semántica) A. Sidelle; respuestas de H. Putnam).
parecen militar en contra de ese resultado. Pues Óscar. y Óscar, están
en el mismo estado funcional cuando creen que esto es agua, pero el con-
tenido de la creencia de Óscar. es sobre H O Y la de Óscar, sobre XYZ. .1\. FJpensamiento teórico del último Chomsky
1~stolleva a pesar que los contenidos de [os estados mentales no pue-
den identificarse con estados computacionales: tiene que haber «algo CARLOS P. OTERO
más- -¿y qué podría ser sino la contribución del entomo?- que dé
cuenta de la diferencia de contenido en un mismo estado funcional. El .1\.1. ICnowledge ifLanguage. Naturaleza, origen y uso
íuncionalismo aparece entonces como un reducto del intemismo que
Putnam rechaza. No es éste el único motivo que lo ha inducido a ab- En el estudio del lenguaje durante el último medio siglo cabe seña
jurar del funcionalismo. A partir de la década de los ochenta ya lo con- 1.11 dos cambios de foco especialmente significativos. El primero, que
sidera abiertamente como un proyecto cientifista utópico: ni tenemos II('v,1 ,l considerar intensionalmente el lenguaje (hasta entonces consi
ni, por razones que tienen que ver con su pragmatismo, cree que po- lit'! .ulo cxtcnsionalmente), es en buena parte resultado de los avances
damos tener una teoría psicológica ideal que pueda determinar nues- ('11<'1estudio de los sistemas formales, que hicieron posible la gramári
tros estados funcionales del modo que se determinan los estados (un- t .í !\('lIn:lt ivn actual (en principio hacia 1940, y de hecho entre 1949

c ion.ilcs de un ordenador. y 1<)1)5); el segundo, mucho más radical y más hondamente revolu

íúl\ 11'1
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

cionario, es el que introduce el programa de principios y parámetros do de desarrollo de entonces sin explicar en detalle en qué difiere de la
en 1979-1980. teoría pre-paramétrica.
Aunque más de una vez fue aplicada a otras lenguas desde muy En el capítulo 1, tras pasar rápidamente revista a los antecedentes
temprano, durante los primeros quince años la teoría de la gramática de una «concepción esencialmente platonística- de la adquisición del
generativa, a la postre resultado de una investigación incisiva de la len- conocimiento en la historia de la filosofia, el autor contrasta con otras
gua inglesa, no ofrece una solución realmente satisfactoria a su proble- su posición respecto a las tres cuestiones básicas a las que reduce la in-
ma fundamental: la adquisición del lenguaje por el niño (que seguía te- vestigación (cada una asociable con un filósofo), que van a ser los tres
niendo visos de milagrosa). Fueron los descubrimientos empíricos ob- temas sucesivos de los tres capítulos siguientes:
tenidos en los tres primeros quinquenios al investigar en profundidad
otras lenguas más o menos alejadas de la inglesa, en especial las lenguas 1. ¿Qyé es lo que constituye conocimiento del lenguaje? «<el pro-
románicas (algunas de cuyas propiedades más características no tienen blema de Humboldt»),
contrapartida manifiesta en el inglés), los que acabaron llevando a un 2. ¿Cómo es adquirido el conocimento del lenguaje? (<<elproble-
radical replanteamiento general que cristalizó en abril de 1979 en las fa- ma de Platón»),
mosas «conferencias de Pisa» de Chomsky, que introducen el nuevo 3. ¿Cómo se hace uso del conocimento del lenguaje? (<<elproblema
programa. de Descartes»).
La versión escrita, muy aumentada, de la nueva concepción del
lenguaje, terminada en diciembre de 1980 y publicada al año siguien- El capítulo 2 empieza por examinar los conceptos del lenguaje, dis-
te bajo el engañoso título de «conferencias sobre el régimen y el liga- tinguiendo claramente dos concepciones polarmente opuestas cuya
miento», la segunda obra monumental de Chomsky (culminación de confusión ha sido causa de múltiples malentendidos: la de los linguis-
sostenidos esfuerzos desde principios de la década de 1960, cifrados, a tas, lógicos y filósofos que consideran una lengua en extensión (len
partir de diciembre de 1970, en el sistema de «condiciones sobre las re- gua- E, conjunto infinito sin realidad objetiva), típica de las ciencias for-
glas», que lograron al fin establecer al menos algunas propiedades no males (ejemplo, la «lengua», que no «lenguaje», de la aritmética), y la
triviales de la lógica que requiere el lenguaje natural), representa una que considera una lengua en intensión (lengua-l, realidad objetiva,
ruptura radical no ya con más de dos milenios de estudio tradicional, como parte que es del cerebro de un ser humano, estudiada, desde un
sino también, en importantes aspectos, con los primeros quince o punto de vista abstracto, por la psicología individual), que es la qu '
veinte años (según se mire) de la «empresa generativa». Chomsky defiende para la ciencia natural del lenguaje. La última scc
Desde esta perspectiva, Knowledge of Language (en adelante, KL), es- ( ión destaca las razones que llevaron al cambio de foco de una con cp
crito en 1984, es fácil de caracterizar: viene a ser con respecto a la se- c ión a la otra introducido por la versión inicial de su teoría, la imp r
gunda obra monumental de Chomsky (presentación sistemática del t.mcia y consecuencias del cambio, y las lamentables confusiones a las
nuevo programa) lo que Syntactic Structures, por una parte, y, por otra, t¡1I' ha dado lugar, en particular entre los filósofos. La respuesta dad;"!
.1 1.1 pregunta de (1) es que conocer una lengua L supone que la fa ul
Language and Mind (complementado por Rejlections on Language, en 1975,
YRules and Representations, en 1979, libros con los que KL conecta repe- t.ul del lenguaje (uno de los componentes de la mente, en definitiva,
tidamente), son a su primera obra monumental (la de 1955, que pre- ck-l cerebro) está en un cierto estado 1. L, la lengua conocida o inter
senta de manera sistemática y plena la gramática generativa moderna, n.rlizada, es un sistema con dos componentes: núcleo y periferia.
.ntonces recién creada). Dicho de otra manera, KL, que supone un nn el capítulo 3 (que llena más de la mitad de las casi tres icntas
esfuerzo considerable como resumen en esbozo de la teoría dellen- I l.ígi11as del libro) el autor pasa revista a los dos tipos de sistemas de reglas
guaje más avanzada de principios de la década de 1980, es lo más dt" l., teoría originaria (que permite un número infinito de lenguas 1)
apr ximado a una obra relativamente precisa pero accesible al no es- .,"tes de presentar el nuevo modelo de explicación (que sólo pcrrnit .
pecialista que Chomsky ha escrito desde Language and Mind. Ello no 1111núm .ro finito, arnbio cualitativo r f¡ rzado ind pendient 'm 'l1t -
qui 're de ir qll sea de le tura feí il, n parti ular el apítulo ntral ]lOI d .studio mal 'm;Íti 0, e n un r sultado paralel ,que 11 VÓ.1 1,1 te
('1 más cxt n50), en el [ue pr s nta la t .oría 1 -1 1 'ngu,lj' '11su CSt,1 1\ ti ·1 «n.uivismo íucrt .», l· 1.1 C]1I. S . S 'gllirí,l ql1C~1.t m '111(' 's modu
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

lar): la gramática universal como sistema de principios y parámetros en que el estado L es resultado de fijar los parárnetros de un estado inicial
el que es necesario distinguir varios subsistemas, a tenor de los enton- de la facultad del lenguaje (que incluye un sistema de principios asocia-
ces más recientes resultados de la investigación, que diferían ya de los dos con ciertos parárnetros de variación) y de añadir una periferia de
de 1980 en varios aspectos significativos (el autor se demora en uno de excepciones. La gramática de la lengua es la teoría de L propuesta por
ellos, la teoría delligamiento de los elementos pronominales en senti- el lingüista.
do lato, de especial importancia para la lógica del lenguaje natural). El El uso del lenguaje, tema general del capítulo 4, tiene dos aspectos:
nuevo marco teórico (y más en su estadio «minimista» de hacia 1992, uno ya investigable (su percepción) y otro que sigue teniendo visos tan
máximamente aquilatado en el trabajo técnico más reciente de inescrutables como el primer día (su producción). Es en el contexto del
Chomsky, de enero de 2001 -que se diría un paso significativo en problema de la producción en el que Chomsky pasa a examinar las
una dirección afín a la genética formal inaugurada por D'Arcy Thomp- «dudas escépticas» de Wittgenstein sobre lo que supone seguir una re-
son en 1917 y cultivada años después por Alan Turing) ofrece por fin gla tal como aparecen en la exégesis y análisis de Saul Kripke (tenido
una solución plausible a la variante lingüística del «problema de Pla- por genio norteamericano de la filosofía), que a juicio de Chomsky ha
tón- (como el geómetra primerizo del Menón, un hablante nativo sabe clarificado mucho el tema. «De las varias críticas generales hechas a lo
cosas sobre su lengua que evidentemente no ha tenido posibilidad de largo de los años del programa y el marco conceptual de la gramática
aprender): a pesar del problema planteado por la «pobreza del estímu- generativa, ésta me parece la más interesante», dice, que no es poco
lo», en las circunstancias apropiadas toda criatura con un órgano del decir, dado el número de críticas. El demorado contra-análisis de
lenguaje (vale decir, un cerebro humano), no puede menos de conver- Chomsky que sigue, no sin incursiones sobre las críticas de otros filó-
tirse, inexorablemente, en un ser locuente, algo fuera del alcance de sofos (entre ellos Quine, Lewis, y Dummett), deja bien clara su honda
todo animal no humano. (Doctores tiene la Universidad de Oxford íorrnación filosófica y sus sólidas credenciales como filósofo de v<1l'da
desde octubre del año 2001 que dicen poder explicado en términos dcra excepción.
biológicos precisos, cabe añadir ahora.) Y es que desde la nueva atala- El capítulo 5, que cierra el libro, en marcado contraste con los an
ya, el sistema del lenguaje en la mente de un recién nacido viene a ser rcriores, tiene como tema «el problema de Orwell- (aspecto de lo qu .
una estructura de principios universales de varios subsistemas en los e abría llamar «el problema de Freud»), que viene ser algo así como el
que quedan abiertas ciertas opciones paramétricas (posiblemente dos, polo opuesto del problema de Platón: ¿Por qué creemos cosas tan sin
digamos, [+/-]) cuyos valores son fijados en el curso de la experiencia fundamento, aun bajo sistemas no totalitarios, cuando tenemos tanta
infantil de acuerdo con las opciones reflejadas en el habla de la comu- Información que las desprueba? A juicio de Chomsky, la solución del
nidad. Por ejemplo, si el niño oye decir it rains 'llueve', we played 'juga- problema de Orwell requiere descubrir los diversos factores (instituci
mos', etc., inconscientemente fija el parárnetro del «sujeto silente» de n.ilcs y demás) que empañan a diario nuestra visión y que nos pregun
manera que no le permita decir rains o played (sin it y we), es decir, opta 1t'1110S por qué son tan efectivos. Aunque de mucho menos interés

por el valor [-l. El «conocimiento innato» del niño se extiende, pues, uuclcctual que el problema de Platón, concluye, el problema de
.1 los principios de los varios subsistemas y a la manera de su interac- Oiwcll es de capital importancia para la supervivencia de la e peci '
ción, junto con los parámetros (probablemente no independientes en- " urn.ina.
tre sí) asociados con esos principios, que tienen que ser fijados por la
experiencia (con la posibilidad de que algunos valores sean en princi-
pio preferibles). De esta manera resulta hacedero, al menos en princi- :/.11.2. New Honzons in the Study if'«Language and Mind»
pio, por primera vez en la secular historia del estudio del lenguaje, po-
der explicar cómo logra un niño acabar construyendo un sistema tan
intrincado a partir de relativamente pocos datos fehacientes, en muy Esta . le i6n de ensayos (en adelante, NH) ha sido des rita por ,1
po 'os años (esencialmente los cinco primeros, aunque el proceso no fM):;)f() de Prin t n ilb rt Harrnan c mo «la investiga i n más sig
qu .dc . mplet ant s de la pubertad, sobr p t11;lS o t11 n s). Así IIdit.ltiv¡l llevada a cabo en el amp d la (11 soíla d I1 nguajc y la (,
pu 'S, la r .spu .sta a la pregunta (2), .orrclativa .1 1.1 r .spu 'SI;l ,1 (1), es 10\0(1.1 dt' 1,1 111.nt .», lo qu . p.ir '{'(' ti .ir pOI supu '~(() «en los t'dtil11oS
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

años». En realidad, reune seis ensayos filosóficos escritos entre mayo mente, sistema simbólico), y a ser posible «lógicamente perfecto», ob-
de 1991 y octubre de 1996 (salvo el capítulo 3, que es de enero de 1988), jetivo definitorio de Frege. En marcado contraste, si por cambio de
a los que habría que añadir una conferencia afín de 1993 ya publicada dirección «lingüístico» se entiende el vinculado a la obra del Chomsky
como libro (Language and Thought, Londres, 1994). Como es de espe- lingüista, «lingüístico» no puede menos de remitir a «lenguaje na-
rar, todos ellos están profundamente enraizados en la obra filosófi- tural», es decir, a una facultad de la mente u «órgano» del cerebro hu-
ca previa de Chomsky (incluida en seis de los libros que publicó en- mano, producto de la Naturaleza con mayúscula, no invención
tre 1968 y 1986). abierta de un artífice. Es de todo punto imposible calibrar lo que está
De hecho, cabría decir que la importancia y originalidad de estos en juego entre Chomsky y sus antagonistas si se pierde de vista esta
ensayos, que tratan unitariamente de las implicaciones filosóficas de su poco sutil diferencia.
obra y prolongan en una dirección relativamente nueva (explorando Simplificando más de lo que conviene: en el más que centenario
novedosamente las insólitas propiedades de algunos vocablos) el ámbi- marco teórico de Frege, paradigma generalmente adoptado desde en-
to de su pensamiento filosófico, deriva en buena parte de los cimien- tonces, el punto de partida es la idea de que «la humanidad posee un
tos echados en su obra anterior. De ahí que el título del libro (que es el tesoro de pensamientos común que es transmitido de generación en
del panorámico capítulo introductorio, el único sin notas versión es- generación», expresados en una «lengua pública» compartida, que
crita de una conferencia en la Universidad de las Islas Baleares en 1997 consta de signos. Cada signo tiene dos aspectos: (1) designa un objeto
que esboza a grandes trazos importantes novedades técnicas recientes (su «referente»), y (2) tiene un «sentido» (Sinn), al alcance de todos, que
en la teoría del lenguaje) no sea un gran acierto. Un título más apropia- fija la «referencia» (Bedeutung), siendo de notar que signo, sentido y re-
do (que el.autor hubiera preferido) sería Language and Nature, bajo el ferencia son entidades externas (no elementos del cerebro). El ideal de
que ap~eCleron los capítulos 5 y 6 en la revista británica Mind, como Frege es un sistema simbólico con una sintaxis (la clase de fórmulas
una unidad (parte 1 y 2, respectivamente), en enero de 1995, o bien bien formadas, generada de una de varias maneras) y una semántica
Naturalism and internalism in the study iflanguage and mind (título del ca- (una relación entre símbolos y cosas, basada en la noción técnica de
pítulo. 4, pe~o con «internalisrn» en vez de «dualisrn», ya que naturalis- Bedeutung).
mo e intermsmo son los dos temas principales del libro). A juicio de Chomsky, cabe suponer que una propiedad de una fa-
El tema subyacente de NH es realmente éste: de Frege a Chomsky 1ultad de la mente, el «órgano de la ciencia», tiende a construir siste-
h.a? un ~ran trecho, I?ero Frege o Chomsky no es realmente una op- mas según el ideal de Frege, pero eso no nos dice absolutamente nada
.ron. Se Impone seguir construyendo sobre lo construido (formalmen- respecto al «órgano del lenguaje». La idea de una «lengua pública», qu
te), ~or Frege y.sus sucesores (entre ellos Turing y el Chomsky de la gra- p.ira algunos filósofos existe «independientemente de cualquier ha-
manca algebraica) y sobre lo construido (sobre una base empírica natu- hl.mte» (Dummett), es completamente ajena a todo estudio lingüísti
ral) por Chomsky y sus colaboradores -no precisamente el empeño empírico, por más que sea presupuesta en virtualmente todos los escri-
capital de la filosofía en la segunda mitad del siglo xx. Dicho de otra los sobre filosofía del lenguaje y semántica filosófica del siglo xx
manera, Chomsky es a 1!na ciencia natural (la linguística generativa, so- (1' implícitamente en los de filósofos no fregeanos como Putnam y
bre ~odo la, n:ans~orm~~lOnal) lo que Frege a la ciencia formal por exce- KI ipke), Lo que llamamos «lengua» o «dialecto» en el habla de todo 1 s
I 'neta (la lógica simbólica, sobre todo la cuantificacional, imprescindi- dLIS es una compleja amalgama determinada por muy varios factores
ble en la construcción de sistemas formales, como se sabe). (por ejemplo, decimos que en las dos ciudades más alejadas de Chins
De todo ello se sigue que los argumentos de Chomsky en NH con- h.iblan «chino», pero no que en Río y en Bucarest hablan «romance»,
t ra los «Pecados de los filósofos» (título sugerido amistosamente por ,11I1ll]U la «lengua» portuguesa y la rumana no difieran más entre sí
uno de los pecadores) son mucho más fáciles de aquilatar si se evita la que .sos dos «dialectos» del «chino»). Y la idea de que un signo si,
trampa de~ «linguistic turn» antologizado por Rorty. Evidentemente, (IOIl.' un obj to del mundo (su «referente») de una manera determina
no ha habido un solo cambio-de-dirección «lingüístico». Basta con re- d.1 por-su «sentido» hasta es inexpresable en el habla de todos los días,
parar en la noción de «lenguaje» implícita en esa frase. En la antología pOI lo qu ' Frcgc se vio (¡ rzad a inventar términ técni (d no ¡¡,
ti' R rty carnp 'él l s ntid de «lengua] , artif ial» (m 'nos .qulv a Id u.ulurc ión).

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

Ello no quiere decir que la idea no sea perfectamente legítima si las estudios «semánticos» exceden, pues, con mucho, los límites de la lin-
innovaciones terminológicas son apropiadas para un propósito deter- güística como ciencia natural, aunque no los de una «semiótica» o «se-
minado. Para el estudio científico del lenguaje natural es obvio, al me- miología» lejanamente inspirada en los escritos del lógico C. S. Peirc
nos para Chomsky, que no lo son: aunque los hablantes usan las pala- (más bien que en los de Saussure y sus epígonos).
bras para hacer referencia a cosas al hablar de ellas, y no es raro que en- Es, pues, en estos ensayos en los que recibe tal vez su más clara y
tre dos palabras de una frase medie una relación de co-referencia, de sin duda su más sostenida expresión una concepción de la interpreta
ello no se sigue que las palabras mismas se refieren a cosas_ ción semántica más o menos implícita en la obra de Chomsky desde
Contra lo que ocurre en el caso de un sistema simbólico, una len- sus inicios (más precisamente, desde su lectura, en 1950, del dis 'ut ido
gua natural no parece tener «semántica» (no internista) basada en la re- artículo de P. F. Strawson en Mind, pese a una nota a pie de págin.i en
ferencia, sino sólo sintaxis y pragmática (si lo poco que entendemos Syntactic Structures que parece apuntar en otra dirección). Existe, pu 's,
del uso del lenguaje no está descaminado). En la interpretación de una un limitado pero importante punto de contacto entre la n . 'pt i<'1I1
írase suelen intervenir varios sistemas cognitivos del cerebro, además de la pragmática de algunos representantes de la «filosofía del lcngu.ig«
del órgano del lenguaje. Ello no quiere decir que no se pueda intentar ordinario» (en particular el Wittgenstein posterior a 1929 y J. L. Aust in)
estudiar de qué manera hacen uso de las estructuras formales y las po- y la concepción de Chomsky, a pesar de la insalvable distancia que 111 '
tcncialidades de expresión objeto de la investigación sin táctica los ha- dia entre sus puntos de partida y sus irreconciliables episternologías.
blantes de una comunidad. Lo que parece indudable es que no las Como en otros escritos, Chomsky parece deplorar, implícitamcn
usan para «representar el mundo» en el sentido de algunos filósofos: te, la diferencia de actitud de algunos filósofos respecto a los resultados
para empezar, ni «el hombre de la calle» ni «la ocasión que pintan cal- de la lingüística y otras ciencias de la mente, por un lado, y los resulta
va» ni otras muchas «descripciones» de entidades ficticias o abstractas dos de la fisica (incluida la química) o la biología, por otro. A nadie se
SI: refieren a algo con realidad ontológica, y como Chomsky pone de It- ocurriría pontificar sobre la filosofia de la física o la biología sin 'ha
manifiesto, detrás de muchos vocablos con aire de inocencia, por ejem- hl'l estudiado a fondo esas ciencias, pero, por muy extraño que resul
plo, casa, se ocultan propiedades recién descubiertas no sospechadas tl', 110 es lo que se dice raro tratar de hacer filosofia del lenguaje (o d '
hasta hace poco por ningún filósofo. Para poder hablar de «referencia» 1.1 mente) sin haber estudiado a fondo la lingüística.
o «co-referencia» en el lenguaje natural de manera inteligible es necesa-
rio postular un dominio de objetos mentales asociados con entidades
lingüisticas formales por una relación con muchas de las propiedades /. 'l. IA,/iloso/ía de la mente de Daniel Dennett
de la referencia, pero para Chomsky todo esto forma parte de la teoría
de las representaciones mentales, siendo en definitiva una forma de JUAN joss A EI\O
sintaxis, por lo que no tiene sentido poblar el mundo extra-mental con
1,IS entidades correspondientes (ni de ello se derivan consecuencias em- l '1.1. Psicología
píricas o un incremento en fuerza explicativa).
Que la investigación del lenguaje pueda ser en principio parte de Los dieciséis ensayos de los que consta la Psicología de Dani I
I.IS ciencias naturales no quiere decir, al menos para Chomsky, que el 1 klllll·tt, publicados entre 1970 y 1978, conforman una de las obras más
estudio de la significación o de la interpretación lingüística sea suscep- rnlluy .nt .s de la reciente filosofia de la mente. Los ensayos cubren un
tiblc, en general, de investigación científica. No se trata ya de investi- unplio muestrario de temas: desde una relectura de clásicos de la lil
gar científicamente una realidad física (el órgano mental del lenguaje, 1" .¡ y 1,1 psi ología, como Hume, Skinner o Ryle, hasta una dcf nsa
I art en definitiva del cerebro), sino de aprender lo que se pueda sobre dt, l." pictcnsiones de la psicología cognitiva y la Inteligencia Artifi i, I
un «ha cr» en el que están implicadas diversas facultade de la mente, 11A. '11 .id ·1.1I1tI ur.a demostra ión, paradigmática hoy día, de 1110
«h.i . 'J'» n al al an e de la ciencia, al menos por el momento, si no 11.11 ('1 c ompatiblcs dos imágenes de la a ión humana: la m .ani ist,l
para siempre ( amo creía Des artes y om I mist ri del libr albe- 1.1 hh -u.uia. Sin cmbarg , el hilo .ondu t r de est s ensay s r sitie
di ío, r .int ''1 r .tando su dualism m .uflsico, nos h,u í.1sospc har). Los 11 1111,1 IIlll'lpl -t.u ión dclla ionista de L1 t .sis de Br .ntano de que 1.1
,
17 7\
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

esencia de lo mental es su intencionalidad. Para Dennett, atribuir men- llevaran dentro- es una ficción que queda en nada cuando se de-
te a algo o a alguien (un ser humano, el chimpancé Kanzi o Deep muestra que sus cometidos pueden ser desempeñados por máquinas
Thought, la máquina de ajedrez), es reclamar la licitud de la actitud in- biológicas o manufacturadas. A esta concepción de la mente se la ha
tencional: la actitud de atribuirle deseos, intenciones, creencias y la for- venido denominando funcionalismo homuncular.
ma de racionalidad característica de quien combina estos tipos de esta- La perspectiva intencional y el funcionalismo homuncul~r. están
do mental del modo apropiado. La tesis de Dennett ni es validable em- hechos el uno para el otro. Ese vínculo resulta patente a propósito de
píricamente ni es una tesis sobre la naturaleza constitutiva de lo lo que Dennett llama el problema de Hume, que afecta de lleno a la
mental. No aceptamos que sea posible en principio que algo sea un visión dominante de la mente en estos días: la mente/cerebro como
procedimiento efectivo si no es computable por una máquina de Turing un sistema que opera con representaciones. Dennett entie.nde que
-tesis de Turing-. Y tampoco es negociable que posea capacidades Hume fue el primero en darse cuenta de la carga que lastra dicha con-
mentales sin ser un sistema intencional. cepción: es imposible que haya representaciones sin que ?aya. algo
La actitud intencional no es la única que, según Dennert, cabe que para lo cual esas representaciones significan algo. Y ello hace lllevltabl~
adoptemos ante un ser. Podemos investigar su comportamiento desde la existencia de un homúnculo significador, un fantasma en la máqui-
una perspectiva funcional, entendiendo que sus estados y sus respues- na del cerebro humano. Sin embargo, se acepta, primero, que las
tas son las que son en función del diseño del que ha sido objeto o de ideas y los significados son otros postulados de la perspectiva intencio-
las instrucciones con que ha sido programado. También podemos es- nal y se añade a ello, después, que dicho homúnc~lo se.resuelve en ú~-
tudiado desde la perspectivafisica o ingenieril, entendiéndolo como tima instancia en dispositivos biológicos cuya existencia puede expli-
un producto manufacturado justamente para ejercer las funciones o ac- carse por las fuerzas de la evolución natural. (El toque bi~logicista q~e
tuar conforme al programa con el que fue diseñado. Las tres alternati- se entrevé en Brainstorms anticipa la manifiesta presenCla de Da 111
vas vienen avaladas por sus recursos para predecir o explicar la actua- y Dawkins en La conciencia explicada, de 1991, y L,,!peligrosa idea ~e Dar-
ción del sistema. No siempre son incompatibles. (Los ensayos de la tenn, de 1996.) Los argumentos que Dennett despliega contra la Idea de
parte final de la obra, dedicados al tema de la libertad y la naturaleza un lenguaje del pensamiento tienen su raíz en esta coalición doctrinal.
del ser persona, constituyen una interesante defensa del cornpatibilis-
mo.) Otras veces uno ha de tomar partido, pues las validez de las tres
perspectivas está sujeta a condiciones diversas. Así, Dennett entiende 2.5.2. La conciencia explicada:
que no hay una condición intrínseca por la cual algo sea un ser inteli-
gente, dotado de mente o de razón. De hecho, en algunos de los más En la obra de Dennett La conciencia explicada (en adelante, CE)
notables ensayos del volumen expone y argumenta las limitaciones, .ihonda en la crítica de su tutor en Oxford, Gilbert Ryle, de la doctri
vacilaciones y contradicciones de algunos de los conceptos más funda- 11.1 -el dualismo cartesiano- de que un ser humano es un com
mentales que invocaríamos al adoptar la perspectiva intencional: puesto de un cuerpo y una mente que lo controla: la ~octrina d l
creencia, conciencia, yo, persona, dolor, responsabilidad y un largo et- í.uuasma en la máquina. El objetivo de Dennett es un residuo de e ta
étera. La adopción de la perspectiva intencional, aunque inevitable, doctrina que pervive en las concepciones materialistas de lo ment 1:
sólo ofrece garantías dentro de márgenes muy estrechos. (Cuando el l., Idea de que el cerebro humano contiene un c~a~el general ?e la
dispositivo deja de funcionar o cuando el organismo enferma, la pers- nucligencia. Según esta concepción, la del materialismo cartesian ,
p tiva intencional muestra sus carencias.) La enorme significación de lJUC presenta la metáfora del escenario de un teatro -el teatro carteo
la psicología cognitiva, y de la IA en particular, se hace patente en este \1.1110 en donde se hace consciente la experiencia, debe haber una
punto. Según Dennett, a ambas disciplinas les guía el objetivo de ar- líll '.,de meta en el cerebro que marca la diferencia entre los e nteni
ricular de forma sistemática, podando y reconstruyendo cuando es pre-
ciso, las entidades (los estados y procesos) que se invocarían en la pers-
P xtiva intcn ional; y de mo trar que la mente qu pudi ran arrastrar I t l.lIl1t"! I)l·t111l·1I, 1.11mncimtia rvplirad«. 11.1d. de Sergio l'bl.\ri Ravcra, B.m ·IOt1.I,
consigo sa: fic i n t óri a I P qu ñ gran h rnún .ul que 1'.lIlIm Ih~II(.\, I\)\)'i.
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

dos mentales conscientes y los que no lo son y en el orden en que los la conocemos, las fuerzas evolutivas, que trabajan sobre un material
experimentamos. esencialmente plástico, los han reclutado de manera oportunista con es-
La explicación de la conciencia que Dennett opone a la del mate- tos efectos. Esta plasticidad fenotípica explica la invención de buenos
rialismo cartesiano es la de las versiones múltiples. Esta alternativa la y malos hábitos de autoestimulación. Entre los buenos se encuentra
elabora Dennett a partir de una gama de fenómenos de interpretación -en lo que es una de las pompas de intuición, como las llama Dennett,
polémica: el fenómeno pbi, el de metacontraste, el del conejo cutáneo más celebradas de CE (véase cap. 7)- el uso de capacidades lingüísti-
y otros. La estrategia argumentativa de Dennett consiste en señalar que cas, posiblemente incipientes, para promover la capacidad de la au-
los problemas de interpretación que presentan estos fenómenos de la toconciencia: la conciencia de lo que uno dice y piensa. La práctica de
experiencia consciente derivan de nuestra adhesión tácita al modelo hablar con uno mismo sería un efecto secundario de la práctica de ha-
del teatro cartesiano. En segundo lugar, que esas dificultades se desva- blar con los demás.
necen desde los supuestos del modelo de las versiones múltiples: muy La contribución de Dawkins subraya que nuestros cerebros constan,
diversos dispositivos cerebrales desempeñando cada cual una sola vez además de pandemonios biológicos, de múltiples memes -el material
funciones específicas de interpretación y elaboración de las entradas de la evolución cultural-, ideas que son hábitos en el pensamiento, en
sensoriales, actuando en paralelo y en competencia recíproca, sin la su- el gusto y en la acción: tonadas, ideas, consignas, modas en la vestimen-
pervisión de un único centro de gestión. La convicción de que nuestros con- u o en los utensilios. La impresión de que toda experiencia consciente
tenidos generan una secuencia, el flujo de la conciencia, es el resultado es parte de un flujo o relato único, y ordenado serialmente, es fruto de
d sondeos puntuales de nuestra experiencia consciente dentro de már- 1.1 acción conjunta de la evolución genética, la plasticidad fenotípica y la
genes arbitrarios. En lo que concierne a nuestra experiencia consciente evolución memética. Los hábitos de autoestimulación y la sujeción de
del tiempo, esta ilusión se produce al confundir contenido con vehícu- nuestra herencia biológica a patrones culturales marca tendencias ntrc
lo: no del momento de tiempo en que un dispositivo cerebral elabora 1.1 multiplicidad de sistemas especializados de nuestra herencia biol ' gi
una representación, sino de la referencia temporal que se llegue a repre- (,1, evitando el caso de una competencia indiscriminada entre ellos y
sentar. De este modo, Dennett logra dar una explicación plausible de generando con ello las múltiples ilusiones del teatro cartesiano.
los enigmáticos experimentos de Benjamin Libet, en los que un sujeto
parece ser consciente de un estímulo antes de haberse producido. No
habiendo una línea de meta en que deba registrarse una única secuen- 2..6. [obn Searle: intenaonalidad, conciencia
ciación temporal, nada impide que el orden temporal de nuestra expe- y libre albedrío
riencia consciente -el contenido-- pueda no coincidir con el orden
de las consiguientes estimulaciones -el vehículo--. LUIS M. VAJ.I)I\.'>
Desde la publicación de CE, se ha debatido cuál es el verdadero ar-
gumento de Dennett contra el modelo del teatro cartesiano. Una con- Cuando se pregunta a ]ohn Searle por las relaciones entre los dis
sideración global de los capítulos centrales de la obra (deiS al 9) atri- IIIItos temas de los que trata en sus obras suele responder que ha e ua
buye un papel decisivo a la perspectiva evolucionista que Dennett lell!.1 años empezó a escribir un libro -que hasta el día de hoy in .lu
,1<.1 pta. Y esa perspectiva se remite a dos nombres. Darwin y Dawkins. yl' m.is de una docena de capítulos- y que tiene intención de eguir
En cuanto a Darwin, la teoría de la selección natural -variación, he- (·I\gros.lndolo. Quiere subrayar con esto la unidad que existe entr los
rcn ia y selección por el entorno-vdesautoriza la idea de un único flu- distintos asuntos de los que se ha ocupado: los actos de habla, la inrcn
jo de la conciencia que se centraliza en alguna instancia. En términos , ron.ilidad, el problema de la conciencia, la construcción de la realidad
.v lutivos, resulta más plausible un sistema de pandemonio s especiali- \,)( i,¡\ o el problema de la racionalidad y la libertad.
zados, que elaboran múltiples y efímeras versiones de las situaciones En lino de SlISartí ulos primerizos está prifigurada la idea qu iba ,1
que xp rimentamos, compitiendo por su hegemonía. Estos especialis- ~t'l 1.\ c olurnna vertebral de su obra. E asi un dogma en filosoíla 1110
tas bá i s n nue tra her n ia biol Sgi a. i bien no han ev lu i na 1.111 nnt -mporán '<1: qu n s pu 'ti n d rivar onclusion s morales d .
do para realizar las tareas propias d . la int 'Iig '11 'i,l humana, tal y corn plt'lIl1S,I~ t:í tit,1s o, di ho de otro modo, que un «debe» no pu ·tilo

7ú TI
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

derivarse de un «es». En los años cincuenta del pasado siglo, cuando se deriva de la intencionalidad mental.) Este viejo término filosófico
era todavía un recién licenciado, Searle publicó un polémico artículo designa la capacidad que tienen determinados estados mentales y ex-
titulado precisamente «¿Cómo derivar un "debe" de un "es"?» en el que presiones lingüísticas de versar sobre algo distinto de ellos mismos, sobre
desafiaba abiertamente la ortodoxia filosófica (un rasgo, este último, acontecimientos o cosas del mundo. Searle ha defendido que la inten-
bastante peculiar de Searle). Tras un análisis muy a la Hume de las pro- cionalidad es un fenómeno biológico que, aunque no puede reducirse a
mesas, Searle concluía que quien prometía, por ejemplo, pagar una ninguna característica física, se explica como un rasgo de la estructura
deuda y lo hacía de forma cabal creaba, en virtud de ese hecho, la obliga- física y biológica del cerebro.
ción de pagarla, una obligación que es independiente de cualquier de- Ahora bien, de acuerdo con Searle, las mentes tienen intencionali-
seo posterior del agente. dad precisamente porque su rasgo más primario y esencial es la concien-
El «dogma» de que no es posible derivar un «debe» de un «es» tiene a cia (los distintos estados intencionales son sólo modos en los que se
su favor algunas razones. El universo entero, lo que es el caso, consis- ejercita la conciencia). Esta posee tres propiedades esenciales: 1) consis-
te en enormes conjuntos de partículas en campos de fuerza. Ahora bien, te en estados y procesos internos, cualitativos y subjetivos; 2) no puede re-
los hechos son algo inerte, algo que carece de conciencia, de valores, de ducirse a fenómenos de tercera persona que investigan las diferentes ra-
obligaciones morales, etc., algo que es, para decirlo gráficamente ciego. mas de la neurociencia; 3) es unfinómeno biológico, un rasgo natural de
Pero las obligaciones las adquieren seres intencionales, conscientes, orden superior del cerebro orgánico. Pero écómo conciliar el que nues-
que Iienen lenguaje, instituciones sociales, etc. Y es tentador razonar tros cerebros sean parte del mundo físico con el hecho de que tengan
,l\í: si en el universo, en los hechos, no hay intencionalidad ni concien- un rasgo tan peculiar? La respuesta de Searle es que, ontológicamente,
( 1,1, LIS obligaciones no pueden salir de ellos. Luego, a partir de un he- mente y cerebro no son dos objetos diferentes, pero sí lo son desde un
(!lo 110 puede surgir una obligación. punto de vista lógico: la mente y la conciencia son propiedades del cfI'ebro
( ;0111 ra este modo de argumentar iba dirigido el artículo citado de de la misma manera que la liquidez es una propiedad del agua o la di
Se.lIle y una gran parte de su obra filosófica se comprende mejor si se gestión es una función del estomago. La conciencia tiene una explica
I Il'I W pr .scntc su objetivo. El gran problema filosófico de nuestra época, ción física en tanto que es un producto de una microestructura de deter
pl~·m.1 él, consiste en cohonestar la percepción que tenemos de noso- minado tipo de materia, pero no se confunde con ella. Vemos de nueve
11m mismos como seres dotados de conciencia, intencionalidad, len- que el intento es hacer encajar el mundo físico y el mundo intencional.
gu.uc, bligaciones morales, etc., con nuestra concepción del mundo Searle ha defendido, muchas veces de manera acalorada, que la in
del que somos parte integrante y en el que no encontramos propiedad vestigación contemporánea acerca de los fenómenos mentales -d .
intencional alguna. manera especial la realizada dentro del paradigma conocido como
Tornemos, para empezar, su teoría de los actos de habla. En algún as- ciencia cognitiva- adolece de confusión conceptual Su célebre argumen
pccto es también un intento de explicar sistemáticamente cómo las emi- lo de la habitación china, discutido hasta la saciedad en los últimos vcin
sienes lingüísticas -que son algún tipo de hechos físicos- crean iicinco años, está diseñado para mostrar que carece de sentido atribuir
obliga iones. Pues cuando hago el enunciado de que, por ejemplo, la .1 lo ordenadores poderes representacionales y, por consiguiente, in
Tierra se mueve, éno me comprometo con su verdad de modo seme- tcncionalidad intrínseca y conciencia. Si esto es así, todos los enfc qucs
j.mtc a como, cuando prometo, me obligo a cumplir lo prometido? en filosofía de la mente que hacen hincapié en la causalidad genéri :1 ()
¿ No crean también compromisos las órdenes, las disculpas, las pregun- ell la omplejidad --en lugar de hacerla en la causación intencional y 1,1
1.1S o las condolencias? r oncicncia-e- serían presa de una misma confusión.
Los actos de habla son uno de los tipos de acción humana que exi- La posi ión de Searle sobre el libre albedrío también es parte de su
ge que nos representemos mentalmente el mundo. Es por ello por lo que proyecto. Siendo, como somos, parte del mundo fisico, nuestra dcci
b teoría de los actos de habla es sólo una parcela de su teoría de la in- '1011 's raci nale tienen una ba e Hsico-biológica: la racionalidad es tmn
trtuionalidad. La razón por la que somos apa es de rear obliga iones h/tú ttn Imf;o /JioI6gico. Pero la racionalidad tampoco es reducibl ' .1 SlIS
III xliant ' nu .stras rnisi n . lingüisti <1S es porque ten '!nos int '11 io- ¡',ISt'S flsi ';IS. Nu stras a ci ncs en ntra el lo que él denomina « ·1
n.ilid,rd. (De h .cho, Scnrl ' ddi .nd ' qu . 1.1 int .ncion.ilida 1 lingüística modelo cl.isico d ' la r¡lt ion.ilidad» no vicn n alltom~tical11 .ntc C,IU
EL LEGADOFILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

sadas por nuestras creencias y deseos, sino por nuestra voluntad de ha- Construction oj the Social Reality, Nueva York y Londres, The Free Press,
cer que determinadas razones sean las causas efectivas de nuestras ac- 1995 [trad. esp. en Barcelona, Paidós, 1997].
ciones. Si, por ejemplo, tengo deseo de beber y creo que hay cerveza Rationality in Action, Cambridge (Mass), The MIT Press, 2001 [trad. esp.
en la nevera eso explica, según el modelo clásico, que me levante, vaya en Oviedo, Ediciones Nobel, 2000].
a la nevera, extraiga la botella y me la beba. Searle piensa, sin embar-
go, que el modelo clásico es básicamente incompleto: pues una vez to- Obras sobre Searle
mada la decisión de beber la cerveza necesito un acto de voluntad adicio-
nal para hacer que mi decisión sea causa eficiente de mi acción. Es lo que FOTION, N.,john Searle, Teddington, Acumen Publishing Co., 2000.
Searle denomina el fenómeno de la brecha: aún cuando ejecute una ac- LEPORE, R. y VAN GULICK, R., John Searle and His Critics, Oxford, Blackwell,
ción convirtiendo mi razón en causa, si mi acción es libre, tengo que 1991.
tener aún la percepción de que podría no haberla realizado o podría ha-
berla realizado por cualquier otra razón. El modelo clásico, dadas sus li-
mitaciones, no puede explicar cómo somos libres a la hora de tomar de- 2.7. La semántica de la información en Dretske
cisiones. Eso sin mencionar que, además, está comprometido con el
escándalo filosófico que consiste en negar la debilidad de la voluntad. MARIo PÉREZ
1[ay un rasgo que también recorre toda la obra de Searle y que no
dehi .ra pasarse por alto: Searle ha sido y es un filósofo «a contracorrien- En 1981, el filósofo Fred Dretske -siendo todavía profesor de la
re», No sólo se ha opuesto a la tesis de que no se puede derivar un Wisconsin University y antes de incorporarse como docente e investiga-
«debe» de un «es»;cuando en los dominios de la gramática generativa dor al prestigioso CSLI (Center for the Study of Language andslnfor
no St' ponía el Sol, desafio las posiciones de Chomsky sobre la mente y mation) de la Stanford University- publicó una obra bajo el título
rl lenguaje y atacó despiadadamente la deconstrucción cuando todavía Knowledge and the Hot» cf Irformation. Esta obra generó en su momento
n,l poderosa. Pero sobre todo denunció durante lustras el desdén con verdaderos ríos de tinta dentro de la literatura especializada y fue vert .
el que se contemplaba el fenómeno de la conciencia como asunto cien- brando más tarde una parcela importante de la producción filosófica
tílicamente poco respetable. Si hoy día el «nudo del mundo» -así lla- posterior. El objetivo principal que perseguía Dretske con este libro era
maba Schopenhauer a la conciencia- ha pasado a formar parte inte- realizar un recorrido conceptual por el territorio de lo mental, intentan
grante del repertorio de las discusiones científicas y filosóficas se lo de- do desarrollar una teoría semántica de la información que fuese útil palol
lx-mes en gran parte a su tenacidad. un posterior análisis de los principales procesos, como el del c noc i
miento o el de la creencia, involucrados en nuestra conducta cognitiv.i.
y para alcanzar este objetivo, la obra aparece dividida en tre poli
BIIII.lOGRAFÍA res distintas. La primera de estas partes arranca con el intento de prc
sentar una teoría semántica de la información 0, lo que es lo mismo,
()/mlJ de Searle una teoría del contenido proposicional de una señal. Para lograr el
empeño se recupera la noción de cantidad media de informa .ión
SFARI.E,). R., «How to Derive "Ought" from "Is?», Philosophical Reoiao, 73 (1964). recogida en la teoría matemática de la comunicación (Shannon y
S/II'I!rb Aas. An Essay in the Philosophy ojLanguage, Cambridge, Cambridge
\Xtí'avcr,1949), y desde allí ofrece una definición de contenido iníor
University Press, 1969 [trad. esp. en Madrid, Cátedra, 1979].
Iutcntionality: An Essay in [he Philosophy ojLanguage, Cambridge, Cambridge
mativo. En concreto, una señal informa sobre un acaecimient d·1
University Press, 1983 [trad. esp. en Madrid, Tecnos, 1993]. mundo uando entre estos dos existe una ley o regularidad qu impi
Mil/rlJ. Brains and Science, Cambridge (Mass), Harvard Univer ity Press, de que se rigine una ocurrencia de la señal sin que se produzca ,1
1984 1trad. esp. en Madrid, Cátedra, 19861. ,I( .iccimicnto (o expresado en términos probabilísti o : cuand 1.11 1'()
'/ lll' Rcdisroucrv oftbe Minrl, Carnbridge (Mas ), The M IT Prcss, 1992 1t rad. ¡',t1 ilid,ul de que se pr duzca ese a a imicnto, una vez qu ha ocuni
evp. e11 ltll clona, rítica, 19961. do 1.1 scúal, es igual ,1 1). L '111ro dc CS!.\ propu 'st~ con .ptual Lt iníor

HO
El. LEGADOFILOSÓFICOY CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

rnación falsa no tiene cabida. La información falsa no puede ser consi- esta obra. La estimulante propuesta a la que nos invita Dretske con
derada como auténtica información. su texto no es nada más, pero tampoco nada menos, que un inten-
En la segunda parte nos presenta su definición alternativa de co- to de presentar, desde el marco del realismo filosófico, un análisis
nocimiento: creencia causada por la información. Aquí Dretske sus- conceptual de la información útil para describir y explicar nuestros
tituye la necesidad de la justificación de la creencia por la causalidad principales procesos mentales. Un intento, en definitiva, que persi-
de la información. Al realizar este cambio intenta superar los proble- gue ser inmune a los contraejemplos que destruían la definición clá-
mas (los contraejemplos de Gettier y la paradoja de la lotería) que ha- sica de conocimiento, escapando, al mismo tiempo, del chantaje
bitualmente han presentado las teorías epistemológicas clásicas y teórico del escepticismo radical. 0, como dice el propio Dretske al
.idernás se arma de un argumento adecuado contra la tesis del escep- principio del libro, un intento de cocinar un pastel de lo mental uti-
Iicismo radical. lizando exclusivamente el concepto de información como harina y
En la tercera y última parte de la obra, el propósito del autor es levadura física.
ofrecer una definición de contenido de la creencia explicativamente
compatible con sus características: su carácter intencional, su posibili-
d.id de poseer un contenido falso y su papel determinante de la con- BIBLIOGRAFÍA
ducta. El objetivo queda cubierto cuando identifica el contenido de la
( I ccncia con la información totalmente digitalizada. En la misma di- BARWISE,Jon y PERRY,John, Situations and Attitudes, Cambridge (Mass), The
1 t'( t ión, los conceptos son considerados como estructuras tipo inter- MIT Press/Bradford Books, 1983.
II.IS que se caracterizan por su contenido semántico, y que, cuando se - Y SELIGMAN,Jerry, lnformation Flow: the Logic if Distributed Systems, Cam-
(')l'lllplifican, ejercen un control sobre las salidas (conductas) del siste- bridge, Cambridge University Press, 1997.' ,
111.1 cognitivo. DEVLIN, Keith, Logic and lnformation, Cambridge, Cambridge University Press,
Muchas de las ideas contenidas en cada una de las tres partes de la 1991.
11Iopuesta dretskeana han sido sometidas a un profundo análisis y eva- DRETSKE, Fred l., «Why Information?», The Behavioral and Brain Sciences, 6
11I.lriól1por parte de la comunidad filosófica. Su noción de informa- (1983b), págs. 82-90.
Naturalizing the Mind, Cambridge (Mass), The MIT Press/Bradford Books,
l ión, sin embargo, al ser la pieza argumentativa básica de la obra y al
1995.
d -scmpcñar un papel de hipótesis explicativa para abordar otros terri- lonos.jerry A., «Semantics, Wisconsin Style», Synthese, 59 (1984), págs. 231-250.
rorios como el del conocimiento o la creencia, ha sido el principal Psychosemantics, Cambridge (Mass), The MIT Press/Bradford Books, 1987.
bl.inco de las críticas recibidas. La denuncia de deficiencias y dificulta- COI)FREy-SMITH, Peter, «Misinformation», Canadian [ournal if Philosophy, 16
des relacionadas con su definición de contenido informativo en térmi- (J 989), págs. 533-550.
nos probabilísticos (o de regularidades nómicas), con la introducción ISRAEL,David y PERRY,John, «What is Iníormation?», en Philip P. Hanson
del parárnetro k en esa definición o con el problema de la desinforma- (cd.), lnformation, Language and Cognition, Vancouver, University ofBritish
t iÚI1,son algunos ejemplos claros de esas críticas recibidas (Pérez Gu- Columbia Press, 1990.
(iérrcz, 2000). MII.I.lKAN, Ruth, Language, Thought, and Other Biological Categories: New Foun-
dntionsfor Realism, Cambridge (Mass), The MIT Press/Bradford Books, 1984.
Su tratamiento de las representaciones mentales, del conocimiento
NALJTA,Doede, The Meaningiflnformation, La Haya, Mouton, 1972.
y la creencia en términos informacionales tampoco ha escapado a la I'(:.RI':ZGUTIÉIUlEZ, Mario, Elfinómeno de la información. Una aproximacón con-
coutrovcrsia y al debate. Los aspectos formales y pragmáticos de su de- rrptua! aljlujo informativo, Madrid, Trotta, 2000.
finición de conocimiento (Sosa, 1983), la vaguedad de la frontera en- SIIANNON, Claude y WEAVER, Warren, The Mathematical Theory of Communi-
('l' los períodos de aprendizaje y el de aplicación de un concepto, y el ration, Urbana, University ofIllinois Press, 1949.
gr:1V. problema de la disyunción (Fodor, 1984, 1987), se llevan, entre S( )SA, Erncst, «011 the "Content" and "Relevance" of Inforrnation-Thcoretic
(I( ros, la peor parte. f1.¡)ist.mology», 77Jf Bebauioral and Brain Sciences, 6 (1983), págs. 79-81.
() , todas r rrnas, y dejando al marg n las posibles ríti as, nadi Si< )NII'.It, '1"0111, 11!/ilrlll(lliol/ aud thc 11/11'malSlmcl/lre cf tbe Uuiuerse: Al/ Expk:

puede pOI1'1' '11duda el valor y l alcance de las id 'as COI1!.nidns .n 1'1I1;11/1il/Io I/I/iml/rlliol/ 1)IJY.I'it.\,Londres, Springer Vl'rI,~g, 1990.

SH I
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPíTULO 19. SEGUNDA PARTE

conceptual entre las razones y las causas, así como entre la explicación
mediante razones y las explicaciones causales. Esta tesis, aparentemen-
2.8. Donald Davidson: accionesy eventos te limitada, tenía, sin embargo, consecuencias de amplio alcance: pro-
piciaba, por ejemplo, frente a la tradición empirista y positivista, una
CARLOS MOYA drástica división entre las ciencias sociales y las ciencias de la naturale-
za, así como una concepción fuertemente antinaturalista de los seres
El libro Essays on Actions and Events, recientemente traducido al es- humanos.
pañol, no es una obra unitaria, sino, como su título indica, una recopi- En «Acciones, razones y causas», Davidson sostiene, en primer lu
lación de artículos de Davidson, publicados en lugares diversos y con gar, que una razón puede explicar una acción sólo si constituye, o al
frecuencia de dificil acceso. Sin embargo, el libro posee una profunda menos sugiere, una «razón primaria». Una razón primaria está forma-
~nidad i~terna y se articula en un tupido entramado de conceptos, te- da por un deseo u otra actitud favorable del agente hacia acciones con
SiS, revisiones y argumentos, que responden a un ambicioso proyecto cierta propiedad y una creencia según la cual la acción, bajo una deter
~Iosófico de comprensión de aspectos centrales de la realidad, en par- minada descripción, tiene dicha propiedad. En segundo lugar, y ésta es
ticular de los seres humanos, sus acciones y sus pensamientos, así la tesis distintivamente causal, una razón primaria sólo explica la a .
como de su lugar en el orden de la naturaleza. El estilo literario de Da- ción si es causa de la misma.
vidson, extremadamente conciso, carente de redundancias y poco con- La defensa davidsoniana del carácter causal de las explicaciones ra
descendiente con el lector, hace dificil la lectura de estos trabajos. No cionales de la acción es fundamentalmente negativa: trata de mostrar
obxt.uuc, el esfuerzo conlleva una generosa recompensa intelectual. que los argumentos esgrimidos por sus adversarios no son concluyen
TIl's son, fundamentalmente, los ámbitos filosóficos en los que se (es, aun cuando algunas de sus premisas puedan ser verdaderas, ¡l me
mueve 1.\ reflexión davidsoniana en esta obra: la filosofia de la acción, \lOS en algunos aspectos o bajo alguna de sus interpretaciones de las
la IlH·Ltfi.sila y la filosofia de la mente. A cada uno de ellos están dedi- mismas. El más importante de estos argumentos es el llamado «argu
cados ( illt o de los quince artículos incluidos en la obra. mento de la conexión lógica». Este argumento adopta dos formas prin
1 .• \ pl imcr» parte, dedicada a la filosofia de la acción, se abre con el l ipales. De acuerdo con una de ellas, el nexo entre causa y efecto es
artí: ulo «Acciones, razones y causas». Este trabajo emblemático, que meramente fáctico, no conceptual: causa y efecto son, en palabras de
otorgó ,1 Davidson reconocimiento internacional a partir de su publi- Ilume, «existencias separadas». Sin embargo, el nexo entre razón y a
cación en 1963, es, en nuestra opinión, el más importante de los que ción es conceptual o «lógico»: la razón incluye el concepto de la a ción
componen el libro, no sólo por la significación de lo que en él se de- que explica. Así, por ejemplo, si mi deseo de calmar mi sed y mi cre .n
Iiendc, sino también porque establece la agenda de las cuestiones y l ia de que beber satisfará ese deseo explica que beba, el concepto de b '
problemas que serán abordados en el resto del libro. Cabe sostener hcr está ya incluido en la razón como objeto intencional de la re '11
que t.into la filosofia de la acción como la metafisica y la filosofia de la l ia. Por lo tanto, las razones no son causas de la acción. De acuerdo
mente de Davidson constituyen desarrollos de las reflexiones germina- c on la segunda forma del argumento, una relación causal, de nuevo Sl'
les contenidas en este breve, pero crucial ensayo. En lo que sigue se tra- gún la ortodoxia humeana, implica una ley general que estable e UIl,1
t.ld de justificar esta hipótesis interpretativa.
«conjunción constante» entre tipos o clases de eventos. Pero no hay I '
«Acciones, razones y causas» representó un punto de inflexión en ycs que conecten razones con acciones; el vínculo entre razon s y al
la reflexión filosófica sobre la acción humana y su lugar en el mundo l ioncs es interno o conceptual. Por lo tanto, las razones no son 'aUSilS
natural. En la década de los cincuenta y principios de los sesenta, y ti· la a cié n.
sO~)te 1.1ba,se de argumentos aparentemente decisivos, inspirados en Davids n niega que la conclusión se siga de las premi as, ,1UIl
Wlllgenstel11 y/o en la hermenéutica decimonónica, se daba práctica- c u.uid istas, bajo alguna interpretación, pu dan ser verdaderas. As!,
m .nt . por sentado que, cuando explicamos una acción invocando uilí respecto a la primera forma del argumento, la estru .turs duna ra
las t.1ZOIH.'Sdel agente para Ilevarla a cab , no starnos frcci .ndo dlll primaria, '11el s ntid davidsoniano, rnu .stra, e mo pu .dc COI1l
un.i cxplir.u ión causal de ella, puesto que h,IY un.i tajante separa ión proh.usc ('11 1,1 c.u.ict -riz.tc ión .mt .riorm .n (e 'xp~ .sta, una «WIl 'XIÓIl
EL l.EGADO FILOSÓFICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

interna» entre razón y acción: la acción, bajo cierta descripción, es ob- por la cual el agente actuó. Y el modo natural de trazar esta distinción,
jeto de la creencia del sujeto, que es un componente de la razón. De no disponible para quienes rechazan el carácter causal de las razones,
hecho, esta conexión resulta esencial para que la razón desempeñe su consiste en señalar que en el segundo caso, a diferencia del primero, la
característico papel de justificación de la acción: la perspectiva (descrip- razón causó la acción, De ahí la necesidad de la condición causal jun-
ción) desde la cual el agente concibe la acción (grosso modo, como un me- to a la condición de la razón primaria,
dio para la satisfacción de su deseo) es esencial para que la realización de En otros artículos de la primera parte, Davidson revisa su concep-
la acción, así descrita, aparezca justificada a la luz de la razón del agente. ción de la estructura de las razones y del razonamiento práctico, al ad-
Sin embargo, la relación entre las descripciones de la razón y de la ac- vertir que la perspectiva adoptada en «Acciones, razones y causas» con-
ción no permite concluir que la relación entre lo así descrito no sea duce a contradicciones y es incapaz de explicar ciertos fenómenos,
causal. Así, podemos describir el fuego, por ejemplo, como «aquello como la debilidad de la voluntad. Un agente no tiene simplemente
que causa el hervor del agua» sin que esto implique en absoluto que el una actitud favorable hacia acciones con cierta propiedad, sino más
fuego no cause el hervor del agua. En realidad, hay una confusión al bien hacia acciones en la medida en que tengan cierta propiedad, lo cual
.iíirrnar que la causa y el efecto guardan (o no guardan) relaciones lógi- es compatible con una actitud desfavorable hacia ellas debido a otras
I.IS o conceptuales entre sí. Causa y efecto son eventos, y los eventos propiedades que puedan tener. Las razones incluyen, pues, juicios de
110 son el tipo de cosas entre las que puede haber relaciones lógicas: és- deseabilidad prima jade, relativos a ciertas consideraciones, lo que exi-
1.1\ se dan entre enunciados, o entre descripciones de eventos. Así, es ge, para la ejecución de la acción, juicios de deseabilidad relativos al
pt'l kttamente compatible una relación causal entre dos eventos con conjunto de las consideraciones que el agente tiene en cuenta, y, final
1111.1 relación lógica entre las descripciones que damos de ellos. La ea- mente, juicios de deseabilidad no relativos o incondicionales «<la ac
1,11 u-ristica conexión entre las descripciones de la razón y de la acción ción A es deseable»), que corresponden aja intención o decisión qe ha
110 permite concluir que la relación entre la razón y la acción no sea ccr algo, Los casos de voluntad débil pueden entenderse ahora como
( .IU v.il, 1In conflicto entre juicios de estos dos últimos tipos.
EII cuanto a la segunda forma del argumento, Davidson sostiene La concepción davidsoniana de la acción, en ensayos como
qu«, ,i fuese correcta, habría que concluir que la relación entre una pe- «Agency», descansa en su concepto de la explicación por razones. Un
dl,ld,l y la rotura de un cristal no es causal, puesto que no hay leyes que episodio de conducta es una acción si, y sólo si, es intencional bajo
vuhsuman el enunciado «la pedrada causó la rotura del cristal». Si acep- .ilguna descripción, aunque pueda no serIo bajo otra distinta. Y una
I.IIllOSel principio humeano, hay, aun cuando podamos no conocer- .u ción es intencional, bajo cierta descripción, sólo si, bajo esa descrip
I.IS, l .ycs que explican esa relación causal. Pero esas leyes no conten- ( ión, tiene una explicación verdadera en términos de razones. La con
di.\n términos como «pedrada» o «rotura de un cristal». Simplemente, dición es necesaria, pero no suficiente, debido a un problema, suscita
d enunciado anterior, que expresa la existencia de la relación causal, es do por primera vez por Chisholm, que Davidson trata en el ensayo
dcm.isiado vago e impreciso para ser deducido de leyes y teorías fisicas. ..h .cdorn to Act»: la posibilidad de cadenas causales desviadas o errá
1)e1 mismo modo, una razón puede causar una acción aun cuando no lit ,IS. Se trata de casos en los cuales un sujeto tiene una razón, con la
(¡.IY·!lcye: que subsuman la razón y la acción así descritas. Si el princi- ('\t IU tura lógica adecuada, para llevar a cabo una acción, y esta razón
pio humeano que conecta relaciones causales y leyes es correcto, como 1 .iusa la acción sin que ésta sea intencional.

I~,Ividson cree, la razón y la acción causada por ella tendrán descrip- Como hemos visto, el supuesto según el cual hay eventos parti 'u
I IOI!l'S,por ejemplo neurofisiológicas, bajo las cuales serán sub sumidas l.ucs (in luidas las acciones) susceptibles de ser descritos de formas di
por leyes, aun cuando no conozcamos tales descripciones o leyes. VI'IS,IS o clasificados bajo distintas categorías o tipos desempeña un pa
Desde el punto de vista positivo, Davidson arguye en favor de su pd ULI 'i,ll en la filosofía de la acción de Davidson. La justifi a i n y
tesis causal como sigue. Es posible tener una razón para una acción y ddens,1 de e te supue to se lleva a abo en algunos ensayos de la segun
ll -v.ir ,1 .ab la a ción pero no por esa razón. En tal caso, la razé n n d,l p.utc del libro .on argumentos independientes. Tradicionalrn 'ntl'
explica la acción, aun uand s < una razón primaria. Para ]LI' la x- \1'Jlo LIS sustancias habían sido e nsid radas c 1110 entidades particular 's,
plie,lción s \1 v -rdadcra, se r .quicre i.unbién que 1.1I';IZÓn s '.1 .iqu .lla I >,Ivldson sost i '11 ',sin .mb.irgo, que, si qu 'remos ~ar cuenta ti . ci 'Itos
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

discursos y preservar determinadas inferencias deductivas claramente enunciados causales singulares, el lenguaje de las explicaciones causa-
válidas, hemos de aceptar en nuestra ontología los eventos como enti- les es intensional: un cambio en la descripción con la que nos referi-
dades particulares, además de las sustancias u objetos. Hay varios con- mos a uno y el mismo evento puede arruinar o hacer falsa la explicación.
textos en nuestra vida que sugieren nuestro compromiso con la exis- El tema central de la tercera parte del libro es la exposición y defen-
tencia de eventos particulares, incluyendo entre éstos las acciones. Dar sa de la propuesta davidsoniana acerca del problema clásico de la rela-
y recibir excusas por determinadas acciones, o explicar una acción en ción entre el cuerpo y la mente: el monismo anómalo (que quizá sería
términos de razones, son actividades que requieren hablar seriamente más exacto, aunque menos provocador, llamar «anórnico»). El monis-
de una y la misma acción descrita de modos distintos, al igual que ha- mo anómalo es concebido explícitamente por Davidson como una
blamos de descripciones diferentes de uno y el mismo objeto. Pero concreción del programa kantiano de conciliación entre la necesidad
además hay inferencias claramente válidas que requieren la referencia natural y la libertad.
o la cuantificación sobre eventos particulares, como la que pasa de Las premisas del monismo anómalo pueden ya detectarse, en ger-
«[uan paseó lentamente por la ciudad» a «[uan paseó». La forma lógica men, en «Acciones, razones y causas». La premisa de la interacción
rC31de la primera oración no contendría un predicado triádico, «pa- causal entre lo mental y lo físico se contiene ya, parcialmente, en la te-
scar», con tres lugares para el sujeto, el modo y el lugar, pues de este sis según la cual hay relaciones causales entre razones y acciones. La
modo no podríamos deducir de ella la segunda. La oración habla en premisa humeana del carácter nomológico de la causalidad, según la
realidad de un evento que fue un paseo, fue dado por Juan, fue lento cual una relación causal involucra una ley general, se halla también cla-
y tuvo lugar en la ciudad. Así, la forma lógica real de la oración con- ramente presente en ese temprano artículo. y, finalmente, la premisa
tcndria una constante individual para el evento en cuestión o una va- del anomalismo mental, según la cual no existen leyes estrictas psicof
u.ihlc existencialmente cuantificada que lo incluiría en su rango. Esta sicas o psicológicas para la explicación y predicción de los fenógenos
IIlt .rpretación de la forma lógica efectiva de la oración da cuenta sin mentales, está vinculada con la aceptación davidsoniana del supuest
problemas de la validez obvia de la inferencia. según el cual no hay leyes que conecten razones con acciones. La apa-
Asimismo, la concepción de la causalidad presente en «Acciones, rente contradicción entre las premisas se disipa al añadir a la afirma
r.izones y causas» requiere una ontología de eventos particulares, así ción «no hay leyes que conecten razones con acciones» (conveniente
lOInO la posibilidad de que sean descritos o clasificados de modos di- mente generalizada a toda interacción psicofIsica) la cualifica ión
versos: sólo bajo ciertas descripciones pueden los eventos causalmente «bajo esas descripciones». Es decir, la descripción intencional de d ter
relacionados ser sub sumidos bajo leyes y ser, así, explicados nomológi- minados eventos en el mundo los sitúa más allá del alcance expli ati
c.uncnte. Davidson desarrolla estas ideas en otros ensayos de la segun- vo y predictivo de las leyes, lo cual es compatible con su sujeción al'
d.1 parte, sobre todo en el magistral «Causal Relations». Bajo lo que ge- ycs bajo otras descripciones de carácter físico. Así, todo evento mental
néricamente llamamos causalidad se incluyen aspectos muy diversos particular que interviene en relaciones causales ha de tener una d .s
entre los que es importante distinguir para prevenir confusiones de lar- cripción física verdadera y ser por ello un evento físico (monismo);, in
go alcance. Tenemos, por un lado, lo que cabría llamar un ámbito on- embargo, en cuanto que es mental, es decir, en cuanto que posee una
1(}1({~irode eventos y de relaciones causales entre ellos. Estas relaciones descripción verdadera en términos intencionales, no puede ser subsu
c.rusales pueden expresarse mediante enunciados causales singulares mid bajo leyes físicas y, no habiendo leyes de otra clase, bajo leyes '1)
qu ' aíirman que un evento fue la causa de otro, y cuya forma lógica re- g -ncral (anomalismo). Cabría pensar que la no sujeción a leyes s rc
quiere simplemente un predicado diádico (scausar») en el marco de un sultado de un artificio meramente linguístico, y que los fenórn nos
lenguaje extensional de primer orden. Por otro lado, sin embargo, en- mentales podrían ser explicados y predichos sobre la base de sus el 's
contrarnos un ámbito lingüístico de explicaciones causales. Estas expli- ( 1 ip 'ion - físi as. Sin embargo, esa posibilidad dependería d la cxis
l ,1(. ion es, a diferencia de las relaciones causales, no cone tan eventos, tl'lIt i,¡ de equivalencias con fuerza de ley entre descripciones o 011 'P
,ino ora iones nunciad s, algunos de los uales expresan leyes y t(),~ mentales Y des rip i nes o onceptos físicos. Pero n ab .sp '1.11'
ot ros describen o clasif an eventos bajo tipos sus cptiblcs de figurar t." -s rorrelaci ncs (1 yes p i fisi a ) d bido s brc t do a los distintos
eo 111o ,11)[ 'e 'ti '11[ .s O '0115 xu '11t 'S ti ' [,11 'S 1 'Y ·S. A dif '1 '11 'i,1 el ' los I nmpromisos qu ' h 'I11OS d ' asumir ,¡I emplear los conc 'pt )s in! .nc lO

HH
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPíTULO 19. SEGUNDA PARTE

nales, por un lado, y los conceptos de las ciencias fIsico-naturales, por mente dramático. Dado el compromiso materialista y monista de la
otro. El empleo de los conceptos intencionales en la comprensión y teoría, la persistencia del problema tiene un cierto carácter irónico, que
explicación del comportamiento humano está regido, constitutiva- cabría describir tal vez como la venganza de Descartes. Davidson pue-
mente, por el supuesto de la racionalidad, aun mínima, del sujeto al de ciertamente justificar la tesis según la cual los eventos mentales in-
que se atribuyen dichos conceptos. Pero dicho supuesto, por muy bue- teractúan causalmente con eventos fIsicos. Pero tiene serios problemas
nas razones, no desempeña papel alguno, al menos a partir del surgi- para justificar el supuesto, central en nuestra convicción, de que la
miento de la ciencia moderna, en el empleo de los conceptos científi- mente tiene un papel causal en nuestro comportamiento y, a través de
co-naturales. Así, como sostiene Davidson en «The Material Mind», él, en el mundo fIsico, según el cual dicho papel causal se debe, en par-
una descripción física exhaustiva de un organismo nos dejaría todavía te, a características propiamente mentales de nuestros estados intencio-
en la ignorancia acerca de cuál es su descripción mental correcta. nales, en especial al contenido de dichos estados, de nuestras creencias,
La integración de 10 intencional en el marco de la causalidad, fren- deseos, intenciones y decisiones. Sólo una solución satisfactoria de
te a quienes sostenían que la idea de causa no tenía allí aplicación al- este problema podrá responder a las nuevas formas de escepticismo so-
guna, fue lograda por Davidson, como vimos, aceptando premisas im- bre la realidad metafIsica de las propiedades intencionales y, con ellas,
portantes de sus oponente s, en particular la inexistencia de leyes psico- de propiedades específicamente humanas como la libertad, la raciona-
íisicas o psicológicas. Pero esta aceptación acaba llevando a Davidson lidad y la responsabilidad moral.
,1 posiciones no muy lejanas de las de aquéllos, en particular a una dis-
Iinción tajante entre la psicología y las ciencias sociales, por un lado, y
IJs ciencias fIsico-naturales, por otro. El carácter esencialmente inter- .9. John McDowell: el espacio lógico de las razones
pretal ivo de las primeras, frente a la orientación teórico-nomológica de
las segundas, tiende a romper, desde la epistemología, la integración LUIS M. VAf.D(~S
metaílsn a entre la causalidad y el ámbito de 10 intencional, y acaba
.rmen.rz.uulo el propio alcance metafIsico, la realidad última de dicho John McDowell se marca en su obra Mind and World dos objetivos:
.imbiro, I':n electo, hay razones para pensar que las propiedades de un diagnosticar «algunas inquietudes (anxieties) características de la filosofla
evento que son pertinentes para sus relaciones causales son aquellas moderna» concernientes a las relaciones entre la mente y el mundo e
que pueden figurar como antecedentes o consecuentes de leyes expli- indicar el camino que conduce a su curación. La filosofIa moderna, afir-
cativas. Pero si las leyes que subsumen las relaciones causales de even- ma, está plagada de «problemas aparentes acerca del conocimiento»
tos mentales con eventos fIsicos, o de eventos mentales entre sí, son que sin duda son fuente de «inquietudes»; no obstante, nos engañaría-
únicamente de carácter fIsico, las propiedades mentales de tales even- mos si los contemplásemos como una manifestación más de la inclina
los comienzan a aparecer como causalmente inertes: el epifenomenis- c ión filosófica a cuestionar la posibilidad de conocimiento sobre el
1110 se perfila, amenazador, sobre la filosofIa davidsoniana de la mente mundo, Lo que en verdad pretende poner de manifiesto Mind ami
y de la acción, y con él la sospecha acerca de la realidad última de lo Worlt! es que tales problemas no son sino expresiones más o menos (e
mental. Parece claramente una consecuencia, aunque ciertamente no Iices de una inquietud más profunda: «La sensación de que cierto
deseada, del monismo anómalo que sólo las características o propieda- modo de pensar hacia el que nos sentimos irresistiblemente atraídos
des ílsicas o neurofisiológicas de los estados mentales resultan ser im- .uncnaza con dejar nuestras mentes desconectadas de la realidad»
portantes para sus relaciones causales. El talón de Aquiles del dualismo
cartesiano, el problema de la posibilidad de la interacción causal psico-
íisica. reaparece ahora, con otros ropajes, en el monismo anómalo. Es .9.1. La antinomia entre «ernpirismo mínimo» y el «mito de lo dado»
justo reconocer, sin embargo, que dicho problema lo es para toda la fi-
losofla actual de la mente. El carácter no reductivo del materialismo de McDoweIl aborda su tarea pintándonos un cuadro que se resuelve
Davidson, que ha sido y es para muchos un importante atractivo de SLl ('" una suerte de antinomia. En general, los seres humanos suponemos
tCOIia, reabre sin embargo ese viejo problema de UI1 modo especial que ICIH:1l10S creencias verdaderas y justificadas que tenemos rouori
~
S9() 1() 1
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

miento- sobre el mundo. Tal supuesto sólo puede ser inteligible si


creencias y juicios se colocan, dice él, en un «contexto normativo»,
esto es, si los concebimos como siendo responsables ante el mundo de 2.9.2. Relajando la tensión: el «tercer dogma»
su corrección o incorrección. Ahora bien, puesto que sólo nos enfrenta- y el «naturalismo escueto»
mos al mundo por medio de la intuición sensible, parece razonable ad-
mitir que nuestros pensamientos sólo responderán ante el mundo en McDowell examina algunas posibilidades; una de ellas consiste en
tanto que éste nos es accesible empíricamente. Se sigue entonces que abandonar -a la Davidson- el empirismo mínimo como resultado del
sólo podemos dotar de sentido a nuestro pensar sobre el mundo si la ex- rechazo del «tercer dogma» (el dualismo de esquema conceptual! con-
periencia se constituye en una suerte de tribunal-lo que McDowelllla- tenido empírico). La queja de McDoweIl en contra de la escapatoria
ma «ernpirisrno mínimos-e- que sustancie tal responsabilidad. davidsoniana es, en esencia, que se limita a enunciar la antinomia ante-
Sucede, sin embargo, que no es fácil ver cómo la experiencia pue- rior sin despejar las razones por las que el empirismo en términos de
de constituirse en un tribunal con tales atribuciones. En este punto, impresiones sigue ejerciendo su atractivo. Sin que este requisito se
McDowell hace uso de un instrumento introducido por Wilfrid Sellars cumpla no cabe pensar que se disipen las inquietudes filosóficas que
en su crítica al «mito de lo dado»: el espacio lógico de las razones. Así, dice genera la antinomia y que McDoweIl se propone exorcizar.
S .llars, cuando hablamos de que conocemos algo no estamos dando una Una posible salida sería adoptar el «naturalismo escueto» de Sellars
drscripcián empírica de un estado mental: estamos colocando ese episo- que supone el rechazo de la dicotomía de los espacios lógicos. De este modo
ti lOen un espacio lógico en el que es esencial que uno justifique, o sea ca- se aceptaría que el concepto de experiencia en términos de impresio-
/Itl/ dl'justificar, lo que afirma. A la descripción empírica pertenecen con- nes pertenece al espacio lógico de la naturaleza y, a la vez, que el espa-
c cptos de un segundo género que McDowell sugiere caracterizar -por cio lógico de las razones no es más que una parte de aquél. En conse-
c outraposición al espacio lógico de las razones- como aquellos que cuencia, las relaciones normativas presuntamente peculiares de las 'que
. olocan las cosas en el espacio lógico de la naturaleza y en el que las rela- se compone el espacio lógico de las razones podrían recuperarse en tér-
(IOI1CSnormativas -el hecho de que algo esté garantizado, o que sea minos pertenecientes al espacio lógico de la naturaleza. Si esto fuera
rormto, «a la luz de otra cosa>)- no tienen cabida. así, nos encontraríamos con que la experiencia pertenece, efectivamen-
Ahora bien, se pregunta McDowell, si se acepta esta dicotomía de te, al espacio lógico de la naturaleza, pero la reducción efectuada logra
espacios lógicos, «le qué lado caería el concepto de experiencia con que su estatuto como tribunal de nuestro pensar empírico ya no sea
·1que opera el empirismo mínimo? Si aceptamos que la experiencia de problemático y que tampoco surja la necesidad de despejar la irresisti
UIlsujeto se compone de impresiones que el mundo produce en seres ble atracción del empirismo que aquejaba una solución como la de
(011capacidades sensoriales estamos con ello incluyéndola en el espa- Davidson.
c io lógico de la naturaleza donde, como sabemos, las relaciones nor-
mativas están ausentes. ¿Cómo pueden entonces las impresiones ser el
1Iibu nal ante el que responda el pensar empírico? Éste es, pues, el diag- 2.9.3. Segunda naturaleza
nóstico: por un lado, el empirismo mínimo no sólo nos resulta atracti-
vo, sino que su función como «tribunal de la experiencia» es lo que dota La postura de McDoweIl deja de lado el «naturalismo escueto» el •
de s .ntido a nuestra convicción -seguramente cierta- de que nuestras Scllars e insiste en que el espacio lógico de las razones posee unos ras
( rccncias y juicios son sobre el mundo. Pero, por otro, nuestra concep- gos su; generis que lo diferencian del espacio lógico de la naturaleza en
i ión de la experiencia bajo la forma de «mito de lo dado» hace imposi- ,1que se sitúa la descripción científica. Quiere, sin embargo, dcfen
blc que é ta pueda desempeñar tal papel. Es la tensión entre estas dos dcr tanto que «la propia idea de experiencia es la idea de algo natural»
posturas plausibles la que alimenta la inquietud filosófica de que nues- (01110que «el pensar empírico responde ante la experiencia». Para 110
II.I~m ntes puedan estar desconectadas del mundo y la que, al mismo 1.1tensión revelada en la antinomia expresada con anterioridad se
ti -mpo, no exige una explica ión que nos saque del apuro. La ura ión IlIlllg.l al re on er que la idea de experien ia e algo natural, sin ·Ii
prom ,tid.l p r M Dow 11requier ente n .cs que 'sta t .nsión S' .tlivi . 111111.11"por ello la id '" de xp ri n in del cspa i lógico d las raz ncs
\

1)9)
EL LEGADOFILOSOFICOy CIENTÍFICODEL SIGLO XX CAPÍTULO 19. SEGUNDA PARTE

l... pues] no necesitamos identificar la dicotomía de espacios lógicos el conocimiento empírico? Un naturalista, por ejemplo, trataría de darle
con una dicotomía entre lo naturaly lo normativo». Es esto justamen- respuesta investigando la constitución material de! preceptor para, di-
te lo que impide reconciliar e! empirismo con la idea de que las impre- gamos, ofrecer una explicación de cómo algo material puede ser capaz
siones que el mundo efectúa sobre un sujeto son también hechos na- de tal hazaña. McDowell no intenta ni tan siquiera abordar la pregun-
turales. McDowell diagnostica que, en este punto, e! error consiste en ta en esos términos; para él la cuestión acerca del contenido empírico
«olvidar que la naturaleza incluye la segunda naturaleza». ¿Qyé quiere resulta problemática cuando, al filosofar, no se percibe la tensión apa-
decir esto? rente entre e! empirismo mínimo y la idea de que una impresión es un
Los humanos compartimos con los demás animales capacidad per- acontecimiento natural. Si podemos presentar un modo de ver las co-
ccptiva; ahora bien, tal capacidad, al estar al servicio de una forma de sas en el que, después de todo, tal tensión no existe, la pregunta por el
vida, desarrollará diferentes formas en e! caso de los meros animales, contenido empírico, en tanto que expresión de una perplejidad filosó-
los infantes o los seres humanos adultos. En los primeros -y en e! fica ha sido «exorcizada», desaparece. Ahora bien, esto es algo comple-
L1SO de los infantes, que se diferencian de aquéllos sólo por sus poten- tarnente distinto de (intentar) darle una respuesta a la pregunta. Es evi-
cialidades-la receptividad sensorial se subordina a necesidades pura- dente entonces que la construcción de teorías (la filosofía «constructi-
mente biológicas. Pero forma parte de! desarrollo de los seres humanos va») está aquí fuera de lugar: como resultado de! tratamiento de
adultos el ser iniciados y educados -sin perder por ello su lugar en e! McDowell «se deja tranquila a la filosofía y ya no se la fustiga más con
-spacio lógico de la naturaleza- en capacidades conceptuales que res- preguntas que la ponen a ella misma en cuesti.ón». Esto e~ puro «quie-
ponden a exigencias racionales y cuyas interre!aciones se sitúan en e! tismo» wittgensteniano aunque no en el sentido peyoratJ.vo que se le
espacio lógico de las razones. (Piénsese sólo en la adquisición dellen- suele dar a ese rótulo (desde luego «no deja las cosas como estaban»),
gll.lje como capacidad que incluye ya vínculos racionales entre concep- En cualquier caso, no merece la pena discutir sobre palabras: .COI¡lO
lOS.) Es así como adoptamos paulatinamente una segunda naturaleza dice McDowell, esto es «si ustedes quieren, filosofía constructiva en
que hace que respondamos a las exigencias de la razón tanto en e! ám- otro sentido».
hito especulativo como en e! práctico. Una vez que reconocemos esta
svgunda naturaleza, «vemos que las operaciones de la naturaleza pue-
den incluir circunstancias cuyas descripciones las coloquen en el espa- BIBLIOGRAFÍA
e io lógico de las razones, por muy suigeneris que sea tal espacio». Suce-
de simplemente que las capacidades conceptuales están también ope- Obras de [obn McDowel1
r.uivas en las transacciones con la naturaleza -no otra cosa es la
McDoWELL, JOHN, Mind and World, Cambridge (Mass), Harvard University
experiencia en términos de impresiones-; aquéllas forman parte cons-
Press, 1994; 3." reimp. con una nueva introducción del autor, 1996 [trad.
titutina de las capacidades receptivas de! sujeto que las posee en virtud
esp. en Salamanca, Sígueme, 2003]. . .
ti . su segunda naturaleza. Y esto permite que e! empirismo mínimo ac- Meaning, Knowledge and Reality, Cambridge (Mass), Harvard Universiry
Iú 'como tribunal para el pensar empírico saltándose los reparos de! Press, 1998.
"mito de lo dado». Mind, Value and Reality, Cambridge (Mass), Harvard University Press, 1998 .

.9.4. Quietismo Übr«s sobreJohn McDowel1

Ik A YNESFORD,M.,john McDowel1, Cambridge, Polity Press, 2004.


El propósito de McDowell era diagnosticar algunas inquietudes fi-
SMIrt 1, N. H., Reading M!DoweU. On Mind and World, Londres, Routledge, 2002.
losóficas y señalar el camino de su curación. Para captar las peculiari-
d.ides de su enfoque es ilustrativo compararlo con alguna otra propues-
1.1 de solu ión. Para ello, podemos condensar las inquietud s filosófi-
( ,15 qu s .rvían mo punto de partida n la pr -gunta ¿Cómo ('.1' f'osif¡f('
CAPÍTULO 20

El neopragmatismo americano
RAMON DEL CASTILLO (coord.)

l. INTRODUCCION

RAMON DEL CASTILLO

El retorno del pragrnatismo, desde mediados de los setenta, coinci-


de con el eclipse del positivismo lógico y el descrédito del marxismo.
Los positivistas consideraron a Dewey demasiado dialéctico y falto
de rigor lógico. Fue un discípulo suyo, Morton White, quien mantuvo
vivas sus ideas y buscó coincidencias con Quine, cuya epistemología
r 'cogía ideas pragmatistas como el holismo. Sin embargo, hubo qu
esperar a los setenta para que Hilary Putnam (1929) retornara las ensc-
n.inzas de White, sobre todo sus críticas a la distinción positivista en
t Il' hechos y valores. Formado con Carnap y Reichenbach, Putnam a a
hú .onvirtiéndose en uno de los críticos más inteligentes no sólo del
positivismo, sino también del propio Quine. Aunque la influencia del
pr.rgmatismo en la epistemología actual es muy amplia (Haack, Res
chcr, Laudan), Putnam es quien más se apoya en los pragmatistas clási
lOS para defender una concepción realista, pero no metafísica, de la
verdad y de los valores.
Ri hard Rorty (1931) también es una figura que surge de la cpistc
1l1OIogía angl americana, pero su trayectoria y us inquietudes s n
II111y die .rcntes, Para empezar, asocia la vuelta del pragrnati mo e n
1111.1tli.l'IIl/friríll de I s pr blernas episternológi s, y no
\
n su r 'COIlS

0,97
1:1.LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 20. SEGUNDA PARTE

Irucción. Pero más allá de la epistemología, el neopragrnatismo de tradición moderna que va de Descartes a Kant. Dicho vocabulario ha sal-
Rorty se vuelca, fundamentalmente, en el mundo político y social, tado ahora en pedazos, no para ceder su sitio a otro nuevo y pret~~dI~a-
transformándose, poco a poco, en uno de los críticos más irónicos de mente superior, sino para revelamos que no hay voc~bu.lanos privilegia-
la filosofía ilustrada, pero también de la izquierda posmodema. Así, dos que la filosofía pueda esgrimir con el fin de seguir dispensando fun-
defiende la vuelta de una izquierda reformista y liberal (que, según él, damentos al conocimiento, la moral, la política y, en general, a la cultura.
se remonta a Sidney Hook, el discípulo más directo de Dewey, pero El blanco principal de la obra es el entramado de conceptos sobre
también a Irwing Howe y Lionel Trilling); una izquierda que, a diferen- el que se ha construido la problemática epistemológica tradicional, a
cia de la izquierda marxista de los sesenta y la izquierda cultural de hoy cuya cabeza figura el de la mente como un escenario interno en el que
día, deje definitivamente de lado las grandes teorías y los cambios radi- se suceden representaciones que intentan reflejar la realidad como en
cales, en aras de reformas concretas dentro del marco de las institucio- un espejo. Con su reconstrucción histórica de la «invención de la me~-
ncs políticas y económicas de las democracias liberales. Capitalismo, te» y de cómo se fundó sobre ella la imagen «especu~ar» del con<:Cl-
pues, pero con una cara más humana. miento, erigiéndose así la epistemología en garante último del sentido
El último Putnam, desde luego, también ha dado un giro político y y la adecuación de todo decir significativo, Ro~ se pr?pone mostrar
moral, pero su intento de combinar el universalismo y el comunitarismo que lo que tradicionalmente se presenta como indagación en l,-?~fun-
«ontrasta con el bricolage moral y político de Rorty. Mientras que Put- damentos del discurso en general no es otra cosa que la producción de
n,l111aún confía en argumentos filosóficos con algún valor universal, metáforas opcionales para legitimar y perpetuar los discursos ya dados.
ROl1y se decanta por los sentimientos y la imaginación como base de En ese proyecto fundamentador ahora impugnado se enmarcarían, no
una solidaridad cada vez más amplia, a través de un proceso de persua- sólo las formas tradicionales del empirismo y el racionalismo, sino
sión donde los valores universales sólo son puntos muertos a los que también la corriente analítica de filosofía (en la que el propio Rorty sc
.lp<:1.1I110Scuando nos faltan recursos argumentativos verdaderamente formó), que ha buscado en el Lenguaje los principios universales y ab-
\ oncrctos y eficaces. Por supuesto, la forma en la que cada uno de ellos solutos depositados eon anterioridad en la Razón.
nucrpreta el legado de James y Dewey es distinta, e incluso antagónica. Las viejas metáforas han dejado de ser útiles, en el sentido pragmá-
Aunque hay elementos pragmatistas en otros teóricos políticos ac- tico de que generan más problemas de los que resuelven, y es ~ora de
tu.rlcs (Bemstein, McCarthy) la reelaboración de Comel West (1953) abandonarlas: la verdad como correspondencia entre una Imagen
es, sin duda, la más sincrética y peculiar de todas. Director de estudios mental de los hechos y los hechos mismos, el conocimiento como des-
.ilroamericanos en Princeton y Harvard y catedrático de Filosofla de la cripción objetiva y neutra de lo real (con la ciencia como modelo)" la
Religión, West combina a su manera el credo de la iglesia evangelista fe esencialista en un «modo de ser del mundo» al que nuestras teonas
negra, Emerson, Dewey, el legado de los movimientos civiles, el cristia- deberían progresivamente aproximarse, son ideas en las que Rorty des-
nismo cxistencialista y la crítica cultural marxista. cubre el intento de apuntalar aquellas prácticas y discursos en los que
deseamos reconocemos con una autoridad que nos exceda; una nece-
sidad de la que, a juicio del autor, finalmente estaríamos en condici
2. RICIIARD RORTY, «LA FILOSOFÍA y EL ESPEJO ncs de prescindir (y en ello se resume la contribución a la historia inte-
DE I.A NATURALEZA» (1979) lectual de los tres pensadores mencionados, junto con aquellos qu ,
sobre todo en la «filosofía continental», han sabido extraer la lectura
ÁNGEL FAERNA .idccuada de la obra de Hegel o Nietzsche).
Ya no hay un espejo (la mente, el lenguaje) por cuya limpieza y a u~-
El libro que inauguró a su modo la posmodernidad filosófica en len- d.id la filosofía deba velar; se ha roto en los mil añicos de las perspe ti
~U,1ingl sa se presenta al lector bajo la triple advocación de Dewey, Hei- V,lS y I s intereses ulturalmente construidos. La lente. d.e preci.sión h~ d '
degg '1"y ( l segundo) Wittgenstein. Ellos encarnan para Rorty la supera- ¡.Ido paso al caleidoscopio con su infinitas omposiciones, irrcpetibl s
e ión d un modo de hacer filosofía que, aunque en iert s aspectos s re- y c.rprichosas, y s n sus frutos, más que su ad. ua ión a un mod d s 'r
11I011t.1,1 los griegos, ha ido forjando su Yo .abulario específico .n la (I.1St-nd 'ni' ti ' l.is (()S,lS, l ) qu ' ti ·b ' d 't '1111 r su Y<1lor I ara nos (ros.
111<1

1)1)
EL LEGADO FILOSOFICO y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 20. SEGUNDA PARTE

En estas circunstancias, el filósofo no puede seguir ejerciendo de árbitro La contingencia hace referencia a que debemos aceptar la fragilidad
o j~ez del debate intelectual y moral; su voz ha perdido el acceso privi- de nuestra posición en el mundo, en un mundo secularizado, tras la
legiado al Ser y el derecho a ser universalmente escuchada. Al sustituir la quiebra de la religión y de una racionalidad que buscaba ocupar su lugar
verdad (epistemológica) por la interpretación (hermenéutica), y la crítica en la vida de los hombres. Estamos situados históricamente dentro de
por el comentario, la filosofia se ve desalojada de su posición central comunidades particulares, y esto quiere decir que es contingente ellen-
para sumarse a la «conversación de la Humanidad» como un género li- guaje de nuestra deliberación moral y que también lo es la comunidad a
terario más. Liberada así de «responsabilidades metafísicas», su labor se la que pertenecemos. Por tanto, de forma harto conservadora, somos el
acornpasa a una nueva fase de la cultura que está aprendiendo a convi- resultado de prácticas y experiencias particulares y circunstanciales.
vir con su historicidad, su fragmentación y la ausencia de anclajes firmes. La aceptación de nuestra contingencia significa un fuerte envite para
El mensaje de La filoscfla y el espejo de la naturaleza fue todo lo mal la teoría. Si aceptamos la limitación de nuestra capacidad de conocer, en-
recibido que cabía esperar desde los cuarteles analíticos a los que iba tonces, se siguen consecuencias prácticas notables sobre nuestra capaci-
dirigido, pero la habilidad con que Rorty supo volver contra ellos sus dad de teorizar sobre la organización de la sociedad. La teoría ya no es
propias armas (poniendo de su lado las críticas «internas» de Quine, una empresa de construcción, sino únicamente socavadora, de derribo.
Sellars, Davidson o Kuhn) y encuadradas en un horizonte filosófico Esta teoría que derriba es la que queda atrapada en la palabra «ironía», El
m.is amplio, hizo de este libro un espejo en el que, a regañadientes, to- intelectual, el que teoriza sobre el mundo, se vuelve ironista, lo que pue-
dos se vieron obligados a mirarse. de ser muy divertido, pero ofrece pocas esperanzas en cuanto a su apli-
cabilidad práctica en la construcción de un mundo mejor. La literatura,
con su capacidad para movilizar los afectos, con su potencial edificante
1. RICIIARD RORTY, «CONTINGENCIA, IRONÍA y SOUDARIDAD» (1989). (por seguir con las metáforas de la construcción), se convierte en el ins-
«fOI\jAR NUESTRO PAÍS» (1999)
trumento favorito de Rorty para la mejora de la sociedad. La literatura
nos señala el camine hacia el tercer gran tema: la solidaridad.
ÁNGEL RIvERO La solidaridad es aquello que descubrimos en las grandes obras de
la literatura, es el sentimiento que se moviliza frente a la crueldad y el
Contingencia, ironía y solidaridad (1989) certifica el paso de Rorty a dolor y, por tanto, es la mejor guía para orientar nuestro actuar públi-
1.1 política. La «política» que abraza significa preocupación por las cues- co cuando hemos perdido la lámpara de la teoría.
I ioncs públicas, pero no por discurso metapolítico alguno. No le inte- Éste sería, de forma muy sintética, el argumento principal de Con-
ICS,lIlni la filosofia política, ni la teoría política ni las ciencias sociales tingencia, ironía y solidaridad. Desde este libro, muy bello y sugerente,
en g .neral, le interesan las cuestiones públicas, reales y concretas. Estas Rorty se ha lanzado a la intervención pública en multitud de temas
(lIcsti nes no pueden resolverse mediante la filosofia, incluso es un de- que van desde el feminismo a los sindicatos. Pero también se ha con-
.\.1 icrto perjudicial abordadas desde ésta, En la visión de Rorty, la filo- vertido en uno de los escasos pensadores contemporáneos que re-
\o(J.¡ ha desempeñado un papel muy importante en la construcción y flexionan sobre el papel de los intelectuales, tal como muestran dos se
('11la autocomprensión de occidente, pero su misión está finalizada, La sus libros más recientes: Pragmatismo y política y Forjar nuestro país.
lilosofla no puede decimos nada sobre el sentido de la historia ni so-
hrc cuále son los rasgos de una sociedad justa en relación con la na-
tur.ilcza humana. La filosofía se desacredita por su incapacidad de 4. IIILARY PUTNAM: DE «EL SIGNIFICADO y LAS CIENCIAS
cumplir sus promesas y por no asumir sus limitaciones. Rorty, en MORALES» (1978) A «LA TRENZA DE TRES CABOS» (2000)
Omtingencia, ironíay solidaridad, busca hacerse cargo de los límites, o
jo É MIGUEL ESTEI1AN
dt' la muerte si se prefiere, de la filosofia y atisbar las consecuencias
pr.ictica que esta quiebra entraña. Para ello divide el libro en los tres En 'Cómo renovar lajilosoJía (1994), Hilary Putnam ha ara t 'rizado
gl.lnd .s temas que figuran en el título: la contingen ia, la ironía y la \1I propi d venir filos' fI m un tránsit de de el cicntifisrno h,l
solidaridad.
(1,1 el pr.igrn.uismo. El ti 's,1I1OIIo ti . su Iilosofla d ·1.1.Jl1t'J1t • ilustra pCI

(,()O
CAPÍTULO 20. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX

fcctamente ese tránsito. Habiendo sido fundador del funcionalismo pragmático a su realismo interno, apelando explícitamente a ]ames y
en La trenza de tres cabos (2000) Putnam critica la filosofia de la percep- Dewey para defender la prioridad filosófica del PU?to de Vista del agen-
ción del llamado modelo computacional de la mente, pasando a abrazar el te en nuestra imagen moral del mundo. En Real~smo con ~ara humana
realismo natural de William ]ames. Ya en Representación y realidad (1994) (1990), Putnam insistirá en q~e l~s proble~as ét~cos no ~i~nen «solu-
Putnam había realizado todo un balance crítico del funcionalismo se- ciones» como los problemas científicos y eXi~en Cl~rta noClo~ de comu-
ñalando su incapacidad para dar cuenta de aspectos tan centrales de la nidad. Aunque el reconocimiento de esta exrgencia lo aproxima la Es-
racionalidad humana como la capacidad de referimos a las cosas o de cuela de Frankfurt Putnam, a diferencia de Apel y Habermas, no cree
aprender de nuestra experiencia. Putnam imputa esa incapacidad del que pueda deducirse una ética universal a partir ~e la interrelación en-
proyecto de la Inteligencia Artificial a su carácter cientifista, expresado tre verdad y aceptabilidad racional. Frente al kantismo de la Escuela de
en la reducción de toda racionalidad a racionalidad algorítmica. En Frankfurt Putnam abraza una imagen aristotélica de la ética. Putnam
Razon, verdad e historia, Putnam había señalado que incluso la razón al- comparte' esta imagen con Marta Nussbaum, que colab~raría con él en
gorítmica presupone nociones normativas previas no formalizables, es- «El retorno de Aristóteles», parte primera de Palabrfl! y tnda (1:94). ~t-
iándares de corrección que se originan en las prácticas. Como para nam y Nussbaum traducen eudaemonia n~ co~o simpl~ fe,lzadad, smo
Morton White, el pragmatismo es ante todo, para Putnam, una descrip- como florecimiento humano, en una reivindicación de Anstoteles que se
ción equilibrada y no formalista del alcance humano de la racionalidad. opone tanto al utilitarismo como ~ conservadu~s.~o de A. M~cI~tyre.
Con todo, el giro pragmático de la filosofia de Putnam se halla ya Es precisamente la recuperacion de la tradición prudencial junto
prefigurado en El significado y las ciencias morales (1986). Putnam se ale- con la de la tradición pragmatista la que ha hecho de Putnam uno de
J.l allí del realismo científico para aproximarse al verificacionismo de los filósofos estadounidenses más interesantes del siglo xx.
Pcirce e interpretar los argumentos indeterministas de Quine como
muestra de las aporías de la noción de verdad como correspondencia
y, sobre todo, de la relatividad de toda explicación científica con res- 5. CORNEL WEST, «Ur EVASIÓN AMERICANA DE LA FILOSOFÍA.
pccto a las prácticas humanas. Esa relatividad le permite diferenciar el UNA GENEALOGÍA DEL PRAGMATISMO» (1989)
realismo interno del realismo metafísico (el externalismo o punto de vista ÁNGEL RIvERO
del Ojo de Dios, según su caracterización del realismo trascendental cri-
I icado por Kant o del exilio cósmico criticado por Quine). En Razón, ver-
dad e historia, Putnam añade a la crítica de la perspectiva extemalista ar- La gran mayoría de los textos de West, agrupados en varias decenas
gumentos wittgensteinianos y argumentos metalógicos, además de un de volúmenes son escritos de ocasión e intervención pública plaga-
experimento mental que se ha hecho célebre: los cerebros en una cu- dos, sin embargo, de referencias de lo más variopinto: a la Bi}:>lia,a los
hcta, Pero lo que verdaderamente interesa a Putnam es extraer las con- grandes hombres de la historia americana, a los grandes líderes del
se .ucncias del abandono del realismo metafisico para nuestra imagen mundo negro, y al debate de la teoría política contemporánea. En este
ética. En Razón, verdad e historia, Putnam muestra cómo el internismo contexto, algo ciertamente llamativo desde el punto de v~~ta del ~ofis-
Iieado, secularizado y elitista intelectual europeo, La euaston americana
t ontrarresta el impacto del cientifismo en nuestras concepciones de
1.1 racionalidad. El relativismo ético, sustentado en su opinión por un dr la filosofía es su libro más correcto y mesurado. ~par~ntem~nte,
t 0t110 refleja el título, el libro se ocupa de trazar una historia de com
ncopragmatista como Richard Rorty, es consecuencia de la dicotomía
cnt re hecho y valor y, a su vez, del monismo metodológico, otra versión los americanos escaparon a la influencia hegemónica de la filoso Ha
ti ' la concepción algorítmica de la racionalidad. Putnam rastrea ese feti- curop a y fundaron su propia tradición ~dígena. Visto .así, se tratarí~
dJ/' del cientifismo en el emotivismo ético y la tesis de los dos componen- simplemente de una historia del pragmatismo, un recorndo cronológi
It'S, de .criptivo y evaluativo, presentes en todos los juicios éticos.
( o en el que se sitúan su fundación, sus figuras fundadoras, su desarro
En El pragmatismo: un debate abierto (1999), Putnam comparte con llo, SlIS figuras posteriores y los jalones que señalan su exte?si?n.
[ohn M Dowell la denuncia de esta teoría. En Las mil caras del realismo Sin .mbarg ,el libro es algo más. Cornel West fue di ~pulo ti '
(1994), Putnarn reconoce que preferiría haber denominado realismo Rit h.ird Rorty '\1 Princ Ion. Allí, de mozo, leyó CQn entusiasmo ·1

(lO \
(lO
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

borrador que circulaba de La filosifía y el espejo de la naturaleza y se alis-


tó en el nuevo pragmatismo. Lo curioso es que más que adscribirse a
una filosofia, adoptó el papel del intelectual público que representaba
la figura de Dewey que Rorty estaba comenzando a teorizar y a ejercer.
De este modo, la historia del pragmatismo de West es un canto a
la peculiaridad americana, a su excepcionalismo (el libro arranca con
Emerson) y es, al tiempo, una loa del papel de los intelectuales en la
vida pública. Así, la madurez del movimiento la sitúa West en Dewey,
el intelectual por definición; dedica un largo capítulo a los intelectua-
les pragmatistas y a su desenvolvimiento público, donde encontramos
figuras tan variopintas como Sidney Hook, C. Wright MilIs, W E. B. du
Bois, Reinhold Niebuhr y Lionel Trilling; después asistimos al declive
del intelectual pragmatista hasta su resurrección en Quine y Rorty. CAPÍTULO 21
Pero es Rorty quien le interesa. Le critica no su activismo público sino
su distanciamiento liberal.
El pragmatismo renacido, como discurso público americano, preci-
La revolución del pensamiento político y moral
S.I de un tono moral más prescriptivo, y aquí es donde nace la contri-
CARLOS THIEBAUT
bución de West: elpragmatismo profético. Se trata éste de un discurso de
resonancias bíblicas acerca del sufrimiento y la injusticia, que busca
modelar y regenerar la savia de América: «el pragmatismo profético es En la década de los años sesenta comienza un cambio significativo
una. re~puesta profundamente americana al ocaso de la era europea, al de dirección en la filosefía práctica, que coincide temporalmente con
n.icmuento de los Estados Unidos como potencia mundial y a la des- otras importantes alteraciones en el panorama filosófico más amplio.
colonización del Tercer Mundo».
Cabría definir ese cambio como la restauración y el debate en torno a
propuestas de directo contenido normativo en el ámbito público. A di-
ferencia de las reflexiones más claramente metaéticas de décadas ante-
riores en la filosofia del lenguaje analítica, o incluso a diferencia de las
interpretaciones globales del desgarrado componente moral de la con-
dición humana en el existencialismo, que habían sido las más relevan-
tes durante los años cincuenta y sesenta, la reflexión práctica gira aho-
ra hacia problemas y criterios de acción específicos, se centra sobre lo
modelos de racionalidad práctica adecuados a ellos o sobre diferentes
tipos de acciones y su interpretación. Aunque la reflexión sobre la ra-
zón práctica se construye, sobre todo, en relación con lo público, tam-
bién aparece ahora ligada al panorama más general de las teorías de la
.icción: se trata de comprender su racionalidad específica frente a la ra-
cionalidad teórica del conocimiento. Ciertamente, algunas de estas
cuestiones habían estado presentes de distintas maneras en la primera
mitad de siglo, pero cabe proponer que es la segunda mitad la qu I s
presenta con mayor nitidez. Como se ha indicado, tal vez el rasg mjs
ti 'finid r d I nu v pan rama e el fuerte a ento sobre la éti a públi
l.\ pOI III 'dio de una amplia dis usión s brc la justicia. En 'S,I discu

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