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Martin Heidegger

(Messkirch, Alemania, 1889 - Todtnauhaberg, actual Alemania, 1976) Filósofo


alemán. Discípulo de Edmund Husserl, Es uno de los fundadores y principales
representantes del existencialismo alemán. su indiscutible preminencia dentro de
la filosofía continental se ha visto marcada siempre por la polémica, sobre todo la
de su adhesión al régimen nacionalsocialista, manifestada en el discurso que
pronunció en la toma de posesión de la cátedra en la Universidad de Friburgo
(1933).

El sentido del cuidado humano se basa en la interpretación del pensamiento


contemporáneo de Martín Heidegger en su obra «Ser y Tiempo», en ella se
expresa una fenomenología de la existencia humana y su manifestación, el
Dasein, de ahí surgen algunas categorías relacionadas con el cuidado tales como:
Cure, El Sujeto y Persona, El Ser, La Enfermedad, Vida y Muerte.

En el proceso de reflexión el hombre está vigilando siempre por su propia vida,


mediante el cuidado de ella, para satisfacer sus necesidades básicas pero también
las superiores. El ser humano está inserto en un mundo y no se puede concebir
fuera de él, todo esto según Heidegger implica cuidado.

En la analítica existencial, el “ser-ahí” comparece en su unidad como


“cura”. “Cura” es el término usado por Gaos para traducir el vocablo alemán
“Sorge“, que indica “cuidado”, “solicitud”, “atención”, “preocupacióncon el mundo
en torno; es algo que manifiesta en el “ser-ahí” un estado de “relación-con”; El
curarse de algo y el procurar por otros son manifestaciones de la cura e implica un
hacer con un fin previsto que se expresa en la praxis, manifestación existencial del
cuidado.

El significado del Dasein

El Dasein es la expresión alemana que Heidegger escoge para determinar la


existencia, para su conformación morfológica: Da = aquí, allí, ahí. Sein = ser. Ser
en el mundo, ser uno mismo, es la reflexión de la existencia humana en una
historicidad relacionada con la propia realidad. Implica el mundo histórico, es el
lugar del sentido y de la comprensión del ser, es el ente que tiene comprensión del
ser.

Es la conciencia de sí, quien determina la existencia del ser a través de la


continuidad en el tiempo y en el espacio, se comprende a sí mismo desde su
existencia, desde una posibilidad de sí mismo: de ser o no ser, de ahí que
existencia quiere decir, según la tradición ontológica lo mismo que estar-ahí.
Existir es estar en camino, siempre; es enfrentarse y confrontarse con una tarea
que no acaba sino con la muerte, a cuyo encuentro se adelanta el ser velozmente
sin percatarse.

El Dasein hermenéutico es el que navega con el ser-en-el-mundo, hay que


entenderlo como un a priori existencial, como una estructura originaria y siempre
total, se distingue por el hecho de que proporciona la base para una interpretación
del ser en general

De ahí que Heidegger rechazara la noción de “objetividad” como algo en el mejor


de los casos“derivado”: pensaba que la vida debía ser entendida desde sí misma y
que el vivir había de ser experimentado como un acontecimiento que ni está fijado
ni es objetivable. El “ser-ahí” heideggeriano no es pura conciencia ni algo dado en
el presente; es, por el contrario, un acontecer que se va desplegando entre el
nacimiento y la muerte.

Lo primero que se revela al analizar al ser humano o ser-ahí (Dasein) es el ser-en


el-mundo, el hecho de que no es un sujeto aislado en sí mismo, sino que sólo
tiene subjetividad en cuanto la despliega en su mundo circundante, en cuanto
piensa o se ocupa de los demás entes o cosas que le rodean. Al ser-ahí se le ha
de ver, pues, en el conjunto de intenciones, significaciones y cosas con las que se
relaciona, y a las cosas o entes no hay que tomarlas como cosas en sí mismas,
sino como relacionadas con el ser del ser-ahí.

El ser-ahí o ser humano sólo puede vivir refiriéndose a los entes que le rodean.
Ningún ser humano puede lograr, aunque sólo sea por un momento, dejar de
pensar en nada o no ocuparse de algo. El ser-ahí está siempre relacionándose
con los entes externos, integrándolos en sus propios sentimientos o estados de
ánimo, comprendiendo y realizando con ellos parajes o todos de significatividad,
dando razones, realizando descubrimientos, abriendo posibilidades, proyectando,
existiendo, erigiendo el mundo que forma parte de su propio ser.

El ser-ahí existe dando un sentido o utilidad a los entes que le rodean,


convirtiéndolos en objetos manejables e integrándolos en sus centros de interés:
el martillo sirve para clavar clavos, y esto le da su identidad, su ser, mientras que
los cuadros se clavan para colgar un cuadro, que sirve para adornar, para que el
ser humano esté a gusto, para que descanse mejor, para que pueda trabajar más,
y así hasta donde se quiera. Si no hubiera seres humanos, puede que hubiese
algo, no lo sabemos, pues no nos podemos imaginar el mundo sin seres humanos,
pero lo que es seguro es que no habría martillos, ni clavos, ni cuadros, pues todo
esto son identidades o sentidos que el ser humano otorga a los entes que le
rodean cuando los integra en los todos de significatividad o conjuntos de para qué
que forman parte de sí mismo, y el último para qué, lo último que le va al ser-ahí,
es el cuidado (Sorge) de los entes

Muerte y autenticidad existencial

Es el tipo de existencia donde nos encontramos a nosotros mismos, vernos en la


vida y en la muerte, tener en cuenta que nos moriremos y aún así seguir viviendo
y disfrutando de la vida, de nuestra existencia, sugiere que las relaciones con las
cosas y las otras personas deben florecer a la luz de la inevitabilidad de la muerte,
sacándonos de la inautenticidad , de lo convencional, de lo público, de las normas
del se.

Nos daríamos cuenta de que somos unos seres delicados y efímeros que en
realidad no controlan nada y dejaríamos de vivir por los demás, es decir,
dejaríamos de atender a los que nos aconsejan y empezaríamos a atendernos a
nosotros mismos a encargarnos de nosotros y todo lo que haríamos seria por
nuestra propia voluntad, por lo que en realidad queremos seriamos conscientes de
que "somos ahora eso que hacemos pero que luego seremos otra cosa".

Sólo cuando la vida humana se asume a sí misma de cara a la muerte, cuando


ella rompe sus ataduras al mundo del ‘uno mismo’, de lo inauténtico, sólo cuando
ella asume la angustia causada por su propia nihilidad puede ser auténtica y libre
en sus más propias posibilidades.

El hombre también, por tanto, es un ser-para-la-muerte. El hombre tiene que


afrontar este ser-para-la-muerte. Sin embargo, el hombre pasa la vida ocultando y
queriendo que le oculten que es un ser-para-la-muerte. Este sentimiento de darse
cuenta de su mortalidad es la experiencia de la nada, es decir, la angustia, ya que
esta le revela al Dasein su finitud.

Ante esta realidad, temible y angustiosa, el hombre quiere negarla. Para hacerlo,
el hombre se entrega a la existencia inauténtica, es decir, a la negación de que el
hombre es un ser-para-la-muerte

El fundamento de la existencia auténtica es la aceptación del finitud del Dasein, de


su muerte. Precisamente esa aceptación le da densidad a su existencia, una
existencia no disuelta en el se, separado de la unidad. El Dasein que existe
auténticamente se enfrenta a la angustia del hecho de que nadie pueda morir por
él. Para alcanzar la auténtica medida de mis posibilidades he de ser capaz de
pensar la muerte, esto es, de entenderla como mi última y propia posibilidad.

En Ser y tiempo, Heidegger considera la muerte como una tentativa de captar la


posibilidad de ser un todo del Dasein, o el ser humano por su propio ser. Si el ser
humano es definido ontológica y existencialmente como su “estar ahí”, Dicha
escala tendría que incluir no sólo origen o nacimiento a la sino también su fin. La
muerte es el fin del Dasein, sin embargo, con respecto a cualquier existencia
individual, es siempre excepcional, nunca todavía alcanzada, y la totalidad o
plenitud del Dasein se nos escapa o es marcada por el cierre imposible: para
cuando el Dasein muere, o como Heidegger señala, cuando alcanza su posibilidad
más extrema, ya no está allí, ya no es, y por lo tanto nada es.

El ser auténtico propio del Dasein, entonces, se da por y a través de la muerte.


Aun cuando el todavía-no-es de Dasein no ha alcanzado este extremo, sin
embargo inminente, parece dejarlo como un todo fuera de su alcance, ya que la
muerte nunca es propia, salvo con respecto a la que destruye su propio ser.

La ‘sustancia creadora de valor’, el fenómeno del tiempo y la enajenación o


pérdida del ser

Karl Marx, el ser humano es caracterizado como ‘sustancia creadora de valor, es


decir, el ser humano es interpretado a la luz del trabajo que puede desarrollar en
el mundo, a saber, en la medida en que es capaz de crear ‘valores de uso’. Lo
que para marx reside en que dicha magnitud de valor se encuentra determinada
por el fenómeno del tiempo. La ‘sustancia creadora de valor’, en el caso de Marx,
encuentra su magnitud en el ‘tiempo’, con lo cual podemos decir, ciertamente, que
en la explotación del trabajo se ponen en juego ciertas modalidades del tiempo, es
decir, del ser del hombre.

Parece estar determinado por la no-libertad de su tiempo, es decir, de su ser, el


cual se encuentra enclaustrado. Su ser le es arrebatado y ello se ve con nitidez
por el hecho de que el tiempo no le pertenece, se le va su ser, en el tratar con el
mundo, se pierde a sí mismo. En el curso de la explotación del trabajo, al
trabajador le está impedido interrogarse por el sentido del ser, en otras palabras,
el pensar se le encuentra clausurado o prohibido. El trabajador, simplemente debe
ocuparse del mundo, perderse a sí mismo en él, producir para sobrevivir. El
trabajador, así, pierde el tiempo, es decir, su ser.

Dentro de la interpretación de Heidegger, la experiencia es el ser de lo existente;


mientras que lo existente aparece en el carácter de la conciencia y “es” como lo
aparente en la representación. La experiencia se anticipa a sí misma, en el volver
se despliega en el estar presente de la conciencia y en estas condiciones pasa a
ser constante, esta presencia constante la interpreta Heidegger como el ser de lo
absoluto.

De esta manera, la conciencia no se aparta de sí misma ni de su esencia; por lo


contrario, esta enajenación es el sostenerse de la plenitud del aparecer con base
en la voluntad, en donde domina la parousía (presencia o llegada) de lo absoluto.

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