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“Las puertas del paraíso que Eva cerró, se han abierto ahora por la
Virgen María”. El sí de María a la voluntad de Dios, su correspondencia
perfecta a la gracia, devuelve al hombre la posibilidad de volver a entrar en el
paraíso. Ella es la puerta por la que ha amanecido sobre el mundo la luz que es
Cristo, tal como canta la liturgia de la Iglesia: Salve radix, salve porta ex qua
mundo lux est orta. En María encontramos el rostro del hombre tal como Dios
lo ha querido: el ejercicio de la libertad humana sin ceder para nada a la
atracción del pecado. En ella contemplamos a la criatura que responde
amorosamente al Creador, que no tiene miedo de la presencia del Señor, que
no se esconde ante Él, sino que al contrario se presenta y se ofrece a Él en
una disponibilidad absoluta: “aquí está la esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra”.
Que el Señor nos conceda parecernos lo más posible a María. Para que
la cabeza de la serpiente sea aplastada en nuestra vida y Dios sea glorificado
en nosotros. Amén.