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- Christopher Wright
Este ensayo resalta tres puntos que son importantes para entender y practicar la misión de Dios:
1). debemos entenderla en su contexto histórico; 2). debemos eliminar todo dualismo filosófico y
pragmático y 3). debemos esperar con ansias y prepararnos para la nueva creación.
La historia humana, de acuerdo a la cosmovisión bíblica podría representarse con una línea recta.
Hay un comienzo, un buen Dios crea una buena creación y la historia se va encaminado hacia
una meta (télos). Los judíos siempre tenían claro que la historia, su historia los llevaba hacia una
meta - la redención de Israel y a través de ella, la redención de todo el mundo. Ahora, a este lado
de la cruz, podemos comprender la obra redentora de Jesús, el Mesías del pueblo judío y Salvador
del mundo entero.
Para entender la misión del pueblo de Dios, hay que entender su contexto histórico. Muchas de las
grandes religiones del mundo no tienen sus raíces en hechos o momentos históricos pero el
cristianismo sí. Sin embargo, aunque desconocemos muchas de las fechas exactas en qué
ocurrieron diferentes hechos, la Biblia habla de personas reales, situaciones reales y encuentros
con un Dios verdadero. Siendo el hecho histórico más importante para la fe cristiana es la
resurrección de Jesús de entre los muertos.
¿Por qué es tan importante entender la misión de Dios desde su contexto histórico? De lo
contrario, seremos tentados a minimizar el poder y el alcance de las buenas nuevas del reino de
Dios. Nos dejaremos llevar por visiones reduccionistas del evangelio y daremos prioridad a
pensamientos y actividades que realmente carecen de importancia.
¿Cuál es el contexto histórico? La misión de Dios, mucho antes de ser la misión de su pueblo,
comenzó hace miles de años. Dios creó a Adán y Eva. Ellos disfrutaban de una íntima comunión
con Él. Al dejarse engañar por Satanás y por querer “ser como Dios," Adán y Eva son expulsados
del huerto de Edén. A partir de la caída, el pecado penetró a la buena y hermosa creación de
Dios causando rupturas espirituales (entre Dios y el hombre), psicológicas (entre el hombre y sí
mismo), sociales (entre los hombre) y otras. Luego los hombres trataron de construir una torre que
llegase a los cielos. Dios los castigó por su soberbia y rebeldía y fueron esparcidos por toda la
tierra.
La promesa de Dios a Abraham para bendecir a todas las naciones de la tierra halló su
cumplimiento en Jesús. Dios no sólo se dio a conocer a través de la ley mosaica y su interacción
con el pueblo judío sino ahora se dio a conocer directamente a través de su hijo Jesucristo. Jesús,
Dios hecho hombre, nació en condiciones humildes, solidarizándose con los seres humanos. Vivió,
enseñó y dio a conocer la voluntad de su Padre. Casi terminado su tiempo aquí en la tierra, murió
por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó el tercer día para que también nosotros tuviéramos
esperanza de vida después de la muerte.
Nuestra misión de proclamar las buenas nuevas del reino de Dios es en respuesta a la misión que
inició Dios desde antes de la fundación del mundo. La misión no nos pertenece y tampoco
depende totalmente de nosotros. La misión es de Dios y gracias a su invitación y mandato,
podemos participar de ella.
Entender su misión sin entender su contexto histórico podría llevarnos a varias conclusiones
erradas: que hallarnos "salvos" quiere decir que gracias a Jesús podemos aguantar un mundo
lleno de maldad y esperar una mejor vida lejos de la tierra en el cielo. Otra conclusión errada sería
que debemos cuidar únicamente nuestras almas, sin importar nuestros cuerpos y la creación ya
que Dios se va a llevar el alma al cielo para una experiencia no corporal para la eternidad.
Si vemos el ser humano como una dualidad, seremos tentados a solamente atender a las
necesidades espirituales de una persona ya que lo realmente importante sería lo espiritual. En otro
caso extremo, podría llevar a las personas involucradas y comprometidas con la misión de Dios a
preocuparse solamente por las almas de las personas, y no por la persona como un todo. Si vemos
el mundo como una dualidad, nos va a importar muy poco la creación de Dios. Sin embargo,
cuando los escritos bíblicos hablaban de sus revelaciones apocalípticas, sus visiones incluían una
creación renovada donde reina la justicia y donde el conocimiento de Dios llena la tierra.
Si no aprendemos a leer la Biblia con una cosmovisión informada por el pensamiento bíblico,
seremos arrastrados por cualquier filosofía de hombres y no terminaremos viendo el plan de Dios y
el obrar de su misión en su totalidad esplendorosa.
¿Qué quiere decir esperar con ansias y prepararnos para la nueva creación? Hay que reconocer
nuestra necesidad de ser redimidos, confesar nuestro pecado, el pecado que nos aleja de Dios y
del prójimo, bautizándonos para recibir su perdón y el don del Espíritu Santo. Debemos
entregarnos a la obra del Espíritu Santo para que pueda renovar nuestra mente y corazón. Damos
testimonio de Dios y su obra siendo transformados y viviendo una vida plena y abundante en la
comunidad cristiana y en medio de las tinieblas de maldad. Proclamamos el evangelio, en hecho
y palabras, dando a conocer el buen deseo de Dios de renovar su creación.
Una persona comprometida con la misión de Dios es una persona sintonizada con su corazón. No
es una relación de empleador y empleados. Pablo describe nuestra relación con la misión de Dios
como colaboradores con Cristo Jesús. Somos embajadores de Dios, agentes de su reino aquí en
este mundo. Debemos marcar la diferencia, encarnar la vida y el ministerio de Jesús en nuestras
propias vidas.
¿Cómo sabemos si estamos sirviendo en la misión de Dios? Si nosotros mismos y la gente a nuestro
alrededor están siendo redimidos por nuestro Dios Creador, autor de toda vida y hermosura.
Somos luz para alumbrar la oscuridad y sal para detener el decaimiento de nuestro mundo.
Nuestra espera de la venida de Jesús no es una espera pasiva, sino una espera pacienciente y
activa mientras nos ocupamos del ministerio de Jesús en este mundo.