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RIO DE JANEIRO.- Cuando era chico, Ernesto Neto quería ser astronauta. Había
quedado fascinado con la película 2001: Odisea del espacio, llegó incluso a hacer
el examen para estudiar Astronomía. Pero una amiga lo invitó a probar un taller de
escultura en barro que le cambió el rumbo y lo terminaría por convertir en uno de
los principales artistas contemporáneos brasileños.
"Descubrí que eso era lo que quería hacer de mi vida; el arte se volvió mi
universo", relata Neto a LA NACION durante una entrevista en su amplio atelier, en
el Centro de Río de Janeiro, poco antes de inaugurar, el 28 de noviembre en el
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires ( Malba ), su retrospectiva "Soplo",
que fue originalmente pensada para la Pinacoteca del Estado de San Pablo.
Compuesto por los materiales más variados, que van desde tejidos naturales como el
algodón o la seda, diversas maderas y fibras sintéticas (como la poliamida y el
polipropileno) hasta plomo, especias (canela, azafrán), café o lavanda, el universo
artístico de este simpático carioca de 55 años es siempre una invitación lúdica a
una experiencia sensorial, casi sensual, al permitir que el público ingrese en sus
obras y que éstas se apropien del visitante. Sus trabajos se balancean entre la
escultura y la instalación, influidos por la tradición de otros grandes artistas
neoconcretistas de Río como Lygia Clark, Lygia Pape y Hélio Oiticica. A ellos sumó
megamontajes en crochet -que aprendió de su tía abuela- suspendidos del techo, y,
más recientemente, elementos rituales de los pueblos indígenas amazónicos, en los
que se sumergió tras una vista a la etnia huni kuin, de Acre, luego de probar los
efectos alucinógenos de la ayahuasca.
-¿Cómo fue que entró en contacto con las culturas indígenas que han influido tanto
en su más reciente obra?
-Una amiga que estaba haciendo un libro sobre indígenas en Acre me dijo varias
veces que tenía que ir a conocer los pajés (curanderos, chamanes). Cuando fui, todo
eso me absorbió. Empecé a interesarme con sus danzas rituales y de repente se
volvió todo mi mundo. Le dio un giro a mi obra. Lo que está sucediendo en Brasil
hace 500 años que ocurre. La Amazonia es el último refugio; la soja y la ganadería
están llegando ahora a la selva porque todo el resto ya fue deforestado. El cerco
está disminuyendo. El porcentaje de la soja, la carne, la madera, el hierro, que es
consumido por Brasil es muy poco, está casi todo destinado a exportaciones, para
ser consumidas por otros, principalmente por China, Estados Unidos y la Unión
Europea. Brasil no logró liberarse de la estructura colonial en la que vivía en las
épocas antiguas de la explotación de café o de caña de azúcar. Y nuestros
gobernantes, nuestras leyes, no están ahí para proteger a la gente sino a las
grandes industrias. Así la humanidad está siendo diezmada, y con ella toda la
naturaleza.
-Cuando era más joven no era un artista involucrado políticamente, se dedicaba más
al estudio de las formas, los materiales, a cuestiones puramente estéticas,
sensoriales.
-Político siempre fui. Cuando hablaba del cuerpo, de la relación entre los
elementos, del equilibrio interno de las cosas -y creo que todas mis esculturas e
instalaciones exploran esos temas-, eso es lo más transformador que hay. Es la
mayor contribución que puedo hacer. Lo que sucedió es que esos temas pasaron a
traspasar las obras. El discurso que tengo ahora en realidad siempre lo tuve. Lo
que pasa es que la gente quiere saber mucho más lo que pienso que antes. Sí es
cierto que el contacto con los pueblos indígenas me hizo tener más consciencia de
la realidad. También practico la tradición de tomar medicina sagrada, la ayahuasca,
mensualmente, y ahí siento que la naturaleza habla conmigo. El modelo que está mal
es nuestra espiritualidad. La sociedad de consumo nos hace evitar pensar en esas
cosas, nos promete alegrarnos con una camisa, un televisor, un auto o una casa,
pero ninguna de esas cosas va a resolver nuestros problemas. No hay que mirar hacia
fuera sino hacia adentro de nosotros mismos. Solo conociendo nuestra propia
naturaleza podremos cambiar la naturaleza que nos rodea, ambas están fuera de
equilibrio. Es eso lo que estoy intentando decir desde hace años, con humildad, con
trabajos que hablan por mí. Mi manera de hablar políticamente es esa.
Mientras nada sucede (2008)Mientras nada sucede (2008) Crédito: Gentileza Malba
-En marzo, en la apertura de la exposición en Pinacoteca dijo que sus nuevas obras
representaban el "trauma de la sociedad brasileña actual". A casi un año del
gobierno de Bolsonaro, ¿cree que la situación empeoró?
-Soy optimista por naturaleza, pero está difícil. Puede ser que la humanidad sea
apenas una cuestión de paso. Buscamos la eternidad, pero tal vez deberíamos empezar
a pensar el cosmos en su dimensión. Nuestro tiempo en la Tierra es muy limitado.
¿Qué son mil, diez mil años, frente a millones y millones de años? Tal vez solo
estemos aquí para tener una experiencia; no sé si vamos a continuar. Tal vez
nuestra extinción sea parte de la gran sinfonía cósmica que existe por encima de
todo.
-Decía antes que lo femenino está tomando control del mundo. ¿De qué forma lo
femenino influyó sobre usted y su arte?
-Siempre estuvo dentro de mí; solo basta ver lo que hago: trabajo con tejidos,
costuras, ¡hasta hago crochet! Siempre he tratado de encontrar un equilibrio entre
mis fuerzas masculina y femenina. Ahora tengo una mayor comprensión de eso.
Para agendar
Naturaleza, ritual y escultura
¿Cuándo?
Nacido en Río de Janeiro en 1964, Neto es uno de los nombres más destacados de la
escultura contemporánea. Desde el comienzo, viene explorando y expandiendo
radicalmente los principios de la escultura.