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Studies in Psychology
To cite this article: José Antonio Corraliza (2001) El comportamiento humano y los problemas
ambientales, Estudios de Psicología, 22:1, 3-9, DOI: 10.1174/021093901609541
Resumen
Este número de Estudios de Psicología está dedicado al estudio de la conciencia ambiental, como concepto intermedio
que describe como las personas viven los problemas ambientales. Igualmente, se incluye en este término el estudio de las
variables antecedentes y predictoras del comportamiento ambiental. Este número tiene como objetivo presentar algunos
de los logros metodológicos en el estudio de este tema, así como mostrar los desarrollos conceptuales y empíricos que se han
producido en los últimos diez años en el contexto de la investigación psicosocial española.
Palabras clave: Psicología ambiental, preocupación ambiental, actitudes ambientales.
Correspondencia con el autor: Departamento de Psicología Social y Metodología. Facultad de Psicología. Universi-
dad Autónoma de Madrid. Campus de Cantoblanco. 28049 Madrid. E-mail: josea.corraliza@uam.es
© 2001 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-9395 Estudios de Psicología, 2001, 22 (1), 3-9
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INTRODUCCIÓN
Uno de los aspectos más destacables del momento presente reside en la enorme
capacidad de atención que suscitan los temas ambientales. La “cuestión ambien-
tal”, expresión utilizada para referirse tanto a los retos y desafíos relacionados con
la gestión, ordenación y aprovechamiento del medio natural, como al impacto, las
huellas y secuelas que la actividad humana produce en el medio ambiente, se ha
convertido en uno de los ejes en torno a los cuales se articulan los discursos sobre
la organización social y sobre el ser humano mismo. La cuestión ambiental proba-
blemente se haya convertido en la cuestión social por excelencia, en los primeros
pasos del siglo veintiuno. En torno a la cuestión ambiental se polarizan los pro-
gramas políticos, los modelos de organización social, los sistemas ideológicos y de
construcción del mundo, los estilos de vida y los patrones de conducta personales.
Los temas ambientales, que hasta ahora formaban parte de la agenda de grupos
profesionales y científicos especializados, se han extendido, y se han convertido en
referentes para otras profesiones y campos científicos; al mismo tiempo, estos
temas ambientales forman parte de conversaciones cotidianas e, incluso, motivos
presentes en el universo de las preocupaciones personales. Este número de la revis-
ta Estudios de Psicología pretende poner de manifiesto algunas de las más relevantes
líneas de investigación relacionadas con este tema. Se propone el término de
conciencia ambiental para describir el estudio del conjunto de las creencias, acti-
tudes, normas y valores que tienen como objeto de atención el medio ambiente en
su conjunto o aspectos particulares del mismo, tales como la escasez de recursos
naturales, la disminución de especies, la degradación de espacios naturales o la
percepción e impacto de las actividades humanas sobre el clima, entre otros. Se
propone, pues, este término para referirse al tipo de relación que la persona esta-
blece con el medio ambiente o una parte del mismo procurando asumir las exi-
gencias de preservación y conservación. Se evita, de esta forma, el uso del término
ecologismo (traducción del inglés environmentalism), cuyo uso presenta en castella-
no dificultades de comprensión por la diferente resonancia social del mismo.
Durante mucho tiempo, el medio ambiente ha sido un equivalente del con-
cepto de naturaleza. Y, en este sentido, se han desarrollado líneas de investigación
sobre el modo en que las personas conceptualizan el medio natural, y la forma en
que construyen, personal y socialmente, las estrategias de relación con él (véase,
por ejemplo, los influyentes trabajos de Kaplan y Kaplan, 1989, 1998). En estos
trabajos la “naturaleza” ha sido equivalente al concepto específico de naturaleza
salvaje, o lo que es lo mismo, “naturaleza por conquistar”. Así considerado, el
ambiente ha sido fuente de inspiración literaria y artística, ámbito de experiencia
y desarrollo de juicios estéticos e, incluso, escenario de recuperación de experien-
cias de estrés y del equilibrio en el funcionamiento psicológico (Hartig, 1996). En
la actualidad, la naturaleza y el medio ambiente constituyen, antes que nada, un
motivo de preocupación socialmente compartido. Diferentes estudios de opinión
muestran la progresiva implantación entre distintos sectores sociales de la preocu-
pación ambiental; en efecto, datos registrados en muestras españolas muestran
que la tasa de personas que declaran, global o específicamente, estar preocupados
por el medio ambiente es elevada, siempre superior al 60% de la muestra encues-
tada (véase, por ejemplo, Corraliza y Martín, 1996). Y evidencias similares se
registran en trabajos similares realizados en otros países (véase, por ejemplo, Dun-
lap, Gallup y Gallup, 1993). Este elevado nivel de preocupación social por los
temas ambientales también se ha extendido a la investigación psicológica. Desde
hace más de treinta años, se han venido publicando diferentes trabajos con el fin
de explicar distintos aspectos relacionados con el estudio de la conciencia ambien-
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tal, y en 1991 se publicó en España el primer trabajo que abordaba esta cuestión
desde un punto de vista psicosocial (Aragonés y Amérigo, 1991). Más reciente-
mente, resulta especialmente llamativo el hecho de que en el año 2000, este pro-
blema de investigación haya sido aparecido tratado monográficamente en dos
fuentes, diferentes, de gran impacto: una sección monográfica del Psychology in the
Public Forum (American Psychologist) editada por Stuart Oskamp, y un número
monográfico del Journal of Social Issues (Zelezny y Schutz, 2000).
El problema, que aún sigue abierto, consiste no tanto en definir y describir la
preocupación ambiental, sino, sobre todo, en explicar los distintos niveles de
conciencia ambiental en función de variables sociales, psicológicas y de visiones
del mundo. Tal y como señalara Dietz, Stern y Guagnano (1998), la literatura
sobre este problema ha realizado esfuerzos notables por medir la conciencia
ambiental y de manera preferente por intentar explicar las variables que influyen
en la conciencia ambiental en general. Según estos autores, los trabajos sobre este
tema pueden ser agrupados en dos categorías: los que centran su atención en el
descubrimiento de los factores sociodemográficos asociados con la conciencia
ambiental, y los que, tomando como referencia valores, creencias y otros cons-
tructos psicosociales, pretende explicar las variaciones en la conciencia ambien-
tal. A estas dos categorías de trabajo, ha de añadirse la de aquellas investigacio-
nes que, considerando las actitudes, valores y creencias ambientales como varia-
bles antecedentes, pretende explicar y ayudar a predecir la conducta ecológica.
La cuestión ambiental ha llegado a ser un heurístico clave en la definición de
la situación social. En realidad, una de las más equívocas (y más utilizadas)
expresiones en el discurso sobre la crisis ecológica es, sin duda, la expresión de
«problemas-del-medio ambiente». Fenómenos como la explosión demográfica o
procesos de degradación del entorno tales como la disminución de la biodiversi-
dad, la deforestación, la desertización o el derroche de recursos naturales disponi-
bles no resultan descritos con precisión con la expresión de «problemas-del-
medio-ambiente». En realidad, son problemas de la humanidad. Esto quiere
decir que tanto en sus causas como en sus consecuencia, los indicadores de la cri-
sis medioambiental son, en realidad, indicadores de las pautas en las que se
estructura la vida humana.
Como escribieran Maloney y Ward (1973) en uno de los primeros trabajos
reclamando la intervención del psicólogo frente a los problemas ambientales, la
crisis ecológica puede ser descrita como una crisis consecuencia de conductas
maladaptadas” (p. 583). La crisis ecológica está, pues, estrechamente relacionada
más con los modos de vida, la organización social y el comportamiento humano
que con dinámicas independientes de la naturaleza. Los psicólogos, desde hace ya
algunos años, han desarrollado líneas de investigación centradas en la descripción
tanto de las causas comportamentales de los problemas ambientales, como de las
soluciones a los problemas ambientales que pueden venir de modificaciones del
comportamiento humano. Una comprensiva recopilación de los cambios requeri-
dos en los comportamientos humanos con el fin de evitar o reducir la gravedad de
los problemas ambientales ha sido realizada por Gardner y Stern (1996). Estos
autores destacan la importancia que tiene la organización social en su conjunto a
la hora de enumerar los comportamientos individuales vinculados a la degrada-
ción ambiental, llamando la atención sobre el hecho de que los estudios realizados
desde 1973 muestran que, aunque las conductas individuales no son las causantes
de la mayor cantidad de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, un por-
centaje cercano al cincuenta por ciento (el 47,2%) de las emisiones de dióxido de
carbono están causadas por conductas de consumo doméstico de energía y de los
transportes (véase, Stern, 2000, p. 524, tabla 1). La conducta individual, pues, no
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es la causante directa de la mayor cantidad de emisiones, pero gran parte de las
decisiones individuales afectan también al monto total de estas emisiones que
tanta importancia tienen en el cambio climático. En una línea de contribuciones
matizadamente diferenciada por la insistencia en el papel de la información y la
educación, Oskamp (1995) destaca también que es esencial darse cuenta de que,
dada la gravedad de los problemas ambientales, una solución meramente técnica
no reduciría la gravedad de los mismos, y aboga, en consecuencia, por la necesi-
dad de incorporar las ciencias sociales que, según este autor escribe, “juegan un
papel crucial, ya que los problemas ambientales están causados por el comporta-
miento humano y, sin duda, influirán sobre él” (Oskamp, 2000b, p. 501).
La reflexión sobre la cantidad y gravedad de los problemas ambientales cons-
tituye hoy el corazón de muchas de las preocupaciones sociales y políticas. Fenó-
menos como las generalizadas emisiones de CO2 a la atmósfera, la disminución
de la biodiversidad, la reducción de la superficie arbolada, la progresiva deserti-
zación, el derroche de recursos naturales, entre otros, constituyen síntomas de lo
que se puede denominar la «crisis ambiental». La pregunta central es si con el
actual modelo de organización social y estructuración de espacios urbanos se pro-
duce un irresponsable incremento del consumo de recursos naturales. El World-
watch Institute, por ejemplo, describe el actual momento histórico como la «era
del despilfarro» de los recursos naturales. En este sentido, subraya el hecho de
que, en el período que va desde 1940 hasta 1976, en los Estados Unidos se han
consumido más recursos minerales, que los que se han gastado en toda la historia
de la humanidad hasta 1940.
Son muchas las explicaciones y posibles tratamientos de estos problemas. Ni
sobre unas ni sobre otros existe un consenso generalizado entre los expertos o res-
ponsables de la gestión de los mismos. De lo que no se duda es de la importancia
estratégica que estos problemas tienen para la supervivencia. La «cuestión
ambiental», tal y como se presenta en la actualidad, tiene dimensiones tan com-
plejas que ni las explicaciones ni las eventuales soluciones pueden ser formuladas
desde una perspectiva unidimensional. De alguna forma, puede decirse que la
cuestión ambiental tiene su origen en una gran «equivocación» de la especie
humana en la relación con la naturaleza. En este escrito quiero destacar que exis-
te una profunda relación entre las dimensiones de la crisis ambiental y los modos
y estrategias del comportamiento humano y la organización social. Esta es la
perspectiva en la que se están realizando investigaciones en el ámbito de las
Ciencias Sociales, en general, y en el de la Psicología, en particular. Estos trabajos
se han centrado sobre dos interrogantes que son las dos caras de una misma
moneda: ¿en qué medida el comportamiento humano incide sobre aspectos deci-
sivos del medio ambiente (natural, construido, etc.)?; y su reverso, ¿en qué medi-
da el medio ambiente, tal y como está siendo configurado, influye sobre compor-
tamiento humano? En línea con las anteriores cuestiones, ante este panorama, en
un reciente trabajo Oskamp (2000a), se hace a sí mismo dos preguntas centrales:
¿es posible un futuro sostenible para la humanidad? y la segunda, más importan-
te en el contexto de esta publicación, es: ¿cómo puede la psicología ayudar (a la
consecución de este futuro sostenible)?
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