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EL SEXENIO REVOLUCIONARIO
Los seis años y tres meses que transcurren entre 1868 y 1874, son sin duda alguna los que
encierran los acontecimientos más variados de la Edad Contemporánea en España. El sexenio
revolucionario viene a poner fin a una época general de crisis, marcada por el deterioro moral,
económico y político de la España de finales de 1860.
Los últimos años del régimen isabelino, se caracterizan por la corrupción administrativa del
parlamento, la crisis económica que asoló a Europa en 1865-66 y el agotamiento biológico de
Narváez y O'Donnell. Todo este panorama, unido los sucesos de la noche de San Daniel (1865)
y la sublevación del cuartel de San Gil (1866), dan lugar a que progresistas, demócratas y
unionistas unifiquen sus fuerzas para derrocar a Isabel II y convocar Cortes Constituyentes a
través del Pacto de Ostende (1868).
El pronunciamiento militar se inicia en Cádiz, a manos del almirante Topete, con los objetivos
de una reforma constitucional y el respeto a los derechos individuales. El pronunciamiento
tuvo un claro apoyo por parte de masas de pequeños burgueses y obreros en las ciudades. La
aparición de estos focos revolucionarios movió al Gobierno a adoptar la decisión de atacar a
los sublevados. Así, las fuerzas isabelinas, dirigidas por el Marqués de Novaliches,
combatieron a los sublevados en el puente de Alcolea. La lucha terminó con grandes pérdidas
por parte del ejército isabelino. Ante el fracaso, el Marqués de Novaliches prefirió negociar con
el general Serrano las condiciones de su adhesión a la Revolución, por lo que Isabel II se
apresuró a buscar refugio en Francia.
Tras el exilio de Isabel II, se formó una Junta Revolucionaria en Madrid, formada por
unionistas y progresistas. Los demócratas, excluidos formaron su propia Junta. Para evitar
enfrentamientos, ambas juntas acordaron convocar elecciones mediante Sufragio Universal para
designar una Junta única. La Junta resultante en Madrid, confió a Serrano la formación de un
Gobierno Provisional.
El Gobierno, poco después convocó elecciones a Cortes Constituyentes, las cuales ganaron los
Progresistas. Éstos elaboraron la Constitución de 1869. Así pues, se inicia el Sexenio
Democrático en España (1868-1874).
La Constitución de 1869 es la liberal más radical de todas las españolas del siglo XIX. Sus
puntos básicos pueden resumirse así:
Este clima de inestabilidad hizo que la principal decisión que tomase el Gobierno fuera la
elección de un nuevo rey para España. Los posibles candidatos al trono eran: el portugués
Femando de Coburgo, el duque de Montpensier, el alemán Leopoldo de Hohenzollern y el
•duque de Aosta (Amadeo de Saboya). Éste último fue el elegido por las Cortes, puesto que se
negaban a que otro Bortón alcanzase el trono.
La monarquía nació muy debilitada por el asesinato del general Prim, principal promotor de la
llegada de Amadeo I. El nuevo reinado fue un fracaso, nadie creía que Amadeo fuera la
solución para los problemas del país. Fue aislado en la Corte, y rechazado por industriales y
financieros, preocupados por el movimiento obrero y por los absolutistas. Poco a poco, el
apoyo al príncipe Alfonso, representado por Cánovas, se fue abriendo entre las élites del país.
El reinado de Amadeo I estuvo compuesto por dos años de gobiernos inestables, llenos de
escándalos, mociones de censura y manipulaciones electorales. En el segundo año la situación
empeoró: el conflicto cubano se agravó y se añadió el estallido de la tercera guerra Carlista
en el País Vasco. Amadeo I sólo esperaba el momento propicio para abdicar, y aprovechó una
grave crisis entre el jefe de Gobierno y el cuerpo de Artillería. El monarca debía respaldar al
Gobierno, pero no estaba de acuerdo con la decisión tomada por éste, así pues, presentó su
abdicación en 1873. Esa misma noche, el Congreso y Senado se reunieron en sesión conjunta y
proclamaron la República.
La Primera República española (1873-1874) tuvo como jefe del poder ejecutivo a Estanislao
Figueras, elegido por el Congreso. La República nació de forma irregular y sin apoyos
políticos suficientes, sólo los EEUU y Suiza reconocieron y apoyaron al nuevo régimen. En el
interior, los sectores conservadores rechazaron la República, a la que consideraban un
régimen revolucionario, los carlistas recrudecieron la guerra en el norte y el grupo alfonsino
comenzaba a recibir apoyos cada vez más amplios.
En realidad, tampoco sus partidarios tenían una visión común de lo que debía ser la república.
Para la burguesía intelectual, la República debía traer democracia, derechos individuales y
desarrollo económico. En cambio, para las-clases populares la República debía identificarse
con una revolución.
El propio movimiento republicano estaba dividido entre federalistas, partidarios del Estado
Federal, y los unionistas, que defendían un Estado de tipo centralista.
Las elecciones de mayo dieron una aplastante mayoría republicana, pero la altísima
abstención, reflejaba el escaso apoyo que tenía la República. Poco después, la inesperada
dimisión de Figueras convirtió en presidente a Pi y Margal!, defensor de la corriente federal.
El nuevo presidente, Nicolás Salmerón, inició un giro conservador. Dio plenos poderes al
ejército el cual, dirigido por los generales Pavía y Martínez Campos, sofocó los focos de
sublevación.
Salmerón se encontró con el problema de la pena de muerte, por el cual dimitió a principios
de septiembre, antes de tener que firmar dos sentencias de muerte.
Le sustituyó Emilio Castelar, quien acentuó un giro autoritario. En pocos días, gracias al
apoyo de los militares, obtuvo poderes extraordinarios, de las Cortes, y las suspendió hasta
enero. Inmediatamente, restableció las quintas, ordenó un alistamiento masivo y suspendió
varios derechos constitucionales. Con todo ello consiguió solucionar definitivamente la
Revolución. El 2 de Enero, cuando Castelar se presentó para rendir cuentas antes las Cortes,
fue derrotado por una moción de confianza. La caída de Castelar precipitó el golpe de
Estado previsto por los militares. El general Pavía, hizo entrar tropas militares en el
Congreso, disolviendo la reunión y anunciando que iba a formarse un gobierno militar de
emergencia presidido por Serrano. Era, de hecho, el fin de la Primera República.
En resumen, la revolución de 1868 constituyó un gran fracaso. No creó una forma estable de
monarquía, ni solucionó el problema social. Mucho peor fue la solución republicana
federalista, que desencadenó el movimiento cartonista sumado al conflicto cubano y
carlista. El peor mal de España era sin duda la ausencia de una dirección política firme, los
continuos cambios de Gobierno son buena muestra de ello.