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Capitulo XII

CUENTA REGRESIVA PARA LA INTERVENCIÓN

Los últimos meses del año no mostraban en la Argentina una mejora para el grado de
tensión a que estaba sometido el gobierno y la sociedad, dentro de un cuadro de
enfrentamientos en el que los extremos del arco ideológico se buscaban para
entrechocar duramente.

La Presidenta no podía ostentar demasiadas virtudes ni como estadista ni como


conductora y era obvio que la balanza se inclinaba hacia la derecha, potenciándose un
poderoso aparato de represión dirigido contra los varios sectores de izquierda, o los
que sólo fueran sospechados o denunciados de sostener tal posición.

Lo grave era que se había dado vía libre a los grupos y sectores enrolados en la
Tendencia, ahora la parte más dura y enérgica de la tarea contrainsurgente se
asignó a fuerzas parapoliciales, en algunos casos organizaciones sindicales, pero
principalmente las que rolaban bajo la denominación de las "AAA", auspiciadas y
sostenidas desde el Ministerio de Bienestar Social y su titular José López Rega.

Regía el Estado de Sitio, argumento extremo de la Constitución, mediante el cual


quedan en suspenso las garantías civiles, pudiéndose apelar a las detenciones, que
comenzaron a tener carácter masivo, siempre en búsqueda de personas o de pistas
posibles que permitieran la detección -reales o supuestas- de células que enfrentaban
al oficialismo.

En la provincia de Salta, así como por algunas semanas se establecía una tregua por
parte de los adversarios del gobierno, como lo sabemos, correspondientes al mismo
Partido Justicialista, de igual manera en el curso inmediato retornaban los conatos, las
declaraciones y las actitudes de discordia.

Y lo peor: una insidiosa campaña de la que afloraban algunas puntas en Salta y otras
a veces en Buenos Aires, encasillando a esta provincia entre las cuatro o cinco cuyo
destino estaba sellado y que en el momento menos pensado recibirían el amargo
remedio federal, con la intervención a los tres poderes.

Se habían sucedido veedores e interventores en el Distrito Salta del justicialismo,


funcionarios que abiertamente se expresaban en términos críticos al gobierno y no
retaceaban su condición de directos operadores para concluir con el gobierno del
doctor Ragone.

Puede imaginarse que esta persistente prédica, llevada a lo máximo en un lapso tan
breve: un escaso año y medio de gestión gubernativa, sólo podía acarrear resultados
como los de mantener estimuladas a las franjas más adversas del peronismo, a la vez
que erosionar diariamente la firmeza de la estructura oficial, exponerla a un desgaste
notorio y generar el desprestigio ante el conjunto de la sociedad que no se sentía
partícipe en el problema, adjudicando éste a las íntimas discordias del partido
mayoritario.

Y aunque muchos esfuerzos habían mediado de parte de Ragone para acordar pautas
que facilitaran una mejor gobemabilidad, -ya hemos visto en su momento la concordia
con la CGT y con los legisladores del MPS aún quedaban connotados sectores
definidamente adversos y empecinados en su cantado objetivo.

Diariamente la prensa informaba sobre trascendidos, declaraciones o entrevistas en


que personajes del gobierno federal y del Consejo Superior del PJ, vayan por caso,
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hacían conocer que "Salta estaba bajo observación muy atenta". Comentarios que
desde luego iban orientados a crear una más dificultosa sobrevivencia.

Así eran los hechos y a principios de noviembre puede verificarse una aceleración en
el cometido de voltear a Ragone. Un dato relevante es cuando el 8 de noviembre de
1974, el interventor en el PJ, el cordobés Oscar Eduardo Valdez, producía
manifestaciones en el aeropuerto, al tiempo de partir a Buenos Aires convocado por el
ministro del Interior, doctor Alberto Rocamora, afirmando que "Salta estaba en la Hora
Cero para lo que se pudiera producir, que todos los sectores y el gobierno estaban
sometidos a la verticalidad, que había dispuesto la desaparición de toda lista,
quedando el PJ absolutamente unificado y que llevaba las renuncias de los titulares
del Poder Ejecutivo, de la Corte de Justicia y de las autoridades legislativas, tanto de
los cuerpos como de los bloques de raíz peronista", ("El Tribuno", 9-XI-74).
Naturalmente, que tales renuncias carecían de valor legal alguno y solamente tendrían
efectos de orden interno, con un carácter simbólico y nada más.

Por su parte Rocamora, el día 14 de aquel fatídico mes, durante una entrevista
periodística dice que se estudia el caso de Salta y que en la semana entrante podría
haber resolución. En cuanto a las renuncias de sus principales autoridades, estimaba
que las mismas debían presentarse ante quienes correspondiera... ("El Tribuno",
Telam/NA, 15-XI-74).

El periodismo metropolitano también reflejaba estas circunstancias, así por ejemplo el


diario Clarín, con fecha 19 de noviembre, editaba en su página central un extenso
informe sobre Salta, en el que se describían los pormenores del caso, historiándose
los antecedentes de la crisis y se anticipaba que "según fuentes fidedignas trascendió
que estaría firmado el decreto e intervención a los tres poderes". Quedaba poco por
agregarse entonces. Dentro del mismo plano informativo, la agencia noticiosa NA, por
esa misma fecha, aseguraba: "Serían cosa juzgada la situación de la provincia de
Salta, más, Santa Fe y Buenos Aires", ("El Tribuno", 20-XI-74), dando como un hecho
la intervención federal, que habría de serla N° 8 para Salta, a partir del primer episodio
de esta naturaleza, en 1918.

Y por último la cruel realidad: en la mañana del sábado 23 de noviembre los tres
matutinos salteños titulaban a toda página "INTERVENCION A LOS TRES
PODERES", confirmación que había trascendido a la media tarde de la víspera, hecho
que fue de conocimiento público, iniciándose un largo desfile de militantes y
personalidades de distinta extracción, quienes

acudieron a la Casa de Gobierno para despedirse de Ragone, gobernador de la


provincia durante 17 meses y 22 días, que' excepto las primeras jornadas jubilosas,
habían sido todas las demás un duro calvario para el atormentado mandatario. Ese
sábado a las 12 horas sería el acto de posesión, para los que viajaron desde la Capital
Federal, dos aviones con fuerzas policiales destinadas a reforzar a los efectivos
locales custodiando el aeropuerto, la casa de gobierno y los desplazamientos del
ministro Rocamora, quien pondría en funciones al Interventor Federal.

¿Quién tenía la responsabilidad de relevar al gobierno constitucional salteño? José


Alejandro Mosquera, santafesino radicado en Córdoba, donde tenía mandato de
diputado provincial, hombre joven y peronista, con un paso como Ministro de Gobierno
cordobés tras la caída de Obregón Cano. En aquella actualidad tan móvil,
desempeñaba el cargo de interventor en el PJ riojano. Había estado días atrás, en
octubre, en Salta, invitado por el interventor partidario Valdez, ocasión en que mantuvo
junto al nombrado dos conversaciones con Ragone.

Habían caído junto a Salta las provincias de Formosa, Mendoza, Córdoba y Santa
Cruz. Los vientos arreciaban con inusitada fuerza.
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¿Qué podía decirse atento los preceptos constitucionales para tomar esta medida
extrema? (Art. 5, C. N.: "El Gobierno Federal interviene en el territorio de las provincias
para garantizar la forma republicana de gobierno o repeler invasiones exteriores, y a
requisición de sus autoridades constituidas para sostenerlas o restablecerlas, si
hubiesen sido depuestas por la sedición, o por invasión de otra provincia").

¿Es que en Salta ocurrían algunos de estos causales? De ningún modo: se podría
estar con Ragone o ser su opositor, pero lo que resulta imposible afirmar es que no
rigiera la forma republicana de gobierno, ni tampoco mediaban las otras razones que
justificaran la injerencia del gobierno nacional.

Una vez más se apelaba a las intervenciones como un modo de subsanar rebeldías o
discrepancias ideológicas. En un país donde cundía la derecha como criterio para
gobernar, un hombre progresista e imposibilitado para la obsecuencia con el poder
central, estaba decididamente a contrapelo, y por lo tanto, vulnerando todo principio
era "legalmente" derrocado por una conspiración que reconocía larga data.

Peculiares Razones de Estado o sencillamente: urgencias de la política, claro está,


que sin olvidarnos que el gobierno de Isabel Martínez de Perón también cargaba sus
angustias, ante culpas propias y ajenas, y con amenazas fortísimas, las que ya
conocemos precisamente como culminaron.

Pero el golpe civil estaba consumado. Ragone no era más gobernador y su gente
volvía al llano con serenidad, pero no sin tristeza.

Tornemos a revisar algunos de los momentos previos a la llegada de la intervención,


como cuando Ragone aceptaba la renuncia de todo el elenco de gobierno: mediante
decretos dictados momentos antes de la transmisión del mando, procedió a aceptar
las renuncias presentadas por los ministros de Gobierno, señor Oscar H. Mondada: de
Economía, ingeniero Jesús Pérez, y de Bienestar Social, doctor Luis Canónica.

Asimismo aceptó las dimisiones elevadas por el Fiscal de Gobierno, doctor Ricardo E.
Loutayf; los secretarios de Estado de Gobierno, Carlos René Avellaneda de
Municipalidades, Lauro Lucas Román; de Educación y Cultura, Ramón Jorge; de
Hacienda, Roberto Guzmán; de Obras Públicas, Ricardo Hurtado; de Industria y
Comercio, Raúl B. Alonso; de la Producción, Waldo Castelló; de Salud Pública, doctor
Miguel Gonzalo Barbarán; de Seguridad Social, José Antonio Rallé, y de Prensa, Juan
Carlos Villamayor.

También fueron aceptadas las renuncias del subsecretarío de Minería, Rafael


Argañaraz; asesor de la Gobernación. Arnaldo Omar Goenaga; del asesor del ministro
de Economía, contador Issa Herrera, y del asesor técnico de la Secretaría de la
Producción, José Ragone.

Ya se conocía el texto del Decreto de Intervención, al que reproducimos, por estimar


útil su análisis y significativo para los afectos a la política y a la historia:

"Visto: la situación imperante en la Provincia de Salta y, considerando:

Que: de acuerdo con los hechos acontecidos, se ha producido prácticamente la


acefalía total del gobierno de dicha provincia a consecuencia de la imprevista
circunstancia de la renuncia, en un mismo breve ciclo temporal, del gobernador,
vicegobernador, de los diputados del Frejuli, y de los senadores titulares y suplentes
de esa misma entidad política, de los miembros de la Corte de Justicia e importante
número de altos funcionarios, producidas por causas inherentes a la política local.
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Que ello significa la ausencia potencial de gobierno en dicha provincia, circunstancia


que por no tener otra solución requiere del inmediato remedio que la Constitución
Nacional pone en manos del Gobierno Federal.

Que ello es una lógica consecuencia de la total desvinculación del Gobierno Provincial,
respecto de los básicos lineamientos nacionales, respaldados por la gran mayoría del
pueblo, percibida claramente por toda la ciudadanía salteña.

Que en virtud de dicha desvinculación, se observa manifiesta ineficacia represiva


frente a la acción perturbadora de fuerzas cuya actividad ha sido declarada al margen
de la ley por lo cual la comunidad se siente abandonada e indefensa, padeciendo una
alarmante situación de incertidumbre e inseguridad.

Que ello significa no sólo una dislocación de la actividad del gobierno, sino también
una conculcación de los deberes que las autoridades provinciales deben cumplir.

Que en el territorio provincial han existido actos gravemente conmocionales de la vida


sindical que pudieron haber sido superados de mediar la debida intervención
gubernativa ante las implicancias socioeconómicas y políticas de las mismas.

Que también se han protagonizado enfrentamientos del Poder Ejecutivo provincial con
otros sectores populares, en absoluta discordancia con las pautas sustanciales con
que se maneja el Gobierno central, las cuales procuran el establecimiento perdurable
de la paz, la concordancia y la justicia, elementos cardinales de esta etapa de
reconstrucción y liberación nacional.

Que la dimisión en pleno de los miembros de la Corte de Justicia de Salta, denota una
advertible desarmonización en el Poder Judicial, por lo que los habitantes están
desamparados en la garantía de "administración de justicia"; expresamente impuesta
como obligación ineludible por mandato constitucional

Que ante la desintegración imperante y la desjerarquización operada, resultan


esencialmente resentidas las atribuciones jurisdiccionales, por lo cual los jueces no
pueden cumplir sus funciones en el marco necesario que su sagrado ministerio
requiere.

Que ello importa una grave e insoslayable alteración para el funcionamiento de los tres
poderes, lo que ha llevado real y efectivamente a un caos institucional, con el
consiguiente desprestigio de carácter general.

Que es atribución y deber del Gobierno Nacional garantizar a cada Provincia el goce y
ejercicio de sus atribuciones, interviniendo en caso que los poderes provinciales hayan
llegado a la ineptitud para desempeñarse o carezcan de la idoneidad necesaria.

Que en cumplimiento de lo expuesto y en concordancia con el mandato conferido por


el pueblo, el Gobierno Federal, debe asegurar la acción gubernativa de las provincias,
para que desarrollen su normal vida jurídico-política.

Que la situación de acefafía producida unida a los otros elementos consignados, exige
la intervención directa y amplia que establece el artículo 5° de la Constitución
Nacional.

Por ello, la presidente de la Nación Argentina decreta:

Artículo 1 °).- Declárese intervenida la Provincia de Salta a fin de proceder a


reorganizar el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
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Artículo 2°).- El interventor federal decretará la caducidad de los mandatos del señor
gobernador, del señor vicegobernador de los señores senadores y diputados y de los
gobiernos municipales.

Asimismo, declarará en comisión a los miembros del Poder Judicial.

Artículo 3°).- El delegado federal tendrá las funciones legislativas necesarias para el
cumplimiento de su misión.

Artículo 4°).- Por el Ministerio del Interior se impartirá al interventor federal las
instrucciones a que debe ajustar su cometido.

Artículo 5°).- Dese cuenta oportunamente al Honorable Congreso de la Nación.

Artículo 6°).- Los gastos que demande el cumplimiento del presente decreto, se
tomarán de rentas generales, con imputación a la misma.

Propia de su digna altivez, Ragone estuvo presente en el acto de posesión de


Mosquera; en los alrededores de la Casa de Gobierno se observaba un nutrido
dispositivo de policías provinciales y federales, habiéndose congregado un público
numeroso, aunque dividido por distintas motivaciones.

También vale la pena analizar el discurso del Ministro del Interior, pronunciado al cabo
del acto, al menos en las dos partes iniciales donde hace consideraciones sobre Salta
y se duele por la medida adoptada:

"En nombre del Poder Ejecutivo Nacional vengo a cumplir esta misión dolorosa, difícil,
pero necesaria. El Poder Ejecutivo Nacional ha creído indispensable intervenir el
Gobierno de la Provincia de Salta con el objeto de resguardar -con toda la fuerza que
el Gobierno Federal tiene- la tranquilidad de esta comunidad que es parte de nuestro
pueblo y de nuestra Patria Argentina. Creemos que el federalismo es un principio y un
sentido de todos los habitantes de esta Patria, que debe respetarse en cuanto
signifique estilo de vida, forma de vivir, en cuanto signifique la defensa de lo vernáculo,
de lo que tiene de idiosincrasia su pueblo y de lo más profundo que viene de la historia
y que todos queremos preservar. Pero, por eso mismo, muchas veces, debido a
circunstancias que no queremos juzgar porque las consideramos y las queremos
considerar accidentales, se producen hechos que malogran esta esperanza que el
pueblo pone en los gobiernos, circunstancias que no siempre son culpa de los
hombres, sino de otras formas que afectan y quieren afectar a nuestro modo de vivir
nacional, argentino y cristiano. Por ello, esa preservación de tal forma de vida, de ese
estilo de vida, debe ser prioritaria y cualquier sacrificio hay que hacer, tanto los
ciudadanos como los gobiernos para que aquello no se pierda, para que eso se salve,
porque así se salva a la nacionalidad.

"Esta es la intención y el deseo del Poder Ejecutivo Nacional con esta intervención,
remedio doloroso, como digo, pero que creemos es en este momento necesario e
indispensable sin que ello signifique afectar personalidades al atacar hombres.
Queremos preservar estilos, salvar costumbres que desgraciadamente en estos
momentos están siendo fuertemente atacadas por alguien que no siente lo argentino y
que quiere transformar esta Patria en algo distinto de lo que todos deseamos. Este es
el sentido de esta intervención; ésta es la dolorosa tarea que ha puesto el Poder
Ejecutivo en este decreto y que también ha de resultar dolorosa para todos los
salteños, que reciben un gobierno que ellos no han elegido, pero que esperamos y lo
sentimos, va a ser realmente y auténticamente para todos los salteños".
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Concluida la ceremonia oficial Ragone se retira y ya se percibe la primera actitud


intencionada: la policía ha prohibido el estacionamiento de su vehículo particular sobre
el costado de la vereda de la Casa de Gobierno.

También en ese instante se suceden algunos desórdenes en medio de gritos e


insultos, entrecruzados entre los adeptos a Ragone y los que responden a otras líneas
del peronismo, acrecentando el nerviosismo el estallido de un petardo en las cercanías
del Cabildo.

Y lo más interesante: entre las primeras designaciones de la entrante autoridad, ya el


mismo Rocamora ha adelantado quién serían el Ministro de Gobierno (Armando
Andruett, provisoriamente) y que la Jefatura de la Policía estaría comandada por el
Coronel Miguel Raúl Gentil, quien continuaba en sus funciones de segundo jefe de la
guarnición militar y -tal como lo hemos señalado- notorio enemigo de Ragone.

Una muestra del decoro y la capacidad de absorber el golpe, con toda la entereza
posible, son las finales declaraciones al periodismo del gobernador cesante:

«El ex gobernador Ragone expresó que se iba más respaldado y fortificado que antes.
Agregó que "nadie podrá decir nada en contra de nuestra actuación, porque hemos
actuado con honestidad y con respeto para todos los salteños". El primer mandatario
saliente dejó entreabierta la posibilidad de seguir actuando en política cuando señaló
que "eso lo pensaré'; para agregar respecto a sus partidarios y seguidores `jamás los
abandonaré".

Agradeció luego a sus colaboradores, quienes, dijo, habían trabajado con lealtad.
Acerca de la intervención en sí, afirmó su deseo de que "la intervención a Salta sea
un hecho positivo para el futuro del pueblo de la Provincia". Acepto esta situación
que, virtualmente aguardaba y espero que la medida adoptada por el gobierno de la
República sea para bien de la provincia.

Yo estaba preparado para ello desde el momento en que entregué mi renuncia al


cargo al interventor del Justicialismo". (El Tribuno; 23-XI-74).

Ahí estaba: íntegro, discreto a la hora de haber sabido soportar el sacrificio que la
locura de ese tiempo le infligía.

Numerosas fueron las formas en que políticos y dirigentes sociales brindaron su


solidaridad a Ragone, tanto desde las filas de su Lista Verde, como también de
partidos actuantes en nuestro medio e instituciones civiles.

Ragone se iba a su casa, más precisamente a su campo en Anta, a arar la tierra -cual
Cincinato- en un período de desintoxicación. Pero no pasaría mucho para que fuera
tentado a reincidir en su liderazgo político, con un intento y posterior denegatoria,
hasta que por fin decidió iniciar una tarea orgánica para aprestarse a la reorganización
del peronismo en Salta.

Y aunque se fue con el honor en alto, ya que virtualmente, salvo una o dos
excepciones, no habían habido escándalos de corrupción durante su mandato y en un
caso únicamente se había suscitado una denuncia.

El justicialismo se preparaba para adaptarse a los nuevos tiempos y tratar de sacar


adelante a la provincia, pero a Ragone no se le permitiría una segunda oportunidad
como a tantos otros y no se le perdonaría la osadía de haber tomado medidas con
funcionarios policiales excedidos en sus actos, cuando iniciaba su gestión. La
conspiración se iría tramando con todas las garantías de impunidad y hasta tal vez con
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el concurso de los mismos que en alguna ocasión tuvieran el honor de haber sido sus
custodios.

Allí puede estar la clave del inmediato asesinato de su vecino Arredes, con toda
seguridad por haber identificado a un rostro familiar en las inmediaciones, cuando
Ragone fuera gobernador.

Y tras el crimen infame, la pesadez tenebrosa de los largos años que luego se
sucedieron, más la mentira, el ocultamiento, la ausencia de justicia para un muerto
ilustre, junto a la desazón infinita de su amada familia.

Asume el Interventor Federal El entonces ministro del Interior, doctor Alberto


Rocamora pone en funciones al doctor José Alejandro Mosquera. Entre ambos
asumiendo un alto valor cívico, presencia el acto del doctor Miguel Ragone.
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TESTIMONIO

JOSE ASENCIO ORQUERA,


Diputado Provincial 1973/1974

En 1973, José Asencio Orquera asumió como diputado provincial por


el Movimiento Popular Salteño. Como legislador fue autor de la ley de
equiparación porcentual para los empleados judiciales. Pero también
artífice de una maniobra que bloqueó la destitución del entonces
presidente de la Cámara de Diputados Abraham Rallé, lo que le valió
la amistad del ragonismo. La que sigue es su impresión, respecto a lo
que pasaba en la hermética política de hace 30 años.

¿Cómo se vivía el clima político de aquella época?

- Había una controversia interna en el Partido Justicialista, incluso antes de que


asumiera el gobierno provincial en 1973. Se debatía, en medio de enfrentamientos por
cuestiones ideológicas que corrían a lo largo y a lo ancho de todo el país.

¿Qué relación tenían con el gobierno de entonces?

- Muy formal, al principio. Veníamos de algunos desencuentros previos al acto


electoral. En una suerte de competencia para nada pacífica que se daba entre todos
los sectores, fundamentalmente con nosotros que de alguna manera éramos un
desprendimiento del Partido Justicialista. La esencia, la doctrina, los principios eran
casi los mismos. Los movimientos provinciales como el nuestro se habían dado
durante la proscripción del peronismo, entonces hubo gente acá, en Neuquén, en
Jujuy, en San Juan que vivieron la visión -equivocada o no- de ver esta posibilidad de
convertirse en una alternativa válida, procedente, legítima. Así se dio el proyecto del
Movimiento Popular Salteño, cuyo vértice fundamental era el doctor Ricardo Durand .
Eso creaba una especie de competencia. Nosotros aspirábamos a integrar el Frente
Justicialista de Liberación, al punto tal que estaba instrumentado legalmente que
lleváramos a Cámpora en nuestras boletas; eso no fue posible y tuvimos que salir sin
candidato a presidente, debido al alto grado de intolerancia por parte de ellos.

¿Cómo impactó eso?

- Fue un error táctico, nos restó muchos votos no haber llevado esa fórmula a
presidente. A ese tema lo conozco porque aparte de haber sido candidato a diputado
nacional por el Movimiento Popular Salteño yo era co-apoderado del partido. Antes
habíamos llamado a una reunión con Perón, en Gaspar Campos, en el 72, para armar
el frente, pero yo no fui porque ya se había producido el problema acá. Luego de esos
choques, la relación con el Partido Justicialista quedó plasmada dentro de la Cámara.
Pero, a medida que va empezando la gestión de Ragone, a quien yo no conocía, y
empieza a aflorar la fractura dentro del Justicialismo que desemboca en la división en
dos bloques: uno que respondía a la CGT, en contra del gobierno provincial; el otro a
favor. Tenían 42 legisladores y quedaron 21 a 21. Ahí se da la oportunidad de que los
partidos de la oposición tuvieran mayor protagonismo, lo que a su vez genera
divisiones en los partidos de oposición. En el MPS unos se encolumnan con el bloque
opositor y otros con el de Ragone.

¿En qué bando queda usted?

- Con la fracción que apoyaba al doctor Ragone, lo cual no fue una decisión unilateral,
fue semi-orgánica, consensuada con el doctor Ricardo Durand. Además de la simpatía
que yo tenía con algunos de los legisladores de Ragone, lo consulto con Durand y él
me da el asentimiento para que apoyara la institucionalidad. Me acuerdo de una
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conversación dramática que tuvimos cuando lo fui a consultar y él me dijo que nunca
podíamos adherir a un sector que quería la intervención a la provincia; "lo prefiero al
doctor Ragone y no... al otro que maneja los hilos tras bastidores". Yo recién lo
conozco a Ragone cuando se hace una sesión de la Cámara, donde cuestionaban
abiertamente al presidente del cuerpo, Abraham Rallé, un gran amigo mío desde antes
de entrar en la política. Entonces, yo hago uso de mi derecho a no dar número, me
retiro y después me suspenden por un mes. Ahí lo conozco, cuando él fue a
saludarme por haber defendido al presidente. Además, advierte que si se daban
arbitrariedades como éstas, él pedía la intervención federal, con lo cual se detuvo esto.
Esta actitud me valió que pudiera relacionarme con Ragone y servir de nexo entre él y
Durand. Acordaron ayudarse para luchar contra un enemigo común, que hoy ya no
está. Cuando vamos a hablar después con el ministro del Interior -creo que era
Llambí- le explicamos que en Salta no había problema institucional, sino dentro del
justicialismo. El nos contesta que para resolver los problemas teníamos que echar de
la Corte a Salim y a Martinelli; y de la Cámara a Risso Patrón y a Cejas. También
hablamos con Balbín, en su estudio de calle Tucumán, porque habían ido también
radicales como Castiella y Ernesto Azurmendi, para ver de qué manera podía mediar.
Hasta que se produjo lo que estaba cantado, la intervención.

¿Pensó que Ragone podía terminar sus días como pasó?

- En ese momento no. Pero, ahora, haciendo un análisis, llego a la conclusión de que
no era de extrañarse. El doctor Ragone, desde el ámbito institucional, había dispuesto
decisiones que habían molestado a gente de las Fuerzas de Seguridad. De todas
formas me pareció un hecho aberrante lo que le hicieron.

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