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Obras Misionales Pontificio Episcopales de México

Libro de Trabajo

del 21 al 24 de octubre de 2010


Diócesis de Ciudad Lázaro Cárdenas, Mich.

“Como María, compartamos nuestra fe con alegría”


México, D. F.
Primera Edición 2010.

Libro de Trabajo del XIV Congreso Nacional Misionero

D.R. © Centro de Orientación Vocacional Juvenil, A. C.


Prolongación Misterios No.24
Col. Tepeyac Insurgentes
C. P. 07020 México D. F.

Comentarios y Sugerencias: OMPE@cem.org.mx


www.ompemexico.org.mx/OMPE/Principal.html

Tels: (55) 57500544, Lada sin costo 01 800 56 16 780


Fax: (55) 57 81 26 47

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ISBN: 978-607-9053-00-0

Impreso en México

2
ÍINDICE
Convocatoria
Presentación
Fotografías

Carta de Mons. José de Jesús Martínez Zepeda, Presidente de la Comisión Episcopal para la
Pastoral Profética, Obispo de Irapuato.
Carta de Mons. Rafael Sandoval Sandoval, Responsable de la Dimensión Misionera de la
Comisión Episcopal para la Pastoral Profética, Obispo de la Tarahumara
Carta de Mons. Fabio Martínez Castilla, Presidente del XIV CONAMI, Obispo de Cd. Lázaro
Cárdenas.

Objetivo general del Libro de Trabajo

Tema 1. Ver con los ojos de la fe.


*AUTOR: LIC. PAULO SERGIO MENDOZA GURROLA, DEPARTAMENTO DE
INVESTIGACION y APOYO (DIA), COORDINADOR

1. Una visión católica de nuestra situación


2. Una realidad con desafíos y esperanzas
3. Piedad popular, formas de expresión de la fe e inculturación del Evangelio
4. A modo de conclusión

Tema 2. Transmitir la fe en nuestras culturas


* * AUTOR: PBRO. LIC. JUAN FRANCISCO AGUSTIN ESPINO GODINEZ, PONTIFICIA
UNION MISIONAL (PUM), SECRETARIO NACIONAL

1. Qué es la cultura
2. Descubriendo las semillas del verbo en nuestro entorno fortalecemos nuestra identidad
3. Construyendo una nueva cultura reconociendo nuestra identidad
4. Vivir y transmitir la fe con la fuerza del testimonio

Tema 3. Con el testimonio de la Trinidad, los discípulos misioneros


viven en comunión
* AUTOR: DR. FRANCISCO DIAZ ESTRADA, DEPARTAMENTO DE INVESTIGACION Y
APOYO (DIA)

1. La Trinidad

3
2. La comunión en la Trinidad, fuente de vida
3. La comunión convocada por nuestros Obispos en Aparecida

Tema 4. Somos familia de Dios


* AUTOR: LIC. YULIANA NAVARRETE MERLOS, DEPARTAMENTO DE INVESTIGACION Y
APOYO (DIA)

1. La misión de la familia cristiana en la sociedad de hoy

2. La mujer ante el tercer milenio

3. Todos somos hermanos en la familia de Dios con una misión específica

Tema 5. Espiritualidad propia del discípulo misionero de Jesucristo


* AUTOR: LIC. ARTURO LOPEZ CRUZ, DEPARTAMENTO DE INVESTIGACION Y APOYO
(DIA)

1. Crecer desde la Palabra de Dios

2. Los valores del Reino

3. Llamados a la santidad

Anexos
Historia de los Congresos Nacionales Misioneros
Las Obras Misionales Pontificio Episcopales de México
Estadísticas acerca de la situación mundial de la misión de la Iglesia

* CON FUNDAMENTO EN EL ART. 84 DE LA LEY FEDERAL DEL DERECHO DE AUTOR


** CON FUNDAMENTO EN LOS ART. 30, 31 Y 33 DE LA LEY FEDERAL DEL DERECHO DE AUTOR

4
Obras Misionales Pontificio Episcopales

La Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificio Episcopales de México, la Dimensión de Misiones
de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética y la Diócesis de Ciudad Lázaro Cárdenas, preocupadas por
promover y formar la conciencia misionera del Pueblo de Dios y sabedoras del fruto que los anteriores trece
Congresos Nacionales Misioneros (CONAMI) han producido tanto directamente en el servicio apostólico
misionero de la Iglesia universal como en las demás ofrendas espirituales, de vocaciones a la vida consagrada y
de caridad que no dejan de ser de gran ayuda para la evangelización de los pueblos,

CONVOCAN

A TODOS LOS SECTORES DEL PUEBLO DE DIOS A PREPARAR Y CELEBRAR EL 14º CONGRESO
NACIONAL MISIONERO (14º CONAMI) QUE TENDRÁ LUGAR, DIOS MEDIANTE, DEL 21 AL
24 DE OCTUBRE DE 2010 EN LA DIÓCESIS DE CIUDAD LÁZARO CÁRDENAS, ESTADO DE
MICHOACÁN, TENIENDO COMO LEMA “COMO MARÍA, COMPARTAMOS NUESTRA FE CON
ALEGRÍA”

Objetivo general: Impulsar un encuentro vivo con Cristo para que, como discípulos misioneros, respondamos
con generosidad a las necesidades actuales de la Iglesia y del mundo.

Objetivos particulares:
• renovar el dinamismo evangelizador ad gentes de la Diócesis de Ciudad Lázaro Cárdenas y en general de todas nuestras Iglesias
particulares según sus propias situaciones y necesidades y en fidelidad al mandato misionero de “vayan y hagan discípulos a todos
los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he
mandado” (Mt 28,19s);
• ofrecer al pueblo de Dios asistente una clara introducción a la naturaleza misionera de la Iglesia y a la espiritualidad cristiana espe-
cíficamente misionera como base para una tarea evangelizadora en sus propias comunidades;
• dar a conocer a todos los congresistas la naturaleza y la tarea de todas y cada una de las Obras Misionales Pontificias en la labor
evangelizadora de las Iglesias particulares y locales y, a través de ellas, de la Iglesia universal;
• fomentar en el pueblo de Dios una conciencia eclesial esencialmente universal y misionera a fin de que experimenten una particular
preocupación por los temas, problemáticas y desafíos que atañen a la evangelización del mundo y se vean directamente involucrados
en ellos;
• fortalecer el carácter misionero del apostolado de sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral y consolidar en ellos un espí-
ritu eclesial de comunión y colaboración a fin de que se desarrollen programas pastorales conjuntos dirigidos en la línea de la Gran
Misión Continental en el espíritu de Aparecida.

Dado en Ciudad Lázaro Cárdenas el día 25 de marzo del año del Señor 2010,
Solemnidad de la Encarnación del Señor.

Mons. José de Jesús Martínez Zepeda


Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética
Obispo de Irapuato

Mons. Fabio Martínez Castilla Mons. Rafael Sandoval Sandoval


Presidente del 14º Congreso Nacional Misionero Responsable de la Dimensión Misionera de la Comisión
Obispo de Ciudad Lázaro Cárdenas Episcopal para la Pastoral Profética
Obispo de Tarahumara

Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez


Obras Misionales Pontificio Episcopales de México
Director Nacional 5
5
6
PRESENTACIÓN

Los pastores quieren dar ahora un nuevo impulso a la evangelización, a fin de que estos pueblos sigan creciendo
y madurando en su fe, para ser luz del mundo y testigos de Jesucristo con la propia vida…
Ante la nueva encrucijada, los fieles esperan… una renovación y revitalización de su fe en Cristo, nuestro
único Maestro y Salvador, que nos ha revelado la experiencia única del amor infinito de Dios Padre a los
hombres. De esta fuente podrán surgir nuevos caminos y proyectos pastorales creativos, que infundan una
firme esperanza para vivir de manera responsable y gozosa la fe e irradiarla así en el propio ambiente.

SS. Benedicto XVI, Discurso inaugural para la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y
de El Caribe, 2.

El amor providente de Dios Padre, que nos ha dado en su Hijo el camino, la verdad y la vida, y que por su Espíritu
nos ha dado muestra clara de su inagotable fidelidad, nos ha conducido a un momento importante en el caminar
misionero de nuestra Iglesia en México: la celebración del XIV Congreso Nacional Misionero (XIV CONAMI).
Y así, en medio del regocijo y la alegría que da el ser discípulos misioneros de Cristo Jesús, la Diócesis de Ciudad
Lázaro Cárdenas y las Obras Misionales Pontificio Episcopales (OMPE) de México ponen a su disposición este Libro
de trabajo del XIV Congreso Nacional Misionero. Este Libro de trabajo está elaborado en consecuencia del espíritu
renovador y revitalizador de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe que fue
celebrada en Aparecida, Brasil. Con la finalidad de que “todos nuestros pueblos tengan vida en Él”, esta Conferencia
General ha desencadenado un dinamismo que se dirige a la vivencia eclesial profunda en todas nuestras comunidades
de la Gran Misión Continental. En este sentido, este Libro de trabajo se une a la gran cantidad de procesos que
nuestros Obispos han propuesto e implementado en nuestras Iglesias locales a fin de suscitar en ellas una experiencia
fundamental del discipulado misionero.

En este Libro de trabajo viene a mostrarse una vez más, como ya es tradición, un esfuerzo serio y ordenado
por comprender la nueva encrucijada de situaciones y acontecimientos por la que atraviesa nuestro país con la ayuda
de la luz del Dios Uno y Trino, que iluminando a toda la humanidad quiere efectivamente que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento de la verdad. El esfuerzo radicado en este Libro, pues, no es el esfuerzo que podría
realizar un analista, un periodista o cualquier otro especialista, sino el de una comunidad de discípulos misioneros
que ven la realidad con los ojos de la fe y descubren en ella la presencia permanente y perseverante de Dios (Tema
1) y de su fuerza vivificadora y renovadora que nos invita a transformar nuestra cultura en un entorno más humano
y más justo (Tema 2), más acorde al amor fuente del cual todo se origina y del que nos da testimonio la Santísima
Trinidad, comunidad de amor de Personas divinas (Tema 3) y fuente de toda auténtica comunidad, de toda auténtica
familia y de toda auténtica comunidad eclesial (Tema 4), a fin de que todos constituyamos una gran comunidad de
comunidades unida por una misma vida en el Espíritu (Tema 5).

Deseamos que este Libro de trabajo sea de ayuda y utilidad en todos los grupos de personas que, deseosos
de recorrer el camino del discipulado misionero, se preparan para vivir con intensidad y provecho el próximo XIV
CONAMI. Que Jesucristo, nuestro Señor, quien dirige nuestro caminar, ponga al alcance de ustedes sus gracias y
promesas, y que Dios los colme de bendiciones.

Pbro. Guillermo Alberto Morales Martínez


Obras Misionales Pontificio Episcopales de México 7
Director Nacional
S.S. Benedicto XVI
Emmo. Card. Ivan Dias Mons. Christophe Pierre
Prefecto de la Congregación para la Nuncio Apostólico en México
Evangelización de los Pueblos

Mons. José de Jesús Martínez Zepeda Mons. Rafael Sandoval Sandoval, mnm
Obispo de Irapuato Obispo de la Tarahumara
Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Responsable de la Dimensión de la Pastoral de la Misión
Profética de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética
† Mons. José de Jesús Martínez Zepeda
Obispo de Irapuato
Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética
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El amor de Jesús parece un amor sin fuerza, impotente. Sí, vivir este amor no es fácil, no es
inmediato, ni es un sentimiento. Es una opción de un hombre, Hijo de Dios, que no quiso
salvarse a sí mismo, sino que dio su vida viviendo para los otros. Fue éste el sentido de su
vida y de su muerte, semilla de resurrección.

Iván Cardenal Dias, Homilía en la inauguración del año académico 2006-2007 de la Universidad
Pontificia Urbaniana

Muy amados discípulos misioneros de México:

Una vez más, el Dios de la vida y de la historia nos concede la gracia de estar ya en el inicio del XIV Congreso
Nacional Misionero (XIV CONAMI) que, como saben, se va a celebrar en la Diócesis de Ciudad Lázaro Cárdenas,
Michoacán. Como Iglesia buscaremos impulsar un encuentro vivo con Cristo para que, como discípulos misioneros,
respondamos con generosidad a las necesidades actuales de la Iglesia y del mundo. Los desafíos son claros: primero,
el de propiciar el encuentro personal con Cristo, acontecimiento fundante para los cristianos; segundo, profundizar
en el proceso de comprensión de nuestro ser discípulos misioneros; tercero, el de estar atentos para así poder des-
cubrir las necesidades de nuestra Iglesia y del mundo en el que ella se encuentra inserta, para de este modo brindar
una respuesta de generosidad a los que nos rodean. El Santo Padre Benedicto XVI nos recuerda que no contamos
con otra alternativa en el modo de ser cristianos: “Sólo a partir de este encuentro con el Amor de Dios, que cambia
la existencia, podemos vivir en comunión con Él y entre nosotros, y ofrecer a los hermanos un testimonio creíble,
dando razón de la esperanza que está en nosotros” (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2010).

Los anteriores CONAMI son botones de muestra de la fidelidad que nuestro Padre bueno ha tenido para
con la Iglesia universal y para con la mexicana en particular, por ello, buscaremos ser fieles continuadores de la
trayectoria salvífica de nuestro Dios y ser testigos de que su proyecto sigue vigente en nuestra historia concreta,
para, finalmente, co-responder a esta fidelidad mediante la comunión eclesial.

Pongamos bajo el manto protector de nuestra Madre Santísima de Guadalupe nuestros gozos y
esperanzas; que ella nos acompañe hacia la vivencia del XIV CONAMI, que ella sea nuestra fiel intercesora ante
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, el Dios Uno y Trino, quien se ha encargado de santificarnos para llevarnos a
la gloria por medio de su Iglesia amada.

† Mons. José de Jesús Martínez Zepeda


Obispo de Irapuato
Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética

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† Mons. Rafael Sandoval Sandoval, mnm
Obispo de la Tarahumara
Responsable de la Dimensión de la Pastoral de la Misión
de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética
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Estimados amigos:

Los saludo en el nombre del Señor Jesús. Él es quien nos invita al XIV Congreso Nacional Misionero (CONAMI),
que tendrá lugar en Ciudad Lázaro Cárdenas, Mich., del 21 al 24 de octubre de 2010. Ahí celebraremos la fe, nos
encontraremos con aquellos que son nuestra pasión: Jesucristo y María, y nos abriremos a la fuerza del Espíritu para
salir luego, como un volcán, a anunciar y testimoniar lo que hemos visto y vivido.

¡Qué pena que mucha gente diga que busca vivir mejor, y lo haga fuera de Jesús! ¿Mejor que con Él? Les
confieso que yo no me entiendo fuera de Cristo, y ¡cómo quisiera que todos lo conocieran! “Conocer a Jesús es el
mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en
la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 29). Jesucristo es lo mejor que podemos
ofrecer y comunicar al mundo de hoy.
El lema del Congreso será: “Como María, compartamos nuestra fe con alegría”. ¿Ven el hermoso lema? A mí
me entusiasma lo que nos narra el evangelista Lucas: nos dice que María fue presurosa por las montañas a visitar a su
prima santa Isabel. Ella llevaba al Hijo de Dios en su seno; llevaba el Mensaje en su corazón. Por eso, cuando saludó
a su prima, “el niño saltó de gozo en su seno” (Lc 1,41).

‘Saltar’ significa ‘danzar’, ‘bailar’, ‘estar alegres’. David danzó cuando recibió el Arca de la Alianza. Juan
Bautista danzó al oír la voz de María. Es como si Lucas nos dijera que el mundo se alegra con la llegada de Cristo.
Así danza la gente cuando escucha una buena noticia. La Buena Noticia que nos trae María no es una idea, sino una
Persona: Jesucristo.

Decían los antiguos que “no hay nada nuevo bajo el sol”, y tenían razón, porque aún no conocían la única
novedad que es capaz de hacer todas las cosas nuevas: Jesús. Pero a Jesús nos lo trajo la mujer más grande y humilde
que ha pasado por esta tierra: María.

Amigos y amigas: yo soy Obispo de Tarahumara. Cuando doy el mensaje de Cristo, la gente danza y se
alegra. Es que todas las gentes y todas las culturas esperan esta grande noticia que cambia la vida. Por eso, María nos
enseña a compartir con alegría lo que hemos recibido. Cuando los mexicanos ya no celebremos la fe y la vida, cuando
ya no festejemos, cuando la fe se nos haga una carga y no una liberación, entonces ya estaremos perdidos.

Ánimo. Ahí nos veremos. A los que no podrán estar presentes, les invitamos a unirse con el corazón. Ya verán
que, al estar juntos, formaremos un grupo fascinante alrededor del Señor, y el Espíritu Santo nos llenará.

A todos, especialmente a los jóvenes —aunque todos somos jóvenes en el corazón—, les mando mi
bendición.

† Mons. Rafael Sandoval Sandoval, mnm


Obispo de la Tarahumara
Responsable de la Dimensión de la Pastoral de la Misión
de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética

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† Mons. Fabio Martínez Castilla
Obispo de Ciudad Lázaro Cárdenas
Presidente del XIV Congreso Nacional Misionero
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JESÚS, NOS INVITA A SER
SUS COMPAÑEROS EN SU MISIÓN.

Muy estimados hermanos todos:


Obispos, Sacerdotes,
Religiosas(os) y Laicas(os).

Que el gozo de conocer, amar y servir al Señor Jesús sea el motor de su corazón misionero.

Es con profunda alegría y esperanza que nuestra Diócesis de Cd. Lázaro Cárdenas se prepara para celebrar el
XIV CONAMI, porque vemos este CONAMI como un regalo de Dios por el XXV aniversario de Nuestra Diócesis;
Dios nos quiere bendecir fortaleciendo nuestra experiencia de Iglesia misionera que vive y comparte con alegría su
fe.

Hay tres amores que nos mueven a vivir con entusiasmo esta fiesta de Iglesia que escucha el mandato del
Señor Jesús: “Vayan por todo el mundo…” Estos amores son: a) nuestro gran amor a Jesús, el Señor de nuestra
vida, que le da sentido pleno a nuestra existencia; b) el amor a la Iglesia, pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo del que
formamos con orgullo parte viva; c) y nuestro amor por los más necesitados y alejados del amor de Dios. Y nuestra
alegría es y será siempre el compartir el don de la fe, pues es compartiendo la fe que nos fortalecemos en ella.

El Señor Jesús nos invita a ser sus compañeros de misión, nos quiere discípulos misioneros, capaces de
contagiar a tanta gente necesitada de la Buena Nueva de su Persona, por medio de un testimonio de buenos samaritanos
que hablamos menos y amamos más. Todo aquel que es tocado y liberado por Jesús, debe ser su discípulo y seguirlo
por el camino de la vida, ser su compañero de misión. Dichosos los que nos hemos encontrado con el Señor y hemos
hecho de Él nuestra riqueza.

Quiero invitarles, en nombre de nuestra Diócesis, a que sean ustedes parte de este acontecimiento de gracia.
Del 21 al 24 de octubre les esperamos aquí, en Cd. Lázaro Cárdenas para nuestro XIV CONAMI que haremos
entre todos y que será una señal fuerte de la fe y del espíritu misionero de nuestro pueblo mexicano. Son ustedes,
que con su participación, hacen el CONAMI; nosotros seremos los más beneficiados por el testimonio de todas las
Diócesis.

De la mano de nuestra Madre del Cielo en su advocación de Nuestra Señora de la Candelaria, patrona de
nuestra Diócesis, queremos encender nuestros corazones misioneros y por esto nuestro lema será: “Cómo María,
compartamos nuestra fe con alegría”.

Les esperamos con ilusión porque necesitamos encontrarnos más con Jesús en el encuentro con ustedes,
que vienen a contagiar nuestras familias y comunidades con la alegría de su fe. No nos dejen con los brazos abiertos,
dennos la oportunidad de abrazarles y servirles como hermanos.

Gracias porque ya quieren ser parte de esta fiesta de la Iglesia misionera que vive su fe remando mar
adentro.
Reciban mi abrazo y mi oración.

† Mons. Fabio Martínez Castilla


Obispo de Ciudad Lázaro Cárdenas
Presidente del XIV Congreso Nacional Misionero

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Un Congreso Nacional Misionero (CONAMI) es un acontecimiento ecle-
sial que nos ofrece la oportunidad de recapitular nuestro caminar evange-
lizador y misionero. Es muy Orientar un camino preparatorio hacia el XIV Congreso Nacional Misionero.
Dios, nuestro Padre bueno, ha bendecido abundantemente al pueblo de México con una rica y profunda
experiencia misionera. Y precisamente se avecina una muestra clara y evidente de esta abundancia de ben-
diciones: el XIV Congreso Nacional Misionero (CONAMI). Este Libro de trabajo, fruto del esfuerzo de
quienes colaboramos en estas Obras, debe ser entendido en este sentido: como muestra de gratitud por
todo el apoyo, ayuda y orientación que celosamente nos han brindado nuestros pastores en su empeño por
responder a su misión de velar por su grey, pero también como muestra de fidelidad a las enseñanzas que
ellos han dirigido a las Iglesias particulares que han sido confiadas a su celo apostólico, enseñanzas que nos
han hecho llegar principalmente a través del Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopa-
do Latinoamericano y de El Caribe. Pedimos que Cristo Jesús, el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas,
lo siga renovando y fortaleciendo en su ministerio episcopal.

El objetivo general de este Libro es: que los discípulos y misioneros de las diferentes Iglesias particulares
de México, con un espíritu de fe y escucha de la Palabra de Dios y de la vida, por medio del estudio, la contem-
plación, la reflexión y la acción, preparen su mente y su corazón a través de los temas de este Libro de Trabajo para
la realización del XIV Congreso Nacional Misionero (CONAMI) en la Diócesis de Ciudad Lázaro Cárdenas, y
hagan aportaciones, tanto a la pastoral de su Diócesis como a la animación misionera de México por medio de
las Obras Misionales Pontificio Episcopales (OMPE) de México.

“¿Cómo no ser consecuentes con la entrega generosa de un pueblo que, bajo el manto protector
de Santa María de Guadalupe, ha peregrinado fielmente por las sendas que Jesucristo, nuestro Señor, ese
verdadero Dios por quien se vive?” “¿Cómo no corresponder con el mismo amor a esa entrega incondicio-
nada del pueblo de Dios representada a lo largo de más de cinco siglos de lucha por responder al llamado
de Cristo Jesús?” Estas y otras preguntas son las que nuestros pastores responden cuando apoyan la prepa-
ración, realización y celebración de este tipo de encuentros, y por eso las OMPE de México se muestran
profundamente agradecidas.

En medio de sentimientos de profunda gratitud, hemos puesto a disposición de ustedes este Libro de
trabajo, que se ha empeñado por ser fiel al espíritu de Aparecida y que tiene la función de preparar cuidadosa
y profundamente al pueblo de Dios para vivir con intensidad y sumo provecho el próximo CONAMI.

Pbro. Lic. Juan Francisco A. Espino Godínez,


Obra de la Pontificia Unión Misional
Secretario Nacional
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TEMA 1
“Como l
María,
compartamos
nuestra
fe con
alegría”

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Ver con
los ojos de
la fe

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Objetivo

Que los discípulos y misioneros de las diferentes Iglesias particulares de México contemplen la rea-
lidad que nos rodea con ojos de fe para dar respuesta, desde nuestra situación particular y con la conciencia
de las herramientas con que contamos en nuestra cultura y en nuestra vivencia religiosa, a las exigencias del
mundo de hoy.

Lectura bíblica: Mt 13,18-23


Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la
comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo
del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no
tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de
la Palabra, sucumba enseguida.

El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la
seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el
que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.
Palabra de Dios

Oración
Padre amado, te damos gracias por la perenne efusión de tu amor para con la humanidad y, en especial, para con
nuestro Continente. Te pedimos que, iluminados por tu Santo Espíritu, podamos descubrir tu presencia amorosa
en los rostros sufrientes de nuestros pueblos que interpelan nuestro ser católico; que podamos ver con los ojos de la
fe los grandes desafíos que tenemos como Iglesia, y seamos capaces de dar respuestas concretas y sólidas inspiradas
en tu amor misericordioso. Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Desarrollo

En continuidad con las anteriores Conferencias Generales del Episcopado


Latinoamericano, este Documento hace uso del método ver, juzgar y actuar. Este
método implica contemplar a Dios con los ojos de fe a través de su Palabra
revelada y el contacto vivificante de los Sacramentos, a fin de que en la vida cotidiana,
veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, la juzguemos según
Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia, Cuerpo Místico de
Cristo y Sacramento universal de salvación, en la propagación del Reino de Dios, que
se siembra en esta tierra y que fructifica plenamente en el cielo.
Aparecida, 19.

Estas líneas iniciales de la primera parte del Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y de El Caribe (V CELAM) que se han recogido a manera de exordio muestran de modo
sucinto no sólo la voluntad de esta V CELAM de mantener la continuidad metódica con las anteriores
Conferencias Generales, sino que también anticipan el programa completo y la finalidad de todo el
Documento. Los Obispos han considerado este programa y esta finalidad como «implicaciones» del célebre
método que se ha venido asumiendo en la vida eclesial de América Latina desde hace ya varias décadas.
Este primer tema tiene la finalidad de ofrecer un pequeño desarrollo de la primera parte de este método

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21
teológico-pastoral y sus implicaciones, es decir, “contemplar a Dios con los ojos de fe a través de su Palabra
revelada y el contacto vivificante de los Sacramentos, a fin de que en la vida cotidiana, veamos la realidad
que nos circunda a la luz de su providencia”. El «ver» de este método no es un mirar o un observar sin ton
ni son, sino un ver que está dirigido por la experiencia de fe en Cristo Jesús, Palabra del Padre revelada a todos
los seres humanos como signo de su amor y de su firme voluntad de que la humanidad entera tenga vida
plena en Él. Es en este sentido que hablamos de una visión católica de nuestra realidad. Veamos pues la
situación en la que nos encontramos a través de los ojos de la fe.

1. Una visión católica de nuestra situación


En su “Discurso inaugural” (Di) pronunciado al inicio de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y de El Caribe que tuvo lugar en Aparecida, Brasil, el Papa Benedicto XVI hace una
consideración de nuestra realidad y dedica todo el núm. 1 a hablar de la cultura de los pueblos latinoamericanos
y de la presencia de Dios en ella: “La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos durante
más de cinco siglos” (Di 1, §1)1. El Papa reconoce una unidad en todo el Continente, basada en una misma
historia y en un mismo credo, unidad que, sin embargo, no es monótona ni homogénea, sino que es “una
gran sintonía en la diversidad de culturas y de lenguas” (Di 1, §1). Bien puede tomarse esta consideración
que hace el Papa como un ejemplo de una visión católica de la realidad, un ejercicio de ver el mundo a
través de los ojos de la fe.

Como ya se ha mencionado, una de las cosas que resulta imprescindible en una visión católica
de nuestra situación, es ver en nuestra realidad a un Dios providente y misericordioso que está siempre
presente. No hay parte ni lugar alguno de nuestro mundo que esté, haya estado o vaya a estar sin Dios. La
presencia de Dios siempre ha tenido lugar en todo momento y en toda situación. En el caso de nuestra
América Latina, el mismo Papa ha puesto de manifiesto que la presencia de Dios no está circunscrita o
restringida al período histórico que dio inicio con el encuentro con Europa a fines del siglo XV: Dios
Padre, su Palabra encarnada y su Espíritu que vivifica, que en su unidad forman el Dios Uno y Trino, han
estado presente desde el inicio, desde antes incluso de la labor evangelizadora de los primeros misioneros,
animando las vidas y las culturas de este Continente y preparándolas para recibir el anuncio explícito y
orientador del Evangelio (cf. Di 1, §2).

2. Una realidad con desafíos y esperanzas


“La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo”. Esta frase escrita
hace casi 35 años, a tan solo diez años de haber concluido el Vaticano II, figura en uno de los documentos
más importantes del siglo pasado: la Evangelii nuntiandi. Hoy en día vemos con preocupación que ese
drama se ha prolongado y, en algunos tristes casos, se ha agudizado. Y esto hace que brote, casi de en medio
de una situación desesperada, la tremenda pregunta: ‘¿Cómo evangelizar a una cultura que ha entrado
drástica y vertiginosamente a un proceso de globalización de la economía y de la información, pero no de la
1 Es de notar que el Papa usa la expresión “por más de cinco siglos” y, a continuación, en el siguiente párrafo, señala
que los antepasados precolombinos, “sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas” a ese Dios todavía desconocido:
“Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente” (Di 1, §2). Con esto, se hace referencia explícita a la enseñanza patrís-
tica de los gérmenes y semillas del Verbo encarnado (cf. Di 1, §2. — Este tema va a ser más ampliamente desarrollado en el
siguiente capítulo de este Libro de trabajo).

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caridad y la solidaridad2; a una cultura que relativiza las normas y valores en función de su
comodidad y bienestar, a una cultura que prioriza las posesiones, el poder económico y el
desarrollo tecnológico por encima de cualquier otra cosa; a una cultura donde el hombre
cree haber llegado a su mayoría de edad y piensa que no necesita más de Dios?’

Ante este drama, la Iglesia, lejos de quedarse expectante y a la espera, ha puesto de manifiesto su
preocupación mediante una gran cantidad de documentos y declaraciones que dirigen y orientan su actividad
evangelizadora en los nuevos entornos y areópagos que van suscitándose en la cultura contemporánea. Y
en particular, el Documento de Aparecida ha constituido ya una respuesta que la Iglesia de América Latina
da ante las múltiples formas y realidades de este tremendo drama que se vive en todo el planeta: “Por ello,
frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para promover una globalización diferente
que está marcada por la solidaridad, por justicia y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de
América Latina y El Caribe no sólo el Continente de la esperanza, sino también el Continente del amor”
(DA 64).

2 “Lamentablemente la cara más extendida y exitosa de la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone y
condiciona las otras dimensiones de la vida humana. En la globalización, la dinámica del mercado absolutiza con facilidad la efica-
cia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace de la globalización un
proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples” (DA 61).

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En su “Discurso inaugural”, el Papa advierte de «serios retos» que ha de afrontar la fe que dota
de unidad al Continente, retos que ponen en riesgo el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad
católica de sus pueblos (cf. Di 1). Estos retos, que vemos y vivimos en nuestras vidas cotidianas y que nos
aquejan profundamente, no son fuerzas oscuras y volátiles que andan merodeando por allí esperando el
mínimo descuido de parte nuestra para hacer de las suyas; estos retos han tomado carne y forma en nuestra
realidad y se presentan principalmente en los rostros de quienes sufren, como dice el siguiente parágrafo:

Esto nos debería llevar a contemplar los rostros de quienes sufren. Entre ellos están las comunidades indígenas y
afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; muchas mujeres,
que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben una educación de baja
calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse
y constituir una familia; mucho pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan
sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidas a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo

24
sexual; también lo niños víctimas del aborto. Millones de personas y de familias viven en la miseria
e incluso pasan hambre. Nos preocupan también quienes dependen de las drogas, las personas
con capacidades diferentes, los portadores y víctimas de enfermedades graves como la malaria,
la tuberculosis y VIH-SIDA, que sufren de soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar
y social. No olvidamos tampoco a los secuestrados y a los que son víctimas de la violencia, del
terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana. También los ancianos, que además d e
sentirse excluidos del sistema productivo, se ven muchas veces rechazados por su familia como personas incómodas
e inútiles. Nos duele, en fin, la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos, que también necesitan
de nuestra presencia solidaria y de nuestra ayuda fraterna. Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a
los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la
exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, que ya no se está
abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes”
y “desechables” (DA 65).

No obstante, a pesar de los retos y desafíos que preocupan grandemente a la Iglesia, que es comunidad de
discípulos misioneros de Cristo Jesús, ella no se desalienta ni cae en la desesperación, sino que se da cuenta
de que su roca y fundamento es el mismo Jesucristo, Señor de la vida y de la historia, y por eso enseña a
sus hijos y miembros que, como discípulos misioneros de Él, tienen que ser “portadores de buenas noticias
para la humanidad y no profetas de desventuras” (DA 30). En todo el pueblo de Dios que camina en
nuestro país tiene que estar presente la convicción de que, mediante la evangelización, él puede contribuir
a orientar y definir los ambiguos y confusos rumbos de la cultura actual, y con ello disminuir y dar por
terminado este tremendo drama que aqueja a la humanidad desde hace ya varias décadas.

3. Piedad popular, formas de expresión de la fe e


inculturación del Evangelio
El Papa reconoce una cultura cristiana en este Continente que es rica, que se expresa “en el arte, la música,
la literatura y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes” (Di 1). Esta
cultura cristiana que prevalece en toda Latinoamérica es el fruto del encuentro de la fe de los primeros
evangelizadores y de las etnias originarias:
La sabiduría de los pueblos originarios les llevó afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana
que los misioneros les ofrecían. De allí ha nacido la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de
los pueblos latinoamericanos:

— El amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión, del perdón y de la reconciliación; el Dios que nos ha
amado hasta entregarse por nosotros;

— el amor al Señor presente en la Eucaristía, el Dios encarnado, muerto y resucitado para ser Pan de vida;

— el Dios cercano a los pobres y a los que sufren;

— La profunda devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe, de Aparecida o de las diversas advocaciones


nacionales y locales. Cuando la Virgen de Guadalupe se apareció al indio san Juan Diego le dijo estas signi-
ficativas palabras: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?, ¿no estás bajo mi sombra y mi resguardo?, ¿no soy
yo la fuente de tu alegría?, ¿no estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?” (Nican Mopohua,
nn. 118-119).

— Esta religiosidad se expresa también en la devoción a los santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa
y a los demás Pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe
dejar solos o en la miseria a sus propios hijos.

25
Todo ello forma un mosaico de la religiosidad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina,
y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar (Di 1, §6).

Hay que tener en cuenta que la piedad popular ha sido el fruto de un largo y complejo proceso de encarnación
de la fe en la cultura latinoamericana, y en sus orígenes fue moldeada por el ciclo agrario. Las sociedades
rurales tradicionales mantenían como eje de su vida las diversas actividades relacionadas con el campo. Pero
estas actividades eran algo más que un empleo o un oficio; las personas hacían girar sus vidas enteras en
torno al campo: hacían de él un espacio para vivir, un patrimonio, un medio para formar a la personas en
carácter, trabajo y disciplina, en respeto a la naturaleza, etcétera. Y también se le encontró una significación
religiosa a este ámbito, y de ella surgieron un sinnúmero de devociones y festividades patronales. Pero esto
fue en los orígenes; ahora, después de un prolongado proceso de urbanización, la vida del campo ha ido
perdiendo importancia y el sentido de todos sus símbolos y significaciones ha ido perdiendo referencias
directas y se ha metaforizado cada vez más. Las personas de aquellas zonas rurales generalmente han venido
a ocupar las periferias de las grandes zonas urbanas y han tenido que adaptarse a la dinámica de la ciudad.
Todo esto ha presentado una serie de condiciones que han propiciado la emergencia de un catolicismo
peculiar3, un catolicismo que se mantiene dentro de los linderos de lo que el Documento de Puebla llama
“catolicismo popular”.

Esta manera de expresar la fe está presente de diversas maneras en todos los sectores sociales, en una multitud que
merece nuestro respeto y cariño, porque su piedad «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden
conocer» (En 48). La «religión del pueblo latinoamericano es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular» (DP
444), profundamente inculturado, que contiene la dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana (DA 258).

3 Cf. Trigo, Pedro, “Fenomenología de las formas ambientales de religión en América Latina”, en Durán Casas, Vicente,
Juan Carlos Scannone & Eduardo Silva (comps.), Problemas de filosofía de la religión desde América Latina: de la experiencia a la
reflexión, Siglo del Hombre Editores–Equipo Jesuita Latinoamericano de Reflexión Filosófica, Biblioteca Universitaria/Ciencias
Sociales y Humanidades/Filosofía, Bogotá 2003, ISBN: 958-665-058-8, 352 pp. 92ss.

26
Ahora bien, esta “piedad popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel
y, aunque también se vive en una multitud —dice Aparecida—, no es «espiritualidad de
masas»” (261). Las personas que viven su experiencia de fe en Jesucristo y su filiación a
la Iglesia a través de la piedad popular se relacionan enteramente con Dios sin reservarse
nada, pues muchas veces no tienen siquiera algo que reservarse: le hablan como pueden,
como saben, con sus propias palabras y no con fórmulas poéticamente estereotipadas; le cuentan lo que
viven: sus necesidades —por básicas e insignificantes que parezcan—, sus penas, sus preocupaciones,
sus alegrías y sus esperanzas; le confían sus ambiciones y deseos e inclusive le piden alguna ayuda para
conseguir que se realicen. Estas personas se relacionan con Él libremente, atreviéndose a manifestarle
su enojo y hasta sus reclamos, pues saben que Él también se relaciona con ellos con la misma apertura,
pudiendo también enojarse y hasta reprenderlos. Puede ser que simplemente se presenten ante Él en
silencio, porque no saben qué decir en ese momento, porque están muy preocupados por algún asunto,
porque no saben qué hacer o bien porque saben que ya nada pueden hacer4. El motor que hace que estas
personas cuenten con una inigualable voluntad de vivir y con un asombroso empeño en que la vida que
se consiga vivir sea una vida digna humanamente hablando, incluso a pesar de condiciones tan adversas,
es el mismo Espíritu de Dios, el Señor y Dador de vida. En el extremo de vivir en el desprecio y el
abandono, el cristiano que vive su fe al interior de la piedad popular encuentra en su relación con Dios
una fuente de paz y de fuerza para vivir constructivamente, aun en medio de destructivas situaciones.
Esta persona no se siente víctima ni solicita que se le tenga lástima; la relación con el Dios de la vida y de
la historia lo enaltece y lo colma de respeto y dignidad, lo robustece y le ofrece un porvenir iluminado
por la esperanza.

La piedad popular integra una manera completa de entender y vivir el compromiso cristiano
enseñado por los contenidos de la fe cristiana, y en esa manera de entender y vivir ese compromiso está
incluido el servicio y la obediencia a la institución eclesiástica. El católico popular está en la Iglesia «como
en su casa»: vela por sus necesidades y también se sirve de ella. Sabe de la autoridad de sus representantes
y los respeta, no entra en discusiones con ellos ni los contradice; más bien acata sus enseñanzas en la
medida de lo posible y, si hay algún desacuerdo, no los hace desatinar. Desgraciadamente, casi siempre el
cristiano popular se siente alejado del representante de la institución eclesiástica porque no es un cristiano
«común», es decir, es «especial»: es una persona que sabe, que ha estudiado, que tiene autoridad para
decidir y para aconsejar, que es líder de la comunidad eclesial, que preside los ritos y las celebraciones
sacras, que mantiene un cierto prestigio social y que concentra la atención de gran parte de sus feligreses.
Y es aquí donde tiene lugar una de las más grandes tareas que el Papa y los Obispos latinoamericanos
le ha confiado a toda la comunidad eclesial: lejos de descalificar a la piedad popular y verla como una
vivencia imperfecta del cristianismo y como un catolicismo «de segunda», por el contrario,

se necesita cuidar el tesoro de la religiosidad popular de nuestros pueblos, para que resplandezca cada vez más en ella “la
perla preciosa” que es Jesucristo, y sea siempre nuevamente evangelizada en la fe de la Iglesia y por su vida sacramental
(DA 549). Es verdad que la fe que se encarnó en la cultura puede ser profundizada y penetrar cada vez mejor la forma
de vivir de nuestros pueblos. Pero eso sólo puede suceder si valoramos positivamente lo que el Espíritu Santo ya ha
sembrado. La piedad popular es un “imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se
haga más fecunda” (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio sobre la piedad
popular y la liturgia, n. 64) (DA 262).

4 “En distintos momentos de la lucha cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo de amor de Dios: un crucifijo,
un rosario, una vela que se enciende para acompañar a un hijo en su enfermedad, un Padre nuestro musitado entre lágrimas, una
mirada entrañable a una imagen querida de María, una sonrisa dirigida al cielo en medio de una sencilla alegría” (DA 261).

27
28
4. A modo de conclusión
La óptica de la fe no forma espejismos ni alucinaciones, la perspectiva de la fe no es una
enajenación ni un opio; la auténtica experiencia de fe, por el contrario, exige del creyente el
esfuerzo de ver a la realidad en la que vive no sólo en sus aspectos más superficiales y aparentes,
sino en sus dimensiones más profundas y radicales. Lejos de extraerlos de la realidad, la fe en Cristo Jesús
pide a sus discípulos misioneros una inserción profunda y radical en la situación en la que viven, a fin de
que continúen el plan salvífico del Padre que se concreta en el Reino. Así como Jesús, más que evadir la
realidad, entró en el mundo y tomó carne en medio de situaciones difíciles y contradictorias, del mismo
modo, haciéndose eco y reflejo del misterio de la encarnación, el cristiano debe insertarse en los procesos
y situaciones que le tocan vivir, a fin de poderlas redimir y construir en medio de ellas los cimientos del
Reino de Dios.

Actividades
Basados en el tema “ver con los ojos de la fe”, reúnanse y elaboren en grupos un collage o periódico mural
con imágenes que reflejen la situación del mundo y de la Iglesia. Para ello puedes basarte en el “Discurso
inaugural” del Papa Benedicto XVI o crear tópicos con los temas ‘Iglesia’, ‘familia’, ‘trabajo’, ‘parroquia’,
‘educación’, etcétera. Luego, todos juntos reflexionen y traten de dar respuesta a lo siguiente:

• Enuncia 5 desafíos a los que nos enfrentamos los cristianos.

• Enuncia 5 esperanzas y soluciones que podemos aportar los cristianos.

Material necesario: papelógrafos o cartulinas, pegamento, tijeras, plumones y revistas para recortar.

Preguntas de reflexión
1. Menciona, por lo menos, tres criterios de referencia con los que cuenta el cristiano para hacer
una lectura católica de su realidad.
2. Identifica tres características de la forma de ser de Dios que nuestros pueblos latinoamericanos
perciben desde la realidad continental.
3. Menciona cuál es y en qué consiste el denominado «drama de nuestro tiempo».

Comenta cuáles han sido algunas de las formas de intervención que ha tenido la Iglesia católica frente al
denominado «drama de nuestro tiempo».

29
“Como
María,
compartamos
nuestra

TEMA 2
fe con
alegría”

30
30
Transmitir
la fe en
nuestras
culturas
31
32
Objetivo
Que los discípulos y misioneros de las diferentes Iglesias Particulares de México re-
flexionen en cómo la fe tiene una expresión concreta desde nuestra cultura para iluminarla
y reinformarla desde el Evangelio.

Lectura bíblica: Jn 1,9-14 y Flp 2,6-11


La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. En el mundo estaba, y el
mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron les dio poder para hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de
Dios.

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria
que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad…

El cual, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando
condición de esclavo asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre; se rebajó a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de
Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús
es el Señor para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios

Oración
Padre bueno, te alabamos y te bendecimos por la diversidad cultural de nuestro Continente. Nos ponemos en
tus santas manos para que, valorando la riqueza de nuestras culturas, sepamos descubrir las semillas de tu
amor. Pedimos humildemente sabiduría para discernir, fe para creer y valor para proclamar el Evangelio de la
vida. Que María de Guadalupe, modelo de inculturación, nos acompañe y fortalezca nuestra identidad. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Desarrollo

La fe no sólo es aquello que aceptamos como verdadero y que no tiene que ver con los demás aspec-
tos de nuestra vida; la fe está llamada a celebrarse por los sacramentos, los cuales nos la dan y la alimentan,
y también está llamada a vivirse y a expresarse en las cosas de cada día, iluminando todos los rincones de
nuestra existencia, es decir, en todo lo que el hombre puede pensar, decir, hacer o dejar de hacer.

33
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica nos explica lo anterior con estas palabras: “Lo que
se profesa en el símbolo de la fe, los sacramentos lo comunican. En efecto, con ellos los fieles reciben la
gracia de Cristo y los dones del Espíritu Santo, que les hacen capaces de vivir la vida nueva de hijos de Dios
en Cristo, acogido con fe” (357).

Por lo mismo es necesario ser conscientes de cómo nuestra fe ilumina y dirige cada aspecto de nues-
tra vida, incluidos, por supuesto, todos los aspectos sociales, políticos, económicos y culturales de nuestro
diario acontecer.

En este tema lo que queremos lograr es iluminar nuestra realidad cultural como instrumento para
vivir la fe, expresarla en la diversidad que nos regala nuestra pluralidad cultural en México y re-informarla
desde esta misma fe para que sea cada vez más un canal transparente y eficaz para la vivencia del Evange-
lio.

1. ¿Qué es la cultura?
Cuando hablamos de ‘cultura’, muchas veces reducimos el término sólo al arte, a la música o a la
literatura. Sin embargo la cultura es algo mucho más profundo y extenso. Los Obispos de América en Apa-
recida retomaron la definición de ‘cultura’ de la Gaudium et Spes de la siguiente manera: “La cultura, en su
comprensión más extensa, representa el modo particular con el cual los hombres y los pueblos cultivan su
relación con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia
plenamente humana” (DA 476). De esta manera, la cultura tiene que ver también con todo lo que el hom-
bre vive, pero particularizado en su forma concreta como comunidad y grupo social. Pero los Obispos van
más allá aún, pues dicen que

la fe es solo adecuadamente profesada, entendida y vivida cuando penetra profundamente en el substrato cul-
tural de un pueblo. Pues la salvación aportada por Jesucristo debe ser luz y fuerza para todos los anhelos, las situaciones
gozosas o sufridas, las cuestiones presentes en las culturas respectivas de los pueblos (DA 477).

Según estas palabras, es necesario entonces vislumbrar de qué maneras concretas, ya en nuestra
cultura, nuestra fe va dando respuesta a todas estas expectativas y realidades. Pero tratemos de profundizar
aún más lo que comprende la cultura. Una cultura se va formando poco a poco cuando la vida de las per-
sonas comienza a interactuar y a organizarse. Los elementos que van constituyendo la cultura se pueden
dar cuando hay:

— Estabilidad estructural: hay un grupo base, por así decirlo, que vive y convive de manera per-
manente.

— Profundidad: este grupo comparte no solo los aspectos triviales y cotidianos de su vida, sino
también principios fundamentales de qué hace y por qué hace lo que hace de ese modo.

— Impulso: el grupo influencia la forma de responder a diferentes circunstancias y situaciones.

— Patrones o integración: la cultura implica rituales, valores, comportamientos específicos, clima

34
o ambiente, etcétera, que hacen posible repetir patrones e integrar modos de actuar, por así
decirlo1.

Puede parecer que todos estos elementos son muy complejos, pero en realidad, si nos damos cuenta,
están esquematizando los aspectos de la interacción de la vida de las personas que viven, conviven e interac-
túan de alguna manera permanente2. La cultura se integra cuando se va respondiendo a dos interrogantes,
buscando hacer las cosas hasta que se creen hábitos y patrones de conducta. Estas dos interrogantes son:

— Cómo sobrevivir, crecer y adaptarse a su hábitat.

— Cómo integrar todos los aspectos de su persona, para que le permita aprender y adaptarse a las
distintas situaciones3.

La cultura se forma por un elemento externo, que tiene que ver con la adaptación al mundo que le
rodea, y uno interno, que tiene que ver con la integración de la persona. Hablando de los elementos que
van a sumarse para integrar la cultura, tenemos tres niveles de ellos:

1 Cf. Schein, Edgar H., Organizational Culture and Leadersip, Jossey-Bass, San Francisco 2004, pp.14-15. — Edgar H. Schein
desarrolló una teoría completa basada en su experiencia como consultor de las empresas DEC (Digital Equipment Corporation),
Ciba-Geigy, Apple, Citibank, General Foods, Procter & Gamble e ICI (Imperial Chemical Industries) entre otras. Shein nos
ayudará a comprender todos los aspectos implicados en una cultura y cómo poder influirla o informarla para una auténtica
transformación, en nuestro caso, según los valores del Evangelio.
2 De esta manera podríamos hablar, con todo derecho y verdad, incluso de una «cultura familiar», pues nuestra familia tiene
modos, reglas, técnicas y usos específicos para cada aspecto de la vida. Así, en su especificidad, los asimilamos y los compren-
demos desde nuestro nacimiento.
3 Cf. Schein, Edgar H., op. cit. pp. 17s.

35
— Objetos o comportamientos, que son cosas concretas que pueden ser observadas directamente.
He aquí algunos ejemplos de qué son «objetos»: saludar cuando se llega frente a alguien, hacerlo
de beso, de mano, etcétera; el modo de vestir, por ejemplo, los hombres de pantalones y las
mujeres de falda; en Japón dejar los zapatos fuera de la casa y entrar con pantuflas. Los «objetos»
son cosas o manera de hacer las cosas que se pueden ver directamente en la vida diaria y que
expresan una constante.

— Valores o creencias, que son las creencias que están a la base de los objetos y los valores que mo-
tivan a las personas a hacer las cosas de esta u otra manera específica, v. gr.: el hacer genuflexión
cuando se entra ante el Santísimo Sacramento tiene a la base el valor de la adoración que debe-
mos a Dios; como creemos en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, la genuflexión es
un signo de adoración. Veamos otro ejemplo: el dejar los zapatos fuera de la casa en Japón tiene
detrás el valor de la limpieza; no se va a “ensuciar” la casa sino que se va a preservar limpia, por
eso aún el polvo de los pies se deja fuera de la casa. Así, los objetos siempre tienen a la base un
valor que motiva a las personas a hacer las cosas de tal o cual manera.

— Premisas o postulados subyacentes, que son los principios que se convierten en «ley de vida», por
así decirlo, en una forma automáticamente asimilada y expresada, que es lo que al fin distingue
y sostiene la cultura. Veamos un ejemplo: regresando a nuestra genuflexión ante el Santísimo
Sacramento, que es un signo de adoración personal, démonos cuenta de que tiene detrás el
principio básico de la fe y el amor que debemos a Dios por todos sus dones y el reconocimiento
que le tributamos, pues los hijos han de reconocer a su padre y los cristianos a su Señor, por eso
se postran ante él y lo adoran. Éste es el principio o postulado subyacente. Démonos cuenta de
que este postulado va a alimentar nuestras acciones concretas —diferentes objetos— cuando

36
tengan que ver, en este caso, con nuestra relación con Dios. Nuestra «deuda»
de amor y nuestro reconocimiento a Dios va a motivar nuestra oración co-
tidiana: nuestra oración antes de las comidas, nuestros actos de adoración a
Dios, nuestra cruz colgada al cuello, la edificación de templos, ermitas y orato-
rios, etcétera. Un mismo postulado base puede incluir diversos valores y puede
ser expresado de muchas maneras concretas, con diferentes objetos o comportamientos4.

Estos 3 niveles de elementos van a integrar la cultura. Por lo tanto, si queremos generar o cambiar
una cultura, démonos cuenta de que, en primer lugar, no estamos solos ni podemos hacerlo solos, porque
estos 3 niveles de elementos hacen notar una interacción prolongada y permanente de las personas que va
guiando su forma de hacer. Así, el líder puede, por así decirlo, influir en el modo de hacer las cosas para
generar un cambio, pero solo hasta que invada estos 3 niveles podrá hablarse de un cambio o transformación
en la cultura.

El proceso de transformación de una cultura y, en nuestro caso, de evangelización de nuestra cul-


tura, será un proceso a largo plazo que solo se logrará cuando todos aprendamos una nueva forma de vivir
(objetos), según los valores del Evangelio (creencias) y que tenga a la base simplemente nuestra fe, lo que es
nuestra vida cristiana (postulados subyacentes). Por eso, dicho sea de paso, el testimonio de vida cristiana
es indispensable para lograr esta transformación, y este testimonio debe ser vivido en comunidad, como
Pueblo de Dios que somos, como Iglesia que peregrina hasta la vida eterna.

2. Descubriendo las semillas del Verbo en nuestro


entorno fortalecemos nuestra identidad
No podemos concluir que todo nuestro entorno está corrompido o que no refleja en nada los va-
lores del Evangelio; de hacerlo así, no tendríamos una apreciación correcta. Ciertamente nuestra cultura
mestiza, fruto de la historia de nuestro pueblo, se ha generado como cultura cristiana que toma elementos
antiguos precolombinos y elementos nuevos, que son fruto de la evangelización y de la vida de fe de los
primeros evangelizadores y cristianos de nuestra tierra.

Al hablar de esta nuestra realidad, los Obispos de Latinoamérica han hablado en la III CELAM
celebrada en Puebla de “señales de vida y señales de muerte” en nuestra cultura (cf. DP 15-50). Con res-
pecto a nuestras culturas dicen: “América Latina está conformada por diversas razas y grupos culturales con
variados procesos históricos; no es una realidad uniforme y continua. Sin embargo se dan elementos que
constituyen como un patrimonio cultural común de tradiciones históricas y de fe cristiana” (DP 51).

El Papa Juan Pablo II, en el “Discurso Inaugural” de la IV CELAM celebrada en Santo Domingo,
decía:
Aunque el Evangelio no se identifica con ninguna cultura en particular, sí debe inspirarlas, para de esta manera
transformarlas desde dentro, enriqueciéndolas con los valores cristianos que derivan de la fe. En verdad, la evangeli-
zación de las culturas representa la forma más profunda y global de evangelizar a una sociedad, pues mediante ella el
mensaje de Cristo penetra en las conciencias de las personas y se proyecta en el «ethos» de un pueblo, en sus actitudes
vitales, en sus instituciones y en todas las estructuras (cf. “Discurso a los intelectuales y al mundo universitario”, Me-
dellín, 5 de julio 1986, 2).

4 Cf. Ibid. pp. 25-37.

37
Si nuestra cultura refleja de diferentes maneras el Evangelio, entonces las semillas del Verbo que ya
existen en nuestro entorno y que son el fruto de una vivencia auténtica del Evangelio se convierten para
nosotros en los puntos de apoyo para una auténtica evangelización de la cultura.

Pensemos con detenimiento cuáles son los signos Evangélicos que pueden vislumbrarse en nuestra
cultura. Según el esquema de Schein, piensa: ¿cuáles son las semillas del Verbo que preparan y al mismo
tiempo realizan la «cristianización», por así decirlo, de nuestra cultura? Identifica los objetos, los valores y
los principios subyacentes que ya vivimos según el Evangelio. Estos serán los que integren más y clarifiquen
nuestra vivencia de la fe en lo concreto de nuestro México.

Eso sí, es necesario tomar como punto de apoyo las semillas del Verbo, los valores evangélicos ya
asimilados, los principios y fundamentos de la fe que ya vivimos va a permitir a nuestra comunidad mexi-
cana consolidar una auténtica cultura cristiana que ya existe, como hemos dicho, pero que tiene que ser
renovada y fortalecida. Aún ahora estos aspectos de cultura nos identifican, nos hacen actuar y vivir de una
manera concreta, tan concreta que cautivó a Juan Pablo II y lo llevó a decirnos que él mismo ‘era mexicano’
y a nombrarnos, junto con nuestros hermanos latinoamericanos, el ‘Continente de la esperanza’. ¿Qué vio
Juan Pablo II para llamarnos así? Ciertamente los objetos, valores y principios de una cultura cristiana que,
no obstante, ha de ser constantemente renovada y profundizada.

Sugiero que como trabajo personal o de grupo, en este momento dialoguen y numeren los elemen-
tos de nuestra cultura cristiana: objetos y comportamientos, valores o creencias y principios fundamentales
subyacentes. De esta manera podremos vislumbrar qué tenemos y en qué hemos de apoyarnos para “cons-
truir una nueva cultura reconociendo nuestra identidad”, que es el punto que a continuación se desarrollará
en este tema5.

3. Construyendo una nueva cultura reconociendo


nuestra identidad
Nuestros Obispos latinoamericanos y caribeños dijeron muy claramente en el Documento conclusivo
de la V CELAM que se celebró en Aparecida:

El anuncio del Evangelio no puede prescindir de la cultura actual. Ésta debe ser conocida, evaluada y en cierto
sentido asumida por la Iglesia, con un lenguaje comprendido por nuestros contemporáneos. Solamente así la fe cristiana podrá
aparecer como realidad pertinente y significativa de salvación. Pero la misma fe deberá engendrar modelos culturales alterna-
tivos para la sociedad actual. Los cristianos, con los talentos que han recibido, talentos apropiados, deberán ser creativos en sus
campos de actuación: el mundo de la cultura, de la política, de la opinión pública, del arte y de la ciencia (DA 480).

5 Como referencias que puedan darnos una iluminación desde las reflexiones de nuestros Obis-
pos, se pueden revisar: DP 15-161; DSD 228-286; DA 33-100 y 476-546. Conferencia del Episco-
pado Mexicano, Carta Pastoral “Del Encuentro con Jesucristo a la Solidaridad con todos”, núms.
12-92. Todas estas referencias, sin embargo, reflejan solo algunos elementos, por lo que será conve-
niente enriquecerlas con nuestra reflexión personal y de grupo, enfatizando, como pretendemos, los
aspectos positivos que den una sólida base de acción.
38
39
En cuanto al método de inculturación del Evangelio, el Documento de Santo Domingo propone el
siguiente camino:
Puesto que estamos ante «una crisis cultural de proporciones insospechadas» (Juan Pablo II, “Discurso in-
augural”, 21) en la cual van desapareciendo valores evangélicos y aun humanos fundamentales, se presenta a la Iglesia
un desafío gigantesco para una nueva evangelización, al cual se propone responder con el esfuerzo de la inculturación
del Evangelio. Es necesario inculturar el Evangelio a la luz de los tres grandes misterios de la salvación: la Navidad, que
muestra el camino de la Encarnación y mueve al evangelizador a compartir su vida con el evangelizado; la Pascua, que
conduce a través del sufrimiento a la purificación de los pecados, para que sean redimidos; y Pentecostés, que por la
fuerza del Espíritu posibilita a todos entender en su propia lengua las maravillas de Dios.

La inculturación del Evangelio es un proceso que supone reconocimiento de los valores evangélicos que se han
mantenido más o menos puros en la actual cultura; y el reconocimiento de nuevos valores que coinciden con el mensaje
de Cristo. Mediante la inculturación se busca que la sociedad descubra el carácter cristiano de estos valores, los aprecie
y los mantenga como tales. Además, intenta la incorporación de valores evangélicos que están ausentes de la cultura,
o porque se han oscurecido o porque han llegado a desaparecer. «Por medio de la inculturación, la Iglesia encarna el
Evangelio en las diversas culturas y, al mismo tiempo, introduce a los pueblos con sus culturas en su misma comuni-
dad; transmite a las mismas sus propios valores, asumiendo lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro»
(Rmi 52). La fe, al encarnarse en esas culturas, debe corregir sus errores y evitar sincretismos. La tarea de inculturación
de la fe es propia de las Iglesias particulares bajo la dirección de sus pastores, con la participación de todo el Pueblo de
Dios. «Los criterios fundamentales en este proceso son la sintonía con las exigencias objetivas de la fe y la apertura a la
comunión con la Iglesia universal» (Rmi 54) (DSD 230).

40
Tratando de sintetizar, los obispos proponen reconocer lo que ya hay y lo que falta,
desde el Evangelio, para integrarlo. ¿Es esto viable? Según lo que hemos visto más arriba,
es viable pero es un proceso que tiene también que ser asimilado, y no depende de “decir”
simplemente las cosas, sino de asimilarlas.

Es necesario entonces, para que los nuevos valores se asimilen y los que ya están asimilados se in-
tensifiquen, que se promuevan hábitos de conducta que los vayan integrando, pero también motivaciones
e iluminaciones de fe que los hagan conscientes, y reflexiones y momentos de asimilación para que, como
comunidad, vayan configurando nuestra manera de actuar y la definan más cristianamente.

Es un proceso largo, como hemos dicho, que ha de ser generado, guiado y orientado para que sea
auténtico y se logre lo que deseamos: que el Evangelio permee y transforme nuestra cultura. En el nivel
que nos corresponde en la Iglesia de México, diócesis, parroquia, familia, movimiento particular, etcétera,
podemos impulsar este proceso en un tiempo fuerte de reflexión, asimilación y transformación que es lo que
nuestros Obispos de Latinoamérica quieren lograr con el proceso de la Misión Continental.

Schein propone un método de diez pasos para transformar la cultura, que enumero a continuación:

1) Contar con el compromiso de los líderes: para dar inicio al proceso de transformación de la cul-
tura es necesario que quienes son reconocidos como líderes se comprometan en este proceso
de valoración y transformación, por lo que pastores, consagrados y coordinadores de grupos y
movimientos laicales han de entender, valorar y asumir este proceso.

2) Seleccionar grupos para los encuentros de reflexión: el consultor o, en nuestro caso, el Obispo,
sacerdote, consagrado, laico o grupo coordinador que guía este proceso ha de seleccionar un
«universo», es decir, un muestreo significativo de personas integrantes de grupos representativos
de la cultura. Seleccionando bien el grupo piloto se podrá tener una representación particular
de todos los integrantes de una cultura al poner sobre la mesa los elementos a reflexionar. En
nuestro caso habrá que tener en cuenta las tres vocaciones: al ministerio ordenado, a la vida
consagrada y laical, a los diferentes estados de vida: soltería y matrimonio, y los diferentes ca-
rismas, ministerios y apostolados con que se cuente6.

3) Seleccionar el lugar adecuado para los encuentros de reflexión, que ha de ser conveniente y per-
mitir tanto la reflexión de pequeños grupos como la reunión plenaria de los mismos.

4) Explicar el propósito del encuentro de este grupo «universo»: asimilar el por qué de este proceso de
encuentro y reflexión es fundamental para que pueda darse el compromiso de todos y, por lo
tanto, su participación activa en la transformación evangélica de nuestra cultura.

5) Iluminación del concepto ‘cultura’: han de especificarse los elementos que comprenden la cultura
para que todos “hablen el mismo idioma” durante este proceso.

6) Identificar los objetos y comportamientos presentes en la cultura en cuestión y definirlos. Aquí


tendremos que especificar los elementos cristianos de nuestra cultura, los que ya se encuentran
y que vivimos en el diario acontecer.

6 Cf. Comisión Episcopal de Seminarios y Vocaciones, Plan nacional de pastoral vocacional, CEM, México 2000,
núms. 186-295. En estos números encontramos toda la teología de la vocación y la concretización sobre las vocaciones especí-
ficas que nos da un marco de referencia adecuado.

41
7) Identificar los valores y creencias que motivan a los objetos y comportamientos concretos. Esto
ayudará a ubicar de qué manera nuestras motivaciones son auténticamente evangélicas.

8) Identificar los principios fundamentales subyacentes a nuestra actuación, es decir, cuáles son los
principios evangélicos de los cuales surge toda esta manera concreta de vivir el Evangelio en
nuestra cultura. Para saber si son auténticos principios subyacentes, éstos han de iluminar o
motivar los valores y creencias y expresarse en varios comportamientos y objetos.

9) Identificar los apoyos socio-culturales con que contamos para vivir estos valores y principios, es
decir, qué cosas, personas, procesos, etcétera nos facilitan vivir y expresar estos principios evan-
gélicos. Este paso es fundamental para clarificar qué está a nuestro alcance y de qué podemos
echar mano para seguir apoyando la vivencia de los valores cristianos.

10) Reportar los principios que serán asumidos como fruto del análisis: de los principios subyacentes
que ya se viven en la cultura hay que hacer un acuerdo, por así decirlo, que contenga a los prin-
cipios que serán asumidos de manera específica y consciente para re-informar la cultura y así
dar un nuevo rumbo a la manera de hacer las cosas de todos y cada uno de los días. De aquí
surgen los compromisos grupales que realmente transforman la vida. El trabajo de cada uno,
como líder, será ir motivando a quienes dirigen a ir poniendo por obra estos principios y valores
por medio de comportamientos y cosas concretas7.

Obviamente, cuando hablamos de la pastoral aplicada a nuestra vida y, en este caso concreto, de
una transformación de nuestra cultura desde la fe, el camino ha de planearse en un contexto pastoral y con
espíritu de fe. Pero en este camino de diez pasos tenemos una idea general de cómo se puede hacer esto.
Lo único que podemos concluir por el momento es que el camino de evangelización de nuestra cultura es
largo y ha de comprometer a todos.

4. Vivir y transmitir la fe con la fuerza del testimonio


A manera de conclusión, si el proceso de evangelización de la cultura es a largo plazo y ha de com-
prometer a todos en la vivencia de los valores de la fe, entonces podemos darnos cuenta de que el testimo-
nio de la vida es, a fin de cuentas, el medio privilegiado de transformación de nuestro mundo y el que los
Obispos de América Latina proponen como medio principal para compartir la alegría de ser discípulos y
misioneros:
El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su ale-
gría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio
en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios (DA 278).

El testimonio, la vivencia de la fe, es lo que convence y arrastra a vivir en pos de Cristo, como dice
Santiago: “La fe si no tiene obras está realmente muerta” (St 2,18). De hecho Jesucristo, nuestro Señor,
pone en claro la necesidad del testimonio como prueba de la autenticidad de nuestro discipulado: “En esto
conocerán que son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros” (Jn 13,35).

7 Cf. Schein, Edgar H., op. cit. pp. 340-348.

42
Así pues, si queremos verdaderamente cristianizar nuestra cultura, el camino ya
está planteado: vivir nuestra fe en lo concreto de nuestra vida, informando todos sus rin-
cones con los valores del Evangelio y caminando como comunidad desde esta misma fe.

Actividades
Como primer paso tengan a la mano un periódico, de preferencia con noticias actuales. Traten de
identificar rasgos, objetos o comportamientos típicos de la cultura mexicana. Comparen y contrasten.
Posteriormente reflexionen:

• ¿Cómo se puede transmitir la fe en esta cultura?

Por último, identifique en nuestra cultura cómo se ha dado la transmisión de la fe, para encontrar
las semillas del Verbo. Notarán que en nuestra cultura ya existen indicios de los valores evangélicos
—rescátenlos, enumerándolos en una pizarra o en un papelógrafo—.

Material necesario: periódicos, pizarrón o papelógrafos, plumones o gises.

Preguntas de reflexión

1. Identifica y comenta la definición de cultura dada por la Iglesia en el documento conciliar Gaudium
et Spes y que cita el Documento de Aparecida.
2. La dinámica de una cultura se da en las relaciones y la organización cotidiana de las personas. Men-
ciona cuándo se pueden dar los elementos que la constituyen.

Menciona cuáles son y en qué consisten los tres niveles de elementos que van a sumarse a la integración
de la cultura.

43
“Como
María,
compartamos
nuestra

TEMA 3
fe con
alegría”

44
44
Con el
testimonio de
la Trinidad,
los discípulos
misioneros viven
en comunión

45
Objetivo
Que los discípulos misioneros de las diferentes Iglesias particulares de México, contemplando el misterio de
la Santísima Trinidad y cómo actúa en comunión para favorecernos, vislumbremos los medios que están a
nuestro alcance para lograr un auténtico sentido eclesial de comunión que favorezca a todos, y en especial
a los más necesitados.

Lectura bíblica: Jn 17,1-13


Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo
te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que
tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado,
Jesucristo.

Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre,
glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre
a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu
Palabra.

Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he
dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me
has enviado. Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo
mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos.

Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre
a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre
a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se
cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría
colmada».

Palabra de Dios

Oración
Señor de la vida, Dios Uno y Trino, te damos gracias por el testimonio de unidad que nos regalas. Derrama
sobre nosotros tu Espíritu de unidad para que seamos uno en torno a ti, y, así, reflejemos el rostro de tu Hijo
amado, testigo fiel de tu amor. Pedimos la fuerza de tu Espíritu para que seamos discípulos misioneros y templos
de verdadera comunión, testigos fieles de tu Reino. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

Desarrollo
Aquí se hace un esfuerzo por lograr un acercamiento a la realidad del Dios Uno y Trino, a sabiendas de
nuestras limitaciones y de nuestras experiencias, que parecieran balbuceos a la hora de hablar del misterio

46
de la Trinidad. A pesar de esto, estas reflexiones se hacen con un amor «interesado»,
situado, conscientes de que estamos dentro de una realidad latinoamericana cruda pero
con ansias de redención, una realidad sometida pero creyente y en donde también nos
hemos descubierto llamados por este Dios, Uno y Trino, para responderle en esta vida y
en esta historia. Ya nuestros Obispos en Aparecida nos invitan a mirar la realidad de nuestros
pueblos de América Latina con “ojos de discípulos misioneros” (DA 20).

Claro está, en este acercamiento, una vez más las preguntas cobran vida y resultan desafiantes.
Muchas de ellas tendrán respuesta, otras más estarán aún sin explicación; y ciertamente, la principal de ellas
es: ¿cómo Dios puede ser Uno y Tres al mismo tiempo? ¿Un sutil politeísmo? ¿Quién es este Dios que se
ha dado a conocer en la historia de la humanidad y de un pueblo creyente como alguien que no está solo,
es más como alguien que es en sí mismo comunión que es amor y, más aún, que actúa salvando, esto es,
como comunidad salvadora?

Las reflexiones que se han ido haciendo entorno a la Trinidad, y que al mismo tiempo hemos de
profundizar, nos muestran a este Dios muy relacionado con la vida, con la historia, con el ser humano y
con el pobre. La reflexión bíblica, la práctica de Jesucristo, las inspiraciones del Espíritu Santo confirman
este rostro de Dios. Experimentar el misterio, buscarlo, atreverse a reflexionar sobre Él, para muchos es
osadía y peligro, pero haciéndolo desde el lugar del que sufre, desde los pueblos crucificados, el misterio
trinitario se vuelve más vivo, más palpable, más entendible, aunque esto también resulte incomprensible y
hasta escandaloso para muchos creyentes y eruditos de la materia.

47
48
Al hablar del misterio de la Trinidad es importante el lugar desde donde se haga la
reflexión o la experiencia de Dios. Por eso, no es igual reflexionar sobre Dios desde el lugar
de la abundancia que desde la experiencia de los crucificados. Ya Aparecida nos comenta
que hay “caminos que trazan una cultura sin Dios…, animada por los ídolos del poder,
la riqueza y el placer efímero, la cual termina siendo una cultura contra el ser humano y
contra el bien de los pueblos latinoamericanos” (DA 13). Uno de los datos que nos revela el modo de ser
y de estar de Dios es la práctica de Jesús. Tal parece que el Dios en quien hemos ido creyendo es alguien
que, para ser aceptado, se ha hecho cercano, que, para ser comprendido, se ha atrevido a correr la misma
suerte de los que sufren y de los pobres de este tierra, que para ser creído, ha tomado partido por el hombre,
por la vida y por toda su creación. No obstante tenemos que ir más allá del “tal parece” y decir que así es
Dios: no es concepto ni idea ni sueño; es realidad a vivir y, hasta aquí, esto mismo es aún insuficiente. Sin
embargo, Aparecida nos exhorta para que “al mirar la realidad de nuestros pueblos y de nuestra Iglesia, con
sus valores y limitaciones, sus angustias y esperanzas, sufrimos y nos alegramos pero permanecemos en el
amor de Cristo” (DA 22). Mirar la realidad desde la fe implica descubrir los signos de la presencia de Dios
que, desde dentro de la historia de nuestros pueblos, va haciendo una historia de salvación. De este modo
nos relacionaremos con Dios en la historia y construiremos nuestra historia con Dios.

Por otro lado, debemos estar conscientes de que han existido muchas respuestas en torno al modo
de ser de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Unas positivas, otras negativas tales como “ninguna
de las tres personas existe, sólo son ideas de creyentes alienados”. Pero a decir verdad, desde una postura
creyente, comprometida, que anhela pan, comida, justicia, casa en donde dormir, trabajo, respeto a su
dignidad, etcétera, nos habla de otro modo de la Trinidad. Aquél que ha asumido la causa del Maestro
de Nazaret hasta sus últimas consecuencias, también nos da testimonio de ese alguien que le da sentido
a su quehacer y a su vivir. Claro está que este tipo de reflexiones modifican todo un modo de creer y de
practicar eso creído. Se modifica el tipo de Eclesiología, de Cristología, de Teología, de Antropología,
etc. Del modo como concibamos a Dios será nuestra práctica. Pero aun cuando hayamos alcanzado una
supuesta comprensión mayor y mejor de Dios, no podemos decir, todavía, que ya tenemos todo asegurado,
que somos maestros de la explicación del Misterio, o que somos dueños de la fe y mucho menos de Dios,
de un Dios que no vamos a acabar de conocer, ya que gracias a Él mismo se nos escapa, sólo hasta cuando
Él lo decida. Está pues una problemática muy fuerte, a la vez que seria. Envuelve la problemática misma
del hombre, de su cosmovisión, de su modo de acercarse a Dios y a la realidad, de su modo de interpretar
los textos y de vivirlos. Si el problema viene siendo Dios, también debemos decir que el problema y, con
más razón, lo será el ser humano. En pocas palabras: el discípulo misionero asume como suya la causa de
Cristo Jesús.

Pasemos ahora al abordaje de uno de los conceptos centrales en el proceso de comprensión del
misterio de la Trinidad, el concepto de ‘testimonio’. Partamos de su raíz etimológica martyría, de donde
se derivan palabras como ‘testimonio’, ‘testificar’, ‘atestiguar’, ‘llamar como testigo’, entre otras. Éste es el
significado original de la palabra griega [martyrion]. El término ‘martyr’ indica, por tanto, el testimonio
que llega hasta el derramamiento de la propia sangre. Por otro lado, tenemos que en el mundo griego
los testigos son presentados como pruebas en un proceso con vistas a hechos ya ocurridos, o bien son
aducidos en calidad de testigos solemnes. El martirio, por otra parte, era visto por la Iglesia antigua como
una realidad presente y normal en la vida de la Iglesia y no sólo como algo esporádico o extraordinario. En
la Iglesia primitiva se vivía con la conciencia de que ser cristiano implicaba la posibilidad de participar de
manera física en la pasión de Cristo. En el Concilio Vaticano II, la Lumen gentium presenta el martirio de
la siguiente manera:

49
Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el
que entrega su vida por Él y por sus hermanos (cf. 1 Jn 3,16; Jn 15,13). Pues bien los cristianos, ya desde los primeros
tiempos, fueron llamados, y seguirán siendo llamados a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente
ante los perseguidores (Lg 42).

Los elementos fundamentales del martirio que encontramos en el Concilio Vaticano II son: «El discípulo
se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él
en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don excelso y suprema prueba de amor» (LG
42). Tratemos ahora de identificar los modos específicos en que cada una de las personas de la Trinidad da
testimonio de las otras, es decir, cómo se da el testimonio en la Trinidad:

a) Al Padre le corresponde ser Abba. Tiene un Hijo, lo ama, se complace en Él. El Padre da
testimonio siendo bueno y misericordioso, compasivo, revelando sus secretos a los débiles
y sencillos, siendo parcial porque frente a la injusticia opta por el débil, actúa a favor de los
pobres sabe de las necesidades de sus hijos y tiene un designio para ellos: el establecimiento
de su Reino, es el Dios de la vida y del perdón. De este modo el Padre es testimonio del Hijo,
del Espíritu Santo y de la humanidad a la que tanto ama.

b) Al Hijo le corresponde ser el Hijo amado del Padre, revelar su amor a la humanidad. Las
diversas formas de dar testimonio del Padre a hombres y mujeres es sanando sus dolencias,
haciendo ver a los ciegos, expulsando demonios, orando por su pueblo. Convoca al discipu-
lado y al seguimiento. Come con pecadores, libera del pecado, perdona los pecados y de este
modo practica la misericordia, desenmascara las injusticias, está en conflicto con los dioses
del poder: del dinero y de la muerte. Anuncia el Reino de su Padre con su propia vida al
tomar cuerpo en las víctimas de la historia. Está a favor de la vida del hombre y desde esta
práctica revela al Padre siendo su único acceso. De este modo el Hijo es testimonio del Padre,
del Espíritu Santo, y modelo de los hombres y las mujeres, sus hermanos a quienes ama.

c) Al Espíritu Santo le ha correspondido inaugurar el Reino, iniciar el proyecto de salvación en


el Nuevo Testamento. Es guía de la humanidad: unge, anima y fortalece a hombres y mujeres,
inspira a Jesús y a la comunidad de los creyentes (cf. DA 137); es criterio de discernimiento
salvífico, es memoria de Jesús, lleva a dar testimonio de Jesús ante los adversarios, es fuerza y
don, realiza la encarnación. De este modo el Espíritu Santo es testimonio del Padre, del Hijo
y de la humanidad entera a la que guía y fortalece.

d) La comunidad es la elegida por Dios y Cristo y animada por el Espíritu Santo. Sus miembros
son los enviados, están en conflicto pero son dichosos porque dan testimonio de Jesús y del
Reino, viven el destino de cruz, actúan en favor de los hombres. Están ligados al Reino que
es fraternidad de los hombres, filiación, bienaventuranzas, es realidad histórica y escatológica
(cf. DA 140). Es algo bueno, salvífico, que se acerca al reino de vida, de vida justa para hom-
bres y mujeres. Construyendo relaciones fraternales permaneciendo y dando seguimiento
en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es como la comunidad de cristianos da
testimonio. Aparecida es contundente: “De los que viven en Cristo se espera un testimonio
muy creíble de santidad y compromiso. Deseando y procurando esa santidad no vivimos
menos, sino mejor, porque cuando Dios pide más es porque está ofreciendo mucho más…”
(DA 352).

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1. La Trinidad
Como hemos visto a lo largo de estas líneas, la tarea de abordar el misterio de la Trinidad
no es nada fácil, y ¡qué bueno!, ya que Dios mismo es inatrapable. Pero de alguna manera,
nos acercamos a Él para conocerlo mejor; de una o de otra manera tenemos que descubrir o tener claro que
Dios está íntimamente relacionado con la salvación de los hombres y más con la salvación de aquellos que
sufren. Por eso, desde nuestro contexto latinoamericano, hemos de caer en la cuenta de que si este Dios en
quien creemos es un Dios que salva, debemos ver también cómo salva. La acción salvífica de Dios es clave
para la comprensión del misterio de la Trinidad. Preguntamos de manera especial por lo que Dios hace en
este mundo, en esta historia, en estos suelos, en esta vida, porque es así como podremos saber quién es Él,
qué nos dice de Él mismo y qué tiene que ver con todo lo que nos rodea. Aparecida coloca reflexiones muy
valiosas respecto a este asunto:

La vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa. Porque Dios en Cristo no redime solamente
la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos. Ante diversas situaciones que
manifiestan la ruptura entre hermanos, nos apremia que la fe católica de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños
se manifieste en una vida más digna para todos. El rico Magisterio social de la Iglesia nos indica que no podemos
concebir una oferta de vida en Cristo sin un dinamismo de liberación integral, de humanización, de reconciliación y
de inserción social (DA 359).

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Preguntarnos por el «cómo» y el «desde dónde» Dios salva tiene su importancia, pues nos dará pistas
concretas sobre el modo de ser y de actuar de Dios mismo. Además, nos ayudará a identificar los lugares
sociales, eclesiales, históricos y teológicos privilegiados de la intervención divina. Esta tarea no deberá
hacerse para justificar nuestras prácticas o nuestras creencias sino para intentar descubrir si Dios tiene un
lugar específico en el que se hace presente y donde brinda su salvación. Nuevamente, nuestros Obispos en
Aparecida nos brindan pistas significativas:

1) Nos comentan que el Padre tiene un proyecto de vida para la humanidad y que, siempre, este
proyecto resulta incompatible con situaciones antagónicas que el mismo hombre se ha encar-
gado de construir:
Las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor contradicen
este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida.
El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Si pretendemos
cerrar los ojos ante estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos en el camino de
la muerte (DA 358).

52
Entonces, un lugar privilegiado para la acción del Padre es su opción por los
abandonados, los excluidos, por los que son ignorados en la miseria y por los
que sufren.

2) Enfatizan nuestros Obispos que, a ejemplo de la Trinidad, debemos estar dis-


puestos a dar la vida por los demás. “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento
y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de
la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás” (DA 360). Entonces, la
siguiente característica de la acción de Dios es la donación de sí mismo, por ello, si en verdad
queremos comunicar vida, debemos saber desprendernos incluso de la nuestra.

3) El Documento de Aparecida nos clarifica la finalidad de las intervenciones de Dios en la historia,


la vida digna de cada hombre y cada mujer:
La propuesta de Jesucristo a nuestros pueblos, el contenido fundamental de esta misión, es la oferta de una
vida plena para todos. Por eso, la doctrina, las normas, las orientaciones éticas y toda la actividad misionera de
la Iglesia, debe dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna, en Cristo, para cada hombre y
para cada mujer de América Latina y de El Caribe” (DA 361).

Por último, la finalidad de las acciones de Dios es a favor de la humanidad para que ésta tenga
una vida digna.

4) Si embargo, la respuesta a la pregunta sobre el lugar privilegiado de acceso a Dios es Dios mismo.
Él mismo posibilita y nos capacita para este acceso. Pero sin dejar escapar en el olvido que sólo
por lo que Dios hace sabremos lo que Dios Es.

2. La comunión en la Trinidad, fuente de vida


La cuestión en esta sección de nuestro Libro no es si existe la comunión en la Trinidad, sino más bien en qué
consiste dicha comunión y cómo se construye desde la acción específica del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Tomemos como punto de partida el proyecto divino de salvación. En él, el Padre se manifiesta como
el Dios de las promesas, y en ellas se manifiesta defendiendo a la víctima: Jesús. Dios reacciona contra los
poderes injustos. Es el Dios de las víctimas, salva haciendo justicia al que han ajusticiado resucitándolo y,
por tanto, es el Dios de la vida, el Dios que vence a los ídolos y poderes de la muerte.

Al mismo tiempo percibimos que Jesús, el Hijo, se manifiesta como crucificado-resucitado y,


consecuentemente, como Santo, Mesías y Salvador. Jesucristo es una víctima que ha sido liberada. La
estructura de «cruz-resurrección» nos revela lo que Dios es. Por un lado: un Dios Crucificado, Menor,
Limitado, Silente, pero, por el otro: un Dios Resucitado, Mayor, Grande, Trascendente, Fiel, Santo. No
obstante, el Padre actúa dando la vida a Cristo, lo resucita. Es por eso que Dios es un Dios creíble ya que
su poder es salvador; es un Dios solidario porque está con las víctimas. Es así que también el crucificado es
creíble, porque ha confiado en su Padre, ha llevado la causa del Reino hasta su fin, ha creído que Dios tiene
la última palabra y por eso la explicación de tal entrega «hasta la cruz».

En torno a Dios Espíritu Santo, podemos decir que actúa dándonos fuerza para acceder al Padre,
que además, está ligado a la comunidad y a la historia, es gratuidad y fuerza, es el enviado del Padre y del
Hijo; Él lo sondea todo hasta las mismas profundidades de Dios, Él conoce a Dios y es Dios, y nos conoce a

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nosotros, nos hace hijos de Dios, viene de Dios, da cuerpo a la Iglesia actuando en ella, clama con gemidos
por la redención total del universo, actúa en comunión con el Padre y el Hijo, su actuar está ligado al Hijo
y al Padre de modo que no se puede hablar de una Persona sin hacer referencia a las otras dos.

3. La comunión convocada por nuestros Obispos en


Aparecida
Veamos ahora las enseñanzas de nuestros Obispos en Aparecida. Sus aportes son la base de lo que antes se
ha mencionado:

1) Arrancamos este apartado sabiendo desde la fe que en la Trinidad existe una comunión. Son
muchos los lugares que nos indican la existencia de dicha comunidad, nuestros Obispos en
Aparecida nos comentan al respecto:
Ante una vida sin sentido, Jesús nos revela la vida íntima de Dios en su misterio más elevado, la comunión
trinitaria. Es tal el amor de Dios, que hace del hombre, peregrino en este mundo, su morada: “Vendremos a él
y viviremos en él” (Jn 14,23). Ante la desesperanza de un mundo sin Dios, que sólo ve en la muerte el término
definitivo de la existencia, Jesús nos ofrece la resurrección y la vida eterna en la que Dios será todo en todos
(cf. 1Cor 15,28). Ante la idolatría de los bienes terrenales, Jesús presenta la vida en Dios como valor supremo:
“¿De qué le sirve a uno ganar el mundo, si pierde su vida?” (Mc 8,36) (DA 109).

Como podemos ver, una de las características de las reflexiones de nuestros Obispos respecto al
tipo de comunión trinitaria es descubrirla como algo que se comparte; la comunión trinitaria
la transmite a los hombres y mujeres de este mundo a grado tal que nos coloca como morada
suya.

2) Nuestros Obispos, sabiamente descubrieron otra propiedad de la comunión existente en la Tri-


nidad: la comunión transmitida a los seres humanos es un don, es decir, un regalo. No se tienen
que hacer méritos para merecerla es algo gratuito, Dios elige a quien la dona. La constante del
donador es su opción por el oprimido y el necesitado.

Dios Padre sale de sí, por así decirlo, para llamarnos a participar de su vida y de su gloria. Mediante Israel,
pueblo que hace suyo, Dios nos revela su proyecto de vida. Cada vez que Israel buscó y necesitó a su Dios,
sobre todo en las desgracias nacionales, tuvo una singular experiencia de comunión con Él, quien lo hacía
partícipe de su verdad, su vida y su santidad. Por ello, no demoró en testimoniar que su Dios —a diferencia de
los ídolos— es el “Dios vivo” (Dt 5,26) que lo libera de los opresores (cf. Ex 3,7-10), que perdona incansable-
mente (cf. Ex 34,6; Eclo 2,11) y que restituye la salvación perdida cuando el pueblo, envuelto “en las redes de
la muerte” (Sal 116, 3), se dirige a Él suplicante (cf. Is 38,16). De este Dios —que es su Padre— Jesús afirmará
que “no es un Dios de muertos, sino de vivos” (Mc 12,27) (DA 129).

3) En Aparecida se puntualizó que la comunión trinitaria es fuente y modelo de cualquier otra


comunidad. Para la Iglesia no existe otro modo de ser fiel a su vocación, más que siendo conti-
nuadora de ese tipo de comunión:
Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Jn 1,3) y con su Hijo muerto y
resucitado, en “la comunión en el Espíritu Santo” (2 Cor 13,13). El misterio de la Trinidad es la fuente, el
modelo y la meta del misterio de la Iglesia: “un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu

54
55
Santo”, llamado en Cristo “como un sacramento, o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la
unidad de todo el género humano” (Lg 1). La comunión de los fieles y de las Iglesias particulares en el Pueblo
de Dios se sustenta en la comunión con la Trinidad (DA 155).

4) La acción y la comunión de la Iglesia —comentan nuestros Obispos en el Documento de Apa-


recida— tienen criterios muy claros establecidos por aquel modelo divino de acción y de co-

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munión. Primero que nada manifestar el amor del Padre y segundo, seguir la
causa de aquel a quien por ser fiel a un proyecto que le dieron muerte, pero
que fue resucitado en fidelidad por el Padre:
Es la vida trinitaria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la vida eterna. Su misión es
manifestar el inmenso amor del Padre, que quiere que seamos hijos suyos. El anuncio del kerygma invita a
tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado. Esto es lo
primero que necesitamos anunciar y también escuchar, porque la gracia tiene un primado absoluto en la vida
cristiana y en toda la actividad evangelizadora de la Iglesia (DA 348).

La Iglesia, también en fidelidad, es el único modo que tiene para que mediante la comunión
existente en su seno sea reflejo del rostro de Cristo.

5) Finalmente, nuestros Obispos afirman que el desafío derivado del modelo trinitario se presenta
de un modo más amplio a todos los que viven en Cristo, el desafío consiste en ser testigos de
santidad y compromiso:
De los que viven en Cristo se espera un testimonio muy creíble de santidad y compromiso. Deseando y pro-
curando esa santidad no vivimos menos, sino mejor, porque cuando Dios pide más es porque está ofreciendo
mucho más: “¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo” (DA 352).

Haciendo un esfuerzo por concluir nuestras reflexiones de este tema, tenemos que mencionar que el modo
privilegiado que tenemos los discípulos y misioneros para permanecer fieles al proyecto del Padre es vivir
siempre en comunión con nuestras autoridades eclesiales y que el modo privilegiado que la Iglesia tiene
para visibilizar la comunión trinitaria es reflejar fielmente el rostro de Cristo por medio de sus acciones.

Con lo anterior, también podemos afirmar que a la Iglesia no se le entiende sola, es decir, sin
relación alguna con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; y más aún: su actuación, está en comunión
con la comunidad de los creyentes. La actuación de la Iglesia, en virtud de su comunión con la Trinidad,
es histórica y es salvadora y hay, en su interior, una estructura comunitaria, divina y salvadora. Hombres y
mujeres tienen acceso a esta realidad trascendente y salvadora por la realidad histórica. Por ello, la historia
sigue siendo acceso a la realidad eclesial y en ella a la realidad divina. Ésta fue la experiencia de las primeras
comunidades en el Nuevo Testamento y ellas se afianzaron como actores de la misión salvadora de Dios.
Por tanto, tenemos que hablar de la Iglesia desde la realidad histórica, ella es un lugar teológico donde
podemos descubrir los modos de ser de Dios y lo que nos dice de sí mismo y de su realidad más profunda
en relación con los hombres y mujeres de todos los tiempos.

Preguntas de reflexión
1. El concepto ‘testimonio’ en la tradición católica encierra algunos elementos importantes ricos por
su tradición e importancia, menciónalos.

2. Identifica los rasgos característicos de la comunión trinitaria.

57
“Como
María,
compartamos
nuestra

TEMA 4
fe con
alegría”

58
58
Somos
familia de
Dios

59
Objetivo
Que los discípulos misioneros de las diferentes Iglesias particulares de México reflexionen en el entorno de
su familia y su realidad, lo que les compete y lo que las reta, y aprendan a vivir y expresarse como familia
de Dios, que peregrina en cada una de las Iglesias locales de nuestra patria.

Lectura bíblica: Mt 12,46-50 y Mc 3,31-35


Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de
hablar con él. Alguien le dijo: «¡Oye!, ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte».

Pero él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y, extendiendo
su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de
mi Padre de los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»…

Llegan su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su
alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.» Él les responde:
«¿Quién es mi madre y mis hermanos?» Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor,
dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana
y mi madre».
Palabra de Dios

Oración
Padre misericordioso, que por la gracia nos llamas a ser parte de tu familia, te adoramos y te agradecemos por este
precioso regalo que nos brindas: el ser hijos tuyos. Te pedimos que, a ejemplo de Jesucristo, seamos hijos preocupados
por hacer tu voluntad y, así, confiados en tu amor, conformamos familias que no tengan miedo de vivir los valores
de tu Reino, familias que valoren y defiendan el don de la vida, familias respetuosas de la dignidad de cada uno
de sus miembros, familias preocupadas por llevar la Buena Nueva a todo el mundo. Te lo pedimos por tu Hijo
amado Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Desarrollo
Frecuentemente el enunciado ‘Somos familia de Dios’ funciona como un slogan reiterante para los
cristianos, que a momentos se relativiza y se piensa como una frase sin sentido, pues la realidad nos plantea
distintas interrogantes que lógicamente no están en conexión con este argumento y, por tanto, no pueden
ser respondidas por la razón. Y es que, ¿cómo sentirse genealógicamente cercanos a Dios cuando nuestros
corazones están llenos de odio, resentimientos y envidias, o cuando somos testigos de las injusticias y la
deshumanización de nuestro tiempo?, ¿acaso es posible pensarnos como hijos de Dios y hermanos en
Cristo cuando respiramos un ambiente de violencia y muchas veces lo que nos rodea es caos y desorden?
Un hecho es cierto: la falta de fe acompañada por un individualismo enfermizo nos impide comprender el
alcance del don maravilloso de ser parte de la familia de Dios y, por su gracia, ser portadores del proyecto
de salvación.

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61
A lo largo de este apartado no presentaremos argumentos extendidos y justificaciones exhaustivas
para convencer o motivar al lector de este Libro a sentirse agradecido de este don supremo, más bien
queremos de poco a poco ir sumando elementos para despertar una inquietud que, favorecida por la
reflexión, nos anime a recobrar cuando menos en alguna manera el sentido de “Iglesia doméstica” (DA
115) como la familia de Dios, y con ello ser conscientes que la tarea y la vocación de las familias cristianas
es misionar por todo el mundo la Buena Nueva de Dios, “porque todos los hijos de la Iglesia han de
tener viva conciencia de su responsabilidad para con el mundo, han de fomentar en sí mismos el espíritu
verdaderamente católico y consagrar sus fuerzas a la obra de la evangelización” (Ag 36). La Iglesia doméstica
debe ser entendida entonces como una parte de la Iglesia universal, aunque en sentido estricto, son una y
la misma.

1. La misión de la familia cristiana en la sociedad de hoy


Los Obispos expresaron en el Documento de Aparecida que las familias forman parte de la Buena Nueva de
Dios (cf. DA 114), de ahí la urgencia en revalorar su función en la sociedad, en la Iglesia y frente al proyecto
de Jesús. Sabemos que las familias están siendo atacadas en buena medida por el capricho de un puñado de
personas que se piensan con la autoridad moral y civil para decidir el futuro de ellas, sin embargo, el único
que puede orientar su destino, satisfacer sus carencias, liberarlas y llenar los vacios espirituales que en ellas
se gestan es Dios mismo, porque el ser amados por Dios nos engrandece y nos motiva a ir al “servicio del
Reino, anunciado por Jesús” (DA 33). “El amor humano encuentra su plenitud cuando participa del amor
divino, del amor de Jesús que se entrega solidariamente por nosotros en su amor pleno hasta el fin” (DA
117). Con todo, muchos cristianos renegamos de este amor y preferimos ser hijos de nadie, poco a poco
nos convencemos de que ser hermanos de la televisión, primos de la injusticia y cónyuges de la vanidad
es mejor que ser hijos de Dios y sentirnos amados por Él. ¡Qué equivocados estamos si preferimos este
accidental escenario!

Hoy más que nunca toca a los sacerdotes, religiosas, Obispos, casas de formación, gobernantes,
padres y madres de familia, laicos y, en general, a toda la comunidad cristiana, engendrar en las familias el
sentido de Iglesias domésticas, pues con ello “constataremos cómo el discipulado misionero es fuente de
renovación de nuestra pastoral en el Continente y nuevo punto de partida para la Nueva Evangelización
de nuestros pueblos” (DI §3). Sabemos quienes vivimos la praxis de la familia cristiana y podemos dar
testimonio de que en ella encontramos “nuestra primera experiencia de fe” (DA 118) e incesantes llamados
a la vocación misionera, porque las familias cristianas son y deben ser «familias misioneras», ésa es la esencia
de la Iglesia universal y por lo tanto de la Iglesia doméstica. Recordemos que la Iglesia domestica debe ser
un reflejo de todos los valores que promueve y difunde la Iglesia universal. Es entonces la familia cristiana
heredera privilegiada de los preceptos de Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19).

Anunciar el Evangelio es la tarea de la familia cristiana, pero, para servir a Jesús a través de esta
vocación, no son necesarios esfuerzos inhumanos o hazañas heroicas; lo que hace falta es profundizar en dos
aspectos: la comunión en la familia y el carisma de sus integrantes. La conjunción de estos elementos hará
que nuestra vocación fluya con naturalidad, porque el mensaje del cual somos herederos tiene como base el
amor incondicional de Dios y no las capacidades o limitaciones del ser humano.

a) La comunión en la familia
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Toda familia cristiana nace del amor entre un hombre y una mujer, la primera experiencia de
comunión de la familia se da cuando ambos participan del amor de Dios con el sacramento
del matrimonio. Ahí Dios bendice la unión matrimonial haciéndola indisoluble y es la
comunidad cristiana —sacerdote, amigos, familiares, etcétera— quien testifica esta alianza
de amor, de donde se despliegan la paternidad, la maternidad (cf. DA 433) y sobre todo el
amor fraterno, porque en las Iglesias domésticas la hermandad y la donación al otro son sus cimientos.

La inaugurada familia cristiana rebosa con la llegada de los hijos, con ellos se forja una nueva
comunión de amor en donde todos juntos constituyen la «imagen de Dios», que tiene su modelo perfecto
en las tres Personas divinas (cf. DA 434). Los padres de las familias cristianas transmiten la fe a sus hijos
con la alegría de quien se ha encontrado con Jesús, pero, además, a través del sacramento del bautismo en
donde los nuevos integrantes de la familia cristiana reciben los dones del Espíritu Santo. Juntos, padres e
hijos, forman una comunidad de amor en Cristo.

Uno de los cuatro ejes que Aparecida propone para reforzar la Iglesia es la vivencia comunitaria,
porque “los fieles buscan comunidades cristianas, en donde sean acogidos fraternalmente y se sientan
valorados, visibles y eclesialmente incluidos. Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros
de una comunidad eclesial y corresponsables en su desarrollo” (226 b)). Cuando en nuestras familias vivimos
la comunión con Dios, el cumplimiento a la misión se da por añadidura.

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b) El carisma de sus integrantes

La composición familiar es determinada por factores como la cultura, la clase social, el ámbito en que
se desenvuelven los individuos, en fin, por su contexto histórico. Sin embargo las familias cristianas son
capaces de sortear las dificultades que este escenario plantea para hallar el valor de todos y cada uno de
sus integrantes, de tal suerte que son capaces de potenciar las distintas cualidades y debilidades de quienes
conforman la familia. No nos sorprendemos de encontrar en estas Iglesias domésticas a padres de familia
comprometidos con asumir el matrimonio como un camino hacia la santidad; a cientos de vocaciones a la
vida consagrada y muchos miles de laicos —niños, adolescentes, jóvenes, ancianos— comprometidos con
la evangelización del mundo. Recordemos que la “Iglesia no crece por proselitismo sino por la atracción de
la fuerza del amor” (DA 159).

Una verdadera familia cristiana se distingue por la búsqueda del bienestar de sus integrantes y por la
promoción que busca de ellos, proyectan tanto dentro como fuera el amor de Cristo resucitado, en resumen,
la comunión vivida en las familias cristianas se enriquece con los diversos carismas de sus integrantes, porque
“los dones del Espíritu Santo son puestos a disposición de otros para que circule la caridad” (cf. DA 161).
Como una inspiración divina, las cualidades y también los defectos de cada individuo son considerados
64
para la construcción del Reino, y así como una orquesta necesita de diversos talentos para
conformar una sinfonía, los integrantes de la familia se ensamblan para derrochar sus
dones y hacer que la gracia de Dios brote en otros.

Independientemente de cualquier definición, los discípulos misioneros de Cristo


partícipes de la Iglesia doméstica proyectan al interior y al exterior su fe y son capaces de mirar la realidad
con esperanza, para responder como discípulos misioneros de Jesús e incidir positivamente en la sociedad,
en el mundo.

2. La mujer ante el tercer milenio


La liberación femenina fue uno de los discursos más promovidos durante el siglo XX. Las mujeres hallaron
la oportunidad de promover su independencia y trabajaron muy fuerte para lograr el reconocimiento de
su dignidad de mujeres. En América Latina varias instituciones, entre ellas la Iglesia, colaboraron para
reconfigurar el papel de la mujer en la sociedad, de tal manera que lograron el derecho al voto, el acceso a
la educación y el reconocimiento de ser independientes y autónomas. Por desgracia muchas mujeres que
estaban a la defensa de sus derechos pronto fueron presa de un cúmulo de posturas más bien consumistas
que promovieron el estereotipo de una mujer frívola y arrogante, que mientras más independiente, más
exitosa. El discurso que en el siglo pasado pretendió ser una herramienta para ensalzar a la mujer y su papel
en la sociedad terminó por encadenarlas a un mercado que se satisfizo con la venta de productos absurdos
que en nada contribuyeron a desvelar el rostro de la mujer en la Buena Nueva.

Algunas mujeres a pesar de haber adquirido educación y de ser económicamente independientes


continúan siendo víctimas de “múltiples formas de violencia; tráfico, violación, servidumbre y acoso
sexual; desigualdades en la esfera del trabajo; explotación publicitaria por parte de muchos medios de
comunicación social, que las tratan como objeto de lucro” (DA 48). Otras mujeres en cambio, ni siquiera
se percataron de todos estos cambios: la pobreza en la que viven no les permitió ser parte de esta retórica,
porque la liberación femenina no se hizo para aquellas mujeres que no pueden comprar un labial nuevo,
unas zapatillas o un vestido formal.

Toca el turno de hacer a un lado ideologías irracionales y tener presente que “el consumismo
hedonista e individualista, que pone la vida humana en función de un placer inmediato y sin límites
oscurece el sentido de la vida y la degrada” (DA 357). Es el momento de reconocer que Dios es el único
Liberador y Salvador que, con su muerte y resurrección, rompió las cadenas opresivas del pecado y la
muerte, que revela el amor misericordioso del Padre y la vocación, dignidad y destino de la persona humana
(cf. DA 6). La antropología cristiana resalta la igual dignidad entre varón y mujer, en razón de ser creados
a imagen y semejanza de Dios (cf. DA 451). Es tiempo de que las mujeres se liberen, no del yugo de los
hombres, sino de las cadenas a las que ellas mismas se han atado y promuevan un nuevo modelo, el de la
mujer seguidora de Cristo. Es tiempo de que las mujeres descubramos en la imagen de la Santísima Virgen
María una muestra del discipulado.

Nuevas esperanzas deben ser puestas en las mujeres cristianas que, en tanto mujeres, han optado por
seguir otro ideal: el de Jesús. Ellas están dispuestas, desde su trinchera particular y desde su posicionamiento,
a ser agentes evangelizadoras y que, a ejemplo de Jesús, quieren donarse a otras mujeres para dignificarlas,
no a través del consumismo, sino más bien con el testimonio y la alegría de estar al servicio del Reino de
65
Dios para, juntas, superar las estructuras que las subordinan.
Los fieles deben

conocer la naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la gloria de Dios y, además, deben
ayudarse entre sí, también mediante las actividades seculares, para lograr una vida más santa, de suerte que el mundo se
impregne del espíritu de Cristo y alcance más eficazmente su fin en la justicia, la caridad y la paz (Lg 36).

La Iglesia, por su parte seguirá “orientando y acompañando proyectos de promoción de la mujer,


reconociendo el ministerio esencial y espiritual que la mujer lleva en sus entrañas” (DA 457).

3. Todos somos hermanos en la familia de Dios con una misión específica

Vale la pena destacar que miles de Iglesias domésticas, entendidas como “la más básica comunidad eclesial”
(DA 204), han sido capaces de sortear el cambio de época, la exclusión social, el avance de las tecnologías,
el individualismo y la indiferencia. Pero no sólo las Iglesias domésticas forman parte de esta llamada familia
de Dios,

a la sociedad de la Iglesia se incorporan plenamente los que, poseyendo el Espíritu de Cristo, reciben íntegramente sus
disposiciones y todos los medios de salvación depositados en ella, y se unen por los vínculos de la profesión de la fe,
de los sacramentos, del régimen eclesiástico y de la comunión, a su organización visible con Cristo, que la dirige por
medio del Sumo Pontífice y de los Obispos. Sin embargo, no alcanza la salvación, aunque esté incorporado a la Iglesia,
quien no perseverando en la caridad permanece en el seno de la Iglesia «en cuerpo», pero no «en corazón». No olviden,
con todo, los hijos de la Iglesia que su excelsa condición no deben atribuirla a sus propios méritos, sino a una gracia
especial de Cristo: y si no responden a ella con el pensamiento, las palabras y las obras, lejos de salvarse, serán juzgados
con mayor severidad (Lg 14).

El impacto de los cristianos en la sociedad no se mide dinero o en éxito, sino en el servicio que ellos ofrecen
a la sociedad, a la comunidad, porque el principal objetivo de los cristianos es servir para la construcción
del Reino de Dios. Se espera que quienes “viven en Cristo den un testimonio muy creíble de santidad y
compromiso” (DA 352). Porque su misión como discípulos misioneros es compartir con otros su alegría
de ser enviados, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, de hacer realidad el amor y el
servicio en la persona de los más necesitados (cf. DA 278 e)).

En resumen, somos hermanos en la Iglesia de Dios porque todos somos hijos de un mismo Padre,
por lo tanto, todos somos miembros de un solo cuerpo. La hermandad que existe entre nosotros nos viene
de la gracia de Dios, quien ha querido que por la sangre de su Hijo Jesucristo nosotros formemos por igual
parte de este gran misterio de amor. A nosotros nos toca corresponder a ese amor tan grande que Dios nos
tiene, con la coherencia en nuestras vidas, con la donación fraternal a nuestros semejantes, con nuestros
esfuerzos por vivir en la Iglesia como un sacramento universal, en fin, por llevar la Buena Nueva de Dios
por todo el mundo.

Actividades
Cada persona busque algún objeto o cosa material que le recuerde una cualidad de su familia. Después,
conversen todos de la relación existente entre ese objeto y sus familias. ¿Qué te recuerda?, ¿qué mociones
provoca en ti? Intenten destacar la mayor cantidad de dones y reconozcan juntos cuál es la tarea de las
familias cristianas en la sociedad y cómo ponerla en práctica.

66
Preguntas
1. ¿Por qué a la familia se le identifica como Iglesia doméstica?
2. Menciona algunos de los peligros a los que se ven expuestas las familias latinoame-
ricanas. Identifica algunos de los apoyos que pueden recibir las familias latinoamericanas desde la
realidad eclesial.

Comenta cuáles serían algunos de los retos a los que están llamadas nuestras familias en el Continente
latinoamericano.

67
“Como
María,
compartamos
nuestra

TEMA 5
fe con
alegría”

68
68
Espiritualidad
propia del
discípulo
misionero de
Jesucristo

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70
Objetivo
Que los discípulos y misioneros de las diferentes Iglesias particulares de México reflexionen
sobre los elementos de una auténtica espiritualidad misionera a fin de que, en la búsqueda
del verdadero anuncio del Evangelio «a todas las gentes», viva plenamente su vocación particular
en una dimensión misionera.

Lectura bíblica: Rom 6,1-14


¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo!
Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados
en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?

Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue
resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.
Porque si hemos injertado en él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos por una resurrección
semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido el cuerpo de
pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado.

Pues el que está muerto, queda librado del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte
no tiene ya señorío sobre él.

Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así
también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias. Ni hagáis ya
de vuestros miembros instrumentos de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a
Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como instrumentos de justicia al servicio de Dios.
Pues el pecado no dominará ya sobre vosotros, ya que no estáis bajo la ley sino bajo la gracia.
Palabra de Dios

Oración
Padre eterno, tú que nos invitas a la perfección viviendo en santidad, danos sabiduría y entendimiento para
crecer desde tu Palabra; fortalece nuestro espíritu para que, a ejemplo de tu Hijo, vivamos nuestra espiritualidad
desde los valores del Reino y, así, seamos testigos fieles de tu amor por los que más sufren. Te lo pedimos a ti, que
siendo Dios vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Desarrollo
La espiritualidad cristiana nace del encuentro con la persona viva de Jesucristo, y con él germina una nueva
forma de vivir, un nuevo estilo de vida, una nueva espiritualidad; de este encuentro nace un discípulo
misionero de Jesucristo. Aparecida remarca que

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el acontecimiento de Cristo es… el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo: no se
comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” Esto es justamente lo que, nos muestran
el evangelio como el inicio del cristianismo: un encuentro de fe con la persona de Jesús (cf. Jn 1,35-39) (DA 243).

Este encuentro se alimenta mediante la constante escucha del Maestro quien nos prepara para ser
enviados.

“Subió al monte y llamó a los que él quiso;” (Mc 3,13) esta cita nos recuerda que debemos ser
conscientes de lo que implica ser llamado por Dios. No es que uno decida o que uno quieras ser discípulo
de Jesús, lo cual también es importante, sino que antes de este querer está el «ser llamado» por Jesús, lo cual
es un don, una gracia, un privilegio al que hay que responder con generosidad.

Para ser discípulo de Jesucristo se debe ser llamado por Él, no es que yo quiera sino que necesariamente
debe haber un llamado; luego entonces el discípulo misionero se cuestiona constantemente sobre “¿qué
estilo de vida hay que adoptar en el ejercicio de la misión?”1. Ésta es la pregunta que fundamenta, perfila,
guía y orienta a la espiritualidad propia del discípulo misionero de Jesucristo.

Recordemos que la espiritualidad del discípulo misionero “refleja el estilo de vida del apóstol que
se debe renovar constantemente” (Ag 24), estilo de vida inspirado según el Espíritu de Cristo; “su misión es
manifestar el inmenso amor del Padre, que quiere que seamos hijos suyos” (DA 348), por eso, el modo de vida
del discípulo misionero, que quiere responder generosamente al llamado que Jesús le hace, tiene que reflejar el
inmenso amor del Padre con su modo de vivir, siendo auténticos testigos de la verdad, de la vida y del amor.

La espiritualidad del discípulo misionero debe ser un modo de vida que atraiga, no con lo que se
diga con las palabras sino por las acciones que realice —testimonio—. Por eso, la espiritualidad del discípulo
misionero requiere, sobre todo, discípulos dispuestos a ser santos “dispuestos a cualquier sacrificio”, como
lo pedía san Daniel Comboni a sus misioneros, que testimonien, sobre todas las cosas, el amor que Dios
tiene para con los más pobres, con la viuda, con el huérfano, con el extranjero, con los más alejados (cf.
Lc 4,18ss), dando una entrega generosa y total de su vida al servicio del Reino y al anuncio de Jesucristo a
todas las gentes.

¡Quienes son llamados por Jesucristo se alegran porque han sido llamados, no por méritos propios
sino por gracias de Dios, a colaborar en la construcción de su Reino, y ser conscientes de que “llevamos
este tesoro en recipientes de barro” (2 Co 4,7) como bien nos lo recuerda san Pablo! Teniendo como fin un
estilo de vida, una «espiritualidad» que “es para y desde la misión” (DA 348), sin duda, habría cristianos
más responsables y más comprometidos con el mandato misionero de anunciar y hacer discípulos para
Jesús, habría mayor compromiso en vivir e instaurar como forma de vida los valores del Reino —verdad y
vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz— y configurarse en la persona de Cristo.

1. Crecer desde la Palabra de Dios


La Palabra de Dios es la sal que da sabor a la vida espiritual de los discípulos misioneros, y “es, con la
Tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora” (DA 247). Por eso, todo aquél
1 Esquerda, Juan, “Espiritualidad Misionera”, en La misionología hoy, Obras Misionales Pontificias, Madrid 1987, p. 566.

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que quiera ser un auténtico discípulo misionero no puede olvidar la meditación, estudio y práctica de la
Palabra que se encuentra principalmente en las Sagradas Escrituras, porque “desconocer la Escritura es
desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo” (DA 247).

El discípulo misionero de Jesucristo siempre está aprendiendo, y, una de las principales fuentes de
este aprender, de este crecimiento, de la cual alimenta su espiritualidad, es la Palabra de Dios. Ya Aparecida
nos enfatiza que “en su Palabra y en todos los Sacramentos, Jesús nos ofrece un alimento para el camino”
(354). Este crecer desde la Palabra debe ser recurrente en la espiritualidad de todo discípulo misionero,
pues “ella ilumina la mente y moldea los corazones —de los discípulos misioneros— para el ejercicio de la
caridad fraterna y de la justicia” (DA 316).

Así pues, la importancia que tiene la Palabra en la vida del que sigue a Cristo es esencial, pues es
a partir de ella que el discípulo misionero orienta sus acciones, fortalece su fe, y comparte su vida con
aquellos a los que es enviado. Por tanto, la Palabra de Dios, para el discípulo misionero, se vuelve “faro de
su camino y su actuación en la única Iglesia de Cristo” (DA 180).

Crecer desde la Palabra es un don que nos regala el Padre “para el encuentro con Jesucristo vivo,
camino de auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad” (DA 248). Se convierte así, la
Palabra revelada, en “fuente de evangelización” (DA 248) y fortaleza en los desafíos y retos que vive el
discípulo misionero en la misión.

A un discípulo misionero que no se nutre con el pan de la Palabra, sin duda que le será más difícil
y casi imposible llevar a cabo la misión del Señor. Por eso, en el horizonte de una espiritualidad, entendida
como estilo o modo de vida del auténtico discípulo misionero según el Espíritu de Cristo, no se puede
dejar al margen la meditación, el estudio y la práctica de la Palabra, pues es a partir de ella que se da un
crecimiento sólido en el amor a Dios, concretizado en el servicio al enfermo que sufre, a la viuda que llora,
al huérfano desamparado y al pobre hambriento de justicia.

73
Hay que tener cuidado de que “la Palabra divina no se reduzca sólo a nociones, sino que sea en
verdad espíritu y vida que ilumine y alimente toda la existencia” (DA 323). Y así, nos ayude a descubrir
y vivir en lo ordinario de la misión los valores del Reino que enriquecen la espiritualidad del discípulo
misionero.

Terminamos este aparto unidos a nuestros Obispos dando gracias a Dios porque “su Palabra nos
enseña que, a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, unido a
la oración, sirve no sólo al progreso terreno, sino también a la santificación personal y a la construcción del
Reino de Dios” (DA 121).

2. Los valores del Reino


Uno de los puntos fundamentales que no debe de perder de vista la espiritualidad misionera es hacer
realidad el Reino de Dios, Reino que Cristo mismo anunció, Reino que en Él se hizo presente y sólo en Él
ha llegado a su cumplimiento, como nos lo recuerda el papa Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris missio:
“Sobre todo, el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien
vino «a servir y a dar su vida para la redención de muchos» (Mc 10,45)” (Rmi 18).

Los discípulos misionero de Jesucristo viven los valores del Reino porque saben que “el Reino tiende
a transformar las relaciones humanas y se realiza progresivamente, a medida que los hombres aprenden a
amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente”(Rmi 15). Saben que “el Reino de Dios es la manifestación y
la realización de su designio de salvación en toda su plenitud… se percatan de que el Reino ya está presente
en la persona de Jesús” (Ib.). Por eso, se esfuerzan en continuar la construcción del Reino de Jesús a partir
de algo muy concreto: su modo de vida —espiritualidad—.

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Los valores del Reino: verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz2 son
vividos cotidianamente por los discípulos misioneros. Así, enriquecen y dan sentido pleno
a su espiritualidad que, como ya dijimos, es el estilo o modo de vida según el Espíritu de
Cristo3. Así, los discípulos misioneros de Jesucristo, a semejanza de su Maestro, muestra los
valores como camino creíbles que conducen al mismo Cristo. Pues “Él se manifiesta como
novedad de vida y de misión en todas las dimensiones de la existencia personal y social” (DA 13).

Los discípulos misioneros viven en la verdad y en la vida. Por el modo de vida manifiestan y dan
testimonio de esta Verdad que es Cristo, Verdad que derrumba las más grandes mentiras y hace libres a los
discípulos misioneros. Ellos viven en la Verdad y escuchan atentamente al Espíritu Santo porque saben que
él “os guiará hasta la verdad completa” (Jn 16,13) Por eso, los discípulos misioneros, al vivir en la verdad,
también defienden la vida que «Cristo nos ha traído», una vida que plenifica al hombre. “Esa es la vida
—dicen nuestros Obispos— que Dios nos participa por su amor gratuito, porque «es el amor que da la
vida». Estos caminos de vida fructifican en los dones de verdad y de amor que nos han sido dados en Cristo
en la comunión de los discípulos y misioneros del Señor” (DA 13).

Los valores de santidad y gracia son también requisitos indispensables en el estilo de vida o
espiritualidad que llevan los discípulos misioneros, valores que son realización y meta a la cual aspira
el ser humano. La gracia es un don especial (cf. RMa 8), “es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos
da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf. Jn 1,12-18), hijos adoptivos (cf. Rm 8,14-
17), partícipes de la naturaleza divina (cf. 2 P 1,3-4), de la vida eterna (cf. Jn 17,3)” (Cat. I. Cat. 1996).
“Es participación en la vida de Dios” (Cat. I. Cat. 1997). Por eso, estos valores son indispensables en la
espiritualidad del discípulo misionero.

Si bien, “el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor
misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores” (DA 147), es alguien que camina hacia
la santidad. Cuando los discípulos misioneros viven esta santidad en la misión los hace comprender mejor
al mundo, los hace salir de sí mismos y comprender al otro desde su realidad porque “la santidad no es una
fuga hacia el intimismo o hacia el individualismo religioso, tampoco un abandono de la realidad… mucho
menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente espiritual” (DA 148). Es indispensable
también la vivencia de los valores de justicia, amor y paz que los discípulos misioneros viven. Valores que
son signos de la llegada del Reino. La vivencia de estos valores hace sentir la proximidad que tiene la Iglesia
con el pueblo. Por eso, los discípulos misioneros se esfuerzan por construir “una sociedad fundamentada en
la justicia y en la paz” (DA 550).

Así, pues, los discípulos misioneros viven coherentemente, en medio de este mundo, los valores
del Reino que Cristo vivió, porque saben que han sido llamados a ser testigos de la Buena Nueva, han
sido llamados “a ser instrumentos de su Reino de amor y de vida, de justicia y de paz, por el cual tantos se
sacrificaron” (DA 24). Ellos saben que Jesús está en “los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la
paz y por el bien común”.

La espiritualidad de los discípulos atrae a los demás por su compromiso con la sociedad, por su
testimonio de entrega y generosidad por los que más sufren, por su fidelidad con la Iglesia y por su confianza
2 Cf. Prefacio del XXXIV Domingo del tiempo ordinario, Fiesta de Cristo Rey.
3 Nuestros Obispos nos recuerda que “la vida en el Espíritu no nos encierra en una intimidad cómoda, sino que nos
convierte en personas generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos con los rec-
lamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo”
(DA 285). Esa es la acción de una espiritualidad guiada e inspirada en la vida de Cristo.
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total de saberse acompañados y guiados por el Maestro. Saben que vivir y mostrar los valores del Reino
es fundamental en la acción evangelizadora de la Iglesia, porque “sin valores no hay futuro, y no habrá
estructuras salvadoras, ya que en ellas siempre subyace la fragilidad humana” (DA 385).

Finalmente, podemos decir que vivir los valores del Reino es prioritario en el modo de vida que
adoptan los discípulos misioneros, porque

ser discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir evangélicamente
y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a
trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano (DA 384).

3. Llamados a la santidad
El discípulo misionero se alimenta con los sacramentos, en especial con la Eucaristía, pues ella es “el centro
vital del universo, capaz de saciar al hombre de vida y felicidad” (DA 354). La Eucaristía se vuelve elemento
fundamental en el camino hacia la santidad, a la cual están llamados todos los discípulos misioneros; ella es
Pan de Vida que sostiene, alienta y fortalece al discípulo misionero en su misión de hacer presente el Reino
de Dios entre los seres humanos, porque “es fuente y culmen de la vida cristiana, su expresión más perfecta
y el alimento de la vida en comunión” (DA 158).

Así pues, no puede haber acción misionera realizada por el discípulo de Cristo que no dé abundantes
frutos cuando se vive ardientemente la vida sacramental, especialmente el sacramento de la eucaristía, que
la Iglesia celebra asiduamente, pues es en ella que “se nutren las nuevas relaciones evangélicas que surgen
de ser hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas en Cristo. La Iglesia que la celebra es «casa y escuela
de comunión» donde los discípulos comparten la misma fe, esperanza y amor al servicio de la misión
evangelizadora” (DA 158).

Así, al participar de esta misión, “el discípulo camina hacia la santidad”. Santidad que se refleja
y se reconoce en su modo de vivir los valores del Reino, pues se desprende de sí mismo y va en busca
del necesitado como su Maestro. “Por eso, la santidad no es una fuga hacia el intimismo o hacia el
individualismo religioso” (DA 148), sino un compartir en la fraternidad que hace “visible —a todos— el
amor misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores” (DA 147). Por eso, el discípulo
misionero hace de la Eucaristía parte de su modo de vida que le hace ser testigo fiel del mensaje de Jesucristo.
Pues de él “se espera un testimonio muy creíble de santidad y compromiso” (DA 352).

Recapitulando brevemente, podemos decir que la espiritualidad del discípulo misionero se


alimenta de la Palabra y vive profundamente los valores del Reino. No debemos olvidar que es también
una espiritualidad que atrae por la intensidad como es vivida; porque el discípulo misionero respeta la
vida, lucha por un mundo justo, se esfuerza por construir la paz, devela la verdad e impregna del amor de
Dios y del amor del que lo vive. La espiritualidad, como modo de vida, no es pura y llana acción, sino que
necesariamente debe haber contemplación. Tampoco es una pura contemplación porque la contemplación
lleva a la acción evangelizadora de construir el Reino de Dios.

Una espiritualidad que desde la acción-contemplación promueve la vida del ser humano, es una
verdadera espiritualidad, es decir, vivida en el Espíritu, quien nos impulsa, guía y convierte “en personas
generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos con los
76
reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo significado a todo lo que nos
toca hacer por la Iglesia y por el mundo” (DA 285).

Seamos, pues, discípulos misioneros con un modo de vida que refleje y exprese el
sentirnos amados y bendecidos por nuestro Dios. Seamos discípulos misioneros, verdaderos
testigos de los valores del Reino de Dios que, alimentados por la Palabra y el Pan de vida, no tengamos
miedo de anunciarlo a toda la creación.

Actividades:
Cada integrante del equipo de trabajo deberá identificar en el Tema 5 una característica propia de la
espiritualidad del discípulo misionero y argumentar las razones por las cuales eligió esa característica.

Al final redacten las cinco características más importantes de la espiritualidad del discípulo misionero.
Escríbelas aquí:
1.
2.
3.
4.
5.

Preguntas
1. Reflexiona e identifica por qué decimos que la espiritualidad cristiana nace del encuentro con la
persona viva de Jesucristo.

2. ¿Por qué decimos que el elemento central de la espiritualidad misionera es el Reino de Dios?

La espiritualidad misionera se basa en dos columnas: la contemplación y la acción. Comenta cuáles son los
desafíos para estos dos elementos en la vida de los discípulos misioneros de nuestra patria.

77
Historia de los Congresos N a

Las Obras Misionales Pontifi ci

Estadísticas acerca de la situ a

78
78
Anexos
N acionales

fi cio Episcopales de México

tu ación mundial de la misión de la Iglesia

“Como María,
compartamos nuestra
fe con alegría” 79
79
Historia de los Congresos
Nacionales Misioneros
México fue pionero en la organización y realización de los Congresos Misioneros. En el año de 1942, Mons. Rafael
Vallejo Macouzet, entonces responsable de las Obras Misionales Pontificias de la Propagación de la Fe y de San Pedro
Apóstol, innovó el campo de la animación misionera en México con la organización del primer Congreso Nacional
Misionero. Desde entonces, la Iglesia mexicana ha venido celebrando periódicamente estos Congresos para avivar el
espíritu misionero de todo el pueblo de Dios.

Importantes conclusiones se han obtenido de estos Congresos, conclusiones que han afectado positivamente
a la vida de la Iglesia mexicana. Entre estas conclusiones destacan por su propio peso aquéllas que propiciaron
la fundación del Seminario Mexicano de Santa María de Guadalupe para las Misiones Extranjeras, la fundación
del Instituto de Misioneros Seglares (IMIS) y la construcción y puesta en marcha del Centro Latinoamericano de
Animación y Espiritualidad Misionera (CLAEM).

I CONGRESO NACIONAL DE MISIONES


Sede: Guadalajara, Jal.
Fecha: del 01 al 15 de noviembre de 1942
Lema: “Id y enseñad a todas las naciones de la tierra”

En general, la temática de este I CONAMI giró alrededor del espíritu de oración y sacrificio que debe informar la
vida de los miembros de la Pía Unión Misional del Clero (PUMC). Uno de los frutos adquiridos de este Congreso
y nunca olvidados por la Iglesia mexicana fue la fundación del Seminario Mexicano de Santa María de Guadalupe
para las Misiones Extranjeras (Misioneros de Guadalupe). Entre las conclusiones de las mesas de estudio que tuvieron
lugar en este Congreso resaltan:
a) La iniciativa para la fundación de becas a favor del Clero Nativo
b) El proyecto de extender la PUMC a toda la república
c) Dar mayor realce e impulso a la celebración de la Jornada del Dolor entre los enfermos
d) La fundación de un Seminario Mexicano de Misiones

II CONGRESO NACIONAL MISIONERO


Sede: Puebla, Pue.
Fecha: del 25 al 29 de septiembre de 1947
Lema: “Que te adore toda la tierra”

La Arquidiócesis de Puebla se engalanó recibiendo a organizadores y congresistas. El entonces Arzobispo de Puebla,


el Excmo. Sr. Dn. Octaviano Márquez y Toríz, dirigió espléndidamente el tan esperado segundo Congreso Nacional
Misionero. La gran sorpresa del Congreso fue la asistencia del Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias
de España, el Ilmo. Sr. Dn. Ángel Sagarminaga. La temática principal giró en torno a la difusión de la misión por
los miembros de la PUMC en la predicación, la catequesis y el confesionario. Al final del Congreso, las conclusiones
fueron las siguientes:
a) Lanzar la iniciativa de una pequeña cooperación económica de cada socio para ayuda del Seminario Mexicano
de Santa María de Guadalupe para las Misiones Extranjeras
b) La celebración anual del “Día de las Vocaciones”
c) Promover la aplicación de las Misa perenne por las Misiones
d) La organización de dos o tres días de Cursillos Misionales

80
III CONGRESO NACIONAL MISIONERO
Sede: Monterrey, N. L.
Fecha: del 12 al 16 de noviembre de 1952
Lema: “Que resplandezca la luz de Cristo”

El objetivo de este Congreso fue promover la misión de la Iglesia en los seminarios, casas de formación y, por
supuesto, en las familias cristianas. El Arzobispo Mons. Guillermo Tritschler y Córdoba fue el encargado de presidir
este Congreso, que se vio engalanado con la presencia de dos distinguidos invitados: el Emmo. Sr. Cardenal de
la Habana, Dn. Manuel Arriaga y Betancourt, y el Presidente Internacional de la Obra Pontificia de la Infancia
Misionera, que tenía su sede en París. Un importante trasfondo de este Congreso fue “María, Reina de las misiones”.
En las conclusiones se propuso que:
a) en todas las parroquias florecieran las tres Obras Misionales Pontificias: la Propagación de la Fe, la de San
Pedro Apóstol y la Santa Infancia;
b) se promoviera la visita del Consejo Diocesano a las parroquias;
c) que los seminaristas de teología se inscribieran también en la Pía Unión Misional del Clero;
d) y, por último, fundar la Obra de San Pedro Apóstol, en los filosofados de todos los seminarios del país.

Además, se hicieron las siguientes sugerencias:


a) Pedir que la PUMC sea declarada Obra Pontificia.
b) Agregar a las Letanías Lauretanas la invocación: “Regina missionum” (Reina de las misiones), “ora pro nobis”
(ruega por nosotros).

IV CONGRESO NACIONAL MISIONERO


Sede: México, D. F.
Fecha: del 18 al 25 de enero de1959
Lema: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”

A la capital del país le tocó ser la sede del IV Congreso Nacional Misionero. El Emmo. Sr. Cardenal de México Dn.
Miguel Darío Miranda y Gómez logró reunir en la Catedral de Metropolitana a un sin fin de fieles que tuvieron
presente la misión de la Iglesia. A este Congreso asistió como Delegado Pontificio el Emmo. Sr. Cardenal de
Guadalajara Dn. José Garibi Rivera. Algo digno de destacar es que durante este Congreso se impartieron temas
misionales en todas las parroquias.

El sector de las religiosas sugirió que el Curso de Formación Misional, que ya se impartía en Guadalajara y
en México, se extendiera también a otras ciudades como Monterrey, León y Mérida, con el fin de que abarcara las
principales regiones de la República. En lo que respecta a la exposición misionera, ésta logró recibir a cerca de 600
mil visitantes. Se consideran frutos de este IV Congreso:
a) La profundización a nivel nacional del espíritu misional
b) La extensión de la idea misional a todos los sectores eclesiales
c) La penetración franca de este espíritu en seminarios y casas de formación

V CONGRESO NACIONAL MISIONERO


Sede: Guadalajara, Jal.
Fecha: del 9 al 13 de noviembre de 1966
Lema: “La Iglesia enviada por Dios a las naciones”

Por segunda vez, la ciudad de Guadalajara se convirtió en sede del Congreso Nacional Misionero El Emmo. Sr.
Cardenal de Guadalajara Dn. José Garibi Rivera participó no sólo como Delegado Pontificio sino también como

81
anfitrión. La temática giró alrededor del decreto “Ad gentes divinitus”, del Concilio Vaticano II, y se retomaron los
siguientes aspectos:
a) La misión de la Iglesia
b) La visión global del mundo
c) Las exigencias misionales
d) Respuesta del V Congreso Nacional Misionero al decreto “Ad gentes divinitus”

Al final, se concluyó:
a) en la necesidad de un intercambio y colaboración del plan nacional y diocesano entre los organismos que
colaboran con la obra misionera;
b) gestionar el Texto Único Oficial de Catequesis con un verdadero sentido misional;
c) insistir en el nombramiento del Director Diocesano de Misiones para la promoción de coordinación de la
actividad misionera en el plan diocesano y parroquial;
d) y en nombrar en cada casa religiosa una encargada de la actividad misional.

VI CONGRESO NACIONAL MISIONERO


Sede: San Luis Potosí, S. L. P.
Fecha: del 19 al 21 de noviembre de 1972
Lema: “Vivir la fe para irradiar la fe”

El 18 de octubre se celebró en la ciudad de San Luis Potosí el VI CONAMI. El comité organizador estuvo dirigido
por Mons. J. Antonio Peñaloza y por el padre Agustín Pelayo, mccj —Director de la revista Aguiluchos y Secretario
Nacional de la Obra de la Propagación de la Fe y de la OSPA—. Para este VI Congreso Nacional Misionero asistieron
además el Emmo. Sr. Cardenal de México Dn. Miguel Darío Miranda y el Excmo. Sr. Delegado Apostólico Dn.
Guido del Mestri. La finalidad de este Congreso fue crear conciencia de la responsabilidad de la vocación misionera
que nace de la vocación cristiana. La temática estuvo integrada de la siguiente manera:
a) Fe y salvación
b) Fe y compromiso cristiano
c) La Iglesia, signo escatológico
d) La Iglesia misionera
e) Concreción del compromiso misionero

Unas de las iniciativas que se tomaron fueron la promoción de una mayor unidad entre los Directores Diocesanos
de las Obras Misionales Pontificias y la solicitud de que los Obispos nombraran Vicarios Episcopales de Misiones
a sacerdotes que, teniendo el carisma vocacional misionero, celosamente se entregaran a trabajar en las OMP. Los
principales frutos del VI CONAMI fueron:
a) La mentalización de los congresistas, a fin de que cada uno fuera misionero en su propio oficio, no sólo con
su testimonio, sino también con su palabra
b) La decisión —aunque faltaba aún la aprobación definitiva por parte del Episcopado— de fundar un centro
nacional para formar misionero seglares
c) La decisión de los Obispos presentes de establecer y potenciar las Obras Misionales Pontificias en sus dióce-
sis y parroquias, y de fomentar las vocaciones en favor de todos los institutos y congregaciones misioneros

Finalmente, se concluyó lo siguiente:


a) Llevar a cabo un intercambio epistolar con seminaristas de otros lugares, a nivel de “Opus missionum”
b) La disposición de los Obispos a ceder algún sacerdote para que trabaje en tierras de misión
c) Aprobar la iniciativa de crear un instituto en México para misioneros seglares.

El Excmo. Sr. Dn. Estanislao Alcaraz Figueroa, Arzobispo de Morelia y Presidente General del VI Congreso, comentó
lo siguiente:

82
En algunos Congresos han surgido iniciativas tan importantes como la creación del
Seminario para Misiones Extranjeras. En este Congreso se siente fuertemente la inquietud
por la creación de un centro misionero para laicos. Todos los Obispos presentes en el
Congreso están de acuerdo en ello. Así que presentaremos y apoyaremos esta iniciativa en
el seno de la Conferencia Episcopal Nacional.

VII CONGRESO NACIONAL MISIONERO Y I CONGRESO


INTERNACIONAL LATINOAMERICANO
Sede: Torreón, Coah.
Fecha: del 20 al 23 de noviembre de 1977
Lema: “La Iglesia, sacramento universal de salvación”

En 1977 nuestro país festejó el VII Congreso Nacional Misionero y al mismo tiempo vio el nacimiento del I Congreso
Internacional Latinoamericano. Los principales promotores de este evento misional fueron: la Conferencia del
Episcopado Mexicano a través de la Comisión Episcopal de Misiones; la Sagrada Congregación para la Evangelización
de los Pueblos a través de la Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificio Episcopales de México; y, sobre
todo la comunidad eclesial de la Diócesis de Torreón, quien se preparó con esmero y prestó eficazmente los servicios
necesarios para el desarrollo de todos los actos del Congreso.

Por su parte, la Dirección Nacional de OMPE impartió a los coordinadores de las mesas de estudio unas
lecciones de dinámicas de grupos y de clarificación de los conceptos de ‘evangelización’, ‘misión’, ‘Iglesia local o
particular’ e ‘Iglesia universal’, ‘animación y cooperación misionera’, etcétera.

El Emmo. Sr. Cardenal Dn. Angelo Rossi asistió como enviado especial del Santo Padre, el Papa Paulo
VI, pero también lo hizo por la enorme estima que tenía hacia las Obras Misionales de México y hacia su Director
Nacional de ese entonces, Mons. José Enrique Mejía Razura. Mons. Angelo Rossi expresó en aquella ocasión: “La
razón es clara: México tiene que dar ya el estirón definitivo a las misiones, ofrecer a aquellas tierras que no han
recibido el anuncio evangélico y en las cuales la Iglesia no se ha implantado”.
Los actos del Congreso estuvieron divididos en tres tipos
a) Actos litúrgicos
b) Actos ilustrativos
c) Actos recreativos

Hubo, desde el día de la inauguración hasta la clausura, solemnes eucaristías concelebradas con un sin fin de sacerdotes
llegados de todo el mundo. Destacó en particular la misa celebrada por el Cardenal Rossi.

Las Conferencias se dictaron en el Auditorio Municipal, sede del Congreso; estuvieron a cargo el Emmo. Sr.
Cardenal Dn. Jaime L. Sin, Arzobispo de Manila; el Excmo Sr. Dn Carlos Quintero Arce, Arzobispo de Hermosillo,
Son.; el Excmo. Sr. Roger Aubry, Presidente del Departamento de Misiones del CELAM; el Ilmo Mons. Juan
Esquerda Bifet, Srio. Internacional de la PUM y Director del Centro de Animación Misional en Roma; y del Ilmo.
Mons. Enrique Mejía Razura, Director Nacional de OMPE México. Los frutos de este Congreso a nivel internacional
fueron:
a) La celebración del Congreso Panasiático, celebrado en Manila, Filipinas, en diciembre de 1979
b) La aprobación de fundar el primer Centro Latinoamericano de Animación y Espiritualidad Misioneras
(CLAEM), junto a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. La construcción del edificio
daría inicio en diciembre de 1980, pero aun sin contar con el edificio, hasta enero de 1981 se han realizado
los siguientes cursos de animación y espiritualidad misioneras a nivel latinoamericano:
1. Tlaxcala, Tlax. del 17 de julio al 18 de agosto de 1978
2. Tepatitlán, Jal. del 16 de julio al 15 de agosto de 1979

83
3. Cuernavaca, Mor. del 07 de julio al 03 de agosto de 1980
4. Tlaxcala, Tlax. del 17 de julio al 15 de agosto de 1981
c) La determinación de realizar Congresos Misioneros Latinoamericanos cada 5 años, siendo elegida la Diócesis
de Tlaxcala, México, como sede para el II Congreso Misionero Latinoamericano, en noviembre de 1982.

Entre los frutos a nivel nacional destacan:


a) El incremento del número de vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras.
b) El desarrollo de las iniciativas emprendidas para la fundación oficial del Instituto de Misioneros Seglares
(IMIS).
c) Un avance en el incremento del número de agentes de evangelización en la animación misionera, a fin de
que en todas las Diócesis de México pudiera existir el Director Diocesano de Misiones, y en varias casas
religiosas existe una Delegada de Misiones.
d) Gracias a las aproximadamente 400,000 revistas de carácter misionero que tanto la Dirección Nacional de
las OMPE como los institutos misioneros distribuyeron en México, además de otros servicios de animación
misionera, se ha llegó a una mayor toma de conciencia en el Pueblo de Dios respecto a lo siguiente:
1. celebraciones litúrgicas con sentido misionero;
2. inscripción de enfermos a la Unión de Enfermos Misioneros;
3. fundación de becas a favor del clero nativo; y
4. devoción a la Santísima Virgen María traducida en el rezo del Santo Rosario Misionero.

Los frutos a nivel diocesano:


a) Incremento de vocaciones sacerdotales y religiosas
b) Unidad de todos los fieles y de los movimientos apostólicos, hacia una meta común
c) Algunas comisiones y personas que colaboran en el Congreso, aún después de él, prestan servicio en aconte-
cimientos eclesiales que se desarrollan en la diócesis.
d) Enriquecimiento espiritual de la Iglesia local, al proyectarse como Iglesia misionera.

VIII CONGRESO NACIONAL MISIONERO Y II CONGRESO


MISIONERO LATINOAMERICANO
Sede: Tlaxcala, Tlax.
Fecha: del 21 al 25 de noviembre de 1983
Lema: “Con María, misioneros de Cristo”

El II Congreso Misionero Latinoamericano (II COMLA) realizado en Tlaxcala seguiría celebrándose en nuestro
país coincidiendo esta vez con el VIII CONAMI. Este Congreso fue sin duda uno de los Congresos Misioneros más
esperados por la comunidad cristiana. El Excmo. Sr. Obispo de Tlaxcala, Dn. Luis Munive Escobar recientemente
concluía con su periodo de trabajo (1973-1979) como Presidente de la Comisión Episcopal de Misiones y tuvo a
bien ser el principal organizador de este Congreso Misionero.

La preparación del II COMLA había sido intensa, sobre todo por la figura del proyecto “Todo hombre es
mi hermano”. Desde noviembre de 1979 había sido aceptado con gusto y buscaba la formación de 14 equipos de
sacerdotes y religiosas que, representando a las 14 regiones pastorales que conformaban la República Mexicana de ese
entonces, partieran a la causa misionera ad gentes. Los países a los que se destinaba esta oblación eran Angola, Kenya,
Ecuador y Perú. Para este proyecto, fueron solicitados un total de 212 misioneros —79 sacerdotes, 125 religiosas, 2
religiosos y 6 seglares— (cf. Ad gentes, Año XIII, No. 160, pp. 12-16).

84
IX CONGRESO NACIONAL MISIONERO
Sede: Toluca, Edo. Méx.
Fecha: del 26 al 30 de abril de 1987
Lema: “Cada bautizado, un misionero”

Con el objetivo de “impulsar a las Iglesias particulares de México para que, con motivo del V Centenario de su
Evangelización, realicen el propósito expresado en Puebla de proyectarse más allá de sus fronteras” se realizó el IX
CONAMI en el Estado de Toluca. La meta perseguida contemplaba, entre otras cosas, que cada participante se
convirtiera en difusor de la doctrina y experiencia del Congreso, así como que cada Iglesia local preparara y enviara
misioneros Ad Gentes.

La presidencia de este Congreso estuvo a cargo del Emmo. Sr. Cardenal de México Dr. Dn. Ernesto Corripio
Ahumada, del Excmo. Sr. Dr. Dn. Girolamo Prigione, Delegado Apostólico, y del Excmo. Sr. Dr. Dn. José Trinidad
Sánchez, Secretario de la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos. La Coordinación general
dependió del Pbro. Gerardo Menchaca, Director Diocesano de OMPE, y de Mons. Samuel Marín, Canciller de la
Curia de Toluca.

La apertura del evento y la solemne Misa se realizaron en el Seminario Diocesano, presidiendo el Cardenal
Corripio. Posteriormente dieron inicio las animaciones para los participantes, se entonó el himno del Congreso y
el Excmo. Sr. Dn. Sergio Obeso Rivera pronunció un discurso de apertura que motivó a los participantes. Acto
seguido tuvo lugar un intermedio musical que sirvió para preparar la lectura del Excmo. Sr. José Trinidad Sánchez,
quien expuso un mensaje de Su Santidad Juan Pablo II. El día cerró con una exposición misionera. En los días
subsecuentes se dio uso a las subsedes —instaladas en el mismo Seminario Diocesano— con la exposición de los
temas del CONAMI:
a) El bautizado tiene un compromiso que ha de vivir en la comprensión, celebración y difusión de la fe. No
se puede ser auténtico cristiano de vida consagrada si no se participa cada vez mejor en la difusión del
Evangelio (cf. Lg 44).
b) Nuestra cultura y religiosidad popular mexicana son elementos básicos que el bautizado ha de emplear en la
difusión de la fe. El obispo, el presbítero, el religioso y el laico tienen el deber fundamental de realizar una
acción misionera dentro de la diversidad de ministerios y carismas conforme a la constitución jerárquica del
Cuerpo Místico de Cristo.
c) La diócesis, y en ella la familia y parroquia, y la Dirección Nacional y Diocesana de OMPE son centros
preferenciales de la acción misionera. La Iglesia particular para implementar la acción misionera en las
Iglesias de reciente fundación debe suscitar, impulsar y organizar las Obras Misionales Pontificias dentro de
la pastoral diocesana.

El Congreso finalizó con la Solemne Misa de clausura que presidió el Excmo. Sr. Dr. José Sánchez. Él impuso los
crucifijos a los sacerdotes, religiosas y laicos que las Obras Misionales Pontificias, el Episcopado Mexicano y los
Misioneros de Guadalupe prepararon para la evangelización en diversos países. Mons. José Enrique Mejía Razura
finalizó con las conclusiones y las recomendaciones del IX CONAMI. El Congreso cerró con broche de oro: el
Excmo. Sr. Dr. Alfredo Torres Romero, dio un Discurso de Clausura.1

X CONGRESO NACIONAL MISIONERO


Sede: Tijuana, B. C.
Fecha: del 8 al 12 de octubre de 1990
Lema: “Iglesia: misión sin fronteras”

1 Cf. “Noveno Congreso Nacional Misionero”, en Ad Gentes, Año IX, No. 227, pp. 12-24.

85
En el mes de octubre del año 1990 se celebró con gran éxito, entusiasmo y fervor misionero el décimo Congreso
Nacional Misionero en la diócesis de Tijuana, con el objetivo de “responder desde una fe consolidada por una nueva
evangelización en nuestras Iglesias particulares a los desafíos actuales de la Misión Universal de la Iglesia”. Delegados de
casi todas las diócesis de la República se dieron cita en el X CONAMI: un total de 2 496 participantes entre obispos,
sacerdotes, religiosas y seglares.

El lunes 8 de octubre a las 16:30 horas dio comienzo el Congreso con una solemne ceremonia de apertura en
el Toreo de Tijuana, en donde el Excmo. Sr. Obispo Dn. Emilio Carlos Berlie Belaunzarán dio la bienvenida a todos los
congresistas. A continuación dio comienzo la concelebración eucarística presidida por el Excelentísimo Sr. Arzobispo
Dn. Adolfo Suárez Rivera, Presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana. En este mismo marco, el Excmo. Sr.
Obispo Dn. Alfredo Torres Romero, Presidente de la Comisión Episcopal de Misiones, dirigió un emotivo mensaje en
el que invitó a todos los participantes a sacar el mayor fruto posible del Congreso. Después de la solemne ceremonia de
apertura, Mons. Berlie hizo la inauguración de la exposición misionera. La exposición fue montada por varios institutos
misioneros del país.

Durante los días martes 9, miércoles 10 y viernes 11 trabajaron intensamente en siete subsedes obispos,
sacerdotes, religiosas, seminaristas, matrimonios, jóvenes y laicos en general: Los temas que se desarrollaron fueron los
siguientes:
a) Dimensión misionera de la Iglesia
b) Dimensión misionera de toda acción pastoral
c) Dimensión misionera de las acciones fundamentales y preferenciales de la Iglesia

Todos los días, al término de las labores, la Comisión Coordinadora y los responsables de cada subsede se reunían en
las oficinas generales del X CONIAM para hacer una evaluación y sacar la conclusión del día.

El viernes 12, nuevamente se dieron cita en el Toreo de Tijuana todos los congresistas en compañía de las
familias que los hospedaron, para la ceremonia de clausura con una solemne concelebración eucarística, presidida
ahora por el Excmo. Sr. Arzobispo Dn. José Trinidad Sánchez, Secretario de la Congregación para la Evangelización
de los Pueblos y Presidente del Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias en Roma. Antes de la homilía
Mons. Berlie dio lectura al saludo que Su Santidad el Papa Juan Pablo II envió por conducto de Mons. Sánchez a
todos los participantes y organizadores del X CONAMI. Al terminar la homilía Mons. Sánchez, hizo, a nombre de la
Conferencia Episcopal Mexicana, el emotivo envío de 70 misioneros a países de misión, principalmente de África y de
América Latina.
Al finalizar la Comunión el entonces Pbro. Jorge Arturo Mejía Flores de la Dirección Nacional de las Obras
Misionales Pontificias dio lectura a las conclusiones del X CONAMI. He aquí éstas:
a) Reforzar la evangelización dentro de la diócesis (ad-intra) para que cada nivel de la Iglesia se convierta en un
centro de acciones y vocaciones misioneras
b) Entrenar equipos misioneros y sacerdotes diocesanos voluntarios “Fidei domun” en lugares de nuestra diócesis
considerados como situaciones de misión
c) Lograr que las diócesis de la República mexicana preparen y envíen misioneros al mundo no creyente (ad gentes).

XI CONGRESO NACIONAL MISIONERO


Sede: León, Gto.
Fecha: del 25 al 29 de octubre de 1995
Lema: “En Cristo y con María vamos al mundo entero”

El tema de este Congreso estuvo orientado al estudio de la carta encíclica del Papa Juan Pablo II Redemptoris missio. El
objetivo general del XI CONAMI fue “reavivar la conciencia de nuestras Iglesias particulares en la responsabilidad de la
misión universal para que, en Cristo Rey y con Santa María de Guadalupe, México prosiga su compromiso de anunciar
el Evangelio a todas las gentes”.

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Las cifras que se registraron en este CONAMI son dignas de mención:
a) 28 obispos asistieron a la inauguración del Congreso; 15 estuvieron durante su realización
y 22 asistieron a la clausura.
b) Participaron 66 diócesis de todo el país, 93 congregaciones e institutos religiosos y/o
misioneros.
c) Asistieron 20 000 personas a la inauguración del Congreso, 8 961 participaron durante Congreso y 25 000
asistieron a la clausura, en el estadio Nou Camp.

XII CONGRESO NACIONAL MISIONERO


Sede: Morelia, Mich.
Fecha: del 25 al 28 de octubre de 2001
Lema: “Misión: primavera del Evangelio en el mundo”
El tema del XII CONAMI fue “La dimensión misionera de la pastoral diocesana a la luz de la Palabra de Dios y del
magisterio reciente de la Iglesia: respuesta a los desafíos del tercer milenio”. El objetivo general pone de manifiesto
una insistencia de la Iglesia mexicana hacia sus propias comunidades: “Reavivar la conciencia misionera de nuestras
Iglesias particulares, para que, en los inicios del nuevo milenio, podamos responder con mayor generosidad y eficacia
a los desafíos pastorales que el mundo de hoy y el mandato de Cristo nos platean”.

Siendo el primer CONAMI del tercer milenio, este Congreso significó un alto en el caminar de la Iglesia
misionera mexicana: era necesario preguntarse qué tipo de Congreso se quería realizar. Y así se hizo: se planteó la
pregunta llana y francamente, y se respondió lo siguiente:
a) Deseamos que sea un Congreso que aporte ideas nuevas a todos los agentes de pastoral de nuestra patria:
obispos, vicarios episcopales, coordinadores diocesanos de prioridades, presidentes nacionales y diocesanos
de movimientos apostólicos, superiores(as) y formadores(as) de congregaciones religiosas, etcétera.
b) Queremos un Congreso que conjugue, de manera equilibrada, el estudio, la reflexión, la oración, la convi-
vencia cristiana y la celebración de la fe para asumir compromisos concretos.
c) Queremos convocar a personas concretas de determinados sectores pastorales de las diócesis.
d) Queremos que todas las diócesis hagan un esfuerzo para preparar el Congreso en todos los niveles: parro-
quial, de decanato y diocesano.

XIII CONGRESO NACIONAL MISIONERO


Sede: Mérida, Yuc.
Fecha: del 30 de noviembre al 06 de diciembre 2005
Lema: “Con Cristo, en comunión, ¡vamos a la misión!”

El XIII Congreso Nacional Misionero tuvo por objetivo general “testimoniar y reavivar en la Iglesia de México, a
partir de la eucaristía, fuente de comunión, la conciencia de ser enviada a proclamar el evangelio a todos los pueblos”.
Los objetivos específicos son los siguientes:
a) Retomar e integrar los compromisos de los anteriores Congresos en la reflexión del XIII CONAMI, para
garantizar su continuidad
b) Asumir las conclusiones del CAM 2-COMLA 7 —que se celebró en Guatemala—, en orden a hacer explí-
cita la comunión de la Iglesia de México, con la Iglesia del continente americano
c) Profundizar en la eucaristía como fuente y centro de la comunión y misión de la Iglesia
d) Reavivar el compromiso de la Iglesia de México, de promover vocaciones y enviar misioneros y misioneras
a todo el mundo
e) Crear conciencia de la necesidad de hacer explícita la responsabilidad diocesana en la evangelización de todo
el mundo en los planes de pastoral
f) Animar a todas las parroquias de las diócesis de México para establecer y/o potenciar las Obras Misionales
Pontificio Episcopales, para promover la conciencia misionera en todos los sectores del pueblo de Dios

87
La temática central del Congreso fue “La Eucaristía, fuente y centro de la comunión y misión de la Iglesia”. La ora-
ción del Congreso giró sobre 4 ejes, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y la Virgen María. Cada uno de estos ejes fue
utilizado como una oración completa, pues acompañaron la realización y preparación de este evento misionero.

De acuerdo con Agencia Fides, el Congreso fue preparado con particular intensidad durante el año previo
a su realización, por medio del estudio del Libro de trabajo y una serie de catequesis para la animación misionera de
todas las parroquias y diócesis de México. Se prepararon los siguientes temas, que fueron los que conformaron estos
documentos: “Comunidad y misión, voluntad salvadora”, por el P. Antonio Camacho, mg; “Eucaristía y misión ad
gentes, el proyecto misionero que propone la eucaristía”, por el P. Juan José Luna, mg; “Misioneros de esta época:
compromiso en la Iglesia particular y disponibilidad para el servicio universal”, por el P. Antonio Camacho, mg.

Como preparación inmediata al Congreso, el 30 de noviembre se desarrolló un Simposio de Teología de


la Misión, en el que participaron expertos misionólogos nacionales e internacionales: Mons. Dr. Vittorino Girardi,
mccj, obispo de Tilarán, Costa Rica; P. Dr. Carlos Ignacio González, sj; P. Dr. Fidel González Fernández, mccj; Mons.
Dr. Juan Esquerda Bifet; y el P. Dr. Jesús López Gay, sj, quienes profundizaron en la carta encíclica Redemptoris missio
en orden a la actividad misionera de la Iglesia mexicana.

Las conferencias centrales del Congreso Nacional Misionero fueron: “La Eucaristía y la Misión”, por el P. Dr.
Carlos Ignacio González, sj; “La comunión y la misión”, por el Excmo. Mons. Dr. Vittorino Girardi, mccj; y “La mi-
sión universal”, por el Rvdo. P. Dr. Jesús López Gay, sj. En el Congreso participaron, junto a los principales respon-
sables de la evangelización a nivel nacional, millares de congresistas entre obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas,
laicos comprometidos, trabajadores pastorales, grupos, asociaciones, movimientos, etcétera, que fueron hospedados
por las generosas familias yucatecas.

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Reseña de las Obras Misionales
Pontificio Episcopales de México
Las Obras Misionales Pontificias son los instrumentos oficiales y prioritarios en manos
del Papa y los Obispos para difundir en los católicos desde su infancia el sentido
verdaderamente universal y misionero de la Iglesia
Rmi 84.

“El Romano Pontífice ejerce su autoridad sobre las Obras Misionales Pontificias a través de la Congregación
para la Evangelización de los Pueblos, a la que compete «dirigir y coordinar, en todas partes, la propia obra
misional y la cooperación misionera, salvado, sin embargo, el derecho de las Iglesias Orientales» (Ag 29; cf.
también Pastor bonus 85 y Rmi 75)”1.

“Las OMP ocupan justamente el «primer lugar» en la cooperación misionera porque constituyen
un instrumento precioso para «infundir en los católicos, desde la infancia, un espíritu verdaderamente
universal y misionero, y para recoger eficazmente los subsidios en beneficio de todas las misiones y según las
necesidades de cada una”. Las Obras Misionales Pontificias, son por tanto, propuestas a todos los cristianos
como “instrumentos privilegiados del Colegio Episcopal unido al Sucesor de Pedro y responsable con él del
Pueblo de Dios, Pueblo que es también, todo él, misionero” (Estatuto, I, 12).

En la actualidad, estas Obras abarcan a todo el pueblo de Dios con el sucesor de Pedro para llevar
al cabo su misión con la mayor eficacia posible. Las Obras Misionales Pontificias Episcopales son cuatro:
Propagación de la Fe, Infancia misionera o Santa Infancia, Obra de San Pedro Apóstol y la Pontificia Unión
Misional. Tienen como finalidad despertar y profundizar la conciencia misionera del Pueblo de Dios,
informar a éste de la vida y necesidades de la misión universal, animar a las Iglesias a orar unas por otras,
a sostenerse mutuamente mediante el envío de personal y de ayuda material, suscitando así un espíritu de
solidaridad vivido en vista de la evangelización (cf. Estatuto, I, 22).

Obra Misional Pontificia de la Propagación de la Fe (PF)


Esta Obra fundada en Lyon, en 1822, por un grupo de laicos, con María Paulina Jaricot como figura central.
Este grupo tomaría la iniciativa de recaudar fondos a favor de las misiones y de orar diariamente por la
conversión de los no-cristianos, por la perseverancia en la fe de parte de los católicos y por la prosperidad
de las comunidades cristianas en los territorios extranjeros de misión. La Obra, con el favor de los Papas, se
difundió en las diócesis de Francia y poco después en las de los otros países de Europa y más tarde aún en las
de América. A partir de 1928 la fueron erigiendo progresivamente las Iglesias de los territorios de misión.
La Obra recibió el estatuto pontificio el 03 de mayo de 1922. Su sede central fue transferida de Lyon a
Roma. La Obra pasó a ser de este modo el órgano oficial de la Iglesia para la cooperación misionera.

La PF, sabedora de que la evangelización es ante todo una acción del Espíritu Santo, suscita en los fieles, en
primer lugar, la oración y el sacrificio por las misiones. Tiene los siguientes objetivos:
a) formar a todo el pueblo de Dios para que tome conciencia de su vocación misionera universal (cf. Ag 35;
Rmi 77);

b) informar a los cristianos acerca de la vida y las necesidades de la Iglesia en Territorios de Misión, mediante
el intercambio de información, la participación de los valores espirituales, los testimonios de solidaridad en
tiempos de prueba y el apoyo moral y material en la adversidad (cf. Rmi 83);
1 Estatuto General de las Obras Misionales Pontificias, II, Título II, Cap 1, art. 24.

89
c) incrementar entre las Iglesias particulares la ayuda, tanto espiritual como material, con parti-
cular atención al intercambio de personal apostólico para la evangelización del mundo(cf. Rmi
84; Cooperatio missionalis 4);

d) promover las vocaciones misioneras ad gentes, especialmente las vocaciones «de por vida» (cf. Rmi 79, 83 y
84);

e) favorecer, especialmente en los jóvenes, la educación en la justicia a través de la información y el conoci-


miento de la doctrina social de la Iglesia, a fin de estimular a la ayuda, y llevar a cabo una sensibilización
misionera que los lleve al ofrecimiento de sí mismo a las misiones (cf. Rmi 80 y 83): para ello la PF dispone
de un “servicio misionero para los jóvenes”;

f ) promover la solidaridad económica apelando a la generosidad de los cristianos en el mundo entero, con el fin
de elaborar un programa de justicia social y de asistencia para subvenir, de manera regular, a las necesidades
esenciales de toda la Iglesia en Territorios de Misión (cf. ChrD 6; Ag 38)2.

En México la Propagación de la Fe se auxilia del programa de la Liga Misional Juvenil (LMJ) para animar
a la juventud misionera.

Obra Misional de San Pedro Apóstol (OSPA)


En cuanto a la Obra de San Pedro Apóstol, que tiene sus raíces en Caen, Francia, en el año 1889, fundada
por Estefanía y Juana Bigard (madre e hija), ella fue favorecida con el apoyo de la Santa Sede desde el inicio y
se difundió en la mayor parte de las diócesis de Europa y de América. La sede central fue transferida a Roma
en 1920. El 03 de mayo de 1922, la Obra de San Pedro Apóstol recibió el título oficial de «Pontificia». El 26
de abril de 1920 fue cuando la Propaganda, decide poner la Obra bajo su dependencia directa, aprobando
de momento los primeros estatutos generales.

La OSPA fue fundada con los siguientes objetivos:


a) utilizar los recursos espirituales, especialmente la oración y el sacrificio, para obtener del «Dueño de la mies
que envíe operarios a su mies» (Mt 9,38);

b) sensibilizar al pueblo cristiano acerca de la necesidad del incremento de las vocaciones y de la importancia
de la formación del clero local en las Iglesias de los Territorios de Misión, para poder después enviarlos a
colaborar en otras Iglesias hermanas (cf. Cooperatio missionalis 4);

c) contribuir a la promoción del clero en las Iglesias de los Territorios de Misión, sirviéndose incluso de los
fondos obtenidos para la creación de becas de estudios, ayudas para pensiones, cuotas y otras donaciones,
haciendo así viable la erección y desarrollo de numerosos seminarios mayores, propedéuticos y menores,
tanto diocesanos como interdiocesanos;

d) ayudar en la formación de aspirantes a la vida consagrada en las Iglesias de los Territorios de Misión3.

Obra de la Infancia y Adolescencia Misionera (IAM)


Esta Obra nace en Francia en 1843, fundada por Mons. Carlos Augusto Forbin-Janson, quien fuera Obispo
de Nancy, el cual, conmovido por la situación de miseria y abandono de los niños en China, decide crear la
IAM con lineamientos parecidos a los que tenía la Obra de la Propagación de la Fe. Como dato curioso, la
Obra en un primer momento es conocida como “Obra de los niños chinos”, y sólo posteriormente como
la “Santa Infancia”.

2 Estatuto General de las Obras Misionales Pontificias, II, Título I, Cap 2, art. 6.
3 Estatuto General de las Obras Misionales Pontificias, II, Título I, Cap 2, art. 11.

90
La IAM presta su servicio a las Iglesias particulares con los siguientes objetivos:
a) ayudar a los educadores a despertar y desarrollar progresivamente en los niños y
adolescentes una conciencia misionera universal, y conducirlos hacia una comunión
espiritual e intercambio material de sus recursos con los coetáneos de otras Iglesias,
especialmente aquellos con más necesidades. Todos tienen algo que dar y algo que recibir y el
lema para ellos es: los niños ayudan a los niños (cf. Cooperatio missionalis 4);

b) contribuir a la promoción y florecimiento de vocaciones misioneras;

c) preparar animadores misioneros que acompañen a los niños en su camino hacia una conciencia misionera
más madura. Esto se realiza a través de su directa implicación y en las formas que esa tarea adopte en los
diversos países, de modo que los niños se conviertan en los pequeños protagonistas de las misiones. A este
fin se deben establecer estructuras locales y regionales y llevar a cabo actividades adecuadas a dicha impli-
cación4.

La Pontificia Unión Misional (PUM)


La Pía Unión Misional del Clero fue fundada en Italia por el P. Pablo Manna en 1916, y desde el principio
recibió la aprobación de la Santa Sede. Su finalidad propia era fundamentalmente de carácter espiritual
y doctrinal, y por eso su tarea se dirigió a promover el espíritu y las vocaciones misioneras. La Unión se
extendió muy rápidamente a la mayor parte de las diócesis del mundo. Posteriormente, mediante decreto
de S. S. Pío XII, la esta Unión se vuelve pontificia, se extiende a personas más allá del clero y comienza a
denominarse Pontificia Unión Misional.

La Iglesia es «por su propia naturaleza misionera» (Ag 2): el cometido de la PUM es hacer actual y operativa esta
realidad, especialmente entre las personas llamadas por vocación al servicio de la Iglesia en los ministerios ordenados
y en la consagración religiosa y laical así como entre los misioneros laicos directamente comprometidos en la misión
universal (cf. Cooperatio missionalis 4).
La finalidad de la PUM es la formación e información misionera de los sacerdotes, de los miembros de los
Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, de los laicos consagrados, de los seminaristas y aspirantes
a la vida religiosa en todas sus formas, así como de todos los que de algún modo están implicados en el ministerio
pastoral de la Iglesia. La Unión se dirige a todos los que están llamados a trabajar para que el Pueblo de Dios esté
impregnado del espíritu misionero y de fuerte sensibilidad hacia la cooperación misionera. De la vitalidad de la
PUM depende en gran parte el buen resultado de las otras OMP: es como «el alma de las demás Obras Misionales
Pontificias» (Pablo VI, Carta apostólica Graves et increscentes, 5 de septiembre de 1966).
Para lograr la formación y sensibilización misionera, la PUM se sirve de métodos adecuados, bien con medios
propios, bien recurriendo a los seminarios menores y mayores, a las instituciones ya existentes y las iniciativas ya en
marcha, que tienen como finalidad la formación primaria y permanente del clero y de los religiosos. La PUM les
ayudará a tomar conciencia de su responsabilidad respecto a la misión universal de la Iglesia. Esta es justamente su
razón de ser: que profundicen en el conocimiento de la misión y que potencien su sensibilidad misionera de modo que,
también en las comunidades que les serán encomendadas, promuevan una conciencia misionera y un compromiso
eficaz a favor de la misión universal de la Iglesia. La propia PUM les estimulará a encontrar los métodos pastorales
más en consonancia con esta finalidad y tratará de mantener viva su labor apostólica. Para ello se favorecerán también
los intercambios fraternos y los testimonios de solidaridad entre todos los que trabajan en el apostolado al servicio de
la Iglesia en los diferentes Continentes5.

En nuestro país, la Pontificia Unión Misional se auxilia del programa de la Unión de Enfermos Misioneros
(UEM).

4 Estatuto General de las Obras Misionales Pontificias, II, Título I, Cap 2, art. 13.
5 Estatuto General de las Obras Misionales Pontificias, II, Título I, Cap 2, arts. 19-21.

91
Situación de la misión de la Iglesia
en el Mundo
La misión de Cristo Redentor confiada a la Iglesia, está aún lejos de
cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global
a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en sus comienzos y
que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio.
RMi. 1

1. LA REALIDAD MUNDIAL DE LA MISIÓN


No obstante los graves inconvenientes que el mundo de hoy presenta, la evangelización avanza, realidad que se
demuestra por un buen número de Iglesias jóvenes, repartidas por todos los rincones de la tierra, las nuevas y
numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas, y como especial signo de nuestros tiempos, el compromiso cada día
mayor de laicos en su empeño evangelizador y misionero.

Sin embargo, al mirar el panorama mundial nos tenemos que dar cuenta que nos falta todavía muchísimo
en esta tarea. Las estadísticas, en verdad, no nos pueden dar una realidad total de la situación, más sin embargo, sí
nos aproximan y sobre todo nos interpelan.

Cristianos y no-cristianos en el mundo


Cantidad Porcentaje
Población mundial 6,446,131,400 100%
Cristianos 2,135,783,000 33.84%
Sin evangelizar 4,310,348,400 66.16%
 
Cristianos por países

Total de Porcentaje de
País Población
cristianos cristianos

Afganistán 29,928,987 30,000 0.1%


Albania 3,563,112 1,689,934 30%
Alemania 82,431,390 57,701,980 70%
Angola 11,190,786 9,456,395 90.5%
Anguila 13,254 11,995 84.6%
Arabia Saudita 26,417,599 1,000,000 3.7%
Argelia 32,531,853 13,012 0.4%
Argentina 39,537,943 37,165,720 94%
Armenia 2,982,904 2,944,122 98.7%
Australia 20,090,437 13,543,693 67.4%
Austria 8,184,691 6,973,374 85.2%

92
Porcentaje de
País Población Total de cristianos
cristianos
Azerbaiyán 7,911,974 519,027 6.6%
Bahréin 688,345 61,956 9%
Bangladesh 144,319,628 1,050,000 0.7%
Bielorrusia 10,300,483 9,785,475 95%
Bélgica 10,364,388 9,255,409 89.3%
Belize 279,457 235,254 84.2%
Benín 7,460,025 2,238,000 30%
Bután 2,232,291 6,696 0.3%
Bolivia 8,857,870 8,415,100 95%
Bosnia 4,025,476 1,851,730 46%
Botswana 1,640,115 1,174,311 71.6%
Brasil 186,112,794 167,501,520 90.3%
Brunéi 372,361 37,236 10%
Bulgaria 7,450,349 6,243,435 83.8%
Burkina Faso 13,925,313 1,392,531 10%
Burundi 6,370,609 4,268,308 67%
Cambodia 13,607,069 27,215 0.5%
Camerún 16,380,005 6,552,002 40%
Canadá 32,805,041 24,275,700 74%
Chad 9,826,419 3,439,279 35%
Chile 15,980,912 15,821,190 89%
China 1,306,313,812 86,801,000 6.6%
Colombia 42,954,279 42,095,214 98%
Comoros 671,247 13,424 2%
Congo 63,124,130 49,587,563 78%
Corea del Norte 22,912,177 12,000 0.05%
Corea del Sur 48,422,644 12,589,902 26%
Costa Rica 4,016,173 3,694,904 92%
Costa de Marfil 17,298,040 5,190,000 30%
Croacia 4,495,904 4,167,000 92.6%
Cuba 11,346,670 5,106,015 45%
Chipre 780,133 639,764 82%
Dinamarca 5,411,405 4,586,368 84,8%
Djibouti 476,703 28,608 6%

93
Porcentaje de
País Población Total de cristianos
cristianos
Ecuador 13,363,593 13,096,330 88%
Egipto 77,505,756 6,975,540 9%
El Salvador 6,704,932 6,664,770 99.4%
Emiratos Árabes Unidos 2,563,212 76,900 3%
Eritrea 4,561,599 2,280,799 50%
Eslovaquia 5,431,363 4,551,513 83.8%
Eslovenia 2,011,070 1,226,770 61%
España 40,341,462 38,727,840 95%
Estados Unidos 295,734,134 236,557,785 80%
Estonia 1,332,893 370,546 27.8%
Etiopía 73,053,286 45,000,824 61.6%
Fiji 893,354 464,568 52%
Filipinas 87,857,473 81,268,187 92.5%
Finlandia 5,223,442 4,513,104 86.4%
Francia 60,656,178 53,377,456 88%
Franja de Gaza 3,761,904 188,100 5%
Gabón 1,389,201 1,041,900 75%
Gambia 1,593,256 143,397 9%
Georgia 4,677,401 4,144,176 88.6%
Ghana 21,029,853 13,244,490 63%
Grecia 10,668,354 10,028,296 98%
Granada 89,502 88,605 99%
Guatemala 14,655,189 12,456,920 85%
Guinea 9,467,866 757,432 8%
Guinea-Bissau 1,416,027 70,800 5%
Guyana 765,283 382,640, 50%
Haití 8,121,622 7,796,832 96%
Honduras 6,975,204 6,905,448 99%
Hungría 10,006,835 7,435,126 74.4%
Islandia 296,737 278,398 93.8%
India 1,028,610,388 25,000,000 2.4%
Indonesia 241,973,879 19,357,920 8%
Irán 68,017,860 136,000 0.2%
Iraq 26,074,906 750,000 2.8%

94
Porcentaje de
País Población Total de cristianos
cristianos
Irlanda 4,015,676 3,734,601 93%
Israel 6,276,883 131,814 2.1%
Italia 58,103,033 55,778,880 96%
Jamaica 2,731,832 2,185,520 80%
Japón 127,417,244 1,000,000 0.7%
Jordania 5,759,732 345,600 6%
Kazajistán 15,185,844 8,048,580 53%
Kenia 33,829,590 27,064,000 80%
Kuwait 2,335,648 250,000 10.7%
Kirguistán 5,146,281 1,029,256 20%
Laos 6,217,141 93,256 1.5%
Letonia 2,290,237 1,488,695 65%
Líbano 3,826,018 1,492,140 39%
Lesotho 1,867,035 1,493,600 80%
Liberia 3,482,211 1,392,884 40%
Libia 5,765,563 172,968 3%
Lituania 3,596,617 3,057,195 85%
Luxemburgo 468,571 421,714 90%
Macedonia 2,045,262 666,767 32.6%
Madagascar 18,040,341 7,396,564 41%
Malawi 12,158,924 9,727,200 80%
Malasia 23,953,136 2,395,314 10%
Maldivas 349,106 n/a n/a
Malí 12,291,529 614,576 5%
Mauritania 3,086,859 3,087 0.1
Mauricio 1,230,602 396,253 32.2%
México 106,202,903 100,892,850 95%
Moldavia 4,455,421 4,375,301 98.2%
Mongolia 2,791,272 10,000 0.3%
Marruecos 32,725,847 35,000 0.1%
Mozambique 19,406,703 8,014,967 41.3%
Birmania 42,909,464 1,716,378 4%
Namibia 2,030,692 1,827,630 90%
Nepal 27,676,547 400,000 1.4%

95
Porcentaje de
País Población Total de cristianos
cristianos
Nueva Zelanda 4,035,461 2,158,992 53.5%
Nicaragua 5,465,100 5,000,566 91.5%
Níger 11,665,937 583,300 5%
Nigeria 128,771,988 57,947,400 45%
Noruega 4,593,041 4,138,293 90.1%
Omán 3,001,583 450 0.01%
Países Bajos 16,407,491 8,367,825 51%
Pakistán 162,419,946 3,500,000 2.5%
Panamá 3,039,150 2,735,280 90%
Papúa Nueva Guinea 5,545,268 3,659,900 66%
Paraguay 6,347,884 6,284,421 99%
Perú 27,925,628 23,206,256 83.1%
Polonia 38,635,144 35,312,572 91.4%
Portugal 10,566,212 10,249,310 97%
Puerto Rico 3,916,632 3,642,530 93%
Qatar 863,051 70,000 8.1%
Reino Unido 60,441,457 43,276,114 71.6%
República Centroafricana 3,799,897 1,899,948 50%
República Checa 10,241,138 2,949,465 28.9%
República Dominicana 8,950,034 8,771,098 98%
Rumanía 22,329,977 22,106,700 99%
Rusia 143,420,309 125,561,282 79.3%
Ruanda 8,440,820 7,892,335 93.6%
Sáhara Occidental 273,008 546 0.2%
San Marino 28,880 28,880 100%
Senegal 11,126,832 667,620 6%
Serbia y Montenegro 10,829,175 7,576,100 70%
Seychelles 81,188 75,680 93.2%
Sierra Leona 6,017,643 601,765 10%
Singapur 4,425,720 646,166 14.6%
Siria 18,448,752 1,844,876 10%
Somalía 8,591,629 n/a n/a
Sudáfrica 44,344,136 35,342,330 79.7%
Sri Lanka 20,064,776 1,244,017 6.2%

96
Porcentaje de
País Población Total de cristianos
cristianos
Sudán 40,187,486 2,009,375 5%
Suecia 9,001,774 8,281,656 92%
Suiza 7,489,370 5,939,095 79.3%
Surinam 438,144 219,072 50%
Swazilandia 1,173,900 1,009,555 86%
Tailandia 65,444,371 458,110 0.7%
Taiwán 22,894,384 1,030,250 4.5%
Tajikistan 7,163,506 358,175 5%
Tanzania 36,766,356 11,029,950 30%
Timor Oriental 1,040,880 968,130 93%
Togo 5,681,519 1,647,665 29%
Trinidad y Tobago 1,088,644 627,090 57.6%
Túnez 10,074,951 50,000 0.5%
Turkmenistán 4,952,081 500,000 10%
Turquía 69,660,559 139,320 0.2%
Uganda 27,269,482 17,997,870 66%
Ucrania 47,425,336 32,249,340 68%
Uruguay 3,415,920 2,322,880 68%
Uzbekistán 26,851,195 2,953,632 11%
Vaticano 921 921 100%
Venezuela 25,375,281 24,867,794 98%
Vietnam 83,535,576 6,014,563 7.2%
Yemen 20,727,063 103,635 0.5%
Zambia 11,261,795 8,446,350 75%
Zimbabwe 12,746,990 9,560,250 75%
6,446,131,400 2,135,783,000 33.84%

Cristianos católicos y no-católicos en el mundo


Cantidad Porcentaje
Cristianos 2,135,783,000 100%
Católicos 1,110,607,160 52%
Cristianos no católicos 1,025,175,840 48%

Algunas consecuencias: 
1) La misión ad gentes o misión universal, finalidad específica para la que el Señor fundó a la Iglesia, en el momento
actual va dirigida al 66.16% de la humanidad que todavía no conoce a Cristo, por eso “… lo que más me
mueve a proclamar la urgencia de la evangelización misionera es que ésta constituye el primer servicio que

97
la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual, el cual está conociendo
grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la misma existencia”
(RMi, 2).
2) Asimismo, el Papa Juan Pablo II lanzó a la Iglesia el desafío de realizar una actividad ecuménica con todos los
cristianos no-católicos, para que se llegue a la verdadera unidad querida por Cristo. Recordemos lo afirmado
por el Papa Paulo VI en su carta Evangelii nuntiandi, que lo que más se oponen a la evangelización es la falta
de unidad entre los cristianos. Esta pastoral ecuménica va dirigida al 48% de los cristianos.
Situación de los católicos
Cantidad Porcentaje
Total de católicos en el mundo 1,110,607,160 100%
Católicos comprometidos 93,179,941 8.39%
Católicos no comprometidos 1,017,427,219 91.61%
Algunas consecuencias: 
1) El gran reto que el Santo Padre ha denominado “Nueva Evangelización” es un desafío permanente para toda la
Iglesia. La mayoría de los católicos han perdido no sólo el vigor y el compromiso de la fe en Cristo sino hasta
su propia identidad cristiana: ya no parece que fueran católicos y viven en el neo-paganismo o en el ateísmo
práctico. Esta tarea de Nueva Evangelización va dirigida al 91.61% de los católicos.
2) Queda un “resto sagrado”, un pequeño grupo de creyentes fieles y comprometidos, el menos del 10% de los
católicos, lo que corresponden al 1.45% de toda la humanidad.

Situación interior de la Iglesia universal


Cantidad
Iglesias particulares 2,915 
Obispos 4,875
Presbíteros 406,411
Diáconos permanentes 30,097
Religiosas 782,932
Catequistas laicos 2,767,541
Misioneros laicos 143,745

Algunas consecuencias: 
1) ¿Éstas son todas las fuerzas evangelizadoras de la Iglesia? Sin duda hay muchísimos más evangelizadores,
especialmente laicos, que nadie los puede contar. Sin embargo, la proporción es demasiado baja y esto
mismo es un gran desafío al interior de la misma Iglesia.
2) Sin embargo, existe otra realidad que es bien preocupante: es muy posible que la mayoría de los recursos
evangelizadores estén dedicados a ese 8.39% de buenos católicos, como todos bien lo sabemos por la
experiencia pastoral. Estamos trabajando con los “buenos” y olvidamos a los demás, que evidentemente son
los que más necesitan de evangelización.
3) En el mundo existen aproximadamente unos 200 000 misioneros ad gentes que quieren llegar a toda la humanidad
que está sin evangelizar. Del total de estos misioneros ad gentes, de América Latina proceden solo 2 500. Si
nuestro Continente ya alberga el 45% de la población católica mundial, es indudable que su cooperación a
la misión universal de la Iglesia es demasiado baja.

Análisis por continentes


Europa    
Cantidad Porcentaje
Población total 729,553,228 100%
Número de católicos 285,742,000 39.17%

La realidad concreta del Continente Europeo, que sigue siendo la fuerza misionera más grande de la Iglesia,
es su gravísimo proceso de descristianización, hasta tal punto que se está convirtiendo en un nuevo y desafiante
territorio de misión ad gentes.

98
Asia     
Cantidad Porcentaje
Población total 4,053,868,153 100%
Número de católicos 114,296,800 2.82%

Asia es el gran desafío misionero de la Iglesia, y así lo presentó el papa Juan Pablo II, porque las dos terceras
partes de la humanidad viven en ese Continente y el porcentaje cristiano es muy poco significativo. Presenta también
otros grandes retos, como el diálogo interreligioso con las grandes religiones tradicionales de esos pueblos, tan
desconocidos para el mundo occidental.

África   
Cantidad Porcentaje
Población total 972,752,366 100%
Número de católicos 160,015,520 16.45%

La evangelización de este continente fue la causa del ardor misionero de la Iglesia especialmente en este
último siglo y medio. Sus gravísimos problemas y la propagación del Islam han retardado su cristianización.
Sigue siendo todavía el escenario que entusiasma a la Iglesia y donde están la mayoría de los misioneros ad
gentes.

América    
Cantidad Porcentaje
Población total 916,451,143 100%
Número de católicos 571,484,000 62.36%

La evangelización de nuestro Continente fue una de las más grandes gestas misioneras de la Iglesia
en toda su historia. Dentro de la gran realidad continental está puesta la esperanza misionera de la Iglesia y
del mundo en América Latina. También está viviendo un doloroso proceso de descristianización con un grave
problema añadido que es un tremendo desafío para la evangelización: la presencia de nuevos movimientos
religiosos cristianos y pseudo-cristianos que conocemos con el nombre de “sectas”. Se calcula que desde 1968
invadieron a Latinoamérica más de 600 sectas y que hasta ahora unos 60 millones de personas han pasado a
formar parte de estos grupos y siguen pasándose a un ritmo de cuatrocientas personas por hora.

Oceanía    
Cantidad Porcentaje
Población total 34,368,042 100%
Número de católicos 8,784,000 25.56%

Oceanía es también “el gran desconocido”. Ha recibido la evangelización en medio de grandes dificultades
por su realidad socio-geográfica y con gran número de santos mártires. A pesar de todo, el cristianismo es
bastante significativo en esos pueblos. En estos últimos años se ha ido implantando la Iglesia y ha crecido el
número de agentes evangelizadores autóctonos mucho más rápidamente que en otras partes del mundo.

2. NECESIDADES Y URGENCIAS MISIONERAS


Analizada muy someramente la situación de las misiones en el mundo, desde un punto de vista numérico y geográfico,
es necesario que reflexionemos ahora sobre las necesidades y urgencias misioneras desde un punto de vista más social,
cultural, religioso y, por qué no decirlo, humano. Juan Pablo II, en la Redemptoris missio, nos propone algunas
realidades como desafíos para la evangelización y misión de la Iglesia.
2.1. Nuevas situaciones (cf. RMi, 32-37):

99
• Nuevas y cambiantes concepciones de la religión: nuevos mesianismos
• Sectas religiosas
• La movilidad humana: migración, movimientos de prófugos
• Complejas y difíciles realidades sociales, económicas y políticas
• El fenómeno del urbanismo
• La descristianización de los países de antigua cristiandad
• Los nuevos fenómenos culturales: cultura adveniente, la new age
• Las sub-culturas, la emancipación y conciencia de las minorías étnicas
• La relativisación de los planes y métodos pastorales y evangelizadores
• Las áreas culturales o nuevos areópagos y los medios de comunicación social
• El compromiso por la paz, el desarrollo y la liberación
• La promoción de la mujer y del niño, la ecología, la investigación científica
• Las relaciones internacionales, la modernidad, el mundo y la educación, etc.

La misión ad gentes tiene ante sí una tarea inmensa que de ningún modo está en vías de extinción. Al contrario,
bien sea bajo el punto de vista numérico por el aumento demográfico, o bien bajo el punto de vista sociocultural por el surgir
de nuevas relaciones, comunicaciones y cambios de situaciones, parece destinada hacia horizontes todavía más amplios. La
tarea de anunciar a Jesucristo a todos los pueblos se presenta inmensa y desproporcionada respecto a las fuerzas humanas de
la Iglesia.
RMi, 35 
2.2. Dificultades para la misión
A pesar del panorama que hemos estudiado muy superficialmente, existen todavía algunas dificultades para
el compromiso misionero universal de todos los cristianos. Estas dificultades nos podrían desanimar si las miramos
únicamente con criterios humanos; es necesario, en cambio, conocerlas y reflexionarlas a la luz del Espíritu Santo,
para seguir luchando en la búsqueda de nuevos y más adecuados caminos para la evangelización. Vamos a analizar
algunas de las dificultades más frecuentes:
Dificultades externas a la Iglesia
• En algunos países está prohibida la entrada de misioneros
• En otros países está prohibida no sólo la evangelización sino también la conversión e incluso el culto cristiano
• En otros lugares los obstáculos son de tipo cultural: la transmisión del mensaje evangélico resulta insignificante o
incomprensible y la conversión está considerada como abandono o rechazo del propio pueblo y cultura
• El materialismo y el hedonismo
• El indiferentismo religioso, producto del secularismo

Dificultades internas en la Iglesia


• La falta de fervor es tanto más grave cuanto viene de dentro. Dicha falta de fervor se manifiesta en la fatiga y
desilusión, en el acomodo al ambiente y en el desinterés, pero sobre todo en la falta de alegría y esperanza
• Las divisiones cristianas del pasado y del presente
• La disminución de vocaciones al apostolado y a la misión
• La mentalidad indiferentista y el escaso interés por la misión
• Los anti-testimonios de vida
• Las falsas concepciones teológicas que afirman el relativismo religioso
• El miedo a dejar el propio ambiente, familia y cultura.
• Las necesidades internas de las propias Iglesias particulares

Las dificultades internas y externas no deben hacernos pesimistas o inactivos. Lo que cuenta —aquí como en
todo sector de la vida cristiana— es la confianza que brota de la fe, o sea, de la certeza de que no somos nosotros
los protagonistas de la misión, sino Jesucristo y su Espíritu. Nosotros únicamente somos colaboradores y, cuando
hayamos hecho todo lo que hemos podido, debemos decir: «Siervos inútiles somos; hemos hecho lo que debíamos
hacer» (Lc 17,10)
RMi, 36

100
Respuestas a las preguntas
planteadas al final de cada uno
Tema 1 “Ver con los ojos de la fe”
Preguntas
1. Menciona, por lo menos, tres criterios de referencia con los que cuenta el cristiano para hacer una lectura católica
de la realidad.
a. La fe
b. Las Sagradas Escrituras
c. La tradición
d. El magisterio

2. Identifica tres características de la forma de ser de Dios que nuestros pueblos latinoamericanos perciben desde la
realidad continental.

a. Providente
b. Misericordioso
c. Siempre presente

3. Menciona cuál es y en qué consiste el denominado «drama de nuestro tiempo».


La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo. Este drama consiste en la constatación
de que actualmente vivimos en una cultura que tiene propósitos no sólo diferentes, sino contrarios al Evangelio: ella
ha entrado drástica y vertiginosamente a un proceso de globalización de la economía y de la información, pero no de
la caridad y la solidaridad; en ella se relativizan las normas y valores en función de la comodidad y el bienestar; en ella
se priorizan las posesiones, el poder económico y el desarrollo tecnológico por encima de cualquier otra cosa; en ella el
hombre cree haber llegado a su mayoría de edad y piensa que no necesita más de Dios.

4. Comenta cuáles han sido algunas de las formas de intervenir que ha tenido la Iglesia Católica frente al denominado
«drama de nuestro tiempo».
Ante este drama, la Iglesia, lejos de quedarse expectante y a la espera, ha puesto de manifiesto su preocupación mediante
una gran cantidad de documentos y declaraciones que dirigen y orientan su actividad evangelizadora en los nuevos
entornos y areópagos que se van suscitando en la cultura contemporánea. Y en particular, el Documento de Aparecida ha
constituido ya una respuesta que la Iglesia de América Latina da ante las múltiples formas y realidades de este tremendo
drama que se vive en todo el planeta: “Por ello, frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para
promover una globalización diferente que está marcada por la solidaridad, por justicia y por el respeto a los derechos
humanos, haciendo de América Latina y El Caribe no sólo el Continente de la esperanza, sino también el Continente
del amor” (DA 64).

Tema 2 “Transmitir la fe en nuestras culturas”


Preguntas
1. Identifica y comenta la definición de cultura dado por la Iglesia en el documento Gaudium et Spes.
La cultura es una comprensión más extensa, representa un modo particular con el cual los hombres y los pueblos
cultivan su relación con la naturaleza y con sus hermanos, con ellos mismos y con Dios a fin de lograr una existencia
plenamente humana (DA 476).

2. La dinámica de una cultura se da en las relaciones y la organización cotidiana de las personas. Menciona cuándo
se pueden dar los elementos que la constituyen.
Cuando hay estabilidad estructural, profundidad, impulso y patrones o integración.

3. Menciona en qué consisten los tres niveles de elementos que van a sumarse a la integración de la cultura.
a. Objetos o comportamientos—. Consisten en cosas concretas que pueden ser observadas directamente

101
b. Valores o creencias—. Consisten en creencias que están a la base de los objetos y comportamientos, y en
unos valores que motivan a las personas a hacer las cosas de esta u otra manera específica siempre.
c. Premisas o postulados subyacentes—. Éstos consisten en principios que se convierten en “ley de vida”,
por así decirlo, en una forma automáticamente asimilada y expresada, que es lo que al fin distingue y
sostiene la cultura.

Tema 3 “Con el testimonio de la Trinidad, los discípulos misioneros viven en comunión”


Preguntas
1. El concepto «testimonio» en la tradición católica encierra algunos elementos importantes ricos por su tradición e
importancia; menciónalos.
a. De la palabra ‘martirio’ se derivan otras palabras como ‘testimonio’, ‘testificar’, ‘prueba’, ‘llamar como
testigo’.
b. La palabra ‘mártir’ indica el testimonio que llega hasta el derramamiento de la propia sangre e implicaba
la posibilidad de participar, de manera física, en la pasión de Cristo.

2. Identifica los rasgos característicos de la comunión trinitaria


a. Su relación íntima con el proyecto de salvación.
b. La forma específica de involucrarse en este proyecto de cada una de las personas de la Trinidad:
i. Al Padre le corresponde ser Abba. Da testimonio siendo bueno y misericordioso, compasivo,
revelando sus secretos a los sencillos…
ii. Al Hijo, siendo Hijo amado del Padre, le corresponde revelar su amor a la comunidad, desen-
mascarar las injusticias, estar en conflicto con los dioses del poder, del dinero y de la muerte, y
estar a favor de la vida —incluso da su vida a favor del proyecto del Padre, desde esta práctica
da testimonio—.
iii. Al Espíritu Santo le corresponde inaugurar el Reino, iniciar el proyecto de salvación, guiar y
prolongar el Reino de Dios en la historia de la humanidad.

Tema 4 “Somos familia de Dios”


Preguntas:
1. ¿Por qué a la familia se le identifica como Iglesia doméstica?
En primer lugar porque las familias cristianas tienen como tarea principal misionar por todo el mundo la buena nueva
de Dios, “porque todos los hijos de la Iglesia han de tener viva conciencia de su responsabilidad para con el mundo, han
de fomentar en sí mismos el espíritu verdaderamente católico y consagrar sus fuerzas a la obra de la evangelización”. La
Iglesia doméstica debe ser entendida entonces como una parte de la Iglesia universal, aunque en sentido práctico son
la misma.
La familia es una Iglesia doméstica porque en ella encontramos “nuestra primera experiencia de fe”, porque en
ella descubrimos incesantes llamados a la vocación misionera y porque, en definitiva, las familias cristianas son y deben
ser «familias misioneras». Ésta es la esencia de la Iglesia universal y, por lo tanto, de la Iglesia doméstica.
La familia es una Iglesia doméstica porque, al igual que ésta, aquélla es un reflejo de todos los valores que
promueve y difunde la Iglesia universal. La familia cristiana es, entonces, heredera privilegiada de los preceptos de Jesús,
en particular el “id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo”.

2. Menciona algunos de los peligros a los que se ven expuestas las familias latinoamericanas. Identifica algunos de los
apoyos que pueden recibir desde la realidad eclesial las familias latinoamericanas.
Uno de los peligros es el consumismo hedonista e individualista, que pone la vida humana en función de un placer
inmediato y sin límites, oscurece el sentido de la vida y la degrada. Otro peligro son las cadenas a las que las mujeres
mismas se han atado e impiden promover un nuevo modelo, el de la mujer seguidora de Cristo. Uno de los más fuertes
apoyos es descubrir en la imagen de la Santísima Virgen María una muestra del discipulado.

102
3. Comenta cuáles serían algunos de los retos a los que están llamadas nuestras familias en el
Continente latinoamericano.
Nuevas esperanzas deben ser puestas en las mujeres cristianas que, en tanto mujeres, han optado
por seguir el ideal de Jesús. Ellas están dispuestas, desde su trinchera particular y desde su
posicionamiento, a ser agentes evangelizadoras y donarse a otras mujeres para dignificarlas, no a
través del consumismo, sino más bien con el testimonio y la alegría de estar al servicio del Reino d e
Dios, para juntas superar las estructuras que las subordinan.
El impacto de los cristianos en la sociedad no se mide en dinero o en éxito, sino en el servicio que ellos ofrecen
a la sociedad, a la comunidad, porque el principal objetivo de los cristianos es servir para la construcción del Reino de
Dios. Se espera de quienes viven en Cristo que den un testimonio muy creíble de Santidad y compromiso.
Anunciar el Evangelio es la tarea de la familia cristiana, pero, para servir a Jesús a través de esta vocación,
no son necesarios esfuerzos sobrehumanos o hazañas heroicas; lo que hace falta es profundizar en dos aspectos: la
comunión en la familia y el carisma de sus integrantes.

Tema 5 “La espiritualidad propia del discípulo misionero de Jesucristo”


Preguntas:
1. Reflexiona e identifica por qué decimos que la espiritualidad cristiana nace del encuentro con la persona viva de
Jesucristo.
En primer lugar, porque en el encuentro con Jesucristo germina una nueva forma de vivir, un nuevo estilo de vida, una
espiritualidad y en definitiva, construye al discípulos misionero de Jesucristo. El encuentro con Jesucristo es el inicio
de un sujeto nuevo que surge en la historia y al que se le llama discípulo. Dios mismo hace un llamado al hombre para
que éste se encuentre con Él; el encuentro no es fruto de una decisión personal, sino de la respuesta a un llamado que
Dios mismo hace.

2. ¿Por qué decimos que el elemento central de la espiritualidad misionera es el Reino de Dios?
Porque el Reino de Dios hace presente a la persona misma de Jesús; por eso el Reino de Dios es la manifestación y la
realización del designio de salvación del Padre en toda su plenitud. Además, el Reino de Dios tiende a transformar las
relaciones humanas y se concretiza paulatinamente en la medida en que los hombres aprenden a amarse, a perdonarse
y a servirse mutuamente.

3. La espiritualidad misionera se basa en dos columnas: la contemplación y la acción. Comenta cuáles son los desafíos
para estos dos elementos en la vida de los discípulos misioneros de nuestra patria.
Primero que nada, cuidar que no se dé una sin la otra; ambas deben ser incorporadas en la vida de los discípulos mi-
sioneros. Segundo, que ambas deben promover la vida digna del ser humano, pues ambas nos conviertan en personas
generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. El esfuerzo por responder a estos dos desafíos se
manifiesta en un acompañamiento de los discípulos misioneros en su compromiso por hacer frente a la realidad y sus
exigencias, en sus esfuerzos por ser capaces de encontrar profundos significados a todo lo que les corresponde hacer por
la Iglesia y por el mundo.

103
SE TERMINÓ DE IMPRIMIR ESTA OBRA
EL DÍA 16 DE JULIO DEL AÑO 2010,
FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
EN LA PLANTA DE EDITORIAL ESFUERZO S.A. DE C.V.
ESFUERZO #16-A, COL. LÁZARO CÁRDENAS,
NAUCALPAN DE JUÁREZ, EDO. DE MEX. C.P. 53560
TEL: 5358-5958.

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