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EL SEÑOR NUESTRA PAZ, Octavius Winslow -

TRILOGÍA DE LA PAZ, José

"Él es nuestra paz".


Efesios 2:14

Hay una hermosa gradación en el desarrollo de la


Gracia del Espíritu en el alma del creyente: primero
paz, luego gozo. Es una provisión caritativa y bondadosa
de nuestro Dios. Tristemente, no hay sino pocos
cristianos regocijados; y a pesar de todo, en la carencia
de gozo (el tema de nuestra siguiente meditación), que
gran consuelo el que podamos llegar a un estado de paz,
siendo este un fruto del Espíritu que crece en lo más
abajo del árbol que, “produce toda clase de frutos” (Ap.
22: 2), y, así pues, más accesible que la más elevada
gracia del gozo, un fruto situado en las ramas más
elevadas, y que crece en una región soleada, “El reino de
Dios no es … sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”
(Rom.14: 17).

Por tal motivo, frecuentemente escuchamos la experiencia


agonizante de la expresión de los santos de Dios —“No
estoy gozoso, pero estoy en paz; no tengo gran éxtasis o
transporte de sentimientos, pero mi alma descansa de
manera grata y con fe en Jesús, soy guardado en perfecta
paz”. [Bueno, este no es ningún pequeño logro cristiano y
bendición divina; y si nuestra paz es (parte del) fruto genuino
del Espíritu, que brota de la fe sencilla en Jesús, el efecto
de Su sangre que comunica la paz sobre la conciencia vale
incontables mundos, y “sobrepasa todo entendimiento”
(Fil. 4: 7)] (ver comentario de José abajo). Unas pocas reflexiones
pueden ayudarnos en el pleno entendimiento de este
bendito estado.

En primer lugar, debemos tener siempre presente la gran


verdad esencial de que, Cristo no solamente puede hacer
la paz, darnos paz, y transferir Su paz como un precioso
legado, sino que, Jesús mismo es nuestra paz. “Cristo
es nuestra paz” (efectivamente, pero Cristo formado en nosotros). Este
pensamiento nos eleva por encima de un mero dogma, a
una Persona: por encima de la verdad de Cristo, a Cristo
mismo.

Dios dice del pecador que discrepa con Él —“Que él acuda


a mi fortaleza, para que haga la paz conmigo, que conmigo
haga la paz” (Isa. 27: 5). Ahora, “Cristo es poder de Dios”
(1ª Cor. 1: 24), o, la fortaleza de Dios, apoderándose de
quienes en fe estamos en “paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo” (distinta de la paz de Dios) (Rom. 5:
1). Por este motivo la expresión tan general, “él hizo su
paz con Dios”, como se aplica a muchos que salen de este
mundo sin ninguna prueba Bíblica de conversión, involucra
una ilusión espantosa y error fatal. El pecador no puede
por sí mismo hacer su paz con Dios. Cristo ha hecho ya la
paz, o más bien, Cristo es, Él mismo, nuestra paz; y
hasta que creamos en Cristo, y hayamos recibido a Cristo,
nuestra paz de la que hacemos alarde es falsa —es paz, no
de vida, sino de muerte— la paz de Satanás, fácilmente
concebida; no la “paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento" (creo que aquí Winslow debiera referirse más bien a la paz de
Dios).

Sí, Jesús es nuestra paz. Él se paró en la brecha, llevó el


pecado, soportó la Cruz, y sufrió la condenación. Sobre Él
cayó el golpe que doblegó Su santa alma en angustia en la
Tierra, y que también, aseguró nuestra reconciliación con
Dios. “Hay un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre” (1ª Tim. 2: 5), Jesús “El príncipe de
paz” (Isa. 9: 6).

Y entonces la obra expiatoria de Cristo en sus secciones


distintivas —la sangre que perdona, y la justicia que
justifica— es el canal a través del cual la paz fluye
hacia el interior de nuestras almas. La primera se
designa como “la sangre que comunica la paz”, la otra es
representada como situándonos en un estado de
justificación gratuita y plena, y también llevándonos a la
experiencia de paz con Dios (distinta de la paz de Dios) mediante
nuestro Señor Jesucristo. Admira, pues, oh alma mía, el
medio por el cual tu verdadera paz corre —la sangre de
Cristo aplicada a la conciencia, y la justicia de Cristo
colocada en ti por el Espíritu. El Señor puede darte paz en
la aflicción (paz de Dios).

Cuando la tormenta se enfurezca y las aguas estén oscuras


y agitadas, debajo de la superficie, vuestra paz que
proviene de Dios a través de Cristo, puede correr como un
río (¿paz que sobrepuja todo entendimiento¿). Vosotros estáis
firmemente anclados en la fe sobre Dios. “Tú guardarás en
completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti
persevera; porque en ti ha confiado” (Isa. 26: 3).

Ponte en guardia contra aquello que comprometería tu paz,


oh alma mía. No juegues con la tentación, ni trates con
ligereza la conciencia, ni camines alejado de Jesús. Lávate
diariamente en la Fuente, y tu paz será como un pozo que
mana siempre.

“Si él diere reposo, ¿quién inquietará?” (Job. 34: 29).

“Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda


manera” (2ª Tes. 3: 16).

(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

Comentario de José:

Me regocijo porque esta es la primera vez que escucho a


alguien decir que los componentes del fruto del Espíritu se
alcanzan en hermosa gradación, es decir, gradualmente o
escalonadamente. Al menos es gradual la maduración del
fruto, porque cuando Cristo ha sido formado en nosotros,
teniéndole a Él tenemos el fruto completo. Esto
efectivamente confirma nuestra propia experiencia.

Sin embargo creo que es conveniente hacer algunas


matizaciones.

Primeramente, hemos de distinguir entre la paz que viene


con la justificación (salvación del espíritu), nuestra Pascua
en "Egipto", que nos otorga consciencia de que nuestros
pecados han sido perdonados. Esta es la PAZ CON DIOS,
en la que Cristo nos hace descansar (… "Yo os haré
descansar", Mateo 11: 28).

Pero no podemos quedarnos ahí, sino proseguir hasta el


final de nuestro camino pentecostal muriendo al yo, a la
carne, en el cruce de nuestro Jordán, para que Cristo, el
amor, sea formado en nosotros. Cristo es el único fruto del
Espíritu, porque Dios es amor. Este fruto viene de una vez,
cuando damos a luz al Cristo que fue engendrado en
nuestro espíritu. Esta culminación de nuestra etapa
pentecostal nos saca del desierto anímico (salvación del
alma), para acampar en la tierra prometida de
Tabernáculos, que es Cristo formado en nosotros. Así
conquistamos la PAZ DE DIOS, la paz que nosotros
hallamos si la buscamos denodadamente (… "hallaréis
descanso", Mateo 11: 29), como primera manifestación de
fruto ÓCTUPLE formado en nosotros.

Según el texto de Romanos 4:17, citado arriba por


Winslow, establecida la Justicia, después viene la
PAZ y, sobre la base de la paz, a continuación el
GOZO. Esta no es la justicia posicional o imputada,
sino la justicia experiencial, la que se corresponde
con los tipos de la obra de la segunda paloma y el
segundo chivo, con las que el pecado es quitado. Con
la primera paloma y el primer chivo el pecado solo
había sido cubierto, ahora es quitado. Cuando
cruzamos el Jordán y entramos al Reino, Cristo,
nuestra justicia, ha sido dado a luz en nosotros.

Más adentrados en Tabernáculos, además de la PAZ y el


GOZO, después seguirán las otras características del fruto
del Espíritu: PACIENCIA, AMABILIDAD, BONDAD,
FIDELIDAD, MANSEDUMBRE y DOMINIO PROPIO. Parece
que la gradación u orden en el texto de Gálatas 5: 22-23
es inversa a la de Romanos, es decir, de las ramas más
altas del Árbol de Vida, a las más bajas.

También creemos que a la PAZ CON DIOS (Pascua) y a la


PAZ DE DIOS (al final de Pentecostés, cuando el
holocausto ha sido totalmente consumido en el fuego del
altar) le continuará la "PAZ QUE SOBREPUJA TODO
ENTENDIMIENTO" (paz propia de la tercera fase de
Tabernáculos). Esta, a mi entender, es una paz
sobrenatural, que algunas personas tal vez puedan gustar
coyunturalmente por medio de alguna experiencia extática,
que Dios pueda haberles concedido a modo de preparación,
para enfrentar algún tiempo de prueba especialmente
fuerte y dolorosa. Este fue al menos mi caso y sé que
Maite Melendo relata una experiencia semejante en su libro
"Soledad Acompañada". Tal vez este tipo de paz
PROFUNDA E IMPERTURBABLE CAPAZ DE DORMIR EN
MEDIO DE LA TORMENTA, pueda ser un estado permanente
para los vencedores en la plenitud de su madurez y, sin
duda, lo será cuando éstos reciban sus cuerpos
glorificados.

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