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Entre la omisión y la inclusión

Textos escolares. Un estudio publicado por el Inadi analiza los logros y las asignaturas pendientes.

01/04/2015 – 18:05

A lo largo de la historia, los materiales escolares de lectura cambiaron y mucho… De

acuerdo con las concepciones didácticas e ideológicas de cada momento histórico–y

también según las posibilidades tecnológicas–, adoptaron los más diversos formatos:

desde catecismos y cartillas; pasando por enciclopedias y libros de texto; hasta los

recientes e-books y recursos digitales.

Sin embargo, pese a la presencia cotidiana de las notebooks en muchas aulas, los libros

de texto aún siguen siendo los materiales de mayor uso y también continúan provocando

debates.

Recientemente, algunos medios de prensa presentaban el libro elaborado por el Inadi,

Análisis de libros escolares desde una perspectiva de derechos humanos, como una

denuncia ante el tratamiento sesgado sobre género y migración registrado en una serie de

manuales. Lejos de eso, el fin de la publicación consistía en señalar los logros alcanzados

sobre la temática y advertir aquello que faltaba mejorar.

Cabe recordar que, tradicionalmente, los libros escolares tuvieron un férreo control del

Estado. Desde fines del siglo XIX y en casi todo el siglo XX, el Ministerio de Educación (o

sus equivalentes) examinaba los contenidos y decidía si autorizaba su circulación. Como

es sabido, en la última dictadura tal control se transformó en censura, y los libros de texto

sufrieron “correcciones” ideológicas y prohibiciones. Ya a partir del advenimiento de la

democracia, desapareció todo control estatal sobre los libros, es decir, que las editoriales

escolares publicaban sus materiales sin que fueran revisados previamente por un

organismo ministerial. Si bien esto sigue siendo así, actualmente hay una presencia del

Estado a través del Inadi que, desde 2008, trabaja con un conjunto de editoriales para

lograr textos más inclusivos. Para ello, el Inadi ha realizado reuniones con los editores de
las casas texteras y elaborado diferentes informes que alertan sobre la importancia de

tópicos soslayados o el carácter discriminatorio de ciertas expresiones que, por

desinformación, se solían utilizar. En este sentido, resulta relevante valorar la acción del

organismo, en la medida en que posibilita una mayor concientización entre los

profesionales de la edición no sólo con relación a los tópicos a incluir, sino también a

cómo se enuncian, lo cual implica potenciar la reflexión sobre la materialidad lingüística y

los efectos de sentido que el discurso genera.

Volviendo al libro bajo análisis, este se dedica a indagar tópicos sensibles, como

“pobreza”, “género” y “diversidad familiar”, entre otros, en cuarenta libros de primaria. El

informe concluye que se produjeron avances, ya que el 62,5% aborda la temática de la

igualdad y la no discriminación, aunque aún existe la invisibilización de personas con

discapacidad, migrantes de países limítrofes y asiáticos, y de diversidades familiares y

religiosas. Respecto de la invisibilización mencionada, a mi entender, se ancla en dos

aspectos nodales. Por un lado, algunos manuales cumplen las indicaciones del Inadi,

aunque manifestando una mera actitud políticamente correcta. Usan las expresiones que

el Instituto recomienda, pero ¿de qué vale, por ejemplo, que el concepto Conquista del

“desierto” esté entrecomillado (aludiendo a la reserva conceptual e ideológica sobre el

término) si luego el discurso avala la representación de que la campaña de Roca fue

necesaria? Por otro lado, es clave el factor comercial. Sé de muchos editores

comprometidos que luchan para incluir ciertos contenidos, pero también sé que varias

veces pierden las batallas frente a argumentos comerciales: “Si ponemos tal tema, el libro

no entra en tales colegios”. Debido a que el libro es un producto y tiene que llegar a la

mayor cantidad de escuelas posibles, algunos tópicos complejos y todavía tabúes (la

muerte, ciertas enfermedades, los conflictos religiosos, la homosexualidad, etc.) quedan

excluidos. La solución, entonces, es la omisión.


Si la omisión se relaciona con requerimientos comerciales, esto nos interpela como

sociedad. ¿Qué es lo que, explícita o implícitamente, piden las autoridades institucionales,

los docentes, los padres? Según Foucault, “Todo sistema de educación es una forma

política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los

poderes”. Tal vez, propiciar el debate sobre los temas acallados en las escuelas sea

también un paso importante para seguir modificando nuestro sistema de educación y los

discursos que lo atraviesan.

Carolina Tosi es Dra. en Lingüística, investigadora asistente del Conicet y docente de la UBA. Estudia

el discurso pedagógico y sus políticas editoriales.

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