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Parker Flynn

“Creo que debo ir de bajada”.


Si no se contaban las tres sesiones de asesoría que había recibido mientras enfrentaba el fracaso de su
primer matrimonio, se trataba de la primera visita de Parker Flynn a un profesional de la salud mental. A los
45 años había estado casado durante sólo siete meses, y temía estar perdiendo su potencia sexual. Todo
había estado bien antes de la boda, pero la primera noche de la luna de miel Parker simplemente había sido
incapaz de desarrollar una erección suficiente para lograr algo bueno para él o su esposa. Se suponía que
había bebido demasiada champaña—de ordinario, no bebía alcohol. Su esposa también había estado casada
antes, y sabía una o dos cosas acerca de los hombres. No lo había criticado; incluso dijo que estaría bien.
Pero ella era atractiva y 10 años menor que Parker, y él estaba preocupado: la mayor parte del tiempo desde
entonces no había podido tener un coito.

“Algunos de los chicos me advirtieron que es lo que ocurre cuando uno envejece”, insistió Parker. “Lo que
debería ser fácil se vuelve difícil, y lo que debería serlo no lo es”. Antes de que surgiera la interrogante, se
había sometido a una exploración física completa. Excepto por tener algunos kilos de más—Parker sentía
devoción por el helado de chocolate—recibió una constancia de salud impecable. Excepto por el helado,
negaba alguna otra adicción, lo que incluía alcohol, drogas y tabaco. “Me pongo muy nervioso cuando llega
la hora de hacer el amor”, explicó Parker. “Puedo lograr una erección muy buena cuando estamos
jugueteando, pero cuando llega la hora de la verdad, la pierdo. Su primer esposo era un semental, y me
pregunto todo el tiempo como se compara mi actividad con la de él”.

Evaluación de Parker Flynn


El interés de Parker en el sexo parecía ser bueno; tenía todas las indicaciones (erecciones normales) de que
no había nada mal en la fase de excitación. Pero debido a que se sentía preocupado acerca del
mantenimiento de su erección, presentaba dificultad para hacerlo (criterio 2A), lo que le generaba estrés
suficiente para solicitar atención (C). Su problema se exacerba por el fenómeno de expectación (véase
antes), en que su desempeño se afectaba al preocuparse sobre qué tan bueno era su desempeño durante el
mismo. Su problema había existido por siete meses—lo justo para cubrir el requisito de tiempo del DSM-5
(B, no obstante en algunos casos evidentes yo relajaría este criterio; después de todo, especifica
“aproximadamente”).

La condición física de Parker era buena, lo que descartaba en gran medida como causa una enfermedad
física (D). Algunos pacientes con impotencia pueden sufrir apnea del sueño; por supuesto, resulta vital
explorar esa posibilidad, por efecto de la naturaleza letal potencial de ese trastorno. No había padecido
problemas de salud mental previos que impidieran establecer el diagnóstico de TE. Su dificultad pudiera
haber ocurrido por vez primera como un incidente relacionado con el alcohol, pero según sus antecedentes,
el consumo de sustancias no desempeñaba algún papel en su perpetuación. También debe observarse que,
al tiempo que los varones tienen más edad, pudieran requerir más estimulación para alcanzar una erección
que durante la juventud; este cambio fisiológico no debe considerarse evidencia de TE. Los problemas
eréctiles esporádicos que no provocan tensión relevante tampoco deben justificar ese diagnóstico.

El problema de Parker no había existido durante toda su vida, sino era adquirido; el caso clínico no aporta
evidencia de que se presentara tan sólo en situaciones particulares, de manera que no se especificaría un
tipo situacional o generalizado. Sin otros especificadores evidentes que señalar (y una calificación EEAG de
70), su diagnóstico sería:

F52.21 [302.72] Trastorno eréctil, adquirido

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