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¿Pero por qué la filosofía?

Lipman habla de la filosofía como práctica, como forma de vida centrada


en la razonabilidad. La filosofía debe estar presente en la educación por
varias razones: la primera es el derecho de los niños y jóvenes a los logros
de la cultura humana, la segunda, aún más importante, porque la filosofía
cumple una función que ninguna otra disciplina puede cumplir tan bien
como ella en el desarrollo integral del ser humano y, finalmente, por la
necesidad que enfrentan las sociedades de contar con ciudadanos
preparados para la vida democrática.

La tarea de la filosofía es alentar y apoyar a los estudiantes a pensar por sí


mismos en las disciplinas, acerca de las disciplinas y entre las disciplinas,
fomentando la interdisciplinaridad. No tiene caso enseñar lógica si no
enseñamos a pensar lógicamente, ni enseñar cualquier disciplina si no
enseñamos a pensar en términos de esa disciplina, porque aprender
cualquier lenguaje e aprender a pensar en ese lenguaje. La educación debe
plantearse el objetivo de desarrollar la razonabilidad de los estudiantes para
que puedan pensar en y reflexiona sobre las materias que estudian Esto
implica el desarrollo de un pensamiento de alto nivel (higher order
thinking). La reflexión crítica acerca de la metodología de las disciplinas,
sus criterios, su estructura lógica. Y eso va más allá de la enseñanza de
habilidades aisladas, por ello se trabaja en el contexto de la filosofía.

En resumen, la filosofía se caracteriza por la utilización de procesos de


argumentación racional en un clima de tolerancia, escucha y respeto. Se
centra en los problemas tratando de acercarse a una comprensión
sistemática del mundo que nos rodea y de nosotros mismos a fin de darles
sentido.
La enseñanza de la filosofía debe potenciar en el alumno la capacidad de
crítica y cuestionamiento de los saberes recibidos, así como la posibilidad
de integración de todos esos saberes parciales en un sistema global, en
permanente proceso de construcción y reconstrucción y puede contribuir a
la formación de personas críticas, creativas, comprometidas con su propio
desarrollo moral y con otras personas y dispuestas a colaborar en la
construcción de sociedades más justas.

En segundo lugar, la comunidad de investigación filosófica. Este punto es


más difícil porque varias propuestas de llevar la filosofía al aula, lo hacen
de manera diferente a la propuesta de la comunidad de investigación
filosófica, algunas a través del debate, otras a través del juego…Por eso creo
que este punto es crucial y quisiera detenerme en él un poco más.

Cuando nace FpN es un proyecto innovador que va ganando aceptación


hasta constituirse en una tradición. Es un proyecto que se caracteriza por
una metodología que es el diálogo filosófico en la comunidad de
investigación y un currículo de novelas y cuentos filosóficos.

Una comunidad de investigación mediante el diálogo filosófico se


caracteriza por unir dos nociones poderosas, la de comunidad y la de
investigación. Para Lipman la investigación es una práctica autocrítica,
generalmente comunitaria porque descansa en el fundamento del lenguaje,
de las operaciones científicas y de los sistemas simbólicos. Así, no toda
comunidad puede ser una comunidad de investigación. Lo que mantiene
unida a una comunidad es la práctica, pero esta puede ser tradicional y
estática, y no investigadora:

“Así, hay algo paradójico, algo levemente alarmante acerca de la noción de


una comunidad de investigación…” (Lipman, Sharp, Oscanyan. Phlosophy
in the Classroom. Temple University Press, Philadelphia, 1988)
Lo que caracteriza a una comunidad de investigación es que:
-Es un proceso que se dirige a un resultado, que es cierto tipo de acuerdo o
juicio, aunque sea tentativo
-Este proceso tiene una dirección que es, precisamente, la dirección que
sigue la argumentación
-Involucra el lenguaje en su forma de auténtico diálogo. Por ser un proceso
dialógico, tiene una estructura y unas reglas.

El resultado no es una respuesta tajante y definitiva, sino más bien, una


transformación, que justamente es propia de la Filosofía. Recordemos los
diálogos platónicos: cuando Sócrates pregunta a Eutifrón si algo es bueno
porque lo ordenan los dioses, o bien, si lo ordenan porque es bueno, tan
sólo el reflexionar sobre la formulación adecuada, cambia dramáticamente
nuestra perspectiva del mundo.

Con respecto a la dirección que sigue la comunidad de investigación,


Lipman sigue a Dewey. La investigación ocurre en campos contextuales
que constituyen totalidades, esta totalidad se debe a su cualidad de
penetración (pervasive quality) que hace únicas a las situaciones. La
comunidad se guía por esta cualidad y tiene un sentido de dirección gracias
a ella, pues nos proporciona criterios para distinguir lo relevante de lo que
no lo es.
Con respecto al diálogo, la estructura y las reglas de la comunidad, Lipman
enfatiza el respeto a las reglas lógicas, pero añade el respeto a las personas
que forman la comunidad, señalando nuevamente la unión entre estos
poderosos conceptos: comunidad e investigación. En este punto coincide
con Habermas y otros autores sobre la ética de la argumentación, también
llamada por otros, principio de caridad. La ética es pues un componente
central del diálogo filosófico, como lo es la lógica.
La organización y el clima del aula, así como la dinámica que se de en una
clase determinarán también las posibilidades de la investigación y de la
reflexión filosófica. Es evidente que sólo se podrá investigar y cuestionar la
realidad y el mundo que nos rodea en un clima especial, en un ambiente
positivo, de confianza y de respeto, donde tanto alumnos como profesores
se encuentren a gusto, se sientan libres y capaces de expresar lo que piensan
y lo que creen.

El tipo de intercambio lingüístico que se da en una comunidad es un


diálogo, que no es una conversación:
“Una conversación es un intercambio de: sentimientos, de pensamientos,
de información, de entendimientos. Un diálogo es una exploración, una
investigación” (Lipman, Thinking in Education, 1991, p.232)

En el diálogo predomina el aspecto lógico sobre el personal y se orienta al


desequilibrio a fin de lograr un avance. Cita la analogía de la marcha:
cuando avanzamos es precisamente cuando separamos un pie del suelo,
cuando estamos en desequilibrio. De manera análoga en el diálogo, cada
argumento se tambalea por un contraargumento que nos obliga a avanzar.

A diferencia de la conversación, el diálogo filosófico es una forma de


investigación que nos obliga a seguir su curso, marcado por el proceso
argumentativo. Los participantes deben razonar a fin de seguir el hilo de la
argumentación. Conforme avanza, cada movimiento exige otro más: el
descubrimiento de un dato ilumina el camino hacia nuevos datos, una
aseveración nos obliga a descubrir las razones que la apoyan; una inferencia
impulsa a explorar los supuestos que la apoyan; una distinción, hace surgir
la cuestión de los criterios que la avalan…Cada uno de los interlocutores
descubre en el otro una fuente de ideas y conocimientos que le ayudan a
moderar su propio pensamiento. Por otro lado, conviene recordar que el
diálogo es un discurso en el que cada uno de los participantes tiene presente
al otro o a los otros y pretende establecer una relación vital y mutua con
ellos: los otros son para cada participante en el diálogo, personas concretas
y dignas de respeto. Aparece así la dimensión ética del diálogo filosófico,
tan importante para autores como Buber, Gadamer y Habermas. Hablar y
escuchar implica reciprocidad, tolerancia y respeto.

El diálogo en una comunidad de investigación se encuentra en el espacio


entre un discurso o manipulativo, pero sin propósito, y el discurso propio
de la retórica. El diálogo tiene un propósito, se compone de argumentos
cuyo fin es seguir el argumento hasta donde nos lleve (follow the argument
where it leads) Requiere un momento de negatividad, de hacer a un lado el
propio punto de vista para enfrentar el del otro, es decir, de arriesgar nuestro
propio punto de vista en el interés de la búsqueda de la verdad. Este es el
momento de la escucha al que sigue el momento creativo. La verdad que va
surgiendo en ese proceso nunca está terminada, se va construyendo en el
contexto intersubjetivo, riesgoso, contingente e histórico de ese impulso
humano para lograr el entendimiento común, la comprensión.

La educación concebida como la participación en una comunidad de


investigación filosófica es la práctica del pensamiento vivo, un proceso de
búsqueda de significado que requiere del encuentro de las conciencias para
saber del mundo y de nosotros mismos.

De acuerdo a Peirce:
“La idea de la comunidad no es una mera metáfora, tampoco es un trozo
de retórica en alabanza a la ciencia: la idea pertenece a la estructura lógica
de la actividad científica. No todo el que investiga es un investigador
científico, sino sólo aquéllos que conocen y desean apegarse al método
empírico”

Encerrarnos en una práctica privada es, de hecho, privarnos de la


experiencia vital de la cooperación intelec¬tual, de construir sobre las ideas
de los demás, de apreciar la nove¬dad de las interpre¬tacio¬nes ajenas, de
defender las propias ideas cuando son criticadas, de disfrutar de la
solidaridad con otros y de darnos cuenta de nuestra in¬te¬gridad
intelectual cuando revisamos el propio punto de vista a la luz de nuevas
opiniones
Es evidente que sólo se podrá investigar y cuestionar la realidad y el mundo
que nos rodea en un clima especial, en un ambiente positivo, de confianza
y de respeto, donde tanto alumnos como profesores se encuentren a gusto,
se sientan libres y capaces de expresar lo que piensan y lo que creen. Es un
proceso en continuo cambio y evolución en donde el individuo puede llegar
a realizar¬se y a desarrollar destre¬zas y competencias propias y
persona¬les tanto para el pensa¬miento como para la acción.

La comunidad de investigación presenta tres dimensiones del pensamiento:


crítica, creativa y valorativa, que corresponden a tres de las disciplinas
filosóficas fundamentales, la lógica y la epistemología, la estética o filosofía
del arte y la ética o filosofía moral y política, que a su vez responden a los
tres conceptos centrales de la tradición filosófica: la verdad, la belleza y el
bien

Si partimos del planteamiento de que el pensamiento es el dialogo interior,


podemos concluir que, al mejorar la capacidad de dialogar con otros,
iremos interiorizando las habilidades que la comunidad aporta al grupo,
mejorando así nuestro diálogo interior. Es decir, con las mejoras del diálogo
exterior iremos mejorando nuestra capacidad de pensar. No se trata
solamente discutir o debatir sobre algún tema o concepto filosófico, sino La
comunidad de investigación presenta tres dimensiones del pensamiento:
crítica, creativa y valorativa, que corresponden a tres de las disciplinas
filosóficas fundamentales, la lógica y la epistemología, la estética o filosofía
del arte y la ética o filosofía moral, que a su vez responden a los tres
conceptos centrales de la tradición filosófica: la verdad, la belleza y el bien.
Es posible darse cuenta del desarrollo de estas tres dimensiones del
pensamiento observando comportamientos o actitudes en los miembros de
la comunidad.

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