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LÓGICA JURÍDICA

MÓDULO:
REVISIÓN DEL LENGUAJE JURÍDICO
Curso: Lógica Jurídica
Módulo: Revisión del lenguaje jurídico

© Universidad Privada del Norte, 2019


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Índice

1. Problemas de definición del derecho 3

2. Norma jurídica y lenguaje 5

3. Críticas al lenguaje jurídico y propuestas de solución 6

4. Algunos aspectos que considerar 9

5. Recomendación o resumen 11

Referencias 12
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1 PROBLEMAS DE DEFINICIÓN DEL DERECHO

Los problemas de definición del término Derecho pueden venir determinados por varios facto-
res. Uno de ellos que debemos tener en cuenta es la presencia de problemas que podríamos
considerar de naturaleza terminológica. Sabemos que el término “Derecho” pertenece al
lenguaje natural y forma parte de nuestro bagaje terminológico cotidiano. Quiere decirse con
ello que nosotros lo empleamos en nuestras conversaciones, discursos y razonamientos de la
misma manera que utilizamos muchos otros términos. Y al mismo tiempo, y precisamente por
pertenecer al lenguaje natural, su comprensión sufre algunos problemas compartidos también
con otros términos de ese tipo de lenguaje (Peces-Barba, 2000, 20). En este sentido, desarrolla-
remos a continuación los problemas de ambigüedad y vaguedad del lenguaje.

1.1. AMBIGUEDAD.
La ambigüedad de un término implica que éste puede ser entendido de diferentes maneras, es
decir, puede tener diversos significados. La aceptabilidad de dichos significados está en
función del contexto en el que se emplee el término. Así, podemos emplear y comprender el
significado del término “Derecho” en cuatro sentidos (Carrió, 1990, 29):

a) Como conjunto de normas. Cuando afirmamos, por ejemplo, “El Derecho peruano
garantiza las libertades de los individuos” estamos haciendo referencia al conjunto de
normas jurídicas que integran el ordenamiento jurídico vigente en nuestro país. Nos referi-
mos al Derecho como Derecho objetivo (o Derecho positivo), esto es, como conjunto de
normas jurídicas obligatorias en un determinado territorio.

b) Como facultad o atributo. Aquí derecho es entendido como sinónimo de derecho subje-
tivo, esto es como capacidad de actuación respaldada por el ordenamiento, por el Derecho
objetivo. En ese sentido, podemos decir “tengo derecho a circular libremente por mi
ciudad”.

c) Como ciencia jurídica. Se alude al conjunto de teorías, reflexiones y propuestas que los
estudiosos y profesionales del Derecho, los juristas, elaboran en torno al ordenamiento
jurídico. Así podemos señalar la frase “quiero estudiar en la Facultad de Derecho”.

d) Como sinónimo de justicia. Se materializa en frases como “no hay derecho a que…”.

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Cabe señalar que los problemas de ambigüedad no son exclusivos del término “Derecho”, pero
en este caso esos problemas se agudizan. La causa es que en relación con el término “Dere-
cho” los significados respectivos de todas las acepciones se encuentran bien próximos.

Figura 1.

1.2. VAGUEDAD.
Los términos que empleamos en el lenguaje natural pueden analizarse tanto desde el plano
intensional como desde el plano extensional (Carrió, 1990, 34). La intensión de un término está
constituida por el conjunto de rasgos o propiedades que se predican de él y que lo caracterizan.
La extensión, por su parte, se refiere al conjunto de objetos o de dimensiones de la realidad
abarcadas por ese término. Tanto en lo que se refiere a la intensión como en lo que se refiere a
la extensión los términos pueden tener cierta dosis de vaguedad, de manera que se podría
hablar de vaguedad intensional y de vaguedad extensional. Mientras que la ambigüedad se
refiere al problema de la pluralidad de significados, la vaguedad alude a la falta de certeza de
éstos.

En ese sentido, podemos afirmar que el término “Derecho” muestra problemas de ambos tipos
de vaguedad. Así, “Derecho” tiene una vaguedad intensional, ya que no existe certeza o acuerdo
sobre los rasgos o propiedades que deben acompañar a un sistema normativo para poder con-
siderarlo como jurídico; por ejemplo, desde posiciones iusnaturalistas se exige necesariamen-
te el carácter justo de las normas para poder considerarlas jurídicas, siendo ésta una necesi-
dad que se niega desde el positivismo.

Por otra parte, tiene una vaguedad extensional, ya que no existe certeza sobre el ámbito de
aplicación de dicho término; por ejemplo, desde determinadas posiciones se puede cuestionar

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el reconocimiento como jurídico al Derecho canónico o al Derecho internacional, puesto que el


carácter estatal (Derecho canónico) y coactivo (Derecho internacional) no aparece en ellos de
la misma manera que aparece en los ordenamientos jurídicos estatales.

2 NORMA JURÍDICA Y LENGUAJE

A diferencia de algunas otras ramas del saber, el derecho no utiliza un lenguaje propio o simbo-
lizado. Por el contrario, toma el lenguaje común y es elaborado mediante él. Adicionalmente, se
supone que, al regular las conductas de las personas en su vida social, el Derecho aspira a ser
conocido, entendido y aplicado por los seres humanos aun al margen de su conocimiento del
sistema jurídico. Por ello, en el Derecho se plantea un problema particular que comparte con
pocas disciplinas teóricas humanas: mientras la mayoría de las ciencias y de los conocimien-
tos especializados son desarrollados comunicados y practicados por especialistas, el Derecho
lo es, dialécticamente por especialistas y legos a la vez (Rubio, 2007, 76).

Las normas jurídicas (pensemos por ejemplo en las leyes), son producidas por los gobernantes
(en nuestro caso los miembros del Congreso de la República) que para ser elegidos tales no
tienen por qué conocer de Derecho. Son comunicadas a través de una publicación oficial (en
nuestro caso el diario El Peruano) y deben ser obedecidas por todos. Al propio tiempo, sin
embargo, suele suceder que el Congreso se haga asesorar por entendidos en leyes, y también
que estos especialistas discutan las leyes y sus significados y asesoren a las personas en la
manera de hacer las cosas.

Se supone, por tanto, que el Derecho es una disciplina


cuyo conocimiento es compartido por especialistas y
legos, lo cual, como es fácil suponer, engendra diversos
problemas de comprensión y comunicación. Uno de
esos problemas de especial importancia: es el lengua-
je. Enrique Pedro Haba señala que hay tres planos de
análisis del lenguaje: sintáctico, que son las reglas de
organización de la expresión lingüística; semántico,
que es el significado de los vocablos; y, pragmático,
que es la síntesis de ambos o la manera de entenderlo
corrientemente en la sociedad (1979, 18). Figura 2.

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A. El plano sintáctico
El plano sintáctico supone el manejo de todos los conocimientos de la gramática en la que
se desarrolla un Derecho determinado, en el caso peruano la gramática española. El Dere-
cho no ha creado una gramática propia, como sí lo han hecho otras disciplinas: la mate-
mática, la lógica o la cibernética. En este sentido, el conjunto del sistema jurídico y más
específicamente la norma jurídica, suponen un adecuado conocimiento de la gramática
tanto en el lego como en el especialista (Haba, 1979, 19).

B. El plano semántico
También tiene importancia el plano semántico en lo referente la norma jurídica porque,
mientras en materia de gramática el Derecho depende del lenguaje en el que está desarro-
llado, en el semántico a veces comparte el significado común de las palabras y otras veces
les asigna uno propio. Inclusive, la misma palabra es utilizada unas veces en sentido
común y otras en sentido jurídico distinto (Haba, 1979, 20).

C. El plano pragmático
En teoría, la suma de gramática y semántica debiera darnos la significación de los conteni-
dos de la norma jurídica, pero hay algunas otras variables intervinientes que hacen más
complejo el problema y que determinan, en muchos casos, que la comprensión efectiva de
lo prescrito por una norma jurídica adquiera particularidades por sobre los elementos
gramaticales y semánticos. En esto consiste el plano pragmático (Haba, 1979, 21).

3 CRÍTICAS AL LENGUAJE JURÍDICO Y PROPUESTAS DE SOLUCIÓN

Para los juristas y los lingüistas la complejidad del lenguaje jurídico es un problema relevante,
por ello, desde sus respectivos paradigmas han realizado propuestas encaminadas a acercar
a los ciudadanos un lenguaje que tradicionalmente ha sido considerado complicado. Sin
embargo, el divorcio persiste en todas las realidades europeas y latinoamericanas (González,
2009, 236). A continuación, un diagnóstico, un análisis y una propuesta de solución a este
problema. El diagnóstico debe realizarse partiendo de la identificación de dos paradojas que
deben ser consideradas para entender cabalmente los alcances y limitaciones del lenguaje
jurídico. Por un lado, la paradoja del objeto; por otro, la paradoja del contenido.
La paradoja del objeto se puede definir como el “desajuste que se produce entre el lenguaje
empleado en los documentos jurídico-administrativos y las características de la mayoría de los

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receptores de esos documentos” (González, 2009, 236). En ese sentido, podemos decir que
esta paradoja se sintetiza en que el lenguaje jurídico es un lenguaje que interrelaciona a la
Administración con los ciudadanos, pero que el ciudadano, con independencia de su condición
social o nivel cultural, no entiende.

La paradoja del contenido se refiere al “procedimiento que emplean los juristas para intentar
conseguir la máxima precisión lingüística, pero que provoca dos consecuencias no deseadas:
la ambigüedad y la complejidad” (González, 2009, 236). En opinión de González, las deficien-
cias más palpables del lenguaje utilizado por los operadores jurídicos es exagerar en su conte-
nido con la finalidad de conseguir lo que se ha denominado la “falsa precisión”.

En ese sentido, considerando la “falsa precisión” como problema central del lenguaje jurídico,
González (2009, 239) ha establecido una clasificación de los textos en función de las anoma-
lías que contienen.

a) La redacción descuidada.
“Puede definirse como la que atenta contra las normas ortográficas y gramaticales
presentando errores en la acentuación, en la puntuación, en las concordancias verbales o
en el significado de las palabras” (González, 2009, 239).

b) La redacción complicada.
“Es aquella que abusa de oraciones subordinadas, en las que unas frases dependen de
otras, y estas, a su vez, de otras anteriores; enmarañan el contenido de tal forma que el
lector se pierde. Sin duda, estas redacciones constituyen el principal defecto del lenguaje
jurídico en el nivel textual” (González, 2009, 239).

c) La redacción confusa.
“Esta contiene demasiada terminología especializada y no está destinada a un lector espe-
cialista, o la que está inflada con siglas o con ejemplos que no ayudan a clarificar las
cosas. Habría que incluir aquí, como subtipo, la redacción ambigua, especialmente temida
en los documentos jurídicos” (González, 2009, 239).

d) La redacción pretenciosa.
“Es la que ofrece más información de la que demanda el lector para entender cabalmente
el contenido” (González, 2009, 239).

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Frente a estas dificultades, León Pastor (2008) ha realizado un estudio de suma importancia
donde propone seis criterios para clarificar el uso del lenguaje jurídico. Son los siguientes:

Orden
“Este criterio supone la presentación del problema, el análisis del mismo y el arribo a una
conclusión o decisión adecuada. Lamentablemente en nuestro medio muy pocas resolu-
ciones judiciales, administrativas y demandas presentadas por los justiciables proponen
claramente esta estructura. De esta manera, confunden los problemas centrales o desvían
su argumentación” (León, 2008, 19).

Claridad
“Consiste en usar el lenguaje en las acepciones contemporáneas, usando giros lingüísti-
cos actuales y evitando expresiones extremadamente técnicas o en lenguas extranjeras
como el latín. La claridad exigida en el discurso jurídico hoy, contraviene la vieja tradición
erudita y elitista del lenguaje legal dogmático. La claridad no implica un desprecio por el
lenguaje dogmático, sino que lo reserva para los debates entre especialistas en materia
legal” (León, 2009, 19).

Fortaleza
“Las decisiones judiciales y las pretensiones procesales deben estar basadas, de acuerdo
a los cánones constitucionales y de la teoría estándar de la argumentación jurídica, en
buenas razones que las fundamenten jurídicamente y fácticamente” (León, 2009, 20).

Suficiencia
“Las razones pueden ser suficientes, excesivas o insuficientes. Un escrito jurídico fuerte es
aquel que tiene razones oportunas y suficientes. Los escritos jurídicos insuficientes los
son por exceso o defecto. Lo son por exceso cuando las razones sobran (son inoportunas)
o son redundantes; y lo son por defecto cuando los escritos carecen de buenas tesis”
(León, 2008, 20).

Coherencia
“Esta es la necesidad lógica que tiene toda argumentación de guardar consistencia entre
los diversos argumentos empleados, de tal manera que unos no contradigan a otros”
(León, 2008, 21).

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Diagramación
“Es la debilidad más notoria en la argumentación jurídica. Supone la redacción de textos
abigarrados, en el formato de párrafo único, sin el debido empleo de signos de puntuación
como puntos seguidos o puntos aparte que dividan gráficamente unos argumentos de
otros. Supone el empleo de un espacio interlineal simple que dificulta severamente la
lectura de la argumentación o no ayuda a comprender las relaciones sintácticas entre unas
ideas y otras” (León, 2008, 21).

4 ALGUNOS ASPECTOS QUE CONSIDERAR

La correcta aplicación del derecho parte de la existencia de un lenguaje jurídico comprensible,


asequible a todos los ciudadanos.

Si bien el derecho es una ciencia social y no una ciencia exacta -como la matemática- la inter-
pretación que se le pudiera dar a una oración con lenguaje jurídico debe partir de un análisis
gramatical (literal) respecto a lo que en ella se dice; es decir, de una simple lectura se puede
entender el significado de dicha proposición, sin ambigüedades ni sentidos adicionales.

Por ende, lo que se busca con el estudio del lenguaje jurídico es superar todo atisbo de duda y
falta de predictibilidad al momento de aplicar el derecho, acercándonos a un canon de com-
prensión semejante para todos los ciudadanos, sin tener que pensar que el derecho se entien-
de/interpreta según la persona o el operador jurídico que la aplica, pues ello lo convertiría en un
conjunto de conocimientos no solo ambiguos sino también parcializados al momento de su
aplicación.

Cabe señalar que el dominio del lenguaje jurídico (oral o escrito) es una herramienta funda-
mental para los abogados. Se puede aprender, ¿cómo?, la principal forma, a través de la litera-
tura. Félix Frankfurter, ex Juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos nombrado por Franklin
Roosevelt señaló lo siguiente a un discípulo estudiante de derecho: El abogado, como el profe-
sor universitario, el juez o cualquier otro sujeto que vive el Derecho, encontrará en la literatura
una permanente escuela sobre cómo decir y contar mejor, de palabra o por escrito. Por lo que
nunca es pronto ni tarde para explorar y disfrutar esa relación. Cuando todavía no se han aban-
donado las aulas universitarias, en los primeros años del ejercicio profesional o en cualquier

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estado posterior.

Es importante señalar que la claridad en el lenguaje jurídico debe encontrarse íntimamente


vinculada a la calidad de su contenido. Premios internacionales como: “The green bag”, “Justi-
cia y Convencionalidad”, realzan ambas características en un documento jurídico.

En nuestro país como ejemplos de exigencia académica se tiene al caso “Giuliana Llamoja”
(STC Exp. No. 728-2008-PHC/TC) y caso “Villacis Rojas” (Resolución del CNM No.
120-2014-PCNM), que establecen un precedente de alta motivación a las resoluciones judicia-
les; pero también encontramos una exigencia cuantitativa en la producción judicial conforme
se aprecia de la Resolución Administrativa No. 185-2016-CE-PJ, de fecha 20 de Julio del 2016.
Nos preguntamos ¿se puede exigir de nuestros jueces resoluciones con un lenguaje jurídico
comprensible, con alta calidad de motivación y al mismo tiempo una alta producción de casos
culminados anualmente?

Finalmente, es importante señalar que dentro del debido proceso formal - contenido en el
artículo 139, inciso 03 de la Constitución Política del Estado – ya se reconoce el derecho funda-
mental que tienen todos los ciudadanos a comprender las resoluciones judiciales, lo cual tam-
bién es recogido en normas de carácter internacional como la Convención Americana de Dere-
chos Humanos (artículo 8).

Figura 3.

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5 RECOMENDACIÓN O RESUMEN

En resumen, podemos afirmar que el lenguaje jurídico utiliza como insumos términos del
lenguaje natural, pero los reviste de un contenido técnico para dotar a la praxis jurídica de una
naturaleza científica incuestionable. Sin embargo, en ese intento de hacer del lenguaje jurídico
un lenguaje técnico preciso y sin errores se han generado numerosos problemas que dificultan
la comunicación entre los legos y los operadores del Derecho. Ante estas dificultades, los
propios abogados y hombres de Derecho debemos proponer alternativas que hagan más com-
prensible el lenguaje jurídico sin que este pierda su carácter técnico que identifica a la ciencia
jurídica.

El derecho a la comprensión de resoluciones judiciales es un derecho fundamental de todos los


ciudadanos y como tal debe ser respetado por nuestros jueces al momento de elaborar sus
decisiones, las cuales deben también mantener altos estándares de motivación y calidad en su
contenido, para lo cual se debería seguir el protocolo establecido en el Manual Judicial de Len-
guaje Claro y Accesible a los Ciudadanos (CEPJ, 2016).

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REFERENCIAS

Carrió, Genaro. (1990). Notas sobre Derecho y lenguaje. Abeledo –


Perrot. Buenos Aires.

CEPJ - Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. (2016). Manual Judicial


de Lenguaje Claro y Accesible a los Ciudadanos.

Peces-Barba, Gregorio. (2000) Curso de Teoría del Derecho. Marcial


Pons. Madrid.

Rubio Correa, Marcial. (2007) Introducción al Sistema Jurídico.


Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima.

González Salgado, José Antonio. (2009) El lenguaje jurídico del


siglo XXI. Revista THEMIS N° 57. Lima.

Haba, Enrique Pedro. (1979) Apuntes sobre el lenguaje jurídico: De la


lengua común a la letra de las leyes. En Revista de Ciencias Jurídi-
cas N° 37. San José de Costa Rica.

León Pastor, Ricardo. (2008). Manual de Redacción de resoluciones


Judiciales. Academia de la Magistratura. Lima.

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