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La posesión
I. CONSIDERACIONES GENERALES
a. Concepto, naturaleza jurídica e importancia
1 La raíz etimológica de la palabra [possessio, derivada de possidere, formada por posse (poder) y
sedere (sentarse)], revela una relación con una cosa, en el sentido de estar establecido en una
cosa. En todo caso, es posible discutir acerca de la naturaleza jurídica de la posesión, pues para
algunos, la serie de ventajas que se le reconocen a esa situación permitiría calificarla más bien
como un derecho, en el sentido de que ella representa un interés jurídicamente protegido.
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Por otro lado, para ser considerado poseedor se requiere además el ánimo de
señor y dueño. Es decir, no basta con tener materialmente la cosa, sino que se
requiere la intención de actuar como propietario. Este es el elemento subjetivo
o sicológico que necesariamente para ser considerado por el derecho debe
manifestarse en el título de posesión, sea este constitutivo o translaticio (art.703
del CC). No es un elemento cuya determinación quede entregada al fuero
interno de quien pretende ser poseedor.
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1. Concepto
El art. 702 inc. 2 CC señala: “Se llama posesión regular la que procede de justo
título y ha sido adquirida de buena fe; aunque la buena fe no subsista después
de adquirida la posesión. Se puede ser, por consiguiente poseedor regular y
poseedor de mala fe; como viceversa, el poseedor de buena fe puede ser
poseedor irregular”. El inc. 3 del mismo artículo, agrega: “Si el título es
traslaticio de dominio, es también necesaria la tradición”.
i. Aproximación conceptual
El Código civil no define justo título. Pero, el art. 704 CC ofrece una lista de los
títulos injustos (los que no son justos títulos). Del tenor literal se desprende que
todo título que no quede comprendido en ella, puede ser considerado justo.
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A partir de los casos enumerados en el art. 704 CC, es posible entender que un
título es justo, en la medida que: i) tenga la aptitud para atribuir el dominio, en
abstracto (o sea, con independencia de otras circunstancias que pueden, en
definitiva, determinar que no se adquiera el dominio); ii) debe ser verdadero; y
iii) debe ser válido.
El art. 703 inc. 4 CC se refiere a otros títulos, cuya naturaleza puede ser más difícil de
determinar: las sentencias de adjudicación en los juicios divisorios, y los actos
legales de partición. El código señala que pertenecen a la categoría de “títulos
traslaticios”.
¿Cómo se explica, entonces, que el Código civil señale que estos actos son títulos
“traslaticios”?
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i. Concepto.
Se recordará que, en el curso de Derecho civil sobre teoría general de los actos y
contratos (Derecho civil I), se ha estudiado también la buena fe como principio
general de la contratación. En ese sentido, puede decirse que la buena fe es un
estándar de conducta que es exigible a los contratantes, que les impone
comportarse con lealtad y de forma racional, y por ende, que permite modular el
contenido de sus obligaciones, imponer cargas o deberes no expresamente
pactados, y limitar las pretensiones de los contratantes (cfr. art. 1546 CC). Esa
buena fe es la llamada buena fe “objetiva”.
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Una persona puede incurrir en un error de hecho; esto es, equivocarse sobre
algún aspecto de la realidad. Un justo error de hecho (es decir, un error
excusable) no se opone a la buena fe (art. 706 inc. 3 CC). Pero, un error en
materia de derecho constituye una presunción de mala fe, que no admite
prueba en contrario (presunción de derecho).
En todo caso, hay que tener presente que esta presunción, de derecho, de
mala fe, es una regla especial y excepcional. La regla general del
ordenamiento es que la buena fe se presuma, y que la mala fe deba
probarse, salvo que, como en el caso señalado en el art. 706 CC, la ley
presuma la mala fe. Esto es lo que señala el art. 707 CC., que pese a hallarse
en el Título VII del Libro II, dedicado a la posesión, se entiende que es una regla
general del sistema.
Sobre este requisito, el art. 702 inc. final CC contiene una presunción, que
favorece al poseedor, facilitando la prueba de que se ha realizado la
tradición: “La posesión de una cosa a ciencia y paciencia del que se obligó a
entregarla, hará presumir la tradición; a menos que ésta haya debido
efectuarse por la inscripción del título”. Como se puede apreciar, esta
presunción alcanza únicamente a los bienes no sujetos a Registro.
La posesión irregular está definida en el art. 708 CC, en estos términos: “es la
que carece de uno o más de los requisitos señalados en el artículo 702” (éste
enumera los requisitos de posesión regular). A partir de lo dispuesto en el art.
708 CC, la doctrina suele afirmar que hay posesión irregular si ella no procede
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a. La posesión violenta
2 No obstante, conviene tener presente que si bien existen argumentos muy contundentes para
concluir que, tratándose de bienes inmuebles, no se adquiere ninguna posesión (ni siquiera la
irregular) mientras no se realice la inscripción en el Conservador de Bienes Raíces, el punto se ha
discutido -especialmente respecto de bienes inmuebles que no están inscritos-, admitiéndose, por
algunos, que el adquirente puede ser poseedor irregular en la medida que se le haya hecho la
entrega material del inmueble. El punto será abordado con mayor detenimiento más adelante.
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dueño, pero que le repele por la fuerza cuando éste regresa o intenta
recuperar su propiedad (arts. 710 y 711 CC). Respecto de quien puede ejercer
la fuerza véase arts. 712 del CC.
b. Posesión clandestina
Para algunos, la fuerza sólo es un vicio relativo (en el sentido de que sólo
puede invocarlo la víctima de la fuerza), y sólo es un vicio temporal, en el
sentido de que desaparece el vicio, una vez que cesa la violencia. Por esta
razón, podría pensarse que el poseedor violento es un poseedor irregular (en
cuando carece de título, y no tiene buena fe inicial).
Otro aspecto de la posesión, que está vinculado con este tema y por ello
conviene destacarlo en este lugar, es que la posesión es un hecho, no un
derecho, y por tanto, no se transmite ni se transfiere (ver arts. 688 CC., en
relación con el art. 717 y 722 CC). Así, resulta que un poseedor violento no
puede adquirir por prescripción ordinaria (porque no puede ser poseedor
regular); pero si ese poseedor violento transfiere la cosa, quien la recibe
puede ser un poseedor regular, si concurren en él los requisitos indicados.
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V. Adquisición, conservación
y pérdida de la posesión
Todas las personas pueden tener la calidad de poseedor de una cosa. Pero,
existen algunas limitaciones en relación con la capacidad para adquirir la
posesión, y para ejercer los derechos que concede la calidad de poseedor.
Las demás personas pueden adquirir la posesión, y ejercer los derechos que
confiere la posesión, por sí mismos; pero pueden también a través de
mandatarios (representantes convencionales) (art. 720 CC).
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1. Inmuebles no inscritos
A. ADQUISICIÓN DE LA POSESIÓN
Ahora bien. Es importante recordar que el art. 703 CC señala además, entre
los títulos posesorios constitutivos de dominio (no traslaticios), la ocupación y la
prescripción. La mayoría de la doctrina nacional entiende que ninguno de los
dos puede invocarse como justificativo de la posesión de un inmueble no
inscrito. La ocupación es un modo de adquirir que opera respecto de bienes
que no tienen dueño, y en Chile no existen inmuebles sin dueño (son del
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Estado, art. 590 del CC). Por otro lado, ya se ha dicho que no es posible
invocar la prescripción como justificación de la posesión, porque la
prescripción supone la posesión.
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B. CONSERVACIÓN Y PÉRDIDA
Caso.
[A] es poseedor de un inmueble que no está inscrito, en la X Región. [B], que
no es poseedor de ese inmueble (por ejemplo, es arrendatario de [A], se
hace pasar por dueño del inmueble (no inscrito) y lo vende a [C], quien vive
en Santiago. Tras ello, [C] solicita la inscripción en el CBR respectivo, la que se
practica, en favor de [C]. [C], sin embargo, no toma posesión material del
inmueble.
Pregunta.
¿Quién es ahora el poseedor del inmueble? ¿Pierde [A] la posesión de ese
inmueble? ¿La ha adquirido [C]?
2. Inmuebles inscritos
Los inmuebles inscritos gozan de una especial protección, así resulta del
estudio conjunto de una serie de normas, lo que ha dado origen a lo que se
llama la “teoría de la posesión inscrita” (arts. 686; 696; art. 702 inc. 4; 724; 728;
730 inc. 2; 2505; art. 924 CC), si bien hay que destacar que esas normas no solo
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A. ADQUISICIÓN
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B. CONSERVACIÓN Y PÉRDIDA
La regla en esta materia es el art. 728 CC, que señala que para que cese la
posesión inscrita se debe cancelar la inscripción, y señala tres formas: i) por
voluntad de las partes; ii) por una nueva inscripción en que el poseedor
inscrito transfiere su derecho a otro; iii) por un decreto judicial (por ejemplo,
como consecuencia de una acción reivindicatoria, o de la nulidad de un
contrato, o de su resolución).
Para otros, sin embargo, no es razonable entender que el art. 730 inc. 2 reitere
el art. 728 CC. Entonces, la “competente inscripción” es simplemente la
inscripción en el CBR, con las formalidades exigidas, del título que justifica la
enajenación en favor de ese tercero, y que ha nacido del usurpador. Desde
este punto de vista, la Ley permite que el poseedor inscrito pierda la posesión
por la enajenación hecha por un usurpador a un tercero, en la medida que se
haya inscrito el inmueble a nombre del tercero en el CBR.
Art. 916 CC: “Las acciones posesorias tienen por objeto conservar o recuperar
la posesión de bienes raíces o de derechos reales constituidos en ellos”
3Cabe tener presente que a estas acciones se les llama también “interdictos posesorios”, pero la
palabra interdicto tiene otras acepciones: el juicio mismo en el que se discute la posesión; el
procedimiento civil o tramitación que se lleva a cabo en este juicio.
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iv. Denuncia de obra nueva: Tiene por objeto impedir una obra nueva.
v. Denuncia de obra ruinosa. Aquella que tiene por finalidad evitar que
una casa ruinosa o peligrosa cause daño (art. 932)
3. REQUISITOS:
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ii. Es necesario que la cosa sea susceptible de ampararse por una acción
posesoria.
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