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Unidad 5

Antología poética de
Antonio Machado
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Trazó una odiosa mano… entre olores de pólvora y romero.

Trazó una odiosa mano, España mía, Donde anuncia marina caracola
—ancha lira, hacia el mar, entre dos mares— que llega el Ebro, y en la peña fría
zonas de guerra, crestas militares, donde brota esa rúbrica española,
en llano, loma, alcor y serranía.
de monte a mar, esta palabra mía:
Manes del odio y de la cobardía "Si mi pluma valiera tu pistola
cortan la leña de tus encinares, de capitán, contento moriría".
pisan la baya de oro en tus lagares,
muelen el grano que tu suelo cría.

—Otra vez —¡otra vez!— ¡oh triste España!,


cuanto se anega en viento y mar se baña
juguete de traición, cuanto se encierra

en los templos de Dios mancha el olvido,


cuanto acrisola el seno de la tierra ¡Madrid, Madrid; qué bien tu nombre suena,
se ofrece a la ambición, ¡todo vendido!
rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena,

A Líster, jefe en los ejércitos del Ebro tú sonríes con plomo en las entrañas.

Madrid, 7 de noviembre de 1936.


Tu carta -oh noble corazón en vela,
español indomable, puño fuerte-,
tu carta, heroico Líster, me consuela,
de esta, que pesa en mí, carne de muerte.

Fragores en tu carta me han llegado


de lucha santa sobre el campo ibero;
también mi corazón ha despertado
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sonaba el golpe de tus secas palmas, 


y diste el hielo a mi cantar, y el filo 
El crimen fue en Granada a mi tragedia de tu hoz de plata, 
te cantaré la carne que no tienes, 
A Federico García Lorca los ojos que te faltan, 
tus cabellos que el viento sacudía, 
          1. El crimen los rojos labios donde te besaban... 
Hoy como ayer, gitana, muerte mía, 
  Se le vio, caminando entre fusiles,  qué bien contigo a solas, 
por una calle larga,  por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
salir al campo frío, 
aún con estrellas de la madrugada.            3.
Mataron a Federico 
cuando la luz asomaba.    Se le vio caminar... 
El pelotón de verdugos                        Labrad, amigos, 
no osó mirarle la cara.  de piedra y sueño en el Alhambra, 
Todos cerraron los ojos;  un túmulo al poeta, 
rezaron: ¡ni Dios te salva!  sobre una fuente donde llore el agua, 
Muerto cayó Federico  y eternamente diga: 
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—  el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
... Que fue en Granada el crimen 
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
La muerte del niño herido
          2. El poeta y la muerte

  Se le vio caminar solo con Ella,  Otra vez en la noche... Es el martillo


sin miedo a su guadaña.  de la fiebre en las sienes bien vendadas
—Ya el sol en torre y torre, los martillos  del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.  ¡Las mariposas negras y moradas!
Hablaba Federico, 
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.  —Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime
«Porque ayer en mi verso, compañera,  la madre, junto al lecho. —¡Oh, flor de fuego!
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¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime?


Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
fuera, la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!

De mar a mar

De mar a mar entre los dos la guerra,


más honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.

Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,


miras hacia otro mar, la mar de España
que Camoens cantara, tenebrosa.

Acaso a ti mi ausencia te acompaña.


A mí me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte.
y es la total angustia de la muerte,
con la sombra infecunda de la llama,

y la soñada miel de amor tardío,


y la flor imposible de la rama
que ha sentido del hacha el corte frío.

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