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Orfismo: Una mirada hacia el alma y la religión en un intento por comprender el inconsciente

Daniela Betancourt Pareja

Jhoan Andrés Hernández

Dahiana Ramirez Mosquera

Mariana Zuleta Montoya

Fundación Universitaria del Área Andina

Facultad de Ciencias Jurídicas

Departamento de Sociales y Humanísticas

Programa de Psicología

Pereira, Risaralda

2019
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Orfismo: Una mirada hacia el alma y la religión en un intento por comprender el inconsciente

Daniela Betancourt Pareja

Jhoan Andrés Hernández

Dahiana Ramírez Mosquera

Mariana Zuleta Montoya

Docente

Mauricio Gómez Villegas

Yully Alexandra Sánchez Parra

Fundación Universitaria del Área Andina

Facultad de Ciencias Jurídicas

Departamento de Sociales y Humanísticas

Pereira, Risaralda
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2019
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Índice

Pag.
INTRODUCCIÓN........................................................................................................................................ 5

ORFISMO Y CRISTIANISMO.................................................................................................................... 6

FILÓSOFOS QUE SE BASARON EN EL ORFISMO.....................................................................................................10


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Introducción

En el presente trabajo se intentará explicar de forma resumida, el hecho del orfismo, se hace

con el fin de comprender este movimiento como vía propiciatoria de experiencias místicas en sus

practicantes.

Aparte se mostrara la relevancia del mito de Dionisio, luego se aborda su relación con el

orfismo, considerando el mismo mito de Dionisio localizado en el seno del orfismo.

Comprendiendo asimismo el tema del alma fundamental para los órficos y filósofos reconocidos

en la historia. Por último uniendo tanto el inconsciente como el hades para darle sentido a este

ensayo.
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Orfismo y Cristianismo

Durante el siglo VI a.C. en Grecia se llevó a cabo una renovación en la vida religiosa que,

según describe Jaeger (1952) el naturalismo había comenzado a oprimir en el periodo anterior.

Previamente, el naturalismo filosófico se había preocupado por dar una explicación a nuestro

entorno físico, atribuyendo al origen del cosmos cualidades basadas en los elementos de la

naturaleza. Además de esto, rechazaba la idea de lo sobrenatural, pues estos hechos se podían

interpretar por medio de dichos elementos.

En aquel periodo el individuo comenzó a tener libertad tanto en el arte como en la poesía, así

como surgieron las religiones en la vida intelectual superior. Desde que inició esta revolución se

comenzó a hacer culto a Dionisio, y de la mano con ello hubo una extensión de los campos a las

ciudades donde encontró su lugar en los festejos públicos y ceremonias religiosas. Gracias al

culto Dionísiaco llegó una reavivación de los antiguos misterios locales.

Según Jaeger (1952) las orgías órficas –las cuales no eran restringidas a un solo lugar–, se

consideraban una especie de rito religioso. Los órficos creían además en la inmortalidad del alma,

por lo que seguían una especie de “dieta vegetariana”, absteniéndose así del consumo de carne. El

orfismo tomó un definido “bios” o forma de vida que incluía sacrificios y exorcismos, los cuales

requerían de una persona especializada para llevarlos a cabo.

Alrededor de esta época la mayoría de los ritos de iniciación que pueden encontrarse en Grecia

terminaron por considerar a Orfeo como su fundador. Orfeo no era específicamente una figura

religiosa, sino más bien un cantor mítico. Graves (1985) describe la historia de Orfeo como hijo

del rey tracio Eagro y la musa Calíope, uno de los poetas y músicos más célebres de la época.
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Apolo, hijo de Zeus y dios del Sol, le entregó su lira y las musas le enseñaron a tocarla de tal

manera que no sólo maravillaba a las fieras, sino que también provocaba que los árboles y las

rocas se movieran de sus lugares para seguir el sonido de su música. Tras una visita a Egipto,

Orfeo se unió a los argonautas, héroes viajeros con quienes se embarcó para Cólquide. A su

regreso se casó con Eurídice, una ninfa de Tracia a quien algunos llamaban Agríope.

A partir de aquí comienza el mito que llevó a Orfeo a ser reconocido por su descenso al

Hades, pues tras el encuentro que tuvo Eurídice con Aristeo –pastor rival de Orfeo–, ésta logró

escapar sólo para ser picada por una serpiente después, la cual la condujo a la muerte. Es a causa

de este acontecimiento que Orfeo decide descender al pasaje que conecta al mundo de los vivos y

de los muertos; una vez allí, logra ablandar el cruel corazón del dios del inframundo y éste le

concede su permiso para que su esposa retorne al mundo superior, no sin antes imponer una

condición: Orfeo no podía mirar hacia atrás hasta que Eurídice estuviera nuevamente bajo la luz

del sol.

Eurídice fue guiada por la música de su lira a través de aquel pasaje oscuro, y sólo cuando

Orfeo llegó de nuevo a la luz del día se dio la vuelta para asegurarse de que su esposa le seguía,

justo en ese momento la perdió para siempre.

Con referencia a lo anterior, es de este modo como comienza el culto a Dionisio, con el

descenso de Orfeo el cual regresaría nuevamente al mundo de los vivos convertido en profeta.

Álvarez (2017) menciona que Dionisio, considerado en la cultura griega de la época como dios

del vino y de las cosechas, fue importante además debido a que el trigo, el vino y el aceite eran

sagrados en la antigua Grecia.


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A esta deidad se le puede encontrar, según Mora (1941), en los mitos griegos como hijo de

Zeus y de Perséfone, el cual fue despedazado y devorado por sus tíos los Titanes, salvo su

corazón, que fue rescatado por Atenea y entregado a Zeus. Lleno de ira, su padre destruyó a los

Titanes con sus rayos y de las cenizas emergieron los hombres cuya existencia aloja dentro el mal

(elemento titánico) y el bien (elemento dionísiaco). Dionisio renace del corazón tragado por

Zeus; esta resurrección se convertiría en un pilar fundamental de la doctrina órfica.

Desde un punto de vista filosófico, se puede decir que el orfismo trataba de explicar el origen

del hombre y la causa de sus sufrimientos, los cuales eran atribuidos a su doble naturaleza

dionísiaca y titánica.

En ese mismo sentido, Salas (2008) menciona en su escrito que la religión órfica se fundó en

la creencia y la doctrina de un tipo de mentalidad meramente oriental. Fueron los griegos quienes

dieron a la fe cristiana especialmente, la forma de doctrina, la cual tuvo lugar en los comienzos de

la cultura griega.

Es oportuno mencionar que tanto en el orfismo como en el cristianismo se pueden apreciar

rasgos símiles; para empezar, Muro (2011) habla de la religión católica, la cual es profesada por

los cristianos y se distingue por el reconocimiento del papa como el representante de Dios en la

tierra y como máxima autoridad de la Iglesia Católica. Esta cualidad se refleja en la religión

órfica al ser Orfeo quien desempeña el papel de profesar adoración y lealtad al dios del vino.

De igual manera, la base fundamental del cristianismo son las enseñanzas y mensajes de Jesús

de Nazaret que se reúnen en el antiguo y nuevo testamento de la biblia, los cristianos y por ende

los católicos, creen que Jesús es el hijo de Dios que se hizo hombre y llegó a la tierra para redimir
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a los hombre del pecado original, y que para ello murió crucificado y a los pocos días resucitó,

acontecimiento que se celebra en la pascua.

Algo similar ocurre con Orfeo y las diferentes versiones que existen acerca de su muerte,

Graves (1985) menciona una de ellas, esta es que Orfeo, en posición de sacerdote al culto a

Dionisio, se reveló ante éste y comenzó a desobedecer las órdenes del dios, predicando tanto a

hombres como discípulos de Tracia los misterios sagrados de los dioses. Es entonces cuando

Dionisio tomó la decisión de asesinarlo, por lo que envió a las mujeres tracias para que cortaran

sus miembros y lo decapitaran.

Continuando con Muro (2011), entre las ideas de la religión Católica y las ideas del Orfismo,

denota una gran similitud, ya que en la dos se divide el alma del cuerpo terrenal, siendo el alma el

“yo” inmortal, que debe cumplir ciertos modelos. En ambas se busca la salvación del alma, sin

embargo, cada una se rige bajo diferentes modelos de ideologías y creencias. En la religión

Católica se muere y el alma sale del mundo terrenal, teniendo en cuenta si se fue pecador o no, es

así como se decide si un alma merece el cielo o el infierno; aquí se diferencia del orfismo, ya que

éste considera al cuerpo como una especie de cárcel, y si un alma fue buena en la tierra esta se

libera de su cárcel, por el contrario, si se fue malo, entonces el alma volverá a reencarnar y dicha

reencarnación podría darse tanto en otro cuerpo humano como un cuerpo animal.

Muro (2011) resalta, además, que el orfismo fue poco concreto, pues en cada zona que se

practicaba variaron las características y esto lo hace una corriente religiosa; el catolicismo, no

obstante, es una religión como tal, ya que en cualquier parte que se practique, sus rituales y

características seguirán siendo las mismas.


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Adicionalmente, en la religión católica Jesús da la vida por la humanidad y es capaz de vencer

a la muerte; Orfeo decide retar a la muerte (Hades) al descender al inframundo para salvar a su

esposa. Utilizando sus habilidades con la lira, vence al dios y éste le concede la oportunidad de

traerla de vuelta a la vida.

El orfismo, igualmente, tiene una visión pesimista de la naturaleza humana debido a su

condición de contener un elemento bueno y un elemento malo, estableciendo un dualismo entre el

cuerpo y el alma. En el orfismo, el proceso de purificación puede ser largo y realizarse en varias

transmigraciones, de ahí el precepto de no derramar sangre humana ni animal.

En general, los ritos órficos han logrado trascender en el tiempo, inspirando a nuevas

religiones como la católica, la cual se ha establecido y mantenido durante generaciones como una

forma de vida. Así mismo, ha servido de base para grandes pensadores de la antigua Grecia tales

como Sócrates y Platón, los cuales incluyeron en su filosofía el prisma del alma y como ésta se ve

corrompida por la cárcel que es el cuerpo, tema del cual se hablará en profundidad

posteriormente en este documento.

Filósofos que se basaron en el orfismo

El alma como principio de vida; según esta concepción, todos los seres vivos tienen alma,

la cual perece al morir; es un alma-aliento (Thymós), se dice que el alma abandona el cuerpo al

momento de morir mediante un aliento o por medio de la herida que tenga, por lo que es

coherente afirmar esta frase: El alma está unida al cuerpo y, por tanto, existe y deja de existir con
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él. El alma es de naturaleza divina, pues procede de los dioses. Es una especie de huésped, un

residente en el cuerpo de distinta naturaleza a la de éste. (Miranda, 2010, p.12)

El alma como principio de conocimiento; según esta concepción, el alma es propia y

exclusivamente de los seres humanos (Psyché), la cual es corrompida por los deseos carnales

propios del cuerpo humano. Es eterna e inmortal, y se encuentra unida al cuerpo de manera

accidental, lo que significa que el cuerpo humano es el resultado de esta unión accidental entre

cuerpo y alma.

La primera concepción nos llega a través de la poesía mitológica, y la segunda se

encuentra en el pensamiento religioso vinculado al orfismo. De esta última se derivan los ritos

mistéricos, las filosofías pitagórica y platónica, que por medio de la catarsis promueven la

purificación como sistema de limpieza del alma.

Según Miranda (2010) la diferencia de alma y cuerpo comienza a manifestarse en los

antecedentes de Grecia con el surgimiento de algunas creencias religiosas con relación a lo

desconocido (Lo místico). El misticismo está relacionado con experiencias religiosas que con

basta claridad busca la unión del alma con la divinidad. Básicamente por medio de múltiples

practicas ascéticas encaminadas a perfeccionar el espíritu humano, orientándolo para la sabiduría

final de éxtasis en el cual el hombre yéndose de si (esto es lo que significa la palabra griega

éxtasis) se entrelaza efímeramente con la divinidad. El ascetismo no es, sin embargo, la única

forma para culminar este fin puesto que en el caso del culto Dionisiaco griego la sabiduría del

éxtasis era extraído por los fanáticos de Dionisio por medio de un estado mental distorsionado

allegado a la locura (en griego, manía), obtenido momentáneamente gracias la música y las liras,
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que los persuadían a introducirse a un trance y tener premoniciones místicas. En dicho manifiesto

de fe asertivamente no aparecen rasgos de ascetismo. La propuesta del entrelazamiento del

hombre con lo divino, establecido en el culto orgiástico de Dionisio llevara luego, en los

antecedentes de Grecia, a la concepción del alma como divina e inmortal. En los antecedentes del

desarrollo de estos nuevos planteamientos existió un movimiento religioso que logro escalar a

una trascendencia prominente: el orfismo. Lo que se piensa cuando se habla de orfismo es que

constituyo un movimiento religioso que apareció, tal parece, según teorías de los historiadores en

la religión griega en el siglo VI A.C y que adopto la esencia del músico y poeta Orfeo como

profeta y líder de sus doctrinas.

En las ideas principales del sistema doctrinario órfico se obtiene de manera primordial la

creencia en que el alma humana es divina y por esto inmortal. Relacionada de este principio

trascendental se obtiene la idea de un ciclo de prominentes encarnaciones por las que transcurre

el alma además de castigos o recompensas dependiendo del comportamiento de la persona en sus

diferentes existencias (vidas).

Según Bernabé (2016) Homero lo compara con un “ídolo” (Eidolon) por su semejanza

con la persona misma, que ha escapado por su boca, su vientre o más específicamente por sus

miembros, y su actividad en la vida está relacionada con la parte sensible del individuo. Hay que

distinguir entre Psyché y Thymós, ya que la Psiché aparece como “la vida” o aliento vital y el

Thymós como el asiento de los sentimientos, que frecuentemente aflora en los sueños. La palabra

Psyché va a seguir una evolución desde un significado casi visceral (alma animal = anima), de

donde se la relaciona con viento-aliento-hálito (Pneuma), hasta otro de carácter abstracto en que

la idea de alma se aleja de la función vital para aproximarse a la conciencia, tal como aparece en
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Anaxímenes, quien habla de Psyché y Pneuma como una suerte de espíritu que subyace y rige al

hombre y al cosmos.

La identidad del yo durante la vida y después de la muerte; el alma ya no se concibe al

morir como un mero hálito que se dirige al Hades para quedar atrapada por toda la eternidad, sino

que puede aspirar a una vida gloriosa en un lugar supraceleste, la Isla de los Bienaventurados.

Los mitos de Démeter-Perséfone y de Dionisos reafirman esta peregrinación del alma por

este mundo y por el otro, como afirma Bernabé (2016), ya sea condenada por una conducta

inmoral o purificada mediante la catarsis para morar en el plano supremo. Esta esperanza implicó

un modo de vida (Bios) característicamente órfico de abstinencia y pureza. No debe olvidarse que

ya en el mito de Dionisos, se alude con claridad a la dualidad alma-cuerpo asociada a la otra

dualidad divinidad-materia. Recordamos que en el mito de Dionisio se define a la humanidad

como resultado de la mezcla original producida por la cólera de Zeus, que fulminó a los titanes,

en venganza por la muerte de Dionisio. Como quedó una pequeña partícula de divinidad

mezclada con la carne quemada de los titanes (que previamente habían devorado a Dionisio), la

naturaleza humana resultó una mezcla de titán y de Dionisio, o sea una suerte de Daimon o dios

menor e imperfecto. Esta forma de pensamiento influyó notablemente en los pitagóricos, en

Platón e, incluso, en Aristóteles (al menos en las obras de su primera época).

Es preciso reconocer que el orfismo, especialmente en su versión órfico-pitagórica,

influyó de manera notable en Platón, de tal modo que se reconoce una línea bastante definida en

su exposición de la dualidad alma-cuerpo y en la divergencia que hay entre ambos.

Bernabé (2011) considera el pitagorismo recoge la idea de la purificación del alma

mediante la expiación dolorosa, a través del proceso de la palingenesia o reencarnación. Para los
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pitagóricos, la Psyché es un Daimon, un exiliado de los dioses que se esfuerza para volver a su

patria lejana. El sufrimiento existe como un medio para tomar conciencia de la necesidad de

evolución, y no hay ningún dolor o dificultad que sea intrínsecamente injusto, sino propio del

hombre. Esta suerte de castigo compensatorio por las propias faltas no es eterno, no se trata de

una condena, como en el cristianismo, sino que está limitado por la capacidad de conocer las

causas. Es una lección que se aprende mediante el conocimiento, con lo que se pone fin a la rueda

de las reencarnaciones, oportunidades otorgadas por los dioses para que el hombre rescate su

propia divinidad y sea uno más entre sus pares.

Al surgir la irracionalidad cotidiana en forma de mitos, se ha dado a entender en este

ensayo que uno de los más reconocidos fue el de Orfeo y su lira, siendo tanto el trascender de

este mito que ha llegado hasta la actualidad. Los órficos creían en la reencarnación, en la figura

eterna del alma, y su producción literaria en contraposición a Zeus, significo una considerable

orientación para los mitos creados posteriormente. Mitos que se que se justificaron mucho tiempo

después en las proyecciones del cristianismo y el islamismo.

Partiendo de esto, fue el pensamiento de Empédocles, Sócrates y Platón, quienes se vieron

atrapados por el pensamiento órfico. Platón amante de la verdad y conocimiento es el único capaz

de extraer el conocimiento que encierran los mitos.

Los órficos consideraban que el alma humana era inmortal, pero se encontraba manchada

por un pecado antecedente (relacionado con el mito de la devoración de Dioniso por los Titanes y

su posterior fulminación por parte de Zeus, habida cuenta de que el género humano procedía de

las cenizas de estos perversos seres). De ahí que el alma debiera sufrir una expiación que excedía

los límites de una vida humana, y pasaba por un largo ciclo de transmigraciones hasta que
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Perséfone aceptaba dicha expiación y permitía que se liberara del círculo de reencarnaciones,

llevando entonces una vida feliz en el Hades.

Según Bernabé (2011), El hombre, sostiene Platón, es una planta celeste (Timeo), algo

casi divino y que existía antes del preciso instante en que nos convertimos en hombres (Fedón).

En el marco de su exposición sobre el alma, Platón dedica uno de sus dialogos completo a este

tema, el Fedón. Sin embargo, como es uno de los ejes fundamentales de su doctrina,

especialmente en lo que respecta a la demostración de la inmortalidad del alma, su propuesta

general gira en torno a la sabiduría que debe ser desvelada en el individuo mediante una

progresión que va desde la oscuridad a la luz, aplicando la ciencia de la justa medida (Filosofía) y

desarrollando la habilidad para distinguir las dos dimensiones del mundo, es decir, el aspecto

sensible y el aspecto inteligible. El alma juega un papel fundamental en este proceso de salida de

la “caverna” hasta ser capaz de contemplar las ideas puras.

Hemos llegado a un lugar y a un momento hasta donde hemos seguido la pista de

diferentes movimientos espirituales y líneas de pensamiento. Es el lugar y momento en el que

Empédocles comienza su andadura. Sus poemas nos dieron la certeza de un fuerte trasfondo

espiritual, e intuimos que las descripciones más clásicas sobre él reflejaban solo una visión

sesgada. Pitágoras ha puesto en marcha apenas una generación antes de Empédocles, trayendo

tradiciones junto a la filosofía Jónica, y el orfismo. Los pitagóricos y Empédocles para entrar en

contacto con los dioses infernales (Hécate y Deméter) y obtener una visión a través de los

sueños. Para conseguir estas visiones o comprensiones, que incluían la adivinación, se establecen

una serie de tabús, especialmente respecto a comidas, y de ritos destinados a conseguir la

tranquilidad de la mente. Pitágoras, nos cuenta cómo esperan el sueño en el suelo o dentro de la

tierra, ya que quieren conectar con dioses del inframundo, y la manera en que prescribía
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abstinencia de todo alimento que impidiera el proceso de purificación y rechazaba todo aquello

que chocara con la limpieza del alma y convirtiera en turbias las purezas del alma, sobre todo la

pureza de las visiones que aquélla contempla durante el proceso del sueño.

Si bien estos tabús son específicamente pitagóricos, el ayuno es una práctica más

generalizada, que constituía un elemento muy importante en los misterios de Perséfone. Por otra

parte, Empédocles es vegetariano porque cree que el alma puede viajar no solo a otras personas,

sino también a otros animales, y por tanto al comer carne se podría estar cometiendo el pecado de

sacrificar a un semejante. Es en el orfismo, el pitagorismo y las corrientes neoplatónicas, donde el

mito cobra un nuevo sentido: se le atribuye un cierto poder de transformación en el espíritu de

quien se pone en contacto con él. Así, representando escenas míticas los órficos pretendían lograr

una catarsis, una limpieza interior que les permitía ulteriormente ascender a comprensiones

mayores en el orden de las ideas y las emociones.

Ahora, sumergiéndonos en el tema de lo psicológico comenzaremos haciendo una

pequeña relación entre la psicología y la filosofía para posteriormente abarcar la relación y unir

así los conceptos entre el orfismo y el psicoanálisis.

La filosofía y la psicología son dos campos de estudio con un lugar común en la historia,

la psicología surge a partir de la filosofía, surge con el fin de incluir el método empírico a la hora

de enfrentar las preguntas que se plantea la filosofía, por ello la filosofía ha aportado a la

psicología diversos temas de estudio como son la sensación, la percepción, la inteligencia y la

memoria.

Se trata de un campo de estudio que intenta explicar qué sucede en nuestra caja negra y

cómo afectan estos sucesos a nuestra manera de actuar, teniendo en cuenta el tipo de estimulación
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que recibimos. En este sentido, la psicología también aspira a saber cómo las personas reciben e

interpretan la información que les llega a través de los sentidos.

La filosofía presta a la psicología una visión general de ser humano que es la base de una

buena parte de las teorías psicológicas. La filosofía, en ocasiones, hace uso de la metodología

científica de la psicología para lograr sus objetivos. Ambas comparten teorías y también objetos

de estudio.

Una de las cuestiones más apremiantes a las que se enfrenta la filosofía de la psicología es

la de interpretar y determinar el estatus de los estados mentales que los seres humanos utilizamos

a diario a la hora de explicar y predecir la conducta. Entre estos estados, las creencias y deseos

ocupan un lugar destacado.

Creer implica la tendencia a actuar como si aquello en lo que se cree fuera verdadero,

como si existiera realmente. La creencia supone una expectativa de actuación por parte del sujeto

creyente, pues lo dispone a actuar de determinada manera. Esta es la razón por la cual es posible

inferir las creencias de un sujeto a partir de la observación reiterada de su conducta.

Ahora bien en caminando este trabajo más por el lado psicológico comenzaremos a hablar

del neurólogo austriaco Sigmund Freud, quien empezó a sentar las bases del psicoanálisis, un

novedoso enfoque sobre la psique humana que es tanto una teoría de la personalidad como un

método de tratamiento para pacientes con trastornos como la histeria y otros tipos de neurosis. La

principal contribución de Freud a la psicología sería su concepto de inconsciente. Freud sostenía

que el comportamiento de una persona está profundamente determinado por pensamientos,

deseos y recuerdos reprimidos inconscientes de naturaleza sexual; según su teoría, las


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experiencias dolorosas de la infancia son desalojadas de la conciencia y pasan a formar parte del

inconsciente, desde donde pueden influir poderosamente en la conducta. Como método de

tratamiento, el psicoanálisis procura llevar estos recuerdos a la conciencia para así liberar al

sujeto de su influencia negativa.

El inconsciente considerado como un lugar donde residen todos aquellos deseos, impulsos

y aspectos reprimidos de nuestra personalidad que no son accesibles fácilmente a nuestra mente

consciente. Si queremos materializar desde un estado más libre y sobre todo más consciente, es

importante revisar todas las creencias inconscientes que están operando en nuestra vida desde la

retaguardia. Nuestra mente inconsciente nos conecta con nuestra biología, es decir, reacciona

biológicamente gracias a los programas evolutivos que nos han permitido sobrevivir sin

conciencia. Por tanto, su única prioridad es protegernos, garantizar la supervivencia del individuo

y de la especie. Esto significa que nuestra mente inconsciente, en base a toda esa información

almacenada, reacciona biológicamente ante situaciones que evalúa como estresantes,

amenazantes o peligrosas, donde la respuesta debe ser rápida y lo más precisa posible, disparando

mecanismos automáticos de respuesta que han evolucionado durante millones de años,

considerado como el Yo.

Para ahondar el inconsciente, Freud propone tres instancias, el Yo, Superyó y el

Ello. Según su enfoque psicodinámico cada una de estas estructuras representa una instancia

psíquica que, desde nuestro sistema nervioso, nos llevan a perseguir unos intereses que chocan

entre sí.

Así pues, el Ello, el Yo y el Superyó son los conceptos que Freud utilizó para referirse al

conflicto y la lucha de fuerzas antagónicas que, según él, rigen nuestra forma de pensar y de
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actuar. El objetivo del psicoanálisis era, por lo tanto, hacer aflorar la verdadera naturaleza de los

conflictos y los bloqueos que según Freud estaban en la base de la psicopatología.

Freud proponía que el Ello es la estructura de la psique humana que aparece en primer

lugar. A diferencia de lo que ocurre con el Yo y el Superyó, está presente desde que nacemos, y

por lo tanto durante los primeros dos años de nuestras vidas es la que manda a lo largo de ese

periodo de tiempo.

El Ello se mueve a partir del principio del placer inmediato, y por eso lucha por hacer que

las pulsiones primarias rijan la conducta de la persona, independientemente de las consecuencias

a medio o largo plazo que eso pueda conllevar.

El Yo, una instancia psíquica surgida a partir de los dos años y, a diferencia del Ello, se

rige por el principio de la realidad. Eso significa que el Yo está más enfocado hacia el exterior, y

nos lleva a pensar en las consecuencias prácticas de lo que hacemos y los problemas que puede

generar una conducta demasiado desinhibida. Esto hace que se enfrente al Ello para aplacar las

pulsiones que emanan de él, para lo cual utiliza los mecanismos de defensa.

En definitiva, el Yo es, según la teoría de Sigmund Freud, la instancia psíquica que se

encarga de hacer que la fuerza del Ello no tome el control del cuerpo llevándonos a situaciones

catastróficas a corto plazo, y que la del Superyó no llegue a asfixiarnos por su carácter restrictivo.

El Superyó aparecería según Freud a partir de los 3 años de vida, y es consecuencia de la

socialización (básicamente aprendida a través de los padres). Es la instancia psíquica que vela por

el cumplimiento de las reglas morales. Es por eso que el Superyó presiona para realizar grandes

sacrificios y esfuerzos con tal de hacer que la personalidad de uno mismo se acerque lo máximo

posible a la idea de la perfección y del bien. Además es una especie de puente, que conecta al Yo
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y al Ello, limitando que deseos del Ello se manifiestan. No es simplemente una entidad que limita

la influencia de las otras dos, sino que tiene su propia agenda e intereses y se rige por una lógica

distinta: la de lo pragmático y la supervivencia.

Para poder comprender mas el tema es necesario hacer una relación entre el Hades y el

inconsciente, para lo que se consideran las ideas platónicas sobre el Hades como una forma de

defenderse con respecto al miedo o temor que se le tenía al Hades homérico, así como a la idea

de un alma sin futuro, fundada en la imposibilidad ontológica de representarse la muerte de sí

mismo.

La separación alma-cuerpo le sirve a Platón para indicar la superioridad del alma sobre el

cuerpo, y así asegurar que la causa del mal se hallaba en el cuerpo por ser esta la sede de las

pasiones y los placeres. Ahora bien, a fin de clarificar en qué sentido el alma es superior al

cuerpo, Platón acude a varios argumentos. En el Crátilo plantea que sólo los hombres (no los

animales) poseen alma y cuerpo. La psyché cuando está en el cuerpo o junto con él le da vida,

proporcionándole la capacidad de respirar y de refrescar, y que el cuerpo perece y muere tan

pronto como lo abandona.

En el Crátilo el cuerpo, sostiene Platón, es la “tumba” (sêma) del alma, así como señala

que en vida el alma se encuentra enterrada y al momento de morir se libera de su prisión (sôma).

En el Fedón Platón indica que el alma es afín a lo invisible (ἀόρατον) y el cuerpo a lo

visible (ὁρατὸν). Más adelante, en el mismo diálogo considera que el alma corresponde a lo

inmortal (divino) y el cuerpo a lo mortal (humano).

En este sentido, el orfismo es de gran importancia en la comprensión de la propuesta

platónica, la cual sugiere acceder al Hades mediante la vida ascética y filosófica. El Orfeo
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histórico, es decir, aquel que representa al profeta y maestro humano, fundó un movimiento en el

que se ayudarían a alcanzar un mejor destino en el Hades, el cual prometía a sus integrantes una

inmortalidad bienaventurada. Así mismo, el orfismo creía en la transmigración y en la existencia

de una vida posterior a la muerte, en la que no todos los hombres se encontraban en igualdad de

condiciones: los buenos llevarían una feliz existencia y los malos sufrirían sin fin. El creyente,

por tanto, debía organizar su vida terrenal con miras a conseguir una existencia ultraterrena feliz.

Los integrantes de esta secta debían realizar purificaciones entre las que se destacaban llevar un

régimen alimenticio vegetariano (pues no era permitido matar, ni comer carne de ningún ser

vivo), no vestirse con lana y no tocar los ataúdes de los muertos.

Así, entonces, Platón toma del orfismo la idea de un más allá bienaventurado y propone

que la purificación del alma y una vida filosófica conducente a la ἀταραξία (tranquilidad del

alma), serían las vías regias para no llegar a él Hades. Platón creía firmemente en los cultos

mistéricos derivados de la necesidad de pasar en la tierra un periodo de pruebas sucesivas para

purificar el alma (kátharsis).

Para Freud el inconsciente es el eje fundamental que gobierna por entero la vida anímica

del sujeto, y de ninguna manera sería algo accesorio. Al respecto, en La interpretación de los

sueños (1900) sostiene que en “lo inconsciente, tenemos que ver, la base general de la vida

psíquica. Lo inconsciente es el círculo más amplio en el que se halla inscrito lo consciente” (p.

715).

Freud sostiene que lo reprimido, si bien permanece inconsciente, no corresponde a la

totalidad de lo inconsciente, pues mientras “lo inconsciente tiene un alcance más amplio, lo

reprimido es, por tanto, una parte de lo inconsciente” (1915, p. 2061). Esto significa, que su
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punto de amarre sigue siendo en definitiva la represión, puesto que existen en el aparato psíquico

fenómenos inconscientes derivados de ella. Por un lado, se refiere a la existencia de un

inconsciente latente que corresponde a algo que no es sabido, pero el cual puede ser susceptible

de ser consciente. Por el otro, señala que existen contenidos inconscientes reprimidos que no

pueden acceder a la consciencia. De tal forma, lo reprimido configura el inconsciente y este a su

vez es el lugar en el que se originan los sueños. Dicha posición ya había sido anticipada por el

mismo Freud en La interpretación de los sueños (1900).

Cabría entonces entender la represión como un esfuerzo de desalojo, o aquello que se

fuerza al desalojo “que no consiste en suprimir y destruir una idea que representa a la pulsión,

sino impedirle hacerse consciente” (Freud, 1915, p. 2061).

Ha de entenderse como un mecanismo de defensa en tanto el sujeto se encuentre en una

situación de placer excesivo y es allí donde opera. Nótese que lo reprimido le compete tanto al yo

como al ello, pues ambos tendrían cualidades inconscientes en mayor o menor grado, aunque

Freud le asigna al yo el encargo de la razón y la prudencia, mientras que al ello las pasiones. Por

lo tanto, en mayor medida el ello es por naturaleza inconsciente. De hecho, el atributo más

importante del ello sería el de ser inconsciente.

A partir de lo dicho anteriormente es posible afirmar que la concepción de inconsciente

derivada de las tópicas freudiana que representan al aparato psíquico como una estructura

compuesta por tres dimensiones (consciente, inconsciente y preconsciente de la primera tópica;

yo, ello y superyó de la segunda).

El vínculo Hades-inconsciente se debe a que Hillman los personifica y ubica como algo

que existe en algún lugar y dentro del ser humano. Hace una defensa de la personificación, en la
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cual cualidades humanas tales como la fama, la victoria, el olvido, etc., correspondían a deidades

personificadas.

Haciendo un resumen de lo descrito anteriormente el Hades para los griegos representaba

una realidad muy diferente al inconsciente freudiano. Desde la mirada griega, el Hades es el dios

que gobernaba el inframundo, un dios vinculado principalmente con la vida más allá de la

muerte. Como sitio, representaba el lugar al que van a parar las almas de los muertos, ubicándose

desde tiempos antiguos debajo de la tierra, lugar donde yacen los restos mortales. Allí las almas

serían imágenes inaprensibles, reflejos, sombras que no tienen posibilidad de incidir en el mundo

de los vivos.

Luego de abordar la relación entre Hades e inconsciente, el propósito es ahora revisar la

relación entre los sueños y el Hades. En La interpretación de los sueños (1900) Freud plantea,

que el sueño es un producto psíquico provisto de sentido, y establece que no es un cumplimiento

de deseo. Un cumplimiento disfrazado de un deseo que ha sido sofocado o reprimido.

Freud estableció tres tipos de sueños, teniendo como base el cumplimiento de los deseos.

El primero corresponde a aquellos sueños que de manera evidente señalan la existencia de un

deseo (deseos no reprimidos que son propios de la niñez). Los segundos son aquellos que

expresan de manera disfrazada, un deseo no reprimido, son irreconocibles. En la tercera clase de

sueños aparece un deseo reprimido sin ningún disfraz, estos generalmente corresponden a los

sueños de angustia y se convierten prácticamente en el cumplimiento patente de un deseo.

En cualquiera de los sueños, los deseos han de entenderse en al menos tres sentidos. En

primer lugar, el deseo se presenta como imaginariamente cumplido, es decir, como una escena

fantaseada. En segundo término, se pueden asumir como una energía que toma como punto de
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partida el displacer y se conduce hacia el placer. En tercer lugar, los deseos están siempre prestos

a emerger, se encuentran en forma de represión y provienen de la infancia del sujeto.

Freud no sólo propone que el sueño es una operación del soñante, sino también que el

soñante tiene un saber, sin saber que lo sabe. El psicoanálisis lo que hace es proporcionarle los

medios necesarios para que recupere aquel saber presente pero que le es inaccesible, aunque

habrá cosas que el soñante no sabe en absoluto y que quizás nunca llegue a saber.

Por otra parte, para Freud el sueño dispone de recuerdos a los que no se puede acceder

durante la vigilia: la fuente del saber del sueño no es de naturaleza consciente sino inconsciente.

Para concluir de lo planteado anteriormente se infiere que el orfismo y el psicoanálisis

están unidos gracias a lo reprimido que se encuentra en el inconsciente como lo son nuestros

deseos y placeres, sería lo mismo que el hades, un lugar desconocido al cual no podemos tener

acceso refiriéndome así al inconsciente.


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