Juventud y valores. no.
15: 65-73,
Juventud y valor es.
valores.
¿Crisis, desorientación,
cambio?
Matilde Molina Cintra
T.. R
R osa T odríguez L
Rodríguez auzurique
Lauzurique
Psicólogas. Centro de Estudios sobre la Juventud.
E l individuo, al orientarse de manera selectiva en su
medio social, lo hace en estrecho vínculo con el
contenido de su concepción del mundo, sustentado en
un sistema de aspiraciones morales que actúa en calidad
de patrón de evaluación de sí mismo y de la realidad;
en ello radica la trascendencia social de la configuración
y desarrollo del sistema axiológico.
Coincidimos con José Ramón Fabelo en entender
por valor todo objeto, idea, concepción que tiene una
significación socialmente positiva para un sujeto o grupo
y sociedad determinada, cuya concreción represente
un progreso social.1
El reconocimiento del contenido de un valor
significa solo el comienzo de su asimilación. Las
circunstancias objetivas, vivencias y sentimientos,
adquieren un significado en dependencia del sentido
personal que estas tengan para el individuo, orientando
y regulando su conducta.
Ningún contenido que no provoque emociones, no
estimule nuestra identidad, no mueva fibras afectivas,
puede considerarse un valor. Este se instaura a nivel
psicológico de dos formas: los valores formales que
regulan el comportamiento del hombre ante situaciones
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¿Crisis, julio-septiembrecambio?
desorientación, de 1998.
de presión o control externas, y los valores
personalizados, expresión legítima y auténtica del
sujeto que los asume. 2
En este proceso es importante la palabra, la
comunicación, la influencia en el plano de las ideas,
pero es determinante la experiencia, la vivencia
cotidiana de la realidad.
El valor se desarrolla a partir del contexto social
en el que los individuos se insertan, matizado por las
necesidades, intereses y motivaciones personales.
Los valores no son entes, sino valencias sociales,
ideales colectivos necesarios, respuestas orgánicas de
todos a una misma causa interior o exterior. La
sociedad es el gran sector de la realidad donde los
valores se construyen y organizan. Estos representan
la integración social de la cultura. 3
El sistema de valores está directamente
relacionado con la realidad social. En la medida que
la última cambia, también cambian los valores, en
particular la expresión de estos y su jerarquía. Ello
hace que se establezcan nuevas valoraciones, que
reflejan la realidad cotidiana en la que se inserta el
individuo.
Matilde Molina Cintra y Rosa T. Rodríguez Lauzurique
Entendidos de esta manera, se hace indispensable
el análisis del contexto social para comprender su
configuración y desarrollo. El tema de los valores en
los jóvenes resulta complejo, dadas la naturaleza
cambiante y la sensibilidad a toda influencia inherentes
a esta etapa de la vida.
Realidad social y valores
En términos de influencia sociopolítica e ideológica
son diversos los aspectos que analizar desde las diferentes
coyunturas que han caracterizado el contexto social
cubano desde 1959 hasta la actualidad.
En este texto se parte de considerar que el problema
de los valores en la juventud cubana actual es el
resultado, en primer lugar, de un conjunto de factores
sociales que trascienden el marco temporal de los años
90. Es preciso analizarlo en el continuum social, político
y económico que han sido la Revolución cubana y las
circunstancias internacionales que la han acompañado.
En la década de los 60, las carencias económicas
que enfrentó el país tuvieron un impacto social
amortiguado por los sucesos políticos. La efervescencia
revolucionaria propia de esos años, la inminente y
cotidiana confrontación ideológica en favor de los
ideales revolucionarios y en función de la supervivencia
física de la Revolución, así como el ambiente popular
de consenso político en relación con la justeza y la
superioridad de este proyecto, centralizaban la atención
y la acción social.
En los años 70, el país había alcanzado un grupo
importante de resultados sociales. Son años marcados
por el esfuerzo en función del desarrollo económico, y
por elevadas expectativas de mejoramiento social
—cifradas en un futuro mediato pero certero—, a
partir de la consecución de estos planes.
Los 80 son también años importantes en función
de diferentes programas de desarrollo; en particular
por el ascenso que se produce en las condiciones de
vida de la población: muchos alimentaron la creencia
de que se estaba en una etapa definitiva de progreso.4
Un momento importante en el país transcurre a
partir de 1986. En ese año tiene lugar el inicio de un
proceso de rectificación de errores y tendencias
negativas, de gran trascendencia a nivel social.
El ambiente generado en aquellos años,
caracterizados por el resquebrajamiento de la disciplina
laboral, la pérdida del interés por el trabajo, el descenso
de la productividad, las manifestaciones de
mercantilismo y burocratización, trae aparejadas serias
deformaciones, como diversas manifestaciones de
indisciplina, debilitamiento del sentido de la
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responsabilidad individual y social, desatención y
desinterés por los problemas sociales, conductas
simulatorias y de doble moral, exacerbación de la crítica
social en contraposición a la falta de reconocimiento
de la responsabilidad individual.
El proceso de rectificación coincide con un período
de fuerte reanimación de las ideas socialistas, en un
contexto de continuada prosperidad económica que
queda trunco ante la impronta de los años 90.
Es precisamente en estas circunstancias cuando tiene
lugar la caída del campo socialista y el inicio del Período
especial.
El abrupto empeoramiento de la situación
socioeconómica que comienza a producirse a partir de
1989, representa una suerte de retroceso o
quebrantamiento de un proceso que se percibía en
dirección ascendente, lo que genera inseguridad e
incertidumbre social.5
La desintegración de los países socialistas de Europa
del Este significó la destrucción de una verdad que, en
términos políticos, parecía absoluta; y puso en tela de
juicio la viabilidad y eficacia del socialismo. La imagen
del sistema se erosionó aún más ante la situación
económica y la carencia de suficiente información sobre
los países socialistas de Asia.
En los últimos diez años la sociedad cubana ha
atravesado por profundos cambios en el orden
socioeconómico, de gran repercusión a nivel de la
conciencia social. La tan recurrente década de los 90, a
punto de finalizar, también es un referente connotado
dentro del proceso revolucionario cubano por las
transformaciones que tienen lugar en relación con
algunos conceptos políticos y sociales trascendentales
en la realidad de Cuba.
La situación económica que enfrenta el país a inicios
de esta década tiene tan particular repercusión por las
circunstancias sociales de carácter nacional, y políticas,
de carácter internacional, en que se produce.
A nivel nacional, distintas contingencias han
coadyuvado a exaltar el capitalismo.
Los emigrantes cubanos residentes en los Estados
Unidos que mantienen relaciones con sus familiares en
Cuba se encargan, en muchos casos, de reforzar la
imagen de prosperidad y oportunidades que representa
el capitalismo, tanto de palabra como de hecho, y hacen
ostentación del confort material alcanzado.
El turismo acarrea efectos similares, teniendo en
cuenta la imagen de bienestar a él asociada, en contraste
con las limitaciones de todo tipo que existen para la
población y para los jóvenes en particular.
La admisión y estimulación de la inversión de capital
extranjero puede servir de crédito a la eficiencia
capitalista, máxime cuando temas como estos eran antes

En algunos jóvenes se evidencia un desequilibrio entre lo
que expresan, piensan y hacen en su quehacer diario. En
muchos casos existe una incongruencia entre el conocimiento
sobre el contenido de un valor social, el sentido personal que
este tiene para el joven, y su conducta.
enjuiciados radicalmente y resultaban inadmisibles por
sus consecuencias ideológicas.
Esta medida, junto a la legalización del trabajo por
cuenta propia, supone una revalorización del principio
que defendía la propiedad social en detrimento de
cualquier forma de propiedad privada o actividad, con
tales fines.
La aceptación de diferencias sociales, a partir de la
contribución individual a la sociedad, en contraposición
al igualitarismo sostenido durante años, rompe con un
paradigma axiológico de derecho social muy arraigado
en la población y genera no pocas contradicciones por
las circunstancias en que se produce.
La despenalización del dólar, junto a la introducción
de un nuevo mercado con niveles sustancialmente
superiores de oferta, trae consigo una elevada escala
de precios que resulta inasequible para muchos, por el
mantenimiento del monto del salario.
A ello se adiciona que, en gran medida, las diferencias
sociales no responden al aporte individual a través del
trabajo, sino a otras razones como el acceso a remesas
de familiares que viven en el extranjero u otras vías
como el alquiler de casas y vehículos a visitantes
extranjeros.
El recrudecimiento de la desigualdad social por
factores contingentes que no guardan relación con el
aporte individual que se hace a la sociedad, así como la
situación desventajosa en que quedan los obreros en
particular, repercuten desfavorablemente en la
percepción de clase que tiene gran parte de ellos sobre
sí, al considerarse como los más contribuyentes y
abnegados activistas del proceso revolucionario, y los
menos gratificados socialmente. Una situación similar
tiene lugar en una buena parte del sector profesional.6
La aceptación del mantenimiento de relaciones con
familiares en los Estados Unidos, conjuntamente con
otros juicios a favor del incremento de estas, constituye
un factor de «saneamiento social» para muchas familias
cubanas, y en particular para los miembros jóvenes de
ellas, al exonerarse dichas relaciones de toda connotación
negativa desde el punto de vista político y moral.
Asociado a ello, está también la admisión de
motivos de carácter económico en la emigración a
los Estados Unidos, y la política de acercamiento a la
67
Juventud y valores. ¿Crisis, desorientación, cambio?
comunidad cubana en el exterior que ha tenido lugar
durante estos años.
Todos estos sucesos han impuesto cambios en los
aspectos que hasta este momento erigían y
conceptualizaban la incondicionalidad y la intransigencia
revolucionaria, definidas por mucho tiempo a partir
de la actitud de rechazo ante los que abandonan el país,
lo que no deja de tener fuertes repercusiones ideológicas.
Como resultado de las medidas emergentes ante la
crisis en el país, aumentan día tras día las actividades
económicas operadas mediante dólares. A su alrededor
se crean nuevas relaciones sociales que han conducido
a la variación de las ideas sobre la retribución del trabajo,
el status y el consumo, lo cual, además, incide en las
valoraciones sobre la igualdad y la justicia social del
sistema.
Se incrementa la representación de otros sectores
en relación con el estatal —que ocupa el 78,4% en la
generación de empleo, mientras el no estatal asume un
19,2%, y el sector mixto un 2,4%.7 Consecuentemente,
se produce una reorientación de las preferencias
profesionales de los jóvenes hacia los sectores
emergentes de la economía. Se exacerban fenómenos
como la desvinculación laboral juvenil. Los jóvenes se
permiten esperar por un empleo que les convenga y
pueden mantenerse sin trabajar, aun existiendo opciones
en diferentes sectores como la salud, la educación, la
construcción, los servicios comunales, la agricultura y
la ganadería.
Según se ha podido constatar, la mayoría de los
jóvenes desvinculados laboralmente tienen fuente de
manutención, bien sea por la vía familiar o el envío de
remesas del extranjero a través de familiares y amigos.
Este hecho, unido a las elevadas condiciones de
seguridad social existentes y la devaluación de la
moneda nacional, actúa en detrimento del estímulo
material que debe mediar en la relación laboral.
Las transformaciones en la estructura ocupacional
han traído consigo la aparición y desarrollo de
mecanismos de selectividad que incentivan la oposición
y la competencia. Asociadas a las nuevas fuentes de
empleo, sobre todo al turismo, las corporaciones y
firmas y, en menor medida, a algunos sectores
priorizados de la producción y la ciencia, se producen
Matilde Molina Cintra y Rosa T. Rodríguez Lauzurique
y recrudecen las diferencias sociales expresadas en el
acceso a la divisa.
En relación con las tres primeras posibilidades, tiene
lugar también un proceso de decantación y
diferenciación etárea condicionado por determinadas
regulaciones que afectan en particular al grupo entre 25
y 30 años, y hasta los 35. Por ejemplo, las prohibiciones
impuestas a los jóvenes profesionales para acceder al
turismo en puestos de menor calificación contrastan
con la insuficiencia de puestos de trabajo afines a su
profesión y la ausencia de posibilidades de recalificación
para estos jóvenes en estas y otras esferas. A ello se
adiciona la prioridad que les concede este sector a los
menores de 25 años.
Los profesionales —en especial de la salud y la
educación—, enfrentan una situación crítica en relación
con las condiciones de trabajo y las posibilidades de
mejoramiento del nivel de vida, lo que, en las actuales
circunstancias, contribuye a una ostensible devaluación
social de aquellos.
Otro fenómeno interesante por sus efectos, es la
instauración de mecanismos selectivos de ingreso a la
educación superior. Estos han contribuido a fortalecer
las tendencias de movilidad social que venían
produciéndose desde la década de los 80, caracterizadas
por la alta representatividad de las mujeres y de jóvenes
blancos, en general de padres profesionales. El hecho
expresa un proceso de reproducción de los
profesionales y de disminución de las posibilidades de
movilidad social para los hijos de obreros y
campesinos.8
Durante estos años también se acentúa la división
socioclasista de la juventud como consecuencia de las
transformaciones socioeconómicas. Junto a los obreros,
campesinos, intelectuales, y desvinculados del estudio y
del trabajo, aparece una especie de pequeña burguesía
conformada a partir de los trabajadores no estatales
(trabajadores por cuenta propia, mercado libre
campesino, artesanos).9 En nuestra opinión, algunos
sectores artísticos y trabajadores que tienen sustanciosas
fuentes de ingreso en moneda libremente convertible
(empleados de corporaciones, firmas y áreas del
turismo) también forman parte de este sector social
emergente.
Por supuesto, esta estructura supone diferentes
actitudes y concepciones en el plano de las ideas respecto
a la realidad política, económica y social del país, y
también diferente jerarquización en el sistema de valores.
¿Crisis, desorientación, cambio?
En los años 90, la palabra crisis ha venido a formar
parte del vocabulario diario, y esto no es casual. Las
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condiciones en que se desarrollaba la vida cotidiana
cambiaron, pero no en un paulatino proceso, dando
tiempo a que nuevas representaciones asimilaran las
nuevas estructuras, sino bruscamente y rompiendo todos
los viejos esquemas.
La presencia y agudización de algunas conductas
negativas en una parte de la juventud cubana han hecho
que actualmente exista en la sociedad una tendencia a
hablar de crisis, pérdida, conflicto o cambio de valores
en nuestros jóvenes.
Como señala Fabelo, «pueden observarse en una
parte de esa [...] juventud síntomas evidentes de crisis
de valores. El hecho de que sea en una parte y no en
toda la juventud no le quita importancia y urgencia al
problema. Esa parte es también nuestra juventud, y es
ahora mayor después de estos años críticos».10
Distintos especialistas en el tema admiten que se
puede hablar de crisis de valores si se define como
enfrentamiento de lo nuevo y lo viejo, como salto
cualitativo y de ningún modo como un proceso de
regresión irreversible.
Asimismo, por crisis puede entenderse también una
desorientación axiológica o social.11 Esta se manifiesta
en conductas no coherentes con los patrones sociales
significativamente positivos.
En algunos jóvenes se evidencia un desequilibrio
entre lo que expresan, piensan y hacen en su quehacer
diario. En muchos casos existe una incongruencia entre
el conocimiento sobre el contenido de un valor social,
el sentido personal que este tiene para el joven, y su
conducta.
Este problema es característico no solo de los
jóvenes, sino que incluye a toda la sociedad, pero en
los jóvenes y adolescentes se hace más evidente por ser
esta etapa de la vida un período de intenso desarrollo
de la personalidad y una etapa muy susceptible a todo
tipo de influencia.
José R. Fabelo ha hecho un análisis de los principales
síntomas que pueden hablar de la presencia de una crisis
de valores en una parte de la juventud cubana. Entre
estos se encuentran la inseguridad sobre cuál es el
verdadero sistema de valores que se puede considerar
en este momento como valioso y cuál antivalioso, o
sea, que provoca un sentimiento de pérdida, que lleva
a la incertidumbre de aceptar o no aquello que hasta
ahora habíamos defendido y preservado como valioso.
Habría que considerar, además, el cambio que se ha
producido en la jerarquía de estos valores a nivel
individual y social.
La crisis no es un fenómeno que apareció
repentinamente con el agravamiento de la situación
económica. Sus gérmenes se vislumbran ya desde el
comienzo del proceso de rectificación en 1986. Por

tanto, el cambio en la estructura y jerarquía de los
valores no es un problema coyuntural. El Período
especial ha exacerbado y revelado problemas en la
formación de valores, y ha puesto al descubierto las
deficiencias que durante todos estos años se han
producido en la educación de las nuevas generaciones.
Esta crisis de valores hay que analizarla teniendo
en cuenta también el ámbito internacional, ante una
globalización que abarca todas las esferas. Se vive en
un contexto mundial de creciente falta de credibilidad
de la sociedad en sus instituciones, de repliegue de los
individuos en sí mismos, de crecimiento de una
conciencia inmediatista, de una conciencia
consumista,12 que trascienden la expresión fáctica de
la realidad social y se proyectan a través de los medios
de comunicación masiva, en los distintos productos
de la cultura y el arte, de los cuales no escapan los
jóvenes cubanos.
Todos estos cambios sociales nacionales e
internacionales provocan un debilitamiento, en primer
orden, de las formas de expresión de los valores
morales.
Como una tendencia universal, en los últimos
tiempos aparece la dispersión de la identidad del joven,
sobre todo en lo referido a sus concepciones y
expresiones. Esta población matizada por sus ideas,
valores y aspiraciones dista de for mar un
conglomerado único e indivisible. Como ha señalado
Enrique Luengo, «más bien habría tantas identidades
juveniles como tipos de jóvenes».13
La mayoría de los jóvenes cubanos orientan su
conducta hacia valores positivos. El ayudar a los demás,
participar en la defensa del país, ser buen trabajador,
ser honrado y respetar a los demás, son expresiones
éticas que los jóvenes identifican en su sistema subjetivo
de valores.
A pesar de ello, dada la propia heterogeneidad de
este grupo poblacional, se constatan conductas y
actitudes negativas. Ejemplos son aquellas en las que
se expresa un predominio de intereses de orden
material, como disponer de dinero en abundancia
haciendo cualquier cosa, tener un trabajo cómodo que
facilite la vida, casarse con un extranjero/a para
solucionar los problemas y tener amigos que
«resuelvan».
A esto contribuye, entre otros factores, el
incremento del turismo, que genera en una parte del
sector juvenil la pérdida de la autoestima, pues son las
motivaciones individuales las fuerzas impulsoras que
regulan su comportamiento con renuncia de
determinados principios éticos; niegan el respeto a sí
mismos y a los demás, mediante el acceso a vías
indecorosas (por ejemplo, la delincuencia y la
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Juventud y valores. ¿Crisis, desorientación, cambio?
prostitución) que les permiten alcanzar con rapidez
cierto bienestar material.
Patria, nación, nacionalidad
El patriotismo es, según la axiología martiana, el
valor supremo de un proyecto social, pues la
comprensión de ese sentimiento lleva al hombre a ser
más digno.
Muchos jóvenes tienen un conocimiento adecuado
de lo que significa el patriotismo. Para ellos se es patriota
en la medida en que se participa activamente en las
tareas sociales y en la solución de los problemas. El
concepto de patriotismo se define asociado a las tareas
cotidianas, como una muestra de que hoy se es más
patriota en la medida que se hace más por salir de la
crisis. Aquí se evidencia una concepción mucho más
amplia de patriotismo.
Otra parte de los jóvenes expresa una tendencia a
despolitizar el concepto. Algunos consideran que se
puede ser patriota aun cuando se abandone el país o
no se apoye el proyecto social. Entender socialmente
la génesis de la emigración como un problema
económico y no político ha contribuido, a nuestro juicio,
a la formación de este nuevo referente valorativo por
parte de algunos jóvenes.
Esta nueva arista de análisis que adquiere este
concepto viene dada porque su contenido cambia
objetivamente en correspondencia con la realidad social,
ajustándose a las nuevas condiciones. Al cambiar el
contenido objetivo tiende también a cambiar, más o
menos, el significado que se le atribuye al concepto.14
En los jóvenes cubanos se manifiesta un fuerte
sentimiento de pertenencia a la nación. Sus criterios
reflejan valoraciones acerca de las circunstancias sociales,
políticas e históricas que la han caracterizado y a los
individuos que la habitan, unidos a valores que la
distinguen (patriotismo, justicia, soberanía,
independencia).
También contribuyen a ello, los códigos referativos
de identidad nacional de nuestros jóvenes, en los que
resultan significativos aspectos relativos a nuestra
idiosincrasia, belleza natural y cultura.15
Como apunta Marta Pérez, «en relación con los
elementos componentes de la nación puede deducirse
que poseen lazos fuertes tanto en relación con la lengua,
el territorio, la economía, la cultura y la historia. La
interiorización de la cultura refleja un vínculo muy fuerte
con el acervo cultural legado por las generaciones
anteriores».16
Entre los jóvenes predomina la aceptación de
particularidades de la nacionalidad dada por la forma
Matilde Molina Cintra y Rosa T. Rodríguez Lauzurique
Para resolver los problemas que se enfrentan en la formación
y desarrollo de los valores es necesario que los cambios en la
esfera socioeconómica sean consecuentes con el principio de
salvaguardar los logros sociales alcanzados por la Revolución
y tengan, a su vez, la flexibilidad necesaria de acción y de
discurso.
de vivir que caracteriza a los cubanos, la influencia de
las relaciones de parentesco, el vínculo físico con la
nación y el peso de la ideología.
Una parte de ellos reconoce como un aspecto
significativo, el papel de la Revolución en la vida del
país y su repercusión en el extranjero. También
reconocen que la sociedad en que viven no alimenta la
competencia y el consumismo. En otros, existe un
predominio de los aspectos socioculturales en relación
con los de carácter político e ideológico.
La significación que tiene la nación en sus vidas, se
palpa, también, en el reconocimiento de los beneficios
sociales (posibilidad de estudio, trabajo, gratuidades e
igualdad) que han recibido en el país.
«Estos jóvenes —señala Marta Pérez— son la
expresión de una generación nueva en Cuba que, como
las anteriores, se propone mantener aquellas
características que nos hacen constituir una comunidad
humana con rasgos propios. Resulta muy alentador que
entre los jóvenes exista esta conciencia, esta unidad en
torno a la nación. Ellos pueden constituir un fuerte
bloque de contención frente a los brotes de cultura
plattista que afloran en los últimos tiempos».17
Trabajo
El amor al trabajo no es precisamente un elemento
del cual se vanaglorian los jóvenes cubanos de hoy. Ellos
consideran que existen manifestaciones sociales en la
población que demuestran cierto deterioro en la relación
con el trabajo. Trabajar por dinero y no por amor, no
tener responsabilidad con el empleo, vivir del negocio
ilícito, no sentirse preparado para comenzar una vida
laboral y la búsqueda de conveniencias para vivir son
algunas manifestaciones que nos avisan del deterioro
de este valor. Se constata una sensible erosión de la
valoración de la función social del trabajo como medio
fundamental de vida y de bienestar material, en relación
con el empleo estatal.
Otro hecho destacable es la preferencia de los más
jóvenes (15-19 años) por las nuevas fuentes de empleo,
asociadas a mejores condiciones de trabajo e ingresos
monetarios, lo cual pudiera representar no solo una
70
adecuación a las actuales circunstancias; sino también la
expresión de un cambio en la estructura de valores
sociales respecto al trabajo. Según se señaló en el
V Pleno del CC del PCC:
No podemos pasar por alto que el creciente acceso legal a la
divisa tiende a provocar un cambio en alguno de los valores
de las personas en determinados sectores de la sociedad,
como el de la juventud, presentándose casos de quienes
optan por abandonar puestos de trabajo importantes
(maestros, ingenieros, etc.) para ir a cubrir una plaza de
menor calificación profesional en el frente turístico con la
que puedan resolver algunas carencias actuales, aunque ello
entrañe dejar de aportar al país sus conocimientos y
experiencias en labores tan necesarias y abnegadas como las
antes referidas.18
Asociadas a estas, aparecen también, en una buena
parte de los jóvenes, actitudes permisivas y justificativas
de conductas ilícitas, cuyo origen de ningún modo
puede enmarcarse en los 90. El descontrol económico
y la indisciplina laboral existente a finales de los años 80
—cuando era frecuente, por ejemplo, el uso de una
grúa para pasear a la familia, desechar contenedores de
piezas, hacer «chivos» (diferentes artículos para vender)
con materia prima estatal—, legalizó a nivel de la
conciencia social este tipo de comportamiento,
exacerbado en la actual situación de desigualdad social
y de carencias materiales.
En estos casos los patrones morales sobre lo que es
o no correcto se hacen difusos. Este fenómeno tiene
incluso una conceptualización a nivel social. «Luchar»
es el código que se utiliza para definirlo. En el caso, por
ejemplo, de un empleado de un bar, este puede traer
una botella de ron y venderla en el hotel, sacar más
tragos de una botella como ganancia personal o no
reportar los ingresos económicos por concepto de
ventas de alimentos. En tal concepción, esto no se
aprecia como robo, sino como una manera de ir
«defendiéndose».
Como han señalado algunos autores,
estos conceptos relacionados con los delitos y la manera en
que son concientizados por los jóvenes ponen de
manifiesto la degradación de valores sociales asociados al
trabajo, la honestidad y el sentido de la propiedad. [...]
Hoy la mayor parte de los canales de acceso al bienestar
material pasan por valores alternativos, por la capacidad

del individuo de vulnerar las normas y valores establecidos.
No queda más remedio que anteponer con igual eficacia,
como ejemplo para los jóvenes, el precepto del valor del
trabajo como auténtico generador de riqueza material y
espiritual.19
El escaso poder adquisitivo de la moneda nacional
y la búsqueda de fuentes alternativas al salario para la
satisfacción de necesidades condicionan, en cierta
medida, el desarrollo de estas conductas, repercuten
en la formación y desarrollo de valores morales y
sociales, y afectan indiscutiblemente el valor trabajo.
Nancy Cala ha apuntado que «el impacto
fundamental del Período especial se ha dado no sobre
las expectativas —la gente sigue aspirando al mismo
tipo de bienestar—, sino sobre las vías para alcanzarlas,
que sí han tenido que reajustarse. Así han ido ganando
terreno vías alternativas, desde las promovidas
socialmente hasta las informales u otras abiertamente
ilegales».20
No es casual la trilogía martiana de cultura,
sensibilidad y laboriosidad para comprender los valores
éticos. «El hombre crece con el trabajo que sale de sus
manos, creando el hábito del esfuerzo inteligente se
emancipa la personalidad y se disciplina el carácter. El
trabajo contiene fuerzas morales que dignifican al
hombre cuando representa una aplicación natural de
las vocaciones y las actitudes, cuando educa los hábitos
de cooperación entre los hombres».21
En relación con el turismo se produce un fenómeno
curioso. A comienzos de los 90, la mayoría de los
jóvenes que ingresaron a este sector lo hicieron por las
características de la actividad, valorando sus perspectivas
para el desarrollo económico del país y las condiciones
de limpieza y el ambiente de trabajo agradable que lo
distingue. Todavía no se vislumbraban con certeza los
beneficios económicos que este representaría. A partir
del desarrollo del turismo en el país, se ha modificado
el nivel de aspiraciones y las actitudes de las personas
que integran este sector, según estudios comparativos
realizados entre 1992 y 1995. En 1995 habían
aumentado los criterios relativos al interés material de
índole personal.
Algunas investigaciones mostraban resultados
alentadores en este sentido, al hablar de la existencia de
un vínculo motivacional de algunos jóvenes hacia la
actividad que realizan, en el que se reconoce el trabajo
como un medio de desarrollo social y personal, de
crecimiento espiritual y de desarrollo profesional en
particular.22
Otro fenómeno que se constata desde los años 80,
fundamentalmente en el sector productivo, es el
desinterés y la indiferencia de algunos jóvenes hacia el
trabajo, expresados en una conducta laboral que se limita
a cumplir con los deberes laborales y evitar ser
71
Juventud y valores. ¿Crisis, desorientación, cambio?
sancionados. En estos casos desaparecen las iniciativas
laborales y es apreciable la despreocupación por los
problemas y su solución.
Actitudes vinculadas a la exigencia, el compromiso
social, el espíritu de sacrificio y la honestidad han sufrido
cambios sustanciales, que se reflejan en lo social y se
potencian en determinadas ramas por las posibilidades
materiales que les son inherentes.
La devaluación social del trabajo a partir de su
función social y de su contenido mismo impone la
necesidad de que se fortalezcan y desarrollen otras vías
de satisfacción y motivación laboral que sirvan de
compensación a este elemento psicológico deficitario.
Se trata de motivaciones de carácter social y moral que
desarrolla el individuo en el trabajo, y de las vías de
gratificación en este sentido, para los cuales el medio
laboral, su influencia, así como los factores
sociopolíticos, desempeñan un papel fundamental.
Sexualidad y familia
En el caso de los jóvenes, los proyectos relativos a
la constitución de una familia, el tener hijos, la edificación
de una vida independiente con vivienda propia, se ven
sensiblemente erosionados ante las limitaciones
existentes para su realización. Las relaciones
interpersonales —y en específico entre parejas,
matrimonios y familia— también se ven afectadas.
La diversidad de valores sobre la sexualidad parece
matizar los años 90. Lo material y lo espiritual están
presentes para servir a la filosofía que asume cada
individuo ante la vida. Así, la filosofía del ser es escogida
por aquellos que son más plenos en cuanto a la
espiritualidad, su conciencia, su sensibilidad humana; y
la filosofía del tener es abrazada por los que disfrutan
más el bienestar material, objetos, dinero, símbolos
concretos, etc.23
Asimismo, emerge la orientación prevaleciente hacia
metas personales, la tendencia hacia la privatización de
la vida y el enclaustramiento en la familia en detrimento
de intereses y formas de existencia e incorporación a la
vida social.
La sociedad en la formación de los valores
Estas reflexiones son solo un intento de
acercamiento a un asunto complejo.
Para resolver los problemas que se enfrentan en la
formación y desarrollo de los valores, es necesario que
los cambios en la esfera socioeconómica sean
consecuentes con el principio de salvaguardar los logros
Matilde Molina Cintra y Rosa T. Rodríguez Lauzurique
sociales alcanzados por la Revolución y tengan, a su
vez, la flexibilidad necesaria de acción y de discurso.
Todos los elementos analizados son fundamentales
para poder entender y explicar el proceso de la
formación de valores, en la perspectiva de lograr una
orientación del valor y no una aceptación formal de
este.
Si no se induce a los jóvenes a una reflexión activa,
y a que se incluyan afectivamente en lo que dicen y
hacen, la expresión o manifestación de esos valores será
inestable y dependiente del momento en que se
encuentre el joven. Asimismo lo será si la realidad en
que vive es incongruente con el discurso ideológico
que recibe.
Cada uno de los actores sociales que intervienen en
la formación del joven debe sostener una interrelación
activa con este, para compartir necesidades, reflexiones,
motivaciones y errores. Para ello es indispensable la
argumentación certera y la búsqueda de una implicación
personal.
La educación y la formación de valores comienzan
sobre la base del ejemplo, ya que uno de los niveles en
que se estructura el sistema de valores objetivos es el
de la vida cotidiana. Ese sistema se conforma a partir
de la vivencia práctica diaria, en la cual tienen un papel
esencial los modelos de hombre que los jóvenes y
adolescentes toman como paradigmas.
El conocimiento es un elemento esencial para
proyectarse adecuadamente. Si no hay una reflexión
sobre ese conocimiento, con una argumentación
razonada que le permita al joven identificar el objetivo
de su conducta y de las entidades sociales a las que
pertenece, no podrá identificarse plenamente con ellos
ni involucrarse de manera consciente y activa; por lo
tanto, no podrá actuar como corresponde.
Un elemento decisivo en este proceso es el margen
de libertad individual para elegir y determinar lo que se
considera bueno o no. Libertad concebida —por
supuesto— desde los límites de la responsabilidad
individual y la orientación adulta necesaria.
La formación de valores es un proceso gradual,
por lo que se debe tener en cuenta su desarrollo por
distingos etáreos. No se puede pretender formar en
un niño las mismas cualidades y valores que en un
adolescente, joven o adulto, ni proponerle idénticos
modelos de conducta. Se hace necesario la búsqueda e
indagación de cuáles valores, y por qué vía, se deben
formar, desarrollar, afianzar y potenciar en los diferentes
momentos de la vida.
La reflexión, la discusión social sobre algunas
conductas negativas y sus consecuencias sociales y
personales, son elementos importantes para generar
cambios de significados.
72
Las estrategias de formación de valores deben
concebirse utilizando preferentemente la actividad
fundamental de cada grupo juvenil, ya sea de estudio o
trabajo. No se debe dejar a un lado a aquellos jóvenes
que son un poco más escépticos y descreídos, pues no
lo son porque quieran, sino porque de algún modo se
ha dado lugar a esa inseguridad. Es importante
demostrar la veracidad de las ideas socialistas y la
eficiencia del proyecto social en lo espiritual y en lo
material.
Si los mecanismos de inserción y participación
imponen normas rígidas de evaluación contrarias a la
realidad cotidiana, solo contribuirán a estimular las
transgresiones y la simulación. Si los discursos son
insuficientes y, en algunos casos, incoherentes para
explicar y entender la realidad, se estarán creando las
condiciones ideales para la contradicción, la
incertidumbre, la desorientación y la falta de
credibilidad. Evitar tales errores es la principal
responsabilidad de la sociedad y de cada uno de sus
actores.
Notas
1. Esta definición es asumida a partir de la de José Ramón Fabelo,
en Práctica, conocimiento y valoración, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 1989, p. 19.
2. Fernando González Rey, «Un análisis psicológico de los valores:
su lugar e importancia en el mundo subjetivo», en La formación de
valores en las nuevas generaciones, Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1996.
3. Antonio Caso S., El concepto de la historia universal y la filosofía de los
valores, Ediciones Botas, México, 1933, p. 84.
4. Rosa T. Rodríguez Lauzurique y Alina Pérez, Los 90: una década
de retos para los jóvenes cubanos, Centro de Estudios sobre la Juventud,
La Habana, 1995, p. 10.
5. Marta Díaz, Rosa T. Rodríguez Lauzurique y Alina Pérez,
Reflexiones en torno a algunas valoraciones y expectativas de los jóvenes en
relación con la situación socioecómica del país, Centro de Estudios sobre
la Juventud, La Habana, 1994, p. 6.
6. Rosa T. Rodríguez Lauzurique et al., Los jóvenes cubanos y las
actuales circunstancias. Elementos para una reflexión. Sistematización de
resultados, Centro de Estudios sobre la Juventud, La Habana, 1994,
p. 10.
7. «Entrevista a Salvador Valdés, Ministro del Trabajo y Seguridad
Social», Granma, La Habana, 3 de enero de 1997, p. 4.
8. Véase María Isabel Domínguez, Reproducción social y acceso a la
educación en Cuba, CIPS, CITMA, La Habana, 1997.
9. María Isabel Domínguez, Tendencias del desarrollo de la estructura
social de la juventud cubana, CIPS, CITMA, La Habana, 1987.
10. José Ramón Fabelo, ob. cit.
11. Así le llamó Edgar Ricardo Romero en el «Centro-debate sobre
la formación de valores» celebrado en la Universidad de Las Villas,

en octubre de 1995. Profundizó en el concepto en su tesis de
doctorado Valores morales en estudiantes universitarios, Villa Clara,
1998.
12. Mirta Rodríguez y Nancy Cala, «Juventud. Dilemas ante un fin
de siglo», Bohemia, a. 86, La Habana, diciembre de 1994.
13. Enrique Luengo González, «Valores y religión en los jóvenes»,
en Jóvenes una evaluación del conocimiento, Colección Jóvenes, 1996,
p. 93.
14. José R. Fabelo Corzo, «Valores universales y problemas globales»,
Retos al pensamiento en una época de tránsito, Editorial Academia, La
Habana, 1996.
15. Colectivo de autores, Informe Encuesta Nacional de Juventud, Centro
de Estudios sobre la Juventud/Oficina Nacional de Estadísticas,
La Habana, 1994-1996.
16. Marta Pérez, Estudio acerca de la percepción de los jóvenes obreros y
estudiantes universitarios sobre la nación y la nacionalidad, Informe de
investigación, Centro de Estudios sobre la Juventud, 1995-1998,
p. 52.
17. Ibídem, p. 54.
18. Informe aprobado por el V Pleno del Comité Central sobre la
situación política y la correspondiente labor del partido. Presentado
por Raúl Castro Ruz, V Pleno del Comité Central del PCC, 23 de
marzo de 1996, p. 3.
Juventud y valores. ¿Crisis, desorientación, cambio?
19. Alina Pérez, Rosa T. Rodríguez, Lydia González, et al., Estudio
de algunos factores que favorecen la ocurrencia de infracciones disciplinarias
o legales en Cubanacán, Centro de Estudios sobre la Juventud, octubre
de 1995, pp. 219 y ss.
20. Nancy Cala, «Expectativas. Reajuste de sueños», Bohemia,
n. 24, a. 86, La Habana, 25 de noviembre de 1994, p. 13.
21. Tomado de Georgina Alfonso González, «José Martí: integridad
ética y política para una axiología revolucionaria», Revista Cubana
de Ciencias Sociales, n. 29, La Habana, 1994, p. 39.
22. Véase Rosa T. Rodríguez, Elaine Morales y Lidia González, Los
jóvenes que laboran en los servicios hoteleros para el turismo internacional,
Centro de Estudios sobre la Juventud, La Habana, 1993.
23. Natividad Guerrero, «La sexualidad en los jóvenes desde una
perspectiva ética» [inédito], Centro de Estudios sobre la Juventud,
La Habana, 1998.
©
, 1998.

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