La siguiente carta es compartida con permiso de Fortress Press.

Martín Lutero, ​Obras de Lutero, Vol.43: Escritos Devocionales II​, ed. Jaroslav Jan Pelikan, Hilton C. Oswald, and Helmut T.
Lehmann, vol. 43 (Filadelfia: Fortress Press, 1999), 119-38.

Si Uno Puede Huir De Una

Plaga Mortal
Al reverendo Doctor Johann Hess, pastor en Breslavia, y a sus compañeros sirvientes del evangelio de Jesucristo
Martín Lutero
te damos nuestra opinión según lo que Dios nos

G​
concede de entender y percibir. En esto nosotros nos
sometemos humildemente a tu juicio y al de todos los
RACIA Y PAZ DE DIOS NUESTRO cristianos devotos, para que ellos como sea apropiado,
lleguen a su propia decisión y conclusión. Ya que el
rumor de muerte es escuchado en esta y muchas otras
PADRE Y NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Tu
partes también, hemos permitido que estas
carta, enviada a mi en Wittenberg, fue recibida hace
instrucciones de nosotros sean impresas porque
algún tiempo.Tú deseas saber si es apropiado para un
también otros podrían querer hacer uso de ellas.
cristiano huir de una plaga mortal. Yo debí haber
Para empezar, algunas personas son de la
respondido hace mucho tiempo, pero Dios me ha
firme opinión de que uno no necesita y no debería huir
disciplinado por algún tiempo y me ha azotado tan
de una plaga mortal. Más bien ya que la muerte es
severamente que he sido incapaz de leer o escribir
castigo de Dios, que él envía sobre nosotros por
mucho.1 Además, se me ocurrió que Dios, el Padre
nuestros pecados, debemos someternos a Dios, y con
misericordioso, te ha dotado ricamente con sabiduría y
una fe firme y verdadera esperar pacientemente
verdad en Cristo que tú mismo deberías estar bien
nuestro castigo. Miran
calificado para decidir este asunto o problemas más
el huir como un absoluto error y como falta de
pesados en su Espíritu y gracia sin nuestra asistencia.
creencia en Dios. Otros toman la posición de que uno
Pero ahora que sigues escribiendome y te has,
debe propiamente huir, particularmente si uno no
por así decirlo, humillado en pedir nuestra opinión en
ocupa un cargo público. No puedo censurar al primero
esta materia, para que así, como San Pablo enseña
por su excelente desición. Ellos defienden una buena
repetidamente, nosotros podamos siempre estar de
causa, esto es, una fe fuerte en Dios, y merecen elogio
acuerdo el uno con el otro y ser de un mismo parecer
porque ellos desean que cada cristiano se sostenga a
[​1 COR. 1: 10; 2 COR. 13: 11; Flp. 2:2​]. Por lo tanto aquí
una fe fuerte y firme. Toma más que fe lechosa2
esperar una muerte ante la cual la mayoría de los
1
​El 6 de Julio de 1527, Lutero sufrió un ataque severo de
anemia cerebral, una enfermedad que él sufrió repetidamente. La
profunda depresión que siguió puede ser la razón del tono suave
de la primera porción de este folleto. 2
​Vea 1 Cor. 3:2
santos han estado y aún están aterrorizados. ¿Quién no
aclamará a estas personas sinceras para quienes la
muerte es algo pequeño? Ellos aceptan
voluntariamente el castigo de Dios, haciéndolo sin
tentar a Dios, como lo escucharemos más adelante.
Como generalmente es cierto para los cristianos que
pocos son fuertes y muchos son débiles, uno no puede
simplemente poner la misma carga sobre todos. Una
persona que tiene una fe fuerte puede tomar veneno y
no sufrir daño, Marcos 16 [:18], mientras que uno que
tiene una fe débil bebería así para su muerte. Pedro
podía caminar sobre el agua porque era fuerte en la fe.
Cuando empezó a dudar y su fe se debilitó, el se
hundió y casi se ahogó.3 Cuando un hombre fuerte
viaja con un hombre débil, él debe contenerse de no
caminar a una velocidad proporcional a su fuerza no
sea que marque un ritmo mortal para su compañero
débil. Cristo no quiere que sus débiles sean
abandonados, como San Pablo enseña en Romanos
15[:1] y 1 Corintios 12 [:22 ff.]. Para ponerlo breve y
concisamente, huir de la muerte puede ocurrir en una
de dos formas. Primero, puede suceder en
desobediencia a la palabra de Dios y a su mandato. Por
ejemplo, en el caso de un hombre que es encarcelado
por motivo a la palabra de Dios y quien, para escapar
la muerte, niega y repudia a la palabra de Dios. En tal
situación todos tienen el mandato pleno de Cristo y su
orden de no huir sino sufrir la muerte, como él dice,
“Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres,
yo también le negaré delante de mi Padre que está en
los cielos.” y “no temáis a los que matan el cuerpo,
mas el alma no pueden matar;” Mateo 10 [:28, 33].
Aquellos que están involucrados en un ministerio
espiritual tales como predicadores y pastores también
deben permanecer firmes ante el peligro de muerte.4
Tenemos un mandato pleno de Cristo, “el buen pastor
su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no
es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve
venir al lobo y deja las ovejas y huye,” Juan 10 [:11].
Por cuando personas están muriendo, ellas más
necesitan a un ministro espiritual que les fortalezca y
consuele sus conciencias con palabra y sacramento y
en la fe superar la muerte. Sin embargo, donde hay
suficientes predicadores disponibles en una localidad y
ellos acuerdan en alentar a los otros clérigos a irse para
no exponerse ellos mismos sin necesidad al peligro, yo
3
​Cf. Mat. 14:30
4
​El elector John le escribió a Lutero y lo urgió a él y a los
profesores de la universidad a huir por causa de la plaga e ir a
Jena. Lutero, Bugenhagen, y dos capellanes, sin embargo se
quedaron en Wittenberg.
no considero tal conducta pecaminosa porque los
servicios espirituales son provistos y porque ellos
habrían estado listos y dispuestos a quedarse si hubiera
sido necesario. Leemos que San Atanasio5 huyó de su
iglesia para que su vida fuera preservada porque
muchos otros estaban allí para administrar su cargo.
Similarmente los hermanos en Damasco descolgaron a
Pablo en una canasta sobre el muro para hacer posible
que él escapara, Hechos 9 [:25]. Y también en Hechos
19 [:30] Pablo permitió ser guardado de un peligro
riesgoso en el mercado porque no era esencial para él
hacer eso. En consecuencia, todos aquellos en cargos
públicos como alcaldes, jueces, y similares están bajo
obligación de quedarse. Esto también es palabra de
Dios, que instituye la autoridad secular y ordena que la
ciudad y el país sean gobernados, protegidos y
preservados, como San Pablo enseña en Romanos 13
[:4], “porque es servidor de Dios para tu bien.” El
abandonar a una comunidad entera a la cual se ha
llamado a gobernar y dejarla sin oficial o gobierno,
expuesta a toda clase de peligros como incendios,
asesinato, disturbios, y cualquier desastre imaginable
es un gran pecado. Es el tipo de desastre que al diablo
le gustaría instigar donde no hay ley ni orden. San
Pablo dice, “porque si alguno no provee para los
suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la
fe, y es peor que un incrédulo.” [ 1 Tim. 5:8 ]. Por otro
lado, si en gran debilidad huyen pero proveen
sustitutos capaces de asegurarse de que la comunidad
esté bien gobernada y protegida, como indicamos
previamente, como indicamos previamente, y si ellos
continuamente y cuidadosamente los supervisan [i.e.,
los sustitutos], todo eso sería apropiado.
Lo que aplica para estos dos oficios [iglesia y
estado] debe también aplicarse a personas que se
encuentran en el servicio y deber del uno hacia el otro.
Un sirviente no debe dejar a su amo ni una criada a su
ama, excepto con el conocimiento y permiso de su
amo o ama. De nuevo, un amo no debe abandonar a su
sirviente o una señora a su criada a menos de que una
provisión adecuada para su cuidado se haya hecho. En
todos estos asuntos es un mandato divino que
sirvientes y criadas deben rendir obediencia y de la
misma manera amos y señoras deben cuidar de sus
sirvientes.6 Del mismo modo, padres y madres están
obligados por la ley de Dios a servir y ayudar a sus
hijos, y los hijos a sus padres y madres. Asimismo, los
servidores públicos pagados como médicos de la
ciudad, funcionarios y agentes de la ciudad, o
5
​Augustin en MPL 30, 1017.
6
​Cf. Ef. 6:5–9.
cualquiera sean su títulos, no deben huir a menos de
que proporcionen sustitutos capaces que son
aceptables para su empleador. En el caso de niños que
son huérfanos, custodios o amigos cercanos están bajo
obligación de quedarse con ellos o de organizar
diligentemente otros cuidados de enfermería para sus
amigos enfermos. Si, nadie debe atreverse a dejar a su
prójimo a menos que hayan otros quienes se harán
cargo de los enfermos en su lugar y los cuidarán. En
tales casos debemos respetar la palabra de Cristo,
“estuve enfermo, y no me visitasteis.” [ Mat. 25:41–46
]. Según este pasaje estamos obligados el uno al otro
de tal manera que nadie abandone al otro en su
angustia sino que está obligado a asistirlo y ayudarlo
cómo él mismo quisiera ser ayudado.7
Dónde tal emergencia no exista y dónde suficiente
gente esté disponible para cuidar del enfermo, y dónde,
voluntariamente o por órdenes, aquellos que son
débiles en la fe hagan provisión para que no haya
necesidad de ayudantes adicionales, o donde el
enfermo no los quiere y ha rehusado a sus servicios, yo
juzgo que ellos tienen una opción igual de huir o
quedarse. Si alguien es suficientemente valiente y
fuerte en la fe, dejalo quedarse en el nombre de Dios;
eso ciertamente no es pecado. Si alguien es débil y
temeroso, déjalo huir en el nombre de Dios siempre y
cuando no descuide su deber hacia su prójimo sino que
haya adecuado provisión para que otros proveen
cuidado de enfermería. El huir de la muerte y salvar la
propia vida es una tendencia natural, implantada por
Dios y no prohibida a menos que sea en contra a Dios
y el prójimo, como San Pablo dice en Efesios 4 [5:29],
“Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino
que la sustenta y la cuida.” Incluso se ordena que cada
hombre debe como sea posible preservar el cuerpo y la
vida y no descuidarlos, como San Pablo dice en 1
Corintios 12[:21–26] que Dios ha ordenado a los
miembros del cuerpo que cada uno cuide y trabaje para
el otro. No está prohibido sino que lo manda, que por
el sudor de nuestra frente debemos buscar nuestra
comida diaria, ropa, y todo lo que necesitemos y evadir
la destrucción y el desastre siempre que podamos,
siempre y cuando lo hagamos sin disminuir nuestro
amor y deber hacia el prójimo. Cuanto más apropiado
es por lo tanto buscar preservar la vida y evadir la
muerte si esto puede hacerse sin herir a nuestro
prójimo, por cuanto la vida es más que comida y ropa,
como Cristo mismo dice en Mateo 5 [6:25]. Si alguien
es tan fuerte en la fe, que sin embargo él pueda
voluntariamente sufrir desnudez, hambre, y querer esto
7
Cf. Mat. 7:12.
sin tentar a Dios y no tratar de escapar, aunque pudiera
hacerlo, déjalo que continúe de esa forma, pero no lo
dejes condenar a aquellos quienes no pueden o no
harán lo mismo. Ejemplos en la Santa Escritura
abundantemente prueban que huir de la muerte no es
malo en sí mismo. Abraham fue un gran santo pero él
temió la muerte y escapó de ella al pretender que su
esposa, Sara, fuera su hermana.8 Porque él lo hizo sin
descuidar o afectar adversamente a su prójimo, no fue
contado como un pecado en contra de él. Su hijo,
Isaac, hizo lo mismo.9 Jacob también huyó de su
hermano Esaú para evadir la muerte por sus manos.10
Igualmente, David huyó de Saúl, y también de
Absalón.11 El profeta Urías escapó del rey Joacim y
huyó hacia Egipto.12 El valiente profeta, Elías, 1 Reyes
19 [:3], había
destruído a todos los profetas de Baal por su gran fe,
pero después, cuando la reina Jezabel lo amenazó, él
tuvo miedo y huyó al desierto. Antes de eso, Moisés
huyó a la tierra de Madián cuando el rey lo buscaba en
Egipto.13 Muchos otros han hecho lo mismo. Todos
ellos huyeron de la muerte cuando fue posible y
salvaron sus vidas, pero sin privar a su prójimo de
nada sino primero cumpliendo sus obligaciones hacia
ellos.
Si, tú tal vez responderás, pero estos ejemplos no
se refieren a morir por pestilencia sino a la muerte bajo
persecución. Respuesta: La muerte es muerte, no
importa como ocurra. Según la Santa Escritura Dios
envió a sus cuatro juicios: espada, hambre, fieras y
pestilencia.14 Si es permitido huir de un u otro en clara
conciencia, ¿por qué no de todos los cuatro? Nuestros
ejemplos demuestran cómo los santos padres
escaparon de la espada; es casi que evidente que
Abraham, Isaac, y Jacob huyeron de los otros
juicios,es decir, hambre y muerte, cuando fueron a
Egipto para escapar del hambre, como nos dice
Génesis [40–47]. Igualmente, ¿por qué no debería uno
huir de bestias salvajes? Yo escucho a gente decir, “ Si
la guerra o los turcos vienen, uno no debería huir de su
villa o pueblo sino quedarse y esperar el juicio de Dios
por la espada.” Eso es casi verdad; dejalo al que tiene
una fe fuerte esperar por su muerte, pero él no debería
condenar a aquellos que huyen.
8
​Gen. 12:13.
9
​Gen. 26:7.
10
​Cf. Gen. 27:43–45.
11
​ f. 1 Sam. 19:10–17; 2 Sam. 15:14.
C
12
J​ er. 26:21.
13
​ f. Exod. 2:15.
C
14
​ f. Ezek. 14:21.
C
 Según tal razonamiento, cuando una casa está en
fuego, nadie debería correr afuera o apurarse a ayudar
porque tal fuego es también un castigo de Dios.
Cualquiera que cae dentro de aguas profundas no se
debe atrever a salvarse nadando sino que debe rendirse
a las aguas como a un castigo divino. Muy bien, hazlo
si puedes pero no tientes a Dios, y permite que otros
hagan lo que sean capaces de hacer. Igualmente, si
alguien se rompe la pierna, está herido o mordido, él
no debería buscar ayuda médica sino decir, “Es el
juicio de Dios. Yo debo soportar esto hasta que se sane
por sí mismo.” El agua congelada y el invierno
también son castigos de Dios y pueden ser usados para
causar muerte. ¿Por qué correr para entrar dentro o
estar cerca del fuego? Se fuerte y quédate afuera hasta
que sea caliente de nuevo. Deberíamos entonces no
necesitar boticarios o drogas o médicos porque todas
las enfermedades son castigos de Dios. Hambre y sed
también son grandes castigos y tortura. ¿Por qué
comes y bebes en vez de dejarte ser castigado hasta
que el hambre y la sed paren por sí mismas? En
últimas tal charla va a llevar al punto que abreviemos
el Padre Nuestro y no oremos jamás, “líbranos del mal,
Amén,” ya que nosotros deberíamos dejar de orar para
ser salvados del infierno y dejar de buscar escaparlo.
Eso, también, es el castigo de Dios como lo es
cualquier clase de mal. ¿Dónde terminará todo esto?
De lo que se ha dicho derivamos esta guía: Nosotros
debemos orar en contra de cada forma de mal y
guardarnos de ello con lo mejor de nuestra habilidad
para no actuar contrario a Dios, como fue explicado
anteriormente. Si la voluntad de Dios es que el mal
venga sobre nosotros y nos destruya, ninguna de
nuestras precauciones nos ayudarán. Todos deben
tomar esto en serio: primero que todo, si él se siente
obligado a permanecer donde la muerte se desata para
servir a su prójimo, dejalo que se encomiende a Dios y
diga, “ Señor, yo estoy en tus manos; tú me has
mantenido aquí; hágase tú voluntad. Yo tu humilde
criatura. Tú puedes matarme o preservarme en esta
pestilencia de la misma manera que si estuviera en
fuego, agua, sequía, o cualquier otro peligro.” Si uno
hombre es libre, sin embargo, y puede escapar, dejalo
que se encomiende y diga, “ Señor Dios, yo soy débil
y temeroso. Así que estoy huyendo del mal y estoy
haciendo lo que puedo para protegerme de él. Yo estoy
sin embargo en tus manos en este peligro tanto como
en otro que me pueda alcanzar. Hágase tu voluntad. Mi
huída sola no tendrá éxito en sí misma porque la
calamidad y el daño están en todos lados. Además el
diablo nunca duerme. El ha sido homicida desde el
principio [ Juan 8:44 ] y trata en todos lados de instigar
el homicidio y la desgracia.”15
De la misma forma debemos y se lo debemos a nuestro
prójimo el darle el mismo trato en otros problemas y
peligros, también. Si su casa está incendiándose, el
amor me conmueve a correr para ayudarlo a extinguir
las llamas. Si hay suficiente gente alrededor para
apagar el fuego, yo podría irme a casa o permanecer
para ayudar. Si él cae en el agua o dentro de un pozo
no me atreveré a alejarme sino que debo apurarme a
ayudarlo lo mejor que pueda. Si hay otros para hacerlo,
estoy en libertad. Si yo veo que él está hambriento o
sediento, no puedo ignorarlo sino que debo ofrecerle
comida y bebida, sin considerar que me arriesgaré a
empobrecerme por hacerlo. Un hombre que no va
ayudar o apoyar a otros a menos que él lo pueda hacer
sin afectar su seguridad o su propiedad nunca va
ayudar a su prójimo. Él siempre tendrá en cuenta la
posibilidad de que hacer eso traerá algún daño, peligro
o pérdida. Ningún vecino puede vivir al lado del otro
sin riesgo a su seguridad, propiedad, esposa o hijo. Él
debe correr el riesgo de que un incendio o algún otro
accidente empezará en la casa del vecino y lo destruirá
corporalmente o le privara de sus bienes, esposa, hijos,
y todo lo que él tiene.
Cualquiera que no haga eso por su prójimo, sino
que lo abandone y lo deje en su desgracia, se convierte
en un homicida a la vista de Dios, como San Juan
afirma en sus epístolas, “Todo aquel que aborrece a su
hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida
tiene vida eterna permanente en él.” y de nuevo, “Pero
el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano
tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo
mora el amor de Dios en él? ” [ 1 Juan 3:15, 17 ]. Eso
también es uno de los pecados que Dios atribuyó a la
ciudad de Sodoma cuando él habla a través del profeta
Ezequiel [16:49], “He aquí que esta fue la maldad de
Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y
abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no
fortaleció la mano del afligido y del menesteroso.”
Cristo, por lo tanto, los condenará como asesinos en el
Día Final cuando él dirá, “estuve enfermo, y no me
visitasteis.” [Mat. 25:43]. Si ese será el juicio sobre
aquellos quienes han fallado en visitar a los enfermos y
los necesitados o en ofrecerles alivio, ¿qué será de
aquellos quienes los abandonen y los dejen allí como
perros y cerdos? Sí, ¿cómo les irá a aquellos que roben
15
​En este punto, Lutero interrumpió su escrito. Lo reanudó
luego a principios de septiembre, como indica una referencia en
un sermón del 15 o 21 de septiembre. La segunda parte del
folleto refleja el arribo de la plaga en Wittenberg.
a los pobres lo poco que tienen y los atormenten de
toda clase de formas? Eso es lo que los tiranos le hacen
a los pobres que aceptan el evangelio. Pero dejalo ser;
ellos tendrán su condenación.
Sería bueno, donde haya un gobierno tan eficiente
en ciudades y estados, mantener hogares municipales y
hospitales con personal para atender a los enfermos
para que los pacientes de hogares privados puedan ser
enviados allí, como fue la intención y propósito de
nuestros antepasados con tantos beatos piadosos,
misiones, hospicios, hospitales y enfermerías para que
así no sea necesario para cada ciudadano mantener un
hospital en su propia casa. Eso sería un acuerdo
excelente, encomiable y cristiano al que todos deberían
ofrecer ayuda y contribuciones generosas,
especialmente el gobierno. Donde no existan tales
instituciones y existan solo en unos pocos lugares,
debemos brindar atención hospitalaria y ser
enfermeros unos de otros en cualquier extremo o
arriesgarnos a perder la salvación y la gracia de Dios.
Así, está escrito en la palabra de Dios y su mandato,
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo" y en Mateo 7
[: 12], "Así que, todas las cosas que queráis que los
hombres hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos.” Ahora si una epidemia
mortal ocurre, nosotros deberíamos quedarnos donde
estamos, hacer nuestros preparativos, y tomar el coraje
en el hecho de que estamos obligados entre sí (como se
indicó anteriormente) así que no podemos
abandonarnos unos a otros o huir unos de otros.
Primero, podemos estar seguros de que el castigo de
Dios ha venido sobre nosotros, no solo para
castigarnos por nuestros pecados sino también para
probar nuestra fe y amor — nuestra fe en que nosotros
podamos ver y experimentar cómo debemos actuar
hacia Dios; nuestro amor en que podamos reconocer
como debemos actuar hacia nuestro prójimo. Yo soy
de la opinión de que todas las epidemias, como
cualquier plaga, son esparcidas sobre la gente por
espíritus malignos que envenenan el aire o exhalan un
aliento pestilente que pone un veneno mortal en la
carne. Sin embargo, este es el decreto de Dios y su
castigo al cual debemos pacientemente someternos y
servir a nuestro prójimo, arriesgando nuestras vidas de
esta manera como San Juan enseña, “él puso su vida
por nosotros; también nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos” [ 1 Juan 3:16 ].
Cuando cualquiera es vencido por el horror y la
repugnancia en la presencia de una persona enferma él
debe tomar coraje y fortalecerse la seguridad firme de
que es el diablo quien despierta tal aborrecimiento,
miedo, y aversión en su corazón. Es un diablo tan
amargado y astuto que no solo trata incesablemente de
matar y asesinar, sino que también toma deleite en
hacernos tener un miedo mortal, preocupado y
aprensivo para que consideremos morir así de horrible
y no tener descanso o paz a lo largo de nuestra vida. Y
también el diablo nos podría excretar de esta vida
mientras intenta hacernos perder la esperanza en Dios,
volvernos poco dispuestos e impreparados a morir, y,
bajo el tormentoso y oscuro cielo del miedo y la
ansiedad, hacernos olvidar y perder a Cristo, nuestra
luz y vida, y abandonar a nuestro prójimo en sus
problemas. Nosotros pecaríamos así contra Dios y el
hombre; esa sería la gloria del diablo y su deleite.
Porque sabemos que es el juego del diablo inducir a tal
miedo y temor, en respuesta deberíamos minimizarlo,
toma tal coraje como para fastidiarlo y molestarlo, y
enviar aquellos terrores devuelta a él. Y deberíamos
armarnos con esta respuesta al diablo:
“Alejate de mi, tú diablo, con tus terrores! Solo
porque tú odias esto, yo te fastidiaré al ir más rápido a
ayudar a mi vecino enfermo. No te pondré ninguna
atención: yo tengo dos golpes fuertes para usar contra
ti: el primero es que yo se que ayudar a mi prójimo es
una acción que le complace a Dios y a todos los
ángeles; por esta acción yo hago la voluntad de Dios y
rindo verdadero servicio y obediencia a él. Aún más
porque si odias esto tanto y estas opuesto fuertemente,
esto debe ser particularmente aceptable para Dios. Yo
haré esto fácilmente y alegremente si pudiera
complacer solo a un ángel que viera con deleite eso.
Pero ahora que complace a mi Señor Jesucristo y a
todas las huestes celestiales porque esa es la voluntad y
el mandato de Dios, mi Padre, luego ¿cómo podría
cualquier temor de ti hacerme estropear tal gozo en el
cielo o tal deleite por mi Señor? O ¿cómo podría yo, al
halagarte, darte a ti y a tus diablos en el infierno razón
para burlarse y reírse de mí? ¡No, tú no tendrás la
última palabra! Si Cristo derramó su sangre por mi y
murió por mí, ¿por qué no debería exponerme yo
mismo a algunos pequeños peligros por su nombre y
no tener en cuenta esta débil plaga? Si tú puedes
aterrorizar, Cristo puede fortalecerme. Si tú puedes
matar, Cristo puede dar vida. Si tú tienes veneno en tus
colmillos, Cristo tiene una medicina mucho mayor.
¿No debería mi querido Cristo, con sus preceptos, su
bondad, y toda su motivación, ser más importante en
mi espíritu que tú, diablo pícaro, con tus falsos terrores
en mi débil carne? ¡Dios no lo quiera! Alejate, diablo.
Acá está Cristo y acá estoy yo, su siervo en esta obra.
¡Qué Cristo prevalezca! Amén.”
 El segundo golpe contra el diablo es la poderosa
promesa de Dios por la cual él nos alienta a aquellos
quienes ministramos a los necesitados. Él dice en
Salmos 41 [:1–3], “Bienaventurado el que piensa en el
pobre; En el día malo lo librará Jehová. Jehová lo
guardará, y le dará vida; Será bienaventurado en la
tierra, Y no lo entregarás a la voluntad de sus
enemigos. Jehová lo sustentará sobre el lecho del
dolor;
Mullirás toda su cama en su enfermedad.” ¿No son
estas gloriosas y poderosas promesas de Dios
acumuladas sobre aquellos que ministran al
necesitado? ¿Qué podría aterrorizarnos o asustarnos de
tan grande y divino consuelo? El servicio que podamos
rendirle al necesitado es una cosa tan pequeña en
comparación con las promesas de Dios y recompensas
que San Pablo le dice a Timoteo, “la piedad para todo
aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y
de la venidera.” [ 1 Tim. 4:8 ]. La piedad no es nada
más sino servicio a Dios. El servicio a Dios es de
hecho el servicio a nuestro prójimo. Está probado por
experiencia que aquellos que cuidan a los enfermos
con devoción, y sinceridad están generalmente
protegidos. Aunque sean envenenados, ellos no serán
heridos. Como dice el salmo, “Mullirás toda su cama
en su enfermedad. ” [Sl. 41:3], eso es, tú cambias su
cama de enfermedad en una cama de salud. Una
persona que atiende a un paciente por causa de codicia,
o con la expectativa de una heredad o alguna ventaja
personal por tales servicios, no debería estar
sorprendido si eventualmente él es infectado, es
desfigurado, o incluso muere antes de que tome
posesión de ese patrimonio o herencia.
Pero cualquiera que sirva al enfermo por el bien de
la promesa de gracia de Dios, aunque él pueda aceptar
una recompensa adecuada a la que es merecedor, en la
medida que cada trabajador es digno su contrato —
quien sea que haga eso tiene la gran seguridad de que a
cambio él debe ser cuidado. Dios mismo debe ser su
asistente y su médico también. ¡ Qué asistente es él!
¡Qué médico! Amigo, ¿ qué son todos los médicos,
boticarios, y asistentes en comparación a Dios? ¡No
debería motivarlo a uno a ir a servir a una persona
enferma, incluso aunque pueda tener tantos forúnculos
contagiosos en sí como pelos en su cuerpo, y aunque él
pueda estar doblado cargando doblemente cien cuerpos
plagados! ¿Qué significan todas las clases de
pestilencia o demonios en contra de Dios, quien se
vincula y obliga así mismo a ser nuestro asistente y
médico? ¡Vergüenza y más vergüenza debería darte
por despreciar ese gran consuelo y estar más asustado
por unos pequeños forúnculos o algún peligro incierto
en vez de envalentonarse por aquellas fieles y seguras
promesas de Dios! ¿De qué te serviría si todos los
médicos y todo el mundo entero estuvieran a tu
servicio, pero Dios no estuviera presente? De nuevo,
¿qué daño podría alcanzarte si todo el mundo te
abandonara y ningún médico se quedara contigo, pero
Dios permaneciera contigo con su seguridad? ¿No
sabes tú que estás rodeado por miles de ángeles que te
cuidan de tal forma que tú incluso podrás hollar la
plaga, como está escrito en Salmos 91 [:11–13], “Pues
a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en
todos tus caminos. En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el
áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.”
Así que, queridos amigos, no nos desesperemos de
tal forma que abandonemos a los nuestros con quienes
estamos obligados en el deber de ayudar y huir de una
manera tan cobarde del terror del diablo, o permitirle a
él el gozo de burlarse de nosotros y molestar y
angustiar a Dios y todos sus ángeles. Porque es
ciertamente verdad que el que desprecia tan grandes
promesas y mandamientos de Dios y deja a su propia
gente desprovista, viola toda las leyes de Dios y es
culpable de homicidio de su prójimo al cual abandonó.
Yo temo que en tal caso la promesa de Dios será
reversada y cambiada en horribles amenazas y el
Salmo [41] se leerá de esta forma en contra de ellos:
“Maldito el que no provee para el pobre y el
necesitado sino que escapa y lo abandona. El Señor a
cambio no lo perdonará en los días malos sino que
huirá de él y lo abandonará, el Señor no lo preservará
ni mantendrá con vida y no prosperará en la tierra sino
que lo entregará en manos de sus enemigos. El Señor
no lo refrescará en su lecho de muerte ni lo levantará
de su cama de su enfermedad.” “Porque con el juicio
con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con
que medís, os será medido.” [ Mat. 7:2 ]. Nada más
puede venir de ello. Es terrible escuchar esto, más
terrible el estar esperando que esto pase, mucho más
terrible experimentarlo. ¿Qué más puede suceder si
Dios retira su mano y nos abandona por completo a la
diablura y maldad? No puede ser de otra forma si, en
contra del mandato de Dios uno abandona a su
prójimo. Este destino seguramente alcanzará a
cualquiera de este tipo, a menos que sinceramente se
arrepiente.
Esto lo se muy bien, que si fuera Cristo o su madre
que estuvieran bajo una enfermedad, todos estarían tan
solícitos y estarían felices de volverse sus siervos o
ayudadores. Todos querrían ser valientes sin miedo;
nadie huiría sino que todos vendrían corriendo. Y sin
embargo no escuchan lo que Cristo mismo dice, “en
cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis” [ Mat. 25:40 ]. Cuando él
habla del mandamiento mayor él dice, “Y el segundo
es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
[Matt. 22:39 ]. Ahí tú oyes que el mandamiento de
amar al prójimo es igual al más grande mandamiento
de amar a Dios, y eso que haces o fallas en hacer por
tu prójimo significa hacerle lo mismo a Dios. Si tu
deseas servir a Cristo y esperar en él, muy bien, tú
tienes a tu prójimo enfermo a la mano. Ve a él y
sírvele, y tú de seguro encontrarás a Cristo en él, no
exteriormente sino en su palabra. Si tú no deseas o no
te interesas en servir a tu prójimo puedes estar seguro
de que si en cambio Cristo estuviera postrado allí tú no
harías lo mismo ni lo dejarías allí. Esas no son sino
ilusiones de tu parte que te llenan con un vano orgullo,
el decir que tú realmente servirías a Cristo si él
estuviera allí en persona. Esas no son sino mentiras;
quien quiera servir a Cristo en persona de seguro
servirá a su prójimo también. Esto se dice como una
advertencia y un estímulo contra el miedo y una huida
vergonzosa a la que el diablo nos tentará para que
ignoremos el mandato de Dios sobre tratar con nuestro
prójimo y caigamos en pecado con la mano izquierda.
Otros pecan con la mano derecha. Son demasiado
arrebatados y temerarios, tentando a Dios y
descuidando todo lo que puede contrarrestar a la
muerte y la plaga. Ellos desprecian el uso de
medicinas; ellos no evitan lugares ni personas
infectadas por la plaga, sino que ligeramente hacen
burla de ello y desean probar lo independientes que
son. Ellos dicen que es el castigo de Dios; si él quiere
protegerlos él lo puede hacer sin medicinas ni
cuidados. Esto no es confiar en Dios sino tentarlo.
Dios ha creado medicinas y nos ha provisto con
inteligencia para guardar y tener un buen cuidado del
cuerpo para que vivamos en buena salud. Si
alguno no hace uso de la inteligencia o la medicina
cuando puede hacerlo sin detrimento al prójimo, tal
persona daña su cuerpo y debe tener cuidado para que
no sea visto como un suicida ante los ojos de Dios.
Según el mismo razonamiento una persona debe
renunciar a comer, beber, vestirse y refugiarse, y
proclamar valientemente su fe de que si Dios lo
quisiera preservar del hambre y el frío, él lo podría
hacer sin comida ni ropa. De hecho eso sería un
suicidio. Es incluso más vergonzoso para una persona
no prestar atención a su propio cuerpo y fallar en
protegerlo en contra de la plaga lo mejor que pueda, y
entonces infectar y envenenar a otros que podrían
haber sobrevivido si él hubiera tenido cuidado de su
cuerpo como lo debería haber hecho. Es así
responsable ante Dios por la muerte de su prójimo y es
un homicida muchas veces. De hecho, tal gente se
comporta como si una casa se estuviera incendiando en
la ciudad y nadie tratara de apagar el fuego. En cambio
ellos le dan vía libre a las llamas para que toda la
ciudad sea consumida, diciendo que si Dios quisiera él
podría salvar la ciudad sin agua y sofocar el fuego. No,
mis queridos amigos, eso no es bueno. Usa la
medicina; toma pociones que puedan ayudarte; fumiga
tu casa, tu jardín, y calle; evita personas y lugares
donde quiera que tu prójimo no necesite tu presencia o
se haya recuperado, y actúa como un hombre que
quiere ayudar a apagar la ciudad incendiada. ¿Qué más
es la epidemia sino un fuego el cual en vez de
consumir madera y paja devora la vida y el cuerpo? Tú
debes pensar de esta manera: “Muy bien, por el
decreto de Dios el enemigo nos ha enviado veneno y
despojos mortales. Por eso debo pedir a Dios
misericordiosamente que nos proteja. Luego yo deberé
fumigar, ayudar a purificar el aire, administrar
medicina, y tomarla. Yo deberé evitar lugares y
personas donde mi presencia no sea necesitada para
que no sea contaminado y por casualidad infectar y
contaminar a otros, y así causar su muerte como
resultado de mi negligencia. Si Dios deseara tomarme,
él de seguro va a encontrarme y yo habré hecho lo que
él había esperado de mí y así no soy responsable ya sea
de mi propia muerte o de la muerte de otros. Si mi
vecino me necesita, no obstante, yo no deberé evitar
lugar o persona sino que iré libremente como se afirmó
anteriormente. Ves, esta es una fe tan temerosa de Dios
porque no es temeraria ni necia y no tienta a Dios.
Por otro lado, él que ha contraído la enfermedad y
se recuperó debería alejarse de otros y no admitirlos en
su presencia a menos que sea necesario. Aunque uno
debería asistirlo en su tiempo de necesidad, como
anteriormente se señaló, él a cambio debería, después
de su recuperación , así actuar hacia otros sin que
nadie se ponga en peligro por su cuenta y cause la
muerte a otro. “El que ama el peligro” dice el hombre
sabio, “en él perecerá” [Sirá. 3:26]. Si la gente en una
ciudad fueran a mostrarse valientes en su fe cuando
una necesidad del prójimo lo demanda, y cautelosos
cuando no existe emergencia, y si todos pudieran
ayudar a protegerse del contagio lo mejor que
pudieran, entonces la mortalidad sería en efecto
moderada. Pero si algunos están muy aterrorizados y
abandonan a sus vecinos en su situación, y si algunos
son tan necios como para no tomar precauciones sino
que agravan el contagio, entonces el diablo tendrá su
día y muchos morirán. En ambos casos, esto es una
grave ofensa para Dios y para el hombre — acá está el
tentar a Dios; allí está llevando al hombre a la
desesperación. Luego el que huye, el diablo lo
perseguirá; el que se queda atrás, el diablo lo
mantendrá cautivo para que nadie escape de él.
Algunos son incluso peores que eso. Ellos
mantienen en secreto que tienen la enfermedad y van a
otros con la creencia de que al contaminar y envenenar
a otros ellos pueden librarse de la plaga y así
recuperarse. Con esta idea ellos entran en las calles y
hogares, tratando de cargarle a los niños o sirvientes la
enfermedad y así salvarse a ellos mismos. Yo
ciertamente creo que esto es obra del diablo, quien
ayuda a girar la rueda del destino para hacer que esto
pase. Me han dicho que algunos son tan increíblemente
viciosos que circulan entre la gente y entran a hogares
porque ellos se sienten mal de que la plaga no ha
llegado tan lejos y desean cargarla, como si fuera una
broma como poner piojos dentro de las prendas o
moscas dentro de la sala de alguien. Yo no sé si yo
debería creer esto; si es verdadero, no sé si nosotros los
alemanes no somos demonios reales en vez de seres
humanos. Debe ser admitido que hay alguna gente
extremadamente ordinaria y malvada. El diablo nunca
está desocupado. Mi consejo es que si tales personas
son descubiertas, el juez debería tomarlos por las
orejas y entregarlos al Master Jack, el verdugo, como
completos y deliberados asesinos. ¿Qué más son tales
personas sino asesinos de nuestro propia ciudad? Aquí
y allá un asesino clavará un cuchillo a alguien y nadie
encontrará al culpable. Así esta gente infecta a un niño
aquí, una mujer allá, y nunca puede ser capturado.
Ellos irán por ahí riéndose como si hubieran logrado
algo. En este caso, sería mejor vivir entre las bestias
que con tales asesinos. Yo no sé cómo predicarle a
tales asesinos. Ellos no prestan atención. Yo apelo a
las autoridades para que se hagan cargo y los
entreguen a la ayuda y consejo no de los médicos sino
del Master Jack, el verdugo.
Si en el Antiguo Testamento Dios mismo ordenó
que los leprosos fueran alejados de la comunidad y se
les obligaran a vivir fuera de la ciudad para prevenir la
contaminación [Levítico 13–14], debemos hacer lo
mismo con esta peligrosa pestilencia para que todo el
que sea infectado se mantenga alejado de otras
personas, o se permita a sí mismo ser llevado y darle
ayuda rápida con medicina. Bajo tales circunstancias
es nuestro deber asistir a tal persona y no abandonarla
en su situación, como he señalado repetidamente.
Entonces el veneno es detenido a tiempo, lo que
beneficia no solo al individuo sino también a toda la
comunidad, la cual podría ser contaminada si una
persona es permitida de infectar a otros. Nuestra plaga
aquí en Wittenberg ha sido causada por nada
más que la inmundicia. El aire, gracias a Dios, es
todavía limpio y puro, pero algunos pocos han sido
contaminados por causa de la pereza y la imprudencia
de unos. Entonces el diablo se divierte con el terror y
la huída que causa sobre nosotros. ¡Qué Dios lo
impida! Amén.
Esto es lo que pensamos y concluímos sobre ese
tema de huir de la muerte por una plaga. Si tú eres de
una opinión diferente, que Dios te ilumine. Amén.16
Porque esta carta va a imprimirse para que la gente la
lea, yo considero útil agregar unas breves instrucciones
en cómo uno debe cuidar y proveer para el alma en el
tiempo de muerte. Hemos hecho esto oralmente desde
el púlpito, y seguimos haciéndolo cada día en
cumplimiento al ministerio al cual hemos sido
llamados pastores.
Primero, uno debe amonestar a la gente que atiende
a la iglesia y escucha el sermón para que ellos
aprendan por medio de la palabra de Dios a cómo vivir
y cómo morir. Debe ser notado que aquellos que son
tan groseros y malvados como para despreciar la
palabra de Dios mientras que están con buena salud
deben ser dejados sin atención cuando estén enfermos
a menos de que demuestren remordimiento y
arrepentimiento con gran seriedad, lágrimas, y
lamentación. Una persona que quiere vivir como un
pagano o un perro y no se arrepiente públicamente no
debería esperar de nosotros que le administremos el
sacramento a él o que lo consideremos como cristiano.
Déjalo morir como ha vivido porque no debemos​ ​dar
lo santo a los perros, ni echar nuestras perlas delante
de los cerdos [Mat. 7:6]. Es triste de decir, hay muchos
rufianes rudos y endurecidos quienes no se preocupan
por sus almas cuando viven o cuando mueren. Ellos
simplemente caen y mueren como moles que no
piensan.
Segundo, cada uno debería prepararse a tiempo y
alistarse para morir al ir a la confesión y tomarse el
sacramento una vez cada semana o quincena. Él
debería ser reconciliado con su prójimo y hacer su
voluntad para que si el Señor llama y él parte antes de
que un pastor o capellán puedan llegar, él ha provisto
para su alma, no ha dejado nada sin hacer, y se ha
16
​La siguiente sección fue agregada después por Lutero.
comprometido con Dios. Cuando hay muchas
fatalidades y solo hay dos o tres pastores en turno, es
imposible visitarlos a todos, darles instrucción, y
enseñarles a cada uno lo que un cristiano debe saber en
la angustia de muerte. Aquellos que han sido
descuidados y negligentes en estos asuntos deben dar
cuenta a sí mismos. Esto es su propia culpa. Después
de todo, no podemos montar un púlpito privado y altar
diario en su cabecera simplemente porque han
despreciado el púlpito público y altar al cual Dios los
ha convocado y llamado.
Tercero, si alguien quiere que el capellán o un
pastor vaya, deja que el enfermo envíe un mensaje a
tiempo para llamarlo y deja que él lo haga lo
suficientemente pronto mientras siga en su sano juicio
antes que la enfermedad abrume al paciente. La razón
por la cual digo esto es que algunos son tan
negligentes que no hacen solicitud y no envían ningún
mensaje hasta que el alma está lista para volar en la
punta de sus lenguas17 y ya no razonan ni son capaces
de hablar. Luego nos dicen, “Estimado Señor, dile lo
mejor que puedas a él,” etc. Pero antes, cuando la
enfermedad empezó, ellos no querían visita del pastor,
sino que decían, “Oh, no hay necesidad. Yo espero que
él se mejore.” Qué debería hacer un pastor diligente
con tales personas que descuidan tanto el cuerpo como
el alma? Ellos viven y mueren como bestias en el
campo. Ellos quieren que le enseñemos el evangelio en
el último minuto y le administremos el sacramento a
ellos como fueron acostumbrados durante el papado
cuando nadie preguntaba si creían o entendían el
evangelio sino sólo llevaban el sacramento dentro de
sus gargantas como en una bolsa de pan.
Esto no sirve. Si alguien no puede hablar o indicar
por una señal que él cree, entiende, y desea el
sacramento — particularmente si él voluntariamente lo
ha desatendido — no le daremos a él cada vez que lo
pida. Hemos sido ordenados por dios a no ofrecer el
santo sacramento a incrédulos sino a creyentes quienes
pueden afirmar y confesar su fe. Deja a los otros solos
en su incredulidad; nosotros estamos sin culpa porque
no hemos sido perezosos en predicar, enseñar,
exhortar, consolar, visitar, o cualquier otra cosa que
pertenece a nuestro ministerio y oficio. Esto, en breve,
es nuestra instrucción y lo que practicamos aquí. No
escribimos esto para ti en Breslavia, porque Cristo está
contigo y sin nuestra asistencia él va ampliamente a
instruirte y suplir todas tus necesidades con su propio
17
​Según la creencia popular el alma dejaba el cuerpo en la
muerte a través de la boca.
ungüento. A él sea la honra y el honor junto con Dios
el Padre y el Espíritu Santo, mundo sin fin. Amén.18
Porque hemos llegado al tema de la muerte, yo no
puedo abstenerme de decir algo sobre los entierros.
Primero que todo, yo se lo dejo a los doctores de
medicina y a otros con una experiencia más grande que
la mía en tales asuntos decidir si es peligroso mantener
cementerios dentro de los límites de la ciudad. Yo no
sé y no afirmo entender si los vapores y las nieblas se
elevan de las tumbas a contaminar el aire. Si esto fuera
así mis advertencias indicadas anteriormente
constituyen una razón de sobra para ubicar
cementerios fuera de la ciudad. Como hemos
aprendido, todos nosotros tenemos la responsabilidad
de guardarnos de este veneno lo mejor que podamos
porque Dios nos ha ordenado a cuidar del cuerpo,
protegerlo y tratarlo para que no seamos expuestos sin
necesidad. En una emergencia, sin embargo, debemos
ser lo suficientemente valientes para arriesgar nuestra
salud si es necesario. Así nosotros debemos estar listos
para ambos — a vivir y morir acorde a la voluntad de
Dios. Porque “ ninguno de nosotros vive para sí, y
ninguno muere para sí,” como San Pablo dice,
Romanos 15 [14:7].
Es bien sabido que la costumbre de la antigüedad,
tanto entre en judíos y paganos, entre santos y
pecadores, era sepultar el cuerpo afuera de la ciudad.
Aquellas personas fueron igual de prudentes que lo
que afirmamos ser nosotros mismos. Esto también es
evidente en el evangelio de San Lucas, cuando Cristo
levantó de los muertos al hijo de la viuda en la puerta
de Naín (para el texto [Lucas 7:12] dice, “he aquí que
llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su
madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente
de la ciudad”). En ese país era la práctica sepultar a los
muertos afuera de la ciudad.
La tumba de Cristo, también fue preparada fuera de
la ciudad. Abraham, también, compró un lote de
entierro en el campo de Efrón cerca de la cueva doble19
donde todos los patriarcas deseaban ser enterrados. El
latín para eso emplea el término efferi, eso es,
“cargar,” con lo que queremos decir “cargarlo a la
tumba.” Ellos no solo cargaron al muerto sino que
también lo quemaron en cenizas para mantener el aire
tan puro como fuera posible.
18
​Lo que sigue al párrafo final es una inserción escrita en una
página separada la cual Lutero evidentemente agregó antes de
que el folleto fuera publicado.
19
​Gen. 23:9 (Traducción alemana de Lutero). Las antiguas
cuevas funerales hebreas tenían usualmente una segunda cámara
en la cual los huesos de antiguas sepulturas eran puestos para
hacer espacio a nuevos entierros.
 Mi consejo, por lo tanto es seguir estos ejemplos y siente que el día de Cristo está a la mano. Por eso es
sepultar a los muertos afuera de la ciudad. No solo la que él delira tan ferozmente y trata a través de los
necesidad sino que la piedad y la decencia deberían entusiastas20 robarnos el salvador, Jesucristo. Bajo el
inducirnos a proveer un terreno para entierro público papado Satanás era simplemente “carne” donde
afuera de la ciudad, esa es nuestra ciudad de incluso el gorro del monje tenía que ser considerado
Wittenberg. Un cementerio verdaderamente debe ser como sagrado. Ahora él es nada más que sólo
un lugar bueno y silencioso, separado de todas las “espíritu” y la carne de Cristo y su palabra se suponen
otras localidades, a las cuales uno debe ir y meditar que ya no significan nada. Ellos respondieron a mi
reverentemente sobre la muerte, el juicio final, la tratado21 hace algún tiempo, pero estoy sorprendido de
resurrección, y decir las oraciones de uno. Tal lugar que todavía no me ha llegado en Wittenberg.22
debe ser propiamente un decente, y santificado lugar, [Cuando lo haga] yo deberé, si Dios quiere,
en el que se entra con trepidación y reverencia porque responderles una vez más y dejar que el asunto caiga.
sin duda algunos santos descansan allí. Debe ser Yo puedo ver que ellos solo se vuelven peor. Ellos son
incluso arreglado para tener imágenes religiosas y como un ácaro que en sí mismo tiene un olor fétido,
retratos pintados en las paredes. pero entre más frotas para aplastarlo, más apesta.
Pero nuestro cementerio, ¿cómo es? cuatro o cinco Deseo que haya escrito lo suficiente en este folleto
pasajes, dos o tres mercados, con el resultado de que para aquellos que puedan ser salvados para que —
ningún lugar del pueblo está más ocupado ni es más Dios sea alabado — muchos pueden ser arrebatados de
ruidoso que el cementerio. La gente y el ganado sus fauces y muchos más pueden fortalecerse y
deambulan todo el tiempo, noche y día. Todos tienen confirmarse en la verdad. Qué Cristo nuestro Señor y
una puerta o un camino allí desde su casa y toda clase Salvador nos preserve a todos en una fe pura y un
de cosas toman lugar allí, probablemente incluso amor ferviente, inmaculado y puro hasta su día. Amén.
algunos que no son aptos de ser mencionados. Esto Ora por mi, un pobre pecador.
destruye totalmente el respeto y la reverencia a las
tumbas, y la gente no piensa sino en cruzarlo como si
fuera un cementerio para criminales ejecutados. Ni
siquiera el turco puede deshonrar el lugar de la misma
forma que lo hacemos. Y aún el cementerio debe
inspirarnos a pensamientos devotos, a la
contemplación de la muerte y la resurrección, y al
respeto por los santos que descansan allí. ¿Cómo
puede hacerse eso en un lugar tan común a través del
cual todos deben caminar y en el que se abre la puerta
a cada hombre? Si un cementerio va a tener alguna
dignidad, yo preferiría ser puesto a descansar en el
Elba o en el bosque. Si un cementerio estuviera
ubicado en un silencioso, remoto lugar donde nadie
podría hacer un camino a través de él, podría ser sería
una vista espiritual, apropiada y santa, y podría ser
arreglado para que inspire devoción en aquellos que
van allí. Este sería mi consejo. Síguelo, si eso deseas.
Si alguien sabe más, que siga adelante. Yo no soy el
amo de ningún hombre.
Para cerrar, amonestamos y suplicamos contigo en
el nombre de Cristo que nos ayude con tus oraciones a
Dios para que podamos batallar con palabra y precepto 20
​I.e., el Schwärmer, quien enfatizó un uso “espiritual” del
en contra la real y espiritual pestilencia de Satanás en sacramento. Cf. Que estas palabras de Cristo, “Este es mi
cuerpo,” etc., Siguen estando en firme en contra de los fanáticos
su maldad con la cual él ahora envenena y contamina
(1527). OL 37, 3–150, especialmente p. 18, n. 14.
al mundo. Eso es, particularmente en contra aquellos 21
​El tratado mencionado en la nota 20.
que blasfeman el sacramento, aunque hay otros 22
​Esta afirmación ayuda en fechar el final de su carta. La
sectarios también. Satanás está enfurecido y quizás él comunicación, una diatriba de Zwinglio, llegó el 11 de
Noviembre de 1527.