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FILOSOFÍA 8.

EL PROBLEMA DEL SER HUMANO

2.4. ÉPOCA CONTEMPORÁNEA

Los maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud

«¡Los maestros de la sospecha (les maîtres du soupçon)!: he aquí una expresión


que ha hecho fortuna. En primer lugar hay que reconocer el mérito de su creador: el
filósofo francés Paul Ricoeur (1913-2005). Bajo esta expresión se encuentran tres
eminentes pensadores contemporáneos: Karl Marx (1818-1883), Friedrich Nietzsche
(1844-1900) y Sigmund Freud (1856-1939). Tres figuras que, de una manera decisiva,
han tenido influencia en la cultura contemporánea y sus diversas manifestaciones.» [...]
«Marx, Nietzsche y Freud muestran, cada uno dentro de su campo y según su
propia metodología, que no hay un sujeto fundador: el sujeto no es constituyente de sí
mismo, sino el resultado de fuerzas o de inercias que lo sobrepasan. El hombre deja de
ser el amo del mundo, la moral, la historia o la racionalidad, para convertirse en una
expresión de la historia o del inconsciente. La conciencia pierde su condición de ideal
regulador al perder su soberanía sobre el mundo y sobre sí misma. Es la muerte de la
autonomía moderna. Los tres llevan a cabo una disolución del antropocentrismo
moderno, de la misma manera que la Modernidad había descompuesto el teocentrismo
medieval.»
Francesc Torralba: Los maestros de la sospecha. Marx, Nietzsche, Freud.

Según Ricoeur, estos tres filósofos (Marx, Nietzsche y Freud) proponen una revisión de
los fundamentos del conocimiento sobre la realidad humana en tres ámbitos: la economía, la
vida y la mente. Su interpretación es crítica, y consiste en una sospecha de incoherencias y de
engaños en las explicaciones tradicionales de la existencia humana.

Marx sospecha que el trabajo en la sociedad capitalista se encuentra dominado por


ideologías e intereses ajenos a los del propio trabajador. Llamó a este estado alienación (lo que
significa estar fuera de uno mismo, o perder la propia libertad e identidad). El trabajador
alienado no es dueño de lo que produce, trabaja para beneficio de otros y sólo recibe una parte
muy pequeña del valor total de su esfuerzo. La mayor parte de la riqueza producida pertenece al
dueño de los medios de producción, que no dedica su tiempo y esfuerzo a realizar este trabajo.
El motivo por el que los trabajadores no salen de su alienación, según Marx, es la
ideología. Quienes tienen mayor riqueza y poder imponen su pensamiento; los propietarios
capitalistas imponen su modelo de trabajo sobre los obreros (proletarios). Los proletarios se
sienten usados como meros objetos, piezas en una cadena de montaje, y buscan alguna solución;
pero en la sociedad occidental sólo encuentran alivio mediante la religión y la creencia en que,
si trabajan y se esfuerzan mucho, obtendrán una recompensa en la otra vida. Mediante este
proceso, dice Marx, el capitalismo continúa funcionando y alienando a los humanos. Pero
llegará un momento en que los trabajadores sean tan pobres y conscientes de su situación que
decidan revelarse y adueñarse de su trabajo, fundando otro sistema económico: el comunismo.
En su crítica a esta postura, Karl Popper afirmó que “el marxismo murió de marxismo”.
Además señaló que, en contradicción con la previsión de Marx, el comunismo no surgió del
malestar en las sociedades capitalistas, sino en países sin gran desarrollo industrial, como Rusia
y Cuba, en los que no se había adoptado el modelo capitalista que Marx criticaba.

Nietzsche sospecha que las tradiciones filosóficas y morales de Occidente, en las que
tiene un papel importante el cristianismo, promueven un pensamiento vacío y falso,
fundamentado en la búsqueda de un significado externo a la vida que conocemos. Nietzsche
llama a esta vacuidad nihilismo (del latín nihil, ‘nada’). Pero el nihilismo tiene dos significados:
en un primer momento, es la vacuidad de las creencias, la ausencia de sentido real y la
inexistencia de aquello en lo que se deposita la fe. En segundo lugar, también es la conciencia
de esta vacuidad; es el reconocimiento de que el pensamiento tradicional de Occidente, la moral
cristiana y la metafísica, son conocimientos inanes, es decir, insignificantes.
Muchos filósofos desde la antigüedad han reflexionado sobre la transcendencia y sobre la
posible existencia de entidades sobrenaturales. El deseo de alcanzar una vida eterna sin
sufrimiento, y de obtener el perdón de Dios por las malas acciones que no sabemos cómo
afrontar, ha dificultado que la filosofía explique la vida humana por lo que es en sí misma, en el
mundo material que habitamos. Sólo podemos volver a darle importancia a nuestra vida
teniendo conciencia del nihilismo y proclamando, en palabras de Nietzsche, que “Dios ha
muerto” (es decir, que no existe transcendencia ni tiene sentido buscar entidades superiores).
El existencialismo de Jean-Paul Sartre y de Albert Camus, entre otros, ha sido heredero
de la filosofía de Nietzsche. Ambos autores negaron que la vida humana tuviera alguna esencia
(una sustancia o fundamento subyacente) más allá de su existencia.

Freud sospecha que las explicaciones racionales son insuficientes para justificar la
conducta humana. Éstas dependen de la conciencia, pero no actuamos siempre conscientemente,
sino en muchas ocasiones por impulsos y deseos inconscientes. El sujeto consciente desconoce
que tiene tales motivaciones ocultas y no puede acceder directamente a ellas.
El inconsciente, según Freud, determina gran parte de nuestros comportamientos.
Acceder a él es necesario para entender a los humanos. Pero como no podemos acceder
directamente a la parte inconsciente de la mente, Freud propuso para ello el psicoanálisis. El
psicoanalista habla con el sujeto, hace preguntas y deja que le cuente sus preocupaciones, a fin
de hallar traumas y experiencias reprimidas que afecten a su inconsciente. Uno de los métodos
más conocidos que desarrolló Freud es la interpretación de los sueños.

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