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1
Es extraño vivir con las palabras,
que aumentan la extrañeza del asunto.
Carlos Marzal
2
PRÓLOGO
acerca de algo similar a lo que hoy entendemos por “poesía del pensamiento” haya sido
poética personal sustentada en una tradición distinta; así es como refiriéndose a los
1
En sus “Visiones rítmicas”, incluidas en Andanzas y visiones españolas, Unamuno emplea la expresión
inglesa “musing” para definir ese tipo de poesía meditativa que cultivaron a comienzos del siglo XIX los
poetas del Distrito de los Lagos, Wordsworth, Coleridge, Thomas Gray; allí define el tono exacto de esa
poesía reflexiva en el sentido más literal del término, un volver a mirar hacia atrás: “Lo que hay que ver
no es la visión presente; lo que hay que ver es su recuerdo, su imagen (...) Todo imaginar y hasta conocer
(...) es un recordar; al evocar mi recuerdo dormido en el hondón de mi memoria, de lo que era el campo
de Albia en lo que hoy es el ensanche de Bilbao, brotóme él a flor de alma en forma rítmica, en versos de
meditación poética, de eso que los lakistas ingleses llamaban musings”. Richard A. Cardwell,
Modernismo frente a noventa y ocho: el caso de las andanzas de Unamuno.
http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7481/1/ALE_06_05.pdf. Este concepto sintetiza el lema de
William Wordsworth acerca de la poesía como “emoción recordada en tranquilidad” (Cernuda, 53)
2
Recordemos que Valente reconoce la influencia decisiva de Cernuda sobre su poesía aclarando: “Pero la
suya no era la influencia que procede de la imitación directa de su obra, sino más bien la que deriva de
3
la de “abrir para el verso español la posibilidad de alojar un pensamiento poético” 3
nuevo lenguaje poético el “hallar una dicción poética no inventada a capricho por el
poeta, sino imitada del lenguaje real, del lenguaje hablado; pero no de todo lenguaje
hombre su emoción propia” (1974:50). En este mismo estudio Valente asienta su tesis
marco del idealismo romántico inglés por P.B. Shelley en 1822 cuando alertaba desde
su Defensa de la Poesía: “La distinción entre filósofos y poetas ha sido prematura” (26)
y por Samuel Taylor Coleridge para quien “nunca existió gran poeta que no fuese al
mismo tiempo filósofo profundo, siendo la poesía como es perfume y flor del
haber seguido su trayectoria, de haber leído las mismas cosas que él leyó, de haber tratado de ir más allá
que él”. Cfr. José Andrés Rojo, «José Ángel Valente: “Mi lema es nadar contra corriente”», El País,
Babelia, 24 de abril de 1999, p. 12:
3
Aclara en otros pasajes: “la sumisión de la palabra al pensamiento poético” (113), o “la necesidad
imperiosa de someter al ritmo interior del pensamiento poético el brillo pródigo de la genialidad verbal”
(116).
4
Cernuda hallaba prueba de este estilo lírico ya en las Coplas de Manrique. El poeta Santiago Sylvester
que viene indagando desde hace algunos años sobre esta -a su juicio- constante lírica de la poesía
argentina aclara: “No es tanto un catálogo de palabras lo que la caracteriza, ni una selección de términos
de raíz filosófica, (...), sino un punto de vista sobre el lenguaje: si tiene que elegir entre dos palabras, no
elige la resonante sino la austera, trabaja sobre métodos de conocimiento que vienen desde la Grecia de
Pericles, maneja categorías que disuelve en anécdotas y situaciones, y en general se adivina en ella una
cierta incerteza: tiende a la filosofía del lenguaje, y es en su territorio donde más se afianza aquella
observación de Shelley de que la distinción tajante entre filosofía y poesía es precipitada” (69).
4
conocimiento, del pensamiento pasión, emoción y lenguaje humanos” (Cernuda, 1974:
89). Voces a las que debemos sumar la de Friedrich Schiller quien elige el título “Lírica
de pensamiento” para agrupar sus poemas filosóficos, de los que da clara cuenta el
extenso texto titulado precisamente “Los artistas” (65). De hecho, Miguel de Unamuno
mantuvo el convencimiento de que, aunque se piensa con palabras, éstas han sido
primero destiladas por la experiencia, por el sentimiento, por la pasión. Por ello, afirma
pensado es, no lo dudes, lo sentido” (7). Cabe, sostiene Unamuno, una poesía de
afectividad o de sensorialidad”, pues éste “no posee jamás una finalidad en sí mismo,
sino que actúa simplemente como medio para otra cosa, ésa sí, esencial: la emoción, que
adoptar el lema de aquél comentado por Cernuda: “la poesía es emoción recordada en
como pensamiento parte de una acepción del pensar que no se limita a las habilidades de
la razón sino que incluye el espacio todo de la mente y del espíritu humano: lo sensible,
5
Cfr. Blanco Aguinaga, C., Unamuno, teórico del lenguaje. México: 1954. En un interesantísimo artículo,
Francisco Bautista va siguiendo las huellas del Unamuno lector de la Biographia Literaria de Coleridge y
señala que entre los pasajes anotados al margen por el escritor bilbaíno figura el rótulo “diferencia entre
filosofía y poesía”, confirmando así uno de los núcleos centrales de su poética, “lograr una poesía donde
pensamiento y sentimiento se imbricaran perfectamente” (11), evitando “los versos conceptuales en que el
esqueleto lógico asoma su apófisis y costillas por entre la flaca carne poética” y abogando por “versos en
que poesía y filosofía se funden en uno como en compuesto químico” (12).
6
Jordi Doce en su excelente estudio sobre la presencia del romanticismo inglés en la poesía española
contemporánea es muy claro al respecto al afirmar que “Cernuda fue el primer poeta español, junto con
Unamuno, y por razones similares, en tratar de insertar en la poesía española la línea de poesía meditativa
y de la experiencia que caracteriza a lo más granado de la reciente poesía inglesa, desde los musings de
Wordsworth y Coleridge a los Cuartetos de Eliot” (271).
5
uno de los géneros de pensamiento más poderosos”, a la vez que explica que esto es así
posibilidad de cambio” (5). Casado coincide así con Sánchez Robayna para quien la
forma o el modo de pensar en poesía implica una tarea “crítica” en el sentido más puro
mejor caracteriza a los poetas metafísicos, eslabón necesario estos últimos en esa
genealogía de una “poesía del pensamiento” que arranca, como decíamos, con el
barroco y la mística española en íntima consonancia con los poetas ingleses del siglo
XVII: John Donne, Andrew Marvell, entre otros. Pero el nexo de unión indiscutible
entre esa vasta tradición de la lírica inglesa ignorada hasta comienzos del siglo XX y
estos poetas españoles a los cuales nos estamos refiriendo ha sido T.S. Eliot quien
compone Los poetas metafísicos y otros ensayos sobre religión entre 1917 y 1932. Allí
sentimiento -la que se desarrolla en los siglos XVIII y XIX- y una línea “intelectual”, la
de John Donne, por ejemplo, que disociaba la sensibilidad del pensamiento impidiendo
7
José Ángel Valente en “Una nota sobre relaciones literarias hispano-inglesas en el siglo XVII” (La
piedra y el centro) trata de explicar la semejanza entre la poesía barroca española y la de los metafísicos
ingleses, semejanza que, en su opinión, sería fruto de la influencia de la literatura religiosa española sobre
la inglesa. De hecho, Brian Hughes Cunningham en su trabajo sobre “Cernuda y la poesía inglesa
moderna” identifica a los poetas metafísicos ingleses -Donne, Marvell o Herbert- con los barrocos o
conceptistas del siglo XVII. Cfr. Luis Cernuda en el contexto europeo y americano. Actas del Seminario
de Literatura. Diputación de Córdoba. Diciembre de 2002.
6
titule Tres poetas metafísicos a su ensayo de 19468 en el que habla de un “lirismo
su libro Pensamiento poético en la lírica inglesa del siglo XIX dedicado a los poetas
románticos Blake, Keats, Wordsworth, Coleridge entre otros poetas victorianos como
Tennyson o Browning9.
Por esos mismos años Paul Valéry brindaba una Conferencia en la Universidad
Santayana fechado en Harvard en 1910, Tres poetas filósofos. Sin embargo, el enfoque
una pregunta “¿Es casual que la más adecuada y probablemente la más perturbadora
8
En él aborda tres poemas de la lírica española, las Coplas de Jorge Manrique, la Epístola a Arias
Montano de Francisco de Aldana y la Epístola moral a Fabio que Cernuda -en 1946- señala como de
autor anónimo. La nota común a todos ellos es, según Cernuda, que “la palabra es sobre todo revelación
directa del pensamiento” (2002:503) y que todos exhiben “un perfecto dominio del pensamiento sobre la
palabra” (504).
9
Un año antes, en 1957, había aparecido la primera edición en inglés del libro de Robert Langbaum,
“Poetry of experience” dedicado a analizar la génesis romántica (Tennyson, Browning, Wordsworth) de la
poesía de la experiencia, texto central para la poética del mismo nombre que surgiría en España alrededor
de la década del ´80.
7
Lucrecio, al sobrenaturalismo cristiano de Dante y al romanticismo filosófico de
Goethe- haya sido realizada en cada caso por un poeta?” (15). En la respuesta a este
interrogante, Santayana asume que los tres poetas elegidos sintetizan y exponen en sus
respectivas obras “la filosofía europea de su época”, es decir que desde su perspectiva
lenguaje, sino más bien como experiencia tributaria del sistema filosófico que está en su
génesis y lo sustenta. Pedro Gimferrer parece intuir esta sutil diferencia cuando aclara a
pensamiento” es porque “lo esencial de esta poesía, lo que la define como tal, no es el
agrega: “Lo que define a Lucrecio como poeta no es precisamente lo que estaba ya en
proponiendo un camino de indagación inverso al que se suele aplicar. En este breve pero
Borges y explica: “la alternativa era no buscar el pensamiento de Borges tras sus
ficciones sino, al revés, descubrir ciertos ocultos criterios poéticos que orientaban su
En este mismo sentido, cuando Miguel Casado aborda, en uno de los ensayos de
la obra citada, la escritura poética de Antonio Machado afirma que “no se trata, pues, de
8
buscar el pensamiento del poeta en aquellos textos suyos que más se parecen a textos
en los más radicalmente líricos”. Y agrega: “Si todo verdadero poema es un texto
intensamente poético será el más capaz de entregar lo singular, la intuición del existir,
del ser que deviene”. Casado se hace eco así de las reflexiones de Valéry cuando
argumentaba que “Todo verdadero poeta es bastante más capaz de lo que en general se
sabe, de razonamiento justo y de pensamiento abstracto”, y que por ello no había que
buscar su filosofía real en aquello que decía más o menos filosófico: “En mi opinión, la
filosofía más auténtica no se encuentra tanto en los objetos de nuestra reflexión, como
II
“¿Cómo puedo conocer lo que pienso hasta que no veo lo que digo?”
W.H. Auden
Carlos Marzal
definiendo como “poesía de pensamiento” resulta operativa para superar algunos de los
9
dilemas conceptuales con que la crítica sobre la lírica española reciente se ha venido
enfrentando a lo largo del siglo XX. Y aquí se plantea una de las cuestiones que, a mi
conceptual y hasta terminológico que se produce entre esto que venimos llamando
“poesía del pensamiento” y lo que suele entenderse por “poesía del conocimiento”. En
quizá contribuya a esta confusión cuando agrega: “Es el propio poema quien propone su
una forma de saber que sólo mediante la existencia del poema el lector percibirá”. De lo
que se deduce que el decir poético adquiere su sentido último no en repetir lo que ya se
En la España de mediados del siglo XX tuvo lugar una agitada polémica que
involucró a poetas y críticos en torno a dos acepciones del hecho poético, una que
10
En junio de 1952 tuvo lugar en Segovia la celebración del Primer Congreso de Poesía convocado por
los poetas no exiliados del '27 -Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego- y representantes de
la revista Garcilaso, Leopoldo Panero y Luis Rosales. El debate giró en torno a una polémica única: "La
validez ideal y la vigencia social del poeta en nuestro tiempo" y los planteos que derivaron del mismo
atendieron a la proyección del poeta en la vida social en su doble vertiente, por un lado, las condiciones
que rodean al sujeto y su obra en la "circunstancia actual" y, por otro, la "posible influencia" de dicha
obra en el contexto social. José Luis Cano destacaba, en ese momento, el alcance que tuvo el concepto de
"comunicación poética": "Cuando Vicente Aleixandre al definir la poesía afirma que ésta debe ser ante
todo comunicación y que, por tanto, no cumple su finalidad aquella poesía que no toque ni sepa conmover
un alma, emplea una palabra "comunicación", que no es la estética o poética, sino la comunicación
humana". Cfr. Insula Nro: 79, 15 de julio de 1952.
11
Juan José Lanz dedica un reciente estudio al planteo de este tema en el panorama europeo e hispánico
de la época. Conocimiento y comunicación. Textos para una polémica poética en el medio siglo (1950-
1963). Universitat de les Illes Balears, 2009. Así como la identificación poesía-comunicación cobraba
cuerpo en las poéticas de los antologados por Francisco Ribes en la Consultada de 1952, otro tanto
acontecerá con la díada poesía-conocimiento en la antología que el mismo Ribes edita en 1963, Poesía
última.
10
años fue lugar común de la crítica el distinguir a las dos generaciones de posguerra a
partir de este concepto “diferencial” de poesía. Se solía indicar así que, mientras para la
“conocimiento”. Con ello se quería indicar que la poesía entendida como comunicación
-en tanto eficaz contacto emotivo con los lectores y en tanto expresión de una
poesía como vía de exploración subrayando el valor epifánico, gnoseológico del poema.
primera edición de su Teoría de la expresión poética de 1952, “poesía es, ante todo,
teoría de poesía como comunicación, constituye (...) una simplificación peligrosa del
proceso y del hecho poético, simplificación que desconoce la autonomía del momento
creativo en el que nace un estado psíquico determinante del poema (de tal modo que
nada impida que el poeta lo descubra en el mismo poema)” (Riera, 153). De este modo,
11
manipulación estética de la lengua, en el acto de la lectura. (...) a la manera romántica
deudataria del programa romántico según el cual el poeta sería, una vez más, el
Enrique Badosa quien en 1958 publica en Papeles de Son Armadans un artículo titulado
ambas aspiran a conocer la realidad aunque de modo distinto: “La filosofía se interesa
existencia y el poeta intuye y crea. (...) La poesía no puede ser sólo comunicación de un
estado interior del poeta, si así fuera la poesía, en cierto modo, se haría intrascendente:
perdería su capacidad de ser medio de conocimiento” (Riera, 158). Años más tarde,
sostendrá:
innecesario señalar que en la obra de los poetas en cuestión, una concepción de la poesía
Valente quien definió al hecho poético como “un medio de conocimiento de la realidad”
12
(19) o “un gran caer en la cuenta” (21); “todo poema es -dirá Valente- una exploración
Pero fue también el mismo Valente quien finaliza su ensayo con un intento superador
concepción del arte como conocimiento parece nacer vinculada a la clásica teoría de la
mímesis aristotélica, del arte como imitación o representación de la realidad 14; así
entendido, el conocimiento que el arte produce siempre estará referido a una realidad
conocimiento sostiene que será recién después de Kant y Heidegger que el conocimiento
artístico comenzará a entenderse como una ´producción´ más que como una ´copia´ o
imitación de una realidad preexistente (12-14). En este sentido estricto, aún la teoría del
13
También Gil de Biedma declaraba algo parecido: “Poesía es comunicación porque el poema hace entrar
a su autor en comunicación consigo mismo” (22).
14
En el Capítulo IX de su Poética, Aristóteles afirma: “De aquí que la poesía sea más filosófica y de
mayor dignidad que la historia, puesto que sus afirmaciones son más bien del tipo de las universales,
mientras que las de la historia son particulares.” Se sienta así que Poesía y Filosofía (“mito” y “logos”)
son dos principios solidarios, dos caras (el revés y el derecho) de la expresión del pensamiento, de lo
universal humano.
13
su destino de artista limitándose a ser, en el mejor de los casos, un instrumento de la
Por otra parte, llevados por el tantas veces aceptado marbete “poesía del
conocimiento”, creeríamos también que para estos escritores que comienzan a publicar
en los años ´50 la poesía es (como lo era para muchos poetas de la modernidad) un
vehículo hacia un conocimiento positivo a través del lenguaje. Sin embargo, como bien
Ángel Valente y de Francisco Brines) en ellos “la actividad creadora está más próxima a
de la experiencia poética” (70), y concluye: “bajo esta luz de inexistencia que a tantos
Pero esta última salvedad ha sido completamente desatendida por la mayor parte
del discurso crítico sobre la poesía española contemporánea. Pareciera, entonces, que en
largo de la segunda mitad del siglo XX, está implícita la noción de un saber -averiguar y
una realidad previa, simultánea o posterior al hecho estético. Un saber cuasi solipsista
sociales, que radicaliza el subjetivismo a los límites del conocimiento del propio yo. La
15
Kogan prosigue su recorrido histórico deteniéndose en Bergson para quien “la experiencia estética
puede ser la base del conocimiento metafísico” y en Maritain para el cual “el conocimiento poético no
llega a objetivarse jamás (...), el conocimiento poético no se refiere a ningún objeto exterior ni interior al
sujeto sino al saber que el creador obtiene de sí y su circunstancia en el momento mismo de ejercer su
creación”.
14
poesía del conocimiento, entonces, hace referencia en un plano teórico muy general a un
trascendente, desatenta del lector por lo que implica de dicción hermética, deudataria de
ese indagar en “lo oscuro”, en el “misterio”, en “lo numinoso”. Una línea teórica que se
incardina en muchas de las tesis del idealismo romántico, prosigue con la identificación
continúa con la “razón poética” de María Zambrano en España que aúna el “logos
Heidegger afirma:
Sin embargo, lo que hoy podemos entender por una “poética del pensamiento”
es algo bastante diferente, diríamos que se trata de una síntesis superadora de estas dos
línea, Carlos Mazal hace una pública y muy acertada declaración de principios poéticos
16
Recordemos la conocida tesis de Zambrano que explica “la falta absoluta de grandes sistemas
filosóficos” en España con su compensación: “Novela y poesía funcionan sin duda, como formas de
conocimiento en las que se encuentran el pensamiento disuelto, disperso, extendido; por las que corre el
saber sobre los temas esenciales y últimos sin revestirse de autoridad alguna, sin dogmatizarse, tan libre
que puede parecer extraviado”. Zambrano, María (1939). Pensamiento y poesía en España.
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/ecm/08937396436368272978924/p0000001.htm#I_0
_
15
en la que aúna comunicación y conocimiento, emoción y capacidad de crítica, el afecto
clásica17:
una busca casi nunca satisfecha, donde importa más el tanteo y la indagación que el
hallazgo de las respuestas, una poesía que se acepta a sí misma como una forma más de
Vicente Gallego, por citar sólo un par de ejemplos) ya no puede proponer un sistema
cuestión de lenguaje, de filosofía del lenguaje, el saber de una filosofía no explícita sino
17
Cicerón en su manual de retórica De inventione señala los tres grados necesarios para el orador en el
camino de la persuasión del oyente: el docere (el camino racional e intelectual), el delectare (la vía que
suscita la empatía con quien lo dice y con lo dicho) y el movere (produce el pathos o conmoción psíquica
del receptor).
18
Idea que vuelve a defender cuando afirma: “En mis antiguos días de universitario y escritor secreto,
daba sus últimos coletazos la famosa polémica que habían mantenido unos años antes algunos poetas (...)
acerca de si la poesía era conocimiento o comunicación. Dejando de lado sus argumentos y razones,
nunca entendí por qué no podía ser ambas cosas al mismo tiempo y cien más que no se discutían. Hoy
sigo pensando lo mismo” (2009:124)
19
“Estoy convencido de que un buen poema se lleva a término sólo si existe detrás de él un cúmulo de
ideas, aunque ese poema termina por ser siempre mejor que la más importante de las ideas que contiene y
que lo sustenta”. (Marzal, 2002: 74) Recordemos el conocido relato de Valéry sobre el tema: “El gran
16
“Poesía meditativa”, “Poesía metafísica”, “Poesía de pensamiento” y hasta
diversas20 -pensemos que se trataría de una constante lírica transhistórica-, desde los
místicos y barrocos españoles, pasando por los metafísicos y románticos ingleses, los
alemanes Novalis, Rilke y Hölderlin, hasta Cernuda, Valente, Brines y César Simón 21 en
todas estas escrituras radicaría entonces en esa tensión entre lo emotivo y lo racional, en
emotividad. Carlos Marzal en la “Poética” con que acompaña sus textos en la Antología
de Germán Yanke, Los poetas tranquilos afirmaba: “La inteligencia, en este caso, quiere
decir: intentar erigir, de una manera precisa que huye del énfasis del sentimentalismo, la
ficción de una experiencia de carácter individual (...) y que mediante ella se acceda a ese
pintor Degas me ha referido, a menudo esa frase de Mallarmé tan justa y tan simple. Degas en ocasiones
hacía versos y ha dejado algunos deliciosos. Pero con frecuencia encontraba grandes dificultades en ese
trabajo accesorio de su pintura. (...) Dijo un día a Mallarmé: “Su oficio es infernal. No consigo hacer lo
que quiero y sin embargo estoy lleno de ideas...” Y Mallarmé le respondió: “No es con las ideas, mi
querido Degas, con lo que se hacen los versos. Es con las palabras”. Mallarmé tenía razón. Pero cuando
Degas hablaba de ideas, pensaba en los discursos interiores o en las imágenes, que, después de todo,
hubieran podido expresarse en palabras. Pero esas palabras, esas frases íntimas que llamaba sus ideas,
todas esas intenciones y esas percepciones del espíritu, todo eso hace los versos”. (Valéry, 84)
20
A propósito de estas denominaciones, Carlos Marzal aclara: “En los últimos tiempos, se ha utilizado la
expresión de poesía metafísica, para hablar de la obra en marcha de algunos de los llamados poetas de la
experiencia, y se me ha incluido en ese grupo. (...) Me parece que por poesía metafísica se pretende
indicar poesía reflexiva, poesía meditativa. La disciplina metafísica consiste en otra cosa. Por lo que a mí
respecta, no creo en el mundo de las esencias, no hago distinción entre ser y existir, no me atengo a
ningún mundo paralelo ni a ningún más allá. Mi ámbito es lo real, lo real inabarcable, ese territorio que da
incluso para que imaginemos todo lo que la metafísica explora”. (Marzal, 2005: 32)
21
En su estudio de los Diarios de César Simón, David Pérez Rodrigo hace referencia a la “dicción de un
pensamiento que, centrado en la conciencia trágica de ser desea hallar en el sentir su más firme sentido”.
22
T.S. Eliot hablará de “aprehensión sensorial directa del pensamiento o de una recreación del
pensamiento en sentimento” Cfr. Sánchez Robayna, p. 11.
17
grado superior de conocimiento, acerca de la existencia, que es la emoción” (74). Puesto
pensamiento” declara que la actitud del ´poeta conceptual´ que opina, expone ideas y
precisión, en un tono y una manera de hacer sonar las palabras”. El pensamiento que
está en la base de este tipo de poesía -dirá Sylvester- no es tanto de conclusión como de
indagación. Poesía, entonces, que se concibe a sí misma como un medio para pensar,
como un modo de pensar a través de unos poemas que en su desarrollo van siguiendo el
pensamiento.
cabe preguntarse con total honestidad, como lo hace el poeta y ensayista José Luis
en una etiqueta prestigiosa por su vasta genealogía pero desprovista de su carga original
de hondura filosófica, de “esa recóndita armonía que en un principio existió entre la voz
la siguiente:
18
nos encontramos a menudo con poetas que dominan suficientemente la
técnica poética como para arropar sin dificultad pensamientos triviales y
lugares comunes en una música verbal medianamente convincente
(aunque rara vez arriesgada) y en un vago tono sentimental. Así, en vez
de una necesaria poesía del pensamiento nos topamos con la
versificación de reflexiones que, vertidas en prosa, revelarían su
superficialidad.
19
CAPÍTULO I
Proverbio inglés
renombre en estas dos últimas décadas como lo demuestra el hecho de que su obra
año siguiente con la de José Luis García Martín, La Generación de los ochenta,
sesgo clásico en la última poesía española, de 1992, la del apócrifo Eligio Rabanera,
(Antología de la poesía realista del fin de siglo) todas de 1996, la de José Enrique
Martínez, Antología de poesía española (1975-1995) de 1997, El último tercio del siglo
de Ricardo Virtanen (ed.): Hitos y señas, ambas del año 2001, y la muy reciente de
(1966-2000), de 2007.
20
Su primer libro de poemas del año 1987 fue El último de la fiesta, editado en
regularidad métrica y presenta una cuidada construcción del verso y de la estrofa. Verso
oscilan entre el terceto y el sexteto de tradición modernista, algo que ya había hecho Jon
Juaristi siguiendo la huella de Rubén Darío y de Juan Ramón Jiménez. También juega
reconocible, de una pura enunciación del deseo que busca un paliativo contra la
depositada fuera del sujeto, en “otras vidas”, en “ajenos paisajes”, o cifrada en la ilusión
Así como lo que se espera procede de una fuente exterior al sujeto, del mismo
modo la “vida verdadera” siempre está “en otra parte” como nos repite en el poema
titulado “La vida ausente”. Hay en todo este poemario un marcado contraste entre una
vida posible (la de la felicidad, siempre efímera) que será figurada como el paréntesis de
la fiesta que da título al libro (“momentáneos reinos”, “reductos alejados”) donde tienen
23
La numeración de las páginas corresponde en todos los casos a la siguiente edición: Carlos Marzal, El
corazón perplejo. Poesía reunida, 1987-2004. Barcelona: Tusquets Editores, 2005.
21
cabida las relaciones fugaces, la euforia del alcohol, la nocturnidad, la mentira del amor
señalaba que la apuesta poética de Marzal en este libro era precisamente la seducción de
“atreverse a escribir sobre la vida” y que lo hacía “con una hondura no exenta de la
necesaria dosis de trivialidad e ironía” (1) Varios años después, Andrés Neuman volvía a
advertir sobre esta misma dialéctica cuando afirmaba: “El último de una fiesta es el más
fatalismo son dos verdades que dicen los poemas de Marzal” (Marzal, 2002a: 13).
Tensión que recorre toda la obra poética del valenciano como lo volvemos a leer en el
texto de la solapa de su último poemario, Ánima mía, “Una voz que se muestra aquí tan
hímnica como elegíaca, tan celebratoria como trágica.” Entre la ironía festiva de “El
que sabe que “nada hay más imposible que escapar de nosotros mismos”, el registro de
la escritura de nuestro autor se podría difinir mejor con una síntesis de claros ecos
si bien su personaje poético confiesa simpatizar con “la figura del artista de Corte/
riguroso y mundano, descreído y profundo, que trata por igual la muerte y los escotes”
(57), el autor también declara en una entrevista que “no hay divertimento inocente”, que
“la frivolidad es un asunto muy serio, toda una elección moral. Y también toda una
22
Precisamente el poema titulado “Las buenas intenciones” es un arte poética en
verso en el que el sujeto reflexiona sobre su oficio de escritor en clave similar a la que
que trato de dar cuenta/ de una vida moral, es decir, reflexiva,/ mediante un personaje
que vive en los poemas” (57). Juan José Lanz afirma respecto de estos poemarios
iniciales que “la poesía para Marzal, se constituye fundamentalmente como un género
de ficción” en el que “la reflexión distanciada ante los propios sentimientos es puesta a
actuar en el teatro del poema” (349-350), sin embargo el personaje poético que crea el
autor en este poema autorreferencial, se aproxima con ironía (“¿Me estará agradecida la
investigadores?”) a la figura del poeta que escribe no sólo para liberar sus demonios
personales -“Escribo, simplemente, por tratarse de un método/ que me libra sin daño
ordenar, otra vez al modo romántico25, “asuntos que una voz ignorada me dicta”, sino
también por capricho, por juego, por aburrimiento y “...para obtener favores/ de algunas
fragmentos de vida parecen ser los mismos pilares que sustentan toda la poesía española
de los ´80 pero Marzal le imprime un giro más al denunciar que sólo se trata de “Buenas
escrituraria: “Y para terminar, confieso que esta moda/ de componer poéticas resulta
edificante./ Con ella se demuestra que son distintas cosas/ lo que se quiere hacer y lo
que al fin se hace”. Esta lúcida conciencia de las facilidades y garantías que otorga el
del conocimiento”. (12)
25
Sobre este tema resultan esclarecedoras las siguientes precisiones del autor: “la creación supone un
fenómeno de voz media, algo a caballo entre lo pasivo y lo activo, un hecho que se da en el sujeto -el
artista-, al margen de su entera participación”. Marzal, 2002: 75. Cfr. asimismo p. 82. En entrevista con
Juan Bonilla responde: “Yo creo que lo de la famosa catarsis del poeta, además de ser una palabra
demasiado altisonante (...), es auténtica”. (17).
23
hecho de pertenecer (o haber sido adscripto) a una estética consagrada como la de la
experiencia le permite al autor la suficiente distancia crítica como para equilibrar las
que señale: “En el ejercicio de la poesía todas mis certezas me han devuelto a mis
semántica como es dable observar en el poema “Lo ajeno”; en este texto el concepto,
despliegue de la paradoja final que vulnera todo orden epistemológico y conceptual con
ecos claramente borgianos.27 El sujeto intenta primero una definición por vía negativa:
“No se trata de aquello que he soñado/ y que forma ya parte de mí mismo (...) Ni se trata
de aquello que he perdido,/ lo que formaba parte de mí mismo” (...) para concluir: “Pero
serán dadas/ y lo que ni siquiera imaginé. (...) Hoy convivo con dos agrias nostalgias:/
no ser dueño de destinos distintos/ y sospechar que nunca merecí/ que lo ajeno me fuese
concedido” (26).
intimidad amorosa, “El mal poema”, “Un amor impar”, “El poema de amor que nunca
26
Lanz apunta con total acierto otra faceta de esta recuperación de la estética barroca: “Siendo la vida
como en la concepción barroca, un puro teatro en el que malamente actuamos y la escritura un defectuoso
instrumento para reflejar ese teatro de nuestra vida falsa” (353).
27
Marzal comparte con Felipe Benítez Reyes esta común inspiración en la poética borgiana.
24
de rodillas/ como se adora a Dios ante su altar,/ como yo te he querido...; desengáñate,/
¡así... no te querrán!”) sino incluso la versión que Ernesto Cardenal hiciera en su famoso
“Epigrama” de los clásicos textos de Catulo 28; dice Marzal: “Como yo te he querido,
por supuesto,/ te habrán querido otros. Y otros tantos/ en el futuro habrá que igual te
quieran” (49). Como señala Concha García, el autor aborda el tema del amor “desde una
perspectiva poco idealista y lo deja sobre barras de bares, vasos de alcohol, billares y
libros” (33).
íntimo como lo privado deja de serlo cuando se hace público, la intimidad amorosa del
blanco del poema no escrito. La intimidad se sustrae al conocimiento ajeno; una y otra
vez leemos: “Déjame que te hable”, “sólo pido que me dejes hablarte” (51), “Y qué
fortuna no habría yo dilapidado, entonces,/ con tal que hubiese ella una vez más,/
ofendido la ley del equilibrio,/ cruzando el bar para venir a hablarme” (54). De igual
manera, los subtítulos del poema “Tríptico”, operan al modo de una tesis (“Las cosas
que me dices”), una antítesis (“Las cosas que te digo”) y una síntesis (“Las cosas que
dicho: “Yo me callo, pongamos por caso,/ que sabrías perderte por ti misma/ y que la
dos vidas en la vida del mundo” (58). En la ausencia, en la no concreción de ese deseo
28
Me refiero al siguiente texto: “Al perderte yo a ti, /tú y yo hemos perdido:/yo, porque tú eras /lo que yo
más amaba,/y tú, porque yo era /el que te amaba más./Pero de nosotros dos, /tú pierdes más que
yo:/porque yo podré /amar a otras /como te amaba a ti,/pero a ti nadie te amará /como te amaba yo./
Muchachas que algún día/ leáis emocionadas estos versos/Y soñéis con un poeta/ Sabed que yo los hice
para una como vosotras/y que fue en vano”.
25
De igual modo, el titulado “El poema de amor que nunca escribirás” da cuenta
del poema inexistente, del poema imposible como imposible es el amor porque para este
misma del poema se plantea paradójicamente como un territorio habitado por las voces
que ya han nombrado el amor, los diálogos tristes de alcoba, el lenguaje duro de la
pasión, las palabras repetidas del tedio, el deseo adolescente, el vicio solitario, la
secretamente: “Del amor, amor mío, te quiero siempre esclavo,/ para que tus palabras
obligado de su escritura29 junto con Francisco Brines), el poema “In memoriam C.M.”
opera a modo de epitafio lírico. El desdoblamiento insinuado en las cuatro partes del
este texto que cierra el volumen abierto, como decíamos, por una “invocación” se apela
Señores,/ los caminos son muchos pero es una la vida” (63). Se vuelve aquí al personaje
en serio, que cedo mi Parnaso/ para poder destrozar una falda de raso/ y degustar tras
ella un encaje de seda”.30 Este poema final con la figuración de la muerte del personaje
poético “C.M.” puede leerse también como la clausura de una etapa escrituraria signada
29
Juan José Lanz señala que las dos fuentes principales de las que bebe la poesía de Marzal son la
generación española del ´50 (Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Carlos Barral) y el
Modernismo decadente de Manuel Machado (347-348).
30
Con idéntico tono leemos los tres alejandrinos que añade como pórtico a su poema “Las buenas
intenciones” para la Antología de José Luis García Martín, La Generación de los ochenta y que dicen:
“Siempre preferiré que las viejas amigas/ me sigan acogiendo en las noches de invierno,/ a figurar en ésta
o en otra antología”.
26
por el regusto modernista anunciado ya en el intertexto manuelmachadiano de “El mal
poema”. Posibilidad interpretativa que halla su mejor sustento en unas confesiones que
el mismo autor brinda en Los pobres desgraciados hijos de perra (Diario. 1981-1995).
Allí leemos:
El último de una fiesta es el que está en ese umbral delgado, en ese diluirse entre
lo que fue y lo que ya no es; es quien toma conciencia de estar en el medio como lo está
su poética en tránsito hacia otra cosa que podríamos denominar, como señalábamos, una
“poética del pensamiento”. Muy tempranamente Luis Antonio de Villena advertía que
“un talante meditador, de filosofía moral y eudaimonista que es quizá su tono más
propio”32. (27).
poemas de este primer libro de Carlos Marzal están bastante alejados del registro
31
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/p224/90254063210181608521457/p0000001.htm#I_
0_
32
Defensa de una ética de la felicidad que sitúa como fin último de la vida la consecución de la misma,
entendida como placer, contemplación, etc. La postula Aristóteles y Marzal asiente: “La función sagrada
del arte es, a mi modo de ver, la persecución de la felicidad” (2008:17).
27
posteriores como la de Los países nocturnos o Ánima mía. “No me veo volviendo a
hacer poemas como aquellos” decía el autor en 1997 refiriéndose a su primer poemario
(Bonilla, 16).33 Sin embargo, esta tensión deliberadamente irresuelta entre la levedad y
como el modo más eficaz para plasmar ese estado de duradera perplejidad y asombro
afectuoso ante lo que la vida es, porque para este autor el estilo, en contra de lo que
33
Y en 2005 declaraba a propósito del mismo: “el autor primerizo que trato de revivir creía tener una serie
de principios más o menos acertados acerca de la materia poética. La poesía debía escribirse al hilo de la
vida. La poesía debía tender hacia la minilocuencia y el coloquialismo, es decir, acercarse a la lengua de
todos los días, pasando por el filtro de la literatura. La poesía debía ser clara. La poesía debía reivindicar
su inutilidad absoluta” (21).
28
CAPÍTULO II
Carlos Marzal
Marzal. Estructurado en seis partes, se abre y cierra con dos textos escritos en cursiva
que se aíslan deliberadamente del corpus central para delimitar la metáfora que guía la
totalidad del libro, la metáfora del viaje34. Entre “La noche antes del viaje” y “Le bout
vida.
Todo el poemario es, en primera y última instancia, una íntima y honda reflexión
sobre la existencia, sus límites -sus “fronteras”-, su sentido o mejor, su falta de sentido,
Marzal responde en este libro a una orientación claramente borgiana que incluye la
meditación sobre la reversibilidad del tiempo y del espacio (“La tregua”, “Canto de
mercenario”), la fusión tan cara también a los poetas barrocos entre sueño y vigilia
Aleph que intenta refutar o desbaratar la inevitable sucesividad del tiempo humano (“Un
(“El juego de la rosa”), la cita de Schopenhauer -“personaje de ficción creado por Jorge
34
Marzal tituló “El viaje de uno mismo” a una charla brindada en la Universidad de Nápoles organizada
por el Instituto Cervantes en la que hacía referencia, al doble viaje a través de la tradición literaria y de la
experiencia verbal de la realidad.
29
Luis Borges” (145)- que introduce el sobresalto metafísico del conflicto entre libre
las bibliotecas, “ese mundo de mundos donde duermen gigantes”, (“Los libros”, “Los
Los poemas de este libro van asediando desde distintos ángulos la “idea” de la
vida que sustenta el pensamiento del poeta. Si en “El último de la fiesta”, su poemario
anterior, “la vida siempre quedaba al otro lado”35, aquí la voz comienza por
aproximarse a esa otra vida posible, la que aún se desconoce y se presiente como un
total ofrecimiento, ese estado liminar que precede al viaje: “Todavía unas horas
demoran la partida/ y ya quiero volver para esperar de nuevo” (73), confiesa el sujeto en
el poema inicial.
futuro” y los bajos tonos de la ratificación tautológica de “El círculo incansable” o “Una
causa perdida” en los que placer, tristeza y tedio surgen como los estadios obligados y
tendiendo, en el primer caso, un lazo de empatía con el lector por compartir idéntico
padecimiento: “(Pero entonces ignoraríais de qué hablo/ y de qué mal, aún hoy, me
35
Ideas que reaparecen en su poemario siguiente -por ejemplo en el poema “Estela de un avión que cruza
el parabrisas”-, la de otra vida posible, la de los roles virtualmente intercambiables, la de que nadie quiere
la vida que le ha tocado.
36
Esta variación tonal halla su propia explicación sintética en el poema “Bandoneón”; tensión irresuelta
entre la intensidad de la vida y la tristeza presentida en la misma música .
30
que se aprende en el dolor es el absurdo de la existencia 37. Para cerrar el libro justo en el
último peldaño del descenso, la estación final del incomprensible viaje humano, hacia el
lo aún más oscuro,/ nosotros, nuestro mundo” (78), como se afirma en el poema “El sol
sobre la “rebuscada sencillez” de esta escritura (27). También con ecos del barroco
pensamiento (“Ninguna ocupación del pensamiento,/que es otro cuerpo más del que
dolerse,/ consigue redimirnos de habitar esas noches” (79). Con un lenguaje saturado de
de la vida y la felicidad.
reúne toda su obra poética hasta el año 2004- ante el misterio de la existencia humana
asombrada sobre la historia misma de la humanidad. En este libro, la Historia es, ante
37
Antonio Jiménez Millán afirma, a propósito de Carlos Marzal, que Baudelaire al escribir: “Yo sé que el
dolor es la única nobleza” le concede “un aura de prestigio a una mentira literaria que los románticos ya
habían puesto en circulación” (227-228). También algún poeta social como José Hierro hace de la
expresión “por el dolor a la alegría” el lema de uno de sus libros iniciales, el titulado precisamente
Alegría.
38
En 1985 Julio Llamazares emplea esta misma imagen (“La luna, ese sol de los muertos”) en su novela
Luna de lobos.
31
todo, relato; así aparece figurada en varios poemas 39. La entera historia de la humanidad
es entrevista como “Un cuento de terror”. Desde el latido de un cuerpo aún por nacer se
Como el Aleph que “es uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos”
sus continuadores, Unamuno y Borges) según la cual todos somos el sueño de un dios:
“Ignoro qué persiguen estas gentes,/ del sueño de qué Dios se han escapado,/ sin darle
tiempo al Dios de haber soñado/ sus vidas por entero. Indiferentes/ los dioses siembran
sueños inclementes” (88), o incluso, de un dios menor: “Antes bien, me parecen los
39
El poema titulado precisamente “La Historia” está estructurado en escenas, cuadros, capítulos de un
relato -cuyos hitos son la maldad, la enfermedad, la muerte- que se sabe sin sentido ni razón final.
40
Francisco Díaz de Castro señala que los poemas de Marzal “no ejemplifican ninguna idea previa, moral
o no, sino que la producen al mismo tiempo que configuran la voz de un protagonista forzado a debatirse,
con gran diversidad de matices, entre el escepticismo y el amor a la vida; entre thanatos y eros, entre la
indagación en el deseo y la seguridad de un único desenlace para todos los afanes” (2002:270)
32
delirios estériles/ de un contumaz borracho que sueña nuestras vidas” (140) 41.
Concepción que deriva en el más hondo planteo filosófico sobre la condición humana,
determinados por una voluntad superior, planteo magistralmente expuesto en los sonetos
borgianos sobre el Ajedrez: “el saber que alguien mueve unas piezas/ que llevan nuestro
Francisco Brines: “aunque sólo pensarlo por escrito” (117). Pero este pensar poético da
cabida también a la reflexión moral, siempre en tono meditativo y con una “mathesis”
carne”), el fluir temporal -“Vanos son nuestros juegos en el tiempo./ El tiempo, como
leemos así el verso: “puedo estar en poeta, al año, algunas tardes” (113) de “Media
verónica para don Manuel Machado”; sin embargo, no es éste el tono dominante de La
vida de frontera. Aquí asistimos a una clara toma de posición frente al conflicto
vida/literatura tantas veces planteado en la escritura de los ´70 y ´80: “Nos reiremos de
la literatura,/ que es un arte menor cuando estás tú” (130) se nos dice en el contexto de
del objeto artístico: “Y esa rosa perdura en la palabra/ rosa, cien vidas más allá de
cuanto dura/el imposible juego de la vida”42 (111), y sobre las limitaciones del
41
En Los países nocturnos se retoma esta idea desacralizadora: “si el artífice/ no acertó en este mundo,
para qué/ pensar que iba a acertar en el siguiente,/ y que ignoro por qué le han encargado/ trabajo tan
difícil/ al más inepto alumno de la clase” (228)
42
Ainhoa Sáenz de Zaitegui sostiene que “La vida de frontera (...) insiste en la exploración de la verdad
elusiva, pero con recursos considerablemente más sofisticados. Dos son las imágenes que sustentan
33
conocimiento racional frente al conocimiento poético: “volví sobre sus libros/ y el dolor
fue más llevadero./ (Yo supe siempre que a nadie salvan las palabras,/ y me salvaban,
aún sabiéndolo)” (117). Estamos frente a un libro que pretende -como confiesa el autor
en el “Epílogo privado”- “unir ciertos nombres al suyo propio” (144). Y así leemos
nos consuela sólo el arte” (112)-, y Schopenhauer, lector, a su vez, de los escritores del
barroco español, Calderón y también Gracián cuyo texto aforístico Oráculos inspirara
los citados Parerga y Paralipómena. Y nombres de poetas, Manuel Machado, Juan Luis
Panero, Francisco Brines, Felipe Benítez Reyes y Celine a quien define con una
admirable concisión (y aquí aflora la veta aforística de Marzal) en estos dos versos:
“antes que un escritor, Louis Ferdinand Céline/ fue un ácido vertido encima de la vida.”
(118).
admitía Carlos Marzal en una charla brindada en el Instituto Cervantes de Nápoles 43; sin
más a la llamada poesía “de la experiencia”. Por una parte, en la poética marzaliana
importa más que la experiencia en sí el saber contarla, como se deduce del poema “La
desconocida. Nos atañen, si cabe,/ los íntimos poemas. Y eso basta.” (109). Por otra
parte, encontramos textos como sucede con el arranque del poema “Ofrecimiento de un
sueño” que nos remite, por similitud temática y tonal al poema “La pesadilla” de Luis
Alberto de Cuenca. Ahora bien, mientras el poema de este último se clausura con la
conceptual y formalmente la obra: la frontera como punto de inflexión del conflicto yo/otro, y la rosa de
los nominalistas” (13)
43
En su “Caterva de preceptos ineludibles para escribir poemas” ya señalaba con elevada dosis de ironía
y no menor dosis de saña: “Con respecto a la poesía, perder demasiado tiempo en apellidarla de realista,
figurativa, abstracta, metafísica, de la experiencia, social o del silencio me merece tres opiniones
contundentes: (...) se trata de un bizantinismo, (...) representa de por sí una actividad fallida, (...) y ofrece
una coartada inmejorable para que todos los fascinerosos a quienes el cielo negó el don de la poesía den
por supuesto que tienen algo interesante que decir acerca de ella” (Marzal, 1999:60).
34
anécdota (por cierto barroca y cinematográfica), en el texto del valenciano asistimos a
una bipartición del mismo. Mientras la primera parte relata la anécdota (cuenta la
a los intereses de Cuenca -en ese particular texto, no así en el resto de su obra-: una
peligrosas”. A la aparente sinceridad del primero le sucede el remate del verso final que
como su mismo título anunciaba, sino decididamente irónica: “Dicho lo cual, regreso a
y próximo: “Hoy fundo mi esperanza más cercana:/sea leve la tierra que pisamos/ y que
el próximo instante sea leve” (138). En este mismo sentido, Carlos Javier Morales
analiza lo que él llama “patrón estructural” de los poemas de Marzal y lo describe del
siguiente modo:
44
Su crítica a la crítica se extrema en “Media verónica para don Manuel Machado”, poema deudatario del
modernismo noventayochista de su libro anterior: “La crítica, tan crítica, tan lista, me ha indicado/ que
soy nieto cercano de don Manuel Machado” (113).
35
El autor sabe emplear oportunamente la ironía para alejar el patetismo y
conservar cierta distancia racional respecto de lo dicho; sabe también equilibrar con el
Precisamente en una reciente entrevista, Marzal se refería a sus dos primeros poemarios
y afirmaba que en ambos “hay un tono que combina las bromas y las veras, que
combina siempre lo dramático con una sonrisa que le quita hierro, o aúna lo humorístico
con lo trágico para darle gravedad”, y añadía, “Es también una manera de mostrar
Titulé este apartado con un verso que, a mi entender, sintetiza el sentido del
libro. Efectivamente, como surge de la lectura, todos somos “trenes de paso hacia
aquí claramente expresados. Pero a Marzal le interesa subrayar el acto conciente que
vivir humano es, a la vez y paradójicamente la única certeza de la que abreva el impulso
vital y eudaimonista porque como sostiene en el poema “On the road again”: “Lo que
importa en el viaje es saberse en el viaje,/ desde ningún lugar hacia ninguna parte, de
36
CAPÍTULO III
Carlos Marzal
que más y mejor atención recibió por parte de la crítica 45. En rigor, las preocupaciones
del autor no difieren de sus entregas anteriores; antes bien, se confirman y acentúan.
Aunque el tono dominante y excluyente de las cinco secciones que componen el libro se
conceptista, del inexcrutable sentido de la vida; una búsqueda que, en ocasiones -como
racionalidad del léxico científico. En este contexto, la vida humana surgirá como una
hecho de existir supone ya una deuda a ser pagada. El azar que rige nuestras vidas se
37
historia (“El cielo de las ratas”) y del vertiginoso transcurrir del tiempo: “dentro del
huracán/ que ciego nos sacude, y arbitrario/ hay detalles, anécdotas,/ que nos dan que
pensar.” (156).
El pensar poético se ahonda así en una reflexión cada vez más oscura con ecos
reconocibles de los sonetos metafísicos de Quevedo, del Rubén Darío de “Lo fatal”, de
los Cuatro cuartetos de T.S. Eliot, del malditismo de Antonin Artaud 46 y del nihilismo
irreversible de Emil Ciorán. “En mi principio está mi fin” se repite en East Coker, la
segunda sección de los Cuartetos, una meditación lírica sobre el tiempo, la sucesión y la
condición humana, y Marzal afirma con una línea igualmente discursiva: “El principio
domina el decurso histórico -“No hay posible sorpresa, y lo que nos aguarda/ son unos
en las potencialidades del único asombro aún posible, el lingüístico. Así, a través de un
lenguaje extrañado se nombran los actos más habituales del vivir diario: el acto de
un pedazo/ inerte de animal. Lo masticamos” (161), mientras que con radical desapego
este libro sostiene que “El poeta transfiere su intimidad a escenas cotidianas, pero
46
El poema titulado “Apetito de muerte (Antonin Artaud)” parece remitir al siguiente aforismo de
Artaud: “El apetito de la muerte es un medio de reconquistarme violentamente, de irrumpir brutalmente
en mi ser”.
47
Dos motivos se asocian a esta concepción de la circularidad del tiempo: el laberinto de clara raigambre
borgiana y el desierto como cartografía del vacío existencial. Cfr. “La lluvia en Regent´s Park”.
38
observadas con un prudente distanciamiento (el uso, por ejemplo, de una ficticia
segunda persona del singular) que posibilitan la ironía o la reflexión serena” (152).
negativa de todo incluída la misma poesía: “Anochece. Es de día. Y todo esto/ otros,
mucho mejor, ya lo han escrito” (176). En este libro, el autor explora los caminos de la
absurdo del mundo, tal como ya lo había hecho T.S. Eliot en sus Cuartetos: “Y lo único
que sabes es lo que no sabes ...../ Y lo único que posees es lo que no posees/Y en donde
pensamiento que conducen a la postulación de una filosofía del absurdo. Ciorán en uno
“¿Superará el hombre algún día el golpe mortal que le ha dado la vida?” y es esta
identidad y del de no contradicción del pensamiento racional el que exponen los textos
de Marzal: “El Norte está en el Sur,/ (...) El blanco no es el blanco;/ el blanco es negro,/
intimidad.
Francisco Díaz de Castro sostiene que “la apuesta por la lucidez [en Marzal]
39
incertidumbre como única definición posible de un sujeto provisional, contradictorio y
apartado toma cuerpo el pensamiento sobre las escasas potencialidades del lenguaje
para refutar el tiempo -“Son unas pobre armas/ con que hacer frente al tiempo/ todas
supervivencia de la palabra poética más allá del tiempo humano -“es decir, cuando
termine el tiempo/ de quien trazó unos versos que al tiempo sobreviven” (193). Aquí
habita ese personaje poético que pretende alejarse de la consabida “complicidad” con el
compasión/ por quien ahora le mira más allá de este libro./ Conque ni semejante, ni
hermano, ni otras estupideces.” (195)48. También tienen cabida aquí la reducción del
repertorio poético a “dos o tres asuntos/ que merecen nombrarse en esta vida” (201) así
Cuthbert Faulkner”, un maestro en el manejo del tiempo del relato, quien en su discurso
de recepción del Premio Nobel sostuvo que el hombre “es inmortal, no porque sea la
única criatura que tiene una voz inagotable, sino porque tiene un alma, un espíritu capaz
“Los países nocturnos” es el título del libro, de una de las secciones del mismo y
48
Pere Ballart realiza un interesantísmo análisis de la retórica de este poema desde una perspectiva
pragmática. (Ballart, 99-100)
40
paisajes, ciudades, rutas, mapas son lexías que recorren “nuestro viaje hacia nosotros/
desde nosotros mismos” (240). “Trenes de paso hacia ningún lugar”, con este verso del
poemario dominado por el motivo del viaje, y aquí nos volvemos a encontrar con la
misma imagen: “Hay países de sombra que regresan/ en el maldito tren de largo
recorrido/ con parada en nosotros” (239). Los países nocturnos son esos territorios de la
propia intimidad habitados por el miedo, ese estado de lucidez de la conciencia que
acaba resultando una condena para el que presiente tras la apariencia tranquila del
mundo ese otro “rumor obsceno, que es la vida/ latiendo por debajo de la vida” (210).
Conciencia del absurdo de la existencia (“Derivas”), de que somos materia del tiempo,
del sufrimiento seguro (“Un mar de lágrimas”), de la propia muerte (Una visión”), de la
identidad siempre incierta (“El pozo salvaje”), del delicado equilibrio del mundo y de la
figuración de la muerte del sujeto (ya insinuada en su primer poemario) adquiere aquí la
forma del desdoblamiento entre dos voces que se van alternando con diferente
tipografía, dos espejos enfrentados contemplando cara a cara una misma muerte: “La
enfermera ha cubierto el rostro del cadáver/ ante el que estoy sentado, y el cadáver soy
yo” (217).
por las temáticas asociadas a la trascendencia que despunta en textos como “Algebra
celeste”, “Consideraciones gnósticas”, “La eternidad ansiada” o “La edad del paraíso”,
poemas todos en los que el autor repone aquel “templo sin dioses” de su maestro, César
Simón. “Quiero vivir siempre, siempre, siempre, y vivir yo, este pobre yo que me soy y
41
Fuerza infinita y eterna o en Dios lo que anhelo; no es ser poseído por Dios, sino
poseerle, hacerme yo Dios sin dejar de ser el yo que ahora os digo esto” (27), así
La eternidad, si fuera,
si en verdad contuviese una brizna de vida,
y no sólo la prueba de nuestra insuficiencia,
no sería jamás vida que otros viviesen
en lugar de nosotros.
La eternidad, si fuera,
sería vida eterna, es decir, que esta vida
se prolongara ahora eternamente. (220)
poemarios anteriores y apuesta por el verso libre “que expresa mejor esa sensación de
despojamiento y sequedad que intento inferir a mi poesía” (Sanz, 61). Con una estética
clásicos” (Sanz, 61) rozando por momentos, como bien señala Miguel García Posada,
afirma Juan Bonilla, “un libro trágico, lleno de imágenes violentas con el tono elegíaco
Precisamente la violencia del libro procede de esa tensión irresuelta entre una
encendida defensa vitalista, por un lado, y la pulsión de muerte, por otro. Lo único que
cabe esperar del futuro -la única esperanza posible, si es que cabe hablar en estos
49
Su escritura cruza la meditación metafísica con el plano de la crasa materialidad física lo que a menudo
dota a sus poemas de un tono plano, menor. Cfr. “American poem”.
42
términos- nos dice Marzal es que todo sea aún un poco peor: “Tu infierno aún tiene un
escalón no descendido./ (...) Aún puede hacer más frío. Aún hay más noche/ dentro de la
noche, y el desierto/ se renueva detrás de aquel desierto” 50. (177). Sin embargo, el
aunque la experiencia sea de dolor, su expresión ha de ser luminosa: “Por más oscuro/
que sea el borrador de nuestras vidas/ y el papel tenebroso que se nos ha asignado,/
nuestras palabras deben crecer hacia la luz” (205). De diferentes modos y en diversas
los compañeros de viaje” (Marzal, 2002a: 118) y de armonizar estas fuerzas opuestas
que coexisten en todo espíritu alerta: “A pesar de que soy un pesimista teórico, me
Para ser escritor, es decir, para disponer de una obsesión, (...) hace falta ser, en
cierta medida, un optimista. Al menos, un optimista práctico. Porque la acción, de
cualquier género, requiere su brizna de fe. Los que no actúan son los absolutos
desencantados, los negadores absolutos. La acción constituye siempre una manera
de afirmar. Las conciencias más críticas de lo aconsejable para consigo mismas
terminan por no poder obrar, por no saber hacerlo. (Marzal, 2005b: 14)
50
En sintonía con estos versos leemos los siguientes de T.S. Eliot: “O como cuando bajo anestesia la
mente tiene/ conciencia pero conciencia de nada/ Dije a mi alma: Quédate inmóvil y espera/ sin
esperanza/ Porque la esperanza sería esperanza en lo que no/ debe esperarse; Aguarda sin amor/ Porque el
amor sería amor de lo que no se debe amar./ Sin embargo queda la fe;/ Pero la fe, el amor y la esperanza
se encuentran/ en la espera./ Espera sin el pensamiento ya que no estás preparada para él./ Así las tinieblas
serán la luz y la inmovilidad será/ la danza”.
51
“El pesimismo es un asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad”. Esta es la frase que
Antonio Gramsci acuña en su artículo “Contra el pesimismo”, publicado en el número 2 de L´Ordine
Nuovo quincenal el día 15 de marzo de 1923. Como señala Francisco Fernández Buey se trata realmente
de “un artículo contra el pesimismo de la voluntad, contra el escepticismo existente en las propias filas
sobre el futuro político y sobre el papel del partido comunista en formación; es un artículo contra el
fatalismo y el determinismo, contra la vuelta a un estado de necesidad del que el propio Gramsci participó
unos años antes” (Fernández Buey, “Antonio Gramsci: Amor y revolución”,
http://fcimarx.org/index.php?option=com_content&task=view&id=41&Itemid=51).
43
Sus poemas no permiten olvidar esta verdad, que el verdadero milagro, la
la conciencia trágica: “Lo mágico consiste en proseguir/ con la respiración, aliento por
aliento,/ en la perseverancia que nos mantiene en pie,/ en la conciencia absurda que nos
muestra/ como una inútil pieza prescindible/ del engranaje absurdo de este mundo”
(170). Marzal escogerá como epígrafe de su libro Fuera de mí del año 2004 unos versos
procedentes del epitafio del teólogo alemán Martinus von Biberach que sintetizan con
Vengo no sé de dónde,
soy no sé bien quién,
muero no sé bien cuándo,
voy no sé hacia dónde,
me asombro de ser tan feliz.
44
CAPÍTULO IV
Carlos Marzal
Los epígrafes que abren el cuarto libro de Carlos Marzal, Metales pesados,
Crítica y el Nacional de Poesía, definen las coordenadas entre las que se mueve el
pensamiento poético de su autor. Por un lado, una cita del genetista y biólogo de la
evolución, J.B.S. Haldane y por otro un pensamiento del filósofo francés Joseph
Joubert: “Es preciso que exista algo sagrado”52. Entre la constatación cuasi científica
(que ya despuntaba incipientemente en Los países nocturnos) del carácter material del
que da título al libro, Metales pesados. El autor explica que efectivamente se trata de
una metáfora metafísica o de un símbolo del mundo en general; por una parte, aclara,
son materiales -elementos- tóxicos pero simultáneamente son preciados, son fríos pero
45
La misma disposición estructural de este poemario da cuenta de un proceso que
si bien se inicia con un declarado apego a las concepciones cientificistas del hombre y
del universo, a medida que avanzamos en la lectura, las mismas van cediendo su lugar a
a diferencia de sus libros anteriores, los poemas van tornándose más extensos y
paradójico como el modo dominante del pensar continúa definiendo el estilo escritural
también más visibles en este libro otros clásicos recursos de la retórica barroca como el
Junto con la mirada hacia el mundo material también se desplaza el asombro que
define al sujeto que mira. La perplejidad que venía sustentando sus anteriores
expande ahora junto con los ilimitados contornos del universo físico. Este tránsito queda
concluir: “Todo el escrupuloso asombro de la ciencia/ parece que conduce hasta este
asombro/ con que contempla el cielo un ignorante” (249). Avanza luego hacia la
particular circunstancia del yo cuya ontología queda definida otra vez al modo
metales pesados, sí, pero también mercurio que fluye, partículas minúsculas y cotidianas, altamente
sensibles”.
46
quevediano: “Ser es un fui que un no soy yo contempla/ desconcertado desde un planeta
ajeno”, para terminar trasladando esta indagación sobre el tiempo (porque en definitiva
cíclico de la historia y el tiempo fuera del tiempo del encuentro amoroso) al terreno de
la intimidad -“Así que cuando te amo ya te he amado.”- donde se revela que el mayor
misterio es el del milagro del encuentro amoroso en la infinitud misteriosa del universo:
“¿Por qué el ser, y no más bien la nada?” (75-112); allí el filósofo alemán asume que “la
nada es lo que la ciencia rechaza y abandona por ser nadería” y es en ese punto, donde
triunfa “sobre la vocación de incertidumbre/ que tienta con su nada a lo real” (253). En
poemas como “El combate por la luz” o “La línea tenebrosa”, entre otros, se rescata el
homenaje/ que cada instante de verdad merece,/ por su absoluta magia de estar siendo,/
Este milagro del ser que se impone a la tentación de la nada -“El oráculo”- va
revistiendo a los versos de Marzal de una densidad mística; no se trata ya solamente del
47
fenómeno físico de la luz sino de la luz capaz de vencer a las tinieblas, la de las albadas
metafísicas, una luz de advenimiento y plenitud del ser, ante la que se inclina reverente
(373). Lo elemental es abordado aquí en su doble expresión, por un lado, los elementos
(químicos o no) en tanto principios constitutivos del mundo material, y por otro, lo
qué consiste la única empresa digna del hombre: “está en apetecer lo elemental:/ la
hondura en desnudez que nos sustenta,/ y en desnudez nos mueve hacia más vida”
(286). Con toda razón, José Luis García Martín definía al Carlos Marzal de este libro
sobre los aspectos más cruentos del mundo material, de la que son cabales ejemplos los
tiende a despojarse del peso y las limitaciones de la carne y el cuerpo (pero sin
espiritual de San Juan), “Una más alta empresa”, “El dios del testimonio”,
48
“Resurrección” o “Credo quia absurdum”, desde una perspectiva otra vez coincidente
con el Unamuno de Mi religión y otros ensayos, el de “Si creo en Dios, es, ante todo,
porque quiero creer que Dios existe”. Sobre todo en los tres últimos textos despunta una
imposible,/ consiste en apostar/ por lo absoluto” (350) o “Nos hace falta/ un dios en
multitud,/ un dios del intelecto,/ un dios nosotros,/ (...) un dios testigo,/ (...) Alguien ha
de quedar para mañana,/ cuando esta cremación se haga cenizas/ y siga de otra forma
nuestro viaje” (377), mientras en el último poema citado, haciéndose eco de la cita
creo”. (366)
Son diversos los textos que insisten sobre este mismo aspecto, compensando con
la elevación espiritual el rotundo peso de la carne material. “Supuración del alma”, por
la poesía mística (el alma vive amurallada en los confines de la carne, reclusa en la
celda del cuerpo, es brisa que sopla en afán de entendimiento, es brasa callada o música
Marzal- admite ambas pulsiones, la meramente corporal (“Es una persecución que nos
49
otra: “Una octava más alto que el placer de la carne,/ mientras suena un arpegio
carne,/ que se alza inmaterial en la materia” (341). El pensamiento del autor confirma,
una vez más, esa tensión tan propia del barroco con que define a lo humano: “la bestia
carácter del hombre es su destino”55 (Kirk y Raven, 300), sirve como condensación del
pensamiento marzaliano que tanto gusta de las formas aforísticas y sentenciosas, sobre
la encrucijada que define al hombre, su ilusión de libertad -“alude a que imaginan tantas
tumulto en guerra de tu sangre,/ contra la propia ley de su existir,/ una célula impía ha
liminar presente en la tensión barroca, ese inasible y difícil límite que deslinda la vida
de la muerte, la nada de la vida, la eternidad del tiempo sirve aquí para plantear ese otro
limbo en el que habitan tanto los enfermos, unos “sujetos anfibios” que “no son
enteramente de este reino” (258), como los viejos, “Asilados en una infancia obscena,/
54
En su reseña de este poemario Pere Ballart se detiene en la impronta barroca que define a esta escritura:
“la gravedad sombría del barroco, su severa sentenciosidad moral, su desengañado descrédito de la razón
y deliberación humanas, el tenebrismo incluso...” (51).
55
Precisamente es la sentencia que elige Luis Cernuda para concluir su ensayo Historial de un libro.
56
En uno de sus ensayos el autor volvía sobre esta cuestión, a propósito del arte y afirmaba: “Profeso una
suerte de fatalismo antropológico de carácter inmovilista (...). Temperamento es destino, carácter significa
fatalidad, de modo que no hay ninguna razón para pensar que ninguna de las creaciones del hombre puede
servir para torcer el curso de la vida, ni para salvar el mundo. Pero la aspiración final de todo lo que el
hombre ha creado de noble en el espíritu (...) tiene la misma aspiración secreta. (...) Todo debe conspirar
para volver al hombre más feliz” (Marzal, 2009: 130).
50
en el exilio de su misma sombra,/ desde un limbo de hielo,/ derritiéndose,/ los viejos
testimonian, sin enigma,/ sobre el enigma viejo de estar vivo” (264) y los que aún no
han nacido como en “Nasciturus”: “Has negado la nada, aun siendo nadie,/ has abrazado
el ser, sin ser tú mismo;/ (...) Algo que desconoces te ha forjado/ alegre en el dolor, sabia
mortuorias” asistimos a una reflexión sobre ese umbral o territorio neutral donde se
anulan los contrarios: “Las máscaras nos miran desde el filo del ser (...) Pero ¿qué orilla
miran? La cicatriz que vemos/ ¿es por lo que abandonan o por lo que descubren?” (260).
como una milagrosa obra de arte: “Existe una razón para sentir orgullo/ en mitad de esta
Señalábamos párrafos atrás que en este libro, el autor nos ofrece una mirada del
del ser, que no descansa” (254)- surge, en ocasiones, como antídoto contra la angustia
asechante de la nada; sin embargo este modo de explicar la sucesión del hombre en el
universo como casi todas las doctrinas racionalmente impuestas no cuenta con la total
adhesión del sujeto marzaliano: “Pero por más que busque el pensamiento/ darnos
similar leemos en el extenso poema “No he vuelto a ser el mismo desde entonces” en el
que, aludiendo oblicuamente a esa curiosa obra del barroco inglés, The Anatomy of
51
Hacer del desengaño un objeto de estudio,
reflexionar sobre su anatomía,
es una redundancia, un vicio del lenguaje
que insiste en lo más obvio: el desaliento
es un acceso agudo del pensar,
un episodio de clarividencia,
y no hay ningún pensar clarividente
que no termine siempre en desaliento,
enfermo por el éxtasis pasmoso de estar vivo. (314)
mirada; como a través de un zoom invertido, la lente se distancia del objeto, en este caso
irrepetible, abre la posibilidad de evaluar al hombre como un elemento más dentro del
(título de uno de los poemas de este libro), esa virtud que mueve al alma a
inteligencia: “Dolernos con el mundo, y afligirnos/ con todo lo que sufre, porque somos/
exactamente todo lo que sufre,/ es cuanto deberíamos llegar a merecer” (319). De igual
modo, el sujeto emerge como una conciencia depositaria de todo el dolor del mundo
como se lee en “El pozo de las lágrimas”: “todo el dolor inútil con que el hombre/ ha
perseguido al hombre, todo el llanto/ que ha regado la abyecta flor del mundo./ Nació en
dadas en el tiempo, más en una dimensión social o histórica que en un sentido personal
y biográfico queda muy bien plasmado en poemas como “El mismo fuego”, “Razones
de la voz” o “El origen del mundo”. En todos ellos se demuestra una vez más lo que el
52
Aunque nuestra percepción de la realidad ha cambiado mucho desde las
cavernas, el corazón del hombre parece poco menos que inmutable.
Hemos sido amasados con una arcilla que no tiene remedio. Las pasiones
que movían al animal rupestre son las que empujarán al animal
globalizado. Los apetitos que nos envilecen y nos elevan son los que
elevaron y envilecieron al hombre de la Ilustración y al de la Edad Media
(...). Sentimos como estrictos contemporáneos a los poetas de cualquier
momento de la Historia, cuando pulsan en nosotros la cuerda humana
que no se modifica, cuando atacan la única melodía que todos sabemos
de memoria, porque baraja las tres o cuatro grandes verdades del
hombre, y que son, lo más probable, variaciones acerca del tiempo, el
amor y la muerte.
giro autorreferencial que le permite una vez más, asediar el concepto e intentar una
definición. Así, el objeto poema quedará definido como “una fuerza moral contra el
destino” (327), “una retribución elemental” (331) o una salmodia que acerca al decir
poético a la sacralidad del canto litúrgico: “a veces las palabras sacrifican/ la herencia
un cántico”57 (354); los poetas, por su parte, serán definidos como una “secta” que
donde se devana el pensamiento” (336). Pero estos textos autorreflexivos van sentando
presentes en libros anteriores. Por una parte, el sujeto renuncia a concebir el mundo y lo
existente como material críptico a ser descifrado: “En otro tiempo hubiera cedido a la
57
Ainhoa Sáenz de Zaitegui afirma con acierto que en este libro “Nace el Marzal de las letanías, de los
ritmos ancestrales y semánticamente efectivos, de la poesía que se hace música y suena a conjuro” Y
agrega: “Surge también el Marzal de la metáfora exenta (...). La epifanía, al fin, sobreviene: la palabra es
poder creador no porque describa, narre o imite la realidad, sino porque la nombra.(...) Palabra de Dios él
mismo, el Génesis no se equivoca: el Verbo precede a la carne, esto es, a la existencia” (17)
53
(287), leemos en “Los centinelas”, y en “Lecciones de evidencia” declara: “Desde hace
en los recodos de la realidad” (289). Por otra parte, guiado por una incitación puramente
acepción literal con que ocurre el vivir” (289). Al extremarse aquí la veta vitalista se
en cambio, “todo ese repertorio feroz del desencanto” encuentra un cauce diferente, una
equilibrio del mundo: “Era una imperfección en la que se cumplía/ la ley gravitatoria
universal:/ no hay nada que no encuentre su reverso,/ no hay nada improcedente, no hay
Esta exaltación vitalista en tanto defensa de las fuerzas propias e intrínsecas del
individuo, más allá de las fuerzas materiales, encuentra su expresión en poemas como
afirmación vital: “la fuerza de existir,/ la insolencia procaz de ser felices/ (...) para
infamar la muerte con la vida” (271). Es esta línea de exacerbado vitalismo la que
a las que nos referíamos párrafos atrás. Textos como “Pájaro de mi espanto” o
“Tentación del vacío” dan cuenta de las modalidades de este giro; en el primero se
escritura:
54
Por eso quiero ahora, pájaro melancólico,
que entones la canción del sinsentido,
y que tu trino suene, diminuto,
en un instante de pureza eterna,
como una acción de gracias absoluta;
que tu gorjeo sea una plegaria
para el próximo dios del desconcierto,
un himno ejecutado a cuenta de la nada,
un arrebato de esplendor casual
que se propague a todos los rincones,
y que celebre en su perfecto escándalo
las ruinas ateridas del futuro. (356)
Una vez más, el delicado equilibrio que guía el pensamiento poético del autor, queda a
pureza al modo juanramoniano, tampoco del elogio de la nada 58; para Marzal el canto
de alabanza por el hecho de estar vivos sólo halla su mejor sentido en la comunicación
con el otro: “Sólo nos salvas, música, si suenas./ Sólo nos curas, verso, si nos hablas”
(365). Aquí se resume la poética del autor en su repetida búsqueda del poder balsámico,
58
Sobre esta sutil diferencia vuelve el poeta en El cuaderno del polizón (Apuntes sobre arte): “El silencio
representa el atolladero adonde han ido a parar las ansias de pureza y de levedad de un buen número de
poetas y filósofos del siglo XX, por plúmbeo e impuro amor a la paradoja de querer convocar un
imposible - el silencio de la palabra, o las palabras del silencio -, cuando las palabras, si algo no saben
hacer, si algo no pueden lograr, es estarse calladas, algo distinto de resultar mudas, lo que sucede por
impotencia, por aspirar a la voz y estar afónicas, por pretender la canción y no saber más que desafinar”.
55
terapéutico del poema: “La poesía nos cura las heridas, y ese valor medicinal la
emparenta con toda la actividad del espíritu humano, que tiene en definitiva el objetivo
práctico de hacer más habitable el mundo (...) La poesía, también, nos alivia de la
Crítica, advertía que esta obra abría “un nuevo camino en la poesía de la experiencia de
los años ochenta” (Astorga: 2002b s/n) y en una entrevista del mismo año 2002, el autor
generacionales como Luis García Montero o Felipe Benítez Reyes era que la suya “es
una poesía más meditativa que la de algunos de los poetas citados”. Efectivamente,
como bien señalaba José Luis García Martín en una reseña de Metales pesados
venía explorando desde poemarios anteriores “está llevada aquí a sus últimas
consecuencias: pocas veces poesía y pensamiento han caminado tan de la mano, pocas
veces la mirada ha desvelado tantos enigmas”60. En esta misma reseña García Martín
unía el nombre de Marzal al de otro poeta valenciano (en este caso, por adopción),
Antonio Cabrera, vinculando el quehacer poético de ambos con la poesía filosófica del
XVIII, incluso con la de orientación didáctica, “una poesía que no le teme a los
conceptos ni a la moraleja”.
59
Pere Ballart con la fina y lúcida penetración que caracteriza siempre a sus lecturas, afirma acerca de
este libro de Marzal que se trata de “poesía especulativa”, de “arranques casi siempre abstractos”, con una
“enunciación discreta y grave”, poemas que “comparten una misma concepción intelectual” y en los que
el verso sirve “a ideas más que a sensaciones”, datos todos que permiten hablar, en este caso, de “poesía
metafísica” (49). También definirá a esta poesía como “mistérica, iluminada” (52).
60
Coincidentemente Luis Bagué Quílez afirma en el prólogo a Los otros de unos mismo: “De este modo,
el lector asiste, como quería Mairena, a la génesis de una conciencia que se abre paso entre las brumas del
pensamiento hacia otra luz más pura: la poesía del pensamiento” (Marzal, 2009:12). También en el
estudio preliminar al libro Poesía y Poética de Carlos Marzal, Francisco Díaz de Castro señala que la de
Marzal es “una poesía del pensar y del sentir” (59).
56
Bastaría con citar un solo poema, “El corredor absorto”, para obtener el exacto
tono meditativo de esta poesía, el que Wordsworth buscaba para la suya propia, el de la
La primera mención al “caserón de Serra” aparece en “Fotos del XIX” 62 de Los países
nocturnos y la última en “La luna sobre Serra” de Fuera de mí, y asociado a este
nombre que cifra la experiencia biográfica del sujeto se instala esa cadencia meditativa
éxtasis medito ante su altar” (292). De igual modo, en “La vela hermana”, un episodio
cotidiano, el apagón producido tras una tormenta de verano que se desata “mientras
anochecía sobre Serra”, (363) conduce al sujeto a una meditación (con ecos de San Juan
de la Cruz: “Entonces encendí las palmatorias,/ y anduve sosegado por la casa,/ como
61
Julián Jiménez Heffernan en la Introducción al libro de Robert Langbaum, La poesía de la experiencia,
retoma esta idea de que el poema reelabora discursivamente la experiencia original y luego de citar a
Wordsworth, hace referencia a la poesía de Hopkins con unos atributos que bien puede compartir la
escritura de Marzal entendida dentro de esta línea que hemos denominado “poesía del pensamiento”: “La
experiencia de integración que el poeta sufre frente al paisaje, la brutal auto-anagnórisis que el entorno
físico le provoca, exige un discurso nuevo, de gran flexibilidad retórica y amplia libertad formal, un
espacio para la meditación, la sorpresa, el quiebro y la paradoja”. (28) Langbaum, Robert. La poesía de la
experiencia. Granada: De Guante Blanco, 1996.
62
El interés del autor por todo lo que supone el ejercicio de la mirada queda plasmado en “Lecciones
fotográficas” de El cuaderno del polizón.
57
un alma sin pena”) sobre el pasado atávico del hombre y su estrecha hermandad con la
el evocativo; estamos aquí ante una poesía reflexiva en el sentido más literal del
término, el que supone un volver a mirar hacia atrás tal como proclamaba Unamuno: lo
que hay que ver no es la visión presente, sino su recuerdo, su imagen evocada o “Ver es
haber visto” como afirmaba Pessoa a través de la máscara de Bernardo Soares. Se trata
sagrada” del Garbí -“La tormenta de ayer caía a plomo. Había oscurecido en la
“Volví mis pasos bajo la tormenta/ y comencé el descenso.”- que comporta la revelación
(305)64
63
Jordi Doce señala que “el inicio de un trayecto ascendente es condición necesaria de la epifanía” y
ejemplifica con unos versos de Coleridge extraídos de “Tres poemas”: “la magnífica extensión/ almenada
de campos y colinas,/ y la mar, con alguna hermosa barca,/ tal vez, cuyo velamen ilumina/ el ribete de
azul entre dos islas/ de púrpura sombría”. (199).
64
Para corroborar lo que hasta aquí he desarrollado basta el siguiente pasaje de El cuaderno del Polizón
(Apuntes sobre arte), de Carlos Marzal, enviado gentilmente por el autor: “el pensamiento necesita
pasearse, andarse a descubrir sus mundos, caminar la realidad y recorrer incluso lo que supone más allá
de ella. No sería difícil establecer una estirpe de filósofos y escritores andarines. Sin ningún ánimo de
exhaustividad, pienso en los metódicos recorridos matinales de Kant, en las ascensiones a las montañas de
Schopenhauer, en las caminatas interminables de Nietzsche por parajes solitarios - en donde tuvo algunas
de sus revelaciones capitales -, en los paseos de Robert Walser, para quien la escritura y el deambular son
una y la misma cosa, y en cuya obra la sintaxis y el argumento se construyen de camino a no importa
dónde. En el ámbito cercano de la poesía, me viene a cuento el gran Claudio Rodríguez, andariego de su
propio cántico, que confesaba necesitar de la marcha, a ser posible a campo abierto, para convocar la
inspiración.” (2006).
58
Estamos frente a un tipo de poema o de modelo poemático que Langbaum define
suministro de una ocasión que pueda dar lugar a ambos y que pueda justificarlos en
Podríamos terminar este vasto recorrido por Metales pesados refiriéndonos a una
serie de textos que toman como motivo diferentes fenómenos naturales (la nieve, el
viento, la lluvia, el otoño o el verano) pero que eligen para hacerlo una vez más la
cadencia meditativa. Así, leemos que la nieve “nos ensimisma tanto en nuestra esencia/
que se escucha/ el caer/ del pensamiento” (274), o “en la concavidad y la grisalla/ con
que aboveda el día el pensamiento,/ cielo acorde en su acorde, el agua tañe/ con
franqueza cristal su auxilio leve” (293) o “En este remolino/ de finales de otoño/ que
desbarata el mundo más cercano,/ la quietud aparente de todo lo real,/ hay una ciencia
conjugan trascendiendo los límites del mundo natural a través de la proyección estética;
los que el poeta inscribe la lección de la mirada: “Entonces advertimos que el ser de la
mirada/ vive en el pensamiento que lo anima,/ como el espectro puro del color/ brilla en
65
Carlos Marzal y el pintor y también poeta José Saborit, a quien está dedicado el poema “La salvación
de la mirada” del cual proceden los versos citados, han trabajado juntos en diversas publicaciones
artísticas, conjugando reflexiones poéticas y pictóricas sobre el paisaje (Véase el texto de Marzal titulado
“A cielo abierto” en el catálogo de pinturas de José Saborit, “Tragaluz”, donde leemos: “Observar la
pintura de la naturaleza parece en ocasiones requerir la reflexión acerca de la naturaleza de la pintura.
Quedarse y partir, esa es la divisa espiritual que podría animar la médula de esta exposición”. Tampoco es
un dato irrelevante que la ilustración de la sobrecubierta de su poesía reunida, El corazón perplejo sea
precisamente un dibujo de José Saborit. De hecho, el autor ha escrito en varias ocasiones no sólo sobre
pintura (en torno a cuadros de Lucian Freud, Salvador Dalí, Francis Bacon, Manuel Sáez, Lorenzo Saval,
Javier Chapa, Chema López o Rosa Martínez-Artero), sino también sobre esculturas y fotografías.
59
Sin embargo, y por debajo de todas estas reflexiones que hemos venido
anotando, más allá de las múltiples figuraciones con las que se reviste el pensamiento
poético de Marzal, subsiste aún la metáfora que viéramos aparecer en los primeros
libros del autor, la del viaje (que se acerca aquí a lo iniciático), que le permite
reflexionar sobre la existencia, sobre el tiempo y sobre la Historia. Desde “los trenes de
paso hacia ningún lugar” o “el no tomar los trenes de las vidas ya irrecuperables” que
atravesaban La vida de frontera con su carga existencial, pasando por esa cartografía de
la mente a la que aludía el título de su tercer poemario, Los países nocturnos -“Hay
países de sombra que regresan/ en el maldito tren de largo recorrido/ con parada en
histórico y el individual: “Sólo hay un tren. Hay sólo un pasajero./ Hay un trayecto solo
y un destino. (317) En una reciente entrevista, Marzal admitía, además, que “la metáfora
del viaje es una de las más acertadas para definir la aventura de escribir. Como en el
mismo en lo que digo, es porque no tengo nada que decir, nada que sorprenda al lector”
trabajada a través del desgarro, la rebeldía, el grito o la ironía de sus libros anteriores;
no sin perplejidad que “En este desvarío de tu voz/ se desnuda el enigma, transparece/ la
incierta pero necesaria de algo absoluto -“lo inmarcesible y cristalino”, el que se alcanza
60
en la cima del vacío y del extremo despojamiento, que incluye, claro está, el
despojamiento lingüístico:
61
CAPÍTULO V
Carlos Marzal
Fundación Loewe del año 2003, nos impacta por varias razones. En primer lugar, y
contrastando este libro con los anteriores del autor, diría que nos sorprende por el giro
lingüístico que en él acontece66. Desde los poemas iniciales nos provoca con la
62
como formas verbales -“Lo que me dice adiós me bienvenida” o “gato saber que no
recapacita”- dan cuenta de un intento por hallar nuevas vías de expresión que apelan,
plasmar verbalmente una realidad que surge nueva, inasible, escurridiza, inefable, ante
alejadas de las provistas por la razón o la ciencia -“¿No añoras un saber de sinsaber,/ de
lector de esta auténtica fiesta, tan diferente del festejo frívolo de su primer poemario,
que es Fuera de mí; canto de bienvenida y de adiós enunciado con el tono de júbilo y
alabanza propio del que se siente en estado de gracia espiritual como lo expresan estos
versos: “Hola y adiós,/ que en despedir soy próspero/ y en bienvenida estoy” (429). En
estos poemas pórticos (pero no sólo en ellos) la voz, palabra que se pretende canto, se
apropia de los ecos de Manrique, de San Juan de la Cruz, de Bécquer, de Juan Ramón
inalcanzable -“os he cortado flores que no existen” (515)-, capaz también de aspirar a
68
Francisco Díaz de Castro afirma respecto de este libro “El protagonista de la poesía
marzaliana ha dejado fuera en buena parte su humorismo sarcástico y su ironía anteriores para,
elevando el tono lo justo, provocar al lector en su propia extrañeza mediante la novedad y el
abigarramiento de las imágenes, las paradojas y los juegos verbales y abordar desde esa nueva
óptica, nada sencilla, las relaciones con lo real, con los sentimientos, el sexo, la razón, el
instinto y la escritura. (...) Necesariamente la voz que sostiene toda esta poesía ha ido también
modificando sus registros, revisándose a sí misma, adquiriendo mayor espacio para la libertad
imaginativa y, al mismo tiempo, revistiéndose de complejidad de sentidos, de acuñaciones
paradójicas, de difíciles equilibrios conceptuales” (2008: 59-69).
63
algo sagrado -“Perseguimos el canto,/ aun siendo mudos” (391)- y el decir poético se
eleva entonces hasta las alturas de un himno para resolverse finalmente en canto de
acción de gracias: “en gorjeos de voz damos las gracias:/ arrogante campana de lo
referencia a un ámbito que está más allá del yo, es el afuera, lo abierto, punto extremo
levedad, convaleciente,/ sobre esta frágil osamenta hermana”- y comienza una vía de
superfluo” (395)-; este vaciarse del yo -“Lleno de nada voy”-, este ausentarse de sí y
verse desde las afueras de uno mismo -“con párvulo dolor beso mis párpados”- nos
danzo,/ y soy mi tribu” (396). Se produce aquí la aproximación del sujeto marzaliano al
sangre. En esta misma dirección parecen apuntar las siguientes apreciaciones de Ainhoa
atávico, hacia el territorio virgen de una poética de la sencillez. (...) Asumida la máscara
del bon sauvage, el poeta se somete a una ceremonia de purificación que lo salve de la
del polizón:
69
Leemos en la segunda parte: “Encuentro mi vestimenta tan bárbara como la suya. Pero yo no engraso
mi melena. (...) Conservo de ellos: la idolatría y el amor a lo sacrílego...” Cfr. Rimbaud, Arthur, Obra
Completa. Prosa y verso. Madrid: Río Nuevo, 1979 p. 71-73.
64
Ese despojamiento y esa persecución de lo primordial tienen una raíz
ascética, mística, privada de su sentido religioso, o al menos de su
sentido confesional, y atenta sólo, a lo sumo, a la sacralidad privada del
arte. Creo que los artistas mejores se dirigen siempre hacia la sencillez
luminosa (que no siempre es de sencilla contemplación ni de
transparentes irradiaciones), se encaminan a la entraña de su mismo
hacer. Ese propósito es el que denomino místico y ascético. Un ascetismo
y una mística sin misticismo ni mistificación, es decir, sin
sentimentalismo ni mentira. El misticismo es a la voluntad mística lo que
el sentimentalismo al sentimiento, esto es, su truculencia, su semblante
de advenedizo, su pistoletazo en el concierto de las emociones. (Marzal:
2007, 76)
Los poemas se tornan más interrogativos70 sin perder por ello el tono dominante
presencia de los objetos que conforman nuestro mundo va ganando espacio significante:
“Unos cuantos limones, unos lirios,/ una sardina enjuta sobre un plato,/ un mendrugo de
pan,/ el vaso en que pernocta el agua núbil” (421). El mundo es observado desde el
extrañamiento del primer hombre; lo creado emerge ante los ojos siempre asombrados
del que mira. La noche, el día, el atardecer, una casa, un trozo de pan, un vaso de agua,
el fruto de la granada, un toldo al viento, un pétalo que cae en el otoño, el musgo que
crece en las sombras, el sexo femenino o una higuera en una isla dejan de ser
sencillamente eso para revestirse del misterio de quien los ve por vez primera o mejor,
70
Díaz de Castro sugiere una explicación al modo marcadamente interrogativo de los poemas de este
libro cuando afirma: “En estos tiempos de mentira y de miseria moral, de estupidización culpable algunos
podrían tachar de insensato el himno a que nos invita el autor. El poeta lo asume, y de ahí tantas
interrogantes, tantas preguntas sin respuesta en torno a la realidad constatable del existir histórico, pero su
osadía al construir este rotundo y contrastado ´sí´ resulta más revulsiva cuanto más libre en su
requerimiento”. (2009: 61).
65
“almagre artífice” del poema homónimo -“Si algo vive en su enigma, es por sencillo”
de nosotros, con su repetición cíclica contrasta con el breve accidente humano: “La sed
humana nace en otro mundo,/ y no hay por qué esperar que tú la calmes” (445), dice el
Desde esta mirada que rescata lo primigenio, que evalúa al hombre en su devenir
sunt” -“Los que antes eran hombres hoy es tiempo,/ las mujeres que han sido son del
aire,/ la arena vagabunda, nuestros hijos” (475)- se extrae, sin embargo, una lección
verdad consolador: “Cierra los ojos para ver más claro/ y sal fuera de ti para morar
contigo” (458). La tarea del entendimiento (la defensa de un saber que se sitúa al
hay respuestas, sólo un orden misterioso como el del tropismo que da título a otro
poema rige todas las cosas en la naturaleza -“Y el pájaro a su rama, tan austero./ Y el
Esta visión del mundo bajo especie de sacralidad encuentra en el poema “Por
obediencia” su manifiesto más exacto. Se trata, al igual que en otros textos, de un himno
de alabanza a cuanto existe pero en él aparece un adjetivo, “numinoso”, que nos devela
en los versos iniciales: “Imperio numinoso, realidad,/ monarca claro en su remoto reino”
(401). Como se sabe, el concepto de “lo numinoso” como categoría fue acuñado por el
66
originalmente en 1917. En él, su autor define al mundo con este término para hacer
sagrado, sin afiliarse a dogmas particulares, de modo similar a lo que María Zambrano
entendiera por “lo divino”. Aunque para Marzal, igual que antes para César Simón, “la
Rodrigo, 482). Para Otto las notas que caracterizan a lo numinoso pueden reducirse a las
siguientes: el misterio (mysterium) que es “lo otro” inefable, aquello que sólo se expresa
arrobamiento. De esta línea de pensamiento participan muchos de los poemas del libro
símbolo ancestral de la rosa, cifra en sí misma de lo inefable -“no alcanza a decirse con
mundos” (405).
“La pequeña durmiente”, poema que retoma un motivo de larga tradición literaria al que
el autor ya se había acercado en “El animal dormido”, de Los países nocturnos. Desde
Propercio, pasando por Gerardo Diego, Goethe y Valéry, hasta Borges o Kawabata el
motivo del hombre que contempla a la mujer dormida ha sido una constante 71. En el
caso de Marzal, sin embargo, y a diferencia del citado poema de 1996, la atención se
padre e hija-/ porque sólo el amor es diferente,/ sin por ello dejar de ser lo mismo”
(436). Sin la pretensión de tomar parte en el malentendido del verso guilleniano “El
71
Cfr. Ferrari, Marta B. , “Insomnio, de Gerardo Diego” en Centuria. Cien años de poesía en español.
Madrid: Visor, 2003. p. 166-171.
67
mundo está bien hecho”, el poeta afirma rotundo: “No es que el mundo esté bien: es que
no existe.” La única realidad que aquí se reconoce es la del sueño infantil, capaz de
negar todo lo que no sea él mismo en su unidad y sencillez, y lo hace con el empleo de
leer en varios poemas sobre el debate interior del sujeto entre pensamiento y lenguaje 72.
disfrute del mundo y de la vida que ya no queda “en otra parte” sino aquí y ahora: “el
sabor del saber,/ porque no hay sinsabor/ del que no pueda el pensamiento audaz/ hallar
la suculencia. (...) La mesa, en tu vivir, está servida” (481), o en otro poema como el
titulado “Color” donde la apropiación del objeto renuncia a toda tarea racional y se
Pero volvamos a otro pasaje reflexivo del autor extraído de la sección inicial de
“Los vislumbres”:
68
sistema filosófico sin filosofía ni sistema. (...) Para Nietzsche, en su
Gaya ciencia, en su Ciencia jovial, la necesidad de la fe ponía de
manifiesto una debilidad constitutiva de la convicción. ¿Quién que de
verdad cree necesita de algo que le haga creer? La ciencia jovial
reivindica una manera de hospedarse en la vida que se cifre en la
adhesión. ¿En la adhesión a qué? No importa. En la adhesión a todo y a
nada en particular, en la adhesión a la misma vida. Propugna un
abandono a la alegría como origen, desarrollo y fin, como planteamiento,
nudo y desenlace en la manera de suceder las cosas.73 (Marzal:2007, 72)
título a una de las partes que conforman el libro que venimos comentando. Adhesión
entendida como aquella poderosa fuerza física capaz de lograr la íntima unión del yo
con algo, en este caso, con la vida y la alegría, con la alegría -sin razones ni motivos- de
vivir como se expone en el poema “Fiera de alegría” (403). También la búsqueda del
otro nos habla de una clara voluntad de adhesión como lo expresa en el poema “La
puente de plata” resemantizando e invirtiendo el refrán popular -“Al enemigo que huye
alegría y de la vida: “Nuestro carácter busca tender puentes./ (...) El gesto más humano
73
La extrema coherencia del pensamiento poético del autor nos permite hallar una versión de estas
mismas ideas expuestas aquí en forma ensayísticas en los siguientes versos: “Pero si no hay hondura más
palpable/ que aquella de la fe,/ cuando se abisma en una fe ninguna./ Pero si no consigue probar nada,/
sobre la maestría de existir,/ todo lo que requiere alguna prueba. ¿Esta adhesión de adulto es nuestro
mérito?/ ¿A quién pueden honrar nuestras razones?/ El aplauso sin causa es más profundo/ que esta
alegría en pos de sus motivos.” (409).
74
También en su poemario siguiente, Ánima mía, el autor reformula este mismo refrán en el poema
autorreferencial “El abismo y el puente”: “¿No ves que estoy huyendo? Dame asilo./ Dame en tu corazón
puente de plata” (65). Marzal, Carlos (2009). Barcelona: Tusquets Editores.
75
En este mismo sentido, Francisco Díaz de Castro afirma: “Ciertamente, frente a las
inevitables constataciones del dolor, la caducidad y el sinsentido, y también frente al
consiguiente escepticismo que podría haber derivado en una poética nihilista, la obra de Marzal
presente obedece ahora a una reacción radical de reivindicación de la felicidad posible (...), de
homenaje a la compañía esencial de un “vosotros”, con frecuencia explícito en las dedicatorias
de los poemas.” (2008:59-69)
69
Desde estos supuestos el tono poético de Marzal se vuelve decididamente
a la vida de “La noche de hospital” -“Todo lo doy por bueno./ (...) Todo lo doy por justo
(...) A todo voy sin duelo”-, en el dar fe de vida de “El vino trágico” -“y en donde no
amanezcas darás fe/ de que hay un sol más digno en su nostalgia”-, en la sacralidad, en
“Ágape”:
Y celebrémonos.
Que sobrevenga en el azar del día
la perfumada sal de la concordia.
Y que jueguen los niños endiosados,
y eduquemos la vida en su alboroto.
Cómo nos merecemos nuestra fiesta.
No hay nada de arbitrario en este obsequio. (511)
Este tono celebratorio del poema hunde sus raíces en la etimología misma del
gracias y un texto titulado emblemáticamente “El Verbo”. Textos todos que le permiten
al autor una meditación afirmativa sobre el lenguaje poético, sobre su capacidad de dar
76
El poema “Felices los felices” retoma el verso final de “Fragmentos de un evangelio apócrifo” (Elogio
de la sombra) de Jorge Luis Borges y continúa enumerando sus bienaventuranzas.
70
en la mudez, nos prefigura;/ con su silencio la muerte nos acalla” (435). Otra vez la
origen para nombrar lo primordial -“Como un volar que persiguiese el ala,/ como un
inspirada de la poesía cuya llegada se espera como algo sagrado: “Será lo que será,/ si
advienes, verbo”. (492) Poderosas razones para resistir la tentación del silencio poético
Efectivamente, quizá a las razones ya enunciadas haya que añadir una más y no menos
significativa, la gratitud, uno de los sentimientos que adquieren en este libro el carácter
“Animal lírico”: “No es que pueda alabarse: debe serlo./ Hay un deber de carne
poética del José Hierro de Alegría, quien concebía a la poesía como un “dar fe de vida”)
que el poeta reconoce desde su madurez reside sólo en esto: hacernos dignos
71
merecedores del milagro y la alegría de la existencia porque “estar siendo feliz es el
asombro” (406).
Y para concluir sin concluir, quiero cerrar este capítulo con la transcripción de
72
CAPÍTULO VI
Carlos Marzal
“¿Por qué no podrían las cosas ser enormemente absurdas, fútiles y transitorias?
Lo son, como nosotros; y a ellas y a nosotros nos va muy bien juntos”. Ésta sería
aproximadamente la traducción del epígrafe del filósofo George Santayana que Carlos
Marzal elige para abrir su último poemario, Ánima mía, del año 2009. Frente a la eterna
dialéctica entre sujeto y mundo, entre “ánima mía” y “anima mundi”, la vocación de
mundo, por el contrario, desde las palabras de Santayana se nos alerta del carácter otra
y amor son dos palabras sinónimas (De la Fuente)- el que invita a que sujeto y mundo
La presencia de esa fuerza sutil del ánima -hálito, soplo, latido, energía vital-
sostiene la entera trama textual de este poemario. Desde los mismos márgenes del texto,
en la dedicatoria del libro -“Para Ángeles, Ángela y Carlos: animae dimidium meae”- el
73
autor repone parte del conocido verso de la Oda I, 3,8 de Horacio en la que el sujeto
ruega a la nave que lleva a Atenas a su amigo Virgilio: “Oh nave que me debes/ a
Virgilio, confiado a tí, suplico/ que me lo traigas incólume de la tierra ática/ y protejas al
que es la mitad de mi alma” (las cursivas son mías), expresión que revela ese grado
saturada por la reiteración de adjetivos, expresiones e imágenes que aluden a ella, así
leemos del carácter “leve” o “sutil” del mundo y del sujeto que lo habita, de la
paradójicamente, con el deseo de anclaje en una férrea adhesión vitalista: “Puede que
de lo humano” (28), o “Esta pieza que engrana mueve el mundo,/ y el eje de cristal que
oda horaciana recién mencionada) en textos como “Ánima mía”, “Último sol” o “Dedos
de niño” -“Prosigue en tu labor, atlante leve./ Mantén la realidad,/ bastan dos dedos,/ en
su pulgar candor de estar en vilo” (22)- hasta el exaltado canto de celebración afirmativa
hacia la vida -“la ciega voluntad que nunca ceja” (30)- de “Apetencia simple”, o del que
Este encendido canto a la libertad que supone, a la vez, un salir de nosotros mismos -“
74
Díaz de Castro- lo lleva a indagar en formulaciones contragramaticales que incluyen la
vestido;/ descorbatémoslo de tanto nudo/ como lo tiene ahogado, con el aire/ que todo lo
Pero esta realidad que celebra el sujeto marzaliano y a la que adhiere con “una
devoción sin condiciones” (41) es una realidad atravesada, otra vez, como querían los
románticos, por lo sagrado, una realidad resacralizada. Lo advierte muy bien Enrique
García-Máiquez al afirmar que “los cincuenta y nueve poemas de Ánima mía se visten
belleza” (26), “el fuego, un ángel más” (77), el mar, “la carne inmemorial que unge la
carne” (78), la pereza es sagrada (78), vivir es “nuestro estado de gracia” (87) y el
mundo,/ uncido por la boca que me unge./ Somos los dos en uno este bautismo./ El vaso
de agua pura para el otro” (106). Asimismo, la escena bíblica reaparece en uno de los
poemas más intensos de todo el libro, “La paloma y el charco”, en el que se fusiona “Lo
la vida.”77
77
Para la figuración metafórica de la dualidad entre peso y levedad se advierte el empleo reiterado del
sustantivo “plomo” y del adjetivo “plúmbeo” que ya había aparecido en el poemario Metales pesados
como “Aquello que es glorioso y repudiado, precioso y de poco valor y que puede encontrarse por todas
partes” (Jung). En este libro, el mismo metal puede asociarse al plomo alquímico (plomo transformado en
oro) y asimilado a nuestra propia naturaleza, al alma teniendo al sujeto como un alquimista que intenta
liberar la luz escondida en la oscuridad.
75
Este entendimiento de lo que el mundo es, lleva al sujeto marzaliano a poetizar,
incluso, sobre el dolor, tanto el de la emoción estética -“Sólo cuando nos duele es la
belleza./ La belleza es verdad sólo si duele” (24) se afirma en la mathesis del dístico que
cierra con ecos keatsianos78 el poema “Los almendros en flor”- como el de la intimidad
del dolor físico: “Qué extraña intimidad la del doliente/ con su dolor a cuestas”. (46) Al
abre paso la vida/ hacia la vida” (138). En esta misma línea se pueden leer los múltiples
prima madrugada” y “Otra vez el bochorno”. Todos ellos tematizan ese instante o
umbral delgado en que se tensan los polos opuestos de la luz y la sombra, de la vigilia y
intimidad del yo con el otro o los otros que nos habitan: “a solas con mi loco en
esta eternidad tan desvelada” (44), o “Hay algo mayestático en el hecho/ (...),/ de alzarse
duelo de uno solo con su espíritu./ Un algo mayestático,/ por íntimo” (121). El que no
ha sido bendecido con el sueño, el que padece insomnio, nos dice Marzal, padece, a la
vez, el desamparo -“¿Adónde fuiste, madre,/ que no has vuelto?/ Cuánto tarda en
romper el nuevo día.” (20)- de saberse a solas, extrañado, con los otros de unos mismo,
78
También Hölderlin compartía la convicción romántica de que la verdad y el bien, como quería Platón,
solamente se hermanan en la belleza.
79
Una de las secciones del poemario El jardín, de César Simón se titula precisamente “Una noche en
vela”.
76
con los fantasmas propios y ajenos. El refugio que dispensa el sueño también lo proveen
los objetos, unos zapatos usados -“Son los de estar en mí como a mis anchas” (53)-,
unos vestidos viejos -“Aspiro a estar en mí/ como en mi ropa vieja,/ con la comodidad
lugar matriz, punto de anclaje y sujeción a la vida: “No hay quien no tienda a un punto
umbilical,/ a un ámbito que le haga amar la vida./ Una casa en espera me ata al mundo,/
y a mayor atadura, más me ordena.” (130) Como se ve, el autor encuentra siempre un
el sujeto no parece haber intentado otra cosa que entender y entenderse con el mundo. Si
veces nos conviene desasirnos,/ (...) desalojarnos,/ deshauciarnos de casa por un fuego/
renunciar al deseo -“La templanza/ de estar entre las cosas sin anhelo”-, este ascetismo
una mística carnal, de un momentáneo entrenamiento para luego gozar más plenamente
77
de la vida con todas las apetencias: “Y regresar al mundo, voraces,/ con más ansias”
(56).80
Pero ¿por qué hablamos a propósito de este libro titulado Ánima mía de la
que Platón desarrolla en su diálogo, Timeo, respecto del universo; allí leemos: “Así,
pues, al final del razonamiento verosímil, hay que decir que el mundo es realmente un
ser vivo, provisto de un alma y de un entendimiento, y que ha sido hecho así por la
providencia del dios” (28c/30c, 1134). Como el alma individual anima al ser humano, el
alma del mundo -el nous- sería ese puro espíritu etéreo que subyace y anima a toda la
naturaleza, entidad única y tangible que contiene, a su vez, a todos los seres vivientes
del universo, los cuales por naturaleza propia están interconectados; se trataría,
poemario son varios los símbolos que el poeta emplea para referirse a esa energía vital
plasmada reiteradamente en la luz del sol -“Todo este sol postrero, (...) mantiene el
mundo en pie” (25), “ha acontecido el sol, y ha inaugurado/ el entero destino, cera
virgen” (110)- y en la del fuego como leemos en el poema “Tea”, auténtica invitación a
la que pule la realidad tras la tormenta (117), lluvia que purifica del dolor del mundo es
80
Claude Le Bigot reconoce en la poesía escrita en Francia un retorno al lirismo que bien valdría para
caracterizar la escritura del propio Marzal: “A la altura de los años 80, asistimos al surgimiento de un
nuevo lirismo, fruto de la ´poesía de pensamiento´ y de una crítica del textualismo que había
menoscabado la experiencia humana que latía detrás de la escenificación de la escritura” (7). Con
anterioridad el crítico francés hacía referencia a una concepción del texto poético como “un modo de
pensar”, “sometido a una experiencia ontológica”. Y añade una nota más a este nuevo lirismo: “Una
forma de sacralidad sin trascendencia (...) un lirismo despojado de la utopía y de lo sublime, y que obliga
al poeta a jugar con la precariedad. Trátase de mantener a flote el canto desde el desencanto, o el
sentimiento de lo maravilloso frente a la ausencia de maravillas. Entre perorata y sorna, el lirismo hoy en
día expresa una sumisión al inacabamiento, lastrada por una disposición no ejercida hacia lo sublime.” (8)
78
la música primigenia del universo: “Esta música fue el compás primero: aquel que trazó
el arco del futuro” (134). Pero más allá de estas fuerzas elementales de la naturaleza, el
autor reconoce como auténticos motores del universo a ciertas pasiones o sentimientos
“Alacridad” se titula uno de los poemas de la sección “Planeta tuyo” y en él ese grado
mayor de la alegría es una fuerza -“Es pura alacridad/ lo que hoy me empuja” (67), una
disposición del ánimo: “En el alba/ del alma,/ completa alacridad de estar viviendo”
mundo desde un entendimiento tácito, primordial como leemos en estos versos en los
que resuena el tono de la lírica de José Hierro: “Corrió el niño hacia el agua,/ y el
animal, sumiso,/ lamió sus pies descalzos. Para siempre,/ tomaron posesión uno del
causa primera, fundamento de todo cuanto existe supone también la huida del
solipsismo, la apertura al otro y al mundo como se nos dice en “Donde cupo el amor”:
“En mi mundo no cabe / tanto amor mío a todo/ como tengo” (41). Del mismo modo en
endecasílabos con ligeras variantes de rima interna, se produce la apertura del mundo
íntimo del sujeto al mundo “otro” del objeto amado: “Todo mi corazón late en tu mano./
Se marcha por el tacto hacia las cosas,/ se adueña de tu mundo, que es el mío,/ para
entre “ánima mía” y “anima mundi” no existe confrontación alguna sino recíproca
participación del uno en el otro como se enuncia en los versos iniciales de “El cielo del
79
inmensidad misteriosa de nuestra galaxia, la Vía Láctea: “Nunca fue el cielo en su
emoción más mío./ Ni nunca fui, exaltado, más del cielo” (57). Como el planeta Tierra,
también el sujeto encuentra en su propia casa “un eje moral gravitatorio” (130). Hombre
y universo comparten, por otra parte, como se nos informa en “Materia oscura”, una
este saber lleva al sujeto a exclamar irónicamente: “De manera que soy/ universal al
ciento por ciento de mi ser”.81 (95) Síntesis dialéctica cifrada, como decíamos, en el
amoroso entendimiento, esta poética repone un auténtico romance, una bodas místicas
al estilo del Cantar de los Cantares, entre el sujeto y el mundo: “Ha acudido a su cita el
mundo amante,/ para el amado fiel, entre las sábanas” (90). En entrevista con Alberto
“Yo suscribo todas las teorías del alma, como ese calor, ese alimento que es vital
para el hombre; pero como escritor, para mí, el alma es la escritura, el lenguaje en
funcionamiento, eso es el alma” (Tapia, J.L.), afirma Carlos Marzal en una reciente
entrevista. Efectivamente, este es, sin lugar a dudas, el libro más autorreferencial de
81
El poema “Polvos de talco” insiste en la búsqueda de una esencia sagrada, mágica y trascendente (un
“ánima”), incluso en lo material: “Las cosas -según quién- son insensibles./ Es átona la voz de la materia./
No sufre el universo de aflicciones./ Pero los miro yo,/ los cubre el talco,/ y algo suyo, muy mío, me
conmueve. No hay discusión posible:/ todo es mágico./ Si no lo has visto aún, es que estás ciego”. (114)
80
medio de la noche,/ mientras que me desvelo en duermevela,/ y me hace transcribir,
noche?” (65). Aquí la palabra poética es el logos del mundo; el Verbo, su “ánima”.
Si sé lo que escribir,
jamás escribo.
Si escribo es por saber lo que sabré,
aquello que aparece
al descubierto,
mientras uno lo escribe,
y se desnuda
sólo para nosotros,
y no aparece más en lo desnudo.
Si sé lo que decir,
no digo nada.
Igual que nada pienso,
si sé lo que pensar. (33)
transforma en sagrado sortilegio verbal: “Cuando llegan las nubes, me repito:/ no han
llegado las nubes. Y no llegan.” (51), porque se trata de la palabra que “adviene”,
anunciada por “el ángel de un poema”. Sin embargo, la perplejidad se adueña del sujeto
-“¿Quién me dicta/ lo que escribo al dictado de unos ecos/ que utilizan mi voz para
decirse?” (65)- o “el calígrafo de nadie” (66); tendencia contra la que el sujeto se rebela
81
-“No quiero ser el escriba de mí mismo” afirmaba el autor en entrevista con Alberto
Ojeda- porque para él la poesía sólo puede ser incerterteza, asombro y descubrimiento.
Una de las obsesiones del sujeto marzaliano que se extreman en este libro es la
indagación en el sentido de la realidad, “Pasar al otro lado del sentido,/ para poder
ponerme en salvaguarda.” (63), como leemos en esa otra plegaria que es el poema “El
a la escritura como se expone en “Sintaxis”, ese ordenamiento de las palabras que es, a
eleve hasta su nombre -“Yo levanto/ el tallo de la flor en esta urdimbre/ en que se alza la
flor a sus palabras:/ huele más en su nombre la camelia/ que la camelia misma” (70). De
equiparable al “logos” -en el sentido evangélico del Verbo-, palabra y acto creador por
propone, entonces, como un nombrar primordial guiada siempre por la experiencia del
extrañamiento. La mirada virgen del yo se proyecta sobre las cosas dispuesta al asombro
82
lavado y tierno para el mundo” (110), se dice a sí mismo el sujeto e invita al “tú”: “Mira
la realidad,/ qué superficie/ de nieve sin pisar, de libro intonso” (117). El desborde
léxico al que se apela sistemáticamente en este libro resulta así un modo más de intentar
tensar hasta el extremo las capacidades expresivas del lenguaje poético. Igual que en
un lenguaje metafórico que se apropia de todos los recursos de la alta retórica: desde el
trabajo conceptista para el tramado semántico del verso (una auténtica constante en la
obra de Marzal desde sus primeras entregas), hasta los juegos aliterativos y el gusto
exacerbado por las formas esdrújulas, pasando por los retruécanos, la desarticulación de
frases hechas -“por el arte del arte de su obra” (67)-, la acuñación de neologismos o la
83
El autor se propone agotar las capacidades expresivas de cada palabra, multiplicar su
semántica, tensar hasta el extremo la gramática pero sin llegar nunca al estallido del
sentido porque en esta poética la legibilidad y la inteligibilidad siguen siendo, con todo,
asentimiento hacia la vida” (134). En esta misma línea encontramos la acuñación léxica
alacridad, septembral, tósigo, atabal- y, desde el título mismo del poemario, el gusto por
Tan alta es la conciencia que del lenguaje exhibe su autor que llega a dedicar un
poema entero de este libro a la partícula reflexiva “se” y otro a la preposición “cabe”.
resonancia del tiempo y la tradición literaria: “Ha remontado el tiempo hasta mis
labios,/ y mis labios la amparan con presente.” (131) Nos hallamos aquí en las antípodas
-“Querría, como tantos, descifrar/ ese enigma de enigmas/ con mi fórmula: mis dos
solas palabras,/ que supiesen,/ fracasando mejor,/ con más talento,/ desentrañar por fin
qué es se sentir.” (80) El sujeto que construye la escritura de Carlos Marzal es, por ello
-“Me empujo hacia mi fondo,/ (...) y espero la embriaguez,/ la llegada, feroz, del
84
pensamiento”-, al borde de la pérdida misma de la conciencia para “alcanzar el nervio
La búsqueda de la musicalidad del verso hace que algunos poemas de este libro
en “Vaivén de mecedora” reponiendo con las pausas rítmicas ese movimiento sin avance
del que habla el texto: “Adelante y atrás, en pos de nada./ Adelante y atrás,/ en viaje
estático” (75). Un poema en el que el fraseo del verso intenta reproducir -acunando- el
reelaboran canciones propiamente dichas como “Cosa que la mar no tiene”, entramado
todo él con estribillos de ligeras variantes sobre el tema “A la mar fui por naranjas” del
disco “El hijo del ferroviario” (2001) del cantautor asturiano Víctor Manuel. Incluso el
poema que da título a la sección final de Ánima mía, “Lo adentro del cantao”, es una
reflexión sobre el tono poético y musical: “Dentro de la canción,/ hacia su tuétano,/ algo
Libro escrito con cuidadoso esmero en el que ya no resultan tan reconocibles las
85
Epílogo
César Simón
Marzal nos permitirá, según creo, concluir retomando algunas de las premisas que
ensayábamos en nuestra Introducción. Señalábamos allí que la suya era una poética que,
denominación, llamamos una “lírica del pensamiento”. En una reseña aparecida durante
pocos días de la publicación del que para muchos es el libro central de nuestro autor,
Los países nocturnos, Miguel García Posada sostenía que en él Marzal llevaba hasta las
experiencia personal que de la histórica” (33) (Las cursivas son mías). El crítico
deslindaba así dos tensiones u orientaciones dentro de una misma estética dominante en
España desde los años ´80, orientaciones que actúan como polos o extremos de un
86
poeta, se ha tornado excesivamente lábil como para referir una cosa y, a la vez, su
contraria:
tono reflexivo que tan temprana como acertadamente advirtiera Luis Antonio de Villena
en la escritura poética de nuestro autor. Una poesía que lucha por someter la palabra al
ritmo interior del pensamiento, que aspira a conquistar un modo de pensar mediante el
lenguaje a través de un tono meditativo que nace de la íntima relación entre el mundo
sensorial y el mundo de las significaciones, entre experiencia e idea como quería Robert
mutua empatía, entendida ésta como un modo más de conocimiento como lo planteara
poética de Marzal adhiere así a una vasta genealogía que, como veíamos, arranca en el
87
alejado del énfasis y la retórica y que prevé como ámbito de resonancia de sus versos
sajón- como bien nos recuerda Aurora Egido en su estudio sobre la palabra poética en el
siglo XVII:
discursivo es una percepción que el mismo Marzal confirma al sostener que su “flujo
“música pensada, ideas que revolotean alrededor de un eje de carácter acústico” (13), y
añade:
En el Prólogo de este estudio veíamos, también, cómo el autor hacía una pública
88
docere, delectare y movere de la retórica clásica. El movere (“the emotion recollected
aparece -como también nos lo recuerda Egido- como la finalidad básica del poeta
barroco (88), mientras que el docere y el delectare andan parejos en ese acto del
impresionistas de los tropos retóricos. Porque la dominante lógica o conceptual que guía
el estilo conceptista con su replegarse del discurso sobre sí mismo, con su intento de
emotividad.
sólo a la estructura del poema y a una dicción (fraseo, sintaxis y vocabulario) que
variedad formal que exhibe su escritura oscila desde la estricta regularidad métrica (del
del verso libre; del empleo del terceto o sexteto de tradición modernista a las formas
Y todo ello a cargo de una voz poética que, en sus libros iniciales, ostenta la
89
apropiándose de esa poética de “línea clara”, tal como la enunciara Luis Alberto de
Cuenca a propósito de “La brisa de la calle” (1985), que repone el registro coloquial y la
retórica menuda o, en expresión del autor, la “mini elocuencia”. Pero que ya en Los
mía. Pasando por ese intermedio lírico que significa Fuera de mí con los juegos
Más que de lecturas o influencias, Marzal prefiere hablar de la voluntad de “unir ciertos
nombres al suyo propio”, como lo confiesa en el poema “Epílogo privado”, y así en los
90
tres libros iniciales podemos leer -entre muchos otros- nombres de poetas y nombres de
y Borges, Manuel Machado y Luis Alberto de Cuenca, Jaime Gil de Biedma, Francisco
Felipe Benítez Reyes, T.S. Eliot, Antonin Artaud, Unamuno y Emil Ciorán. Y desde la
José Hierro, John Keats y Horacio. A todos ellos debemos sumar el nombre de otro de
sus maestros valencianos, César Simón, a quien rinde homenaje en el poema “La edad
del paraíso”, y de quien adopta esa poesía de tono sosegado pero fervoroso, de
Desde su primer poemario, El último de la fiesta, hasta Ánima mía hemos recorrido
escepticismo existencial, los tonos altos de exaltación vitalista y los bajos tonos del
sombrío nihilismo celiniano. Un registro que se podría definir mejor, como veíamos,
con una síntesis de claros ecos unamunianos (la preocupación por el “bufo trágico” tal
como se plantea en Niebla) y que él mismo propone, el de “la trágica humorada.” Pero
más allá de la variación tonal que es un dispositivo al que el autor recurre de modo
permanente, sus dos últimos libros son libros de síntesis, de madurez y aprendizaje, de
amoroso entendimiento con el mundo; son libros que se orientan decididamente hacia el
neorrománticos.
91
Sin embargo, la tensión deliberadamente irresuelta entre levedad y profundidad,
entre vitalismo y nihilismo se mantendrá a lo largo de toda su obra como el modo más
efectivo para plasmar ese estado de duradera perplejidad y asombro afectuoso ante lo
que la vida es, porque en todo descubrimiento está implícita también la sorpresa del
César Simón- ese canto de exaltación a la vida que es su último poema, “A pájaros”, con
connatural al sujeto y la pregunta retórica, pero esta última, como figura de diálogo que
es, hace aquí algo muy distinto a preguntar, de hecho nos sitúa frente a un enunciado
del lector:
¿Estamos a gozar,
o estamos secos
de toda sequedad, sin una gota?
¿Estamos a vivir
o es que no estamos? (144)
92
SELECCIÓN DE POEMAS DE CARLOS MARZAL
Carlos Marzal
93
LA VIDA AUSENTE
94
EL ÚLTIMO DE LA FIESTA
II
95
IN MEMORIAM C. M.
96
con la que no asustaba a ningún auditorio.
Esperaba de su alma una vida inmortal,
por no perderse el gesto de sorpresa final
de los viejos amigos, aquí en su velatorio.
97
LAS BUENAS INTENCIONES
98
Sobre qué es poesía nunca he estado seguro;
tal vez conocimiento, o comunicación,
o todo juntamente. Lo cierto es que el asunto
99
Y para terminar, confieso que esta moda
de componer poéticas resulta edificante.
Con ella se demuestra que son distintas cosas
lo que se quiere hacer y lo que al fin se hace.
100
LA NOCHE ANTES DEL VIAJE
101
UN CUENTO DE TERROR
102
LA VIDA DE FRONTERA
103
el mismo yo, la misma diligencia.
104
LAS VERDADES A MEDIAS
105
EL GENIO DE LA ESPECIE
106
LA HISTORIA
107
FOTOS DEL XIX
Por ejemplo,
estas fotografías de fin del XIX,
olvidadas en un baúl de viaje
del caserón de Serra.
Son fotos de familia, en esta misma casa,
meriendas en las fuentes del monte,
recuerdos de visitas y bailes de disfraces.
La fuerza de la vida está atrapada en ellas,
el vendaval furioso que la rueda levanta,
cuando gira tenaz sin detenerse.
En el jardín, sentados, se ríen satisfechos,
o miran a caballo el horizonte,
o fingen raras muecas detrás de los disfraces:
uniformes y túnicas,
fustas, botas de caña alta,
sotanas y kimonos.
108
El destino tal vez consista en eso:
ser una sombra más de un retrato de grupo,
en el que nadie sepa recordar nuestro nombre
ni si alguna vez fuimos valerosos y fuertes,
ni de dónde vinimos,
ni qué estamos mirando,
ni por qué mantenemos esa sonrisa tonta.
109
EL ANIMAL DORMIDO
110
ya me he acercado al animal dormido,
su orilla me ha abrazado,
y sin más tiempo para pedir ayuda
nos hemos ido al fondo de la noche.
111
APETITO DE MUERTE
(Antonin Artaud )
112
JUEGO DE NIÑOS
113
LA ETERNIDAD ANSIADA
La eternidad, si fuera,
si en verdad contuviese una brizna de vida,
y no sólo la prueba de nuestra insuficiencia,
no sería jamás vida que otros viviesen
en lugar de nosotros.
La eternidad, si fuera,
sería vida eterna, es decir, que esta vida
se prolongara ahora eternamente,
llegar a serlo todo
en todos los instantes, bajo todos los precios,
a sangre y fuego siempre, bajo cualquier
desánimo y bajo cualquier tedio.
114
LA ARQUITECTURA DEL AIRE
115
CIENCIA DE LA ALEGRÍA
116
la alegría voraz de los inconquistables.
117
LA LEÑERA
A Javier Vidal Useletti
118
EMBLEMA SOBRE EL VIENTO
119
EL CORREDOR ABSORTO
120
creo que padecí lo más cercano a un éxtasis,
a un repentino hechizo de conciencia.
Sentí una variedad de la alegría
abstracta y corporal, una absoluta
beatitud fluyente, que no acababa en mí,
sino que involucraba al mar, al bosque,
a la ciudad lejana, a cada gota
con que me ungía, en paz, el aguacero.
Era el conocimiento feliz que ha desterrado
cualquier perplejidad, y que no encuentra,
en su imposible hallazgo, razón de estar perplejo.
Absorto en las afueras del carácter,
me supe fuerte en la casa del alma.
Correr en la tormenta
es una disciplina de espíritu
y un ancestral deber de nuestra especie.
En el derrumbadero de la Historia
hubo un tiempo en que huimos de las bestias.
Y hoy seguimos huyendo, hacia ningún lugar,
de la bestia que somos para nosotros mismos,
por la desconcertada estepa de la mente.
Correr es una actividad introspectiva,
un conjuro rupestre en la imaginación,
una tarea de ensimismamiento.
Bajo el diluvio, ayer, estuvo claro.
121
y comencé el descenso.
No me he sabido nunca
tan a resguardo estando a la intemperie.
122
TENTACIÓN DEL VACÍO
123
ANIMAL LÍRICO
En puridad,
en pura rectitud con lo más puro,
por pureza del ansia hacia lo mínimo,
por pudor y justicia hacia lo extremo,
no hay nada de lo humano
que no aguarde su oda,
ni nada ajeno que no guarde un himno.
124
HECHO DE NADA
Hecho de nada.
De fábrica fugaz y carne en vilo,
barro que siente euforia de ser barro.
Eco de nada.
Música de un metal que nos conmueve,
cuando dobla de luto en su alegría.
Rezo de nada.
Salve que canta a coro este vacío,
bajo la ciudadela impávida del cielo.
Techo de nada.
Bóveda fantasmal de estar con vida,
que cubre allá en su cúspide este mundo.
Lecho de nada.
Ara donde inmolar la duermevela
de nuestro loco idilio con el tiempo.
Leño de nada.
Amorosos carbones en que pudre
el recóndito bosque de ser hombre.
Cero de nada.
Número en arrebato que ni ordena
ni cifra en su defecto nuestra fiebre.
Fuego de nada.
Antorcha inextinguible del espíritu
con que incendiar en ansias nuestra noche.
Verso de nada.
Pájaro de canción tan en su vuelo,
que no piensa entender jamás de nidos.
125
Hecho de nada estoy.
Hecho de nada.
126
TRANSPARENCIAS
127
LA PEQUEÑA DURMIENTE
128
TOLDO AL VIENTO
129
DISCERNIMIENTO Y NIEBLA
130
SINTAXIS
131
Tal vez la única muerte verdadera.
132
COSA QUE LA MAR NO TIENE
A Felipe Benítez Reyes
133
A la mar fui por palabras.
A la mar
le he encontrado sus naranjas.
134
PARA TODO PERDÓN QUE NOS ALCANCE
A Vicente Gallego
135
DICHO EN SILENCIO Y ESCUCHADO
136
POLVOS DE TALCO
A Lola Mascarell
Pienso en la limadura
de mil lunas de Persia sobre el cielo
en llamas, de la tarde,
mil testigos distintos de mi paso,
donde imprimir mil huellas, una a una.
Pero, de pronto,
ha irrumpido en mi vida el accidente
cosmético del talco.
Me han envuelto
nieves de un almidón desconocido,
tersuras de los besos de mi madre,
las sábanas profundas de otras siestas.
Era un joven mi padre, en su verano,
y yo el gran inconsciente,
el sumo sacerdote que en su sueño
custodiaba la paz de sus mayores.
137
Pero los miro yo,
los cubre el talco,
y algo suyo, muy mío, me conmueve.
138
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INDICE
PRÓLOGO
Sobre “poesía del pensamiento” en España...............................
CAPÍTULO I
“El enojoso tema de la vida”.............................................................
CAPÍTULO II
“Trenes de paso hacia ningún lugar”................................................
CAPÍTULO III
“Ya que nada es posible”..................................................................
CAPÍTULO IV
“El displicente mundo material”.......................................................
CAPÍTULO V
“Nada te explicará esta maravilla”.....................................................
CAPÍTULO VI
“Para cantar más hondo lo que pienso”..............................................
EPÍLOGO...........................................................................................
BIBLIOGRAFÍA................................................................................
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