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Historia de seis mujeres pioneras en la profesión contable

Concha Álvarez-Dardet

mcalvesp@upo.es

Amalia Carrasca

agallego@us.es

Joaquina Laffarga

quina@us.es

Área temática: Historia de la contabilidad


Palabras clave: Biografías; Mujeres; Asociaciones Profesionales; Contabilidad; Historia;
Finales del siglo XIX principios del XX.

Resumen

Este trabajo recoge la historia de seis mujeres contables pioneras en intentar actuar como
profesionales libres y poder conseguir las credenciales de las asociaciones profesionales para
poder ejercer. Todas ellas son nacidas en el último tercio del siglo XIX, periodo en el que la
mujer comienza la lucha por abrirse camino en un mundo exclusivamente de hombres y cuando
prolifera la creación de las asociaciones profesionales. En todas las historias se repiten
situaciones similares: existe oposición de las asociaciones contables a admitir a la mujer como
miembro de pleno derecho; todas están comprometidas con las causas de las mujeres, bien
asesorándolas profesionalmente o integrándose en los movimientos sufragistas; o fueron
víctimas de la discriminación de género dentro de sus trabajos y de la sociedad patriarcal.

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Palabras clave: Biografías; Mujeres; Asociaciones Profesionales; Contabilidad; Historia;
Finales del siglo XIX principios del XX.

History of six pioneering women in the accounting profession

Abstract

This work gathers the story of six pioneering accounting women who attempt to practice as
professionals and enter into the professional accounting associations. All of them were born in
the last third of the 19th century, a period in which women began the struggle to make their
way in a world of men and when the creation of professional associations proliferated. In all
the stories similar situations are repeated: there is opposition from accounting associations to
admit women as full members; all of them are committed to the causes of women, either
advising them professionally or integrating into suffrage movements; or were victims of gender
discrimination within their jobs and patriarchal society

Keywords: Biographies; Women; Professional associations; Accounting; History;


End of the XIX century beginning of the XX.

Este trabajo ha sido financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad [Projects ECO2015-69637-R].

1. Introducción

Durante finales del siglo XIX y principio del XX, principalmente en la mayoría de los países
occidentales, se generó un proceso de incorporación de la mujer a profesiones realizadas hasta
ese momento exclusivamente por hombres. La literatura sobre la historia de las profesiones ha
tenido tradicionalmente una perspectiva androcéntrica, recogiendo exclusivamente una visión
masculina de su evolución, sin embargo, los procesos de cómo se han ido desarrollando estas
profesiones tienen un claro enfoque de género (Haynes, 2008). Así, una característica de este

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período fue la exclusión de la mujer de las instituciones que otorgaban credenciales
profesionales -universidades, colegios o asociaciones profesionales- En estos lugares, el poder
del hombre estaba institucionalizado y se impedía el acceso de la mujer al sistema necesario
para su cualificación o preparación (ver Carmona et al, 2001; Haynes, 2017; Shackleton, 1999;
y Jeacle, 2011).

Asimismo, estos años representaron en la escena mundial un periodo de lucha de las mujeres a
las que se les negaba el voto y hacían campañas por su derecho a conseguirlo. Este movimiento
sufragista culminó a finales del siglo XIX con una importante militancia y con acciones, que se
extendieron a la discriminación laboral y profesional que sufrían las mujeres. Entre las
vocaciones identificadas como oportunidades potenciales de carrera para la 'Nueva Mujer' se
encontraba la 'nueva' profesión de contabilidad (Kirkham y Loft, 1993; Walker, 2003). Por ello,
las mujeres contables comenzaron a intentar formar parte de las asociaciones contables desde
el principio, ya que fue, en parte, un elemento reivindicativo.

La figura del contable, por ejemplo en Inglaterra, no comenzó a desarrollarse hasta finales del
siglo XVIII (Kirkham y Loft, 1993) y hasta mitad del siglo XIX la identidad ocupacional del
contador no estaba clara (Edwards y Walker, 2007). El autodenominado "experto en cuentas"
podría ser contable, tasador, abogado, actuario, auditor de bancarrota, albacea de testamentos o
una combinación de estos. Sin embargo, invariablemente “él” era un hombre (Kirkham y Loft,
1993; Edwards y Walker, 2007).

A finales del siglo XIX comenzaron a crearse asociaciones profesionales con el objetivo de
realizar un control de entrada para preservar el nivel de conocimientos y el estatus social del
contable, ya que la profesión estaba bien remunerada. Así, para alcanzar el reconocimiento de
contable se exigía tener ciertas credenciales educativas, realizar trabajos relacionado con la
profesión y ser aceptados como miembros de una asociación profesional.

En Inglaterra se creó el Instituto de Contadores (ICAEW) en 1880, iniciándose un período de


proliferación de organizaciones similares que se extendió hasta los años de entreguerras
(Walker, 2003; Jeacle, 2011). De entre ellas, se encuentra la (SAA) que se creó en 1885 para
contrarrestar el monopolio que ejercía el ICAEW. Ambas asociaciones establecieron estrictos
controles de entrada y expedían sólo certificados a hombres que ejercieran la profesión libre.
Localmente, aparecieron otras asociaciones, como (LAA), que eran más permisivas y aceptaban

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también como miembros a oficinistas y auxiliares de contabilidad. En EEUU, se crean, el
Instituto de Contables, y la (AIA), que a partir de 1887 otorgan el certificado CPA mediante
examen para poder ejercer la profesión contable. El primer certificado se expidió en Nueva
York en 1896 (Previts et. al, 2007).

Desde primer momento, no exento de dificultad, hubo mujeres que quisieron obtener este
certificado, concretamente Mary Harris Smith, en Inglaterra, lo solicitó en 1888 a la SAA o
Christine Ross en USA lo obtuvo en 1899 en Nueva York. No obstante, hay que tener en cuenta
que a principios del nuevo siglo se podrían contar con los dedos de la mano las mujeres
certificadas, mientras que el censo de secretarias y auxiliares de contabilidad (bookkeepers) era
cada vez más numeroso. Como nos revela Kirkham y Loft, (1993) en su estudio sobre el
progreso de la profesión en Inglaterra y Gales, en 1871 tanto el profesional contable como los
que llevaban la contabilidad en las empresas estaban considerados a primer nivel de la clase
social y a ambos se le conocía como “Comerciales”. También muestran que la mujer
prácticamente no estaba presente en el trabajo contable (1,11%) y nada en el ámbito profesional.
Sin embargo, conforme pasa el tiempo la mujer empieza a incrementar su papel en la oficina,
el oficio de contable empieza a feminizarse, no así el del profesional libre que, aunque también
aumenta, lo hace de manera insignificante. Paralelamente, y curiosamente, la actividad que se
feminiza cambia de nombre, de contable a oficinista y también de posición social. Así, en 1931,
los profesionales siguen en el primer nivel de clase social, mientras que el contable-oficinista
ha bajado al 3º, ocupando ya la mujer el 42% de los puestos.

En la historia del género en la Contabilidad, los temas recurrentes han sido barreras de entrada
y oposición a que las mujeres pudiesen desarrollar la profesión (Lehman, 1992). La contabilidad
ha estado conceptualizada desde una visión de la práctica masculina (Haymes, 2017) y
únicamente el éxito en los niveles más altos de la profesión contable se ha logrado al adoptar
un comportamiento de estereotipo masculino (Jeacle, 2011). La historia de las mujeres y la
profesión contable se concentra principalmente en la lucha para obtener la admisión a la
profesión o en los relatos subsiguientes de discriminación profesional una vez que han logrado
tal entrada.

En este contexto, este trabajo describe la lucha de las primeras mujeres que quisieron actuar
como contables e intentaron conseguir las credenciales de las asociaciones profesionales para
poder ejercer. En concreto, vamos a destacar la biografía de seis mujeres, tres inglesas, Mary

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Harris Smith, Ethel Purdie y Helen Lowe; dos estadounidense, Christine Ross y Jennie Palen;
y una australiana, Mary Addison Hamilton, que pueden ser consideradas como las pioneras a
la hora de ejercer la profesión contable en sus respectivos países. El hecho de que todas sean
nacidas en países del área de influencia anglosajona no es baladí, ya que es donde se desarrolla
la profesión contable, seguramente por la importante industrialización y por la peculiaridad
legislativa, y en los que nacen las asociaciones y las normas para poder acceder a las mismas.
Todas las elegidas son nacidas en el último tercio del siglo XIX, período en que nacen las
asociaciones profesionales y, también, cuando las mujeres comienzan la lucha por abrirse
camino en un mundo exclusivamente de hombres. Se ha avanzado mucho desde entonces, pero
aún queda mucho por recorrer, pero sin duda nuestras elegidas, son sólo una muestra de todas
las pioneras, que comenzaron con muchas dificultades a allanar este camino

La estructura del trabajo es como sigue. En los siguientes apartados, se describe la vida de las
tres mujeres inglesas seleccionadas, Mary Harris Smith, Ethel Purdie, y Helen Lowe,. A
continuación, se estudiarán las vidas de las dos estadounidenses, Christine Ross, y Jennie Palen,
La última en analizar será la historia de la australiana Mary Addison Hamilton. Para finalizar,
en las conclusiones se reflejaran las principales características de la lucha que llevó a estas
mujeres a romper con la férrea oposición para poder ejercer su profesión.

2. Mary Harris Smith (1844-1934): más de treinta años para conseguir la


acreditación

En 1920, Mary Harris Smith fue la primera mujer en conseguir ser miembro de una asociación
profesional de contables en el Reino Unido (Walker, 2011a). Desde ese momento, obtuvo
plenos derechos en una profesión en la que el monopolio profesional lo ostentaba el hombre.
Pero el camino no fue fácil ni corto, sus sucesivas peticiones fueron rechazadas durante más de
treinta años.

Mary Harris Smith hija de un oficinista de una agencia de la Marina solía ayudar a su padre en
los trabajos contables que traía a casa. Con dieciséis años, estudió matemáticas con un profesor
del King’s College de Londres revelándose en ella grandes habilidades y dotes intelectuales.
Fue, asimismo, una de las primeras mujeres en asistir a clases de adultos de contabilidad.
Comenzó como contable en una empresa comercial en la City de Londres, donde estuvo durante
nueve años. Posteriormente, fue nombrada contador de la Royal School of Art Needlework y,

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debido a su reputación, recibió solicitudes para realizar auditorías en otras empresas. En 1887
comienza, ofreciendo sus servicios como "CONTABLE y AUDITORA cualificada con muchos
años de experiencia” (Walker, 2011a). Como profesional libre, en 1887, se planteó solicitar la
pertenencia a las organizaciones que representaban a los contadores públicos.

Su primer objetivo fue la recientemente creada Sociedad de Contadores y Auditores (SAA)


realizando su petición cómo una demanda de igualdad de derechos: “Basé mi petición en los
motivos de 'igual y estatus de igualdad con los hombres. 'Exigid de mí lo que le requerís a un
hombre, y yo lo cumpliré”. Constantemente sostenía que el objeto de su solicitud «no era para
ganancia pecuniaria, sino para demostrar que el "sexo más débil" era capaz de hacer tanto en la
contabilidad como los hombres".

La solicitud de Mary fue discutida por el Consejo del SAA y aunque algunos de los miembros
eran favorables, el presidente estaba «totalmente en contra del movimiento de igualdad». En la
reunión anual de 1888, el presidente informó que había dictamen del Consejo en relación con
la cuestión de «una dama (risa) que quería ser un contador público cualificado y que había
solicitado su admisión como miembro de la Junta" y consideró que "el momento actual no era
oportuno para hacer tal innovación”. En consecuencia, la petición fue rechazada. En los dos
años siguientes, distintos miembros de la organización llevaron a debate la admisión de mujeres
en la SAA pero en ambas ocasiones fue rechazada por mayoría.

Tras el resultado negativo de la SAA en 1891, Mary volvió a intentarlo en una institución más
prestigiosa, la ICAEW. En su solicitud, daba detalles de su dilatada experiencia y aportaba
avales de respetados profesionales. Además, en la revista, The Accountants, muy cercana a
ICAEW, aparecieron artículos apoyando la admisión. El Comité de solicitudes del ICAEW
consideró el caso de Mary y determinó recomendar su admisión, pero ésta debería estar sujeta
a lo que indicarán los abogados del Instituto. La resolución de los abogados llegó unos meses
después rechazando la petición ya que la normativa del Instituto de forma estricta se refiere a
que sus miembros deben ser hombres, puesto que se utilizaba en todo el texto el artículo y
pronombre masculino (he o his).

Dos años más tarde, la famosa sufragista Emily Davies, que lideraba el movimiento de
incorporación de la mujer a la alta educación y a las profesiones y presidía, a su vez, la
asociación SPTW (Sociedad para promover el empleo de mujeres), se incorporó a la campaña

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de la admisión de la mujer al ICAEW. En sucesivos escritos solicitó que le enviaran los
requisitos de entrada para dos jóvenes mujeres de la SPTW y ponía de manifiesto cómo otras
organizaciones profesionales, como los químicos, habían incorporado a su normativa el término
“persona” sustituyendo a la expresión “hombre”. La respuesta del ICAEW fue ambivalente y,
aunque en un principio no hubo rechazo, en 1895, definitivamente, negaron la entrada a
cualquier mujer en la institución.

En 1896 Mary reanudó sus intentos de asegurar el acceso igualitario a ICAEW preguntando a
un alto miembro de su Consejo si ella podía realizar el examen de entrada. La respuesta fue que
"tal cosa no sería posible para una mujer". Esta actitud del Consejo de ICAEW hizo que en esos
años, revistas como The Accountans, publicaran artículos criticando la actitud de la institución
contable y tacharan al Consejo del ICAEW como de “hombres tiranos”.

En 1898, el colegio de arquitecto admitía a la primera mujer a pesar de que la normativa también
se expresada en términos masculino. Este hecho hizo que Mary albergara esperanzas y volviera
a solicitar la admisión. En su nueva petición presentó un resumen de su experiencia y trató de
disipar las preocupaciones masculinas afirmando: "No es mi intención usurpar lo que se
considera terreno de los hombres, sino establecerme como Contable cualificado para las
mujeres". Esta sugerencia de un mercado diferenciado por género para los servicios
profesionales fue propia de las estrategias de las mujeres de la época, eludiendo los argumentos
masculinos de la usurpación. A pesar ello, el Comité de Propósitos del Instituto recomendó que
el Consejo reiterara a Miss Smith que “no se admitiría a las damas como miembros " y dos años
después reiteró la negación a otra mujer que había sido aprendiz de contador público.

El no ser miembro de una asociación de contable, no obstante, no inhabilitaba para ejercer la


profesión. Todas las asociaciones de contables llevaban años intentando que el Parlamento
aprobara una ley en la que obligara a colegiarse para poder facturar a todos los que la ejercieran.
Este hecho fue denunciado repetidas veces por la SPTW y por la WFL (Women’s Freedom
League) ya que consideraban que cualquier ley en este sentido afectaría a la igualdad de
derechos de la mujer, puesto que ninguna asociación contable admitía a las mujeres. El interés
de asociaciones como la ICAEW o la SAA en formalizar la profesión chocaba siempre con la
presión que sobre el Parlamento ejercían los grupos feministas. En 1909, desde el Parlamento,
se le exigió por escrito a las organizaciones contable que “se debe hacer alguna provisión para
la mujeres que ejercen la profesión”. Esta postura implicaba que la aprobación de la ley

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conllevaba la aceptación de la inscripción de la mujer en las asociaciones contables. Ese mismo
año ambas asociaciones modificaron sus estatutos e incluyeron la posibilidad de admitir a
mujeres.

Por lo tanto, parecía que el principio de la igualdad de derechos había sido concedido. Las
mujeres podrían formar parte de las principales organizaciones contables de Inglaterra y Gales:
“Toda mujer que obtenga un certificado de haber aprobado el examen final tendrá derecho a
ser admitida como asociado del Instituto en igualdad a los hombre" (The Accountant, 1 de mayo
de 1909, 604). Sin embargo no fue del todo así. La SAA comentó que la admisión de las mujeres
sólo tendría efecto si la ley era aprobada. Mientras que en las asambleas de la ICAEW diferentes
voces se pronunciaron sobre que una cosa era lo que dijeran los estatutos y otra distinta iba a
ser su aplicación.

No obstante, después de cuatro años más de debates, el proyecto de ley no fue aprobado.
Quedaba pues en el aire si la igualdad de derechos de las mujeres se mantendría. En los años
sucesivos esta duda se disipó y se puso de manifiesto la oposición a la entrada de la mujer en
las mismas condiciones que los hombres. Se desarrolló incluso la idea de crear una institución
sólo para mujeres contables, siendo rápidamente rechazada por el pequeño número de mujeres
que ejercían la profesión (cinco en Londres) y, sobre todo, por la falta de control que se ejercería
sobre ellas. Si se creara una organización separada para mujeres contables, era probable que
estuviera formada principalmente por el creciente número de mujeres miembros de la LAA,
única organización que desde 1909 las admitía, y la ICAEW y SAA consideraba que la LAA
era de menor categoría ya que admitía a oficinistas, contables y cajeros (Kirkham y Loft 1993,
527) y no exigía examen, por lo que, bajo ningún concepto, estarían dispuesto a considerarlos
como contadores profesionales.

Mary en su lucha no estuvo sola. Ella fue miembro de muchas asociaciones feministas y se
apoyó en ella para batallar por sus reivindicaciones. Asimismo, fue auditora y asesora contable
de las más importante organizaciones feministas del momento. Obviamente, esta militancia fue
vista por los contables masculinos como una amenaza, siendo percibida como una mujer
peligrosa que representaba la intrusión de la "Nueva Mujer" en sus dominios y un desafío al
patriarcado. No obstante, también tuvo el apoyo de muchos colegas contables que lucharon
dentro de las asociaciones para conseguir, al final, la admisión de las mujeres a igualdad de
derechos con los hombres. En 1916, el Consejo de la SAA aprobó la resolución de admitir la

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inscripción de la mujer en su asociación y en 1920 el ICAEW inscribió a Mary Harris Smith en
el Instituto con todos los honores, ella tenía 75 años.

3. Ethel Ayres Purdie (1874-1923): Contable y sufragista.

En mayo de 1909, Ethel Ayres Purdie se convirtió en miembro de la Asociación de Contadores


de Londres (LAA) y se aseguró un lugar en la historia como la primera mujer en ser admitida
en una organización contable en Gran Bretaña. El nombre de Ayres Purdie, tiene un lugar
destacado en las celebraciones de la asociación, se utiliza para denominar los premios al
rendimiento del estudiante, o se introduce su vida en el temario de acceso para ilustrar el espíritu
innovador y la naturaleza progresista de la institución (Walker, 2011a).

La vida de Purdie (1874-1923) abarcó un período de considerables cambios sociopolíticos.


Ethel Matilde Ayres nació en Londres, siendo la hija mayor de William Henry Ayres, joyero
de profesión. No se conoce gran parte de los primeros años de vida, aunque se sabe que de
joven trabajó en el Departamento de Telégrafos el cuál se había convertido en "el primero y el
más grande de los departamentos del gobierno en emplear mujeres" (Holloway, 2005, pp. 115).

Pocos años después, Ethel se vio obligada a "retirarse" del departamento de telégrafos ya que
el 16 de junio de 1897 se casó con Frank Sidney Purdie. En los primeros años del siglo XX,
Ethel desafió las convenciones al seguir una carrera como contable y al mismo tiempo ser
esposa y madre. De hecho, tuvo una distinción principal en el examen contable de la Cámara
de Comercio de Londres.

Entre 1907 y 1908 Ethel comenzó a ejercer la profesión contable. En esta época, intento ingresar
en alguna de las dos principales organizaciones profesionales – ICAEW y SAA - pero fue
rechazada por ambas por ser mujer. Entonces, pidió su ingreso en la recién creada LAA y tras
un rechazo inicial, la presión de algunos componentes liberales consiguió que el 1909 fuera la
primera mujer en Inglaterra y Gales miembro de una asociación de contables.

Paralelamente, públicamente se declaró miembro de la (WFL). El hecho de ser mujer, y sus


inclinaciones políticas, era un impedimento para poder desarrollar la profesión contable, sin
embargo consiguió una considerable clientela. Ethel se centró en asesorar a mujeres y
organizaciones feministas que buscaban proteger sus intereses y promover sus causas. Aunque
ella se definía como “auditora y organizadora de negocios”, hubo otra actividad más lucrativa

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que también comenzó a realizar, proteger los intereses de las mujeres en las declaraciones de
impuestos.

Después de la Primera Guerra Mundial, Purdie se publicitaba abiertamente como “Agencia de


Contribuyentes Mujeres”. Pero además, en 1920 se convirtió en auditora de la Asociación de
Mujeres oficinistas y secretarias, del Fondo Nacional para Enfermeras y de varias clínicas y
escuelas de madres. Paralelamente, asesoró y auditó a las más importantes organizaciones
feministas del momento: la (WSPU), la (WFL), (WTRL) , no sólo en el papel de auditora sino
que, por su especialidad en impuesto de la mujer, como asesora de las militantes, y de la
International Woman Suffrage Alliance (IWSA), de la que llego a ser Tesorera y Secretaria.

Pero quizá, dónde Ethel hizo su principal aportación fue en la lucha por cambiar el régimen
impositivo inglés que era un reflejo del dominio patriarcal y de la discriminación de género. La
ley inglesa tradicionalmente dictaba que tras el matrimonio las propiedades de la mujer eran de
su marido, los cuales no estaban obligados a revelar los asuntos impositivos a sus esposas.
Purdie trató de revelar lo absurdo y contradictorio de estas leyes y educar al público sobre las
inequidades del sistema impositivo. Su experiencia la colocó a la vanguardia de esta actividad
a través de su práctica, artículos en prensa, apelaciones de impuestos, ponencias a congresos,
llevando casos a juicios y ganándolos, participando activamente en el rechazo de la
discriminación de los impuestos en mítines, siendo candidata al Consejo de Condado o
comprometiendo directamente a políticos y funcionarios.

Otra faceta importante de la carrera de Ethel como practicante crítica fue luchar contra la élite
de la profesión contable (Moore, 1991; Reiter, 1995) siendo percibida como uno de los
miembros más irritantes de la LAA. Ante el planteamiento de las organizaciones más
conservadoras de contables (ICAEW y SAA) de admitir a la mujer para conseguir que el
Congreso aprobara la obligatoriedad de la firma de los contables, Purdie manifestó la hipocresía
de estas instituciones “que estaban dispuestos a tolerar a las mujeres al precio de asegurar la
aquiescencia del Gobierno para la legislación de registros que crearían un monopolio legal.
Sólo es posible contemplar la admisión de mujeres en sus propios términos. Ninguna mujer que
se respete entraría en una organización así: le digo "No, gracias" y "No, gracias" otra vez más,
enfáticamente, al Instituto de Contadores Públicos” deseamos que ellos sacrifiquen sus antiguos
prejuicios por nuestra causa" (Certified Accountants 'Journal, julio de 1909, citado en Walker,
2011b).

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Ethel deploraba la insinceridad y la condescendencia de las admisiones de mujeres. Por eso,
cuando todas las organizaciones profesionales finalmente aceptaron la admisión de mujeres,
ella no vio motivo de celebración sino que lo consideró como un acto de conveniencia política.
Las asociaciones elitistas simplemente estaban reaccionando a los acontecimientos: la
extensión del sufragio a las mujeres, la inclusión de las profesiones en los programas electorales
de los partidos liberal y laborista, o el hecho de que LAA admitiera mujeres hacía años. ¿Por
qué debería la mujer estar agradecida por su admisión cuando no se ha hecho nada por la justicia
o por hacer lo correcto? (Kirkham y Loft, 1993).

En los últimos años de su vida, Purdie dio varias conferencias sobre la Mujer y la contabilidad
o la última, en febrero 1923, sobre “Si yo fuera Ministro de Hacienda”. Unas semanas después
de este compromiso, se suicidó tirándose frente a un tren en la estación de metro de Covent
Garden. Su marido indicó que su esposa había estado sufriendo de nerviosismo e insomnio en
los últimos tiempos.

El estudio de la vida de Purdie proporciona una serie de ideas sobre la carrera de las primeras
mujeres en la profesión contable. Nos dice cómo una mujer puede construir una carrera exitosa
en una profesión y en un contexto de sociedad patriarcal. Confirma el importante papel
desempeñado por las organizaciones de mujeres en el esfuerzo por asegurar la admisión de las
mujeres a la profesión. Además, su historia revela la naturaleza mutuamente solidaria de esta
conexión. Las organizaciones de mujeres eran clientes esenciales de las contadoras que, a su
vez, desplegaron su experiencia de manera que contribuyeron al funcionamiento del
movimiento feminista. Importantes sumas de dinero pasaban a través de organizaciones como
la Unión Social y Política de Mujeres (WSPU) y la transparencia de los informes anuales
auditados era importante.

4. Helen Lowe (1897-1997): Pionera como contable profesional

Helen Lowe nació en 1897 en Escocia. Fue la segunda hija de James Lowe, comerciante judío.
Durante la Primera Guerra Mundial, trabajó como empleada en la Caja de Ahorros de la Oficina
Postal General de Londres, desde septiembre de 1914 a abril de 1919, seguramente debido a la
escasez de manos de obra masculina. Dejo su empleo en abril de 1919, probablemente debido
a que al terminar la guerra las mujeres debían de dejar sus puestos de trabajo a los hombres que
regresaban del frente, volviendo a vivir con sus padres en Edimburgo. Sin embargo, esta

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experiencia fue la que la motivó para seguir una carrera contable. A los dos meses de retornar
a Edimburgo, se presentó al examen de la LAA y obtuvo "excelentes calificaciones" y, al tener
cinco años de experiencia, se convierte en Asociada de la LAA, tenía 21 años (Jeacle, 2011).

Inmediatamente, Helen comenzó a trabajar en la empresa Chiene y Tait de Edimburgo. Con la


aprobación de la Ley de Discriminación Sexual en 1926 forma parte de la Sociedad de
Contadores en Edimburgo (ICAS), con 29 años era miembro de dos organizaciones contables.
Fue, además, la segunda mujer en ser contadora colegiada en la Sociedad de Edimburgo y la
cuarta en toda Escocia.

En 1928, deja la empresa, parece que condicionada por situaciones discriminatoria que percibió,
y se establece por su cuenta (Jeacle, 2011). Las cartas de Helen indican que era consciente de
la novedad de su situación como una mujer contable y de la lucha a la que se podría enfrentar
para crear un negocio exitoso en un mundo de hombres. En otra carta, reconoce que "creo que
soy la primera mujer que comienzo en serio en Escocia" y se describe a sí misma como:
"aspirante a pionera en una de las profesiones más conservadoras" (carta del 17 de diciembre
de 1928 citada en Jeacle, 2011).

La naturaleza pública del trabajo de auditoría, y el hecho de que entrañara viajes y visitas,
implicaba que se considerara como dominio exclusivo de los hombres. Así, los nueve años de
Helen trabajó por cuenta ajena parece que se le asignaron sólo tareas más "femeninas" como
llevar los impuestos sobre la renta. En consecuencia, cuándo Helen inició su nueva andadura
no tenía ninguna experiencia en auditoría y sabía que tendría que luchar por ofrecer una cartera
diversificada de servicios a sus clientes. El trabajo del impuesto sobre la renta fue uno de los
productos básicos que ofreció desde los primeros momentos, pero, asimismo, actuó como
corredor de inversiones e hipotecas; organizó pólizas de seguro para sus clientes, especialmente
mujeres; no tuvo reparo en extender su actividad al terreno generalmente considerado como de
dominio exclusivo de los abogados elaborando testamentos para sus clientes; o, en el período
inicial, fue tutora de contabilidad de estudiantes para los exámenes profesionales de ICAS, la
mayoría de sus alumnos fueron varones y, de las contadas mujeres que se formaron, pocas
terminaron presentándose a los exámenes de acceso.

Helen tuvo una intensa vida social. Defensora activa de organizaciones benéficas y médicas.
Asesoró a muchas organizaciones, como el Instituto Rural de Mujeres Escocesas y la Sociedad

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Escocesa de Mujeres Artistas entre otras, proporcionando una imagen contraria a la
caracterización estereotípica de los contadores (Jeacle, 2011).

Helen nunca se casó y murió en 1997, unas semanas antes de cumplir 100 años. La historia de
Helen tiene repercusiones sobre el éxito profesional de las mujeres dentro de la profesión
contable y de las empresas en general. Es bastante dudoso que Helen hubiera alcanzado éxito
profesional, medido en términos de ascenso, si hubiera permanecido dentro de su antigua
empresa de contabilidad. La primera socia femenina dentro de esta empresa no fue nombrada
hasta una década después de la muerte de Helen. Esto es simplemente, como lo ha demostrado
la literatura de género, un producto de los tiempos y una discriminación generalizada contra
las mujeres dentro de las empresas. Desde esta perspectiva, la decisión de Helen de forjar una
carrera fuera de su antigua firma de contabilidad resultó ser certera. En consecuencia, el éxito
profesional de Helen respalda la literatura de género al sugerir la existencia inherente de
prácticas discriminatorias dentro de la empresa de contabilidad (Jeacle, 2011). Tal vez lo más
importante es que, frente a las pobres perspectivas de promoción para las mujeres,
particularmente a nivel de socio, la historia de Helen proporciona evidencia de que al
establecerse por su cuenta, las mujeres pueden lograr el éxito profesional que se les niega y
convertir su género en una ventaja.

5. Christine Ross (1866-1940): La primera mujer que obtuvo el CPA

Christine, nació en Nueva Escocia pero no existe un acuerdo en las fuentes sobre la fecha de
nacimiento ya que aparecen dos (1866 y 1873), no se conoce si tuvo una formación previa en
Contabilidad pero sí que se examinó y aprobó el examen para poder ejercer como contable,
CPA, en el estado de Nueva York en el año 1899 y su certificado no estuvo exento de polémica.
En 1896 el estado de Nueva York había promulgado la regulación pertinente para poder acceder
a la profesión contable, realizándose el primer examen para obtener el CPA en diciembre de
1896. En esta regulación no aparecía ninguna restricción sobre el género de las personas que
realizarían el examen. Christine, se examina en junio de 1898 y obtiene la segunda mejor nota
de su grupo. El que una mujer consiguiera aprobar el examen supuso un importante problema
en la junta directiva de los contables de Nueva York y le estuvieron denegando a Christine el
certificado durante 18 meses, únicamente por ser mujer. Al final, el 21 de diciembre de 1899,
Ross obtuvo el certificado nº 143, como se recoge en los archivos de la AICPA. La junta
directiva de los contables de Nueva York, señaló que lo que había pasado con Christine Ross,

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había sido uno de los muchos escollos que no se había previsto en la normativa aprobada para
la obtención del CPA en el estado de Nueva York.

Ya con su certificado, Christine comenzó a trabajar como contable durante varios años en
Manning´s Yacht Agency en Nueva York. Entre sus clientes se encontraban organizaciones de
mujeres, empresas de salud de las mujeres y empresas de moda (Previts, 2007). En abril de
1902, Christine, publica un artículo en The Business World en el que señalaba “Yo creo que
las mujeres tienen que tener las mismas oportunidades que los hombres de ganarse la vida
independientemente en cualquier profesión que quiera elegir” (Ried et al, 1987). Christine se
casó en 1903 con el periodista Wesley Barker con el que tuvo una hija.

Christine, además de ser la primera mujer contable certificada, fue una activa militante
sufragista, tanto en EEUU como en Canadá. Ross perteneció a la Women's Henry George
League (WHGL) de Manhattan llegando a ser presidenta en 1905 y proponiendo una reforma
fiscal. Asimismo, participó en la Progressive Women's Suffrage Union's Parade on Wall Street
en Manhattan en 1908, siendo parte de su comité organizativo. Con su marcha a Toronto no
olvida las causas sufragistas y forma parte de la Canadian Woman Suffrage Association.
Durante la primera guerra mundial, rompe con el club de mujeres de negocios de Canadá,
porque apoyaban la guerra pero, a cambio, apoyó la reunión de mujeres de La Haya y formó
parte de la Women´s International League for Peace and Freedoom (WILPF) y hasta el final de
su vida en 1940 luchó por estos ideales.

6. Jennie Palen (1891-1990): Única mujer incluida entre los 18 contables notables en
The Academy of Accounting Historians (1989)

Palen, nació 1891 en Samsinville New York, fue la tercera de los hijos del matrimonio Palen.
Mientras trabaja en Hasking & Sells, firma precursora de Deloitte and Tuoch, se gradúa
“summa cum laude” con un B.C.S (Bachelor of Commerce and Science) grado en contabilidad
por la New York University.

En 1919, no era usual que las mujeres fuesen contratadas como contables o auditoras, sino como
secretarias. Como ilustración podemos citar un editorial de diciembre de 1923 del Journal of
Accountancy, en el que literalmente se señalaba que la mujeres no eran buscadas como
profesionales de la contabilidad y la auditoria, no porque no pudieran realizar bien este trabajo,
sino porque los socios responsables de las firmas más importantes les causaba problemas

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contratar mujeres, citando problemas con los viajes, pasar días fuera de casa, y posibles
objeciones de los clientes. En consecuencia, la mayoría de las mujeres CPA, se vieron obligadas
a unirse a pequeñas firmas o a trabajar por cuenta propia. En esa época, y aún perdura en muchas
profesiones, existía una importante estratificación por género, no contratando a las personas por
su capacidad, su conocimiento y formación, sino por “roles” de género, raza, clase social,
despreciando de esta forma mucho talento (Lehman 1992: 279). La profesión contable no era
ninguna excepción.

Durante la gran guerra, con muchos varones en el frente, y aun mientras estudiaba Palen, ejerció
como contable y auditora en Hasking & Sells, pero cuando la guerra finaliza, se le ofrece un
puesto de menor nivel como revisora de informes, departamento en el que permaneció a lo largo
de su carrera en la empresa. Puesto más de oficina considerado, como la propia Palen señala
más apropiado para la mujeres.

En 1923 Palen, obtiene el certificado nº 1322 como CPA e ingresa en diciembre se ese mismo
año en la New York State Society of Certified Public Accountant, permaneciendo en ella más
de 50 años (Spruill y Wootton, 1995: 381). Desde 1896 a 1923 este certificado solo lo habían
obtenido nueve mujeres en el estado de New York. En 1935 se convierte en la primera mujer
de USA en ser directora de una firma de contabilidad perteneciente a las “Bigs 8”, también
dirigió el departamento de informes de la firma, pero nunca pudo llegar a ser socia. En 1949,
Jennie dejó Haskins & Sells después de 30 años y ejerció como profesional libre en Nueva
York.

Palen tuvo una importante actividad dentro de las asociaciones de contables en Estados Unidos.
En 1936, se unió a la actual AICPA. La verdadera labor de asociacionismo la ejerció Palen
durante 50 años en la AWSCPA (American Women’s Society of Certified Public Accountants)
asociación de la que forman parte las mujeres con el CPA y que edita la revista Woman CPA.
Palen se preocupó de defender los derechos de las mujeres, oponiéndose a cualquier ley que
supusiera alguna desigualdad.

Palen dejó, bastante obra escrita que se puede dividir en tres clases: artículos de contabilidad o
técnicos, artículos relacionados con las mujeres contables y poesía. Los artículos técnicos
publicados por Palen comenzaron en 1923, quedando segunda en el concurso de ensayos
nacional de Haskins & Sells sobre el tema "¿Cómo podemos mejorar la calidad de nuestro

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servicio a los clientes?", Siguiendo con este tópico, publica diversos trabajos en revistas
profesionales como The Woman CPA, o The accountans Digest. Para Jennie la contabilidad iba
más allá de los números y los cálculos, los informes escritos merecían la misma atención que
los aspectos cuantitativos. Jennie, escribió más de 30 artículos relacionados con la Contabilidad,
no se conoce el total de su obra, ya que parte de sus artículos fueron firmamos por otra persona.
En este sentido, y tal como manifestó Jennie “resulta extraño ver como cada palabra y cada
coma escrita por una aparezca bajo el nombre de otra persona” (Flesher et al, 2009)

Otros trabajos publicados por Jennie son referentes a la profesión contable ejercida por mujeres.
En este sentido, podemos destacar el trabajado publicado en 1947 en el número especial del 50
aniversario de la New York Society of Certified Public Accountant titulado “A History of
Women in Public Accounting”, artículo en el que Palen describió los eventos importantes que
contribuyeron al ingreso de las mujeres a la profesión contable. En 1953 publica en Accounting
Forum “Women in Accountancy: 1933-1953” sobre la misma temática. En este trabajo Palen
habla de sí misma y como consiguió dirigir una de las principales firmas, pero también habla
sobre otras mujeres que aunque con formación y aptitud excelente no pudieron o, mejor dicho,
no se les dio la posibilidad de conseguir su mismo estatus. En ambos artículos, Jennie se muestra
bastante optimista sobre la evolución de las mujeres en la profesión contable. (Spruill y
Wootton, 1995).

Como editora de Woman CPA, Palen se esforzó por abrir la profesión a las mujeres. Pero
advirtió: "No es un campo para el hombre perezoso o incompetente y menos aún para la mujer
holgazana o incompetente. Es una carrera difícil, llena de trabajo duro, pensamiento duro y
grandes responsabilidades, y sus recompensas son solo para aquellos que disfrutan con el
desafío”.

El último grupo de publicaciones, fueron sus poemas. El amor de Palen por la poesía la hizo
activa en varias organizaciones.

La historia de Jennie Palen es la de una pionera de la profesión contable, que con seguridad su
buen hacer en la profesión abrió camino a muchas otras. Cuando Jennie comenzó a trabajar
para Haskins & Sells, pocas mujeres tenían el CPA, al considerarse una carrera inapropiada
para mujeres. Palen no solo eligió esta carrera, sino que también tuvo éxito en ella durante más
de cincuenta años. Jennie Palen murió en 1990 con casi 100 años.

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7. Mary Addison Hamilton(Addie) (1893-1969): La primera mujer en Australia en
ser admitida a un cuerpo profesional de contabilidad.

Addie nació en 1893 en Fitzroy, Victoria. En 1899 pasó a vivir a uno de los suburbios más
pobres de la capital de Australia Occidental, Perth, y se convirtió desde muy joven en el apoyo
económico familiar. Se sabe que Addie, estudió asignaturas comerciales en Scott's Business
College, terminando con el examen en la Cámara de Comercio de Fremanthe. Este examen,
destinado a los varones, no negaba la posibilidad de presentarse a mujeres. En 1908, Addie se
presentó al examen de la Cámara, obteniendo el resultado más alto en contabilidad y recibió
una medalla de oro, además fue la primera mujer en obtener un puesto fijo en el Sector público
de Australia Occidental.

Los registros de 1909 muestran el nombramiento de Addie como “empleado junior” y en 1912,
año en que Addie completó con éxito el primero de los exámenes de la Corporación Australiana
de Contables Públicos (ACPA), su puesto se incluyó como “empleado” sin proporcionar
detalles de sus obligaciones. En 1915 fue admitida en el Instituto de Contadores y Auditores de
Australia Occidental (Instituto WA). Addie, a pesar de ser contable calificada, nunca fue
empleada en el departamento de cuentas como secretaria o contable, permaneció en la posición
de “empleada” en el departamento de educación durante toda su carrera hasta su jubilación en
1952.

Sin embargo, su amor por los números y sus habilidades contables no fueron en vano, ya que
hay constancia que desde 1918, Addie enseñó leyes y teneduría de libros en la Cámara de
Comercio y era responsable de la evaluación de sus exámenes. Irónicamente, señala Cooper,
(2008), si bien la mujer no se consideraba merecedora de las mismas oportunidades que el
hombre, ya que no podían intelectualmente ni físicamente realizar actividades contables, se
consideró a Addie competente para enseñar y evaluar a los futuros contadores.

Addie también dedicó años de servicios gratuitos a organizaciones benéficas y sin fines de
lucro, asumiendo un rol activo pero subsidiario en la lucha de los derechos de la mujer hacia la
igualdad, tanto en el ámbito doméstico como comercial. Estaba afiliada con la Royal Life
Saving Society, encargándose de su gestión financiera, fue miembro activo y auditora honoraria
de la Women´Service Guilds de Australia Occidental, de la Asociación de la Mujeres del
Pacífico y Sudeste de Asia, de la liga de mujeres Católicas de Australia Occidental y del

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Consejo Nacional de la Mujer Australiana. Todas asociaciones dedicadas al servicio a la
sociedad, que, además, estaban directa o indirectamente involucradas en pro de la igualdad de
la mujer.

Cuando Addie fue admitida en el Instituto WA, el periódico The West Australian (1908)
publicó la noticia “la señorita Hamilton ha sido la primera mujer en Australia en ser admitida a
un cuerpo profesional de contabilidad”. Tres años más tarde, The Accountant (1911) la
reconoció como la primera mujer en el Imperio Británico admitida por examen a un cuerpo
contable reconocido. A su muerte, en marzo de 1969, The West Australian (1969) se refirió a
ella como "la primera mujer en la Commonwealth británica calificada como contador público”.
Sin embargo, aquí se terminan sus reconocimientos. Addie no se menciona en los registros de
la historia de la profesión Contable Australiana. (Cooper, 2008). La explicación parece
encontrarse en que Addie fue admitida en el Instituto WA antes de su fusión con el Instituto de
Contabilidad de la Commonwealth en 1923.

Este no fue un caso de discriminación activa contra Addie, u otras mujeres cuya contribución
al desarrollo de la profesión contable en Australia no ha sido objeto de mención. Más bien como
señala Walby (1988), la teoría del feminismo en el desarrollo de las ciencias sociales ha
ignorado o trivializado efectivamente la posición social y las experiencias de mujeres. O, como
señalan Kirkham y Loft (2001), no es que los historiadores no consideraran a las mujeres
importantes, sino que existe evidencia en los registros investigados. La discriminación en este
sentido es pasiva, los historiadores restringieron su investigación a los registros del momento,
sin acudir a periódicos, publicaciones de los primeros cuerpos profesionales u otras fuentes.

Curiosamente, los 40 años de servicios de Addie en su trabajo, significó poco para cambiar la
opinión que se tenía sobre la mujer en aquella época. Hay constancia en los registros de personal
de la década de 1930 que el puesto de Addie no debía ser ocupado por una mujer, "Cuando esta
posición quede vacante, será reclasificada y ocupada por un hombre”. Sin embargo, en el
momento de su jubilación, Addie era el segundo oficial, lo que mostraba que sus habilidades y
capacidades no estaban en duda, pero parece que se consideraba el género como la característica
principal para progresar profesionalmente en lugar de las cualificaciones o habilidades (Cooper,
2008). La historia laboral de Addie es consistente con la visión de Kirkham y Loft (1993) Addie
puede haber sido la primera mujer admitida en el Instituto WA pero esto no soporta el progreso

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en su carrera laboral, siendo empleada “clerk” y no contable “accountant” a lo largo de toda su
vida.

8. Conclusiones

El incremento de la industrialización en países como el Reino Unido, Estados Unidos o Canadá


implicó a finales del siglo XIX una importante proliferación de empresas. Con el incremento
de las empresas aumenta la necesidad de profesionales de contabilidad y auditoría. Este
incremento de profesionales propulsó la creación de asociaciones como el ICAEW, la AIA o la
ACPA, las cuales pronto regularon al acceso a la profesión. Estas asociaciones, como se ha
puesto de manifiesto en las historias de las mujeres estudiadas en este trabajo, se opusieron a
admitirlas como colegas. Esta oposición supuso la lucha de estas pioneras para poder conseguir
poder ejercer la profesión que habían elegido.

El estudio de la vida de estas seis mujeres permite conocer las dificultades a las que se tuvieron
que enfrentar y cómo consiguieron romper las barreras de entrada. Las situaciones que
caracterizan este periodo de lucha se repiten en diferentes países. Así, en primer lugar, todas
ellas viven en una sociedad patriarcal dominante donde, por ejemplo, la mujer casada no puede
ejercer, Purdie tiene que dejar su trabajo cuando se casa. Asimismo, a pesar de que las dos
guerras mundiales supusieron que las mujeres ejercieran profesiones que estaban reservadas a
los hombres (Walker, 2008), como era el caso de la contabilidad y la auditoría, sin embargo, al
finalizar la I guerra mundial, algunas son despedidas de las grandes firmas, como le sucede a
Helen y otras, como el caso de Palen, son relegadas a tareas que no supusiesen problemas
relacionados con viajes, pasar días fuera de casa o posibles objeciones con los clientes. Para
evitar estas situaciones, muchas mujeres con CPA de la época se vieron obligadas a trabajar por
cuenta propia o en pequeñas firmas.

En segundo lugar, todas encuentran una oposición, más o menos explícita, de las asociaciones
contables a querer admitir a la mujer como miembro de pleno derecho. Así, Mary Harris Smith
tardó más de treinta años en conseguir entrar en la ICAEW, Christine Ross a quien la junta
directiva de la asociación de contables neoyorkinos estuvo 18 meses intentando buscar algún
“artilugio” legal para que las mujeres no pudiesen obtener el CPA. Y, en general, todas
recibieron negativas o retrasos y reticencias para poder asociarse.

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En tercer lugar, todas se encuentran comprometidas, en mayor o menor grado, con las causas
de las mujeres. Mujeres contables fueron relevantes sufragistas, como Christine Ross, Mary
Smith o Purdie; Jennie Palen estuvo muy involucrada con la mujer estadounidense desde dentro
de la Sociedad de Contadores Públicos Certificados en sus esfuerzos por reducir la
discriminación dentro de la profesión (Spruill y Wootton, 1995); o Ethel Purdie apoyó la lucha
de las mujeres a través de sus trabajos sobre impuestos para Women's Freedom League
(Kirkham y Loft, 1993).

En cuarto lugar, todas, a la hora de ejercer, tienen cierta especialización en el asesoramiento a


mujeres o asociaciones de mujeres. Esta conciencia feminista supuso que algunas profesionales
de la contabilidad como Ross y Purdie centraran su trdabajo en el asesoramiento a empresas de
mujeres y a organizaciones feministas. Asimismo, Addie y Purdie actuaron como auditoras o
tesoreras de varios organismos que promovían causas de mujeres (Cooper, 2008). Helen dirigió
los asuntos comerciales de sus numerosos clientes femeninos, su relación con las mujeres fue
una manera de conseguir negocios y especializarse.

Por último, muchas sufrieron discriminación de género dentro de sus trabajos y, en ocasiones,
ejercer la profesión liberal fue la única salida para progresar. Así, Addie nunca se le reconoció
su acreditación como contable, y Helen parece que tuvo que dejar su trabajo en Chiene y Tait
por motivos de discriminación.

La historia de las mujeres contables no es diferente a la de otras profesiones, está llena de


barreras, de rígidas estructuras y de discriminación. Igual que ocurre en otras profesiones las
mujeres se encuentran con la vicisitud entre el desarrollo de la profesión y la maternidad. Y,
aun hoy en día, las mujeres que desarrollan su carrera profesional en la contabilidad se
encuentran con un importante techo de cristal a la hora de acceder a la cúpula de las empresas.

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