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CUESTIONES
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Texto 2 Platón 2
CUESTIONES
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Texto 3 Platón 3
- Contábamos entonces, Glaucón, con una cierta imagen de la justicia, que nos ha
sido de provecho para tener por recto que quien es por naturaleza fabricante de calzado
no haga otra cosa que fabricar calzado, y que el carpintero no haga otra cosa que obras
de carpintería, y así con los demás de esa índole.
- Es claro.
- Y la justicia era en realidad, según parece, algo de esta índole, mas no respecto
del quehacer exterior de lo suyo, sino respecto del quehacer interno, que es el que
verdaderamente concierne a sí mismo y a lo suyo, al no permitir a las especies que hay
dentro del alma hacer lo ajeno ni interferir una en las tareas de la otra. Tal hombre ha de
disponer bien lo que es suyo propio, en sentido estricto, y se autogobernará, poniéndose
en orden a sí mismo con amor y armonizando sus tres especies simplemente como los
tres términos de la escala musical: el más bajo, el más alto y el medio. Y si llega a haber
otros términos intermedios, los unirá a todos; y se generará así, a partir de la
multiplicidad, la unidad absoluta, moderada y armónica. Quien obre en tales
condiciones, ya sea en la adquisición de riquezas o en el cuidado del cuerpo, ya en los
asuntos del Estado o en las transacciones privadas, en todos estos casos tendrá por justa
y bella –y así la denominará- la acción que preserve este estado de alma y coadyuve a su
producción, y por sabia la ciencia que supervise dicha acción. Por el contrario,
considerará injusta la acción que disuelva dicho estado anímico y llamará ‘ignorante’ a
la opinión que la haya presidido.
- En todo sentido dices la verdad.
- O sea, si afirmáramos que hemos descubierto al hombre justo y al Estado justo y
lo que es la justicia que se encuentra en ellos, no pensaríamos erróneamente.
- No, ¡por Zeus!
- ¿Lo afirmaremos, entonces?
- Lo afirmaremos.
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Texto 4 Aristóteles 1
"Establezcamos que las disposiciones por las cuales el alma posee la verdad
cuando afirma o niega algo son cinco, a saber, el arte, la ciencia, la prudencia, la
sabiduría y el intelecto; pues uno puede engañarse con la suposición y con la opinión.
Qué es la ciencia, es evidente a partir de ahí -si hemos de hablar con precisión y
no dejarnos guiar por semejanzas-: todos creemos que las cosas que conocemos no
pueden ser de otra manera; pues las cosas que pueden ser de otra manera, cuando están
fuera de nuestra observación, se nos escapa si existen o no. Por consiguiente, lo que es
objeto de ciencia es necesario. Luego es eterno, ya que todo lo que es absolutamente
necesario es eterno, y lo eterno es ingénito e indestructible. Además, toda ciencia parece
ser enseñable, y todo objeto de conocimiento, capaz de ser aprendido. Y todas las
enseñanzas parten de lo ya conocido, como decíamos también en los Analíticos, unas
por inducción y otras por silogismo. La inducción es principio, incluso, de lo universal,
mientras que el silogismo parte de lo universal. De ahí que haya principios de los que
parte el silogismo que no se alcanzan mediante el silogismo, sino que se obtienen por
inducción. Por consiguiente, la ciencia es un modo de ser demostrativo y a esto pueden
añadirse las otras circunstancias dadas en los Analíticos; en efecto, cuando uno está
convencido de algo y le son conocidos sus principios, sabe científicamente; pues si no
los conoce mejor que la conclusión, tendrá ciencia sólo por accidente. Sea, pues,
especificada de esta manera la ciencia.
CUESTIONES
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Texto 5 Aristóteles 2
En efecto: dado que, como ya hemos dicho, la entidad se entiende de tres maneras
-bien como forma, bien como materia, bien como el compuesto de ambas y que, por lo
demás, la materia es potencia mientras que la forma es entelequia y puesto que, en fin,
el compuesto de ambas es el ser animado, el cuerpo no constituye la entelequia del
alma, sino que, al contrario, ésta constituye la entelequia de un cuerpo. Precisamente
por esto están en lo cierto cuantos opinan que el alma ni se da sin un cuerpo ni es en sí
misma un cuerpo. Cuerpo, desde luego, no es, pero sí algo del cuerpo, y de ahí que se
dé en un cuerpo y, más precisamente, en un determinado tipo de cuerpo: no como
nuestros predecesores que la endosaban en un cuerpo sin preocuparse de matizar en
absoluto en qué cuerpo y de qué cualidad, a pesar de que ninguna observación muestra
que cualquier cosa al azar pueda recibir al azar cualquier cosa. Resulta ser así, además,
por definición: pues en cada caso la entelequia se produce en el sujeto que está en
potencia y, por tanto, en la materia adecuada. Así pues, de todo esto se deduce con
evidencia que el alma es entelequia y forma de aquel sujeto que tiene la posibilidad de
convertirse en un ser de tal tipo.
Aristóteles, Acerca del alma, 413a 20-414a 25. Traducción de Tomás Calvo
Martínez. Editorial Gredos, Madrid, 1978.
CUESTIONES
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Texto 6 Aristóteles 3
Decir que la felicidad es lo mejor parece ser algo unánimemente reconocido, pero,
con todo, es deseable exponer aún con más claridad lo que es. Acaso se conseguiría
esto, si se lograra captar la función del hombre. En efecto, como en el caso de un
flautista, de un escultor y de todo artesano, y en general de los que realizan alguna
función o actividad parece que lo bueno y el bien están en la función, así también
ocurre, sin duda, en el caso del hombre, si hay alguna función que les es propia. ¿Acaso
existen funciones y actividades propias del carpintero, del zapatero, pero ninguna del
hombre, sino que éste es por naturaleza inactivo? ¿O no es mejor admitir que así como
parece que hay alguna función propia del ojo y de la mano y del pie, y en general de
cada uno de los miembros, así también pertenecería al hombre alguna función aparte de
éstas? ¿Y cuál, precisamente, será esta función? El vivir, en efecto, parece también
común a las plantas, y aquí buscamos lo propio. Debemos, pues, dejar de lado la vida de
la nutrición y crecimiento, Seguiría después la sensitiva, pero parece que también ésta
es común al caballo, al buey y a todos los animales. Resta, pues, cierta actividad propia
del ente que tiene razón. Pero aquél, por una parte, obedece a la razón, y por otra, la
posee y piensa. Y como esta vida racional tiene dos significados, hay que tomarla en
sentido activo, pues parece que primordialmente se dice en esta acepción. Si, entonces,
la función propia del hombre es una actividad del alma según la razón, o que implica la
razón, y si, por otra parte, decimos que esta función es específicamente propia del
hombre y del hombre bueno, como el tocar la cítara es propio de un citarista, y así en
todo, añadiéndose a la obra la excelencia queda la virtud (pues es propio de un citarista
tocar la cítara y del buen citarista tocarla bien), siendo esto así, decimos que la función
del hombre es una cierta vida, y ésta es una actividad del alma y unas acciones
razonables, y la del hombre bueno estas mismas cosas bien y hermosamente, y cada uno
se realiza bien según su propia virtud; y si esto es así, resulta que el bien del hombre es
una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y si las virtudes son varias, de acuerdo
con la mejor y más perfecta, y además en una vida entera. Porque una golondrina no
hace verano, ni un solo día, y así tampoco ni un solo día ni un instante (bastan) para
hacer venturoso y feliz."
Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1097 a 10 - 1098 a 20. Traducción de Julio Pallí
Bonet. Editorial Gredos, Madrid, 1985.
CUESTIONES
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Texto 7 Agustín 1
“Mas ¿quien ama lo que ignora? Se puede conocer una cosa y no amarla; pero
pregunto: ¿es posible amar lo que se desconoce? Y si esto no es posible, nadie ama a
Dios antes de conocerlo. Y ¿qué es conocer a Dios, sino contemplarle y percibirle con la
mente con toda firmeza? No es Dios cuerpo para que se le busque con los ojos de la
carne.
Pero antes que podamos contemplar y conocer a Dios como es dado contemplarlo
y conocerlo, cosa asequible a los limpios de corazón: Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios, es menester amarle por fe; de otra manera el
corazón no puede ser purificado ni hacerse idóneo y apto para la visión. ¿Dónde, pues,
encontrar las tres virtudes que el artificio de los Libros santos tiende a edificar en
nuestras almas, fe, esperanza y caridad, sino en el alma de aquel que cree lo que intuye,
y espera y ama lo que cree? Se ama, pues, lo que se ignora, pero se cree.” San Agustín,
De Trinitate, VIII, 4, 7. Traducción de Luis Arias, BAC, Madrid, 1956.
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Texto 8 Tomás de Aquino 1
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Texto 9 Descartes 1
Yo había advertido desde mucho tiempo antes, como he dicho más arriba, que, en
lo que atañe a las costumbres, es necesario a veces seguir opiniones que se saben muy
inciertas como si fuesen indubitables; pero, desde el momento en que me propuse
entregarme ya exclusivamente a la investigación de la verdad, pensé que debía hacer
todo lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera
imaginar la más pequeña duda, para ver si después de esto quedaba algo entre mis
creencias que fuese enteramente indubitable. Así fundándome en que los sentidos nos
engañan algunas veces, quise suponer que no había cosa alguna que fuese tal y como
ellos nos la hacen imaginar; y, en vista de que hay hombres que se engañan al razonar y
cometen paralogismos, aun en las más simples materias de geometría, y juzgando que
yo estaba tan sujeto a equivocarme como cualquier otro, rechacé como falsas todas las
razones que antes había aceptado mediante demostración; y, finalmente, considerando
que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos pueden también
ocurrírsenos cuando dormimos, sin que en este caso ninguno de ellos sea verdadero, me
resolví a fingir que nada de lo que hasta entonces había entrado en mi mente era mas
verdadero que las ilusiones de mis sueños. Pero inmediatamente después caí en la
cuenta de que, mientras de esta manera intentaba pensar que todo era falso, era
absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese algo; y advirtiendo que esta
verdad: pienso, luego existo, era tan firme y segura que las más extravagantes
suposiciones de los escépticos eran incapaces de conmoverla, pensé que podía aceptarla
sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que andaba buscando.
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Texto 10 Descartes 2
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Texto 11 Kant 1
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Texto 12 Kant 2
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Texto 13 Marx 1
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Texto 14 Marx 2
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Texto 15 Nietzsche 1
125. El loco,- ¿No oísteis hablar de aquel loco que en pleno día corría por la
plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar: ¡Busco a Dios! ¡Busco a
Dios!? Como estaban presentes muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron a
risa, ¿Se te ha extraviado? -decía uno. ¿Se ha perdido como un niño? -preguntaba otro-.
¿Se ha escondido?, ¿tiene miedo de nosotros?, ¿se ha embarcado?, ¿ha emigrado? Y a
estas preguntas acompañaban risas en el coro. El loco se encaró con ellos, y
clavándoles la mirada, exclamó: "¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Lo hemos
matado; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿cómo hemos podido
hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quien nos dio la esponja para borrar el
horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender a la Tierra de la cadena de su sol?
¿Dónde la conducen ahora sus movimientos? ¿A dónde la llevan los nuestros? ¿Es que
caemos sin cesar? ¿Vamos hacia adelante, hacia atrás, hacia algún lado, erramos en
todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en una nada infinita?
¿Nos persigue el vacío con su aliento? ¿No sentimos frío? ¿No veis de continuo
acercarse la noche, cada vez más cerrada? ¿Necesitamos encender las linternas antes del
medio día? ¿No oís el rumor de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No percibimos
aún nada de la descomposición divina?... Los dioses también se descomponen. ¡Dios ha
muerto!
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Texto 16 Nietzsche 2
CUESTIONES
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Texto 17 Nietzsche 3
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