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politicasculturalesblog.wordpress.com/2011/03/28/¿para-que-le-sirven-las-politicas-publicas-a-la-
cultura/
March 29,
2011
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Carlos Carmona. Taller 7
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Y si bien las políticas públicas no resuelven los problemas, por lo menos crean el marco
dentro del cual se hace posible la actuación. En el campo cultural, las políticas públicas
son fundamentales porque a través de ellas se diseña una regulación colectiva que
fortalece la creatividad, la democracia, la ciudadanía cultural, la diversidad de
identidades y la equidad en la asignación de recursos y acciones públicas.
Nuestros invitados comparten la idea de que “la cultura es un bien público” y que, por lo
tanto, como escribe Soto, “el Estado no puede marginarse de su obligada tarea de
asegurar las bases para que los creadores y los ciudadanos obtengan las condiciones
para crear y expresarse con plenitud”.
Pero este reconocimiento sigue siendo un horizonte y no una práctica cotidiana; somos
diversos en la retórica pero no tanto en las prácticas ciudadanas. Podría decirse que la
diversidad cultural surge cuando se trata de las campañas de imagen del país y
poco más. Esto se debe, tal vez, a que seguimos la fórmula de que “El Estado debe
apoyar la cultura sin intervenir”, lo que al fin de cuentas se reduce a que los gestores
culturales y sus iniciativas, junto con el mercado, sean quienes marquen el rumbo de los
asuntos culturales. Así, Colombia cuenta con muy buenas políticas en el ámbito del cine,
del libro y del patrimonio; políticas dispersas, fragmentarias y hasta excluyentes en las
artes, los museos y las memorias; políticas de mercado para las tecnologías, el internet,
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el entretenimiento y los medios masivos; y políticas de inclusión de las mujeres, lo
indígena y lo afro. Sin embargo, no se aprecia en el panorama un sentido compartido o
unificado.
Y es que para promover políticas públicas hay dos opciones: regular todo en detalle
o regular lo mínimo pero fundamental que organice los principios del sector y que
permita libertad de movimiento e imaginación. En cualquier caso,
independientemente del rumbo que tome la formulación, hay una serie de asuntos a los
que debe referirse una política pública cultural: la institucionalidad del sector cultural;
los programas de estímulos a la creación, la memoria y la investigación; la promoción y
fomento de las artes; la educación artística dentro del currículo escolar; la creación y
desarrollo permanente de museos, archivos y centros de memoria; la regulación
respecto a la identidad y diversidad cultural; la protección de las minorías étnicas y las
tradiciones identitarias; la preservación del patrimonio cultural material e inmaterial; los
medios de comunicación, internet y telefonía celular; la distribución de las obras
culturales; la educación, formación y fomento de las audiencias y la promoción del
respeto de los derechos de autor.
A partir de los textos de nuestros invitados, podemos reconstruir tres preguntas que
podrían organizar la reflexión sobre la cultura y sus políticas culturales:
La primera pregunta tiene que ver con definir cuál es el lugar de la cultura en la
sociedad. Jesús Martín Barbero propone pensar la respuesta desde las artes, las
identidades y las mutaciones de las tecnologías de la comunicación. Fernando Vicario
invita a pensar en cómo instaura el individuo nuevas formas de lo público en las cuales
poner en juego la capacidad de convivir y encontrarse como ciudadano. Luis Soto explica
que la cultura sirve para ejercer la creatividad, la capacidad de soñar y de apuntar a
nuevos futuros y para lograr que la sociedad tenga cada vez más conciencia crítica y los
ciudadanos más medios para ser sí mismos. Nicholas Morgan nos recuerda que la
cultura es un bien social que hay que fomentar y proteger y un lujo del cual los políticos
pueden prescindir en los momentos de crisis presupuestal. Y es que para los políticos, la
cultura sigue siendo marginal, porque desvía de lo que ‘realmente cuenta’. Por eso al
hablar de ‘políticas de la cultura’ haríamos bien de recordar que todas las políticas son en
sí culturales, que hay que pensar la ‘cultura política’ y la sensibilidad cultural en la
política.
La otra pregunta es qué significa hacer políticas culturales en nuestro tiempo. Las
respuestas tienen que dar cuenta, según Martín-Barbero, de la explosión de los
fundamentalismos identitarios, la fragilidad de la identidad individual, la reinvención de
las identidades culturales, la idea de interculturalidad, el debilitamiento de los Estados-
nación, las industrias mediáticas y digitales, las migraciones poblacionales y los procesos
de comunicación intercultural. Fernando Vicario explica que la política cultural es un
ensayo social para la construcción del modelo que soñamos para nuestro entorno, la
acción para incorporar de forma ordenada todos los disensos sociales, escucharlos,
darles su espacio de crecimiento y conseguir que actúen de forma coordinada por el bien
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social. Luis Soto afirma que el lugar de las políticas culturales es aquél donde se
concretan sueños y aspiraciones de las comunidades y donde se incorpora la cultura en
las tomas de decisión de entidades territoriales y nacionales, y que las políticas culturales
sirven para la transformación de ciudades; el reconocimiento de patrimonios; el fomento
de creadores, investigadores y gestores culturales; ejercer la creatividad y la capacidad
de futuro; asegurar el pluralismo y la diversidad; propiciar la crítica, el disenso y la
inconformidad.
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