Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
La felicidad, el erotismo
y la literatura
Ensayos 1944-1961
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723
7
¿Fue Bataille un filósofo? Heidegger lo mencionaba como
la “m ejor cabeza pensante de Francia en este siglo” -q u e ya
pasó, ta l vez para confirm ar esa sentencia. ¿Fue un escritor?
Sin dudas, escribió, pensó, pero en él la escritura rechaza tan
to el decoro de la superficie p ulida de un discurso “ bello”
como la form ulación consecuente, el rig o r heredado de los
sistemas filosóficos. Si lee a Hegel es para extraer de su siste
ma, cuyo m ovim iento depende de la negatividad, una a fir
m ación soberana. Com o Bataille lo expresa acerca de un lib ro
(¿literario?, ¿filosófico?) de M aurice B lanchot: “ E l juego del
pensamiento requiere una fuerza, un rig o r tales, que a su lado
la fuerza y el rig o r que exige la construcción dan la im presión
de un relajam iento. E l acróbata en el vacío está som etido a
reglas más precisas que el albañil que no se separa del suelo” .
Sólo llegando hasta el lím ite del pensam iento claro y d is tin
to, se podrá ver su más allá, que no es la m era oscuridad, sino
el lugar donde los chispazos del pensam iento hacen visibles
sus estelas, lo que en ellos era irre d u ctib le incluso en el seno
de la lu z hom ogeneizadora de la razón.
Podríamos decir que Bataille siempre, a través de la filoso
fía, la antropología o la reflexión estética, llega a la poesía,
que no será entonces un género lite ra rio . Se trata más bien de
un m o vim ien to que deja huellas en lo escrito: creación p or
m edio de la pérdida o, en otros térm inos, el acto del sacrificio
en el lenguaje. Si las palabras parecen co n stru ir un m undo y
de hecho ju stifica n, p or m edio del pensamiento discursivo, el
m undo de la acción práctica, de los fines útiles, en la poesía se
anularía ese carácter articulado, separado, hecho de conceptos
y referencias, y se haría visible la to ta lid a d continua de lo que
existe. E l erotism o, la visión m ística, lo poético, la sim ple
felicidad, son retornos fugaces de lo co n tin u o que niegan la
discontinuidad de los seres y sus conciencias separadas. Si la
conciencia humana se separó de la anim alidad y de la natura
leza, lo natural y el cuerpo no dejan de ser aquello que sostie
ne ese apartam iento y su verdad ú ltim a, puesto que siguen
siendo la m anifestación de su ser m ortal, perecedero. Ese re
to rn o de lo continuo en la conciencia discontinua y sus dis
tinciones claras sería la poesía, la afirm ación más absoluta, el
gran “sí” nietzscheano frente a todo lo que hay. Y esos instan
tes en que se experimenta la continuidad son el verdadero fin ,
la meta y el pináculo donde una existencia se ju stifica p or sí
misma.
Bataille intentará entonces, en cada ocasión en que lo ve
mos re in icia r su pensamiento, escribir ese instante, la nega
ción de aquella reducción de cada m om ento al siguiente que
efectúa el m undo de la necesidad y de la acción. Ese m undo
donde el trabajo se acumula, donde los bienes se atesoran,
donde se satisfacen las necesidades, en suma, el m undo de la
producción y del consumo elementales, es lo opuesto a la
soberanía que anhela la poesía y toda experiencia auténtica.
M ediante el gasto sin finalidad, el sacrificio, el potlatch, la
experiencia im posible -p o rq ue las condiciones de posibilidad
son parte de aquello que niega- nos ofrecería una serie de es
pectáculos, representaciones de la muerte. E l orden simbólico,
que la hum anidad ha instaurado por la destmcción in fin ita de
bienes históricamente producidos, es una tentativa inacabable de
representar lo que para cada uno de nosotros sería irrepresentable.
Si m orim os, ya no estamos a llí para sentir ese instante ú ltim o ;
si vivim os, sólo podemos elaborar ficciones a p a rtir de las
imágenes de muertes ajenas. Y sin embargo, accedemos, casi
diariam ente, a lo im posible: perdemos la conciencia, gozamos,
lloramos, imaginamos que somos lo que muere con cada ins
tante, sentimos, más allá del lenguaje y por el lenguaje, que
9
nada nos separa de ese cuerpo cuya presencia anim al nos re
cuerda su pró xim o fin , el nuestro.
N o obstante, B ataille no olvida que la idea de la m uerte
nunca dejará de ser precisamente eso: idea, imagen. La verda
dera experiencia de la propia disolución sólo puede estar más
allá del saber. En un escrito que nunca p ublicó, dice: “ la sobe
ranía es el saber de nada” ; el saber que, llevado hasta el lím ite de
lo que puede articular, se vuelve no-saber absoluto. La escritura,
entonces, no debe ocultar su impotencia, su desfallecimiento fren
te a lo que, por un golpe de suerte, quisiera comunicar. Fre
cuentemente recibim os de Bataille esa confesión: la im posibi
lidad de escribir que ya está negada desde el m om ento en que
leemos las huellas escritas de su derrota. Y yo mismo ahora,
¿cómo podría expresar la intensidad de leer su perpetuo com
bate, los m om entos de felicidad y angustia, de com prensión y
asom bro, de id e n tifica ció n com pleta y de perturbadora dis
tancia? Somos la presa, el cazador y la tram pa. Q uisiéram os
salir, abandonar esta página donde aparece nuestra debilidad,
aunque negada p o r la fuerza de las mismas palabras que la
m uestran. B ata ille nos da la fig u ra de ese deseo: cuando el
niñ o, de noche, encerrado en su pieza, veía la ventana abierta,
y olvidaba el m arco rectangular, y su m irada se perdía en la
oscuridad estrellada; sentía entonces, antes de la m em oria, el
encantam iento de la angustia, el h o rro r de lo que no era, el
m iedo a no ser u n dios y tener que m o rir. Desde ese origen
im probable, que la poesía de Bataille nos recuerda, no habría
más que una ascesis sin térm ino para convertir la certidum bre
angustiante en un instante de alegría. Felicidad y goce ligados
desde siempre a las imágenes de la m uerte, pero no sólo en
m í. A unque la com unicación parezca irrealizable, cada cual
en su mónada in d iv id u a l de soberanía expectante o abdicada,
la exacta s im ilitu d del fragor en que estamos, la misma m uer
to
te, el m ism o deseo, el m ism o lenguaje discondnuo, la misma
contin u id ad de fondo, hacen que un solo instante de expe
riencia consumada valga para todos.
Bataille nos enseña, si puede decirse así, que la poesía siem
pre fue escrita p or todos. N o porque todos tengan que trazar
palabras en papeles que penosamente ansian llegar a otra parte,
sino porque todos son verdaderamente ellos mismos en ese
punto de felicidad en que ya no son individuos subordinados a
lo que puedan hacer, reducidos a fines remotos. La posterga
ción im p lícita en el tiem po del m undo práctico cesa cuando se
da el goce del presente -p o r una “voluntad de suerte” que tal
vez sea el costado afirm ativo de la total ausencia de voluntad-,
aunque luego la angustia parezca inevitable. ¿Qué podría de
volvernos la soberanía perdida? ¿No será más bien que la misma
angustia es el p rin cip io por el cual saldremos del tiem po y reco
braremos el instante presente, otra vez, esta vez, fuera de toda
nostalgia? A esa angustia gozosa y a ese goce de angustia Bataille
los reuniría en la imagen de la fiesta, allí donde el sacrificio
prueba su nom bre y hace lo sagrado. Literatura, erotismo y
felicidad son formas de lo sagrado, al igual que la miseria o la
gloria, y perm iten in tu ir lo sagrado en nosotros, eso que nos
im pulsa bailando hacia la muerte, la desaparición definitiva de
todo lo que somos, pero que ahora, ya, nos eleva por encima
de todo para celebrar que estamos aquí, fuera de la ley y de las
consecuencias ulteriores. Por eso Bataille dirá que lo sagrado no
es otra cosa que la transgresión de lo profano.
De a llí que cuando la poesía se vuelve una institución , una
cristalización de lo que cierta época instaura como poético,
una práctica lite ra ria profana, repetida, sólo pueda continuar
por la vía de la profanación de lo poético que, transgredido,
volverá a lo sagrado de su origen. La poesía será entonces, de
nuevo y en cada ocasión, un lu jo , una experiencia gratuita del
ll
lenguaje, aquello que no sirve para nada salvo para liberarnos
de la servidum bre: placer y dolor, naturaleza y p ro h ib ició n .
La verdadera lite ra tu ra para Bataille realizaría así, de manera
paradójica, el antiguo precepto de im ita r la naturaleza. Extática
representación de lo que muere, como ese lu jo , ese derroche
de la naturaleza que hace desaparecer al ser in d ivid u a l, el poe
ma debería a b o lir en un instante la conciencia culpable de
quien lo enuncia. Porque podemos anticipar la escena de nues
tro p ro p io fin , al menos en la ilusoria esfera de nuestras pala
bras, hemos negado el presente absoluto del anim al que muere
sin saberlo. Pero no podríam os v iv ir soberanamente si esa
a n ticip a ció n no nos devolviera la promesa de anular ahora
m ism o aquella separación o riginaria, si p o r m edio de la dis
c o n tin u id a d articu lad a de lo escrito no se nos abrieran las
puertas de una experiencia de lo c o n tin u o . La to ta lid a d es
el instante, d iría B ataille. Y acaso W a lte r B enjam in, que le
dejó al entonces b ib lio te c a rio francés un paquete de ma
nuscritos antes de em prender su u ltim o viaje para escapar
del nazism o, p o d ría agregar que cada in stan te detenido,
fuera del curso del tiem po, es el paso que se abre para que el
mesías pueda e ntrar en la historia. Tam bién la poesía, el ero
tism o, la fe licid a d son experiencias religiosas; vuelven a u n ir
lo separado p o r la duración tem poral en una oportunidad en
que lo fin ito - “yo que voy a m o rir”- accede a la com unicación
absoluta. Por eso no se tra ta aquí de tra n s m itir un mensaje
que sirva para algo (in sta urar una filo s o fía o pro po n er una
form a de e s c rib ir), sino de una experiencia donde la co
m u n ica ció n es la d iso lu ció n de uno m ism o y del o tro , es
la re u n ió n , p ro h ib id a y alcanzada p o r el golpe de suerte de
una transgresión in v o lu n ta ria , im postergable. C om o dice
B ata ille acerca del origen de su “m étodo” : “ es la in v ita c ió n
al coraje de ser, sin socorro, sin esperanza, en el m ovim iento
12
fe liz de un hom bre que no cuenta con nada, salvo con una
audacia suspendida” .
S ilvio M a tto n i
13
La felicidad, el erotism o
j la literatura
J
¿ES Ú T IL L A L IT E R A T U R A ?
17
Georges Bataille
18
¿Es ú til la literatura?
19
L a voluntad de lo imposible
20
La vo lu n ta d de lo im posible
II
21
Georges B ataille
III
22
La vo lu n ta d de lo im p osib le
23
Georges B ataille
IV
24
La vo lu n ta d de lo im p osib le
25
Georges B ataille
26
D ionisos Redivivus
27
Georges B ataille
28
Dionisos Redivivus
29
Georges B ataille
30
D e la edad de piedra a Jacques P révert
31
Georges B ataille
32
D e la edad de p ied ra a Jacques Prévert
33
Georges B ataille
34
D e la edad de p ied ra a Jacques Prévert
35
Georges B ataille
36
D e la edad de piedra a Jacques Prévert
37
Georges Bataille
38
D e la edad de piedra a Jacques Prévert
39
Georges Bataille
40
D e la edad de p ie d ra a Jacques P révert
41
Georges B ataille
42
D e la edad de p ie d ra a Jacques Préverr
U na p ie d ra
dos casas
tres ruinas
cuatro sepultureros
un ja rd ín
flores
un mapache
otro mapache
43
Georges B ataille
Señor Seguin'
un taco L u is X V
un silló n L u is X V I
un escritorio E nriq u e IId o s escritorios E nriq u e I I I
tres escritorios E n riq u e I V
un cajón desajustado
un o villo de h ilo dos alfileres de gancho un señor
m aduro
una v ic to ria de Sam otracia un contador dos
ayudantes de contaduría un hombre
de m undo dos cirujanos tres vegetarianos
un caníbal
una expedición co lo n ia l un caballo entero una
m edia p in ta de buena sangre una mosca tsé-tsé
un langostino a la americana un ja rd ín a lafrancesa
dos m anzanas a la inglesa
unos binoculares un lacayo un huérfano
un p u lm ó n de acero
un día de g lo ria
una semana de bondad
un mes de M a ría
un año te rrib le
un m in u to de silencio
un segundo de distracción
y...
44
D e la edad de piedra a Jacques Prévert
45
Georges B ataille
46
D e la edad de p ie d ra a Jacques P révert
6 En el sentido del grito, nada resulta en el fondo más antipoético, n i más poético
en el sentido fiinebre, que E l lago de Lamartine; por el contrario, la trivialidad de
los relatos de Kafka libera una intensidad actual del acontecimiento.
47
Georges B ataille
7 N o obstante, debo precisar que la teoría del sacrificio que esbozo aquí parte
de un análisis de los elementos del in tic h iu m a de los australianos que diera a
conocer la famosa obra de Spencer y G illen. El in tic h iu m a es un em brión de
sacrificio entre los menos avanzados de los supuestos “p rim itivo s” . Conside
ré el in tic h iu m a como una conducta elemental, menos fa m ilia r que la del
sacrificio, teniendo en vista determ inar cuál sería la generalidad en las con
ductas arcaicas del hom bre con respecto a los objetos (cuyo estudio no
puede ser separado del estudio de las conductas con respecto a las palabras).
48
D e la edad de piedra a Jacques Prévert
49
Georges B ataille
50
D e la edad de p ie d ra a Jacques P révert
51
G eorges B ataille
52
D e la edad de p ie d ra a Jaeques P révert
otros térm inos, el objeto —com pletam ente ajeno a m í—me tras
cendía {me trasciende quiere decir que es completamente ajeno a
mi)'- la supresión de un objeto trascendente revela la inm anen
cia, una realidad que m e es inm anente, de la cual no estoy clara
y distintam ente separado. E l despertar de la sensibilidad, el paso
de la esfera de los objetos in te lig ib le s - y u tiliz a b le s - a la excesi
va intensidad es la destrucción del objeto com o tal. Por supues
to, no se trata de lo que com únm ente llam am os la m uerte (y el
sacrificio en d e fin itiv a es a pesar de todo u n elogio torpe de
ella); en cierto sentido es lo co n tra rio : sólo para el carnicero un
caballo ya está m uerto (carne, un objeto). E n el m undo del
instante, nada está m uerto, absolutam ente nada, aun cuando
sólo la presión in fin ita de la m uerte tenga el poder de arrojar
nos a llí en u n salto. N ada está m uerto, nada puede estarlo. N o
más diferencia, n in g ú n cálculo que hacer: una calm a chicha, la
a m p litu d de un vie n to v io le n to en pleno cielo, donde la fe lic i
dad no piensa en nada...
Ese m om ento de p le n itu d del instante, cuando el o tro ya
no es “d is tin to a m í” , cuando ya no soy “d is tin to a él” , es
sufrido en el sa crificio , m ientras que en la poesía, si lo alcanza,
puede ser deseado. Pero la poesía es lib re y no solam ente pue
de alejarse de él, sino que puede alcanzarlo aterrada, com o lo
alcanza el sacrificio . La poesía trágica, donde el tem a in tro d u
ce la destrucción, es en m uchos aspectos una fo rm a de sacrifi
cio. C uando Fedra m uere d icie n d o :
53
Georges B a taille
54
D e la edad de p ie d ra a Jacques P révert
55
Georges B ataille
56
D e la edad de p ie d ra a Jacques P révert
57
T ó m e l o o d é je lo
A René C har
58
T ó m e lo o déjelo
59
L a a m is t a d e n t r e e l h o m b r e y e l a n im a l
60
■■ppr '
L a a m ista d e n tre el h o m b re y el a n im a l
* * *
61
Georges B ataille
62
L a a m ista d e n tre el h o m b re y el a n im a l
63
G eorges Bataille
64
La am istad entre el hom bre y el anim al
65
Georges Bataille
66
L a a u s e n c ia d e D io s
* * *
* * *
* * *
67
Georges B ataille
* * *
* * *
* * *
68
La ausencia de D ios
69
P o s tu la d o in ic ia l
70
Postulado in ic ia l
71
Georges B ataille
72
Postulado in ic ia l
73
Georges B ataille
4 E n el se n tid o de “m ás qu e in to le ra b le ” .
5 L o in m e d ia to a lo q u e m e re fiero, p o r cie rto , al ig u a l que lo “ religioso” de
K ierkegaard, n o se alcanza más que p o r negación de la ética. Pero m ientras
74
P o s tu la d o in ic ia l
que las negaciones y las afirm acion es de K ierkeg aard p u eden ser insertadas
en el c írc u lo cerrado d e l sistema de H e g e l (que es una dia lé c tic a de la acción,
de la h is to ria ), dado que están atascadas en la h is to ria y en la acción, la
negación que in tro d u z c o sólo tiene lu g a r u n a vez cerrado el c írc u lo , más allá
del d o m in io de la h is to ria y de la acción. E n efecto, el insta nte n o puede ser
su p e rio r” s in o en la m e d id a en que el h o m b re ya n o tien e nada que hacer,
cuando ha e n c o n tra d o la satisfacción hegeliana y c ua ndo su insatisfacción ya
110 está ligad a a la n egación a ctiva de ta l o cual fo rm a d e te rm in a d a , sin o a la
negación de la s itu a c ió n h u m a n a que n in g u n a a c tiv id a d puede reabsorber.
Vemos así qu e esta d o c trin a tien e u n carácter a n tic ip a to rio . M ie n tra s las
relaciones sociales sean lo que son, según la expresión de A n d re B re tó n , “ la
precariedad a r tific ia l de la c o n d ic ió n social del h o m b re ... le o c u lta rá la
precariedad real de su c o n d ic ió n hu m a n a ” .
75
Georges Bataille
77
Georges B ataille
79
G e o rg e s B a ta ille
80
M arcel Proust
81
L a f e lic id a d , e l e r o tis m o y l a l i t e r a t u r a 1
82
L a fe lic id a d , el e ro tis m o y la lite r a tu r a
* * *
83
Georges B ataille
84
La felicida d, el erotism o y la lite ra tu ra
' P roust. O bedece a los p re ju icio s de l autor, René V a rin , que se haya a te nido
a los escritores franceses. Pero n i J a rry n i A p o llin a ire son citados. (S olam en
te se ha b la de A p o llin a ire en el p ró lo g o .) Podem os a d m itir que S entido
plástico , de M a lc o lm de Chaza!, se p u b lic ó demasiado tarde co m o para que
; ,: fuera in c lu id o . Si el lib ro vale co m o d o c u m e n to , es en la m e d id a en que c ita
: a au tore s tales c o m o V ic to r M a rg u e ritte , F é lic ie n C h a m p sa u r, H e n r i
i Barbusse, G a b rie l C hevalier, V e rn o n S u lliv a n , etc. Los textos más flo jo s son
en p r in c ip io los de los autores más jóvenes. A ra g o n , E tie m b le , C é lin e y G id e
ne garo n a que sus textos se re p ro d u je ra n . Jules R o m a in s, D u h a m e l,
M o n th e rla n t, R oger M a r tin d u G a rd y S artre (entre otros) aceptaron.
85
G e o rg e s B a ta ille
86
L a fe lic id a d , e l e r o tis m o y la lite r a tu r a
87
G e o rg e s B a ta ille
* * *
89
*
G e o rg e s B a ta ille
de la hermosa m añana
que nos baña con e l vino d e l d ia l...
Cuando estremeciéndose el bosque sangra
m udo de am or
90
L a fe lic id a d , e l e r o tis m o y la lite r a tu r a
te ríes de m í, e l embriagado
que te agarraría
así —de la hermosa trenza,
¡o h !—que bebería
E L L A . —¿ Y la o ficin a ?
E d. de la P léiade, p. 5 5 -56.
91
Georges B ataille
92
L a fe lic id a d , e l e ro tis m o y la lite ra tu ra
“Los ojos de las llamas, las narices del aire, la boca de las aguas, la barba de
la tierra” , escribe B lake. Sería fá c il m u ltip lic a r los ejem plos de semejanza.
93
G eo rge s B a ta ille
94
La felicida d, el erodsm o y la lite ra tu ra
95
G e o rg e s B a ta ille
96
L a fe lic id a d , e l e ro tis m o y la lite r a tu r a
97
Georges B ataille
98
La felicidad, el erotismo y la literatura
99
Georges Bataille
100
La felicidad, el erotism o y la literatura
101
G eorges B a taille
102
L a fe lic id a d , el e ro tism o y la lite ra tu ra
* * *
103
Georges Bataille
104
La felicidad, el erotism o y la literatura
: In ú til es decir que esto debería vincularse con análisis detallados, fundados en una
experiencia común, pero dejando un considerable margen para hechos ambiguos.
105
Georges Bataille
* * *
12 Dejamos este térm ino, bastante conocido, en francés, ya que sus posibles
traducciones (“compañeros, participantes, parejas, etc.” ) no contienen el
m atiz preciso de p a rte n a ire sexual al que se refiere Bataille. (N . de T.)
106
La felicidad, el erotism o y la literatura
* * *
107
Georges Bataille
108
La felicidad, el erotism o y la literatura
109
Georges Bataille
* * *
13 En francés,p e tite m orte es una metáfora dásica para designar el orgasmo. (N.. de T )
110
L a fe licid a d , el e ro tism o y la lite ra tu ra
111
Georges Bataille
112
L a fe lic id a d , el e ro tism o y la lite ra tu ra
113
Georges Bataille
114
La felicidad, el erotismo y la literatura
* * *
115
Georges Bataille
que encierra al hom bre sádico en un sitio sin salida y el sádico que hace de
ese sitio una salida, es este ú ltim o quien sabe más sobre la verdad y la lógica
de su situación y quien posee la inteligencia más p rofunda de ello, hasta el
p u n to de que puede ayudar al hom bre norm al para que se com prenda a sí
m ism o, ayudándolo a m od ifica r las condiciones de toda com prensión” (p.
2 6 2 -2 6 3 ).
116
E l a r t e , e je r c ic io d e c r u e ld a d
117
Georges B a ta ille
118
E l arte, e je rcicio de crueldad
119
G eorges B ataille
120
E l arte, e je rcicio de crueldad
* * *
121
Georges Bataille
122
E l arte, e je rcicio de crueldad
123
Georges B a taille
124
E l arte, e je rcicio de crueldad
125
L a s o b e r a n ía d e l a f ie s t a
Y LA NOVELA NORTEAMERICANA1
126
L a soberanía de la fiesta y la novela norte a m erica n a
* * *
127
Georges Bataille
128
L a soberanía de la fiesta y la no ve la n o rte a m erica n a
129
Georges Bataille
* * *
130
L a soberanía de la fiesta y la novela n orteam ericana
131
Georges B a taille
132
L a soberanía de la fiesta y la novela no rte a m erica n a
* * *
133
Georges Bataille
134
C arta a R ené C har
S O B R E L A S IN C O M P A T IB IL ID A D E S D E L E S C R IT O R
Q u e rid o am igo:
La pregunta que usted ha planteado, “ ¿Hay in c o m p a tib ili
dades?” , en la revista Empédocle1, a d q u irió para m í el sentido
de u n re q u e rim ie n to esperado que sin em bargo fin a lm e n te
desespero de llegar a entender. Cada día percibo un poco m ejor
que este m u n d o en el que estamos lim ita sus deseos a d o rm ir.
Pero una p a la b ra exige a tie m p o una especie de crispación, de
recuperación.
O cu rre ahora bastante a m enudo que el desenlace parezca
p ró x im o : en ese m om ento una necesidad de o lvid a r, de no
135
Georges B ataille
136
C a rta a René C h a r sobre las in co m p a tib ilid a d e s del e scritor
137
G eorges Bataille
138
C a rta a René C h a r sobre las in co m p a tib ilid a d e s de l escrito r
139
Georges Bataille
140
C a rta a René C h a r sobre las in c o m p a tib ilid a d e s d e l escrito r
141
G eorges B a ta ille
142
C a rta a Rene C h a r sobre las in c o m p a tib ilid a d e s del e scrito r
143
G eorges B a taille
144
C a rta a René C h a r sobre las in c o m p a tib ilid a d e s d e l e scrito r
145
Georges B a taille
146
C a rta a Rene C h a r sobre las in c o m p a tib ilid a d e s del e scritor
147
Georges B ataille
148
C a rta a René C h a r sobre las in c o m p a tib ilid a d e s del escrito r
149
G eorges B a ta ille
150
C a rta a Rene C h a r sobre las in c o m p a tib ilid a d e s del e scritor
151
S o c io l o g ía
152
Sociología
153
G eorges B a taille
154
Sociología
155
Georges B ataille
156
L a g u e r r a y la f ilo s o f í a d e l o s a g ra d o
157
G eorges B ataille
158
L a g u erra y la filo s o fía de lo sagrado
159
Georges Bataille
to
L a g u e rra y la filo s o fía de lo sagrado
* * *
161
Georges B ataille
1 E l hom bre y lo sagrado, París, G allim ard, 1950 [hay edición en español].
162
L a g u e rra y la filo s o fía d e lo sag ra d o
163
G e o rg e s B a ta ille
* * flc
164
La guerra y la filosofía de lo sagrado
165
G e o rg e s B a ta ille
166
L a g u e rra y la filo s o fía d e lo sag ra d o
167
G e o rg e s B a ta ille
* * *
168
■
169
G e o rg e s B a ta ille
170
La guerra y la filosofía de lo sagrado
171
E i s ile n c io d e M o l l o y 1
172
E l s ile n c io d e M o ll o y
173
Georges B ataille
* * *
174
E l s ile n c io d e M o ll o y
175
G e o rg e s B a ta ille
176
E l s ile n c io de M o ll o y
177
G e o rg e s B a ta ille
* * *
178
E l s ile n c io d e M o ll o y
179
G eo rge s B a ta ille
180
E l s ile n c io d e M o llo y
181
G e o rg e s B a ta ille
* * *
182
E l s ile n c io d e M o ll o y
183
Georges B ataille
* * *
184
E l s ile n c io d e M o ll o y
185
¿ E s ta m o s a q u í p a r a j u g a r o p a r a s e r s e r io s ?1
186
¿Estamos a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
187
Georges B ataille
188
¿Estamos aquí para ju g a r o para ser serios?
189
Georges B ataille
190
¿Estamos aquí para ju g a r o para ser serios?
191
Georges B ataille
* * *
192
¿Estamos aquí para ju g a r o para ser serios?
sum ariam ente la in s titu c ió n del p o tla tc h . E l Ensayo de M a rc e l M auss tam bién
es la base de m i lib ro L a p a n e m a ld ita ( M in u it, 1949 [ed itado en español p o r
Icaria, Barcelona, 19 87]), que en m uchos aspectos es cercano a H om o ludens.
193
Georges B ataille
advierte que va a ser superado y vende sus seis asnos para que
dar a pesar de todo com o el vencedor con el efectivo resultante
de la operación. E n el m om ento en que v o lv ió a su casa para
buscar sus asnos su m u je r se opuso a la venta, p o r lo cual la
apuña ló.” 101
T al com o parece, se trata de co n ve rtir en un m o vim ie n to de
juego lo que una a ctividad de necesidad hace depender de la
sucesión calculada (en la m edida en que es posible, sobreseguro)
de causas y efectos, de conocim ientos técnicos y de trabajo.
Pero volver a los m ovim ientos del juego es igualar lo que tiene
un fin con lo que no lo tiene, con lo que no tiene sentido de
nin g u n a m anera, en una palabra, es conducirse soberanamente.
A quel que acepta la fin a lid a d de un objeto que posee, reconoce
en ese objeto aquello que lo subordina a dicho fin . Apenas lo ha
aferrado, el apego a ese objeto subordina a su poseedor a esa
fin a lid a d que le es propia. E l poseedor de esclavos, en la m e d i
da en que se aferra a ello, aliena una parte de su soberanía: si él
m ism o no es servil - a l m enos para u tiliz a r la servidum bre del
o tro - alienará la energía (la vig ila n cia ...) necesaria para m ante
ner el esclavo a su servicio. D e m odo que un azteca podía entre
gar a su esclavo (y entregarse) al m o vim ie n to del juego m edian
te una ejecución ritu a l, un sacrificio que era el ú n ico m edio para
no perder u tilizá n d o lo esa pura soberanía del juego que es la
excelencia del hom b re .11
Pero u n carácter notable se hace visible en los deslizam ientos
que ordenan el don ritu a l, el p otlatch, y en general los gestos
de ostentació n, de generosidad, de excelencia. E l juego - e l
194
¿E stam os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
195
G e o rg e s B a ta ille
196
¿E stam os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
* * *
197
G e o rg e s B a ta ille
198
¿ E sta m os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
* * *
199
G e o rg e s B a ta ille
200
¿Estamos aquí para ju g a r o para ser serios?
201
G e o rg e s B a ta ille
* * *
202
¿E stam os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
203
G e o rg e s B a ta ille
204
¿E stam os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
20 5
Georges B ataille
sum o podrem os d e cir que el juego siem pre está cerca de las
conductas anim ales consideradas en general. Esas conductas
son ta n to más lúdicas cuanto más se alejan del descamo. N u n
ca nada perverso, nada m aliciosam ente irregular, nada c rim i
nal o m onstruoso dete rm in a esos juegos; la cacería que a li
m enta al a n im a l no es m enos juego que el com bate in o fe n s i
vo donde las m andíbulas no se cierran. E n el sentido hum ano
de la palabra, sólo trabajan los anim ales de labranza o de tiro :
d e n tro de la anim a lid a d , son los únicos que tienen conductas
que d ifie re n a la vez del juego y del descanso. Pero ese trabajo
de los anim ales no engendra las reacciones com pensatorias
que son las fiestas y los actos sagrados.
La a c tivid a d interesada del anim al es además ta n c o n tra ria
a la del hom b re , que este ú ltim o tom a generalm ente com o
u n juego (com o u n juego m enor al m enos) las conductas de
la caza o de la pesca. Caza y pesca son conductas ú tile s, pero
no requieren la coacción del cazador o del pescador (anim al o
hum a n o ) . 13 Por eso reconducen al hom bre a esa lib e rta d a n i
m al que es lo c o n tra rio del trabajo. E fectivam ente, el anim al
nunca sufre o m uere p o r fa lta de la actividad necesaria para su
subsistencia. Pero el hom bre desde un p rin c ip io se ha m ostra
do in d u s trio s o , hasta el p u n to de rem ediar la carestía p o r an
tic ip a d o a través del trabajo. D e m odo que el tra b a jo tu vo de
entrada ese sentido: habrá que tem er el sufrim ie n to o la m uerte
si no aceptam os sudar en esa tarea. E n los prim eros tiem pos,
ese sentido sólo podía aparecer ligado a otros m enos claros:
sin duda, el tra b a jo tam bién tu vo fines estéticos. Es c ie rto
que en la h is to ria el m iedo a la carencia - a s u frir, a m o r ir -
generalm ente ha obligado a trabajar. Pero si el trabajo recibió
m oralm ente ese v a lo r negativo (que recién p e rd ió hace poco
206
¿Estamos a q u í p a r a ju g a r o p a ra ser serios?
* * *
207
G eo rge s B a ta ille
208
¿E stam os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
209
Georges B ataille
210
¿ E sta m os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
* * *
211
Georges B ataille
212
¿Estamos aquí para ju g a r o para ser serios?
213
G e o rg e s B a ta ille
* * *
N ada p o d ría ser más d iam etralm ente opuesto a las con
ductas del m u n d o u tilita rio .
S in em bargo, poco fa lta actualm ente para que los efectos
de u n m ovim iento tan p ro fu n d o dejen de hacerse sentir. C om o
hem os visto , el m ism o m o v im ie n to de las “revoluciones” , que
fu n d ó y fu n d a todavía la s u stitu ció n del p rim a d o de lo ú til
p o r el de la g lo ria , tiene en su origen u n rechazo s im ila r al del
am o. Es cie rto que u n re vo lu cio n a rio no se niega a trabajar,
pero ya no acepta hacerlo en provecho de u n in d iv id u o que lo
explota: pretende s u p rim ir la parte coercitiva del trabajo. R ei
v in d ic a así el derecho a tener una vid a soberana —exactam ente
una v id a que ya no esté subordinada al juego de o tro , que sin
dem oras sea u n juego para él m ism o.
Por o tra parte, sería im p o sib le negar que el soberano de la
época de las revoluciones había p e rd id o desde hacía tie m p o
una parte de su soberanía auténtica. Ese soberano, en efecto,
debía drenar una parte de los recursos de sus súbditos para
poder ju g a r. Y no sólo había dejado de ser en ese sentido y al
m ism o tie m p o u n juguete para sí y el juguete de sus súbditos:
ejercía la realeza como un trabajo. ¡Para ju g a r más tenía que
dejar de jugar! Tenía que hablar, hacerle m ú ltip le s concesio
nes al m u n d o del trabajo y a trib u irle razones a ese juego sobe
rano, cuando su esencia es justam ente no tenerlas. Tenía que
m e n tir, no tenía la fuerza n i el coraje para confesarle al trabaja
d o r que su buen placer era el ú n ico fin de esos duros trabajos.
214
¿E stam os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
* * *
215
G e o rg e s B a ta ille
216
11
¿E stam os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
217
G e o rg e s B a ta ille
218
¿E stam os a q u í p a ra ju g a r o p a ra ser serios?
* * *
219
R e n é C h a r y l a fu e r z a d e l a p o e s ía 1
1 A cerca del lib r o de Rene C har, A una serenidad crispada, París, G a llim a rd ,
1951. (N . d e T .)
220
R e n é C h a r y la fu e rz a d e la poesía
* * *
221
Georges B ataille
* * *
222
R e n é C h a r y la fu e rz a d e la p o e s ía
* * *
223
G e o rg e s B a ta ille
* * *
224
R e n é C h a r y la fu e rz a d e la po esía
* * *
225
G e o rg e s B a ta ille
* * *
226
El s o b e ra n o
227
G e o rg e s B a ta ille
228
E l soberano
II
229
G e o rg e s B a ta ille
230
E l soberano
III
231
G e o rg e s B a ta ille
232
E l soberano
234
E l soberano
235
G eo rge s B a ta ille
IV
236
E l soberano
s im p lic id a d hum ana con el m ayor descaro. Pero hay a llí una
fa lla cuya consecuencia es m ortal, debido a que sólo con d ifi
cultad m antiene la distancia entre el ser soberano y el hom bre
som etido. Ese D io s al que nada d e fin id o pone de m anifiesto
y que en ú ltim a instancia depende de los hom bres de cuyo
e s p íritu es —fo rm a lm e n te - una representación, tiende a res
p o n d e r a su vez a las exigencias de sum isión a las que estos
ú ltim o s se pliegan. Es soberano, pero la angustia hum ana,
que es la más fu e rte para evaluar aquello que nada lim ita n i
subordina , tie n d e a cargar con su peso esa levedad, in tro d u
ciendo la razón en lo irra c io n a l, y dándole leyes al capricho.
U n D io s de los filó so fo s, u n D io s bueno a im agen del Bien y
de la Razón, es lo que in tro d u jo el servilism o, lo que convier
te al presente en preocupación p o r el fu tu ro , lo que a n iq u ila
el in sta n te y hace del cálculo una fig u ra vacía opuesta a lo
inm enso —com o lo separado, lo fija d o , opuesto a la negación
de to d o lím ite .
N o quiero decir que la “ re lig ió n ” que d e fin ió la sum isión se
lim ite a ese m o v im ie n to de la gravedad en su in te rio r: su im
pulso in ic ia l la lleva en sentido co n tra rio , pero la “ re lig ió n ” es
ese cuerpo vencido sin cesar p o r el em botam iento y el sueño y
que no vive sino a condición de revivir. N o hay nada “religioso” '
que no requiera incesantem ente que alguna clase de revuelta
lim ita d a lo niegue, lo reform e o lo reinstaure: la sum isión aleja
siem pre, insensiblem ente, de la soberanía que es su fin . Incluso
un im p u lso al que todavía nada ha frenado, al que ningun a
angustia ha apartado silenciosam ente del objeto soberano que
m encioné, se enm araña en seguida en los cálculos que son des
de u n com ienzo esenciales para el espíritu dó cil.
La piedad debería o lv id a r esos cálculos. Puede o c u rrir que
lo haga. A veces el m iedo al in fie rn o (o a nuevas encarnacio
nes), el deseo de salvación, pie rd e n d e n tro del se n tim ie n to
237
G e o rg e s B a ta ille
del alm a extasiada el sentido que tenían para el ser d ó c il. ¡Pero
p o r u n salto a la d iv in id a d , cuántos m étodos sofocantes y
pesadas m editaciones donde el acceso al estado soberano es
previsto com o un viaje!
D ic h o esto, los m étodos de m e d ita ció n religiosa que tie n
den a darnos, si no la soberanía, la v is ió n de la esfera soberana,
no pueden ser considerados de m anera u n ila te ra l. H um ana
m ente nunca hay u n m o v im ie n to sim ple: no hay u n estado
despreocupado en el que no p a rtic ip e de algún m odo el cál
cu lo ; inversam ente, los cálculos más indiscretos son a m enu
do seguidos p o r m o vim ie n to s ingenuos.
E n busca de la salvación, entram os en u n m u n d o de in s i
nuaciones, equívocos, hábiles m alentendidos y tram pas que
proclam an sinceridad. La salvación parece al p rin c ip io ser la
operación p o r excelencia. E n o p o sició n a u n goce ingenu o y
soberano, no hay cálculo más sojuzgado que el del devoto
que, p o r espíritu de sum isión, rechaza la atracción que le ofrece
el insta n te , condenando la vid a in m e d ia ta con m iras al bien,
in fin ita m e n te m ayor, que le será dado más tarde. Pero ese
más tarde no es exclusivo. Es c ie rto para el fie l tentado , en el
m om e n to de la te n ta ció n . O tras veces, la atracción del sobe
rano b ie n es perceptible sin dem ora. Ese b ien no siem pre se
ofrece con m e n o r capacidad de seducción que otros objetos
del deseo: pero puede m ostrársenos de m anera independiente
a la realidad exterior, sin que la suerte, la audacia o el abuso de
la fuerza nos lo hayan procurado . N o sucede lo m ism o con
esas atracciones a las que com únm ente no podem os ceder sin
pecado, com o las del am or o del asesinato. N o podem os am ar
o d e s tru ir sino a seres puestos p o r el destino a nuestra m erced;
y en la m ayoría de los casos, debem os hacerlo a sus expensas.
M ie n tra s que en rig o r, depende de nosotros y de nuestro es
fuerzo acceder al soberano bien.
238
E l soberano
239
G e o rg e s B a ta ille
240
E l soberano
241
G e o rg e s B a ta ille
242
1
E l soberano
243
Georges Bataille
244
E l n o -saber
245
G e o rg e s B a ta ille
246
E l no-saber
247
G eo rge s B a ta ille
248
E l no-saber
249
G e o rg e s B a ta ille
250
E l no-saber
251
G e o rg e s B a ta ille
252
E l no-saber
¿Hablaré de Dios?
P recisam ente m e niego a d e c ir una palabra sobre el in s
ta n te en que m e fa ltó el a lie n to . H a b la r de D io s sería u n ir
-d e sh o n e sta m e n te - aquello de lo que no puedo hablar salvo
p o r negación con la im p o sib le explicación de lo que es.
n
U na de dos: o bien lo he d ich o tod o , y desde entonces sólo
tengo que v iv ir sin pensar (a m enudo im a g in o que es así, que
la transparencia no p o d ría ser más lím p id a , que v iv o en el
253
G e o rg e s B a ta ille
254
E l no-saber
255
G e o rg e s B a ta ille
256
E l no-saber
III
257
G eo rge s B a ta ille
258
E l no-saber
259
F r e n t e a L a s c a u x , e l h o m b r e c iv il iz a d o
VUELVE A SER HOMBRE DE DESEO
260
Frente a Lascaux, ei hom bre civilizado vuelve a ser hom bre de deseo
261
G e o rg e s B a ta ille
262
Frente a Lascaux, el hom bre civilizado vuelve a ser hom bre de deseo
26 3
G e o rg e s B a ta ille
264
A f o r is m o s
265
G eo rge s B a ta ille
266
S a d e , 1 7 4 0 -1 8 1 4
267
G e o rg e s B a ta ille
268
Sade, 1740-1814
26 9
G e o rg e s B a ta ille
270
Sade, 1740-1814
272
M ás a l l á d e la s e r ie d a d
273
G e o rg e s B a ta ille
274
Más allá de la seriedad
27 5
G e o rg e s B a ta ille
276
M ás allá de la seriedad
277
G e o rg e s B a ta ille
278
Más allá de la seriedad
negación más com pleta que nos sustrae el piso bajo nuestros
pies: al fin debemos sum im os suavemente, com o deslizándo-
nos en el sueño, insensiblem ente, hasta el fo n d o de la nega
ció n (con la negación hasta el cuello, apurada hasta las heces).
Representarse lo que no sucede es im aginarse m uerto, es decir,
esencialm ente no representarse más nada.
Lo que no sucede no puede e x is tir com o obje to , opuesto a
u n sujeto. ¿Por qué a trib u irle entonces existencia subjetiva a
lo que no sucede? Se tra ta ría de una afirm a ció n y no podem os
a firm a r nada. Tam poco podem os hablar de una n o -s u b je tiv i
dad, m ientras que podem os hablar de n o -o b je tiv id a d .
H ablam os de n o -o b je tivid a d en la m edida en que el objeto
trasciende lo que no es, m ientras que el sujeto no trasciende
forzosam ente al resto del m undo. Podemos representarnos la
inm anencia del sujeto con relación a lo que no sucede.
Lo que sucede, sucede objetivam ente.
E n lo que sucede, la su b je tivid a d posible está siem pre obje
tivam ente lim ita d a . Es personal, está ligada a un objeto deter
m in a d o . Lo que sucede es u n lo b o para lo que sucede. Lo que
sucede sig n ific a la devoración de lo que no es esa m ism a cosa
que sucede. E l lím ite no se da sino en la m edida en que la
co m u n ica ció n de u n sujeto a o tro es personal: donde una in
m anencia se opone a la propensió n de lo que sucede a re fe rir
cada cosa (que sucede) a sí m ism o, a su interés de cosa que
sucede. D e hecho, la com unicación supone d e s tru ir-o redu
c ir—una p a rticu la rid a d , el en-sí del ser p a rticu la r, ta l com o se
le saca el vestido a una m uchacha.
Lo que sucede nunca sale de lo que sucede si no p o r una
realización, p o r el triu n fo de la vo lu n ta d de suceder. Si no bus
camos triunfarhasta. el extrem o, quedamos bestialm ente ence
rrados p o r lo que sucede. Bestialm ente encerrados, de una ma
nera m u y lim ita d a , com o lo están los obtusos, los soldados,
279
G e o rg e s B a ta ille
que nunca sienten deseos de ir más allá, cada vez más allá. O
bien nos encerram os cristianam ente, negando en nosotros h
que sucede antes de haberlo concluido . N o es que si afirm am os
hasta el fin a l lo que sucede en nosotros vayamos a tener la fuerza
para lle va rlo al n iv e l de lo que no sucede. (N ietzsche, según su
expresión, es un “ h ip e r-cristia n o ” y no, com o se ha d icho, un
anim al que se sitúa p o r encim a del hom bre.)
La hu m a n id a d es el le n to pasaje, salpicado con la sangre y
el sudor de largos suplicios, de lo que sucede, que se apartó
p rim e ro com o a n im a lid a d de la pasividad m in e ra l, hacia lo
que no sucede.
E l a n im a l es la im agen de una im p o s ib ilid a d , de una
devoración sin esperanza im p lic a d a en lo que sucede.
E l h o m b re conserva d e n tro de sí, en la am bigüedad, la
im p o s ib ilid a d a n im a l. Se opone en sí m ism o a la a n im a li
dad, pero no puede realizarse después sino a c o n d ic ió n de
lib e ra rla . Puesto que la a n im a lid a d re p rim id a ya no es en él
lo que sucede. Lo que sucede es el hom b re re p rim ie n d o en sí
m ism o esos im p u lso s anim ales que antes fu e ro n lo que suce
de, bajo el aspecto de su im p o s ib ilid a d . Pero que se han
v u e lto , en o p o s ic ió n a lo que sucede hum a n o , lo que no suce
de, la nueva negación de lo que sucede.
E l saber se lim ita a lo que sucede y todo saber se disipa si
consideram os lo que no sucede. Sólo conocem os objetos, o su
jetos objetivados (personales). Si hablo ahora de lo que no suce
de, in tro d u zco lo desconocido, lo incognoscible para el discurso
cuyo sentido era s u s titu ir lo desconocido p o r lo conocido.
T odo lo que puedo saber de lo desconocido es que paso de
lo conocido a lo desconocido. H a y a llí un m argen abandona
do en el discurso. H a b lo del instante y sé que el insta n te efec
tú a en m í el pasaje de lo conocido a lo desconocido. E n la
m edida en que considero el instante, oscuram ente recibo el
280
M á s a llá d e la s e rie d a d
281
G e o rg e s B a ta ille
282
H e g e l, la m u e r te y e l s a c r if ic io 1
I. L A M U E R T E
283
G e o rg e s B a ta ille
284
H e g e l, la m u e r te y el s a c rific io
4 Op. c it., p. 54 8.
3 O p. c it., p. 57 3.
285
G e o rg e s B a ta ille
286
H e g e l, la m u e r te y el s a c rific io
287
G e o rg e s B a ta ille
288
H e g e l, la m u e r te y el s a c rific io
U n texto c a p ita l
289
G eo rge s B a ta ille
290
H e g e l, la m u e rte y e l s a c rific io
291
G e o rg e s B a ta ille
292
H e g e l, la m u e r te y el s a c rific io
293
Georges Bataille
11 K ojeve, p. 548.
294
H e g e l, la m u e rte y e l s a c rific io
II. E L S A C R IF IC IO
295
G e o rg e s B a ta ille
296
H e g e l, la m uerte y el s a c rific io
297
Georges B ataille
298
H egel, la m uerte y el sacrificio
299
Georges B ataille
300
H e g e l, la m u e rte y e l s a c rific io
301
Georges B ataille
302
H egel, la m u e r te y el sacrificio
303
Georges B ataille
304
H e g e l, la m u e rte y el s a c rific io
305
G eo rge s B a ta ille
306
H e g e l, la m uerte y el s a c rific io
307
G e o rg e s B a ta ille
308
H e g e l, la m uerte y e l s a c rific io
309
H e g e l » e l h o m b r e y l a h is t o r ia
310
H egel, el hom bre y la h isto ria
I- E L S O B E R A N O (O E L A M O ),
L A M U E R T E Y L A A C C IÓ N
311
Georges Bataille
312
Hegel, el hom bre y la h isto ria
313
Georges B ataille
314
H egel, el hom bre y la h isto ria
7 Las palabras entre c o m illa s están tom adas de u n célebre pasaje de H egel
sobre la m u e rte {Fenom enología d e l E s p íritu , tra d. H y p p o lite , t. I, p. 29;
cita d o p o r K ojéve, p. 5 3 8 -5 3 9 ).
8 James Frazer h a expuesto u n c o n ju n to de hechos (su pervive ncias actuales
o h is tó ric a m e n te c o n ocidas) que ate stigua n una d ifu s ió n bastante a m p lia ,
en tie m p o s re m o to s , de l s a c rific io de l soberano. L a o b ra más re cie nte de
G e o rg e s D u m é z il h a d e s p e ja d o lo s rasgos ge nerales de la s o b e ra n ía
in d o e u ro p e a : e l e s tu d io de m ito s , rito s e in s titu c io n e s de u n área lim ita d a
a p u n ta en el s e n tid o de u n d u a lis m o - r e lig io s o y m ilita r . Esa o b ra ha
re c ib id o c rítica s, y es c ie rto q u e sus resultados son sorpren den tes, que
e x tie n d e n el d o m in io de los c o n o c im ie n to s h is tó ric o s y, en u n p u n to
315
Georges B ataille
II. E L E S C LA V O Y E L T R A B A J O
316
H e g e l, e l h o m b r e y la h is to ria
317
Georges B ataille
318
H e g e l, e l h o m b r e y la h is to r ia
319
Georges B ataille
320
H egel, el hom bre y la histo ria
321
Georges B ataille
322
H egel, el hom bre y la h is to ria
III . E L F IN D E L A H IS T O R IA
323
Georges B ataille
324
H egel, el hom bre y la h isto ria
325
G e o rg e s B a ta ille
18 In tro d u c c ió n a la le c tu ra de H egel, p. 4 3 4 , n ° 1.
19 E n rigor, ya que es posible im aginar, después del fin de la historia, guerras y
revoluciones que n o agregan n in g ú n cap ítulo nuevo a lo que el ho m bre ya vivió .
20 V e r E l c a p ita l, L . I I I , cap. 48.
326
Hegel, el hom bre y la historia
21 P. 38 7.
22 Fenom enología d e l e s p íritu (L a n o ta n o es de K ojéve).
23 E n n o ta al pie, p. 3 8 7 -3 8 8 .
327
G eo rge s B a ta ille
328
H e g e l, e l h o m b r e y la h is to r ia
32 9
G e o rg e s B a ta ille
330
H e g e l, e l h o m b r e y la h is to ria
331
G e o rg e s B a ta ille
332
H e g e l, e l h o m b r e y la h is to ria
333
Georges B ataille
334
H e g e l, e l h o m b r e y la h is to r ia
335
Georges B ataille
336
_________________________ H e g e l, el h o m b r e y la h i s to ria
337
E l e r o t is m o o e l c u e s t io n a m ie n t o d e l ser
338
E l erotism o o el cuestionamiento del ser
339
G e o rg e s B a ta ille
340
E l e r o tis m o o e l c u e s tio n a m ie n to d e l ser
341
G e o rg e s B a ta ille
342
E l erotismo o el cuestionamiento del ser
343
G e o rg e s B a ta ille
344
E l erotismo o el cuestionamiento del ser
345
G e o rg e s B a ta ille
346
E l erotismo o el cuestionamiento del ser
una y otra. Pero aún resultaría insuficiente saber que ese juego
existe. E l co n o cim ie n to del erotism o o de la re lig ió n requiere
una experiencia personal, id é n tica y co n tra d icto ria , de la p ro
h ib ic ió n y de la transgresión.
Esa doble experiencia no es frecuente. Las imágenes e ró ti
cas o religiosas in tro d u c e n esencialm ente en algunos las con
ductas de la p ro h ib ic ió n , en otros, unas conductas contrarias.
Las prim eras son tradicionales. Las segundas tam bién son co
m unes, al m enos bajo la fo rm a de un re to rn o a la naturaleza
al que se o p o n d ría la p ro h ib ic ió n . Pero la transgresión d ifie re
del “ re to rn o a la naturaleza” : la transgresión levanta la p ro h i
b ic ió n sin s u p rim irla } A llí se esconde el secreto del erotism o,
a llí se encuentra al m ism o tie m p o el secreto de las religiones.
M e adelantaría al desarrollo de m i estudio si m e explayara
ahora sobre la p ro fu n d a co m p lic id a d entre el b ien y el m al.
Pero si es cie rto que la desconfianza (el incesante m o vim ie n to
de la duda) es necesaria para quie n in te n ta re fe rir la experien
cia de la que hablo, debe satisfacer en p a rtic u la r las exigencias
que desde este m om ento puedo fo rm u la r.
P rim e ro debemos decir que nuestros sentim ientos tienden
a darle u n g iro personal a nuestros puntos de vista. Pero es una
d ific u lta d general, y creo que es relativam ente sim ple exam inar
en qué coincide m i experiencia in te rio r con la de los demás y a
través de qué me hace comunicarme con ellos. U sualm ente esto
no se adm ite, pero el carácter vago y general de m i proposición
m e im p id e in s is tir sobre ella. La paso p o r alto: los obstáculos
considerables que se oponen a la com unicación de la experien
cia m e parecen de otra naturaleza: atañen a la p ro h ib ició n a la
que fundan y a la d u p licid a d de la que hablo: c o n cilla n aquello 1
347
G e o rg e s B a ta ille
348
E l erotism o o el cuestionamiento del ser
349
Georges B ataille
350
E l erotism o o el cuestionamiento del ser
351
G e o rg e s B a ta ille
352
El erotismo o el cuestionamiento del ser
353
G e o rg e s B a ta ille
354
El erotism o o el cuestionamiento del ser
35 5
G eo rge s B a ta ille
E l origen de m i método
356
E l erotismo o el cuestionamiento del ser
357
G eo rge s B a ta ille
358
E l erotism o o el cuestionamiento del ser
359
G e o rg e s B a ta ille
360
E l erotism o o el cuestionamiento del ser
361
Georges Bataille
fig u ra obje tiva de las funciones genéticas coincide más con ese
erotism o secreto que nos extravía en sus desplazam ientos.
362
E l erotism o o el cuestionamiento del ser
363
E l m u n d o e n q u e m o rim o s 1
364
E l m u n d o e n q u e m o r im o s
365
G e o rg e s B a ta ille
366
E l m u n d o e n q u e m o r im o s
367
Georges Bataille
36 8
E l m un do en que m orim os
36 9
G e o rg e s B a ta ille
370
E l m u n d o e n q u e m o r im o s
371
Georges Bataille
372
E l m u n d o e n q u e m o r im o s
373
G eo rge s B a ta ille
374
E l m u n d o e n q u e m o r im o s
375
G e o rg e s B a ta ille
376
E l e r o t is m o , s o s t é n d e l a m o r a l
377
G e o rg e s B a ta ille
378
E l erotismo, sostén de la m oral
379
G e o rg e s B a ta ille
* * *
380
E l erotismo, sostén de la m oral
* * *
381
G e o rg e s B a ta ille
* * *
* * *
382
E l erotismo, sostén de la m oral
383
E l p la n e t a a te s ta d o
384
E l p la n e ta a te s ta d o
38 5
G e o rg e s B a ta ille
386
E l p la n e ta a te s ta d o
387
L a p u r a f e lic id a d
S uicidio
388
L a p u r a f e lic id a d
Insom nio
389
G e o rg e s B a ta ille
* * *
390
L a p u r a fe lic id a d
391
G eo rge s B a ta ille
392
L a p u r a fe lic id a d
393
G e o rg e s B a ta ille
394
L a p u r a f e lic id a d
39 5
G e o rg e s B a ta ille
396
L a p u r a fe lic id a d
397
G e o rg e s B a ta ille
398
L a p u r a fe lic id a d
399
G eo rge s B a ta ille
2 Según las notas de las Oeuvres completes, los fragm entos e ntre corchetes apare
cen en el m a n u s c rito con la in d ic a c ió n “ n o pasar a m á quina” , p o r lo cual no
fig u ra n en la p rim e ra p u b lic a c ió n del ensayo. E l e d ito r francés consideró
im p o rta n te in c lu ir estos pasajes y c o m p a rtim o s ese c rite rio . (N . de T.)
400
L a p u r a fe lic id a d
* * *
3 A p a rtir de aquí, el e d ito r francés in d ic a que com ienza una serie de fra g m e n
tos que c o n tin ú a n e l ensayo y qu e n o fu e ro n pu b lica d o s o rig in a lm e n te .
Lleva n al m argen la an o ta c ió n “ no revisado” . (N . de T.)
401
G e o rg e s B a ta ille
L a alegría la m uerte
L a p u ra fe lic id a d
(n o ta s )
402
L a p u r a fe lic id a d
403
G e o rg e s B a ta ille
404
Z a r a t u s t r a y e l e n c a n t o d e l ju e g o
405
G e o rg e s B a ta ille
406
Z a ra tu s tra y e l e n c a n to d e l ju e g o
407
I
I
[
I
Í n d ic e
La v o lu n ta d de lo im p o s ib le ....................... 20
D io n iso s R e d iv iv u s ....................................... 27
T ó m e lo o d é je lo ............................................ 58
La ausencia de D io s ...................................... 67
Postulado in ic ia l............................................ 70
M a rc e l P roust 79
La fe lic id a d , el erotism o y la lite ra tu ra ............ ............. 82
S o c io lo g ía .............................................................................. 152
E l s o b e ra n o ..............................................................................227
E l n o -s a b e r...............................................................................245
Sade, 1 7 4 0 -1 8 1 4 ....................................................................267