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Reflexiones in bellum
Una mirada al Derecho Internacional
Humanitario
Paula Palanco Ló pez
Introducció n 3
Contextualizació n 3
Temas y problemas 5
Conclusió n 9
INTRODUCCIÓN
Cuando los tambores hablan, las leyes callan (Cicerón).
Sin embargo, también desde antaño, se vienen intentando frenar los nocivos
efectos de la guerra, limitando la violencia en la mayor medida posible. Desafiando a
los tambores que menciona Cicerón, existe una rama dentro del Derecho Internacional
que trata de poner límites al horror de la guerra; el llamado Derecho Internacional
Humanitario, ius in bellum.
Aclarar, antes que nada, la conceptualización emic y etic. Una descripción emic
es una descripción en términos significativos (conscientes o inconscientes) para el
agente que la lleva a cabo, mientras que la etic se realiza en términos analíticos. Esto
quiere decir que, en un caso concreto como es el que nos ocupa, la perspectiva etic es la
más teórica, la del Derecho Internacional Humanitario como herramienta escrita, pero
no en su uso sobre el terreno. Ello daría lugar a una perspectiva más emic, que surge al
dotar de significado los postulados de esta rama del Derecho Internacional; al aplicar
estos principios a un caso concreto de interpretación y comportamiento que lleve a cabo
un actor determinado.
CONTEXTUALIZACIÓN
Como se menciona en el texto, el DIH tiene una serie de antecedentes históricos,
un amplio abanico que va desde la época sumeria y Hammurabi hasta la India en el año
400 a.C. Sin embargo, la verdadera época del surgimiento del DIH fue el siglo XIX,
desarrollándose a partir de la observación del sufrimiento de las personas implicadas en
TEMAS Y PROBLEMAS
Un análisis del Derecho Internacional Humanitario en profundidad puede dar
lugar a un nutrido grupo de reflexiones, problemas y retos a plantear. En este texto la
necesaria selección se ha efectuado en base a los que fueron comentados en clase,
saliendo a colación, espontáneamente o no, en el debate relativo al texto “Derecho
Internacional Humanitario” de Luis Ángel Benavides Hernández.
Cabría preguntarse qué significan exactamente para las sociedades tanto uno
como el otro, ya que su cumplimiento depende exclusivamente de acuerdos y tratados
(que, en última instancia remiten a la buena voluntad de los Estados). No existe un
mecanismo de coacción real que pueda obligar a las potencias a cumplir con lo
estipulado en estos pactos. Por ello, aunque los Derechos Humanos tienen una gran
Esta propaganda de la guerra, sea expedida por el canal que sea, es determinante
a la hora de recibir el apoyo popular necesario para embarcarse con éxito en un
conflicto bélico y, en general, está basada en una “demonización” del país enemigo y,
por tanto sus ejércitos y habitantes (haciendo referencia a un escenario de conflicto
internacional aunque, como es lógico, esto ocurre en cualquier tipo de conflicto). No es
posible abogar por la utilización de violencia hacia un grupo humano a menos que se
legitime de alguna manera, y esta propaganda lleva a cabo esa labor de convicción y
legitimación, así como de ensalzamiento del propio ejército y de los motivos
particulares del país para entrar en liza. La deshumanización del contrario va de la mano
con esto.
El problema que aquí surge con respecto al DIH es que gran parte de las
indicaciones y puntos a tratar de éste hacen referencia al trato humano y con respeto,
intrínsecamente contrario a las consecuencias que suele originar la propaganda del odio
contra la población. Porque, ¿cómo es posible tratar con respeto y humanidad a los
prisioneros de guerra en una situación violenta cuando ha existido este proceso de
convicción de que éstos son “el malvado enemigo”? En caso de ser posible esta re-
humanización… ¿no deslegitimaría esto la guerra? Estas son cuestiones sin una
respuesta fácil, ya que, en la práctica, las situaciones de guerra son incontrolables e
impredecibles.
Hay un punto claro del que no existen discrepancias: esta regulación, desde una
perspectiva aplicada a la realidad, no pasa de ser prácticamente una ilusión. Pero en un
plano puramente teórico, las implicaciones no son nada desdeñables. Es innegable que
un control del qué se dice podría incluso evitar llegar al conflicto, evitando la
legitimación de la violencia contra el país contrario, pero no sin comprometer
íntimamente la libertad de expresión, que se encuentra contemplada como un derecho
Esto no quiere decir que no sea necesario plantear la posibilidad de llevar a cabo
revisiones y mejoras en el DIH, ya que la evolución de la sociedad en su conjunto y de
los agentes internacionales no se detiene y plantea nuevos retos. Retos que han de ser
incorporados al DIH, como ocurre con los nuevos tipos de conflictos, entre ellos, los
derivados de la guerra contra el terrorismo. En el texto se propone la
complementariedad e interrelación de las distintas ramas del Derecho Internacional
General a la hora de solventar estos nuevos retos, que de alguna manera rompen el
molde de concebir el mundo como un conjunto de Estados, ya que se demuestra la
existencia de actores internacionales no estatales, grupos organizados con influencia
más allá de las fronteras de un país que han obligado a reconsiderar la definición de
“conflicto armado internacional”.
Hay otro apunte aparte de las consideraciones anteriores con respecto al DIH, y
es una llamada de atención acerca de un tema que podría pasar desapercibido de otro
modo. En gran parte de los artículos que componen el DIH hay una mención específica
a las mujeres en los conflictos, particularmente al “honor”. En el contexto de la época
en la que se promulgó este Derecho, esto tiene sentido, pero hoy en día puede resultar
extraño e incluso poco conveniente a los ojos de la lucha feminista por la equidad entre
hombres y mujeres, apareciendo como una postura paternalista y arcaica. Las mujeres
no dejan de estar dentro de la categoría de “personas”, y el honor se encuentra incluido
en la integridad personal, no encontrándose desligado de ella.