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Pilar Piqué
1 En este sentido, no interpretamos a las tres teorías generales como “las teorías de Levin” pues hablar de “la teoría de
un autor” es un sinsentido valiéndonos del concepto de teoría en el que nos encontramos trabajando.
2 Algunas nociones sobre la conexión entre la teoría económica y su historia pretérita aparece también en Leijonhufvud,
(2006, 1-2), Samuels et al (2003, 497-499), Blaug (1997), Screpanti y Zamagni (2005), Roll (1969) y Myrdal (1955, x),
Negishi (2014, xi), entre otros: “In actual fact we cannot pretend to understand completely, or even to define logically, the
economic-political speculation of recent times except in the perspective of historical evolution” (Myrdal, 1955, x). Hegel
(1977) dedicó específicamente la primera parte de sus “Lecciones sobre la historia de la filosofía” a argumentar la relación
inextricable entre los conceptos de filosofía y de historia de la filosofía.
1
eludir ni responder y que comienzan a revelar las tareas teóricas de una nueva y tercera
teoría más comprehensiva3. El agotamiento de las dos primeras teorías, que constituyen
lo que llamaremos Economía Política Abstracta es, aunque suene paradójico, el triunfo de
esas dos teorías, pues significa que han brindado todo el contenido teórico en ellas
posible. Las teorías, que como ya hemos mencionado son productos de carácter social
general e histórico que se descubren retrospectivamente, no nacen o solamente tienen
como fuente los tropiezos lógicos de teorías anteriores. Otra de sus fuentes ineludibles es
el pensamiento común, elaborado a partir de nociones de la vida práctica, que en general
anticipa, aunque inacabadamente, los problemas que la teoría luego propugnará resolver
mediante el desarrollo del concepto. Cada una de sus fuentes ocupa un papel y un
momento determinados en el desarrollo de aquel.
3 Este concepto de agotamiento de una configuración teórica toma como fuente de inspiración la primera frase del
primer prólogo de La Crítica de la Razón Pura de Immanuel Kant (2007, 5): “La razón humana tiene, en un género de
conocimientos, el singular destino de verse agobiada por preguntas que no puede eludir, pues le son planteadas por la
naturaleza de la razón misma, y que empero tampoco puede responder, pues sobrepasan toda facultad de la razón
humana”.
2
material que le da forma a los productos, convencionalmente llamado “producción”) (al
respecto, ver Levin (2003)). Solo constituye entonces un objeto en donde las condiciones
iníciales, al momento de abrirse el mercado, están definidas por un stock social total de
bienes disponibles, una distribución de ese stock entre los distintos homo mercators, y un
conjunto definido de patrones de comportamiento, gustos y preferencias de estos5. La
pregunta que, dadas esas condiciones iniciales, no se puede eludir ni responder es
precisamente el proceso autónomo de determinación de los precios, pues este está
definido de antemano por aquellas.
5 Una cita que, con una pedagógica y sintética analogía, inspira ese objeto que Levin (2012) reestructura como la primera
teoría es la expuesta por Patinkin (1965, 1): “The distinguishing mark of an Exchange economy is the absence of production.
That is, the goods available in this economy are produced in fixed quantities by extraneous forces which then arbitrarily and
gratuitously distribute them among the individuals of the economy. Correspondingly, the sole economic problem of an
exchange economy is the optimal redistribution of these goods among the various individuals. This is not quite as restrictive
as it first sounds; for included among these goods are the personal services of the individuals themselves, and -in view of the
possibility of leisure- the amount of these services can vary…For simplicity, it is assumed that time in this economy is divided
onto discrete, uniform intervals called the «week». Each individual begins Monday morning of any given week with an initial
collection of goods which, like the manna of the Children of Israel, has descended upon him «from the heavens» during the
preceeding night”.
3
la idea de que “unos ganan lo que otros pierden”6. La exigencia de la igualación de las
tasas de ganancia se logra solamente a costa de la muerte de las empresas de capital,
debido a que sus respectivas tasas de ganancia individuales sólo pueden igualarse en
cero.
Las preguntas que no se pueden eludir ni responder en la Primera Teoría no son tomadas
como defectos sino como virtudes, pues preparan el terreno para una teoría más
comprehensiva. La Segunda Teoría (que permite organizar retrospectivamente el
contenido teórico de las obras de autores tan similares como diversos como Smith,
Ricardo y Marx7) constituye el esfuerzo teórico por explicar el proceso de reproducción
capitalista, que comprende al proceso de transformación técnico-material y al mercado, ya
con los dos conceptos legados de esa primera teoría: la noción de equilibrio de mercado y
la noción de rotación de capital. La misión será entonces explicar el comportamiento de
los productores de mercancías una vez que se determinó el equilibrio general mercantil,
cuando deben decidir, sobre la base de los precios resultantes y de la magnitud relativa
de esfuerzos individuales expresados en dinero para producir cada una de esas
mercancías, qué mercancía producirán y llevarán a la próxima ronda de mercado. En esta
teoría, al igual que la primera, se reduce el mundo económico a la Sociedad Civil, es
decir, se concibe a la relación mercantil como una relación voluntaria, entre hombres
libres e iguales, donde no puede imponerse una voluntad individual sobre otra. La
contraparte de la Sociedad Civil (reino del egoísmo universal) es el Estado Moderno,
entendido como la encarnación suprema del interés común y la voluntad general8. La
premisa de la Sociedad Civil es una condición sine qua non dado las dos primeras teorías
procuran exponer leyes autónomas generales que gobiernan el equilibrio del sistema
económico, que no podrían existir si las condiciones de intercambio estuvieran
determinadas única y aisladamente por voluntades singulares9. El derrumbe teórico e
6 Dicha noción fue bautizada por Steuart (1767, 140) como ganancia relativa en contraposición a la ganancia positiva
“Relative profit, is what implies a loss to somebody, it marks a vibration of the balance of wealth between parties, but implies
no addition to the general stock”.
7 Nos referimos especialmente a los pasajes de sus respectivas obras en donde abordan la noción de valor.
8 Tomamos las nociones de Sociedad Civil y Estado Moderno de La Filosofía del Derecho de Hegel (1955).
9 “The 'natural laws' of this self-regulating economic order was the dominating concern of classical political economy to
enunciate … it was viewed in terms of market forces establishing certain 'natural values' by dint of the operation of
competition upon supplies and upon demand. Such 'natural values' then became a term of comparison, or norm, with which
all' artificial prices', established by interferences and obstacles in the shape of legal regulations, "exclusive privileges of
4
histórico de estas nociones será determinante a la hora de comprender la estructura de la
Tercera Teoría.
corporations, statutes of apprenticeship" and monopolies, could be contrasted and exposed. 'Market price', on the other
hand, dependent on particular and ad hoc configuration of supply and demand at any given time and place ("regulated by the
quantity which is actually brought to market and the demand of those . . . who may be called the effectual demanders")
tended, when conditions of freedom allowed, towards the 'natural' level in the course of time” (Dobb, 1975, 43).
10 “Normal value can be defined either as some kind of average of exchange values at different times and places, or as that
exchange value which would prevail in the absence of certain specified disturbances. These two definitions can be combined
into one by the theory that, in the long run, normal value in the first sense is independent of random disturbances. These are
still perfectly unobjectionable definitions of normal value. As long as we do not read something metaphysical into them, we
are just dealing with averages of actual exchange values or with exchange values which would, hypothetically, prevail in
certain specified conditions. But his is not the way people looked at the matter. There has always been a tendency to endow
the real world with animistic properties and even today we are tempted to give quite a different meaning to the "normal"”…“In
earlier times, value was occasionally conceived as some intrinsic quality of commodities, a kind of force or even an
immaterial substance. But when the writers attempted to explain the connection between this inherent quality and exchange
value, they paid little attention to the naive theory of force or substance. Nevertheless, this theory has remained latent and
continues to influence arguments as a tacit assumption” (Myrdal, 1955, 59).
5
de incumbencia los conceptos de Ciencia y de Filosofía. Sí cabrán, por su parte y en sus
propios términos, contradicciones lógicas internas. Posiblemente la más famosa surge en
el afán por conciliar la ley del valor mercantil con la ley de igualación de las tasas de
ganancia en términos de valor11. Esto último deja entrever el propósito (siempre tenaz
por ser teórico) de sostener consecuentemente las leyes de equilibrio y la prevalencia de
la homogeneidad de las empresas de capital. Esas contradicciones lógicas internas serán
tarea teórica para la Tercera Teoría, que legará de la segunda los conceptos de valor y
plusvalor y los reelaborará en el marco de la constitución de leyes de transformación
histórica.
11 “…excepto si son o bien C=0, o bien G=0, es imposible lógicamente que se igualen las tasas de ganancia en todas
las ramas y a la vez las mercancías se intercambien en sus valores. C=0 no carece de sentido lógico, pero sí de interés
para el estudio del proceso de valorización del capital: implicaría empresas verticalmente integradas o trabajadores que
aplican sus manos desnudas sobre la naturaleza virgen. En cuanto a G=0, recuérdese cómo implosionó K1” (Levin,
2012, 285).
12 Nos referimos a los pasajes bosquejados al respecto en el primer capítulo del primer tomo de su obra cumbre, El
Capital. Crítica de la Economía Política (Marx, 1995).
6
iguales que intercambian sus respectivos productos y que, para tal fin, necesitan de un
“instrumento facilitador del intercambio”. Dicho instrumento es una mercancía que,
resultado del consenso social, pueda oficiar de medio de cambio de modo de facilitar el
trueque de todas las mercancías necesarias para satisfacer las necesidades de cada
homo mercator. Tal era, en definitiva, la noción científica convencional acerca del (origen
del) dinero reconstruida en este contexto teórico13. Pero es posible redescubrir que Marx,
mediante un pasaje de una sencillez asombrosa (la forma simple del valor), revierte esa
noción común de mercancía y dinero hasta convertirla en su contrario. En una relación
simple entre mercancías, en el acto en el que una mercancía decide ofrecerse, es decir,
indicarle al mundo de las mercancías cuánto vale, está anticipando una relación que ya no
es ni voluntaria, ni entre libres ni iguales. Pues, por ejemplo, si un celular se ofrece y le
comunica al mundo de las mercancías que vale una computadora, la relación que
ocuparán el celular y la computadora serán diferentes. El celular será potencialmente
cambiable (es decir, se cambiará por la computadora solo si la computadora acepta ser
intercambiada por él) y la computadora será directamente intercambiable (podrá
cambiarse inmediatamente por el celular con solo ofrecerse). Esta relación polar anticipa
la génesis del dinero, pues la computadora, producto de su intercambiabilidad directa es,
en germen, dinero. Es, a su vez, una antimercancía, es decir una mercancía que rompe
con las premisas de ser una relación voluntaria, libre y entre iguales resumida en la figura
de la Sociedad Civil.
La génesis del dinero marxiana es reinterpretada por Levin (1997) como la diferenciación
de la mercancía y la pista conceptual para desarrollar un proyecto de teoría que
trascienda el horizonte teórico de las dos primeras (luego de haber desarrollado todo el
contenido teórico de estas). Pues este descubrimiento revierte las premisas de esas dos
teorías generales de la Economía Política (la Economía Política Abstracta): ya no es
posible concebir a la mercancía tal como era concebida por aquellas, sino como una
relación de poder autotransformativa que disuelve las premisas de la Sociedad Civil (reino
del egoísmo universal donde no está presente el poder político) y del Estado Moderno
(reino del interés general y la voluntad común que no está regido por intereses
13 La distinción entre dinero y moneda no cabe en los contornos conceptuales de las dos primeras teorías, en tanto se
circunscriben a la sociedad civil y no contemplan la figura del Estado nacional (necesaria para la existencia de las
monedas de curso legal). Algunos aspectos de la noción de moneda y de la jerarquía de monedas nacionales
concebidos como parte de la Tercera Teoría puede encontrarse en Piqué (2016a).
7
particulares). La diferenciación de la mercancía es el germen de la diferenciación del
capital, un proceso que rompe con la noción de homogeneidad de las empresas de capital
y que concibe una jerarquía de empresas de capital donde unas, valiéndose de su
sistemática capacidad de innovar, planifican a otras. La pregunta relevante de este
proyecto de Tercera Teoría no es ya cuáles son las leyes autónomas (no planificadas)
que gobiernan los procesos “económicos” (la sociedad civil) sino “quién planifica a quién”
(Levin, 2004, 4), cuál es la estructura dinámica de planificación (dominación) del sistema
capitalista y cuáles son las condiciones teóricas e históricas para prefigurar una estrategia
de transformación histórica que posibilite la realización de los ideales modernos
(resumidos en el concepto de civilización), anunciados en el escenario de las revoluciones
burguesas pero no concretados a lo largo del desarrollo del sistema capitalista.
Las consecuencias del concepto de diferenciación del capital suponen una reorganización
de los hasta entonces conceptos básicos (o fundamentales) de la Economía Política,
incluido el propio concepto de Economía Política, o, en otras palabras, el concepto que la
Economía Política tiene de sí. Dicha reorganización significa y exige el desarrollo de
nuevas distinciones terminológicas, que delineen el novedoso terreno teórico a ser
explorado. En lo que atañe al concepto de Economía Política, se torna necesario
distinguir, valiéndose primeramente de adjetivos calificativos, la Economía Política
Abstracta de la Economía Política Concreta.
14 Un ejemplo de una realidad no existente lo constituyó el “Tercer Estado” en la víspera de la Revolución Francesa. “Le
plan de cet écrit est assez simple. Nous avons trois questions à nous faire.
8
La Economía Política Abstracta, como mencionáramos anteriormente, describe una
sociedad civil libre de relaciones de poder y una sociedad política libre de intereses
particulares. La Economía Política Concreta, por su parte, concibe a la planificación
capitalista como una relación de poder entre las empresas de capital (que no se
relacionan ya jurídicamente vía contratos perfectos sino por medio de contratos de
adhesión) y una sociedad política (resumida en el conjunto de las instituciones “públicas”
existentes) permeadas por intereses particulares de empresas de capital, que no logran
por eso satisfacer las misiones originales que les dieron nacimiento15. El caso más
retumbante es el de la figura del Estado capitalista existente, que no se corresponde con
la ficción analítica de Estado Moderno: no es el ámbito de la realización plena del interés
común y la voluntad general libre de intereses particulares, no es universal (sino
circunscripto a las fronteras políticas convencionales) y no es plenamente democrático.
No es plenamente democrático no solo porque está dirigido por intereses de empresas de
capital sino asimismo porque, en ese marco, en la mayor parte de los casos está
gobernado por una estructura política de democracia indirecta en la que el representado
solo decide en el momento del voto y el representante, una vez asignado, no está
obligado a responder ante ningún compromiso. De hecho, no asume verdaderamente
ningún compromiso concreto, plasmado en un programa, sino simplemente enumera
meras promesas de campaña aisladas y abstractas. En este marco, la planificación
democrática transicional nace en la teoría económica como un concepto (entendido en su
acepción de acción y efecto) que apunta a realizarse como una institución a la vez
económica, histórica y política, viable y a la vez democrática estructurada sobre la base
de un mandato revocable, vinculante y concreto. Lo que lo hace concreto es el plan; de
allí la centralidad de crear un nuevo concepto de planificación.
15 Escribimos en este contexto “públicas” porque consideramos que el panorama que deja a su paso la diferenciación
del capital exige reelaborar la distinción otrora tajante entre lo “público” o “privado”, pariente directa de la distinción entre
Sociedad Civil y Estado Moderno. La alusión a lo “público” supone (y, cada vez más, significa una petición por) la
ausencia de los irreversiblemente crecientes intereses particulares en aquellas instituciones administradas por los
Estados existentes (por ende, “pertenecientes” a todos los ciudadanos de aquel).
9
primeras teorías este tipo de leyes se saben naturalmente científicas. Pues así como
dijéramos que la Economía Política Abstracta ilustra retrospectivamente una fase en la
que la Economía Política se quiere como disciplina independiente que rinde cuentas solo
con ella misma, también permite estampar una época en la historia de la cultura
capitalista en la que la ciencia se centra en sus distintos campos conceptuales en la
búsqueda de leyes generales autónomas de equilibrio, a la usanza de las leyes
newtonianas.
16 Châtelet (1999, 1), define a la historia como una “totalidad dinámica irreversible y significativa”.
10
distintas formas de vida económica desarrolladas a lo largo de la historia humana, incluido
el desarrollo de las instituciones históricas; la Praxiología, centrada en el estudio genérico
de la sociedad humana y sus culturas técnicas; la Etología (como interfase entre las
llamadas “Ciencias Sociales” y “Ciencias Naturales”), que es una rama de la Biología que
se ocupa de las culturas, especímenes y poblaciones animales; y la Ecología Evolutiva,
que ubica a la historia humana en el marco del desarrollo de la historia natural.
17 Tomamos de Ernst Cassirer la intuición, vista en retrospectiva como no acabadamente desarrollada por el autor (ver
Skidelsky (2011) para una aproximación a las razones de su carácter inconcluso), de que el objeto de la Filosofía es la
cultura (humana) (Cassirer, 1971).
11
progresivamente estériles otros sistemas de organización de la experiencia como la
metafísica, la teología, las religiones monoteístas, o el variadísimo espectro de religiones
arcaicas.
12
NOTA SOBRE LA CONFORMACIÓN DE LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO
ECONÓMICO COMO DISCIPLINA FRAGMENTADA.
Pilar Piqué
La discusión acerca de los momentos de las obras pasadas que los libros de texto
consideran como “económicos” (o como parte de la Historia del Pensamiento Económico)
nos exige explorar sintéticamente el problema de la presencia de varias fracturas en el
campo de la ciencia oficial en la actualidad. Una de esas fracturas se evidencia en la
separación que se asume habitualmente entre la “Economía”, las “Ciencias Sociales” y las
“Ciencias Naturales” (otrora llamadas Economía Política, Filosofía Moral y Filosofía
Natural, respectivamente). Pero también se revela en el estatus que adquirió la Filosofía,
que pasó a convertirse en una disciplina más del mundo académico y abandonó su papel
de “madre de las ciencias” y de cuestionadora permanente de la totalidad de los
conocimientos existentes de su tiempo. Asimismo, se observa en el peso que fue
perdiendo el cultivo de la historia de la ciencia y de la filosofía como condición necesaria
para la producción de conceptos científicos y filosóficos.
18 Al respecto, Rothschild (2001) señala: “some of the disputes of the late eighteenth century are important, in the twenty-
first century, because they are also our own disputes. They are not disputes which are repeated over time, or which can
illuminate our times. They are our disputes. They are part of our historical context, as much as of the context of the past”
(Rothschild, 2001, 47-48); “economic thought of the late eighteenth century, including thought about the disposition of
enlightenment, can indeed cast light on present disputes, in political theory, in political economy, and in politics” (Rothschild,
2001, 50).
13
el propio campo de la Historiografía del Pensamiento Económico (y de la Ciencia
Económica) en el último siglo en relación a algunos siglos atrás.
El pensamiento ilustrado del siglo XVIII, llamado a sí mismo filosófico, intentó reunir los
grandes avances de la llamada “revolución científica” de los siglos precedentes y de otras
instituciones que la cultura burguesa fue creando a lo largo de largos siglos en pos de
prefigurar las condiciones necesarias para asegurar su viabilidad histórica. Así, en
vísperas de grandes cambios históricos, fue el canalizador de un propósito promisorio:
forjar un compendio de todos los conocimientos relevantes de su época que resultara no
sólo en una imagen armoniosa del mundo sino que se plasmara en la posibilidad de una
acción de conjunto coherente, que realizara el conocimiento como sabiduría19. Ese
compendio era concebido como el resultado de una crítica (desarrollo) de los intentos
precedentes por lograrlo, lo que significaba que la Filosofía debía contener a su propia
historia. Con las siguientes y respectivas palabras podemos encontrarlo resumido por
Immanuel Kant y Georg W. F. Hegel:
19 Una cita para nosotros inspiradora y reveladora acerca de la necesidad humana de imprimirle coherencia e integración a
su conocimiento la encontramos en Schrödinger (1992, 1): “A scientist is supposed to have a complete and thorough of
knowledge, at first hand, of some subjects and, therefore, is usually expected not to write on any topic of which he is not a
life, master. This is regarded as a matter of noblesse oblige. For the present purpose I beg to renounce the noblesse, if any,
and to be the freed of the ensuing obligation. My excuse is as follows: We have inherited from our forefathers the keen
longing for unified, all-embracing knowledge. The very name given to the highest institutions of learning reminds us, that
from antiquity to and throughout many centuries the universal aspect has been the only one to be given full credit. But the
spread, both in and width and depth, of the multifarious branches of knowledge by during the last hundred odd years has
confronted us with a queer dilemma. We feel clearly that we are only now beginning to acquire reliable material for welding
together the sum total of all that is known into a whole; but, on the other hand, it has become next to impossible for a single
mind fully to command more than a small specialized portion of it. I can see no other escape from this dilemma (lest our true
who aim be lost for ever) than that some of us should venture to embark on a synthesis of facts and theories, albeit with
second-hand and incomplete knowledge of some of them -and at the risk of making fools of ourselves. So much for my
apology”.
14
En esto consiste la actitud y la actividad de nuestra época y de cualquiera otra: en
asimilarse la ciencia existente y formarse a la luz de ella, desarrollando con ello esa
misma ciencia y elevándola a un plano superior. Al apropiárnosla, hacemos de ella
algo nuestro, que no es ya lo que antes era. En esta peculiar acción creadora, que
consiste en tomar como premisa un mundo espiritual existente para transformarlo al
asimilarlo, va implícito aquello que decíamos de que nuestra filosofía sólo puede
cobrar existencia, esencialmente, en relación con la que la precede y como un
resultado necesario de ésta (Hegel, 1977, 10, subrayado PP)21.
Pero esa aspiración se quebró poco tiempo después de ser anunciada al calor del
desarrollo histórico del capitalismo industrial22, que significó la progresiva decadencia de
las promesas de las instituciones modernas: la Sociedad Civil como reino del egoísmo
universal y la libre voluntad; el Estado Moderno, como el reino del interés común y la
voluntad general, la Universidad, como la casa de la ciencia; y la Filosofía, como madre
de las ciencias (Levin, 2014). De ese modo, paulatinamente en el siglo XIX y con mayor
vigor en el siglo XX, se abandonó la aspiración de reunir de manera coherente la totalidad
del conocimiento humano. La Filosofía dejó de ser esa atmósfera en la que sólo puede
vivir la ciencia, ese pasaporte a la “mayoría de edad” histórica, para convertirse en una
disciplina especializada, en una “profesión” (Danford, 1990, 3).
La Filosofía, en esta actitud [la del siglo XVIII, PP], no significa ya un campo
especial de conocimientos que se colocaría junto o por encima de los principios del
conocimiento natural, jurídico, político, etc., sino que es un medio omnicomprensivo
en el que estos principios se forman, se desenvuelven y se asientan. No se separa
de la ciencia natural, de la historia, de la jurisprudencia, de la política, sino que
constituye su soplo vivificador, la atmósfera en la que únicamente pueden alentar y
vivir (Cassirer, 1984, 11, subrayado PP)23.
20 Podemos reconocer retrospectivamente un remoto anticipo inconcluso de esta intuición en la obra de Sócrates (relatada
en los diálogos platónicos), quien apostaba a que la Filosofía le enseñara a ser un buen ciudadano. Un sintético relato sobre
el legado filosófico de ese autor se encuentra en Cornford (1932).
21 De la obra hegeliana, Avineri (1968, 5) extraería la siguiente conclusión “If the rational is the actual, if philosophy is 'its
own time apprehended in thought' [como reza Hegel en la “Filosofía del derecho”, PP], every philosophical critique becomes
simultaneously an immanent social criticism of the historical present. Philosophical discussion becomes a social debate”.
22 Una exposición seria de las razones de ese quiebre corresponde a una investigación mayor que la emprendida en la
presente Tesis. A los fines de la investigación plasmada en este escrito, como señalaremos, nos interesan especialmente
las consecuencias de aquel quiebre en el campo de la ciencia económica y de su historia.
23 Inspirado principalmente en la empresa filosófica hegeliana dice Adorno (1977, 67): “Deberíamos definir a la filosofía
como el movimiento del espíritu cuya intención propia es la verdad, pero sin imaginarse que pueda poseerla como algo
disponible en enunciados aislados o en cualquier configuración inmediata”.
15
There is nothing original in the observation that philosophy -once the queen of the
sciences- has been reduced to a pathetic state of irrelevance in the contemporary
academy and indeed in the contemporary world. A review of A. J. Ayer's Philosophy
in the Twentieth Centuy, for example, begins with the observation that today
"thinking people who are not themselves philosophers -that is to say nearly all
intellectuals- pay almost no attention to the subject”. The reviewer suggests that this
has something to do with the increase of what he calls "technical rigor" in philosophy,
caused by philosophers' attempts to be more "professional," and concludes that
probably "philosophy can be either professionally competent or socially significant
but never both at the same time". The increasingly sterile and technical concerns of
academic philosophers today have not been forced upon them, however. Why is it
that "the big questions regarding the world of human affairs are simply not being
asked, let alone answered, by professional philosophers"? (Danford, 1990, 3,
subrayado PP).
Por su parte, la Filosofía Moral y la Filosofía Natural, entendidas en el siglo XVIII como
facetas de una misma unidad en la que se revelaba la actividad filosófica, se convirtieron
en los siglos subsiguientes en dos personas casi desconocidas una de la otra. Fueron
rebautizadas como Ciencias Sociales y Ciencias Naturales y se subdividieron,
respectivamente, en subdisciplinas variadas; cada una de esas subdisciplinas se
desentendió en términos generales de su historia teórica, usualmente más abarcativa
conceptualmente que ella misma (Redman, 199, 103)24.
It is an astounding fact that historians of science rarely explain natural and moral
philosophy, even though they are the forerunners of modern science and were
distinct enterprises in themselves. In the seventeenth century no distinction was
made between the terms science and philosophy; one term stemmed from Latin, the
other from Greek, and both referred to systematic inquiry. An inquiry into the material
world of nature was called natural philosophy; into the workings of the mind, mental
philosophy; and into human action, moral philosophy. Although the word science is
old—meaning general knowledge and carrying the negative connotation of an
"ignoble Americanism" in England as late as 1890 — we forget how modern the term
scientist, first coined by Whewell in 1833, is. At approximately the same time, the
expression social science first came into common usage and the philosophy of
science emerged as a distinct area of discourse (Redman, 1997, 103, subrayado
PP).
24 La siguiente cita de Knud Haakonssen, revela cómo está incorporada y aceptada la separación entre los “historiadores
de las ideas” y los “filósofos” incluso en autores estudiosos del pensamiento científico y filosófico del siglo XVIII: “A clear
distinction between the validity of a conclusion given certain premises and the truth of the argument as a whole is to be
maintained here. The argumentative possibilities open to Locke, given his theological premises, and thus the connection
between these premises and say, his theory of right is the business of the historian of ideas; the truth of the whole
proceeding is a matter for the philosopher” (Haakonssen, 1996, 13).
16
El estatus de “científico” lo ganó el conocimiento disciplinario, en sobrados casos
tecnificado, celoso de métodos preestablecidos garantes de “la evidencia”, y, en
numerosos casos, ávidos de lograr “inmediata aplicación industrial” para algunas
empresas de capital y tajantes a la hora de expulsar fuera de su terreno a los aspectos
éticos, políticos y estéticos que otrora cabían dentro de sus dominios (Skidelsky, 2006).
Estos aspectos expulsados del dominio de la ciencia pasaron a ser cooptados por
corrientes autoproclamadas contrarias a la razón, que no sólo penetraron en el “mundo
académico” sino, con un vigor avasallador, alimentaron las opiniones del “mundo político”
de los Estados nacionales, donde sólo los que cuajaron dentro de los progresos de la
planificación capitalista ostentaron visos de carácter moderno (Piqué, 2016a)25. La
actividad de investigación en la universidad y en organismos extrauniversitarios nacientes,
por su parte, se acomodó paulatinamente a esa nueva dirección. La Universidad que,
sobre la base del proyecto ilustrado del XVIII soñaron Humboldt y tantos otros
trabajadores de la Ciencia y de la Filosofía, concibiéndola como una institución autónoma
(libre de toda tutela) productora de conocimiento universal, se encaminó a convertirse
también en un eslabón de la producción de innovaciones tecnológicas. Esto supuso para
ella, en muchos casos, someterse a un proceso de creciente tecnificación (Larence, 2016;
Rikap, 2015)26.
25 Una valiosa reseña de la pugna entre las corrientes positivistas e irracionalistas desde finales del siglo XIX y en el
transcurso del siglo XX y de su presencia en la vida política de la primera mitad de este último siglo se encuentra en el
recién citado libro de Edward Skidelsky (2011): Ernst Cassirer. The last philosopher of culture.
26 Un testimonio de esta transformación lo describe Peter Lawrence (2016, 617, subrayado PP): “In our 50 years, we have
both seen much evolution in the substance, conduct, and style of research. Some of these many changes have proved
disastrous to the life of scientists and to science itself. It is not to say there has not been progress, of course there has, but
this has been accompanied by an insidious corruption of the practice of research. As a consequence, the near-romantic spirit
of adventure and exploration that inspired young scientists of my own and earlier generations has become tarnished and
almost extinguished. Now, many of us feel beleaguered by bureaucrats and by politicians: they affect our lives profoundly,
apparently without an understanding of the way discoveries are made or of the nature of science itself. The core purposes of
17
La Economía Política oficial no fue ajena a esas transformaciones. Fue, más bien, un
epifenómeno de estas. Nacida en un medio filosófico, al calor del divorcio de ese cuerpo
se fue convirtiendo en una ciencia autoproclamada autónoma que progresivamente
rehuyó a la misión de formular teorías generales del sistema capitalista en su conjunto.
Cambió su nombre a “Economics”, se subdividió en una gama abigarrada de
subdisciplinas, se profesionalizó, tecnificó y expulsó de su dominio a aspectos históricos,
éticos y políticos. Éstos fueron reabsorbidos por corrientes económicas usualmente
centradas en el análisis de fenómenos de corto plazo de corte nacional y también
desentendidas de la formulación de leyes generales sobre el sistema en su totalidad27
(Clower, 1993; Alvey, 2011; Roncaglia, 2006).
Most economists today … would agree that the claim of an economic theory free
from values is essential in establishing the scientific nature of the discipline. A
positive, value-free economics, in the sense of not relying on any particular set of
value judgments or on any philosophical or psychological framework, is generally
seen as ideal (Drakopoulos (1997) citado en Alvey, 2011, 4, subrayado PP).
universities, teaching and research, are being eroded by excessive administration. The number and locations of our
publications are counted up like beans and the outcomes are used to rank us, one against another; a process of evaluation
that has recast the purposes of publication. In addition, the granting system is so dysfunctional it could not have been
designed—it has evolved from benign beginnings into a clumsy and purblind monster that tramples on innovation and
creativity”.
27 Al respecto de estas últimas señala Clower (1993, 25, subrayado PP): “Our problem these days is that we feel economics
is a mess but the situation is perhaps not that serious. The reason it's a mess is that since the Keynesian revolution we've
had to deal with the short run. In that area we're all in a state of confusion and muddle. It isn't that we don't have a fairly clear
conception of the long-run forces of self-interest and competition and how ultimately they will work out to some kind of
coherent disposition of resources. We've got the long run adequately analyzed. The trouble is that we live in the short run,
and nowadays we're working with issues that don't bear any relationship, typically, to the kinds of issues that were dealt with
- and dealt with successfully - by the nineteenth-century economists. We're dealing with Keynesian problems of short-run
adjustment….we don't, in fact, have an understanding of how the economy actually works, or if we do have such an
understanding it doesn't fit into any model of how the economy will respond in the short run to shocks. Three months, six
months, a year ahead - we cannot forecast worth a damn except by extrapolation”.
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Creation of professional education in the economic field required that economics be
made to emerge from the wider field of study of the moral sciences, taking on
decidedly the character of a technical tool of analysis of an important aspect of social
reality. In substance, economics was no longer to be seen as one of the possible
fields of learning of a generic social scientist, but was to be considered itself a set of
connected specialist fields of work…Economics (no longer ‘political economy’) was
conceived as a science whose development was entrusted to specialists…to show
one’s own ‘scientific’ ability, essentially through use of refined analytical tools,
gradually became more important than a good ‘practical’ understanding of the real
issues (Roncaglia, 2006, 367, subrayado PP).
El estudio de los autores pretéritos, otrora fuente ineludible para el cultivo de esta ciencia,
recayó en lo que se constituiría como la disciplina especializada de Historia del
Pensamiento Económico, centrada en reseñar “qué dijeron los autores del pasado” y
exenta de indagar en la relación entre la teoría económica y su historia (Myrdal, 1957;
Samuelson, 1992). La Historia del Pensamiento Económico, de acuerdo a los conceptos
en los que nos encontramos trabajando, se coronó principalmente como una disciplina no
especializada sino fragmentada. Llamamos disciplina especializada a un campo de
conocimientos particular que forma parte de uno más general, con el que reformula
permanentemente sus obligaciones conceptuales; la disciplina fragmentada, en cambio,
no se autoimpone aquella tarea; de hecho, no la juzga necesaria para el progreso
científico dentro de su territorio.
Most economists of the generations between 1930 and 1990 have had limited
interest in and knowledge of the history of economic analysis. They gladly go for
whole hours without thinking about the subject….A true story dramatizes this point.
In 1988 a Swedish scholar spent a sojourn at Harvard, during which time he sensibly
audited the graduate macroeconomics seminar at MIT. He told me: ‘I did not expect
that much time would be spent on Knut Wicksell or Irving Fisher, but I confess to
some surprise that the sizeable reading list contained no item before 1985
(Samuelson, 1992, 2, subrayado PP).
The whole theory of Economics, as well as the other social sciences, was an
offshoot of philosophical speculation in France and England during the eighteenth
and nineteenth centuries. However, the intimate connection between political
economy and related disciplines was not maintained. Economists clung too
tenaciously to the philosophical foundations upon which their science had first been
built (Myrdal, 1955, 17, subrayado PP).
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