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Religión, Cristianismo y ateísmo.

Por J. C. Salomé M.
“Dios sólo puede ser visto a través de la fe, y sólo es fe si es
totalmente ciega.”
- Rafael Lechowsky, Larga brevedad: diario de un asceta urbano, el arte de borrar.

Nunca había sido tan religioso ni tan cristiano hasta hoy, pues he conocido, por una
voluntad de conocimiento, una parte elemental de ambas esferas mediante la
instrucción del profesor en filosofía de la religión. He podido saber y reconocer que,
hoy por hoy, el tiempo presente, a pesar de declararse anticristiano, sigue siendo
religioso. La ciencia, la política, la filosofía y todos los “ismos” implican un instinto
religioso; adherirse a algo ya propuesto por otros sólo por el hecho de ser incapaz de
trabajar y lidiar con uno mismo es lo que la religión, entendida como camino, sentido
y andadera, ofrece al hombre de poca fuerza para andar sobre sus propios pasos. ¿Pero
acaso ha existido tal hombre? Anticristianos habemos muchos hasta la descares -al
menos eso lo creemos, pues también existen reservas para afirmar esto-, pero
religiosos... ¿De qué manera podría ser yo entendido, por usted lector, si no es a partir
de la comunión con el lenguaje? En cada palabra escrita y hablada solemos dar por
hecho que nos entendemos -y que entendemos lo mismo. Por el momento nos
reservamos, al no ver aún una alternativa para aclarar el problema, a pensarnos como
a-religiosos.
El cristianismo... ¿una religión? ¿A qué nos quiere volver a ligar una religión de
tal tipo? Sentirnos ligados no a la tierra, sino al más allá, a lo más antitético de este
mundo, es lo que el cristianismo ha intentado con harta necedad en dos mil años de
historia. El cristianismo es una religión errónea, pues nada hay donde pueda hacer
posible su asidero. Pero en fin, ¿Qué ha logrado? Uno: Mucho daño, por supuesto,
pues aún no nos hemos desintoxicado de su envenenamiento impregnado en las
manifestaciones de nuestra cultura. Hace falta aún bastante trecho que recorrer hasta
lograr una depuración completa de aquella forma larvaria y parasitaria, que representa
para nosotros el cristianismo, en el organismo humano. Dos: una especie de nostalgia
religiosa, en el sentido de querer regresar, vía filosófica, a nuestro lugar nativo, la
tierra. Nuestra nostalgia religiosa expresa aquel proyecto de sanear, y mantener sano,
únicamente aquello que del cuerpo humano aún se conserva libre de la infección y
locura cristianas. Es una tarea de pocos y para pocos -nada significativo se puede
hacer con dos mil millones de seres que se declaran cristianos.
En La ciudad de Dios (xix, 23) cuenta Agustín que Porfirio, "el más docto de los filósofos,
aunque el más implacable enemigo de los cristianos", transcribe en su Filosofía de los oráculos
la siguiente respuesta de Apolo a un marido que le pregunta qué tenía que hacer para librar a su

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Religión, Cristianismo y ateísmo.
Por J. C. Salomé M.
mujer del cristianismo: "Es más fácil escribir en el agua o volar como un pájaro que devolverle
el juicio a tu impía mujer una vez que se ha contaminado. Déjala que haga lo que le dé la gana
en su necio engaño y que entone lamentos a la muerte de su Dios, que fue condenado por jueces
justos y murió de forma ignominiosa y violenta".1
El cristianismo no resiste al análisis histórico y filológico, se resquebraja, se
retuerce y se insufla de vergüenza como una puta cuando el estudioso le saca los
trapitos al sol. Ya lo decía Nietzsche en el Anticristo antes que Piñero, Ferry, Smith y
Vallejo: cualquier estudioso del cristianismo tiene que volverse necesariamente su
crítico y que ahí donde está el filólogo y el médico el primero dice ‘charlatanería’,
mientras el segundo dice ‘incurable’2. Cualquier hombre que no le falte un minimum
de honradez sabe que meterse con una puta y necesitar de sus servicios le arrebata
toda garantía de respeto y oportunidad para valorarse a sí mismo. Hay que guardarse
de andar buscando en los rincones, en los lugares oscuros y en las calles recónditas de
las ciudades y de los pueblos si uno quiere mantenerse sano, ya que no solamente
existen las putas de babilonia, sino también los putos de los sacerdotes y las putas
casas de citas donde habitan los llamados y llamadas catequistas.
Hacemos religión con los ateos del mundo. Ser ateo en un tiempo cristiano es un
orgullo -precisamente esto constituye nuestra soberbia y nuestro repudio hacia aquella
humildad y eclipsamiento del hombre por las virtudes cristianas. Nunca la enfermedad
había sido para nosotros tan instructiva como lo es ahora. Dos mil años de cátedra
cristiana nos han de servir para poder por fin montarnos sobre ella y superarla, para
por fin decir nuestra palabra que ya, desde hace tiempo, con Porfirio (s. IV d. C) y con
el ateísmo que se inaugura con J. Meslier (s. XVII) por ejemplo, comienza a resonar y
hacer eco en los confines del mundo provocando grietas significativas ya en algunas
ciudades en días recientes: La Rochelle, en Francia; la Iglesia Católica de Puerto
Montt y la Iglesia San Francisco de Curicó en la región del Maule, en Chile, etc.
Bibliografía:
Fernando Vallejo, La puta de Babilonia, Planeta, México, 2007.

F. Nietzsche, El Anticristo, Gredos, Madrid, Tomo III, 2010.

1
Fernando Vallejo, La puta de Babilonia, Planeta, México, 2007, p. 76.
2
Cfr. F. Nietzsche, El Anticristo, Gredos, Madrid, Tomo III, 2010, aforismos 47 y 52.

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