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Catharine A. MacKinnon Hacia una teorfa feminista del Estado Facultad de Fitosotia y Humantdades - 8 BIBLIOTECA “TLMA K. de ema EDICIONES CATEDRA, UNIVERSITAT DE VALENCIA INSTITUTO DE LA MUJER i aa oe 1 Pornografia: moralidad y politica Pomosec, subseccién del Ministerio de fic- cin que fabricaba pornogratia barata para distri- buir entre los proletarios... conocida como «el ver- tedero» entre quienes trabajeban ati... preparaba libritos en paquetes sellados con titules: como «distorias violentas» 0 «Una noche en un colegio femenino» que compraban furtivamente los jove- nes proletartos con la sensacidn de que estaban compranido algo ileyal Gooncis Onwenn, 1984 El silencio es adoro de la mujer. Sorocues 2 La posesién y la utilizacién de las mujeres a través de la sexualizacién dé la intrusién intima y el acceso a ellas es una caracteristica basica de la definicién social de las muje- res como inferiores y femeninas. Las bases son la intrusion, el acceso, la posesién y el uso verbale’, que producen intru- sidn, acceso, posesién y uso fisicos. En la sociedad indus- trial contemporinea, 1a pornografia es una industria que produce en masa por dincro intrusién, acceso, posesién y uso sexuales por y para los hombres. Explota la desigualdad sexual y cconémica de la mujer para sacar un provecho. 349 Vende mujeres a los hombres como sexo y para el sexo. Es una trata de mujeres tecnolégicamente sofisticada. Esta forma de entender la realidad de la pornografia, debe hacer frente no s6lo a siglos de ofuscacién intelectual celebradal. Tiene que hacer frente a una tradici6n legal de neutralizacién a través de la abstraccién desde las realidades del poder, una tradicién que ha definido con autoridad la pornografia no como algo que trata de las mujeres como ta- les, sino de sexo, por tanto ioralidad, y no dle actos o priic- ticas sino de ideas. Al descubrir el género en este terreno de {a Tey se revela que las mujeres son sobre todo invisibies ‘cuanto mas expuestas, y mis silenciosas cuando se las utili- zaen defensa de la expresién. Tanto en la pornografia como en la ley de la obscenidad se ve a las mujeres s6lo como SeXO y s¢ las oye s6lo cuando repiten un guidn sexual. Cuan- do s¢ investigan juntas la pornografia y la ley de la porno- grafia se hace obvio que la pornografia es para la situacién de las mujeres, por tanto su critica para el feminismo, lo que ‘Su preservacién es para la supremacia masculina en su dis- fra legal liberal. La ley de la obscenidad? es el enfoque del Estado para tratar el problema de la pornogratfia, que se interpreta como cuestién de reglamentacién de la expresion en virtud de ka Quinta Enmienda. El desnudo, lo explicito, el exceso de ' Andrea Dworkin, Pornography: Men Possessing Women (Nueva York, Perigree, 1981). revisa y destruye esta tradicion 2 A la documentaciéa legal tan habilmente recopilada y comentada por W.B. Lockhart y R. MoClre, «Literature, The Law of Obscenity, and the Constitutions, 38 Minnesona Law Review 295 (1961) e idein, ‘«Censorship of Obscenity», 45 (bid. 5 (1960), slo afiado los casos mis importantes desde entonces: Stanley v. Georgia (1969), U.S. v Reidel (1971); Miller v. California (1973); Paris Adult Theatre I v. Slaton (1973); Hampling v, US. (1974); Jenkins v. Georgia (1974): Splawn v. California (1977), Ward v. Illinois (1977); Lovisi v. Slayton (1976); U.S. v. 12 200-Ft, Reels of Super 8MM Film (1973); Erzonznik v. City ‘of Jacksonville (1975); New York v. Ferber (1982). > «El Congreso no redactara leyes que limiten la libertad de expre- sibo of de la prensa», Enmienda 1, Constitucién de Estados Unidos (1791), E] absolutismo de la Primera Enmienda ha sido la conciencia de 350 franqueza, la excitacién, la lascivia, lo antinatural: estas cualidades son las que preocupan en Ia ley de la obscenidad cuando se presenta y se refleja el sexo. Ei aborto o la infor- macién sobre e! control de la natalidad 0 los tratamientos para «recuperar la potencia sexual» (se imaginan la de quién?) también se han considerado*, Sexo forzado sobre mujeres de came y hueso para poder venderlo por dinero y obligar a otras muijeres de carne y hueso; cuerpos de mujer manejados y mutilados y violados y convertidos en cosas que se dafian y se obticnen y se usan, y esto presentado como naturaleza de la mujer; la coaccién visible y la coac- cién que se ha hecho invisible: esto y més constituyen la base de la preocupacién feminista por la pornografia. La cobscenidad: como tal seguramente no ha hecho mucho dafio’. La pornografia contribuye causalmente a actitudes y la Primera Entmienda. Fl juez Black, a veces con cl juez Douglas, ha de- fendido la idea de que la Constitucin, Primera Enmienda incluida, es absolutay. Hugo Black, «The Bill of Rights», 35 New York University Law Review 865, 867 (1960); idem, 4 Constitutional Faith (Nueva York, Alfred A. Knopf, 1968); Edmond Cahn, «Justice Black and First Amendment “Absolutes": A Public Interviews, 37 ibid. $49 (1962). Para su ciscusién, véase Harry Kalven, «Upon Rereading Mr Justice Blackon the First Amendment» 14 UCL4 Law Review 428 (1967). Sobre la con- troversia que rodea el enfoque «absoluto» dela Primera Enmienda,fier- te alenfoque «equilibeador» véase Wallace Mendelson, «On the Meaning of the First Amendment: Absolutes in the Balance», 50 California Law Review 821 (1962); L. Frantz, «The First Amendment in the Balance, 71 Yale Law Journal 1424 (1962); idem «ls the First Amendment Law?»: A Reply to Professor Mendelson», 5} California Law Review 729 (1943), Wallace Mendelson, «The First Amendment and the Judicial Process: A Reply to Mr. Frantz», 17 Vanderbilt Law Review 479 (1964), En el con- texto de la pornogratia, véase Roth v. U. S. (1957); Smith v, California (1973). No es el propésito de este capitulo criticar ¢] absolutisme como tal, sino identificar y criticar algunas creencias implicitas generalizadas y profundamente arraigadas que estin en la base tanto de la idea absolutis- ta como en los enfoques més flexibles 4 Cédigo Penal de Canadd, 1983, Offences Tending to Cocrupt Mo- rals, cliusula 159 (1) (c) y (@); People v. Sanger (1918). The Report of the Commission on Obscenity and Pornography (Washington, D. C., U. S. Government Printing Office, 1970). Lo cual 351 conductas violentas y discriminatorias que definen el trata- miento y la situacién de la mitad de la poblacién’. no significa olvidar a) la ertica generalizada desde diversas perspecti- vas contra la metodologia de Ia comisi6n, Lane V. Sunderland, Obsce- nity: The Court, dhe Congress and the Presidents Commission (Weashing- ton, DC, American Enterprice Institute for Publ Policy Resear 1975); E. Donnerstein, «Pornography Commission Revisited: Aggres: sion-Erotica and Violence against Womeny, Journal of Personality and Social Pyschology 39 (1980), 269-277; A. Garry, «Portiography and Res- pect for Women», Social Theory and Practice 4 (Verano 1978); 1. Dia- mond, «Pomography and Repression», Signs: Journal of Women in Cul ture and Society 8 (Verano 1980), 686-701; V. Cline, «Another View: Por ‘ography Effects, the State ofthe Arto, en Where Do You Draw the Line? 4 Exploration into Media Violence, Pornography and Censorship, ed V.B.Cline (Provo, Utah: Brigham Young University Press, 1974); P Bart yM. Joasa, «Dirty Books, Dirty Films, and Dity Data». en Take Back the Night: omen on Pomography, ed. L., Lederee (Nueva York, Willian Mo- ‘row, 1980), pay. 209-217; b) los datos que la comisidn hallé y redujo (como el hecho de que una importante minoria de fos hombres se sienten estimulados a la azresiin por la exposiciin 2 lo que la comisién estudio (Report of Obscenity Commission, vo. 8, pig. 377) 0 cuyo significado de~ satendié (como los hallazgos de Mosher sobre los efectos diferenciales de la exposiciin sewn ei gine); c) el hecbo de que la comisién no cents Jas preguntas sobre el género, hizo cuanto pudo para elisinar la «violen- cia del material (para no entrometerse en el campo de la Comision pare la violencia) y propuso teorias nada cientificas como el «puritanismiox para explicar las respuestas negativas de las mujeres alos materiales; d) a0 se exige causalidad cientifica para validar legalmente siquiera un rela mento sobre ja vbscenidad. EI Tribunal Supremo, en un dictamen de su presidente, el juez Burger, afirmé: «Pero se argumienta que no hay ning ‘dato cientifico que demuestre de forma concluyente que la exposicién ¢ materiales obscenos atecte negativamente alos hombres y a las mujeres «a su sociedad, Se afirma que, a falta de tal demostraciéa, es “impermisi- ble” cualquier forma de intervencin estatal, Rechazamos este argumen- to, No es competencia nuestra resolver las incertidumbres empiricas que subyacen en la legistacién, excepto en el caso excepcional de que la lezis- lacion afecte claramente alos derechos protegidos por la propia Constitu- cidn... i biew no existen pruebas concluyentes de una conexidn entre 1a ‘conducta antisocial y los materiales obscenos, la asarnblea lezislativa de Georgia puede razoneblemente determinar que tal conexién existe 0 po- dria exist», Paris Adult Theatre Iv. Slaton (1973) © Parte del dafio que la pornografia causa a la mujer esté documen- tado en estudios. Las conclusiones son que ia exposicion a la pornogra- 352 La ley de la obscenidad se ocupa de la moralidad, enten- dida como lo bueno y lo malo, el vicio y la virtud. Las preo- cupaciones del feminismo por el poder y la impotencia son ante todo politicas, no morales. Eis la perspectiva feminista, la obscenidad es una idea moral y la pornografia es una practica politica, La obscenidad es abstracta, la pornografia fia aumenta Ja intencién det hombre normal de agredir a la mujer en ‘condiciones de laboratorio; hace tanto a la mujer como al hombre sus- tancialmente menos cepaces de percibir las explicaciones de violacién ‘como explicaciones de violacién; have & los hombres normales mis si- ailares a los violadores convietos desde e! punto de vista psicol6gico; aaumenta todas las medidas de acitud que se sabe estin correlacionadas con la violacién, como hostilidad hacia las mujeres, propension a la Violacién, condonacion de la violacién y afirmacién de que se violacia u obligarfa al sexo a una mujer si se supiera que no iba a tener conse- ‘cuenecias; y produce otros cambios de actitud en tos hombres, como au- mentar el alcance de su trivializacién, deshumanizacién y objetifica- cidn de las mujeres, Diana E. H. Russell, «Pomography and Rape: A Causal Model», Political Psychology 7 (1988), 41-74; idem, «Por- ography and Violence: What Does the New Research Say?» en Lede- Ter Take Back the Nigh, pig 218, N. Malamuth y E Donnerstein, els, Pomoerpiy and Sexual dgurestion (Orland, Fla: Academic ress, 1984); D. Zillman, Connection between Sex and Aggression (Hillsdale, N. J, Enlbaum, 1984); VP. Check, N. Malamuth y R. Stille, «Hostility to Women Scalen (manuscrito, York University, Toronto, 1983); E. Don nerstein, «Pomograply: Its Effects on Violence against Women», en Malamuth and Donnerstein, Pornography and Sexual Aggression, paginas 53-82; N. Malamuth «Rape Proclivity among Males», Journal of Social Issues 37 (1981), 138-157; N. Malamuth y J. Check, «The ffbets of Mass Media Exposure on Acceptance of Violence against ‘Women: A Field Experiment», Journal of Research in Personality 1S (4981), 436-446; N. Malamuth y B. Spinner, «A Longitudinal Content Analysis of Sexual Violence in the Best-Selling Erotica Magazines», Journal of Sex Research 16 (Agosto 1980), 226-237; D. L, Mosher y H. Katz, «Pomographic Films, Male Verbal Aggression against Women and Guilt», en Technical Report of the Commission on Obscenity and Pornography. vol. 8 (Washington, D.C, US. Government Printing Office, 1971}, También D. Mosher, «Sex Callousness toward Women», en ibid; D, Zilliman y J. Bryant, oEffects of Massive Exposure to Por- nograpliyn, en Malamuth and Donnerstein, Pornography and Sexual Agaression, paginas 115-138; M. McManus, ed,, Final Report of the ‘Attorney General's Commission on Pornography (Nashville: Rutledge Hill Press, 1986). 353 es concreta. La obscenidad comunica la condena moral ‘como predicado de la condena legal. La pornografia identi- fica una prictica politica basada en el poder y la impotencia, una practica, de hecho, protegida legalmente. Los dos con- ceptos representan dos cosas totalmente diferentes. ‘Al explicar la desigualdad entre los géneros como parte de la relacién construida socialmente entre el poder —Io po- litico—, por una parte, y el conocimiento de la verdad y la realidad —lo epistemologico— por otra, la descripeién cli- sica que el juez Stewart dio en cierta ocasion de los patrones de la obscenidad, «la reconozco cuando la veor’, se hace atin més reveladora de lo que normaimente se cree. Tomada como afirmacién que conecta le epistemologia con el poder, si le preguntamos, desde el punto de vista de la experiencia de las mujeres, si conoce lo que las mujeres conocemos cuando vemos lo que vemos, mas bien dudaunos, a tenor de To que se expone en los quioscos. ,Cémo mantiene su pun- to de vista lo que esta donde est? Para los ctiticos liberales, su admisién descubre la relatividad, la parcialidad, la insu ciente abstraccién del patron de la obscenidad. No ser va- cuamente universal, dejar a la vista la conereci6n, es un pe- cado entre los hombres, El problema de éstos con fa formv- Jacién del juez Stewart es que implica que podria suprimirse cualquier cosa, caprichosamente. De hecho, no se ha supri- mido casi nada. El significado de lo que permite su idea, se- giin se descubre, es todo menos caprichoso. Es totalmente sistematico y determinado, Su declaracién es exacta de un modo preciso y descriptivo; su franqueza es la causa de que se haya granjéado tantas criticas*. Admitié lo que fos tribu- nales admiten epistemolégicamente siempre. Al hacerlo, él también lo admitié y le confirié el estatuto de doctrina (aun- que slo sea un diciamen). Es decir, descubrié que el patrén de la obscenidad —y no es exclusivo— esta basado en lo que ve el punto de vista masculino. Lo esté el problema, y 7 Jacobeltis v. Ohio (1964). ® Se dice que el juez Stewart se quej6 de que esta nica frase se ha citado y recordado més que cualquier otra cosa que haya dicho. 354 desc castes } Seren casei por tanto la pornografia. De esta forma, la Jey de la obsceni- dad reproduce el punio de vista pomogrfico de las mujeres en el ambito de la jurisprudencia constitucional. La pornografia, en la idea feminista, es una forma de sexo forzado, una prictica de la politica sexual, una institu- cin de la desigualdad entre los géneros’. En esta perspecti- va, la pommografia, con la violacién y la prostitucién en las que participa, institucionaliza la sexualidad de la suprema- cia masculitia, que funde la erotizacién del dominio y el so- ‘metimiento con la interpretacién social de lo masculino y lo femenino, El géneto es sexual. La pornografia constituye e significado de esa sexualidad. Los hombres tratan a las mu 9 Sigue una {ita ilustrativa aunque no exhaustiva: Dworkin, Porno: graphy: D. Leidholt, «Where Pornography Meets Fascism», WIN News, 15 de marzo de 1983, pig. 18; G. Steiner, «Night Words: High Poo: graphy and Human Privacy», en The Case Against Pornography, ed. 1D, Holbrook (La Satle, Ul: open Court, 1973); Susan Brownmitler, Against Our Will: Men, Women, and Rape (Nueva York, Simon and Schuster, 1975), pay. 394; R. Morgan, «Theory and Practice: Pomo- graphy and Raper, en Going Too Far: The Personal Chronicle of a Fe- ‘minist (Nueva, York, Raxidom House, 1977), Kathleen Barry, Female Sexual Slavery (Englewood Chitfs, N. J, Prentice-ilall, 1979); R. R. Linden, D. R. Pagano, D. B. H. Russell y'S, L. Stars, eds,, Against Sa domasochism: A Radical Feminist Analysis, ed, E. Linden, 1. Payino, D. Russell y S. Star (Palo Alto, Calif: Frog in the Weil, 1982), especial ‘mente los articulos de Ti-Grace Atkinson, Judy Butler, Andrea Dwor- kin, Alice Walker, John Stoltenberg, Audre Lorde y Susan Leigh Star; Alice Walker, «Coming Apart», en Lederer, Take Back the Night. pagi- nas 95-104; ¥'ottos articulos del volumen con la excepcién de los de ccaricter legal; Gore Vidal, «Women’s Liberation Meets the Miller-Mai- lerManson Mano, en Homage to Daniel Shays: Collected Essays 1952-1972 (Nueva York, Random House, 1972), pays. 389-402; Linda Lovelace y Michael McGrady, Ordeal (Nueva York, Berkeley. 1980); Kate Millett, Sexual Politics (Garden City, N. ¥, Doubleday, 1977), E Rush, The Best-Kept Secret: Secual Abuse of Children (Englewood Clifs, N. J, Prentice-Hall, 1980). Uin coloquio, « Violent Pornography: Degradation of Women versus Right of Free Speech, 8 New York Unt. versity Review of Law and Social Change 18) (1978-79), contiene ai- ‘gumentos feministas y no feministas. Tambign es verdaderamente inte resante Susan Sontag, «The Pomographic Imaginstion», Partisan Re- View 34 (1967), 181-214 355 jjeres segtin lo gue ven que son fas mujeres. La pornografia construye quiénes son. El poder de los hombres sobre las mujeres significa que el modo en que ven a las mujeres de- fine quiénes pueden ser las mujeres. La pornografia es ese modo’, Segiin esto, puede interpretarse que la ley de la obs- cenidad trata la moral desde el punto de vista masculino, que quiere decir el punto de vista del dominio masculino. La critica feminista de la pornografia, en contraste, parte del punto de vista de las mujeres, que quiere decir el punto de Vista de la subordinacién de las mujeres a los hombres. Se puede estar a favor o en contra de la pornografia sin salirse del liberalismo. La idea critica aunque formalmente liberal de Susan Griffin, por ejemplo, conceptualiza el ero- tismo como algo natural y sano aunque corrompido y cot fundido por «la mente pornograficay'!. La pornografia dis- torsiona a Eros, que es preexistente y persistente, pese a la «venganza» pomografica de la cultura masculina. Eros, inexplicablemente, sigue alli. La pornografia lo equivoce, da de él una imagen errénea, lo representa equivocadamen- te. No hay aqui critica de la realidad, s6lo objeciones a la forma de verlo; no hay critica de esa realidad que la porno- grafia impone a las vidas reales de las mujeres, esas vidas que son tan perfectamente coherentes con la pornografia que puede defenderse verosimilmente diciendo que es solo un reflejo de esa realidad. Contristese esto con el anilisis feminista de Ia porno- grafia hecho por Andrea Dworkin, en el que la propia se- xualidad es una construccién social, genérica hasta las rai- ces. El dominio masculino no es en este caso una superpo- sicién artificial a ningiin sustrato inalterable de ser sexual esencial y no corrompido. La sexualidad libre del dominio masculino exigira un cambio, no reconceptualizaci6n, tras- cendencia ni excavacién. La pornografia no es una metifo- rade una cierta relacién con una realidad construida en otro ~ © Véase el capitulo 7 pare un tratamiento mas completo. 40 Susan Guitfia, Pornography and Silence: Culwe’ Revenge against Nanure (Nueva York, Harper & Row, 1981) 356 nereniects canes oie mee a lagar. Tampoco es distorsién, reflejo, proyeccién, expresién, fantasia, representacién ni simbolo, Es una realidad sexual. Andrea Dworkin, en Pornography, presenta una teoria xual de la desigualdad de los géneros en la que la pomogra- fia es una practica constitutiva bisica. La forma de la porno- grafia de producir sus significados construye y define a los hombres y a las mujeres como tales. El género es lo que el género significa". No tiene base més que en la realidad so- cial que construye su hegemonia. El proceso que da a la se- xualidad su significado en la supremacia masculina es, por tanto, el proceso a través del cual se hace socialmente real la desigualdad entre los géneros. En este andlisis, la defensa liberal de la porografia como liberacién sexual bumana, como desrepresién —sea de feministas, marxistas 0 neofreudianos— es una defensa no solo de {a fuerza y del terrorismo sexual, sino de la su- bordinacién de las mujeres". La liberacion sexual en el sen- © Ademis de Dworkin, véase Andrea Dworkin, «The Root Cau- se», en Our Blood: Prophesies and Discourses on Sexual Politics (Nuc va York, Harper & Row, 1976), pigs. 96-111 1a idea de que la pomografia es sexo —todo lo que se piensa det sexo se piensa de Ia pornografia— se encuentra précticamente en todos los tratamientos del tema. En conereto, casi todos los enfoques no femmi- nistas parten del supuesto, argumento, extica 0 sospecha, implicitos o explicitos, de que la porografia es'sexualmente liberadora. Véase 2H. Lawrence, «Pornography and Censorship», cn Sex, Literature and Censorship, ed. Harry T. Moore (Nueva York, Viking, 1975); Hugh Hefner, «The Playboy Philosophy», puntos | y'2, Playboy, Diciembre 1962, pag. 73, y Febrero 1973, pig’ 10; Henry Miller, «Obscenity and the Law of Reflection», Tricolor, 48 (Febrero 1945), reproducido en The Air Conchtioned Nightmare I (Nueva York, New Directions, 1947), pags. 274, 286; D. English, «The Polities of Porn: Can Feminists Walk the Line?» Mother Jones, Abril 1980, pigs. 20-23, 43-44, 48-59 J.B. Bishtain, «The Vietim Syndrome: A Troubling Turn in Feminism The Progressive, Junio 1982, pigs. 40-47. Por ejemplo: «En oposicién 2 la idea victoriana que define estictamente la actividad sexusl acepta- ble de una forma rigida ancloga a las ideas de la regularidad en las deposiciones y la moderaciéa, la pomografia crea un modela de varie~ dad plastica y feliz exceso en !a sexualidad. En oposicion al sombrio rechazo catélico de la sexualidad como desgracia y elemento con- 357 tido liberal libera la agresién sexual mascutina en c! sentido feminista. Lo que en la perspectiva liberal parece amor y to- manticismo, para las feministas se parece mucho al odio y a a tortura. El placer y el erotismo se convierten en violacion El deseo aparece como la lujuria del dominio y el somet- miento, La vulnerabilidad de la disposicion sexual proyecta~ da de las mujeres las convierte en victimas. La accion que se permite a las mujeres es pedir que se actie sobre ellas. La ‘obra es conforme a los papeles escritos, la fantasia expresa a ideologia, no la exencién de ésta, y la admiracion de la belleza fisica natural se hace objetificacién. La experiencia del piiblico (abrumadoramente) masculi no que consume pornografia no es, en consecuencia, fanta- sia, simulacién ni catarsis, sino realidad sexual: el nivel de realidad en el que el propio sexo actiia ampliamente'*. Para comitante espiritualmente superfluo de la procreacién, 1s pornografia permite ia idea sltemativa de Independencia de la sexualidad como éx- tusis profizndo y contundente». David A. J. Richards, «Free Speech and Obscenity Law: Towant a Moral Theory of the First Amendments, 123 University of Pennsylvania Lavy Review 45, 81 (1974) ‘contenido de las lbeerias para adultos y de las peliculas por ogra: los profesionales de Ia porografia (que como todos los chulos istos hacen algin tipo de investigacién de mereado) y la propia pornogratia confirman que ésta es para los hontbres. El que las mujeres ‘Puedan consumirla no hace que esté menos dirigida a los hombres mas ‘que fa observacion de que son hombres los que sobre todo consuiea pomografia significa que ésta no date a las mujeres, Véase tambige M.Langelan, «The Political Economy of Pornography», Aegis: Maga- zine on Ending Violence against Women 5 (Orono 1981), 5-7; James Cook, «The X-Rated Economy», Forbes, 18 de septiembre de 1978, pig, 18. Segiin mis observaciones personales, las mujeres tienden a ev tar la pomografia todo lo posible, que no es tanto, al fin y af cabs. Las hipdtesis de la «fantasia» y la «catarsis», juntas, afimman que la poraogratia sirve ata sexualidad como realizacion de uma fantasia, El {rabajo de Donnerstcin, particularmente, demuestra. que lo cierto es lo contrario, Cuanta mis porografia se ve, més pomografia —y miss brar tal— se desea y se precisa para la excitacién sexual. Lo que sucede es Ja pérdida de sensibilidad, que precisa una estimulacién cada vez més, lerosa, no una catarsis.Véanse las obras citadas en la nota 9 y Straus, «Leveling, Civilization, and Violence in the Family», Jou nal of Marriage and the Family 36 (1974), 13-29. 358 j entender esto, no hace falta darse cuenta de que las mujeres de la pornografia son mujeres de verdad a las que sc les hace algo real!°. Ni siquiera hace falta preguntarse por la imposi- cion sistematica de la sexualidad pornogrifica a las mujeres, aunque ayuda’®. La estética de la propia pornografia, la for- ma que tiene de dar lo que buscan a uienes Taconsumen, es en si misma la prueba. La pornografia hace de la mujer una cosa que se adquiete y se usa"”. Cuando la pornografia no censurada y explicita —esto es, la mas pornogrifica— lo cuenta todo, todo significa lo que un observador distanciado ¢ imparcial contaria de quién hizo qué a quiéa. Es lo que ex- cita. {Por qué el convertir el sexo en objeto, el observar el Lovelace y MeGnidy, Orde, ofrece las palabras de wna vitima e lu pomogratiz coaccionada. Véase también el excelente capitulo 6, «The Use of Perfommers in. Commercial Pornography», en M. McManus ced. Final Report ofthe Attorney General's Commission on Pornography (Nashville: Rutledge Hill Press, 1986) ‘ Diana E. H, Russell, en una muestra aleatoria ce 930 familias de ‘San Francisco, descubrié que e1 10 por 100 de las mujeres habia expe- rimentado en alguna oeasién «la insisteneia de alguien que desea que haga Jo que han visto en imagenes, peliculas o libros pornogrificos»;, Sexual Exploitation, pigs. 125-127. Obviamente, esta cifra podria in- Cluir sélo a quienes sabian que la pornografia era la fuente del sexo, to cual hace que resulte conservadora. Véase también Russell, Rape in Marriage (Nueva York, Macmillan, 1982), pigs. 83-84 (el 24 por 100 de las viotimas de una violucion contestacon «sip ala pregunta). En las audiencias del Minneapolis City Couneil’s Committee on Government Operations (en las que participamos Andrea Dworkin y yo) se oyeron ‘muchos relatos de ta ublizacion de pornografis en relaciones sexvales forzadas con mujeres y nifias; Public Hearings on Ordinances to Add Pornography as Discrimination against Women (Minedpolis, 12-13 de diciembre de 1983) Hace una observacin paralels Fredevic Jameson del turismo en relacién con ef paisaje: «el turista emericano ya no deja que el paisaje "sea en su sex”, como hubria dicho Heidegger, sino que hace una foto, ‘con Jo que transforma grificamente el espacio en su propia imagen ma- terial, La actividad concreta de contemplar un paisaje, por tanto, queda ccémodamente sustituida por ef acto de tomar posesion del mismo y convertilo en uns forma de propiedad personaly; «Reification and Utopia in Mass Culture», Social Text | (nvierno 1979), 131 (la cursiva es mia). 359 sexo presentado objetivamente hace que el espectador mas- culino experimente su propia sexualidad? Porque su erotis- mo es, socialmente, una cosa que se contempla'™, Si la objetividad es la postura epistemoldgica cuyo pro- ceso social es la objetificacién, el modo de encamar una Postura perceptual de una posicién material como forma s0- cial del poder, las imagenes y descripciones de més fuerza sexual serian las re-presentaciones golpe a golpe més obje- tivas. La pornografia participa en el erotismo de su ptiblico porque crea un objeto sexual al que puede accederse, cuiya posesién y consumo es la sexualidad masculina y el ser po- seido y consumido como tal es la sexualidad femenina, En este sentido, el sexo en la vida no esti menos mediatizado que el arte. Los hombres mantienen relaciones sexuales con la imagen que tienen de una mujer. Aumentar lo explicito, «sobrepasar los limites de la franqueza», es la estética de la pornografia no porque los materiales presenten un sexo ob- Jetificado, sino porque crean la experiencia de una sexuali- dad que esté objetificada’, No es que la vida y el arte se {imiten una al otro: en la sexualidad la una es el otro 's Laura Mulvey he observado que la wescopofilia» de Freud sign'- fica «tomar 2 otras personas como objetos, sometiéndolas a una thirada dle control y curiosidad», en ia que la sexualidad es «el placer de ulilizar 2 otra persona como objeto de estimulacién sexual a través de la vis ‘a; « Visual Pleasure and Narrative Cinema», Sereen 16, nim. 3 (1982) Como hacia tan a menudo, Freud interpret kina norma masculina como anormalidad aislada. Por supuesto, [a tecnologia de los medios de comu- nieacion de masas ha generalizado tales conductas "© El «cardcter explicito» del material es una cuestion bisica tanto en los juicios por obscenidad como en las normas de clasificacién que ‘han adoptado voluntariamente ciertos sectores y también las juntas de censuras (como et Ontario). Véase el tratamiento de «completa fran- gueza y realismon y «cardcter directo» en Grove Press v. Chiistenberry (1959); «mostrario todo en Mitchum v. State (1971); Kaplan v. Calt- fornia (1973). Asi, la cantidad de sexo que se touestra esta impticta- ‘mente correlacionada con el grado de excitacién sexual (es decit, exc tacién sexual de los hombres) que provoca el matenal. Véase el desa- cuerdo del juez White en Memoits v. Massachusetts (1966), RD. Hetner, «What G, PG, R and X Really Means», Congressional Record, 8 de diciembre de 1980, pigs. 126, 172. Andrea Dworkin ofrece bri- 360 i La ley de la obscenidad no tiene literalmente nada en comin con esta critica feminista. La obscenidad de los hombres no es la pornografia de las mujeres. La obscenidad se ocupa més de si los hombres se sonrojan y Ja pomnografia de si las mujeres sangran, y ambas producen excitacion se~ xual. Un autor ha dicho: «La obscenidad no se prohibe bi- sicamente para la proteccién de otros. Se prohibe en buena parte para la pureza del “consumidor”, La obscenidad, en el fondo, no es un delito. La obscenidad es un pecado»””. Es li- teralmente preciso. Un pecado es la idea de que algo es malo. Los hombres se excitan con la obscenidad, incluida su prohibicién, de la misma forma que se excitan con el peca- do. Animada por la moralidad desde el punto de vista mascu- lino, en el que se erotiza la violacién —de mujeres y de re- glas—, la ley de la obscenidad acta de conformidad con Jos intereses del poder masculino, vestido del bien y del mal de género neutro. ‘La moralidad en su forma especificamente liberal ani- ‘ma la organizacién del poder estatal en la cuestida de la por- nografia. Su enfoque tiene como premisas una serie de dis- tinciones paralelas que pueden seguirse sin problemas a tra- vés de la ley de la obscenidad. Aunque la postura que esta ley adopta en relacién con el problema al que se enfrenta ha variado a lo largo del tiempo, sus normas fundamentales si- guen siendo las mismas: lo publico se opone a lo privado, la ética se opone a la moralidad, y lo factual se opone a las de- terfninaciones valoradas. Se supone que estas distinciones son neutras eri cuanto al género, pero implicita y socialmen- te estin basadas en el genero: lo femenino es privado, mo- ral, valorado, subjetivo; lo masculino es piiblico, ético, fac- tual, objetivo”. Interpretar la preocupacién por la pornogra- llantemente al lector la experiencia de esta estética en su atentisima ex- posicién en Pornography. 2 L. Henkin, «Morais and the Constitution: The Sin of Obscenity», 63 Columbia Law Review 391, 394 (1964). ie 2 Puede parecer extrafio denomminar «moral» a lo feménisio en esta . Con la vieja ley, la pornografia se rechaza- ba piblicamente, pero se consumia y hacia realidad privada- mente: hacer cualquier cosa a las mujeres con impunidad en privado tras un velo de rechazo piblico y urbanidad. Con a nueva ley, en una victoria de la destepresién freudiana, la pornografia-se celebra pablicamente™. Las viejas normas privadas se han convertido en las nuevas normas pitblicas. Las mujeres eran sexo y siguen siendo sexo. Se han hecho necesarios mayores esfuuerzos de brutalidad para erotizar el tabi —cada tabi es una jerarquia disfrazada— puesto que Ja frontera del tabi continiia desapareciendo a medida que se cruza. Dicho de otro modo, cada vez se ha hecho neces: ria una violencia mayor para mantener excitado al cada vez menos sensibilizado consumidor con la ilusién de que el sexo (y él) son atrevidos y peligrosos. Practicar el sexo con los desposeidos de poder «prohibidos» es una forma de se- guir «teniéndoio» definida como acto de poder, afirmacién de jerarquia, que sigue haciéndolo sexy en un sistema se- xual en el que Ia jerarquia es sexy. Ademis, la pomnogeatia se ha hecho ubicua. E! terrorismo sexual se ha democratiza- do. La pornografia esta por primera vez en la historia verda- deramente al alcance de las mujeres. Entre otros efectos, este mecanismo central de subordinacién sexual, esta forma de sistematizar la definicién de las mujeres como clase se- xhal, esta ahora al alcance de sus victimas para que Ia exa- 2 Una posible lectura de Lockhart y McClure, «Literature, the Law of Obscenity, and the Constitution», es que esta exencién era su fin, que su enfoque se adopté bésicamente en la doctrina Miller: Para un it tento de resolver esta cuestion, véase Memoirs v. Massachusetts (1966) y Miller v. California (1973), con citas de Lockhart y McClure. Véase también U.S. v, One Book Entitled «Ulysses» (1933), 3 Andrea Dworkin y yo desarrollamos juntas este andlisis. Véase también su argumento sobre que la pornograffa es una cuestin de ac- ceso sexual a la mujer que produce una lucha entre los hombres en «Why So-Called Raslical Men Love and Need Pornography», en Lede- rer, Take Back the Night, pag. 141 363 minen y la analicen como sistema piiblico abierto, no sdla como abuso secreto y privado*’. Enel mejor de los casos fue un exror. En la ley de la obscenidad, e! Estado se ha perfecciona- do como espejo de la sociedad, En la pomografia, las muje- res son sexo. En la ley de la obscenidad, las mujeres son sexo. En la pornografia, el cuerpo de la mujer es sucio. En la ley de la obscenidad, la obscenidad es basura. En la por- nografia, cuanto mas explicito es el sexo, mas pornografico es. En la ley de la obscenidad, cuanto més explicito es el sexo, mds absceno es. En la pornografia, el sexo es un se- creto sucio. La ley de la obscenidad lo ve, por lo tanto ayu- da a conservarlo, de esa forma. La pomografia no ve nada malo en lo que bace a las mujeres. Tampoco ve nada malo Ja ley de la obscenidad. La pornografia se censura social- mente pero se permite socialmente. La obscenidad es el dis- positivo legal a través det cuat se rechaza legalmente pero se permite legalmente. En un nivel més profundo, la movalidad masculina ve lo que mantiene su poder como algo bueno, y es malo lo que socava 0 debilita 0 cuestiona su carécter absoluto. Las dife- rencias en la ley a lo largo del tiempo —como la liberaliza- cién de la doctrina de la obscenidad— reflejan cambios en qué grupo de hombres detenta el poder o bien cambios en Los llamados «padres» e «hijos» en ibid. son los que hemos de- nomainado «los antiguos», cuya estrategia para et dominio msculino es mantener en privado la pornogratia y el abuso de la mujer, y «os mue- vos», cuya estrategia para el dominio masculino es hacer pablicos la ppomiografiay el abuso de fa mujer. Freud y Ia generalizacién acepteda ‘de su hipdtesis de la desrepresién en Ia cultura son intelectuaimente esenciales para el enfogue y el éxito de «los nuevos». Llegar a la con- clusi6n, como han hecho algunos, de que fa mujer se ha beneficiado de gue la porografia etal leance general, y que deberia estar agradec a y luchar porque siga siendo asi, es decir que la opresion abierta con- donada es tan ventajosa en comparacién con la oculta condonada que ddeberia permitirse que continuars, Esta postura pasa por ato la alterna- tiva de terminar con la opresién. La ventaja de que la pomografia pue- da conseguirse ficilmente es que para la mujer es mas ficil saber con quien y que esti tratando para ponerte fin, 364 Senta Pen Nat i ti aa coeemd icity meee in ha na ca ssa las percepciones de la mejor estrategia para mantener la su- premacia masculina, y probablerente parte de ambos. Pero hay que ponerlas en’marcha. El resultado, analizado des- criptivamente, es que la ley de la obscenidad prohibe lo que considera inmoral, que desde el punto de vista de las muje~ res suele ser relativamente inocuo, mientras que protege 10 que considera moral, que con frecuencia es daitino para las mujeres. También, por tanto, es politica, solo que encubier- ta. Lo que la moralidad masculina cree malo, queriendo de- cir que amenaza su poder, la politica feminista suele encon- trarlo relativamente inocuo, Lo que la politica ferninista identifica como basico en ta subordinacién de la mujer —la erotizacién del dominio y la sumisién— la moralidad mas- culina suele encontrarlo relativamente inocuo o lo defiende como algo positivamente valioso, por tanto come discurso protegido. En 1973, la obscenidad segin la ley pas6 a significar lo «que «auna persona normal, aplicando las normas contempo- raneas, encontraria, tomado en su conjunto, que atcae un in- terés lascivo; lo que presenta 0 describe, de forma patente- mente ofensiva, una conducta sexual tal como se describe en la legislacion estatal en vigor; y lo que, tomado en su conjunto, carece de verdadero valo* literario, artistico, polt- tico 0 cientifico»*. El feminismo duda que exista esa «per- sona normab», de género neutro; tiene mas dudas acerca del contenido y del proceso de definicién de las normas de la comunidad que de las desviaciones de aquéllas; se pregunta por qué la lascivia cuenta pero no cuenta ia impotencia, por qué la sensibilidad se protege mejor de la ofensa de lo que fo estn las mujeres de la explotacién; define la sexualidad, por tanto su violacién y expropiacion, en términos mas am- plios que cualquier legislacién estatal: y se pregunta por qué se confia a una legislacién que no puede diferenciar en la préctica la violacidn del coito la diferenciacién entre la por- nografia y cualquier otra cosa. En la perspectiva feminista 26 Miller v. California (1973). se observa que aungue la ley de la obscenidad afirma que el sexo en la esquina de una calle no va a legitimarse por el hecho de que las personas estin simultineamente involucta- das en un didlogo politico véliday”, ef requisito de que la obra se considere «en conjunto» legitima algo que se parece mucho 2 fo que encontramos a la altura de publicaciones como Playbo}"*, aun cuando la prueba experimental esti comenzando a apoyar lo que las victimas saben desde hace tiempo: los lugares legitimos reducen la injuria que se per- cibe que sufren las mujeres cuya trivializacién y objetifica- cin contextualiza”, Por otra parte, si una mujer esti some- tida, por qué iba a importar que la obra tenga otro valor?®, Tal vez lo que redime el valor de una obra entre los hombres aumenta su agravio para las mujeres. Los patrones actuales ® Paris Adult Theatre 1 v. Slayton (1973), Véase también Kois v, Wisconsin (1972), «una cita de Voltaire en la portada de un libro no Jo redime constitucionalmente como publicacién obscena», ctado en Mie ers. California (1973) % Penthouse International « McAuliffe (1980), Para un estudio so- bre su aplicacién, véese Coble v. City of Birmingham (1980). 2 Malamuth y Spinner, «Longitudinal Content Analysis». «La tc- presentacién de la agresién sexual en revistas “legales” como Playhoy © Penthouse puede tener mis repercusiones que otras representaciones similares en la pornogratia dura»; N. Malamuth y E, Donnerstein, «The Effects of Aggressive-Pomographic Mass Media Stimuli, dvances in Experimental Social Pyychology 15 (1982), 103-136 y 0. 130. Este r= sultado surge aparentemente con mas claridad atin en tos experimentos, ‘que realiza ahora Neil Malamuth, 2 Algunostribunales, acogiéndose@ a intepretacién de obscenidad, parecen haber entendido que fa calidad de la obra de arte no anula el dai. «ste tribunal no adoplar una norma que atirme que puede supe: irse la obscenidad pero no ast la bien escrita ola tSenicamente bien pro- «duciday. People v. Fritch (1973), Mas ajustada al sentido de mi angumen toes esta observacién del juez O’Connor: «Los intereses innegables iden- tificados... sugieren que la Consttucisn poxiré de hecho permitira Nueva York prohibir la distrbucién de obras que presenten a menores en acccio- nes explicitamente sexuales, indepenchentemente del valor social de las rmismas. Por ejemplo, un nifio de dove afiosfotografindo mientras se mas- turba sufie el mismo dato psicolSgico tanto si fa comunidad considera fe fotografia “edificante” como “de mal gusto”. La apreciacién del publico ¢s totalmente irelevante para el interés de la ciudad de proteger i Jos ir 366 whe bas de la literatura, el arte, la ciencia y {a politica estin, segiin la idea feminista, curiosamente en consonancia con el modo, significado y mensaje de la pomografia, Por tiltimo y por encima de todo, el enfoque feminista revela que aunque el contenido y la dindmica de la pornogratia afectan a la mujer ~-a la sexuatidad de la mujer, a Ja mujer como sexualidad: de la misma forma que la inmensa mayoria de las «obsceni dades» se refieren especificamente al cuerpo de la mujer, la invisibilidad de la mujer ha sido tal que la ley de la obsce- nidad nunca ha considerado siquiera que la pomografia fue- se una cuestion de mujeres, Atraer cl «interés lascivo» significa hacer que el hombre tenga una ereccién®. A los hombres les da miedo hacer po- sible que otros hombres digan a otros hombres a qué y a qué no pueden tener acceso sexual, porque los hombres tienen poder. Les hombres creen que si no les dejas tener lo que quieren podtian impedir que tengamos Jo que queremos. -sta es la raz6n de que la imposibilidad de definir la porno- grafia —todo lo de «esta cosa de un hombre es aquella cosa de otro hombre»— sea tan importante en Ia definicion de pornografia®. No es porque todos los hombres sean libera- fios de datios psicolégicas, emwcionales y mentales». New York v. Ferber (1982). Dicho de otro modo, jodmo se hace que un nifio perjudicado no «é perjuicado diciendlo que lo pezjudics es arte? 3A las miyjeres se las menciona habitualmente en la ley de la obs- ‘onidad s6lo en la frase «las mujeres y los hombres», utilizada como si- niéaimo de «personas». Al mismo tiempo ha sido un enorme misterio quign es exactamente la victima de la pornografia, Las escasas referen- cias en Jos litiyios por obscenidad a fa wexplotaciéo» se producen en

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