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La salud pública en Chile (1910-1950)

Desarrollo de la medicina

• La medicina colonial chilena

• estudios oficiales

En los siglos XVI, XVII y parte del XVIII, no existía una enseñanza formal de la medicina en nuestro territorio, por
lo que los médicos debían formarse en la Universidad de San Marcos, en Lima. La situación cambió en 1756
cuando se inauguraron los estudios oficiales con la cátedra de medicina, impartida por la Universidad de San
Felipe, en Santiago. El plan de estudios se desarrollaba en 4 años de "Prima Medicina", materia teórica dictada
por un solo docente en clases diarias de una hora y media. Tras ser aprobada se obtenía el título de Bachiller,
mientras que el de Médico se obtenía luego de realizar una práctica de dos años en el Hospital San Juan de Dios.
El periodo académico se extendía desde marzo a septiembre y los exámenes se realizaban, en latín, al final del
periodo lectivo (agosto). Para el examen de título de médico, se sorteaba al azar un texto de estudio (entre ellos
los de Galeno, Avicena, Hipócrates y Piquer), acerca del cual el candidato debía disertar 8 días después. El
carácter teórico y la separación entre médico y cirujano (es decir, la distancia con el cuerpo del enfermo), se
hacía patente con la inexistencia de una cátedra de anatomía en nuestro país.

Entre los docentes destacó el médico irlandés Domingo Nevin, quien dio inicio a la materia de "Prima Medicina" y
fuera uno de los innovadores en el campo de la tuberculosis, al declarar y defender su carácter contagioso. Su
discípulo, fray Pedro Manuel Chaparro aplicó con éxito, al mismo tiempo que en Europa, la "variolización" durante
la epidemia de 1765, que consistía en el contagio intencional de la viruela a personas sanas para lograr su
inmunidad. Pese a sus deseos de mejorar la enseñanza de la medicina con la introducción de las teorías y textos
de Harvey, Morgagni, Sydenham y Boerhaave, entre otros, éstas no fueron aceptadas.

El éxito de los estudios de medicina en este período fue relativo, porque contó con pocos egresados en alrededor
de cincuenta años de funcionamiento (hacia 1810 solo se graduaron cuatro médicos y tres bachilleres). La
enseñanza de la medicina en el Chile colonial debió enfrentar la falta de profesores, así como los prejuicios
asociados a la práctica de la profesión que, además de reportar pocos ingresos, era considerada entonces como
un oficio plebeyo y degradante.

La medicina científica se había desarrollado escasamente en Chile hasta los primeros


años de la República. En este contexto, hacia 1826 el médico irlandés Guillermo Blest,
escribió un artículo sobre el estado de la ciencia médica en Chile "con el objeto de hacer
ver el despreciable estado en que se halla la educación médica en el país, y llamar la
atención del público sobre un asunto tan importante". A juicio de Blest, nada se había
descuidado tanto en este país como la educación médica pues no existía "un solo
establecimiento para su enseñanza. Cualquier persona que por algún tiempo asista los
hospitales de esta ciudad puede presentarse a un examen de su aptitud para ser
practicante de medicina. Un barbero cualesquiera renunciando a su humilde profesión y
trabajo se dedique a la asistencia de un hospital: que aprenda de memoria algunas frases
médicas: lea las páginas de algún escritor antiguo, que se le enseñe que los pulmones
están en el tórax, los intestinos en el abdomen,... ¿Y será creíble que haya quien
considere que semejante estudio puede calificar a un individuo para el importante cargo
de facultativo en medicina?". Entre las causas del abandono de la profesión médica
señalaba: "la opinión tan generalizada de que los médicos no merecen aún hoy día,
ocupar un puesto distinguido en la sociedad". Opinión que, según Blest, estaba en
completa oposición con las ideas que tenía la ciencia moderna en Europa. Otra causa
señalada por el médico irlandés fue el escaso sueldo que recibían los médicos por el
ejercicio de su profesión, el cual además era fijado por la autoridad. Las indicaciones de
Blest debieron esperar hasta 1833 para hacerse efectivas.

En 1833, con la idea de promover el estudio de las ciencias médicas en el país, "que
aunque reconocidas en todas las naciones del mundo como de primera necesidad para la
conservación de la vida ha sido descuidado en Chile", el Gobierno creó en el Instituto
Nacional y en el hospital San Juan de Dios un curso de ciencias médicas que duraba seis
años. Así, una de las características de la organización de la medicina en las primeras
décadas del siglo XIX era la escasa relevancia de los "médicos científicos". Además de su
reducido número, no se les consultaba en las decisiones que se tomaban respecto de la
salud pública, encontrándose subordinados a las juntas de beneficencia y a las órdenes
religiosas que administraban el funcionamiento interno de los hospitales. Junto a las
órdenes religiosas existían además curanderos, charlatanes, hechiceros, machis,
barberos y sangradores o flebótomos quienes según las prácticas terapéuticas de la
época se dedicaban a extraer la sangre de los enfermos. No obstante, paulatinamente, los
médicos europeos avecindados en Chile ejercieron una fuerte influencia en el desarrollo
de las ciencias médicas de Chile. Durante la primera mitad del siglo XIX los principales
fueron: Guillermo Blest (1800-1884), Nataniel Cox (1785-1869), Lorenzo Sazié (1807-
1865), Julio Lafargue (1803-1850), Manuel Julián Grajales (1780-1855) y Juan Miquel
(1792-1866). Asimismo, en 1869 se fundó la Sociedad Médica de Chile y en 1872
la Revista Médica de Chile, órganos encargados de difundir y de hacer progresar la
ciencia médica en el país hasta nuestros días. Se estaba en un proceso de cambio de
una medicina colonial a una medicina científica con formato y mentalidad europea que
valoraba el conocimiento positivo como parte del progreso de la medicina. En esta
perspectiva entre 1891 y 1925 se produjo el nacimiento formal de las ciencias biológicas y
médicas en el país con la organización y establecimiento de los primeros laboratorios
especializados en ciencias básicas, que fueron fundamentales en el desarrollo del
positivismo científico de la medicina chilena. Destacan en este período por su aporte en la
formación de médicos en el país, entre otros, Vicente Izquierdo (histología, que es el
estudio de los tejidos animales y vegetales), Juan Noé (zoología médica), Francisco
Puelma y Aureliano Oyarzún (anatomía patológica), Teodoro Muhm (fisiología), Lucas
Sierra (cirugía),Augusto Orrego Luco (enfermedades mentales).
Por otra parte, desde entonces, muchos de los médicos pioneros y fundadores de la
medicina científica positivista nacional tuvieron una destacada participación política,
alcanzando cargos de diputados o senadores en el Congreso Nacional. Entre ellos se
destacan, Adolfo Murillo, José Joaquín Aguirre, Adolfo Valderrama, Augusto Orrego Luco,
Francisco Puelma, Vicente Izquierdo. Posteriormente, en pleno siglo XX, tres médicos
postularían a la presidencia de la República: José Santos Salas (1925), Eduardo Cruz
Coke (1946) y Salvador Allende (1952, 1958, 1964, 1970).
En síntesis el rol y protagonismo de los médicos en la vida nacional se transformó
completamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX pues cada vez sus opiniones
influenciaron más en la salud, la política y la sociedad chilena. En la década de 1920 los
médicos se convirtieron en los artífices del estado benefactor, pues el Estado requirió de
sus servicios para dirigir la organización del sistema de salud nacional.


• Desinfectorio Público, hacia 1910
Enseñanza de la disciplina durante el siglo XIX

El comienzo de la Escuela de Medicina del Instituto Nacional fue revolucionario. Se incorporaron nuevos
textos de estudio, así como un nuevo currículo académico en el que se incluían nuevas asignaturas
como fisiología, anatomía (debido a los aportes de Andreas Vesalius y su libro De humani corporis
fabrica), medicina, cirugía, obstetricia, farmacia, higiene y materia médica. Esta última versaba sobre los
materiales con los que se preparaban medicamentos, entre los que destacan la inclusión de hierbas
medicinales locales. Igualmente, en el campo de la cirugía, en 1833 se estableció nominalmente la
doble titulación médico-cirujano.
Respecto a los libros utilizados, se sumaron a los clásicos textos contemporáneos sobre la materia,
algunos textos en francés e inglés y, en la segunda mitad del siglo, también en alemán. Se dejó de lado
la hegemonía del latín, debido a que éste ya no era obligatorio en el Instituto Nacional desde 1876. Años
antes ya se habían impreso las primeras publicaciones médicas de autores chilenos, las que a fines del
siglo XIX fueron en aumento.
Los integrantes de la Escuela de Medicina fueron Guillermo Blest -su director-, Lorenzo Sazié, Pedro
Morán y Vicente Bustillos, docentes de medicina, cirugía y obstetricia, anatomía y farmacia,
respectivamente. Cada uno de ellos logró una destacada presencia a nivel nacional: Sazié, por ejemplo,
fundó en 1834 la Escuela de Matronas que funcionó hasta 1872 en la Casa de Huérfanos de Santiago.
Los cuatro primeros graduados (entre 1833 y 1842) provenían de la élite local, lo que contribuyó a
generar un cambio en la valoración de la profesión. Estos eran: Francisco Javier Tocornal, Juan
Mackenna, Francisco Rodríguez y Luis Ballester. Debido al mayor prestigio que fue adquiriendo la
profesión, para 1863 los alumnos habían aumentado a 40, quienes participaban en las 40 cátedras
impartidas por los 10 docentes que componían el plantel.
Tras la creación de la Universidad de Chile, la Escuela de Medicina pasó a formar parte de la Facultad
de Medicina de dicho plantel. En 1863 se inauguró el edificio de la nueva Escuela de Medicina en la
calle San Francisco, junto al Hospital San Juan de Dios, y en 1889 se trasladó a sus actuales
dependencias en el barrio Recoleta. Este traslado coincidió con la puesta en marcha de un nuevo plan
de estudios más moderno que contemplaba 6 años de colegiatura, con 23 asignaturas y práctica
hospitalaria desde el tercer año. Desde 1893 se incorporó un período de internado (práctica) en el
Hospital San Vicente.
La incorporación de tecnología a las investigaciones ayudó a perfilar el carácter científico del
estudiantado, gracias a las técnicas microscópicas, al uso del laboratorio para pruebas químicas, así
como del estetoscopio, el esfigmógrafo o el oftalmoscopio introducidos por los doctores Schneider y
Petit.


• Vista panorámica del Instituto de Higiene, hacia 1910

Espacios de discusión y difusión científica

Al alero de las aulas universitarias y las salas de los hospitales, durante la segunda mitad del siglo
XIX se desarrolló una institucionalidad ligada a la investigación, discusión y difusión de las ciencias
médicas en Chile. De esta manera, en 1869 se fundó la Sociedad Médica de Santiago y tres años
más tarde, en 1872, esta institución publicó la Revista Médica de Chile, la segunda publicación del
género más antigua de habla hispana. Igualmente, en 1888 organizó el primer Congreso Médico
Chileno, con más de 300 participantes, entre médicos, farmacéuticos y naturalistas.

Institucionalidad
Durante el siglo XIX, el ejercicio de la medicina en Chile se circunscribió por largo tiempo
al ámbito privado, apoyándose en la caridad. A pesar de ello, tempranamente surgieron
algunas instituciones como la Junta Directora de Hospitales de Santiago y la Junta de
Beneficencia y Salud Pública -antecesora del Servicio Nacional de Salud-, ambas creadas
en 1832.
Avanzado el siglo y debido al auge que experimentaron las ciencias médicas en el país, el
Estado fue adquiriendo un mayor protagonismo en los temas de salud pública. En el
último tercio del siglo XIX, los problemas de salubridad asociados a la cuestión social,
sumado a las corrientes higienistas de la época, contribuyeron a que se generara una
institucionalidad médica estatal, cada vez más compleja.
En 1882 el médico Federico Puga Borne, siendo secretario de la Junta de Higiene
en Valparaíso, propuso la promulgación de un código sanitario y de un organismo estatal
de sanidad. Tras esta primera iniciativa, el 19 de enero de 1889 surgieron los Consejos de
Higiene Pública. Posteriormente, en septiembre de 1892 se creó el Consejo Superior de
Higiene Pública y el Instituto de Higiene, encargado de la salubridad del país y que
cumplió además un rol moral al encargarse de temas como el alcoholismo, la prostitución
y el control de las casas de tolerancia. Ambos organismos eran dependientes del
Ministerio del Interior. El Consejo tenía solo un carácter consultivo, mientras que el
Instituto hacía las veces de laboratorio nacional de higiene, química, demografía y
toxicología de Chile. En 1897 se aplicaron en el Instituto los primeros métodos de
diagnóstico y comenzó la fabricación local de vacunas.
Al alero de este Instituto, se formó una generación de médicos especialistas en higiene,
destacándoseAlejandro del Río, Lucio Córdova, Pedro Lautaro Ferrer y Ramón Corbalán
Melgarejo (1894-1915). Este último se desempeñó en la Facultad de Medicina de la
Universidad de Chile y el Hospital del Salvador. Acompañado por Alejandro del Río,
Octavio Maura y el abogado Paulino Alfonso del Barrio, Ramón Corbalán comenzó a
trabajar hacia 1901 en un proyecto de código sanitario que aunase los criterios a nivel
nacional y posibilitase un accionar conjunto entre médicos y policías. El proyecto, que
incluía la creación de la Dirección de Sanidad, fue presentado en la Cámara de Diputados
el 12 de febrero de 1910, acogida el 22 de enero del año siguiente. Tras años de debate,
fue aprobado por los senadores el 6 de agosto de 1918, promulgado como Ley N° 3.385
del 22 de mayo de 1918. En la práctica, la Dirección de Sanidad actuó como Ministerio de
Salud, quedando Ramón Corbalán a la cabeza de la institución.
Seis años después se creó el Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión social, a cargo
de Alejandro del Río finalizando así la primera etapa de un proceso de institucionalización
estatal que continuó desarrollándose a lo largo del siglo XX.

Medicina de urgencia
Además de la creación del Banco de Sangre y la puesta en práctica de los
procedimientos asépticos y antisépticos, o "procedimiento de Lister", las nuevas
competencias de los médicos generaron una nueva valoración de la cirugía, lo que
motivó su desarrollo.
La medicina de guerra, por ejemplo, tuvo un especial interés por parte de los médicos y
voluntarios que trabajaron en la asistencia de heridos, fruto de lo cual se instituyeron
nuevas asociaciones como la Cruz Roja Chilena, fundada oficialmente en 1903.

Francisco Puga Borne, iniciador de la medicina social, y Augusto Orrego Luco, padre de la
neurosiquiatría nacional, fueron algunos de los facultativos que participaron en la Guerra
del Pacífico. Por su parte, Eduardo Moore, médico cirujano fundador de la urología en
nuestro país y de la primera escuela de enfermeras (1902) en el Hospital San Borja, no
solo fue un destacado facultativo, docente y escritor, sino que participó como médico en
las batallas de Concón y Placilla en la Guerra Civil de 1891. Fruto de esta experiencia
publicó su libro Cirugía de Guerra, texto por el cual se hizo acreedor del premio bienal de
la Facultad de Medicina, en 1894. Por encargo del Gobierno, se publicaron 3.000
ejemplares en Leipzig en 1897, siendo el tercer ejemplar de este tipo publicado a nivel
mundial. Dentro de esta misma rama, Moore también reorganizó el Servicio Sanitario del
Ejército.
Médicos y cirujanos

Los diferentes establecimientos hospitalarios fueron atendidos por el contingente médico


chileno y por un número no despreciable de especialistas extranjeros. En 1566, el Cabildo
de Santiago de forma autónoma nombró protomédico del reino de Chile al cirujano Alonso
de Villadiego, aunque este constituyó un hecho aislado que no tuvo consecuencias (Cruz-
Coke, Ricardo, Historia de la medicina chilena, ed. Andrés Bello, Santiago, 1995, p. 104).
Por su parte, el primer médico nacido en estas tierras fue Juan Guerra Salazar (1567-
1619), quien obtuvo el título de la profesión en Lima. En el curso del siglo XVII sobresalió
como médico Manuel de Fonseca, jesuita secularizado, quien dirigió con acierto el
hospital de Santiago hasta 1617, fecha en que el establecimiento quedó a cargo de los
Hermanos de San Juan de Dios.
Durante el siglo XVIII se tiene noticia que llegaron a Chile médicos y cirujanos franceses,
ingleses, italianos, alemanes, judíos, lusitanos y españoles. Ello significó una ostensible
mejoría en la calidad de vida y atención de salud, así como las condiciones de higiene y
limpieza de las principales urbes del país comenzaron paulatinamente a mejorarse.


• Cráneo

Neuropsiquiatría
• Durante el gobierno de Manuel Montt surgió la necesidad de crear un espacio de
confinamiento para los enajenados. Fue así como en 1852 se fundó la Casa de Orates,
emplazada originalmente en el barrio Yungayde Santiago y trasladada a la calle Los
Olivos, seis años más tarde. Pese a ello, fue solo en 1875 cuando ingresó personal
médico al recinto, dando inicio a la asistencia siquiátrica en Chile.
La siquiatría nacional surgió gracias al análisis médico de una posesa, Carmen Marín, "la
endemoniada" de Santiago, quien había ingresado en 1857 al Hospicio de Santiago para
hacer los votos como Hermana de la Caridad. A los pocos meses de ingresar, comenzó a
sufrir ataques debido a una supuesta posesión demoníaca, según las creencias de la
época. Fue sometida a múltiples análisis, entre ellos, a uno realizado por el médico
Manuel Antonio Carmona. Éste, antecediendo a las teorías de Sigmund Freud y Pierre
Janet, vio en estas posesiones una expresión de instintos libidinosos, culpas, amores
despechados y/o remordimientos. Contradiciendo a dos médicos que diagnosticaron de
forma paralela a la joven, el informe pericial de Carmona, diagnosticó una enfermedad
nerviosa causada por las vivencias de Carmen Marín: "la verdadera causa próxima de
todos los fenómenos y ataques observados y aceptados por mi (sic) en la joven Carmen
Marín, es una alteración primitiva, crónica, sui géneris de los ovarios, y complicada con
una lesión consecutiva de todos los centros nerviosos, y más claramente del eje o aparato
cerebro-espinal; enfermedad evidentemente natural que tanto los maestros de la
medicina, como el Diccionario de las Ciencias Médicas, clasifican como perteneciente al
orden de las neuroses (sic), y cuyo nombre propio es el de HISTERICO CONFIRMADO,
CONVULSIVO Y EN TERCER GRADO" (Roa, Armando. Demonio y psiquiatría: aparición
de la conciencia científica en Chile, p. 314). Con este diagnóstico fue descartada una
posesión.
Posterior a este evento, la siquiatría comenzó a desarrollarse en Chile como una rama
separada de la medicina. Entre los más importantes continuadores de la siquiatría clínica,
se encuentra Ramón Elguero, quien dictaba clases en la Escuela de Medicina sobre
enfermedades nerviosas y trabajó como médico en el Manicomio Nacional entre 1860 y
1874. De esa labor surgió el único documento disponible de Elguero,Informe médico de la
Casa de Locos. Memoria del Ministerio del Interior presentada al Congreso Nacional, de
1863.
Sin duda, el más destacado médico de la rama fue Augusto Orrego Luco. Desde 1892
hasta su retiro de las aulas inauguró e impartió la cátedra de Enfermedades Nerviosas, la
que continuó ejerciendo Joaquín Luco, quien luego la subdividió entre Neurología y
Siquiatría. Esta última fue dictada en los años consecutivos por los médicos Oscar
Fontecilla, Arturo Vivado e Ignacio Matte, quien se distanció en 1966 del plantel. Tras la
partida de Orrego Luco, tanto de la Universidad como de la Casa de Orates, se produjo un
estancamiento en los conocimientos médicos y sus aplicaciones. Ejemplo de esta
situación es que recién en 1925 se utilizaron teorías que Orrego Luco ya había analizado
en 1879.

Otros oficios relacionados a la salud


Además de la importante labor efectuada por las parteras en la asistencia del
parto en el Chile colonial, los enfermeros constituyeron un apoyo para las tareas de
cuidado y curación en los distintos sanatorios y hospitales del reino. Desde la limpieza
de las salas hasta la supervisión de los distintos tratamientos, su labor, muchas veces
anónima, resultó fundamental para el buen desempeño de la atención médica. A
continuación presentamos valiosos testimonios sobre estos oficios en el siglo XVIII.

Parteras en la Colonia y el siglo XIX

Hasta que la medicina científica contó con la confianza de la población femenina y el


número apropiado de médicos y matronas para cubrir la demanda asistencial de los
partos, las parteras fueron los agentes sanitarios más recurridos por las parturientas en
Chile. No obstante, la importancia de este oficio, las crónicas y datos históricos sobre las
parteras del período colonial y el siglo XIX, se han concentrado más en dar cuenta de los
casos en que aquellas asistieron partos con desenlaces mortales o en los que su
participación estaba asociada a los abortos.
Antes del siglo XIX se conocía escasamente el trabajo de los médicos "parteros" pues
la medicina colonial gozó de escaso desarrollo como lo retrató Benjamín Vicuña
Mackenna en su obra Los médicos de antaño. Sólo hacia fines del siglo XVIII se tienen
noticias de una cartilla escrita por un médico español, Antonio Medina, que es difundida
limitadamente en territorios americanos. Dicha cartilla daba a conocer una serie de
instrucciones que debían respetar las parteras o "comadres" con el propósito de mejorar
la asistencia que aquellas proveían a las mujeres.
El Protomedicato intentó regular el oficio de las parteras durante el siglo XVIII, no
obstante, las atribuciones de dicho organismo tenían alcances limitados pues no existían
instituciones que brindaran la formación requerida y tampoco una población femenina
interesada en recibir entrenamiento formal en el oficio. Se reconoce a Isabel Bravo como
la primera partera que, previamente examinada por el Protomedicato de la ciudad de
Lima, fue sometida a prueba por su símil chileno, organismo que dictaminó que era
competente "para que la criatura saliese entera y viva, así como cuantas maneras había
de partos".

• Cartilla nueva util, y necesaria para instruirse las matronas, que vulgarmente se llaman Comadres, en
el oficio de Partear

Universidad de San Felipe


• La Universidad de San Felipe contaba con las mismas facultades que las de
Lima y México: Teología, Filosofía, Derecho, Medicina y Matemáticas. Se fundó con
once cátedras: además de Teología, Cánones y Leyes y Medicina, que eran
permanentes, había ocho temporales: Matemáticas, Instituta, Decreto y Maestro de
Sentencias; dos de Artes y una de Lengua, esto es, de mapuche. Los estudios no eran
gratuitos como en las universidades conventuales, pues se exigían elevados derechos
por los grados, además de propinas y festejos que debía costear el propio interesado.El
local que albergó a la Universidad fue terminado en 1764. Ocupaba media manzana,
cuyo frontis daba a la calle Agustinas, el costado poniente a la de San Antonio y la parte
posterior a la calle del Chirimoyo, actual Moneda. Según el cronista Carvallo y
Goyeneche, la obra era "de buena arquitectura, con las correspondientes salas para las
facultades que se enseñan, espaciosa capilla para las funciones públicas y una lucida
fachada con un escudo de armas, dividido en dos mitades. En la mitad derecha se ve la
imagen del apóstol San Felipe y en la de la izquierda, un león con espada desnuda en la
mano derecha, y por orla, un blasón que dice Academia Chilena in urbe Sancti Jacobi".

Higiene y salud pública en Chile (1870-1910)


La urbanización e industrialización del mundo europeo a partir del siglo XVIII implicó
también la creación de las condiciones ambientales necesarias para la rápida propagación
de enfermedades, pestes y epidemias. En este contexto, paulatinamente, tomó forma en
el pensamiento médico la idea de que la higiene pública e individual era la mejor forma de
combatir las enfermedades. Surgió así la ciencia de la higiene o higienismo, que pronto
irradió sus ideas por todo el mundo.
En Chile, los problemas asociados a los procesos de urbanización y a las condiciones
insalubres de los ranchos y de las habitaciones populares, surgidas en los márgenes de
las ciudades, emergieron con mayor fuerza a mediados del siglo XIX. El deplorable estado
sanitario de las ciudades chilenas incentivó la rápida e implacable propagación de las
enfermedades, las epidemias y la mortalidad, fenómeno que pronto llamó la atención de
médicos e intelectuales.
Se originó, entonces, una generación de médicos que asumió las ideas higienistas e
intentó difundirlas entre las autoridades para que las pusieran en práctica desde las
instituciones del Estado. Se aspiró a estructurar una administración sanitaria de las
ciudades que incluyese el aseo de calles y avenidas, la relocalización de los mataderos, la
construcción de habitaciones populares salubres, el abastecimiento de agua potable, la
dotación de alcantarillado y la enseñanza de la higiene a la población. En 1872, se dictó
un decreto que hizo obligatoria la enseñanza de la higiene en los colegios fiscales, pues
para muchos médicos la principal causa de las enfermedades fue la ignorancia,
especialmente de las clases populares.
En 1887 se dictó la ley de vacuna obligatoria y la Ordenanza General de Salubridad,
mediante la cual se estableció una Junta General de Salubridad destinada a asesorar al
gobierno en estas materias. Una nueva ley creó en 1892 el Consejo Superior de Higiene
Pública y el Instituto de Higiene, que poseía sólo funciones consultivas. A finales del siglo
XIX se comenzó el alcantarillado de Santiago, en 1906 se aprobó la Ley de Habitaciones
Populares, en 1918 el primer Código Sanitario, lo que da cuenta de los paulatinos
avances de las ideas higienistas. Uno de los médicos más destacados fue Adolfo Murillo,
quien se preocupó de estudiar las causas de la mortalidad urbana, de la aprobación de
una ley de vacuna obligatoria y de las formas de prevenir las epidemias de cólera. Otros
médicos que colaboraron con la salud pública desde la perspectiva de la higiene fueron
José Joaquín Aguirre, Alejandro del Río, Federico Puga Borne, Octavio Maira, Pedro
Lautaro Ferrer y Ricardo Dávila Boza.

La profesionalización de la atención del parto y del cuidado del niño


La asistencia médica del parto en Chile,
1834-1940
Parir o dar a luz un hijo es una experiencia femenina que ha sufrido importantes
transformaciones en la sociedad chilena desde la primera mitad del siglo XIX. Algunas de
ellas son las relacionadas a la asistencia médica que han recibido mujeres y recién
nacidos en la etapa previa, durante y después del parto.

Durante la Colonia y el siglo XIX, la mayoría de las mujeres parían con la ayuda de otras
mujeres, conocidas como parteras o empíricas, quienes convirtieron su conocimiento
asistencial del parto en un oficio.
La inauguración de la Escuela de Matronas, dirigida por el médico francés Lorenzo Sazié,
en 1834 y la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile en 1842, constituyen hitos
institucionales fundacionales de la preocupación por la asistencia médico-científica del
parto en el Chile republicano. La formación de matronas y médicos tenía como objetivos
principales convertir la atención del parto en una tarea sanitaria de la medicina
profesional y restringir el predominio de la influencia y acción de las parteras o empíricas,
propósitos que se lograron sólo parcialmente durante el siglo XIX.
Frecuentemente el momento del parto se asociaba a la mortalidad materna en el Chile
decimonónico, entre otras causas, por el desangramiento de las parturientas y el
padecimiento de fiebres puerperales. Asimismo, los partos que no recibían asistencia
oportuna podían ser la causa del nacimiento de hijos frágiles que morían antes de cumplir
un año de vida, fenómeno que incrementaba las cifras de lamortalidad infantil.
La formación de las matronas, el desarrollo de especialidades emergentes como
la obstetricia y ginecología y el trabajo realizado por la Casa de Maternidad de Santiago,
alojada en el hospital de mujeres San Francisco de Borja, fueron los ejes principales de la
medicalizacion formal de la asistencia del parto decimonónico, proceso que se afianzó en
las primeras décadas del siglo XX. La difusión de los beneficios que reportaban los
servicios de matronas entrenadas y de médicos comenzó en las últimas décadas del siglo
XIX, entre otras modalidades, con la publicación de manuales dedicados a
lapuericultura que junto con dar a conocer los cuidados de los recien nacidos, entregaban
información sobre los cuidados que debían recibir las mujeres mientras estaban
embarazadas, al momento del parto y durante el periodo puerperal.
Con el cambio de siglo, la asistencia profesional del parto se convirtió en un tópico de
creciente resonancia pública. En la década de 1920, la ley de la Caja del Seguro Obrero
Obligatorio contempló indicaciones específicas que apuntaron a la
paulatina medicalización del parto entre la población obrera femenina.

La medicina colonial chilena


Durante la Colonia las enfermedades y epidemias causaron grandes tragedias. La
población indígena del continente sucumbió por millones frente a las enfermedades
infecciosas de los conquistadores. Durante el resto de los siglos coloniales, pestes y
epidemias de disentería, tifoidea y sobre todo la mortal viruela, causaron estragos en los
campos y ciudades de Chile. En torno a esta dramática realidad surgió la medicina
colonial, su enseñanza y su práctica, en la cual convivió el sistema de salud ligado a la
administración hispana junto a la medicina popular.
En el siglo XVI se construyó una serie de centros hospitalarios en las distintas
poblaciones fundadas durante la Conquista, aunque en la generalidad fueron
establecimientos muy rudimentarios. En sus inicios éstos tuvieron una orientación laica al
depender de los cabildos, pero hacia el siglo XVII su administración pasó a estar en
manos de diversas órdenes religiosas, las que marcaron la medicina colonial chilena.
Las leyes españolas controlaban el ejercicio de la medicina a través de un funcionario
denominado protomédico, quien debía examinar a los boticarios, médicos y cirujanos, así
como otros oficios relacionados a la salud, y establecer con exactitud sus conocimientos.
A pesar de que en la Capitanía General de Chile estas funciones pertenecían a la
jurisdicción del Protomedicato de Lima, tanto la entrega de licencias para ejercer la
profesión, así como la regulación de los temas concernientes a la medicina y salubridad
en nuestro territorio, estuvieron bajo la supervisión del Cabildo. Esta situación cambió en
1764, cuando la Universidad de San Felipe comenzó a otorgar los títulos que permitían
ejercer la medicina en Chile y en 1786 cuando por Real Cédula se creó el Protomedicato
de Chile.
Según algunas fuentes, al promediar el siglo XVII se practicaban en Santiago varios
procedimientos médicos ceñidos a las normas prescritas por los mejores tratadistas y en
conocimiento de reconocidas obras europeas sobre medicina. Sin embargo, en la
enseñanza de la medicina durante la Colonia predominaron las antiguas doctrinas de
Hipócrates, Galeno y Avicena, de tradición griega e islámica. Con la creación de la
Universidad de San Felipe en el siglo XVIII, se iniciaron los estudios oficiales de medicina,
la mayoría de cuyos alumnos pertenecía a la orden de San Juan de Dios. El alcance de
dichos estudios fue limitado y la atención médica en general durante el período colonial
fue deficiente. La escasez de profesionales médicos hizo que gran parte de la población
tuviese que recurrir a la medicina popular, proporcionada por curanderos mapuches y
hierbateros.

La salud pública en Chile (1910-1950)


A medida que el país se internó en un proceso de urbanización e industrialización algunos
problemas sociales comenzaron a sentirse cada vez con mayor intensidad, especialmente
en lo que respecta a la salud de la población...

salud pública basado en hospitales. El tiempo demostró que era más efectivo atacar las
causas de las enfermedades A medida que el país se internó en un proceso de
urbanización e industrialización algunos problemas sociales comenzaron a sentirse cada
vez con mayor intensidad, especialmente en lo que respecta a lasalud de la población. La
falta de una vivienda y de un entorno urbano adecuado afectó directamente las
condiciones de vida y por añadidura, aumentó la mortalidad de la población. En forma
creciente, la enfermedad y la muerte se convirtieron en un grave problema para las elites
dirigentes del país. Además de los cuestionamientos morales, la inhabilidad de los
trabajadores por enfermedad o muerte implicaba una menor fuerza de trabajo y pérdida
de producción económica.
La filantropía, expresada a través de la caridad cristiana, seguía siendo hasta las primeras
décadas del siglo XX uno de los pilares fundamentales de la idea de salud pública en la
sociedad chilena. Los católicos sentían el deber moral de ayudar al prójimo en desgracia,
lo cual se expresaba en donaciones por medio de las cuales se financiaban los
establecimientos hospitalarios, donde también se recibían a huérfanos, ancianos e
inválidos. En este sentido, legados y donaciones de tierras, dinero y edificios eran la base
financiera de los hospitales tradicionales e históricos de Chile como el San Juan de Dios y
el San Borja.
Paulatinamente, el Estado comenzó a intervenir en los problemas de salud pública pues
en nuestro país se observaban altísimos niveles de mortalidad en relación a otros países
latinoamericanos y europeos. De esta manera, la caridad perdió terreno y comenzó a ser
desplazada por una nueva visión de la salud pública que se expresaba en la acción
del Estado Benefactor y la Asistencia Social. Así, la alta mortalidad nacional forzó la
transformación de un régimen caritativo e individual de salud a un régimen público y
colectivo, donde el Estado se hizo progresivamente cargo de los problemas de
enfermedad y muerte. En este sentido, en 1924 se decretó la creación del Ministerio de
Higiene, Asistencia, Trabajo y Previsión Social, que implicó consolidar y proyectar el
carácter estatal que había adquirido la dirección de la salud pública.
Respecto de los avances médicos, hasta mediados del siglo XIX, el desarrollo de la
medicina en Chile era escaso. Con la creación de la Universidad de Chile se produjo un
creciente aumento de los médicos en el país y de su prestigio, además de la
modernización de esa profesión al asumir y practicar los postulados científicos y
positivistas provenientes de Europa. Con la valoración del ejercicio profesional de la
medicinase formó un estamento del cual el Estado obtendría la capacidad humana que
necesitaba para llevar a cabo las reformas que requería el sistema de salud.
Sin embargo, las condiciones ambientales de los asentamientos humanos en Chile
hicieron prácticamente imposible la disminución de los indicadores de salud, a pesar de
los enormes esfuerzos realizados por el Estado, a partir de la formación de profesionales
en el ámbito de la medicina y la construcción de un sistema de más que sanar sus
consecuencias, por lo tanto se hizo evidente la necesidad de invertir en obras de
saneamiento urbano e higiene pública que, hasta mediados del siglo XX, eran
deplorables.

Augusto Orrego Luco (1849-1933)



Augusto Orrego Luco nació en Valparaíso el 2 de mayo de 1849. Hermano de Luis Orrego
Luco, tuvo una brillante carrera profesional, participó en procesos políticos e históricos
trascendentes para el país y produjo una importante cantidad de obras literarias, entre las
que destaca Memorias del tiempo viejo, obra en la que rememora sus años en la Escuela
de Medicina de la Universidad de Chile.
En 1873 obtuvo el título de Médico cirujano con la tesis Alucinaciones mentales, desde
entonces ejerció su trabajo como médico y además como profesor, fue director de la
Escuela de Medicina de la Universidad de Chile donde impartió, además, la cátedra de
Enfermedades mentales hasta 1906, un año antes de su retiro, se casó con Martina
Barros Borgoño. Colaboró también con la Sociedad de Neurología de París y con la
Universidad de San Marcos, en Lima. Entre su producción científica se hallan textos
como Los asilos de enajenados (1875) y Una teoría nueva sobre las funciones
cerebrales (1877).
Augusto Orrego Luco tuvo una importante carrera política; en 1876 fue elegido diputado
por Santiago, fue presidente de la cámara en 1886 y reelegido en 1887. Fue un fuerte
opositor a Balmaceda, teniendo una actuación mucho más profunda que su hermano Luis
en la revolución de 1891 pues Augusto fue uno de los parlamentarios que firmó el acta de
deposición del gobernante, iniciando, precisamente, la lucha armada de 1891.Algunos
años después, durante el gobierno de Federico Errázuriz Echaurren, fue Ministro del
Interior.Además de su carrera como médico y político, fue un prolífico escritor. Al mismo
tiempo que realizaba sus publicaciones médicas, trabajó en el periodismo político. Fundó,
junto a Fanor Velasco en 1872, la Revista de Santiago; en 1884 fue redactor de La
Época de Santiago y en 1885 estuvo a cargo de la redacción de La Patria de Valparaíso,
en 1887 tomó el mismo cargo para el periódico El Mercurio.

En 1922 dedica un ensayo a Rosario Orrego que agrega más datos al conocimiento
biográfico de la autora. Este ensayo fue incluido en el libro Sus mejores poemas, artículos
y su novela corta "Teresa" de la escritora nacida en Copiapó.
Falleció el 26 de agosto de 1933


• Silo en hacienda Rinconada de Chena, San Bernardo, 1922

• Luis Orrego Luco, 1866-1948

Becados a Europa

En 1874, gracias a las gestiones del decano José Joaquín Aguirre, un grupo de jóvenes
médicos nacionales partió a diversas naciones europeas para perfeccionarse y adentrarse
en las nuevas teorías y en los avances tecnológicos del viejo continente. Los países
escogidos fueron, principalmente, Alemania y Francia debido a la gran influencia que
ambos tuvieron en el desarrollo de la medicina occidental. Los avances logrados gracias a
esta iniciativa fueron visibles no solo en el nivel superior alcanzado por los médicos
nacionales, sino además en la incorporación de innovadoras tecnologías, como las
radiografías, las que fueron tomadas por primera vez en Chile un año después de su
descubrimiento, es decir, en 1896. Dos años más tarde, llegaría a nuestro país el primer
aparato de rayos X. En 1900 el médico José María Anrique, alumno de uno de los físicos
pioneros en la toma de radiografías, Arturo Salazar, fundó la física médica en nuestro
país.

Entre los becados a Alemania, podemos mencionar a David Benavente en anatomía,


Aureliano Oyarzún y Francisco Puelma Tupper en anatomía patológica, Teodoro Muhn en
fisiología, Vicente Izquierdo en histología, Adeodato García Valenzuela en química y
Máximo Cienfuegos en oftalmología. Para el caso francés fueron en cirugía Manuel
Barros Borgoño y Lucas Sierra. Una doble estadía, en Alemania y el país galo, fue la
emprendida por Daniel García Guerrero en la especialidad de medicina interna.

• Aviso publicitario sobre rayos x, 1916

Boticarios

En el siglo XVIII, una de las figuras que destacó en esta área fue el farmacéutico y jesuita
bávaro José Zeilter. A partir de 1748 estuvo a cargo de la botica de los jesuitas de
Santiago. Ubicada dentro del edificio del Colegio Máximo de San Miguel -en la manzana
que hoy ocupa el ex Congreso Nacional- fue considerada como la mejor de la ciudad
cumpliendo a cabalidad los requerimientos de los médicos y del pueblo de Santiago.
Según consigna el doctor Enrique Laval, se estima que la botica poseía 916 productos y
la posibilidad de confeccionar toda suerte de preparaciones. El trabajo de Laval incluye el
inventario de la botica, concluido el 21 de diciembre de 1767, con las drogas y preparados
que lo componen, añadiendo un estudio por cada compuesto y el mal que alivia.
Asimismo, Zeitler manejaba una biblioteca de más de ciento treinta obras escogidas de
medicina, cirugía, farmacia y química escritas en varias lenguas. Estas obras constituían
el conjunto de literatura científica más rico de Chile y, como tal, de obligada consulta para
todos los médicos.

Construcción de nuevos hospitales



Durante el siglo XIX no sólo se fundaron nuevos hospitales, sino que se modernizaron y
emplazaron en nuevos edificios los ya existentes. Entre las fundaciones más destacadas
se encuentra la Casa de Orates(1852) y el traslado en 1859 del Hospital San Borja a un
nuevo edificio en la Alameda, al este del Hospital San Juan de Dios, edificio que perduró
hasta 1976. Ambos centros hospitalarios se encontraban en Santiago, al igual que el
Hospital San Vicente de Paul, inaugurado en 1874 y que se emplazó en el costado sur de
la Escuela de Medicina. Este hospital tuvo en sus primeros años diversos usos, como la
atención a los enfermos de viruela en la epidemia de 1877, la asistencia a los heridos de
la Guerra del Pacífico y como albergue de los prisioneros de la guerra. Al estar ubicado
junto a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, no tardó en convertirse en el
Hospital Clínico universitario. En 1872 comenzó a construirse el Hospital del Salvador y
en 1887 se inauguró el Hospital San José, ambos en la capital. Por su parte, en
Valparaíso se inauguró el Hospital San Agustín, en 1893.


• El Hospital en el siglo XVIII

• Vista general de la Casa de Orates

Eloísa Díaz

Eloísa Díaz Insunza nació el 25 de junio de 1866, fruto del matrimonio conformado por Eulogio
Díaz Varas y Carmela Insunza. Sus primeros estudios los realizó en el colegio que dirigía Dolores
Cabrera Martínez. Las humanidades las cursó en el colegio fundado y dirigido por Isabel Le Brun de
Pinochet y en el Instituto Nacional. En 1880, postuló a la Escuela de Medicina de la Universidad de
Chile, después de una ley que permitía por primera vez el ingreso de mujeres a dicho centro de
estudios superiores.

Estudiosa, Eloísa Díaz, fue la primera mujer chilena que se graduó como médico, resultando
premiada en varias oportunidades, llegando a ser la mejor alumna en clínica médica y en
obstetricia. Sus esfuerzos fueron coronados cuando, luego de escribir su tesis de grado, Breves
observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena y las predisposiciones
patológicas del sexo, se licenció en medicina el 27 de diciembre de 1886. Su memoria fue
publicada en Los Anales de la Universidad de Chile y en La Revista Médica de Chile. Anteriormente,
ya había entregado una colaboración al Boletín Médico acerca de la "Ruptura útero-vaginal,
curación". Obtuvo su título profesional el 3 de enero de 1887, siendo la primera chilena y la
primera americana que obtenía ese título.

Sus primeros pasos profesionales fueron entre 1888 y 1890 como ayudante de la clínica de
ginecológica del profesor Roberto Moericke. En enero de 1891 se integró al plantel médico del
hospital San Borja.Al mismo tiempo, en 1889, ejercía como profesora y médico de la Escuela
Normal de Preceptores del sur, donde permaneció hasta el año 1897. Desde este sitial analizó las
condiciones higiénicas de los colegios del país, convirtiéndose en una experta en el ramo. Estos
conocimientos le permitieron en 1898 convertirse en Inspector médico escolar de Santiago, y más
tarde asumir el cargo a nivel nacional, ejerciéndolo durante treinta años.

Desde este puesto impulsó reformas como la creación del servicio médico dental en las escuelas;
fundó jardines infantiles; implementó policlínicas dirigidas a las personas de menores recursos e
impulsó colonias escolares gratuitas.

En el ámbito intelectual participó en numerosos congresos. En 1901, expuso brillantemente sus


ideas en el Congreso Médico Latinoamericano realizado en Santiago, respecto de la sanidad e
higiene escolar, lo que le valió merecidos aplausos. En 1904, concurrió al Congreso que se
desarrollaba en Buenos Aires con un trabajo titulado: Disquisiciones sobre higiene escolar en
Chile. Dos años después publicaba en el Anuario del Ministerio de Instrucción Pública un
interesante artículo sobre La alimentación de los niños pobres en las escuelas públicas.

En 1910, integró la delegación chilena que concurrió al Congreso Científico Internacional de


Medicina e Higiene de Buenos Aires, donde fue elegida secretaria de una de las secciones.
Asimismo, fue relatora del tema "el niño débil normal y organizaciones médico-escolares". En
virtud de su trayectoria y aportes el Congreso Científico la nominó "Mujer Ilustre de América".

A su vuelta, en 1911, fue nombrada directora del Servicio Médico Escolar de Chile, destacando en
impulsar el desayuno escolar obligatorio, la vacunación masiva y en su lucha en contra del
alcoholismo.

También fue integrante de numerosas instituciones científicas: la Liga Nacional de Higiene Social,
la Sociedad Científica de Chile, el Consejo Nacional de la Mujer, la Sociedad Médica, el Consejo de
Nutrición Primaria, la Cruz Roja y otras.

A los 60 años se retiró al merecido descanso. En 1950 enfermó, por lo que fue internada en el
hospital San Vicente de Paúl donde murió a los 85 años.

Alejandro del Río (1867-1939)

Alejandro del Río Soto-Aguilar fue un médico de gran renombre en Chile con una prolífica
carrera. Tras sus estudios de Higiene en Europa, se transformó en el médico social más
capacitado de su época, entendiendo por tal a aquel que a través de su labor médica,
buscaba disminuir los graves problemas derivados de la cuestión social.
Impulsó la construcción del alcantarillado de Santiago, participó en el control de
las epidemias de tifus y peste bubónica de 1903, tuvo un particular interés por la
otorrinolaringología nacional, especialidad de la cual fue pionero, y fomentó la proyección
de hospitales tras los sucesivos Congresos Nacionales de Beneficencia (1917, 1922).
Entre las instituciones que fundó se encuentran la Escuela de Enfermería, en el Hospital
Arriarán (1902), la primera de su género en Sudamérica; la Escuela de "Padre de la
Medicina Social Chilena"; la Asistencia Pública de Santiago (1911), institución que
además dirigió por 18 años. Creó también la carrera de Médico Sanitario, el Consejo de
Protección a la Infancia y el Consejo Superior de Enfermería.

Bajo su promoción se creó en 1922 la primera Casa de Socorros, en Puente Alto,


establecimiento que dirigió y enarboló como modelo de los centros de salud venideros.
Cuatro años antes, impulsó la construcción del Hospital Roberto del Río. Fue él quien
organizó técnicamente el Hospital Manuel Arriarán y unificó los Servicios Sanitarios del
Estado y Municipalidades.
Fue el primer Ministro de Higiene, Asistencia, Previsión Social y Trabajo (1924), cargo que
sólo ejerció por tres meses, debido al golpe de estado que efectuó Carlos Ibáñez al
gobierno de Alessandri Palma. En 1925, retomó el cargo, pero como Director General de
Sanidad.

Cronología

1764
Se titula el primer médico chileno Fray José Matías Verdugo. Este ejerció su profesión en el Hospital
San Juan de Dios.
1765
En una epidemia de viruela, Fray Pedro Manuel Chaparro realiza la primera variolización en Chile.
1809
Se clausura la carrera de Medicina en la Universidad de San Felipe debido a la ausencia de alumnos.
1832
Se funda la Junta de Beneficencia y Salud Pública, institución antecesora del Servicio Nacional de Salud
y que perdurará por 120 años. Se crea además la Junta Directora de Hospitales de Santiago.
1833
Nace la Escuela de Medicina en el Instituto Nacional, primer centro científico republicano.
1834
Lorenzo Sazié funda la Escuela de Matronas, que funcionó hasta 1872 en la Casa de Huérfanos de
Santiago.
1843
La Escuela de Medicina pasa a depender de la Universidad de Chile
1857
El caso de Carmen Marín, la endemoniada de Santiago, comienza a ser estudiado por médicos.
1869
Fundación de la Sociedad Médica de Santiago.
1872
Se crea la Revista Médica de Chile, la segunda publicación del género más antigua de habla hispana.
1874
El gobierno de Chile envía a un grupo de médicos destacados a perfeccionarse a Europa.
1881
Existen 350 médicos en nuestro país.
1885
Chile cuenta con sesenta hospitales.
1888
Se organiza el primer Congreso Médico Chileno, con más de 300 participantes.
1892
Se crea el Consejo Superior de Higiene Pública y el Instituto de Higiene, ambos dependientes del
Ministerio del Interior. También se inaugura la cátedra de Enfermedades Nerviosas, a cargo de Augusto
Orrego Luco.
1897
Comienza la fabricación de vacunas en nuestro territorio.
1900
El médico José María Anrique funda la Física Médica en nuestro país.
1905
La cátedra de Enfermedades Nerviosas es tomada por Joaquín Luco, quien la subdivide entre
Neurología y Psiquiatría
1918
Se promulga el Código Sanitario (Ley 3.385).
1924
Se crea el Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión social, antecesor del Ministerio de Salud.

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