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Hacia el bicentenario:

¿República en extinción?: Un
debate necesario
José Mendívil*
Por eso, la promesa de la
vida peruana atañe a la
juventud.
Jorge Basadre
RESUMEN:
Este ensayo es parte del capítulo Extinción de mi libro Laberintos de la peruanidad:
Traumas y frustraciones aún inédito. Sostengo que la extinción de nuestra república
está ocurriendo, y que el problema que tendremos en el mundo que está llegando será
el de la muerte definitiva de la promesa de la vida peruana de la que nos hablara
Basadre1; extinción que parece que nos ha sido destinada para su cumplimiento en el
siglo XXII si seguimos siendo una república acostumbrada a perderse cotidianamente
en los males de la corrupción y del autoritarismo, de la ilegalidad y el desgobierno, del
atraso cultural y la marginalidad social, de la anomia y la rebeldía pasajera, de la
ignorancia y la mediocridad, como si solo existiera para soportar derrotas y fracasos,
burlas y escarnios, promesas fáciles y engaños repetidos, y hubiera sido fundada para
la inevitable pérdida de las oportunidades que su devenir le ofrece.

PALABRAS CLAVES:
Historia, república, extinción.

ABSTRAT:
This essay is part of the chapter Extinction of my book Labyrinths of Peruvianness:
Traumas and frustrations still unpublished. I maintain that the extinction of our republic
is taking place, and that the problem we will have in the world that is coming will be that
of the definitive death of the promise of Peruvian life of which Basadre spoke to us;
extinction that seems to have been destined for its fulfillment in the XXII century if we
continue to be a republic accustomed to losing ourselves daily in the evils of corruption
and authoritarianism, of illegality and misgovernment, of cultural backwardness and
social marginality, of anomie and transient rebellion, ignorance and mediocrity, as if it
only existed to withstand defeats and failures, ridicule and ridicule, easy promises and
repeated deceptions, and would have been founded for the inevitable loss of
opportunities that its future offers.

KEYWORDS:
History, republic, extinction.
1
* Licenciado en Sociología por la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa. Docente universitario e
investigador con libros publicados sobre cultura, política, filosofía y sexualidad. correo electrónico
jcesarm63@hotmail.com, teléfono 2951352.
“Basadre planteó dos temas: uno, la idea del Perú profundo y el Perú oficial, que ha tenido amplia
difusión. El mismo dice que esta expresión proviene del escritor católico francés Charles Peguy y que la
adaptó al dualismo peruano. Segundo, sin prescindir del pasado, el Perú es más que un proyecto, una
promesa. Esta idea fue expuesta anteriormente por José Ortega y Gasset: Argentina. La
pampa...promesa. (1929). Ortega sostenía que la nación argentina aún estaba en formación. Basadre
cree, al contrario, que la nación existe por cuanto hay un Estado”. Miguel Marticorena, Jorge Basadre:
teoría del Perú e historicismo, Investigaciones Sociales Año VII, N° 11, Lima 2003, p. 239. La crítica que
hace Marticorena del historicismo que Basadre admitiera, reduce la promesa de la que nos hablara a una
direccionalidad, a un destino.

1
A pocos años de la celebración del Bicentenario todavía es común encontrarnos con
historiadores peruanos que insisten en querer saber si la independencia del Perú fue
conseguida o solo nos fue concedida. Entre ellos están Carlos Contreras y Miguel Glave,
historiadores del Instituto de Estudios Peruanos que creen que hacen bien sosteniendo que
su debate no ha perdido importancia como parte de la próxima celebración del bicentenario
de la república peruana2, como puede leerse en el libro que han publicado, La
Independencia del Perú (2015), en el que sostienen:
En nuestro caso, veremos cómo la que pareció nueva polémica, ya había tenido
lugar un siglo atrás […] Un cierto consenso otorga la construcción de una narrativa
vinculada con una imaginada conciencia patriótica por lograr la emancipación de
España a Mariano Felipe Paz Soldán en su Historia del Perú independiente […] Allí
se desdice a Vicuña Mackenna, a quien no cita, retrae la opinión general de la
independencia a que se logró por los ejércitos y no trabaja los hechos previos a
San Martín como lo hiciera el chileno. Fue rebatido por Francisco Javier Mariátegui,
con sus recuerdos y documentos, en 1869, aunque Mariátegui, que valida así a
Vicuña, no lo citara. Así, la polémica respecto a cómo interpretar el proceso de la
independencia no se inauguró con los debates que acompañaron a la
conmemoración del sesquicentenario, ni se terminaron allí, como ahora estamos
viendo en el camino a la celebración del bicentenario3 (La cursiva es mía).
Señalan que el debate sobre si la Independencia fue conseguida por una ‘conciencia
patriótica’, o ‘se logró por los ejércitos’ libertadores no fue iniciado por el provocador
ensayo La independencia en el Perú: las palabras y los hechos (1972) que Bonilla y
Spalding publicaran al año siguiente del Sesquicentenario, sino mucho antes por Mariano
Felipe Paz Soldán y Francisco Javier Mariátegui, y que ahora se dispone de información
documental que permite responder mejor a la pregunta 4 de si la Independencia nos fue
concedida o fue conseguida; asimismo afirman que si queremos conocer la verdad de este
‘momento crucial’ de nuestra historia no deberíamos imaginar ‘que la independencia fue
necesariamente algo bueno’5, y que en el 2021 solo celebraremos la proclamación limeña
de la Independencia6:
[…] ahora contamos con una cantidad estupenda de materiales para ponernos a
pensar, nuevamente, un momento crucial en el devenir histórico de nuestro país: la
independencia. No solo porque se vienen cumpliendo, aunque no conmemorando,
los bicentenarios de los hitos principales del proceso emancipador, desde Tacna el
2011, Huánuco el 2012 y Cusco el 2014, y pronto nos avocaremos a la celebración

2
Un enfoque muy distinto sobre independencia y bicentenario puede leerse en el ensayo de Rogelio
Altez, Un debate para siempre, publicado en Rogelio Altez (editor), Las independencias latinoamericanas:
un debate para siempre, Dirección Cultural UIC, Colombia 2012.
3
Contreras, Carlos, y Glave, Luis Miguel (editores), La independencia del Perú: ¿Concedida, conseguida,
concebida?, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2015, Estudio introductorio.
4
Augusto Salazar Bondy, en su ensayo, Ideología de la emancipación, escrito en circunstancias del
Sesquicentenario, plateaba el problema de otra manera, dejando una pregunta: ¿Por qué se perdió la
independencia? Este ensayo fue publicado en su libro Escila y Caribdis, Instituto Nacional de Cultura,
Industrial Gráfica S.A., Lima 1973.
5
Esta ‘polémica’, según es Contreras y Glave es algo de lo que no podemos evadirnos, y su verdad algo
que no estamos dispuestos a compartir en el bicentenario, porque al parecer, entre verdad e historia, en
nosotros los peruanos, sus encuentros tienden a ser minimizados o a solo conservar su sentido festivo
con ideas como, ‘que la independencia fuera necesariamente algo bueno’, o que ‘el gobierno peruano […]
impulsó una colorida conmemoración del ‘sesquicentenario de la proclamación de la independencia’[...]
Ob. cit.
6
Una forma muy diferente de entender nuestra historia es la que vienen desarrollando historiadores como
Carmen Mc Evoy o Cristóbal Aljovin, estudiando el proceso de la guerra en la formación del Estado-
Nación en el Perú, del siglo XVII al XIX. Carmen Mc Evoy y Alejandro M. Rabinoich (editores), Tiempo de
guerra: Estado, nación y conflicto armado en el Perú, siglos XVII-XIX, Lima: Instituto de Estudios
Peruanos, 2018.

2
del bicentenario de la proclamación limeña y sanmartiniana de la independencia el
año 2021 venidero7.
¿Servirá de algo el debate que anuncian para que pensemos nuestra historia de manera
distinta y ésta sirva de alguna manera a los cambios que deberemos de perseguir para ir
en busca de la promesa de la vida peruana?8 Lo que Contreras y Glave dicen,
admitámoslo, es de alguna forma la huella de un origen que parece ser aún inexplicable y
que no ha dejado de perturbar y menoscabar los recuerdos que de nuestro pasado
tenemos, y que, queramos o no, nos ha dejado emociones que al parecer no podemos
evitar y que nos dicen que algo fue mal hecho desde los orígenes de la república, y que por
mal habido ha terminado afectando a la peruanidad y determinando las formas en las que
nos vemos desde lo incierto e inacabado de un devenir que pareciera no tener otro destino
que el de su fracaso inevitable; origen que no ha dejado de dañar a nuestra voluntad y
compromiso con la patria, y de disminuir la predisposición de nuestra sensibilidad para
comprender y aceptar a nuestra historia tal como fue; sensibilidad que ha hecho distante y
ajena bajo la influencia de la historiografía oficial que inventara una historia sin las huellas
profundas del pasado del ‘indio’, y que imaginó que serían borradas por el mestizaje que
Pizarro y su hueste iniciaran follando en los cuerpos-vagina de las mujeres que el Inca
Atahualpa tuviera bajo su protección para su divertimento y placer 9; y por la historiografía
critica que ha hecho de las huellas más dolorosas de nuestro pasado heridas sobre las que
debe volver una y otra vez en busca de la ‘verdad’ de una historia que por defectuosa y por
no haber ocurrido como nos hubiera gustado no ha dejado de provocarnos malestar,
historiografía que horada con insistencia en sus derrotas y fracasos, y que no deja de
decirnos que si todo sigue mal entre nosotros los peruanos es porque no hemos dejado de
ser una república criolla y una ‘nación en formación’ aún en este siglo XXI.
¿Independencia concedida o independencia conseguida? Es facil prejuzgar que las
repuestas que se den a esta pregunta no aportarán nada importante a la comprensión de
nuestra historia, sobre todo si se insiste en pensar la independencia desde una falsa
disyuntiva o problema. Si queremos pensar en forma distinta, podríamos empezar
haciéndonos la misma pregunta que Augusto Salazar Bondy planteara en su ensayo
Ideología de la emancipación escrito en las circunstancias del Sesquicentenario: ¿por
qué se perdió la independencia?10. Podríamos ampliar las preguntas y los retos del
pensar preguntándonos: ¿por qué los peruanos hemos desperdiciado las oportunidades
que la historia nos ha dado y que sigue dándonos para tener una sociedad y una república
diferente a la que sobrellevamos y que no ha sabido resolver los problemas de su
gobernabilidad y atraso?, o ¿por qué el futuro sigue siendo imposible en la mayor parte del
territorio nacional?
Contreras y Glave deberían admitir que la pregunta que hacen no deja de tener la
misma intencionalidad con la que Bonilla y Spalding cobraran notoriedad después del
sesquicentenario, y que si nacimos como una ‘república criolla’ alejada del indio, como una
república fracturada11 social y culturalmente entre indios y blancos, ello se debió a la
7
Contreras, Carlos, y Glave, Luis Miguel (editores), Ob. cit.
8
“En los años por venir es de esperar que florezca una importante cantidad de trabajos en los que se
indague por la naturaleza y el carácter de nuestra separación de España hace dos siglos”. Carlos
Contreras y Luis Glave, Ob. cit., p. 27.

9
“Nada dicen las crónicas contemporáneas sobre lo que ocurrió con las vírgenes del acllahuasi de Cajamarca.
Pero, al parecer, en los primeros momentos después del triunfo, los españoles no tuvieron tiempo para
ocuparse de ellas. Al día siguiente, fueron al campamento de Atahualpa y «hallaron en el baño y aposentos de
Atahualpa 5000 mujeres que, aunque tristes y desamparadas, se divirtieron con los cristianos»”. Francisco
López de Gómara, Hispania Victrix, citado por Ricardo Herren, La conquista erótica de las Indias, Editorial
Planeta-De Agostini, Barcelona 1997, p. 215.
10
Este ensayo fue publicado en su libro Escila y Caribdis, Instituto Nacional de Cultura, Industrial Gráfica
S.A., Lima 1973.
11
“De la tensión permanente entre los afanes renovadores, que constantemente demandan una
refundación republicana, y una realidad pobre y fracturada surgirá la retórica de la patria inacabada. Para
‘arreglar el Perú’, le escribe el presidente Orbegoso a Nieto, se necesita de ‘un poder divino’. Sumido en

3
singularidad de la independencia que ni fue solo concedida ni solo conseguida, como
afirmaron historiadores como Jorge Basadre, Alberto Flores Galindo o Pablo Macera a raíz
del debate iniciado por Bonilla y Spalding en 1972; república que fue inevitable entonces al
encontrarse agobiada por las consecuencias políticas y económicas de las guerras de la
independencia12, y a la que le fue imposible reconocerse en una misma condición humana
o ciudadanía con el ‘indio’ 13, y que poco después de la derrota de España en Ayacucho,
con Bolívar en el gobierno, terminó con los privilegios que la elite incaica tuvo durante el
virreinato[ CITATION Don17 \l 10250 ]; lo que significó el fin de la utilidad política que
tuvieron durante casi tres siglos sus descendientes directos o no 14 en el control social del
indio para su explotación por la economía colonial15 y para evitar sus rebeliones.
Esta república no pudo contar con un proyecto común para la modernización de la
economía y el gobierno, lo que era sin duda fue imposible desde una sociedad con
costumbres coloniales y sin tradiciones de poder y autonomía por lo menos parecidas a las
de los reinos y principados que darían futuro a los principios de Wesfalia, y sin la vitalidad
que viene del espíritu de una ‘gran nación’ o ‘pueblo’, ya que este no existía, por lo que no
pudo ni siquiera imaginar o intentar seguir el rumbo que llevaría a Europa a la revolución
industrial y al mundo moderno, porque nada de su pasado podía comprometer a sus
estamentos sociales en los cambios culturales que el fin del colonialismo español y el
desarrollo del capitalismo conocieran entre fines del siglo XVIII e inicio del siglo XIX, por lo
que, lo que prevaleció por décadas, por lo menos hasta la derrota de Vivanco, fueron las
disputas por el poder de los caudillos vencedores en Ayacucho en una ‘república en armas’
o con continuas guerras civiles por la presidencia 16, república que no tuvo cómo
reconocerse en un mismo destino después de la independencia, lo que afectó nuestra
historia moderna al reducir las posibilidades de la república en lo incierto de un proyecto
republicano que se mostró escaso interés por lo nacional y los derechos liberales que dijera
perseguir; ausencia de un destino común que no fue posible imaginar si no recién a partir
de 1879, y que en alguna forma el invasor hizo posible por el nacionalismo que despertara
en todos los sectores sociales; república que sin embargo siguió careciendo de la
posibilidad de un destino común hasta las postrimerías del siglo XX, y cuya ausencia
empezó a ser influida, sobre todo después de 1969, por historiadores de la historiografía
oficial como José Agustín de la Puente Candamo o Gustavo Pons Muzo, y por
historiadores de la historiografía crítica como Heraclio Bonilla o Alberto Flores Galindo,
historiografías que se vienen enseñando en nuestros centros educativos y que forman las
primeras imágenes y creencias que tenemos de lo que fue la independencia, es nuestra

un profundo desaliento, el gran mariscal se reconfortaba con la idea de que sus huesos y los de todos los
patriotas que luchaban por la causa de la libertad servirían para cimentar una república que tal vez las
generaciones venideras terminarían ‘algún día’ de construir. Si para los miembros de la élite como
Orbegoso, la república se tornó en un fantasma inalcanzable, para otros la guerra les permitió tocarla por
primera vez. En el escenario volátil y convulsionado de la guerra civil e internacional que marcó la década
de 1930, el concepto de república y su correlato, el de ciudadano, fueron penetrando el denso tejido social
peruano hasta llegar a instalarse [...] en el imaginario de los sectores populares [...]”. Carmen Mc Evoy.
Retorica que se puede reconocer en la frase siguiente: “En el Perú, la imaginación de la comunidad ha
ocurrido entre sujetos que nunca han podido percibirse como iguales. Dado el sustrato colonial que sentó
las bases de nuestro nacionalismo, aquí la imaginación de la comunidad ha sido imposible y sigue siendo
una tarea incompleta”. Víctor Vich, ‘Borrachos de amor’: Las luchas por la ciudadanía en el cancionero
popular peruano, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2003.
12
Ibíd.
13
Ibíd.
14
Amado Gonzales, Donato, El estandarte real y la mascapaycha: Historia de una institución inca colonial,
Fondo Editorial de la PUCP, Lima 2017. Scarlett O’Phelan, en su libro Mestizos reales en el virreinato del
Perú: Indios nobles, caciques y capitanes de mita (2013), publicado por el Fondo Editorial del Congreso
del Perú, describe los privilegios de que gozaba la élite indígena mestiza o hijos de españoles y de indias
de la nobleza incaica, que podían acceder a una orden eclesiástica, o educarse, como Manuel Uchu Inca,
en el Real Seminario de Nobles de Madrid. Su hermano, Dionisio Inca Yupanqui, se educó en el mismo
seminario y fue diputado en las Cortes de Cádiz.
15
BCR, La economía prehispánica.
16
Carmen Mc Evoy.

4
república y somos los peruanos17, y ante la que poco ha podido hacer la historia escrita por
historiadores como Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, Franklin Pease o Carmen Mc
Evoy, y que han terminado afectando el interés que mostramos por nuestra historia 18 y el
destino de la peruanidad.
Desde la historiografía critica se dice que somos una ‘república sin ciudadanos’ 19 o
‘ciudadanos sin república’20, es decir una república inacabada, una república en formación;
en cambio para la historiografía oficial somos una república mestiza. Cualquier peruano
sabe que no somos ni lo uno ni lo otro. Entonces ¿qué somos? Ambas historiografías
evitan referirse a su influencia en la formación de nuestra predisposición social para
convivir con el fracaso21 y el atraso, y para seguir soportando a una república que en sus
casi 200 años de existencia política no ha sabido ser una república para todos los
peruanos22, ni encontrar una salida a los laberintos de sus desencuentros raciales y
étnicos23, al laberinto de las oportunidades perdidas por gobiernos sin ideas para el
mañana24 de la república peruana, y que la han llevado a su casi extinción al haberse
alejado de la realización de la promesa de la vida peruana que nos legara Basadre, quien
combatiera con severidad tanto ‘las inmoralidades de nuestra vida criolla’, como ‘los
desbordes primitivos’ de nuestro radicalismo social porque reducen, decía, la vitalidad de la
peruanidad y las posibilidades de su engrandecimiento, y agregaba, que para que la
promesa de la vida peruana fuera una realidad y no solo una esperanza, deberá resolverse
antes el problema de un Estado que es parasitado por una burocracia abundante en vicios
y que actúa separada de la ciudadanía, Estado al que llamó ‘Estado yugo sobre el país’:
Quitarle empirismo al Estado, decía Basadre, hacerle dar un rendimiento
mayor, mucho mayor de utilidades sociales, estructurar la maquinaria
administrativa y jurídica de modo que se libre de las taras burocráticas, de la
lentitud en el expedienteo, de la incertidumbre o la miseria para sus servidores,
del parasitismo en sus oficinas. Pero, al mismo tiempo, no hacer pesar al
Estado como un yugo sobre el país y sobre el hombre peruano, conjugar una
armoniosa convivencia entre esos tres factores: ¡el país estatal, el país
nacional y el país humano! ¡Incrementar nuestra vitalidad como pueblo, lograr
17
“No nos engañemos: la imagen que tenemos de otros pueblos, y hasta de nosotros mismos, está
asociada a la Historia tal como se nos contó cuando éramos niños. Ella deja su huella en nosotros para
toda la existencia”[ CITATION Mar93 \l 10250 ].
18
“En el Perú la historia se conoce poco y mal, y la historia reciente no se conoce. Acaso este déficit
ciudadano sea un premeditado resultado de una política. Pero cuando mi generación —que es la de la
utopía— llegó a la mayoría de edad, sabíamos poco de lo que había ocurrido social y políticamente en el
siglo XX. Los libros de Gustavo Pons Muzo, que gozaban de las autorizaciones oficiales para ser
adoptados como textos escolares, no enseñaban lo importante sino lo anecdótico. Al resaltarse nombres
de generales y presidentes, lugares de batallas y otros hechos circunstanciales, se puso de lado de
manera premeditada los movimientos que habían buscado un país diferente a aquel que cargaba la
herencia colonial”. La ilusión de un país distinto Cambiar el Perú: de una generación a otra, Luis Pásara,
Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2017.
19
Alberto Flores Galindo, Buscando un Inca.
20
Carlos Vergara, Ciudadanos sin república.
21
Es el caso de la descentralización y regionalización iniciada por el primer gobierno aprista. Han
transcurrido 40 años y seguimos siendo departamentos y no regiones.
22
Que no somos una república, se puede leer en lo que Alberto Flores Galindo escribiera a inicios de los
años ochenta en República sin ciudadanos, en su libro Buscando un Inca, y repite en cierta forma Alberto
Vergara en Ciudadanos sin república: ¿Cómo sobrevivir en la jungla política peruana?, libro publicado por
Planeta EditoresPerú, 2013.
23
Caumartin, C., Gray Molina, G., y Thorp, R., Desigualdades, etnicidad y violencia política en América
Latina: Los casos de Bolivia, Guatemala y Perú, en el libro de Frances Stewart (editora), Conflictos y
desigualdades horizontales, Fondo Editorial de la PUCP, Lima 2014.
24
“¿De qué estará hecho el mañana?”, pregunta de uno de los poemas de Víctor Hugo de Los cantos del
crepúsculo, citado por Elisabeth Roudinesco en el prólogo al libro Y mañana, que…, de Jacques Derrida y
Elisabeth Roudinesco, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009. En este libro Derrida sostiene
que evocar o convocar el pasado es querer mirar mejor el futuro, es ‘aprender a pensar para mañana,
aprender a vivir, comprender de que estará hecho el mañana’, texto referido por Elisabeth Roudinesco en
su libro Filósofos en la tormenta, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, Jacques Derrida: El
instante de la muerte, p.207.

5
que eleve su nivel económico, intelectual, moral y social! ¡Recoger y proseguir,
de acuerdo con el espíritu de cada momento histórico, lo que pudo haber de
idealista, de progresista, de ímpetu de creación en quienes, en este suelo
ungido por los siglos, dominaron a la naturaleza, fecundaron la tierra, fundaron
hogares, crearon la Patria, dieron acento propio a nuestras cosas,
simbolizaron, en suma, una actitud humanista, demócrata, liberal, social y
creadora! ¡Ser conscientes de la inmensa tarea que falta por hacer; exigir para
el planteamiento y la solución de cada caso, dos cualidades, justicia y eficacia;
organizarse en línea de agresión contra todas las inmoralidades de nuestra
vida criolla, desde los grandes o pequeños peculados, hasta los gritos
radicales o reaccionarios, los desbordes primitivos y la mentira de nuestros
convencionalismos! (la cursiva es mía) Querer un Perú en buena salud, no sólo
por la acción, que debe ser fundamental y primordial sobre sus flagelos
biológicos y sociales, sino también por la honestidad cívica. Eso es comprender
y eso es querer cumplir en nuestros días la promesa de la vida
peruana[ CITATION Jor04 \l 10250 ].
Casi para nada ha servido lo que Basadre dijera, porque seguimos con un Estado
separado de la ciudadanía y con una burocracia abundante en inmoralidades y peculados,
y nada indica que será reformado para mantener alguna esperanza en la promesa de la
vida peruana, esperanza que quizá haya sido solo una ilusión a la que el mismo Basadre
no pudo escapar, y no podremos escapar nosotros por haber sido habituados para soportar
los desmanes de inmorales y prevaricadores que con satisfecha astucia desde el poder
han dejado que la peruanidad siga siendo desfigurada por el racismo y la exclusión social,
y que la Historia de la República haya sido desplazada por la historiografía crítica25 y la
historiografía oficial, las que no evitan, y en cambio alientan, los menoscabos de sentirnos
peruanos de Perú(s) muy distintos y distanciados, peruanos de un ‘[...] país de las mil
caras’, como le ha llamado Mario Vargas Llosa, rostros que se miran con animadversión y
desconfianza; historiografías que en lugar de liberar nuestra ‘vitalidad como pueblo’,
como reclamara Basadre, han preferido disminuirla en la repetición de nuestras
frustraciones y traumas que vienen del pasado, y que quizás acaben, si las dejamos,
aletargando definitivamente el espíritu de la nación, espíritu que podría librarse de sus
dudas sobre su devenir si la historia que se enseña sobre la conquista, el virreinato, la
independencia y la fundación de la república dejara de ser una historia de procesos
inacabados o ilusorios, es decir, una historia ajena o exagerada en sus logros y fracasos, y
su memoria el lugar del retorno inevitable a sus peores recuerdos, y se reconstruyera de
alguna forma la memoria de nuestro pasado como algo singular26 y que nos es propio y que
25
Al respecto se puede leer el curioso ensayo de Mark Thurner, El fin de la historia peruana del Perú, que
forma parte de Identidad, historia y utopía, publicado por el Ministerio de Cultura, como parte de, Serie
Cultural N° 4, Lima 2014, en el que dice: “La ‘historia peruana del Perú’ de Basadre es, ante todo, una
historia poética para el Perú, ya que su escritura se esfuerza por crear, contra el abismo de lo
heterogéneo y lo ahistórico, las condiciones para su propia recepción y realización futura entre aquellos
que se adhieran al devenir colectivo del Perú. Dada la gran popularidad de los conceptos historicistas de
Basadre en el Perú, cabe poca duda de que ‘nuestro historiador de la República’ ha sido un buen sirviente
de la historia. De hecho, para Basadre la auténtica adhesión a lo histórico de los ciudadanos lectores era
historia, y la práctica de la escritura de la historia, era el ‘verdadero nacionalismo’. La fe basadreana en la
eficacia transformativa del verdadero conocimiento histórico sigue inspirando investigación histórica en el
Perú de hoy, tanto en la izquierda como en la derecha. Como totalidad espacial-temporal y aspiración
cultural holística, el propio ‘Perú’ es una teoría total de ‘auténtico devenir’, y la escritura de la ‘historia
peruana’ es nada menos que un acto de fe o adhesión a este devenir. En resumen, el historicismo de
Basadre no solo está dirigido a crear un sentido histórico de pertenencia y compromiso con un proyecto
de desarrollo nacional, y de fomentar un compromiso con él. Se dirige, de manera más profunda, hacia
ese objetivo ulterior de toda búsqueda filosófica, desde Heráclito hasta Heidegger: la forma auténtica de
existencia”.
26
“La dislocación del vasto virreinato peruano colonial y la construcción, sobre sus ruinas, de la moderna
república del Perú constituye uno de los grandes nudos de la historia sudamericana [...] ¿El Perú
constituyó una excepción dentro de este cuadro general de fragmentación estatal? La pregunta es
compleja, porque efectivamente el caso peruano presenta algunas particularidades interesantes respecto
de sus vecinos”. Carmen Mc Evoy y Alejandro M. Rabinoich (editores), Ob. cit., Introducción. Lo singular

6
permanece en su promesa; singularidad que nos viene de culturas y pueblos que nos han
dejado lo que tenemos como patrimonio cultural y retos del futuro, y de las promesas de un
republicanismo al que no le fue nada fácil organizar a la naciente república y regirse por los
mecanismos de la democracia que anunciara su primera Constitución Política de 1823, y
avanzar en la organización de la economía del país 27 entre asonadas y golpes de Estado,
derrotas y pérdidas territoriales, particularmente hasta la guerra del pacífico 28; república
que tardíamente, recién al final de los años 60 del siglo pasado tuviera la oportunidad de
iniciar el desarrollo de un capitalismo nacional 29 al liberarse al Estado y a la sociedad
peruana del poder de las castas, y de los estamentos que hicieron de sus diferencias
‘raciales’ su argamasa principal hasta pocos años antes de la celebración del
Sesquicentenario; singularidad del proceso histórico de la republica que hace posible

de nuestra historia es a la vez irrepresentable y representable, y que hasta ahora aparece desfigurado por
la historiografía influyente en la formación que sobre nuestra historia reciben los estudiantes de escuelas,
colegios y universidades; irrepresentabilidad que desde el malestar que se siente por los orígenes de la
república se expresa como frustración, malestar con nuestra historia y con lo que es la república, que se
puede decir, pero no representar como lo que aconteció con sentido histórico, como la transición del
colonialismo al mundo moderno, irrepresentatividad que se justifica desde una teoría evolutiva de la
historia, y que ha adquirido la forma, sobre todo en la historiografía crítica, del permanente decir o hablar
de lo inacabado, o lo que vendría a ser lo mismo, de su ‘monstruosidad’ sobre las espaldas de una
historia que no pudo ser como nos hubiera gustado, una historia sin exclusiones y derrotas; y que en
cambio, en su representatividad viene a nosotros y nos acompaña solo como una promesa, como algo
por hacerse y cambiarse. Lo irrepresentable de la independencia, lo que no fue, constituye el principal
supuesto de la historiografía crítica, como aquello que carece de transición y devine por si inacabado,
como casi sin relación con lo ocurrido y se tratara solo del resultado de una relación de causa efecto, y no
de la concurrencia de diversos elementos entre el pasado colonial y la revolución de la independencia, por
lo que sin sustantivo, es decir, sin lo representable como verdad histórica, y sin ‘cosa’, la independencia
concedida como objeto de conocimiento que se hace ajeno en su realidad o hechos, o lo que es lo mismo,
irrepresentable en la ausencia de lo propio, es decir, sin burguesía y sin indios, y con pocas o casi nulas
posibilidades para amoldarse a un orden liberal, en fin irrepresentabilidad que se evita en la
monstruosidad de sus defectos, de todos al mismo tiempo en las costumbres coloniales, economía
devastada, caudillismo, racismo, centralismo, gamonalismo, etc., en lo mal hecho y dejado de hacer, y
que se evita en las ideas de la ‘nación en formación’, del ‘Estado racializado’, de la ‘colonialidad del
poder’, etc., desde una teoría de la historia que explica la historia sin comprender la verdad de lo ocurrido.
La nueva historia que propongo debe estar referida a la singularidad de la transición, considerando a esta
como la concurrencia de diversos elementos del pasado y los que la independencia abrió y que constituya
un posible nuevo relato de los orígenes de nuestra historia moderna.
27
Nuestro primer proyecto en abrir paso a un capitalismo nacional fue el que empezara con el civilismo de
los Pardo entre 1895 y 1919, algo imposible de imaginar entre 1821 y 1828; el segundo fue el del
nacionalismo y la industrialización que intentó el gobierno militar de Velasco Alvarado entre 1968 y 1975.
Nuestro capitalismo se ha perdido en sus propios errores y en fantasmas ideológicos como el de la
República aristocrática, nombre con el que Basadre identificara a este período; y el nacionalismo militar
que se perdió en los errores del tercermundismo y en la búsqueda de un socialismo original bajo la
influencia del filósofo Augusto Salazar Bondy, y en su autoritarismo que sus detractores calificaron como
si se tratase de una dictadura. Rosemary Thorp en Los desafíos de la minería y el petróleo para el
desarrollo: Lecciones de África y Latinoamérica (2014), advierte que la institucionalidad estatal que
tenemos solo puede servirle a un capitalismo atrasado y marginal como el peruano. La evolución de
nuestro capitalismo no ha sido debidamente estudiada, para, libre de prejuicios ideológicos comprender lo
que la República Aristocrática hizo y pretendió para el desarrollo nacional, y lo que se intentó durante el
nacionalismo e industrialismo del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado; estudios que nos permitirían
comprender nuestra evolución económica y su atraso, y que tendrían la utilidad que no tiene el debate
‘electoral’ sobre los ‘modelos económicos’, y que nos permitirían mejorar nuestra capacidad de maniobra
y gobernabilidad en un mundo globalizado y ante los amigos y enemigos.
28
Rosmery Thorp & Geoffrey Bertram, Perú: 1890-1977. Crecimiento y políticas en una economía abierta,
Universidad del Pacífico, Lima 2013.
29
Oscar Ugarteche ha publicado a principios del 2018, el libro Arquitectura financiera internacional: Una
genealogía (1850-2015), en el que afirma: “La impresión que deja el FMI cuando pasa por alto dos
décadas y media de mal desempeño en América Latina es que su preocupación radica en que los ricos
prosperen, mientras los pobres cargan con la mayor parte del esfuerzo. Los aumentos en la tributación
indirecta, y las reducciones impositivas para las nuevas inversiones han estado en el centro de las
recomendaciones sobre políticas, pero éstas no han producido crecimiento sino más desigualdad de
ingresos. La flexibilidad laboral, cuyo objetivo es generar más empleo, ha terminado siendo, en cambio,
un motivo de inestabilidad social, violencia y emigración. La apertura de las cuentas de capital no se ha
visto reflejada en mayores tasas de inversión, La promoción de las exportaciones ha tenido como

7
imaginar una formación distinta de la peruanidad que le permitiría evitar su retorno
enfermizo al lugar de la memoria traumática30 de la historiografía critica; sentido de lo que
es singular31 de nuestro proceso histórico que debe ser reinterpretado y contado en
escuelas y universidades, y que deberá diferenciarse de lo que Gonzalo Portocarrero ha
llamado ‘historia justa’32 para que sirva al renacimiento de una peruanidad hacedora al ser
liberada de la ideología de lo inacabado y defectivo de la historia que le gusta contarnos a
la historiografía crítica, y alejada de lo inerme y desprovisto de imaginación que viene de la
historiografía oficial y el engaño de que somos una nación mestiza; y quizás de esta forma
la memoria de nuestra historia cambie y sea el lugar de los mejores recuerdos, la narración
de un proceso histórico diferente, de una historia que nos devuelva la confianza en que aún
es posible alcanzar la promesa de la vida peruana, promesa que hemos descuidado por
nuestra predisposición, como dijera Basadre, para el ‘despedazamiento interno’ y el
descuido de lo propio ante el ‘espejismo de lo extranjero’:
Fuimos, desde temprano, una promesa para el mundo, verdad es que no
siempre hemos realizado esa promesa de la vida americana y que muchas de
nuestras efemérides merecen el duelo y no el festejo. Pero precisamente eso
se debe al que, a menudo, nos fascinó el despedazamiento interno o el
espejismo de lo extranjero y no escuchamos la voz de nuestro propio e íntegro
ser[CITATION Jor04 \p 79 \l 10250 ].
Es muy difícil saber qué es o será ‘nuestro propio e íntimo ser’, que Basadre tomara de
Heidegger para referirse al sentido de la peruanidad en la realización de su promesa, a su
proximidad que nos acerque a su goce, por lo que al referirse al Perú como una promesa
para el mundo insistió en que esta no será posible mientras la república no salde cuentas
resultado un estancamiento”. El libro ha sido publicado por Edicionesakal México, S.A., en enero del
2018. Antes, Francisco Duran en su libro Cuando el poder extractivo captura el Estado (Duran, 2016)
afirmaba que la economía peruana es decidida por lobbies privados que se han adueñado del Estado.
30
“Justamente gracias a los roces provocados por el principio de realidad (o como quiera llamárselo) es
que los historiadores, de Heródoto en adelante, pese a todo terminaron por apropiarse en gran medida del
‘otro’, a veces en forma domesticada, a veces modificando, en cambio, de manera profunda los esquemas
cognitivos que habían tomado como punto de partida. La ‘patología de la representación’, para valernos
de términos de Gombrich, no agota la posibilidad de esta última. Si no hubiese sido capaz de corregir sus
propias imaginaciones, expectativas o ideologías sobre la base de las indicaciones (ciertas veces,
desagradables) provenientes del mundo externo, la especie Homo sapiens habría perecido hace mucho
tiempo. Entre las herramientas intelectuales que le permitieron adaptarse al ambiente que lo rodea
(natural y social), modificándolo paulatinamente, ha de incluirse también —después de todo— la
historiografía. Carlo Ginzburg, El hilo y las huellas: Lo verdadero, lo falso, lo ficticio, Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires 2010, p. 456.
31
“Por consiguiente, el interés histórico no se orienta solo hacia los fenómenos históricos, sino que
también se considera el efecto de las obras históricas y del conocimiento histórico en la historia misma.
Por ejemplo, en el pensamiento, la configuración de la tradición y la memoria, las identidades, etcétera, lo
que implica la necesidad de un ejercicio constante de estudio y reflexión de la práctica historiográfica. Es
lo que Gadamer llamaba «historia efectual», una relación en la que la realidad de la historia persiste igual
que la realidad del comprender histórico. En otras palabras, el efecto de los fenómenos históricos o las
obras historiográficas en la historia. Lo que para este pensador constituía el verdadero objeto de la
historia (Gadamer 1991:370)”. Citado por Liliana regalado en, Historiografía occidental: Un tránsito por los
predios de Clío, Fondo Editorial de la PUCP, Lima 2010, pp. 437-438.
32
“Ni la narrativa criolla, que representa la historia oficial, ni menos aún la ‘idea crítica’, que puede
considerarse como un discurso neoindigenista, han significado la elaboración de una ‘historia justa’ que
reconozca los éxitos y sufrimientos de las distintas comunidades y que, por tanto, cristalice una imagen en
la que todos los peruanos podamos reconocernos [...] Pizarro no es un personaje remoto e inactual. Es
inmensamente odiado. En realidad, el duelo por la invasión-conquista y la destrucción del Tahuantinsuyo
no ha concluido [...] No hay olvido, ni perdón [...] Tenemos pues, una ‘memoria herida’, una identidad
dislocada, lejos de la serenidad de la historia justa y también de la cohesividad que permite una acción
efectiva sobre el futuro [...] los peruanos no logramos hasta ahora producir es ‘historia justa’, ese
reconocimiento liberador de agravios y culpas. Seguimos pues, presos del pasado, de las mutuas
exclusiones y desconocimientos: otra vez entre el (auto)desprecio y la amargura [...] Es hora entonces, de
trascender tanto a la narrativa criolla como a la idea crítica. La elaboración dialógica de una ‘historia justa’
puede permitir la integración de estas perspectivas, el desarrollo de esa ‘memoria feliz’, de esa capacidad
de apropiarse del destino”. Gonzalo Portocarrero, Racismo y mestizaje, y otros ensayos, Fondo Editorial
del Congreso del Perú, Lima, 2007, pp. 379-397, Capítulo XI, Perú, el país de las memorias heridas: entre
el (auto)desprecio y la amargura.

8
con lo que en ella está podrido, como afirmara en Meditaciones sobre el Destino
Histórico del Perú (1947), ensayo que compilara Ernesto Yepes en el libro Memoria y
destino del Perú: Textos esenciales, libro que reúne a los principales ensayos de
Basadre sobre la república y que haríamos bien en leer todos los peruanos y
peruanas:
Por eso, la promesa de la vida peruana atañe a la juventud para que la reviva,
a los hombres de estudio en sus distintos campos para que la conviertan en
plan, a la opinión pública en su sector consciente para que la convierta en
propósito. [...] Porque la promesa de la vida peruana sentida con tanta
sinceridad, con tanta fe y con tanta abnegación por próceres y tribunos, ha sido
a menudo estafada o pisoteada por la obra coincidente de tres grandes
enemigos de ella: los Podridos, los Congelados y los Incendiados. Los
Podridos han prostituido y prostituyen palabras, conceptos hechos e
instituciones al servicio exclusivo de sus medros, de sus granjerías, de sus
instintos y sus apasionamientos. Los Congelados se han encerrado dentro de
ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus
dependientes, considerando que nadie más existe. Los Incendiados se han
quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen
todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como
un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos
para que surja una gigantesca fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la
inacción de los peruanos[CITATION Jor04 \p "77, 78" \l 10250 ].
La verdad es que esta promesa ha sido descuidada por los prejuicios sociales que nos
separan, y sin duda por los desvaríos ideológicos nacionalistas, liberales y socialistas en
pugna aún en el Perú de este siglo, y por una historiografía que ha servido a la formación
de una memoria estropeada33 que ha dado lugar a dos proyectos historiográficos y políticos
sobre nuestra historia y lo que debe ser la nación y la peruanidad; al proyecto de la nación
mestiza sin el indio o con este reducido a una curiosidad antropológica de lo que fuera el
Tahuantinsuyo; y al proyecto de la nación en formación sin el criollo y con el indio
reivindicado; proyectos que tienen todavía a sus epígonos y seguidores que van de José
Carlos Mariátegui a Heraclio Bonilla, y en algún sentido de José de la Riva-Agüero a José
Agustín de la Puente Candamo, y que son promovidos desde el Instituto Riva Agüero, y el
Instituto de Estudios Peruanos, y que no han servido ni a una memoria compartida ni a la
promesa de la vida peruana.
Y como el pasado sigue provocando más malestar que satisfacciones en nosotros
los peruanos, la historiografía crítica se siente obligada a desempolvar lo que Bonilla y
Spalding dijeron en su provocador ensayo La independencia en el Perú: las palabras y los
hechos (1972), ensayo que fue criticado por historiadores como Jorge Basadre 34 y Alberto
33
Hay también interpretaciones muy curiosas o esotéricas por decir lo menos, como la siguiente: “Los
peruanos querían seguir siendo un reino colonial de España. Sin embargo, los generales Simón Bolívar y
José de San Martín invadieron su país y en 1824 los forzaron a declarar la independencia. El movimiento
popular que se desató en el Cusco (agosto de 1814 a abril de 1816) en apoyo de la autonomía y el
movimiento iniciado en Huanta (diciembre de 1825 a junio de 1828) en favor de la restauración de los
lazos coloniales con España, formaron parte [...] de un debate constante en el Perú entre quienes
afirmaban ser ya adultos racionales y quienes lo negaban. Se impusieron estos últimos. (y a pie de página
agrega) Los radicales, los nacionalistas y los neoindigenistas han interpretado de distintas maneras la
independencia peruana. Para los radicales como Bonilla y Spalding (1972), y Cotler (1978), la burguesía
nacional era, como el país mismo, atrasada e incapaz de alcanzar la emancipación. Según de la Puente
(1970), Durand Flores (1985), y otros nacionalistas, el ejército español estacionado en el Perú era más
fuerte que en los demás países, lo cual dificultaba a la élite urbana encabezar una lucha anticolonial. Para
terminar, de acuerdo con Flores Galindo (1986), Burga (1988), y otros neoindigenistas, los pueblos
andinos de lengua quechua y aimara condujeron y organizaron esos movimientos con el objetivo de
restaurar el imperio Inca (Tawantinsuyu) en el Perú”. Carlos Forment, La formación de la sociedad civil y
la democracia en el Perú, Fondo Editorial de la PUCP, Lima 2012, pp. 72-73.
34
Natalia Sobrevilla al referirse a la crítica de Basadre a la idea de la ‘independencia concedida’ de Bonilla y
Spalding, comenta lo siguiente: “Jorge Basadre, principal historiador de la república, reaccionó ante el texto de
Bonilla y Spalding con un libro que se concentró principalmente en la cuestión de la contingencia en la historia
(se refiere al libro de Jorge Basadre, El azar en la historia y sus límites, 1973) y que centra el tema de la

9
Flores Galindo, quien haciendo suya la propuesta de Pablo Macera de tener una ‘visión
alternativa de la independencia’, refiriéndose a la apresurada afirmación de que la
independencia nos fue concedida por los ejércitos libertadores de San Martín y Bolívar, dijo
que la:
[…] independencia comienza en 1780 […] Son evidentes los cambios que
experimentó la sociedad peruana en los cincuenta años comprendidos entre 1780 y
1830, pero también es cierto que fueron todavía mayores las expectativas que se
abrieron para los sectores populares […] no pensaban que una revolución podía
limitarse a un cambio político o al desalojo de la aristocracia; la revolución para
ellos, consciente o instintivamente, era el cambio sustancial de un ordenamiento, la
inversión completa de la realidad[ CITATION Car15 \l 10250 ].
Este giro en la explicación de nuestra historia moderna no cambiaría el sentido y las
intenciones de la historiografía crítica que muestra un interés particular para que la ‘nación
en formación’ devenga en una república socialista que sustituya a la república criolla que
fuera fundada en 1821 como resultado de lo que ha llamado la ‘revolución frustrada’ de la
independencia; república socialista que con acentuados matices andinos fuera anunciada
inicialmente por Mariátegui y Valcárcel 35, y que luego recogieran José Matos Mar y Manuel
Burga como si debiera ser la continuidad de las rebeliones de indios e incas que se dieron
entre los siglos XVIII y XIX con la intención de restaurar en algún sentido el proyecto
cultural del Tahuantinsuyo36, y de las rebeliones incaístas durante la revolución de la
independencia37.

independencia sobre la base de la comparación con otras revoluciones [...] rechaza la tesis de que la revolución
del Cuzco se diera más contra Lima que contra Madrid, y se muestra convencido de que en dicha experiencia
se aprecia una idea clara de lo que es el Perú, utilizando como evidencia los versos patrióticos de Mariano
Melgar. Está convencido además de que si hubiera logrado sus objetivos máximos, de la revolución de 1814
‘habría surgido un Perú nacional sin interferencias desde afuera y con una base mestiza, indígena, criolla y
provinciana’. Para este autor, fue el fracaso de la rebelión de 1814 en el Cuzco lo que llevó a los peruanos a
necesitar apoyo desde el exterior para lograr su independencia [...] es muy consciente [...] de recordar las
divisiones sociales en el Perú y, en este sentido, sus análisis no estaban tan lejos de los de Bonilla, Spalding y
Flores Galindo, los cuales son bastante críticos de la situación social de fines del período colonial. La diferencia
principal es que Basadre se negó a aceptar la idea de que la independencia hubiera sido simplemente otorgada
a los peruanos (La cursiva es mía), ya que a su juicio ello no tomaba en consideración la importante
participación que habían tenido muchos peruanos de todos los grupos sociales en las etapas bélicas que él
identificaba: la sanmartiniana, la peruana y la bolivariana. [...] [ CITATION Sob15 \l 10250 ] . Y sin poder
evitar cierta ambigüedad en su interpretación de la independencia, concluye: “El proceso de la creación de la
nación independiente fue largo y complejo, no solamente en el Perú sino en toda América Hispana. Para
comprenderlo es más útil separarse de la visión nacionalista que quiere ver una ‘gesta libertaria’ de héroes que
son llamados a dar libertad a su tierra (La cursiva es mía). Si bien existieron ideas sobre la patria entendida de
manera muy variada e inclusiva, que iba desde la patria más ‘chica’ [...], hasta la más ‘grande’, que podía incluir
toda América o toda la monarquía hispánica, así como existieron muchas versiones de lo que era la nación o
las naciones, estos conceptos van a tener significados completamente diferentes antes y después de la
separación de España y la construcción de los nuevos estados [...]. Iid., pp. 418-419.
35
“La cultura bajará otra vez de los andes”. Luis E. Valcárcel, Tempestad en los Andes, Colección Autores
Peruanos, Editorial Universo S.A. Lima, 1975. Idea en la que Valcárcel sigue a Manuel Gonzales Prada,
que después de la guerra del pacífico, en su Discurso en el Politeama dijo: “No forman el verdadero Perú
las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico y los
Andes; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminada en la banda oriental de la
cordillera”.
36
“Alberto Flores Galindo tituló a su libro más importante, el más trascendente de los escritos en estos
años, con la polémica llamada de Buscando un inca. Se refería en algo a los sueños de un personaje de
rebeliones y revelaciones oníricas, Gabriel Aguilar en el Cusco de inicios del siglo XIX, que fueron
tratados en uno de los capítulos del libro. Pero también a la difusión de la idea del retorno al tiempo justo,
en utopías populares y aristocráticas, que se abrían paso a través de los tiempos, los espacios y las
coyunturas de la historia del surgimiento del Perú […] sin que ese fuera el intento de su autor, el libro
colaboró a levantar el prestigio y el interés por el Tawantinsuyo […] De la desestructuración del mundo
andino, en concepto acuñado por Wachtel, el interés de los lectores de historia andina se trasladó más
bien a la estructuración del Tawantinsuyo y María Rostworowski culminó largos años de investigación en
un libro de historia que no conoce competencia en cuanto a ejemplares vendidos (Historia del
Tahuantinsuyo)”. Luis Miguel Glave, Imágenes del tiempo: De historia e historiadores en el Perú
contemporáneo, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1996.

10
De esta forma la historiografía crítica, a la que se suman Contreras y Glave 38, ha
terminado creando una relación insólita entre sus pretensiones por una ‘idea crítica de
nuestra historia’ y el pasado que nos interpela y perturba, y lo que nuestra memoria quiere
recordar como aquello que puede recrearse y reposar finalmente entre los recuerdos de
una historia que conserve lo mejor de su grandiosidad 39, como la memoria de una historia
que tiene un porvenir por liberar, por hacerse y gozarse; relación por sí anómala que no ha
dejado de influir en la formación de nuestras emociones y en las formas en que percibimos
nuestra historia, asumimos el sentido de la peruanidad y miramos el futuro del país, y que
también viene de la historiografía oficial que terminó reduciendo el lugar de las otras
historias, de las historias memoriales como les ha llamado Lorenzo Huertas, a lo marginal y
anecdótico del pasado; relación por la que la historiografía crítica no puede evitar mostrar
su desencanto por una historia que se perdió entre tropelías y actos fallidos de indios y
37
Basadre al referirse al intento de Astopilco de restaurar el Tahuantinsuyo, dijo: “La revolución
emancipadora, tuvo un esencial contenido criollo. No existía el ambiente propicio para una restauración de los
incas. Por eso no avanzó la tentativa que en Cajamarca hizo Astopilco, con el título de que era descendiente de
Atahualpa, con el propósito de coronarse emperador. Tuvo el apoyo de la ‘inmensa mayoría de los indios de la
campiña’. Pero este respaldo no fue suficiente. Cajamarca proclamó la independencia del nuevo Estado
peruano”.[CITATION s \l 10250 ].
38
“El Instituto de Estudios Peruanos ha publicado el libro, La Independencia del Perú: ¿concedida,
conseguida, concebida?, con el propósito de aportar los resultados de recientes investigaciones de la
historiografía nacional ‘que vienen ampliando y cambiando la comprensión del significado de nuestra
independencia’, independencia que es uno de los ‘grandes temas nacionales’ de la próxima celebración
del bicentenario de la fundación de nuestra república”. Carlos Contreras y Luis Miguel Glave, Prólogo, Ob.
cit. ¿Por qué los historiadores de una institución que reúne a una parte importante de la intelectualidad
peruana insisten en poner en debate el sentido histórico de nuestra independencia? No creo decir nada
que no conozcamos si digo que somos una sociedad que lleva sobre sí el pesado designio de un destino
marcado por sus desencuentros y frustraciones, una sociedad acostumbrada a soportar periódicamente
nuevas frustraciones y a la que le parece imposible poder compartir su pasado y tener una misma historia,
una sociedad que no sabe aún cómo reconocerse en lo que fue su Independencia, y que prefiere seguir
tratando de comprender por qué no nos fue más cercana y más propia, y tuvimos que esperar a que
llegaran los ejércitos libertadores; presencia que si bien fue decisiva, no ha dejado de ser de alguna
manera para nosotros ajena y extraña, y que por la forma en que empezara la República, con millones de
indígenas excluidos, ésta fuera una república que continuó con los ‘dos Perú’, y que no sabe aún qué
hacer con esa parte tan nacional de nosotros los peruanos, y que prefiere seguir creyendo que somos
todavía una nación en formación; y así, con la mirada aún puesta en el pasado, hemos terminado
aceptando que lo que nos ocurre como sociedad y Estado parece estar llamado a expresar
inevitablemente procesos evolutivos e históricos inacabados e inciertos, por lo que no solo es común que
exageremos la crítica de nuestros orígenes históricos, sino que incluso horademos con entusiasmo por
debajo de las carencias más profundas de la ‘naturaleza’ social y cultural de nuestra nación, y nos
parezca justificado que mostremos un malestar excesivo por lo que nuestra historia ha sido, y frustración
por lo que ésta no pudo ser, y queriendo evitar lo defectuoso de ella, que imaginemos que pudo ser
diferente, y que lo que somos como sociedad y nación pudo ser muy distinto si las revoluciones o
levantamientos armados anteriores a las guerras de la Independencia hubieran triunfado; deseo que no
nos ha librado, como sabemos, del malestar que no podemos evitar por lo ocurrido en nuestra historia, y
que vuelve a nuestra memoria desde una historiografía que cree que la independencia seguirá siendo uno
de nuestros problemas nacionales no resueltos, malestar que de alguna forma sigue también a la idea de
que la independencia no logró terminar con nuestra ‘herencia colonial’, la que prácticamente nos
acompañara hasta las últimas décadas del siglo pasado sin habernos dejado definitivamente, y que nos
ha llevado a negar desde la historiografía crítica que viene de la escuela francesa de Braudel y de
Romano, a la parte de nuestra historia que no pudo ser diferente, historia que no se pudo evitar y que ha
terminado definiendo nuestra evolución social y política, y que con todas sus vicisitudes, logros y
sinsabores, nos ha permitido afirmar de alguna manera lo que somos y seguir en la búsqueda de la
promesa de la vida peruana”. Capítulo, Historia: paradojas de la memoria mestiza, en Sociedad Mediocre,
Julio 2016.
39
En la introducción al libro Tiempo de guerra, Carmen Mc Evoy y Alejandro M. Rabinoich con una mirada
distinta del pasado, de lo que somos y es nuestra historia, alejados de las distancias que pusiéramos para
retacear y vilipendiar lo que de nuestro pasado nos parecía ajeno o despreciable, y sin culpas o
resquemores que ocultar, abiertamente, como si fueran arqueólogos quieren mostrarnos sus hallazgos
que hacen posible que podamos mirar a nuestra historia de manera distinta, y al contemplar toda su
variedad sintamos que toda ella es nuestra. Afirman Mc Evoy y Rabinoich: “el objetivo de este libro es
reunir por primera vez en un solo volumen un conjunto de estudios realizados por especialistas dedicados
a cada uno de los grandes conflictos que jalonaron la historia peruana desde su glorioso pasado virreinal
hasta la tardía consolidación del Estado moderno, ya a las puertas del siglo XX. Pero nuestro propósito es

11
blancos. Pero, Contreras y Glave necesitan darle credibilidad y actualidad al debate sobre
la independencia, y para este fin afirman lo siguiente:
A diferencia de cuarenta años atrás, hoy parecemos más convencidos de que la
ruptura con el gobierno español en 1821 fue un hito decisivo y crucial de nuestro
proceso histórico. Décadas atrás, bajo la influencia de la historia económica y
social, tendía a pensarse que tal ruptura fue un fenómeno básicamente
superestructural, meramente político […] Nos hemos convencido de que la
evolución de la economía depende de la política, tanto como esta de aquella. La
independencia ha recuperado, así, un sitial de hito divisor de nuestra historia, tanto
como lo es la conquista española o la guerra del salitre[ CITATION Car151 \l 10250 ].
Si bien se alejan del determinismo en el que Bonilla y Spalding incurrieran en su
interpretación de la independencia40 a partir de la generalización de la idea de Marx sobre
base y superestructura en su famoso Prologo41, y que creen corregir cuando dicen que
existe una relación de ‘dependencia’ entre economía y política; es más útil advertir que no
saben cómo librarse de sus prejuicios ideológicos sobre la independencia cuando después
de destacar a ésta como un ‘hito divisor de nuestra historia’, dicen no estar tan
convencidos de que fuera algo bueno:
La crisis de los Estados nacionales, y del nacionalismo que su modelo de
organización política y social llevaba aparejado, ha producido, además, una cierta
conciencia crítica entre los sectores más educados de la población acerca de la
bondad de la independencia. Es decir, no estamos tan convencidos como ayer de
que la independencia fuera necesariamente algo ‘bueno’. Conquistarla tuvo un
costo enorme en vidas humanas, expropiaciones y destrucción de riqueza de los
particulares y envilecimiento de la economía pública y de nuestras instituciones,
que aumentaron la dosis de corrupción, abuso del poder y desigualdad hasta
niveles que superaron lo visto hasta entonces. Implicó, además, escindirnos de
pueblos con quienes habíamos compartido un proceso común y de asociarnos
podríamos habernos beneficiado en múltiples sentidos. Estamos más dispuestos a
reconocer todo esto; medio siglo atrás hubiera pasado como un acto de traición a la
patria (La cursiva es mía).[CITATION Car15 \l 10250 ].
Pareciera que no se detienen a pensar en lo que están afirmando cuando alegan que hace
medio siglo habría sido un ‘acto de traición a la patria’ reconocer que la República peruana
tenía un destino común con los pueblos andinos que habían sido excluidos de la república
desde su fundación, más aún si el contexto de lo que afirman es el de la reforma agraria de
la propiedad de la tierra que terminó en 1969 con la servidumbre del indio en las
haciendas; mostrando así que no pueden evitar arrastrar culpas por haber olvidado que
tenemos un ‘destino común’ con el indio, ni dejar de exteriorizar cierta frustración por lo que
la independencia no pudo darnos42. Esta forma de reconocer olvidos y reivindicar al indio
es característica de la historiografía mestiza, de sus dudas y pesimismo sobre nuestra
historia y el futuro de la nación peruana, por lo que Contreras y Glave necesitan
agregar:
“Decirlo no significa renegar de la independencia ni poner en duda la viabilidad
del Perú como nación independiente. Implica sencillamente reconocer los
enormes desafíos con que comenzó el país su vida su vida independiente,
desafíos que poco a poco, hemos venido superando”43.

más ambicioso […]”. Sin duda, podrían en otro libro más ambicioso, decir también glorioso pasado de las
culturas andinas que tuvieron su expresión más avanzada en los Incas, o glorioso pasado de la república
peruana.
40
“Toda la fuerza económica de la clase hegemónica peruana, por el contrario, se nutrió de su vinculación
con la metrópoli. Internamente no existieron ni las bases materiales ni los fundamentos ideológicos que
impulsaran a la liberación”. Heraclio Bonilla y Karen Spalding (1972).
41
Marx, Carlos, Contribución a la crítica de la economía política (1856).
42
Mendívil, José, Sociedad mediocre (2016).
43
Contreras, C. y Glave, L., Ob. cit.

12
Yo sí afirmo que debemos dudar de la viabilidad del Perú como nación independiente
en este siglo, afirmo que nuestra república es una república en extinción, extinción que
está ocurriendo, y que el problema que tendremos en el mundo que está llegando será
el de la muerte definitiva de la promesa de la vida peruana de la que nos hablara
Basadre44; extinción que parece que nos ha sido destinada para su cumplimiento en el
siglo XXII si seguimos siendo una república acostumbrada a perderse cotidianamente
en los males de la corrupción y la mediocridad; y si los debates sobre nuestra historia
que son necesarios que se den rumbo al bicentenario no sirven para pensar en una
nueva historia que nos ayude a reformar al Estado-nación peruano y a aproximarnos a
la verdad de lo que somos, verdad que solo muestra su naturaleza, encantos y
‘monstruosidades’ como la que anuncio solo a los que saben solazarse en su
seducción y engaños para alcanzarla en su donación.
Pero, ¿qué fue lo que dijeron Bonilla y Spalding de la independencia después
del Sesquicentenario?:
[…] si en Buenos Aires y en Caracas la aspiración a la independencia de la
burguesía criolla nació del deseo de superar su inferioridad política y alcanzar
en este campo la hegemonía plena para hacerla conciliable con su poderío
económico, ello no ocurrió ni podía ocurrir en el Perú. Toda la fuerza
económica de la clase hegemónica peruana, por el contrario, se nutrió de su
vinculación con la metrópoli. Internamente no existieron ni las bases materiales
ni los fundamentos ideológicos que impulsaran a la liberación. Tal vez, más
bien, la esperanza de un reforzamiento de la situación colonial y lamentos por
el esplendor perdido (La cursiva es mía)45.
Al afirmar que ‘no existieron ni las bases materiales ni los fundamentos ideológicos
que impulsaran a la liberación’, no hacían sino repetir a Mariátegui que en 1828 dijo
que no hubo una burguesía que fuera capaz de actuar como ‘capitanes de la
industria’46 para que la independencia nos fuera más propia y auténtica[ CITATION
Car151 \l 10250 ].
Acentuando su exagerada interpretación de la independencia, dijeron también
que:
La libertad económica no pudo ser exigida por una burguesía que creció y se
benefició con la articulación colonial. El asalto al poder político tampoco pudo
ser realizado por una burguesía profundamente débil, que vislumbraba con
temor cualquier modificación de la situación colonial. Por esto, los atisbos de
racionalismo y nacionalismo solo permanecieron al nivel de la formulación en
hombres aislados, sin llegar a generalizarse. Aún más, este liberalismo se
pronunció contra las revoluciones americanas que postularan la destrucción del
imperio47.
Historiadores como Pablo Macera y Alberto Flores Galindo imaginaron entonces que más
razonable era tener una ‘visión alternativa de la independencia’, continental le llamó Flores
Galindo48, que explicara su complejidad y evitara el reduccionismo en que incurrieran
Bonilla y Spalding, y propusieron entonces que su interpretación estuviera referida al
44
“Basadre planteó dos temas: uno, la idea del Perú profundo y el Perú oficial, que ha tenido amplia
difusión. El mismo dice que esta expresión proviene del escritor católico francés Charles Peguy y que la
adaptó al dualismo peruano. Segundo, sin prescindir del pasado, el Perú es más que un proyecto, una
promesa. Esta idea fue expuesta anteriormente por José Ortega y Gasset: Argentina. La
pampa...promesa. (1929). Ortega sostenía que la nación argentina aún estaba en formación. Basadre
cree, al contrario, que la nación existe por cuanto hay un Estado”. Miguel Marticorena, Jorge Basadre:
teoría del Perú e historicismo, Investigaciones Sociales Año VII, N° 11, Lima 2003, p. 239. La crítica que
hace Marticorena del historicismo que Basadre admitiera, reduce la promesa de la que nos hablara a una
direccionalidad, a un destino.
45
Heraclio Bonilla y Karen Spalding, 1972, pp. 45-46.
46
“[...] si hubiesen tenido condiciones de capitanes de industria”. Mariátegui, José Carlos, 7 ensayos de
interpretación de la realidad peruana, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007, p. 24.
47
Heraclio Bonilla y Karen Spalding, 1972, p. 59.

13
período que va de la revolución de Tupac Amaru en 1780, a la derrota de La Serna en
Ayacucho en 1824, período que permitiría reconocer como precursoras a las rebeliones
que antecedieron a la proclama de la independencia por San Martín49.
Aparentemente este giro en el estudio de la independencia resolvía el debate
provocado por la curiosa afirmación de la ‘independencia concedida’ 50; pero Contreras51 y
Glave desde el IEP volverían a desempolvar esta idea convencidos de que su debate no
había perdido actualidad para el bicentenario, por lo que como subtítulo del libro La
independencia del Perú, dejan planteada la pregunta ¿concedida, conseguida,
concebida?52, y no se dan cuenta que esta no es la pregunta que debiéramos hacernos y
responder cuando volvemos sobre la independencia, porque cualquiera que sea la
respuesta que se dé, ella no aportará nada importante a la comprensión de nuestro
pasado, ni podrá ser útil para comprender la historia de los que hicieron la independencia y
fundaron la república para beneficiarse de ella, y mucho menos para tener una
interpretación que nos devuelva los recuerdos de su entrega, de sus vidas, aventuras,
fortunas perdidas, y familias separadas; como de sus límites sociales y económicos, de sus
carencias y miedos; para que podamos contarnos una historia que nos libre de la idea de
que algo fue mal hecho desde la fundación de república, y de la creencia de que debemos
terminar nosotros lo que los revolucionarios de 1821 y los constituyentes de 1822 dejaron
incompleto o a medio hacer, y nos aleje a la vez de las ilusiones de una ‘historia posible’ o
de la ilusión de lo que habría podido ser nuestra república de haber sido la revolución de la
independencia muy diferente a lo que fue; que nos libre de esa mala historia que no hecho
otra cosa que formar las estructuras subjetivas de nuestro repliegue sobre el pasado, y
mentales de una memoria que nos aleja de los que fundaron la república por la forma en
que lo hicieron, sin que notemos que no solo se estaba cuestionando los límites que le
impusieron desde sus creencias, circunstancias, miedos 53 y deseos, sino que se estaba
48
“La independencia, en sentido estricto, no fue un acontecimiento político nacional sino continental”,
Alberto Flores Galindo, La crisis de la independencia: El Perú y Latinoamérica, en Alberto Flores Galindo
(compilador), Independencia y revolución: 1780-1840, Instituto Nacional de Cultura, Lima 1987, Tomo 1.
49
Giro historiográfico importante para una mejor interpretación de la independencia, pero que no sirviera para
explicar o tratar de comprender la formación del Estado-nación peruano, que es estudiada por investigaciones
recientes sobre nuestra historia que han sido reunidas en el libro Tiempo de guerra. Carmen Mc Evoy y
Alejandro M. Rabinoich, Ob. cit.
50
“[…] la polémica respecto a cómo interpretar el proceso de la independencia no se inauguró con los
debates que acompañaron a la conmemoración del sesquicentenario, ni se terminaron allí, como ahora
estamos viendo en el camino a la celebración del bicentenario”. Carlos Contreras y Luis Miguel Glave
(editores), Ob. cit. Se refieren al debate que sobre la independencia sostuvieran poco antes de la guerra
del pacífico Mariano Felipe Paz Soldán y Francisco Javier Mariátegui.
51
Contreras no hace sino repetir lo que afirmara años antes. Respondiendo a la pregunta, ¿Cuál es su
tesis central sobre las independencias?, dijo: “Tengo como tesis que estas regiones dominadas
demográficamente por la población indígena no se hubiesen independizado en la oportunidad en que lo
hicieron, sino hubieran sido arrastradas a ello por las otras regiones, de una población más homogénea, y
por la propia coyuntura europea. Esto es claro, por ejemplo, en el virreinato peruano, que sólo se adhirió
(y tibiamente) al partido patriota cuando el ejército de San Martín enviado por el flamante Gobierno
independiente chileno tomó Lima (en julio de 1821) y el otro gran ejército libertador sudamericano, el de
Bolívar, estaba ya golpeando la puerta por el norte”. Carlos Contreras, en Manuel Chust (editor), Las
independencias iberoamericanas en su laberinto: Controversias, cuestiones, interpretaciones,
Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2010, p. 118.
52
“Solo queremos anotar que la polémica desarrollada en varios de los textos que ahora volvemos a
publicar, surgida durante las celebraciones del sesquicentenario, no era sino la reedición de viejos
escarceos historiográficos y políticos. Con todo, el momento era oportuno y así se vivió el debate con
entusiasmo. La virtud de textos como el de Bonilla y Spalding, y lo que estos autores sostuvieron y
sostienen fue su capacidad movilizadora de emociones, ideas y anhelos respecto a la nación […] Se
entiende así que, seguramente producto de una errata, hicieran aparecer a son Mateo Pumacahua como
cacique de Chincha y el error se mantenga en sucesivas ediciones del artículo. Porque lo que interesaba
entonces era la naturaleza polémica y provocadora del discurso, más que el sustento documental de una
investigación de calado”. Carlos Contreras y Luis Miguel Glave, Ob. cit., Estudio introductorio.
53
“Para concluir, diremos en primer lugar que fue en el mismo seno del ejército español donde se
fraguaron las disputas, dudas, falsas esperanzas y actitudes triunfalistas que marcaron la guerra con una
gran desorientación tanto entre los peruanos como entre los españoles. En segundo lugar, los habitantes
de Lima, entre dos fuegos, entre dos deseos —por un lado, pretender mantener las prerrogativas y los

14
reduciendo las posibilidades de liberar a la peruanidad de lo más frustrante de su pasado, y
que no hayamos reparado en que al empequeñecer el cambio histórico que significó para
las indias occidentales y el mundo europeo del siglo XIX las independencias y las
repúblicas que se fundaron en esta parte del mundo, se estaba también estrechando a la
peruanidad en lo poco que pudo hacerse y cambiarse después de la independencia,
formándose una peruanidad predispuesta a reconocerse desde emociones y pensamientos
encontrados sobre su pasado y que solo han servido para avivar resentimientos y
prejuicios entre nosotros, y para que creamos que no nos queda sino evadirnos de esta
realidad desde nuestras emociones más instintivas pretendiendo que todo siga igual o que
la revuelta y el tumulto refunden a la república para que todos nuestros males terminen.
Al referirse a los antecedentes de la idea de la ‘independencia concedida’,
Alberto Flores Galindo señalaba:
Pero de manera quizá subterránea persistía una imagen opuesta que puede
rastrearse en las desengañadas memorias de Pruvovena (seudónimo del
primer presidente de la República) o en las reflexiones de un descendiente de
este, el historiador José de la Riva-Agüero, haría en el campo de batalla de
Ayacucho: ese paisaje le recuerda el destino errático del país que atribuye a la
carencia de una ‘clase directiva’ dispuesta a infundir entusiasmos colectivos:
‘¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz de toda idea
y de todo esfuerzo!’. Estas intuiciones serían articuladas, años después, en los
ensayos de José Carlos Mariátegui: recurriendo a la comparación con la
unificación italiana, define a la independencia como una revolución frustrada;
ahora podríamos decir como una ‘revolución política’, un cambio en las alturas,
nada proclive a la intervención de las masas y destinado a que las cosas
cambien para que, en definitiva, sigan igual. La independencia hubiera sido una
‘revolución social’ si a la presencia de una ‘burguesía consciente’ se añadía un
‘estado de ánimo revolucionario en la clase campesina’, pero ninguna de estas
dos premisas existía en el Perú de 1821, de manera que la independencia
triunfó por la acción de los ejércitos de Caracas y Buenos Aires, ayudados por
una coyuntura mundial favorable a Inglaterra y perjudicial a España. Es así
como, frente a la independencia resultado de un proceso natural, ansiada por
todos los peruanos, expresión de la existencia de una nación, existía un
pensamiento crítico, renuente a ser arrastrado por la mitificación del pasado54.
Evitando la mitificación de la independencia y siguiendo a Mariátegui habló también de
nuestra proclividad para experimentar los fracasos de nuestra historia como una
frustración:
La frustración, el desánimo, la ausencia de esperanzas son sentimientos
frecuentes en los escritores peruanos. Luis Alberto Sánchez, en un libro
reciente, define al Perú, paradójicamente, como un país que no ha encontrado
aún su clave. Desde otra generación y en una trinchera opuesta, Luis Pásara
arriesga la definición de un ‘país en derrota’ [...] no se trata de una simple
postura intelectual, ni de un sentimiento pasajero [...] se podría buscar las

beneficios; y por otro, superar la situación de caos y confusión, en la cual el rumor jugaba un papel
importante—, no sabían cómo resolver el conflicto y el temor los llevó a manifestarse a través de los
anónimos. El conflicto los desorientaba y no les permitía tomar una decisión; además, se apoderaba de
ellos el miedo a lo desconocido y a lo que vendría con el cambio. Persuasión, sugestión, triunfalismo y
deserción entre los dirigentes y las tropas; desolación, desilusión, rumor y terror entre los habitantes, son
todos elementos que se conjugaron en la guerra de independencia y que afectaron a todos los
involucrados en ella. Pero también podríamos ver la independencia como un proceso de ruptura típico de
las sociedades adolescentes que deben comenzar a valerse por sus propios medios. No es casual que a
España se la defina hasta hoy como «la Madre Patria»; una madre que no nos permitía crecer y que luchó
por controlarnos y subyugarnos hasta el final”. Cristina Mazzeo de Vivó, El miedo a la revolución de
Independencia del Perú, 1818-1824, y también el ensayo de Arnaldo Mera Ávalos, Cuando la patria llegó
a la capital: el miedo ante el advenimiento de la Independencia, 1820-1821, publicados el libro de Claudia
Rodas Lauro (editora), El miedo en el Perú: siglos XVI al XX, Fondo Editorial de la PUCP, Lima 2005.
54
Flores Galindo, Alberto, Independencia y clases sociales, en Alberto Flores Galindo (compilador),
Independencia y revolución (1780-1840), 2 Tomos, Instituto Nacional de Cultura, Lima 1987, pp. 123-124.

15
filiaciones de este desánimo mediante la lectura de Riva-Agüero, los García
Calderón, Gonzáles Prada [...] no han faltado quienes [...] se han preguntado
obsesivamente por el origen de esta frustración colectiva, por el momento que
según la gráfica expresión de Zavalita, personaje de Vargas Llosa en
Conversación en la Catedral, ‘se jodió el Perú’. Dejando a un lado la prolija
enumeración de proyectos abortados y desengaños colectivos, tres fechas
vendrían de inmediato al recuerdo: la conquista, la independencia y la guerra
del Pacífico. Por razones que exigirían una indagación mayor en la memoria
histórica colectiva, de los tres momentos históricos, los años en que transcurre
la independencia, entre 1780 y 1821, han terminado arremolinando el interés
casi inevitable de la mayoría de historiadores [...] si experimentamos a la
independencia como una frustración es porque, como pensaron muchos
protagonistas de los levantamientos y batallas, abrió la posibilidad de pensar
en un desenlace diferente. La presencia obsesiva del tema en nuestra
historiografía se explica si consideramos que persiste, hurtando una frase de
Jorge Basadre, como una promesa incumplida55. (La cursiva es mía)
No debería haber motivo alguno para que dado el tiempo transcurrido desde 1821 se siga
sintiendo a ‘la independencia como una frustración’, y para que quede suelta la ilusión de
que también ‘abrió la posibilidad de pensar en un desenlace diferente’; frustración que
probablemente se deba, como ha señalado el historiador norteamericano Charles Walker, a
que el ‘Perú es un país donde la historia pesa mucho’, un país en donde se sufre
demasiado del pasado, el que es sigue siendo abrumador en los mundos culturales de
andinos y nativos; y que nos ha llevado a que percibamos el presente y el futuro desde una
memoria fracturada por las frustraciones y traumas que nos han dejado nuestros fracasos,
y a imaginar a la república como si solo tuviera por delante el devenir inevitable de una
promesa que será siempre incumplida, lo que no sería más que una curiosidad ideológica 56
o el remanente de una historia que no terminamos de comprender; curiosidad en la que la
55
Flores Galindo, en Carlos Contreras y Luis Miguel Glave, Ob. cit., pp. 193-208.
56
Digo, que es una ‘curiosidad ideológica’ todo o casi todo lo que la historiografía crítica ha dicho sobre la
independencia y la república, y que no ha servido para nada, porque si tenemos memoria, si hemos
podido formar la memoria de nuestra historia, como ha dicho, entre otros, el narrador Julio Ramón
Ribeyro, esta memoria se la debemos en parte a las Tradiciones de Ricardo Palma. No pretendo justificar
nada de nuestra historia, y sí, el siglo XIX fue un siglo desperdiciado por los errores sucesivos que se
cometieron, a nosotros no nos fue menos complicado organizar a la república, como fue en el caso de
otras repúblicas; y creo que lo que dice Domingo García Belaúnde sobre nuestras idas y venidas entre
asambleas constituyentes y constituciones entre la de 1823 y la de 1860, dice más que lo que ha dicho la
historiografía sobre porque la república terminó desperdiciando su siglo XIX: “El Perú tiene pocas
constituciones importantes. Lo son las de 1828 y la de 1860 en el siglo diecinueve. Y la de 1979 en el
siglo XX. Veamos ahora su número y duración. La primera constitución formal fue la de 1823, aprobada
cuando la lucha por la independencia no había terminado aún. Tuvo una vida efímera y no solo la
turbulencia del momento la hizo inoperante, sino los poderes que se dieron a Bolívar para consumar la
independencia, lo que logró en 1824 con la batalla de Ayacucho. Bolívar, dueño del escenario, pensó en
reordenar los pueblos por él liberados e ideó él solo una constitución exótica, la del año 1826, que duró
poco. Tan pronto salió del país, seguido al poco tiempo por sus tropas, las fuerzas locales convocaron
una constituyente y aprobaron una nueva constitución, la de 1828, pero a la que le dieron plazo de vida:
cinco años. Así, fue sucedida por la de 1834, que fue reemplazada por la de 1839, que era importante
pues había fracasado la Confederación Perú-boliviana (1836-1839) y había que reordenar el país. Duró
hasta 1856, en que se aprobó nuestra primera constitución liberal, y que fue tan liberal, que se dejó de
lado por la de 1860, fruto de un consenso y de concesiones mutuas. Fue interrumpida por una nueva
constitución liberal de 1867, que solo duró seis meses, restaurándose la de 1860. Ésta, con altas y bajas
rigió hasta 1920, en que fue remplazada por una promulgada ese año, por un gobierno autoritario, el de
Leguía. La más importante constitución peruana del siglo XIX es la de 1828, pues puso las bases del
Estado peruano, cuyos lineamientos iban a durar más de un siglo. Pero no duró mucho, pues sus propios
autores le dieron un corto plazo de vida: cinco años. Luego de ella, la de mayor significado es la de 1860,
que rige sesenta años y pudo durar más. Es, pues, la más longeva de nuestra historia política. La que le
sigue de 1920 dura trece años, y es remplazada en 1933 por una nueva, que se mantiene hasta 1979. 0
sea, un total de 47 años, con lo cual la de 1933 es la segunda más extensa en vigencia, después de la de
1860”. Domingo García Belaúnde, La constitución de 1993: Sobreviviendo pese a todo pronóstico, en
Revista Peruana de Derecho Constitucional, N° 6, Lima 2013.

16
historiografía crítica insiste con la intención de dejar suelta la idea de que la fundación de la
república nos heredó a una nación inacabada y aún en formación57, frustración que no
advierte que se manifiesta desde el lugar una memoria dañada, memoria de la que hablara
Renato Cisneros en su novela La distancia que nos separa cuando vuelve a los recuerdos
de familia que más dolor le dejaran en el alma y que le hacen decir: ‘Los recuerdos
persistentes no son el síntoma de una memoria saludable, sino el de una memoria
dañada’58, y que, no desde la novela sino desde la historia, podría haberles dicho a los
historiadores de esta historiografía que crítico: “Lo que más recuerdas es lo que más te
afecta”59.

CONCLUSIÓN:
1. No podemos sentirnos los peruanos satisfechos con los conocimiento que tenemos
de nuestra historia moderna y contemporánea, lo que se debe tanto al descuido del
Ministerio de Educación y del Ministerio de Cultura en la formación de los estudiantes
en la historia del Perú, como a un profesorado que influido por ideales de la izquierda
socialista y la historiografía crítica enseñan una historia que no deja de cuestionar la
importancia histórica de la independencia y de la república fundada en 1821, lo que
afecta la forma en que hemos terminado relacionándonos con nuestra historia y
asumimos su futuro.
2. La historiografía oficial y la historiografía crítica al haber dado origen a dos
proyectos ideológicos y políticos de la república, al proyecto de la nación mestiza, y al
proyecto de la nación en formación, no solo han afectado la formación de la
peruanidad y su identidad, sino que esta historiografía no nos sirve para pensar el
futuro de nuestra república en el mundo del siglo XXII que está irrumpiendo con los
acelerados desarrollos de la ciencia y la tecnología.
3. Si digo que somos una república en extinción es no solo porque esta se halla
secuestrada por la corrupción y la mediocridad, sino porque no hacemos nada que nos
diga que nos estamos preparando para el mundo del futuro, sobre todo desde la
investigación científica y tecnológica, y las obras de ingeniería y proyectos de
desarrollo que necesitamos para no ser un país marginal en el mundo que viene.

57
“De la tensión permanente entre los afanes renovadores, que constantemente demandan una
refundación republicana, y una realidad pobre y fracturada surgirá la retórica de la patria inacabada. Para
‘arreglar el Perú’, le escribe el presidente Orbegoso a Nieto, se necesita de ‘un poder divino’. Sumido en
un profundo desaliento, el gran mariscal se reconfortaba con la idea de que sus huesos y los de todos los
patriotas que luchaban por la causa de la libertad servirían para cimentar una república que tal vez las
generaciones venideras terminarían ‘algún día’ de construir. Si para los miembros de la élite como
Orbegoso, la república se tornó en un fantasma inalcanzable, para otros la guerra les permitió tocarla por
primera vez. En el escenario volátil y convulsionado de la guerra civil e internacional que marcó la década
de 1930, el concepto de república y su correlato, el de ciudadano, fueron penetrando el denso tejido social
peruano hasta llegar a instalarse [...] en el imaginario de los sectores populares [...]”. Carmen Mc Evoy.
Retorica que se puede reconocer en la frase siguiente: “En el Perú, la imaginación de la comunidad ha
ocurrido entre sujetos que nunca han podido percibirse como iguales. Dado el sustrato colonial que sentó
las bases de nuestro nacionalismo, aquí la imaginación de la comunidad ha sido imposible y sigue siendo
una tarea incompleta”. Víctor Vich, ‘Borrachos de amor’: Las luchas por la ciudadanía en el cancionero
popular peruano, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2003.
58
Renato Cisneros, novela La distancia que nos separa.
59
Renato Cisneros, Ibíd.

17
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