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LA DEMANDA CIVIL.

Autor: Román A. Abellaneda.

I.- Introito.-
Cuando el Estado toma a su cargo la realización coactiva del derecho,
sustituyendo la defensa privada, aparece el proceso jurisdiccional como respuesta
adecuada para lograr la satisfacción de los intereses. Ello implica la imposición
del principio de oficialidad.-
Es así que la aplicación del derecho sustantivo es asumida por el Estado a través
de la función jurisdiccional produciéndose de esta manera un desplazamiento de
esta actividad, de los particulares a él. Ella se realiza a través de la llamada
“administración de justicia” que es ejercida por órganos públicos (magistratura) y
mediante el proceso judicial (Conf. Ferreyra de De La Rúa-González de la Vega
de Opl, Lecciones de Derecho Procesal Civil, edit. Advocatus, pág. 11).-
De este modo, el proceso se convierte en el instrumento técnico –
construido por normas procesales- adecuado para lograr la realización del
derecho sustancial. El proceso permite la realización indirecta del derecho
cuando los particulares no respetan espontáneamente el orden jurídico fijado por
las leyes positivas de un Estado.-
Apuntamos recién que en nuestro sistema procesal impera el principio de
oficialidad, en virtud del cual al particular le está prohibido hacer justicia por su
propia mano. De esta manera, el Estado asume esta actividad a través de la
función jurisdiccional y, en consecuencia, ejerce el monopolio de la fuerza
administrando justicia en los casos que los particulares lo requieren.
Esto se concreta a través del poder de acción, que conforme lo enseña el
Dr. Clariá Olmedo, es el poder de presentar y mantener ante el órgano
jurisdiccional una pretensión jurídica, solicitando una decisión sobre su
fundamento y en su caso la ejecución de lo resuelto (Ferreyra de de La Rúa-
González de la Vega de Opl, Lecciones de derecho procesal civil, Edit.
Advocatus, pág. 73).
De lo expuesto resulta que el contenido de la acción es la pretensión, cuyo
fundamento consiste en afirmaciones de hechos jurídicamente relevantes.
La acción se promueve y ejercita con la presentación de la demanda
que es la vía por la cual ésta se materializa; en otras palabras, la acción se
vehiculiza mediante la presentación de la demanda en sede judicial.

II.- Concepto.-
Podemos definir a la demanda, siguiendo a Carlo Carli, como "el acto
procesal mediante el cual el justiciable introduce ante el órgano jurisdiccional
una pretensión concreta de actividad”. En otras palabras, es la primera petición
formulada por el actor ante el juez, dirigida en contra de una persona determinada
que asume el carácter de demandado con el objeto que se declare el derecho en el
caso concreto de que se trata.
En derecho procesal se conocen dos acepciones de la palabra demanda.
En el sentido amplio, por demanda entendemos toda petición formulada
por las partes al tribunal. Desde este punto de vista sería demanda cualquier
solicitud de instancia de las partes.
En sentido estricto, demanda es el acto formal con el que se inicia una
relación jurídica procesal y que contiene y resume las pretensiones del actor.
De lo expuesto puede afirmarse que:
a) La demanda es el acto de iniciación del proceso.
b) La demanda es un acto formal de declaración de voluntad del actor, que
resume sus pretensiones.
En consecuencia, la demanda es el primer acto del procedimiento que
determina por una parte, la pretensión requerida y, por la otra, el tipo y clase de
procedimiento a seguir.

III.- Naturaleza jurídica.-


El tema de la naturaleza jurídica de la demanda es de suma importancia a
fin de comprender acabadamente cuál es su esencia. Resulta imprescindible
señalar sus caracteres principales para lograr un perfil adecuado de ella.
Como ya adelanté, la demanda es un acto de fundamental importancia en
el proceso y se presenta como un acto complejo. Así, es un acto de postulación,
es un acto de declaración de voluntad del actor y es un acto de iniciación del
proceso.
Asimismo, la demanda, como acto procesal, es un acto de parte de carácter
documental -escrito- y deberá estar revestido de una serie de formalidades.
Asimismo, su importancia se manifiesta porque este acto introductivo, se
integra con la contestación, y ambos fijan la plataforma fáctica del juicio
(thema decidendum). Esto es de mucha trascendencia en el proceso porque
fijará los límites en la acticidad de los sujetos procesales en las etapas
posteriores. Así, sobre esos hechos fijados, ha de versar la prueba, la discusión y
la sentencia.

IV.- Requisitos de admisibilidad y fundabilidad de la demanda.-


La demanda como acto de iniciación del proceso debe cumplir con los
requisitos de admisibilidad y de fundabilidad.
Los requisitos de admisibilidad de la demanda se pueden clasificar en:
formales, sustanciales y fiscales:

a) Formales: Así la demanda debe ser deducida por escrito (art. 175,
CPCC), en idioma nacional, encabezada con la expresión de su objeto (art. 37,
CPCC); debe ser firmada por el actor o quien lo represente y además por el
letrado patrocinante o en su caso apoderado (art. 80, CPCC), y se debe constituir
domicilio dentro del radio del juzgado (art. 88, CPCC).
b) Sustanciales: Son los enunciados en los incisos del art. 175 del Código
Procesal local: nombres y domicilios del actor y del demandado, individualizar la
cosa demandada con precisión, narrar los hechos en forma detallada de acuerdo
con la teoría de la sustanciación, individualizar el derecho sobre el cual funda su
pretensión y la petición, es decir, la exhortación al juez acerca de lo que se pide
(Falcón, Enrique M., en Revista de Derecho Procesal "Demanda y
Reconvención", Edit. Rubinzal-Culzoni, 2004-1, pág. 76 y 77).
c) Fiscales: la interposición de la demanda es un hecho imponible con un
sujeto responsable y depositante del monto reclamado en la demanda, requisito
que debe cumplirse en ese momento, salvo que el accionante actúe con beneficio
de litigar sin gastos (art. 101 y ss., CPCC), o se encuentre amparado por el
sistema instaurado por la ley de Asistencia Jurídica Gratuita (Lp. 7982).

La inobservancia de alguno de los requisitos enunciados postergará la


providencia que ordena el traslado de la demanda1 y habilitará al juez "director
del proceso" a ejercer la facultad contenida en el art. 176, CPCC, que consagra el
principio de saneamiento, en los siguientes términos: "Los tribunales deben
rechazar de oficio las demandas que no se dedujeren de acuerdo con las
prescripciones establecidas, expresando el defecto que contengan o podrán
ordenar que el actor aclare cualquier punto para hacer posible su admisión. No
subsanados los defectos o no hechas las aclaraciones en el plazo de treinta días,
se operará el desistimiento de pleno derecho".

V.- Saneamiento del proceso, rechazo in límine e improponibilidad objetiva de


la demanda.-
De cara a la demanda, in limine litis, se presentan al juez diversas
alternativas que derivan del juicio de admisibilidad:
a) Dar curso a la demanda, disponiendo su sustanciación, con lo que
implícitamente se estima que no existen motivos de inadmisibilidad formal ni de
improponibilidad sustantiva;
b) Señalar la existencia de defectos o vicios formales -requisitos
rituales- susceptibles de subsanación, en cuyo caso fijará un plazo para su
regulación (arg. art. 176, CPCC; o
c) controlado lo anterior, "descender al examen de la proponibilidad" y, en
su caso, pronunciar una decisión anticipada sobre el fondo de la causa y el
1
Actualmente el incumplimiento de oblar el aporte de tasa de justicia no provoca, a mi juicio, la
suspensión del trámite del proceso. Ante la omisión de pago de la Tasa de Justicia y previo
emplazamiento al deudor (art. 256 C.T.), el secretario debe certificar la existencia de la deuda de manera
inmediata. Ese certificado sirve de título ejecutivo, pudiendo la Dirección de Administración proceder a
su cobro compulsivo por la vía del art. 801 y ss. del CPCC (ejecución de sentencia). Pero ahora la ley dice
"sin perjuicio de la ulterior continuidad del proceso". Ello significa que se ha modificado el art. 86,
CPCC, por cuanto el incumplimiento de la tasa de justicia, ya no suspendería el trámite del juicio
prinicipal.
mérito de lo pretendido (Cfr. Berizonce, Roberto Omar, Saneamiento del
proceso, rechazo "in limine" e improponibildiad objetiva de la demanda, en
Revista de Derecho Procesal..., ob. cit., 2004-2, pág. 85).
1) Análisis oficioso de los requisitos extrinsecos de la demanda: despacho
saneador previsto por el art. 176 del C.P.C.C..-
Se trata de velar por la regular constitución de la relación procesal para su
tránsito utlerior por los carriles normales hasta la sentencia de mérito, evitando
un inútil desgaste de la actividad jurisdiccional.
De ahí que, como regla, el juez debe comenzar por señalar las deficiencias
extrínsecas de la demanda o la carencia de formalidades legales, a fin de
posibilitar su temporánea corrección. Se procede, de ese modo, al examen ad
limine de los presupuestos procesales (juicio de admisiblidad).
Tal verificación comprende: a) la competencia del juez; b) la legitimación
ad procesum de las partes -capacidad procesal-; y c) los requisitos de la demanda
contenidos en el art. 175 del C.P.C.C..
La decisión que recaiga, en esos casos, en tanto no afecta al derecho ni la
acción, que podrán ser ejercidos nuevamente o bien perseguidos en el mismo
proceso, sólo produce efectos de cosa juzgada formal.
El examen de los requisitos o presupuestos procesales puede ser
practicado de oficio por el juez -no sólo a requerimiento de la demadada-, sin
que por ello se convierta en el interprete de la voluntad implícita de una de las
partes ni se altere el equilibrio procesal de los litigantes en desmedro de la parte
contrararia (CSJN, sent. del 02/02/99, "Gorordo Hallaria de Kralj, Haydée M. c/
Ministerio de Cultura y Educación").
Ya adelantamos que el art. 176, CPCC, consagra el principio de
saneamiento.
La directriz citada impone al tribunal repeler oficiosamente la demanda,
siempre que el defecto sea manifiesto y evidente, indicándolo con presición (art.
117, inc. 2°, CPCC), puesto que importa negativa a dar trámite al libelo inicial.
El momento oportuno es antes de admitir la demanda; luego, le está
vedada dicha postestad, salvo en las condiciones del art. 129, CPCC (providencia
aún no notificada).
El precepto del art. 176, ib., no sólo se refiere a los requisitos del art. 175,
sino a todos aquellos de admisibilidad, cuya ausencia no es menester sea
denunciada por el demandado (vervigracia: la firma del presentante). Así, el
magistrado puede relevar de oficio circunstancias que dan lugar a las excepciones
dilatorias de falta de personería y de defecto legal, así como a la incompetencia
(art. 184, incs. 1°, 2°, y 4°, CPCC), salvo respecto de la territorial (art. 1, CPCC).
Empero, carece de la potestad de invocar ausencia de legitimación
sustancial, aunque sí la improponibilidad objetiva de la pretensión, que será
tratada en el punto siguiente (Vénica, Oscar H., Código Procesal Civil y
Comercial..., Edit. M. Lerner, tomo II, pág. 228).
El Dr. Falcón enfatiza que el despacho saneador previsto en casi la
mayoría de los Códigos procesales del país, faculta al tribunal a rechazar "in
limine" la demanda cuando se trata del incumplimiento de alguno de los
presupuestos procesales que revisten una gravedad tal que no permite la apertura
y posterior desarrollo del proceso. Resalta como ejemplos, el caso de la falta de
acreditación de la personería invocada (art. 90, CPCC) y la falta de firma de
letrado (art. 80 y 82, CPCC) (Falcón, Enrique, ob. cit., pág. 77).
Es dable destacar que el decreto que ordena subsanar los errores debe ser
notificado por cédula como lo impone el art. 145, inc. 3°, CPCC, que deberá ser
librada de oficio por el tribunal, pues de lo contrario, al no existir contraparte,
quedaría sujeto a la voluntad del actor el comienzo del plazo para que opere el
desistimiento previsto por el art. 176, CPCC.
El desistimiento opera de pleno derecho, sin necesidad de pedido de parte,
ni declaración judicial. Se trata del desistimiento del juicio (art. 349, CPCC) y no
del derecho, que importa una renuncia, la que no se presume (art. 874, CC).
El plazo de treinta día previsto para corregir los defectos de la demanda
debió unificarse con el plazo establecido en el art. 188 inc. 3° del Código de Rito
(acogimiento de la excepción de defecto legal opuesta por el demandado), pues el
hecho generador es el mismo (Martínez Crespo, Mario, Demanda, contestación,
excepciones, reconvención en el nuevo Código Procesal en lo Civil y Comercial,
en Comentario al Código Procesal Civil y Comercial. Ley 8465, varios autores,
Cba., Foro de Córdoba, pág. 77).-

2) Improponibilidad objetiva de la demanda.-


Es bien sabido que las condiciones de fundamentación o procedencia
(atendibilidad) de la pretensión deben ser verificadas por el juez, como regla, en
la sentencia de mérito, al cabo de la sustanciación integral del proceso.
Empero, puede suceder también que el judex pretenda efectuar esa
verificación en la antesala de la litis, anticipando el conocimiento y la decisión en
torno de la fundabilidad de la pretensión. En esta hipótesis, cabe preguntarse si la
resolución que se dicte tiene efecto de cosa juzgada material.
Los supuestos en que la demanda aparece objetivamente (en el sentido de
manifiesta, evidente) "improponible" reflejan más que la imposibilidad de su
planteamiento, su improcedencia sustancial (Berizonce, ob. cit., pág. 89). Se
trata de la decisión sobre el fondo de las pretensiones, cuando éstas desde su
misma proposición se manifiestan inequívocamente como sin fundamento en
su mera confrontación con el ordenamiento jurídico vigente.
Señala Berizonce que no hay que confundir el instituto en análisis con
aquellos pronunciamientos que, aun dictados en el vestíbulo del proceso, no se
hacen cargo sino provisoriamente de los presupuestos de fundabilidad de la
pretensión y en todo caso, no sellan su suerte definitiva: sólo que la especie de
"antejuicio" que los mismos suponen viene impuesta por la propia naturaleza de
los procesos en que se dictan (Berizonce, ob. cit., pág. 90). En este caso se trata
de supuestos en que se impone como trámite procesal una suerte de verificación
previa, por el juez, de la concurrencia de determinados requisitos sustanciales
cuyo análisis se realiza en forma superficial, prima facie, y admitida su mera
verosimilitud, sin prejuzgar respecto del mérito, se da curso a la demanda. Es lo
que acontece, por ejemplo, en el proceso de declaración de incpacidad -juicio de
insanía-, donde sólo se admite prima facie la demanda al cabo de contralor de la
existencia de determinadas condiciones relacionadas con el fondo (la
legitimación del denunciante y el estado de salud mental del presunto insano (art.
830, CPCC) y, aun más nítidamente, en las tercerías (art. 437, CPCC) y en el
juicio ejecutivo, donde se impone al juez examinar cuidadosamente el
instrumento con que se deduce la ejecución, y recién si hallare que es de los
comprendidos en la enumeración legal y que se encuentran reunidos los
presupuestos procesales, ordenará que se trabe embargo sobre los bienes del
demandado y que se lo cite de remate para que oponga excepciones impeditivas
de la acción ejecutiva (art. 526, CPCC). En todos estos casos, la decisión no
produce efectos de cosa juzgada material, ni impide el ulterior conocimiento
sobre el fondo, al dictarse sentencia (Cfr. Morello y Berizonce, Improponibilidad
objetiva de la demanda, J.A. 1981-II- pág. 788 y ss.).
Como bien lo señala Redenti, superado el control de los presupuestos
procesales, corresponde al juez "descender al examen de la proponibilidad
jurídica y del fundamento intrínseco de la acción tal como ha sido propuesta"
(Redenti, E., Derecho Procesal Civil, trad. de S. Sentís Melendo y M. Ayerra
Redín, ed. Ejea, 1957, vol. I, pág. 264. Ver también Fenochietto, C. E., Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, ed. Astrea, 1999, vol. 2, pág. 339/340).
Dicho examen comprende la proponibilidad objetiva, como también la
proponibilidad subjetiva referida a los supuestos en que existe manifiesta falta de
legitimación activa o pasiva. Así, y en cuanto a esto último, resulta improcedente
la demanda de habeas data dirigida sólo contra el banco para que éste disponga la
modificación de los registros de deudores llevados por una organizaicón (Veraz)
que no fue demandada, ya que la pretensión deducida es de cumplimiento
imposible desde que el banco demandado no tiene potestad por sí mismo para
modificar, suprimir o actualizar datos existentes en aquella organización. Un caso
de improponibilidad objetiva fue resuelto por la Suprema Corte de Justicia de
Buenos Aires, cuando rechazó in límine la demanda de inconstitucionalidad de
una ley alegando la nulidad de la sesión legislativa, si se trataba solamente de
proyectos que no fueron promulgados (caso "Tocci" del 12/03/91).
En general, resulta objetivamente "improponible" la demanda toda vez que
el objeto jurídico perseguido esté excluido de plano por la ley, cuando ésta
impide explícitamente cualquier decisión al respecto; o la improcedencia derive
de la inidoneidad, juzgada en abstracto, de los propios hechos en que se funda la
demanda (causa petendi), los que no son aptos para obtener una sentencia
favorable.
En estos casos, si el objeto o la causa en que se sustenta la acción o
pretensión que porta la demanda son ilícitos o contrarios a la ley o a las buenas
costumbres, o en sí se exhiben constitutivamente inhábiles para hacerse audibles,
de disponerse su sustanciación se daría lugar a un proceso infecundo, que habría
nacido frustrado ab origine (Ver la jurisprudencia citada por Berizonce, ob. cit.,
pág. 91, nota 22).
Así, si se demandara el reconocimiento judicial de reclamos que se
abastecen en el corretaje matrimonial, o esponsales de futuro; o en sociedades
ilícitas o prohibidas. A este respecto destaca Alsina que la ley sustantiva
excepcionalmente niega el ejercicio de determinadas acciones cuando razones de
orden público lo exigen; así en los arts. 326, 341, 795, entre otros, del Cód. Civil
(Alcina, Hugo, Tratado..., ob. cit., vol. I, pág. 383. Los ejemplos podrían
multiplicarse: pretensión de prisión por deudas, o sustentada en la compraventa
de personas, etc.).
Ejemplos de improponibilidad en base a la causa de pedir, los tenemos en
demandas de nulidad del matrimonio promovidas por quienes no son cónyuges, o
de demandas de adopción impetradas por quienes no están legalmente
legitimados como adoptantes; y en función del objeto, el caso de la acción que
pretende reivindicar un bien del dominio público.
En estos y similares supuestos en que las aludidas notas aparezcan
manifiestas, el juez tiene el deber de examinar in limine el contenido de la
demanda, e igualmente vigilar para que el resultado de la actividad jurisdiccional
resulte útil (principio de eficacia), de modo que el rechazo de tales pretensiones
aparece procedente. Porque aún cuando reúnan las condiciones de admisiblidad,
es evidente que en lo sustancial se muestran como inaudibles o infundadas. Esa
actividad oficiosa del juez es la única que se corresponde con la finalidad del
servicio, que excluye la prodigalidad de la gestión infructífera por inconducente
(Berizonce, ob. cit., pág. 92/93).
Claro que el punto más álgido de la cuestión es el que plantea la división
fronteriza entre el derecho a la jurisdicción y sus alcances (el derecho al proceso)
y los poderes del órgano, apoyados en las exigencias del servicio. A este respecto
cabe precisar que el derecho a la jurisdicción y la garantía constitucional
correspondiente (art. 18 Const. Nacional) se satisfacen en plenitud y agotan a
través del acto jurisdiccional fundamental, cual es la expedición de la sentencia
de mérito. No existe un derecho a la sustanciación de la pretensión que, en todo
caso, constituye exigencia del debido proceso en relación al contrario, como
forma de posibilitar el ejercicio de su defensa.
Empero, como el conocimiento en el mérito es propio, por principio, del
estadio decisorio, su anticipación se justifica excepcional y únicamente por las
razones de interés general que hacen a la buena marcha del servicio de justicia, el
cual quedaría indudablemente comprometido de no evitarse el dispendio inútil de
la actividad procesal, y a condición -claro está- de que la infundabilidad de la
demanda aparezca manifiesta, evidente, notoria, de los propios términos en
que fue concebida. De ahí que la potestad judicial ha de ejercerse con suma
prudencia, debiendo estarse en caso de duda por la continuidad del trámite. La
jurisprudencia ha señalado que dicha postedad debe "...quedar reservada para
aquellos supuestos en que la confrontación de la causa petendi con el derecho
positivo resulte evidente, debiendo descartársela en caso contrario" (Cám. Nac.
Civ., Sala I, 29/05/95, "Sciammaro, Liliana"). De modo que el control de
admisibilidad sea realizado en función de características de ostensibilidad que,
por definición, presuponen que la imposibilidad de acceder a la vía resulte tan
manifiesta que pueda ser declarada categóricamente y sin necesidad de debate
alguno entre las partes (Cám. Fed. C.Adm., sala IV, 10/05/01, "Llao Llao SRL c/
Enabief y otro s/Contrato administrativo-"). También este ha sido el
temperamento asumido por nuestro Tribunal Superior de Justicia (TSJ Cba., Sala
CC, in re: “Colatonio, Jorge A. y otra”, del 31/07/06, LLC 2006, p. 787).
Ahora bien, admitida la atribución judicial, sería erróneo restringir su
actuación con exclusividad al estadio anterior a la traba de la litis. Mayor
congruencia lleva el criterio opuesto, para el cual en cualquier momento del
proceso en que el juez se percate de la inatendibilidad sustancial de la
demanda puede dictar la providencia de mérito, siendo patente la inutilidad
de la prosecución del trámite.
Por último, no menos compleja se exhibe la cuestión de los efectos de la
resolución que de entrada repele una demanda planteada en las condiciones
referidas.
Caben aquí hacer dos distinciones. Si la ley excluye expresamente una
determinada pretensión -no la admite a trámite-, la decisión que ha de recaer se
limitará a aplicar lisa y llanamente la norma impeditiva. La providencia de
rechazo -mera resolución simple- repulsará la demanda por "improponible", sin
entrar a conocer de los hechos en que se funda, haciendo mérito tan sólo de la
norma obstativa. No obstante ello, no puede soslayarse el hecho de que el
carácter esencialmente dinámico de la creación normativa -no sólo por cambios
legislativos sino también por las mutaciones interpretativas fruto de la
jurisprudencia pretoriana-, hace que lo que en un momento puede ser considerado
en abstracto "objetivamente improponible", en otro ya no lo sea. Baste pensar en
el divorcio vincular antes de la ley 23.515 (Cofr. Peyrano, Rechazo in limine de
la demanda, ob. cit., pág. 235).
Distinta es la situación cuando la inatendibilidad de lo pretendido se
deriva de la propia apoyatura fáctica de la demanda, en su falta de
correspondencia con el ordenamiento jurídico. Sea porque el objeto o la causa
resulten ilícitos o contrarios a las buenas costumbres, o bien por ser
genéticamente ab origine inaptos para su acogida favorable. En estos supuestos
parece claro que no se trata de la simple aplicación -automática o cuasi
indeliberada- de la norma impeditiva, sino que el rechazo, si procediere, impone
el previo y pleno conocimiento de la pretensión planteada. Sólo que esa
operación se efectúa en la antesala del proceso. Pero en la forma y medida del
conocimiento no difiere sustancialmente de la que se lleva a cabo en la sentencia
definitiva en el mérito. En este caso, la decisión desestimatoria resuelve el fondo
mismo de lo pretendido, de modo que constituirá una verdadera sentencia
definitiva de mérito, con todos sus efectos propios y cualidades, y sobremanera
-una vez firme- con autoridad de cosa juzgada material.
Enseña Redenti, que si el juez declara que no hay jurisdicción y sobre ello
se forma la cosa juzgada, la demanda no podrá ya nunca promoverse con éxito, ni
al mismo ni a ningún otro juez. El fondo del asunto queda con ello
irremediablemente herido de muerte (Redenti, ob. cit., pág. 126).
En el ámbito local, la ley procesal, al igual que la mayoría de las leyes de
forma del país, no contempla el supuesto de carencia de jurisdicción o de defecto
absoluto en la potestad de juzgar, por tratarse de pretensión objetivamente
improponible, en cuyo caso el tribunal la releva de oficio, o a petición de parte,
en cualquier estado o etapa del proceso.
Podemos afirmar que la pretensión es objetivamente improponible si,
apreciada en abstracto, el tribunal verifica que la ley no le concede la facultad de
juzgar ese caso (Peyrano, Jorge W., El proceso atípico, Edit. Universidad, tomo I,
pág. 40), de suerte que en ningún supuesto el actor podría ver estimada su
pretensión. Cuando esto sucede, el tribunal puede rechazar in linime la demanda
en aras de no tramitar todo un proceso que a la postre resultará inútil, lo que a su
vez ya se visualiza al tiempo de la interposición de la demanda (C. Ap. S. Fco.,
L.L. Cba., 1995, pág. 453). Y si por inadvertencia no ocurriera así, igualmente se
podrá declarar más adelante, como ya se dijo.
Hay que precisar que el defecto debe ser absoluto, claramente evidente y
que no deje dudas, caso contrario, se impone dar trámite; asimismo, la resolución
que lo declare deberá ser fundada (art. 117 del C.P.C.C.).
La ausencia de una norma expresa no es impedimento, en tanto la
recordada facultad resulta de las atribuciones judiciales implícitas, derivadas en
el caso del principio de economía procesal y del principio de autoridad. Señala
Falcón que "cuando la demanda no cumple con las condiciones necesarias para
obtener una sentencia favorable debe rechazarse desde el inicio, pues un juicio
extenso es contrario a la economía procesal cuando desde el comienzo se advierte
que la pretensión será irremediablemente rechazada" (Falcón, Enrique, ob. cit.,
pág. 77 y 78; en la misma inteligencia: Arazi, Roland, Derecho Procesal Civil y
Comercial, Edit. Rubinzal-Culzoni, tomo I, pág. 287).
El procesalista Oscar H. Venica destaca que un sentido semejante a la
potestad analizada tienen aquellas normas que permiten desechar liminarmente
distintas postulaciones procesales: recusación (art. 27); incidente de nulidad (art.
78 inc. 3°); pruebas (art. 199 y 553); recurso de reposición (art. 359); incidentes
(art. 430, seg. párr); medidas preparatorias (art. 487); nulidad de subasta (art.
587), entre otras (Vénica, Oscar H., ob. cit., tomo I, pág. 17).
En aplicación de lo expuesto resulta correcta una desestimación liminar de
la acción de despojo entablada contra un juez invocando el art. 794, inc. 2° del
C.A., fundada en decisiones adoptadas en el curso de un proceso, por cuanto, por
los perjuicios que cause el magistrado judicial "con motivo del ejercicio de sus
funciones", sólo es pasible de la acción de responsabilidad civil prevista en el art.
165 inc. 1° de la Const. Provincial.
Los ordenamientos más modernos prevén este instituto en análisis. Así, el
Código General del Proceso del Uruguay -siguiendo el Proyecto de Código
Modelo Procesal Civil para Iberoamérica (art. 112.2)- estatuye que el tribunal
está facultado para rechazar in mímine la demanda cuando: a) fuere
manifiestamente improponible; b) cuando carezca de los requisitos formales
exigidos por la ley; o c) cuando se ejercite una pretensión especialmente sujeta a
término de caducidad y éste haya vencido (art. 24.1). También el Anteproyecto
de Reformas al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, de los doctores,
Arazi, Eisner, Kaminker y Moerello (1993-1994), prevé en el artículo 337, la
potestad del tribunal de rechazar de plano una demanda por manifiestamente
improponible; por supuesto, mediante resolución fundada.
Jurisprudencia. "Existe improponibilidad objetiva, cuando surge en forma
manifiesta que la pretensión carece de tutela jurídica, ya sea porque la demanda
tiene un objeto inmoral o prohibido por las leyes o porque la causa invocada
como fundamento de la petición es ilícita o inmoral, y el juez debe rechazar de
oficio la demanda a fin de evitar un dispendio tan inútil como vicioso de la
actividad jurisdiccional." (C.N.Com., sala D, 20-04-95, "Banco Sidesa S.A. s/
Quiebra Inc. cobre de honorarios por Lucchini, Heriberto).
"...Es contrario a un elemental principio de economía procesal seguir un
largo proceso cuando, desde el comienzo, se advierte que la pretensión será
irremediablemente rechazada (CNFed. CAdm., sala I, 12-10-99, "Sol Petróleo
S.A. c/ PEN -Proceso de Conocimiento-"). "Ello, toda vez que se tenga certeza
ab initio de que la causa o el objeto de la pretensión no revisten idoneidad para
lograr los efectos jurídicos perseguidos; asimismo, es posible hacerlo si se
advierte esta improponibildiad con posterioridad a darle trámite a la demanda”.

VI.- El art. 175 del C.P.C.C..-

1) Individualización del actor (inc. 1°).-


Los datos exigidos en el inciso en análisis, tienden, como es obvio, a una
más precisa individualización del actor, facilitando de ese modo el derecho de
defensa del demadado (Martínez Crespo, ob. cit., pág. 75). Si se tratara de una
persona jurídica basta con la indicación de su nombre y razón social, sin que sea
necesario consignar el nombre de sus integrantes o el de los miembros del su
órgano directivo.
La exigencia de consignar el domicilio real del actor tiene por finalidad
conocer el asiento de la residencia del mismo a efectos de notificarle los actos de
carácter personalísimos que la ley impone anoticiarlos allí; vgr.: la renuncia del
apoderado o patrocinante (art. 144, inc. 1°, última parte, CPCC); la citación a la
audiencia para absolución de posiciones cuando la parte no intervenga
personalmente en el juicio (art. 144, inc. 3°, CPCC). También podría
eventualmente permitirle al demandado oponer una excepción de arraigo
(Ferreyra de De La Rúa-González de la Vega de Opl, ob. cit., pág. 77).
De haberse omitido indicar el domicilio real del sujeto activo de la
relación jurídico-procesal, la consecuencia será que todas las notificaciones que
correspondan dirigir a ese lugar (art. 145 del C.P.C.C.), se harán en el domicilio
ad litem -procesal- (Vénica, ob. cit., tomo II, pág. 214).
El actor debe además constituir un domicilio especial -ad litem-, dentro
del radio que para cada sede establezca el T.S.J. (art. 88 del C.P.C.C.). Este
último es requerido para notificarle posteriormente todas las resoluciones que
correspondan sean dirigidas al domicilio procesal (art. 145, CPCC, con sus
catorce incisos).
El art. 175, inc. 1°, CPCC, impone también al actor la carga procesal de
consignar en su escrito de demanda datos relativos a su personalidad, como ser la
edad, estado civil, y número de documento de identidad. Estos requisitos
persiguen lograr una correcta individualización del demandante a fin que el
accionado pueda conocer precisamente quien le reclama y en su caso plantear las
excepciones que tuviere.

2) Individualización del demandado (inc. 2°).-


Al igual que en el caso del actor, este requisito es esencial para poder citar
al demandado al proceso a fin de que asuma su calidad de accionado. Además
este dato es importante para la determinación de la competencia del tribunal.
El nombre debe corresponder a una persona física o jurídica, esto es, a un
sujeto de derecho, por lo que no es válido accionar contra un nombre de fantasía,
y de corresponder a una sociedad debe hacerse la aclaración. De dirigirse la
pretensión respecto de varios, es incorrecto hacerlo contra "y/o": si los diversos
demandados son todos responsables, se usará la conjunción "y"; si esa
responsabilidad es inherente a una determinada calidad y el actor ignora quien la
posee, de las varias posibles, utilizará la conjunción "o", explicando la razón; y si
se utilizan conjuntamente ambas, el tribunal debe proceder de acuerdo con el art.
176 del C.P.C.C., y de no ser así puede el demandado deducir excepción de
defecto legal.
Respecto a la fórmula "y/o" empleada muchas veces en demandas de
daños y perjuicios, es real que puede causar algunas dificultades, debido al
diverso significado de la conjunción copulativa "y" y el de la disyuntiva "o".
Empero, suele ocurrir en procesos de esa naturaleza -juicio de daños-, que el
actor no conozca a priori quien debe responder a la postre por los daños causados
a su patrimonio. Quizás le sea imposible, conforme han ocurrido los hechos,
determinar con anterioridad a la interposición de la demanda quién o quiénes son
las personas en contra de las cuales se debe dirigir la demanda resarcitoria. Una
especialista en la materia como lo es la Dra. Matilde Zavala de González destaca
que en éstos casos "...el accionante no sabe, con certeza, contra cuál de los dos
[se refiere a los dos posibles responsables] corresponde actuar"; y que ante tal
situación, "...es frecuente recurrir a la construcción: ´contra Fulano y/o Zutano
´" (Zavala del González, Resarcimiento de Daños; Vol 3. El proceso de Daños;
edit. Hammurabi; pág. 40/41). Ejemplos de éstos se advierten en los casos de
daños edilicios por rotura de un caño de agua potable.
En el escrito de demanda se debe distinguir al demandado con precisión,
pues él será alcanzado por los efectos de la cosa juzgada; en otras palabras, a él
alcanzarán los efectos de la sentencia que a la postre se dicte.
En cuanto a la exigencia de denunciar el domicilio del accionado, cabe
señalar que en principio se trata del domicilio real (art. 89 del Cód. Civil).
También puede tratarse del contractualmente convenido, o de elección
(arts. 101 y 102 del Cód. Civil). Este último es el que se constituye para ciertas
relaciones jurídicas (por ejemplo: el domicilio que el inquilino fija en el contrato
de locación a todos los efectos jurídicos que puedan derivarse de él).
Se pregunta Rodríguez Juárez, ¿a qué tipo de domicilio hace referencia
este inciso del art. 175 de la ley ritual? La respuesta correcta es predicar que la
norma hace referencia al domicilio real (art. 89 del C.C.), si se trata de una
persona de existencia visible, o al domicilio legal (art. 90 del C.C.), si la
demandada es una persona jurídica. Llega a esta conclusión luego de practicar
una interpretación integral de las normas del Código Procesal, toda vez que el art.
144 inc. 1, dispone que la citación de comparendo debe ser hecha al "domicilio
real". Agrega el autor citado que el domicilio constituido en un contrato no es el
requerido por el art. 175 inc. 2° del C.P.C.C., y que sólo es válido a los fines de
determinar la competencia territorial, afirmando que la citación de comparendo
debe realizarse siempre al domicilio real (Rodríguez Juárez, Manuel,
Procedimientos generales y especiales en el C.P.C. de Cba., Edit. Alveroni, pág.
32).
Sin embargo, el más Alto Tribunal local no ha seguido esta inteligencia.
En un caso donde se debatía si la citación inicial podía ser practicada en el
domicilio fijado en el contrato, expresó: "La citación a juicio puede practicarse
en el domicilio especial constituido en el contrato que invoca el accionante.
Ello es así porque la pretensión ejercida al promover la demanda hace a la
ejecución de las obligaciones asumidas por el demandado, y es a esos fines
-para la ejecución de sus obligaciones- que el artículo 101 del Código Civil
admite la constitución de un domicilio especial [omissis] La experiencia
cotidiana enseña que la designación de un domicilio especial es efectuada, en
la mayoría de los casos, con miras a la eventual ejecución judicial por
incumplimiento, por lo que la exigencia de citar en el domicilio real frustraría
el que las partes suponen efecto esencial del domicilio de elección" (T.S.J.,
Sala Civ., 27/05/98, A.I. nro. 165, "Parrello, Eduardo Daniel c/ Gervasoni,
Gustavo Alberto y otra -ejecutivo-recurso de casación-"; Semanario Jurídico, t.
79, 1998-B- pág. 120).
El alto cuerpo reconoce algunos casos de excepción, en los que aun
cuando el domicilio de elección conste en un instrumento público, no será
procedente practicar allí la citación: "...No lo será cuando el deudor haya
constituido domicilio especial en el domicilio real del acreedor o en otro lugar
que, de hecho, implique frustrar la posibilidad de que el interesado tome
conocimiento de la demanda, con el consecuente agravio a la garantía de defensa.
En este supuesto, la cláusula contractual que contiene la constitución de
domicilio sería nula por aplicación del artículo 953 del Código Civil [omissis] No
resultará admisible la citación en el domicilio especial cuando, aun regularmente
constituido al celebrar el contrato, haya dejado de ser sede adecuada para que el
demandado tome conocimiento de la demanda, por haber variado, sin su culpa,
circunstancias esenciales tenidas en cuenta para fijarlo. Tal el caso del locatario
que constituyó domicilio en el inmueble locado, del que ha sido desalojado con
anterioridad a la notificación o cuando la cas en que se constituyó domicilio ha
sido demolida, o ha transcurrido un largo tiempo desde que se celebró el
contrato. Se trata de supuestos en que la invocación del domicilio de elección
configura una abuso del derecho (art. 1071, Código Civil)" (fallo citado).

a) Personas inciertas.-
En cuanto a las personas inciertas, no obstante la exigencia del inciso en
cuestión, pueden ser demandadas, tal como surge de los arts. 152 y 165 del
Código de forma, entendiéndose por tales aquellas cuyo nombre o identidad
desconoce el actor (Perrachione, Mario C., Demanda dirigida contra persona
incierta, L.L. Cba. 1996, II, b), pág. 1120).
Sin embargo, es obvio que la falta de certeza no puede ser absoluta, pues
no sólo no se sabría a quien se demanda, sino que tampoco sería posible la
ejecución de la condena que a la postre se dicte (Martínez Crespo, Mario, Temas
prácticos de derecho procesal civil, Comercio y Justicia, 1992, pág. 12).
De ahí que es necesario suministrar datos para una suficiente
identificación: sucesor de determinada persona; propietario de cierto inmueble,
siempre que resulte correcto el domicilio al que se dirige la citación, aunque
cualquier deficiencia al respecto queda salvada si la demanda se contesta
espontáneamente (Es el supuesto de persona incierta con domicilio conocido).
El problema más grave se presenta cuando a la calidad de persona incierta
del demandado, se agrega el desconocimiento de su domicilio.

De todos modos, tenemos que decir que el actor soporta la carga de


suministrar el nombre y apellido del accionado, por lo que corresponde practicar
previamente las averiguaciones pertinentes (Martínez Crespo, Temas..., pág. 12).
De no tener éxito con la investigación extrajudicial, el actor deberá acudir
a la medida preparatoria del art. 485 inc. 1° del C.P.C.C. (Perrachione, ob. cit.),
pudiéndose requerir informes a la Policía, Registro Civil o Electoral, para que
dichos organismos suministren los datos que se necesitan.
Entonces, si el actor no puede identificar al demandado, deberá utilizar
medidas preparatorias a fin de no incurrir en defectos. En caso que a través de
ellas no se obtenga un resultado satisfactorio y se desconociera el nombre del
demandado, o no pudieran suministrarse datos suficientes para individualizarlo,
deberá procederse conforme a lo establecido en el art. 152 del C.P.C. para
personas inciertas, citándolo por edictos. Idéntica solución se aplicará cuando se
ignorare el domicilio del demandado (residencia desconocida), debiéndose
cumplir, en éste último supuesto, con lo prescripto por el actual art. 152.
A este respecto, cabe precisar que el nuevo art. 152 de nuestro Código
Procesal (texto según ley prov. 9135), determina que "Procederá la notificación
por edictos cuando se tratare de personas inciertas o cuyo domicilio se ignore.
En este último caso, la parte deberá manifestar bajo juramento que ha realizado
sin éxito las gestiones tendientes a conocer el domicilio de la persona aquien se
deba notificar y, además, adjuntar certificado del Juzgado Federal -con
competencia electoral- donde conste el último domicilio registrado en el padrón
general...".
De esta manera, la norma anteriormente transcripta prescribe la
notificación por edictos cuando no se conoce el domicilio de la persona a que
está destinada, o ésta es incierta al no encontrarse individualizada por nombre y
apellido, pues esto conlleva la ignorancia del domicilio. El interesado -actor-
deberá manifestar bajo juramento que ha realizado sin éxito las gestiones
tendientes a conocer el domicilio de la persona a quien se pretende notificar y,
además, adjuntar certificado del Juzgado Electoral donde conste el último
domicilio registrado en el padrón general, exigiéndose de esta manera la previa
acreditación de la realización de tratativas tendientes a conocer el domicilio real
del demandado.

b) Herederos del deudor.-


Una situación particular se presenta cuando fallece quien el actor pretende
demandar (deudor); se plantea el interrogante acerca de en contra de quien se
debe dirigir la demanda. Dado que en nuestro derecho la sucesión, o mejor dicho,
el estado de indivisión de la masa hereditaria no es sujeto de derecho, la demanda
debe enderezarse contra todos los herederos. Al respecto se ha dicho que si los
mismos son conocidos se debe proporcionar sus nombres; en caso contrario se
los citará por edictos, y si nadie comparece la sucesión se reputa vacante y pasa
al Fisco, por lo que debería designarse un curador con quien continuar el juicio
(Perrachione, ob. cit., pág. 1123/1124).
A fin de develar quienes son los sucesores, corresponde requerir informes
al Registro Público de Juicios Universales (Ley prov. 7869), lo que pueden hacer
los particulares o los letrados de acuerdo con el art. 18 de la ley prov. 5805, como
lo autoriza el art. 7 de la ley prov. 7869.
Puede suceder que el juicio sucesorio no se haya iniciado, por lo que no
hay otra alternativa que citar por edictos a los herederos del deudor, sin otra
indicación posible que el nombre y apellido del causante. Pero si nadie acude al
llamado, ello no autoriza a considerar vacante la sucesión, ni obliga a proceder
como lo indica el Código Civil en tal supuesto (Vénica, ob. cit., tomo II, pág.
217).
En conclusión, acudiendo a los medios a su alcance, incluido el Registro
Público de Juicios Universales, el actor debe procurar conocer el nombre y
domicilio de los herederos. Obtenido el dato, la citación se hará en dicho
domicilio, y respecto de los ignorados, así como en el supuesto que no se tuviere
la certeza de que sean todos los conocidos, por edictos (sin perjuicio de dirigir
una cédula al último domicilio del causante), continuando luego, en su caso,
como está dispuesto respecto de los rebeldes (art. 113, CPCC).

3) La cosa que se demanda (inc. 3°).-


Cabe destacar en primer lugar que para que el tribunal pueda dictar una
sentencia sin violar el principio de congruencia, y para que el demandado pueda
preparar toda su estrategia defensiva, es necesario que el actor individualice su
pretensión de manera clara y precisa. La cosa debe ser individualizada con
exactitud, lo que requiere la precisa delimitación cualitativa y cuantitativa del
objeto.
La palabra "cosa" está empleada en la norma como objeto mediato de la
pretensión deducida en demanda; por ejemplo: que se solvente una deuda
dineraria, el pago de una indemnización, la escrituración de un bien, el desalojo
de una finca, la división de un condominio, la declaración del divorcio, etc.
Como bien lo ha expresado el Dr. Cariá Olmedo se trata del bien de la
vida que se pretende. Expresa el Dr. Falcón que por cosa demandada debe
entenderse el objeto de la demanda, esto es, lo que "debe ser materia de
resolución en la sentencia" (Falcón, Enrique M., Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación, anotado, concordado, comentado, Tomo II, nro. 330.9.6,
pág. 611).
Así, si lo que reclama es el pago de una suma de dinero, deberá consignar
el importe pretendido (cuando fuere posible), inclusive respecto de aquellas
obligaciones cuyo monto depende del prudente arbitrio judicial. La reforma
introducida por la ley 8465 establece como fundamental la determinación del
quantum de la pretensión. Obliga al actor estimar el monto aún cuando no pueda
determinarse ab initio, pues no se permite dejar librado al tribunal la estimación
del mismo, aún en aquellos supuestos indeterminables a priori, como el del
resarcimiento por daño moral (Rodríguez Juárez, Manuel, ob. cit., pág. 35).
Esta solución normativa, que estimamos correcta, ha receptado la
jurisprudencia imperante desde el año 1987, a partir del caso "Briggiler...”,
resuelto por nuestro tribunal casatorio: "Si la ´cosa demandada´ es una suma de
dinero, parece incuestionable que su designación ´con exactitud´ como la ley
exige, no pueda hacerse de otro modo que mediante la indicación de su valor,
al menos como estimación provisional y sin perjuicio de la facultad que en las
acciones por daños se reconoce al demandante de remitirse al resultado de la
prueba como reclamación definitiva [omissis] Pero aún con esta reserva, la
indicación de la cantidad de dinero pretendida es indispensable no sólo para
satisfacer la exigencia legal, sino fundamentalmente para no entorpecer la
defensa del demandado, quien tiene razón de quejarse si se le pide una suma
de dinero sin decirle cuál es su cuantía [omissis] Ciertamente no faltarán casos
en que esa indicación resulte innecesaria y superflua porque el accionado esté
empeñado en negar la obligación independientemente de su valor. Pero el
hecho es que él puede tener interés en evitarse el litigio allanándose o
intentando una transacción y para esto le es indispensable conocer
exactamente el valor de la demanda [omissis] Si no existe ningún impedimento
para determinarla, esa omisión provoca un injustificado desequilibrio de los
litigantes que el demandado no tiene por qué tolerar. La excepción de libelo
oscuro constituye, en ese supuesto, el medio adecuado para restablecer la
igualdad de las partes, que es esencial en el proceso civil [omissis] Esta regla
no es absoluta, pues hay casos en que su cumplimiento irrestricto puede
significar para el accionante un obstáculo insalvable para proponer la
demanda. En supuestos como ése lo razonable es evitar el mal mayor, para lo
cual debe admitirse la demanda con el criterio del artículo 330 in fine del
Código Procesal de la Nación, vale decir, autorizando al actor a omitir la
indicación de la suma reclamada cuando por las circunstancias del caso no
pudiera ser estimada en ese momento, o bien cuando su indeterminación
dependiera de elementos aún no fijados definitivamente” (T.S.J., Sala Civ.
Cba., Briggiler Eldo Ezio y otros c/ Municipalidad de Córdoba -demanda-recurso
de revisión-"; Sem. Jurídico, t. LI, 1987-J-, pág. 189 y 190; también: L.L Cba.
1987, pág. 577). Luego de la sanción de la ley 8565, el Tribunal Superior de
Justicia de Córdoba, volvió a expedirse en el mismo sentido (TSJ Cba., Sala
CC, in re: “Malbak SRL c/ Sagemüller S.A. –Ordinario-Recurso de
Casación-“, A.I. Nro. 113, 06/05/03).
Anticipamos que existen casos excepcionalísimos en los que es imposible
siquiera "estimar" el importe pretendido. Tal sería el caso de una incapacidad
sobreviniente que al momento de interponer la demanda no se ha consolidado el
daño, y por tanto, no se sabe todavía a ciencia cierta si va a ser insignificante o
cuantioso (Rodríguez Juárez, ob. cit., pág. 37). Nótese que existe una sola
excepción a la regla descripta: que la indicación del monto dinerario
pretendido no sea posible, debiendo en este caso la parte actora explicar las
razones en el mismo escrito. Tal imposibilidad debe resultar de la circunstancia
de que la determinación del quantum se encuentra absolutamente sujeto a la
prueba a producir. Martínez Crespo pone el siguiente ejemplo: "cuando el actor
no pueda determinar ni siguiera en forma aproximada, como cuando depende de
circunstancias imprevisibles (por ejemplo si se demandara el perjuicio que sufre
el propietario de un campo por no poderlo trabajar a consecuencia de un hecho
del demandado que persiste en el tiempo, y se desconoce la producción de los
campos de la zona, rendimientos, precios del cereal, como el período de tiempo
en que el hecho dañoso subsistirá y por el que deberán calcularse esas
pérdidas)" (Martínez Crespo, Mario, Demanda..., ob. cit., pág. 76). La Cámara 8°
de Apelaciones de Cba., por mayoría, consideró admisible diferir la
determinación de la cuantía de la indemnización por la disminución del valor
venal de un automóvil, interviniente en un accidente de tránsito, a la prueba a
rendir, si al promoverse la demanda aún no estaba reparado. La minoría sostuvo
que el actor estaba en condiciones de indicar un valor aproximado, vinculándolo
por ej. con los valores de plaza, cubriéndose de las posibilidades de error, por
exceso o defecto, con supeditar el alcance de la reclamación a las resultas de la
prueba (Sem. Jurídico nro. 1009, 3/11/94, pág. 471).
El Código de Procedimiento Civil de la Nación establece, en su art. 330,
inc. 6°, que en caso de ser imposible determinar la cuantía del juicio, el tribunal
en "la sentencia fijará el monto que resulte de las pruebas producidas", es decir,
el actor en los alegatos debe cuantificar la pretensión de conformidad a la prueba
rendida, y es la misma solución que debe aplicarse para nuestra ley ritual, y
tramitará por el procedimiento del juicio ordinario.
Sin perjuicio de lo dicho anteriormente, cabe señalar además que "es
suficiente que el quantum se exprese en forma determinable, como cuando se
reclama por daño moral un porcentaje del daño material sí cuantificado, o se
proporcionan los datos necesarios para efectuar el cálculo" (Venica, ob. cit., tomo
II, pág. 220). Empero, no basta con señalar, simplemente, una cifra de dinero,
sino que es menester indicar los distintos rubros que la integran, especialmente
en reclamos de daños y perjuicios, explicando, cuando corresponda, cuál ha sido
el método utilizado para el cálculo de cada cantidad parcial, evitando variados
entendimientos.
Ya adelantamos que la regla no impide que la suma precisada quede sujeta
a lo que en más o en menos resulte de la prueba, lo que significa que se pretende
una suma provisoria supeditada a lo que luego resulte probado que se invirtió en
ese mismo rubro, fórmula que se debe entender referida a la cuantía, sin que
puedan quedar cubiertos rubros no reclamados. En sentido semejante, se ha
entendido que la sola reserva de un rubro, anuncio de un eventual ejercicio futuro
de un derecho, revela que ése no se incluyó en la demanda (Cam. 3° Apel. Cba.,
L.L. Cba., 1995, pág. 590).
No requieren cuantificación los reclamos subsidiarios, como en el caso de
pedido de daños y perjuicios, dentro de una demanda por cumplimiento de
contrato, para el supuesto que la sentencia condenatoria no sea acatada, pues
aquéllos recién se harán efectivos mediante un trámite en el que el demandado
tendrá oportunidad de defensa (art. 818, CPCC).

4) Los hechos y el derecho en que se funda (inc. 4°).-

a) Los hechos.
La exposición de los hechos importa la determinación de la causa,
fundamento o título de la pretensión. Requiere una clara, precisa y
circunstanciada presentación, cuya importancia resulta de que: a) de no ser así
puede dar lugar a la excepción de defecto legal; b) como el demandado soporta la
carga de reconocer o desconocer categóricamente los hechos, cuanto más
nítidamente hayan sido presentados, más perjudicial será el incumplimiento de
aquélla; c) la prueba deberá girar sobre esos hechos -y los alegados por el
demandado- (art. 198 del C.P.C.C.), y constituyen la base de la sentencia (art.
330 del C.P.C.C.), no estando facultado el tribunal a meritar otros (art. 329 del
C.P.C.C.) (Ramacciotti, Hugo, Compendio de derecho procesal civil y comercial
de Córdoba, Edit. Depalma, tomo I, pág. 407 y 408).
Se advierte claramente que nuestro código ritual adhiere a la teoría de la
sustanciación, por oposición a la de la individualización.
Según la teoría de la sustanciación deben exponerse circunstancialmente
los hechos que constituyen la "relación jurídica", en tanto que la teoría de la
individualización -propiciada por la doctrina germana-, se conforma con que el
actor indique la relación jurídica que individualiza la acción (Rodriguez Juárez,
Manuel, Procedimientos Generales y Especiales en el C.P.C. ..., edit. Alveroni,
pág. 38).
La exposición de los hechos debe ser efectuada en forma clara y precisa;
esto es, "... si el actor desea obtener éxito en su pretensión, debe exponer todos
los hechos o antecedentes de los cuales surja la relación jurídica litigiosa"
(Angelina F. de De la Rua, Cristina G. de la Vega de Opl, Lecciones de Derecho
Procesal Civil, Edit. Advocatus, pág. 80). Este requisito apunta a conocer la
causa petendi, esto es, el fundamento o razón del reclamo.
Encausándose nuestra ley procesal en la teoría de la sustanciación,
podemos afirmar que no basta con indicar la causa legal por la que se demanda.
Así si se pretende la nulidad de un acto jurídico o la declaración de un divorcio,
la indicación que la primera se la basa en error, dolo, fraude, etc., o la segundo en
injurias graves, adulterio, abandono, etc., no satisface el requisito de exponer los
hechos, pues lo que se requiere son las circunstancias fácticas configurativas de
esas causales.
Salvo supuestos especiales (vgr.: partida de casamiento en juicios de divorcio,
documento por el que se justifique el título por el que se pide alimentos (art. 774
del C.P.C.C.), basta la sola afirmación de los hechos, sin que se requiera su
acreditación, máxime ante el art. 182 del C.P.C.C..

b) El derecho.
Nos interesa en esta parte del análisis el principio "iura novit curia". Sabemos
que en virtud de este principio no es necesario que el actor cite la norma o regla
de derecho en la que fundamenta su pretensión y, además, el Derecho está
excluido de la actividad probatoria que desarrollan las partes en el proceso, pues
se presume conocido por el juzgador. Y si vamos un poco más lejos, los jueces
tienen la obligación de pronunciarse aún frente al silencio u oscuridad de las
leyes. Con ello se quiere significar que la calificación jurídica pertenece en forma
exclusiva al tribunal.
Además del principio iura novit curia, el art. 155 de la Constitución
provincial exige que el sentenciante funde sus resoluciones desde una doble
perspectiva: lógica y legal, respetando, además, la jerarquía de las normas
vigentes y el principio de congruencia.
No obstante lo dicho anteriormente, en general le resulta conveniente al
propio actor explicitar la norma jurídica que prende sea de aplicación a su caso,
para una mejor fundamentación de la demanda, y en ocasiones para evitar
planteos que redundan en su perjuicio, dilatando el litigio, aunque a la postre
sean desechados. Así por ejemplo, puede suceder que de la sola exposición de los
hechos no resulte con claridad el plazo de prescripción aplicable, lo que resultaría
aventado con la cita de la normativa pertinente, o al menos con la calificación
jurídica de la pretensión (vgr.: si se reclama por responsabilidad contractual o
extracontractual).
La Cámara de Marcos Juárez, ha destacado a este respecto que: "Si no
surge clara la pretensión ejercida y se invocó una norma jurídica fundante, a
ella debe estar el tribunal” (Cam. Apel. Marcos Juárez, L.L. Cba. 1998, pág.
867).
En suma: la mención de la norma en que se funda la demanda tiene por
objeto facilitar la calificación jurídica de la pretensión que se aduce (Ferrer
Martínez, Rogelio, Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de
Córdoba..., Edit. Advocatus, tomo I, pág. 330).

5) La petición (inc. 5°).-


Se ha dicho que en alguna medida se reitera el inc. 3°, pues si bien alude,
fundamentalmente, al objeto inmediato de la pretensión formulada en la
demanda: clase de pronunciamiento perseguido, condenatorio, declarativo, etc.,
asimismo al objeto mediato, bien de la vida materia de la reclamación
(Ramacciotti, ob. cit., pág. 410). Aunque importa requerir positivamente una
concreta decisión favorable, ello no debe ser entendido como que si el actor, no
obstante haber designado exactamente la cosa demandada, divorcio vincular, por
ejemplo, hubiera omitido peticionar que se dicte una sentenica declarando el
mismo, la demanda sería incompleta vedando al tribunal emitir ese
pronunciamiento, pues de ordinario lo segundo está ínsito en lo primero.
En realidad lo que se denomina petitum funciona como una síntesis de las
alegaciones expuestas en demanda.
Según nos enseña el Dr. Alsina, las peticiones pueden ser de dos clases:
principales y accesorias. Las peticiones principales, y a la vez indispensables en
la demanda, son las que indican el objeto de ésta, y en ellas debe expresarse lo
que se reclama al demandado. Las accesorias son las que el actor puede agregar a
las principales, siempre que exista conexidad, pero sobre las cuales no puede
pronunciarse el juez si no han sido formuladas expresamente (vgr.: daños y
perjuicios, intereses, etc.) (Alsina, Hugo, Tratado teórico práctico de derecho
procesal civil y comercial, Edit. Ediar, tomo III, pág. 39)2.
En cuanto al pedido de imposición de costas, cabe destacar que no es
necesario formularlo expresamente, por cuanto constituye una consecuencia
lógica del vencimiento en su pretensión que persigue el actor. A este respecto
expresa el Dr. Rodríguez Juárez: "...una petición accesoria como son las costas,
en virtud del artículo 130 del CPC, no necesita ser formulada por el actor, ya
que es imperativo para el juzgador pronunciarse sobre ellas, hayan sido
solicitadas o no” (Rodríguez Juárez, ob. cit. pág. 41).

VII.- Formalidades de la demanda.-


Hasta aquí hemos tratado los requisitos de la demanda en cuanto a su
estructura interna, que hacen a la existencia de ella como acto procesal. En la
práctica se requieren otros, a los que llamaremos "formalidades" (son los
requisitos formales a los que hemos aludido ut. supra).
Hecha esta consideración citaremos algunas en forma enunciativa:

a) La demanda debe ser propuesta por escrito (art. 175, primera parte del
C.P.C.C.) y redactada en idioma nacional.
b) Debe acompañarse a ella tantas copias como partes intervengan "...las
que se cargarán de conformidad a lo establecido en el art. 39, y se entregarán a
las otras partes al practicárseles la primera notificación, dejándose constancia
en la cédula o en los autos" (art. 85 del C.P.C.C.).
c) El actor con la demanda debe acompañar todos los documentos de
que haya de valerse. A este respecto nos remitimos a los que se destacará ut
infra en el punto siguiente.
d) Debe presentarse firmada por la parte y su abogado (arts. 80, 81, y
85 del C.P.C.C.). Si se actúa por apoderado, deberá adjuntarse también el
mandato de que se trata (art. 90 del C.P.C.C.). Este último, puede estar
formalizado por instrumento público y asumir la forma de poder general para
pleitos o poder especial.
Sobre este punto cabe advertir que si se trata de un poder general para
pleitos es suficiente acompañar una copia juramentada por el letrado respecto de
su vigencia y fidelidad (art. 90 del C.P.C.C.).
En tanto que si es un poder especial deberá acompañar el instrumento en
original para ser agregado al expediente. También son poderes especiales el
poder apud acta o carta poder. El término apud acta significa en su acepción
latina dado en acta judicial, se trata de un mandato específico para tramitar una
determinada causa que se realiza en audiencia y ante la presencia del juez y
secretario. La carta poder es la que se extiende también para un pleito específico

2
En cuanto a la falta de reclamo de los intereses, el TSJ Cba. tiene dicho que si los intereses no son
reclamados en demanda, la sentencia no puede condenar a ese capítulo accesorio.
y ante un secretario judicial, juez de paz o escribano que tienen por función
certificar la firma del otorgante para ser presentado ante el juez de la causa.

VIII.- Documentos que deben acompañarse con la demanda.-

El artículo 182 del C.P.C.C. dispone que "el actor deberá acompañar a la
demanda los documentos de que haya de valerse", expresión imprecisa y poco
técnica, difícil de conciliar con el régimen de la prueba documental (más amplio
que el del resto de las pruebas), que permite acompañar "casi" toda la prueba
documental después de la interposición de la demanda, ya que el legislador no ha
previsto la sanción de "preclusión" por la presentación tardía, como lo tiene el
Código Procesal de la Nación, y las costas por la presentación tardía son muy
difíciles (sino imposibles) de cuantificar (Rodríguez Juárez, ob. cit., pág. 42).
Sin embargo, ciertos documentos deben acompañarse ineludiblemente con
la demanda. Para saber cuales son, es necesario previamente distinguir los tipos
de documentos que el legislador procesal ha previsto y cuándo es la oportunidad
para introducirlos en el proceso civil.
Nuestra ley ritual recepta como prueba documental únicamente a aquellos
que contengan una atestación escrita, por la que se expresa algo referente a un
hecho o a un acto capaz de producir efectos jurídicos. Una fotografía, una cinte
de video no constituyen para el legislador procesal prueba documental. Y
nosotros agregamos lo siguiente: documento es toda atestación escrita emanada
de una de las partes del juicio. Estas apreciaciones nos llevan a la conclusión de
que los emanados de terceros son, como bien lo enseña el profesor Arbonés,
testimonial escrita, y deben ofrecerse de acuerdo al régimen de ese medio
probatorio (art. 212, primer párr. del C.P.C.C.). Una factura de compra, el
presupuesto de un taller, deben introducirse a la litis como prueba testimonial y
citarse al tercero que la emitió para que la reconozca en la audiencia testimonial
pertinente.
El profesor Rodríguez Juárez destaca que existen tres clases de
documentos, a saber: a) documentos habilitantes de instancia; b) documentos
fundantes de la pretensión; y c) documentos justificantes de la pretensión, aunque
es necesario aclarar que no existen tipos puros y que a veces se confunden y
entremezclan, pues el documento habilitante de instancia puede a su vez ser
fundante de la pretensión del actor.
a) Los documentos habilitantes de la instancia son aquellos en los que el
derecho se manifiesta y sin los cuales no puede requerirse su apertura, vgr., el
poder que se invoca cuando se actúa como apoderado, el estatuto social del cual
deriva la calidad de representante de un ente societario, la partida de matrimonio
para tramitar el divorcio, el acta de defunción en una declaratoria de herederos, o
en la reivindicación el título pertinente. Sin esos documentos la habilitación de la
instancia no podrá prodigarse.
b) Los documentos fundantes de la pretensión son aquellos destinados a la
comprobación de los hechos sostenedores de la pretensión actora -causa de
pedir-, y las defensas opuestas por el accionado. En otras palabras, son
documentos probatorios que acreditan las alegaciones fácticas; por ej.: el mutuo
en una acción por incumplimiento de contrato; el contrato de locación en un
cobro de alquileres, etc.
c) Los documentos justificantes de la pretensión son aquellos
generalmente emanados de terceros, como por ejemplo una factura de compra, el
presupuesto de un taller, etc.
Señala el Dr. Vénica que al referirse a "documentos de que haya de
valerse", la ley procesal exige que el actor acompañe todos los documentos,
firmados o no, emanados del demandado o de terceros. Salvo que no los tuviere
en su poder, en cuyo caso la carga se transforma en la indicación de su contenido
y el lugar donde se encuentran (Vénica, Oscar H., ob. cit., tomo II, pág. 247).
Como ya lo anticipáramos en otro punto, el incumplimiento de la carga
impuesta por el art. 182 del Código Procesal local no da lugar a la excepción de
defecto legal, en tanto la norma prevé una sación específica. Tampoco la
presentación de la demanda sin los documentos significa la preclusión del
derecho a acompañarlos luego, en la etapa de prueba, pues así lo autoriza,
claramente, el art. 241 del C.P.C.C. (Ver Asrin, Patricia V., Documentos que
deben acompañarse con la demanda ordinaria a partir de la ley 8465; Sem.
Jurídico nro. 1135, 3-4-97, pág. 366).
La sanción prevista por la norma es la imposición de las costas causadas
por la presentación tardía, tema sobre el que los repertorios jurisprudenciales no
traen precedentes. Un supuesto de aplicación se daría si el actor aporta un
documento, luego de la demanda, que determina el inmediato allanamiento del
demandado, pues esa actitud es demostrativa de que, de habérselo acompañado
en su oportunidad, el proceso hubiera culminado en ese momento. Luego, el
actor cargaría con las costas correspondientes a todo el trámite ulterior a la
demanda.

IX.- Efectos de la interposición de la demanda.-


Existe en el proceso civil una importante cantidad de actos voluntarios de
relevancia jurídica que van marcando el curso del proceso, pero sin lugar a dudas
en esta especie el más importante de ellos está representado por la interposición
de la demanda. Nada ni nadie obligan a demandar, pero una vez que la voluntad
condice con la postulación de la demanda, los efectos jurídicos de esta acto
adquieren la relevancia antes citada (Salim, Miguel A., Efectos de la
interposición de la demanda, en Revista de derecho procesal, 2004-2, ob. cit.,
pág. 99).
Debemos tener en claro que los efectos que analizaremos tienen
consecuencias sustanciales (ya que "conserva, acrecienta o fortifica" el derecho
material del accionante) y procesales (impone la variedad de relaciones jurídicas
y sus consecuencias, con relación a los sujetos intervinientes).
En fin, la interposición de la demanda produce efectos procesales y
sustanciales.

1.- Efectos procesales.


La interposición de la demanda provoca los siguientes efectos, a saber:

a) Apertura de la instancia. Da comienzo a la instancia. Esta


circunstancia determina que el juez deba expedirse; en lo inmediato, debe hacerlo
respecto de su admisibilidad, y cuando pronuncie la sentencia definitiva, lo hará
sobre su mérito o fundabilidad.
Asimismo, nace para el actor la carga de impulsar el trámite a fin de evitar
la caducidad de la instancia (art. 339, úlitma parte del C.P.C.C.). Cabe señalar
que a partir de la formalización del acto jurídico en análisis se activan los
resortes-cargas que impone el sistema dispositivo adoptado por nuestro código de
rito, asumiendo la parte actora las responsabilidades impulsorias del sistema.
Este deber de impulso no sólo está relacionado con la "caducidad de la
instancia", sino también con el deber u obligación de todo litigante respecto de la
actuación diligente que le cabe, a los fines de la obtención del fin buscado; que
puede verse afectado por la inacción y el transcurso del tiempo (la CSJN ha
destacado que: "Los principios de progresividad y preclusión procesal obedecen
al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial al respeto debido a la
dignidad de la persona” (CSJN, 10/10/96, J.A. 1997-I-537).

b) Fija la competencia del juez, que queda determinada para el actor,


quien ya no podrá cuestionarla alegando la incompetencia, ni recusar sin
expresión de causa (salvo en las ocasiones previstas por el art. 19, CPCC). En
otras palabras, al interponer la demanda, el accionante reconoce y otorga el
"límite" de la jurisdicción al "ofrecer" la misma a determinado tribunal; está en
dicha instancia asumiendo el reconocimiento de su competencia. Y su
vinculación con el proceso desde ese momento y en lo sucesivo, ya no puede ser
considerada, a su sola voluntad (Conf. Salim, ob. cit., pág. 102).

c) Crea un estado de litispendencia, pero además, de conformidad a la


teoría de la "identificación de las acciones" o "de las pretensiones", impide
accionar con igual pretensión que aquella que ya ha sido resuelta y ha hecho
"cosa juzgada".
De acuerdo al criterio moderno, el estado de litispendencia se materializa
al momento de la "interposición de la demanda". Ha quedado atrás la posición
tradicional que entendía que esta figura jurídica -litispendencia- sólo estaba
presente luego de la notificación de la demanda e incluso, en algunos casos, con
la contestación de la misma.
d) Fija el objeto litigioso. Es decir, establece las pretensiones del actor.
Designa la calidad de demandante o demandado que asumen las personas que
aquél indica; quedan así delimitados los poderes del juez, quien en la sentencia
deberá decidir de acuerdo con las pretensiones deducidas en el juicio (art. 327 del
C.P.C.C.).
La interposición de la demanda fija el thema desidendum al cual deberán
ajustarse los demás actos del proceso, ya que, verbigracia, el demandado tendrá
la carga de contestar la demanda exclusivamente en relación a los hechos
invocados por el actor en su libelo introductorio. También la sentencia deberá
ceñirse al thema decidendum, respetando el principio de congruencia (Salim,
Revista..., ob. cit., pág. 104).

e) Permite solicitar aquellas medidas cautelares que no están autorizadas


con anterioridad a ella (art. 456, 1° párr. del C.P.C.C.). Se pueden solicitar
medidas cautelares que no son autorizadas con anterioridad (art.456 CPCC), por
ejemplo las medidas innovativas o de no innovar. Las únicas autorizadas antes de
la demanda son el embargo preventivo y la intervención de caja. El objeto de la
demanda también establece la posibilidad de peticionar la anotación de litis:
únicamente cuando el mismo se refiera a una modificación de la situación
registral del bien.

f) Importa la confesión de los hechos mencionados (art. 217 del C.P.C.C.).

d) Cuando es notificada, constituye en mora al demandado, si no lo estaba


con anterioridad de conformidad a lo preceptuado por el art. 508 del Cód. Civil.
Desde luego que se excluyen las siguientes hipótesis: las obligaciones a
plazo, plazo no convenido pero que resulta de la naturaleza de la obligación (art.
509 del Cód. Civil), y el caso del poseedor de buena fe condenado a restituir la
cosa, con relación a los frutos (art. 2433 del Cód. Civil).
e) Determina las causas mediables (ley 8858).
f) Se puede pedir la citación de evicción (art.442 CPCC) o la citación
coactiva de terceros (art.433 CPCC).
g) Fija la validez de las medidas preparatorias, si la demanda ha sido
iniciada dentro de los 30 días, salvo inc. 8 y 10 del art. 485 del CPCC.
h) Establece el plazo de caducidad de las medidas cautelares, si no se
inicia dentro de los 10 días (art. 465 del CPCC).

2.- Efectos sustanciales.


Desde el momento en que se articula la demanda se producen, respecto del
derecho de fondo, los siguientes efectos:
a) Interrumpe el curso de la prescripción (art. 3986 del Cód. Civil). Lo
hace aun cuando sea interpuesta ante un juez incompetente y aunque sea nula por
defectos de forma (defecto legal) o porque el demandante carezca de capacidad
para estar en juicio. Comprende tanto la prescripción adquisitiva como la
liberatoria.

b) Impide la caducidad del derecho. En los casos en que el no ejercicio


del derecho dentro de un plazo produce su caducidad (arts. 254 y 259 del Cód.
Civil), la interposición de la demanda impide tal caducidad.

c) Extingue el derecho de opción del actor. En las obligaciones


alternativas, cuando la elección fue dejada al actor, la presentación de una
demanda implica el ejercicio irrevocable de ese derecho (art. 641 del Cód. Civil).
Elegida una vía, queda descartada la otra en lo sucesivo (si se ha demandado la
resolución del contrato, luego no puede demandarse el cumplimiento (arts. 2174,
2175 y 2484 del Cód. Civil).

d) Genera una incapacidad de derecho para contratar respecto de los


bienes en litigio. En otras palabras, invalida la venta (art. 1361 inc. 6 del Cód.
Civil) y la cesión (art. 1442 del Cód. Civil) de las cosas o créditos que estuvieren
en litigio efectuada a abogados, procuradores y funcionarios judiciales que
tengan intervención en el proceso de que se trata.

e) Surte efecto de notificación al deudor cedido. Se ha entendido


también, que la notificación de la demanda promovida contra el deudor cedido,
por el cesionario, suple la de la cesión del crédito del art. 1459 del Cód. Civil
(Cám. 6° Apel. Cba., Sem. Jurídico nro. 1020, 19-01-95, pág. 72).

f) Obsta la posibilidad de iniciar el juicio petitorio si se ha ejercitado y aún


no se ha agotado el proceso posesorio (art. 2484 del Cód. Civil).

X.- Cambio, y ampliación de la demanda (oportunidad y condiciones).-

1) Análisis del tema propuesto.


La demanda, como acto de iniciación del proceso, fija la posición del actor
respecto de una determinada situación jurídica que puede variar desde el
momento de su interposición.
Las alteraciones en la demanda original pueden producirse ya sea por un
cambio en la voluntad del actor o por una mutación en la situación de hecho
preliminar, y así como se admite el desistimiento del derecho en cualquier etapa
del proceso anterior a la sentencia (art. 350 del C.P.C.C.), también se acepta,
dentro de ciertos límites, que la metamorfosis de la demanda se produzca en
el ámbito de las pretensiones o de los fundamentos de ésta, de los sujetos o
de la cuantía del monto reclamado.
La comprensión de la diferencia entre el cambio y la transformación de la
demanda, y el tratamiento de los límites a estas contingencias, es realmente lo
importante, porque de ello derivarán las consecuencias jurídicas cuya solución
dependerá del sistema que adopten el Código Procesal Civil y Comerial de la
provincia y la jurisprudencia imperante, confrontando siempre dos posiciones
extremas: por un lado la que admite ampliamente la posibilidad de modificar la
demanda produciendo el consiguiente menoscabo a la garantía de la
inviolabilidad de la defensa en juicio, y por otro aquella que excluye de modo
absoluto toda posibilidad de modificación una vez interpuesta.
Nos adelantamos a precisar que nuestra ley de forma adopta una solución
intermedia y permite modificar o transformar y hasta cambiar la demanda
original "hasta tanto no se haya producido la litis contestación". Esta regla
básica admite excepciones, las que serán tratadas en este punto.

2) Modificación de la pretensión (Cambio de demanda).


El art. 179 del Código Procesal local prescribe que el actor "...no podrá
variar la acción entablada después de contestada la demanda...". A contrario
sensu, antes de la contestación de la demanda, el demandante está facultado a
introducir todas las modificaciones que estime conveniente respecto de la
pretensión ejercida, y aún cambiarla totalmente. Es decir, si la modificación de la
demanda opera sobre el objeto litigioso, los sujetos demandados, o los hechos
invocados como fundamento de la pretensión (causa petendi), el actor puede
validamente formularla -sin necesidad de desistir de la originariamente
impetrada- con anterioridad a la contestación de la misma por parte del
accionado. Ello implica, que hasta ese momento, el actor puede presentar otra
demanda, completamente nueva y distinta respecto de la ya deducida. Esto es lo
que se conoce con el nombre de cambio de demanda (ver Capuano Tomey, en
Revista de Derecho Procesal..., ob. cit., pág. 79 y ss.).
En tal caso, corresponde ordenar un nuevo traslado al demandado,
comprensivo de todas las pretensiones, aunque interín aquél, en cumplimiento del
traslado primigenio, hubiere contestado la demanda. Es este acto -contestación de
demanda- el que marca el momento final y no el haberse ordenado correr traslado
de la demanda.
Luego de ese momento, no puede ser variada, en principio, en ninguno de
sus elementos: sujetos, cosa demandada, y causa de pedir; sólo le queda al actor
la posibilidad de desistir del proceso o del derecho en las condiciones dispuestas
por el art. 349 y 350 del C.P.C.C.
Con respecto al dies a quem de la facultad de cambiar la demanda, se ha
dicho que la presentación espontánea del demandado contestando la misma hace
perder al actor el derecho a modificar los elementos de la pretensión. Idéntica
solución cabe para el caso que el actor haya despachado la cédula de notifciación
del mentado traslado en la oficina de notificadores (Ver Capuano Tomey,
Revista..., 2004-1, ob. cit., pág. 87 y 88).
Pero no hay impedimento para reparar errores materiales (Martínez
Crespo, Código Procesal civil y comercial de la Provincia de Córdoba, Edit.
Advocatus, pág. 218).
El Dr. Enrique Falcón señala con tino que hay cambio de demanda cuando
se trata de una demanda nueva o, lo que es lo mismo, cuando "se sustituye una
demanda por otra", produciendo la desaparición de la primera. Lo que se
modifica es el objeto litigioso -cosa-, las partes -sujetos-, o la causa de la
pretensión -hechos-.
a) Cambio del objeto: hay un cambio en la cosa demandada o en la
naturaleza del pronunciamiento que se pretende, lo que no implica
necesariamente la modificación de los fundamentos fácticos, pues ellos pueden
permanecer inalterados y producirse la modificación en la pretensión procesal.
b) Cambio de sujetos: se refiere al carácter de parte. Se cambia la
titularidad del objeto del proceso. Puede operar cuando se incorporan nuevos
sujetos a la relación procesal o cuando se modifica la situaición jurídica de los
que actúan como partes.
c) Cambio de causa: existe cambio de la causa cuando se afirman hechos
distintos a los anteriores para fundar la pretensión; recordemos que si se trata de
hechos que no sustituyen la causa de la pretensión, sino que se agregan a los
anteriores para reafirmarla, no hablamos de cambio sino de transformación. El
cambio se refiere a la fundamentación de la demanda, a la identidad del
acontecimiento; varía la situación de hecho, lo que traerá aparejado un cambio en
la causa que fundamenta la pretensión.

Expresa la Dra. Carola Capuano Tomey que como excepción puede haber
un cambio del objeto litigioso pero en virtud de haber ocurrido hechos
posteriores a la iniciación del proceso (Capuano Tomey, Revista de Derecho
Procesal..., 2004-1, ob. cit., pág. 80). Pone como ejemplo un caso resuelto por la
Cámara Federal C.C., sala III (in re "YPF c/ Mario Mario Faingold-Alberto
Ganopol SRL s/ Cumplimiento de contrato", 07/07/95), en el que la parte actora
inicia una acción por cumplimiento de contrato y con posterioridad a ello se
produce la extinción del pertinente convenio en razón del vencimiento del plazo
fijado para su duración. En esta situación, resulta claro que la accionante ya no
puede exigir el cumplimiento de un contrato cuyo plazo de vigencia feneció, pues
sobrevino una imposibilidad de cumplimiento de la obligación reclamada, frente
a la cual resulta indiscutible su derecho de cambiar el contenido de su demanda y
requerir el resarcimiento de los daños y perjuicios derivados de la inejecución
contractual que imputa a la contraria (Capuano Tomey, Revista de Derecho
Procesal, 2004-1, ob. cit., pág. 80). En las condiciones expuestas, para hacer
efectiva tal transformación no juega el límite contemplado en el art. 179 del
C.P.C.C. y ningún inconveniente existe para aceptar la presentación realizada con
ese fin, aunque la causa se encuentre abierta a prueba, de la que se correrá el
pertinente traslado a la contraria respetando el principio de bilateralidad, y
posibilitando el contralor de la prueba ofrecida o la producción de la
contraprueba pertinente (Cfr. Morello, Augusto M., Indemnización del daño
contractual, pág. 2322).
También puede suceder que durante el curso del proceso ocurran
circunstancias ajenas a la voluntad del actor que obliguen a modificar la
pretensión -cambio de demanda- por haber desaparecido la cosa que se pide o por
la imposibilidad del cumplimiento de la obligación que se reclama. Son
situaciones que dependen de circunstancias externas y no de un acto unitario del
actor.
Por último, resta destacar que también puede haber transformación del
objeto litigioso por voluntad del demandado, quien ofrece algo distinto a cambio
de lo que se reclama, situación prevista por el art. 954 del Cód. Civil, cuando
prevé la nulidad de los actos jurídicos cuando una de las partes, explotando la
necesidad, ligereza o inexperiencia de la otra, obtuviera por medio de ellos una
ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación (Lesión
Subjetiva-Objetiva). En esos casos, la acción de nulidad del convenio, se
transformará en acción de reajuste si éste fuere ofrecido por el demandado al
contestar la demanda. Otro ejemplo lo tenemos en el art. 1198 del mismo cuerpo
legal (teoría de la imprevisión).
Otro caso en que no opera el límite temporal fijado por el art. 179 del
C.P.C.C. para el cambio de demanda lo tenemos cuando una de las partes en
litigio fallece o es declarada insana durante la tramitación del proceso. El art. 97
del Código Procesal local dispone que en estos casos, el juicio se suspenderá y se
citará a los herederos o a sus representantes legales. Otro ejemplo lo constituye la
integración de la litis: en cualquier momento del litigio -e incluso de oficio-
procede la citación de aquéllos que se encuentran involucrados en la misma
situación jurídica inescindible. Por último, puede citarse el caso de la acción
subrogatoria; la subrogación procede en cualquier momento del proceso en que
haya inacción del actor que perjudique a su acreedor (Ver Capuano Tomey, ob.
cit., pág. 90 y 91).

3) Disminución de la cosa demandada.


Si bien el art. 179 del Código de rito alude a "moderar la petición"
fundada "en hechos que no impliquen cambio de la acción", es evidente que el
actor está facultado a disminuir la cosa demandada, sin dar explicaciones, en
cualquier momento anterior a la sentencia, importando un desistimiento parcial
del derecho (art. 350 del C.P.C.C.). Sin perjuicio, claro está, de la influencia que
esa actitud pueda tener en la imposición de costas.
En un caso en que el actor había sujetado el "quantum debeatur" a lo que
en más o en menos resulte de la prueba a rendirse, la casación local impuso todas
las costas al demandado entendiendo que la pretensión del actor había sido
acogida en su totalidad, toda vez que, producida la pericia médica sobre el grado
de incapacidad, el actor redujo el monto reclamado al porcentaje resultante del
dictamen (TSJ, Sem. Jurídico nro. 891, 02-07-92, pág. 236).

3) Ampliación de la demanda.

a) Hechos en que se funda.


Conforme lo establece la ley procesal local, la ampliación puede provenir
de “hechos que no impliquen un cambio de la acción" (art. 179) -cambio de la
pretensión-, o de "hechos no alegados en la demanda" (art. 180, 2da. parte). No
resulta fútil aclarar que en ambos casos, no deben importar un cambio de la
pretensión -"acción"-, ya que, como se vio, un cambio de demanda -modificación
de la pretensión- no es admisible luego de trabada la litis.
Dos son entonces los supuestos: a) ampliación de la demanda que se
apoya en la misma exposición fáctica contenida en la demanda, y por tal razón
goza de un amplio espacio temporal y no reclama sustanciación, y b) ampliación
que descansa en la afirmación de hechos nuevos, por lo cual tiene el límite
temporal del art. 180 in fine y lleva el trámite del art. 204 de nuestro Código
Procesal.
Es preciso aclarar sin embargo que en ambas hipótesis existe una
ampliación de la petición, expresamente señalada por el art. 179 del C.P.C.C. (el
mentado precepto reza: "...podrá ampliar o moderar la petición...". Precisamente
en esto radica la diferencia con el caso del art. 203, que importa "una ampliación
del material fáctico con el aporte de hechos nuevos" (Perrachione, Mario C., La
ampliación de la demanda dentro de la teoría de identificación de las pretensiones
-nota a fallo-, L.L. Cba. 1995, pág. 206).
En consecuencia, se tiene: ampliación de la petición, con alegación de
hechos nuevos o no (art. 179 y 180), y solamente ampliación de la base fáctica,
obvia y necesariamente con alegación de hechos nuevos (art. 203). En similar
situación se encuentra el demandado (art. 191 del C.P.C.C.).
Frente a la categórica expresión del art. 179 del C.P.C.C., si se incorpora
al proceso una o más circunstancias de hecho tendientes a confirmar o completar
la causa petendi, sin alterar ninguno de los elementos de la pretensión originaria
(integración de la pretensión), la norma que rige el caso es la contenida en el art.
203, y no la del art. 180, 2da. parte. Sin perjuicio que estén sometidas a idéntica
tramitación.

b) Hechos invocados en la demanda.


El art. 179 de nuestra ley de forma contempla supuestos semejantes a los
previstos en el art. 331, 2° párr. del C.P.N.: vencimientos de nuevos plazos o
cuotas de una misma obligación; reclamación de intereses respecto del capital
demandado (esta circunstancia no puede ser calificada de hecho nuevo, pues se
funda en la mora en el pago del capital, hecho aludido en la demanda, en tanto la
pretensión del cobro del capital supone la exigibilidad del crédito); en juicio por
cobro de alquileres, el reclamo de impuestos y tasas correspondientes al inmueble
locado si según el contrato el locatario asumía el pago de los mismos, pues de ese
modo integraban el monto del arrendamiento (en contra, aparentemente, Cám. 1°
de Apel. Cba., Foro nro. 28, pág. 140), sin perjuicio de los hechos constitutivos o
modificatorios del art. 332 inc. 1° del CPCC (Venica, Código..., ob. cit., tomo II,
pág. 238).
Las Dras. González de la Vega de Opel y Ferreyra de de la Rúa señalan
que si bien esta ampliación no tiene una sustanciación especial (art. 180 primera
parte del C.P.C.C.), sería conveniente que el tribunal ordene dar noticia a la
contraria, garantizándose así el contradictorio (Ferreyra de de la Rúa-González
de la Vega de Opl, ob. cit., pág. 88).

c) Hechos nuevos.
La segunda parte del art. 180 del C.P.C.C. tiene estrecha correspondencia
con el art. 203 -y con el art. 191- de suerte que, por un lado, los hechos deben
reunir los requisitos de dicha norma. Pueden ser posteriores a la demanda, p. ej.
daños y perjuicios que continuaron generándose, pero distintos a los señalados en
aquélla, pues para el agravamiento de los últimos basta el art. 179. O pueden
también haber ocurrido con anterioridad a la demanda, pero ignorados por el
actor, requiriendo el precepto en este caso "juramento" (art. 203), o promesa (arg.
art. 218), de no haber conocido los hechos anteriormente, lo que supone, en
principio, circunstancias fácticas en las que el actor no tuvo participación
personal.
Si a pesar de ello surge de la exposición que el actor tenía, o debió tener
conocimiento anterior, no corresponde admitirlos. Y si ese dato se extrae de la
prueba posterior, el tribunal debe desestimarlos en la sentencia, pues evidencia su
alegación extemporánea (Venica, Código..., ob. cit., tomo II, pág. 239).
El trámite que corresponde imprimir en este caso es una vista al
demandado (art. 204). Ello importa conferir al contrario la posibilidad de
pronunciarse acerca de los hechos nuevos, así como de proponer otros en
contraprestación a aquéllos (art. 204).
El plazo de tres días que establece la norma aludida -art. 203- como límite
temporal se cuenta desde la última notificación del decreto de apertura a prueba o
del decreto que provee a la prueba en el juicio abreviado (arts. 45 y 511). En
relación a la prueba testimonial, como el plazo ya ha comenzado a correr, debe
ser ofrecida en los mismos escritos, so pena de resultar extemporánea con
posterioridad (art. 49 inc. 4°). Respecto del demandado, debe entenderse que el
plazo para ofrecer dicho medio probatorio (prueba testimonial) se extiende hasta
el vencimiento del plazo de la vista, de ser ulterior, pues de lo contrario estaría en
manos del actor privarlo de ese medio con sólo correr la vista luego de fenecido.-
XI.- Acumulación objetiva y subjetiva. Litisconsorcio facultativo y obligatorio.
Alcances.

I. Introducción.
El proceso es -al decir de Ramacciotti- un instrumento de satisfacción de
pretensiones. Por pretensión se entiende la reclamación, formalmente dirigida por
un miembro de la comunidad frente a otro ante el órgano jurisdiccional,
instituido específicamente para satisfacerla. Resulta claro además, que frente a
esa pretensión se alzará la "contrapretensión", la resistencia u oposición de la
parte contra quien se reclama. Todo esto apareja -obviamente- controversia,
pugna, contienda, es decir, litis, la cual debe ser dirimida por el tribunal ante el
cual se postule3.
Así las cosas, si todo proceso contiene o encierra una litis -cuya composición
constituye su objeto-, no es indispensable que aquella deba ser única. Al
contrario, son frecuentes los casos en que entre los mismos sujetos surjan varias
litis de distinta índole, como también que una misma litis presente varios
procesos por separado.
Las instituciones de la acumulación de acciones y de la acumulación de autos
tienden –respectivamente - a la solución de las cuestiones dimanadas de la
coexistencia de diversas litis en un mismo proceso y de la reunión de varios
procesos componentes de una misma litis.
La acumulación procesal es, entonces, la reunión de dos o más pretensiones para
que sean resueltas por un mismo juez.
Ahora bien: si para clasificar esta pluralidad de pretensiones se recurre al criterio
temporal o cronológico, es decir, se atiende al orden en que se producen, cabe
distinguir dos grandes grupos:
a) pluralidad inicial, que se suscita desde el comienzo mismo del
proceso, introduciéndose las diversas pretensiones acumuladas en una misma
demanda originaria;
b) pluralidad sucesiva, que es la producida después de haber comenzado
el proceso, y se subdivide en:
1) acumulación por inserción, la que se suscita cuando una pretensión que
todavía no se ha hecho valer procesalmente se añade a otra que ha originado ya
un proceso (lo permite el art. 178 del Código Procesal Civil y Comercial de la
Provincia de Córdoba -ley 8465-, con anterioridad a la contestación de la
demanda);
2) acumulación por reunión, cuando dos o más pretensiones que se han
hecho valer anteriormente en procesos distintos, se unen, fundiéndose por tanto
esos procesos, lo que configura la acumulación de autos prevista por los arts. 448
y ss. del C.P.C.C..

3
Ramacciotti, ob. cit., pág. 247.
Por todo lo expuesto, puede definirse la acumulación de acciones como la
reunión de dos o más pretensiones en un solo proceso y para ser resueltas en una
misma sentencia, lo que halla su fundamento en razones de economía procesal 4.
Respecto de la acumulación de acciones suele distinguirse, habitualmente, entre
acumulación objetiva, que es la típicamente prevista en el art. 178 del C.P.C.C.:
cuando el actor deduce conjuntamente todas las acciones que tenga contra su
demandado o -correlativamente- el demandado promueve, a su vez, todas las
acciones que tenga contra el actor, deduciendo reconvención, y la acumulación
subjetiva (art. 181 del C.P.C.C.), que se da cuando varios sujetos, vinculados por
la litis, actúan -sea como actores o demandados- en un solo proceso.

II. Acumulación objetiva de pretensiones.


El precepto contenido en el art. 178 del C.P.C.C. trata la acumulación objetiva de
acciones -en rigor, pretensiones-, que de no haberla hecho el actor en la demanda,
puede hacerla hasta antes de la contestación de la demanda, momento final para
variar la pretensión (art. 179 del C.P.C.C.), en cuyo caso corresponde correr un
nuevo traslado comprensivo de todas las pretensiones acumuladas.
En el orden nacional el instituto analizado se encuentra previsto en el art. 87 del
C.P.C.C.N., que reza: “Antes de la notificación de la demanda el actor podrá
acumular todas las acciones que tuviere contra una misma parte, siempre que: 1)
no sean contrarias entre sí, de modo que por la elección de una quede excluida la
otra; 2) correspondan a la competencia del mismo juez; y 3) puedan sustanciarse
por los mismos trámites.

a) Requisitos
El art. 178 del código de rito local los enuncia así:
1) Compatibilidad de las pretensiones.
Debemos destacar que las pretensiones acumuladas deben ser compatibles entre
sí; a este requisito alude la norma cuando exige "que no se excluyan entre sí",
esto es, como dice el art. 87 inc. 1° del Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación, que "no sean contrarias entre sí, de modo que por la elección de una
quede excluida la otra", como si se reclama una cosa a título de dueño y de
acreedor, o se persigue el cumplimiento del contrato y su resolución, todo en vía
principal.
En cambio, no hay obstáculo si las pretensiones son propuestas en forma
condicional, una en subsidio de la otra, vgr.: cumplimiento de contrato y daños y
perjuicios en caso de resultar imposible el cumplimiento; sucesiva, cuando
estimada una, es posible que ocurra lo mismo con la otra, por ej.: fijación judicial
del plazo de una obligación que no lo tiene, y cumplimiento de la obligación; o
alternativa, cuando se pide el acogimiento de una u otra, por ej.: quanti minoris o
redhibitoria.

4
Ramacciotti, ob. cit., pág. 248.
No se requiere conexión por la causa o el objeto, de modo que no interesa la
distinta naturaleza de las pretensiones acumuladas.
Puede producirse la acumulación en toda clase de procesos, declarativos,
generales, o especiales, excepto prohibición expresa como ocurre en el juicio de
desalojo (art. 765 del C.P.C.C.) o el de alimentos (art. 375 del C.C.).
2) Misma competencia.
Cada pretensión, considerada por separado, debe corresponder a la competencia
del tribunal, por la materia o la cuantía. Respecto de la competencia territorial, si
una de aquéllas fuera de conocimiento de un tribunal distinto, debe entenderse
que el actor la prorroga tácitamente (art. 3 del C.P.C.C.), sin perjuicio del
derecho del demandado a deducir la pertinente excepción, salvo, a su vez, que
fueren conexas5.
3) Mismos trámites.
En virtud de este requisito, no es acumulable, en principio, una pretensión a la
que le corresponde tramitar como juicio declarativo, y otra como ejecutivo; o
juicio ordinario y abreviado; o dos juicios declarativos especiales.
Empero, no existe razón alguna para no admitir la acumulación, cuando, pese a
que las pretensiones tramiten por tipos de juicios distintos, no medie perjuicio
para la defensa en juicio del demandado. En casos de esta naturaleza se debe
entender que el actor consiente en tramitar todo por el procedimiento más
amplio.
Tampoco hay inconvenientes en acumular un cobro de pesos y una división de
condominio, puesto que la primera fase se ajusta al juicio abreviado (art. 725, 1°
párr. del C.P.C.C.), declarativo general.
Respecto de los procesos de ejecución, atento que el Código Procesal local
organiza un único juicio ejecutivo (salvo la ley nro. 9024, que legisla el trámite
de las ejecuciones fiscales), no interesa el tipo de títulos ejecutivos de que se
trate, de suerte que puede acumularse cualquiera de los previstos en el art. 518
del C.P.C.C., por ej. pagaré sin protesto o cheque (inc. 3) y obligación
garantizada con hipoteca (inc. 1°), previa preparación de la vía de ser necesario
(como el caso del cobro de alquileres).
Lo mismo sucede aunque uno de los títulos fuera un crédito garantizado con
prenda con registro, pues al igual que lo expuesto ut supra, el actor renuncia a las
ventajas del proceso especial, sin perjuicio de la aplicación del art. 30 del decreto
ley 15.348/46 (Estatuto Prendario).

b) Ausencia de los requisitos


De no concurrir los requisitos de la misma competencia y trámite, el demandado
puede deducir las excepciones de incompetencia y de defecto legal,
respectivamente. Asimismo, Colombo agrega que se trata de un supuesto de

5
Ramacciotti, ob. cit., pág. 252.
admisibilidad, declarable de oficio, siempre y cuando no se trate de
incompetencia territorial, que es prorrogable6.
En cuanto a la incompatibilidad de las pretensiones, señala el procesalista antes
mencionado que da lugar a una defensa a ser tratada en la sentencia 7. Parece más
adecuado predicar que da lugar a la excepción de defecto legal, pues lo que se
encuentra afectado es el derecho de defensa del demandado, quien no sabe a
ciencia cierta qué es lo que en definitiva se le reclama.

III. Acumulación subjetiva de pretensiones. Litisconsorcio.


Este instituto, que se relaciona con la reconvención -al estar permitida contra
personas distintas al actor- (art. 194 2° Párr.); la intervención de terceros (arts.
431 y ss.); las tercerías (art. 436 y ss.); y la acumulación de autos (art. 449 inc.
2°), importa la intervención de más de una persona en alguna de las posiciones, o
en ambas, de actor o demandado: uno contra varios, varios contra uno, o varios
contra varios, dando lugar a un litisconsorcio pasivo, activo, o mixto,
respectivamente. Con esto queremos significar que si bien el fenómeno jurídico
denominado proceso, posee una estructura dual (las partes son sólo dos: actor o
polo activo y demandado o polo pasivo), en cada una de ellas pueden existir más
de una persona (sujeto) pretendiendo o reaccionando. A este fenómeno, es decir
cuando en una, en otra o en ambas partes existe más de un sujeto, el derecho
procesal lo denomina “partes con pluralidad de sujetos”8.
Esta acumulación -subjetiva- puede estar combinada, si se dan los requisitos
pertinentes, con una acumulación objetiva de pretensiones (art. 178 del
C.P.C.C.).
El Dr. Alsina nos enseña que acumulación subjetiva de pretensiones y
litisconsorcio no se identifican. Esto es, si el litisconsorcio se da al comienzo del
pleito mediante la acumulación subjetiva de acciones, no tendría sentido la
distinción, toda vez que ambas instituciones aparecerían a los ojos del estudioso
como sinónimos. Pero es del caso que el litisconsorcio puede surgir además
durante el desarrollo del pleito, sea por el fallecimiento de una de las partes
cuando deja varios herederos , sea por la intervención de un tercero en la relación
procesal, sea como consecuencia de la acumulación de autos. En esta misma
inteligencia se expresa el Dr. Colombo, señalando que el litisconsorcio puede
resultar de la acumulación subjetiva de acciones, de la intervención de terceros, y
de la acumulación de autos9.

a) Litisconsorcio voluntario o facultativo.

6
Colombo, Carlos J., Código Procesal y Comercial de la Nación, anotado y comentado, Edit. Abeledo-
Perrot, 4° edición, tomo I, pág. 190.
7
Colombo, ob. cit., pág. 190.
8
Conf. González Castro, Manuel, en Teoría General del Proceso, Tomo I (Directoras Ferreyra de De la
Rúa – González de la Vega de Opl), Edit. Advocatus, pág. 334.-
9
Colombo, ob. cit., pág. 247.-
El art. 181 del Código de rito local alude al litisconsorcio voluntario o
facultativo, que tradicionalmente se lo caracteriza como producto de la voluntad
de las partes, quienes podrían haber actuado por separado10.
La doctrina tradicional distingue las dos grandes categorías de litisconsorcio: a)
voluntario o facultativo, cuando dimana de la voluntad misma de la partes, y b)
necesario, si proviene de una exigencia expresa de la ley o de la naturaleza de la
controversia que impone que la decisión no puede pronunciarse válidamente sino
respecto de varias partes. Cierta parte de la doctrina añade una tercera categoría:
litisconsorcio cuasinecesario, que surge cuando, no siendo obligatoria la
participación, la decisión afecta, no obstante a todos.
En cuanto dimanado de la acumulación subjetiva de acciones, lo contempla
expresamente el art. 181 del C.P.C.C. al preceptuar que "Podrán igualmente
acumularse y ejercitarse simultáneamente las acciones que uno tenga contra
varias personas, o varios contra una sola, siempre que emanen de un mismo
título o se funden en una misma causa de pedir"11. El artículo anteriormente
citado ya está insinuando los requisitos exigidos para que la acumulación sea
procedente.

a.1) Requisitos.-
En cuanto a los requisitos del litisconsorcio voluntario, el art. 181 del C.P.C.C.
sólo prevé la acumulación subjetiva inicial en virtud de una conexidad causal.
Las locuciones "título" o "causa de pedir" se refieren a lo mismo: causa petendi.
Si bien el Código Procesal local no prevé -como su par nacional (art. 88 del
C.P.C.N.)- la posibilidad de que varias partes demanden o sean demandadas en
un mismo proceso cuando las acciones sean conexas por el objeto, debemos
concluir que esta acumulación subjetiva (nos referimos a la prevista por el art.
181 del C.P.C.C.) permite la conexidad por el objeto, puesto que es uno de los
supuestos que dan lugar a la acumulación de autos (art. 449 inc. 3° del C.P.C.C.).
En consecuencia, no existe razón alguna para negar una acumulación inicial.
Se exigen los mismos requisitos de la acumulación objetiva (art. 178), esto es,
igual competencia y unidad de trámite, y puede hacerse hasta la misma
oportunidad: antes de la contestación de la demanda.
En función de esa unidad de competencia antes referenciada, no sería factible
demandar conjuntamente, por los daños sufridos con motivo de actuaciones
judiciales, al magistrado considerado responsable y a la Provincia, atento lo
dispuesto por el art. 165 inc. 1°, "d" de la Constitución Provincial; ello, toda vez
que las demandas dirigidas en contra de magistrados son de competencia
originaria y exclusiva del tribunal casatorio local (T.S.J.)12.

10
Ramacciotti, ob. cit., pág. 254. A nivel Nacional, este instituto encuentra regulación en el art. 88 del
C.P.C.C.N., que prescribe: “Podrán varias partes demandar o ser demandadas en un mismo proceso
cundo las acciones sean conexas por el título, o por el objeto, o por ambos elementos a la vez”.-
11
Se puede apreciar la similar redacción que presenta con su par nacional, transcripto en la nota anterior.-
12
TSJ, Sem. Jurídico nro. 826, 28/02/91, pág. 198.
a.2) Clases.-
Es conteste la doctrina en distinguir dos grandes subclases: a) litisconsorcio
voluntario propio y b) litisconsorcio voluntario impropio.
El litisconsorcio voluntario simple o propio, se da cuando media una sola
relación jurídica sustancial con elementos comunes a varios sujetos, por lo que
existe conexión jurídica entre las diferentes acciones (copropiedad, coacreedores,
codeudores) Los supuestos más característicos de este tipo de litisconsorcio se
presentan en las obligaciones reguladas en los arts. 667 a 717 del Cód. Civil. Así,
en las obligaciones divisibles los actores pueden unir sus demandas y actuar
conjuntamente contra los diversos deudores, en tanto que en las indivisibles (art.
686 del C.C.) y en las solidarias (art. 705 del C.C.), el acreedor podrá dirigirla
contra todos o contra cualquiera de ellos por el todo.-
El litisconsorcio voluntario impropio o anómalo, se da cuando las relaciones
jurídicas sustanciales son varias pero afines, en el sentido de que presentan
elementos comunes a los distintos sujetos, de lo que deriva una conexidad
jurídica entre las diversas demandas.
Esta comunidad puede dimanar de: a) causa de la pretensión, comprendiendo el
hecho que la origina o el título que la constata; o bien; b) objeto de ella (una
prestación, una cuestión de derecho). Fernández lo caracteriza como "relaciones
jurídicas varias pero afines, o sea, que tienen de común un punto de hecho o de
derecho a decidir"13.
Aun cuando innegablemente haya aquí pluralidad de relaciones sustanciales, la
relación procesal es una sola y la acumulación aparece como el único medio
idóneo de evitar el peligro de sentencias contradictorias.
Por consiguiente, y como lo apunta Colombo, las partes pueden reunir en un solo
proceso pretensiones que podrían reclamar en juicios separados, cuando las
acciones son conexas por la causa, entendiendo por tal el hecho que las origina o
el título del cual dependen, o por el objeto, entendiendo por tal la cosa que se
demanda. Quedan aquí incluidos, entre otros, los siguientes supuestos: a) las
acciones de indemnización por accidente seguidas por varios damnificados
contra el responsable; b) las de indemnización por accidente reclamada contra el
conductor, el propietario del vehículo y el asegurador, es decir, por el
damnificado contra todos los responsables; c) las acciones de desalojo contra
varios inquilinos del mismo inmueble; d) las demandas de varios acreedores que
unidos ejercen la acción oblicua (acción subrogatoria).

a.3) Sustanciación del proceso.


En relación a la sustanciación del proceso, destaca el Dr. Ramacciotti que el
rasgo fundamental que singulariza a la figura analizada es que cada uno de los
litisconsortes puede invocar una legitimación procesal autónoma, por lo cual, a
diferencia de lo que ocurre en el litisconsorcio necesario, tanto el resultado del

13
citado por Ramacciotti, ob. cit., pág. 257, nota 43.-
proceso como el contenido de la sentencia definitiva pueden ser distintos con
respecto a cada uno de ellos14.
De allí que las facultades procesales sean personales a cada litisconsorte, pero no
exclusivas ni excluyentes, ya que el ejercicio de ellas por uno –salvo casos
excepcionales- no impide el ejercicio, en forma diversa, por los otros.
En consecuencia, los actos de disposición del objeto procesal realizado por uno o
algunos de los litisconsortes, producen sus efectos normales con prescindencia de
la actitud que asuman los otros15. Así, el allanamiento de uno de los litisconsortes
a las pretensiones del actor ninguna influencia tiene respecto de los restantes que
se opusieron a ellas.
El Dr. Vénica destaca, en cuanto al desarrollo del proceso, que si la conexión es
meramente objetiva, por ej. el propietario que demanda por desalojo a un
locatario y a un usurpador que ocupan parcialmente un mismo predio, aquí
existe, verdaderamente, una total independencia de las prestaciones, de suerte
que la actuación de uno de los sujetos colocados en la misma posición no afecta
al otro, de modo que es inaplicable el art. 341 del C.P.C.C. 16.
Sigue diciendo el citado autor que en cambio, si la conexidad es causal, aunque
las pretensiones son escindibles existe un hecho común, y la suerte común
alcanza a la declaración de existencia o inexistencia, o de validez o invalidez de
aquél17, aunque no a los demás hechos con relevancia jurídica (por ejemplo:
interrupción de la prescripción, pago, etc.). En relación a esto, se ha resuelto que
en el caso del litisconsorcio voluntario, si bien en un principio puede hablarse de
“autonomía” de los sujetos procesales (los actos de uno no aprovechan ni
perjudican a los demás), ello no ocurre así cuando se trata de hechos comunes
que tengan que ser examinados respecto de todos los litisconsortes, porque no es
posible que se convenza el juez de la verdad de un hecho respecto de uno de ellos
y no respecto de los otros18.-
De todas maneras, cabe recordar que mirado el proceso como “serie progresiva y
concatenada de actos procesales” que realizan las partes con la dirección del
tribunal y tendientes a la realización del derecho sustantivo, la actividad de uno
de los litisconsortes puede hacer innecesario o evitar las consecuencias de la
inacción de los demás19, tal como los pedidos de apertura a prueba, de clausura
del término, o de decaimiento del derecho dejado de usar por la contraparte, etc.
También, oponiéndose uno sólo de ellos a la demanda, será necesario sustanciar
el proceso; introduciendo una cuestión de hecho, el tribunal deberá abrir a prueba
la causa; o articulándose un incidente suspensivo del proceso (art. 428 del

14
Ramacciotti, ob. cit., pág. 261.
15
Cam. Nac. Civ., Sala E, 19-6-98, D.J. 2000 -1-pág. 286
16
Vénica, Oscar Hugo, ob. cit., tomo II, pág. 242.-
17
Se puede consultar con provecho el fallo de la Cám. 1° de Apel. Cba., L.L. Cba. 1995, pág. 233, en
donde se expresa que la incontestación de la demanda por uno de los colitigantes no trae aparejado el
apercibimiento del art. 192 del C.P.C.C..
18
Cám. Nac. Civ., sala E, 9-10-91, “Marsengo, Juan C. c/ Pons, Ernesto”; J.A. 1992 –III, sínt..-
19
El art. 341 del C.P.C.C. prescribe: “El impulso del procedimiento por uno de los litisconsortes extenderá
sus efectos a los restantes”.-
C.P.C.C.), el resto deberá aguardar la resolución para poder continuar tramitando
el juicio principal20.
* Mandato. Unificación de personería. En razón del principio de la
autonomía, cada sujeto tiene su legitimación sustancial propia, por lo que
respecto de cada uno de ellos deben cumplirse los recaudos formales sobre
capacidad procesal de los sujetos y sus representantes legales o convencionales.
Sin embargo, una inexcusable exigencia de economía procesal ha conducido a
establecer la llamada "unificación de personería", que para el caso de pluralidad
de demandantes estatuye el art. 177 del C.P.C.C., haciendo lo propio el art. 193
del mismo cuerpo legal para la multiplicidad de demandados, lo cual, aunque
habitualmente efectuada al comienzo del litigio, puede serlo con posterioridad si
se estimare conveniente.
* Citación y emplazamiento. El art. 167 de la ley procesal local prescribe
que "si las personas que deben comparecer en virtud del emplazamiento fueren
varias y tuvieren plazos distintos, regirá para todos el mayor de éstos". El
dispositivo supone pluralidad de personas llamadas a quienes, en virtud del art.
163, corresponden plazos distintos, y los somete al más extenso de ellos. Pero ese
plazo único no es común, sino que corre individualmente a partir de la
notificación respectiva, como lo dispone el art. 45 del C.P.C.C..
* Traslados y vistas. El primer párrafo del art. 173 del código ritual
establece que "Los traslados o vistas no podrán correrse simultáneamente a
distintos litigantes, salvo que tuviesen el mismo apoderado o patrocinante".
Como surge de la norma antedicha, los traslados y las vistas deben ser corridos
en forma sucesiva, salvo cuando exista una única dirección letrada de todos los
que ocupan la misma posición. Lo que demuestra que no existen intereses
contrapuestos entre ellos (si así fuera el profesional estaría incurso en el art. 21
inc. 1° de la ley prov. 5805). La misma solución es aplicable si los apoderados o
patrocinantes fueren varios, siempre que lo sean de todos los litisconsortes. El
precepto comentado se justifica por la previsión contenida en el art. 69 inc. 1° del
C.P.C.C., que faculta retirar el expediente del tribunal para evacuar un traslado o
una vista. En caso de infracción, el litigante que se encuentre con la ausencia del
expediente en el tribunal, puede solicitar la suspensión del plazo que estuviere
corriendo. El segundo párrafo del art. 173 del C.P.C.C., prevé el caso del traslado
de la demanda cuando existe litisconsorcio pasivo. El dispositivo prescribe que
"...podrá correrse, a pedido del actor, al mismo tiempo a todos los demandados
en la forma prevista en el segundo párrafo del art. 85". Así es que, en caso de
pluralidad de demandados, el tribunal debe ordenar, a pedido del actor, el
corrimiento simultáneo, aún cuando aquéllos no cuenten con un único letrado, lo
20
El proceso es uno solo, de manera que cualquier acto suspensivo del procedimiento realizado por cada
uno de los litigantes beneficia a todos los demás. Por esta razón, conforme al principio de adquisición
procesal, las actividades que las partes desarrollan en el juicio se influyen recíprocamente y las benefician
o perjudican por igual, cualquiera sea que ejecute el acto, pues este tiene carácter común,
independientemente de la parte que lo produzca. Este principio, de ordinario referido a las partes
enfrentadas en el proceso, con mayor razón debe regir en las relaciones entre los litisconsortes (Falcón,
ob. cit., pág. 322).
que se justifica porque en ocasión de contestar el traslado de la demanda, en
virtud del art. 85 debe obrar en poder de cada accionado la totalidad de elementos
agregados al expediente, por lo que contar con el mismo no resulta de ninguna
utilidad adicional. Expresamente agrega la norma que el expediente no puede ser
retirado, debiendo permanecer en secretaría, juntamente con la documentación
original, para su consulta. Si el conjunto de demandados fuera muy numeroso, o
al actor se le hubiera eximido de acompañar copias de los documentos (art. 87, 2°
párr), el juez puede ampliar el plazo del traslado.
* Excepciones y defensas. En este punto hay que diferenciar si las
excepciones son opuestas por uno o alguno de los litisconsortes, como así
también si lo son a título personal o se encuentran fundadas en hechos comunes.
Si se trata de defensas impetradas a título personal y sólo por alguno o algunos de
los litisconsortes, el proceso puede concluir respecto de ellos y continuar para los
restantes si son acogidas21. En cambio, si el fundamento es común, la excepción
deducida por uno de ellos, tendrá incidencia sobre todos, de suerte que, en caso
de prosperar el proceso concluirá o se rechazará la demanda en su integralidad y
respecto de todos los accionantes. Así, en un juicio ejecutivo iniciado contra el
librador y el avalista de un documento pagaré, la excepción de inhabilidad de
título opuesta por uno de ellos, beneficiaría al restante, por más que no hubiere
comparecido a juicio. Ello toda vez que, si el título no es hábil para proceder
ejecutivamente (defensa común fundada en la falta de legitimación activa del
contrario), no puede acogerse la demanda por el sólo hecho que uno de los
litisconsortes no haya ofrecido resistencia. Aunque se trate de un litisconsorcio
voluntario, cuya característica primordial es la de la autonomía en la posición de
cada litisconsorte. Dicha cualidad, cede ante la oposición de una defensa común a
todos ellos.
* Etapa probatoria. Los conceptos anteriores nos llevan a pensar que la
prueba acumulada puede invocarse contra todos los litisconsortes 22. Pero cada
litisconsorte puede producir su propia prueba, encaminada a objetivos no
coincidentes, esto es, la demostración de sus respectivas pretensiones que,
aunque puedan ser conexas por el título, o por el objeto, o por ambos elementos a
la vez, se fundan en distintas versiones del suceso que dio nacimiento a la
relación sustancial23. El Dr. Ramacciotti explicita, en su famoso compendio
respecto de este tema, que es preciso distinguir cuidadosamente los aspectos que
revisten el carácter de comunes a todos los litisconsortes, como por ej. la
21
Se ha resuelto a este respecto que si se trata de una obligación divisible y los coacreedores han
demandado conjuntamente constituyendo un litisconsorcio activo, las excepciones y defensas deben
considerarse individualmente, ya que la acumulación de pretensiones no significa que la decisión sea la
misma para todos los litisconsortes (Ramacciotti, ob. cit., pág. 263, nota n° 63).-
22
Existiendo acumulación subjetiva, la valoración de la prueba debe ser hecha en conjunto, con valor
directo o presunción según se refiera a un hecho individual o común; cuando sea común, el juez debe
considerarla aunque no haya sido ofrecida por un actor o un demandado, por lo que producida prueba
respecto de un hecho común, ello bastará para tenerlo por acreditado con respecto a todos (Cám. Nac.
Civ., sala “C”, 27-10-69, E.D. 30-346).-
23
Cám. Nac. Civ., sala “G”, 28-11-91, “Cortés, Alberto y otro c/ Artinao González, Sergio H., J.A. 1995 –III,
sínt.-
existencia del contrato que constituye la relación sustancial común, de aquellos
meramente particulares, relativos a la posición individual de cada litisconsorte en
lo tocante al cumplimiento total o parcial o incumplimiento de ese contrato. En
sentido semejante al expresado para las excepciones y defensas, en lo que atañe a
la existencia de hechos comunes (en el caso puesto de ejemplo: la existencia del
contrato), la prueba eficaz de los mismos vale respecto de todos los
intervinientes; en tanto que, en lo tocante a hechos particulares (en el ejemplo
brindado: el cumplimiento de la prestación a su cargo), incumbe a cada
litisconsorte acreditar tales sucesos. De allí que la admisión de un litisconsorte
incida sólo sobre la situación de quien la hizo24. Así, y como ilustra el Dr.
Podetti, ejemplificando con la hipótesis de una demanda interpuesta por dos o
más damnificados por un accidente de tránsito, cabe distinguir aquí entre la
prueba del hecho mismo del accidente, que es común, la de los daños y
perjuicios sufridos por cada uno de ellos, que es particular, y la de su grado de
culpabilidad, que puede ser común o particular en variables proporciones. Por
ello la valoración de la prueba debe efectuarse en conjunto con valor directo o de
presunción según que se refiera a un hecho común o individual. Afirma Alsina
que si alguno de los litisconsortes alega un hecho común a todos, el juez debe
pronunciarse sobre ese hecho con relación a todos, valorando las diversas
pruebas arrimadas. Pero si uno de los deudores confiesa la existencia de la
obligación y se allana, el punto estaría resuelto con respecto a él aunque los otros
litisconsortes la hubieran negado y producido prueba de descargo eficiente. De
modo que la sentencia, aunque parezca extraño, será desestimatoria respecto de
los que resistieron y estimatoria en relación al confesante, lo que se explica
porque la confesión no asume aquí el sentido de un medio de prueba, sino de un
acto de disposición del propio derecho o constitutivo y creador de obligación25.
* Sentencia. La diversidad de actitudes asumidas por cada litisconsorte en
el decurso del juicio impone un examen cuidadoso del sentido y alcance de las
articulaciones defensivas. Ya se adelantó que las defensas opuestas por alguno o
algunos de los litisconsortes deben ser individualmente consideradas si se
refieren a aspectos estrictamente personales, y que sólo cuando revistan el
carácter de generales y comunes, tales como la cosa juzgada, la falta de
legitimación sustancial activa en la contraria, la inexistencia del hecho generador
de la obligación, deberán ser estimados frente a todos aunque sólo uno o algunos
las hayan opuesto. Por tanto, y aun cuando el contenido de la sentencia pueda no
ser exactamente el mismo para todos, habría que tener en cuenta los principios
enunciados. El Dr. Falcón expresa que si bien la sentencia debe ser única
respecto de las pretensiones aducidas, nada impide que cada uno de los
intervinientes realice actos que determinen la consecuencia de dicha sentencia.
Así, como ya adelantamos, el proceso puede concluir de un modo anormal
24
En este supuesto la confesión sólo puede tener valor de un indicio. Si uno de los litisconsortes niega la
confesión de los demás, hace necesario que ésta sea comprobada fehacientemente (Cám. Civ., sala “D”,
24-2-97, L.L. 1998 –D- pág. 483.-
25
Conf. Alsina, ob. cit., tomo II, pág. 273.
respecto de uno de los litisconsortes, sin que esto traiga efectos sobre la actuación
de los demás. Uno de los litisconsortes puede ser alcanzado por una excepción
que no tenga efecto respecto de los restantes, vgr.: prescripción26.
* Costas. Veamos que tiene dicho la casación local sobre este tema: “En
primer término, adviértase que los actores en autos componen un litis consorcio
activo facultativo por lo que los actos de cada uno de ellos son, en principio,
independientes. Esta situación procesal se plantea durante todo el desarrollo del
juicio tanto en el ataque como en la defensa de tal manera que los alcances de la
sentencia pueden ser distintos con respecto a cada litis consorte. Ello porque,
como expresan Morello, Fassi Lanza, Sosa y Berizonce, "...la conexidad
justificante de esa modalidad en el proceso no llega a privar de autonomía a las
diversas relaciones o vínculos materiales que se han hecho valer a través de las
respectivas pretensiones" (conf. "Códigos Procesales en lo Civil y Comercial de
la Provincia de Buenos Aires y de la Nación" comentados y anotados, tomo II.
437).- En consecuencia, si la sentencia desestima la demanda respecto de la
actora Serante de Palacios Valladolid por haber prosperado la defensa de
prescripción, y la considera procedente respecto de su esposo, cada decisión debe
llevar su propia condena en costas siendo de aplicación lo dispuesto en el art. 130
del C. de P.C.. En otras palabras, el resultado del pleito fue diverso para cada
litisconsorte y, por tanto, el tratamiento de las costas debe hacerse por separado.
En este sentido se ha dicho: "...si la sentencia que rechaza la demanda respecto a
algunos litisconsortes y la determina procedente con relación a otros, cada
decisión debe llevar su propia condena en costas, cuyo curso debe resolverse en
función de lo que dispone el art. 68 C.P.N; o sea que si existe un litisconsorcio y
recae para cada uno de los justiciables sentencia en sentido diverso, las costas
deben tratarse por separado" (conf. Gozaíni, Osvaldo A. "Costas procesales",
pág. 345)”27.
* Recursos. En lo que hace a los efectos de los recursos, el profesor Raúl
Fernández señala que, tratándose de litisconsorcio voluntario, la regla es que el
recurso tenga efecto personal, esto es, sólo favorece a aquel que ha recurrido 28.
La Excma. Cámara Octava de Apelaciones de Córdoba, ha sostenido que
"...existiendo un litisconsorcio pasivo de carácter facultativo, el demandado que
no apela la sentencia que lo desfavorece no puede ser beneficiado por el recurso
de apelación que articularan otros en la misma situación de parte [...] Operan en
pro de esta conclusión el principio dispositivo (disponibilidad de la acción,
inclusive en materia recursiva), la consiguiente autonomía de gestión por los
litisconsortes, la necesidad de congruencia entre la sentencia de alzada y los
agravios sometidos a su consideración, y la adquisición de los beneficios de la
cosa juzgada por el ganancioso (así sea en parte) contra el accionado que no

26
Conf. Falcón, ob. cit., pág. 325.-
27
T.S.J., in re “Palacios Valladolid Vicente y otro c/ Eduardo Nuciforo –Ordinario-Recurso de Revisión-“,
Sent. nro. 110 del 28/09/99.-
28
Fernández, Raúl, Impugnaciones ordinarias y extraordinarias en el C.P.C.C. de Córdoba, Edit. Alveroni,
pág. 109.-
recurrió el fallo"29. En idéntica inteligencia se ha expedido nuestro tribunal
casatorio: "En caso de litisconsorcio voluntario [...] y en virtud del principio de la
personalidad de la vía recursiva extraordinaria, la casación interpuesta por uno de
los litisconsortes no puede beneficiar o perjudicar a los restantes litisconsortes" 30.
Sin perjuicio de lo expuesto ut supra, el gran jurista colombiano Devis Echandía,
sostiene que si bien "por lo general, los recursos benefician sólo a quien los
propone [...] hay providencias que resuelven cuestiones procesales indivisibles,
que miran al trámite del proceso, a la existencia de presupuestos procesales que
afectan su validez general, a incidentes de nulidad o de colisión de competencias
o de recusación, o a cualquiera otras circunstancias obligadamente comunes.
Entonces la decisión es inescindible, a pesar de esa independencia teórica de los
litisconsortes voluntarios..."31. En el XX Congreso Nacional de Derecho Procesal
de San Martín de los Andes, en la comisión B sobre recursos, se concluyó que “la
apelación en el caso de litisconsorcio facultativo, cuando el hecho debatido sea
común a todos los litisconsortes, tiene efecto extensivo a todos ellos aunque no
hubiesen apelado” (punto 14)32.
Destacan los Dres. Altamirano y Torres que en “…el plano federal, ha
sido el recientemente fallecido Lino Palacio quien ha dado el punto de partida en
defensa del efecto extensivo del recurso en el litisconsorcio voluntario,
basándose en la distinción entre hechos comunes y personales. ´Si un
listisconsorte no recurre y sí lo hace, con éxito, el otro, resulta intolerable, porque
habría dos verdades judiciales: la del vencido no recurrente y la del vencedor
impugnante. Lo dicho, claro está, en el supuesto de hechos comunes de todos los
colitigantes´. En el ámbito provincial [Albarenga, Gatani y Vieytes], luego de
ensayar una precisa refutación de las razones de brindadas por Couture, se ha
sostenido que ´Cuando en un litis consorcio voluntario, las pretensiones
deducidas exhiben conexión de causa y/u objeto, se requiere el dictado de una
sentencia única. Esto es así porque las defensas articuladas o las pruebas
producidas por uno de los litis consortes, cuando se refieren al juzgamiento de un
hecho común a todos ellos deben, a nuestro entender, ser consideradas en el
pronunciamiento que tendrá un único contenido”33.

b) Litisconsorcio necesario.
Esta institución encuentra consagración legislativa en el art. 89 del C.P.C.C.N. 34.
29
Cám. 8° de Apel. Cba., Gómez Rubén A. c/ Ruiz María E. y otro" sentencia del 27/02/01; L.L. Cba.,
2001 pág. 910 y ss..-
30
TSJ, Morchio de García, Graciela E. y otros c/ Luciano Terenzio y otra -Ejecución de Sentencia (sumas
líquidas)-Recurso directo", auto nro. 173 del 04/09/02, Sem. Jurídico nro. 1383 del 17/10/02.-
31
Devis Echandía, Hernando, Teoría general del proceso, pág. 385 y ss.-
32
En el mismo sentido se puede consultar un interesante fallo del T.S.J. in re “Cesarin José A. y otros –
p.ss.aa de propagación culposa de enfermedades contagiosas-“; sent. nro. 123 de fecha 22/10/99.
33
Altamirano, Eduardo Christian – Torres, Jorge David Torres, Actualidad Jurídica no. 121 año 5 2da.
quinc. Mar. 2007 p. 8011-8024. Para profundizar sobre el tema, se puede consultar con provecho la
copiosa jurisprudencia relacionada en el interesante trabajo citado.
34
Art. 89: “Litisconsorcio necesario. Cuando la sentencia no pudiere pronunciarse útilmente más que con
relación a varias personas, éstas habrán de demandar o ser demandadas en un mismo proceso. Si así no
sucediere, el juez de oficio o a solicitud de cualquiera de las partes ordenará, antes de dictar la
El litisconsorcio necesario es una clase de litisconsorcio que se presenta cuando
existe entre varios sujetos una relación jurídica inescindible, por lo que todos
ellos deben ser citados en el juicio, a fin de lograr una sentencia válida, de lo
contrario, si se pronunciara sólo frente a algunos, sería inútil o de ejecución
imposible. Tal necesidad puede estar indicada por la propia ley, como ocurre con
el caso de la acción de filiación matrimonial prevista en el art. 254 del C.C. 35, por
la naturaleza de la relación: la acción de simulación de un acto jurídico
reclamada por un tercero, que se debe enderezar contra todos los intervinientes 36;
demanda de escrituración, si los condóminos no vendieron su parte indivisa, sino
la totalidad del inmueble, y resolución de ese mismo contrato; impugnación de
estado (art. 258 del C.C.), donde la demanda debe ser dirigida, en caso que la
acción la ejerza el marido, en contra de la madre y del supuesto hijo; si la ejerce
el hijo (art. 259 del C.C.), deberá dirigirla en contra de la madre y el supuesto
padre37.-
Expresa el Dr. Ramacciotti que en este tipo de litisconsorcio media "...una
insoslayable exigencia de pronunciar la decisión frente a todos los legitimados,
que es de orden sustancial, y no procesal, pues nada impediría -de hecho-
sustanciar y fallar el proceso con tales omisiones, pero afrontando la
consecuencia de una eventual frustración de la finalidad perseguida por obra de
la prementada inutilidad [el autor se refiere a la inutilidad operativa de la
sentencia que se dicte en esas condiciones, a su imposible ejecución, a su
ineficacia práctica]"38.
El jurista antes mencionado brinda también otros ejemplos de litisconsorcio
necesario como lo son: a) la acción deducida por el locador contra el locatario y
sublocatario o cesionario por haber sido indebidamente transferida la locación; b)
la acción por división de condominio cuando media pluralidad de demandados,
en razón de la indivisibilidad de la relación jurídica controvertida; c) la acción de
escrituración promovida contra los herederos de una sucesión en la que aún no ha
habido partición, o contra los condóminos vendedores39.

b.1) Sustanciación del proceso.


Seguidamente, al igual que lo hicimos con el litisconsorcio voluntario,
analizaremos qué sucede en la tramitación del juicio.
* Competencia. Desplazamiento. Si varias personas están sujetas a jueces
distintos ratione personae (fueros federal u ordinario), o ratione loci, el
litisconsorcio necesario impone la necesidad de superar esas diferencias y

providencia de apertura a prueba, la integración de la litis dentro de un plazo que señalará, quedando en
suspenso el desarrollo del proceso mientras se cita al litigante o litigantes omitidos”.
35
En este caso la acción deberá entablarse conjuntamente contra el padre y la madre.
36
Falcon, ob. cit., pág. 337.
37
Señala el Dr. Falcón que en las acciones de impugnación y reconocimiento de filiación, tanto el marido,
a quien le cuadra la presunción de paternidad del art. 243 del C.C., como el tercero a quien se le atribuye
ser el verdadero padre, conforman un litisconsorcio pasivo necesario (ob. cit., pág. 336, nota nro. 88).
38
Ramacciotti, ob. cit., pág. 269.-
39
Ramacciotti, ob. cit., pág. 270.-
conferir jurisdicción a un juez único. Así, la doctrina señala que la acumulación
necesaria de acciones importa una derogación a las reglas de la competencia, de
modo que un juez que no sería competente -en el caso de haberse deducido la
acción aisladamente- se transforma en competente en razón del litisconsorcio 40.
Respecto de la competencia territorial, si los diversos demandados estuvieran
sometidos a distintos jueces por razón de sus domicilios, el actor podría escoger a
cualquiera de ellos, debiendo concurrir a él los restantes codemandados 41.
* Prueba. La confesión o admisión de los hechos formulados por uno o
por alguno de los litisconsortes no pueden ser invocados contra los restantes, de
modo que aun cuando la mayoría o la casi totalidad de ellos reconozcan o
confiesen un hecho perjudicial al interés común, bastará que uno solo lo niegue
para que el hecho deba probarse frente a todos, y en caso de no lograrse ello, no
se lo tendrá por reconocido frente a ninguno. Sin perjuicio, claro está, de que
dichas confesiones puedan tener el valor de prueba indiciaria, valorando su
eficacia convictiva en conjunto con las restantes pruebas rendidas 42.
* Sentencia. La sentencia que se pronuncie favorecerá o perjudicará a
todos los litisconsortes intervinientes en razón de su unidad inescindible, salvo
-claro está- a aquel que no haya sido sujeto del proceso donde recayó, ya que, si
la litis no quedó debidamente integrada con todos sus partícipes obligados, la
sentencia resulta inutiliter data, es decir sin ninguna eficacia o valor43, como ya
se anticipó.
* Recursos. En el caso de litisconsorcio necesario, la apelación de uno
solo de los colitigantes (que exprese agravios sobre los temas comunes al polo
plural de la relación jurídico-procesal) conlleva la extensión de los efectos de la
decisión de alzada, si ésta acoge la apelación 44. Este efecto comunicante del
recurso es la regla fundamental en esta clase de litisconsorcio, es decir: los actos
realizados por alguno -o algunos- de los litisconsortes benefician a todos los
demás y los resultados de la sentencia son únicos, aún en la instancia superior,
aunque hubiese apelado sólo uno de los litisconsortes, cuestión que como vimos,
tiene alcances distintos en el litisconsorcio voluntario. “Los recursos interpuestos
por cualquiera de los demandados favorecen eventualmente a todos los demás, y
el pronunciamiento de alzada tiene efectos contra todos, y en caso de revocarse
aquélla beneficia aun a quien la consintió”45.
* Efectos. Las Costas. Por la misma inescindibilidad de la relación, la
suerte de todos los litisconsortes debe ser común, de modo que las actitudes
individuales sólo influyen en las costas. En consecuencia, las defensas opuestas
afectan a todos; la prueba debe ser apreciada en conjunto, de modo de dictar un
único pronunciamiento; por la misma razón los recursos también alcanzan al
40
Conf. Falcón, ob. cit., pág. 333. El autor citado destaca que en el caso de litisconsorcio pasivo
obligatorio se produce una derogación de las reglas de competencia y el desplazamiento de la misma.-
41
Conf. Alsina, ob. cit., tomo I, pág. 339.-
42
Conf. Alsina, ob. cit., pág. 342.-
43
La sentencia recaída en estas condiciones es inútil, inocua, de imposible ejecución.
44
Fernández, Raúl, ob. cit., pág. 110.-
45
Falcón, ob. cit., pág. 341, citando jurisprudencia de la casación local y santafesina.-
conjunto. Respecto de los actos de disposición del objeto procesal, tales como el
allanamiento, el desistimiento, la transacción, la conciliación, efectuados por uno
o alguno de los litisconsortes, sólo producen sus efectos normales en la medida
en que los restantes litisconsortes adopten la misma actitud, pues -como se
adelantó- la sentencia debe tener un contenido único respecto de todos ellos 46. En
lo que respecta a las costas, en los casos en que el actor se ve obligado a
demandar a varias personas y algunas de esta se allanan, no haciéndolo las otras,
estas últimas, vencidas en juicio y que determinaron con su actuación la
necesidad de que el accionante tuviera que recurrir a los estrados judiciales,
deben soportar las costas del juicio47.

b.2) Integración de la litis.


El código local no cuenta con una norma como la del art. 89 del C.P.C.N., que
indica la obligatoriedad de demandar o ser demandadas las varias personas
comprendidas, y en su defecto proceder a integrar la litis, de oficio o a pedido de
cualquiera de las partes. No obstante, el mismo carácter de necesario del
litisconsorcio así lo impone.
De no haberse demandado correctamente, advertido de la omisión, el actor puede
solicitar la citación de los litisconsortes activos (por ej.: demanda de escrituración
promovida por uno de los varios compradores), o pasivos, petición de la que
corresponde oír al demandado, imprimiéndole el trámite de los incidentes, si este
último ya ha contestado la demanda (arg. art. 179 del C.P.C.C.). El incidente
tiene carácter suspensivo48.
Por su lado, el demandado puede optar entre reclamar la citación de los
litisconsortes faltantes, activos o pasivos, mediante la excepción de defecto legal,
o denunciar esa ausencia mediante la defensa de falta de acción al contestar la
demanda49.
En la hipótesis de que las partes nada hubieren peticionado al respecto, el
principio dispositivo no puede ser llevado al extremo de "aguardar el eventual
planteo que formule el demandado", de modo de negar facultades al tribunal para
disponer la integración de oficio, y obligarlo a continuar un proceso respecto del
cual se sabe de antemano que redundará en un inútil dispendio para el tribunal y
las partes. En consecuencia, el juez puede y debe ordenar la integración de oficio,
incluso en el supuesto de haber opuesto el demandado la defensa de falta de
acción (que no está dirigida a obtener la integración, sino el rechazo de la
46
Ramacciotti, ob. cit., pág. 273.-
47
Falcón, ob. cit., pág. 339. Hay que dejar a salvo -claro está- el supuesto en que los allanados también
hubieren sido culpables de la reclamación o se encontraren en mora; en tal caso, también deberán
soportar las costas juntamente con los litisconsortes que resistieron, conforme lo dispone el art. 131 del
C.P.C.C..-
48
Vénica, Código Procesal Civil y Comercial de la Pcia. de Cba., Edit. Marcos Lerner, tomo II, pág. 244.-
49
Es la solución propiciada por el notable procesalista Oscar Hugo Vénica. En mi opinión, bastaría
denunciar el déficit de la integración mediante un escrito, en cualquier estadio procesal, ofreciendo prueba
si es necesario acreditar alguna cuestión de hecho. Ante ese pedido, el tribunal, si es ostensible el defecto
de integración, procederá a integrar inmediatamente la litis; si no surge de autos, ordenará correr traslado
a la contraria, si lo estima pertinente, dispondrá la producción de la prueba ofrecida, y dictará resolución.-
demanda), sin perjuicio de las costas que correspondan imponer al actor. Esta
potestad del tribunal puede ejercerse aún en contra de la voluntad de las partes.
Respecto del momento límite para disponer la integración sea de oficio o a
solicitud de parte, sólida doctrina propugna, con el mismo argumento de no
permitir un proceso absolutamente inútil que llevaría a una absolución de la
instancia, que puede ser ordenada hasta en la segunda instancia.
En tal caso corresponde retrotraer el procedimiento, con la consiguiente
invalidación de la sentencia, si se hubiere ordenado en la alzada, hasta colocar la
causa en estado de abrirla a prueba.
Así, luego de comparecidos los citados, si fueren litisconsortes activos, darles
oportunidad para que se pronuncien acerca de la demanda, y correr traslado de lo
que expusieren al demandado. Respecto de los pasivos, correrles traslado para
contestar la demanda. Luego de estos pasos, abrir nuevamente a prueba para
todos los intervinientes. Todo con las adaptaciones que correspondan de tratarse
de juicio abreviado.
En cuanto a la prueba rendida, una opción sería considerarla derechamente nula,
en tanto se diligenció en ausencia de alguna de las partes, y por ende ellas no
tuvieron posibilidad de controlarla. Otra solución consistiría en ordenar a los
citados, que en las oportunidades indicadas se pronuncien acerca de las
probanzas agregadas, aumentando prudencialmente el plazo de acuerdo con el
volumen de aquellas, de modo que queden aceptadas las que no fueren
expresamente cuestionadas. Ésta última parece consultar mejor el principio de
economía procesal.
Qué consecuencia traería aparejada la falta de integración.
En caso de dictarse el fallo sin haberse procedido a la integración de la litis, ello
lleva a que la sentencia constituya una absolución de la instancia, de modo que
carece de la fuerza de la cosa juzgada y no impide proponer nuevamente la
demanda. La sentencia dictada en esas condiciones, es de imposible ejecución; es
un pronunciamiento inútil, inocuo50.-

c) Litisconsorcio cuasinecesario.-
Alguna doctrina reconoce, asimismo, una tercera categoría intermedia
entre el litisconsorcio facultativo y el necesario, y que se daría en el supuesto de
que existiendo varias personas eventualmente legitimadas para interponer una
determinada pretensión u oponerse a ella, la sentencia es susceptible de afectarlos
a todos por igual, aun cuando no hayan participado o no hayan sido citados al
proceso. Si uno sólo promueve el juicio la acción está bien iniciada, pues no es
menester que todos los interesados obren. Pueden encuadrarse en esta modalidad
las siguientes acciones: a) la acción por declaración de demencia en los términos
del art. 144 del C.C., la cual una vez rechazada por no haberse acreditado
aquélla, extiende los efectos de la repulsa aun a quienes no la hubieren deducido,
salvo que invocaren hechos sobrevinientes, según lo dispone el art. 146 del

50
Conf. Falcón, ob. cit., pág. 331; y Cám. Nac. Civ., sala “B”, 14-5-87, L.L. 1987 –D- pág. 318.-
mismo cuerpo legal; y b) la acción por nulidad de las deliberaciones adoptadas
por la asamblea de una sociedad anónima, la que puede ejercer cualquier
accionista si aquéllas resultan contrarias a la ley (art. 251 de la ley 19550), ya que
aun cuando interpuesta por uno solo, la resolución nulificatoria puede alcanzar a
todos.

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