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El sufrimiento es una de las realidades de la vida del creyente. Sufrimos por enfermedades, por
el pecado personal o de otra persona, por la muerte de un ser querido o por la separación
producida por algún divorcio… No estamos aislados en cualquier tiempo de la vida, pues el
sufrimiento es algo que Dios permite.
Cuando el sufrimiento llega a nuestra vida, nuestra naturaleza humana nos lleva a rechazarlo.
Como hijos del Señor, generalmente no nos rendimos a él, sino que luchamos para que ese
sufrimiento desaparezca lo más pronto posible. Esta no es la respuesta correcta.
¿Por qué debemos rendirnos ante el sufrimiento? Al rendir nuestro sufrimiento a Cristo...
Obra como Él quiere, y nadie puede estorbar sus propósitos. Por lo tanto, Él tiene un plan para
cada sufrimiento. La Palabra misma nos lo dice en estos dos pasajes:
“Solo yo puedo predecir el futuro antes de que suceda. Todos mis planes se cumplirán porque
yo hago todo lo que deseo”. Isaías 46:10 (NTV)
“Todos los hombres de la tierra no son nada comparados con él. El hace lo que quiere entre los
ángeles del cielo y entre la gente de la tierra. Nadie puede detenerlo ni decirle; ¿Por qué haces
estas cosas?” Daniel 4:35 (NTV)
En medio de sus planes, cuando permite el sufrimiento es llevarnos más hacia la santidad y al
cumplimiento de sus propósitos en nuestra vida, Pablo nos recuerda de la actitud que
debemos tener, como nos lo dice, Filipenses 2:5 (NTV): “Tengan la misma actitud que tuvo
Cristo Jesús”
Al rendirnos al sufrimiento estamos dando ejemplo con nuestra vida de quién es Jesucristo.
Pablo nos enseña esto en Colosenses 1:24 (NTV) “Me alegro cuando sufro en carne propia por
ustedes porque así participo de los sufrimientos de Cristo, que continúan a favor de su cuerpo,
que es la iglesia”. Podemos sufrir por llevar el Evangelio al mundo. Cuando nosotros sufrimos
Cristo también sufre junto a nosotros, aunque en ese momento pensemos que Él está lejos de
nosotros. Podemos soportar el sufrimiento con gozo porque damos ejemplo a otras personas
para que conozcan a Cristo y sus vidas cambien.
Pablo también nos habla del privilegio de sufrir por Cristo en Filipenses 1:29 (NTV): “Pues a
ustedes no solo se les dio el privilegio de confiar en Cristo sino también el privilegio de sufrir
por él”.
Podemos compartir el sufrimiento con otros hermanos. Muchas veces somos indiferentes al
sufrimiento de otros cuando debemos involucrarnos con su sufrimiento. También es necesario
permitir que otros se involucren en nuestro sufrimiento sin ninguna vergüenza.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos
consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos
consolados por Dios.” 2 Corintios 1:3-4 (LBLA)
Cuando nos rendimos al Señor en medio del sufrimiento, a veces encontramos el significado de
ello. En muchas ocasiones, nuestra relación con Dios se puede convertir en una monotonía y
dejamos de mirar a Cristo.
“Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. Pero las
Escrituras me señalan a mi! Sin embargo, ustedes se niegan a venir a mi para recibir esa
vida.” Juan 5:39-40 (NTV)
En medio del sufrimiento, podemos conocer más a Cristo en una unión tierna e íntima. Ni el
lugar ni el tiempo son obstáculos para esa comunión entrañable en medio de un sufrimiento.
Pablo se refiere a esto en Filipenses 3:10 (NTV):
“Quiero conocer a Cristo y experimentar el gran poder que lo levantó de los muertos. Quiero
sufrir con él y participar de su muerte, para poder experimentar, de una u otra manera, la
resurrección de los muertos”.
En medio del sufrimiento, tendremos que arrepentirnos. Quizá hay ídolos que han estado en
nuestra vida y solo podemos identificarlos porque hemos pasado el proceso del sufrimiento.
Amada hermana, si estás pasando por el sufrimiento, te animo a hacerte las siguientes
preguntas: