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ANÁLISIS COMPARATIVO DE LOS POEMAS

“ID CON DIOS” Y “LA ORACIÓN DEL ATEO”

TRABAJO PRESENTADO POR:


ROLANDO PERALTA
Cuando se toca el tema de la poesía en la Generación del 98, muchos son los grandes nombres
que resaltan: Machado, Jiménez, entre otros. Sin embargo, a veces se pasa desapercibido la gran
obra poética de Miguel de Unamuno, ya que como escritor se suele relacionar más con la prosa.
Además de que muchas fueron las voces que la subestimaron catalogándola de tosca y rígida. A
pesar de esto, sí hubo grandes autores que apreciaron el valor de su poesía. Y es que Miguel de
Unamuno logró con sus escritos en verso una gran innovación en la forma de escribir, ya que no
copio de los esquemas rítmicos anteriores sino “creó su propio sistema formal” (Valverde,8:
1977); ya que los excesos cometidos por el Modernismo en la musicalidad resultaban muy
superficiales y no se adaptaban a lo que su poesía trataba de expresar. Además, Unamuno le dio
una significativa importancia a la palabra (más que a la idea o al símbolo) dentro del poema. Bajo
el lema “pensar alto y sentir hondo” quería lograr en sus versos una pureza del sentimiento que
emana del interior del poeta, y por ende fuera más íntima (López, 1985:61). Es así como busca
hacer trascender la palabra que construya una poesía metafísica donde se evidencie la meditación
espiritual y el interior del poeta. A continuación, se analizarán dos poemas suyos donde se
resaltarán las características antes mencionadas.

En Unamuno vemos una estrecha relación entre la espiritualidad y la poesía, porque en ella
“encontró en la poesía una auténtica vía de redención, el antídoto contra el veneno de su alma,
que no era tanto el exceso de racionalidad contra el que suele clamar, cuanto el exceso de «Yo»,
[…]” (Valverde,11: 1977). Así que buscaba acercarse a Dios a través del lenguaje poético. Es así
como en “¡Id con Dios!” califica sus versos como sus “actos de fe” (v.42). Además, deja entrever
que la poesía de Unamuno es el resultado de la meditación espiritual y la exteriorización del
interior del poeta: “sino vosotros sois de mi alma el fruto/vosotros reveláis mi sentimiento”
(vv.35,36). De igual forma en “La oración del ateo” se manifiesta la espiritualidad. Puede parecer
contradictorio pensar que este poema trate este tema, puesto que en un ateo hay una espiritualidad
nula. El título presenta una paradoja interesante ya que los términos “oración” y “ateo” resultan
contradictorios. Fernández Ochoa hablando sobre el uso de las paradojas en Unamuno, explica
que “la intuición vivencial llevó al pensador bilbaíno a expresar sus sentimientos mediante
afirmaciones paradojales, muy a la manera de San Juan de la Cruz” (Fernández, 2012: 406). De
manera que esta paradoja es una forma en la que Unamuno manifiesta el conflicto que había en
su interior entre la duda de la existencia en Dios y su necesidad de creer en él. Por eso es que
cuando la duda aparece (“cuando Tú de mi mente más te alejas, v.6”) más necesita de sus
“heraldos de esperanzas, vestidas del verdor de mis recuerdos” (“¡Id con Dios!”, vv.61,62) que
son “las plácidas consejas, con que mi ama endulzóme noches tristes (Oración del ateo, vv.7,8).
Es decir, su poesía, fruto de la meditación, era el faro de luz que disipaba la duda.

Es importante destacar la concepción unamuniana sobre Dios reflejada en estos poemas. En su


ensayo “Mi religión” confiesa “sinceramente que las supuestas pruebas racionales —la
ontológica, la cosmológica, la ética, etcétera— de la existencia de Dios no me demuestran nada
[…]” (Unamuno, 1907:3). En el poema “La oración del ateo” aparece una referencia a este
pensamiento cuando dice de Dios que es “Idea”. Explicando el significado de este concepto,
Fernández Ochoa dice que “Unamuno se aleja de la concepción de Dios como idea. Muy a la
manera de San Juan de la Cruz nos muestra que mientras anduvo por los campos de la razón no
logró hallarlo”, ya que Dios como “Idea” es “un concepto, un adjetivo sustantivado que
simplemente se puede pensar, pero con el que es imposible comunicarse” (Fernández, 2012:
409,410). Así que Unamuno no busca a un Dios abstracto e impersonal, sino un ser vivo y
dinámico “que vive en nosotros, en el que nosotros vivimos, nos movemos y somos” (Fernández,
2012: 410); un ser divino como el descrito en “¡Id con Dios!”, que viva en él a través de sus
versos: “Íos con Dios, pues con Él vinisteis, en mí a tomar, cual carne viva, verbo” (vv.31,32).

Esto último puede explicar el anhelo de Unamuno en buscar un Dios vivo: éste puede garantizarle
su inmortalidad. Por lo tanto, el poeta necesitaba su creencia en algo que lo salvara de los más
temía: la muerte. Este deseo por la inmortalidad está presente en ambos poemas. En “La oración
del ateo” habla de su sufrimiento por la inexistencia de un Dios dador de vida, y se consuela al
decir “si Tú existieras (Dios eterno) existiría yo también de veras.” (vv.13,14). Asimismo, en “¡Id
con Dios!” se hacen referencias a la relación entre Dios y la inmortalidad que el poeta desea: “íos
con Dios y que su soplo os lleve, a tomar en lo eterno, por fin, puerto.” (vv.63,64).

Por lo visto anteriormente, se puede afirmar que Unamuno utiliza su poesía como forma de
meditación filosófica para expresar sus conflictos existenciales. Es por eso que la misma posee
una densidad en la forma y una intensidad lírica.
BIBLIOGRAFÍA

Fernández Ochoa, Luis F, (2012) “El anhelo de dios en la obra de miguel de Unamuno”.
recuperado de http://www.scielo.org.co/pdf/esupb/v20n45/v20n45a08.pdf [22-11-2016].

Unamuno, M. de (1907): “Mi religión”, en Mi religión y otros ensayos:


http://www.ensayistas.org/antologia/XXE/unamuno/

López, J. (1985): “Personalidad lírica”, en Unamuno, Madrid, Júcar, pp. 53-86.

Valverde, J.M. (1977): “Introducción” a Unamuno, M. de, Antología poética, Madrid, Alianza,
pp. 7-16.

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