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En Unamuno vemos una estrecha relación entre la espiritualidad y la poesía, porque en ella
“encontró en la poesía una auténtica vía de redención, el antídoto contra el veneno de su alma,
que no era tanto el exceso de racionalidad contra el que suele clamar, cuanto el exceso de «Yo»,
[…]” (Valverde,11: 1977). Así que buscaba acercarse a Dios a través del lenguaje poético. Es así
como en “¡Id con Dios!” califica sus versos como sus “actos de fe” (v.42). Además, deja entrever
que la poesía de Unamuno es el resultado de la meditación espiritual y la exteriorización del
interior del poeta: “sino vosotros sois de mi alma el fruto/vosotros reveláis mi sentimiento”
(vv.35,36). De igual forma en “La oración del ateo” se manifiesta la espiritualidad. Puede parecer
contradictorio pensar que este poema trate este tema, puesto que en un ateo hay una espiritualidad
nula. El título presenta una paradoja interesante ya que los términos “oración” y “ateo” resultan
contradictorios. Fernández Ochoa hablando sobre el uso de las paradojas en Unamuno, explica
que “la intuición vivencial llevó al pensador bilbaíno a expresar sus sentimientos mediante
afirmaciones paradojales, muy a la manera de San Juan de la Cruz” (Fernández, 2012: 406). De
manera que esta paradoja es una forma en la que Unamuno manifiesta el conflicto que había en
su interior entre la duda de la existencia en Dios y su necesidad de creer en él. Por eso es que
cuando la duda aparece (“cuando Tú de mi mente más te alejas, v.6”) más necesita de sus
“heraldos de esperanzas, vestidas del verdor de mis recuerdos” (“¡Id con Dios!”, vv.61,62) que
son “las plácidas consejas, con que mi ama endulzóme noches tristes (Oración del ateo, vv.7,8).
Es decir, su poesía, fruto de la meditación, era el faro de luz que disipaba la duda.
Esto último puede explicar el anhelo de Unamuno en buscar un Dios vivo: éste puede garantizarle
su inmortalidad. Por lo tanto, el poeta necesitaba su creencia en algo que lo salvara de los más
temía: la muerte. Este deseo por la inmortalidad está presente en ambos poemas. En “La oración
del ateo” habla de su sufrimiento por la inexistencia de un Dios dador de vida, y se consuela al
decir “si Tú existieras (Dios eterno) existiría yo también de veras.” (vv.13,14). Asimismo, en “¡Id
con Dios!” se hacen referencias a la relación entre Dios y la inmortalidad que el poeta desea: “íos
con Dios y que su soplo os lleve, a tomar en lo eterno, por fin, puerto.” (vv.63,64).
Por lo visto anteriormente, se puede afirmar que Unamuno utiliza su poesía como forma de
meditación filosófica para expresar sus conflictos existenciales. Es por eso que la misma posee
una densidad en la forma y una intensidad lírica.
BIBLIOGRAFÍA
Fernández Ochoa, Luis F, (2012) “El anhelo de dios en la obra de miguel de Unamuno”.
recuperado de http://www.scielo.org.co/pdf/esupb/v20n45/v20n45a08.pdf [22-11-2016].
Valverde, J.M. (1977): “Introducción” a Unamuno, M. de, Antología poética, Madrid, Alianza,
pp. 7-16.