Vous êtes sur la page 1sur 10

Unidad 5:

1) El nombre:
El nombre de las personas humanas se encuentra incorporado en el CCC en
el art. 62, mencionando que está compuesto por dos elementos confirmativos:
el nombre de pila o prenombre, o nombre familiar, y el apellido o nombre
social. Además, reitera el código que el nombre tiene una naturaleza dual o
compleja (derecho-deber), siendo un atributo de la personalidad humana.

A) Reglas concernientes al prenombre


El art. 63 establece la legitimación, es decir, quienes están
legalmente autorizados para operar como agentes activos en la elección
del prenombre; y los límites, es decir, cuales son las pautas no
autorizadas para ello.
El inc. A trata lo primero, estableciendo un orden secuencial de a
quienes corresponde el derecho de elección del prenombre del recién
nacido (ambos padres o uno solo de ellos ante impedimento o ausencia del
otro, los guardadores del menor, el Ministerio Público, o el funcionario
del Registro del Estado Civil de las Personas que intervenga en la
inscripción del nacimiento). Los dos incisos subsiguientes (B y C)
enuncian las limitaciones a la elección de ese o esos prenombres,
estableciendo un claro ensanchamiento del ejercicio de la autonomía de la
voluntad: no pueden inscribirse más de 3 nombres, apellidos como
prenombres, primeros prenombres idénticos a primeros prenombres de
hermanos vivos, tampoco pueden inscribirse prenombres extravagantes.
Pueden inscribirse nombres aborígenes o derivados de voces aborígenes
autóctonas y latinoamericanas.

B) Apellido de los hijos


El art. 64 del CCC diseña la adquisición no ya del prenombre, sino
del apellido o nombre social para los hijos matrimoniales o
extramatrimoniales.
Respecto de los habidos en un matrimonio (heterosexual u homosexual,
según Ley 26.618 de Unión Matrimonial de Personas del mismo sexo), se
prevé que el niño tendrá el apellido de “alguno de los cónyuges”, lo que
surgirá de un acuerdo previo entre ambos o, en caso de no existir, de un
sorteo organizado por las autoridades del Registro Civil, pudiendo
agregar como segundo apellido el del otro. La única condición es que ese
mismo apellido, simple o compuesto, sea el impuesto a los hijos
sobrevinientes, conformando el apellido familiar.
En la filiación extramatrimoniales distingue si hay un solo
progenitor, en cuyo caso, el hijo llevará el apellido de madre o padre
que cumpla ese rol, o dos. En este último supuesto, si la filiación se
determina simultáneamente se aplican las reglas de la matrimonial, y si
la segunda filiación sobreviniera otra vez, como la autonomía de la
voluntad de los progenitores es la que lo determina mediante acuerdo, que
de no existir, se zanjará ya no por sorteo, sino por la decisión judicial
fundada atendiendo el interés superior del niño.

C) Apellido del menor de edad sin filiación determinada


El art. 65 establece que la persona menor de edad sin filiación
determinada debe ser anotada por el Oficial del registro del Estado Civil
y Capacidad de las personas, con el apellido que está usando o en su
defecto, con un apellido común.
Siendo que la filiación, en cualquiera de las variables que
contempla el art. 558 del CCC, es decir, por la naturaleza, por técnicas
de reproducción asistida o por adopción, es la que determina
prioritariamente el apellido de la persona humana, la norma contempla la
adquisición del apellido por aquellas personas menores de edad que no
tienen filiación detectable.
En tal sentido, siendo el apellido un derecho y un deber y atributo
de la personalidad, la ley procura que toda persona tenga el suyo,
estableciendo, en estos casos, la inscripción con el apellido que la
persona esté usando (obviamente, cuando se trata de personas
indocumentadas que sean menores de edad, ya que si son mayores se aplica
el art. 66); o en caso de no suceder tal extremo, si es por ejemplo, un
menor abandonado, deben hacerlo con un apellido común, como frecuente o
usual.

D) Casos especiales
Así como el art. 65 del CCC contempla la manera de adquisición del
apellido para los menores que no tienen filiación determinada, el art. 66
del CCC contempla la hipótesis de similar situación pero respecto de
mayores de edad.
En tal caso, siendo impensable que una persona ya mayor de edad, aún
indocumentada o con filiación desconocida, no use un apellido que lo
identifique, la pauta es que ese apellido “en uso” es el que, a su
pedido, puede ser inscripto registralmente, sin perjuicio de la eventual
determinación de su identidad biológica que pudiera sobrevenir (o no).

E) Cónyuges
El art. 67 del CCC regula la incidencia que, respecto del apellido,
puede tener el matrimonio, que junto con la filiación (pero a diferencia
de ella, voluntaria y no imperativamente), son las vías de adquisición de
aquel. Se establece que cualquiera de los cónyuges (sea matrimonio hetero
u homosexual), puede añadir a su apellido familiar el del otro cónyuge,
empleando la preposición “de” o sin ella.
En caso de ruptura del vínculo matrimonial, por divorcio o nulidad,
se pierde ese derecho, salvo que en función de las circunstancias, se
requiera y obtenga autorización judicial para mantenerlo. Pero si dicha
ruptura adviene por viudez, dicha autorización judicial no se requiere
para continuar con el uso del apellido marital, salvo que se contraigan
nuevas nupcias o se constituya una unión convivencial.

F) Nombre del hijo adoptivo


El art. 68 del CCC remite el tema al Instituto de la Adopción, pero sin
perjuicio de ello, se puede esquematizar del siguiente modo:
A) Respecto del apellido, la regla general es que la adopción impone al
hijo adoptivo el apellido del adoptante, excepto que con fundamento en
el derecho a la identidad, se pida “agregar” (como segundo apellido) o
“anteponer” (como primer apellido), el apellido de origen del adoptado
o del guardador que ha fallecido.
B) En la adopción plena, se diferencia si se trata de una adopción
unipersonal o conjunta. En el primer supuesto, el hijo adoptivo
llevará el apellido del adoptante, pudiendo este peticionar que sea su
propio apellido compuesto. En el segundo, se aplican las reglas de la
filiación matrimonial (art. 64, primera parte), con excepción también,
atendiendo al resguardo del derecho a la identidad del adoptado de que
se solicite agregar o anteponer el apellido de origen, teniendo en
todos los casos en cuenta la opinión del niño adoptivo, si tiene edad
y madurez suficiente.
C) En la adopción simple, tanto el o los adoptantes, como el adoptado (si
tiene edad y madurez suficiente) pueden peticionar que se mantenga el
apellido de origen como primer apellido, adicionándole el apellido
adoptivo o anteponiéndole el apellido del adoptante o de uno de ellos.
A falta de petición expresa, se aplican las penas de la adopción
plena.
D) Respecto del prenombre, la regla es que el mismo debe ser respetado y
sólo excepcionalmente “por razones fundadas en las prohibiciones
establecidas o en el uso de un prenombre con el cual el adoptado se
sienta identificado”, se puede autorizar judicialmente la modificación
del mismo.

G) Cambio de nombre
Está regulado en el art. 69 del CCC. Si bien como regla implícita se
mantiene el principio de inmutabilidad del nombre de las personas humanas
por estar comprometido en ello el orden público, se distinguen dos vías
de modificación: una solo administrativa, que operará respecto del
prenombre en supuestos de cambios de identidad de género, y respecto del
prenombre y del apellido, cuando mediare un caso de apropiación ilegal o
sustracción de identidad, lo cual sí requiere como condición previa una
declaración judicial que así lo califique; y otra, judicial, cuando se
invoquen y prueben “justos motivos” respecto de los cuales, la norma, sin
perjuicio de otros supuestos que el juez califique en un caso concreto,
propone algunos puntuales, tales como la incorporación del seudónimo en
lugar del nombre cuando hubiese adquirido notoriedad, la raigambre
cultural, étnica o religiosa de la persona, la incorporación del apellido
del otro progenitor cuando medie filiación en un matrimonio de personas
del mismo sexo, o la acreditación de que el nombre produce alguna forma
acreditada de afectación de la personalidad.

H) Acciones de protección del nombre


El art. 71 del CCC establece las 3 acciones que, tradicionalmente,
tutelan el nombre de las personas humanas: la acción de reclamación del
nombre (para quién el nombre le es negado, lo que suele suceder con la
negativa al reconocimiento de la filiación extramatrimonial, usualmente
paterna), la impugnación del nombre (cuando alguien cuestiona el uso del
nombre que, indebidamente, hace a otra persona, también por lo general,
atribuyéndose una filiación no reconocida o declarada) o la de tutela del
buen nombre o de supresión del nombre, que protege el honor de la persona
ante el empleo indebido y desdoroso de su nombre asignado a cosas
(animales, o personajes de fantasía).
En el caso de hacerse lugar a la acción de reclamación de nombre, se
debe ordenar por el juez la publicación de la sentencia; en los otros dos
supuestos, tal publicación puede peticionarse por el interesado y el juez
autorizarla si lo considera pertinente.
En los 3 supuestos, si se prueba la existencia de daños
(patrimoniales o morales), se podrá declarar una indemnización, así como,
obviamente, el cese del empleo del nombre respecto de quien no tiene el
derecho de usarlo. El legitimado natural para accionar será el propio
interesado, pero en caso de fallecimiento, podrán hacerlo sus
descendientes, cónyuge o conviviente (indistintamente) y en caso de falta
de estos, los ascendientes o los hermanos.

I) Seudónimo
Está establecido en el art. 72, que sostiene que el seudónimo notorio
goza de la tutela del nombre. El seudónimo, que es la auto designación
(ficticia, en el sentido de no correspondiente al nombre) que una persona
adopta para determinado ámbito de actividades (culturales, artísticas,
literarias, deportivas o similares), y que permite mantener en cierto
grado de privacidad su nombre real y, con ello, separar el ámbito de la
vida “pública” de la privada, cuando es notorio, cuenta con las mismas
acciones protectorias que tiene el nombre, según lo analizado
anteriormente.

2) El domicilio
A) Domicilio real
Está establecido en el art. 73 del CCC, que dice que la residencia
habitual de la persona humana en un lugar concreto, es la que determina
su domicilio real. En caso de multiplicidad de ellas, lo hará en la que
esa habitualidad sea la nota caracterizante. Para las relaciones
jurídicas inherentes a la actividad profesional o económica, será su
domicilio real el lugar donde las mismas se desempeñen.
Manteniendo el código la primaria distinción entre domicilio general
(que es el lugar donde la persona puede ser ubicada para el ejercicio de
la generalidad indiferenciada de los derechos y obligaciones de los que
sea titular) y domicilio especial (en el cual se singulariza la sede para
determinado rango de relaciones jurídicas en las que ella sea
protagonista), se mantiene, para el domicilio general de la persona
humana, la distinción entre domicilio real y domicilio legal.
El domicilio real está vinculado de manera directa con la noción de
residencia de la persona humana en un lugar determinado, con el
calificante de habitualidad.
Para materializar la determinación del domicilio como atributo de
ubicación espacial de la persona, se tienen en cuenta determinados
elementos fácticos, que son la residencia y la habitación, entendida la
primera como aquella en la cual la persona “vive” con visos notorios de
permanencia (aunque no sea de modo continuo) y la segunda como la
meramente circunstancial o transitoria. En el Código, este concepto
dogmático de “habitación” ha sido sustituido por el de “residencia
actual”, a diferencia del de “residencia habitual”, que califica a la
primera.
Ahora bien, para la conformación del domicilio real, se
involucrarían dos elementos que la doctrina asigna a la noción de
domicilio real, que son el “animus” o intención de permanecer allí,
aunque transitoriamente no se haga y el “corpus” o efectiva presencia en
el lugar, para desarrollar allí la vida cotidiana.
De la noción de domicilio también real, pero vinculada a la
actividad profesional o económica de la persona, estará determinado por
el lugar donde ella la desempeñe.
Cabe referir a que el domicilio real es el que cuenta con la
garantía constitucional de inviolabilidad de domicilio que consagra el
art. 18 CN, y que, además, ostenta los caracteres de voluntariedad (ya
que la persona es quien lo elige), necesariedad (como atributo de la
personalidad), unicidad (como intención legal de evitar su multiplicidad
por razones de seguridad jurídica dinámica) y mutabilidad (siendo que el
cambio de residencia habitual implica el cambio consecuente de su
domicilio real).

B) Domicilio legal
El art. 74 del CCC dice que el domicilio legal es el lugar donde la
ley presume, sin admitir prueba en contra, que una persona reside de
manera permanente para el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de
sus obligaciones.
El domicilio legal, como su nombre lo indica, es el impuesto por la
ley como supuesto alternativo, -junto con el real- de domicilio general,
y con carácter de presunción juris tantum, vale decir, la que no admite
prueba en contrario.
No puede crearlo la voluntad privada, sino sólo una norma legal que
lo consagre e involucra 4 supuestos: el de funcionarios públicos que no
cumplan funciones meramente transitorias, el de los militares en servicio
activo, el de las personas sin domicilio real, por carecer de residencia
habitual y el de los incapaces de ejercicio cuando están sometidos a
representación legal.

C) Domicilio especial
Establecido en el art. 75 del CCC, el domicilio especial es aquel que
cumple efectos solo para determinado ámbito de relaciones jurídicas – a
diferencia del general que, como regla, involucra todas en las que la
persona sea protagonista – se limita al denominado domicilio contractual
o convencional, que es aquel convenido en un negocio jurídico bilateral,
como el lugar en el cual cada una de las partes será válidamente
anoticiada para el ejercicio de los derechos o el cumplimiento de las
obligaciones que se deriven de ese contrato.
El domicilio especial, acotado ahora solamente al supuesto de una
relación contractual, a diferencia del domicilio real, no es necesario,
ni único, ni es un atributo de la personalidad, ni necesariamente se
extingue con la vida de la persona, ya que puede ser vinculante para sus
herederos.
Es una manifestación del ejercicio de la autonomía de la voluntad
que, obviamente, no tiene ninguna referencia necesaria con el real ni con
el legal, es mutable, no formal, y transmisible (por ejemplo, si se cede
la posición contractual).

D) Cambio de domicilio
El art. 77 del CCC establece que el domicilio puede cambiarse de un
lugar a otro y que esta facultad no puede ser coartada por contrato ni
por disposición de última voluntad.
Estableciéndose, además, que el cambio de domicilio se verifica
instantáneamente por el hecho de trasladar la residencia de un lugar a
otro, con ánimo de permanecer en ella.
La norma comentada patentiza la libertad de la persona en orden a la
elección del lugar donde fija su residencia habitual (que constituye su
domicilio real y la invalidez de las normas contractuales o
testamentarias que pudieran condicionarla), resaltando el carácter de
mutable y de libre elección.

E) Domicilio ignorado
El art. 76 del CCC prevé el supuesto de personas que no tienen
domicilio conocido, en cuyo caso, el domicilio (que será legal, aunque el
precepto no aparezca formalmente integrado a la enunciación del art. 74,
y lo será así porque es creado por voluntad de la ley y no de la persona)
estará determinado por la residencia circunstancial, o lo que se
denominaba desde la doctrina “habitación”, o como reza el precepto “el
lugar donde se encuentren”.
Lo que se agrega es que si se desconoce cuál es el lugar donde se
encuentran, cumplirá los efectos de domicilio el último que hubieran
tenido conocido (debe entenderse que el último domicilio real).
F) Efectos
El art. 78 del CCC establece que el domicilio determina la
competencia de las autoridades en las relaciones jurídicas. La elección
de un domicilio produce la prórroga de la competencia. La atribución de
competencia territorial para el juzgamiento de las relaciones jurídicas
en que la persona intervenga es una de las consecuencias del domicilio. Y
siendo éste (como domicilio real, vale decir, aquel en el cual el
condicionante fáctico para su conformación está en la residencia habitual
en un lugar determinado) esencialmente mutable y libremente legible, esa
atribución de potestad jurisdiccional estará relacionada a la consecuente
mutación de aquel. Lo dicho vale también para el domicilio especial, que
es el contractual, convencional o de elección.

G) Ausencia
El art. 79 del CCC establece que la desaparición física de una
persona humana de su domicilio, sin que se conozca su paradero, y sin que
exista un apoderado con atribuciones suficientes para la administración
de su patrimonio, justifica la apertura del proceso judicial de
declaración de simple ausencia y la designación de un curador a sus
bienes, si fuera menester.
La ausencia debe implicar un tiempo razonable como para generar en
sus allegados una lógica preocupación por la misma, y además, la
necesidad de prever lo inherente a la administración de sus bienes, y que
no se conozca su paradero, habiéndose instrumentado acciones tendientes a
intentar ubicarlo.
Asimismo, siendo que la declaración judicial de ausencia simple
atiende prioritariamente a la situación patrimonial (y no a la personal)
del ausente, y tiene una connotación provisoria hasta tanto él reaparezca
o se declare su presunción de fallecimiento, se requiere para su
procedencia, que haya bienes que requieran ser administrados, y que no
haya dejado un apoderado con facultades para hacerlo.

H) Presunción de fallecimiento
El art. 85 del CCC establece que la ausencia de una persona de su
domicilio, sin que se tenga noticia de ella por el término de 3 años,
causa la presunción de su fallecimiento, aunque haya dejado apoderado.
Este plazo se cuenta desde la última noticia del ausente.
En la presunción de fallecimiento, el propósito es dar respuesta a
una problemática mayor al hecho objetivo de la ausencia, cuales saber si
la persona desaparecida, está viva o se la puede tener por fallecida,
aunque no se tengan noticias fehacientes de su deceso, con todas las
proyecciones personales y patrimoniales que esa declaración implica.
El plazo establecido en la norma se computa desde la ausencia, si
nunca se tuvo noticias de la persona o desde la última noticia de ella,
si sobreviene a la ausencia, siendo irrelevante la existencia de
apoderados, ya que no se trata de proteger los bienes del ausente, sino
resolver lo inherente a su existencia misma. Los 3 años son un plazo
mínimo para promover el requerimiento judicial de la declaración, y nada
obsta a que la misma se instrumente después, aunque no pueda hacerse
antes.
Por último, cabe consignar que el instituto en análisis debe
diferenciarse claramente del supuesto en el cual media certeza sobre la
muerte del individuo, pero no se ha podido encontrar o identificar el
cadáver de este. Este último caso está regido en el art. 98, segundo
párrafo CCC.

3) Derechos y actos personalísimos


A) Inviolabilidad
El art. 51 del CCC establece que la persona humana es inviolable y
en cualquier circunstancia, tiene derecho a reconocimiento y respeto de
su dignidad. La noción de inviolabilidad de la persona humana es bacilar
y abarcativa de todas las manifestaciones de tutela de los derechos
personalísimos de este código.
Este concepto mismo de inviolabilidad de la persona tiene correlato
con el proceso de despatrimonialización (la mirada está puesta no solo en
lo que tiene) y guarda alguna forma de paralelismo con la protección
constitucional de la inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia
privadas, como son los inherentes a la intimidad.
A su vez, relacionar esa inviolabilidad personal con el concepto de
dignidad implica la tutela de los derechos de la personalidad: todos los
derechos personalísimos se fundan en el reconocimiento de una dignidad
que corresponde a cada ser humano, por el solo hecho de serlo, y por
ello, para englobar a todos esos derechos en una expresión única, se
utiliza la expresión “derecho a la dignidad”.
La convención americana sobre D.H. (Pacto de San José de Costa Rica,
que integra el contexto de normativa convencional constitucionalizada por
el art. 75 inc. 22 CN, reforma 1994) dispone en su art 11 inc 1° que
“toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de
su dignidad”.

B) Afectación a la dignidad
El art. 52 del CCC establece que la persona lesionada en su
intimidad personal o familiar, honra o reputación, imagen o identidad o
menoscabada en su integridad personal, pueda reclamar la prevención y
reparación de los daños sufridos.
La norma alude a diversos supuestos que, desde la doctrina se
reconocen como los relacionados al ámbito de la denominada “integridad
espiritual” de la persona (intimidad, honor, imagen e identidad), pero
dejando abierta la perspectiva de afectación de la dignidad por otra vía
lesiva no enunciada de modo expreso, legitimándola para reclamar la
indemnización por daños y perjuicios correspondientes.
En cuanto a los derechos de la personalidad o personalísimos, se
pueden agrupar en 3 grandes categorías: los derechos a la integridad
personal o física de la persona, que involucren al derecho a la vida, los
actos dispositivos sobre el propio cuerpo, las prácticas o tratamientos
médicos sobre él, el consentimiento para actos riesgosos, el derecho
sobre la propia vida y sobre el propio cadáver con sus vinculaciones con
la eugenesia y la eutanasia; los derechos de libertad (que básicamente
están tutelados en la CN dentro de las declaraciones de los derechos y
garantías) y los derechos a la integridad espiritual de la persona,
esencialmente, al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la
identidad.

C) Derecho a la imagen
Establecido en el art. 53 del CCC, se establece que para captar o
reproducir la imagen o la voz de una persona de cualquier modo que se
haga, es necesario su consentimiento.
La tutela del derecho a la imagen propia o a emanaciones de la misma
(como lo es la voz), configura uno de los derechos personalísimos a la
integridad espiritual.
La regla es que la captación o reproducción son dos estadías
diferenciados, aunque el segundo conlleve al primero de la imagen de una
persona no está permitida si no median las circunstancias habilitantes
que el mismo precepto concentra: consentimiento, eventos públicos,
cuestiones de interés público o ejercicio del derecho a regular de
informar.
En caso de personas fallecidas, el consentimiento lo suplen los
herederos, y pasados 20 años de la muerte, la publicación es libre, salvo
que fuera ofensiva.
D) Actos peligrosos
El art. 54 del CCC establece que no es exigible el cumplimiento del
contrato que tiene por objeto la realización de actos peligrosos para la
vida o la integridad de una persona, excepto que correspondan a su
actividad habitual y que se adopten las medidas de prevención o seguridad
adecuadas.
En el mundo mediatizado del S XXI son frecuentes los vínculos
contractuales por los cuales el opus comprometido por ésta, implica la
realización de actos o actividades que implican un serio riesgo para su
vida o integridad física. En tales supuestos, que involucran no sólo
deportes de alto riesgo, sino también actividades profesionales o
laborales similares, el margen de disposición de los derechos
personalísimos relacionados a la vida y a la integridad corporal, tiene
un límite:
La perspectiva de revocación unilateral de consentimiento prestado
para la realización de esa actividad riesgosa sin consecuencias
patrimoniales, con la sola excepción de que el obligado a realizarla la
haga profesional o habitualmente, lo cual reduce la magnitud del riesgo y
que se adopten las medidas de seguridad que el caso amerite.

E) Disposición de derechos personalísimos


El art. 55 del CCC establece que el consentimiento para la
disposición de los derechos personalísimos es admitido si no es contrario
a la ley, la moral o las buenas costumbres. No se presume, es de
interpretación restrictiva y libremente revocable.
Los derechos personalísimos, siendo derechos subjetivos, que hacen a
la esencia de la persona misma, son como regla, indisponibles, es decir,
que esto implica que la perspectiva de transferirlos o renunciarlos, como
pauta de base, está prohibida.
Ahora bien, hay numerosos supuestos en la vida cotidiana en los
cuales sin abdicarse de ese rango singular que los caracteriza, se
evidencia la posibilidad de permitir su “disponibilidad relativa”, o bien
de tolerar su afectación sin reclamar por ello, o bien de prestar el
consentimiento que debe ser expreso para la realización de actos, por
parte de la propia persona o terceros.
Esto es lo que sucede entre otros tantos casos de la vida cotidiana,
con el consentimiento informado prestado por el paciente para la
afectación de su integridad corporal para algún acto médico o con el que
se vincula con la relación de vínculos contractuales con terceros de
actividades de alto riesgo (deportes de alto riesgo, actividades
profesionales riesgosas) o en supuestos en los cuales la propia dignidad,
honra o intimidad es colocada en situación subalterna para el logro de
fines menos pausibles (las figuras de espectáculo que aceptan o promueven
escándalos mediáticos), etc.
Para el consentimiento se requieren tres exigencias: nunca se
presume, en caso de duda sobre si existe o no la interpretación debe ser
restrictiva, y además siempre es revocable; y en principio, sin
responsabilidad resarcitoria alguna.

F) Actos de disposición sobre el propio cuerpo


Está establecido en el art. 56 CCC y la regla general de indisponibilidad
de los derechos de la personalidad también se aplican en los actos
dispositivos sobre el propio cuerpo, que es el ámbito dentro del cual
suponen una disposición efectiva, como sucede con el consentimiento
prestado para las intervenciones quirúrgicas o ablaciones.
La pauta básica es que dichos actos dispositivos, si producen una
alteración –como disminución- que sea permanente, o bien tengan un fin
prohibido por la ley o contraria a la moral o las buenas costumbres,
están prohibidos.
Sólo estarán permitidos si están proyectados hacia un mejoramiento
de la salud de la propia persona o de otro, y siempre dentro de lo que
admite la normativa vigente.
Basicamente, tales hipótesis, podrían ser en casos de cirugías
mutilantes con fines terapéuticos (extracción de un órgano o segmento del
organismo enfermo para evitar la propagacion de la enfermedad a todo el
organismo) o las cirugías de adecuación de sexo, cuando han sido
autorizadas judicialmente, o los trasplantes de órganos entre vivos,
realizados conforme la ley, o la separación quirúrgica de siameses, etc.
Obviamente, funcionan en estos casos el funcionamiento informado
previo, que no se presume, no puede ser prestado por un representante
(salvo mediar una directiva anticipada del propio interesado) y es
revocable.

G) Prácticas prohibidas
El art. 57 del CCC establece que está prohibida toda práctica
destinada a producir una alteración genética del embrión que se transmita
a su descendencia. Aun cuando propiamente el supuesto regulado en la
norma no configure un “acto de disposición sobre el propio cuerpo”, sino
más bien actos operados sobre material genético de la persona que puedan
tener incidencia en su descendencia (y ese material genético,
normalmente, para ser operado tiene que haber sido previamente extraído
del cuerpo de los comitentes o de los donantes anónimos si los hubiera,
ya sean óvulos o espermatozoides), la norma asienta la proscripción
absoluta del laboreo médico o científico sobre el mismo que tenga por
finalidad la alteración (estética, racial, selectiva, o que de cualquier
manera modifique, por la mano del hombre, la constitución genética de
personas por nacer, vinculadas o no a los aportantes de ese material
genético).
Desde el momento en que el código contempla la posibilidad y la
licitud de la fecundación humana asistida, ya sea con material genético
aportado por la propia pareja comitente de la misma (heterosexual u
homosexual, matrimonial o convivencial) o incluso con material genético
aportado por terceros, la norma comentada proscribe para el resguardo del
derecho a la inviolabilidad y a la dignidad de la persona que postula el
art. 51 del CCC, buscar dentro de esa fecundación humana asistida, una
alteración de la constitución genética del embrión, ya sea por vía de la
selección del sexo o de cualquier otro rasgo físico, intelectual o
caracterológico del ser en gestación, con la sola salvedad de que dicha
incidencia tenga como fin evitar enfermedades genéticas hereditarias o
no.

H) Investigaciones en seres humanos


Está regulado en el art. 58 del CCC, cual es el de las investigaciones
medicas en seres humanos, vale decir, las practicas medicas en las
personas que no se corresponden con medicamentos, tratamientos, terapias,
vacunas, medios de prevención de enfermedades o en general, cualquier
tipo de mecánica preventiva o curativa que no cuente con la consolidación
de la comunidad cientifia en orden a su efectiva eficacia en relación con
el fin que busca.
Obviamente que el carácter experimental de la prestación supone que
la misma no queda sólo legitimada con la satisfacción de los recaudos
enunciados en el articulo (tendientes a garantizar el acotamiento de
riesgos a los pacientes, el cuidado de la viabilidad científica de la
investigación y de la idoneidad técnica de los prestadores, la protección
de la intimidad de las personas involucradas, el otorgamiento de su
consentimiento informado fehacientemente documentado), mientras no se
cumpla con lo previsto en los incisos C y D (aprobación previa a la
prestación por parte de un comité acreditado de evaluación ética de la
investigación y la autorización de autoridad pública de control de
salud).

I) Consentimiento informado para actos médicos e investigaciones en salud


Se encuentra plasmado en el art. 59 del CCC y la norma regula el
importante tema del consentimiento informado del paciente para todo acto
médico que le incumba, a nivel meramente diagnóstico, en supuestos de
investigaciones en salud y, especialmente, en prácticas preventivas o
curativas que supongan alguna forma de intervención sobre su organismo.
El art. Determina y explicita que en sus alcances y conformación,
uno de sus elementos más relevantes en el resguardo de la dignidad
personal, cuando esa dignidad se enfrenta a uno de los supuestos de
afectación más sensible: la enfermedad. Y la corporización de esa
mecánica de resguardo de la dignidad de la persona tiene nombre y
apellido: el consentimiento informado.

J) Directivas médicas anticipadas


El art. 60 del CCC regula las denominadas “directivas médicas
anticipadas” o actos de autoprotección, “living wills” o testamentos de
salud, mediante las cuales una persona, en pleno uso de su capacidad de
obrar, puede anticipar directivas respecto de la cual sea su voluntad en
orden de tratamiento de su salud en caso de enfermarse, o conferir un
mandato a una o más personas determinadas para que, en caso de
capacitarse, asuman su representación prestando consentimiento previsto
en el art. Precedente. En caso de ser necesario, o asumiendo su curatela,
si fuera menester discernirla judicialmente.
Este testamento vital, cuyas diferencias con los testamentos
patrimoniales que regula el derecho sucesorio son notorias, ya que
propenden a actos que hacen a la propia persona y no a su patrimonio, y
además son actos entre vivos y no mortis causa –se distingue, a su vez,
del consentimiento informado para el rechazo de las terapias invasivas en
que aquel es expedido estando la persona fuera del cuadro médico que las
determina, generando una suerte de preconstitución de prueba de su
voluntad para ser aplicada si las circunstancias futuras así lo requieren
y su estado de salud le impide manifestarla, entonces.

K) Exequias
Establecido en el art. 61 del CCC, se prevé el derecho que le asiste
a toda persona humana de disponer libremente de su cadáver –siempre
dentro de las pautas lógicas de la moral y las buenas costumbres-
fundamentalmente, en dos aspectos: por una parte, el modo y
circunstancias de sus exequias e inhumación, vale decir, la manera en la
cual la persona quiere que sus despojos mortales sean tratados cuando
ocurra el fin de su existencia (sepelio con o sin velatorio, inhumación o
cremación, etc.) y, por la otra, el destino que, de manera integral (si
se dispone que el cadáver sea destinado a investigaciones científicas en
la facultad de medicina), o parcial (si se es donante de órganos de
origen cadavérico), se le quiera dar al cuerpo de la persona cuando ella
fallezca.

Vous aimerez peut-être aussi