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José Luis Padula

Tucumán, 30 de octubre de 1893; Buenos Aires, 12


de junio de 1945.

Guitarrista, armoniquista, pianista, bandoneonista,


director y compositor, fue coautor del rosarino Arturo
Juan Rodríguez y otros autores provincianos
olvidados por la llamada “Gran Historia”, aunque no
sabemos si “Historia Grande”.  

José Luis Padula nació en Tucumán el 30 de Octubre


de 1893 y desde su adolescencia gustó incursionar
por los ambientes de extramuros, en los cuales
aprendió a tocar de “oído” el piano y el bandoneón.
Llegó un día a Buenos Aires, meta de su consagración, pero su inquietud le llevaba a
realizar continuamente extensas giras.  

Allá por el año 1908, según sus propios recuerdos, Padula dio forma a un tango que
tituló “9 de Julio” y dos años después otro: “Lunes 13”. Estas dos primeras obras
consagraron a Padula como un auténtico e inspirado compositor. Durante la década
de 1910, siguió cosechando composiciones destacadas, como por ejemplo el tango “El
parnaso”, editado en 1912 por Ortelli Hermanos: “A los distinguidos señores”  Ramón
Achotegui, Luis Arrazola, Teniente 1º Héctor Calderón, Miguel Capucci. Teniente
Natalio Faverio, Carlos González Delgado, Vicente Jorba (h), Artemio F. Masolino,
Subteniente Rodolfo Mujica, J. Requena Gallo, Avelino Sodupe,  Dr. J. Torres
Altamira, Subteniente A. C. Valette y Martín Viale. 

Desde fines de los años diez y hasta los primeros años del veinte, Ortelli imprimió
seguidamente otros tangos de Padula que fueron verdaderos aciertos como: “El taita
caballerito”, “Dulce tango”, “¿Qué querés con tu elegancia?”, “De mis pagos”,
-dedicado a su amigo Rafael Rossi- y el popularísimo “Tucumán”, en homenaje a su
tierra natal, y que por obra de Juan D’Arienzo perdurara en el reportorio de las grandes
orquestas. En 1924, dio a conocer su bello tango “Memorias”, que editara Pirovano  y
que grabara poco después Osvaldo Fresedo en Odeón.

En el año 1928, Padula se radicó definitivamente en Buenos Aires, componiendo entre


varias obras de nota, las zambas “La Llorona” (grabada brillantemente por su orquesta
norteña en 1930, para discos Colombia), “La Gaucha”, “La quebrada de Lules”,
“Corazones amantes”; las rancheras “La mentirosa”, “La Buenamoza” y el vals “Me
duele el alma”.

Otro de sus tangos famosos fueron: “25 de mayo”, cuya letra escrita por Enrique
Cadícamo, fue cantada por Teófilo Ibañez con la orquesta de Firpo -(como me acota el
coleccionista C. Lanner de Austria, no debe confundirse esta obra ni con el tango de
Arolas ni con la ranchera que grabó Charlo)-,  y sin duda alguna, el tango “Lunes”
(Lunes 13), que lleva letra del genial poeta Francisco García Jiménez. Este tango fue
dedicado por Padula al maestro Francisco Canaro –quien lo grabó en 1927-, y a
Minotto Di Cicco, con esta frase: “Al creador del Tango-Milonga Francisco Canaro, y al
sin rival ejecutante del bandoneón Minotto Di Cicco, dedico afectuosamente”. Dicha
versión fue registrada por el cantor y guitarrista Mario Pardo y en la década del
cuarenta fue potenciada por el conocido disco de la orquesta del Alfredo De Angelis
con la voz de Carlitos Dante. “Bicho feo” (no confundir con un homónimo de Enrique
Maciel grabado por Corsini), fue ejecutado con valía por la orquesta de Anselmo Aieta,
que también le llevó al disco el tango “Pasó a la historia”.  

Por sugerencia de Agustín Magaldi, que deseaba cantar “9 de Julio”, Padula accedió a
modificar la primera parte de su obra, agregándole una melodía cantable y requiriendo
a su colaborador Lito Bayardo, los versos que tornaron óptima a la obra para ser
cantada. Finalmente Magaldi la grabó en discos Brunswick, con singular éxito. Según
Bayardo, este tango fue cantado en su casa de Rosario, a dúo por Agustín Magaldi y
Carlos Gardel en una reunión privada.  

En 1930, su orquesta norteña inició su labor discográfica en el sello Columbia,


registrando numerosas placas de chacareras, zambas, rancheras y valses, que por
suerte conservamos.  Su ranchera “La Mentirosa”, fue un notable éxito de su orquesta
y de la estilista Virginia Vera, quien también formaba parte del elenco estable de
artistas de la casa Columbia.   

En 1932 participó en el espectáculo evocativo llamado “El tango porteño”, integrando


la “Orquesta de la Guardia Vieja” Ponzio-Bazán que completaban: el guitarrista y
violinista Eusebio Aspiazu, “el Cieguito” (1865-1945); el contrabajista, violinista y actor
teatral Eduardo E. ArbolErezcano (¿?; 1953); el pianista, bailarín, director y compositor
uruguayo (1878-1941) Enrique Saborido, el violinista Ernesto Juan Muñecas,
erróneamente consignado como Enrique (¿?; ¿?), el violinista y codirector Ernesto
Ponzio, “el Pibe Ernesto” (1885-1934); el clarinetista, saxofonista y codirector Juan
Carlos Bazán (1887-1936); el violinista Alcides Palavecino (¿?-1963), José Luis
Padula en guitarra, el flautista Vicente Pecci (“el Tano Vicente”) (1886-1945) y el
guitarrista Domingo Pizarro (¿?; ¿?), todos ellos ejecutantes destacados del tango.   

En 1933, colaboró con su amigo Carlos Gardel, participando en la revista de Ivo


Pelay “De Gabino a Gardel”, en el Teatro Nacional de la calle Corrientes, haciendo el
papel de Villoldo. En un acto de la pieza, Padula ejecutaba la guitarra y la armónica, al
igual que el genial compositor de “El choclo”.   

Hacia 1935,  pasó a grabar discos en la casa Odeón, contando como vocalista nada
menos que a Ángel Vargas. El gran cantante grabó entre otros temas, el tango
“Brindemos compañeros” de Padula y Cadícamo, y la ranchera “Ñata linda”,
composición también creada por el binomio Padula-Bayardo. De aquella tanda
de  versiones de la orquesta que afortunadamente poseemos, también merece
destacarse la milonga “Picante”, otra de las grandes melodías de Padula que fue
grabada exitosamente por su inspirador y posteriormente por el maestro Rodolfo Biagi.
Debe señalarse, que tanto en las versiones de discos Columbia u Odeón, ora sea con
el trío o con la orquesta, Padula participaba desde el bandoneón o desde el piano en
cada una de las grabaciones.  

Dentro de su distinguida obra autoral podemos anunciar, el vals “Jardín florido” con
letra del autor rosarino Lito Bayardo, gran amigo de Padula que también escribiera los
versos de “9 de julio” y “La mentirosa”. A propósito del vals precitado, que cuenta con
la famosa grabación del conjunto folklórico cordobés “Los del Suquía”,  podemos
recordar la siguiente dedicatoria de su creador: “A la prestigiosa poetisa Sra.
Evangelina Mercado Vera y a su esposo Elías Mercado Vera, con la mayor estimación.
El Autor” (J. L. P.). “Grabado en discos Odeón por la Orquesta J. L. Padula”. La obra
había sido editada en papel por la Editorial Perroti, en el mes de noviembre de 1934.  

Hacia 1938, volvió a componer con la colaboración autoral de Enrique Cadícamo. Fue
así que surgió el tango “Gemido”, que publicara en Buenos Aires, Américo Argentino
Vivona.   

En 1941, dedicó el tango “Bardi”, al gran compositor con esta leyenda: “A la memoria
de mi viejo amigo y gran compositor Agustín Bardi”. Edición Ricordi. En el mismo año,
susodicha editorial publicó otro tango de Padula, intitulado “El guaraní”. Y también
compuso el tango “Violetas”, con letra de Héctor Marcó. Publicado por Buccheri el 10
de junio de 1941. “Al excelentísimo Dr. Elkin, caballero y amigo, a quien todos los
artistas confían el destino de su garganta por la maestría de su sabia mano”.- Los
autores. Debemos recordar, que el prolífico letrista Héctor Marcó, era desde los años
treinta un reputado cantor radial, y que tuvo problemas en sus cuerdas vocales y fue
tratado por el eminente cirujano. Con el paso del tiempo, el problema fónico de Marcó
fue insalvable y debió retirarse del canto, aunque no del ambiente musical, ya que fue
sin duda alguna, uno de los más talentosos letristas del género.  

Otras de las obras de este genial compositor han sido la ranchera “Con los colores del
cielo”, los valses “Mi vida”, “Noche de estrella” (con letra de Cadícamo), “Me duele el
alma”, letra de Bayardo grabado por Virginia Vera; la zamba “Ladrona de corazones”
(de 1937) y muchos más.    

La editorial Perroti anunciaba en 1973 este homenaje: “En la historia del tango José
Luis Padula ocupa justicieramente uno de los primeros capítulos. Por los caminos de
la Patria, fue el juglar trashumante, sembrador de motivos populares, que brotaron de
la sensibilidad de su alma criolla, para interpretarlos en su armónica o su guitarra,
primeros instrumentos con los que aprendió a arrancar melodías, ya de tierra adentro,
ya de temas ciudadanos. El día 12 de junio de 1945, a los 51 años, cuando aún mucho
podía esperarse de su inspiración, José Luis Padula falleció en nuestra Capital".

9 de Julio
La Declaración de Independencia de la Argentina fue una decisión tomada por
el Congreso de Tucumán que sesionó en la ciudad de San Miguel de Tucumán de las
entonces Provincias Unidas del Río
de la Plata. Con dicha declaración
se hizo una formal ruptura de los
vínculos de dependencia política
con la monarquía española y se
renunció a toda otra dominación
extranjera. Fue proclamada el
martes 9 de julio de1816 en
la casa propiedad de Francisca
Bazán de Laguna, declarada
Monumento Histórico Nacional en 1941.

El Día de la Independencia de la República Argentina se celebra cada 9 de julio.

El 6 de julio de 1826, el presidente Bernardino Rivadavia ordenó que el 9 de julio se


conmemorase juntamente con el 25 de mayo pues consideraba que la repetición de
estas fiestas irroga perjuicios de consideración al comercio e industria.

Pero Juan Manuel de Rosas, durante su segundo gobierno, y a punto de celebrar los


20 años de la Declaración de la Independencia, dispuso mediante un decreto
promulgado el 11 de junio de 1835, que la celebración del 9 de julio debía hacerse con
los mismos preceptos que el 25 de mayo.

Por otra parte, la independencia fue reflejada en el tango "9 de Julio" del compositor
tucumano José Luis Padula, quien en 1916, al cumplirse el centenario de nuestra
independencia, compuso este tango. La partitura tiene como alegoría precisamente la
independencia y la casa de Tucumán.

La primera grabación correspondió a la orquesta de Roberto Firpo, quién incluyó en la


misma los gritos de alegría por la independencia lograda.

El tango se popularizó instrumentalmente en los años treinta por Francisco Canaro y


luego tuvo su mayor suceso en la versión rítmica de Juan D'arienzo, que la grabó en
varias oportunidades.
Este tango tuvo dos letras, una de Lito Bayardo, donde se evoca un romance, y otra
de Eugenio Cárdenas, quien escribe los versos dedicados a la fecha patria. Esta letra
tuvo sólo una grabación comercial que perteneció al maestro Alberto Marino. 

Letra

Sin un solo adiós


dejé mi hogar cuando partí
porque jamás quise sentir
un sollozar por mí.
Triste amanecer
que nunca más he de olvidar
hoy para qué rememorar
todo lo que sufrí.

Lejano Nueve de Julio


de una mañana divina
mi corazón siempre fiel quiso cantar
y por el mundo poder peregrinar,
infatigable vagar de soñador
marchando en pos del ideal con todo amor
hasta que al fin dejé
mi madre y el querer
de la mujer que adoré.

Yo me prometí
lleno de gloria regresar
para podérsela brindar
a quien yo más amé
y al retornar
triste, vencido y sin fe
no hallé mi amor ni hallé mi hogar
y con dolor lloré.
Cual vagabundo cargado de pena
yo llevo en el alma la desilusión
y desde entonces así me condena
la angustia infinita de mi corazón
¡Qué puedo hacer si ya mis horas de alegría
también se fueron desde aquel día
que con las glorias de mis triunfos yo soñara,
sueños lejanos de mi loca juventud!

El esplendor de la década del ´20

Empiezan a surgir las orquestas típicas (integradas por tres o cuatro


bandoneones, tres o cuatro violines, un piano, un contrabajo y un cantor
de “estribillos”). El tango crece y se expande de la mano de sus  directores,
músicos y compositores  como Francisco Canaro, Roberto Firpo, Juan
Maglio, Osvaldo Fresedo y Julio de Caro; de sus poetas: Celedonio Flores
(con sus marcados versos lunfardos) y Pascual Contursi (el autor del
primer tango canción). Es el momento en que el tango comienza a
transformase en una “música mayor”.   Surgen obras inmortales como
“Quejas de bandoneón” de Juan de Dios Filiberto, “Flores negras” de
Francisco Canaro, “Tierra querida” de De Caro, y las obras de Arolas, de
Greco y de Agustín Bardi, entre otros.
Lozano Sidro, 1925

Sin
embargo, hasta ese momento era muy  mal
visto por las personas de “buenas
costumbres” que, escandalizadas por el
desparpajo y la sensualidad de su danza,
lo consideraban un género menor ligado a
costumbres non sanctas y a personajes de
baja “calaña”.

Es recién en la década del ´20 cuando


estalla en popularidad y penetra en todas
las clases sociales especialmente cuando
la clase alta, tan atenta a las tendencias parisinas, comienza a observar
el fenómeno que produce el tango en Paris . Era la época de la  Belle
Epoque, cuando el romance de ida y vuelta entre Buenos Aires y París
estaba en su esplendor. Mientras Buenos Aries seguía las tendencias
impuestas por la capital europea en el
estilo de las construcciones edilicias, en
la moda, y en el intento de “adoptar”
algunos de sus modales y costumbres,
el tango triunfa en París con la llegada
de algunos de los músicos y directores
de orquestas típicas más representativos del momento.

Después del impacto del tango en Francia, comienza a ser adoptado por
todas las clases sociales,  expandiéndose hacia todos los rincones de la
ciudad de Buenos Aires . Es el protagonista de los teatros, los cabarets, los
salones de baile, los clubes, la radio, los bares y el cine, este último
gracias especialmente a Carlos Gardel.

Ilustración 1 Salvador Bartolozzi, 1926


Es a través de  sus películas que el tango llega  primero a
Nueva York, luego a toda América y de allí al mundo
entero por la seducción que ejercen el   carisma, la pinta, el estilo y
particularmente esa voz única de “El gran zorzal criollo”, con que marcó al
tango para siempre.

La década del ´30

Ya hacia fines del ´20 aparece en escena un poeta muy particular.  Enrique
Santos Discépolo  considerado el “gran cronista social del tango”, quien
con su estilo de poesía directa describió descarnadamente tanto los
dolores, pesares y bajezas del hombre como la  desesperanza social. Y si
bien su pluma fue fundamental en la Orquesta Sinfónica de Tango, 1930
historia del tango, su definición del
mismo era “ese sentimiento triste que
se baila”.

Su obra se hizo eco de la crisis del ´30 que hizo estragos en nuestro país


dentro del marco internacional de desconcierto, enfermedades, escasez y
pobreza en lo que fuera la  antesala de la segunda guerra mundial . Es su
tango “Yira yira” el que describe como nadie lo hizo esa desesperanza en
la que se encontraba sumergido el hombre de ese tiempo.

“Cuando la suerte que es grela, fayando y fayando te largue parao, cuando


estés bien en la vía, sin rumbo, desesperao, cuando no tengas ni fe, ni
yerba de ayer secándose al sol. Cuando rajés los tamangos buscando ese
mango que te haga morfar la indiferencia del mundo que es sordo y es
mudo, recién sentirás: VERAS QUE TODO ES MENTIRA, VERAS QUE
NADA ES AMOR, QUE AL MUNDO NADA LA IMPORTA, YIRA YIRA...
AUNQUE TE QUIEBRE LA VIDA, AUNQUE TE MUERDA UN DOLOR, NO
ESPERES NUNCA UNA MANO, NI UNA AYUDA, NI UN FAVOR”.    
En 1935 en un accidente de avión en Medellín,  muere Carlos Gardel  y
todo parece silenciarse. Sin embargo, su voz se inmortaliza para siempre y
lo transforma en leyenda porque aún hoy nadie discute a sus más fieles
seguidores que “cada día, canta mejor”.

Entre la crisis social y económica y la desaparición del “más grande de


todos los tiempos”, el tango parecía atravesar un período de espera. Pero
se  estaba gestando en realidad, una década de gloria.

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