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H. G. Schenk, El espíritu de los románticos europeos, p. 17.
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sus esperanzas más íntimas. Por más adulteradas que sean las imágenes
sustitutivas, la herida sigue ahí y se renueva. Vale la pena detenernos
nuevamente en esta relación del mito con el Romanticismo.
Acaso el Romanticismo, como dice Isaiah Berlin, no fue sólo un
“movimiento” sino, antes bien, “un conjunto de actitudes, un modo de
pensar y de actuar”, una vasta fuerza que ha afectado y sigue afectan-
do nuestro presente. Saltando los habituales marcos de configuración
cronológica, con palabras como clasicismo, humanismo o realismo es
imposible pensar seriamente. No obstante, aunque la palabra Roman-
ticismo se haya trivializado, sirve aún para caracterizar un periodo que
comienza a fines del Renacimiento y termina con el pleno desarrollo
del capitalismo industrial, lapso de una vasta transformación de ideas,
actitudes y modos de concebir la existencia que incluso parecieran divi-
dir en dos la historia de la cultura. Un punto de vista con el que podrían
coincidir también las meditadas perspectivas de René Guenon, Albert
Béguin, Y. Bonnefoy, M. Eliade, o A. Comaraswamy.
Por lo menos desde los griegos, nos hace notar Isaiah Berlin, los
hombres pensaban que había respuestas objetivas, universales y eternas
a las preguntas centrales acerca del sentido o el propósito de la vida y el
mundo, “respuestas verdaderas a todas las preguntas genuinas”. Aunque
uno no pudiese expresarla, se tenía la certeza de que la respuesta debía
existir ya fuera en un pasado idílico o en una Edad de Oro, aguardando
en alguna parte. “Las suposiciones subyacentes en la mayor parte del
pensamiento clásico y cristiano, ortodoxo y herético, científico y religio-
so, estaban relacionadas con la fe en que, lo quisieran los hombres o no,
toda la vida en la tierra estaba ligada, en cierto sentido, con la búsqueda
de respuestas a las grandes y perturbadoras cuestiones de hecho y de
conducta”, fuese el fin de la vida “la felicidad, la justicia, la virtud, la
salvación o la plena realización de la gracia”.2
Se podía divergir sobre las respuestas, sobre el camino adecuado
para descubrir la verdad, sobre la naturaleza de las cosas o la autoridad
moral, espiritual o identidad de los profetas, místicos, alquimistas o me-
2
I. Berlin, “Prefacio” a El espíritu de los románticos europeos…, de H. G. Schenk,
op. cit., p. 10.
22 mito y romanticismo
3
Berlin lo dice de la siguiente manera: “Todo estudioso del siglo xviii ha de
notar que hacia su final, las creencias de dos milenios, si no fueron destruidas al menos
fueron desafiadas en escala creciente, y que muchas de ellas quedaron socavadas”. Id.
apuntes sobre la relación entre mito e imaginario 23
4
Op. cit. p. 13.
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5
Schenk, op. cit., p. 18.
apuntes sobre la relación entre mito e imaginario 25
6
Ver Safranski, op. cit., p. 122.
7
Schelling, Investigaciones filosóficas…, p. 291.
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8
F. Hölderlin, Obra completa…, tomo 1, p. 27
9
Schelling, Investigaciones filosóficas…, p. 299.
10
R. Safranski, Romanticismo…, p. 70. El autor vincula las ideas románticas con
datos biográficos significativos sobre los autores, por ejemplo, la muerte de la prometida
de Novalis, la enfermedad de Schiller, la inseguridad de Hölderlin. Ver, también, pp.
105-107.
apuntes sobre la relación entre mito e imaginario 27
En los albores del siglo xix, por paradójico que parezca, los románticos
parecen compartir con los ilustrados la misma concepción de mitolo-
gía que incluso prevalece en nuestros días: “fábula o ficción alegórica,
especialmente en materia religiosa”. Se trata de una concepción diecio-
chesca que no cubre la acepción más estricta del término que podemos
encontrar en filólogos y estudiosos de la historia de las religiones como
M. Eliade, K. Kerényi o J. Campbell, sino la de “El más antiguo pro-
grama del sistema del idealismo alemán” (Das älteste Systemprogramm,
1796/1797). Programa de autoría incierta, generalmente atribuido a
Hölderlin, Hegel y Schelling, quienes al lado de la corriente ilustrada
están de acuerdo en aplicarla a un “proyecto de pedagogía popular”; a
hacer uso de la mitología como “medio de instrucción”, a fin de crear
una esfera pública autónoma y consciente de sí misma, “el pueblo tiene
que volverse racional”.11
11
Para un comentario a este polémico Programa, ver Jorge Juanes, Hölderlin…,
pp. 145-160.
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12
Ambas citas tomadas de los estudios de los respectivos autores recogidos en
el Diccionario de las Mitologías, Tomo iv, bajo la dirección de Y. Bonnefoy, p. 33 y 493,
respectivamente.
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13
Cit., Id., p. 150.
14
Citado por Javier Arnaldo, Estilo y naturaleza..., p. 174.
15
Ver, Safranski, op. cit., pp. 141-147.
16
Ver, Matos Moctezuma, Las piedras negadas.
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17
Ver, Safranski, op. cit., p. 167 y 168.
18
Achim von Armin (1781-1831), romántico alemán quien junto con Clemens
Brentano estudia, recopila y edita la colección de poemas populares alemanes El niño
y el cuerno encantado (3 vol., 1806-1808), la primera recopilación de folklore alemán,
anterior a la de los Hermanos Grimm.
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19
Schlegel, citado por Safranski, op. cit., p. 162.
20
Subraya Safranski que le perseguía el pánico al vacío, el horror vacui, y que a
diario escribía las cartas más apasionadas a su esposa, que vivía en la casa contigua. Ella
sólo podía alegrarse de cosas que estuviesen relacionadas con él. En todo lo que hacía,
tenía que llegar al límite y si se paraba se derrumbaba. Aspiraba siempre a soluciones
definitivas. Su odio contra Napoleón y los franceses no admitía razones, se trataba de
“intensidad”. No murió en lucha contra Napoleón sino en la filas de su ejército. Ver
Safranski, op. cit., pp. 170-172.
21
Hölderlin, citado por J. Juanes, op. cit., p. 210
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… allí donde hay una lengua específica, debe existir también una na-
ción específica con derecho a ocuparse de sus asuntos con autonomía
y a gobernarse ella misma, (...).
22
Juanes, op. cit., p. 210-211.
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23
Consultar, Régis Boyer, “Valkyries », en P. Brunel (dr.) Dictionnaire des mythes
féminins, pp. 1875-1878. También, en la misma obra, Nicolas Brun “Freyja” y P. Brunel,
“Brünnhild” y “Erda”.
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Existen 35 manuscritos conocidos del Nibelungenlied y sus variantes. Once de
ellos están esencialmente completos. La versión más antigua, sin embargo, parece ser la
preservada como Manuscrito “B”. El texto contiene aproximadamente 2.400 estrofas
repartidas en 39 cantos, aunque las versiones de los manuscritos difieren considera-
blemente unas de otras. Los estudiosos usualmente señalan tres grupos genealógicos
principales para el grupo completo de manuscritos, con las dos versiones principales
comprendiendo las copias más antiguas: *AB y *C. Esta categorización deriva de las fir-
mas en los manuscritos, así como de las palabras del último verso en cada versión: “daz
ist der Nibelunge liet” o “daz ist der Nibelunge nôt”. Ver. Regis Boyer en, op. cit.
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25
Pierre Brunel, op. cit.
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26
También puede consultarse Safranski, op. cit., p. 244.
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27
R. Sala, Diccionario critico de mitos…, p. 93.
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28
Ver Safranski, op. cit. p. 332 y Sala, op. cit. los términos “Hielo” y “Hitler”. pp.
196-218.
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El imaginario romántico
29
Id., p. 313.
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30
Durand, Lo imaginario, p. 23 y 24.
31
G. Durand, Ciencia del hombre y tradición…, p. 260.
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32
Durand, Ciencia del hombre…, p. 264.