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#OctubreNegro en Chile:

actores y deriva
Updated: Oct 31, 2019
Por Juan Cristóbal Demian
 
A estas alturas, cualquier analista sensato, e incluso, cualquier
ciudadano sensato sabe que las fatídicas últimas semanas que
ha vivido Chile están muy lejos de tener que ver con un alza al
precio del metro, mero detonante de una insurrección masiva
contra el Gobierno y, en general, contra todo el orden político-
formal chileno; insurrección que tuvo su punto máximo con una
gigantesca marcha que congregó a más de 1 millón de personas
solo en Santiago el pasado viernes 25 de octubre.
 
Cierto es, también, que si bien el golpe es asestado
directamente al Presidente Piñera (y todo lo que él representa),
su figura es a estas alturas el símbolo de algo más profundo,
nada más ni nada menos que la efigie en la que se concentran
todas las frustraciones, rabia, agobio y hasta odio de los
manifestantes.

Es precisamente por lo anterior que debemos entender que


mayoritariamente las manifestaciones son, no solo llevadas a
cabo, sino que legitimadas, respaldadas y asumidas por grandes
masas de la población, movidas por diversos motivos, ya sea
desde los más abstractos como la pérdida del sentido de la vida
hasta las más concretas y explícitas como el encarecimiento
acelerado de la vida en un país desacelerado económicamente.
 
La heterogeneidad de la población movilizada viene
acompañada de una relativa indeterminación en sus demandas,
sin embargo, observadas bajo una lupa mayor, habremos de
notar que las ideas hegemónicas que imperan son las de la
izquierda política, y es aquí donde debemos mirar, a los grupos
ideológicamente motivados que controlan y dirigen el proceso.
 
Un proceso de tal magnitud no se entiende mirando solo a la
izquierda institucional-parlamentaria (Partido Comunista, Frente
Amplio y ex Concertación), mucho menos al mero rol logístico
que se atribuye a las "brisas bolivarianas" promovidas por
Caracas, por más que las investigaciones respecto de
ciudadanos venezolanos y cubanos detenidos estén por verse.
Más bien, debemos mirar con atención a aquella izquierda no
institucional y/o extraparlamentaria que incluso ha revivido a
grupos de índole miliciana con el fin de derrocar al sistema
capitalista e instaurar el marxismo.
 
Más preocupante aún, de forma paralela a dichos grupos,
proliferan en Chile un sinnúmero de células anarquistas cuya
militancia enquista fuertemente establecimientos educacionales
tanto universitarios como escolares y cuyo rol no solo fue clave
en la brutalidad de los ataques perpetrados a la propiedad
pública y privada, a Carabineros y a las Fuerzas Armadas, sino
que obedece a años de intervención ideológica radical en la
educación secundaria y quizás primaria (véase el caso del
Instituto Nacional). Su objetivo no es instalar el socialismo, sino
algo aún peor, mantener al sistema capitalista colapsado por el
miedo y la inseguridad de la posibilidad de nuevos
levantamientos y ataques.
 
Uno de los primeros desafíos que tenemos como sociedad es
entender por qué tantos miles de jóvenes y adolescentes
chilenos se sienten atraídos por ideas nihilistas, anarquistas y
neomarxistas, lo cual va a tener profundas consecuencias solo
por el hecho del inevitable y natural recambio generacional
asociado. En la historia, solo en Guerra Civil Española y la
Revolución Rusa hubo tanto protagonismo revolucionario de los
anarquistas como en el Chile de hoy.
 
Sobre este proceso (de altísima radicalidad en el conflicto
urbano irregular callejero) se intenta montar la izquierda
parlamentaria que aprovecha de avanzar en su idea de dar un
golpe de Estado de guante blanco al Presidente Piñera, el cual,
independiente de si es logrado o no, solo es la antesala del
siguiente gran paso, eliminar y expropiar los fondos de las AFPs
e instalar una Constitución de corte evidentemente filochavista,
al menos en su espíritu, o por lo menos, acorde al ilusorio
proyecto revolucionario y redistributivo de Salvador Allende,
quien sometió al pueblo de Chile a crudos vejámenes por
imponer su modelo.
 
En definitiva, además del problema de fondo de la expropiación
y radicalización de nuestra juventud, lo cual nos debiera poner
serios objetivos a largo plazo, hoy urge defender con fuerza y
lucidez nuestra Constitución, garante de nuestra libertad, de lo
contrario solo se acelerará la caída de Chile al vacío de la
miseria y del odio fratricida.

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