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I.

Veo la televisión
te siento a veces solo en mis ojos
y de mi espalda como en un torbellino
dices cómo no amarte

me dices sal a ver a tu ventana


y vienes, apareces
para sumergirnos
en el más bello de los llantos

II.

Digo, algo más debe haber para escribir


ya van veinte páginas por aquí
otras doce por acá
unos proyectos dando vueltas desordenadamente
textos que difícilmente aceptan más personajes
que tú y yo
leo mis textos con tu voz - he hecho el experimento -
para acercarte a mi pieza, para mojar nuestros ojos
en este oleaje, en esta brisa de gestos mudos sin ti.

III.

No hay sino tus ojos


en esta forma que ya quiere ser luz
observando desde adentro
todos, textos de anticipación
una visión del futuro
para encontrarse muy pronto con tu mirada

IV.

Tuya es la dulzura de la fruta


mío el verte sonreír, jugar, vivir

Tuya es la sombra y los ojos


las manos moviéndose
a la altura de tus palabras

mías son las tardes melancólicas


la nostalgia y la humedad
de mis últimos besos

V.

En estos textos
juego con tu cabello
imagino las arrugas que nos dará la vida
el cielo arriba de los cuerpos
de dos almas que juraron
en la iniciación de la planta y la mariposa
del árbol y la semilla

VI.

Bajo las páginas


Sonríe, aparece otra vez
deslízate conmigo por la página en blanco
estoy casi listo para ti, rearmándome
de los pesados siglos
volviendo al origen de mis afectos
quién diría que tú estabas ahí esperándome

VII.

Hay una tecla corrida


así nací en esta fiebre
mariposa azul
exegesis de mi llanto
mi planeador
mi lumbrera al atardecer
traza con tus dedos
la linea oscura de mi alma
y devuelvele la sonrisa
a este rostro que cae de su espacio

VIII.

Una sola clausula


no puede expresar
las estrategias del nombre
multivalente es el verbo en tu boca
yo, acongojado y neutro, intento
salir de mi parálisis
de mi rincón de partícula
acercándome, frío y marchito
al origen de la palabra

IX.

De tu voz surge
lo oscuro y lo brillante
mi raíz te encuentra
en un eclipse, soslayando el frío
que contienen los parques en invierno
y se ata a ella, para mirar con fuerza
hacia arriba

X.

Tus manos tienen


valor de tesoros
de nubes y cielo
ven a perfumar
con ellas mi soledad

XI.

Al caer la tarde
estaremos tú y yo, abrazados
contemplando hasta que el sol
derrame su última gota de luz
entonces te diré,
volvamos a la casa de mi infancia
a sentir como entre
la oscuridad de la noche,
nuestros ojos brillan.
Volveremos a la tierra, volveremos.

XII.

Como quien reclama la frescura


de las letras para sonreír y
justificar su existencia
estoy aquí sin ánimo, cansado
sin embargo, te amo, y digo
con la soledad del amante
no tardes en llegar, no tardes
aunque el sol y la luna nos esperen
tú no tardes en llegar, no tardes.

XIII.

Aún recuerdo el sabor de ese limón


mis labios silban la melodía del amor
una de tus manos lleva consigo
un ojo que mira en la ciudad
mi corazón despierta de su tránsito
y sonríe sintiendo el sabor en la lengua.

XIV.

Como la fruta que adorna la casa


es tu rostro en la cumbre de tu cuerpo

Como el cuerpo de la ciudad en vela


soy yo esperándote

ven conmigo en la noche de espejos


ven conmigo en el día final.
XV.

Subo a mi habitación
la página, así como la cama
está vacía
por consejo no fuerzo el poema
para que se plasme en ella
espero
y de pronto empieza
a recorrerme el cuerpo
una suave lágrima blanca.

XVI.

Me sumo a tu paso
a lo indescriptible que tienes
y que, no obstante, acompaña a todo ser vivo

Me sumo a tu aroma fresco


a la melodía que deja ver tu cuerpo
a tu sonrisa y al magnetismo de tu cintura.

XVII.

Te oigo en la desnudez de mi aliento


como una lámpara cuando digo, amor
me reflejo en la luz de tu mirada
y con mis dedos busco la caricia en el agua
con la transparencia de los colores
vuelvo a ti para cobijarme
del frío de mis ojos cuando
te extraño.

XVIII.

Tú eres la mujer
que baja por el desierto
que conoce la luz que alimenta
el poliedro, tu hogar y del tus hermanas,
que brilla, que tiene infinitos colores
a tu casa llegué para quedarme.
Infinitas puertas en sus lados,
en todas se asoma una expresión tuya
un beso en la noche apaga sus luces
somos embrujados por la luna y las estrellas.

XIX. Guantes blancos

La naturaleza, esa extensa cosa,


o el lado sensible e inmediato,
de algún modo me habla de ti
camino y me ofrece un árbol
cuyas hojas arrancadas por el viento
empiezan a llenar el piso,
pájaros comen un cadáver
y yo mastico la realidad con mis ojos
en ese árbol estamos tú y yo
afuera están tus manos,
luego de ser caricia invernal
afuera está tu pelo,
justo en el borde de la realidad
ese claro murmullo en que el amor
se hace delicia en la cosa,
tus labios son míos
en la más abril de las caricias,
tu espíritu avanza
poseyendo cada partícula
sensible de mis manos
que estando, nos obstante afuera,
reclaman la unidad
en un grito que se desdobla
tanto en el interior de todas las cosas
como en el exterior de tus manos,
y avanza lentamente
por la extensión de las formas,
supera el vano apetito
del objeto que quiere elevarse,
acoplarse en el día más soleado
dejando la singular duda
con que a los hombres interrogó
abandona entonces, su situación
su calidad inerte,
su elevación de apariencia
y conmueve mi cuerpo,
atrapa mi ojo,
mi oído, sensible órgano de claro operar
subvierte su esencia y le ofrece
el espíritu, la sagrada operación total
se escinde, del color, y transmuta coloridad
nos vamos en ellos a la esencia misma de las cosas
ellos en nosotros contemplan las formas puras
con que las subjetividades producentes
dan a luz objetividades producidas
y tus manos, miel, artificio,
tocan las hojas ahuyentadas por el viento
y mi pupila. Los inviernos,
en que ya otro sol ilumina
otro verano que florece, abren sus pulmones
al sujeto que piensa a la cosa que
con y sin espíritu es pensada.
Soy una cosa que te piensa,
no carezco de objeto
al huir de las mandrágoras robadas,
enaltezco la realidad.
La espiritualidad de tu mirada
me robó el aliento y transformó
en lenguaje del espíritu mi boca y mis manos;
el tacto a través de ella
escribe figuras retóricas en tus manos,
bajo la sombra del Encinar de Manre,
en la Viña de Nabot antes de ser robada;
se recrea en tu Hermosa materia
en las oscuras noches de Cipango.
Hay que alzar los ojos a su poética visión
al oído atarlo a la mirada de la conciencia
en la que adentro y afuera pueda obrar
el hombre universal, con universales afectos
volar en la imaginación hasta Las pleyades
con el cuadro de las manos que tocan las hojas
con la materialidad concreta del enjambre
de pensamientos anclados
a la realidad concreta.
Tus manos manos afuera tocaron hojas que el ojo
transformó en manos que operan como la medida
del afecto. En mi rostro, dejaron una lágrima que canta
y que se oyó en el universo. Las voces de las celestinas
se hacen deliciosas, hermosos espíritus, mensajeros,
convento de nuestros sentidos. Arrópame,
con las pocas hojas que quedan, del duro invierno,
hazme un oasis en medio del calor abrazador.
Ámame, porque el amor es la razón,
el mayor logro del espíritu, actividad suprema.
El quiebre del afuera, la cosa en sí, el mero apetito,
puede dejarnos en la sensación.
Llevame de la sensación
al vivir en sí y para sí del espíritu,
a proporcionarte caricias
con identidad propia,
caricias elevadas a la mera apariencia,
tributando al espíritu las morfologías de los labios,
inventos de la lengua,
códigos insuflados por entre los dientes
y tu cuerpo que caiga lentamente en mis brazos
en este día de invierno,
junto al árbol invisible del espíritu,
llevado de la casa del sol
a los misterios de la pregunta:
sin temor a ellos viviré con tus manos,
la fuerza que sostiene mi lumbrera.

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